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1

Editorial Aurora
Caracas, 2023

Edición y diseño
Francisco Guacarán V.

Revisión
Cristina Vargas B.

Diagramación
Alejandro Díaz M.

https://editorialaurora.home.blog
https://issuu.com/editorialaurora

2
3
M ucho se ha exaltado, en justicia, la geniali-
dad de los coautores de la doctrina del co-
munismo científico, Carlos Marxi y Federico En-
gelsii, pero a veces al punto de que pareciera que
dicho talento fue dado por una conjunción este-
lar única, irrepetible, cuasimágica; sin embargo,
el análisis de la vida y del método de trabajo de
estos hombres demuestra cuán alejada de la
realidad es esa valoración idólatra.
La dedicación de Engels al estudio sistemático
de la realidad histórica y de su época, el interés
por saciar su curiosidad sobre amplias y diversas
ramas de la ciencia, la política y la cultura a tra-
vés de metódicas, planificadas y profundas in-
vestigaciones, dan cuenta del camino recorrido
para poder alcanzar la elevada talla de cientifici-
dad que logró en su praxis revolucionaria.
Así es como Engels nos legó una inmensa obra
científica –tanto en sus colaboraciones con Marx
como en solitario–, puesta al servicio de armar
intelectualmente al proletariado, en aras de for-
talecer su combate contra la explotación asala-
riada capitalista.
El texto que ofrecemos a los lectores es del re-
ferencial libro Cómo estudiaban Marx, Engels y
sus discípulos, traducción al español publicada en
1945 por la Editorial Calomino (La Plata, Argen-

i
Tréveris, 5 de mayo de 1818 - Londres, 14 de marzo de 1883.
ii
Barmen, 28 de noviembre de 1820 - Londres, 5 de agosto de 1895.
4
tina), al que adicionamos un apéndice con selec-
ción de escritos de Engels y puntuales comenta-
rios acerca de su obra.
Finalmente, llamamos la atención sobre algu-
nos detalles formales que se verán a lo largo de
los textos. En primer lugar, las cursivas y los pa-
réntesis pertenecen al original, mientras que los
corchetes denotan adiciones y supresiones he-
chas por esta Editorial. En segundo lugar, se con-
servaron las notas del autor al pie de página –in-
dicando con un asterisco (*) a las que se les actua-
lizaron la fuente y la cita respectiva–, y las incor-
poradas especialmente para esta publicación se
marcaron como notas de la Editorial (N. de la
Edit.). En tercer lugar, agregamos intertítulos
para facilitar la lectura y estudio del material.

5
F ederico Engels, el gran revolucionario prole-
tario y amigo de [Carlos] Marx, supo como
éste acumular conocimientos, enriquecer su me-
moria con el “conocimiento de todos los valores
creados por la humanidad”1. Marx no se cansaba
de admirar los vastos conocimientos de Engels
llamándolo verdadera enciclopedia. Pero es sabido
que Engels, lo mismo que Marx, a pesar de poseer
una magnífica memoria, nunca se confiaba en
ella; poseía un enorme archivo con sus manuscri-
tos, extractos de periódicos y toda clase de notas
y resúmenes, y lo tenía todo dispuesto en un or-
den ejemplar, repasándolo de tiempo en tiempo
como hacía Marx, y sistematizando sus materia-
les.
Todos los amigos de Engels recalcan en sus
memorias su extraordinaria meticulosidad en to-
dos los procesos de su trabajo. “En sus dos grandes
y claras habitaciones de trabajo –escribe P. Lafar-
gue2–, cuyas paredes estaban cubiertas por arma-
rios de libros, no se veía en el suelo ni un trozo de
papel, y los libros, con excepción de alguna decena
1
Lenin, Obras completas, t. 25, pág. 407.
2
Paul Lafargue (Santiago de Cuba, Cuba, 1842 - Draveil, Francia, 1911). Médico y
revolucionario socialista. Dirigente de la Asociación Internacional de los Traba-
jadores, conocida como la Primera Internacional, donde conoció a Carlos Marx
y a su hija Laura, con quien se casó en 1868. Participó en la revolución de la Co-
muna de París (1871). Fue uno de los fundadores del Partido Obrero Francés
(1879). Algunas de sus obras son El derecho a la pereza (1880), Idealismo y mate-
rialismo en la concepción de la historia (1895), El socialismo y la conquista de los
poderes públicos (1899) (N. de la Edit.)
6
de ellos puestos sobre la mesa de trabajo, se halla-
ban en sus correspondientes lugares. El aspecto del
local se asemejaba más a una sala de espera que al
cuarto de trabajo de un sabio”3.
Engels cultivó desde su juventud la costumbre
de planificar rigurosamente todas sus activida-
des, siendo severo consigo mismo en el comienzo
y terminación puntuales de cada uno de sus tra-
bajos, no permitiéndose salirse ni un ápice de los
plazos fijados.
En los primeros trabajos de Engels podemos
aprender cómo se debe proceder con cada trabajo
teórico. Desde este punto de vista presenta un
gran interés la obra de Engels La situación de la
clase obrera en Inglaterra, publicada en el año
1845. Lenin consideraba este libro del joven En-
gels como “una de las mejores obras de la litera-
tura socialista internacional.”4
En El Capital5, Marx se refiere repetidas veces
a este trabajo de investigación de Engels. En una
de las notas del primer tomo de El Capital, Marx
dice que, comparando este trabajo de Engels con
los informes oficiales aparecidos 18 o 20 años
después, se ve lo admirablemente que Engels des-
cribió hasta en sus más mínimos detalles la situa-
ción de la clase obrera: el cuadro está hecho con
tal maestría que los datos posteriores no han po-
dido añadir nada sustancial.

3
P. Lafargue, Carlos Marx y Federico Engels, pág. 46.
4
Lenin, Obras completas, t. 17, pág. 31.
5
La obra más referencial de Marx, cuyo primer tomo vio la luz en septiembre de
1867, aunque continuó modificándolo para nuevas ediciones en alemán y en
traducciones. Después de la muerte de Marx, Engels preparó para la imprenta y
publicó el segundo y el tercer tomo, en 1885 y 1894, respectivamente (N. de la
Edit.)
7
El trabajo preliminar para su libro La situación
de la clase obrera en Inglaterra, Engels lo comenzó
a los 22 años, en 1842, cuando vivía en Manches-
ter. Desde entonces y a lo largo de veintiún meses
Engels estudió escrupulosamente la situación de
los obreros en Inglaterra. En el llamamiento a la
clase obrera de Gran Bretaña, insertado a guisa6
de prólogo en su libro7, Engels cuenta cómo tra-
bajó en la preparación del mismo. Estudió abso-
lutamente toda la literatura precedente sobre la
materia, analizando detallada y críticamente los
diversos documentos oficiales y extraoficiales
que pudo hallar. Pero los datos extraídos de los li-
bros y documentos no le satisficieron: los consi-
deraba tan sólo como un conocimiento abstracto
de la materia. Engels quería ver a los obreros en
sus propias casas, en su vida cotidiana, observar
personalmente su lucha contra los opresores. Y
así lo hizo.
La experiencia personal, y el contacto directo
con los obreros fue la base de su estudio. Engels
estudió la realidad viva, conoció a muchos obre-
ros, conversó con ellos sobre su situación y sus
necesidades. En una serie de grandes y pequeñas
ciudades estudió el estado de las viviendas, de las
casas y de los barrios en los cuales vivían los obre-
ros, inspeccionó y describió detalladamente las
condiciones de existencia de muchas familias
obreras, su salario, su alimentación y vestido. En-
gels enumera en su libro una serie de ciudades

6
«Modo, manera o semejanza de algo.», Real Academia Española, Diccionario de la
lengua española, 23ª edición, 2014 (N. de la Edit.)
7
Véase en el apéndice, página 24 (N. de la Edit.)
8
que visitó repetidas veces, describiendo del modo
más detallado todo lo que en ellas vio y escuchó.
De un modo particularmente minucioso estudió
y describió la ciudad de Manchester, donde él vi-
vió, considerando la situación de la clase obrera
de allí como más o menos típica de los grandes
centros. En sus visitas a los barrios obreros, En-
gels hizo incluso unos dibujos de la disposición de
las casas obreras y de algunas calles, dibujos que
fueron después incluidos en el libro.
Sus observaciones personales, descritas con
todo género de detalles, las completó con los he-
chos y datos extraídos de los libros y documentos.
Esta forma concreta de estudiar y trasladar al pa-
pel todo lo que vio, escuchó y leyó le dio la posibi-
lidad de descubrir el cuadro horrible de la mise-
ria de los obreros ingleses, que llenó de asombro
al mundo.
Engels veía todo lo estudiado por él con los ojos
del revolucionario consagrado sin reservas a la
causa de los obreros. En el proletariado vio a la
clase cuyas condiciones de vida y de lucha por sí
misma despiertan en él la conciencia de sus in-
tereses y de su opresión. Vio en la clase obrera la
poderosa fuerza llamada a realizar el socialismo,
y ya entonces sabía firmemente que el único ca-
mino que puede llevar a la clase obrera a la victo-
ria es la fusión del movimiento obrero con el so-
cialismo. En esto, precisamente, vio Lenin el
principal mérito de Engels como autor de La si-
tuación de la clase obrera en Inglaterra.

