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Índice

● Prólogo………………………………………………………………………… pàg. 2

● Fundamentación……………………………………………………………… pág. 4

● Objetivos …………………………………………………….……………….. pág. 5

● Proyección Metodológica…………………………………………………… pág. 6

● Metodología adoptada por centro…………………………….………….. pág. 8

● Marco legal: Justicia penal Juvenil………………………………………. pág. 13

● La privación de libertad en adolescentes desde un enfoque


psico-social…………………………………………………………………… pág. 19

○ ¿Qué implica la privación de libertad en la adolescencia? ...... pág. 20


○ ¿Qué implicancias transversalizan al egreso?........................... pág. 24

● Descripción y análisis de la experiencia colectiva……………….…...... pág. 27


○ A primera vista………………………………………………………. pág. 28
○ La pandemia y sus incidencias……………………………………. pág. 29
○ Nuevas implicancias………………………………………..………. pág. 30
○ Urge re-pensar las masculinidades………………………………. pág. 32

● Conclusiones……………………………………………….…...………….... pág. 35

● Anexos………………………………………………………….……......….... pág. 37

● Bibliografía……………………………………………………………….….. pág. 38
Prólogo

El año 2020 demostró las consecuencias que, hasta en la comodidad de un hogar, trae
el encierro. Éste se ha visto acrecentado durante la coyuntura actual y también ha repercutido
profunda y notoriamente en el sistema carcelario, donde las estructuras edilicias de los
distintos centros no acompañan las condiciones necesarias para tantas horas de encierro, el
consumo frecuente de psicofármacos se incrementa, y las horas de ocio se intensifican.

Las actividades curriculares y extracurriculares en la Colonia Berro se vieron


disminuidas como consecuencia de las medidas de prevención durante todo el año pasado y
parte del año corriente. Esto ha afectado de distintas maneras: las horas y cupos de talleres se
vieron disminuidos, salidas acotadas, actividades suspendidas, reducción en el horario de
visitas y de los familiares habilitados para concurrir.

Entendiendo que el encierro y la falta de talleres y actividades vuelve el día a día más
tedioso, creímos pertinente dedicar los meses de febrero y marzo para la realización de
talleres dentro de la Colonia -un lugar desconocido para el colectivo hasta entonces-, en
donde a través de distintas dinámicas se generaron herramientas para, de alguna manera,
canalizar constructivamente las distintas necesidades, acompañado de la reflexión e
intercambio tanto individual como colectiva sobre el proceso de abordaje.

A partir de las distintas actividades planteadas en los centros, se fueron generando


intercambios donde se crearon colectivamente canciones, poesía y recitados. Creemos
oportuno y necesario poder darles el espacio y voz a los sentires y pensares de los
adolescentes, es por esto que de manera colectiva y con el consentimiento de ellos, se ha
decidido que parte de los dibujos que aparecerán a lo largo del informe sean pensados y
realizados a partir de sus creaciones.

En el análisis de nuestras sensaciones y afectos luego de los encuentros con los


adolescentes, pudimos entender que éstos no fueron solo “dentro” de los centros ya que nos
encontramos con todo lo que a ellos los compone como sujetos; nos referimos a sus barrios,
familias, prácticas y espacios con la que tienen identificación en el “afuera”. Es así que nos
vemos en la complejidad de reconocer un límite difuso entre un “adentro” y “afuera”
simbólico y ficcional. Lo que ha transformado, además, nuestro habitar y visión del “afuera”

En este sentido, desde Empatía sostenemos que hablar de seguridad, debe significar
también hablar de política pública en los barrios y comunidades, que garanticen los derechos
humanos fundamentales como lo son el acceso a la vivienda, educación, salud, entre otros.

Entendemos que pensar los abordajes desde lo “re”, sin condiciones garantes y sin
lógicas integrales, termina siendo un absurdo porque no se puede ‘reeducar’, cuando hubo
grandes carencias en la educación, no se puede ‘rehabilitar’, cuando la habilitación a las
posibilidades siempre fue escasa o nula y es inviable ‘resocializar’, cuando la marginación y
la exclusión social, muchas veces estuvo presente desde sus infancias.

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Fundamentación

El jueves 26 de noviembre del 2020 se llevó adelante el Encuentro “Re- pensar la


cárcel es tarea de Todxs” organizado por “Empatía”, en el que participaron como exponentes
la Dra. Andrea Venosa (Directora de INISA), el Dr. Juan Miguel Petit (Comisionado
Parlamentario Penitenciario), Graciela Barrera (Directora de la Fundación Alejandro Novo), y
el músico Federico González. Expusieron datos, vivencias propias y sugerencias sobre el
sistema carcelario con el fin de generar un espacio de reflexión en la sociedad y dar
visibilidad al estado actual del sistema.

De forma remota también participaron jóvenes y adolescentes de diferentes centros


INISA, entre ellos: Granja, Cerrito; y presencialmente asistieron un grupo de cinco
adolescentes de distintos centros.

Tras la propuesta de visibilizar realidades, reivindicar las voces y experiencias de


quienes viven el encierro en primera persona, se desarrolló una dinámica que motivó a que
expresaran sus percepciones en base a dos imágenes. A raíz de las devoluciones de los y las
adolescentes sobre esta dinámica, el equipo identificó una necesidad real de co-construir
espacios que faciliten la expresión desde una perspectiva crítica. A modo de ejemplo,
transcribimos lo expresado por ellos y ellas en las dinámicas:

“Libertad a pesar de las rejas”; “Educación como ventana a la libertad”;


“Comunicación, cultura, música”; “Resiliencia”; “Buscar la manera de respirar
entre las grietas”; “Comprender que al final del día todos somos personas, sentimos y
sufrimos por igual”; “Que los límites los ponga uno mismo”; “Cada uno es preso de
sí mismo”; “Empatizar sin subestimar”.

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Objetivos

Objetivo general:

Generar espacios que promuevan la creatividad y expresión en los jóvenes y


adolescentes, desde una perspectiva crítica-reflexiva, dentro de un marco
habilitador-contenedor de las emociones y afectividades.

Objetivos específicos:

● Identificar formas de comunicación y expresión propias y del entorno.

● Reflexionar acerca de lo que generan esas formas y el impacto en sus vínculos.

● Acercar nuevas herramientas de comunicación y expresión, en pro de potenciar el


conocimiento previo.

● Promover la producción colectiva y el trabajo en equipo a partir de las herramientas


trabajadas y aportes subjetivos.

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Proyección Metodológica

Bajo la modalidad de talleres presenciales dos veces a la semana con una carga horaria
de dos horas cada uno, durante el mes de febrero y marzo del 2021, el equipo de “Empatía”
llevará a cabo instancias lúdicas, artísticas, reflexivas, que promuevan la expresión y
comunicación de los y las jóvenes-adolescentes.

Cada taller contará de un primer momento introductorio “rompe hielo”, que acerque a
quienes participen y genere un ambiente de comodidad y confianza. A continuación se
realizará la presentación de la propuesta central, que variará dependiendo del eje temático en
cuestión. Hacia el final, se habilitará un espacio reflexivo con respecto a las producciones e
inquietudes que surjan en el transcurso del taller.

Concluirá la jornada con una instancia distendida donde se compartirá una merienda,
con el fin de seguir construyendo desde la cercanía.

Ejes temáticos:

● “Los puntos de vista y las diferentes perspectivas.”

● “Comunicación efectiva.”

● “Identificando mis recursos.”

● “Expresarse a través de diversas formas: música, escritura, pintura y arte en general.”

● “Construcción colectiva.”

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Metodología Adoptada por Centro.

Previo al ingreso a los centros, como colectivo percibimos ciertas dificultades en la


comunicación con referentes institucionales del INISA que no favorecieron al inicio del
abordaje de los centros de la Colonia. Como consecuencia, fue necesario adaptar la
metodología prevista, flexibilizando así, luego de entrevistarnos con cada una de sus
direcciones, las propuestas respecto a la realidad de cada centro.

