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La reproducción humana es un proceso biosocial, pues si bien el mecanismo

fisiológico reproductor es una obra de la naturaleza y se subordina a ella, la


existencia social del hombre la condiciona y su regulación es, ante todo, resultado
de determinados procesos y normas socioculturales existente en el marco de una
formación socioeconómica dada.

La práctica del aborto es tan antigua como la organización social de los seres
humanos y esta dependencia se da a través de múltiples factores psicológicos,
culturales y sociales, incluidos los puntos de vista religiosos, las tradiciones y la
reacción psicológica a la coyuntura económica y política. El aborto provocado es,
probablemente, el método más antiguo y polémico de regulación de la fecundidad.

No existe otro procedimiento quirúrgico electivo que haya sido tan debatido, haya
generado tanta controversia emocional y ética, y haya recibido tanta y tan
constante atención pública a través del tiempo. La ilegalidad del proceder,
existente en muchos países, ha ido en detrimento de la salud femenina, además
de violar los derechos reproductivos de la mujer.

Esta crítica situación está entrelazada con diversas variables a tener en cuenta en
el momento de la interrupción de un embarazo, tales como: los marcos morales de
la embarazada, las características de las familias parentales involucradas, los
aspectos bioéticos, la intervención médica, las legislaciones para las prácticas
abortivas de cada país, los valores morales del profesional de la salud y las
diversas conceptualizaciones de la salud pública, que cuando interactúan, casi
siempre provocan colisión entre el principio de autonomía y el bien público,
vinculado todo al principio de la justicia sanitaria

El aborto ha sido y es en el mundo actual uno de los métodos más ampliamente


aplicados para regular la fecundidad, en especial, en los países más
subdesarrollados. Los más de 40 millones de abortos que se realizan anualmente
en el orbe, dan prueba fehaciente de esto, y mientras la polémica mundial acerca
de su irrestricta aceptación continúa, también se perpetúa su práctica,
informándose actualmente una tasa mundial de 40 a 70 por cada 1 000 mujeres
en edad fértil y de 200 a 460 abortos por cada 1 000 nacidos vivos.
En México, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inconstitucional la
prohibición absoluta del aborto, y su penalización en todos los casos. Se trata de
un gran avance en materia de derechos humanos, puesto que el aborto es uno de
los procedimientos médicos que pueden contribuir en mayor medida a salvar miles
de vidas de mujeres jóvenes.
El aborto es un procedimiento médico habitual. Es seguro cuando se utiliza un
método recomendado por la OMS que resulta también adecuado teniendo en
cuenta el tiempo de embarazo y lo practica una persona que posee los
conocimientos necesarios. Seis de cada diez embarazos no deseados se
interrumpen voluntariamente.

Cerca del 45% de los abortos se realizan en condiciones peligrosas, y el 97% de


esos abortos se practican en los países en desarrollo. A pesar de que se puede
prevenir, el aborto peligroso es una de las principales causas de morbimortalidad
materna y puede provocar complicaciones físicas y psíquicas y perjuicios sociales
y económicos a las mujeres, las comunidades y los sistemas de salud.

La imposibilidad de acceder a una atención para el aborto segura, oportuna,


asequible y respetuosa es un grave problema para la salud pública y una violación
de los derechos humanos. La atención integral para el aborto es una de las
intervenciones esenciales de la atención de salud– en inglés, incluidas en la lista
publicada por la OMS en 2020.

El aborto, ya sea farmacológico o quirúrgico, es una intervención sencilla que


pueden practicar una amplia gama de trabajadores de la salud. Durante las 12
primeras semanas de gestación, la embarazada puede abortar en su domicilio o
sin necesidad de acudir a un establecimiento de salud, al menos durante parte del
proceso. Sin embargo, para que ello sea posible se deben proporcionar
información precisa, medicamentos de calidad y el apoyo de un profesional de la
salud cualificado, en el caso de que la gestante lo necesite o lo solicite durante el
proceso.

El aborto es seguro si se utiliza un método recomendado por la OMS que resulta


también adecuado teniendo en cuenta el tiempo de embarazo y lo practica una
persona que posee los conocimientos necesarios. Sin embargo, cuando una
mujer que está embarazada sin haberlo deseado encuentra obstáculos para que
se le presten servicios de atención al aborto oportunos, seguros, asequibles, de
calidad, respetuosos, no discriminatorios y a una distancia razonable se expone a
riesgos si decide abortar.

De acuerdo con los cálculos, el 45% de los abortos provocados en el mundo entre
2010 y 2014 fueron peligrosos y, de ellos, una tercera parte tuvieron lugar en
condiciones de gran peligrosidad, es decir fueron practicados por personas sin
formación mediante métodos dañinos y cruentos.

El 97% de los abortos peligrosos se practican en países en desarrollo, más de la


mitad en Asia (la mayor parte de ellos, en las regiones meridional y central del
continente). También son peligrosos la mayoría de los abortos practicados en
América Latina y África (aproximadamente tres de cada cuatro). En este último
continente, casi la mitad de los abortos no se practican en condiciones de
seguridad.

