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CAPÍTULO VII - REGLAS PROCESALES CONCURSALES

I. Disposiciones procesales

Como ya expusimos, el concurso no sólo debe considerarse materialmente sino que es importantísima su caracterización
como proceso y como tal se rige por principios y reglas propias. Nos hemos referido con anterioridad a los principios que
regulan al concurso como proceso, correspondiendo ahora estudiar las reglas procesales concursales y la aplicación de los
Códigos de rito locales en este tipo de procesos universales.

La ley concursal destina principalmente el art. 273, LCQ, para prescribir las normas procesales particulares, aplicables
al concurso en general, disponiendo igualmente algunas excepciones en el resto del cuerpo legal.

Si bien el artículo hace referencia a "principios", "comunes" primero, y "procesales" luego, entendemos que se trata sólo de
reglas estrictamente de tramitación procesal; ninguno de los principios del proceso concursal o del proceso en general quedan
previstos expresamente en la ley concursal. Por ello, creemos correcta la denominación que se da a la sección, que luego de titular
el capítulo como "reglas procesales" hace referencia a "normas genéricas".

La ley busca la autosuficiencia procesal del concurso. Sin embargo, el art. 278, LCQ, hace aplicables los Códigos
Procesales locales supletoriamente siempre que sean compatibles con el concurso, con la rapidez y economía, como reza la
norma. Entendemos que si la aplicación de las normas locales no hubiese sido prevista por la ley concursal, igualmente
serían aplicables para llenar los vacíos procesales que contiene esta legislación. Así, ciertas reglas procesales comunes
resultan aplicables a los concursos. Entonces, procesalmente, se aplica primero la ley concursal; para las situaciones no
previstas, debe aplicarse por analogía otra norma concursal, y, finalmente, si la cuestión no puede solucionarse
concursalmente, debe acudirse a los Códigos rituales locales en la medida en que sean compatibles con el concurso
(ROUILLON). La ley busca una inflexión integrativa y sistemática en mira a la más segura actuación de los principios de
concentración, economía y celeridad (MORELLO).

El esquema queda configurado de la siguiente manera: 1º: aplicación de las normas procesales de la ley de concursos en
los supuestos por ella previstos, 2º: aplicación analógica de dichas normas para los casos no previstos, 3º: aplicación de los
Códigos Procesales si la situación no prevista no es solucionada por la analogía: la aplicación de las normas procesales
locales podrá hacerse cuando sea compatible con la rapidez y economía del concurso y también se aplicarán las normas
formales de los Códigos Procesales, cuando, aunque afecte la celeridad concursal, la cuestión no pueda ser resuelta de otra
manera.

Respecto a esto último, entendemos que aunque se afecte a primera vista —y no realmente— la celeridad del trámite
concursal, los institutos procesales regulados por los Códigos de rito llenan vacíos de la ley concursal, cuando el instituto no se
encuentra regulado en aquella ley. Y el juez o el intérprete no pueden disgregar y discriminar las normas procesales sino que
aquellas cuando se refieran a un determinado instituto deben ser aplicadas en su totalidad, salvo que realmente se contradigan con
el concurso y la cuestión pueda solucionarse dejándose de lado la norma. De hecho las normas procesales, son rituales y tales
reglas de por sí no son económicas sino que hacen al buen desarrollo del proceso —del debido proceso— y al efectivo resguardo
del derecho de defensa.

1. Perentoriedad de los plazos. Tiempo procesal concursal

Como primera regla, en el inc. 1º del art. 273, LCQ, dispone que los plazos concursales son perentorios y, en caso de no
determinarse uno especial, se considerará de cinco días, salvo que el juez, como director del proceso, determine ampliarlo o
reducirlo. El vencimiento del plazo produce el decaimiento del derecho al ejercicio de un determinado acto procesal.

La perentoriedad está directamente relacionada con la preclusión ya que efectivamente aquélla le sirve de causa a ésta, ello
en virtud de que el vencimiento de un plazo perentorio hace perder el derecho que se ha dejado de usar oportunamente. El
legislador concursal ha buscado eficiencia procesal y procura que las etapas procesales se vayan cerrando por el mero transcurso
de los términos, sin necesidad de que exista una declaración jurisdiccional al respecto. El juez no se encuentra afectado por la
regla de la perentoriedad, pues la misma se encuentra dirigida a las partes, ya que el magistrado en el concurso como proceso se
encuentra signado por la oficiosidad. También la perentoriedad está directamente relacionada con la improrrogabilidad de los
plazos, como imposibilidad de su ampliación, si bien ello no se encuentra expresamente dispuesto por la ley de concursos, es un
principio procesal ineludible en el proceso concursal. No pueden, en principio, prorrogarse los plazos por acuerdo de los
interesados, ni por petición al juez. La prorrogabilidad de los términos entrará en juego cuando los plazos sean disponibles por las
partes, y en el concurso generalmente ello ocurre en el trámite incidental o en aquellas acciones relacionadas siempre que no se
trate de un plazo perentorio. No pueden, en principio, prorrogarse los plazos por acuerdo de los interesados, ni por petición al
juez, salvo el caso del art. 11, in fine,LCQ y los supuestos previstos para la etapa de liquidación en la quiebra (arts. 205, inc. 7º y
217, LCQ). Debe considerarse que existe un cronograma concursal y la falta de cumplimiento de algún acto procesal impuesto
dentro de dicho esquema importaría el fracaso de éste, atento a que no podrían desencadenarse oportunamente los demás actos
por no haberse cumplido el anterior, por lo que dichos plazos necesariamente deben ser improrrogables.
La celeridad que se impone en los procesos concursales (arts. 275y 278, LCQ), ha llevado al legislador a procurar un sistema
de términos y plazos especiales, los cuales pueden ser fijados directamente por la ley o determinados por el magistrado dentro de
un arco temporal establecido.

Los plazos procesales del concurso en su generalidad son legales, ya sea que se fijen en un término fijo o entre un lapso
de tiempo mínimo y otro máximo cuyo tope se fijará judicialmente, también en el concurso ciertos actos procesales deberán
cumplirse en el día fijado (v.gr. presentación de los informes individuales y generales). Cuando no existiese plazo especial
fijado legalmente se considerará el término de cinco días (art. 273, inc. 1º, LCQ). Especialmente por ese plazo se conferirán
las vistas o traslados que no tuviesen expresamente previsto un término distinto en la ley.

Se sostuvo que el juez se mueve dentro del proceso concursal a través de la oficiosidad que lo caracteriza sin verse
afectado por la regla de la perentoriedad, pues ésta se encuentra dirigida a las partes; sin embargo entendemos que la
"amenaza ejemplificadora" (LORENTE) de la última parte del art. 273, LCQ, que le impone al juez hacer cumplir
estrictamente todos los plazos de la ley hace que la perentoriedad lo afecte, importando mal desempeño de su cargo, aunque
tiene la posibilidad de prorrogar los plazos cuando exista causa justificada; si ésta no existe, el plazo es perentorio incluso
para el juez.

Con el mismo criterio, el juez puede evaluar la existencia de causas que justifiquen la prórroga de plazos para el
cumplimiento de actos procesales por las partes o funcionarios concursales, pues se trataría de situaciones de tal importancia que
impedirían la prosecución normal del proceso (art. 157, tercer párrafo, CPCCN).

El inc. 2º del art. 273, LCQ, determina la forma del cómpu to de los plazos. Los términos procesales del concurso se
contarán en días hábiles salvo que una disposición legal especial determine que dicho cómpu to se efectúe en días corridos
(v.gr. art. 190LCQ) o cuando los plazos estén expresados en meses o años (v.gr. art. 217LCQ para el supuesto de meses y
art. 236, LCQ en caso del cómputo por año).

