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Vida, muerte y pensamiento de Séneca

Lucio Anneo Séneca nació en Córdoba, España, antigua colonia romana. Sobre la fecha
de su nacimiento, autores como De la Beaumelle (1933), Miguez (1983) y Restrepo
(2006), difieren en un año o dos pero todos concluyen que se dio entre el año 2 y 4 a. de
C., y su muerte entre el año 63 y 65 d. de C.

Séneca pertenecía a la familia Annoeus, que había sido por mucho tiempo Patricios
Romanos, retirados de su hogar. Esta familia de los Annoeus era originariamente de Italia
y fue trasladada a España algún tiempo atrás (De la Beaumelle, 1933).

Su padre era Marco Anneo Séneca, quien fue un reconocido personaje del arte de la
retórica, ostentaba un puesto muy bien reconocido para la época, era rector en una
escuela de declamación y retórica. Sus conocimientos en esta área fueron los primeros
aprendizajes de Séneca el filósofo (Restrepo, 2006). Su madre Helvia, era de esas
madres que se olvida de sí misma y se ocupa de su familia, considerando el oficio de
madre como uno de los mayores placeres de la vida. Se encargaba de la administración y
la educación de sus hijos, sintiendo cierta preferencia por Lucio, por los males de salud
que atacaban a este desde pequeño y con los que lidio toda su vida. Helvia también
mostraba cierto afecto hacia la filosofía, mas, no pudo desarrollarse mucho en esta
disciplina. Tenía Lucio dos hermanos: Anneous Novatus, quien se cambió el nombre por
el de Junius Gallion, llego a ocupar el cargo de Procónsul en Acaya; y Anneous Mela,
quien no alcanzo gran prestigio y se limitó a subsistir en la humildad (De la Beaumelle,
1933).

Al parecer el talento para las letras era hereditario en esta familia: Séneca padre era
reconocido por su capacidad para el discurso; Gallion, su hijo, con su propio estilo
también mostro facultades para el habla y la retórica; uno de los sobrinos de Séneca, el
estoico, fue el reconocido poeta Lucano, él era hijo de Mela; y, por supuesto, Lucio Anneo
Séneca, el más grande filosofo estoico y moralista no cristiano de la historia (De la
Beaumelle, 1933).

Marco Anneo Séneca, el padre de Séneca, sale de España hacia Roma, para
perfeccionar allí su arte retorico y su elocuencia, dado que en aquel entonces era Roma la
cuna de todo tipo de arte y principalmente el del discurso, utilizado muchas veces para la
política (De la Beaumelle, 1933). A pesar de las múltiples enfermedades de Lucio, entre
ellas el asma, el talento y la afición mostrados en el chico hacia el discurso, la retórica, la
literatura y la filosofía, hicieron que el padre lo enviará a Roma a formarse en la carrera de
foro o política. Una vez en Roma, empieza a sentir una fuerte inclinación hacia la filosofía.
Ante esto Marco trata de disuadirle de dejar esa disciplina, dado que este oficio era muy
disputado en aquel entonces, mientras que el de la oratoria era muy reconocido y
alcanzaba gran fama, mas no lo consigue (De la Beaumelle, 1933). Sin embargo
igualmente Lucio termina siendo famoso tanto por su filosofía como por sus capacidades
en la oratoria y el discurso.
Séneca viaja a Egipto, como consejo de su padre con el fin de recuperar un poco su
salud, mas, regresa a Roma aún más enfermo de cuando salió, pues una vez en Egipto
estudio con mucho entusiasmo la ciencia que allí se practicaba, especialmente la física,
dejando a un lado el reposo y su salud. Según de la Beaumelle, el mismo Séneca declara
que, si no hubiera sido por la angustia que hubiera ocasionado a su padre, el mismo se
hubiera quitado la vida por el dolor y el malestar que le ocasionaban sus múltiples
enfermedades.

Se casa por primera vez y tiene un hijo al que nombra Marco, y a quien dedica todo el
tiempo que le es posible, dadas sus muchas ocupaciones en la tribuna Romana. Como
orador en Roma era muy aclamado por la gente, llego a ser incluso el “orador de moda,
consiguiendo ser el “modelo de su siglo” y algunos seguidores suyos le hacían honor al
título de “Príncipe de la Elocuencia” en nombre suyo. (De la Beaumille, 1933, p. 14).