● Centro Sarandí

El centro Sarandi -centro de alta seguridad-, alberga hasta 30 adolescentes que tienen
entre 15 y 21 años (marzo, 2021). Se caracteriza por tener piezas donde comparten hasta tres
adolescentes; dependiendo del día o actividad, en caso de no contar con talleres pueden llegar
a permanecer allí alrededor de 22 horas diarias, ya que, en estos casos, cuentan con una hora
de patio y otra hora para actividades de higiene y aseo.

Dada la dinámica del centro, nos habilitaban a compartir con cinco adolescentes -que
tuvieran buena convivencia- por taller. Para abarcar la mayor cantidad de jóvenes, planteamos
dos instancias de taller consecutivas de una hora y media cada una con distintos talleristas que
se llevaban adelante los días lunes. Teníamos previsto que se llevaran adelante seis
encuentros, pero como consecuencia de la situación sanitaria prescindimos de algunos.

Las actividades se desarrollaban en un salón cerrado de tamaño reducido destinado


también para otros talleres; notamos cierta inquietud en los jóvenes que asociamos a
diferentes factores: el comienzo del taller, las dimensiones del espacio, la manipulación de
nuevos materiales, entre otras.

La modalidad utilizada consistió en dinámicas semi-dirigidas con propuestas


concretas, que implicaban la producción escrita y la reflexión a partir de diferentes
disparadores que invitaban al despliegue de la creatividad. A su vez, se aprovecharon los
recursos materiales que disponía el espacio, a los cuales los adolescentes no podían acceder
cotidianamente.

● Centro Granja

El centro Granja -de seguridad moderada- cuenta con más horas de esparcimiento,
donde el total de su población comparte los espacios comunes durante el día, teniendo horas
de encierro prolongadas durante la noche. El centro aloja a 22 adolescentes, (marzo, 2021),
que logran una buena convivencia a partir de las medidas socio-educativas implementadas, las
cuales incluyen, entre otras, que los mismos se hagan cargo de las tareas diarias que requiere
el centro. Así como también, poseen un sistema de asambleas participativas donde se plantean
las dificultades o conflictos de lo cotidiano para llegar a acuerdos.

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En la propuesta participaban todos los adolescentes. La misma se dividía en cuatro
momentos claves en el correr de dos horas, comenzando con la presentación o "rompe hielo",
seguida por dos actividades con un descanso de diez minutos entre ellas. Finalmente se
habilitaba un momento de intercambio y reflexión.

Para volver más ameno el trabajo y el intercambio, en un primer momento estábamos


todas y todos juntos, y para las actividades proseguimos a su división en grupos más
pequeños. Así se promovía la comunicación, la escucha y no se sobreexponía a quien quisiera
participar.

Desde Empatía, las y los talleristas adoptaban diferentes roles: participando en los
grupos, acompañando las propuestas, mientras algunas y algunos permanecían con cierta
distancia para la coordinación de las espacios, tiempos y planteo de las mismas. Los y las
educadoras del centro no participaban activamente de la jornada pero se encontraban cerca
conteniendo y apoyando en el correr de la instancia.

En este centro fue donde pudimos encuadrar una propuesta con mayores coincidencias
con relación a nuestra proyección metodológica.

● MD1

El centro MD -de máxima seguridad- alberga a 25 adolescentes (marzo, 2021) que


tienen más de 18 años de edad. Tiene la particularidad de ser un centro con altos niveles de
encierro y pocas actividades socio-educativas. Los adolescentes ingresados son trasladados
desde otros centros, en general, quienes cumplieron la mayoría de edad y aún deben cumplir
parte de la pena, pero también, por haber ocasionado o estado en conflictos anteriormente.

La distribución de las piezas va en relación a la capacidad de sostener una buena


convivencia, asignándolos así en pequeños grupos con buen vínculo, compartiendo entre ellos
-cuando se habilitan- las horas de patios y actividades.

En las instancias que compartimos como colectivo en dicho centro, había un


adolescente “aislado” en una pieza individual, por haber tenido episodios conflictivos con los
demás adolescentes.

En dicho centro, se pudo llevar adelante una única jornada, en la que se acordó con el equipo
directivo del centro trabajar una hora y media con dos grupos de adolescentes. Trabajamos en
un espacio cerrado, denominado “espacio luz”, que se encuentra en el pasaje entre las piezas
de los adolescentes y el ala del directorio. En ambas instancias se trabajó bajo llave; el primer
grupo estuvo conformado por cuatro adolescentes y el segundo grupo de siete, más la
referente educativa que estuvo presente durante toda la jornada.

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Trabajar en grupos reducidos habilitó el intercambio y la retroalimentación. Las diferentes
características de cada grupo implicaron repensar las estrategias para desarrollar las
dinámicas. Desde Empatía, las y los talleristas adoptaron un rol de participación activa,
acompañando las propuestas y motivando a la constante construcción crítica/reflexiva en los
grupos.

En las siguientes instancias, la falta de personal, las requisas protocolares que coincidían con
nuestros horarios, entre otros temas logísticos del centro, llevaron a que varios de los talleres
se vean postergados o suspendidos. Desde la dirección, en cada instancia que esto sucedía,
expresaban sus disculpas.

● Centro Cerrito

El centro Cerrito -de seguridad moderada- al igual que el centro Granja, también
cuenta con horas de esparcimiento. El total de su población comparte los espacios comunes
durante el día, teniendo horas de encierro durante la noche. El mismo aloja a 16 adolescentes,
(marzo, 2021), los cuales, llevandose a cabo la misma lógica socio-educativa que el centro
Granja, tienen buena convivencia.

Bajo la modalidad de taller se llevaron adelante propuestas que perseguían los


objetivos previamente planteados, pero ante la sugerencia de la dirección, adoptamos la
modalidad de adhesión libre. Esto habilitó a otro tipo de instancias, diferente al resto de los
centros, ya que el grupo de trabajo era fluctuante y la permanencia de los adolescentes durante
cada jornada también. Las actividades del centro se desarrollaron en el transcurso de una hora
y media (máximo) donde se destacan cuatro momentos claves: rompe hielo, primera y
segunda actividad y cierre de jornada.

Las dinámicas fueron de carácter grupal e individual. Tanto los talleres como las
propias actividades fueron repensadas por el equipo respecto a los objetivos planteados. En
ese sentido, las propuestas asumieron como metodología un carácter lúdico en detrimento de
la escritura, la expresión artística y la reflexión.

● Centro Piedras

El centro Piedras -de máxima seguridad- alberga a 23 adolescentes (marzo, 2021). Los
niveles de encierro suelen ser altos y las actividades socio-educativas no son tan frecuentes.
La distribución del centro responde a dos alas: izquierda y derecha, donde en cada una de
ellas existen diferentes piezas con dos o tres adolescentes conviviendo. El trabajo de
seguridad, a la hora de los adolescentes salir al patio, es no cruzar las alas, evitando así
posibles conflictos.

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La metodología de trabajo se amoldó a las disposiciones previstas en diálogo con el
equipo directivo del centro: trabajar en total con seis adolescentes divididos en dos subgrupos,
los cuales se intervinieron -cada uno- durante el lapso de una hora. El espacio para desarrollar
las jornadas es un salón muy reducido y utilizado para otros talleres, el cual depende de un
funcionario o funcionaria para abrir o cerrar la puerta durante el transcurso de las dinámicas.

Al tratarse de un grupo pequeño y de contar con poco tiempo, se abordaron las


dinámicas tanto de manera individual como grupal. El desarrollo de las dinámicas se
promovió desde el diálogo y la escucha, para finalizar con una reflexión/comprensión de las
diversas propuestas presentadas.

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Marco Legal: Justicia Penal Juvenil

El marco legal que regula la privación de libertad de adolescentes en Uruguay se


sustenta principalmente sobre el Código de la Niñez y Adolescencia (en adelante CNA), la
Constitución y Normas Internacionales, como son las Reglas mínimas de las Naciones Unidas
para la administración de la justicia de menores o “Reglas de Beijing” (en adelante Reglas de
Beijing) y el Comité de los Derechos del Niño/a.

Por otra parte, el organismo encargado de velar por la correcta inserción social, el
respeto y la garantía de derechos de las y los adolescentes privados de libertad en el territorio
uruguayo, está a cargo del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (en adelante
INISA). En este sentido, se destaca sobre qué visión y cuáles objetivos se sustenta el mismo.