9
Engels, como Marx, sentía un profundo des-
precio por la gente que aborda la teoría de una
manera superficial, diletante8, y no se aplica a
enriquecer sus conocimientos, obligación de
todo verdadero revolucionario proletario. En el
prólogo a La guerra campesina en Alemania9, en
187410, Engels escribe que “el socialismo, desde
que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como
tal, es decir, que se le estudie”, y reclama de los so-
cialistas “instruirse cada vez más en todas las
cuestiones teóricas”11.
Lo mismo que Marx, Engels se distinguía por
la severidad con que ante todo planteaba sus exi-
gencias para consigo mismo. El conocimiento de
su magnífica vida nos enseña el verdadero ca-
mino que conduce a la conquista de la ciencia.
Para comprender el método de trabajo de En-
gels es muy importante conocer cómo estudió el
arte militar. Esta materia fue para Engels, du-
rante toda su vida, una de las que más fuerte
atracción ejerciera sobre él. Pero Engels no se
ocupó de la ciencia militar guiado por un interés
puramente científico. Subrayaba de continuo la
gran importancia práctica que para el movi-
miento revolucionario del proletariado interna-
cional tiene el arte militar, y, habiéndolo estu-

8
«Que cultiva una actividad de manera superficial o esporádica.», Real Academia
Española, idem (N. de la Edit.)
9
Obra escrita por Engels en Londres en 1850, publicada ese mismo año en los nú-
meros 5 y 6 de la Nueva Gaceta Renana. Revista de política y economía, dirigida
por Marx (N. de la Edit.)
10
Para la tercera edición, publicada en 1875 (N. de la Edit.)
11
*C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, t. 2, p. 180, Editorial Pro-
greso, 1976.
10
diado a la perfección, fue el primero en ponerlo
al servicio del proletariado.
Engels comenzó a estudiar el arte militar en
1851, en Manchester, donde, por el estado de las
bibliotecas en aquel tiempo, le costaba un trabajo
ímprobo12 obtener los libros que precisaba para
esta clase de estudios.
En la carta dirigida a Weydemeyer13 el 19 de
junio de 1851, Engels pide le indique las fuentes
en las cuales podría encontrar las informaciones
necesarias, y enumera aquellas que precisa en
primer término:
Lo que necesito ante todo son libros por los cua-
les, de una parte, pueda formarme una idea de la si-
tuación general actual de ciertas ramas del arte mi-
litar, y de otra, conocer las diferencias entre los di-
versos ejércitos modernos; por ejemplo, yo desearía
conocer las diferentes construcciones de cañones
de campaña y otras cosas semejantes; la organiza-
ción y las diferentes unidades que forman una divi-
sión, un cuerpo de ejército, etc. Desearía obtener,
especialmente, toda la información posible sobre la
organización de los ejércitos, el abastecimiento, la
sanidad y todo lo necesario para el equipamiento de
cualquier ejército.14
Todos estos detalles los necesitaba Engels, se-
gún dice en esta carta, “para comprender y apre-
ciar exactamente los hechos militares-históricos”,

12
«Dicho del trabajo o de un esfuerzo: Intenso, realizado con enorme aplicación.»,
Real Academia Española, idem (N. de la Edit.)
13
Joseph Weydemeyer (1818-1866). Oficial prusiano de artillería y escritor. Fue
miembro de la Liga de los Comunistas, combatió en la revolución de 1848-1849
en Alemania y colaboró en varios periódicos socialistas. Amigo personal y com-
pañero de luchas de Marx y Engels. Emigró a EEUU en 1851, donde ejerció el pe-
riodismo y participó en la guerra civil (1861-1865) como coronel de un regi-
miento del ejército del Norte (N. de la Edit.)
14
Marx y Engels, Obras completas, t. 25, pág. 98.
11
subrayando que para él era importante “el cono-
cimiento de las cosas prácticas existentes en la
realidad y no los sistemas o las invenciones de ge-
nios ignorados”.
Engels determinó, como vemos, ante todo, ob-
tener los conocimientos elementales necesarios
en las diferentes ramas del arte militar. Estudió
la táctica elemental, la fortificación, comenzan-
do con el sistema Vauban15 y terminando con los
sistemas modernos de fortines aislados y la his-
toria general de la ciencia militar. “…Después –es-
cribe Engels– necesito conocer profundamente la
artillería…”
Por lo que antecede se ve el método que Engels
siguió en el estudio del arte militar, método fun-
dado ante todo en el conocimiento hasta en sus
más mínimos detalles técnicos de los hechos con-
cretos que se relacionan con el objeto del estudio.
Engels tiene, además, un concepto claro sobre el
fin que persigue con esta acumulación de conoci-
mientos, sabe seleccionar los detalles, separar lo
esencial de lo menos importante, y, finalmente,
como siempre, aplica al estudio de la ciencia mi-
litar la rigurosa sistematización y planificación
del trabajo. “La autoinstrucción, practicada de un
modo general, es un absurdo”, escribe Engels, re-
firiéndose, naturalmente, al estudio sin orden y
sin sistema. Para conseguir resultados positivos
es preciso estudiar de una manera sistemática,
15
El método de Vauban, para el ejército sitiador, giraba en torno al sistema de
tres trincheras paralelas, conectadas por zapas en zig-zag para evitar que el de-
fensor hiciera fuego de enfilada sobre estas líneas de comunicación. Toma su
nombre del Marqués de Vauban, Sébastien Le Prestre (1633-1707), destacado es-
tratega e ingeniero militar francés, quien también diseñó fortificaciones y sus
sistemas de defensa (N. de la Edit.)
12
profunda, y con una finalidad concreta.

Como Marx, Engels consideró absolutamente


necesario estudiar la literatura que le era útil en
los idiomas originales y no en las traducciones. El
estudio de las lenguas extranjeras lo estimó
siempre como una exigencia de la lucha revolu-
cionaria. En este sentido es significativa la carta
de Engels a Marx del 18 de marzo de 1852, en la
cual explica por qué se dedicó al estudio de las
lenguas eslavas y especialmente del ruso. “En la
próxima revolución –escribe Engels–, por lo menos
uno de los dos conoceremos el idioma, la historia,
la literatura y las peculiaridades de las institucio-
nes sociales de aquellos pueblos, con los cuales,
precisamente, habrá que entrar pronto en con-
flicto. Propiamente hablando, Bakunin16 consiguió
algo únicamente gracias a que nadie conocía la
lengua rusa.”17
Conocer el enemigo en todos sus aspectos, esta
exigencia se la imponían a sí mismo Marx y En-
gels, imponiéndosela al mismo tiempo a cada re-
volucionario proletario. En aquel entonces, cuan-
do Engels escribía esta carta, ese enemigo era el
gendarme de Europa, la Rusia zarista.
Engels conocía a la perfección todos los idio-
mas europeos, incluso los antiguos, (el latín y el