Causas y hechos de la muerte de Séneca

El emperador en aquellos tiempos era Calígula. Él era también orador. Según De la


Beaumelle, 1933, al no poder fascinar a las masas con sus discursos en la oratoria y no
recibir ensordecedores aplausos como lo hacía Séneca, despiertan en Calígula los celos y
la envidia, Calígula proclama sobre Séneca “sus discursos eran puras composiciones de
colegial, arena añadida a la cal” (p. 15), incluso esta los celos y la envidia lo incitan a
intentar asesinarle, pero una de sus concubinas lo persuade diciéndolo que “dejase la
venganza a cargo de la tisis que padecía Séneca” (p. 16). Séneca abandona entonces el
Foro y sus discursos oratorios y se entregó nuevamente al estudio de la filosofía.

Al morir Calígula y comenzar el reinado del emperador Claudio, Séneca regresa al


imperio. Sin embargo la emperatriz Mesalina, acusa injustamente al filósofo, de haber sido
amante de la adultera Julia, aparentemente en venganza por el desprecio mostrado por el
filósofo hacia ella, es entonces desterrado a la isla de Córcega durante siete años.
Considérese que, según Restrepo “la pena de destierro era para el periodo Greco
Romano el peor castigo que se podía imponer a un ciudadano libre” (p. 56). Sin embargo,
desde la isla de Córcega podía decirse que “vivían entonces los exiliados con menos
angustia que bajo Calígula los príncipes” (Fontan, 1989, p.241).

Luego la esposa y sobrina de Claudio, Agripina, intercede a favor del filósofo, y hace que
Claudio ceda en su decisión y le permita el retorno a Roma, e incluso se le otorga la
responsabilidad del próximo emperador, en cuanto a educación y formación, Nerón, hijo
adoptivo de Claudio y Agripina. Séneca se esfuerza por hacer de Nerón “un príncipe
prudente, sabio y clemente”, incluso le dedica un texto llamado “Sobre la Clemencia” en el
cual le muestra los principios básicos que debería tener y poner en práctica como príncipe
del reino.

Los años del esplendor Neroniano, fueron esos años en que el emperador Nerón era ya el
emperador pero como solo tenía trece años, alguien debe hacerse cargo de las
decisiones y la regencia de imperio, para dicha tarea son convocados Séneca y Burro. En
dichos años e imperio gozara de estabilidad política y una mayor prosperidad, muestra de
la gran sabiduría de Séneca no solo en temas de filosofía sino también en el ámbito
social, en el mundo de los hombres. Al culminarse este periodo y Nerón reclamar el
poder, Séneca y Burro son proclamados por este como ministros del imperio, quienes
ayudan y aconsejan a Nerón sobre el manejo de imperio. A causa de la gran herencia de
sus padres, las dádivas facilitadas por Nerón y el buen manejo que Séneca hace del
dinero le hacen prosperar de gran forma y alcanzar la mayor riqueza y convertirse en el
hombre más rico del reino.

Nerón nunca escucho los consejos de sus educadores Séneca y Burro, por lo que al
adquirir el poder se envicia, es corroído por el poder hasta el punto de ordenar la muerte
de todo aquel que fuese en contra de su voluntad, como fue el caso de Agripina, su propia
madre. Séneca se da cuenta del gran peligro que corre junto al cruel Nerón y se retira a
su casa de campo, donde se dedicara ahora si por completo a la filosofía y a su más
grande obra las Cartas Morales a Lucilio. Pero el odio de Nerón hacia el filósofo
finalmente hará que se castigue injustamente a Séneca y se le someta a la muerte por
suicidio. Al darse cuenta Séneca de su destino no se sorprende, sino que toma la noticia
con calma, pidiendo únicamente que permítanle escribir sus últimas palabras, esto le es
negado, ante lo cual el filósofo exclama: “Puesto que no me está permitido dejaros
algunas pruebas de amistad y agradecimiento, os legare al morir, la imagen de mi vida,
que es el mejor regalo que puedo haceros; y, aunque eso sea lo único que os lego, su
recuerdo será suficiente para inspirar en vosotros el amor a las bellas artes y a la sana
moral” (De la Beaumille, 1933, p.44).

A continuación, resumidamente narramos la muerte de Séneca, de acuerdo a la versión


de Restrepo en 2006.