En principio los plazos comienzan a correr a partir del día hábil siguiente a su notificación. Los actos también deben
desarrollarse dentro de las horas hábiles, los que se realicen en el Juzgado, dentro del horario de los Tribunales y los que se
realicen fuera, son hábiles las horas entre las 7 y las 20, sin perjuicio de la habilitación tácita hasta la culminación de la diligencia
y la posibilidad de que el juez puede de oficio o petición de interesado habilitar expresamente días y horas inhábiles para llevar a
cabo las diligencias (arts. 152, 153 y 154, CPCCN). Respecto a las horas hábiles debe tenerse especialmente en cuenta las que se
fijen por las Cámaras de Apelación dentro de las cuales el síndico deberá tener oficina abierta al público durante la etapa de
verificación de créditos (art. 275, inc. 7º, LCQ). Nada impide y de hecho se compatibiliza con la naturaleza del concurso, que el
juez en casos de urgencia habilite días y horas para realizar una determinada diligencia, lo que generalmente ocurre en la etapa de
incautación inmediata posterior a la declaración de quiebra.

Tema debatido ha sido el quid de la aplicación del plazo de gracia procesal en los procesos concursales, aunque en
general se ha admitido (1). Frente a tal principio encontramos fundamentales excepciones a la aplicación de la regla local del
cargo, pues creemos que no debe admitirse en aquellos casos en donde un plazo arranca cuando termina otro, situación en la
cual, el término de gracia desordenaría el proceso concursal y conspiraría contra su celeridad, con lo que la norma procesal
local no soportaría el segundo test que le impone el art. 278, in fine, LCQ para ser aplicable, es decir, compatibilidad con
rapidez y economía del trámite concursal.

La aplicación de dicho plazo extraordinario choca con la economía y celeridad concursal, aunque como veremos, tal
divergencia no se produce en todos los supuestos. Como ya dijimos, en virtud de dicha regla ritual local (art. 124, CPCCN) los
actos que se realicen dentro de las dos primeras horas del día posterior hábil al vencimiento del plazo son válidos. En algunas
jurisdicciones el plazo de gracia abarca la totalidad de las horas hábiles del día posterior al vencimiento del término (v.gr. Santa
Fe aplica el día de gracia) y en otras más de la mitad de ellas (v.gr. Buenos Aires donde el plazo de gracia corresponde a las
primeras cuatro horas hábiles), por lo que no queda limitado el plazo de gracia a las primeras horas hábiles. Como ya afirmamos
también, esto es una forma de materializar el ejercicio por parte del interesado del último día del plazo durante las veinticuatro
horas, y atento la inhabilidad de términos judiciales, se arbitra la franquicia para que se exteriorice procesalmente dicho ejercicio,
en un reducido tiempo del día hábil posterior. Ello nos lleva a admitir su aplicación, más cuando no afecta la celeridad del
proceso concursal. En principio, entendemos que debe admitirse el plazo de gracia en todas las hipótesis, pero más aún en
cualquier supuesto en que quepa facilitar la preservación del concurso, considerando además que no puede decirse que el trámite
concursal pueda ser considerado como rápido y económico.

2. Apelabilidad restringida. Sistema recursivo concursal

Los incs. 3º y 4º del art. 273, LCQ, imponen lo que nosotros llamamos "apelabilidad concursal restringida". La
apelación se encuentra restringida, y ello se funda en evitar dilaciones y perturbaciones al normal desarrollo del proceso; y
sus excepciones se fundan en la natural realización de los fines de la revisión y a fin de evitar un daño grave a los intereses
afectados por la decisión errónea del juez (2). La ley concursal no impone la irrecurribilidad de las resoluciones que se dicten
en los concursos, pues, si bien la apelación sí se restringe, devienen admisibles los restantes recursos legislados por los
Códigos locales.

Se han admitido la revocatoria (3)y la aclaratoria, pues ellos no afectan la celeridad del proceso concursal (art. 278, LCQ),
máxime cuando son resueltos por el mismo juez concursal. Por ello, también debe admitirse la apelación subsidiaria de la
revocatoria, la queja por denegatoria de la apelación, pues ninguno afecta las perspectivas del art. 278, LCQ. Y, del mismo modo,
cuando estemos ante sentencias definitivas corresponde admitir los recursos extraordinarios. La posición contraria a la que
propiciamos entiende que el sistema recursivo concursal es cerrado y no deben aplicarse las leyes locales sino sólo para la forma
en que deben tramitarse los efectivamente concedidos por la ley, dejándose a salvo los de nulidad y los extraordinarios
(RICHARD). Disentir con dicha postura, no resulta complicado conforme el texto legal, porque el clausus que pretende dársele a
las reglas procesales concursales, se debilita ante la regla de subsidiariedad que contiene el art. 278, LCQ. La ley concursal, no
prevé formas impugnativas similares a la de los recursos comunes y ellos no lesionan la celeridad y economía procesal, y con más
razón la aclaratoria y la revocatoria, atento que se resuelven ante el mismo juez concursal (director del proceso) benefician el
trámite rápido del proceso concursal en la forma que lo pretende la ley específica.

El primero de los incisos impone la inapelabilidad como regla y el segundo admite la existencia de excepciones, y
prescribe, también como principio, que cuando se admite la apelación se lo hace en relación y con efecto suspensivo, aunque
la ley impone casos en que se concede en efecto devolutivo.

La ley admite la apelación en los casos de los arts. 13, segundo párrafo, 16, segunda parte, 17, segundo párrafo (con efecto
devolutivo cuando apela el deudor), 24, segundo párrafo (con efecto devolutivo), 51, tercer párrafo (con efecto devolutivo cuando
puede apelar el deudor), 58, segundo párrafo, 59, quinto párrafo, 61, 63, segundo párrafo, 65, segundo párrafo, 96, cuarto párrafo
(con efecto devolutivo), 103, segundo párrafo (con efecto devolutivo), 117, cuarto párrafo, 118, in fine, 144, inc. 7º b) (con efecto
devolutivo), 191, in fine, 206, segundo párrafo, 214, 232, segundo párrafo, 255, 272, 281, segundo párrafo (con efecto
devolutivo), 285, LCQ. También la ley impone un efecto suspensivo especial, al cual llamamos relativo, porque hace igualmente
continuar la producción de ciertos efectos en los casos de los arts. 61 (quiebra por nulidad del acuerdo) y 63 (quiebra por
incumplimiento del acuerdo), como la incautación, administración de bienes, continuación de la explotación de la empresa y
sobre el contrato de trabajo (arts. 177/199, LCQ).

Consideramos aún vigentes y aplicables a la legislación concursal actual las conclusiones del Primer Congreso Argentino de
Derecho Comercial, donde se propuso que sean apelables aquellas resoluciones que reúnan los requisitos procesales para la
procedencia del recurso y que éste sea concedido con efecto devolutivo, salvo disposición en contrario (VARANGOT ). Ello sería
una forma de empardar la seguridad jurídica con la celeridad concursal. No resultaría descabellado que todos los recursos de
apelación sean concedidos con efecto suspensivo o devolutivo con fundamento en la restricción impuesta al juez concursal de
remitir el expediente a otra dependencia judicial (art. 273, inc. 7º, LCQ), siempre que se formara un legajo testimoniado de las
partes pertinentes a fin de elevarlo a la alzada para resolver el recurso ( RICHARD) y quedando a cargo de ésta la solicitud del
principal cuando sea imprescindible. Así no se trabarían las múltiples fases del proceso concursal que no estén afectadas por el
recurso y seguirían su trámite, pues aunque se conceda con efecto suspensivo, éste no recae sobre todo el concurso sino sobre el
asunto sometido a decisión de la alzada.

