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Índice:

INTRODUCCION

DELINCUENCIA INFANTO-JUVENIL

-Definición

- Personalidad y delincuencia infanto-juvenil

- Grupo familiar y delincuencia

- Familia y adolescencia

LA PROSTITUCIÓN

-Definición

REPRESENTACIONES SOCIALES

ARTICULACION CONCEPTUAL

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFIA

INTRODUCCION
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En el presente trabajo se interrelacionarán los conceptos de delincuencia infanto-juvenil y

prostitución, con el concepto representación social. Procederemos a realizar definiciones de todos

los conceptos por separado y luego los relacionaremos entre sí para ver sus vínculos a nivel

social, causas, consecuencias.


DELINCUENCIA INFANTO-JUVENIL

Definición: Entendemos por delincuente, en general a quien comete un delito, o sea viola una ley

con consecuencias medianamente graves. Si fueran muy graves, estaríamos ante un crimen

(asesinato, traición, sacrilegio, etc).

El delito incluye cuatro rasgos característicos:

1) Es una acción humana dañosa que lesiona un bien, de cualquier tipo, protegido por la ley.

2) Al realizador de este acto se le atribuye, física y psíquicamente, culpabilidad e

imputabilidad.

3) La conducta que realiza está descripta como delictiva en la ley, específicamente.

4) Como consecuencia de operar de la manera descripta se alcanza una pena jurídica.

Quien opera de esta forma comete un delito y, por lo tanto, es un delincuente.

Ahora bien las causas de la delincuencia infanto-juvenil pueden agruparse en dos grandes

aspectos:

- Las endógenas las que están en el individuo, podemos considerar la herencia y las

características personológicas.

- Las exógenas en las que vamos a agrupar el medio ambiente en general, la familia en

especial, la educación y los medios de comunicación masivos.

Personalidad y delincuencia infanto-juvenil

En principio por personalidad entendemos algo dinámico, “vivo”, que está en permanente

elaboración. Cada ser humano nace con una personalidad, incipiente, que va desarrollándose y

tomando formas mientras el individuo vive. La formación de la personalidad es la resultante de


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las relaciones entre lo biológico y lo psico-social, sobre todo en el grupo familiar, que es el

encargado de transmitir las normas y valores culturales.

El núcleo de la personalidad, es el aspecto más duradero y menos modificable, está representado

por las tendencias organizadas de conducta que han sido estructuradas por la temprana

interacción de las disposiciones biológicas y las relaciones familiares. En definitiva, si admitimos

que el individuo tiene como base, soporte o esqueleto de su personalidad, la que sus padres le dan

via genes, su madre durante la vida intrauterina y el grupo familiar durante sus primeros años de

vida; obligadamente debemos concluir que la responsabilidad o el mérito por las conductas de ese

individuo, que es la forma en que esa personalidad se exterioriza, recae fundamentalmente sobre

los padres (o la familia). Siguiendo el camino inverso: ante una conducta irregular, antisocial,

reprochable tendremos casi la certeza de estar ante una personalidad mal formada o con fallas y

en el paso siguiente descubriremos una familia desintegrada o con serias deficiencias en la

función o roles que alguno o ambos padres deben desempeñar.

Grupo familiar y delincuencia

La sociedad y la familia son el medio de nutrición del que emerge gradualmente la identidad de

una persona. La identidad del grupo estructura el contenido de la identidad personal.

Una familia bien arraigada sería la que estuviera acorde con las “modalidades de la sociedad

donde vive y a la cual el adolescente debe incorporarse. Las familias desarraigadas dificultan el

“pasaje” de los hijos a la sociedad. Cuando la familia falta, el individuo debe incorporarse a la

sociedad sin esa etapa de preparación, sin ese aprendizaje y acondicionamiento y lo compleja y

difícil que resulta hoy la convivencia en la sociedad condenan, casi irremisiblemente, a quien
deba encararla sin esos años de formación y entrenamiento.