En primer lugar se subrayará la visión sobre la cual INISA se posiciona como el


instituto rector en políticas que promuevan procesos socioeducativos tendientes a la inserción
social efectiva de las y los adolescentes en conflicto con la ley penal. De acuerdo con lo
anterior, el objetivo del INISA es garantizar el cumplimiento de las medidas socioeducativas
dispuestas por la justicia penal a las y los adolescentes, reconociéndolos como sujetos de
derecho en estricta observancia de la normativa. Más adelante nos detendremos sobre lo que
se postula desde INISA, los marcos legales y la coyuntura actual. En efecto, se observan
desde el Comité de Derechos varias ausencias en políticas socio-educativas y medidas
alternativas al encierro, o privación de libertad.

Se detallarán a continuación -partiendo del mencionado marco legal- las principales


normas que velan por los derechos de las y los adolescentes tanto a nivel nacional como
internacional.

La Convencion de los Derechos del Niño celebrada en


1989 (en adelante CDN) es un hito a nivel internacional y marca
una ruptura con la visión tradicional del niño y la niña en el
Derecho. A partir de aquí, se abre camino a una nueva
concepción de los niños y niñas como sujetos de derechos. Se
abandona el paradigma en el cual la familia y el Estado ostentan
el poder sobre la infancia, donde la tutela ejercida supuso la
pérdida de sus derechos individuales, concibiendo a los niños y
niñas como objetos de protección.

De acuerdo a la CDN, dentro de este nuevo marco legal,


los Estados parte se comprometen a modificar la legislación
vigente teniendo en cuenta los principios de interés superior del
niño, niña y adolescente, autonomía progresiva de la voluntad,
derecho a ser oído y derecho a un defensor.

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Desde la proclamación de los Derechos del Niño transcurrieron quince años para que
Uruguay consagrara en el año 2004 la Ley 17.823 del CNA.
En primer lugar, el artículo 1° del CNA conceptualiza y diferencia la niñez de la
adolescencia: “Se entiende por niño a todo ser humano hasta trece años de edad y por
adolescente a los mayores de trece y menores de dieciocho años de edad”.

En segundo lugar, en el art. 8 se establecen, entre otros, los principios anteriormente


nombrados:

“Todo niño y adolescente goza de los derechos inherentes a la persona humana. Tales
derechos serán ejercidos de acuerdo a la evolución de sus facultades, y en la forma
establecida por la Constitución de la República, los instrumentos internacionales, este
Código y las leyes especiales. En todo caso tiene derecho a ser oído y obtener
respuestas cuando se tomen decisiones que afecten su vida. Podrá acudir a los
Tribunales y ejercer los actos procesales en defensa de sus derechos, siendo
preceptiva la asistencia letrada. El Juez ante quien acuda tiene el deber de designarle
curador, cuando fuere pertinente, para que lo represente y asista en sus pretensiones.
Los Jueces, bajo su más seria responsabilidad, deberán adoptar las medidas
necesarias para asegurar el cumplimiento de lo establecido en los incisos anteriores,
debiendo declararse nulas las actuaciones cumplidas en forma contraria a lo aquí
dispuesto”.

Ahora bien, con respecto a los y las adolescentes y las infracciones a la ley penal, es a
partir del art. 69 del CNA donde se identifican tales infracciones tipificadas de acuerdo al
Código Penal. Por lo tanto, el Derecho Penal nutre al Derecho Penal Juvenil en sus principios
generales, a saber: principio de legalidad, tipicidad y culpabilidad. En efecto, las infracciones
por las cuales una o un adolescente puede ser sometido a un proceso de imputación penal no
se diferencia entonces del derecho penal de adultos. (UNICEF, 2012)

El capítulo X del CNA establece los derechos y garantías que regulan el proceso penal
juvenil, en especial el art. 74 que expresa los principios que lo rigen. No obstante, la crítica
que se le realiza a dicho artículo emerge de expresar tales principios de manera programática,
mientras que en los hechos poco o nada se respetan tales principios, por ejemplo, los
dispuestos en los literales C, F, G y J. (UNICEF, 2012)

Dichos literales responden a:


C) “Principio que condiciona la detención.- Sólo puede ser detenido en casos de
infracciones flagrantes o existiendo elementos de convicción suficientes sobre la comisión de
una infracción. En este último caso, mediante orden escrita de Juez competente comunicada
por medios fehacientes. La detención será una medida excepcional”.
F) “Principio de inviolabilidad de la defensa.- Tiene derecho a contar en forma
permanente con asistencia jurídica gratuita, especializada, pública o privada, a partir de la
detención, durante el proceso y hasta la ejecución completa de las medidas”.

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G) “Principio de libertad de comunicación.- Tiene derecho durante la privación de
libertad, de comunicarse libremente y en privado con su defensa, con sus padres,
responsables, familiares y asistentes espirituales”.
J) “Principio de duración razonable.- En ningún caso la situación derivada de la
formalización del proceso excederá en sus consecuencias al término de duración de la medida
que hubiere correspondido”.

A continuación examinaremos más normas insoslayables contenidas en el CNA, como


también las establecidas en Las Reglas de Beijing, y la CDN. A través de estos instrumentos
internacionales el Estado ha ratificado su compromiso en materia de medidas
socio-educativas no privativas y privativas de libertad.

En este sentido, la CDN, manifiesta la reducción en la aplicación de penas a las y los


adolescentes en pos de buscar estrategias alternativas a la judicialización, fundamentalmente
de la privación de libertad, es decir, considerar al encierro como medida de último recurso
frente a hechos de gravedad o cuando hubieren fallado y/o agotado las medidas previas
adoptadas (UNICEF, 2012). Sin más, la CDN establece en su art. 37 lit. b que:“La detención,
el encarcelamiento o la prisión de un niño se llevará a cabo de conformidad con la ley y se
utilizará tan sólo como medida de último recurso o durante el período más breve que
proceda”.

De acuerdo a Las Reglas de Beijing se destacan las siguientes reglas en concordancia


con lo precedentemente expresado:

Regla 13.1: Sólo se aplicará la prisión preventiva como último recurso y durante
el plazo más breve posible.
Regla 13.2: Siempre que sea posible, se adoptarán medidas sustitutorias de la
prisión preventiva (…).
Regla 17.1 b: Las restricciones a la libertad personal del menor se impondrán
sólo tras cuidadoso estudio y se reducirán al mínimo posible.
Regla 17.1 c: Sólo se impondrá la privación de libertad personal en el caso que
el menor sea condenado por un acto grave en el que concurra violencia
contra la persona o por la reincidencia en cometer otros delitos graves y
siempre que no haya otra respuesta adecuada.

Por otra parte, Las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores
privados de libertad de 1990 expresan y concuerdan que:

Regla 1: El encarcelamiento deberá usarse como último recurso.


Regla 2: La privación de libertad de un menor deberá decidirse como último recurso y
por el período mínimo necesario y limitarse a casos excepcionales.
La duración de la sanción debe ser determinada por la autoridad judicial
sin excluir la posibilidad de que el menor sea puesto en libertad antes de ese tiempo.

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En este sentido el CNA establece:

Artículo 76.12: La privación de libertad se utilizará sólo como medida de último


recurso y durante el período más breve que proceda. Deberá fundamentar (el Juez) por qué no
es posible aplicar otra medida distinta a la de privación de libertad.

