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CAPÍTULO VI - FUNCIONARIOS CONCURSALES

I. Órganos y funcionarios concursales

Más allá de la actuación del deudor y los acreedores dentro del concurso, adquieren virtual importancia, atento al
carácter oficioso e inquisitivo que lo rige, los órganos y funcionarios que en él se desempeñan, formando así el organismo u
oficio de la quiebra, junto con los órganos judiciales. Ellos otorgan organicidad a la instrumentación humana, debiéndose
entender por tal cometido el encauzamiento y la conducción del proceso concursal (MARTORELL).

Estos órganos —algunos funcionarios públicos— constituyen instrumentos mediante los cuales el Estado opera y
desenvuelve el proceso concursal. Los procesos concursales exigen la constitución de un centro de poder autónomo, procesal,
específico que coordine y realice actividades a través de las cuales se articula el concurso. Las funciones de estos órganos nacen
originariamente de la ley concursal.

A lo largo de la historia concursal, han variado las facultades y deberes de los jueces y de los síndicos, y la profesión de
incumbencia de estos últimos o su desdoblamiento en cuanto a sus funciones, con los liquidadores hasta 1972. También se
han creado nuevos funcionarios para actuar en este tipo de proceso, como el comité de acreedores creado por la ley 11.719,
lo que se llamaba primitivamente comité de vigilancia y con la ley 26.684 pasa a ser el comité de control, los estimadores
nacidos a través del cramdown creado por la ley 24.522, pasando a ser en 2002 los evaluadores en el mismo procedimiento
del art. 48, LCQ. A pesar de estos cambios, se observa que existen dos categorías de órganos concursales: una que
representa el interés público a través de la labor jurisdiccional y otra, la de los órganos especiales, pues su actuación sólo ha
sido prevista en estos procesos singulares, como el síndico, el comité de control, el administrador, los evaluadores, entre
otros.

La enumeración que hace el art. 251, LCQ, es meramente ejemplificativa, pues pueden existir otros sujetos que actúen
en el concurso en situaciones especiales no previstas por la ley.

Nuestro ordenamiento concursal, respecto de la actividad de los órganos del concurso, ha receptado el principio de la
estabilidad intra y extrafalencial de los actos cumplidos por ellos. Si bien no contiene una norma genérica, ello surge de diversos
artículos de la ley, cuando se legisla sobre la revocación de la quiebra (art. 102, segundo apartado, LCQ), en el caso de
continuación de la explotación de la empresa (art. 184, inc. 8º, LCQ). Todo ello con el fin de proteger derechos adquiridos por
terceros, siempre dentro del límite de la legalidad de dichos actos.

Las funciones que la ley otorga a los funcionarios del concurso son indelegables (art. 252, LCQ). Ello impone la
actuación directa de la persona designada, sin posibilidad alguna de que aquellas funciones sean delegadas a terceras
personas, ni siquiera a través del contrato de mandato. Esto no afecta que aquéllos puedan valerse de sus empleados, siempre
bajo la responsabilidad del funcionario, y en el caso específico del síndico los supuestos de actos fuera de la jurisdicción y el
asesoramiento profesional. La norma de indelegabilidad procura evitar la corruptela de la sustitución de los funcionarios
(ROUILLON).

1. Sindicatura concursal

La sindicatura concursal históricamente ha sido ejercida por los acreedores, por contadores y por abogados, conjunta,
indistinta o excluyentemente según el ordenamiento jurídico de que se trate. En nuestra legislación tiene principal
preponderancia, actualmente, la sindicatura a cargo de un contador público.

Sostuvimos ante de ahora que resultaba necesario que se formule una reforma en la legislación concursal, respecto de la
sindicatura, proponiéndose que sea interdisciplinaria, no sólo jurídico-económico-contable sino con injerencia en otras materias,
según cada tipo de proceso concursal. Concluimos que la sindicatura actualmente se ve desbordada en el planteo de ciertos temas
que escapan de su órbita económico-contable, en su gran mayoría por ser estrictamente jurídicos. Por ello, proponemos una
reestructuración de la sindicatura concursal, que debe ser desempeñada por diferentes profesionales, según el caso de que se trate,
determinando dicha "distribución de tareas" en forma objetiva. Nada nuevo ofrecemos sino que reflotamos el proyecto del Poder
Ejecutivo —Ministerio de Economía— que, con las modificaciones que todos conocemos respecto de la sindicatura, fue
sancionado como ley 24.522. Así, cuando se trate de pequeños concursos de personas individuales que no ejerzan actividad
comercial, suficiente sería que la sindicatura sea desempeñada por un abogado, como era antaño. Ante el pequeño concurso de
una empresa, individual o colectiva, no existirían mayores problemas para que la sindicatura sea desarrollada por un contador
público; si bien reconocemos que en estos casos pueden darse planteos estrictamente jurídicos, pueden ser mayores y más
importantes —y de hecho lo son— las cuestiones económico-contables y financieras que puedan ser zanjadas por los contadores.
En los casos de grandes concursos donde deban actuar estudios debería exigirse que éstos no sean formados sólo por contadores
sino que sean jurídico-contables, limitándose así la actuación de los contadores al dictamen en las cuestiones referentes a la
incumbencia de sus conocimientos, y dejando la parte jurídica para los abogados. Finalmente, en el caso en que se decida la
continuación de la explotación de la empresa, la sindicatura también debería estar compuesta por un profesional en
administración de empresas. Y decimos como parte de la sindicatura, no externo, porque debe actuar juntamente con el contador
y el abogado.

Es fundamental en el concurso la actuación del síndico, por lo que debe ser responsablemente atendido por la ley
concursal, determinando concretamente su incumbencia profesional sin dejar resquicios para actuaciones que encubran otras
realizadas dentro de la sindicatura.

1.1. Naturaleza de la función sindical

A lo largo de los años se han desarrollado diferentes doctrinas para determinar la naturaleza de las funciones sindicales
dentro del proceso concursal. Se han defendido, durante la historia de la sindicatura, diversas teorías.

La doctrina predominante, especialmente en nuestro país, es aquella que entiende que el síndico es un órgano del
concurso (SATTA, RAGUSA MAGGIORE, PLINER, MAFFÍA y la mayoría de la doctrina argentina), afirmando que es un órgano
necesario del concurso con funciones originarias impuestas por la ley, doctrina adoptada por la Corte de Justicia de la
Nación(1). En un antiguo fallo, la Cámara de Apelaciones Civil y Comercial de Bahía Blanca, integrada por el Dr. Adolfo
PLINER, sostuvo que "el síndico es un oficial público que actúa por delegación de las funciones del tribunal y no en interés
de una u otra de las partes, su jerarquía es asimilable a la de los peritos" (2). Nosotros nos enrolamos entre los que entiende a
la sindicatura como función pública, tesis que creemos nacida de la obra de SALGADO DE SOMOZA, padre del publicismo
concursal. Sostenemos que el síndico ejerce una función pública, como sujeto llamado a actuar en el proceso concursal por
el Estado independientemente de la voluntad de las partes.

El síndico realiza funciones que comprometen al Estado nacidas por intermedio de una norma general creada por un órgano
estatal competente, y como funcionario público queda sometido a su estatuto contenido en la ley concursal. El Estado, en su
continuo quehacer de creación y aplicación de derecho, utiliza al síndico, como órgano, para desarrollar sus actividades dentro del
proceso concursal, lo que no podría desarrollarse sino por medio de hombres que actúen en nombre del Estado.

En el ámbito del derecho penal se ha considerado al síndico como funcionario público alcanzándolo las agravantes y los
tipos penales que especifican a dicho sujeto (3). Lo mismo ocurre en los estatutos internacionales anticorrupción donde el
síndico puede quedar fácilmente incluido en el concepto de funcionario público. Recientemente se ha afirmado que la
naturaleza jurídica de la sindicatura debe ser asimilada a la de un órgano del proceso concursal, pero además, que quien
ostenta dicha institución es un profesional con funciones públicas delegadas por el Estado (ENZ).

1.2. Estatuto del síndico concursal

En nuestro régimen, el art. 253, LCQ contiene las normas para la designación de los síndicos concursales.

En el derecho romano los acreedores designaban un magister encargado de la venditio honorum, que era primordialmente
depositario y custodio de los bienes del deudor, y luego el pretor designaba uno o varios curatores bonorum que se encargaban de
la venta de los bienes. En la etapa estatutaria, con la influencia germánica, el curador o síndico era designado por el magistrado en
los sistemas publicistas y en los privatistas era designado por los acreedores reunidos en junta, donde el síndico actuaba en
representación de aquéllos.

Actualmente, la sindicatura concursal es desempeñada por contadores públicos con una antigüedad de cinco años en la
matrícula, sorteados de dos listas —una de síndicos individuales y otra de estudios de contadores— que serán formadas cada
cuatro años por la Cámara de Apelaciones, de cada jurisdicción, dando preeminencia a aquellos que posean título de
posgrado de especialista en sindicatura concursal (art. 253, incs. 1º, 2º y 3º, LCQ). También se tendrán en cuenta los
antecedentes profesionales, académicos y la anterior experiencia en sindicatura concursal. La ley actual prioriza la
sindicatura profesional, la experiencia y la especialización.