Igualmente, el principio de inapelabilidad ha sido interpretado restrictivamente por la jurisprudencia (4), que ha entendido
que la regla no alcanza a aquellas cuestiones que excedan el trámite ordinario del proceso concursal (5), teniéndose en cuenta
también, para admitir el recurso, los casos en que se vieron afectados derechos de defensa en juicio (6). El sentido de la
posición jurisprudencial es que el caso no haya sido previsto por la legislación concursal y no existe un remedio y otro
medio que posibiliten desvirtuar el gravamen producido por la resolución que pretende apelarse.

Entonces para aclarar el tema, la ley concursal es específica respecto al recurso de apelación, pues impone que el mismo
es admisible cuando ella expresamente lo prevea, en los demás casos no lo es, imponiéndose un sistema cerrado al respecto.
Ello lo que surge de la letra de la ley, sin embargo, cuando la ley no determine la apelación y la resolución que se pretenda
gravosa no corresponde al trámite normal del concurso (caso no previsto) y conceder el recurso no afecte la celeridad
concursal, pretorianamente ha sido admitido. El tema de la restricción apelativa concursal tiene relevancia atento a la
especificidad recursiva impuesta por la norma que rige los concursos, imponiendo un régimen de completitividad del
régimen recursivo que lleva a la reserva y persistencia del trámite concursal en este tipo de cuestiones, pasando de la
restricción a la especialidad apelativa. Para que proceda la apelación la ley concursal no debe prever otro medio impugnativo
y la aplicación de las normas locales, atento la regla de reserva, no debe afectar la celeridad concursal (BARACAT).

3. Sistema de notificaciones

Sin perjuicio de la publicación edictal dispuesta en los arts. 27, 28, 74, 89, 218, inc. 4º, LCQ, la normativa concursal
expresamente dispone que la citación de las partes (art. 273, inc. 5º, LCQ) y el traslado de los incidentes (art. 281, tercer
párrafo, primera parte, LCQ) se notifican por cédula y las restantes notificaciones se harán ministerio legis, tácitamente o
"por nota" (inc. 5º del art. 273, LCQ). Concordantemente con ello, el art. 26, LCQ, referente al concurso preventivo,
prescribe el mismo principio respecto de las notificaciones e impone al deudor y sus representantes comparecer en Secretaría
los días de nota desde la interposición de la demanda. Ello se funda en el hecho de darle celeridad al proceso. Debe dejarse a
salvo, el caso de que dejen nota en el libro de asistencia (art. 278, LCQ y art. 133, CPCCN).

El sistema adoptado tiene el mismo fundamento que el dado para el art. 273, inc. 5º, LCQ y esto es, la celeridad del proceso
concursal, con la notificación ministerio legis se ahorra el tiempo natural que demanda el diligenciamiento de las cédulas.
Entonces el principio general establecido en materia de notificación por la norma que venimos analizando se compadece con el
deber de diligencia que la misma ley impone a quien se encuentra involucrado en un proceso concursal y a sus apoderados, deber
que se adecua con la forma genérica de notificación automática reglada. Es decir, todos son citados por cédula y después quedan
notificados opes legis, en forma ficta, de las demás resoluciones. Siempre se encuentran en plena pugna la celeridad y economía
concursal con lo que MORELLO llama "valores superiores del proceso justo".
Respecto a la notificación por cédula, como primer paso debemos diferenciar la citación, de la notificación. La
notificación es el acto procesal mediante el cual se hace conocer a las partes o terceros una resolución judicial; en cambio la
citación, especie dentro de aquélla, importa hacer conocer a una persona, sea o no parte en el proceso, su deber de
comparencia ante la autoridad judicial por ser de necesidad a sus intereses o de conveniencia para el mismo proceso.

Igualmente la ley no determina qué sucede con los emplazamiento e intimación que son especies dentro del género
notificaciones, entendiéndose al emplazamiento como el llamado que se hace a una persona para que comparezca a juicio dentro
de un plazo determinado, lo cual quedaría incluido dentro de la citación de las partes; y entendemos por intimación o
requerimiento a la comunicación que se hace a alguien con un mandato judicial para que cumpla un acto o se abstenga de hacer
alguna cosa, bajo apercibimiento de sufrir las consecuencias disvaliosas de sus omisión o acción. En este último caso, si bien se
ha resuelto que procede la notificación por cédula para las resoluciones que impongan intimaciones (7), entendemos que
excepcionalmente, ante el silencio de la ley, sólo el juez podrá determinar la notificación por cédula, cuando ello se condiga con
la rapidez y economía concursal, aplicando así las leyes locales. Ello, porque el sistema impuesto por la ley no excluye que el
juez concursal como director del proceso, en uso de sus facultades instructorias y ordenatorias determine expresamente la
notificación por cédula. Aunque repetimos, tal facultad deberá ser usada sólo excepcionalmente y cuando la índole de la
resolución así lo exija, atendiendo alguna urgencia concreta. Contrariamente a ello, se sostuvo que la manera de notificar las
decisiones judiciales la determina la ley, no estando incluida entre las facultades de los jueces la de elegir el medio, importando
ello una modificación en el cómputo del plazo de que se trate(8).

También la jurisprudencia de nuestro más alto tribunal ha determinado que las sentencias dictadas en incidentes
concursales deben notificarse personalmente o por cédula, aunque expresamente ello no surja de la ley de concursos (9).

Concretamente se sostuvo que la ley especial que regula el procedimiento de la quiebra privilegia los principios de rapidez y
economía a efectos de dar seguridad en los plazos y definición en las etapas, y ello justifica el régimen de notificaciones
consagrado en la ley concursal; sin embargo, la utilización de una determinada forma de notificación está condicionada a que no
resienta la garantía de defensa en juicio, recaudo implícitamente derivado del principio de prelación y jerarquía normativa
establecido en el art. 31, CN., que obsta a la posibilidad de interpretar una norma procesal vulnerando la exigencia del adecuado
servicio de justicia que garantiza el art. 18, CN (10).

La doctrina por una parte ha entendido correcta esa orientación afirmando que deberá tenerse en cuenta que en las
situaciones no reguladas expresamente, en las que corresponde la aplicación de las normas procesales locales y éstas
impongan la notificación por cédula habrá que acudir a este tipo de notificación (MORELLO). También se expuso que en los
supuestos no previstos frente al conflicto entre la rapidez y la seguridad jurídica cede, en principio, el régimen procesal
concursal y debe dársele preferencia al sistema local aplicable supletoriamente. Asimismo el sistema debe compatibilizarse
constitucionalmente, y en caso de duda debe estarse al resguardo del derecho del interesado a una notificación efectiva.
Contrariamente entendemos que la regla procesal de notificación por nota está contenida en la ley concursal y la misma no
impone la excepción, por lo que no puede, el intérprete, excepcionarse acudiendo a la ley local (ubi lex non distinguit, nec
nos distinguere debemus).

Otra cuestión es si el juez concursal, como director del proceso (art. 274, LCQ), puede modificar la forma de notificar
una determinada resolución judicial y cuando ella deba comunicarse ministerio legis ordene que se haga por cédula.

Un antecedente del Superior Tribunal bonaerense indica que determinada la forma de notificación por el juez y consentida
ella, queda incorporada definitivamente al proceso e imposible de sustraerla del mismo por haberse ocurrido la preclusión; se
entendió que la expresión "notifíquese" importó la orden judicial de libramiento de cedula para dar a conocer dicha resolución (11).
En cambio, cuando se está ante una situación expresamente prevista y normada por la ley especial, no es dable alterar el modo de
notificar una resolución respecto de la cual la ley prevé el modo de anoticiamiento, máxime cuando tal alteración sea claramente
incompatible con los principios estructurales del concurso (12).