Sobre la privación de libertad se establecen otras previsiones, a saber:

• Que la internación debe ser en establecimientos separados completamente de los


establecimientos carcelarios destinados a adultos (art. 88 A). En ningún caso podrán
cumplirse en establecimientos destinados a adultos (art. 92).
• Que se les debe recluir en establecimientos que aseguren su permanencia en el
recinto sin menoscabo de los derechos consagrados en este Código, las normas
constitucionales, legales e instrumentos internacionales (art. 89).
• La privación de libertad tendrá una duración máxima de 5 años, con excepción de la
comisión de los delitos de: homicidio intencional agravado y muy especialmente
agravado, violación y abuso sexual especialmente agravado, en cuyo caso la medida
de privación de libertad tendrá una duración máxima de diez años. En ningún caso el
adolescente que cumple 18 años, sujeto a medidas, cumplirá lo que le resta en
establecimientos de adultos (art. 76 de la Ley de Urgente Consideración -en adelante
LUC-).
• El cumplimiento de las medidas de privación de libertad son de responsabilidad
exclusiva, irrenunciable e indelegable del Estado. Se cumplirán en centros especiales
hasta la finalización de las medidas y de acuerdo a criterios, entre otros, de edad,
complexión física, gravedad de la infracción y adaptación a la convivencia (art. 92).
• La internación fuera de la jurisdicción de su domicilio se limitará al mínimo posible,
atendidas las circunstancias del caso (art. 95).
•El régimen de semilibertad consiste en disponer que el adolescente, cuya privación de
libertad ha sido dispuesta en establecimientos, goce de permiso para visitar a su
familia o para la realización de actividades externas, de ocho horas de duración, en su
beneficio personal, controladas por la autoridad donde se encuentre internado. El
régimen de semilibertad no es aplicable al adolescente que haya sido penado por los
siguientes delitos: violación , abuso sexual, abuso sexual especialmente agravado,
privación de libertad, rapiña, rapiña con privación de libertad. Copamiento, homicidio
intencional, y lesiones graves o gravísimas (art. 75 LUC).

En suma, las normas internacionales parten y comparten la premisa que establece que
“la privación de libertad debe ser una medida excepcional para los adolescentes infractores”.

Actualmente, ante la reciente aprobación de la LUC la realidad de las y los


adolescentes privados de su libertad ha cambiado considerablemente. En concreto, los
artículos que abordan la temática -algunos ya mencionados anteriormente- son el 75, 76, 77,

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78, 79 y 80 del capítulo V, donde, entre otras cosas, se recortan derechos, la adolescencia es
criminalizada y se refuerzan las políticas punitivas.

En primer lugar, se ajusta el régimen de semilibertad


para varios delitos, entre ellos la rapiña, limitando la
participación de las y los jóvenes en propuestas
socioeducativas exteriores a los centros, dificultando
aún más el reinsertarse en la sociedad.

Se extiende el máximo de pena, pasando de cinco a


diez años, siendo este tiempo muchas veces mayor a la
mitad de la vida que han tenido; y se duplica también la
pena mínima para ciertos delitos, que pasa a ser de dos
años. Esto resalta la idea del castigo como única
solución, demostrado en otros países que no logra
combatir el delito y contraponiendose a lo expresado
por distintos acuerdos internacionales de que la prisión
debe ser excepcional para las y los adolescentes.

También aumenta el conjunto de infracciones por las


cuales se mantienen los antecedentes penales; y se
anula el inciso que indicaba que luego de cumplidos los
veinte años, o transcurridos dos años de finalizada su condena, los antecedentes eran
eliminados en cualquier circunstancia, lo cual obstaculiza su proceso de reinserción social.

Las y los jueces deben decidir cuáles son las conductas que agravan la conducta de las
y los jóvenes, y así definir su responsabilidad, circunstancias que antes no eran tomadas en
cuenta y ahora logran resaltar nuevamente un régimen punitivo. Se dobla el período de
prescripción de las infracciones de dos a cuatro años, generando únicamente una mayor
cantidad de penas.

Para concluir, las modificaciones de la LUC al CNA agravan el tratamiento de las


penas con políticas represivas y de encierro, logrando que aumente la población carcelaria y
permanezcan allí por más tiempo. No se buscan medidas alternativas a la privación de libertad
que se enfoquen en lo socioeducativo, manteniéndose así el camino tradicional: la
obligatoriedad de la privación de libertad.

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1
Ilustración creada a partir de las producciones de adolescentes de la Colonia Berro. La frase pertenece a uno
de sus textos.

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La Privación de Libertad en Adolescentes desde un Enfoque Psico-social

Desde Empatía creemos necesaria la aproximación a conceptos que dan visibilidad a


nuestra perspectiva socio-educativa y otorgan lineamientos para el abordaje. La
responsabilidad grupal y las herramientas teórico-metodológicas sustentan el compromiso
hacia la población que nos interpela; por lo cual, los conceptos básicos a saber son:
adolescencia, privación de libertad, desistimiento del delito, desigualdad.

Conforme a lo propuesto anteriormente en el marco legal, en el CNA se considera


adolescentes a las personas mayores de 13 y menores de 18 años, siendo ésta la etapa
posterior a la infancia, que finaliza -en términos legales- con el ingreso al mundo adulto.

Desde una perspectiva más integral del sujeto, la adolescencia no se enmarca dentro
de edades específicas, sino que se la concibe como una franja etaria inscripta en edades
aproximadas, asociadas a la individualidad del sujeto; dándose el inicio de la pubertad y
desarrollo de caracteres sexuales entre los 10 y 13 años, hasta la finalización del crecimiento
biológico y psicosocial del individuo, comprendido entre los 18 y 20 años de edad.

Se caracteriza por ser una etapa que condice con la búsqueda de autonomía e
independencia parental, así como también el planteo de límites propios. Según Eddy Ives, se
describe como una etapa de crisis psicosocial, por tanto, quien la transita pretende lograr una
identidad propia, en contraposición a la confusión de roles preestablecidos en la infancia. Su
radio de relaciones significativas en este período son el grupo de amigos, grupo externos a la
familia y modelos de liderazgo generalmente idealizados. Es frecuente que la o el adolescente
esté más preocupado por lo que puede aparentar ante la mirada de los demás qué cómo
realmente se siente. (Eddy Ives, 2014, en Lamique, 2018)

De acuerdo a los aportes de UNICEF (2006), la adolescencia propiamente dicha se


debe entender como una construcción histórica y un proceso social, donde “la sociedad
transmite al individuo un sistema de prácticas, creencias y valores, pero, es al mismo tiempo
el momento en que la persona rechaza o asume esas prácticas, creencias y valores”. (UNICEF,
2006, p.19)

En ese sentido, la o el adolescente es entendido como un ser social, con posibilidad de


construir su propia identidad en un continuo proceso dialéctico con el medio sociocultural en
el que se encuentra inmerso. Ya que “no hay un Yo si no existe otro, el Otro forma parte de
nosotros mismos, así nuestra identidad se liga a la relación con los demás” (Camilo, 2015, en
Lamique, 2018).

Debido a todo lo que conlleva esta etapa del desarrollo, donde la o el adolescente se
encuentra en conflicto con la construcción de su identidad, consideramos de suma
importancia y responsabilidad preguntarnos:

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¿Qué implica la privación de libertad en la adolescencia?

Primeramente es necesario tener


presente que la población adolescente que
ingresa al sistema penal juvenil, en su
mayoría son varones que provienen de
contextos socioeconómicos
desfavorecidos, desvinculados o
rezagados del sistema educativo.
Todos estos factores contribuyen a
saber esta población altamente vulnerable,
atravesada por la desigualdad de
oportunidades y la precarización de las
redes de contención.

Según el informe realizado por el Instituto Académico de Educación Social y el


Instituto de Psicología, Educación y Desarrollo Humano: “Te pesa la Cana” (2019), en ese
momento solo el 3% de los/as adolescentes en conflicto con la ley, se encontraban en el nivel
educativo esperado para su edad.

Sin tener cifras actualizadas, de acuerdo a lo conversado con las direcciones de los
Centros INISA a los cuales concurrimos, esto no ha variado demasiado y entienden que la
desvinculación del sistema educativo es un problema multifactorial que sigue incidiendo
directamente en las posibilidades de “reinserción” social y el desistimiento del delito,
concepto que se ampliará más adelante.

Cabe destacar que el informe mencionado, será tenido en cuenta a lo largo de este
documento debido a sus lineamientos, pero sobre todo porque se puede considerar actual y
oportuno respecto a la mera ausencia de informes estatales que den cuenta de esta realidad.

Retomando la pregunta planteada adherimos a la siguiente perspectiva:

Los centros de reclusión son productores de subjetividades en la medida que


contribuyen a la interiorización de reglas, de determinados comportamientos, de
formas de pensar, interpretar, simbolizar, decir y actuar. La privación de libertad
produce personas. Contribuye a construir una forma de “ser” y “estar” del
adolescente. Se constituye en una forma de regulación social. Crea en los sujetos la
necesidad de saber cómo se hacen las cosas en ese campo socio-político y en la vida
personal (Silva Balerio, et.al., 2019, p.20).