La designación del síndico es hecha por el juez concursal. Al abrir el concurso, teniendo en cuenta la complejidad del
asunto, determinará si actúa un contador (sindicatura clase B) o un estudio (sindicatura clase A); luego, en audiencia pública,
lo desinsaculará de la lista correspondiente (arts. 253, inc. 5º, 14, inc. 2º, y 88, inc. 1º, LCQ). Sin embargo, es usual y
frecuente que se designen síndicos-estudios para los "grandes" concursos y síndicos individuales para los "pequeños» (art.
288, LCQ). Los sorteos se realizan independientemente para concursos preventivos y quiebras, por lo que cada aspirante
tiene la posibilidad de ser desinsaculado una vez en cada uno de los sorteos de cada tipo de proceso, hasta que sean
designados todos los componentes de cada lista (art. 253, incs. 4ºy 6º, LCQ). El sistema de sorteos asegura imparcialidad y
es el más sencillo y transparente.
La ley prevé también la designación de una sindicatura plural (art. 253, in fine,LCQ) (4), lo que significa que, a
consideración del juez, en ejercicio de una potestad discrecional, puede designarse más de un síndico teniendo en cuenta la
magnitud del concurso y la complejidad de la tarea a desarrollarse, ya sea que lo haga ab initio o durante el proceso
concursal, cuando las características de éste lo requieran.

Se ha entendido que esta previsión en principio debe entenderse referida a jurisdicciones en que no exista lista de estudios,
pero no se excluye que en procesos complejos se pueda designar más de un estudio; por nuestra parte, entendemos que esta última
es la interpretación correcta.

Designado, el síndico actúa en el concurso preventivo hasta la homologación del acuerdo o hasta el cumplimiento de
éste en el caso de que se trate de un pequeño concurso donde actuará como controlador de aquél, y en la quiebra actúa hasta
su conclusión (art. 254, LCQ). Particularmente el art. 253, inc. 7º, LCQ, determina que actuará el mismo síndico en la
quiebra indirecta consecuencia de la frustración del concurso preventivo (no obtención de las mayorías, no homologación
del acuerdo y nulidad del acuerdo), pero no actúa en la que se decrete como consecuencia del incumplimiento del acuerdo;
sin embargo, el art. 64, LCQ, determina contrariamente que en este caso actúa el mismo síndico, debiéndose entender que
esta última norma corresponde a los pequeños concursos donde no ha cesado la actuación de la sindicatura por la
homologación del acuerdo, continuando su actuación en la quiebra indirecta (RIVERA). ROUILLON, entiende que el art. 64 se
aplica sólo en caso de quiebra directa pequeña decretada estando pendiente el cumplimiento de un acuerdo preventivo;
también en contra y entendiendo que debe prevalecer el art. 64, LCQ, en todos los casos, rigiendo el principio de unidad
procesal y de economía procesal.

Los postulantes a la sindicatura incluidos en las listas respectivas como suplentes sólo participarán de los sorteos cuando
pasen en reemplazo de los titulares ya sea por que éstos han renunciado, han sido removidos, suspendidos o háyanse tomado
licencia. El suplente reemplaza al titular en la lista pero no los procesos donde el titular ya fue designado.

Se determina en el art. 256, LCQ el régimen de incompatibilidades para el ejercicio de la sindicatura concursal. El
síndico queda afectado por las mismas causas, respecto del fallido, de recusación y excusación de los magistrados que
prevén las legislaciones procesales locales. Cuando se trate de un estudio que ejerza la sindicatura, dicha incompatibilidad
debe darse respecto de los integrantes principales.

Si el profesional no denunciase encontrarse dentro de las causas que le producen la incompatibilidad y no se excusa dentro
de los cinco días de su designación o desde la aparición de la causa, ello será considerado como causa grave y dará lugar a que el
juez imponga la sanción que corresponda.

En caso de que dicha incompatibilidad se dé respecto de un acreedor, se designará un síndico ad hoc, nombramiento que
recaerá sobre un síndico suplente de la lista.

También el juez concursal puede designar excepcionalmente un síndico ad hoc cuando exista conflicto de intereses entre la
sindicatura y algún acreedor que provocaría su incompatibilidad, y en general en todo supuesto de cese de la función del síndico
producida en el proceso. En caso de que la incompatibilidad fuese con el deudor corresponde la excusación. Para la designación
del síndico ad hoc se entiende que puede nombrarse al suplente del titular o realizarse un sorteo extraordinario para reemplazar al
síndico afectado por la incompatibilidad (GRISPO); nosotros creemos que necesariamente debe nombrarse un síndico de la lista de
titulares pues los suplentes reemplazan al titular en la lista.

La indelegabilidad de funciones de los funcionarios concursales alcanza a la sindicatura, obligando al síndico a actuar
personalmente y cuando actúe un estudio deberá designarse quien ejercerá la función personalmente en representación de
aquél. Existen excepciones que se producen cuando el síndico debe actuar en extraña jurisdicción, pues si bien allí debe
actuar personalmente la ley prevé dos casos de delegación (art. 258, LCQ): uno es la inexistencia de fondos para traslados u
otra causa justificada, en cuyo caso actuará el agente fiscal de la jurisdicción que corresponda; el otro es cuando, existiendo
fondos, el juez autoriza a que se designe un apoderado del síndico para que actúe fuera de la jurisdicción del concurso.
También la ley permite, en su art. 257, LCQ la contratación de profesionales para su asesoramiento cuando la materia
exceda su competencia, incluso podrá actuar con patrocinio letrado.

Los honorarios de dichos profesionales están al exclusivo cargo del síndico; sin embargo, entendemos que cuando el
patrocinio letrado sea obligatorio conforme las leyes rituales locales, dichos emolumentos deberán ser determinados
individualmente en el proceso y no estarán a cargo del síndico sino que correrán la suerte de la imposición de costas. También
importa una excepción el caso en que la contratación del profesional haya sido previamente autorizada por el juez del concurso. A
partir de 2006, la ley 26.086 impuso que cuando estemos ante juicios no atraídos, el síndico actuará a través de un abogado
mandatario suyo, y también que la regulación de honorarios de este apoderado letrado, en caso de que el concursado sea
condenado en costas, estará a cargo del juez del concurso.

La sindicatura concursal es irrenunciable por lo que la actuación y el ejercicio de sus funciones son obligatorias (art.
255, primer y segundo párrafos, LCQ), pudiéndose admitir la renuncia sólo en el caso en que exista causa grave que impida
al funcionario desempeñarse en sus funciones, lo que afectaría todos los concursos en que actúe y produciría la exclusión de
la lista de sorteo.

Ello deberá ser evaluado con carácter restrictivo por la Cámara de Apelaciones, quien tiene la superintendencia
administrativa de la lista de los síndicos concursales. La petición debe hacerse ante el juez concursal, quien eleva el pedido a la
Cámara, y durante el tiempo de trámite y hasta la aceptación de la renuncia el síndico debe seguir en sus funciones, salvo que por
razones fundadas el juez designe uno ad hoc. La renuncia al ejercicio de la sindicatura fundada en causa grave que impida su
desempeño, debe necesariamente ir acompañada de la invocación, aun somera, de las circunstancias concretas y objetivas que
llevan a tomar tal decisión preservando así el principio de irrenunciabilidad que de manera expresa preceptúa tal norma tendiente
a evitar la indebida selección de la causas por parte de los interesados conforme su conveniencia (5).

Para pedir licencia (art. 255, último párrafo, LCQ), el síndico debe demostrar una imposibilidad temporaria, que no
puede superar los dos años, en el ejercicio de sus funciones.

Ésta es evaluada por el juez concursal con apelación a la Cámara en caso de denegatoria. Todo esto es consecuencia de
prácticas de antaño en que los síndicos sólo ejercían funciones en los procesos que les convenían económicamente. Es decir que
ahora el profesional no puede elegir en qué proceso actuar y en cuál no, sino que debe asumir su cargo en todos aquellos en que
sea desinsaculado.

También la ley concursal como estatuto del síndico determina las sanciones que le corresponden al funcionario por
negligencia, falta grave o mal desempeño de sus funciones (art. 255, tercer y cuarto párrafos, LCQ).

A modo ejemplificativo, podemos considerar como causas que pueden dar lugar a sanciones al síndico la inactividad
procesal, la actuación en beneficio personal, el abuso en sus atribuciones, la delegación de funciones en otros contadores u otros
profesionales, el desconocimiento de su función, entre muchas otras.

Las sanciones según la actuación del síndico pueden ser graduadas por el juez concursal desde el apercibimiento hasta
la remoción, pasando por la multa, para lo cual deberá analizarse la actividad sindical en su conjunto, es decir, en todos los
concursos en que actúe; pero un buen comportamiento global no obsta a la remoción si la falta es extremadamente grave. La
resolución es apelable.

Las sanciones pueden ser impuestas en forma oficiosa por el juez o puede tramitarse un incidente cuando éstas son
solicitadas por el deudor o alguno de los acreedores. Si bien no lo prevé la ley, es posible que el juez suspenda provisoriamente al
síndico afectado por la causa que amerita el análisis de la sanción hasta tanto ésta sea resuelta, debiéndose designar a un síndico
suplente ad hoc. La remoción de un contador síndico individual, no afecta al estudio que conformare en otra lista (6).

La remoción debe ir acompañada, como accesoria, de la inhabilitación para desempeñar el cargo de síndico, por un
lapso de cuatro a diez años, pudiendo también importar la reducción de los honorarios a regularse de un 30% a un 50%,
salvo que existiese dolo, lo que permitiría una reducción mayor. En cuanto a la multa que puede imponérsele al síndico, es
hasta un máximo de un sueldo de juez de primera instancia.

1.3. Funciones del síndico en los concursos

Como ya expusimos, nos enrolamos dentro de la doctrina que entiende a la función sindical como pública. El estatuto
del síndico concursal, la ley de la materia, determina que el funcionario ejerce las funciones que en ella se determinan (art.
254, primera parte, LCQ).

