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Grupo n.º 4: Desarrollo cognitivo en la adultez media o intermedia

Verónica Medina, Fabrizio Meza, Elías Oviedo, Lucas Sanabria y Agustina Valdovinos

Dirección Académica, Departamento de Educación en Lenguas, Licenciatura en Educación de

la Lengua y Literatura Castellana, Instituto Nacional de Educación Superior Dr. Raúl Peña

Psicología

Lic. Petrona Florentín

1 de noviembre de 2022
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Introducción

La adultez media comprende desde los 40 años hasta los 60 años o 65. Este trabajo

investiga sobre la segunda etapa, que se nota o puede definir por la madurez psicológica y su

relacionamiento interpersonal caracterizado por el trabajo.

La edad adulta por arquetipo es durante esta etapa. Los distintos estudios hechos por

los psicólogos apuntan que los cambios cognoscitivos que se dan en el pensamiento del adulto

temprano, abordando el desarrollo cognitivo en base a la teoría psicosocial de Erik Erikson que

plasma el cambio de pensamiento formal o pensamiento lógico dualista, que estaba presente

en la adolescencia, movilizándose hacia el pensamiento posformal o pensamiento múltiple

según la teoría de William Perry.

Esta etapa está marcada por los cambios cognoscitivos, lo que atañe a la presente

investigación, y la madurez física. Se van notando los primeros signos del envejecimiento, es el

paso hacia la adultez tardía o ser un adulto mayor, asimismo comienza el climaterio. Esto

último se puede apreciar con la crisis de los cuarenta, que podríamos definir como una

perplejidad psicológica apoyada por la andropausia, en los hombres, y la menopausia en las

mujeres.

Se ha observado que la mayoría de las personas de mediana edad (sinónimo de

adultez intermedia o media) gozan de buena salud física, cognitiva y emocional. Tienen

responsabilidades serias y asumen múltiples funciones que consideran competentes. A su vez,

la temporada media de la edad adulta es la etapa en la que se consideran y deciden los años

restantes.

Es de suma importancia la motivación y tener los objetivos claros en lo que respecta a

la vida del adulto, pues a falta de ello se puede caer en un valle de trastornos emocionales
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depresivos, que en la teoría del psicólogo germano-estadounidense Erik Erikson es la etapa de

generatividad o productividad versus estancamiento.

Capítulo I: Cambios cognoscitivos y de la personalidad

Desarrollo de la inteligencia

En la etapa de adultez temprana es importante alcanzar las metas que se proponen

para alcanzar el éxito. Alcanzar estas metas supone conocer y aplicar los tres componentes

que conforman la inteligencia en esta etapa. El psicólogo Robert Jeffrey Sternberg nos hablará

de la teoría triárquica de la inteligencia, esta propone que la inteligencia está formada por tres

componentes principales, importantes para alcanzar las metas en la etapa de adultez temprana

(esto es, aproximadamente de los 20 a los 40 años).

Teniendo en cuenta a Óscar Jiménez (2012), la inteligencia según Sternberg (1985) se

dispone en el siguiente esquema:

Componente componencial

Son todas nuestras habilidades y destrezas que hemos desarrollado con la

información previamente aprendida y que utilizamos para resolver los problemas en

forma racional principalmente.

Componente experiencial

Es hacer uso de nuestro conocimiento, las experiencias previas y de toda la

información recibida en forma de habilidades y destrezas para no solo resolver

problemas, sino también afrontar nuevas situaciones. Este componente permite

relacionar lo que la ya conocemos con una nueva situación y hechos anteriormente


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pasados. Estas experiencias le ayudan a resolver problemas y a afrontar nuevas

situaciones.

Componente contextual

Indica el grado de éxito que tiene una persona al enfrentar las demandas de su

ambiente real, aplicando sus experiencias, conocimientos y modos de resolver los

problemas, y afrontarlos. Es pues, su inteligencia práctica. Se refiere a demostrar que

se puede adaptar a las exigencias profesionales del trabajo.

“Para Sternberg, la inteligencia práctica se aprende principalmente al observar a

otros e imitar su conducta” (Baucum y Craig, 2001).