La privación de libertad tanto en adultos como adolescentes en Uruguay, comparten


un denominador común: la utilización de dispositivos edilicios que aíslan al sujeto de la

20
sociedad. En el caso de la población adolescente, se observan dos modalidades respecto a la
misma. Por un lado, aquellos centros que responden a lógicas punitivistas denominados
centros de alta y máxima seguridad, donde las horas de encierro dentro de 'piezas'
compartidas y de tamaño reducido, ocupa la mayor parte del día (aproximadamente entre 22 y
23 horas).

Por otro lado, se encuentran los centros que poseen modalidad mixta, donde las
prácticas de encierro corresponden a determinados periodos de tiempo que se asocian a la
rutina establecida por el Centro así como a sanciones determinadas, contando con un margen
de horas más amplio (aproximadamente diez horas) para la movilidad dentro del
establecimiento y el predio a cielo abierto, habilitado para el esparcimiento. Desde esta
perspectiva y de ahora en más, cuando hablamos de encierro, hacemos referencia a la
permanencia del sujeto dentro de espacios reducidos sin la posibilidad de movilidad fuera del
mismo, bajo un sistema de vigilancia permanente.

Entendemos que el encierro tiene efectos nocivos y degradantes para el correcto


desarrollo psicosocial del sujeto. Siendo esta, una práctica que daña y deja huella en la
experiencia subjetiva de los adolescentes; considerándolo un hecho inédito en la trayectoria
vital, personal y familiar (Jasper 1950 en Silva Balerio, et.al., 2019). Una de las
consecuencias de la privación de libertad es la separación de la y el adolescente de todo
aquello que lo ha constituido como tal y que por tanto posee una fuerte vinculación afectiva.
En otras palabras, existe una ruptura con el entorno, la familia, los grupos de pertenencia y los
espacios de interacción.

Como hemos mencionado anteriormente, la adolescencia es por excelencia la etapa de


mayor socialización. Por lo cual, ante la constatación de factores de riesgo, la
‘resocialización’ se plantea como estrategia para el abordaje de dicha población, siendo un
factor importante que favorece el desarrollo, el cambio y la transformación del sujeto. En este
caso, estos adolescentes en el encierro, viven al decir de Uriarte (2006) “La desocialización,
en tanto afecta todos sus vínculos; los de afuera y los vínculos en y del encierro” (en Silva
Balerio, et.al., 2019).

En contextos de encierro se hacen presentes sentimientos de miedo, desamparo y


soledad que marcan la forma de habitar el mismo. Como primer gesto de preservación y
autocuidado surge “evitar la debilidad”. Aguantar, bancar, soportar o resistir son parte de los
mecanismos adoptados para “la sobrevivencia” por parte de las y los adolescentes, pero
también manejarse solo, resolver las situaciones cotidianas con violencia y sin recurrir a
ningún adulto. Ante la necesidad de sobrevivir, éste asume una forma ambivalente de
presentarse ante las y los otros, construye en su forma de actuar una ficcionalidad subjetiva.

A modo de ejemplo, en las instancias que Empatía compartió, muchos adolescentes de los
centros de alta y máxima seguridad manifestaban dichos sentimientos de soledad y

21
desconfianza: “acá no se puede confiar en nadie”, “mi compañero es mi
compañero de causa, el resto no”, entre otras expresiones. En dichos
centros existe una configuración subjetiva de “adulto peligroso”, que al
ingreso del adolescente determina y contribuye a la construcción de una
nueva identidad asociada a la misma.

Al mismo tiempo, se observó un comportamiento fluctuante de los


adolescentes, dependiendo de si eran instancias grupales o individuales,
donde luego de establecer un vínculo, esa fortaleza ficcional, a la que
referíamos anteriormente, se ve disminuida.
2

A partir de lo mencionado, entendemos fundamental que la figura de la o el


educador se relacione desde perspectivas socioeducativas que favorezcan la
cercanía y confianza del adolescente, ya que, de otra manera, se expone a las y los mismos a
lógicas de control y sanción, siendo entonces el castigo la única medida “educativa”.
Generando así, un espacio en el que la incertidumbre y la naturalización del dolor del otro,
son habilitados institucionalmente a partir de la construcción de la desconfianza.

En este sentido, desde Silva Balerio, et.al. (2019) expresan:

La relación adulto-adolescente es un producto institucional. Una institución


que, aparentemente, opera desde lógicas que clausuran la posibilidad de reflexión
sobre: las prácticas “socioeducativas”, la reflexión sobre las prácticas de los propios
sujetos que trabajan en el encierro, de su relación con los adolescentes, y del
sufrimiento de los adolescentes (p. 139).

Desde una perspectiva de Derechos Humanos -a la cual adherimos como colectivo-,


subrayamos la importancia de medidas socioeducativas que acompañen la privación de
libertad, entendiendo que la educación en contexto de encierro permite que se valorice a los
adolescentes como sujetos de derecho, promoviendo su autoestima, autonomía y
contribuyendo en su posición a nivel psicológico, personal y social (Blazich, 2007).

Según UNICEF en el año 2008, en la población de los y las adolescentes privados de


libertad, se destaca que el acceso a propuestas educativas era limitado. En tanto, en 2018 un
38% de los y las adolescentes no realizaba ninguna actividad de educación formal (Silva
Balerio et.al, 2019).
En nuestra experiencia pudimos constatar que tanto a espacios de educación formal
como a propuestas externas, no acceden todos los adolescentes como medida unificadora, sino
que su asistencia está regulada según cupos, conducta y disponibilidad de la propuesta. Esto
se vio agravado por la situación sanitaria, que redujo los cupos a talleres y el acceso a

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Ilustración creada a partir de las producciones de adolescentes de la Colonia Berro. La frase pertenece a uno
de sus textos.

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actividades no formales por decisión de los centros como consecuencia de las medidas
estatales.

En intercambio con los adolescentes manifestaron su deseo por acceder de forma


frecuente y permanente a más actividades, espacios de acción e interacción con otras personas
tanto dentro como fuera del centro. Al decir de los mismos “maestros y profesores para todos
los módulos, más talleres”, “que saquen a estudiar a los pibes”, “taller de música”, “de
mimbrería”, “más actividades laborales”, “que te den trabajo”, “más propuestas
recreativas, más juegos”, “salir más al gimnasio”, “tener más deporte”.

Como se señala en La Ley General de Educación, la educación es un derecho humano


fundamental y debe de impartirse de modo de promover el desarrollo de las y los adolescentes
y la autonomía de los mismos (Caride y Gradaílle, 2013). Convenimos que la privación de
libertad como sanción, supone una evidente restricción de derechos, pero según la norma,
debería estar acompañada de un componente socioeducativo para cumplir con los objetivos
propuestos. Sin embargo, históricamente éste tiene infinitas carencias.

Por otra parte, desde Empatía se observan


incidencias a nivel de la salud asociadas a fuertes
sentimientos de angustia que fueron manifestadas por los
propios adolescentes: sedentarismo, intentos de
autoeliminación, cortes en el cuerpo, problemas
alimenticios y de sueño, entre otros.

Nos parece relevante que se problematice la


ausencia total de un o una especialista adecuado/a en
cuanto a la salud mental, que realice los diagnósticos y
seguimientos correspondientes en cada centro de la
Colonia Berro. En consecuencia, el suministro de
medicación queda bajo la responsabilidad de quienes no
corresponde.

Es importante resaltar que al decir de las


direcciones de los centros y lo expresado por los
adolescentes, muchos ingresan al sistema penal juvenil
con antecedentes de consumo problemático de
psicoactivos, sobre todo asociados a la pasta base. El único abordaje que se asocia a dicha
problemática es conocido como “proceso de desintoxicación” y se lleva adelante -durante un
corto período de tiempo- en el Centro de Ingreso Adolescente Masculino (CIAM).
Respecto a lo anterior, según el estudio realizado en 2018 por Silva Balerio, et.al.
(2019), cuatro de cada diez adolescentes declaró haber necesitado, en varias ocasiones desde
su ingreso, atención por situaciones de angustia, depresión o crisis nerviosa; mientras que seis

23
de cada diez toman medicación para poder dormir. A su vez, la misma investigación describe
que la cantidad de consumo es correlativo a la cantidad de las horas de encierro.

