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LOS PLAZOS

El artículo 1494 del Código Civil define el plazo como la época que se fija para el
cumplimiento de una obligación. Esta definición, por su contenido, es un tanto
restringida, y sólo se aplicará a las materias contenidas en el libro IV del referido
Código, o sea, a las obligaciones y a los contratos.
La doctrina define el plazo como el hecho futuro y cierto del cual depende el
ejercicio o la extinción de un derecho. De ella se desprende la clasificación de los
plazos en suspensivos y extintivos.
El Código de Procedimiento Civil no define los plazos; pero del contexto de su
articulado podemos deducir la siguiente definición: plazo es aquel espacio de
tiempo que fija la ley, una resolución judicial, o el convenio de las partes, para
ejercer un derecho dentro del proceso. La legislación procesal emplea
comúnmente la palabra término como sinónimo de plazo.
I.- Forma de computar los plazos: Nada prescribe el Código de Procedimiento
Civil sobre la forma o manera de computar los plazos; de modo que, por ello,
debemos recurrir a la ley común.
El artículo 48 del Código Civil dispone que todos los plazos de días, meses o años
de que se haga mención en las leyes o en los decretos del Presidente de la
República, de los tribunales o juzgados, se entenderá que han de ser completos; y
correrán además hasta la medianoche del último día del plazo.
El primero y el último día de un plazo de meses o años deberán tener un mismo
número en los respectivos meses. El plazo de un mes podrá ser, por consiguiente,
de 28, 29, 30 ó 31 días, y el plazo de un año, de 365 ó 366 días, según los casos.
Si el mes en que ha de principiar un plazo de meses o años constare de más días
que el mes en que ha de terminar el plazo, y si el plazo corriere desde alguno de
los días en que el primero de dichos meses excede al segundo, el último día del
plazo será el último día de este segundo mes.
Se aplicarán estas reglas a las prescripciones, a las calificaciones de edad, y, en
general, a cualesquiera plazos o términos prescritos en las leyes o en los actos de
las autoridades chilenas; salvo que en las mismas leyes o actos se disponga
expresamente otra cosa.
II.- Clasificación de los plazos: Los plazos admiten diversas clasificaciones,
según sean los puntos de vista desde que se las formule:
a). Según la manera de computarlos, se dividen en: continuos y discontinuos
b). Según el momento en que han de comenzar a correr para los efectos de su
cómputo, en:
individuales y comunes.
c). Según la fuente u origen de donde emanan, en: judiciales, legales y
convencionales.
d). Según si son o no susceptibles de prórroga, en: prorrogables e improrrogables.
e). Según si la falta de ejercicio del derecho dentro de ellos los hace o no
extinguirse, en: fatales y no fatales.
1.- Plazos continuos y discontinuos: Plazo continuo es aquel que corre sin
interrupción alguna. Plazo discontinuo es aquel que sufre interrupción durante los
días feriados.
La regla general en nuestro Derecho es que los plazos sean continuos, puesto que
el artículo 50 del Código Civil así lo dispone, al prescribir que en los plazos que se
señalaren en las leyes, o en los decretos del Presidente de la República, o de los
tribunales o juzgados, se comprenderán aun los días feriados; a menos que el
plazo señalado sea de días útiles, expresándose así, pues en tal caso no se
contarán los feriados.
Esta regla general tiene dos excepciones, a saber: la establecida en el mismo
precepto legal antes citado, o sea, cuando la ley o el decreto de la autoridad
ejecutiva o judicial se encarga de indicar expresamente que el plazo se computará
descontando los feriados, vale decir, que será de días útiles; y la contemplada en
el artículo 66, inciso 1°, del Código de Procedimiento Civil. En efecto, dispone este
último precepto que los términos de días que establece el referido Código se
entenderán suspendidos durante los feriados, salvo que el tribunal, por motivos
justificados, haya dispuesto expresamente lo contrario.
