Está en la página 1de 29

1

Editorial Aurora
Caracas, 2023

Serie «Historia política, económica y social de Venezuela»

Revisión y edición
Carlos Aquino G.

Diagramación
Alejandro Díaz M.

Diseño
Carolina Sandoval Q.

https://editorialaurora.home.blog
https://issuu.com/editorialaurora

2
3
H an transcurrido 95 años desde los históricos
acontecimientos de febrero de 1928, cuando
una camada de jóvenes estudiantes demostró el
poder de la dignidad, la organización, la creativi-
dad, la iniciativa y la cultura, surgiendo una ge-
neración que marcaría el resto del siglo XX vene-
zolano.
Especialmente en estos tiempos, en que pare-
ciera que se cierran los caminos, hay que estudiar
diversas experiencias de movimientos de masas,
analizando sus aciertos y errores, para extraer
lecciones que sirvan al reimpulso y orientación
de la necesaria lucha revolucionaria.
Episodios que se vivieron con y en torno a la
Generación del 28, sirven a ese objetivo.
Uno de los protagonistas de esos eventos, Juan
Bautista Fuenmayor (Maracaibo, 28 de septiem-
bre de 1905 - Los Teques, 19 de mayo de 1998), tras
varias décadas de maduración política, los narra
y analiza sin visceralidades ni adornos.
El texto que estamos publicando constituye el
capítulo XI del segundo tomo de Historia de la Ve-
nezuela política contemporánea 1899-1969, una
extraordinaria y documentada colección de 20
tomos que editó paulatinamente de 1975 a 1993,
y que es de consulta obligada.
Fuenmayor es uno de los más polifacéticos y
destacados intelectuales marxistas venezolanos,
con una trayectoria de activismo comunista y de
4
trabajo académico imposible de condensar en po-
cas líneas.
No está de más aclarar que se respetó el texto
original, que es de hace cerca de 50 años, por lo
que deberá tomarse en cuenta que el autor em-
pleó algunos términos que no son usados hoy en
día, como al hablar de imperialismo «norteame-
ricano» o «americano», en lugar de «estadouni-
dense», y de referir intenciones «libertarias», sin
implicar ninguna relación con la consabida acep-
ción anarquista.
Finalmente, llamamos la atención del lector
sobre algunos detalles formales que encontrará a
lo largo del texto. En primer lugar, todas las notas
al pie de página son del autor, excepto las especi-
ficadas como notas de la Editorial (N. de la Edit.).
En segundo lugar, las acotaciones entre parénte-
sis pertenecen al material original, mientras que
las de corchetes se insertaron especialmente
para esta publicación.

5
R econstituida la Federación de Estudiantes de
Venezuela, como consecuencia de la reaper-
tura de la Universidad Central en 1925, se conci-
bió el proyecto de realizar unas jornadas públicas
en que se mezclaba el culto a los héroes de la In-
dependencia con actos literarios que se realiza-
rían en algunos teatros de la capital, entre el 6 y
el 11 de febrero [de 1928]. El objeto de esas jorna-
das era reunir fondos para construir una man-
sión que diera albergue a los estudiantes de pocos
recursos llegados del interior del país, a la cual se
denominaría Casa del Estudiante.
Para presidir los festejos de la Semana del Es-
tudiante, que así se llamaron esas jornadas, se
eligió una Reina de los universitarios: Beatriz Pri-
mera de Venezuela, que fue coronada en el Teatro
Municipal. Pío Tamayo [1898-1935], fino y talen-
toso poeta, leyó su famoso poema en el que un in-
dio tocuyo implora a su Majestad y lanza sus la-
mentos de oprimido y explotado, en demanda de
la Libertad, su novia perdida…!
A causa del estado de opresión política rei-
nante y de dificultades económicas que empe-
zaba a padecer la colectividad, la Semana del Es-
tudiante se transformó, inmediata y espontánea-
mente, en un movimiento de protestas de toda la
juventud universitaria y del pueblo, contra la
Dictadura.
6
Entre los actos programados hubo un gran
desfile estudiantil desde las puertas de la Univer-
sidad hasta el Panteón Nacional, donde se iba a
rendir el cálido homenaje de los corazones juve-
niles al Padre de la Patria venezolana. Con gran
orden y disciplina, marchando de ocho en fondo
como brigadas de expertos luchadores, recorrie-
ron los estudiantes el trayecto que estaba proyec-
tado; y, al final, dentro del sagrado ámbito donde
reposan los restos del Libertador, el joven estu-
diante de Derecho, Jóvito Villalba [1908-1989],
pronunció un breve discurso pletórico de inten-
ciones libertarias y de anhelos antiimperialistas.
Ante la conciencia libre de América surge ínte-
gro, encendido de fuerza, en el grito de una protesta
unánime, el mismo ideal de fraternidad latinoame-
ricano, que cien años antes cupo holgado en la mi-
rada visionaria del Libertador; y en todos los espíri-
tus de esta América española nuestra, ese ideal es
lo bastante generoso para servir de causa, donde se
sostiene y donde se llena de horizontes, frente a la
absurda pretensión imperialista de otra raza, el
destino altísimo de nuestra raza sudamericana.1
No era sólo el grito de rebeldía contra el tirano
autóctono, sino también la protesta por el em-
peño, ya comprensible para la juventud universi-
taria, del sojuzgamiento imperialista que el yan-
qui demostraba con desembozada faz. Y esta es,
precisamente, la primera campanada de la Vene-
zuela nueva, frente a las formas del poder auto-
crático que emanaban de la dominación ejercida
por el capital extranjero sobre la economía y la