Buenas figuras paternas concretas e internalizadas enriquecerán al yo y estimularán sus esferas

autónomas libres de conflictos, favoreciendo sus defensas sanas y conformando una estructura

moral que elabora el presente por la asimilación del pasado que se encauza hacia el porvenir.

Familia y adolescencia

La adolescencia, mucho más que cualquier otro momento de la vida del individuo, es un período

de desarrollo en el cual han de formarse nuevas pautas de conductas adaptativas. Esta necesidad

de cambios es creada, en parte, por nuevos impulsos biológicos; pero más aún por el deseo del

adolescente de adaptarse a las pautas adultas de conducta social. Abandona una fase de la vida en

la que se había adaptado y avanza hacia una nueva región sin saber cuales son los tipos de

conducta adecuados, ni poseer los medios adaptativos necesarios. Surge, como consecuencia, un

sentimiento de inseguridad e incertidumbre. Las reacciones adolescentes típicas de agresividad,

incomodidad y retiro o aislamiento son índices de sus sentimientos de inadecuación.

El ingreso del individuo a esta etapa crítica de la vida, repercute sensiblemente en toda la

estructura familiar. Los roles complementarios padre-hijo sufren una importante transformación.

Se dejan los roles ya asumidos de padre-hijo, para asumir los de padre adolescente que están muy

influidos o determinados por la situación sociopolítica. La tarea de la familia sería elaborar esta

nueva asunción de roles que cambian la estructura; contribuyendo al desarrollo de las

identidades, creando necesidades y normas nuevas, que forman el “continente” apropiado para la

elaboración de la adolescencia en la familia y su inserción en el contexto social.

Lamentablemente esta desorientación en que se sume toda la familia al aparecer en su seno un

adolescente, con un “nuevo” cuerpo y formas de influencia sociales (política estudiantil y


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universitaria, modas, pandillas, nuevos valores y normas generacionales, etc); se resuelve

frecuentemente imputando la responsabilidad exclusivamente al adolescente por comportamiento

torpe, inadecuado, sin inteligencia. Así los padres pueden mantener su rol de autoridad

incontaminada ( permanencia de privilegios) y así también se mantiene incontaminada la

estructura del grupo e inclusive se hacen vivir sus cambios al adolescente como algo extraño que

lo idiotiza ( desvalorización de lo nuevo).

En la mayoría de los casos se nota una indecisión frente al antiguo y al nuevo patrón y , en

consecuencia, ensayan variadas formas de incomprensión: actitudes que van desde el estricto

control que ahoga, hasta la libertad excesiva que el adolescente vive como abandono. A esto

podemos agregar, con frecuencia, conflictos familiares de diversa índole: desaveniencias de la

pareja, preferencia por un determinado hijo, rivalidades entre hermanos, problemas económicos,

etc. Desasosiego, confusión, culpa, son los emergentes de esta situación.

En todos los casos de menores con conductas antisociales o delictivas advertimos que la

necesidad de comprensión de esos adolescentes no ha sido satisfecha dentro del medio familiar,

situación que los lleva a buscarla en otros ámbitos, donde la logran sólo a medias entre sus pares,

ya que ellos están igualmente conflictuados.

En nuestra sociedad, lamentable y fundamentalmente a través de los medios masivos de

comunicación, se ofrecen muchos y variados estímulos para desviar la realización positiva de la

personalidad. Solo destacan a manera de ejemplos a aquellas figuras que logran el éxito

fácilmente, como cantantes populares, jugadores de futbol, “actrices”, etc., que realmente no son

modelos que orienten la conducta hacia metas valiosas.

