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17 de Diciembre.

La trascendencia del héroe

Por: Reinaldo Chirinos | Sábado, 17/12/2022 08:19 AM | Versión para


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192 años han transcurrido de aquella afligida tarde de San Pedro
Alejandrino, donde ocurre la fatal partida del genial hombre de las
dificultades, iluminado por el faro de la libertad: El Libertador Simón
Bolívar, quien en su amplia visión política y social, enfatiza su profundo
pensamiento humanístico y expresa su más acervo sueño en el que
plasma el ideal de la esencia vital que proviene del sentir libertario de su
espíritu inquieto y rebosante de fervor y sagrada dedicación por erradicar
los destellos del oprobio de la opresión y explotación imperial, que en su
tiempo, como en el nuestro, producen los mismos males; que mancillan el
perfil humano con el dolor que propinan los efectos de la opresión, la
exclusión y la explotación del hombre por el hombre.

Bolívar acrisola su contemplativo ser entre las fibras del cristal visionario,
que alberga en su atormentado delirio, en la lucha contra el flagelo, que lo
hace infalible a la acción constante del combate por la causa de la libertad.
Aunque en los momentos más críticos fue abatido por sus enemigos, supo
ahorrar fuerzas para zurcir su delirio hecho realidad, como urdiendo con
sus manos el tejido del manto del iris de la libertad, en el telar de su
imaginario sueño que le sirvió de estandarte de triunfo para dar soltura a
los seres humanos, sumidos en el más infernal sistema opresivo, que
clamorosos invocaban el nombre de la libertad.

Era la patria azotada, que con su grito desesperado, por la injusticia de la


insolencia imperial, que reclama con la intensidad, el destino de un
pueblo flagelado por la rudeza ruin del colonizador, que con su fuerza
absurda arremetió con saña, en contra de la humanidad de nuestros
pueblos aborígenes.

Es allí donde Bolívar alimenta con su acción libertaria, los mandamientos


de su ideal, colmando de esperanzas a aquellos que sufren en el
desdichado valle de la explotación y opresión, donde se oyen clamorosos
lamentos, producto del martirio y las desdichas que imponen con la
afrenta delincuencial, los que se hicieron dueños del poder y las riquezas
del pueblo, a expensas del sacrificio humano.

Para Bolívar aquel sueño, era la patria de los oprimidos, de los esclavos;
los ilotas y parias, que se proponía hacer despertar ¡La América, (como
llamaron los conquistadores a este Continente) estaba despertando! Y se
estremecía desde su corazón el fuerte oleaje de los impulsos que con su
transparente espiritualidad humanística, hace evocar los escollos que
echan al vuelo su ideal, hasta las cumbres donde el cóndor sacude
violento sus fuertes alas para doblegar el recio vendaval, que siempre ha
sido obstáculo obligado para la marcha hacia ·el norte de la liberación, y
desde las cumbres del Monte Sacro, da inicio irreversible al fatídico
batallar de su itinerario emancipador, sin dar pie atrás, en su
emancipadora marcha.

Y desde ese olímpico umbral, da su palabra al tiempo, en el momento en


que el tiempo es su maestro; ¡El grito es la patria continental! Son los
pobres, los desposeídos, los hijos del pueblo irredento, los que claman, y
sus sentidos se abren a ese llamado redentor, hasta terminar con su
cansancio a cuestas y aturdido por la semblanza, que el tiempo adverso le
destina, y con su tormenta nostálgica, sucumbe su presencia física en San
Pedro Alejandrino, sobre aquel lecho turbado de pasión amarga, de
agonía intensa, inmutado de sacrificios, que como la levadura van
fermentando el pan de la libertad, en su profundo delirio, donde germina
la simiente que dará el exquisito fruto de la redención, cuya semilla han
de sembrar infinitas generaciones que se dirigen hacia el luminoso faro de
la liberación social, como legado imprescriptible de la humanidad.