Desde el acercamiento de Empatía, se pudo constatar que ésta no es la regla,


adolescentes que pertenecen a los centros de máxima y alta seguridad expresaron, respecto al
consumo de psicofármacos, que en general eran suministrados solo para dormir y/o en la
mañana. Sin embargo, en las instancias realizadas en otros centros con menos horas de
encierro, la administración de psicofármacos no solo es para dormir, sino que también se
habilita durante el día a demanda de los adolescentes y para sobrellevar diferentes situaciones.

¿Qué implicancias transversalizan el egreso?

En lo que respecta al egreso de los adolescentes, parte de los discursos presentes en el


durante y egreso del sistema penitenciario, refieren a la búsqueda de la reintegración,
resocialización y/o rehabilitación del sujeto, entre otras. En este sentido, son varias las
preguntas que surgen y nos interpelan:

¿Cómo garantizar procesos y objetivos “resocializadores” en condiciones


negativas y deteriorantes? ¿Cómo volver compatible una lógica que pretende
"reeducar" para la convivencia en libertad, con medidas que priorizan el encierro sin
tener en cuenta sus implicancias?

Eugenio Raúl Zaffaroni, en el libro “Discutir la cárcel, pensar la


sociedad: contra el sentido común punitivo.” (2015), expresa:

“En cuanto a las ideologías ‘re’ en general, cabe


agregar que ellas, son pretexto de un manejo dual, es decir, por
su simultáneo desplazamiento hacia el futuro y su eventual
pretensión de realidad, dan lugar a una manipulación que quita
a la pena la garantía de su certeza y, además, posibilita
intervenciones vejatorias en la vida de la persona.” (p.23)

Como colectivo nos hemos visto constantemente interpelados e


interpeladas respecto a la perspectiva de abordaje “re”, la cual ha estado presente no solo a
nivel institucional y cotidiano, sino y sobre todo, en el marco legal que regula a las
instituciones encargadas. Entendemos incompatible estos conceptos con las condiciones en la
que se pretende llevarlos adelante y hacemos hincapié en lo que señala Eugenio Raún
Zaffaroni (2015) respecto a la dualidad del término en su pretensión de la realidad y el
desplazamiento hacia el futuro. Aplicar un abordaje desde lo “re”, asume la existencia de
procesos anteriores, ya sean socializadores, educativos o habilitadores.
Como se mencionó anteriormente, la población adolescente privada de libertad, está
duramente atravesada por la vulnerabilidad social, en donde sin perjuicio de sus significantes
particularidades e historicidades personales, encontramos presentes elementos en común que

24
refieren a la desigualdad social, directamente asociadas a crianzas en contextos de violencia,
precarización laboral y/o falta de oportunidades educativas; que vienen haciendo huella en la
construcción subjetiva de los mismos, desde mucho antes de ingresar al sistema penal juvenil.

De esta manera, la gestión del delito no debería posicionarse con discursos simplistas
que invisibilizan las realidades y su alta complejidad. Sino que por el contrario, deberían
ofrecer garantías en el durante (entendido como los procesos de la trayectoria carcelaria),
repensando sus objetivos y abordajes, en pro de ser coherentes con las condiciones y
subjetividades; así como también, abogando a políticas preventivas oportunas que eviten el
ingreso al sistema penal y paliativas para aquellos que de una forma u otra cumplieron la
medida privativa dispuesta y tiene habilitado el egreso.

Pensar los abordajes desde lo “re”, sin condiciones garantes y sin lógicas integrales,
termina siendo un absurdo porque no se puede ‘reeducar’, cuando hubo grandes carencia en la
educación, no se puede ‘rehabilitar’, cuando la habilitación a las posibilidades siempre fue
escasa o nula, y es inviable ‘resocializar’, cuando la marginación y la exclusión social,
muchas veces estuvo presente desde sus infancias.

Cuestionar y repensar la implicancia de estos conceptos tan presentes en el sistema


penal, así como en la sociedad toda, lleva a entender la profundidad de un problema que nos
incluye, y para el cual urge construir algo distinto, sin caer en reduccionismos. Es en este
sentido que como colectivo, señalamos y defendemos la importancia de re-pensar la cárcel,
apelando a profundizar en los aspectos generalizantes y totalizadores, para transmutar hacia
abordajes críticos e integrales; porque sí podemos, y es necesario volver a pensar sobre las
lógicas establecidas que cimientan el sistema penal.

De esta manera, no adherimos a términos “re” para hablar del proceso que lleva cada
adolescente, pero además no podemos concebir oportuno, que se utilice el término
"rehabilitación", proveniente del discurso médico hegemónico porque resulta patologizante
del sujeto. A su vez, los mismos terminan significando conceptos imposibles de medir o
evaluar; pero sobre todo, viene demostrando históricamente su insuficiencia e incapacidad en
las condiciones en que se sostiene la privación de la libertad, determinado por un alto
porcentaje de reincidencia en el delito y el reingreso al sistema penal. Como ejemplo más
claro tomamos los datos extraídos del informe ya mencionado, donde se expone que en 2018,
el 45% de los adolescentes entonces privados de libertad, ya habían tenido algún contacto
previo con el sistema penal juvenil; y de este 45%, el 54% ya había cumplido con sanciones
privativas (Silva Balerio, et.al., 2019).

Es así que, como colectivo, elegimos adherir y acompañar la idea y proceso de


desistimiento del delito, (concepto usado y colectivizado fuertemente por Nada Crece a la
Sombra, en su trabajo con el sistema carcelario), lo que supone la decisión voluntaria del
sujeto de alejarse del mundo delictivo.

25
Al decir de Ana Vigna (2011) el desistimiento debe entenderse como un proceso
complejo, mediante el cual el sujeto abandona progresivamente su involucramiento en el
mundo del delito; y desde una perspectiva analítica reconoce que es posible identificar tres
dimensiones que lo integran y determinan: la conductual, la cognitiva y la axiológica.

La autora señala que, en lo que refiere a lo conductual es necesario tener presente dos
aspectos importantes:
i) el desistimiento no refiere a un evento puntual determinante (como en la distinción
reincidencia/no reincidencia) sino a un proceso que se desarrolla gradualmente a lo
largo de un período de tiempo.
ii) que dicho período no necesariamente involucra ausencia absoluta de delitos, sino
que, puede estar caracterizado por la disminución en la frecuencia, con la posibilidad
de asentarse en el alejamiento completo del mismo (Vigna, A. 2011)

En el aspecto cognitivo, se apela a la creciente consciencia e interiorización por parte


de los ofensores, sobre los riesgos que conllevan la actividad delictiva. Así como también
puede darse una manifestación explícita del deseo de abandonar dicha actividad (Vigna, A.
2011).

Finalmente en lo que respecta a la dimensión axiológica, destaca que algunos autores


establecen como clave una “transformación a nivel identitario” (Maruna 2001, en Ana Vigna,
2011). De forma que se establezca un cambio de perspectiva y criterios a nivel de los valores
y normas que rigen al sujeto para la convivencia en el entramado social.

Es desde esta perspectiva y conceptualización que se entiende imposible la evaluación


del proceso de desistimiento, si no existe un seguimiento comprometido hacia la evolución y
acompañamiento del sujeto que egresa del sistema penitenciario. Es por eso que autores como
Kazemian y Maruna (2009 en Vigna, 2011) proponen que “el estudio del desistimiento se
centre, más bien, en el análisis del mantenimiento del estado de abstención del
comportamiento delictivo”.

En este sentido es que se percibe desde el colectivo, la falta de precisión y/o detalle en
relación a las acciones inmediatas al egreso, que no colaboran en la proyección y construcción
de caminos posibles por parte de los adolescentes privados de libertad. Entendemos que
ambos son elementos sumamente necesarios para fortalecer subjetividades vulneradas y
vulnerables, para lo cual se requiere un apoyo y una oferta de posibilidades tanto en el centro,
como en el "afuera" Que brinden oportunidades y garanticen derechos básicos luego del
egreso y así fortalecer el proceso de desistimiento del delito.