En realidad ley concursal impone la forma de notificación de las resoluciones dictadas en el proceso concursal —
principal o incidental— sin posibilidad de aplicación de los Códigos locales por no tratarse de una situación no reglada,
admitiéndose que el juez concursal, director del proceso, modifique excepcionalmente esa forma de anoticiamiento, en auto
consentido por las partes, requiriéndose expresamente que se ordene la notificación por cédula, atento que se varía la forma
estipulada por la ley(13).

Concluyendo, de la interpretación sistemática de la ley (arts. 273, inc. 5º y 278, LCQ) surge que la notificación por
cédula procede siempre que así lo disponga la ley concursal o decisión del juez del concurso o cuando la notificación
automática importe la violación de la garantía constitucional de defensa en juicio (14).

4. Constitución de domicilio procesal

El inc. 6º del art. 273, LCQ, determina que el domicilio procesal constituido subsiste hasta la constitución de uno nuevo
o hasta la conclusión del concurso (conf. art. 42, CPCCN). Se agrega luego que cuando no se cumpla con la carga de
constituir procesalmente un domicilio, o éste se constituye en un edificio inexistente o que desapareciere después, se lo
tendrá por constituido en los estrados judiciales (notificación ficta), sin necesidad de declaración ni intimación previa. La
misma solución se impone cuando el edificio quede deshabitado o se altere o suprimiere la numeración —arts. 278, LCQ, y
42, CPCCN— (MORELLO). Igualmente, el domicilio que se constituya en el principal subsiste en los incidentes, por lo que
en éstos la notificación por cédula de la admisión de éste debe hacerse en el domicilio constituido en el principal. La carga
les corresponde al deudor, a los acreedores, al síndico y a todo aquel que intervenga procesalmente en el concurso.

El síndico debe tener domicilio constituido, no sólo en la lista de sorteo sino en cada uno de los expedientes, pudiendo ser el
mismo u otro, incluso se ha admitido la constitución de más de un domicilio para la recepción de los pedidos de verificación
cuando la envergadura del concurso y la cantidad de acreedores así lo amerite; la designación del contador se notificará por
cédula al domicilio constituido por el profesional, al momento de formarse la lista, y tendrá tres días para aceptar el cargo,
realizado ello, queda investido en la función de síndico.

Creemos que la norma, con excepción de la innecesariedad de declaración e intimación previa para constituir el
domicilio en los estrados judiciales es superfina, pues se trata de normas procesales generales que se encuentran previstas en
las leyes locales, habiendo sido suficiente la remisión del art. 278, LCQ.

Sin embargo, sólo por razones de política legislativa, que se han conjugado con la necesidad práctica de evitar
entorpecimiento en el trámite concursal, se han impuesto diversos dispositivos, más allá del que venimos analizando, exigiendo la
constitución de un domicilio procesal. Igualmente algunas de esas previsiones también resultan innecesarias, y ello en los casos
del art. 12, LCQ, donde la presentación concursal es una verdadera demanda, el art. 32, LCQ, pues también el pedido de
verificación constituye una demanda para los acreedores, y el art. 88, inc. 7º, LCQ, por las mismas razones, para el caso de
quiebra pedida por el propio deudor; siendo necesaria tal prescripción solamente en el caso de este último artícu lo cuando se trate
de quiebra a instancia de acreedor.

La consecuencia de la falta de constitución de domicilio ad litem se produce ope legis (15). La constitución del domicilio
en los estrados judiciales importa que las notificaciones se practicarán todas "por nota" (art. 133, CPCCN). Igualmente
siempre existe la posibilidad de constituir domicilio procesal y hacer cesar los efectos de la notificación ministerio legis para
los casos en que deba hacerse por cédula o personalmente.

5. Remisión de expedientes

El inc. 7º del art. 273, LCQ, dispone prohibitivamente la remisión del expediente concursal a otra sede jurisdiccional.

La prescripción legal, atendiendo a su fundamento sólo se refiere al expediente principal y no así a los incidentes, pues éstos,
tramitando ya por separado, remueven el obstáculo de frenar el proceso principal con su trámite.

Esta prescripción legal se funda atendiendo el continuo movimiento procesal que se produce en el concurso,
considerando la multiplicidad de cuestiones que en él se debaten.

La ley prescribe que puede remitirse el expediente excepcionalmente para dilucidar una causa penal por un término no
mayor de cinco días, quedando a cargo del juzgado que lo requirió la obtención de testimonio y otras constancias que
permitan su devolución en término.

Necesariamente la imprescindibilidad de constar con el expediente en sede penal debe ser expuesta fundadamente en el
exhorto donde se requieren los autos concursales, pues si no el juez no tendrá obligación de remitirlo. Para los casos en que no
pueda remitirse el expediente —procesal o materialmente— puede disponer el juez, como director del proceso, la remisión de
fotocopias certificadas por Secretaría, salvo, claro, que ello sea dificultoso por su extensión, lo que paralizaría el concurso.
Aunque igualmente se encuentra el legajo de copias (art. 279, LCQ), el cual si bien no puede ser remitido a otro juzgado, por las
mismas razones que el principal, sí podría utilizarse para la extracción de las fotocopias referidas. Otra solución sería que el juez
oficiante que necesita el expediente directamente solicite la información necesaria al juez concursal, quien podrá cumplir con ello
por intermedio de un informe de Secretaría. Igualmente, y teniendo en cuenta que el proceso no puede seguirse con el legajo de
copias, como ya expusimos, en el caso de apelación, no debería remitirse el expediente a la alzada sino que deberían formarse
actuaciones al respecto, quedando a criterio de aquélla solicitar la remisión del principal, también en forma excepcional.

6. Diferimiento arancelario de los trámites

La ley determina el diferimiento del pago de ciertos gastos que se producen dentro del proceso concursal.

Respecto de esta prescripción coincidimos con MAFFÍA en que no tiene mucho que ver con las reglas procesales, sino que
más bien son arancelarias-fiscales. Disentimos con la doctrina que determina que se trata de una gratuidad en el trámite ( MAFFÍA,
RIVERA), pues lo único que hace la ley es diferir el pago, no excluirlo; no se trata de un beneficio de litigar sin gastos. El
fundamento de la norma radica en evitar los inconvenientes y las demoras que provoca la falta de liquidez inicial existente en las
quiebras, y en el concurso preventivo la necesidad de resguardar el patrimonio cesante inaudita parte, es decir, sin posibilidad de
exigirle el pago al concursado en los casos en que la ley no prevé un depósito previo para hacer frente a ciertas erogaciones.
El inc. 8º del art. 273, LCQ, dispone que los trámites ante los registros de la propiedad, u otros necesarios para la
protección de la integridad del patrimonio, se hacen sin pago previo, el cual se transfiere para la etapa distributiva de la
quiebra considerándoselos como créditos prededucibles (art. 240, LCQ). Igual norma se aplica a los informes necesarios
para la determinación del activo o el pasivo. Queda incluida en la norma la publicación edictal en la quiebra, no así la del
concurso preventivo, pues ésta debe ser afrontada por el deudor concursado. Se aplica esta prescripción para no oblar los
gastos procesales en los procesos iniciados por la sindicatura. También debe diferirse el pago de todo tipo de tributos.

7. Carga de la prueba

Expresamente el inc. 9º del art. 273, LCQ, prescribe que la carga de la prueba en cuestiones contradictorias se rige por
las normas comunes (art. 377, CPCCN) a la naturaleza de la relación de que se trate.

Creemos que el dispositivo es innecesario, y al estar incluido resulta incompleto. Decimos lo primero porque suficiente
hubiera sido lo previsto por el art. 278, LCQ, respecto de la aplicación de las leyes locales. Y afirmamos lo segundo porque al
incluir la ley tal prescripción debió decirse que ésta debe cumplirse sin afectar los principios concursales. Las cargas probatorias
no deben afectar la inquisitoriedad del trámite del proceso concursal, pero el oficio concursal tampoco debe suplir la carga
probatoria impuesta a las partes.