Ese fue Bolívar. El niño huérfano de padre a los tres años, huérfano de
madre a los nueve, el joven viudo a los veinte, El hombre de las
dificultades, ¡No vacila! Pues, "es perder". El político, guerrero estadista,
filósofo y pensador. Su voz se oye retumbar por toda el Continente.
Desde el Orinoco, con su candoroso discurso abraza al mundo y desde
Potosí lo observa cauteloso, con su espada libertadora desenvainada, ente
la temeraria opresión esclavista. Su nombre crece como la sombra bajo el
sol vespertino que se confunde entré el brillo crepuscular y, como el
majestuoso ejemplo humanista se agiganta sobre la tierra como el
portentoso Himalaya.

¡Bolívar! El Hombre de las dificultades, el que siempre asumió el sentido


de la muerte como un trance de su oficio, como guerrero indetenible,
como político sagaz, como estadista y estratega, para decirlo en palabras
de Gabriel García Márquez:

"Había hecho todas sus guerras en las líneas del peligro, sin recibir ni un
rasguño, y se movía en medio del fuego contrario con una serenidad tan
insensata que hasta sus oficiales se conformaron con la explicación fácil
de que se creía invulnerable. Había salido ileso de cuantos atentados se
urdieron contra él, y en varios libró su vida porque no estaba durmiendo
en su cama. Sólo Manuelita sabía que su desinterés no era inconsciencia
ni fatalismo, sino la certidumbre melancólica de que había de morir en su
cama pobre y desnudo y sin consuelo de la gratitud pública".

Había arrebatado al dominio español un imperio más grande cinco veces


más vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para
mantenerlo libre y unido, y lo había dirigido con pulso firme… pero a la
hora de irse no se llevaba ni siquiera el consuelo de que se lo creyeran.

Desde que empezaron las guerras de la Independencia había cabalgado


dieciocho mil leguas: más de dos veces la vuelta al mundo.

Cruzó los andes con una montonera de llaneros descalzos, derrotó a las
armas realistas en el puente de Boyacá, y liberó por segunda vez y para
siempre a la Nueva Granada, luego a Venezuela, su tierra nata, y por fin a
los abruptos territorios del sur hasta los límites con el imperio de Brasil.

Tal vez Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, puede que haya
partido físicamente pobre, en el buen sentido de la palabra, o
abandonado, tal vez, por la lejanía que lo separaba de su Caracas natal,
donde estaba su familia, donde estaban sembradas sus más ansiadas
querencias, pero no es de creer que murió en situaciones de pobreza
menesterosa o de oprobio, como sus detractores lo hicieron saber de
manera despectiva en aquel momento, y aún ahora, cuando todavía se
mantiene la idea abstracta de que "murió pobre y abandonado", Bolívar
muere en medio del agobio, de la nostalgia y los efectos de la traición y
deslealtad, de parte de sus oponentes, los mismos que fueron sus
compañeros de armas, en un, no muy lejano pasado, contrarios ahora, a
su causa de integración y liberación continental, pero jamás rendido en el
espejismo absoluto de la pobreza.

Al fenecer en su estado físico, El Libertador en la Quinta San Pedro


Alejandrino, fue necesario, según García Márquez, en su obra "El General
en su Laberinto", fue necesario realizar una colecta pública hecha por el
municipio entre algunos particulares, para los funerales de El Libertador,
en la que se recolectaron dos cientos cincuenta y tres pesos, siete reales y
tres cuartillos, que alcanzaron para la compra de los materiales para
fabricar el ataúd y construir la tumba, sin embargo, apenas unos días
antes, a su salida de Cartagena, rumbo a Santa Marta, su sobrino
Fernando por instrucciones del mismo Bolívar, había depositado en el
establecimiento bancario de Busch y Compañía, doscientas onzas de oro,
que a última hora encontró entre los útiles de El libertador. A Juan
Francisco Martín también le dejó en depósito, un cofre con treinta y cinco
medallas de oro, una falquitrera de terciopelo con doscientas noventa y
cuatro medallas grandes de plata, y otra igual con cuarenta medallas
conmemorativas de plata y oro. También le dejó una cubierta de oro y
una espada con brillantes.