Seneca, al tomar la determinación de cortarse las venas con inigualable estoicismo, se ve


acompañado en su decisión por su segunda esposa Paulina, quien decide suicidarse
junto a su esposo Ambos se cortan las arterias para morir desangrados. Séneca dada la
insuficiente circulación sanguínea por su vejez, pide que se acelere el proceso cortando
también los venas de sus muslos y pantorrillas, siempre y cuando su esposa fuera llevada
a otra habitación para que no tuviera que ver tal aberración. Nerón no permitió que
Paulina muriese por miedo a una rebelión del pueblo por sus actos de crueldad, mando a
los médicos que le detuvieran el sangrado. Mientras Séneca ordenaba a su médico le
administrase un veneno que acabara con su lente agonía, el mismo se lo proporciono,
pero el veneno no surtió efecto por la gran medicación que a lo largo de toda su vida llevo
Séneca por sus múltiples enfermedades y deterioros en su salud. Ordenó entonces
Séneca que se le llevase a un sauna donde murió asfixiado por el vapor. Posteriormente,
su cadáver fue calcinado sin ceremonia, tal como lo decía su testamento.

Así muere Lucio Anneo Séneca, una de las figuras de la filosofía, la política y la literatura
más influyente de todos los tiempos. Su muerte es digna de recordarse como uno de los
más elevados actos del estoicismo, a pesar de las críticas sobre riqueza con las que fue
acusado, y como muestra de hasta dónde puede envenenar el poder a una persona y su
accionar. Seneca fue “el único hombre en la historia que es obligado a suicidarse, y que
dicho suicidio tenga que estar compuesto por tres métodos distintos, haciendo del mismo
una escena digna de las tragedias clásicas griegas” (Restrepo, 2006, p. 57).

La muerte de Séneca representa la derrota, el fracaso, del intelectual frente al poder. Su


muerte fue serena y tranquila, a pesar de su extensa agonía, supo aprovechar cada
momento de su vida para experimentar cada gozo que le regala la vida (Zambrano, 1965).

Pensamiento de Séneca
Aunque sabemos que Séneca maneja un estilo y pensamiento filosófico y estoico único,
fue influenciado por grandes maestros como Atalo, Soción, Papirio y Demetrio (De la
Beaumille, 1933).

Para Zambrano (1965) Séneca vuelve a nuestra época porque le hemos buscado en
respuesta a nuestra angustia. Sus enseñanzas guardan cierta relación entre su cultura y
la cultura occidental, a pesar del gran espacio temporal entre las mismas.

Séneca es de pensamiento claro y transmite sus ideas de forma clara. La seducción que
producen sus pensamientos se da porque ofrecen algo para liberarnos de la mala forma
de vida, de los caminos erróneos. Sus escritos y enseñanzas son como tratados morales,
es decir, aconsejan sobre cómo debemos manejar nuestra vida para lograr una armonía,
una paz interior, que a su vez se refleje en la sociedad. Es un filósofo curandero para el
pueblo, que nos trae el remedio que más que curar, alivia, y más que despertar, consuela.

Uno de los objetivos principales para Séneca nos lo expone Zambrano, ella nos dice que
Séneca viene a ofrecernos herramientas para satisfacer una necesidad sentida por todos
los hombres: “el cumplimiento del anhelo” (p. 18). Ese anhelo de ser una persona
realizada en todos los ámbitos de su vida, pero principalmente en el espiritual, esa
necesidad de saber que se hicieron las cosas bien para consigo mismo y para con los
demás desde una perspectiva moral.

Séneca, al igual que cualquier religión, no distingue ente clases sociales o posición
económica al enseñar su filosofía, como lo hacían los sofistas por ejemplo. Él solo se
limitaba a dar al hombre lo que necesita, ese remedio que le alivie y esa guía moral para
seguir el buen camino a la sabiduría.

De la Beaumelle (1933) habla sobre la opinión de algunos sabios acerca de Séneca:


“Muchos fueron los que hablaron sobre él; pocos los que le conocieron a fondo.” Él
explica que algunos de ellos no quedaron satisfechos con sus enseñanzas ni su conducta.
Otros lo vieron como un modelo a seguir perfecto de filosofía y moral. Otros muchos lo
calificaron como un gran escritor que no puso en concordancia sus actos con sus
enseñanzas morales, es decir no se comportaba de la manera que según en sus escritos,
era la óptima para el ser humano. Ante esto se dice que fue muy criticado por su doble
moral de estoico austero y desprendido, y al mismo tiempo, empresario talentoso y
próspero, y por sus múltiples influencias con aquellos de elevados cargos políticos, como
lo expresa Restrepo (2006): “En este modo de vida se mostrará contrariado por su
conducta regular de hombre público y reconocido, de estrecha amistad con quienes
detentan el poder” (p.55). Miguez (1983) expresa que el juicio sobre el filósofo siempre se
ve teñido de dudas e incomprensiones basadas en circunstancias de la vida personal del
mismo y su conducta externa. De la Beaumille (1933) expone que ante estas críticas,
Séneca solo tiene una cosa que decir, y que nos deja en su tratado sobre La Vida dichosa:
“Lo que haré siempre, hasta que exhale el último suspiro, será ensalzar la vida que
debemos llevar, no la que yo llevo” (p.37).