Es ante esta falta, que nos encontrábamos con discursos muy ambiguos frente a qué
pensaban hacer luego de cumplir con la medida privativa. Siendo recurrente cambiar de
opinión en un breve período de tiempo, haciéndose visible la inseguridad respecto a las
posibilidades para ellos, fuera de la institución. Inseguridades que rondaban desde la falta de

26
vivienda, de redes de contención, hasta la nula o escasa posibilidad de conseguir un trabajo
formal. Todos ellos elementos que no contribuyen en el proceso mencionado y hacia donde
toda medida privativa debería apuntar.

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Ilustración creada a partir de las producciones de adolescentes de la Colonia Berro. La frase pertenece a uno
de sus textos..

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Descripción y Análisis de la Experiencia Colectiva

Con Empatía nos introducimos en INISA ante una coyuntura atravesada y alterada por
la pandemia de covid-19. Su grado de incidencia es tal, que sus consecuencias son visibles en
distintos ámbitos de la vida cotidiana, profundizandose notoriamente en las poblaciones más
vulnerables, entre las que se encuentran los jóvenes con medidas privativas de libertad.

En este apartado haremos el esfuerzo por describir el proceso, analizar y sintetizar el


intercambio generado entre los adolescentes que residen en algunos centros de la Colonia
Berro y quienes asistieron por parte del colectivo Empatía. Para llevar adelante los
encuentros, nos dispusimos al acercamiento de actividades socioeducativas, apoyándonos en
herramientas metodológicas como la observación participante, la escucha activa, y diferentes
registros; acompañado de la reflexión tanto individual como colectiva sobre el proceso de
abordaje.

En este sentido, se destacarán los distintos elementos; por un lado, los que se vinculan
a INISA en una aproximación a modo general sobre los centros, y por otro lado, atender los
efectos provocados por la pandemia sobre los adolescentes. Posteriormente se describirán
algunas observaciones respecto al consumo de medicamentos y la implicancia de la reciente
aprobada LUC y por último se describe una síntesis de la intervención de Empatía con el
conjunto de elementos ya analizados.

A primera vista

En primer lugar, cabe mencionar cuales fueron


nuestras primeras apreciaciones al tener acceso a trabajar con
los adolescentes de Colonia Berro, un lugar desconocido para
el colectivo hasta entonces. En ese orden, se comenzó a
reconocer los distintos centros y la presentación de sus
directorios, sus conformaciones y estrategias de trabajo. La
estructura edilicia de los diferentes centros, concuerda con los
distintos niveles de seguridad establecidos en la siguiente
escala: moderada, máxima y alta seguridad. En estos últimos
predominan las rejas, las paredes divisorias de los espacios,
con pocas aberturas y una lógica más punitivista sobre los
adolescentes. En cambio, el entorno dentro de los
establecimientos con seguridad moderada, las rejas no son
exclusividad del centro, se cuenta con espacios de
esparcimiento a cielo abierto, que permiten la circulación
dentro del predio durante largas horas del día.

29
En este sentido, estando en comunicación con los centros, fuimos notificados de
proyectos aprobados para construir nuevos espacios y vínculos, lo cual entendemos
fundamental y necesario.

Respecto al funcionamiento de los directorios de cada centro se observó que la


conformación de los mismos es diferente en cada centro, como también las estrategias que
desarrollan para el abordaje de los adolescentes. En este sentido, identificamos un bajo nivel
de relacionamiento interinstitucional y por tanto de la comunicación, entre los distintos
centros. Teniendo en cuenta la frecuencia de los traslados, así como la comunicación en
cuanto al conocimiento de los vínculos entre adolescentes, que muchas veces traen desde sus
barrios o durante su tiempo en el CIAM, consideramos importante fortalecer este tipo de
comunicación.

Si bien Empatía no fue la excepción a la comunicación fallida, viendo alteradas


(pocas) jornadas tanto para comenzar o sostener algunas actividades, se fue trabajando sobre
los vínculos generados tanto con los directorios, como con referentes, educadores y otros
funcionarios que facilitaron el relacionamiento con el colectivo y los adolescentes. Por lo
tanto, la comunicación entre Empatía y los centros INISA fue de menos a más; se logró un
buen vínculo con referentes de cada centro que facilitaron una aproximación general de los
múltiples factores que hacen a la cuestión del encierro y sus consecuencias. En fin,
reiteramos: la comunicación fortuita es un factor que contribuye al buen relacionamiento y/o
acuerdos; por tanto, se debe hacer el esfuerzo para trabajar, en este sentido, la comunicación
eficaz entre los sujetos involucrados para lograr un mejor trabajo.

En este sentido, se destacan las devoluciones realizadas por los directorios de cada
centro sobre el abordaje del colectivo con los adolescentes y las observaciones sobre los
talleres de expresion y comunicacion. Ver anexo.

La pandemia y sus incidencias

Por otra parte, debemos detenernos sobre los impactos de la pandemia sobre la vida
cotidiana de los adolescentes en Colonia Berro. Las consecuencias del covid-19 provocaron,
entre otras cosas, suspensión de actividades, tanto formales como informales, en la mayoría
de sus espacios: al igual que todas las escuelas y liceos públicos, la presencialidad se trasladó
al mundo virtual (teniendo en cuenta la poca y mala conectividad que presenta Colonia Berro,
en general); el impacto de la pandemia afectó no solo en la cantidad de actividades informales
sino también sobre los cupos por actividad o taller. Se observó ante la ausencia de actividades
formales e informales un aumento de las horas de encierro.

En consecuencia, se nos presenta la demanda de los propios adolescentes por diversas


propuestas y/o actividades. Por otro lado, se vio reducida la cantidad de visitas por semana,
así como los familiares habilitados para concurrir (dejando excluida, según recomendaciones

30
estatales, a la población de riesgo: mayores de 60 años, etc.); se dificultó el transporte y los
horarios para los familiares; se observó y presenció falta de personal, lo que tensionó muchas
veces la gestión de la cotidianeidad.

Como se detalló más arriba, el consumo de psicofármacos es frecuente. Desde el


colectivo presenciamos como en algunos centros, el uso de dicha medicación previo o durante
la realización de los talleres, implicaba una dificultad para el desarrollo de los mismos,
disminuyendo la concentración y permanencia de los adolescentes.

Por otro lado, como señala la Profesora Laura López en el


programa “ConCiencia”, muchas veces son los mismos
adolescentes los que piden la medicación, para paliar los efectos
del encierro, como insomnio, trastornos alimenticios, etc. Este
consumo atiende necesidades inmediatas, como la abstinencia, la
tristeza y la ansiedad, y deja al desnudo el sufrimiento de estos
adolescentes: “no querer darme cuenta de donde estoy”.

Nuevas implicancias

A continuación se desarrollará la incidencia y efectos de la LUC sobre los procesos


infraccionales con menores en conflicto con la ley, algunas ya mencionadas en el presente
informe y otras que surgen en el diálogo con los adolescentes que nos interpelan y relatan
sobre los cambios en sus propios procesos.

El marco legal en Uruguay ya estableció un endurecimiento en las penas de los


adolescentes a partir de la entrada en vigencia la Ley N 19.055 la cual modificó la definición
categorial de la conducta tipificada como rapiña; infracción penal por la cual ingresan gran
parte de los adolescentes al sistema penal juvenil (según el relevo presentado por “Te pesa la
cana” en 2018, el 72% de los adolescentes declararon que se encontraban privados de libertad
por rapiña), en tanto, “su calificación de “infracción gravísima”, se verá acompañada de
una sanción mínima de privación de libertad, que en ningún caso podrá ser menor a los doce
meses” (Gonzalez, Leopold, 2017).

En ese sentido, la LUC establece varias modificaciones legislativas en esa misma


dirección e intencionalidad donde se endurecen las penas y la permanencia en los centros. Por
ejemplo, se extiende el máximo de años de pena para los adolescentes infractores por lo que
se pasa de cinco a diez años de privación de libertad por algunos delitos. Mientras que por
otro lado, plantea la permanencia de los antecedentes sobre un conjunto de infracciones, lo
que puede generar dificultades para lograr un egreso efectivo y un desistimiento del delito, a
su vez, que se encuentra en contradicción con todos los instrumentos ratificados a nivel
internacional.

