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ANEXO DE SESIÓN 6

1.LINK DE CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN CUBANA


https://www.youtube.com/watch?v=2WtdDNXSeSI

2.FUENTES SOBRE LAS CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN CUBANA


Fuente B: LISBONA-GUILLEN, M (2019). Un Fulgencio Batista ignorado. Esplendor y
derrumbe del militar cubano en la prensa chiapaneca. LiminaR, 17(2), 219-
233. https://doi.org/10.29043/liminar.v17i2.683
La vida política del país caribeño tras su independencia en 1898 estuvo marcada por las
ambivalentes relaciones con Estados Unidos y por la inestabilidad en sus gobiernos, en los que
médicos y militares, como se ha hecho frase reiterada, controlaron los puestos decisivos del país
durante décadas. Una de estas fluctuaciones políticas propició la aparición en escena del
“tipógrafo mulato” Fulgencio Batista, un miembro de la conocida como rebelión de los sargentos
efectiva en septiembre de 1933 para derrocar a Gerardo Machado, cabeza de un gobierno
autoritario que a finales de 1932 vivía una grave crisis económica y social. A partir de entonces
su figura, con mayor o menor poder ejecutivo, fue una constante pública hasta su defenestración
en diciembre de 1958. Durante esos veinticinco años fue presidente constitucional entre 1940 y
1944, periodo en el que se aprobó la Constitución -1940- implorada con posterioridad como
referente, incluso, por los revolucionarios tras su triunfo efectivo el día 1 de enero de 1959,
momento en el que se puso fin al mandato de facto del general Batista iniciado en 1952. En los
años de su dominio, o de poder en la sombra, el militar fue debatido desde un principio por su
color de piel, aunque su legitimación, como ocurrió con otros héroes cubanos de origen africano
-Antonio Maceo-, se produjo gracias al descubrimiento de “una raíz ‘indígena’ en su origen” (De
la Fuente, 2000:209). Su pragmatismo político encumbró a un militar de origen humilde a la más
alta dirección del país y le impulsó a crecer en sus aspiraciones de promoción social y económica.
Este periodo inició con un golpe de Estado justificado con el discurso de que el gobierno
encabezado por Carlos Prío Socarrás iba a efectuarlo también Las corruptelas y el descrédito de
la política en los gobiernos de Grau y Prío justificó esa asonada militar y, como afirma Velia
Cecilia, se truncó el posible “desarrollo democrático y civil de la política cubana”. Este periodo de
inestabilidad se convirtió en semillero de reclamos en busca de restablecer el orden
constitucional. Así, y como parecía ser recurrente en la política cubana desde su independencia,
los cambios en la dirección del país se decían revolucionarios como forma de ruptura con el
pasado y porque, muchos de ellos, habían implicado el uso de las armas.
Los vaivenes políticos de la isla, tan propios de la realidad de América Latina durante el siglo XX,
tuvieron en Fulgencio Batista un referente que dirigió y controló el país de la mano de los militares
que lo secundaban, y que crecieron a su sombra enriqueciéndose como una camarilla por la
cercanía al poder que sostenían .A pesar de ello, su nacionalismo, las reformas sociales que
incluían las laborales, la enajenación de tierras públicas u otras transformaciones de carácter
económico, se unieron a la abrogación de la Enmienda Platt para otorgar a su primer mandato
un cierto periodo de tranquilidad social y, sobre todo, la anuencia del gigante del norte para que
permaneciera en el poder. Ejemplo de su pragmatismo político lo demostró al legalizar al Partido
Comunista Cubano, decantarse por el bloque aliado en la II Guerra Mundial y ostentar relaciones
de complacencia y amistad con el dictador hispano Francisco Franco, quien también lo recibió
en el exilio de Batista tras el triunfo de la Revolución cubana (Figueredo, 2016). De este modo
puede entenderse el hacer político que tenía los resabios del evolucionismo decimonónico, como
él mismo lo señaló en uno de los discursos expresados en su primera visita oficial a México:
“Cómo México, nosotros buscamos hoy por la evolución, dentro del más pacífico empeño, por
medio de tesonera acción reformadora, la fórmula feliz de conseguir, con un trato equitativo, una
razonable justicia social por la educación, por el trabajo, por la libertad y por el derecho” (López
Portillo, 2005:136).
En lo político el cuestionamiento del mandato de Batista se vivió como una constante de
conspiraciones en la que la participación de los jóvenes estudiantes fue un elemento
determinante y de resonancias en los futuros años. Con todas las diferencias, la caída de uno de
los artífices de construcciones arquitectónicas admiradas de la actual La Habana, el dictador
Gerardo Machado, también tuvo en los jóvenes activistas políticos un elemento referencial y del
cual emergería la figura del futuro general Batista y con posterioridad, Fidel Castro.

