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CONALEP DR EDUARDO MACIAS SANTOS

TEMA: ABORTO Y EUTANASIA

NOMBRE: Citlaly Arely Martinez Ibarra


DOCENTE: Irma Nohemi Ondarza Reyes
ACESORIAS-LEGISLACIÓN
ABORTO
El borto es un procedimiento médico que pone fin al embarazo. Es una necesidad básica
de atención de la salud para millones de mujeres, niñas y otras personas que pueden
quedarse embarazadas. Se calcula que en todo el mundo, cada año, uno de cada cuatro
embarazos acaba en aborto.

Pero, aunque la necesidad de someterse a un aborto es común, el acceso a servicios


legales y sin riesgos de aborto dista de estar garantizado para quienes puedan
necesitarlos.

De hecho, el acceso al aborto es uno de los temas más controvertidos en todo el mundo,
y el acalorado debate que genera está empañado por la desinformación sobre las
verdaderas repercusiones de restringir el acceso a este servicio de salud básico.

Estos son los datos básicos sobre el aborto que todo el mundo debería conocer.

ESTOS SON LOS DATOS BÁSICOS SOBRE EL ABORTO QUE TODO EL MUNDO DEBERÍA
CONOCER:

Se tienen abortos en todo momento, con independencia de lo que dicte la ley

Poner fin a un embarazo es una decisión común, que toman millones de personas: todos
los años, el 25% de los embarazos acaban en aborto.

Y con independencia de que el aborto sea o no legal, la gente sigue necesitando


servicios de aborto y accediendo de manera habitual a ellos. De acuerdo con el Instituto
Guttmacher, organización sin ánimo de lucro del campo de la salud reproductiva con
sede en Estados Unidos, la tasa de abortos es de 37 por 1.000 personas en los países que
prohíben el aborto totalmente o lo permiten sólo en caso de riesgo para la vida de la
mujer y de 34 por 1.000 personas en los que lo permiten en general, diferencia que no es
significativa estadísticamente.
Cuando lo practica un proveedor de servicios de la salud capacitado y con las debidas
condiciones de salubridad, el aborto es uno de los procedimientos médicos que menos
riesgos entraña, menos aún que el parto.

Pero cuando los gobiernos restringen el acceso al aborto, las personas se ven obligadas
a recurrir a abortos clandestinos y con riesgo, en especial si no tienen medios para
pagarse un viaje a otro país o atención privada. Lo que nos lleva al siguiente aspecto de
la cuestión.

Penalizar el aborto no lo impide, sólo hace que sea menos seguro

Impedir a las mujeres y las niñas el acceso al aborto no hace que dejen de necesitarlo. Es
por ello que los intentos de prohibir o restringir el aborto no consiguen reducir el
número de abortos; lo que hacen es obligar a las personas a someterse a abortos
inseguros.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el aborto inseguro como “un


procedimiento para finalizar un embarazo no deseado realizado por personas que
carecen de la capacidad necesaria o que se lleva a cabo en un entorno donde se carece
de un estándar médico mínimo, o ambos”.

La OMS calcula que todos los años tienen lugar 25 millones de abortos inseguros, la
gran mayoría de ellos en países en vías de desarrollo.

A diferencia de los abortos legales, practicados por proveedores de servicios médicos


capacitados, los abortos inseguros pueden tener consecuencias fatales. Tanto es así que
los abortos inseguros son la tercera causa más habitual de muerte materna del mundo y
dan lugar además a cinco millones de discapacidades en gran medida evitables, según
la OMS.

Casi todas las muertes y lesiones por aborto inseguro son evitables

Las muertes y lesiones causadas por abortos inseguros son evitables. Sin embargo, tales
muertes son comunes en los países donde el acceso al aborto está limitado o prohibido
por completo, pues la mayoría de las mujeres y las niñas que necesitan someterse a un
aborto debido a un embarazo no deseado no pueden acceder legalmente a él.