La familia y, más aún, la sociedad son los grandes responsables de esta realidad. La primera

normalmente no tiene plena conciencia de su función de formadora de individuos; de seno dentro


del cual está formándose una personalidad, que terminará siendo, en gran medida, lo que ese

medio le permitió ser y que cargará o lucirá por el resto de su existencia las heridas o los aportes

que ese medio le proporcionó. La familia tiene la responsabilidad de interesarse e instruirse sobre

los aspectos que implica la formación de la personalidad de un niño, sobre las características y

necesidades de la pubertad y de la adolescencia. Pero en definitiva, como es la sociedad el ámbito

en el cual la familia debe vivir, desarrollarse y cumplir su cometido y estas tareas no pueden

cumplirse sino en la medida en que la sociedad lo permite, resulta ésta la última y gran

responsable en la tarea de formar individuos sanos.

LA PROSTITUCIÓN

Definición: entendemos por prostitución toda relación sexual con la finalidad de obtener

beneficios propios extra-sexuales, sean estos materiales como no materiales. Por lo tanto nos

encontraremos ante un caso de prostitución tanto cuando una persona mantiene cualquier tipo

de relación sexual con la finalidad de obtener dinero o cualquier tipo de objeto; como cuando la

mantiene para obtener una recomendación, condescendencia con respecto a los horarios de

entrada o salida de un trabajo, etc.

Lamentablemente también la prostitución es una consecuencia que hemos encontrado en la

familia abandónica.

Describiremos uno de los casos del libro de Perez Álvarez como ejemplo para retomar y articular

el tema del abandono posteriormente.

Caso: “Yo nací en Buenos Aires y me crié aquí. Llegué hasta segundo año de la Facultad de

Medicina, pero no tuve ganas de seguir. Mis padres son profesionales, pero yo no vivo con ellos.

Nunca se preocuparon demasiado por mí. Es verdad que nunca me faltó nada como comida, ropa,
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libros y todo eso, pero de lo demás nada; nunca hubo tiempo porque siempre tenían algo que

hacer. Yo no les voy a echar la culpa a ellos porque mis dos hermanos, un varón y una mujer, se

criaron igual que yo y hoy están los dos casados y tienen la misma vida burguesa y aburrida de

mis padres. Yo soy como soy y no me arrepiento. Este es un trabajo como cualquier otro que me

permite vivir bien y dormir todo lo que quiero. Lo que será de mi vida en un futuro no lo se, ni

me preocupa demasiado; por el momento me preocupo por tener lo que necesitaré. Tengo un

departamento mucho mejor que el de mis hermanos y mi trabajo es mucho más agradable. Aquí

se cumple un horario y la cantidad de citas depende de la demanda. Generalmente se trata de

ejecutivos, profesionales, políticos, deportistas, etc. Casi siempre hombres muy cultos y

delicados, sanos y limpios. Tengo 27 años de edad y he tenido relaciones con muchos más

hombres de los que las señoras serias han deseado. Mire mi cara y cuerpo ¿Ve alguna arruga o

rollito de más? Compare con el de las amas de casa. Yo no fumo ni bebo una sola gota de alcohol,

nunca duermo menos de diez horas diarias y descanso un mes en verano y un mes en invierno.

Hasta el momento nunca me he enamorado de nadie; cuando esto suceda, porque yo no pierdo las

esperanzas, no se lo que pasará. Me considero en perfectas condiciones para amar y ser amada.

Los hombres no tocan más que mi cuerpo y el sexo no deja huellas. Mi espíritu y mis

sentimientos son inalcanzables para mis clientes, por eso no pueden deteriorarme en lo más

mínimo”.

Este caso evidencia abandono moral y un super yo endeble con una casi total carencia de

conciencia moral. Trata de negar la angustia y el miedo al porvenir en una indiferencia

acartonada y estereotipada que delata el mecanismo de defensa.

REPRESENTACIONES SOCIALES
Si bien el concepto tiene su origen en la sociología de la mano de Emile Durkheim, nos

quedaremos con la conceptualización que posteriormente hará Senge Moscovici, para convertirse

en un concepto central de la psicología social.

Son una forma de conocimiento social, es decir, una manera de interpretar y de pensar la

realidad cotidiana.