Para Zambrano (1965), Séneca no pretendía conocer por conocer, sino conocer para
saber vivir y morir. Era un sabio a la defensiva, característica propia de su época y del
estoicismo, púes para él la verdades remedio para la vida, es defensa contra la espantosa
realidad del mundo, el caos.

“Séneca jamás pretendió el poder para la razón, sino únicamente el poco de razón
necesaria para que la vida pueda sostenerse” (p. 37), es decir, el solo buscaba brindarnos
la razón suficiente para mantener la medio vida que da este mundo. Así, cuando nos pide
entrar en razón, significa que debemos renunciar a la búsqueda de la razón total y su
conocimiento, y abrazarnos a una razón parcial para poder mantener en equilibrio nuestra
vida. La sabiduría senequista consiste entonces es saber que no podemos abandonarnos
a la sinrazón, porque no somos seres irracionales ni nacimos para serlo, y tampoco
podemos entregarnos enteramente a la razón, dado que mucho conocimiento de la
antigua fe se ha perdido, dejando nuestro conocimiento racional incompleto.

Su enseñanza y su sabiduría son muy oportunas para el hombre de aquella época y los
hombres actuales, dado que “nació en la hora en que ser hombre es estar solo y tener
responsabilidades” (p. 38). Y su enseñanza no solo llego a Roma sino que su objetivo era
hacer de su moral un conocimiento universal y atemporal, es decir, que llegase a todos
los hombres, de Roma y más allá de esta, y de su época y futuras.

Senequismo entre filosofía y religión

El senequismo es estoicismo realizado en cuanto a su actitud (indiferencia ante lo material


y serenidad ante la muerte), y diferente en cuanto a su doctrina y estilo estoico. Zambrano
expresa esta originalidad al decir que en Séneca “vemos aparecer tan nítidamente el
fondo último del estoicismo: la resignación.” (p. 16). Esta resignación es una regresión
hacia una fe antigua, perdida, olvidada, que practicaban los hombres en tiempos muy
remotos, de la cual ya casi no queda nada. Es una fe históricamente en crisis, la cual
proporciona el único consuelo verdadero al hombre. Gracias a esta resignación-regresión
a una fe, el senequismo y el estoicismo oscilan entre filosofía y religión. Sin embargo, no
es religión dado que no hay dogma y no enseña a vivir en recompensa de algo, y por
muchos filósofos de la época no fue valorada como una filosofía oficial.

Séneca utiliza la razón persuasiva para transmitir su mensaje a los hombres. En ella se
filtra un poco de piedad hacia esos hombres desvalidos ante el desorden y la sinrazón
que causa el poder. Con esa tendencia hacia la piedad manifestada en la razón se ilustra
claramente el problema existencial que sufría el hombre antiguo, dado que son cosas,
quizá no contrarias pero si no afines, como lo son la religión y la ciencia respectivamente.
Esto se da cuando la razón y la noción de naturaleza (ciencia) llegan a tal punto que ya no
es suficiente para el hombre y pierde su apoyo, queda desvalido y se siente solo,
desamparado. Este matiz de piedad y de caridad que toma el senequismo también hace
se le relacione con la religión, dado que todas ellas promueven la caridad al prójimo, por
ello la religión católica es llamada la Religión de la Caridad.

Séneca además de moralista también era creyente en los dioses, aunque de estos no se
hable mucho en sus escritos y no de la forma en como habla la religión. El habla más de
una
Providencia y un ente espiritual, que de un dios omnipotente y creador al cual orar día y
noche, como se refleja en sus Pensamientos en el capítulo titulado “Dios”.

Fontán, A. (1989). La monarquía de Séneca. Gerión, (2), 219-246.