Por otro lado, los exámenes o pruebas de cociente intelectual solo proyectan valores de

inteligencia relacionadas con las habilidades y destrezas para obtener éxito en el desempeño

académico, y dicho de otra forma, dejan de lado a dos tipos de inteligencia necesarios para el

éxito de una profesión: la inteligencia práctica y emocional, que sumadas a la creatividad,

constituyen un pensamiento novedoso en cualquier personalidad.

Para Sternberg, hay dos tipos de inteligencia relacionadas:

Inteligencia práctica

Esta inteligencia se aprende observando a otros e imitando su conducta. Estas

personas tienen un buen “radar social”: entienden y manejan de manera eficiente situaciones

nuevas, interpretando con perspicacia a la gente y a las circunstancias, en base a su

experiencia previa, inteligencia y capacidades (habilidades y destrezas ya adquiridas por

informaciones previas dadas).

Inteligencia emocional
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Está relacionada con la inteligencia práctica, este tipo de inteligencia se define como el

conjunto de habilidades que subyacen en una persona que primero valora la situación desde

múltiples perspectivas, en segunda instancia, evalúa la situación sin tomarse riesgos, y

especialmente, que expresa sus sentimientos y emociones, pero regulándolos de manera

precisa.

Cambios cognoscitivos

La mayoría de los cambios cognoscitivos mensurables que tienen lugar durante la vida

adulta no implican simplemente un aumento o disminución de la capacidad general. Más bien,

para la mayoría de la gente algunas habilidades cognoscitivas, como el vocabulario y la

memoria verbal, se incrementan de manera constante hasta la sexta década de la vida.

Mientras tanto, otras habilidades cognoscitivas, como el razonamiento y la orientación

espacial, por lo general alcanzan su punto máximo durante los 40, disminuyendo solo

ligeramente al aumentar la edad. Sin embargo, la habilidad para realizar cálculos matemáticos

y la velocidad perceptual muestran los mayores deterioros con la edad.

Un hecho interesante es que la velocidad perceptual (que implica la habilidad para

hacer distinciones visuales rápidas y precisas) empieza a declinar desde los 25 años, mientras

que la habilidad para hacer cálculos matemáticos no empieza a declinar sino hasta los 40 años

aproximadamente.

Así como el ejercicio físico es necesario para un desarrollo físico óptimo, también se

requiere el ejercicio mental para un desarrollo cognitivo óptimo. Por ejemplo, los adultos que

recibieron entrenamiento en habilidades de orientación espacial mejoraron su desempeño en

un cuarenta por ciento.

Teoría de Warner Schaie


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El estudio longitudinal de Seattle

En términos cognoscitivos, en muchos aspectos las personas de edad media están en

su cúspide, según lo demostrado en el Estudio longitudinal de Seattle de inteligencia adulta,

realizado por K. Warner Schaie y sus colaboradores (Schaie, 1990, 1994, 1996, 1996,2005;

Willis y Schaie, 1999, 2006).

El trabajo comenzó en 1956 con 500 hombres y mujeres escogidos al azar en un rango

de edad de entre los 22 y los 67. Se hizo un seguimiento longitudinal de los pacientes, y se los

evaluó cada 7 años en pruebas cronometradas de seis habilidades mentales primarias, que

eran:

1. Reconocimiento y comprensión de las palabras.

2. Recuperación de palabras de la memoria a largo plazo.

3. Realización de cálculos.

4. Manipulación mental de objetos en un espacio bidimensional.

5. Identificación de patrones e inferencia de principios y reglas para resolver problemas

lógicos

6. Realización de distinciones rápidas y exactas entre estímulos visuales.

Hay que tener en cuenta que los estudios longitudinales miden una cohorte de personas

a lo largo de los años, con lo cual resulta difícil determinar si esa cohorte particular tuvo

experiencias diferentes a las otras. Si aquellas experiencias afectaban su desarrollo, esos

cambios se aplicarían solamente a esa cohorte. (Papalia y Martorrel, 2017, pp. 459-460).

No obstante, los estudios transversales que examinan personas de diversas edades en

algún punto de sus vidas, tienen un problema análogo. En estos, será difícil determinar si las
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variaciones percibidas en diferentes edades se deben realmente a cambios en el desarrollo.

Con la utilización de diferentes cohortes (personas de diferentes edades con un seguimiento a

lo largo del tiempo), Schaie y sus colegas fueron capaces de determinar con exactitud las

diferentes influencias y conducir un análisis más sofisticado.

