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Miguel de Unamuno y la necesidad visceral de Dios

Miguel De Unamuno dedicó parte de su vida y de su obra a la búsqueda de Dios sin


pretender, sin embargo, dar una respuesta racional a todas esas preguntas que aún
hoy asaltan al hombre moderno, como el ardiente deseo de inmortalidad y de muerte.

De Unamuno no era el típico cristiano que iba a la iglesia, de hecho, ni siquiera


comulgaba, de hecho, en la base de su creencia estaba lo que podríamos llamar la
relación intrínseca entre el hombre y el misterio de la fe.

Particular, es observar cómo Unamuno se relaciona con el concepto de inmortalidad.

El escritor cree que uno no puede ser inmortal si su cuerpo muere; no acepta tener
que desprenderse de su carne, y mucho menos de todos los aspectos materiales de la
existencia.

Esta angustia está ligada a la no aceptación de la finitud, del absurdo de morir a


riesgo de ser devorado por la nada. Aquí, en efecto, Unamuno se apoya en sus obras
no sólo para reavivar sus ideas, sino para dar contenido a su personalidad humana,
ligada a la vida terrenal. El problema, por tanto, no es la muerte, ni siquiera la
mortalidad del alma, sino dejar de tener consistencia humana y, por tanto,
desaparecer. ¿De qué sirve tener un alma inmortal si ya no podemos dejar nuestras
huellas en la tierra?

A pesar de ello, a pesar de que es imposible demostrar racionalmente la inmortalidad


del alma, Unamuno cree en Dios: para escapar de la muerte. El Dios de Unamuno no
encaja en ninguna doctrina filosófica, es un Dios envuelto en misterio, contradicción
y que sigue fascinando, es un Dios que sufre y que consuela. Por eso uno intenta,
desesperadamente, crearse una fe, para sobrevivir y sentirse cerca a ese Dios.

Unamuno, siguió el camino trazado por San Agustín, argumentando que Dios está
dentro de nosotros y que debemos buscarlo por amor, pero es incapaz de implicarse
totalmente en esta búsqueda mística e incondicional, a pesar de negarse a dar una
respuesta racional.

Unamuno, de hecho, no puede aceptar la doctrina de que después de la muerte uno va


al paraíso y se hace uno con Dios.
Y es aquí donde el pensamiento del escritor se vuelve innovador y revolucionario. En
efecto, no hay que olvidar que Unamuno no puede aceptar la finitud de la vida mortal
y que el individuo es el elemento clave de su pensamiento filosófico. Llegar a ser, de
hecho, uno con Dios significa perder la propia autonomía como ser libre, aniquilarse
hasta el punto de convertirse en seres sin personalidad dependientes de Dios.

Por tanto, es esencial separarnos de Dios porque somos seres independientes con
intelecto propio que sólo pueden disfrutar de la luz de Dios en su totalidad
manteniendo su singularidad y personalidad. ¿Qué sentido tiene vivir eternamente si
para ello hay que renunciar a la propia conciencia? Unamuno se niega a pensar que la
aniquilación total ante la visión de Dios sea el precio que pagar por la inmortalidad
del alma. Cada hombre representa un mundo, un universo, y es justo que conserve su
individualidad incluso después de la muerte, que siga siendo centro y no margen.

La visión ideal, perfecta, es la de Santa Teresa que goza de Dios en vida,


completamente embelesada, fundiéndose con Dios sin olvidar que es, al mismo
tiempo, un ser por derecho propio.

El camino que Unamuno emprende para llegar a Dios es comparable a un clímax


ascendente.

Se parte de un aparente ateísmo (aparente precisamente por el hecho de que Dios es


buscado y rezado), pasando por ese paso que angustia a todo creyente, es decir, el
contraste entre la incredulidad y la fe. Inicialmente falta la capacidad de elaborar los
dogmas de la fe y se busca una explicación racional que genera la duda.

La tercera fase es aquella en que la lógica vacila porque el alma profunda del hombre
tiene necesidad de Dios, siente una necesidad física, imponente.

Finalmente, la cuarta y última fase, ve protagonista al alma finalmente lista para


abrazar y aceptar a Dios.

Unamuno, sin embargo, no debe ser considerado un filósofo, sino un hombre que
buscó a Dios. La particularidad reside en que nunca intentó tratar el tema de la fe
como una cuestión a la que se deba responder racionalmente. Unamuno acepta vivir
en la duda (que, según el escritor, alimenta la fe) y no mancillar la fe con demagogia
y dialéctica. La fe nace como necesidad consoladora de la fragilidad humana y es
pura e incontaminada, por eso Unamuno casi parece querer preservarla de la mera
lógica humana generadora de error.

Bibliografía

DALL'OSTO, A. (2019) «La fede di Miguel De Unamuno», Settimana News. En:


www.settimananews.it/libri-film/la-fede-di-miguel-de-unamuno/Fecha
acceso: 20.12.2022

FORERO UCROS, C. (1970). «El deseo de inmortalidad en don Miguel de


Unamuno», Boletín Cultural Y Bibliográfico, 13(01), 50–65.

SCRIMA, S./TEMPIO, C. (2016) «Non voglio morire. Miguel de Unamuno e


l’immortalità», sitosophia. En: https://www.sitosophia.org/recensioni/non-
voglio-morire Fecha acceso: 20.12.2022

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