Fuente C: ROJAS, R “Historia mínima de la revolución cubana” (2015). COLMEX. P.13.

A pesar de esas cifras, Cuba era un país subdesarrollado y desigual. Las zonas urbanas estaban
concentradas en las ciudades capitales de La Habana, Santiago de Cuba y Las Villas. Un millón
y medio de cubanos no había cursado el primer grado y más de 20% de la población era
analfabeta, mayoritariamente concentrada en los campos. De 159 958 fincas, cerca de 900 eran
mayores de 1 000 hectáreas y menos de 30% de sus dueños eran reconocidos como
propietarios. La mayor parte de la tierra cultivable, dedicada a la ganadería o a la producción de
cereales, legumbres, viandas, hortalizas y frutos, caía dentro de categorías de tenencia de la
tierra, como las de los “administradores, arrendatarios, partidarios y precaristas”, que reflejaban
la explotación del trabajo rural por parte de una minoría. Las condiciones de educación, salud,
vivienda, alimentación, electricidad, agua y drenajes eran mucho peores en el campo que en la
ciudad. La balanza comercial de Cuba, en los años cincuenta, reflejaba un aumento de la
dependencia de Estados Unidos. Si en 1948, la isla destinaba a Estados Unidos 52% de sus
exportaciones, a mediados de la década siguiente el gran país del norte asimilaba 68% del
comercio exterior. Las importaciones mostraban esa dependencia con mayor claridad: desde los
años cuarenta, cerca de 80% de lo que Cuba compraba provenía de Estados Unidos. La balanza
comercial del país no estaba desequilibrada —era más o menos lo mismo lo que el país
exportaba que lo que importaba y en 1955, por ejemplo, la isla exportó 594 millones de pesos e
importó 575—, pero ambos movimientos del comercio exterior estaban excesivamente
concentrados en el azúcar y en Estados Unidos como comprador y vendedor. El azúcar, por
ejemplo, representaba en los años cincuenta, más del 80% del comercio cubano, mientras que
el tabaco, por su parte, no rebasaba el 8 por ciento.

Fuente D: GUERRA S y MALDONADO A (2009) Historia de la Revolución cubana, pp 23-24.


…El censo agrícola de 1946 mostraba, por otro lado, el grado de concentración de la población
rural a que se había llegado en la isla: 114 entidades o personas, o sea menos del 0.1% del
número total, eran dueños del 20, 01% de la tierra, lo que aumentó hacia 1958% (27%). El 8%
del total de las fincas comprendía el 71.1% del suelo, buena parte en manos de compañías
norteamericanas como la United Fruit Company y el King”s Ranch. Según el mismo censo, cerca
del 70% de la población campesina no poseía la tierra que trabajaba. Datos procedentes de otras
fuentes señalan que solo el 2% de los ganaderos controlaba 1,7 millones de reses, lo que
representaba el 42,4% del total de la masa ganadera del país. Cuba era entonces, en el contexto
latinoamericano, el país donde probablemente las relaciones capitalistas estaban más
extendidas y los elementos feudales menos arraigados, y no existía tampoco una rancia
aristocracia.
En contraste con este significativo avance de las relaciones capitalistas que caracterizó Cuba en
los años cincuenta, la clase obrera no era numerosa y estaba poco concentrada en industrias. Si
se incluye a los trabajadores fabriles del azúcar, el proletariado cubano no llegaba al 25% de la
fuerza de trabajo. Además, el 75% de las industrias existentes en 1954 empleaban menos de 10
obreros y solo en 14 fábricas laboraban más de 500 trabajadores.
El 26 de diciembre de1955 Cuba fue sacudida por una poderosa huelga de los trabajadores
azucareros, encabezada por uno de los dirigentes de ese sindicato, Conrado Bécquer. El
movimiento estaba motivado fundamentalmente por la negativa de los grandes propietarios a
pagar el diferencial azucarero, una especie de prima al salario que se entregaba desde fines de
los años cuarenta cuando los precios del azúcar en el mercado superaban el promedio estimado
para el pago de la zafra.
En la misma década las estadísticas sobre desempleo indicaban que en varios meses del año,
cuando recesaba la cosecha azucarera (de mayo a octubre), el número de desocupados
alcanzaba más de 650 mil personas; esto es, la tercera parte de la población cubana
económicamente activa, de los cuales 450 mil eran desempleados permanentemente. La vida
miserable de gran parte de los cubanos queda ilustrada con fría crudeza por los siguientes datos
estadísticos. Según el censo de 1953, cuando la población total de la isla se estimaba en 5,8
millones de habitantes, el 33, 3% de ella- y el 68,5% de la rural-vivía en bohíos con techo de
hojas secas de palma, paredes de tabla o cartón y piso de tierra; solo un 35, 2% de las viviendas
tenía agua corriente, un 55,6% electricidad y un 28% servicio sanitario interior, situación que era
mucho más acentuada fuera de las ciudades y los pueblos.
El sector de mayor interés para los capitalistas nacionales era entonces el de las edificaciones
urbanas, sobre todo en la ciudad de La Habana, donde intervinieron unos 648 millones de
dólares, así como en acciones norteamericanas. En 1955 la inversión de bienes raíces superaba
los 150 millones de dólares, muchos de ellos situados en el sur de La Florida. Al mismo tiempo,
los depósitos bancarios de cubanos en Estados Unidos. Se ha calculado que solo en 1957 los
turistas cubanos gastaron 400 millones de dólares en Estados unidos y que los ex presidentes
Carlos Prío y Fulgencio Batista trasladaron a Miami 90 millones y 350 millones después de sus
respectivas caídas en 1952 y 1959.