La mayoría de los participantes mostraron notoria estabilidad a lo largo del tiempo, y no

hubo ninguna reducción significativa en la mayoría de sus habilidades antes de los 60 años y

aun así, no en todos los campos. Casi nadie mostró deterioros en todos los ámbitos y muchos

incluso mejoraron en algunos de éstos. Sin embargo, se notaron diferencias individuales

importantes. Un participante posiblemente podría tener deterioros prematuros y otro revelar una

gran plasticidad.

En palabras de Papalia y Martorrel (2017), los investigadores encontraron patrones no

uniformes de cambios relacionados con la edad, entre sus habilidades cognoscitivas. Por

ejemplo, entre sus habilidades cognoscitivas. Por ejemplo, varias habilidades llegaron a su

punto máximo durante la edad media y el significado verbal mejoró en la vejez. En contraste,

alrededor de 13 a 17% de los adultos redujeron sus puntuaciones en las tareas numéricas, de

recuerdo y de fluidez verbal entre los 39 y los 53 años (Schaie, 1994, 2005; Willis y Schaie,

2006).

Otros estudios longitudinales de los colegas de Schaie

Schaie y sus colegas también detectaron que posiblemente debido al mejoramiento de

la educación, estilos de vida sanos y otras influencias medio ambientales positivas, cohortes

sucesivas calificaron progresivamente mejor en las mismas edades en las mismas habilidades.

Sin embargo, habilidades numéricas se redujeron después de la cohorte nacida en 1924, y el

significado verbal, comenzó a declinar a partir de la cohorte nacida en 1952 (Willis y Schaie,

2006).
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Los individuos que obtuvieron las puntuaciones más altas tenían también los mayores

niveles educativos, su personalidad era flexible, pertenecían a familias intactas, se ocupaban

en profesiones de complejidad cognoscitiva, estaban casados con personas de nivel

cognoscitivo avanzado y se sentían satisfechos con sus logros (Schaie, 1994, 2005; Willis y

Schaie, 2006), además de ser altas en la dimensión de la personalidad de apertura a la

experiencia (Sharp, Reynolds, Pedersen y Gatz, 2010).

Dado el firme rendimiento cognoscitivo de la mayoría de las personas adultas medias,

las pruebas de deterioro cognoscitivo sustancial en menores de 60 años indicarían un problema

neurológico (Schaie, 2005; Willis y Schaie, 1999). En particular, una reducción a la mitad de la

vida de la memoria y la fluidez verbal, que es una medida del funcionamiento ejecutivo,

pronosticaría deterioros cognoscitivos en la vejez (Willis y Schaie, 2006).

En otro estudio longitudinal de 384 adultos de Baltimore de 50 años en adelante, los

que tenían las redes sociales más extensas mantenían mejor su funcionamiento cognoscitivo

12 años más tarde, sin embargo, no está claro si más contactos sociales producen o reflejan un

mejor funcionamiento cognoscitivo. Si fuese lo primero, los beneficios serían el resultado de la

mayor variedad de oportunidades de información y trato que se encuentran en círculos de

familiares y de amigos (Holtzman, 2004).

Estudios histológicos del cerebro

Nuestros crecientes conocimientos sobre el envejecimiento genético del cerebro

arrojarán luces sobre los patrones del deterioro cognoscitivo. Investigadores que han

examinado tejido cerebral post mórtem de 30 personas de 26 a 106 años identificaron dos

grupos de genes que se dañan con la edad. Entre estos, se encuentran genes relacionados

con el aprendizaje y la memoria.


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El cerebro de personas de edad media mostró la mayor variabilidad; en algunos edad

media mostró la mayor variabilidad; en algunos casos, exhibió patrones genéticos muy

parecidos a los de los adultos tempranos, y en otros, patrones más semejantes a los de adultos

mayores (Lu, 2004). Este resultado explicaría las numerosas diferencias de funcionamiento

cognoscitivo a la mitad de la vida. (Papalia y Martorrel, 2017, pp. 459-460).

Teoría de Raymond Cattell y John Horn

Inteligencia fluida y cristalizada

Exponen Cattell (1965), Horn (1967, 1968, 1970) y Hofer (1992) en una metáfora para

explicar su teoría: Imaginen un vaso con agua. Si lo inclinan, notarán que el agua se agita y

forma remolinos aleatorios y ondas. Por el contrario, un bloque de hielo posee una estructura

rígida cristalina en la que cada molécula se encuentra en su lugar. Distinguen entre dos

aspectos de la inteligencia: fluida y cristalizada.