Tal previsión legal no presenta problemas en la incorporación concursal de créditos civiles y comerciales, pero podría
variar en los supuestos de créditos laborales, aunque ahora, a partir de la ley 26.086, los juicios laborales seguirán su curso o
se iniciarán en sede de los tribunales del trabajo (inc. 2º, art. 21, LCQ). Sin embargo, dichas sentencias también deberán
pasar por el tamiz de la verificación de créditos. Con el criterio sentado por este inciso, para los casos donde se juzguen
relaciones laborales, el juez concursal debería aplicar la regla del in dubio pro operario, que es la que rige la materia
debatida (JUNYENT BAS); sin embargo, ello afectaría la naturaleza del proceso concursal, por lo que su aplicación deberá ser
resuelta restrictivamente por el juez del concurso.

Por nuestra parte queremos hacer una distinción, en principio las cargas probatorias no deben afectar la inquisitoriedad del
trámite del proceso concursal, pero el oficio concursal tampoco debe suplir la carga probatoria impuesta a las partes. Así de una
manera funcionará este principio dentro de la etapa tempestiva de verificación, siendo de la misma manera para la determinación
concreta del activo, primando la inquisitoriedad, pero muy distinta será en la etapa eventual de verificación y en general en
aquellos incidentes que se planteen donde es imprescindible respetar las cargas de la prueba para no se vea afectada la
imparcialidad jurisdiccional. Si bien tratándose de créditos de índole laboral prima el principio del in dubio pro operario (arts. 9º
y 23, LCT) y la inversión de la carga probatoria, lo que hace que deba el empleador desvirtuar las afirmaciones del empleado
acreedor, en el proceso concursal, donde la multisubjetividad que el mismo importa, concatenada con el control recíproco de los
acreedores, es imprescindible hacer respetar las cargas de la prueba para que no se vea afectada la imparcialidad jurisdiccional,
siempre considerando que la garantía de igualdad impone reconocer el desequilibrio existente en la relación de empleo, donde el
trabajador es la parte más débil y donde existen diferentes escalas de valores. En tal sentido cuando la orfandad de prueba por
parte del trabajador impide analizar la cuestión en base al principio de la primacía de la realidad, no pude admitirse el crédito en
el pasivo concursal.

También se sostuvo que las cargas probatorias impuestas actuarán como estímulo para las partes, pero no significarán
un freno para que el órgano disponga de oficio medidas instructorias para la investigación y verificación de hechos
conducentes para la mejor consecución del proceso universal. En igual dirección las potestades de la sindicatura superando
la deficiencia probatoria de las partes (MORELLO).

8. Caducidad de instancia

El art. 277, LCQ, determina las reglas concursales de caducidad de instancia.

Los Códigos de rito locales legislan la caducidad o perención de la instancia como un modo anormal de terminación del
proceso por inactividad del accionante. La ley 19.551 disponía en materia concursal que no perimía la instancia en el principal y
en los incidentes promovidos por el síndico, desigualdad en favor del síndico que no se justificaba, por lo que fue modificada por
la ley 24.522. Indefectiblemente, la ley concursal no reglamenta la caducidad de la instancia, lo que lleva a aplicar los
ordenamientos locales (art. 278, LCQ), es decir que el inicio del plazo, la suspensión e interrupción se rigen por los Códigos de
rito (art. 311, CPCCN). Se trata de un plazo no perentorio pero improrrogable, por lo que si bien no puede ser alongado por
petición de parte, pero sin declaración judicial que la decrete, los actos posteriores son válidos e interrumpen el plazo (art. 316,
CPCCN). En cuanto al cómputo de la feria judicial, ello depende del ordenamiento local, pues en el orden nacional y en el
bonaerense, se excluye la feria judicial para el cómputo de los plazos corridos (art. 311, CPCCN). Puede ser decretada a petición
de parte interesada o de oficio (arts. 316, CPCCN, y 274, LCQ, respecto del segundo caso).

No hay perención en el principal, pero si caduca a los tres meses en las restantes actuaciones e incidentes, incluido el
anteconcurso. Ello sin perjuicio de las especiales prescripciones respecto de las acciones revocatorias (art. 119, tercer
párrafo, in fine,LCQ), de extensión de quiebra (art. 164, primer párrafo, in fine,LCQ) y de responsabilidad (art. 174, LCQ),
donde se determina que la instancia en estos casos caduca a los seis meses. Respecto del cómpu to de los plazos, atento a que
se trata de meses, se entiende que se computan corridos y no por días hábiles judiciales.

En cuanto a la etapa anteconcursal, si bien ya no se discute que se produce la caducidad de la instancia en dicha etapa
(PEYRANO), sí se lo hace respecto de si se aplican la ley concursal o las leyes locales.

Por un lado, se entiende que, no existiendo concurso, la perención, en cuanto al plazo, se rige por las normas locales y no por
el art. 277, LCQ(16), posición respecto de la cual disentimos. No estamos de acuerdo con tal argumentación porque si bien es cierto
que el concurso comienza con la sentencia que lo abre, la ley concursal regula específicamente la etapa preconcursal, por lo que la
misma debe ser incluida en la previsión que hace la norma analizada cuando se refiere a "las demás actuaciones", pudiendo ser
éstas incidentales concursales o pertenecientes al anteconcurso (17).

Para nosotros la caducidad es procesal, ya que no hay concurso, por lo que se aplican los Códigos rituales, pero su
término es determinado por la ley concursal.

9. Legajo de copias

En el art. 279, LCQ, se dispone la existencia de un expediente concursal mellizo, paralelo o duplicado, llamado "legajo
de copias".

Se ha entendido que dicho expediente es destinado a las consultas públicas, con el fin de salvaguardar las actuaciones
judiciales originales (ROUILLON), y por la existencia de gente malpensada que sospecha de la posibilidad de que alguien sustraiga
el expediente original (MAFFÍA). Preferimos, concordantemente con la ley, entender que la finalidad del legajo es posibilitar la
consulta del juicio aun cuando el expediente principal esté en trámite y no disponible, pues debe estar constantemente en mesa de
entradas del juzgado a disposición de los interesados.

Constituye falta grave del secretario la omisión de mantenerlo actualizado. Este legajo estará formado por las copias
fundamentales del expediente y las que la ley especialmente disponga.

Todas las copias glosadas en él deben llevar la firma de las personas que intervinieron. Cuando se trate de actuaciones
judiciales, consisten en testimonios extendidos por el secretario, aunque tratándose de resoluciones judiciales en general éstas son
firmadas por los jueces directamente. Las citas, remisiones y constancias que deban hacerse de piezas del juicio deben
corresponder siempre a las del original. Por lo que los interesados, según el caso, aparte de la copia que exige el art. 120, CPCCN,
deberán acompañar una más para el legajo. El hecho de que dicha copia, la correspondiente al legajo, no sea acompañada, no
importa rechazar la petición sino diferir su resolución hasta tanto se cumpla con la omisión.

La ley prevé expresamente que se acompañe copia para el legajo en los casos de los arts. 11 (demanda de concurso
preventivo), 32 (pedidos de verificación en el concurso preventivo), 34 (impugnaciones a los pedidos de verificación), 35
(informes individuales), 117 (observación fecha inicial del estado de cesación de pagos), 177, inc. 2º (inventario de los bienes
desapoderados) y 200 (pedidos de verificación en la quiebra), LCQ.

Debe entenderse como copias fundamentales aquellos escritos o documentación que hagan al trámite esencial del
concurso y no aquellos de mero trámite, para lo cual deberá aplicarse un criterio amplio, pues lo contrario podría ir en
desmedro de los interesados (JUNYENT BAS - MOLINA SANDOVAL).