Fuente E: ABC internacional (2003). El Moncada, fracaso y triunfo de la revolución.


Recuperado de https://www.abc.es/internacional/abci-moncada-fracaso-y-triunfo-castro-
200307260300-197282_noticia.html.
El asalto al Cuartel Moncada tuvo como precedente el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952,
con el que Batista frustró las esperanzas de cambio depositadas en las elecciones programadas
para junio del mismo año, que según todos los pronósticos habrían dado la victoria al Partido
Ortodoxo, al que pertenecía el propio Castro.
Cerrados todos los espacios políticos democráticos, el joven abogado y ex líder estudiantil Fidel
Castro, de 26 años, reunió con personas de su confianza un grupo de aproximadamente 150
personas para realizar en Santiago de Cuba, la segunda ciudad de la isla, un acto público de
repudio al régimen militar de Batista.
El 25 de julio de 1953, cuando el grupo estaba reunido en secreto en una quinta al este de
Santiago, Castro les reveló el verdadero propósito de la convocatoria: asaltar el Cuartel Moncada
de Santiago, la segunda plaza militar de Cuba, para conquistar la mayor cantidad posible de
armas e iniciar desde las montañas aledañas de la Sierra Maestra la lucha para derrocar a la
dictadura. Algunos de los presentes protestaron contra el inesperado propósito de la reunión y
fueron encerrados en un cuarto de la quinta, pero en la inmensa mayoría la arenga de Fidel
Castro encendió el fuego de su fervor patriótico y decidieron participar en la aventura
revolucionaria, aunque fuese para «morir dignamente». En la madrugada del 26 de julio, una
caravana de 26 vehículos se dirigía hacia sus objetivos, que incluían, además del Cuartel
Moncada, el Palacio de Justicia, que debía ser ocupado por un grupo al mando de Raúl Castro,
el hermano menor de Fidel, y el Hospital Civil, de cuya toma se encargó Abel Santamaría,
lugarteniente de Fidel Castro. Todos los futuros combatientes vestían uniformes de sargento.
La fecha del asalto no había sido escogida al azar: Santiago de Cuba estaba inmersa en la
tradicional fiesta de carnaval, por lo que se suponía que muchos de los aproximadamente 1.000
soldados del Cuartel Moncada estaban de permiso o habían bajado la guardia. El ataque debería
ser por sorpresa.
Sin embargo, cerca de la mitad de los que iban a participar en el asalto al cuartel se perdieron
en el camino y nunca llegaron a su destino: en su mayoría venían de La Habana y desconocían
las calles de Santiago, ciudad situada a 900 kilómetros al este de la capital.
Además, un acontecimiento imprevisto dio al traste con el factor sorpresa. Castro, quien conducía
el segundo vehículo de la caravana que llegó al Cuartel Moncada poco después de las cinco de
la mañana, chocó violentamente con un mojón a la entrada de una de las puertas de la
guarnición, por lo que su automóvil quedó inmovilizado.
Castro ordenó a su copiloto, un joven estudiante llamado Gustavo Arcos, que bajara del vehículo
y apresara a un soldado que venía detrás. Según contó años después el propio Arcos, quien
pasaría largos años en las cárceles de Castro como disidente, él se resbaló al salir del automóvil
y disparó matando de un tiro al soldado, que resultó ser un teniente. El ruidoso incidente alertó a
los soldados del cuartel y los rebeldes se vieron forzados a replegarse.
Torturas y asesinatos
Se calcula que, durante el tiroteo, que duró algo más de una hora, sólo diez o 12 revolucionarios
resultaron muertos. Más de sesenta fueron apresados, torturados y asesinados a sangre fría,
entre ellos Abel Santamaría. Los soldados que sometieron a tortura a la mano derecha de Fidel
Castro le sacaron los ojos y se los mostraron a su hermana Haydée Santamaría, en un intento
de arrancarle información.
Tras fracasar el asalto al Moncada, Fidel Castro logró huir y se escondió en una finca próxima a
Santiago de Cuba. Una semana más tarde, Castro se entregó a una patrulla del Ejército, tras
interceder a su favor el arzobispo de Santiago, monseñor Enrique Pérez Serantes, que le
garantizó el respeto a su integridad física.
Aunque el asalto terminó en un desastre para los combatientes comandados por Castro, la acción
fue un éxito en el sentido de que logró llamar la atención nacional e internacional sobre la
brutalidad de la dictadura de Batista, que en los días siguientes al ataque al cuartel desató una
orgía de represión, matando en toda la isla a varios opositores políticos ajenos a los hechos del
Moncada.
En el juicio por el asalto al Cuartel Moncada, Fidel Castro se defendió a sí mismo, en su calidad
de abogado, y en octubre de 1953 pronunció un brillante alegato, embrión del futuro programa
de la Revolución Cubana, que sería publicado más tarde con las palabras finales del acusado
como título: «La historia me absolverá».
Condenado a 15 años de prisión, Castro recobró la libertad en mayo de 1955, gracias a una
amnistía decretada por Batista, y viajó vía Estados Unidos a México, donde se reunió con varios
de sus compañeros de armas indultados para preparar la lucha revolucionaria que derrocaría a
Batista el 1 de enero de 1959. En honor al Moncada y a los compañeros muertos, la guerrilla de
Fidel Castro fue bautizada «Movimiento 26 de Julio».