La inteligencia fluida es la habilidad para resolver problemas nuevos sobre la marcha.

Dichos problemas requieren pocos conocimientos previos o ninguno, como descubrir que una

percha puede utilizarse para arreglar un inodoro con fugas o el descubrimiento de un patrón en

una sucesión de figuras. Comprende percibir relaciones, formar conceptos y hacer inferencias,

habilidades determinadas en buena medida por el estado neurológico.

La inteligencia cristalizada, en cambio, es la habilidad de recordar y usar la información

aprendida en la vida, como encontrar el sinónimo de aprendida en la vida, como encontrar el

sinónimo de una palabra o resolver un problema matemático. Es fija, al igual que la estructura

de hielo.
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La inteligencia cristalizada se mide con pruebas de vocabulario, información general y

respuestas a situaciones y dilemas sociales, habilidades que dependen sobre todo de la

educación y la experiencia cultural.

Estos dos tipos de inteligencias siguen rutas diferentes. Habitualmente, la inteligencia

fluida alcanza su máximo nivel en la adultez temprana. Esto es particularmente cierto debido a

la velocidad perceptual, cuyo auge sucede de manera temprana, a comienzos de los 20.

La capacidad de la memoria funcional también se deteriora con la edad. Sin embargo,

estos cambios son graduales y no causan necesariamente deterioro funcional (Lachman, 2004;

Willis y Schaie, 1999), y la actividad física suele retrasar este proceso (Singh-Manoux, Hillsdon,

Brunner y Marmot, 2005).

Más aún, las pérdidas en la inteligencia fluida pueden compensarse con mejoras en la

inteligencia cristalizada, la cual aumenta en la mitad de la vida y tiende a hacerlo hasta casi el

final de la misma (Horn, 1982, 1982; Horn y Donaldson, 1980). (Papalia y Martorrel, 2017, pp.

460-461).

Cambios de la personalidad

La salud psicológica por lo general se incrementa en la adultez en comparación con la

adolescencia. Y los adolescentes con mayor salud psicológica tienden a mejorar aún más en la

vida adulta. Con la edad, hombres y mujeres suelen volverse menos egocéntricos y desarrollar

mejores habilidades de afrontamiento. Además, la gente que está en la edad madura siente un

compromiso y responsabilidad crecientes con los demás, desarrolla nuevas formas de

adaptarse y siente mayor comodidad en las relaciones interpersonales.


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Según los distintos estudios realizados, se puede confirmar en gran medida que la

gente cumple con éxito lo que Erik Erikson consideró el mayor desafío de la adultez

intermedia: generatividad frente a estancamiento (Maisto y Morris, 2009, pp. 422-423).

La generatividad se refiere a la habilidad para continuar siendo productivo y creativo,

sobre todo de maneras que orienten y estimulen a las futuras generaciones. Para aquellos que

no logran alcanzar este estado, la vida se vuelve una rutina monótona y carente de sentido, y la

persona se siente estancada y aburrida. Los sentimientos de aburrimiento y estancamiento en

la edad adulta intermedia constituyen parte de lo que se denomina crisis de la madurez.

La persona en una crisis de madurez se siente dolorosamente insatisfecha, lista para un

cambio radical y abrupto en su carrera, relaciones personales o estilo de vida. Sin embargo, la

investigación demuestra que la crisis de la madurez no es típica; la mayoría de la gente no

hace grandes cambios repentinos en su vida durante la adultez intermedia (Martino, 1995).

Por ejemplo, un estudio a gran escala encontró que la mayoría de los adultos de edad

madura reportaban menores niveles de ansiedad y preocupación que los adultos jóvenes, y por

lo general tenían un sentimiento positivo acerca de su vida. A pesar de describirse como

personas en malas condiciones físicas, la mayoría de las personas maduras tienen pocas

enfermedades graves.

Daniel Levinson (1978, 1986, 1987), quien estudió el desarrollo de la personalidad en

hombres y mujeres a lo largo de la vida adulta, prefería usar el término transición de la madurez

para designar al período en que la gente tiende a evaluar su existencia.

