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En un primer momento, es relevante reconocer qué valor tiene el lenguaje hoy en día en
los espacios educativos, específicamente en los salones de clase. Y es que podríamos decir
que la lengua se asume únicamente como una asignatura escolar, ligada a la adquisición de
normas y códigos lingüísticos, que a su vez presuponen un enfoque formalista de los procesos
de enseñanza-aprendizaje. Al respecto Cassany (1998) menciona que por lo general en el
aula la lengua se toma como el estudio de un conjunto de reglas ortográficas, de procesos de
análisis sintácticos, de listas de palabras clasificables según determinados criterios, entre
muchos otros aspectos de esta misma línea, lo cual conlleva a que muy pocas veces sea vista
como un elemento poderoso para la comunicación y para la construcción no solo del sujeto
sino también de su entorno.
Lo mencionado anteriormente, nos lleva a tener en cuenta que si bien no estamos donde
queremos o deberíamos estar en cuanto a la enseñanza de la lengua propia; a lo largo de la
historia se han planteado enfoques desde los cuales se ha buscado mejorar estos procesos
desde la práctica pedagógica. Cómo lo estudiamos en clase, podríamos mencionar tres
grandes enfoques: tradicional, formalista y comunicativo. Si bien el avance desde los
planteamientos tradicionalista pasando por el formalista hasta el comunicativo; han
presentado aportes en pro de mejorar la enseñanza y aprendizaje de la lengua propia pareciese
que el sistema educativo no brinda a los estudiantes las herramientas necesarias para
desarrollarse en esta área de manera íntegra. En este sentido ¿Quién tiene la responsabilidad
frente a esta problemática? ¿Solo es cuestión de la escuela?
Culpar a alguien o incluso culpar a todo el sistema educativo resulta un poco paradójico.
Podría decirse que “Formar lectores no es solo patrimonio de la escuela ni solo de los
maestros, sino que es de todos, de toda la comunidad y en ese sentido las familias tienen una
corresponsabilidad muy importante” (Cassany, 2022, 9:50). Ser conscientes que los niños
que ingresan a sus primeras etapas de formación ya vienen con un bagaje lingüístico y con
determinadas estructuras establecidas resulta fundamental al momento de querer abordar un
proceso de enseñanza-aprendizaje. La familia, el entorno, su grupo social más cercano forma
parte de esos primeros pasos que los niños dan en el lenguaje y que por supuesto presupone
un aspecto imprescindible en la continuidad de ese proceso.
Sin embargo por otro lado, los maestros también son víctimas de un sistema educativo que
a lo largo de la historia, a pesar de los avances en cuanto a metodologías, recursos y enfoques,
ha estado marcado por un corte tradicionalista que pareciese no abandonar del todo los
procesos que se llevan a cabo en las aulas. Y es que “venimos de una educación muy
tradicionalista; la educación es muy conservadora” (Cassany, 2022, 4:40) ¿Pero por qué nos
resulta tan difícil dejar atrás practicas pedagógicas que no responden a las necesidades
actuales de nuestros estudiantes?
Y es que no basta solo con enseñar las bases lingüísticas en la escuela, se requiere de unos
conocimientos pedagógicos que orienten de manera adecuada los procesos lingüísticos.
Teniendo en cuenta lo anterior, es necesario un enfoque que primeramente reconozca el valor
social del lenguaje y su importancia para la vida de un individuo y segundo que atienda a las
necesidades de los estudiantes. Al respecto Santiago (2005) menciona que el enfoque
comunicativo se basa en una concepción discursiva en la que la lengua se asume como
instrumento de comunicación que posibilita la interacción entre los miembros de una
comunidad y que a su vez representa el eje de la vida social. Posicionando a la lengua como
un elemento constructor de la realidad. Así mismo, es necesario un enfoque en el cual los
estudiantes sean el centro del proceso. Santiago (2005) destaca el enfoque comunicativo y su
incidencia en los procesos constructivistas de enseñanza-aprendizaje; en los cuales el sujeto
construye y reconstruye sus conocimientos a partir de la interacción con el medio.