En cuanto a consecuencias, cuando una mujer no recibe una atención para el


aborto segura, asequible, oportuna y respetuosa y se la estigmatiza por abortar, su
bienestar físico y psíquico puede verse afectado durante toda la vida. Cada minuto
380 mujeres quedan embarazadas en el mundo y de ellas 40 se someten a un
aborto en condiciones insalubres, mientras que anualmente mueren en el todo el
orbe 600 000 mujeres como resultado directo de la interrupción de un embarazo,
el 99 % en países en vía de desarrollo.

La imposibilidad de recibir una atención para el aborto de calidad infringe varios


derechos humanos de las mujeres y las niñas, como el derecho a la vida, el
derecho a gozar del grado máximo de salud física y mental que se pueda lograr, el
derecho a beneficiarse del progreso científico y de su puesta en práctica, el
derecho a decidir libre y responsablemente el número de hijos y el espaciamiento
entre los partos, y el derecho a no sufrir torturas ni tratos o castigos crueles,
inhumanos o degradantes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) refiere que cerca de la mitad de los
abortos inducidos que se realizan cada año, son inseguros, y que en
Latinoamérica y el Caribe existe más de un aborto inseguro por cada tres nacidos
vivos. El aborto inseguro se asocia con una considerable morbilidad materna, de
hecho, una de cada 5 mujeres que han tenido un aborto inseguro padece una
infección genital y alrededor del 13 % de las muertes relacionadas con la gravidez
se atribuyen a complicaciones provocadas por abortos inseguros.

En muchos países, los desafíos enfrentados al decidir la mujer realizarse un


aborto son enormes, se recurre con frecuencia al recurso ilegal y se sufren
complicaciones; por otro lado, el acceso a servicios de salud que garanticen la
realización correcta de este proceder es difícil y arriesgado, lo que puede
favorecer que se produzcan resultados fatales. Cada año, entre el 4,7% y el 13,2%
de las muertes maternas se deben a un aborto peligroso.

Se calcula que, en las regiones desarrolladas, por cada 100 000 abortos
peligrosos se producen 30 defunciones, mientras que esta proporción aumenta
hasta las 220 defunciones por cada 100 000 abortos peligrosos en las regiones en
desarrollo. De acuerdo con unas estimaciones realizadas en 2012, cada año se
atiende en los hospitales a 7 millones de mujeres para tratar las complicaciones
causadas por un aborto peligroso, y eso solo en los países en desarrollo.

La consideración jurídica del aborto también puede tener consecuencias para la


educación de los niños y para su capacidad de entrar en el mercado de trabajo en
etapas posteriores de su vida. La legislación que limita el aborto puede causar
malestar y estigmatización y podría violar los derechos humanos de las mujeres y
las niñas (por ejemplo, su derecho a la intimidad, la no discriminación y la equidad)
y representar para ellas una carga económica.

Del mismo modo, obligar legalmente a las mujeres a viajar para obtener ayuda
jurídica y exigirles que reciban asesoramiento y esperar un tiempo para poder
abortar puede hacerles perder ingresos, causarles otros gastos y en la práctica,
imposibilitar que las mujeres de escasos recursos puedan abortar. No cabe dudas
que la mujer será más libre para exigir y ejercer su autonomía, mientras mejor
conozca sus necesidades y los mecanismos socio jurídicos que le permitan
alcanzar su satisfacción plena en el aspecto sexual y reproductivo.
En el desarrollo de técnicas para la ejecución de la legalidad del aborto,
contribuirán a reducir la mortalidad por este proceso en la taza del sexo femenino.
El aborto es un fenómeno relacionado con la reproducción que se ha convertido
en un problema social, y que se podrá solucionar en la medida en que la
humanidad alcance un desarrollo material, intelectual y ético más avanzado dentro
del marco de la normalidad, la legalidad y la moralidad.

Para la reducción de las conductas abortivas hay que continuar trabajando con el
objetivo de incrementar el conocimiento sobre todos los aspectos éticos y sociales
relacionados con la salud sexual y reproductiva, mediante una política que los
relacione y tenga en cuenta los riesgos que el aborto trae consigo.

Los datos demuestran que las políticas restrictivas no solo no reducen el número
de abortos en las mujeres y las niñas, sino que también afectan a la posibilidad de
que se practiquen de forma digna y sin riesgos. La proporción de abortos
peligrosos es significativamente más elevada en los países que imponen leyes
muy restrictivas que en aquellos dónde estas leyes son poco estrictas.

Probablemente, ningún otro problema en el campo de la salud ha suscitado más


controversia que el tema del aborto. Todos los métodos y técnicas de aborto, en
mayor o menor grado, presentan riesgo de complicaciones. Cada día acuden a las
consultas de planificación familiar un número creciente de mujeres que solicitan el
aborto provocado, a veces de forma sistemática, aún hasta cuando se aconseja
previamente en una consulta de riesgo preconcepcional acerca de los peligros a
los que se exponen cuando se someten a este proceder.

A fin de que todas las mujeres que necesitan abortar reciban servicios deben
adoptarse varias medidas a nivel jurídico, sanitario y comunitario. Estos son los
tres pilares sobre los que se sustenta un entorno propicio para prestar una
atención integral para el aborto de calidad.

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