En los países con tales restricciones, la legislación prevé normalmente una lista reducida
de excepciones a la penalización del aborto. Entre ellas puede figurar que el embarazo
sea consecuencia de una violación o de incesto, que se trate de un caso de malformación
grave y mortal del feto o que haya riesgo para la vida o la salud de la persona
embarazada. Sólo un pequeño porcentaje de abortos se practica por estos motivos, lo
que significa que la mayoría de las mujeres y las niñas que viven en países con este tipo
de legislación pueden verse obligadas a recurrir a abortos inseguros y poner su salud y
su vida en peligro.

Las que son ya personas marginadas se ven afectadas de manera desproporcionada por
tal legislación, pues no tienen medios para recurrir a servicios legales y sin riesgos en
otro país o acceder a atención privada. Entre ellas figuran las mujeres y las niñas con
bajos ingresos, las refugiadas y migrantes, las adolescentes, las lesbianas, las mujeres
cisgénero bisexuales, las personas transgénero o de género no conforme y las mujeres
pertenecientes a minorías o indígenas.

La OMS ha señalado que uno de los primeros pasos que deben darse para evitar las
lesiones y muertes maternas es que los Estados garanticen que las personas tienen
acceso a educación sexual, pueden utilizar métodos anticonceptivos eficaces, pueden
someterse a abortos legales y sin riesgos y reciben atención con prontitud en caso de
complicaciones.

Los datos disponibles indican que los índices de aborto son más altos en los países donde
el acceso a los métodos anticonceptivos es limitado. Los índices de aborto se reducen
cuando las personas, incluidas las adolescentes, tienen información sobre métodos
anticonceptivos modernos y pueden acceder a ellos, así como cuando existe educación
sexual integral y es posible el acceso al aborto legal y sin riesgos por numerosos
motivos.

Muchos países están empezando a modificar su legislación para permitir mayor acceso
al aborto
En los últimos 25 años, más de 50 países han modificado su legislación para permitir
mayor acceso al aborto, en ocasiones reconociendo que el acceso al aborto sin riesgos es
fundamental para la protección de la vida y la salud de las mujeres. Irlanda se sumó a
esa lista el 25 de mayo de 2018 tras un ansiado referéndum en el que la población votó
abrumadoramente a favor de anular la prohibición casi total del aborto que establecía
la Constitución.

A pesar de la tendencia a reformar la legislación para impedir las muertes y lesiones,


algunos países —entre ellos Nicaragua y El Salvador— mantienen leyes draconianas y
discriminatorias, que siguen prohibiendo el aborto prácticamente en todas las
circunstancias. De hecho, según la OMS, en todo el mundo, el 40% de las mujeres en
edad de procrear viven en países con leyes sobre el aborto muy restrictivas o donde,
aunque el aborto sea legal, no se dispone de servicios de aborto o son inaccesibles. En
esos Estados, el aborto está prohibido o sólo se permite en circunstancias muy
restringidas, o, si es legal, no es accesible debido a múltiples obstáculos existentes en la
práctica.

Incluso en los Estados con acceso en general a servicios legales de aborto, las personas
embarazadas pueden encontrar aún múltiples restricciones y obstáculos para acceder a
ellos, como el precio, la falta de imparcialidad en el asesoramiento y la existencia de
plazos obligatorios de espera. La OMS ha publicado una guía técnica para los Estados
sobre la necesidad de identificar y eliminar tales obstáculos.

Penalizar o restringir el aborto impide a los profesionales de la salud prestar atención


básica

La penalización del aborto y las leyes restrictivas sobre él impiden a los proveedores de
servicios de salud hacer bien su trabajo y prestar la mejor atención posible a sus
pacientes, conforme a la buena práctica médica y a sus responsabilidades éticas
profesionales.