1
Documentos que hicieron historia, p. 141.
7
política de nuestra Patria. La lucha antiimperia-
lista había comenzado, y el toque de arrebato
para incorporarse a la contienda no habría de
tardar.
Habla ¡oh, Padre! ante la Universidad, donde se
forjó la patria hace años. Pueda oírse otra vez tu voz
rebelde de San Jacinto. En este sitio, cuando Beatriz
Primera de Venezuela te haya ofrendado la nueva
ternura de estas flores, dinos el secreto de tu orgu-
llo, que es el mismo secreto de trescientos años, re-
velado ayer por el Ávila, por el viejo monte cara-
queño, a María de 1783.
Padre nuestro, Simón Bolívar,
Padre nuestro, Libertador,
Cómo han puesto los esbirros
Tu Santiago de León
Jóvito Villalba2
Aquel día había nacido un líder, fogoso y bri-
llante, para la nueva Venezuela.
Tras los primeros discursos, en los que se ha-
cían veladas alusiones al régimen despótico de
Gómez, vinieron otras expresiones de protesta.
Más tarde, un homenaje a Don Andrés Bello
[1781-1865] y otro a los héroes estudiantiles de La
Victoria3; por último, un acto en el Teatro Rívoli,
en el que participaban poetas y escritores, cuyas
producciones contenían condenación del impe-
rialismo norteamericano, simbolizado en aque-
llos momentos en Charles Lindbergh, que había
cruzado el Atlántico por primera vez en la histo-
ria, en un pequeño y frágil avión, y en aquellos
momentos visitaba, en gira triunfal, todos los

2
Ob. cit., p. 143.
3
Nombre de la zona en la que tuvo lugar la batalla del 12 de febrero de 1814 que
dio fecha al Día de la Juventud (N. de la Edit.)
8
países de América Latina, haciendo propaganda
que desembocaría en la creación de la empresa
Panamerican Airways Company, cuyos derechos
de aterrizaje en nuestros países dejaba asegura-
dos el famoso aviador, y, a quien Gómez había re-
cibido en Maracay, colmándolo de atenciones.
Después de la clausura de la Semana del Estu-
diante, lo que tuvo lugar mediante una gran
fiesta en el Club Venezuela, la dictadura decidió
proceder contra quienes habían pronunciado
discursos o recitado poemas considerados sub-
versivos. Así, fueron detenidos Pío Tamayo, ex-
quisito y malogrado poeta tocuyano, Antonio
Arráiz, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Gui-
llermo Prince Lara y otros, para hacer un escar-
miento e impedir que se pensara en una actitud
de debilidad frente a las manifestaciones de des-
contento de la población.
A pesar de las gestiones realizadas por los di-
rigentes estudiantiles para lograr la libertad de
los detenidos, por las vías pacíficas, Gómez se
mantuvo inflexible, como era su costumbre. Y,
ante tal actitud, la Federación de Estudiantes
procedió a emplear otro método. Para galvanizar
la opinión nacional, enviaron un altisonante te-
legrama a Gómez, exigiéndole la libertad de los
presos y, en su defecto, que redujera a prisión a
todos los estudiantes “en el término de la distan-
cia”, es decir, inmediatamente. Gómez no se hizo
repetir la insinuación y detuvo a cuanto estu-
diante encontró en las calles. Pero, con esto, no
logró el objetivo de atemorizar a la población ni al