Las funciones de la sindicatura son de las más diversas, lo cual dificulta su caracterización; tiene atribuciones heterogéneas
de variada importancia, siendo en algunos supuestos mero auxiliar del magistrado y consecuentemente sin autonomía decisoria, o
alternativamente con poderes casi discrecionales, y en otros un verdadero funcionario estatal. Luego de la reforma realizada por la
ley 26.086, en el caso de concurso preventivo, las funciones del síndico han sido ampliadas y complicadas sobremanera. Durante
la evolución histórico-concursal, la función del síndico ha ido variando desde lo más simple hasta una compleja estructura
funcional que las leyes ordenan con las más diversas tareas para estos funcionarios dentro de los concursos. Esto se debe a la
mayor importancia que ha adquirido el mundo de los negocios en general y la creciente competencia que se le ha atribuido al
síndico en los diferentes regímenes legislativos.

El art. 275, LCQ, realiza una determinación incompleta de las funciones del síndico en los concursos, las cuales no
quedan limitadas a dicha norma porque existen otras que surgen en general de la misma ley.

Las funciones del síndico difieren en cuanto importancia tanto sea en un concurso preventivo como en una quiebra. En el
primero realiza la vigilancia de la administración ejercida por el síndico, emite los dictámenes mensuales correspondientes, y los
informes requeridos por la ley 26.086, como asimismo presenta los informes individuales y generales, estos últimos también en
las quiebras, pero en éstas su principal función es la administración y la liquidación del patrimonio del fallido y la posterior
distribución de su producido.

Las funciones de la sindicatura, podemos dividirlas en funciones administrativas —también conservatorias—,


dictaminantes —también informativas— y procesales —también fedatarias—.

Las funciones administrativas del síndico son instrumentales.


Si bien en el concurso preventivo el síndico no administra los bienes del deudor, ejerce al respecto una función fiscalizadora
de la administración que realiza aquél de su patrimonio, lo que se refleja en el desapoderamiento atenuado que existe en este tipo
de procedimientos. En cambio, en la quiebra ejerce la administración del patrimonio del fallido por la existencia del
desapoderamiento pleno. En la quiebra, la función administrativa es aquella que más exige a la sindicatura. El síndico debe tomar
posesión de los bienes a través de la incautación, incluso de los libros y la contabilidad, tomar las precauciones necesarias para
conservar éstos y llevar a cabo los contratos que crea convenientes. No sólo eso, sino que también debe cumplir
contraprestaciones para mantener bienes en el patrimonio del quebrado, cumplir las obligaciones contractuales del deudor, cobrar
y percibir los créditos de titularidad del fallido. También puede, a fin de obtener frutos, dar bienes en locación o convenir otro
tipo de negocio sobre los bienes, como así también decidir la venta, previa autorización judicial, de bienes perecederos que estén
expuestos a una disminución en su precio o sean de conservación dispendiosa, o cuando sea necesaria su realización para
solventar gastos del concurso.

Dentro de estas funciones, el inc. 5º del art. 275, LCQ, lo autoriza a expedir certificados de prestación de servicios de
los dependientes, destinados a la presentación ante los organismos de seguridad social, según constancias de la contabilidad.

Concordantemente con la función administrativa, el síndico es partícipe necesario en la etapa de liquidación de los bienes en
la quiebra, donde realiza todas las tareas preparatorias a las subastas o licitaciones, siendo controlador indispensable de dichos
actos, sellando su actuación con la presentación del informe final y el proyecto de distribución. Al síndico, dentro de la
administración que realiza en la quiebra, debe distinguírsele la gestión empresaria que ejerce cuando se determina la continuación
de la explotación de la empresa. Esta función va mucho más allá de la administración ordinaria que se hace en la quiebra, pues el
síndico no se limita a terminar las operaciones en curso, sino que podrá realizar nuevas contrataciones que aseguren el giro de la
empresa, sus posibilidades de obtener nuevas utilidades. En toda la función administrativa de la sindicatura, los poderes de ésta
deben ser integrados, en ciertos casos determinados por la ley, por la autorización judicial como autoridad de tutela y de control
de sus quehaceres.

A las funciones dictaminantes, dentro de la etapa verificatoria, PAJARDI las llama "de contradictor". Así, el síndico debe
determinar el pasivo concursal en la etapa de verificación tempestiva e integrarlo con la eventual, en la primera presentando
un informe individual y en la segunda un informe fundado, luego de la etapa probatoria sobre incorporación o no del crédito
a dicho pasivo. También incumbe al síndico la presentación de un informe general. En general, el síndico ejerce esta función
dictaminante no sólo donde lo determina la ley expresamente sino en todos aquellos casos en que el juez del concurso,
previo a resolver, crea necesaria la opinión fundada del síndico. En 2006, con la reforma de la ley 26.086, se le imponen al
síndico importantes y nuevas funciones dictaminantes que complican su tarea en el concurso preventivo; además de ser
algunas de ellas inconsistentes e innecesarias, en otros casos son incluso de casi imposible cumplimiento.

La ley determina que la etapa de verificación tempestiva debe realizarse extrajudicialmente ante la sindicatura, culminando
su labor con la presentación de los informes individuales; por ello la ley le impone que durante el período de verificación de
créditos y hasta la presentación del informe individual, tenga oficina abierta al público en los horarios que determine la
reglamentación que al efecto dictará la Cámara de Apelaciones respectiva (inc. 7º, art. 275, LCQ), siendo necesario también que
dé recibo, con fecha y hora bajo su firma o la de la persona autorizada expresamente en el expediente, de todo escrito que le sea
presentado en su oficina durante el período de verificación de créditos y hasta la presentación del informe individual, el que se
extenderá en una copia del mismo escrito (inc. 8º, art. 275, LCQ).

En el nuevo art. 14, inc. 11, LCQ, se requiere del síndico que presente un informe respecto del pasivo laboral denunciado por
el concursado y un dictamen, previa auditoría contable, sobre la existencia de otro pasivo laboral que pueda ser objeto de pronto
pago. Además, la misma norma impone que debe pronunciarse sobre la situación futura de los trabajadores en relación de
dependencia ante la suspensión del convenio colectivo; y, finalmente, el nuevo inc. 12 del art. 14, LCQ (incluido por la ley
26.086), dispone que el funcionario deberá emitir un informe mensual sobre la evolución de la empresa, lo que significa que
solamente será presentado cuando el concursado funcione a través de alguna estructura empresarial. Además, por imperativo
legal, su desempeño responde a la dirección que lleva el juez del proceso, por lo que no tiene función decisoria. Así, en la
práctica, las decisiones que tome el juez van a apoyarse generalmente en los aportes técnicos que haga el síndico.

Las funciones procesales, contrariamente a las anteriores, son de carácter institucional, porque hacen del actuar del
síndico algo insuprimible y esencial (PAJARDI). Entre ellas encontramos como primordiales aquellas funciones
inquisitoriales, cuyos deberes-facultades son otorgados por el art. 33, LCQ.

Para ello puede requerir informes del deudor y de los acreedores como así también solicitar al juez las medidas que cree
convenientes a tales fines. Debemos diferenciar la actuación procesal que tiene la sindicatura en aquellos procesos por ella
iniciados y en aquellos relativos a los bienes desapoderados de la que tiene en aquellos relativos a la conformación de la masa
pasiva donde no realiza actividad procesal sino dictaminante, presentando un informe.

El art. 275LCQ determina cuáles son estas funciones.

Primordialmente, el proemio del art. 275, LCQ, para el proceso concursal en general —no sólo en la etapa verificatoria—,
determina como facultad de la sindicatura que puede efectuar las peticiones necesarias para la rápida tramitación de la causa, la
averiguación de la situación patrimonial del concursado, los hechos que puedan haber incidido en ella y la determinación de sus
responsables. Para ello la ley lo faculta a librar cédulas y oficios (inc. 1º, art. 275, LCQ), solicitar informes a entidades públicas o
privadas (inc. 2º, art. 275, LCQ), requerir del concursado, acreedores, o terceros las explicaciones que crea convenientes (inc. 3º,
art. 275, LCQ), examinar los expedientes judiciales o extrajudiciales en los que se ventile cuestión patrimonial del concursado y
relacionada con ella (inc. 4º, art. 275, LCQ). El inc. 6º del artícu lo que venimos citando contiene una norma general que
determina la amplitud de funciones procesales de la sindicatura, disponiendo que puede, en general, solicitar todas las medidas
dispuestas por esta ley y otras que sean procedentes a los fines indicados.
Mención aparte merece la denominación del síndico que hace la última parte del art. 275, LCQ, como "parte" en el
principal y en los incidentes y la que hace el art. 21 tercer párrafo LCQ. Como dijimos, el síndico es un funcionario público
por lo que no puede constituirse en parte.

Actúa por imposición estatal, conforme lo determina la ley, y no por voluntad de las partes del proceso, por lo que se trata de
un sujeto imparcial en el concurso en procura del interés general.

Como bien hemos advertido, cuando la ley impone que el síndico sustituya la legitimación procesal del fallido, esto es sólo
en lo relativo a los bienes desapoderados, integrando también la relación procesal en los juicios en que el concursado
preventivamente sea parte. Respecto a la mención "parte necesaria" en el art. 21, LCQ entendemos que el síndico no puede ser
parte y mucho menos necesaria, lo primero porque existe incompatibilidad entre las funciones del síndico y el concepto de parte
procesal y lo segundo porque la referida mención se entiende como necesaria participación del síndico en el proceso pero no
como parte.