Muchos de los hombres y las mujeres que participaron en sus estudios, al enfrentar los

primeros signos de envejecimiento, empezaron a pensar en la naturaleza prescrita de la vida.

Se dieron cuenta de que quizá nunca podrían cumplir todo lo que habían esperado hacer y
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cuestionaban el valor de algunas de las cosas que habían logrado hasta entonces,

preguntándose por su significado. (Maisto y Morris, 2009, p. 423).

Desarrollo del pensamiento integrativo y la creatividad

Pensamiento formal y pensamiento integrativo

Una característica del pensamiento posformal es la naturaleza integrativa. Los adultos

interpretan lo que leen y escuchan. Traducen sus conocimientos sobre la condición humana,

sobre narraciones inspiradoras que guían a los jóvenes.

La creatividad y la adultez temprana

Papalia y Martorrel (2017) refieren que en la edad de adultez temprana en donde más

se da la creatividad. Esto lo demuestra la riqueza de las composiciones musicales que Mozart

llevó a cabo en esta etapa del desarrollo humano. Para el psicólogo Sarnoff Mednick (1963), es

en la etapa de adultez temprana en donde más se observa creatividad, y esto lo explica en

base a que, como son problemas nuevos a los que se enfrentan, aflora su creatividad allí, pero

a medida que se hacen mayores y se familiarizan con estos obstáculos, su creatividad se

estanca. Por ello postula que “la familiaridad provoca rigidez”.

Muchos otros estudiosos del desarrollo, no coinciden con que sea esta etapa la única

en donde se desarrolla la creatividad y que es variable. Sin embargo, en algunas profesiones

se desarrolla mayor creatividad entre los 30 y 40 años, siendo mayor creatividad entre los 30 y

40 años, siendo excepciones en edades posteriores.

La creatividad se define como ideas o respuestas novedosas. Los psicólogos

caracterizan a las personas creativas como aquellas que:

– Toman grandes riesgos para obtener grandes ganancias:


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– Son grandes inversionistas: compra barato y vende caro;

– Desarrollan y aprueban ideas pasadas que nadie las quiso desarrollar;

– Están confiados que una vez desarrolladas esas ideas, otros las adoptarán;

– Son flexibles en el modo de hacer las cosas;

– Siempre piensan en nuevos enfoques y nuevas oportunidades.

Capítulo II: El desarrollo en el trabajo y la formación académica

La elección del trabajo en la adultez

La elección de trabajo es una difícil tarea de asumir ciertos roles sociales y familiares,

deben hacerse responsables de sus vidas y de las que conforman su familia. Por eso es común

en este período consolidar la identidad y comenzar a formar un proyecto de vida. Muchas

veces todas estas nuevas responsabilidades puede avasallar al adulto joven y en estos casos

surge la necesidad de re-preguntarse cuál es su camino.

La madurez y el “cambio de vida”

La madurez es la capacidad que tenemos para adaptarnos a todas las circunstancias

vitales. Es aprender a vivir en cada momento de nuestra vida. Ante todo se trata de darle

importancia a cada momento, como una oportunidad de aprendizaje de la que debemos

disfrutar y con el cambio de vida estamos en constante cambio, todo tiene un principio y un final

y las cosas que ayer estaban, mañana puede que se esfumen de nuestro presente.

Aceptar que la vida es cambio nos permite vivir el aquí y ahora más tranquilamente,

disfrutar de lo que tenemos entre manos, sin preocuparnos de si lo perderemos o no. (Maisto y

Morris, 2009, pp. 446, 448).


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La edad y el trabajo, educación y habilidades laborales

El proceso de aumento de edad obviamente, implica cambios físicos, mentales y en

especial en las capacidades motoras del trabajador, que pueden afectar el rendimiento y

constituir un riesgo acrecentado para la salud de estas personas, si no se adaptan las

características del trabajo a la edad. La educación y el trabajo están vinculados de dos

maneras. Por un lado la falta de trabajo de los padres ocasiona que muchas veces los hijos

deban renunciar a su derecho a la educación por falta de recursos económicos; y por otro lado,

pero íntimamente conectado, la falta de educación ocasiona que esos niños, al convertirse en

adultos, no puedan ingresar a un mercado laboral cada vez más exigente y competitivo.