Fuente F: CASTRO, F “La historia me absolverá” Alegato, 1953.


En el sumario de esta causa han de constar las cinco leyes revolucionarias que serían
proclamadas inmediatamente después de tomar el cuartel Moncada y divulgadas por radio a la
nación. Es posible que el coronel Chaviano haya destruido con toda intención esos documentos,
pero si él los destruyó, yo los conservo en la memoria.
La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de
1940 como la verdadera ley suprema del Estado, en tanto el pueblo decidiese modificarla o
cambiarla, y a los efectos de su implantación y castigo ejemplar a todos los que la habían
traicionado, no existiendo órganos de elección popular para llevarlo a cabo, el movimiento
revolucionario, como encarnación momentánea de esa soberanía, única fuente de poder
legislativo, asumía todas las facultades que le son inherentes a ella, excepto de legislar, facultad
de ejecutar y facultad de juzgar.
Esta actitud no podía ser más diáfana y despojada de chocherías y charlatanismos estériles: u
gobierno aclamado por la masa de combatientes, recibiría todas las atribuciones necesarias para
proceder a la implantación efectiva de la voluntad popular y de la verdadera justicia. A partir de
ese instante, el Poder Judicial, que se ha colocado desde el 10 de marzo frente a la Constitución
y fuera de la Constitución, recesaría como tal Poder y se procedería a su inmediata y total
depuración, antes de asumir nuevamente las facultades que le concede la Ley Suprema de la
República. Sin estas medidas previas, la vuelta a la legalidad, poniendo su custodia en manos
que claudicaron deshonrosamente, sería una estafa, un engaño y una traición más.
La segunda ley revolucionaria concedía la propiedad inembargable e instransferible de la tierra
a todos los colonos, subcolonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas
de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propietarios a
base de la renta que devengarían por dichas parcelas en un promedio de diez años.
La tercera ley revolucionaria otorgaba a los obreros y empleados el derecho a participar del
treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y
mineras, incluyendo centrales azucareros. Se exceptuaban las empresas meramente agrícolas
en consideración a otras leyes de orden agrario que debían implantarse.
La cuarta ley revolucionaria concedía a todos los colonos el derecho a participar del cincuenta y
cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota mínima de cuarenta mil arrobas a todos los
pequeños colonos que llevasen tres o más años de establecidos.
La quinta ley revolucionaria ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los
malversadores de todos los gobiernos y a sus causahabientes y herededor en cuanto a bienes
percibidos por testamento o abintestato de procedencia mal habida, mediante tribunales
especiales con facultades plenas de acceso a todas las fuentes de investigación, de intervenir a
tales efectos las compañías anónimas inscriptas en el país o que operen en él donde puedan
ocultarse bienes malversados y de solicitar de los gobiernos extranjeros extradición de personas
y embargo de bienes. La mitad de los bienes recobrados pasarían a engrosar las cajas de los
retiros obreros y la otra mitad a los hospitales, asilos y casas de beneficencia.
Se declaraba, además, que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los
pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías
que oprimen a las naciones hermanas, encontrarían en la patria de Martí, no como hoy,
persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte
de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo.
Estas leyes serían proclamadas en el acto y a ellas seguirían, una vez terminada la contienda y
previo estudio minucioso de su contenido y alcance, otra serie de leyes y medidas también
fundamentales como la reforma agraria, la reforma integral de la enseñanza y la nacionalización
del trust eléctrico y el trust telefónico, devolución al pueblo del exceso ilegal que han estado
cobrando en sus tarifas y pago al fisco de todas las cantidades que han burlado a la hacienda
pública.