Por supuesto, la labor de la sindicatura resulta remunerativa.

El maestro PAJARDI la entiende, concordantemente con nuestra postura sobre la naturaleza de la función sindical, como un
munus publicum retribuido. El hecho de que el síndico no reciba una retribución fiscal no le excluye el carácter de funcionario
público. Ello porque en el caso de los síndicos, si bien estos no son remunerados por el Estado, éste determina la forma en que
serán cubiertos sus emolumentos, momento, forma y montos a regularse, excluyendo dichas disposiciones del ámbito privado a
través de la prohibición del pacto extraconcursal de honorarios. Es decir que sólo se transfiere a la esfera privada el pago de
dichos honorarios. Estamos frente a un funcionario remunerado, pues su actividad no se desarrolla ad honorem. No reciben
sueldo, ni dieta del erario público, pero sí honorarios dentro del proceso judicial. Esa forma de retribución no varía la naturaleza
de la función, pues es funcionario público por imperio de la ley y porque el Estado, como colectividad jurídicamente organizada,
así lo ha dispuesto.

2. Comité de control

El comité de control es la implementación de un sistema de vigilancia y control de gestión dentro del concurso de la
gestión del deudor en el concurso preventivo y de la sindicatura en la quiebra.

Sea como fuere el nombre que se le haya dado a la institución, siempre en el proceso concursal hubo una participación
importante de los acreedores, organizados de alguna forma, ya sea ejerciendo la misma sindicatura concursal o en forma
independiente y coadyuvante a ésta. En este orden de ideas, el Código prusiano de Quiebras de 1855 la legislaba como consejo de
administración; la ley italiana de 1882 contenía la delegación de acreedores; la ley francesa de 1889 la introdujo como comisión
de vigilancia; en nuestro derecho concursal, la ley 4156de 1902 los instituía como síndicos del concurso; la ley 11.719 los
incorpora como comisión de vigilancia; la ley 19.551 los llamó controladores del acuerdo; la 24.522 lo designa como comité de
acreedores, teniendo como principal fuente las sections 1101 y 1102 del Chapter Eleven del Bankruptcy Cocle y finalmente la ley
26.684 que incorpora a los representantes de los trabajadores en su constitución lo denomina comité de control.

Se ha confundido en doctrina la relación directa existente entre el antiguo comité de acreedores y el voluntarismo en el
concurso; se ha entendido que ello resulta incoherente con el carácter inquisitivo del proceso (RUSSO), aunque también se expuso
que la ley 24.522 significó un regreso al voluntarismo (IGLESIAS), entendiendo que nuevamente los problemas de la insolvencia
volvían a resolverse solamente entre deudor y acreedores, tutelándose primariamente el interés de los acreedores ( MAFFÍA). Sin
embargo, muy bien explica Rivera que nada tiene que ver el control que hagan los acreedores con el voluntarismo, pues las
iniciativas concursales preventivas están exclusivamente a cargo del deudor. Coincidimos en eso y en que el voluntarismo no
resulta incompatible con el sistema inquisitivo concursal, pues éste siempre tiene que tener un tinte dispositivo; como ya
expusimos oportunamente, dichos principios son relativos. Ello no quita que la ley 24.522 sea voluntaria o tenga proyección a
ello —ahora morigerada por la ley 25.589— y el comité de acreedores, si bien no es un rasgo característico de dicha filosofía
concursal, teniendo en cuenta sus funciones, lo cierto es que es un elemento más, no determinante por cierto, que ayuda a realizar
dicha caracterización. Y por qué no afirmar que representa la convergencia de concepciones de índole público-privadas
(PAJARDI). No podemos negar que la inclusión del comité de acreedores y la regulación que se le otorga han dado mayor
protagonismo a los acreedores, aunque realmente no han tenido los resultados que se esperaban, ahora se pretende mejora la
cuestión con el comité de control y la participación de los trabajadores. Necesariamente debe entenderse que el hecho de la mayor
participación que se le ha dado a los acreedores y a los trabajadores no significa que la solución del conflicto concursal sea de
exclusiva competencia privada entre deudor y acreedores, o entre ellos y los trabajadores, sino que sigue siendo primordial y
mucho más influyente en el proceso la actividad de la sindicatura y por supuesto la del juez concursal.

Igualmente tiene funciones de consulta, pues el juez, previo a resolver ciertas cuestiones, debe darle intervención a
dicho comité para que se expida al respecto. La principal y más seria de las funciones delegadas a este comité es la del
control de cumplimiento del acuerdo homologado en el concurso preventivo, la cual anteriormente, y como ocurre ahora en
los pequeños concursos, estaba a cargo del síndico.

Más allá de la minuciosa regulación que la ley le dispensa a los comités de control, éstos no han dado resultados positivos,
siendo muy pocos, casi ninguno, los procesos concursales en los cuales ha habido integración de éstos. Y pese a la detallada
regulación que se pretendió hacer en la ley 24.522 hubo omisiones que conspiraron contra el triunfo del instituto, que si bien
pueden ser soslayadas por el juez como director del proceso, su falta de regulación juega en contra de la operatividad de la figura.
El problema es otro; no creemos que asegurándoles algunas funciones más o menos importantes dentro del proceso los acreedores
participen en los concursos, pues directamente se encuentran impedidos por idiosincrasia. Debe producirse un cambio cultural
que permita cumplir en la práctica con la injerencia procesal que se pretende de ellos. Es difícil lograr esto en nuestro país, y
notorio es el fracaso de la ley 24.522 y de sus comités de control constituidos por acreedores.

Estamos ante un órgano colegiado deliberativo, que actúa como auxiliar de la justicia pero en interés exclusivo de los
acreedores y los trabajadores, por lo que no puede ser relacionado con función estatal alguna.

Creemos que en nada cambia que la ley sólo le otorgue el rango de funcionario del concurso al comité definitivo del
concurso preventivo, es decir, al controlador del acuerdo (art. 251, LCQ), pues la naturaleza de sus funciones es la misma en los
diferentes comités.

Este comité de control es de integración necesaria en los grandes procesos concursales, y facultativa en los pequeños
(art. 289, LCQ), sin que la ley impida su constitución si se cree conveniente.

El art. 260, LCQ, se constituye en el verdadero regulador estatutario del comité de control, aunque resulta incompleto y,
como veremos, se integra con otras normas. Existen así diversos tipos de comités de control que varían sus funciones
conforme desarrollen sus actividades en el concurso preventivo o en la quiebra. En el concurso preventivo tenemos un
primer comité de control denominado "provisorio", el cual fue derogado por la ley 26.086 en 2006 y restablecido por la ley
26.684 en 2011. Ahora, tenemos un comité provisorio, otro en el período de exclusividad y otro que actúa luego de la
homologación del acuerdo, que es el verdadero controlador del que habla el art. 260, LCQ. En cambio, en la quiebra existe
una única constitución del comité de control y, cuando ésta es indirecta, continúa actuando como comité en ella el
controlador del acuerdo, cuando éste haya sido designado.

La constitución del primer comité provisorio en el concurso preventivo se produce en el auto de apertura (art. 14, inc. 13,
LCQ) y queda integrado por los tres acreedores quirografarios de mayor monto que haya denunciado el concursado en su
presentación concursal y un representante de los trabajadores de la concursada, elegido por los trabajadores. Luego, se modifica
la integración del comité de control, en la resolución sobre categorización de acreedores, donde el juez constituirá éste, por lo
menos, con un acreedor de cada categoría, entre los cuales debe estar el acreedor de mayor monto de cada categoría y se
incorporan dos representantes más de los trabajadores. El juez podrá reducir la cantidad de representantes de los trabajadores
cuando la nómina de empleados así lo justifique. A partir de ese momento cesarán las funciones de los anteriores integrantes del
comité que representan a los acreedores. Como bien determina la ley, en su art. 260, sexto párrafo, LCQ, las funciones de estos
comités son de información y consejo.

Para la conformación del comité definitivo su integración debe ser incluida en la propuesta del deudor y que quedará
formado por dichos acreedores que como mínimo deben ser tres, lo que importa la aceptación de la mayoría al conformarse el
acuerdo, también permanecerán en sus cargos los representantes de los trabajadores. Igualmente la ley es confusa porque en el art.
45, LCQ, dice que "la integración del comité deberá estar conformada por acreedores que representen la mayoría de capital" y el
art. 260, LCQ, dice que "sus integrantes son elegidos por los acreedores por mayoría de capital". Integrando las normas, debe
entenderse que la composición del comité definitivo de control debe ser aprobada por acreedores que representen la mayoría del
capital. Algunos han interpretado el art. 45, LCQ, entendiendo que los integrantes del comité definitivo debían contar con la
mayoría de capital; sin embargo, resulta correcto entender que la palabra "conformada" en el art. 45, LCQ, debe ser entendida
como "aprobada". Aquí la función es de control del cumplimiento del acuerdo y continúa su actuación en caso de fracaso del
acuerdo y declaración de quiebra indirecta (art. 260, primer párrafo, LCQ). Está obligado a informar de su gestión a los
acreedores con la periodicidad que se indique en el acuerdo, la que no deberá ser inferior a cuatro meses, y mensualmente en la
quiebra, confeccionando y colocando a disposición de éstos el informe en el domicilio que a tal efecto constituyan en el
expediente (art. 260, tercer párrafo, LCQ). También deberá emitir opinión para el levantamiento de la inhibición de quien
estuviere en etapa de cumplimiento del acuerdo preventivo (art. 260, cuarto párrafo, LCQ). Dicha función primordial del comité
definitivo en el concurso preventivo no es excluyente, pues también tiene las funciones de información y consejo que tiene el
provisorio.