16
Mijaíl A. Bakunin (1814-1876). Teórico y revolucionario ruso, participante de la
revolución de 1848-1849 en Alemania. Uno de los ideólogos del anarquismo. En
la Primera Internacional actuó como enemigo rabioso del marxismo; expulsado
de ésta en el Congreso de La Haya de 1872 por su actividad escisionista (N. de la
Edit.)
17
Marx y Engels, Obras completas, t. 21, pág. 342.
13
griego). Estudió además algunos dialectos e idio-
mas orientales. “Un emigrado de la Comuna –es-
cribe Paul Lafargue–, bromeando con motivo de la
propiedad de Engels de tartamudear en los mo-
mentos de emoción, dijo en cierta ocasión: ‘Engels
tartamudea en veinte idiomas”18.
Es sumamente importante para nosotros co-
nocer cómo Engels estudiaba los idiomas. En ello
se ve ante todo el método profundamente dialéc-
tico en el estudio de las cuestiones que le intere-
saban, método que se aprecia invariablemente
en cada trabajo de los fundadores del marxismo-
leninismo. Cualquiera que fuese la cuestión que
Engels se proponía estudiar, tanto si se trataba de
escribir un artículo como de orientarse en los
acontecimientos en curso y tener una idea abso-
lutamente clara de los mismos, no se limitaba a
leer simplemente sino que la estudiaba a fondo, y
en el idioma original, completando los conoci-
mientos adquiridos en los libros con su experien-
cia personal, con el estudio de la realidad con-
creta, penetrando profundamente en las raíces
históricas de los fenómenos estudiados.
Así, al ocuparse en 1853, en relación con la
guerra de Crimea19, de la cuestión del Oriente,
Engels estudió en detalle la historia de todas las
nacionalidades del Oriente, su economía, su cul-
tura, sus condiciones de existencia, y a este fin se
18
P. Lafargue, Carlos Marx y Federico Engels.
19
Conflicto armado ocurrido entre 1853 y 1856. Las fuerzas beligerantes fueron:
el Imperio ruso junto al Reino de Grecia contra una coalición formada por el
Imperio otomano, Francia, Reino Unido y el Reino de Cerdeña. El Imperio ruso
se había adueñado de la península de Crimea, ante la debilidad del Imperio oto-
mano por conservarla; esta situación alertó al Reino Unido y Francia quienes
querían evitar que el zar Nicolás I expandiera las fronteras rusas hacia el oeste
(N. de la Edit.)
14
dedicó como a una tarea especial al aprendizaje
de los idiomas orientales. En 1864, cuando estalló
la guerra entre Dinamarca y Prusia, Engels se
trasladó a Schleswig y Holstein (provincias en-
tonces en litigio entre Dinamarca y Prusia), ob-
servando atentamente en los diferentes puntos
de estas provincias en qué idiomas hablaba la po-
blación. En la carta del 2 de noviembre de 1864,
dirigida a Marx, Engels describe sus observacio-
nes, diciendo:
La relación entre los idiomas y las nacionalida-
des es muy original. En Flensburgo, donde, según
datos daneses, especialmente la parte del litoral es
danesa, todos los chicos que en masa juegan en el
puerto hablan en un dialecto de Alemania del sur.
En cambio, hacia el norte de Flensburgo el idioma
que habla el pueblo es el danés, es decir, un dialecto
del sur de Dinamarca, del cual no entiendo ni una
palabra casi. En Sundeved, los campesinos en las ta-
bernas hablaban distintos idiomas, el danés, el ale-
mán y el alemán del sur, mientras que en Sonder-
burg, donde yo me dirigía a la gente en danés, siem-
pre recibía la respuesta en alemán.20
“Últimamente me ocupé algo de la filología21 y
arqueología22 frisio-jutlandesa y escandinava”, co-
municaba Engels a Marx en esta misma carta.
Al estudiar cualquier idioma, Engels estu-
diaba al mismo tiempo el pueblo cuyo idioma
aprendía: su economía, la historia de su cultura,
su literatura, su origen y su historia concreta.
20
Marx y Engels, Obras completas, t. 22, págs. 204-205.
21
«Ciencia que estudia las culturas tal como se manifiestan en su lengua y en su li-
teratura, principalmente a través de los textos escritos.», Real Academia Espa-
ñola, idem (N. de la Edit.)
22
«Ciencia que estudia las artes, los monumentos y los objetos de la antigüedad, es-
pecialmente a través de sus restos.», Real Academia Española, idem (N. de la
Edit.)
15
“Estudio ahora los cuentos de Grimm23 –escribía a
Marx el 15 de julio de 1865–, las epopeyas heroicas
alemanas, el derecho frisio antiguo, etc. En cuanto
domine esto un poco, me dedicaré seriamente al
idioma noruego antiguo. Su poesía es extraordina-
riamente difícil en virtud de su intencionada nebu-
losidad y de la abundancia de nombres mitológicos
y estoy viendo que es inútil estudiarla a la ligera;
en el momento oportuno tendré que dedicar exclu-
sivamente a esto cuatro semanas, pero cuando esté
menos ocupado”24.
En el estudio de las lenguas extranjeras, En-
gels tendía siempre a no olvidar ninguna de las
aprendidas anteriormente y a conocer el idioma
a la perfección. Es sabido lo fácilmente que se ol-
vidan los idiomas extranjeros, si se deja de prac-
ticarlos de una manera regular. A pesar de su in-
tensa actividad revolucionaria y su múltiple tra-
bajo científico, no teniendo, se sobreentiende,
ninguna posibilidad de dedicarse a todos los idio-
mas al mismo tiempo, Engels siempre encon-
traba un modo para refrescar en su memoria uno
u otro idioma volviendo a estudiarlo de nuevo. In-
sistía una y otra vez en el mismo idioma, res-
tando para este fin tres o cuatro semanas de su
tiempo extremadamente limitado, hasta llegar a
dominarlo como su idioma materno, el alemán.
Este excelente conocimiento de los idiomas
extranjeros que poseían tanto Marx como Engels
23
Hermanos Grimm: Jacob (1785-1863) y Wilhelm (1786-1859). Filólogos, investi-
gadores y folcloristas alemanes, autores de más de 200 cuentos producto de un
arduo trabajo de transcripción, sistematización y compilación de relatos orales
populares. Entre sus obras se encuentran La cenicienta, El príncipe rana, Hansel
y Gretel, Rapunzel, Rumpelstiltskin (N. de la Edit.)
24
Marx y Engels, Obras completas, t. 23, pág. 292.
16
tuvo una importancia enorme en la creación de
la Primera Internacional y en la organización del
trabajo de sus secciones en diferentes países,
prestando al movimiento revolucionario inter-
nacional un inapreciable servicio.

La íntima amistad de Marx y Engels, su ininte-


rrumpida comunidad espiritual, la recíproca in-
fluencia que el uno ejercía sobre el otro, la cons-
tante ayuda y apoyo mutuos tuvieron una impor-
tancia excepcional en la vida y en el trabajo de
ambos.
Al respecto, escribe Lenin:
Las leyendas de la antigüedad nos ofrecen con-
movedores ejemplos de amistad. El proletariado eu-
ropeo puede decir que su ciencia fue creada por dos
sabios y luchadores cuyas relaciones mutuas supe-
ran a todas las leyendas antiguas más emocionan-
tes sobre la amistad humana. Engels siempre, y en
general con toda justicia, se posponía a Marx. “Al
lado de Marx –escribió en una ocasión a un viejo
amigo suyo– me correspondió el papel de segundo
violín”25. Su cariño a Marx, mientras éste vivió, y su
veneración a la memoria del amigo muerto fueron
infinitos. Engels, luchador riguroso y pensador se-
vero, era hombre de una gran ternura.26
En los comienzos de su amistad, viviendo jun-
tos en París y en Bruselas, elaboraron ambos la
teoría revolucionaria creada por ellos y escribie-

25
Carta de Engels a Johann F. Becker, del 15 de octubre de 1884. Becker (1809-
1886) fue militante del movimiento obrero alemán, participante activo en la re-
volución de 1848-1849, uno de los organizadores de la Primera Internacional,
amigo y compañero de luchas de Marx y Engels (N. de la Edit.)
26
*Lenin, Obras completas, t. 2, pp. 12-13, Editorial Progreso, Moscú, 1981.
17
ron en común dos trabajos, La sagrada familia27 y
La ideología alemana28, en los cuales sentaron ya
los fundamentos de su doctrina. Más tarde, vi-
viendo y trabajando en diferentes ciudades, se-
guían manteniendo por medio de corresponden-
cia o de entrevistas personales una estrecha rela-
ción entre sí.
La correspondencia de Marx y Engels nos de-
muestra cuán fecundo fue para ambos este mu-
tuo intercambio. Se consultaban sus opiniones
respecto a los trabajos y nuevos descubrimientos,
decidían y fundamentaban en sus cartas las
cuestiones surgidas a ambos en el proceso del
trabajo, compartiendo sus pensamientos. Marx y
Engels se prestaban mutuamente una gran
ayuda, compartiendo sus conocimientos, resu-
miendo a veces en las cartas artículos enteros
para conocer sobre ellos sus respectivas opinio-
nes.
En la época en que Engels trabajaba activa-
mente en Manchester, estudiando principal-
mente la ciencia militar, Marx pasaba en Londres
los días y las noches en la elaboración de su teoría
económica. Engels tenía plena conciencia de la
extraordinaria importancia de esta obra de Marx.
Se avino a tener que aceptar un trabajo terrible-
mente desagradable de oficinista en la firma de

27
Obra filosófica escrita en 1844 por Marx y Engels, en la que someten a una crí-
tica implacable el idealismo de Hegel y las concepciones de los «jóvenes hege-
lianos», al mismo tiempo que desarrollan las bases del materialismo dialéctico
e histórico (N. de la Edit.)
28
Obra filosófica de Marx y Engels, escrita entre 1845 y 1846, en la que desarro-
llan las ideas plasmadas en La Sagrada Familia y exponen las claves de la con-
cepción materialista de la historia: las formaciones socioeconómicas, las fuer-
zas productivas, la relación entre el ser social y conciencia social, entre otras
(N. de la Edit.)
18
la que era accionista su padre. Engels odiaba este
trabajo del comercio, al que llamaba maldito y de
perros, a pesar de lo cual lo aceptó con el único fin
de ayudar económicamente a Marx que atrave-
saba una situación material increíblemente difí-
cil. Engels no sólo ayudaba a Marx con dinero;
frecuentemente le escribía los artículos, hacía
por él las traducciones o cualquier otro trabajo,
facilitando así el trabajo de Marx. Después de la
muerte de Marx, Engels, en el año 1887, refirién-
dose a esto escribió:
A consecuencia de la división del trabajo que
existía entre Marx y yo, me tocó defender nuestras
opiniones en la prensa periódica, lo que, en particu-
lar, significaba luchar contra las ideas opuestas, a
fin de que Marx tuviera tiempo de acabar su gran
obra principal.29
Engels prestó también a Marx una enorme
ayuda en la elaboración de su teoría económica.
Marx estaba muy interesado en que cada uno de
sus descubrimientos científicos fuera atenta-
mente estudiado por Engels y discutido por am-
bos. “Tu reciente descubrimiento económico –es-
cribió Engels a Marx el 12 de febrero de 1851– es
actualmente para mí materia de las más serias in-
vestigaciones. Hoy no tengo tiempo de detenerme
en ello detalladamente, pero a mí me parece com-
pletamente acertado. Sin embargo, con las cifras
no se puede bromear; por eso estudio cuidadosa-
mente esta historia”30.