II. Procedimiento incidental

Procesalmente se ha definido al incidente como toda cuestión contenciosa que pueda surgir durante el desarrollo del
proceso y guarde algún grado de conexidad con la pretensión o petición que constituye el objeto de aquél (PALACIO).

Los incidentes concursales se encuentran regulados en las previsiones de los arts. 280 y ss., LCQ, pero existen otros con
trámite especialmente determinado por la ley.

El régimen incidental concursal fue regulado por primera vez por la ley 11.719, estableciendo expresamente en qué casos se
aplicaba dicho procedimiento. A partir de la ley 19.551 se fija una aplicación general para toda cuestión con trámite no previsto.

La clasificación de los distintos incidentes le corresponde a GARAGUSO. Así, encontramos a los incidentes genéricos, que
son los regulados en los arts. 280 y ss., LCQ, sometiéndose a ellos todas las cuestiones que guarden relación con el objeto
principal del concurso y no tengan asignado un procedimiento especial. También dentro de la ley concursal encontramos
incidentes específicos, donde queda incluida toda aquella cuestión que tenga relación con el objeto principal del concurso y cuyo
trámite haya sido reglado especialmente por la ley. Supletoriamente, en estos casos se aplican también los arts. 280 y ss., LCQ,
para las cuestiones no previstas, siempre que la misma ley no remita a algún procedimiento de los Códigos Procesales. Luego
tenemos también los incidentes comunes de los Códigos Procesales, donde incluiremos a toda cuestión estrictamente procesal que
se suscite en el principal o en incidentes, las cuales deben tratarse conforme al procedimiento previsto por las normas procesales
locales. Por último, es dable mencionar la existencia en el proceso concursal de simples incidencias, las que tramitan en el
principal y no requieren, previo a su resolución, traslado alguno, siendo suficiente en algunos casos una vista a la sindicatura.

1. Incidentes genéricos. Aplicación y caracteres

Como norma general, el art. 280, LCQ, dispone una regla residual de tramitación de las cuestiones relacionadas con el
proceso principal, prescribiendo que se formará pieza separada. Allí se ventilarán todas las pretensiones que se susciten en el
concurso y relacionadas con éste, que no tengan trámite especial. Se trata de juicios abreviados de conocimiento pleno cuya
sentencia, considerada definitiva, hace cosa juzgada material o sustancial (18), por lo que tiene efectos intra y
extraconcursales.

La ley, en aplicación concreta de los principios de celeridad concursa y de economía y concentración procesal, en el art.
286, LCQ, dispone la acumulación ab initio de todas las cuestiones, conocidas por el accionante, que deban tramitar por la
vía incidental. Ello, bajo pena de rechazarse in limine las que se entablen con posterioridad. Entendemos que la única forma
en que proceda esta acumulación es que las cuestiones sean de causa común, para así dictarse una sentencia única
(ROUILLON).

2. Trámite especial

El incidente puede ser promovido por el deudor, los acreedores, el síndico o por cualquier tercero que vea afectado un
derecho propio. Impone el art. 281, LCQ, que con la demanda incidental se ofrecía la prueba de la cual quiera valerse el
incidentista, y acompañarse la documental.

En caso de no acompañarse toda la documentación en poder del incidentista u ofrecerse toda la prueba, precluye la
oportunidad procesal siendo improcedente la ampliación de la demanda atento a la celeridad concursal expresada en el art. 278,
LCQ. Debe cumplirse, respecto de la demanda, con los requisitos de forma exigidos por los Códigos de rito (art. 330, CPCCN).

Presentada la demanda el juez hará un previo análisis formal y podrá admitir o rechazar in limine el incidente cuando
sea manifiestamente improcedente, lo que será apreciado discrecionalmente por el juez, sin poder suplir las omisiones en
que haya incurrido el incidentista, lo que importaría amparar la indebida negligencia procesal de éste atentándose contra la
celeridad concursal (art. 278, LCQ). En el primer caso correrá traslado a la parte contraria, para que en diez días conteste la
demanda; ello implicará la admisión del incidente. Dicho traslado se notificará por cédula, al domicilio constituido en el
principal(19). Si no se hubiere constituido domicilio se notificará "por nota" (doctr. art. 273, inc. 6º, LCQ) y si importa la
citación de un sujeto al proceso se notificará por cédula al domicilio real (art. 273, inc. 5º, LCQ). La contestación de la
demanda debe, al igual que la demanda, acompañar la documental y ofrecer la restante prueba y contener las exigencias de
las leyes locales (art. 356, CPCCN). No procede la oposición de excepciones previas, y atento a la naturaleza del proceso
concursal, el allanamiento que haga el deudor incidentado no obliga al juez, debido a la imposibilidad de autocomposición
existente.

Trabada la litis, luego, en los arts. 282, 283 y 284, LCQ, se regula la etapa probatoria del incidente. Se impone así un
plazo máximo del período de prueba de veinte días, estando a cargo del juez señalar el término de dicha etapa dentro de tal
límite, pudiendo desechar aquella que sea improcedente en forma patente, o sea de imposible producción (art. 364, CPCCN).
Conforme al art. 273, inc. 9º, LCQ, y el segundo párrafo del art. 282, LCQ, incumbe a las partes la carga de la prueba.

Está habilitado el juez para clausurar la etapa vencido o no el plazo, declarando la negligencia de la prueba pendiente de
producción por considerarla innecesaria o mandando a producir como medida para mejor proveer aquella que no se haya
producido y crea necesaria para dilucidar el pleito.

También la ley dispone que la prueba debe realizarse en audiencia única, para producir en ella toda la prueba necesaria,
es decir, las absoluciones de posiciones y las testimoniales.

Respecto de la absolución de posiciones entendemos que sólo es admisible cuando se trate de intereses personales del
concursado, aunque no cuando implique intereses de los acreedores, pues se vulneraría la paridad entre ellos, adquiriendo
virtualidad lo expresado respecto de la imposibilidad de autocomponer la litis concursal, incluso la incidental.

En cuanto a estas últimas, el art. 284, LCQ, restringe a cinco el número de testigos admisibles.
Salvo que se requieran más atento a la complejidad de la causa y los hechos controvertidos, los que deben ser ofrecidos
juntamente con la demanda.

El art. 283, LCQ, regula la prueba pericial, donde según las circunstancias podrán ser uno o tres los peritos que actúen,
según lo determine el juez.

En el caso de que sea uno será designado de oficio por el juez y cuando se determinen tres, podrán las partes proponer dos en
un escrito conjunto, sustituyendo así a dos de los tres designados oficiosamente.

No prevé la ley la actuación de la sindicatura en los incidentes genéricos cuando éstos no hayan sido iniciados por
aquélla. Es indudable la necesidad de la participación del síndico (art. 275, in fine,LCQ) y entendemos que ésta debe
producirse, previa vista, una vez concluida la etapa probatoria y considerada la causa de puro derecho por el juez por
aplicación analógica del párrafo 9º del art. 56, LCQ, regulador de la verificación tardía.

Conforme al art. 277, LCQ, la instancia en los incidentes perime a los tres meses.

3. Recursos

En el trámite incidental la ley expresamente determina la procedencia del recurso de apelación en dos casos, el rechazo
in limine del incidente (art. 281, LCQ) y la sentencia que le pone fin (art. 285, primera parte, LCQ), determinándose
expresamente el efecto devolutivo en el primer caso y el efecto suspensivo en el segundo por aplicación del inc. 4º del art.
273, LCQ. En cuanto a la forma de notificación de la sentencia, como ya expusimos, existen discrepancias doctrinarias y
jurisprudenciales, inclinándonos por la notificación ficta o ministerio legis, conforme a lo ya expuesto al analizar el inc. 5º
del art. 273, LCQ.