En la quiebra se constituye un único comité de control, salvo en aquella indirecta por incumplimiento del acuerdo donde
continúa la actuación del controlador o comité definitivo del concurso preventivo. La constitución del comité de control en la
quiebra debe ser promovida por la sindicatura. El comité se constituirá como mínimo con tres acreedores y con los representantes
de los trabajadores. Aquí también las funciones son de información y consejo, pudiendo en la etapa de liquidación proponer
medidas, sugerir a quién debe designarse para efectuar la enajenación de los activos o parte de ellos, fundando su proposición en
razones de conveniencia para la mejor realización de los bienes; exigir información a los funcionarios del concurso; solicitar
audiencias al juez interviniente y cuanta otra medida considere conveniente en la etapa procesal de su actuación (art. 260,
segundo párrafo, LCQ). El deber de presentar informes de su gestión en la quiebra debe cumplirse mensualmente. También el
comité de control en la quiebra actúa como controlador de la etapa de liquidación.

El comité de control, en uso de sus facultades informativas, puede requerir información al síndico y al concursado;
exigir la exhibición de libros, registros legales y contables; proponer planes de custodia y conservación del patrimonio del
concursado; solicitar audiencias ante el juez interviniente, y cuanta otra medida considere conveniente en la etapa procesal
de su actuación (art. 260, segundo párrafo, LCQ).

El art. 260, último párrafo, LCQ, expresa que los integrantes de los comités de control pueden ser removidos por las
mismas causas y por el mismo procedimiento que los síndicos —remite al art. 255, LCQ—, sin perjuicio de que sus
integrantes podrán ser sustituidos en cualquier oportunidad por los acreedores o los trabajadores, bajo el mismo régimen de
mayorías de su designación. También se aplican las reglas de la recusación, principalmente en el supuesto de ser
competidores del deudor que pretendan obtener información reservada que pueda ser utilizada en contra del concurso.
En cuanto a la remuneración de los comités de control, si fuese prevista, se regulará en el acuerdo en el caso de
concurso preventivo y en la quiebra la fijará el juez teniendo en cuenta las funciones cumplidas (art. 260, quinto párrafo,
LCQ).

Pareciera que la tarea del comité provisorio en el concurso no resulta remunerada (RIVERA); sin embargo, creemos que los
honorarios de dicho comité deberán ser regulados por el juez, al homologarse el acuerdo, teniendo en cuenta la labor realizada
(art. 265, LCQ). Para otros, ambas regulaciones en el concurso preventivo deben ser contenidas en el acuerdo tanto para el comité
provisorio como para el definitivo (KLEIDERMACHER). Al respecto, nosotros debemos hacer una diferenciación a la que ya
aludimos: los honorarios del comité provisorio, por tratarse de tareas ya cumplidas, deben ser determinados judicialmente
conforme la labor realizada; en cambio, los emolumentos del comité definitivo deben estipularse en el acuerdo, si se cree
conveniente tal remuneración por trabajos futuros, es decir, el control desacuerdo.

Finalmente, la ley prevé en su art. 260, penúltimo párrafo, LCQ, la posibilidad de que el comité de control contrate
asesores profesionales para que lo asistan en su tarea con cargo a los gastos del concurso.

Agrega la ley que la remuneración de dichos profesionales será fijada por el juez al momento de la homologación del
acuerdo, del cumplimiento del acuerdo preventivo, o de la finalización de la liquidación, según haya sido el caso de la actuación
de dichos profesionales, en relación con el desempeño cumplido y la labor realizada, no pudiendo resultar dicha remuneración, en
su conjunto, para todos los intervinientes, superior al medio por ciento del monto de los créditos de los que resulten titulares los
miembros del comité, ni inferior a un sueldo de secretario de primera instancia de la jurisdicción en que tramite el concurso o
quiebra. Esta norma también nos habilita a sostener, como ya lo hicimos, que al comité provisorio en el concurso preventivo
corresponde la regulación judicial de los honorarios en la oportunidad del art. 265, LCQ.

3. Otros funcionarios

3.1. El Ministerio Público

En cuanto al agente fiscal, la ley prevé que deberá requerirse su intervención cuando deban realizarse actividades
procesales y diligencias en extraña jurisdicción (art. 258, segundo párrafo, LCQ). Otorgados los máximos poderes-
facultades y deberes del concurso al juez y al síndico, escasa es la participación que le cabe al Ministerio Público, pues
queda resguardado el orden público con las actuaciones de aquéllos.

Más importante o con mayor participación sería la actuación del fiscal de Cámara, quien deberá emitir dictamen, en la
alzada, en todos los recursos en que el síndico sea parte y también en la alzada cuando haya impugnaciones al acuerdo en el
concurso preventivo (art. 276, LCQ).

3.2. Coadministradores

La ley concursal, en su art. 259, LCQ, dispone la actuación de coadministradores para los casos de continuación de la
empresa (arts. 189a 195, LCQ).

Entendemos que por aplicación del art. 17, LCQ, cuando el concursado preventivamente contravenga los arts. 16 (actos
prohibidos) y 25 (viaje al exterior), LCQ, o cuando oculte bienes, omita información, falsee datos o actúe en detrimento de sus
acreedores, podrá el juez designar un coadministrador fijando sus facultades en el auto que lo disponga.

La elección puede recaer sobre profesionales inscriptos en una lista creada por superintentencia a tal efecto, o
directamente ser realizada por el juez entre quienes revistan la calidad exigida por la ley.

Por nuestra parte, y para que no existan ininteligencias con el síndico del concurso, en el caso de continuación de la empresa
en la quiebra, propusimos que estos coadministradores o profesionales en administración de empresas sean parte integrante de la
sindicatura para que sea más "aceitada" la participación en este tipo de procesos. Por ello, la elección no sería directamente hecha
por el juez a través del sorteo de una lista, sino que juntamente con el contador para ejercer la sindicatura concursal debería
inscribirse un administrador de empresas, como integrante de ésta, para así existir una relación profesional de confianza y
coordinación entre ambos.
Las funciones que ejercen los coadministradores dentro de la etapa de continuación de la empresa son fijadas por el juez
del concurso al momento de decidir dicha continuación y duran hasta la finalización de ésta, salvo el caso de remoción. Las
funciones de los coadministradores son ejercidas en conjunto con la sindicatura, aunque el juez puede decidir que lo hagan
independientemente.

Compartimos la postura que entiende que si bien la ley sólo remite al régimen de remoción del síndico (art. 255, LCQ),
les son aplicables a los coadministradores, en general, las reglas sobre desempeño, actuación personal, contratación de
personal y licencia previstas para los síndicos (JUNYENT BAS - MOLINA SANDOVAL). En cuanto a la remuneración de estos
funcionarios, corresponde aplicar el art. 269, LCQ, que determina que las retribuciones, juntamente con las del síndico, no
pueden exceder del 10% del resultado neto obtenido en la explotación, no pudiendo compu tarse el precio de venta de los
bienes del inventario. En el caso en que no haya ganancias, los emolumentos deben fijarse teniendo en cuenta la extensión
del trabajo, importancia, complejidad y la responsabilidad comprometida.

3.3. Enajenadores

También los enajenadores tienen virtual importancia en el proceso de quiebra; de ellos se ocupa el art. 261, LCQ, los
cuales son considerados como auxiliares delegados del juez.

Generalmente la designación se realiza a través de sorteo en audiencia pública de una lista conformada al efecto, salvo el
caso del concurso especial donde el martillero podría ser propuesto por el ejecutante cuando estuviese previsto en el contrato; lo
mismo para las ejecuciones de garantías reales en el concurso preventivo. Entendemos que ello es así porque, en resguardo de la
voluntad contractual, la misma filosofía de la ley concursal que permite la ejecución separada de la general reconoce
implícitamente, en estos casos, la primacía de aquella voluntad, y además en nada se perjudica a la quiebra.

La ley 24.522 no se limitó a considerar enajenadores en la quiebra solamente a los martilleros como lo hacía la ley 19.551,
sino que incorpora otros sujetos profesionales con experiencia en la venta de activos complejos. Así se incluye a bancos
comerciales o de inversión, intermediarios profesionales en la enajenación de empresas, o cualquier otro experto o entidad
especializada. Sin embargo, creemos que la norma es enunciativa y el juez podrá designar a cualquier persona con tal que sea
experta o especializada en la enajenación del tipo de cosas que se vendan, para así flexibilizar la liquidación en la quiebra,
obteniendo mayor rentabilidad en la venta de activos.

Solamente cuando se trate de un martillero la ley exige que tenga casa abierta al público y como mínimo seis años de
antigüedad en la matrícula. También determina la norma, sea martillero o no, que sólo cobrarán comisión del comprador y
sólo podrán realizar los gastos de costumbre para la subasta, necesitando para los demás autorización judicial. Sin embargo,
se ha resuelto que se aplica este principio para el caso de subasta fracasada, pero cuando ésta haya sido suspendida a
instancia del fallido y la quiebra culmina sin liquidación corresponde el pago de honorarios a cargo del deudor.

3.4. Evaluadores

Los evaluadores, como los denomina la ley, son los encargados de valuar las cuotas o acciones representativas del
capital social y el valor presente del pasivo, en el procedimiento del art. 48, LCQ, llamado "salvataje" o cramdown.