Fuente G: BETHELL, L Historia de América Latina. T XIII (1990). Universidad de Cambridge.


Las tan esperadas elecciones de 1954 ofendieron a todos menos a los batistianos más cínicos.
Los principales partidos políticos finalmente se negaron a participar y el principal candidato de la
oposición se retiró. Sin que nadie se le opusiera y obteniendo una mayoría simple del 40 por 100
del electorado que votó, Batista conquistó un nuevo período en el poder. Después de 1954 las
fuerzas políticas moderadas que habían contado con que las elecciones resolvieran las tensiones
nacionales se encontraron aisladas y sin más opciones. En 1955 se hizo un último intento de
negociar una solución política de la crisis, que cada vez era más honda, cuando los
representantes de la oposición moderada sostuvieron una serie de entrevistas con Batista. El
Diálogo Cívico, como llamarían a estas conversaciones, pretendió que el presidente prometiera
que se celebrarían nuevas elecciones con garantías para todos los participantes. Batista se negó.
El escenario quedó dispuesto para el enfrentamiento armado. La primera respuesta no tardó en
llegar. A finales de 1955 una serie de manifestaciones de estudiantes provocó choques armados
con el ejército y la policía, y la represión subsiguiente persuadió a los líderes estudiantiles de la
necesidad de organizar un movimiento revolucionario clandestino, el Directorio Revolucionario.
Un año después, un grupo insurgente integrado por Auténticos se alzó en armas y atacó el cuartel
del ejército de Goicuría, en Matanzas. En 1957, tras el fracaso de un intento de asesinato contra
Batista, el Directorio Revolucionario recurrió también a la insurgencia rural y organizó un frente
guerrillero en la provincia de Las Villas, el llamado II Frente Nacional del Escambray. No obstante,
fue en las montañas de la Sierra Maestra, en la provincia de Oriente, donde se estaba decidiendo
la suerte del régimen de Batista. A los tres años del ataque contra el cuartel de Moncada Fidel
Castro ya había organizado en Santiago otro levantamiento, que estallaría al volver él de México
a bordo del pequeño yate Granma, pero la revuelta del 30 de noviembre de 1956 fue aplastada
mucho antes de que los tripulantes del Granma pisaran suelo cubano. Asimismo, avisadas de la
llegada de los expedicionarios, las fuerzas gubernamentales arrollaron al grupo de desembarque
en Alegría de Pío, en el sur de Oriente, y redujeron la fuerza, compuesta por unos ochenta
hombres, a" una banda de dieciocho. Fracasado su espectacular intento de tomar el poder, priva
dos de armas, municiones y provisiones, los supervivientes del Granma buscaron refugio en la
cordillera del sureste. Empezó entonces una guerra de guerrillas cuyo carácter se ajustaba al
escenario geopolítico de la Sierra Maestra. Castro y sus hombres comenzaron las operaciones
en una región periférica de la isla donde la presencia político-militar del gobierno que querían
derribar consistía en poco más que puestos aislados de la Guardia Rural. Sin embargo, al hacer
la guerra contra la Guardia Rural los rebeldes atacaban tanto la base de poder local del régimen
de Batista como la expresión simbólica de la presencia de La Habana en la región de la Sierra
Maestra. Durante decenios los comandantes de la Guardia Rural habían aterrorizado
arbitrariamente a las comunidades rurales. Así pues, por modestas que pareciesen las victorias
de los rebeldes en su lucha contra la policía rural, representaban una seria amenaza para la
autoridad político-militar de La Habana en la provincia de Oriente. Al grupo de supervivientes del
Granma pronto se unieron habitantes de la Sierra Maestra y con esta fuerza ligeramente
aumentada los insurgentes lanzaron sus primeras ofensivas. En enero de 1957 la fuerza rebelde
ya era suficientemente numerosa como para vencer a la Guardia Rural del puesto de La Plata;
en un segundo ataque, en mayo de 1957, los guerrilleros derrotaron a la Guardia Rural del puesto
de El Uvero. Las noticias de las victorias de los insurgentes hacían que los cubanos fuesen
conscientes de la lucha que se estaba librando en la Sierra Maestra y atrajeron nuevos reclutas
al bando de la guerrilla. Las operaciones de los rebeldes también obligaron a las fuerzas del
gobierno a abandonar la seguridad de las ciudades para perseguir a los insurgentes rurales. La
arbitrariedad con que el gobierno llevaba las operaciones de la campaña sirvió para indisponerle
todavía más con la población rural y facilitar apoyo complementario a la guerrilla.