Tal como ocurre con los fenómenos en general las representaciones sociales se presentan de

formas variadas tales como:

- Imágenes que condensan un conjunto de significados;

- Sistemas de referencia que permiten dar sentido o interpretar lo que nos sucede;

- Categorías para clasificar circunstancias;

- Y en ocasiones, todo lo anterior junto.

En la noción de representaciones sociales confluye lo social y lo psicológico. Son la manera,

cómo nosotros, sujetos sociales, aprehendemos los sucesos de lo cotidiano, las características de

nuestro ambiente, las personas que nos rodean.

En oposición al conocimiento científico, constituyen un conocimiento espontáneo, ingenuo, de

sentido común.

Se van formando a partir de nuestras experiencias, de informaciones, conocimientos y modos de

pensamiento que recibimos y transmitimos, a través de la tradición, la educación y la

comunicación social.

Para explicar el mecanismo a través del cual lo social transforma un conocimiento en

representación, y cómo dicha representación transforma lo social, Moscovici recurre a los

procesos de objetivación y anclaje.


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- Objetivación: la representación permite intercambiar percepción y concepto. Pone en

imágenes nociones abstractas, da textura material a las ideas, hace corresponder cosas con

palabras, da cuerpo a esquemas conceptuales, es decir, transforma entidades abstractas en

algo concreto y material. “Objetivar es reabsorber un exceso de significados

materializándolos”.

- Anclaje: es un proceso de categorización a través del cual clasificamos y damos un

nombre a las cosas y a las personas. De esta manera, permite transformar lo desconocido

en un sistema de categorías que nos es propio. Es el enraizamiento social de la

representación y de su objeto.

Articulación Conceptual

Lo interesante de articular estos conceptos, el de prostitución, delincuencia y representaciones

sociales, radica en que las explicaciones científicas de estos fenómenos, o de estos como

resultantes del abandono familiar sea cual fuere el tipo de abandono ejecutado por la familia.

Abre un abanico de posibilidades de tratamiento y de análisis que no sería posible desde una

óptica de la representación social.

Es decir, si tomamos la representación social como una cristalización del conocimiento cotidiano,

uno se atrevería a inferir que solamente se deriva en los escenarios de la delincuencia y de la

prostitución al pertenecer a una clase social de características bajas, al menos eso es lo que uno

podría deducir de la representación social que se tiene de “la delincuencia” y de “la prostitución”.

Pero en el ejemplo del caso de la prostituta citado anteriormente, ella pertenece a la clase media o

al menos eso parece. Sus padres son profesionales, ella dice que sus hermanos también lo son,

incluso ella comenta que llegó a estudiar hasta el segundo año de la carrera de medicina y lo
abandonó. Por eso evidentemente es interesante no culpar o responsabilizar a la sociedad y su

estructura como único responsable de este tipo de conductas desviadas, sean la prostitución o la

delincuencia. Evidentemente hay algo que se pone en juego en el seno familiar que es

constitutivo del ser humano como tal; si bien cada cultura tendrá su particularidad que le es

propia, no se podría inferir que la chica que ha devenido en prostituta realmente está conforme

con su vida, o por lo menos no realmente. Su discurso se encuentra en oposición al “deber ser” de

la sociedad casi de una forma combativa, tratando de justificar que su punto de vista es correcto,

o bien que tiene más matices positivos que negativos, de hecho encuentra las vidas de sus

hermanos como “aburridas” o con peores bienes materiales, ella hace referencia a que su

departamento es mejor que el de sus hermanos, y también refiere a que su vida de alguna forma

es vivida de manera más gratificante que la de ellos, sea por tener un horario de trabajo

determinado con características relajadas, tener un mes de vacaciones en invierno y otro en

verano, como así también la referencia que hace al cuidado y condición de su cuerpo que según

ella “se encuentra en mejores condiciones que el de cualquier ama de casa”. Sin embargo queda

sin efecto en su análisis, el hecho de que está entregando su cuerpo como objeto sexual a cambio

de dinero, es decir, ella refiere a que sus clientes solo tienen su cuerpo y no su interior, pero no

deja de ejecutar uno de los actos más íntimos del ser humano de forma onerosa.