El art. 262, LCQ reformado por la ley 25.589, cambió la denominación de los estimadores, que hacía la ley 24.522, por la de
"evaluadores". Oportunamente criticamos la denominación empleada por la ley, entendiendo que debieron ser "valuadores"
porque valuarán, determinarán un valor, un precio, y nada tienen que evaluar, pues eso corresponde al juez. En el Diccionario de
la Real Academia Española, valuar: valorar, es señalar el precio de algo; evaluar: es señalar el valor de algo, estimar, apreciar,
calcular el valor de algo; valuador: persona que tiene por oficio valuar; evaluador: que evalúa; finalmente, precio: valor
pecuniario en que se estima algo. La cuestión es sencilla: debe entenderse que "valuar" se utiliza para determinar el valor como
precio y "evaluar" se utiliza para estimar un valor no pecuniario. En consecuencia, creemos que conforme el nuevo art. 48, el que
dispone que "la valuación establecerá el real valor de mercado", debe entenderse que se hace una valuación y que quien la hace es
un valuador.

Se trata de verdaderos peritos que tienen conocimientos técnicos ajenos a los del juez, aunque algunos entienden que se trata
de un funcionario del concurso, posición ésta que no podemos compartir, porque el hecho de que así los denomine la ley o que
determine que sus honorarios se determinarán juntamente con los de los demás funcionarios no expresa su naturaleza, sino que
ésta está dada por su función y ella es el peritaje.

Los valuadores son bancos de inversión, entidades financieras autorizadas por el BCRA o estudios de auditoría de más
de diez años de antigüedad, los que serán designados por el juez de una lista creada al efecto, de la cual el comité de
acreedores propondrá una terna para ello. Si no existe la lista, el comité de acreedores sugerirá a dos o más postulantes.
En el caso en que no se haya constituido el comité de acreedores, entendemos que deberá ser designado directamente por el
juez sorteándolo de la lista que se haya conformado o a propuesta de la sindicatura si ésta no existiese. Algunos han entendido
que directamente debe designarse al BCRA, como banca oficial.

Los honorarios se determinarán en la oportunidad en que se regulen los de los demás funcionarios y se hará teniendo en
cuenta el trabajo realizado y no el monto de la valuación.

Se ha criticado la designación de los valuadores entendiendo que en los grandes concursos preventivos existiría una
sindicatura plural que ya tendría opinión fundada sobre la valuación y además porque es una simple operación financiera que los
profesionales contadores públicos se encuentran capacitados para hacer. Ello, en busca de una reducción de honorarios estériles.

3.5. Empleados

En el art. 263, LCQ, se contempla la posibilidad de que el síndico contrate empleados, los que actuarán bajo su
responsabilidad.

En cuanto a la naturaleza de la relación, se sostuvo que no se vinculan por contrato de trabajo alguno con el concurso (7); sin
embargo, en otro orden se ha dicho que se trata de un contrato de trabajo eventual (GARCÍA MARTÍNEZ - FERNÁNDEZ MADRID).
Por nuestra parte, nos adherimos a esta última postura, entendiendo que el empleado queda vinculado con el síndico a través de
un contrato laboral eventual y lo único establecido dentro de la ley, para lo cual se requiere la autorización, es el diferimiento del
pago de sus honorarios al concurso en lugar de ser a cargo del síndico contratante. En cambio, si el síndico no solicita la
autorización, serán a su cargo los emolumentos pero igualmente se regirán por un contrato de trabajo eventual.

Para dicha contratación, el síndico necesita autorización judicial, la cual contendrá el tiempo y los honorarios —a cargo
del concurso— a percibir por los empleados. Para ello, el juez ponderará la necesidad de personas que colaboren con el
síndico para la eficaz y económica realización de sus tareas. La incorporación de personal no le permitirá al síndico obviar el
cumplimiento de su función en forma personal e indelegable.

El art. 264, LCQ, regula el pago de estos servicios y dispone la imposibilidad de que éstos sean abonados antes de que
sean fijados definitivamente a través de la correspondiente regulación judicial en oportunidad del art. 265, LCQ.

Las excepciones a la prohibición de extraer fondos del concurso para el pago a cuenta de servicios continuados cuya
remuneración dependa de estimación judicial son: el caso de servicios retribuibles mensualmente o por operaciones contratadas y
pagos durante la etapa de continuación de la empresa, incluyendo síndico y coadministrador. No creemos que el caso del arancel
de verificación, más allá de lo dispuesto en el segundo párrafo de la norma, sea una excepción a este principio, pues no resulta
una extracción de fondos del concurso sino que es abonado por los acreedores insinuantes; la norma impide el "pago a cuenta"
por el concurso, no el "cobro a cuenta".

II. Honorarios en los concursos

El derecho al cobro de honorarios por los trabajos realizados tiene rango constitucional como parte de la garantía de
inviolabilidad de la propiedad (art. 17, CN), lo que se plasma cuantitativamente a través de la regulación judicial.

Siempre se ha criticado la onerosidad de los procesos concursales; por ello, la reforma de 1995 reduce las escalas aplicables
en la ley anterior y finalmente la primera reforma del 2002, es decir, la ley 25.563, reduce aún más dichos emolumentos para el
caso del concurso preventivo. En su momento criticamos dicha decisión reformadora, entendiendo que carecía de fundamento
temporal, por no haberse hecho mayores consideraciones y no haber realizado un análisis profundo sobre el tema de los
honorarios en los concursos. También expusimos ante los lobbies pre-reforma que limitar nuevamente los honorarios concursales
conspiraba contra el ejercicio de las funciones de los profesionales en el concurso, pues se había pasado de la onerosidad al
abaratamiento y se pretendía llegar a la liberalidad de éste y, parafraseando a Dasso si se paga con maníes el concurso lo harán los
monos. Creíamos conveniente que la modificación sólo versara sobre determinar más específicamente la forma de distribución de
los emolumentos entre los profesionales del concurso y las distinciones entre pequeños y grandes concursos. Igualmente se ha
buscado a través de estas morigeraciones de honorarios que éstos no constituyan un lastre que impida que la empresa concursada
se recupere o que sean desproporcionados respecto del dividendo a percibir en la quiebra pero siempre debe tenerse en cuenta que
estos procesos son dispendiosos, atento a los funcionarios que necesariamente deben intervenir

1. Oportunidad de la regulación
El derecho al cobro de honorarios no nace a partir de la regulación judicial sino a partir del comienzo de la actividad
procesal generadora de éstos, pero se necesita de aquélla para su cuantificación. Dichos emolumentos son consecuencia de la
imposición de costas general que se hace en el proceso concursal, la cual recae sobre el concursado, por lo que dichos
honorarios son considerados como prededucibles (art. 240, LCQ).

El art. 265, LCQ, determina taxativamente en qué momento deben regularse judicialmente los honorarios de los
funcionarios del concurso. Así, en el concurso preventivo se regula al homologarse el acuerdo, en la quiebra al aprobarse el
proyecto de distribución final y en cada complementario que haya, o al concluir el proceso por avenimiento, y en cualquier
momento que concluya, por la causa que sea, el concurso preventivo o la quiebra.

Claramente la ley impone que, en general, al culminar el proceso deben regularse los honorarios sin poder hacerse
estimaciones anticipadas y serán inoponibles al concurso aquellas regulaciones que se hagan a los funcionarios en otros tribunales
distintos al concursal.

En concordancia con ello corresponde regular honorarios al declararse el cumplimiento del acuerdo, al producirse el
desistimiento voluntario o sancionatorio en el concurso preventivo, el desistimiento de la quiebra por el deudor, cuando se
revoque la sentencia de quiebra, en el caso de conclusión de la quiebra por pago total, clausura por falta de activo o
inexistencia de acreedores, conclusión por carta de pago, al rechazarse la presentación en concurso preventivo o la petición
de quiebra.

La determinación de la oportunidad en que se regularán los honorarios concursales obedece a que fuera de dichos estadios
procesales resulta difícil determinar cuantitativamente la base para determinar los emolumentos devengados y se establece a fin
de evitar que a través de regulaciones parciales se puedan alterar los topes arancelarios (BARACAT).

En todas las incidencias planteadas en el proceso en que no proceda la regulación de honorarios prevista para los
incidentes por el art. 287, LCQ, corresponde regular los honorarios de la sindicatura cuando el concurso sea vencedor en
costas; en cambio, si el concurso carga con las costas la regulación será global al finalizar el proceso.

2. Escalas de regulación

Necesariamente el juez del concurso, previo a determinar los honorarios de los profesionales del concurso, debe
determinar expresamente la base regulatoria, para que pueda justipreciarse la regulación realizada.

Más allá de los topes arancelarios impuestos por la ley, lo cierto es que los emolumentos concursales deben determinarse
teniendo en cuenta el derecho a la retribución de cada titular atento el devengamiento de dichos honorarios por la actividad
profesional desarrollada y teniendo en cuenta el principio de proporcionalidad respecto de la labor propia y en relación con la de
los demás profesionales.

En principio, la pauta para la regulación de honorarios es el activo concursado, en el concurso preventivo el


prudencialmente estimado y en la quiebra el efectivamente liquidado.

La regulación sobre la escala arancelaria que hace la ley concursal excluye la aplicación de las leyes locales sobre la
materia (art. 271, primer párrafo, LCQ), aunque podría admitirse la integración con ellas en casos no previstos
específicamente, atento la remisión general contenida en el art. 278, LCQ, cuando sean compatibles con la rapidez y
economía procesal concursal(8). También entendemos que deben regularse los honorarios de las etapas preconcursales
(anteconcurso) teniendo en cuenta las leyes arancelarias locales, atento a no estar previstas en la ley y no configurar etapa
concursal alguna(9).