9
resto de los muchachos que estaban enardecidos
por el atropello dictatorial. En masa, hicieron
acto de presencia ante las autoridades policiales,
pidiendo ser también reducidos a prisión. Estos
hechos desconcertaron a la dictadura, sobre todo
cuando la población de las principales ciudades,
dando muestras de haber perdido el miedo de
otros tiempos, se aprestó a dar batallas contra la
policía y a desafiar los métodos terroristas de Gó-
mez. La clase obrera, que ninguna participación
activa había tenido en la historia de Venezuela en
el pasado, hizo allí sus primeras armas, reali-
zando huelgas de protesta en Valencia, Caracas y
otros lugares. Todo el extenso frente de oposición
al gobierno, representado en los terratenientes
semiarruinados, en la clase obrera, en la naciente
burguesía industrial, y en las amplias capas de
las clases medias urbanas y rurales, se puso en
movimiento con el objeto de derribar a la dicta-
dura. El papel principal lo representaban las cla-
ses medias y los terratenientes en grave crisis por
el descenso de la producción agropecuaria.
El todopoderoso Gral. Juan Vicente Gómez se
vio, de esta manera, obligado a poner en libertad
a los estudiantes, sólo once días después de ha-
berlos reducido a prisión, hecho insólito en la his-
toria de su tenebrosa dictadura, porque Gómez
cuando agarraba no soltaba.
Los acontecimientos de 1928 fueron la fragua
donde se forjaron los hombres que habrían de in-
fluir más poderosamente, sin duda alguna, en el
curso de la política venezolana de los años subsi-

10
guientes, hasta 1969. No sólo aparece Jóvito Vi-
llalba, al cual nos hemos referido, sino también
surgen Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Juan Oro-
pesa, Valmore Rodríguez, Inocente Palacios, An-
drés Eloy Blanco, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Ale-
jandro Oropeza Castillo, y otros que, andando el
tiempo, habrán de constituir el partido Acción
Democrática [AD]. Surgen también Juan Bautista
Fuenmayor, Kotepa Delgado, Raúl Osorio Laza,
José Tomás Jiménez Arráiz, Pedro Juliac, Ángel J.
Márquez, Miguel Otero Silva, Víctor García Mal-
donado y otros, que constituirán el Partido Co-
munista de Venezuela [PCV]; y junto con ellos,
Isaac Pardo Soublette y Elías Toro, fundadores del
partido Unión Republicana Democrática [URD].
Además, en ese año nacen a la política hombres
como Germán Suárez Flamerich, Esteban Agudo
Freites, Luis Felipe Urbaneja, Gerardo Sansón y
Luis Felipe López que participarán también en el
proceso venezolano, aunque situados en posicio-
nes adversas a las asumidas en 1928. Encontra-
mos también en la constelación de 1928, a José
Antonio Marturet que participará en el Partido
Democrático Venezolano [PDV] del Gral. Medina
[Angarita], a Enrique García Maldonado que
formó también parte de URD, a Manuel Acosta
Silva y a Raúl, su hermano, que figurarán en los
rangos de los partidos democráticos y a Ramón
Rojas Guardia, Odoardo León Ponte, Víctor Brito
Alfonzo, Pedro Nolasco Pereira hijo, a Pablo Rojas
Guardia quienes actuaron episódicamente en
años ulteriores y tienen un rango profesional li-