Llamamos la atención hacia que esta disposición sólo se aplica a los plazos de
días establecidos en el Código de Procedimiento Civil, con lo cual los plazos de
meses y de años contenidos en ese mismo Código se computan de acuerdo con
la regla general señalada en el artículo 50 del Código Civil; y que a pesar de
tratarse de plazos de días establecidos en el Código de Procedimiento Civil,
pueden computarse en forma continua, esto es, sin descontar los feriados, cuando
el propio tribunal, por motivos fundados, así lo ordenare, con lo cual, en este
último caso, de la excepción se vuelve a la regla general.
En consecuencia, tiene mucha importancia saber si estamos en presencia de un
plazo de días, meses o años establecidos por el Código de Procedimiento Civil,
pues, según él sea, será asimismo diferente la manera de computarlo; y de allí
que también algunos hagan una nueva clasificación de los plazos, en de días,
meses y años.
2.- Plazos individuales y comunes: Plazos individuales son aquellos que corren
separadamente para cada parte desde el momento de la respectiva notificación.
Plazos comunes, en cambio, son aquellos que corren conjuntamente para todas
las partes a contar desde la última notificación.
Esta clasificación está contemplada en el artículo 65 del Código de Procedimiento
Civil, al estatuir que los términos comenzarán a correr para cada parte desde el
día de la notificación, y que los términos comunes se contarán desde la última
notificación.
La regla general en nuestro Derecho Procesal positivo es que los plazos sean
individuales; la excepción es que sean comunes, y, siendo excepción, tendrán que
estar contemplados expresamente en la ley.
Ejemplo típico de un término común es el término probatorio, el cual, según
expresa disposición del artículo 327 del Código de Procedimiento Civil, es común
para las partes.
3.- Plazos judiciales, legales y convencionales: Plazos judiciales son aquellos
señalados en una resolución judicial. Plazos legales son aquellos señalados en un
precepto legal. Plazos convencionales son aquellos que señalan de común
acuerdo las mismas partes litigantes.
La mayoría de los plazos son legales, pues el proceso, desde un punto de vista
formal, está constituido por un conjunto de actuaciones judiciales que deben irse
cumpliendo unas a continuación de las otras y en las oportunidades, o sea, en los
plazos que la misma ley determina.
Los plazos judiciales sólo pueden fijarse en los casos en que la ley faculte
expresamente al tribunal, de suerte que su presencia en nuestra legislación es
excepcional.
Esta clasificación de los plazos en judiciales, legales y convencionales tiene
importancia para los efectos de la prórroga; lo que nos permite también clasificar
los plazos en prorrogables e improrrogables; y para establecer el carácter de fatal
o no fatal de los plazos.
4.- Plazos prorrogables e improrrogables: Plazos prorrogables son aquellos que
pueden aumentarse más allá de su natural vencimiento. Plazos improrrogables, en
cambio, son aquellos que no son susceptibles de tal aumento.
De acuerdo con nuestro Código de Procedimiento Civil, sólo pueden prorrogarse
los términos judiciales; pues los legales, por principio, son improrrogables, a
menos que la ley, en texto expreso, consagre su prorrogabilidad.
Ahora bien, para que los términos judiciales puedan válidamente prorrogarse
necesitan la concurrencia de los siguientes requisitos:
a). Que se pida la prórroga antes del vencimiento del término.
b). Que se alegue justa causa, la cual será apreciada prudencialmente por el
tribunal (art. 67 CPC).
En ningún caso podrá la prórroga ampliar el término más allá de los días
asignados por la ley (art. 68, CPC).
5.- Plazos fatales y no fatales: Plazos fatales son aquellos que expiran por el
simple transcurso del tiempo. Plazos no fatales son aquellos que no expiran por el
transcurso del tiempo, sino en virtud de declararse la correspondiente rebeldía.
Los efectos de los plazos fatales consisten en considerar irrevocablemente
extinguidos los derechos que han debido hacerse valer dentro de ellos y no lo han
sido. Aluden a esta clase de plazos los artículos 49 del Código Civil y 64 del de
Procedimiento Civil.