Fuente H: LIMA, L (2018, 31 de diciembre). Revolución cubana: cuáles fueron las causas
del levantamiento con el que Fidel Castro cambió Cuba en 1959. En BBC News.
Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-46532629

Cuba, a finales de la década de 1950, se debatía en el crudo contraste de ser una de las naciones
con mayor crecimiento de la región y, también, uno de los países donde las clases más pobres
se hundían en la peor de las miserias. En ese contexto, se dio la revolución

El país de los casinos, y las playas. La isla del tabaco y el ron. La nación con más autos,
televisores y cines de América Latina. La tierra de los campesinos pobres y olvidados, la de las
divisiones sociales y raciales, la de la rampante desigualdad entre el campo y la ciudad. Cuba, a
finales de la década de 1950, se debatía entre un crudo contraste social: ser una de las naciones
con mayor crecimiento de la región y, como pasaba también en el resto de Latinoamérica, tener
a sus clases más pobres hundidas en la peor de las miserias.

Pero ¿cómo se explica ese movimiento convulsivo que llamaron revolución y la urdimbre de
cambios que le siguieron después? Por los últimos 60 años, las causas que llevaron a un grupo
de jóvenes a levantarse en armas contra el statu quo de Cuba han sido motivo de debate entre
los que han escrito sobre el tema de un lado u otro del estrecho de Florida.

Pero, según cuenta a BBC Mundo el escritor e historiador Norberto Fuentes, si en algo coinciden
casi todos es que uno de los detonantes principales fue un golpe de Estado que protagonizó en
1952 Fulgencio Batista, un general que había gobernado de forma democrática entre 1940 y
1944. El historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy, profesor titular de la Universidad de La
Habana, considera que otros factores fueron la incomodidad popular ante la creciente corrupción
política, "quizás la mayor de la América Latina del momento" y "la enorme penetración" del capital
estadounidense, que asfixiaba el crecimiento de una burguesía autóctona.

Mientras, Michael Bustamente, profesor de Historia de la Universidad Internacional de Florida,


cree que el movimiento que culminó con el ascenso al poder de Fidel Castro formó parte un
proceso de "conciencia política" peculiar del país y de otra serie de "revoluciones" que marcaron
la historia anterior de la isla. "Cuba también había pasado por muchos años por una
independencia un poco incompleta y había un sector importante de la población que consideraba
que el país necesitaba de profundas transformaciones, no solo el regreso al statu quo
democrático anterior a Batista", comenta a BBC Mundo.