11
terario o científico destacado en la vida nacional.
Por último, a Miguel Acosta Saignes [1908-1989],
cuya figura ha brillado en la política y en la vida
académica de nuestra patria, amén del grupo de
mujeres constituido por Carmen Clemente Tra-
vieso, Josefina Juliac, Margot García Maldonado y
las hermanas Rosario, Totoña, Lola y María Luisa
Blanco Meaño y otras muchas que jugaron un
gran papel en 1928 y en años subsiguientes.
En 1936 volverán a la palestra algunos de los
actores de 1928, y escenificarán los más encendi-
dos episodios del devenir histórico venezolano.
Unos estarán en las barricadas de la izquierda, en
tanto que otros lo harán colocados frente a sus
antiguos compañeros de lucha, cruzando su
fuego en defensa de ideas e intereses contra-
puestos. Entre todos brillará, con la luz más es-
plendente, Jóvito Villalba, el líder estudiantil y
popular de mayor arrastre para aquel entonces.

El pujante movimiento de masas desatado por


las protestas estudiantiles, fue mirado de inme-
diato con simpatía por algunos sectores del go-
mecismo que vieron la oportunidad de desha-
cerse de los viejos caudillos tachiristas, prove-
nientes de la invasión de los 604, y que eran, ade-
más, la espina dorsal del terrorismo más agudo.

4
Denominada así por el número de hombres que inició la Revolución Liberal Res-
tauradora, de 1899, encabezada por el tachirense Cipriano Castro (N. de la Edit.)
12
En efecto, el Gral. José Vicente Gómez aspiraba a
sustituir a su anciano padre antes de que éste fa-
lleciera o, al menos, a retirar del Gobierno a los
tachiristas que se interponían en su camino. José
Vicente Gómez se había rodeado de un amplio
grupo de jóvenes oficiales procedentes de Cara-
cas y otras regiones centrales del país, y, con
ellos, pretendía subir al mando supremo de la Re-
pública. Era una revuelta dentro del gomecismo,
primer movimiento grave de oposición interna.
Varios hechos ponen de manifiesto las simpa-
tías de “Vicentico” hacia los estudiantes. En pri-
mer lugar, cuando éstos eran trasladados de los
calabozos de la Policía de Caracas hacia las maz-
morras de Puerto Cabello, el Gral. José Vicente
Gómez hizo acto de presencia, a las cinco de la
mañana, en las puertas de su quinta en Los Te-
ques, para ver pasar, en silencio y arrebujado en
su capa, la caravana de autobuses que conducía
la preciosa carga estudiantil hacia su tétrico des-
tino. Junto con “Vicentico” estaba un numeroso
grupo de altos oficiales del ejército que le eran
adictos.
Una vez en los calabozos de Puerto Cabello y
después de dos días de hambre, recibieron repen-
tinamente cajones de frutas (peras, manzanas,
uvas, etc.) y de calientitos panes con latas de
mantequilla y otros alimentos que, según les fue
manifestado por los guardianes, era obsequio de
doña Josefina Revenga de Gómez, esposa de “Vi-
centico”. Una muestra de simpatía más clara no
es posible imaginar.

13
Libertados los estudiantes a los once días de
prisión, y tras un intento de hacerles firmar una
abyecta carta de retractación a Gómez, fueron re-
cibidos por el pueblo de Caracas como verdaderos
héroes. Una vez en libertad, fuerzas ajenas al mo-
vimiento estudiantil iniciaron una conspiración
militar, cuya jefatura suprema nadie conocía. El
movimiento debía producirse en Caracas me-
diante la sublevación de la guarnición del Palacio
Presidencial de Miraflores y del Cuartel San Car-
los, el más grande y mejor provisto de la capital.
Pero el resultado de esta conspiración, que estalló
el día 7 de abril, Viernes Santo, de 1928, fue el más
rotundo fracaso. Por una delación, por impru-
dencias cometidas o por cualquier otra razón, es
lo cierto que la entrega del Cuartel San Carlos no
pudo realizarse, y el Gral. López Contreras, a la sa-
zón Jefe de la plaza militar de Caracas, estuvo en
capacidad de impedir el golpe y derrotar a los su-
blevados del Cuartel de Miraflores. Muchos que-
daron muertos y otros fueron presos y sometidos
a una parodia de juicio militar, terminada sin
sentencia alguna, el día en que Gómez resolvió
poner en libertad a los presos, en diciembre de
1934.
El gobierno acusó a la Federación de Estudian-
tes de encontrarse comprometida con los conspi-
radores militares, lo cual no carecía, del todo, de
veracidad. En efecto, en la víspera del golpe, Jue-
ves Santo por la noche, la Federación de Estu-
diantes celebraba una fiesta de inauguración de
su nuevo local en la esquina de Maderero. Pero la