La regla general en materia procesal civil es que todos los plazos son fatales,
cualquiera sea la forma en que se exprese, salvo aquellos establecidos para la
realización de actuaciones propias del tribunal. En consecuencia, cualquiera sea la
extensión del plazo legal contemplado en el Código de Procedimiento Civil (hora,
días, meses o años) y las expresiones que utilice para establecerlo, nos
encontramos en presencia de un término fatal. Excepcionalmente, a pesar de
encontrarse establecidos en el Código de Procedimiento Civil, no revisten el
carácter de fatal los plazos para la realización de actuaciones propias del tribunal.
En el plazo fatal, la posibilidad de ejercer un derecho o la oportunidad para
ejecutar el acto se extingue al vencimiento del plazo, por el solo ministerio de la
ley y sin necesidad de dictarse resolución alguna por parte del tribunal para que
precluya el derecho. Para la prosecución posterior del juicio una vez transcurrido
el plazo fatal, el tribunal, de oficio o a petición de parte, proveerá lo que convenga,
sin necesidad de certificado previo.
LAS ACTUACIONES JUDICIALES
Las actuaciones judiciales pueden definirse como toda resolución, notificación,
diligencia o acto de cualquiera especie, que se consigne en un procedimiento
judicial, autorizado por el funcionario a quien la ley confiere esta facultad, incluso
los escritos después de presentados y agregados a los autos.
En cuanto a su origen, las actuaciones judiciales son actos emanados, ya de las
partes, ya del tribunal. Entre las actuaciones judiciales más sobresalientes de las
partes, podemos mencionar la demanda y la contestación a la demanda; y entre
las más sobresalientes del tribunal la sentencia definitiva.
I.- Requisitos de validez de las actuaciones judiciales: La mayor garantía para
las partes litigantes es que las actuaciones judiciales se realicen o verifiquen con
estricta sujeción a la ley. Si no se observan las disposiciones legales pertinentes,
quiere decir que la actuación se ha cumplido en condiciones anormales, ha nacido
viciada a la vida del Derecho, y, por tanto, la sanción a aplicar será la nulidad de
esa determinada actuación judicial. He ahí la importancia de precisar y de conocer
los requisitos de validez de las actuaciones judiciales. Estos son:
1. Las actuaciones judiciales deben ser practicadas en días y horas hábiles:
Así lo dispone el inciso 1° del artículo 59 del Código de Procedimiento Civil, el
cual, en el inciso 2° define los días hábiles diciendo que son los no feriados; y las
horas hábiles, las que median entre las ocho y las veinte horas. Son días feriados
los que la ley determine.
Sin embargo, pueden los tribunales a solicitud de parte, habilitar para la práctica
de actuaciones judiciales días u horas inhábiles, cuando haya causa urgente que
lo exija. Se estimarán urgentes para este caso las actuaciones cuya dilación
pueda causar grave perjuicio a los interesados, o a la buena administración de
justicia, o hacer ilusoria una providencia judicial. El tribunal apreciará la urgencia
de la causa y resolverá sin ulterior recurso (art. 60 CPC).
Este precepto es la fuente legal de la institución llamada de la “habilitación de
feriado”, la cual debe solicitarse y concederse para determinadas actuaciones y no
en términos genéricos.
2. De toda actuación judicial debe dejarse testimonio fidedigno en la carpeta
electrónica: Lo dispone el artículo 61, inciso 1°, del Código de Procedimiento
Civil; agregando que esta constancia debe expresar el lugar, día, mes y año en
que se verifique, las formalidades con que se haya procedido, y las demás
indicaciones que la ley o el tribunal dispongan. Establece, además, que, previa
lectura, firmarán todas las personas que hayan intervenido; y si alguna no sabe o
se niega a hacerlo, se expresará esta circunstancia. El acta respectiva se
digitalizará e incorporará a la carpeta electrónica.