La ley determina los parámetros entre los cuales deben regularse los honorarios de los funcionarios, entendiendo
comprendidos en ellos al síndico, incluido su asesor letrado, al apoderado de la sindicatura en actuaciones
extrajurisdiccionales, al letrado del deudor en el concurso preventivo o pedido de propia quiebra y al abogado del acreedor
que peticionó la quiebra.

No deben incluirse en dichos topes, por tener previsiones legales específicas, a los coadministradores (arts. 269y 270, LCQ),
al comité de acreedores y sus asesores (art. 260, LCQ), a los enajenadores (art. 261, LCQ), y a los valuadores (art. 262, LCQ).

La distribución que corresponde del total de honorarios entre los profesionales que hayan actuado debe ser hecha
prudencialmente por el juez teniendo en cuenta los trabajos realizados, su naturaleza, importancia y extensión. Más allá de
los topes impuestos por la ley, e interpretándose restrictivamente, el art. 271, segundo párrafo, LCQ, habilita al juez a no
respetar los mínimos, cuando sea desproporcionada la regulación que correspondería respecto de los trabajos efectivamente
realizados.
Tal solución legal es consecuencia del principio de proporcionalidad que impone a los jueces dejar de lado los topes legales
para conceder una regulación justa. La ley impone que el juez debe fundar tal decisión, dando lugar a una resolución ex aequeo et
bono. Para algunos, dicho requisito es sobreabundante porque tratándose de una sentencia debe estar necesariamente fundada.

Un punto aparte merece el caso del letrado del síndico. Tenemos en claro que aplicándose el art. 257, LCQ, los
honorarios del patrocinante son a su exclusivo cargo, salvo que dicha contratación sea autorizada por el juez concursal y
entonces serán gastos prededucibles, en cuyo caso formarán parte de la regulación total e incidirán sobre los topes
establecidos por la ley.

La posición contraria entiende que en cualquiera de los dos casos —a cargo del síndico o del concurso— los honorarios del
letrado del síndico integran la regulación total influyendo en los topes legales, produciéndose en consecuencia una disminución
de los gastos concursales. El yerro de esta postura radica en entender que por el hecho de que exista patrocinio letrado del síndico
los honorarios correspondientes a éste puedan variar; pero no es así: el funcionario obtendrá siempre la misma regulación, sólo
que la que se haga para su letrado —cuando esté a su cargo— será determinada conforme y manteniendo relación con los
emolumentos estimados para la sindicatura, sin ser incluida en la regulación total, por lo que el concurso nunca se vería
perjudicado. Y en caso de estar dichos honorarios del letrado a cargo del concurso, como gasto prededucible, dicha regulación no
afectará tampoco al concurso, sino a los titulares de los restantes honorarios, pues siempre aquél queda resguardado por los topes
legales, dentro de los cuales se incluirán dichos emolumentos. Llegamos a estas conclusiones por el solo hecho de que las escalas
legales son impuestas para los honorarios a cargo del concurso. Igualmente deberá analizarse cada caso en particular y determinar
la necesidad e importancia para el concurso del patrocinio letrado del síndico, lo que en definitiva no modificará la forma de
regular los honorarios, sino que servirá para determinar judicialmente si éstos son a cargo del síndico o del concurso. También se
ha llegado a sostener la inconstitucionalidad del art. 257, LCQ.

La ley dedica el art. 272, LCQ, a la apelabilidad de la regulación de honorarios, por los titulares y el síndico.

La determinación es apelable por parte del deudor en el concurso preventivo, avenimiento, al concluir el concurso
preventivo, al concluir la quiebra por pago total o cartas de pago. Aquí adquiere importancia la consulta de los honorarios por la
alzada —aun cuando nadie haya apelado—, en los casos en que el deudor no está habilitado para apelar, pudiendo solamente
reducirlos o confirmarlos pero nunca aumentarlos por no haber habido interés del interesado. También la alzada puede revisar la
base patrimonial tenida en cuenta por el juez para regular los emolumentos, pues la norma es una consecuencia directa del orden
público concursal.

2.1. Acuerdo homologado

El art. 266, LCQ, regula la forma en que se determinarán los honorarios en caso de homologación del acuerdo en el
concurso preventivo. Creemos que las pautas que determina el art. 266, LCQ, son igualmente aplicables para los casos en
que el concurso haya culminado por el procedimiento del art. 48, LCQ.

La escala va del 1% al 4% del activo estimado.

La base para ello es el activo prudencialmente estimado por el juez. Son pocas las bases que tiene el magistrado para hacer
esa estimación más allá de lo que le informe la sindicatura, por lo que generalmente se toma el activo determinado en el informe
general, aunque excepcionalmente se tendrán en cuenta la denuncia realizada por el concursado al momento de su presentación y
los cambios de valores que pudiesen darse desde el momento en que se considera el activo hasta el auto regulatorio.

Igualmente, y para una correcta valoración económica del asunto, aquí la ley impone un doble parámetro, pues la
determinación de los honorarios no puede superar el 4% del pasivo verificado, por lo que éste se convierte en tope máximo.
En cambio ROUILLON entiende que la regulación debe oscilar entre el 1% del activo y el 4% del pasivo, cuando aquél sea
mayor a éste. También la norma determina que la regulación no puede ser inferior a dos sueldos de secretarios de primera
instancia. Y aunque este tope supere el 4% del activo o del pasivo, debe ser respetado atento el fundamento de la norma,
cual es dignificar la labor profesional con una remuneración mínima determinada objetivamente a través de parámetros
comparativos. La ley 25.563, a la cual nos hemos referido antes, incorpora un nuevo tope para casos de activos importantes,
prescribiendo que cuando éstos superen los cien millones de pesos, los honorarios no pueden superar el 1%. Igualmente,
nada impide que se aplique en este caso el tope del 4% del pasivo, por lo que el agregado estaría de más.

El fundamento del doble tope atiende a la realidad de casos en que el concurso preventivo es requerido por quien tiene un
importante activo inmovilizado y llega al concurso por no poder afrontar sus obligaciones exigibles, lo que haría, teniendo en
cuenta sólo el activo, que los funcionarios con sus regulaciones sean los principales acreedores del concurso.

El art. 289, in fine,LCQ, determina que los honorarios correspondientes al síndico en los pequeños concursos por la
etapa de cumplimiento del acuerdo serán del 1 % de lo que se le pague a los acreedores, regulación que deberá hacerse al
decretarse el cumplimiento del acuerdo (art. 59, sexto párrafo, primera parte, LCQ).
Finalmente, cabe agregar que, regulados los honorarios en la resolución homologatoria del acuerdo, éstos se hacen
exigibles a los noventa días de dicha sentencia o juntamente con el pago de la primera cuota concordataria (art. 54, LCQ).

2.2. Quiebra liquidada

En el art. 267, LCQ, la ley determina las pautas para la regulación de honorarios en caso de liquidación en la quiebra, ya
sea el caso de distribución final (inc. 4º, art. 265, LCQ) o distribuciones complementarias (inc. 3º, art. 265, LCQ); siendo
también aplicable la norma para los casos de pago total (art. 268, inc. 1º, LCQ). También se aplica la norma para los casos
de conclusión de la quiebra por carta de pago y por avenimiento, casos en los que también se tendrá en cuenta el activo —
realizable— no realizado y las etapas efectivamente cumplidas.

La base regulatoria estipulada por la norma es el activo realizado y se debe entender por activo liquidado el producto
bruto de la liquidación de los bienes.

En el activo realizado deben quedar incluidos aquellos bienes liquidados en concurso especial, pues aquéllos conforman el
activo concursal y ella es la razón de ser de la reserva que debe hacer el juez de las sumas resultantes del concurso especial (art.
244, LCQ). Por ello, no corresponde una regulación de honorarios autónoma de los funcionarios en el concurso especial, ya que
dichas labores serán remuneradas en el concurso general. Sólo deben reservarse las sumas estimadas por los emolumentos
referidos a la liquidación, que no son los honorarios completos relacionados con dichos bienes, los que en conjunto se valorarán
en la oportunidad de los arts. 265y 267, LCQ. En igual sentido, se entendió que los bienes grabados con derechos reales de
garantía o con privilegios especiales forman parte del activo y, por ende, integran el capital compu table a los efectos de las
regulaciones(10). En sentido contrario, se sostiene que deben ser excluidos los bienes realizados mediante concurso especial (art.
209, LCQ), de cuyo producido sólo pueden detraerse los gastos y honorarios que señala el art. 244, LCQ. Concordantemente con
ello, se resolvió que el activo realizado es aquel liquidado en el concurso con participación de los beneficiarios de los honorarios
a regularse; no se computan los realizados en concursos especiales, salvo los excedentes producidos una vez satisfechos los
créditos en cuyo beneficio se formó el concurso especial, y en la medida en que se incorporaron a la masa general sujeta a
distribución(11).

La ley impone que las regulaciones deben oscilar entre el 4% y el 12% del activo realizado, no pudiendo igualmente ser
inferior a tres sueldos de secretario de primera instancia de la jurisdicción. Se busca evitar regulaciones ínfimas que no se
relacionen con la importancia y responsabilidad que importa el proceso concursal, mínimo éste que prima por sobre el
máximo estipulado respecto del activo. Sin embargo, resulta aplicable nuevamente el art. 271, segundo párrafo, LCQ, que
permite al juez por resolución fundada no respetar los mínimos establecidos por la ley cuando hubiese desproporción entre
los honorarios y las tareas efectivamente realizadas.