14
reunión tenía otra finalidad, cual era la de prepa-
rar a la masa estudiantil para participar, a la una
de la madrugada, en el famoso Golpe del Cuartel
San Carlos. A la hora convenida, los estudiantes
se encontraban en la Plaza del Panteón, vecina a
dicho Cuartel, para incorporarse a las fuerzas de
dicho establecimiento militar, asumir los cargos
dirigentes respectivos y llamar al pueblo de Cara-
cas a las armas para derrocar a la tiranía, espe-
rándose que aquello desembocara en una cruen-
ta guerra civil. Más de mil hombres estaban es-
condidos en la Quebrada de El Misterio, situada
justamente detrás del San Carlos, a la espera de
ser llamados para formar nuevos batallones.
Otras fuerzas (300 hombres armados de mache-
tes), al mando del viejo Gral. [Félix] Ambard, ve-
nían de Petare, listos para cambiarlos por fusiles
en el Cuartel San Carlos.
La Federación de Estudiantes de Venezuela
quedó deshecha después de este fracasado golpe
militar. Todo el movimiento de protestas popula-
res se vino al suelo y, con ello, las esperanzas de
quitarse de encima la dictadura.
Los estudiantes intentaron, no obstante, repe-
tir en octubre las protestas de febrero y marzo
para levantar de nuevo el espíritu de combate de
las masas, pero todo fue en vano. Enviaron a Gó-
mez una carta exigiendo perentoriamente la li-
bertad de los presos políticos. La respuesta fue
una orden general de encarcelamiento. En tres
lotes sucesivos, fueron enviados los estudiantes a
un campamento situado a 70 kilómetros de la ca-

15
pital, donde estuvieron en trabajos forzados has-
ta el mes de marzo del año siguiente. De allí los
trasladaron al Castillo Libertador [Puerto Cabe-
llo], y luego, el día 19 de noviembre, se les puso en
libertad. Gómez los hizo conducir en tren hasta
Maracay, donde había convocado a todas las fa-
milias de Caracas y otras ciudades para hacerles
entrega de sus hijos. Muy atento y cortés estuvo
el viejo dictador con los familiares de los estu-
diantes, pero se retiró cuando anunciaron la pro-
ximidad del tren. Gómez les decía: “Ya ven, les
entrego a sus hijos, sanos y salvos”. Se refería con
ello a Armando Zuloaga Blanco que había muerto
en el asalto de Cumaná5. Si hubiera estado preso,
pensaba, se habría salvado.
Gómez tomó, además, dos otras medidas: creó
el Banco Agrícola y Pecuario para otorgar présta-
mos a los terratenientes, y el Banco Obrero para
construir viviendas para la clase media.
Con la libertad de los estudiantes, Gómez aspi-
raba a lograr la paz con las clases de la oposición:
los terratenientes, la burguesía y las clases me-
dias, cuyos hijos formaban la Federación de Estu-
diantes de Venezuela, próxima como estaba la
crisis cíclica. Y con la creación de los dos Bancos
mencionados más arriba, pensaba paliar los efec-
tos económicos de la recesión, de modo que esas
clases sociales no se le vinieran encima para
crearle graves inconvenientes.
Aunque los ideólogos de la dictadura negaban
la existencia de la lucha de clases, por lo que de-
5
Invasión del buque «Falke», encabezada por el general Román Delgado Chal-
baud, el 11 de agosto de 1929 (N. de la Edit.)
16
jamos explicado se puede comprender que prac-
ticaban una política que se basaba en la existen-
cia de clases sociales, cuyos intereses tenían muy
en cuenta.
La experiencia que resulta de todos estos epi-
sodios es la de que no se puede substituir el mo-
vimiento de masas por acciones golpistas organi-
zadas en secretos conciliábulos de conspiradores.
Si los estudiantes de 1928, en lugar de plegarse
ante los planes golpistas de gentes a quienes no
conocían siquiera, hubiesen continuado en su la-
bor de agitación de masas y de formulación de
programas políticos concretos de reivindicacio-
nes para la clase obrera, el campesinado, la pe-
queña burguesía y para la propia burguesía in-
dustrial, muy otras habrían sido las consecuen-
cias de aquel primer movimiento de masas que,
de todos modos, constituyó el punto de partida
para el nacimiento de las organizaciones políti-
cas nuevas y de los líderes que actualmente ejer-
cen función preponderante en la vida política ve-
nezolana.