Más allá de esos contextos, a través de los años, la historiografía castrista ha presentado como
motivos principales de la insurrección los "males sociales" de lo que denomina "pseudo-
república" (la que existió desde la independencia de Cuba, en 1898, hasta 1959). De acuerdo
con esa versión, la pobreza generalizada, el analfabetismo, la falta de acceso a la salud, el
desempleo y el hecho de que Cuba fuera una "neocolonia" y el "burdel" de Estados Unidos
llevaron a que un grupo de jóvenes se levantara contra Batista.

Sin embargo, la realidad de Cuba en ese entonces no parece haber sido del todo como la
presenta la "historia oficial". De acuerdo con una investigación del reconocido economista
Carmelo Mesa-Lago, para 1953, el 76,4% de la población cubana sabía leer y escribir, lo que
ubicaba a la isla en la cuarta posición de América Latina en cuanto a índices de alfabetización.
Mientras, en 1957, ya el país se colocaba en el primer lugar de la región con menor mortalidad
infantil y con mayor número de médicos y camas en los hospitales por habitantes, según el
estudio.

"Cuba estaba al frente de una serie de indicadores, sorprendentemente de tipo social, cuando
se compara con la América Latina de la época. Y eso también era así en cuanto a indicadores
económicos", explica Mesa-Lago a BBC Mundo. Su investigación señala que para 1958, el
Producto Bruto Interno por habitante de la isla se colocaba en tercer lugar de la región (solo
superado por Venezuela y Uruguay) y la tasa de inflación ese año era virtualmente cero.

Cuba era uno de los países con mayor crecimiento económico en América Latina en vísperas de
la revolución. Sin embargo, el economista considera que esos indicadores no tienen en cuenta
que había una gran diferencia entre el sector urbano y el rural, un hecho que cuestionó el propio
Fidel Castro en su conocido alegato "La Historia me absolverá", muchas veces referido como el
manifiesto de la lucha armada.

"La mortalidad infantil era el doble en el campo que en la ciudad. Si el analfabetismo en la ciudad
era del 11%, en el campo era del 40%. Había una desigualdad notable en términos de ingresos
y una gran brecha social, que es algo que escapa a esas estadísticas positivas", señala.

En opinión de Guerra Vilaboy, el hecho de que Cuba fuera una de las naciones más prósperas
de América Latina, conllevaba, contradictoriamente, a que la desigualdad social, lejos de
disminuir, se acelerara.Se calcula que para 1958, pese al crecimiento económico, más de 10.000
cubanas se dedicaban a la prostitución, el desempleo afectaba a los sectores más
desfavorecidos, la mayor parte de las tierras de Cuba estaban en pocas manos, la corrupción
era "una plaga" y el comercio exterior era controlado por el mercado de Estados Unidos. "Ese
contraste motivó a que sectores de la pequeña burguesía, de las clases medias, se sensibilizaran
con la situación del campo y se lanzaran a hacer no solo un cambio político sino a querer
democratizar el país", asegura.

Sin embargo, en la gran mayoría de América Latina la situación económica por ese entonces era
peor y los golpes de Estado campeaban de un país a otro bajo la mirada permisiva de Estados
Unidos. ¿Cómo se explica entonces que haya ocurrido una revolución de este tipo en Cuba y no
en otro lugar de la región, donde las condiciones sociales -peores que las de la isla- podrían
haber dado paso a un mayor descontento popular?

Por qué en Cuba Guerra Vilaboy considera que el hecho de que Cuba fuera "el país con mayor
crecimiento capitalista relativo de América Latina" fue, de hecho, una de las causas detrás de la
revolución. "El país tenía en su historia esa tragedia de la cercanía a EE.UU., que limitaba su
soberanía; pero, al mismo tiempo, era el vínculo que permitía que la modernidad capitalista le
llegara como a ningún otro lugar", le explica a BBC Mundo.

De acuerdo con el experto, ese crecimiento económico y el hecho de que en la isla se hable una
sola lengua, unido al pequeño tamaño del país -sin grandes accidentes geográficos y con una
población homogénea- hizo que la crisis política se expandiera con más fuerza de lo que habría
sucedido en otros escenarios latinoamericanos.

Pero, en criterio del historiador, hubo otros dos elementos "tecnológicos" que fueron decisivos.
"Si la Revolución Mexicana, que fue la otra gran revolución latinoamericana del siglo XX, se
construyó sobre los ferrocarriles, por la forma en la que se transportaban los combatientes, la
cubana transcurrió a través de la radio y la televisión", opina. "Cuba tenía la mayor cantidad de
televisores y radios de la región. Y fue esa modernidad la que también ayudó a acelerar el triunfo
de la revolución, porque las noticias impactaban, volaban, porque era un país pequeño, con un
solo idioma y estaba conectado de un lado a otro", agrega. (…)

Fuente J: ROJAS, R. (2008, 31 agosto). Lo que la revolución era. el New Herald.