Por su parte, José Palacios, su fiel servidor hasta la muerte, dejó al


cuidado de don Juan Amador, en Cartagena, una caja que contenía entre
otras cosas, cuatrocientas quince onzas de oro del cuño colombiano, una
caja de oro para rapé, que le había regalado el rey de Inglaterra, un
estuche de oro con llaves de brillantes dentro del cual había un relicario, y
la Gran Estrella de Bolivia con brillantes incrustados. Y una caja de
cubiertos de oro y plata que Bolívar no quiso dejar ni vender por si más
adelante necesitaban servir la mesa para huéspedes meritorios.

Estos eran los bienes del momento, de quien agonizaba en un momento


de mengua y desesperación, bienes que abandonaba para plegarse a su
más humilde semblanza humana, después de ser uno de los hombres más
ricos de la opulencia mantuana de Caracas, pues, en una oportunidad se
le había oído decir: "yo moriré como vine al mundo; desnudo".
Pero a dos centurias de aquel momento: ¡Bolívar despierta! Despierta el
Continente y Bolívar hecho nuevamente el héroe viviente, entre los
oprimidos y olvidados de siempre, como se hace la luz que ilumina la
invidencia de quienes siguen negados del sagrado derecho a ser libres; y
valientes se levantan para dar el salto redentor que les conduce hacia la
libertad y desde allí construir "el 'sistema de gobierno más perfecto que es
aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de
seguridad social y mayor suma de estabilidad política", lo que aún
todavía no hemos podido alcanzar, por lo que podemos decir con el
apóstol de la libertad José Martí,

"Así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo. Sentado aún


en la roca de crear. Con el Inca al lado. Y un haz de banderas a sus pies.
Así está él, calzadas aún las botas de campaña. Porque lo que él no hizo,
sin hacer está hasta hoy. Porque Bolívar tiene que hacer en América
todavía".

Entonces, trasciende el Héroe Bolívar, e inmortaliza su cristalina acción,


que con su pluma y con su espada, escribe y doblega obstáculos; filosofa
y combate. Y aún continúa su combate hecho pueblo, salido de su pluma
y su espada, mientras su voz desde su espiritual aposento se hace oír y
sentir con su clamor impaciente por más de doscientos años de luchas
populares, cuando nuestro pueblo ha oído el llamado al encuentro de
nuestras voluntades decididas, impregnadas por el pensamiento y el
ideal hecho doctrina, que señala el norte hacia la conquista de la justicia
social, y la independencia completa de nuestra nación, y por sobre todo:
la libertad y la independencia que hoy más que nunca añoramos con
urgida ansiedad, pero con la esperanza hecha realidad, cuando estamos
justo en el momento, cuando el clarín llama, para la defensa de la
revolución, rumbo a la construcción de la Patria Socialista.

Estamos en el tiempo preciso en que Bolívar su pluma y su espada aún


reclaman su autentica vigencia histórica. La tristeza de aquella tarde de
San Pedro Alejandrino, quedará en las páginas de la historia para la
reflexión y el permanente recuerdo, porque nuestra voz es la voz de la
libertad, la voz de la revolución; es Bolívar hecho pueblo y el pueblo
hecho patria.
Ya Bolívar no duerme en el Panteón, Ahora descansa. Y mientras
descansa se fermenta y se multiplica el ideal de la libertad, y su espada
camina por el mundo entero, y en este glorioso momento que nos depara
la historia, podemos decir con el poeta Asturias:

"No nos juzgues, Bolívar, antes del


día último porque creemos en la
comunión de los hombres que comulgan
con el pueblo, sólo el pueblo hace libre a los hombres…

Creemos en la resurrección de los


héroes y en la vida perdurable de los que
como tú, Libertador, no mueren, cierran
los ojos y se quedan velando".

BOLÍVAR, HA TRASCENDIDO Y SE HACE PUEBLO EN LUCHA POR


LA EMANCIPACIÓN !!!

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