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Bolívar acrisola su contemplativo ser entre las fibras del cristal visionario,
que alberga en su atormentado delirio, en la lucha contra el flagelo, que lo
hace infalible a la acción constante del combate por la causa de la libertad.
Aunque en los momentos más críticos fue abatido por sus enemigos, supo
ahorrar fuerzas para zurcir su delirio hecho realidad, como urdiendo con
sus manos el tejido del manto del iris de la libertad, en el telar de su
imaginario sueño que le sirvió de estandarte de triunfo para dar soltura a
los seres humanos, sumidos en el más infernal sistema opresivo, que
clamorosos invocaban el nombre de la libertad.
Para Bolívar aquel sueño, era la patria de los oprimidos, de los esclavos;
los ilotas y parias, que se proponía hacer despertar ¡La América, (como
llamaron los conquistadores a este Continente) estaba despertando! Y se
estremecía desde su corazón el fuerte oleaje de los impulsos que con su
transparente espiritualidad humanística, hace evocar los escollos que
echan al vuelo su ideal, hasta las cumbres donde el cóndor sacude
violento sus fuertes alas para doblegar el recio vendaval, que siempre ha
sido obstáculo obligado para la marcha hacia ·el norte de la liberación, y
desde las cumbres del Monte Sacro, da inicio irreversible al fatídico
batallar de su itinerario emancipador, sin dar pie atrás, en su
emancipadora marcha.
Ese fue Bolívar. El niño huérfano de padre a los tres años, huérfano de
madre a los nueve, el joven viudo a los veinte, El hombre de las
dificultades, ¡No vacila! Pues, "es perder". El político, guerrero estadista,
filósofo y pensador. Su voz se oye retumbar por toda el Continente.
Desde el Orinoco, con su candoroso discurso abraza al mundo y desde
Potosí lo observa cauteloso, con su espada libertadora desenvainada, ente
la temeraria opresión esclavista. Su nombre crece como la sombra bajo el
sol vespertino que se confunde entré el brillo crepuscular y, como el
majestuoso ejemplo humanista se agiganta sobre la tierra como el
portentoso Himalaya.
"Había hecho todas sus guerras en las líneas del peligro, sin recibir ni un
rasguño, y se movía en medio del fuego contrario con una serenidad tan
insensata que hasta sus oficiales se conformaron con la explicación fácil
de que se creía invulnerable. Había salido ileso de cuantos atentados se
urdieron contra él, y en varios libró su vida porque no estaba durmiendo
en su cama. Sólo Manuelita sabía que su desinterés no era inconsciencia
ni fatalismo, sino la certidumbre melancólica de que había de morir en su
cama pobre y desnudo y sin consuelo de la gratitud pública".
Cruzó los andes con una montonera de llaneros descalzos, derrotó a las
armas realistas en el puente de Boyacá, y liberó por segunda vez y para
siempre a la Nueva Granada, luego a Venezuela, su tierra nata, y por fin a
los abruptos territorios del sur hasta los límites con el imperio de Brasil.
Tal vez Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, puede que haya
partido físicamente pobre, en el buen sentido de la palabra, o
abandonado, tal vez, por la lejanía que lo separaba de su Caracas natal,
donde estaba su familia, donde estaban sembradas sus más ansiadas
querencias, pero no es de creer que murió en situaciones de pobreza
menesterosa o de oprobio, como sus detractores lo hicieron saber de
manera despectiva en aquel momento, y aún ahora, cuando todavía se
mantiene la idea abstracta de que "murió pobre y abandonado", Bolívar
muere en medio del agobio, de la nostalgia y los efectos de la traición y
deslealtad, de parte de sus oponentes, los mismos que fueron sus
compañeros de armas, en un, no muy lejano pasado, contrarios ahora, a
su causa de integración y liberación continental, pero jamás rendido en el
espejismo absoluto de la pobreza.