Recuperado de https://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article1935714.html
Los cubanos contaban, al final de aquella semana, con un nuevo gobierno, encabezado por el
presidente Urrutia Lleó y el primer ministro Miró Cardona. Las tropas del Directorio
Revolucionario, que tras la huida de Batista habían tomado el Palacio Presidencial, entregaron
el recinto a dicho gobierno, el 6 de enero, reconociéndolo como el poder legítimo de la revolución.
Fidel llegó dos días después a La Habana, el 8 de enero, y fue recibido no como un gobernante
o un estadista, sino como algo muy distinto: el héroe de la guerra contra la dictadura, el líder de
la rebelión armada que provocó el colapso de un gobierno represivo y corrupto.
El presidente Urrutia le dio la bienvenida, desde la terraza norte de Palacio, con estas
palabras: ''...la democracia cubana se considera honrada con la presencia del gran héroe, del
líder más abnegado de la historia'', quien, ''después de derrocar la dictadura con su esfuerzo
admirable, no ha tomado el poder en sus manos, sino que lo ha puesto en manos de un hombre
en quien él tiene fe''. El propio Castro, en las últimas reuniones de la Dirección Nacional del 26
de Julio en la Sierra, había insistido en que su papel y el de los demás comandantes rebeldes
no debía ser político, sino militar y moral: ellos serían el ''escudo'' físico y espiritual del nuevo
gobierno.
Para la mayoría de los cubanos, aquel rol era natural: los héroes --Fidel, Camilo, el Che-
- no podían ser vistos como políticos civiles o gobernantes de la república. Además, el encargo
del nuevo gobierno, a pesar de la hegemonía del 26 de Julio en el mismo, era compartido por
todas las organizaciones revolucionarias. Había sido plasmado en documentos como La historia
me absolverá (1954), el programa Nuestra razón (1956), el Manifiesto de la Sierra (1957) y el
Pacto de Caracas (1958). Sus principales tareas estaban claras y generaban consenso:
restauración de la Constitución del 40, reforma agraria, alfabetización, recuperación de bienes
malversados, procesamiento de criminales, convocatoria a elecciones.
El gobierno de Urrutia y Miró se presentaba como ''provisional'' y así era asumido por la
ciudadanía y la opinión pública. Durante el mes y medio que funcionó aquel gabinete, se tomaron
cientos de acuerdos y se aplicaron algunos decretos importantes como la ''ley fundamental'',
emitida el 7 de febrero, que restablecía básicamente la Constitución del 40, aunque con algunas
modificaciones como el incremento de autoridad del Consejo de ministros. Se trataba de un
gobierno concebido para satisfacer en pocos meses las principales demandas económicas y
sociales de la insurrección contra Batista y luego convocar a elecciones presidenciales.
Sin embargo, como ahora sabemos, Castro no dejó de hacer política durante ese mes y
medio. De hecho, no sólo inauguró un nuevo tipo de política, plebiscitaria y carismática, por
medio de constantes intervenciones públicas (ante la tumba de Chibás, desde Caracas, en el
Club de Rotarios, con los empleados de la Shell y de los casinos), sino que continuó el
entendimiento con los comunistas, iniciado por él mismo, Raúl y el Che en la Sierra, y mantuvo
una permanente comunicación con los ministros del 26 de Julio. Desde esos foros llegó, incluso,
a oponerse por la derecha a medidas del gobierno revolucionario, como la suspensión del juego
en los casinos.
El papel de Fidel en la renuncia de Miró y en su propio ascenso al primer ministerio fue
decisivo. Luis M. Buch cuenta que en una reunión con los ministros del 26 (Hart, Pérez,
Camacho, Buch y Oltuski, en casa de este último), Castro propuso que para que él reemplazara
a Miró era necesario que se reformara el artículo 154 de la Constitución del 40, concediéndole al
primer ministro la potestad ya no de ''representar'', sino de ''dirigir'' la política general del gobierno.
Días después, el 13 de febrero de 1959, Miró renunció y Castro, gracias a la reforma
constitucional, asumió el control político del país. A partir de entonces, el gobierno revolucionario
comenzó a abandonar gradualmente su carácter moderado y provisional.

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