29
*C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, t. 2, p. 317, Editorial Pro-
greso, Moscú, 1976.
30
Marx y Engels, Obras completas, t. 21, pág. 149-150.
19
“Me alegra mucho que tú estés satisfecho de
ello”, escribe Marx a Engels con motivo de uno de
sus juicios.
A su vez, Engels se dirigía frecuentemente a
Marx para aconsejarse, compartiendo con él sus
opiniones sobre la literatura y sobre los aconteci-
mientos políticos. El trabajo teórico de Engels en
Manchester es extraordinariamente dificultado
por la pobreza de las bibliotecas. A veces se veía
obligado durante semanas enteras a “correr en
vano” en busca del libro necesario, perdiendo
mucho tiempo para hallar la información sobre
una u otra cuestión especial. Marx ayudaba cons-
tantemente a Engels en su trabajo, recogiendo
para él en la biblioteca del Museo Británico las no-
tas necesarias. Conseguía libros para Engels y,
hurgando a veces durante días enteros, buscaba
con el afán propio de él las informaciones que le
hacían falta a su amigo.
Marx prestó también una gran ayuda a Engels
en la preparación de una de sus mejores obras, el
Anti-Dühring31. Engels leyó a Marx todo el manus-
crito antes de ser enviado a la imprenta. El dé-
cimo capítulo, referente a la Economía Política
(“De la Historia crítica”), fue íntegramente escrito
por Marx, según refirió Engels mismo a los lecto-
res en el prólogo a la segunda edición de este li-
bro. “La colaboración de Marx se explica porque
31
Obra de Engels escrita durante 1876-1878, difundida inicialmente por entregas
y publicada en forma de libro, en agosto de 1878, con el título La subversión de
la ciencia por el señor Eugen Dühring, en la que critica los postulados oportunis-
tas y pequeñoburgueses del filósofo alemán. Engels analiza los asuntos claves
de la filosofía y las ciencias naturales, y sistematiza las tesis fundamentales del
marxismo: el materialismo dialéctico e histórico, la crítica a la economía polí-
tica capitalista y la teoría del comunismo científico. Esta obra ha sido clave
para el desarrollo del movimiento comunista internacional (N. de la Edit.)
20
siempre fue costumbre nuestra ayudarnos recípro-
camente en cuestiones científicas especiales.”32
En el año 1870, cuando Engels consiguió al fin
liberarse del maldito comercio, se instaló en Lon-
dres, a diez minutos de camino de la casa donde
habitaba Marx.
Cuenta Paul Lafargue:
Cada día, alrededor de la una de la tarde, Engels
se dirigía a casa de Marx, y si hacía buen tiempo y
Marx estaba dispuesto, iban a pasear juntos al
campo de Hampstead. Cuando no era posible pa-
sear por las razones que fuese, conversaban du-
rante una o dos horas en el gabinete de trabajo de
Marx, paseándose por la habitación cada uno en di-
ferente diagonal. Recuerdo vivamente ahora una
de las discusiones sobre la cuestión de los albigen-
ses33, la cual se prolongó por espacio de varios días.
Marx estudiaba entonces el papel de los mercaderes
judíos y cristianos en la Edad Media. En los interva-
los de la discusión cada uno meditaba separada-
mente las cuestiones discutidas para llegar a una
conclusión común. Valoraban tan altamente el uno
al otro que ninguna crítica de sus ideas y trabajos
tenía para ellos tanta importancia como este inter-
cambio de opiniones. Marx no cesaba de admirar la
universalidad de conocimientos de Engels, su sor-
prendente agilidad mental, gracias a lo cual con ex-
traordinaria facilidad pasaba de una materia a
otra, mientras que Engels, por su parte, se maravi-
llaba de la potencia de análisis y síntesis de Marx.34

32
*F. Engels, prólogo (1885) a la segunda edición de Anti-Dühring. La subversión de
la ciencia por el señor Eugen Dühring, p. XXXIII, Editorial Grijalbo, México DF,
1968.
33
Integrantes de una comunidad religiosa que floreció en los siglos XII y XIII en
la ciudad de Albi, en el sur de Francia, y se propagó en varias ciudades euro-
peas. Su concepción dualista y combinación con elementos doctrinales distin-
tos al cristianismo les hacía críticos a la jerarquía católica (N. de la Edit.)
34
P. Lafargue, Carlos Marx y F. Engels, pág. 42.
21
Muchas veces, antes y después de la muerte de
Marx, se refirió Engels a la superioridad de Marx,
a su genio. “Marx supera tanto a todos nosotros
con su genio –escribe en una de sus cartas, en
188135–, con su casi excesiva escrupulosidad cientí-
fica, con su portentoso saber, que si cualquiera se
atreviese a criticar sus descubrimientos saldría
malparado”36.
En sus cartas y prólogos a las obras hechas
conjuntamente con Marx y en sus intervenciones
después de la muerte de Marx, Engels subraya
constantemente que el mérito principal en la
creación de la teoría revolucionaria del socia-
lismo científico le pertenece a Marx. En su folleto
Ludwig Feuerbach37, publicado en 1888, Engels es-
cribió:
Permítaseme aquí un pequeño comentario per-
sonal. Últimamente, se ha aludido con insistencia a
mi participación en esta teoría; no puedo, pues, por
menos de decir aquí algunas palabras para poner
en claro este punto. Que antes y durante los cua-
renta años de mi colaboración con Marx tuve una
cierta parte independiente en la fundamentación,
y sobre todo en la elaboración de la teoría, es cosa
que ni yo mismo puedo negar. Pero la parte más
considerable de las principales ideas directrices,
particularmente en el terreno económico e histó-
rico, y en especial su formulación nítida y defini-
tiva, corresponden a Marx. Lo que yo aporté –si se

35
Carta de Engels a Eduard Bernstein, 25 de octubre de 1881. Bernstein (1850-
1932) fue un activista político socialdemócrata alemán, inicialmente colabora-
dor de Marx y Engels, más tarde se dedicó a desarrollar sus ideas revisionistas
sobre el marxismo. Se conoce como padre de la socialdemocracia reformista (N.
de la Edit.)
36
Marx y Engels, Obras completas, t. 27, pág. 158.
37
Escrito a inicios de 1886 y publicado con el título: Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana (N. de la Edit.)
22
exceptúa, todo lo más, dos o tres ramas especiales–
pudo haberlo aportado también Marx aun sin mí.
En cambio, yo no hubiera conseguido jamás lo que
Marx alcanzó. Marx tenía más talla, veía más lejos,
atalayaba más y con mayor rapidez que todos noso-
tros juntos. Marx era un genio; nosotros, los demás,
a lo sumo, hombres de talento. Sin él la teoría no se-
ría hoy, ni con mucho, lo que es. Por eso ostenta le-
gítimamente su nombre.38

* * *

38
*C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, t. 3, p. 380, Editorial Pro-
greso, Moscú, 1974.
23
A las clases obreras de Gran Bretaña1
¡Trabajadores!

A vosotros dedico una obra en la que he intentado


describir a mis compatriotas alemanes un cua-
dro fiel de vuestras condiciones de vida, de vuestras
penas y de vuestras luchas, de vuestras esperanzas y
de vuestras perspectivas. He vivido bastante tiempo
entre vosotros, de modo que estoy bien informado de
vuestras condiciones de vida; he prestado la mayor
atención a fin de conocerlas bien; he estudiado los
diferentes documentos, oficiales y no oficiales, que
me ha sido posible obtener; este procedimiento no
me ha satisfecho enteramente; no es solamente un
conocimiento abstracto de mi asunto lo que me im-
portaba, yo quería veros en vuestros hogares, obser-
varos en vuestra existencia cotidiana, hablaros de
vuestras condiciones de vida y de vuestros sufri-
mientos, ser testigo de vuestras luchas contra el po-
der social y político de vuestros opresores. He aquí
cómo he procedido: he renunciado a la sociedad y a
los banquetes, al vino y al champán de la clase media,
he consagrado mis horas de ocio casi exclusiva-
mente al trato con simples obreros; me siento a la vez
contento y orgulloso de haber obrado de esa manera.
Contento, porque de ese modo he vivido muchas ho-
ras alegres, mientras al mismo tiempo conocía vues-
tra verdadera existencia –muchas horas que de otra

1
Dedicatoria escrita en inglés, que encabeza su obra La situación de la clase
obrera en Inglaterra. En una carta a Marx del 19 de noviembre de 1844, Engels
explica que desea “publicarla aparte y dirigirla a los jefes de los partidos políticos,
a los literatos y a los miembros del Parlamento”. Esta dedicatoria figura, en in-
glés, en las ediciones alemanas de 1845 y 1892, pero no aparece en las ediciones
norteamericana e inglesa de 1887 y 1892.
24
manera hubieran sido derrochadas en charlas con-
vencionales y en ceremonias reguladas por una fas-
tidiosa etiqueta–; orgulloso, porque así he tenido la
ocasión de hacer justicia a una clase oprimida y ca-
lumniada a la cual, pese a todas sus faltas y todas las
desventajas de su situación, sólo alguien que tuviera
el alma de un mercachifle inglés podría rehusar su
estima; orgulloso asimismo porque de ese modo he
estado en el caso de ahorrar al pueblo inglés el des-
precio creciente que ha sido, en el continente, la con-
secuencia ineluctable de la política brutalmente
egoísta de vuestra clase media actualmente en el po-
der, y, muy simplemente, de la entrada en escena de
esta clase.
Gracias a las amplias oportunidades que he te-
nido de observar al mismo tiempo a la clase media,
vuestra adversaria, he llegado muy pronto a la con-
clusión de que tenéis razón, toda la razón, de no es-
perar de ella ninguna ayuda. Sus intereses y los vues-
tros son diametralmente opuestos, aunque trate sin
cesar de afirmar lo contrario y quiera haceros creer
que siente por vuestra suerte la mayor simpatía. Sus
actos desmienten sus palabras. Yo espero haber
aportado suficientes pruebas de que la clase media
–pese a todo lo que se complace en afirmar– no per-
sigue otro fin en realidad que el de enriquecerse por
vuestro trabajo, mientras pueda vender el producto
del mismo, y de dejaros morir de hambre, desde el
momento en que ya no pueda sacar más provecho de
este comercio indirecto de carne humana. ¿Qué han
hecho ellos para demostrar que os desean el bien,
como ellos dicen? ¿Han prestado jamás la menor
atención a vuestros sufrimientos? ¿Jamás han hecho
otra cosa que consentir en los gastos que implican
media docena de comisiones de investigación cuyos
25
voluminosos informes son condenados a dormir
eternamente debajo de montones de expedientes ol-
vidados en los anaqueles del Home Office2? ¿Jamás
han revelado sus modernos Libros Azules las verda-
deras condiciones de vida de los “libres ciudadanos
británicos”? En absoluto. Estas son cosas de las cua-
les prefieren no hablar. Ellos han dejado a un extran-
jero la tarea de informar al mundo civilizado sobre la
situación deshonrosa en que sois obligados a vivir.
Extranjero para ellos, pero yo espero que no para
vosotros. Puede ser que mi inglés no sea puro; pero
abrigo la esperanza de que, a pesar de todo, resulte
un inglés claro.
Ningún obrero en Inglaterra –ni tampoco en
Francia, dicho sea de paso– jamás me ha considerado
extranjero. Siento la mayor satisfacción al ver que
estáis exentos de esa funesta maldición que es la es-
trechez nacional y la suficiencia nacional y que no es
otra cosa a fin de cuentas que un egoísmo en gran es-
cala; he notado vuestra simpatía por cualquiera que
consagre honradamente sus fuerzas al progreso hu-
mano, ya se trate de un inglés o no –vuestra admira-
ción por todo lo que es noble y bueno, ya sea producto
de vuestro suelo natal o no–; he hallado que sois mu-
cho más que miembros de una nación aislada, que
sólo desearían ser ingleses; he comprobado que sois
hombres, miembros de la gran familia internacional
de la humanidad, que habéis reconocido que vues-
tros intereses y aquellos de todo el género humano
son idénticos; y es a este título de miembros de la fa-
milia “una e indivisible” que constituye la humani-
dad, a este título “de seres humanos” en el sentido
más pleno del término, que yo saludo –yo y muchos