La penalización del aborto tiene un “efecto disuasorio”, que puede hacer que los
profesionales médicos no comprendan los límites de la ley o apliquen las restricciones de
manera más estricta de lo dispuesto en ella. Esto puede deberse a varios factores, como
las convicciones personales, el estigma sobre al aborto, los estereotipos negativos sobre
las mujeres y las niñas o el temor a incurrir en responsabilidad penal.
También disuade a las mujeres y las niñas de solicitar atención después del aborto en
caso de complicaciones provocadas por un aborto inseguro o de otras complicaciones
relacionadas con el embarazo.

Claire Malone, joven de Irlanda que tenía ya dos hijos, ofreció a Amnistía Internacional
su angustioso testimonio de cómo se había menoscabado su derecho a la salud por no
poder acceder a servicios de aborto debido a la estricta legislación del país.

Claire sufre varios problemas de salud complicados y que ponen en riesgo su vida, como
atresia pulmonar e hipertensión pulmonar, y en 2014 le quitaron un pulmón. Si las
mujeres con hipertensión pulmonar se quedan embarazadas, corren un gran riesgo de
enfermar aún más o morir durante el embarazo. Claire lo sabe y por eso solicitó la
interrupción, pero sus médicos se la denegaron porque la legislación les impedía llevarla
a cabo.

“Mis médicos me dijeron que no podían ofrecerme la interrupción porque mi salud no


estaba en peligro en ese momento, y punto. Sé que les obliga la ley, pero sentí que, si
esperaba a estar tan mal de salud que corría peligro de morir, entonces ya sería
demasiado tarde. ¿Y por qué un riesgo para salud, tan malo como era ya, no es
suficiente? ¿Por cuánto tengo que pasar para que mis médicos puedan atenderme?”

No son sólo las mujeres y las niñas cisgénero las que necesitan servicios de aborto

No son sólo las mujeres y las niñas cisgénero (aquellas a las que se asignó el sexo
femenino al nacer) las que pueden necesitar acceso a servicios de aborto, sino también
las personas intersexuales, los hombres y los niños transgénero y las personas con otras
identidades de género que tienen la capacidad reproductiva de quedarse embarazadas.

Uno de los mayores obstáculos que encuentran estos grupos para acceder a servicios de
aborto es la falta de acceso a la atención de la salud. Además, en el caso de las que sí
tienen acceso a la atención de la salud, pueden sufrir estigma y opiniones prejuiciosas
en la prestación de servicios de salud, así como la presunción de que no necesitan acceso
a información y servicios relacionados con la contracepción y el aborto. En algunos
contextos, el 28% de las personas transgénero y de género no conforme denuncian sufrir
hostigamiento en los entornos médicos, y el 19% afirman que se les niega por completo
la atención medica debido a su condición transgénero, siendo aún mayor el porcentaje
en las comunidades de color. Esto se debe a muchos factores interrelacionados de
pobreza, raza y discriminación múltiple conexa.

Los defensores y defensoras de los derechos sexuales y reproductivos y los activistas y


las activistas de los derechos LGBTI hacen campaña para sensibilizar sobre esta cuestión
y conseguir que los servicios de aborto sean accesibles e inclusivos para todas las
personas que los necesiten sin discriminación por ningún motivo.

Penalizar el aborto es una forma de discriminación, que fomenta aún más el estigma

En primer lugar, la negación de servicios médicos, incluidos los servicios de salud


reproductiva que sólo determinadas personas necesitan, es una forma de
discriminación.

El comité que vigila el cumplimiento de la Convención de la ONU sobre la Eliminación de


Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW o Tratado de los Derechos
de las Mujeres) ha manifestado constantemente que las leyes sobre el aborto
restrictivas constituyen discriminación contra las mujeres. Esta afirmación es aplicable a
todas las mujeres y todas las personas que puedan quedarse embarazadas, pues el
Comité de la CEDAW ha confirmado que las salvaguardias de la Convención y las
obligaciones de los Estados conexas se aplican a todas las mujeres e incluyen, por tanto,
la discriminación contra las mujeres que son lesbianas, bisexuales y/o transgénero,
especialmente si se tienen en cuenta las formas específicas de discriminación que sufren.