Toda otra resolución dictada en el trámite del incidente es inapelable (inc. 3º, art. 273, LCQ), sin perjuicio de que la
segunda parte del art. 285, LCQ, admite que se solicite su revocación en la alzada al momento de fundar la apelación
concedida contra la sentencia, importando ello, como ya afirmáramos, una especie de recurso diferido, aunque sin necesidad
de apelación previa.

4. Honorarios

La cuestión de los honorarios regulada en el art. 287, LCQ, fue analizada oportunamente al tratar los honorarios
concursales en general.

Aquí deben regularse honorarios teniendo como base el monto del crédito insinuado y verificado, aplicándose la escala
correspondiente a los incidentes contenida en las legislaciones locales.

La modificación producida en 1995 respecto de este artículo fue producto de la onerosidad que significaba la aplicación de
la doctrina de la Corte Suprema sentada en el caso "Sanfilippo", que imponía que se regularan los emolumentos profesionales
conforme a la escala de las leyes locales correspondiente a los juicios de conocimiento. Como bien se sostuvo, no puede excluirse
la existencia de incidentes concursales sin cuantía económica, o no susceptibles de apreciación económica, por lo que la
regulación se hará teniendo en cuenta las leyes locales para este tipo de casos (ROUILLON).

Ya nos ocupamos al tratar los honorarios en general que nos inclinamos por proveer la regulación de honorarios del
síndico independientemente de la regulación global determinada en la oportunidad del art. 265, LCQ, en los incidentes de la
etapa eventual de verificación, cuando las costas sean impuestas al incidentista no concursado.

5. Costas

La ley concursal nada determina en cuanto a la imposición de costas, por lo que por aplicación del art. 278, LCQ,
adquieren virtualidad las normas locales.

Se aplica, como regla, el principio del vencimiento (arts. 68y 69, CPCCN) y del vencimiento parcial y mutuo (art. 71,
CPCCN). También se aplican las excepciones contenidas en los Códigos Procesales, es decir, la eximición que determine el juez
siempre que encuentre mérito para ello (art. 68, segundo párrafo, CPCCN), cuando se trate de una cuestión dudosa de derecho
(art. 69, primer párrafo, CPCCN). Atento a lo expuesto sobre el allanamiento y la imposibilidad de autocomposición de la litis,
resulta más restringida la excepción contenida en el art. 70, CPCCN, correspondiente al allanamiento real, incondicionado,
oportuno, total y efectivo. Igual excepción en el art. 76, CPCCN, cuando el demandado no ha dado lugar a la demanda y se
allanare a ella.

En general se aplican estos principios procesales en los incidentes concursales; sin embargo, se dan situaciones
especiales en los incidentes de revisión y de verificación tardía. Respecto del primero de ellos, entendemos que corresponde
imponer las costas al acreedor incidentista, cuando la revisión sea promovida por haberse declarado inadmisible su crédito
por insuficiencia probatoria y ésta haya sido subsanada en el incidente sólo con prueba documental, la cual pudo haberse
acompañado en la oportunidad del art. 32, LCQ.

Es decir que el incidente se inicia por exclusiva negligencia del acreedor, existiendo mérito para que el juez se aparte de los
principios generales del vencimiento en las costas. Igualmente la situación debe ser evaluada prudencialmente por el juez en cada
caso en particular.

En cuanto al incidente de verificación tardía, sólo queremos exponer acá que la jurisprudencia ha entendido
mayoritariamente que el acreedor soporta las costas de su insinuación tardía, seguramente influida por la legislación italiana
donde se lo dispone expresamente. Analizando cada caso en particular se fue morigerando dicha doctrina que queda
impuesta como principio general.

III. Pequeños concursos

La tendencia del derecho comparado ha llevado a legislar a partir de la ley 11.719 un régimen para pequeños concursos,
el cual fue excluido por la ley 19.551 e incorporado por el Senado en 1995, pues no constaba en el proyecto de ley que
concluyó promulgándose como ley 24.522. Sin embargo, tanto la ley Castillo como la 24.522 sólo bautizaron, como dijo
MAFFÍA, a los pequeños concursos, sin que se haya estipulado realmente un proceso simplificado para ellos, sólo haciendo
una tímida reducción de sus costos, pero no del trámite en sí.

En el derecho italiano se estableció el procedimiento sumario y en Francia el proceso simplificado para este tipo de
concursos. Su finalidad era la reducción del procedimiento y el abaratamiento de los costos judiciales. En Italia en la Legge
Fallimentare de 1942, la base de la institución es la relación entre la importancia económica del desarreglo financiero y el coste
del procedimiento y no como en la ley de 1903 donde la pequeña quiebra era un beneficio reservado para los pequeños
comerciantes. Lo importante son las proporciones del concurso, es decir que tienen injerencia el volumen patrimonial y la
importancia de la insolvencia, ello porque en el derecho italiano el pequeño empresario se encuentra excluido del concurso
general.

En cambio, en nuestro país no existe procedimiento análogo al italiano, porque en 1933 se buscaba diferenciar a los
pequeños deudores de la gran empresa, para que no estuviesen sometidos a los mismos gravámenes e inevitables inconvenientes
que se presentaban en el concurso en general (CASTILLO). Se tomó como modelo la ley italiana de 1903, que ponía como base
para determinar si existía pequeña quiebra al pasivo del deudor, haciéndose caso omiso de la advertencia hecha en la Comisión
Parlamentaria, proponiéndose que se considerara el activo, como así ya lo aconsejaban en ese momento la comisión reformadora
de la ley italiana que se convirtió en ley en 1942, y la en aquella época vigente, ley inglesa de 1913, que aplicaba el mismo
sistema propuesto en Italia. Haber considerado sólo el pasivo concursal, determinando un importe de éste, hizo que la inflación
redujera la institución legal de la ley 11.719 al olvido.

En la actualidad INSOL ha presentado un informe dirigido al endeudamiento de personas físicas consumidores (consumer
debts) distinguiendo las causas de las obligaciones y considerando las consecuencias sociopsicológicas de la insolvencia de
personas físicas, buscándose para ello una rápida rehabilitación. Se propone tomar medidas de prevención, injerencia estatal y
auxilio de asociaciones de consumidores (ALEGRIA). Las legislaciones francesa y estadounidense son las más avanzadas sobre el
tema, la primera con el régimen de sobreendeudamiento de particulares incorporó al Code de la consommation y la segunda
contiene los procedimientos para los small bussines en el Chapter 12, además de haberse creado otro sistema abreviado de
procedimiento incluido en la Bankruptcy Abuse Prevention and Consumer Protection. Y paso más atrás encontramos al derecho
alemán, el cual crea para el consumidor sobreendeudado, un procedimiento en el cual cede a un fiduciario la parte embargable de
su sueldo por un determinado lapso de tiempo, y si vencido el mismo con buena conducta crediticia puede quedar liberado del
remanente insoluto. En nuestro medio, sin que existan normas concursales la Ley de Defensa al Consumidor es un avance sobre
el tema.

1. Caracteres del pequeño concurso

La ley 24.522 utiliza un sistema plural, no acumulativo, de requisitos que indistintamente constituyen los pequeños
concursos, pudiendo darse cualquiera de las circunstancias para configurarlos, ya sea el pasivo, los acreedores quirografarios
o los trabajadores en relación de dependencia (art. 288, LCQ).
Compartimos el criterio que sostiene que es mucho más seguro que la ley se incline por una pluralidad de supuestos y no
sólo por uno, aunque sea entre varios, debiendo permitirse al juez manejarse con mayor elasticidad (BERGEL). En tal sentido,
ninguno de los tres recaudos previstos por la ley nos satisface. Ello porque preferimos, para el concurso preventivo, el criterio del
monto del pasivo junto con el de la cantidad de acreedores, ya que ellos determinarán la importancia e injerencia para el momento
de la negociación concursal; en cambio, para el caso de quiebras, optaríamos por conjugar los criterios referidos al monto del
activo con el del número de trabajadores, pues ellos adquieren virtual importancia al momento de la liquidación de los bienes y la
distribución del producido entre los acreedores y determinarían además la posibilidad de continuación de la empresa. Igualmente,
todas las medidas que se adopten para realizar la calificación de los pequeños concursos quedan reservadas a la voluntad del
deudor o serán conocidas demasiado tarde en el proceso.