La función de la escuela como formadora para el mundo del trabajo, si bien no la única,

no es cumplida adecuadamente por falta de recursos y políticas adecuadas. Las otras

funciones de la escuela, formación social, para estudios ulteriores, en valores, como

estudiantes autónomos, no son incompatibles con la formación para el mundo del trabajo, sino

muy por el contrario todas necesarias y con exigencia de integrarse.

El estrés en la adultez intermedia

El estrés es el daño que ocurre cuando las demandas que se perciben en el

medioambiente, o los estresores, exceden la capacidad de una persona de aguantar. La

capacidad del organismo de adaptarse al estrés comprende al cerebro, que percibe el peligro

(real o imaginario); las glándulas adrenales, que movilizan el cuerpo para combatir; y el sistema

inmune, que proporciona las defensas.

Los estudios realizados a grupos control en Estados Unidos

Al comienzo de la edad media, las personas experimentan niveles de estrés más

frecuentes y agudos que otros grupos de edad. Por ejemplo, según una encuesta
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representativa en Estados Unidos 39% de los habitantes de 35 a 54 años dijeron experimentar

estrés agudo aproximadamente el 25% de su tiempo. Los adultos más jóvenes, (de 18 a 34) y

los adultos a fines de la edad media y mayores, (de 55 en adelante), tienen menores niveles de

estrés y refieren estrés elevado 29% y 25%, respectivamente. En el mismo tenor, en el estudio

MIDUS, adultos de edad media dijeron que experimentaban mayor número de estresores

graves de modo más frecuente, que los adultos mayores, así como un grado mayor de

sobrecarga y trastornos en su vida cotidiana (Almeida, Serido, y Mc Donald, 2006).

Los diferentes grupos de edad varían además en cuanto a su fuente de estrés. Los

adultos jóvenes sufren estrés por comportamientos poco saludables como fumar, la falta de

sueño o saltarse comidas. Los adultos mayores, manifiestan estrés en respuesta de asuntos

relacionados con la salud y el envejecimiento. Sin embargo, los adultos de edad media dicen

sufrir estrés debido a relaciones familiares, trabajo, dinero y vivienda. El estrés en la edad

media específicamente, proviene de cambios de funciones: transiciones profesionales, hijos

que crecen y se independizan y la reorganización de las relaciones familiares.

Aunque la frecuencia de las tensiones entre personas (como discusiones con la pareja)

disminuye con la edad, los estresores que involucran, digamos, a un amigo o familiar enfermo,

aumentan. Es peculiar de esta etapa un aumento significativo de los estresores que involucran

riesgos económicos o que atañen a los hijos (Almeida y McDonald, 2006).

Las personas de edad media experimentan menos estrés ante cuestiones en las que

tienen poco o ningún control, lo cual puede ser, en parte, debido a que las personas de edad

media pueden estar mejor preparadas para enfrentar el estrés que otros grupos de edad

(Lachman, 2004). Tienen una mejor idea de lo que pueden hacer para cambiar las

circunstancias tensas y quizá son más capaces de aceptar lo que no se puede cambiar.

También aprendieron estrategias más eficaces para reducir o minimizar el estrés. Por ejemplo,
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en lugar de preocuparse porque se acabe la gasolina en un viaje largo, se aseguran de que el

tanque esté lleno antes de salir. (Papalia y Martorrell, 2017, pp. 480-481).

El estrés en las mujeres de edad media

En el Desarrollo humano de Papalia y Martorrel (2017) se menciona que las mujeres

refieren estrés más extremo que los hombres (35% en comparación con 28%) y tienden a

preocuparse más por él. La respuesta clásica al estrés (luchar o huir) podría ser principalmente

masculina, activada en parte por la testosterona. El patrón de respuesta de las mujeres es más

de cuidado y cordialidad, actividades afectivas para reforzar la seguridad, y de dependencia de

las redes sociales para intercambiar recursos y responsabilidades.

Estos patrones, activados por la oxitocina y otras hormonas reproductivas femeninas,

evolucionaron quizá por selección natural y se alimentan de la dedicación de las mujeres a los

apegos y los cuidados de los demás.