En segundo lugar, el estigma en torno al aborto y los estereotipos de género están


estrechamente relacionados con la penalización del aborto y otras leyes políticas
restrictivas sobre el aborto.

La mera percepción de que el aborto es ilegal o inmoral da lugar a que el personal de los
servicios de salud, la familia y los jueces, entre otros, estigmaticen a las mujeres y las
niñas. Como consecuencia, las que intentan acceder a servicios de aborto corren el
riesgo de sufrir discriminación y hostigamiento. Algunas mujeres han informado de que
los proveedores de servicios de salud las insultaron y las hicieron avergonzarse cuando
solicitaron servicios de aborto o asistencia médica tras un aborto.
El acceso al aborto sin riesgos es una cuestión de derechos humanos

El acceso a servicios de aborto sin riesgos es un derecho humano. Según el derecho


internacional de los derechos humanos, toda persona tiene derecho a la vida, a la salud
y a no sufrir violencia, discriminación ni tortura y tratos crueles, inhumanos y
degradantes.

El derecho de los derechos humanos especifica claramente que las decisiones sobre
nuestro cuerpo son sólo nuestras, principio que se conoce como “autonomía física”.

Obligar a alguien a mantener un embarazo no deseado o a buscar un aborto inseguro es


una violación de sus derechos humanos, incluidos los derechos a la intimidad y a la
autonomía física.

En muchas circunstancias, quienes no tienen más opción que recurrir a un aborto


inseguro corren además riesgo de procesamiento y sanción, incluida prisión, y pueden
también exponerse a sufrir trato cruel, inhumano y degradante, discriminación y
exclusión en el acceso a servicios esenciales de atención a la salud después del aborto.

El acceso al aborto está, por tanto, esencialmente ligado a la protección y el respeto de


los derechos humanos de las mujeres, las niñas y las demás personas que pueden
quedarse embarazadas y a la consecución, por consiguiente, de justicia social y de
género.
Amnistía Internacional cree que toda persona ha de tener libertad para ejercer su
autonomía física y tomar sus propias decisiones sobre su vida reproductiva, incluida la
decisión de si tener o no hijos y cuándo. Es esencial que las leyes relativas al aborto
respeten, protejan y hagan efectivos los derechos humanos de las personas
embarazadas y no las obliguen a recurrir a abortos inseguros.

EUTANASIA
La eutanasia es la intervención aceptada voluntariamente por el paciente y realizada
por un profesional médico, que acelera la muerte de un paciente desahuciado, con la
intención de evitar sufrimiento y dolor innecesario.

Desde hace años que en Chile existe el debate sobre si legislar sobre la eutanasia, la cual
permite decidir si continuar la vida de alguien que está prácticamente desahuciado.

Hoy en día hay parlamentarios que proponen la idea de crear una ley que permita
decidir a cada de una las personas, si quieren continuar con su vida, pero en dos
causales específicas. Lo que se propone que se pueda decidir en caso de estado de salud
terminal y estado de sufrimiento físico o mental insoportable que no puede ser
apaciguado con medicina.

La aprobación de la ley de eutanasia en Chile es un tema muy controversial, ya que


existen opiniones muy variadas y opuestas entre sí. La opinión en contra considera que
la eutanasia legal favorece una inclinación peligrosa en contra del derecho a la vida,
basándose en creencia religiosas o teológicas, en esto también influye la opinión de
algunos médicos que consideran que tanto la eutanasia como el aborto no son actos
médicos, y atentarían contra los principios de la medicina. Aquellos que están a favor de
este procedimiento argumentan que, sin violar el derecho a la vida, la eutanasia
representaría el respetar la voluntad de aquellos que sufren una lenta y penosa agonía.
Muchas veces es una cruel lucha por vivir que implica sufrimientos que el paciente no
puede afrontar, ni anímica ni económicamente, y que la medicina no puede suprimir ni
aliviar.