2
Ministerio del Interior.
26
otros en el continente– vuestro progreso en todos los
campos y os deseamos un éxito rápido. ¡Y ante todo
por el camino que habéis elegido! Muchas pruebas os
esperan aún; manteneos firme, no os desalentéis,
vuestro éxito es seguro y cada paso adelante, por la
vía que tenéis que recorrer, servirá nuestra causa co-
mún, ¡la causa de la humanidad!
Federico Engels
Barmen (Prusia renana), 15 de marzo de 1845.3

Marx y Engels siempre consideraron de gran im-


portancia los asuntos relacionados con la guerra; por
eso, a menudo se ocuparon de problemas militares.
Prueba de ello lo constituye también el siguiente pa-
saje de la carta de Engels a Marx del 7 de enero de
1858:
Entre otras cosas, estoy leyendo lo que escribió
[Karl von] Clausewitz [1780-1831] sobre la guerra.
Extraña manera de filosofar, pero muy buena en su
especialidad. A la pregunta de si la guerra debe lla-
marse arte o ciencia, responde que la guerra se pa-
rece más al comercio. El combate es a la guerra lo
que el pago al contado es al comercio, pues por raro
que sea el caso en que pueda necesitarse que ocu-
rra, todo está dirigido hacia él y eventualmente
debe tener lugar de todas maneras y ser decisivo. 4

Engels publicó en el periódico burgués Pall Mall

3
F. Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, Publicaciones MIA, 2019,
pp. 2-4 (N. de la Edit.)
4
C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, p. 89
(N. de la Edit.)
27
Gazette, como experto militar, sesenta artículos so-
bre la guerra franco-prusiana que despertaron gran
interés. En su artículo del 8 de agosto de 1870 escri-
bía:
El ejército francés ha perdido toda capacidad de
iniciativa. Sus movimientos son dictados más por
necesidades políticas que por consideraciones mili-
tares. Aquí tenemos 300.000 hombres práctica-
mente a la vista del enemigo. Si para dirigir sus mo-
vimientos, en lugar de analizar lo que sucede en el
campo enemigo hay que tener en cuenta lo que ocu-
rre o puede ocurrir en París, ya están casi derrota-
dos. Por supuesto que nadie puede predecir con cer-
tidumbre el resultado de la batalla general que se
está preparando, si es que no ha empezado ya; pero
lo que sí podemos decir es que con otra semana de
estrategia como la que Napoleón III viene desple-
gando desde el martes, el mejor y mayor ejército del
mundo quedará destruido.5

Londres, 23 de abril de 1885.6


Me pide usted mi opinión sobre el libro de Plejá-
nov, Nuestras diferencias 7. Para dársela tendría que
5
C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, p.
243 (N. de la Edit.)
6
Carta de Engels a Zasúlich (N. de la Edit.)
Esta carta fue escrita en francés (Ed.)
Vera Zasúlich (1851-1919). Socialista rusa, cuando era una joven estudiante se
unió a los populistas. En 1880 emigró, y a partir de entonces trabajó junto con
Plejánov, con quien fundó el primer grupo marxista del movimiento obrero
ruso (el grupo “Emancipación del Trabajo”, de 1885), que comenzó la lucha con-
tra los populistas y por la creación de un partido revolucionario proletario. El
grupo “Emancipación del Trabajo” encomendó a Zasúlich traducir al ruso algu-
nas de las obras de Marx. Junto con Lenin y Plejánov integró el comité de redac-
ción de Iskra. Después de la escisión que se produjo en 1903 en el Partido Social-
demócrata Ruso, se pasó a los mencheviques. Durante la guerra imperialista
fue socialpatriota. Asumió una actitud hostil hacia la Revolución de Octubre.
7
J.V. Plejánov (1856-1918). El principal dirigente marxista del movimiento obrero
ruso anterior a Lenin. Al producirse la escisión en el movimiento, pronto se
puso de parte de los mencheviques. Aun cuando a veces se alejó de ellos, acer-
cándose nuevamente a los bolcheviques, siempre estuvo más cerca de los pri-
meros. Con la guerra imperialista se convirtió en “defensor de la patria”. →
28
haber leído el libro, y puedo leer en ruso con bastante
facilidad después de una semana de práctica. Pero
hay semestres enteros en que no puedo hacerlo;
luego pierdo la práctica y me veo obligado a volver a
estudiarlo, por así decirlo. Así me ha ocurrido con
Nuestras diferencias. Los manuscritos de Marx, que
estoy dictando a una secretaria, me tienen ocupado
todo el día; por la noche tengo visitas a quienes, des-
pués de todo, no puedo dejar de atender; hay que leer
pruebas y contestar mucha correspondencia, y final-
mente están las traducciones de mi Origen8, etc. (al
italiano, al danés, etc.), que se me pide revise, y cuya
revisión no es a veces ni superficial ni fácil. Pues
bien, todas estas tareas me han impedido leer más de
60 páginas de Nuestras diferencias. Si pudiera dispo-
ner de tres días terminaría con el libro y al mismo
tiempo refrescaría mis conocimientos del ruso. […]9

Acerca de la primera parte de la Contribución a la


crítica de la economía política10, que Marx había en-
viado a Engels para su lectura, escribía este último el
9 de abril de 1858:
El estudio de tu resumen de la primera mitad
me ha tenido ocupado. It is a very abstract indeed11,

→Adoptó una actitud hostil a la Revolución de Octubre. Plejánov escribió una se-
rie de obras marxistas fundamentales, especialmente sobre problemas filosófi-
cos. En su libro Nuestras diferencias emprendió la lucha contra el socialismo pe-
queñoburgués de los populistas y en favor de la función dirigente de la clase
obrera en el movimiento revolucionario ruso. […]
8
El origen de la familia (Ed.)
9
C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, pp.
350-351 (N. de la Edit.)
10
En agosto-septiembre de 1857 Marx comenzó a sistematizar los datos reunidos
por más de una década e hizo el primer borrador de plan de la obra, luego pasó
unos meses empezando la redacción y decidió publicarla por partes. El primer
fascículo vio la luz en junio de 1859. En la preparación del segundo, las investi-
gaciones le llevaron a modificar el plan y a dedicarse a lo que sería El Capital (N.
de la Edit.)
11
«Es muy abstracto de hecho» (N. de la Edit.)
29
lo que no podía evitarse en esa forma abreviada, y a
menudo me da trabajo encontrar las transiciones
dialécticas, ya que todo razonamiento abstracto se
me ha vuelto muy extraño. Esta disposición del con-
junto en seis libros, posiblemente no podría ser me-
jor y me gusta extraordinariamente, si bien todavía
no veo con claridad la transición dialéctica de la
propiedad del suelo al trabajo asalariado. El desa-
rrollo de la exposición del dinero es también muy
bueno. También aquí hay puntos particulares que
todavía no veo muy claros, ya que a menudo tengo
que buscar primero la base histórica por mi cuenta.
Sin embargo, creo que tan pronto como tenga la
conclusión del capítulo en general, veré mejor la lí-
nea, y entonces te escribiré con mayor detalle
acerca de ello. El abstracto tono dialéctico de este
epítome12 desaparecerá, naturalmente, en su elabo-
ración.13