También en este caso la representación social nos podría llevar por otro lado a inferir “no todas

las prostitutas realizan su trabajo por necesidad, algunas de ellas estan conformes con su trabajo”.

Sería parte de lo mismo. Es decir, ¿Cómo pueden llegar a percibir el daño que le están haciendo a

su propia persona al ejecutar dicho trabajo, si por una constitución moral inexistente o labil,

resultado de carencias afectivas dentro del seno familiar, o bien la falta de atención y guía

necesaria para que un individuo se pueda constituir como un ser humano adulto, consideran que
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su accionar es correcto? Tanto en el caso de la delincuencia, en el cual se pone en juego una de

las atribuciones más importantes del ser humano en sociedad que es “la libertad” y aquí ésta

peligra notablemente; como también ocurre con el caso de la prostitución, la libertad pero de

elegir “la entrega del cuerpo”, parecerían ser temas ignorados por sus respectivos actores.

CONCLUSIÓN

Si bien las representaciones sociales son muy útiles como herramientas conceptuales y su

posterior utilización en el ámbito científico, en lo cotidiano quizás nos alejan del real, generando

conocimientos o teorías a priori que no son correctas. Del texto de Pérez Álvarez podemos

extraer suficiente información como para dar cuenta de que nada tienen que ver nuestras

prenociones de las supuestas causas que llevan tanto a la delincuencia infanto-juvenil como a la

prostitución, y que principalmente están vinculadas al abandono familiar. Se pueden diferenciar

dos tipos de abandono. Por un lado tenemos el abandono total en el que la patria potestad es

delegada, donde los padres entregan a sus hijos para que sean otros quienes se ocupen de su

educación y atención, responsabilizándose totalmente por los mismos. En estos casos el

abandono no necesariamente tiene que incurrir en consecuencias negativas ya que quienes tengan

la patria potestad pueden ejercer correctamente sus roles y traspasar de manera correcta los

valores necesarios para que el niño o niña se constituya como una persona sana y saludable. Sin

embargo, hay otro tipo de abandono en el que es más factible que las consecuencias sean
negativas, es el abandono parcial o moral, dado que la patria potestad sigue estando en manos de

los padres, pero éstos, por el motivo que sea, no la ejercen y entonces dejan a sus hijos

abandonados a su propio arbitrio y a sus escasas posibilidades de discriminar lo bueno de lo

malo, lo justo de lo injusto, lo bello de lo feo, lo peligroso de lo seguro.

Evidentemente el peligro radica en una falla profunda en la socialización primaria (socialización

que se produce en el seno familiar), que es la que más carga afectiva tiene, y al fallar ésta, es muy

difícil que la socialización secundaria (que es la que puede aportar la sociedad mediante distintas

instituciones), pueda corregir los errores que se produjeron en la educación familiar. Se podría

decir que, en ambos casos, el de la delincuencia o el de la prostitución, más allá de la sociedad

puntual en la que a cada quien le toque vivir, si no se dan desde la familia las condiciones

correspondientes para nutrir al niño, que posteriormente se convertirá en adolescente, de valores

morales y éticos, de forma tal que el pasaje a la adultez sea adecuado, se podría inferir que es

bastante factible que incurran en comportamientos considerados como “desviados” de la sociedad

que forman parte.


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Bibliografía.

Denise Jodelet.: La representación social: fenómenos, concepto y teoría. Paidós/Barcelona 1986.

Pérez Álvarez.: La familia abandónica. Eudeba/Cea. Bs As 1981.

Vázquez Analía: Las familias y los escenarios contemporáneos. 2017.

Vázquez Analía: Representaciones Sociales. 2015.

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