3. Las actuaciones judiciales deben ser autorizadas por el funcionario que
corresponda: Dispone el inciso final del artículo 61 del Código de Procedimiento
Civil, que la autorización del funcionario a quien corresponda dar fe o certificado
del acto es esencial para la validez de la actuación. Ejemplo: el secretario o el
receptor certificarán haber practicado una determinada notificación (arts. 43, 48 y
50 CPC).
La falta de autorización del funcionario competente en las actuaciones judiciales
antes indicadas les resta validez y, por ende, serán nulas y no tendrán ningún
valor.
4. Las actuaciones judiciales deben ser practicadas por el funcionario que
corresponda: El artículo 70 del Código de Procedimiento Civil establece que
todas las actuaciones necesarias para la formación del proceso se practicarán por
el tribunal que conozca de la causa. Es evidente que se trata de aquellas que
emanan del propio órgano jurisdiccional, pues las provenientes de las partes
litigantes se practican por su sola iniciativa e intervención.
Sin embargo, el mismo precepto antes indicado se encarga de señalar tres
excepciones:
a). Casos en que la práctica de actuaciones judiciales necesarias para la
formación del proceso se encomiende expresamente por la ley a los secretarios u
otros ministros de fe. Ejemplo: la práctica de una notificación judicial personal, que
podrá ser efectuada por el secretario o por el receptor.
b). Casos en que se permite al tribunal delegar sus funciones: Se trata de aquellas
situaciones previstas por el legislador y en las cuales se permite al tribunal delegar
sus funciones. (Art. 168).
c). Casos en que las actuaciones hayan de practicarse fuera del lugar en que se
sigue el juicio: Aquí es materialmente imposible que el tribunal se traslade fuera de
su propio territorio jurisdiccional. No hay más camino que valerse de la jurisdicción
delegada, esto es, enviando el correspondiente exhorto. Ejemplo: se trata de
practicar una notificación, de tomar una declaración testimonial, de exigir una
confesión judicial, a personas que están domiciliadas fuera del lugar en que se
sigue el juicio.
II.- El juramento en las actuaciones judiciales: Siempre que en una actuación
judicial haya de tomarse juramento a alguno de los concurrentes, se le interrogará
por el funcionario autorizante al tenor de la siguiente fórmula: “¿Juráis por Dios
decir verdad acerca de lo que se os va preguntar?”, o bien, “¿Juráis por Dios
desempeñar fielmente el cargo que se os confía?”, según sea la naturaleza de la
actuación. El interrogado deberá responder: “Sí juro” (art. 62 CPC). Ejemplos:
juramento del intérprete (art. 63 CPC); juramento de los testigos (art. 363 CPC);
juramento de la parte litigante que debe prestar confesión (art. 390 CPC);
juramento del perito que acepta el cargo (art. 417 CPC), etc.
III.- Intervención de intérprete en las actuaciones judiciales: Cuando sea
necesaria la intervención de intérprete en una actuación judicial, se recurrirá al
intérprete oficial, si lo hay; y, en caso contrario, al que designe el tribunal. Los
intérpretes deberán tener las condiciones requeridas para ser peritos, y se les
atribuirá el carácter de ministros de fe. Antes de practicarse la diligencia, deberá el
intérprete prestar juramento para el fiel desempeño de su cargo (art. 63 CPC).
IV.- Forma en que pueden ser ordenadas o autorizadas las actuaciones
judiciales: Las actuaciones judiciales pueden decretarse de cuatro maneras
diferentes:
1.- Con Audiencia: Se ordena o autoriza una diligencia judicial con audiencia
cuando el tribunal, antes de decretarla, confiere un plazo de tres días a la
contraparte para que dentro de él manifieste lo que crea conveniente en orden a la
diligencia solicitada. La providencia, en este caso, será traslado y autos. Si nada
dice la contraparte en el término señalado, el tribunal resolverá derechamente
sobre la diligencia pendiente. Si responde, oponiéndose, será necesario resolver
el incidente de conformidad a las reglas generales. Ejemplo: el aumento
extraordinario del término para rendir prueba fuera del territorio de la República se
concede con audiencia (art. 336 CPC).