Manchester, 14 de julio de 1858.14


…Envíame la Filosofía de la naturaleza de Hegel,
como me lo prometiste. Estoy estudiando algo de fi-
siología15, y la combinaré con anatomía comparada.
Estas ciencias tienen un contenido altamente filosó-
fico, todas las cuales han sido descubiertas reciente-
mente; estoy muy ansioso por ver si el viejo Hegel no
previo algunas de ellas. Al menos esto es seguro: si
escribiese hoy una filosofía de la naturaleza, las co-
sas afluirían a sus manos de todas partes. Además, es
12
«Resumen o compendio de una obra extensa, que expone lo fundamen-
tal o más preciso de la materia tratada en ella.», Real Academia Española, idem
(N. de la Edit.)
13
C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, p. 97
(N. de la Edit.)
14
Carta de Engels a Marx (N. de la Edit.)
15
«Ciencia que tiene por objeto el estudio de las funciones de los seres orgánicos.»,
Real Academia Española, idem (N. de la Edit.)
30
inimaginable el progreso que han hecho las ciencias
naturales en los últimos treinta años. Para la fisiolo-
gía, los hechos decisivos han sido, en primer lugar, el
tremendo desarrollo de la química orgánica, y en se-
gundo término, el microscopio, que sólo en los últi-
mos veinte años ha sido usado con propiedad. El mi-
croscopio ha conducido a resultados aún más impor-
tantes que la química; la principal cosa que ha revo-
lucionado toda la fisiología, y que hizo posible por
primera vez la fisiología comparada, es el descubri-
miento de la célula (en las plantas por Schleiden y en
los animales por Schwann, alrededor de 1836). Todo
es célula. La célula es el “ser-en sí-mismo” de Hegel,
y su desarrollo sigue exactamente el proceso hege-
liano, acabando por terminar en la “idea”, esto es, en
cada organismo completo.
Otro resultado que habría agradado al viejo Hegel
es, en física, la correlación de las fuerzas, la ley de
que, en condiciones dadas, la fuerza mecánica (pro-
ducida, por ejemplo, por la fricción) se trasforma en
calor, el calor en luz, la luz en afinidad química, la
afinidad química (por ejemplo, en la pila voltaica) en
electricidad, la electricidad en magnetismo. Estas
transiciones también pueden tener lugar en forma
diferente, hacia adelante o hacia atrás. Ahora ha sido
demostrado, por un inglés cuyo nombre no puedo re-
cordar en este momento, que la trasformación de
esas fuerzas, las unas en las otras, tiene lugar en con-
diciones cuantitativas bien determinadas, de modo
que, por ejemplo, una cierta cantidad de una de ellas,
digamos de electricidad, corresponde a cierta canti-
dad de cada una de las otras, por ejemplo, magne-
tismo, luz, calor, afinidad química (positiva o nega-
tiva, combinación o disociación) y movimiento. La
absurda teoría del calor latente queda así superada.
31
Pero, ¿no es esta una espléndida prueba material de
la manera en que se resuelven las Reflexionsbestim-
mungen16 las unas en las otras?
Lo cierto es que la fisiología comparada le inspira
a uno un desprecio enorme por la exaltación idea-
lista del hombre sobre los demás animales. A cada
paso uno se topa con la más completa uniformidad
estructural con el resto de los mamíferos y, en sus as-
pectos principales, esta uniformidad se extiende a
todos los vertebrados, e incluso –menos claramente–
a los insectos, crustáceos, lombrices, etc. El asunto
hegeliano del salto cualitativo en la serie cuantita-
tiva se presenta aquí también con mucha belleza.
[…]17

Marx y especialmente Engels siempre mostraron


que la dialéctica es la ley universal del movimiento
en la naturaleza y en la historia. Al mismo tiempo
que combatían resueltamente el materialismo estre-
cho, ahistórico, derivado únicamente de la ciencia de
la naturaleza, estudiaban constantemente, con igual
minuciosidad, los resultados de la investigación en
las ciencias naturales, lo que les proveía del más rico
material para la confirmación de su concepción del
mundo.
En la naturaleza nada ocurre en forma aislada.
Cada fenómeno afecta a otro y es, a su vez, influen-
ciado por éste; y es generalmente el olvido de este
movimiento y esta interacción universal lo que im-
pide a nuestros naturalistas percibir con claridad

16
Determinaciones del pensamiento (Ed.)
17
C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, pp.
99-100 (N. de la Edit.)
32
las cosas más simples.18
Engels nos ha dejado extensos estudios sobre las
ciencias naturales y sus resultados (el Anti Dühring19
y el gran manuscrito sobre La dialéctica de la natura-
leza20). La lucha para demostrar “que las leyes de la
dialéctica son leyes reales del desarrollo natural, y que,
en consecuencia, también se aplican al estudio teórico
de la ciencia natural” (Engels) fue continuada por Le-
nin, quien atacó sobre todo la falsificación idealista
del materialismo dialéctico en las ciencias naturales.
[…]21

Ramsgate, 28 de mayo de 1876.22


Es muy lindo hablar. Tú puedes quedarte calen-
tito en la cama y estudiar la renta del suelo en gene-
ral y las condiciones agrícolas rusas en particular sin
que nada te moleste, pero yo tengo que estar sentado
en el duro banco, achisparme con vino frío, inte-
rrumpirlo todo súbitamente una vez más y seguirle
los rastros al aburrido Dühring23. Pero sin duda no
hay otro remedio, aun cuando me meta en una polé-
mica cuyo final es imposible divisar; después de
todo, si no es así no tendré paz, y el panegírico24 del

18
F. Engels, El papel del trabajo en la trasformación del mono en hombre [escrito
en 1876 y publicado por primera vez en la revista Die Neue Zeit en 1895-1896].
19
Véase la nota 31 del texto principal (N. de la Edit.)
20
«Obra inacabada de Engels, publicada por primera vez en 1925 en la URSS.
Consta de una serie de anotaciones (1873-1886) dedicadas al estudio de los pro-
blemas más importantes de la dialéctica de las ciencias naturales. […]». Dicciona-
rio de Filosofía, Editorial Progreso, Moscú, 1984 (N. de la Edit.)
21
C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, p.
101 (N. de la Edit.)
22
Carta de Engels a Marx (N. de la Edit.)
23
Esta carta fue escrita por Engels cuando estaba elaborando sus artículos contra
[Eugen] Dühring […].
Véase la nota 31 del texto principal (N. de la Edit.)
24
«Elogio enfático de algo o de alguien.», Real Academia Española, idem (N. de la
Edit.)
33
amigo Most25 sobre el Curso de filosofía de Dühring
me ha mostrado exactamente hacia dónde y cómo
dirigir el ataque. Habrá que incluir este libro, porque
en muchos puntos decisivos expone mejor los lados
débiles y los débiles fundamentos de los argumentos
presentados en la Economía. Lo encargaré en se-
guida. No contiene en absoluto verdadera filosofía
–lógica formal, dialéctica, metafísica, etc.– y es de su-
poner más bien que constituye una teoría general de
la ciencia en donde la naturaleza, la historia, la socie-
dad, el Estado, el derecho, etc., son tratados preten-
didamente en su interconexión interna. Hay, pues,
todo un capítulo dedicado a describir la sociedad del
futuro, la llamada sociedad “libre” en sus aspectos
menos económicos, y entre otras cosas da ya el es-
quema educacional para las escuelas primarias y se-
cundarias. En consecuencia, contiene trivialidades
en una forma aún más simple que en el libro sobre
economía, y con las dos obras podré hacer la crítica
del autor en ambos aspectos a la vez. Para la concep-
ción de la historia de este noble caballero –hasta la
aparición de Dühring no había otra cosa que basura–
este libro tiene también la ventaja de que se pueden
citar sus propias torpes palabras. De cualquier modo,
ahora lo tengo calado. Mi plan está listo –J’ai mon
plan–. Primero trataré a esta basura en una forma
puramente objetiva y aparentemente seria, y luego
mi crítica se irá haciendo más severa, a medida que
se vayan acumulando las pruebas de la tontería por
25
Johann Most (1846-1909). Anarquista alemán; tipógrafo; socialdemócrata en
los comienzos de su actividad política. Desde 1867 participó en el movimiento
obrero vienés y fue uno de los líderes de su ala “izquierda” semianarquista; di-
rector de periódicos en el Partido Socialdemócrata Alemán y miembro del
Reichstag. Después de la promulgación de la Ley de excepción contra los socia-
listas (1878) emigró a Londres, donde a partir de enero de 1879 publicó el perió-
dico Freiheit (Libertad), que tomó gradualmente un carácter anarquista. En el
Congreso de Wyden (1880) fue expulsado del Partido Socialdemócrata. Deste-
rrado de Inglaterra en 1882, emigró a Estados Unidos, donde siguió publicando
Freiheit.
34
una parte, y de los lugares comunes, por la otra,
hasta llegar finalmente a un buen vapuleo. De esta
manera Most y Cía., no podrán usar más su excusa de
la “dureza” y Dühring tendrá también su merecido.
Hay que hacerles ver a estos señores que hay más de
una manera en que se puede ajustar cuentas a la
gente de esta clase.
Espero que Wilhelm [Liebknecht] publicará el ar-
tículo de Most en Neue Welt26 para la que evidente-
mente fue escrita. Como de costumbre, Most no sabe
copiar, y así lo hace responsable a Dühring de las im-
becilidades más cómicas referidas a las ciencias na-
turales; por ejemplo, el desprendimiento de los ani-
llos (de acuerdo con la teoría de Kant) ¡de las estrellas
fijas!
Con Wilhelm no se trata sólo de falta de origina-
les; esto podría obviarse con otros artículos sobre te-
mas del día, etc., como se hacía en tiempos de Hepner
y Blos. Se trata de su pasión por complementar las
deficiencias de nuestra teoría, por encontrar res-
puestas a todas las objeciones de los filisteos y una
imagen de la sociedad del futuro, ya que, después de
todo, el filisteo hace preguntas sobre ella; y además
su pasión por ser tan independiente de nosotros
como sea posible (cosa que, debido a su absoluta ca-
rencia de toda teoría, ha conseguido siempre mucho
más de lo que él mismo se da cuenta). Y como conse-
cuencia de todo esto me hace pensar que, pese a todo,
Dühring es una persona educada, comparado con los
chapuceros teóricos del Volksstaat, y que sus obras
son con todo mejores que las de esos señores subje-
tiva y objetivamente oscuros…
El hecho de haber releído la historia antigua, y