En el inc. 1º del art. 288, LCQ, se incluye el sistema utilizado por la ley 11.719 y por la italiana de 1903, es decir, el del
pasivo, en este caso el denunciado, que no debe alcanzar el equivalente a 300 salarios mínimos vitales y móviles (ley
27.170).

Requisito que puede ser conocido en el concurso preventivo y en la quiebra solicitada por el deudor en el mismo momento
de la presentación, pero en el caso de quiebra a pedido del acreedor recién podrá conocérselo luego de concluida la etapa de
verificación tempestiva (art. 36, LCQ), para algunos recién al presentar el síndico el informe general. Creemos que al momento
de dictarse la sentencia de verificación del art. 36, LCQ, el juez está en condiciones de estimar el pasivo como para clasificar la
quiebra en pequeña o no, sin necesidad de esperar al informe sindical.

El inc. 2º del artículo citado determina que cuando el proceso no presente más de veinte acreedores quirografarios será
considerado pequeño.

Se repite la misma situación que en el caso anterior con la diferencia de que en el caso de quiebra pedida por acreedor, el
juez conocerá tal circunstancia al presentar el síndico los informes individuales del art. 35, LCQ.

El tercer requisito, repetimos, que indistintamente puede generar el pequeño concurso es el de no poseer más de veinte
trabajadores en relación de dependencia; así lo expone el inc. 3º del artículo que venimos analizando.

La forma de determinar tal recaudo es similar a las anteriores con la diferencia de que en la quiebra pedida por acreedor
podrá conocerse recién cuando el síndico presente el informe general del art. 39, LCQ. La crítica que ha suscitado este carácter es
que no resulta significante dentro de la magnitud de la empresa, según el rubro que ésta desarrolle, la cantidad de trabajadores que
tenga a su cargo.

Más allá de los momentos donde el juez puede conocer con certeza la concurrencia de alguna de las circunstancias
aludidas por la ley, lo cierto es que necesariamente el juez debe calificar el concurso al momento de abrirlo sin perjuicio de
que en cualquier momento del estadio procesal pueda modificar su decisión, cuando hayan cambiado las circunstancias que
tuvo en cuenta o el conocimiento sobre éstas (en contra GEBHARDT).

2. Trámite

Si bien, como expusimos, no contiene mayores diferencias procedimentales, el art. 289, LCQ, determina algunas pocas
para el concurso preventivo y sólo una aplicable a la quiebra.

2.1. Pequeño concurso preventivo

No existen muchas distinciones entre uno y otro proceso, pues el deudor que se presenta en concurso preventivo y reúne
alguna de las características del art. 288, LCQ, queda exento de acompañar los dictámenes contables sobre su estado de
situación patrimonial y sobre sus acreedores y deudas (incs. 3º y 5º del art. 11, LCQ), y no se constituirá obligatoriamente en
su concurso el comité de control ni podrá aplicarse el sistema de salvataje del art. 48, LCQ. El fracaso de estos pequeños
concursos preventivos desemboca necesariamente en la quiebra indirecta, aunque se trate de los sujetos individualizados por
el art. 48, LCQ. La ley 26.684 de 2011 incluyó una nueva certificación contable en la demanda de concurso preventivo (la
referida a las deudas laborales y previsionales) la cual no fue excluida para los pequeños concursos. También la reforma
omitió modificar el rótulo comité de acreedores por el de comité de control en el art. 288, LCQ.

La exclusión de presentar los dictámenes o certificaciones contables, produce una economía en los costos del trámite
concursal, no así la del comité de control, pues en el caso de que se le reconozca honorarios, cuando no se constituya, éstos serán
devengados por el síndico como controlador del acuerdo. En cuanto al procedimiento del art. 48, LCQ, si bien simplifica el
trámite, es una solución que resulta incompatible ab initio con los pequeños concursos porque tiene que ver la magnitud de la
empresa que es directamente proporcional a la importancia de su viabilidad económica.
Respecto del comité de control, atento que la ley determina que no será necesaria su constitución, creemos que la ley quita
su obligatoriedad, lo que no excluye que facultativamente el juez, de oficio o a petición del interesado, determine su constitución.
Supletoriamente, y en concordancia con lo expuesto, el art. 289, LCQ, dispone que si no se constituye dicho comité, el contralor
del acuerdo estará a cargo de la sindicatura, la cual no cesará en sus funciones y tendrá las mismas atribuciones que aquél.

2.2. Pequeñas quiebras

La única exclusión en el procedimiento que dispone la ley para el caso de las quiebras es la constitución facultativa del
comité de control, pues las referidas a los dictámenes o certificaciones contables sólo tienen importancia en la quiebra
pedida por el mismo deudor, pero como la omisión no obsta a la quiebra (art. 86, LCQ), tales exigencias, cuando no
encuadre la quiebra en el art. 288, LCQ, carecen de relevancia.

Igualmente, en los casos en que la quiebra sea pedida por acreedor y se den las circunstancias de tiempo que apuntamos, si al
decretarla el juez decide que no se dan los requisitos para encuadrarla dentro del art. 288, LCQ, y la abre con el procedimiento
ordinario, el comité de control deberá ser promovido por el síndico luego de la resolución del art. 36, LCQ, por lo que no deberá
constituirse si de allí surge la existencia de alguna de las características dispuestas en los incs. 1º y 2º del art. 288, LCQ (pasivo
no mayor a $ 100.000 y no más de 20 acreedores quirografarios), pues el recaudo del inc. 3º (trabajadores en relación de
dependencia) recién será conocido al presentarse el informe general.

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JURISPRUDENCIA

Conf. C. Civ. y Com. Rosario, en pleno, JA 1982-1V-562; C. Nac. Com., sala E, LL 1984-A-464; sala D, LL 1996-E-33; sala C, LL
1986-C-189; Sup. Trib. Just. Tierra del Fuego, ED 173-414, C. Civ. Com., sala I, LL, Supl CyQ, 29/4/2008; C. Civ. y Com. Bahía Blanca,
sala I, ED 95-575, DSC 2007-238; SC Mendoza, LL 1990-E-475; C. Nac. Com., sala C, LL 1996-B-569; C. Nac. Com., sala B, ED 72-280;
C. Nac. Com., sala E, ED 141-142; C. Nac. Com., en pleno, 11/12/2001, "Rovarrella", LL 27/2/2002; SCBA, BO 26/10/2001; CSJN, JA
1994-II-445, C. Civ. y Com. Rosario, en pleno, ED 102-192; CSJN, Fallos 311:1971, CSJN, JA 1994-II-445, Fallos 317:700; SCBA,
"Carrín", Ac. 75.786; SCBA, "Escaray Zapiola", Ac. 82.348; C. Civ. y Com. Bahía Blanca, sala I, DSC 260-2009-771; SC Mendoza, sala I,
"Espósito", RDPC 2003-I-515; C. Nac. Com., sala B, LL 1988-C-483; C. Nac. Com., sala A, LL 1979-C-550; C. Nac. Com., sala B, JA
2001-I-155; C. Civ. y Com. Rosario, sala IV, LL 2001-A-637; CSJN, LL 1995-A-353; SCBA, ED 113-633; SCBA, 14/4/2010, "Logui".
CSJN, 28/3/2000, "Bahía Automotores". SCBA, 16/6/2004, "García Paz".

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