2.- Con Citación: Se ordena o autoriza una diligencia judicial con citación cuando
el tribunal en principio la decreta; pero ella no puede llevarse a efecto sino
pasados tres días después de la notificación de la parte contraria, la que tiene el
derecho de oponerse o deducir observaciones dentro de dicho plazo,
suspendiéndose en tal caso la diligencia hasta que se resuelve el incidente (art.
69, inc. 1°, CPC). Se trata de un plazo fatal por la expresión “dentro de” empleada
por el legislador, y de un plazo contemplado en el Código de Procedimiento Civil
de acuerdo a lo establecido en su artículo 64. Ejemplo: el aumento extraordinario
del término para rendir prueba dentro del territorio de la República se concede con
citación (art. 336 CPC).
3.- Con conocimiento: Se ordena o autoriza una diligencia judicial con
conocimiento, o valiéndose de otras expresiones análogas, cuando ella puede
llevarse a efecto desde que se ponga en noticia del contendor lo resuelto. Aquí el
tribunal decreta la diligencia con conocimiento, y ella se practica desde el
momento en que es notificada la contraria de tal resolución. Lo anterior debe
entenderse sin perjuicio del derecho de la contraria para oponerse, siempre que
dicha oposición se realice antes de practicada la diligencia. (Art. 141 y 281)
4.- De Plano: Se ordena o autoriza de plano una diligencia judicial, cuando el
tribunal la decreta de inmediato, sin mayores formalidades ni espera de términos.
LOS EXHORTOS
Los tribunales sólo pueden ejercer su potestad en los negocios y dentro del
territorio que la ley les hubiere respectivamente asignado, lo cual no impide que en
los negocios de que conocen puedan dictar providencias que hayan de llevarse a
efecto en otro territorio (art. 7° COT).
Consecuente con el principio anterior, llamado de la territorialidad, el legislador
también dispuso que todas las actuaciones necesarias para la formación del
proceso deben practicarse por el tribunal que conozca de la causa, salvo los casos
en que ellas hayan de practicarse fuera del lugar en que se siga el juicio (art. 70
CPC).
La forma o manera como un tribunal puede encomendar a otro la práctica de
determinadas actuaciones judiciales, es enviándole una comunicación que recibe
el nombre técnico de exhorto. El tribunal que recibe el exhorto, por su parte, está
obligado a practicar o dar orden para que se practiquen en su territorio las
actuaciones que en él deban ejecutarse y que otro tribunal le encomiende (art. 71,
inc. 1°, CPC).
En consecuencia, en todo exhorto se distinguen dos tribunales: el tribunal
exhortante, que es el que dirige la comunicación; y el tribunal exhortado, que es el
que la recibe e imparte la orden de que se cumpla. Su fundamento descansa en el
principio de cooperación que debe existir entre todos los órganos públicos, en
particular entre los órganos jurisdiccionales, para el más expedito y adecuado
cumplimiento de sus delicadas e importantes funciones.
I.- Clases de exhortos: Podemos distinguir:
a). Exhortos nacionales e internacionales: Exhortos nacionales son aquellos
que se dirigen los tribunales chilenos entre sí. Exhortos internacionales son
aquellos que se dirigen entre tribunales chilenos y extranjeros, o viceversa.
b). Exhortos comunes y circulantes o ambulantes: Exhorto común es el que se
dirige a un tribunal para la práctica de una determinada actuación judicial. Exhorto
circulante o ambulante es el que se dirige a varios tribunales para la práctica de
diversas actuaciones judiciales; de manera que, practicada la primera actuación
ante uno de ellos, se envía al siguiente, y así sucesivamente. Esta última
clasificación la permite. (Art. 74 CPC)
1.- Exhortos nacionales: La comunicación es enviada por el tribunal exhortante al
tribunal exhortado, previa petición de parte interesada y dictación de la
correspondiente resolución judicial que así lo ordene, pues en estas materias los
tribunales tampoco pueden obrar de oficio.