26
“Nuevo Mundo” (Ed.)
35
mis estudios de ciencias naturales, me prestaron
gran utilidad para el asunto Dühring y me facilitan
las cosas en muchos aspectos. Especialmente en las
ciencias naturales encuentro que el terreno me re-
sulta considerablemente más familiar y que, aunque
debo tener gran cautela, puedo moverme con cierta
libertad y seguridad. También estoy empezando a
ver el final de este trabajo. La cosa está empezando a
tomar forma en mi cerebro y el hecho de poder vagar
por la playa, donde puedo dejar que los detalles me
den vueltas en la cabeza, me facilitó mucho esta ta-
rea. En este enorme campo es absolutamente nece-
sario interrumpir de tanto en tanto la molienda y di-
gerir lo que se ha deglutido. […]27

Londres, 5 de agosto de 1890.28


[…]
También en Volkstribune ha habido una discusión
sobre la repartición de los productos en la sociedad
futura, sobre si tendrá lugar según la cantidad de
trabajo realizado, o de otra manera. El problema ha
sido enfocado de manera muy “materialista”, en
contraposición a ciertas formas idealistas de la fra-
seología sobre la justicia. Pero es bastante extraño
que a nadie se le haya ocurrido nunca que, después
de todo, el método de división depende esencial-
mente de cuánto hay para dividir, y que esto debe

27
C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, pp.
281-283 (N. de la Edit.)
28
Carta de Engels a Konrad Schmidt (N. de la Edit.)
Konrad Schmidt [1863-1932]. Economista alemán, socialdemócrata, revisio-
nista. Durante su permanencia en Londres, en 1887, conoció a Engels. Schmidt
conocía mucho la teoría y casi había llegado a resolver independientemente el
problema de la tasa media de beneficio y algunos de los otros problemas resuel-
tos por Marx en el tercer volumen de El Capital. […] Schmidt no justificó las es-
peranzas que al principio se pusieron en él y más tarde adhirió al revisionismo.
36
cambiar seguramente con el progreso de la produc-
ción y de la organización social, de manera que tam-
bién el método de división puede cambiar. Pero nin-
guno de los que tomaron parte en la discusión consi-
deraron a la “sociedad socialista” en continuo cam-
bio y progreso, sino como algo estable fijado defini-
tivamente y que, en consecuencia, debe tener fijado
su método de división de una vez para siempre. Pero
todo lo que puede hacerse razonablemente es: 1) tra-
tar de descubrir el método de división a emplear,
desde el principio y 2) tratar de hallar la tendencia ge-
neral en que habrá de marchar el desarrollo poste-
rior. Pero sobre esto no encuentro una sola palabra
en todo el debate.
En general, la palabra materialista sirve a muchos
de los jóvenes escritores alemanes de simple frase
mediante la cual se rotula sin más estudio toda clase
de cosas; pegan esta etiqueta y creen que la cuestión
está resuelta. Pero nuestra concepción de la historia
es, sobre todo, una guía para el estudio, y no una pa-
lanca para construir como los hegelianos. Es necesa-
rio volver a estudiar toda la historia, deben exami-
narse en todos sus detalles las condiciones de exis-
tencia de las diversas formaciones sociales antes de
tratar de deducir de ellas los conceptos políticos, ju-
rídicos, estéticos, filosóficos, religiosos, etc., que les
corresponden. Al respecto hasta ahora sólo muy
poco se ha hecho, porque pocas personas se han de-
dicado a ello seriamente. En este dominio podemos
utilizar cantidad de documentación auxiliar; es in-
mensamente vasto, y quien quiera trabajar seria-
mente puede hacer mucho y distinguirse. Pero en lu-
gar de esto, demasiados jóvenes alemanes se limitan
a emplear la frase materialismo histórico (pues todo

37
puede convertirse en frase), para reunir en un sis-
tema definido y tan rápidamente como sea posible
sus relativamente escasos conocimientos históricos
(¡pues la historia económica está todavía en paña-
les!) para después mirar orgullosos su proeza y con-
siderarse grandiosos. Y es así como un Barth puede
atacar a aquello que en su círculo ha sido realmente
reducido a una simple frase.
Pero todo esto se corregirá. Ahora somos en Ale-
mania lo suficientemente fuertes como para aguan-
tar muchas cosas. Uno de los mayores servicios que
nos hizo la Ley de excepción contra los socialistas fue
el de librarnos de la oficiosidad del estudiante uni-
versitario alemán, teñido de socialismo. Somos
ahora lo bastante fuertes como para digerir al estu-
diante universitario alemán, que vuelve a darse
grandes aires. Usted, que ya ha hecho realmente
algo, debe haber observado cuán reducido es el nú-
mero de los jóvenes escritores afiliados al partido
que se toman el trabajo de estudiar la economía, la
historia de la economía, la historia del comercio, de
la industria, de la agricultura, de las formaciones so-
ciales. ¿Cuántos no conocen de Maurer otra cosa que
su nombre? El descaro del periodista ha de suplirlo
todo, y el resultado es proporcional. Parecería a me-
nudo que esos señores piensan que cualquier cosa es
suficientemente buena para los obreros. ¡Si esos ca-
balleros supieran tan sólo que Marx consideraba que
sus mejores cosas no eran todavía bastante buenas
para los obreros, y que consideraba criminal ofrecer
a los obreros algo inferior a lo mejor de lo mejor!
Después de la prueba por la que tan brillante-
mente han pasado desde 1848, tengo ilimitada con-
fianza en nuestros obreros, y únicamente en ellos.
Como todo gran partido, cometerá errores en puntos
38
particulares de su desarrollo, y tal vez grandes erro-
res. Por cierto que las masas sólo aprenden de sus
propios errores, experimentando en carne propia.
[…]29

Londres, 12 de marzo de 1895.30


[…]
En cuanto a los filósofos clásicos, fue precisa-
mente Kant31 al que usted había estudiado principal-
mente; y Kant, debido al estado de la filosofía ale-
mana en su época y a su oposición al leibnizianismo
pedante de Wolf, fue más o menos obligado a hacer
algunas concesiones aparentes y formales a esta ar-
gumentación de Wolf. Así es como me explico la ten-
dencia de ustedes que también se trasluce en la di-
gresión sobre la ley del valor de su carta, a sumer-
girse en grado tal en los detalles sin poner nunca
atención, me parece, a las interconexiones de con-
junto, degradando la ley del valor a una ficción, fic-
ción necesaria, así como Kant hace de la existencia
de Dios un postulado de la razón práctica.
Las objeciones que usted formula a la ley del valor
alcanzan todos los conceptos cuando se los considera
desde el punto de vista de la realidad. La identidad
del ser y del pensar, para utilizar la terminología he-
geliana, coincide totalmente con su ejemplo del
círculo y el polígono. Ambos, el concepto de una cosa
y su realidad, son paralelos como dos asíntotas32,

29
C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, pp.
377-379 (N. de la Edit.)
30
Carta de Engels a Schmidt (N. de la Edit.)
31
Immanuel Kant (1724-1804). Filósofo alemán idealista, profesor en Königsberg.
[…]
32
«Geom. Línea recta que se acerca indefinidamente a una curva, sin lle-
gar nunca a encontrarla.», Real Academia Española, idem (N. de la Edit.)
39
aproximándose constantemente sin encontrarse
nunca. Esta diferencia que las separa es la misma di-
ferencia que impide que el concepto del ser sea reali-
dad directa e inmediatamente, y que la realidad no
sea inmediatamente su propio concepto. Pero aun
cuando un concepto posee la naturaleza esencial de
los conceptos, y por lo tanto no puede coincidir prima
facie33 directamente con la realidad, de la cual debe
ser primero abstraída, es sin embargo algo más que
una ficción, a menos que usted llame ficciones todos
los resultados del pensamiento porque la realidad no
corresponde a esos resultados que por muchas vuel-
tas y aun así sólo se aproximan de manera asintótica.
¿No ocurre acaso lo mismo con la tasa general de
beneficio34? En cada instante sólo existe aproxima-
damente. Si se verificara una vez en dos empresas
hasta el más mínimo detalle, si en ambas se produ-
jera exactamente la misma tasa de beneficio en un
año dado, se trataría de pura casualidad; en la reali-
dad, la tasa de beneficio varía de negocio en negocio
y de año en año según las diversas circunstancias, y
la tasa general únicamente existe como promedio de
muchos negocios y de una serie de años. Pero si fué-
semos a exigir que la tasa de beneficio –14,876934…–
fuese exactamente igual en todos los negocios y en
todos los años hasta la centésima cifra decimal con
peligro de verla reducida a ficción, entenderíamos
pésimamente la naturaleza de la tasa de beneficio y
de las leyes económicas en general, pues ninguna de
ellas tiene realidad si no es como aproximación, ten-
dencia, promedio, y no como realidad inmediata.
Esto se debe en parte a que su acción es contrarres-

33
«a primera vista» (N. de la Edit.)
34
En todos los casos de esta carta, el término «beneficio» debe entenderse como
«ganancia» (N. de la Edit.)
40
tada por la acción simultánea de otras leyes, pero por
otra parte por su naturaleza como concepto.
O tome usted la ley de los salarios, la manera en
que se realiza el valor de la fuerza de trabajo, que sólo
se produce como promedio y esto no siempre, y que
varía en una misma localidad y aun en una misma
rama, según el nivel de vida corriente. O la renta del
suelo, que representa un superbeneficio por encima
de la tasa general, derivado del monopolio ejercido
sobre una fuerza natural. Tampoco aquí hay nin-
guna coincidencia entre el superbeneficio real y la
renta real, sino tan sólo una aproximación en prome-
dio.
Exactamente lo mismo ocurre con la ley del valor
y con la distribución de la plusvalía por medio de la
tasa de beneficio:
1) Ambas no se realizan completamente, de ma-
nera aproximada, sino en la hipótesis de una produc-
ción capitalista enteramente realizada en todas par-
tes, es decir, en la hipótesis de una sociedad de clases
modernas: de los terratenientes, capitalistas (indus-
triales y comerciantes) y obreros, omitiendo todas
las capas intermedias. Esto no existe siquiera en In-
glaterra y nunca existirá; no dejaremos que llegue
tan lejos.
2) El beneficio, comprendida la renta, se compone
de diferentes elementos;
a) Beneficio proveniente del engaño en la mer-
cancía, que se anula en la suma algebraica de esos
beneficios.
b) Beneficio que proviene del aumento del valor
de las existencias de mercancías (por ejemplo, el ex-
cedente de la última cosecha cuando fracasa la si-
guiente). Teóricamente también éste debiera com-