Salud mental

En un amplio estudio con mujeres de edad media, alrededor de una de cada cuatro

mostró síntomas de depresión y su depresión se asociaba a una salud deteriorada, altos

niveles de estrés y falta de apoyo social. Asimismo, los adultos con trastornos psicológicos

graves tienen más probabilidades que sus pares de recibir un diagnóstico de enfermedad

cardíaca, diabetes, artritis o apoplejía, y de necesitar ayuda con las actividades diarias, como

bañarse y vestirse.

Las emociones y la salud

El antiguo proverbio salomónico de que “un corazón alegre es el mejor remedio” (Pr

17:22) ha sido ratificado por las investigaciones contemporáneas. Las emociones negativas,

como ansiedad y desesperación, se relacionan con mala salud física y mental, y las positivas,
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como la esperanza, con la buena salud y larga vida (Ray, 2004; Salovey, Rothman, Detweiler y

Steward, 2000; Spiro, 2001).

En razón de que el cerebro interactúa con todos los sistemas biológicos del cuerpo,

sentimientos e ideas afectan las funciones corporales, lo cual incluye al funcionamiento del

sistema inmune. El ánimo negativo parece que suprime el funcionamiento de este sistema y

aumenta la susceptibilidad a enfermedades y los ánimos positivos mejoran el funcionamiento

inmune.

Conclusión

Sí que es cierto que a medida que se envejece, ciertas capacidades como la memoria,

la atención y la orientación se ven reducidas, no obstante, esto no quiere decir que se sea

menos inteligente un adulto. La creencia original de que cuando vamos haciéndonos mayores

somos menos inteligentes se debía a que solo se tenía en cuenta la inteligencia fluida, aquella

que se usa para resolver problemas nuevos con más o menos éxito, y se descubrió en la

década del sesenta que el momento más alto de esta capacidad es a los 20 años.

Las ansiedades son como andar en una bicicleta estática: te cansan, pero no nos llevan

a ninguna parte. Preocuparse todo el día genera estrés, dolor, ansiedad y un gran malestar,

convirtiéndose en un yugo creciente, alimentando la irritabilidad y las actitudes negativas,

impidiendo que disfrutemos el momento. Debemos recordar que el futuro y el pasado son

tiempos que, pase lo que pase, nunca podremos controlar por completo.

Pero la buena noticia es que podemos practicar y mejorar las habilidades que nos

permiten “soltar el lastre” todos los días, como la actividad física diaria, los momentos de

reflexión en contacto con la naturaleza, el aprendizaje de nuevas actividades o la inmersión en

la lectura. Satisfacer la mente.


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Como explica Schaie (1994), “de esta forma, aunque es inevitable cierto deterioro en

las habilidades cognoscitivas a medida que la gente envejece, es posible minimizar

esos deterioros si la gente permanece mentalmente activa”.

A modo de ir cerrando el marco conclusivo de la investigación, es menester citar al

filósofo francés Jean-Paul Sartre (1946), el cual manifestó que “el hombre está condenado a

ser libre; porque una vez arrojado al mundo él es responsable de todo lo que hace”. La estética

paradoja que encontramos entre ser condenados, pero a la vez ser libres se debe a que en la

responsabilidad de las acciones individuales, la persona puede moldear su personalidad.

Primero, vale la pena señalar que el filósofo dijo que la existencia de un dios o ser

supremo no cambia nada. Lo que nos deja la posibilidad no-cerrada de exponer que el ser

humano es responsable de su existencia, de sus acciones y decisiones, y como nada

predestina o define sus acciones, él no está obligado, sino sujeto a sus elecciones.

En definitiva, la existencia del hombre se produce espontáneamente (porque no se creó

a sí mismo), ligada al conjunto de acciones y decisiones de su vida que determinarán su

existencia, de las que se dice que el hombre es responsable del sentido de su vida.

Así, el hombre es libre para actuar y definirse constantemente, como es inherente a su

condición humana, pero está obligado a elegir permanentemente dentro de esta libertad.
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Actividades de fijación de los conceptos aprendidos

Contestar las siguientes preguntas

¿Cuáles son los cambios psicológicos en la adultez intermedia?

¿Qué características tiene el pensamiento en la adultez media?

¿Cuál es la diferencia entre la inteligencia fluida y la cristalizada según la teoría

de Cattell y Horn?
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Referencias

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Morris, C. y Maisto, A. (2009). Psicología. 13.ª ed. Pearson Educación de México.

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