Su hijo, el filósofo, unos cincuenta años más joven, se había educado bajo otras experiencias
sociales y políticas. Su héroe era Catón, pero un Catón reinventado, un sabio estoico y no un
político republicano, el «Sócrates» romano; su escritor más citado, Virgilio; y su doctrina política la
de un estado y de una sociedad que se renuevan y se modernizan, encaminándose a un futuro en
que se aúnen las ventajas humanas y sociales de la monarquía con la libertad. Séneca, el filósofo,
que cronológicamente podía haber sido nieto de su padre, elabora o acopia una concepción
monárquica del estado, que se asienta en una filosofía política —y quizá en una teología política—
de naturaleza estoica y se inspira en un «monarquismo» de filiación helenística (p.232).

El ensayo de organización institucional y social del nuevo estado fue empeño de Séneca como
pensador y como político (p.233).

La filosofía política monárquica, con sus dos caras de un poder absoluto y del elemento corrector
que representan la antropología y la ética estoica y lo que podía llamarse la teología política de
Séneca, es una legitimación doctrinal del imperio que ennobleció, mediante un proceso de
racionalización, el ejercicio del poder y que no haría crisis hasta el siglo III. Y, aún a pesar de ello y
bajo otras formas, continué operando bastante tiempo más (p.233).

Sería, por lo tanto, años antes del tratado de cleinentía cuando Séneca habría escrito que «nadie
conserva largo tiempo el poder por la fuerza, mientras que los gobiernos moderados son
durareros» (ulolenta neino imperia continuit di,¿, moderauz duran¡. SEN., Troj. 258-259) o que
«sólo los reyes pueden hacer lo que los demás no pueden» (regní, naximum pígnus..., si quidquid
allis non ¡¡ca solís licet, SEN., Ag. 271-272). La misma idea aparece reiterada en otra de las
tragedias, Hercules furens, que según las diversas hipótesis cronológicas sería más o menos
contemporánea de la anterior: quod buí hoc regí ¡¡ca (489) (cf mfra en la «Consolación a Polibio»)
(p.235).
El paralelismo que se advierte entre ciertos pasajes sentenciosos de las obras dramáticas y el
pensamiento desarrollado en escritos de filosofía política, como el de clementia o la consolatio ad
Polybium, prueba que en unos lugares y otros se expresan ideas muy profundamente arraigadas
en el ánimo de Séneca. En un libro reciente se ha observado que ocurre algo muy parecido a esto
en relación con otros asuntos. Por ejemplo, el dolor de una madre por la pérdida o la ausencia de
su hijo se describe casi con las mismas palabras en la «Consolación a Helvia» y en el Hercules
Oetaeus tragedia de autoría discutida, pero en todo caso coetánea (p.235).

Sin embargo, en relación con la vida política romana, el escritor de Córdoba es un experimentado
y responsable hombre de estado. Por eso, sus razonamientos políticos más significativos se
producen ante los problemas concretos y como fruto de la experiencia de la historia y, más
especialmente, de la de las últimas generaciones romanas (p. 243).

Hombre de su tiempo, de su patria y de su mundo, Séneca, filósofo, escritor, estoico y romano,


recorrió los senderos del pensamiento y de la acción política apoyado en la experientia rerum, o
enseñanzas de la historia y en las técnicas de razonamiento y expresión adquiridas en virtud de
una buena formación retórica. Todo ello inspirado por una filosofía política, como la estoica
senecana, según la cual el «sabio» debía dedicar sus mejores esfuerzos a la acción pública, a la
administración del estado y al ejercicio de los deberes ciudadanos (Tranqu., 4,1), y para la que,
como se ha dicho antes, el optímus status reí publicae se vería realizado sub rege iusto (p.243).

El filósofo hispano-romano se propuso en sus escritos unos objetivos universales, no limitados o


circunscritos a una sola época y un solo lugar, aunque fuera tan espacioso como el imperio
romano. Son el universo todo y la humanidad entera los que son regidos por un poder superior,
que también es unitario.

Bibliografía

L.A. Séneca (1933). Pensamientos (Introd. de De la Beaumelle, Angliviel). Madrid: Nueva


Biblioteca Filosófica.

Restrepo Rozo, J. A. (2006). El estoicismo como una propuesta alternativa para la


contemporaneidad. Revista Lasallista de Investigación. Vol. 3 (núm. 2), p. 53-61.

Zambrano, María (1965). El Pensamiento Vivo de Seneca. Buenos Aires: Losada.

Séneca, L. A. (1983). De la brevedad de la vida. Introd. de Miguez, J. A.). Buenos Aires:


Aguilar.

Séneca, L. A. (1953). Cartas morales. I, trad., introd. y notas de José M. Gallegos Rocafull.
México: Universidad Nacional Autónoma de México-Coordinación de Humanidades.

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