La eutanasia comenzó a ser un tema de interés nacional luego de que se hiciera pública
la historia de Paula Díaz, una joven de 19 años que padecía una enfermedad
irrecuperable y con mucho sufrimiento. Paula le pidió públicamente a la Presidenta de la
republica apoyo para terminar con su terrible sufrimiento. Pero últimamente la
eutanasia ya no figura en los temas de interés público, esto no quiere decir que el tema
deje de ser polémico ni disminuya su importancia, debido a que todos los días podemos
encontrar personas con enfermedades irrecuperables y con un grado de sufrimiento tal
que claman por permitirles terminar con su insoportable vida.

La eutanasia, ampliamente definida, puede ser clasificada desde diversas formas:


Eutanasia voluntaria: La decisión la toma el paciente directamente o terceros
obedeciendo los deseos que el paciente ha expresado con anterioridad.

Eutanasia no voluntaria: La decisión la toma un tercero sin que haya habido


posibilidades de conocer la determinación del enfermo.

Eutanasia involuntaria: La decisión la toma un tercero sin pedir el consentimiento de un


paciente capaz de expresar su elección o en contra de su voluntad.

Eutanasia activa (o positiva): por acción (administración de sustancia letal p.e.).

Eutanasia pasiva (o negativa): por omisión (abstención o retiro de terapias).

Eutanasia directa: la acción u omisión intenta la muerte del paciente.

Eutanasia indirecta: la acción u omisión no busca la muerte del paciente, pero se es


consciente que ésta puede producirse como efecto secundario no deseado de dicha
acción u omisión.

El primer país en legalizar la eutanasia, junto con el suicidio asistido, fue Holanda, en
2001. Actualmente, en el mundo los países que la permiten son otros cuatro: Bélgica,
Colombia, Canadá, Luxemburgo y algunos estados de EE.UU. En Suiza el panorama es
distinto: la eutanasia no está permitida, pero sí el suicidio asistido que se produce
cuando se facilitan los medios a la persona para que muera.

En Chile, ambos están prohibidos. Esta restricción está contenida en dos artículos de la
Ley que regula los Derechos y Deberes del Paciente, de 2012, que establece que ningún
rechazo a tratamientos podrá tener como objetivo la aceleración artificial de la muerte,
la realización de prácticas eutanásicas o el auxilio al suicidio. Sin embargo, desde hace
casi 15 años que se ha intentado legislar sobre la muerte asistida.

Nosotros escogimos la eutanasia ya que creemos que un tema como este debe ser
debatido a nivel nacional dada a su importa y los tiempos en que vivimos. Debemos
aclarar que quienes realizamos este trabajo estamos de acuerdo con la legalización en
Chile de la eutanasia.

A continuación detallamos algunos puntos que consideramos indispensables en una ley


de este tipo:

Se debe trabajar el procedimiento con distintos profesionales tales como:

• Tres médicos que confirmen la irrecuperabilidad del paciente y su grado de


sufrimiento.
Hemos tomado la decisión de que tienen que ser tres médicos, ya que, en el momento de
ser solo uno el que tome la decisión, podría infringir en esta la moral del médico, siendo
así una decisión imparcial, y en el caso de ser un numero par de los encargados de tomar
la decisión se podría generar una división equitativa entre estos al momento de elegir, y
nunca encontrar una solución a la situación.

• Un psicólogo y psiquiatra que realice una evaluación profesional al paciente.


Por ultimo cabe mencionar que para realizar la eutanasia el paciente debe ser mayor de
21 años, ya que al cumplir esta edad todo ciudadano deberá ir al registro civil a firmar
un documento que expresará, si al momento de algún accidente este autorizaría la
eutanasia en casos extremos; y en el caso de no haber cumplido los 21 años, se requerirá
la autorización de los padres o de su tutor legal.

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