Con todo y sus errores, el movimiento de 1928


es el inicio del movimiento democrático venezo-
lano contemporáneo, de sus partidos y de sus
hombres.
En otras palabras, el movimiento de 1928 fue
la primera acción de masas contra la dictadura y
demostró cómo las gestiones conspirativas gol-
17
pistas o invasionistas no llegaban a ningún sec-
tor del pueblo. Las luchas de 1928 fueron la can-
tera y el vivero de donde salieron los futuros cua-
dros dirigentes del movimiento democrático ve-
nezolano. Sus jefes reaparecen en el primer pla-
no de los acontecimientos de 1936, y, en el deve-
nir del desarrollo político venezolano, llegan a ser
los organizadores de los partidos políticos actua-
les, de los sindicatos obreros, de las organizacio-
nes campesinas y, algunos de ellos, llegan a ser
gobernantes.
Pero una cosa debe quedar clara: en el movi-
miento popular democrático estudiantil de 1928,
hubo interferencias determinadas por las fuer-
zas imperialistas que luchaban por la hegemonía
del poder en Venezuela. Las luchas entre los in-
tereses petroleros anglo-holandeses de Sir Henry
W. A. Deterding (Royal-Dutch Shell) y los de Mr.
Rockefeller (Standard Oil Co. of New Jersey), es-
tuvieron presentes en los sucesos de 1928 en Ve-
nezuela, y se expresaban en las abiertas simpa-
tías manifestadas por la representación diplomá-
tica de Holanda, cuando el propio Embajador, y
su señora esposa, fueron a recibir a los estudian-
tes recién libertados en 1928, en las cercanías de
Los Teques, testimoniándoles, así, el apoyo de ese
mundo petrolero representado por la Royal
Dutch. Y se manifestaba también en el hecho de
que, momentos antes de realizarse el frustrado
golpe militar del 7 de abril, varios estudiantes e
intelectuales se congregaron en la casa de la Em-
bajada holandesa, y de allí salieron a cumplir su

18
cometido de asaltar el cuartel.
Las pugnas interimperialistas no habían ter-
minado todavía en Venezuela, a pesar del Acuer-
do de Achnacarry6 de que hablábamos en páginas
anteriores, Gómez servía eficiente y lealmente al
imperialismo americano, el más rico y poderoso,
pero el imperialismo anglo-holandés no se resig-
naba a una situación desventajosa en Venezuela.
La colocación, en el poder político de nuestro
país, de un amigo de la Gran Bretaña y de Ho-
landa, hubiera significado mucho para el impe-
rialismo de Deterding.
Hay algunos episodios obscuros en la historia
de la Venezuela de estos años, sobre todo en lo re-
lativo a la participación de José Vicente Gómez en
ellos. ¿Aspiraba “Vicentico” a lograr el poder
pleno mediante el apoyo del imperialismo britá-
nico y ganándose las simpatías del movimiento
estudiantil y popular del 28? ¿Fue “Vicentico”,
acaso, la fuerza suprema oculta tras el fracasado
golpe militar del 7 de abril? Tales son las cuestio-
nes que quedan planteadas para que la investiga-
ción histórica despeje las incógnitas que están
contenidas en ellas. La mayoría de los historiado-
res se inclina, no obstante, en el sentido de consi-
derar que no existió conexión alguna entre el fra-
casado Golpe militar de abril de 1928 y las aspira-
ciones de “Vicentico” de llegar a la Presidencia en
el más breve plazo posible. Sobre el particular,
hasta ahora, no se ha dicho la última palabra.
6
Suscrito en el Castillo de Achnacarry (Escocia), en 1928, entre la anglo-neerlan-
desa Royal Dutch Shell y la estadounidense Standard Oil Company of New Jer-
sey, para canalizar sus pugnas interimperialistas y concertar el reparto del
mercado mundial (N. de la Edit.)
19
20
En el inicio de la Semana del Estudiante, en el Teatro Municipal,
el 6 de febrero de 1928, Pío Tamayo leyó sus históricos versos «La
demanda del Indio» (Foto: Colección Libros Raros y Manuscritos, Biblioteca
Nacional de Venezuela).