Dicha comunicación, o sea, el exhorto, deberá contener los escritos, decretos y
explicaciones necesarias para la adecuada práctica de la actuación o diligencia
que se encomienda (art. 71, inc. 2°, CPC).
El tribunal exhortado, esto es, aquel a quien se dirige la comunicación, ordenará
su cumplimiento en la forma que ella indique, y no podrá decretar otras gestiones
que las necesarias a fin de darle curso y habilitar al juez de la causa para que
resuelva lo conveniente (art. 71, inc. final, CPC). Las atribuciones o facultades del
juez exhortado deben encontrarse en la misma comunicación o exhorto. Toda
actuación practicada sin sujeción al exhorto implicará exceso de atribuciones o de
poder y, por consiguiente, producirá la nulidad de la correspondiente actuación.
Las comunicaciones o exhortos serán firmados por el juez, en todo caso; y si el
tribunal es colegiado, por su presidente. A las mismas personas se dirigirán las
comunicaciones que emanen de otros tribunales o funcionarios (art. 72 CPC).
En las gestiones que sea necesario hacer ante el tribunal exhortado, podrá
intervenir el encargado de la parte que solicitó el exhorto, siempre que en éste se
exprese el nombre de dicho encargado, o se indique que puede diligenciarlo el
que lo presente o cualquiera otra persona (art. 73 CPC).
La comunicación para practicar actuaciones fuera del lugar del juicio será dirigida,
sin intermedio alguno, al tribunal o funcionario a quien corresponda ejecutarla,
aunque no dependa del que reclama su intervención (art. 75 CPC). (Ejemplos: un
juez de letras dirige un exhorto a otro juez de igual jerarquía, aun cuando
dependan de diversas Cortes de Apelaciones)
La comunicación es dirigida a su destino por vía del sistema de tramitación
electrónica del Poder Judicial y, no pudiendo ser ello posible, por el medio de
comunicación más expedito.
2.- Exhortos internacionales dirigidos por tribunales chilenos a tribunales
extranjeros: En estos casos, en que han de practicarse actuaciones judiciales en
país extranjero (ejemplos: se trata de notificar una demanda, de obtener la
declaración de un testigo, etc.), se dirigirá la comunicación respectiva por el
tribunal chileno (tribunal exhortante) al funcionario que deba intervenir (tribunal
exhortado), por conducto de la Corte Suprema, la cual la enviará al Ministerio de
Relaciones Exteriores, para que éste, a su vez, le dé curso en la forma que esté
determinada por los tratados vigentes o por las reglas generales adoptadas por el
Gobierno. En la comunicación se expresará el nombre de la persona o personas a
quienes la parte interesada apodere para practicar las diligencias solicitadas, o se
indicará que puede hacerlo la persona que lo presente o cualquiera otra (art. 76
inc. 1° CPC).
3.- Exhortos internacionales dirigidos por tribunales extranjeros a tribunales
chilenos: Por este mismo conducto y forma se recibirán las comunicaciones de
los tribunales extranjeros para practicar diligencias en Chile (art. 76 inc. 2° CPC).
En otros términos, el exhorto enviado por el tribunal extranjero debe llegar al
Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, el cual, por su parte, lo envía a la
Corte Suprema para su cumplimiento. Si él es acordado, de la Corte Suprema el
exhorto es enviado al tribunal llamado a intervenir en estas gestiones de
cumplimiento. Debemos advertir, eso sí, que, como el exhorto proveniente de un
tribunal extranjero es un instrumento público otorgado fuera de Chile, deberá
presentarse debidamente legalizado (art. 345 CPC); y que, en caso de estar
extendido en lengua extranjera, deberá acompañarse su correspondiente
traducción (art. 347 CPC). Además, el cumplimiento de un exhorto internacional
proveniente de un tribunal extranjero implicará prácticamente la ejecución en Chile
de una resolución judicial pronunciada por tribunales extranjeros; de suerte que el
exhorto, por su parte, deberá también ajustarse a las prescripciones legales
existentes sobre la materia.

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