41
pensarse (en la medida en que no haya sido ya com-
pensado por la disminución del valor de otras mer-
cancías) ya sea porque los compradores capitalistas
deben contribuir a la ganancia de los vendedores ca-
pitalistas, o en el caso de los medios de subsistencia
de los obreros, porque eventualmente también los
salarios tendrán que aumentar. Pero los más esen-
ciales de estos aumentos del valor no son permanen-
tes y por lo tanto la compensación sólo se produce en
el promedio sobre varios años, en forma extremada-
mente incompleta y, lo que es notorio, a expensas de
los obreros; éstos producen más plusvalía porque su
fuerza de trabajo no es retribuida totalmente.
c) La suma total de la plusvalía, de la cual se de-
duce nuevamente sin embargo, esa porción que se
obsequia al comprador, especialmente en épocas de
crisis, cuando la superproducción es reducida a la
cantidad de trabajo socialmente necesario que real-
mente contiene.
Surge por sí mismo que la ganancia total y la plus-
valía total pueden coincidir sólo aproximadamente.
Tenga en cuenta, además, que tanto la plusvalía total
como el capital total no son magnitudes constantes,
sino variables, que cambian día tras día, y entonces
resultará evidente que es absolutamente imposible
Σp
expresar la norma de beneficio con la fórmula ,
Σ (c+v)
a menos que se recurra a la serie aproximativa, y que
es imposible otra coincidencia del precio total con el
valor total, excepto aquella que tiende constante-
mente a la unidad, y, no obstante, se aparta constan-
temente de ella. En otras palabras, la unidad de con-
cepto y fenómeno se presenta como un proceso infi-
nito por esencia y esto es lo que es, tanto en este caso
como en los demás.

42
[…] los conceptos admitidos en las ciencias natu-
rales, ¿son ficciones porque no coinciden siempre
con la realidad? Desde el momento en que acepta-
mos la teoría evolucionista, todos nuestros concep-
tos sobre la vida orgánica corresponden sólo aproxi-
madamente a la realidad. De lo contrario, no habría
cambio: el día que los conceptos coincidan por com-
pleto con la realidad en el mundo orgánico, termina
el desarrollo. El concepto de pez implica la existencia
de vida en el agua y respiración por agallas; ¿cómo
haría usted para pasar del pez al anfibio sin quebrar
este concepto? Y éste ha sido quebrado y conocemos
toda una serie de peces cuya vejiga natatoria se ha
trasformado en pulmones, pudiendo respirar en el
aire. ¿Cómo, si no es poniendo en conflicto con la
realidad uno o ambos conceptos, podrá usted pasar
del reptil ovíparo35 al mamífero que pare seres vi-
vientes? Y en realidad, en los monotremas36 tenemos
toda una subespecie de mamíferos ovíparos –en 1843
yo vi en Manchester los huevos del ornitorrinco y con
presuntuosa ignorancia me burlé de tal estupidez:
como si un mamífero pudiese poner huevos–. ¡Y
ahora ha sido comprobado! De modo que ¡no haga
con los conceptos de valor lo que hice yo y por lo cual
después tuve que pedir perdón al ornitorrinco! […]37

35
«Zool. Dicho de un animal: Que pone huevos en los que se desarrollan los embrio-
nes; p. ej., las aves, los moluscos, los insectos, etc.», Real Academia Española, idem
(N. de la Edit.)
36
«Zool. Dicho de un mamífero: Que tiene pico y cloaca como las aves y pone hue-
vos, si bien las crías que nacen de ellos chupan la leche que se derrama de las ma-
mas maternas, que carecen de pezón; p. ej., el ornitorrinco.», Real Academia Espa-
ñola, idem (N. de la Edit.)
37
C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, pp.
419-422 (N. de la Edit.)
43
Londres, 21 de setiembre de 1890.38
Según la concepción materialista de la historia, el
elemento determinante de la historia es en última
instancia la producción y la reproducción en la vida
real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca otra cosa
que esto; por consiguiente, si alguien lo tergiversa
transformándolo en la afirmación de que el ele-
mento económico es el único determinante, lo tras-
forma en una frase sin sentido, abstracta y absurda.
La situación económica es la base, pero en el curso
del desarrollo histórico de la lucha, ejercen influen-
cia también, y en muchos casos prevalecen en la de-
terminación de su forma, diversos elementos de la
superestructura: formas políticas de la lucha de
clase y sus resultados, es decir, las Constituciones
impuestas por la clase triunfante después de su vic-
toria, etc., las formas jurídicas, e incluso el reflejo de
todas estas batallas reales en el cerebro de quienes
participaron en ellas, las teorías políticas, jurídicas y
filosóficas, las convicciones religiosas y su evolución
posterior, hasta convertirse en un sistema de dog-
mas. Hay una interacción de todos esos elementos,
dentro de la interminable multitud de accidentes (es
decir, de cosas y hechos cuyo vínculo interno es tan
lejano o tan imposible de demostrar que los conside-
ramos como inexistentes y que podemos despreciar-
los), el movimiento económico termina por hacerse
valer como necesario. Si no fuese así, la aplicación de
la teoría a cualquier período de la historia que se elija
sería más fácil que la solución de una simple ecua-
ción de primer grado.

38
Carta de Engels a Joseph Bloch (1871-1936), quien fue periodista y socialista ale-
mán, y dirigió varias décadas la revista Sozialistische Monatshefte («Boletines
Mensuales Socialistas»), de tendencia revisionista (N. de la Edit.)
44
[…] Hay pues innumerables fuerzas que se entre-
cruzan, una serie infinita de paralelogramos de
fuerza que dan origen a una resultante: el hecho his-
tórico. A su vez, éste puede considerarse como pro-
ducto de una fuerza que, tomada en su conjunto, tra-
baja inconsciente e involuntariamente. Pues el deseo
de cada individuo es obstaculizado por el de otro, de
lo que resulta algo que nadie quería. Así es que la his-
toria se realiza a la manera de un proceso natural,
sujeta también ella esencialmente a las mismas leyes
del movimiento. Pero del hecho de que las volunta-
des individuales –cada una de las cuales desea aque-
llo a que la impelen su constitución física y las cir-
cunstancias externas (ya sean personales o las de la
sociedad en general), que en última instancia son
económicas– no logren lo que quieren, sino que se
funden en una media colectiva, en una resultante
general, no debe concluirse que su valor sea = 0. Por
el contrario, cada una contribuye a la resultante, y
en esa medida está incluida en ella.
Yo le pediría a usted que estudiase más a fondo
esta teoría en sus fuentes originales y no en fuentes
de segunda mano; es verdaderamente mucho más
fácil. Marx apenas escribió cosa alguna en que esta
teoría no desempeñase un papel. Pero en especial El
18 Brumario de Luis Bonaparte39 es un excelentísimo
ejemplo de su aplicación. También hay muchas alu-
siones en El Capital40. Además, me permito indicarle
mis escritos: La subversión de la ciencia por el señor
Eugen Dühring41 y Ludwig Feuerbach y el fin de la filo-

39
Una de las obras más importantes del marxismo, escrita de diciembre de 1851 a
marzo de 1852, en la que se analizan los sucesos revolucionarios de Francia en-
tre 1848 y 1851. En ella, Marx expone magistralmente las tesis fundamentales
del materialismo histórico: la teoría de la lucha de clases y de la revolución pro-
letaria, y la doctrina del Estado y de la dictadura del proletariado (N. de la Edit.)
40
Véase la nota 5 del texto principal (N. de la Edit.)
41
Véase la nota 31 del texto principal (N. de la Edit.)
45
sofía clásica alemana42, donde he hecho la exposición
más detallada del materialismo histórico que, por lo
que yo sepa, existe.
Marx y yo tenemos en parte la culpa de que los jó-
venes escritores atribuyan a veces al aspecto econó-
mico mayor importancia que la debida. Tuvimos que
subrayar este principio fundamental frente a nues-
tros adversarios, quienes lo negaban, y no siempre
tuvimos tiempo, lugar ni oportunidad de hacer justi-
cia a los demás elementos que participan en la inter-
acción. Pero cuando se trata de presentar un trozo de
la historia, esto es, de una aplicación práctica, el pro-
blema es diferente y no hay error posible. Sin em-
bargo, desgraciadamente sucede demasiado a me-
nudo que la gente cree haber comprendido perfecta-
mente una teoría y cree poder aplicarla sin más
desde el momento en que ha asimilado sus princi-
pios fundamentales, y aun éstos no siempre correc-
tamente. Y no puedo librar de este reproche a mu-
chos de los más recientes “marxistas”, porque tam-
bién de este lado han salido las basuras más asom-
brosas.43

42
Véase la nota 37 del texto principal (N. de la Edit.)
43
C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973, pp.
379-381 (N. de la Edit.)
46
La Editorial Aurora valora altamente
su opinión acerca del contenido, diseño
y diagramación de la presente publicación.
Igualmente, agradece cualquier otra sugerencia.

editorialaurora1917@gmail.com

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