21
La coronación de la reina Beatriz I, en el Teatro Municipal, el 6
de febrero de 1928, marcó el inicio de la Semana del Estudiante.
El 31 de enero los estudiantes habían escogido por votación a
Beatriz Peña como su reina para presidir los festejos, y ya coronada
emitió dos decretos en los que estableció la ley seca durante la Se-
mana del Estudiante y el uso obligatorio de la boina azul, que desde
entonces constituye símbolo de las luchas universitarias en Vene-
zuela.

22
Pío Tamayo (El Tocuyo, 4 de marzo de 1898 - Barquisimeto, 5 de
octubre de 1935), fue con quien más se ensañó la dictadura gome-
cista, manteniéndolo en las mazmorras del Castillo Libertador
(Puerto Cabello) desde febrero de 1928 hasta finales de 1934, siendo
liberado con un precario estado de salud.
En la prisión constituyó «La Carpa Roja», donde impartió clases
de marxismo a jóvenes que luego se destacarían en la lucha revolu-
cionaria, por lo que se le reconoce como precursor del movimiento
comunista venezolano.

23
Jardines internos de la antigua sede de la Universidad Central
de Venezuela (actual Palacio de las Academias), escenario donde se
gestó el movimiento estudiantil de 1928 (Foto: Luis Felipe Toro).

24
Destacados en la gráfica, de izquierda a derecha, en la fila su-
perior: Inocente Palacios, Guillermo López Gallegos y Miguel Otero
Silva; en la fila inferior: Carlos Eduardo Frías y José Antonio Martu-
ret (Foto: Archivo Audiovisual. Biblioteca Nacional de Venezuela).

25
Destacados en la gráfica, de izquierda a derecha, en la fila su-
perior: Ramón Armando León, Rómulo Betancourt y Germán Suá-
rez Flamerich; en la segunda fila (desde arriba): Jóvito Villalba, Ger-
mán Herrera Umérez y Arístides Gómez Rangel; en la tercera fila:
Raúl Van Praaj, Enrique García Maldonado y Rafael Ángel Canejo;
en la fila inferior: Luis Manuel Palis y Ernesto Silva Tellería (Foto:
Colección Coroteca, El Universal. Caracas).

26
De izquierda a derecha, en la fila superior: Benjamín Quintero
Silva, estudiante sin identificar, Carlos Lander, Felipe López Sierra,
Gonzalo Galindo, José Antonio Marturet, Miguel Otero Silva y Amíl-
car Plaza; en la segunda fila (desde arriba): Carlos Pérez de la Cova,
Isaac J. Pardo, Raúl Leoni, José T. Jiménez Arráiz, Nelson Himiob y
Juan José Palacios; en la fila inferior: Edgar Loynaz, Clemente Par-
parcén, Carlos Irazábal, Israel Peña y Manuel José Arreaza (Foto: Ar-
chivo Maribel Espinoza).

27
Juan Bautista Fuenmayor, uno de los jóvenes de la Generación
del 28 encarcelados en el Castillo Libertador.

28
La Editorial Aurora valora altamente
su opinión acerca del contenido, diseño
y diagramación de la presente publicación.
Igualmente, agradece cualquier otra sugerencia.

editorialaurora1917@gmail.com

29

También podría gustarte