31
Se observa, por lo tanto, un aumento de las medidas privativas de libertad en
detrimento de otras medidas alternativas, por ejemplo aquellas medidas socioeducativas, de
semilibertad o vigilada. Se potencia la idea del encierro como castigo “de esta manera, el
proceso penal juvenil avanza y se desarrolla en dirección al actor”, en otras palabras, prima
la óptica individualista sobre la responsabilidad penal, en tanto se enfatiza en el criminal y no
en el crimen. Se sopesan los elementos individuales sobre el modo de ser y de vivir de los
sujetos como factores explicativos de la infracción. (Gonzalez, Leopold, 2017:70) Como
consecuencia, la problemática de los menores infractores parece desplazarse y reducirse al
dominio estricto de los propios adolescentes, ignorando o desestimando los elementos
estructurantes como son la familia, el acceso a la vivienda, a la educación, al mercado de
trabajo. Para finalizar el análisis sobre el discurso hegemónico sobre el fenómeno de la
criminalidad juvenil resaltamos que:

“Sobre las causas del delito predominan teorías individualizadoras y


responsabilizadoras que elaboran una imagen del infractor que elude toda referencia
a las desigualdades de oportunidades, las múltiples privaciones materiales
experimentadas o una historia particular donde pueden evidenciarse rastros de algún
tipo de vulnerabilidad y/o violacion previa de derechos que permitan contextualizar
sus acciones” (Fessler, Moras, 2017:23).

A través del análisis de nuestras sensaciones y afectos


luego de los encuentros con los adolescentes, pudimos
entender que dichos encuentros no fueron solo “dentro” de
los centros ya que nos encontramos con todo lo que a ellos
los compone como sujetos; nos referimos a sus barrios,
familias, prácticas y espacios con la que tienen identificación
en el “afuera”. Es así que nos vemos en la complejidad de
reconocer un límite difuso entre un “adentro” y “afuera”
simbólico y ficcional.

Lo que ha transformado, además, nuestro habitar y


visión del “afuera”. En este sentido, desde Empatía
sostenemos que hablar de seguridad, debe significar también
hablar de política pública en los barrios y comunidades, que
garanticen los derechos humanos fundamentales como son la
vivienda, la educación, la salud, entre otros.
4

Al pensar el entre "afuera" y "adentro, sostenemos que es en ese “entre” que los
adolescentes transitan la privación de libertad y es por lo tanto, en lo que se debe trabajar
desde una óptica integral, en el ámbito de lo carcelario.

4
Ilustración creada a partir de las producciones de adolescentes de la Colonia Berro. La frase pertenece a uno
de sus textos.

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Urge re-pensar las masculinidades

Para finalizar este apartado, en nuestro tránsito e intercambio con los adolescentes,
pudimos reconocer la inminente necesidad de hacer presente la perspectiva de género si
deseamos comprometernos con un abordaje integral propiamente dicho.

Teniendo en cuenta que casi el 80% del colectivo está integrado por mujeres, surge
como cuestionamiento constante los procesos de socialización que han amparado y
perpetuado la desigualdad de género y como este se encuentra intrínsecamente vinculado a los
roles asumidos en la sociedad, lo cual se condice a simple vista, con el número de mujeres
que integran los roles de educadoras dentro de las instituciones, siendo ampliamente mayor al
de varones; dejando entre ver una regla casi excepcional, que responde a que los espacios y el
rol de cuidado históricamente recae, y es asumido como una responsabilidad, por parte de las
figuras femeninas. Mientras que aquellos asociados a la seguridad y el control se asocian
directamente a figuras masculinizadas.

A su vez, pudimos percibir como los códigos y las lógicas machistas que regulan la
vida en sociedad, envuelven y se perpetúan en el sistema penitenciario. Si bien entendemos
que esto es parte de la sociedad toda y las lógicas discursivas nos rigen cotidianamente (pese
al cuestionamiento actual) nos resultó tremendamente visible como se potencian y refuerzan
en dichos espacios.

Respecto a formas de ser y estar ya mencionadas, que dejaban entre ver


personalidades ficcionales construidas para "adaptarse" o "sobrevivir" a las exigencias del
entorno, también surgen discursos machistas y sexistas hacia las figuras femeninas y las
disidencias, totalmente naturalizados. Dónde se percibía una fuerte tendencia a creer que el
varón debe mostrarse fuerte, seguro de sí mismo, con la capacidad de resolverse solo y
dejando claro en su discursividad que su heterosexualidad no puede estar en cuestión.

Al decir de Segato R. (2018) "La masculinidad está más


disponible para la crueldad porque la socialización y
entrenamiento para la vida del sujeto que deberá cargar el fardo
de la masculinidad lo obliga a desarrollar una afinidad
significativa —en una escala de tiempo de gran profundidad
histórica— entre masculinidad y guerra, entre masculinidad y
crueldad, entre masculinidad y distanciamiento, entre
masculinidad y baja empatía.

Teniendo en cuenta esto y lo observado, es preciso aclarar que dichas lógicas, no


responden a una excepcionalidad a nivel de los adolescentes; las mismas atraviesan a todo el
sistema y quienes están en él. Se hace presente incluso en las propuestas que intentan sostener
perspectivas socioeducativas; por lo cual, esto es percibido como un problema estructural, que
debería ser abordado, con efectividad por el sistema penitenciario. Pero en lo que respecta a

33
nuestro colectivo, en este momento está en condiciones de plantearlo y sostenerlo como una
responsabilidad, a nivel de su accionar con los adolescentes mismos, alentando a que se
instale como responsabilidad a nivel institucional.

34
Conclusiones:

Como queda claro en la fundamentación, a


partir de una instancia de intercambio entre Empatía,
actores referentes del tema y adolescentes privados
de libertad, pudimos identificar lo urgente que es
co-construir espacios donde se habilite la
comunicación y diferentes formas de expresión desde
una perspectiva crítica/reflexiva.
5

Surge la necesidad como colectivo de re-pensar las adolescencias, los conceptos que
las circundan y las diferentes propuestas que podríamos acercar teniendo en cuenta que es una
población que transita una etapa crucial previo a la adultez y, generalmente está asociada al
conflicto y las transformaciones.

Teniendo esto en cuenta, desde lo colectivo proyectamos al trabajo con adolescentes


que se encuentran bajo medidas privativas de libertad por haber entrado en conflicto con la
ley. Entendemos por lo tanto, que la complejidad que refiere la etapa de la adolescencia,
sumadas las distintas realidades psicosociales de las que provienen -en las cuales estuvieron
inmersos la mayor parte de su vida-, también se encuentran factores de vulnerabilidad
insoslayables, como lo es el encierro y todas las incidencias que éste promete. Creemos,
entonces, que es fundamental entender la situación de dichos adolescentes como un hecho
multifactorial de suma complejidad atendiendo cada arista pertinente.

Continuar generando instancias de re-pienso que habiliten a una mirada más amplia de
lo que dicho encierro implica y la incidencia que tienen tanto distintos actores sociales, como
la opinión pública desde sus discursos, hasta en los hechos, es necesario. Como colectivo
apostamos a seguir contribuyendo para la continuidad de los talleres y distintas intervenciones
con adolescentes en territorio, así como también seguir generando instancias de reflexión que
interpelen e informen a nivel social, no solo en adolescencias, sino también al resto de la
población.

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Ilustración creada a partir de las producciones de adolescentes de la Colonia Berro. La frase pertenece a uno
de sus textos.

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Ilustración creada a partir de las producciones de adolescentes de la Colonia Berro. La frase pertenece a uno
de sus textos.

36
Anexo:

(Cartas/devoluciones de los centros)

37
Bibliografía:

- Abella, R., Fessler, D. (comp.) (2017). El retorno del “estado peligroso”.


Los vaivenes del sistema penal juvenil. Montevideo: Casa Bertolt.
- Brecht (s.f). Grupo de estudios sobre Infracción Adolescente. CSIC -
UDELAR
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