Resulta aplicable al caso el inc. 2º del art. 268, LCQ, que habilita a que las regulaciones consuman el total del activo
liquidado, teniéndose en cuenta que en caso de bienes vendidos en concurso especial los emolumentos se harán efectivos sobre
las reservas realizadas en dichos procedimientos (art. 244, LCQ), y el resto siendo crédito prededucible (art. 240, LCQ)
concurrirá a prorrata con las demás acreencias que contemplen la misma preferencia.

En el caso de distribuciones complementarias no es necesario respetar los pisos establecidos por la ley si ellos ya fueron
tenidos en cuenta al momento de realizarse la distribución final, aunque siempre debe ponderarse el aumento que provoca la
nueva distribución.

2.3. Clausura del procedimiento de quiebra

En el segundo inciso del art. 268, LCQ, la ley concursal determina las pautas para la determinación de los honorarios de
los profesionales en los casos de clausura del procedimiento de quiebra por falta de activo o de acreedores, sin imponer
topes ni bases de cálculo, esto último por ser inexistente en dicho supuesto; o no hay activo realizado o no hay pasivo que
justifique la realización de activo.

Igualmente, y aunque la ley no lo prescriba, el juez pude tener en cuenta, como pauta: cuando no haya activo,
excepcionalmente el pasivo verificado; cuando no haya pasivo, valorará el activo, y cuando ambos son inexistentes, el crédito en
virtud del cual se solicitó la quiebra (BARACAT). En estos casos es primordial la labor discrecional del juez quien debe ponderar,
para determinar los emolumentos, la labor realizada, pudiéndose consumir el total de los fondos existentes, luego de
desinteresados los acreedores con privilegio especial y los demás créditos prededucibles.
En el caso de quiebra sin activo, atento a que su presupuesto es la inexistencia de activo suficiente para satisfacer los
gastos de juicio, incluidos los honorarios, el pasivo es indiferente si el activo es tan bajo que no cubre los créditos del art.
232, LCQ(12)aunque puede ser igualmente tenido en cuenta —el pasivo— al momento de determinar los honorarios,
evaluando si se consumen o no todos los fondos o su incidencia sobre los restantes créditos prededucibles respecto del
prorrateo que debe hacerse con ellos.

Virtual importancia adquiere la imposición de costas, si bien en general se resolvió que éstas deben ser impuestas al fallido,
y no al peticionante de la quiebra, pues no debe olvidarse que el acreedor obtuvo favorablemente la declaración de quiebra e
incluso fue verificado, es decir que su pretensión procesal fue triunfante; mientras que el litigante vencido es el deudor y tampoco
puede admitirse que las costas sean compartidas con el deudor, pues en tal caso el acreedor tendría derecho a repetir contra el
fallido sólo la parte proporcional de lo abonado (RIBERA). Y al respecto se ha resuelto que el síndico puede reclamar sus
honorarios al peticionante de la quiebra, sin perjuicio del derecho de repetición que le asiste a éste contra el fallido condenado en
costas(13). Por otro lado se entiende que, habiendo cumplido el síndico sus funciones en la quiebra, atento a la inexistencia de
bienes del deudor, se deben imponer las costas al peticionante de la quiebra (14). Entendemos que debe aplicarse la primera tesis, es
decir que las costas deben imponerse al fallido, pero teniendo el síndico posibilidad de cobro contra el acreedor peticionante,
atento a que, además de los fundamentos ya expuestos, la retribución de la función pública del síndico es trasladada por el Estado
al sector privado y ésta debe asegurarse.

Cuando se clausure la quiebra por inexistencia de acreedores, debe evaluarse concretamente la labor particular de cada
uno de los profesionales, pues seguramente resultará muy diferente de la llevada a cabo en la quiebra normalmente
tramitada.

Debe ponderarse principalmente si la inexistencia de acreedores se produce por no haberse insinuado o porque insinuándose
no han sido admitidos en el pasivo concursal. También en estos casos resulta importante el tema de la imposición de costas. Por
un lado, se entendió que éstas se imponen al fallido, atento haberse comprobado la existencia de los presupuestos concursales que
habilitaron su apertura(15); por otro, se sostiene que deben ser impuestas al acreedor peticionante de la quiebra, que la hizo decretar
e hizo tramitar un juicio inconducente(16).

2.4. Continuación de la explotación de la empresa en quiebra

El legislador concursal le ha dedicado dos artículos al tema del arancelamiento en la continuación de la explotación de
la empresa en la quiebra, los arts. 269y 270, LCQ. Aquí la ley determina la regulación del síndico y del coadministrador:
para aquél una regulación complementaria y para éste una originaria pues se encuentra excluido de las regulaciones en la
oportunidad del art. 265, LCQ (art. 270, inc. 2º, in fine,LCQ). Estas regulaciones se vinculan con las utilidades obtenidas en
la administración con un tope del 10% del resultado neto de explotación, sin tener en cuenta el producto de la realización de
los bienes.

Se advierte que se trata de una regulación importante —atento el alto porcentaje de su tope, sin perjuicio de que en la ley
19.551 era mayor (20%)— destinada a alentar la decisión de continuar con la actividad de la fallida cuando ello fuese
económicamente rentable.

Se ha entendido que el resultado neto obtenido en la explotación, concerniente a esta etapa, está aludiendo a la ganancia
producida que surja del estado de resultados neto de explotación que se practique al momento de finalizar la gestión respectiva.
Igualmente, en caso de inexistencia de utilidades las remuneraciones serán determinadas por el juez, teniendo en cuenta la labor
efectivamente desarrollada. Sin embargo, el juez por auto fundado puede apartarse de ello y fijar el pago de una cantidad fija al
coadministrador sin depender del resultado de la explotación o concurriendo con éste, según el caso. También puede determinar
el pago por períodos a ambos funcionarios a cuenta de lo que correspondería como retribución total por la continuación de la
explotación de la empresa. Esta última es la forma más común aplicada en la praxis judicial para estos casos.

2.5. Incidentes

Un caso especial y regulado separadamente en la ley concursal es el referido a los honorarios en los incidentes (art. 287,
LCQ). Aquí la ley se aparta del principio de inaplicabilidad de las leyes locales en materia de aranceles sentado en el art.
271, LCQ, y hace regir estas leyes y sus estipulaciones respecto de los incidentes de revisión y verificación tardía de
créditos.

Se prevé que debe aplicarse la escala determinada en las leyes locales considerando como monto del proceso principal
la cuantía del crédito insinuado y verificado.

Aquí la ley emplea una norma ambigua porque toma como base el crédito insinuado y verificado, pudiendo diferir el uno del
otro. Por nuestra parte, entendemos que debe considerarse el monto total verificado, pues ése igualmente ha sido insinuado
(principio de congruencia); sin embargo, en el caso en que no se haya admitido una parte importante del crédito insinuado
corresponde tener a aquél como base por ser el que marca el valor económico del incidente, lo que deberá ser evaluado en cada
caso en particular.

Creemos que igualmente para los restantes incidentes que no sean de la etapa verificatoria deben aplicarse las normas
sobre incidentes locales por analogía, debiendo el juez especificar cuál es el monto considerado como base sobre el cual se
aplicará la alícuota.

Un tema que ha sido controvertido en la doctrina y la jurisprudencia es el referido al derecho de la sindicatura a una
regulación autónoma de honorarios en los incidentes de revisión y verificación tardía de créditos, problema que ronda en
torno de la imposición de costas. Una postura entiende que la labor de la sindicatura en la etapa eventual de créditos no
difiere de la tempestiva, por lo que sus honorarios quedan incluidos en la regulación global en la oportunidad del art. 265,
LCQ, sin importar que las costas hayan sido impuestas al acreedor (MAFFÍA - ROUILLON - RIBICHINI)(17). Por otro lado, y es
la posición que adoptamos, se sostiene que los honorarios deben ser regulados en los incidentes para que sean soportados
por el acreedor condenado en costas y no diferidos al concursado juntamente con los del proceso general, beneficiándose a
aquél, a quien le sería menos gravoso litigar (ETCHEVERRY - BARACAT)(18).

BIBLIOGRAFÍA

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Buenos Aires, 2011, p. 597. ETCHEVERRY, Raúl A. - OYUELA, Francisco A., La sindicatura en la Ley de Concursos, AbeledoPerrot, Buenos
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PESARESI, Guillermo M. - PASSARÓN, Julio F., Honorarios en concursos y quiebras, Astrea, Buenos Aires, 2002. RIBERA, Carlos E., "Los
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JURISPRUDENCIA

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Com. San Isidro, sala 2ª, LL 1993-B-375; C. Nac. Com., en pleno, JA 1993-11-612; C. Nac. Com., sala A, ED 137-189; sala B, JA 1988-
111-631; C. Civ. y Com. San Isidro, sala 2ª, RDCO 26-441; C. Nac. Com., en pleno, "Rodríguez Barro", LL 1981-C-237; C. Civ. y Com.
Rosario, en pleno, "Sprint", ED 136-437, JA 2000-11-155; C. Nac. Com., en pleno, "Cirugía Norte SRL", LL 1989-A-537; SCBA, LL 1987-
E-471 y AyS 1990-II-216; Kemelmajer de Carlucci, su voto en "Aisol"; SC Mendoza, sala 1ª, ED 150-197; Trib. Sup. Just. Córdoba, ED
190-242; CSJN, 4/11/2013, "Amiano". SCBA, 5/12/2007 "N., P. F.", SC Mendoza, 11/2/2000, "Carbonetal". SCBA, 12/8/2008,
"Brandauer". SC Mendoza, 27/12/2007, "Centurion". SC Mendoza, 19/4/2013, "Larder".

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