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Máster en Historia

Contemporánea:
Identidades e Integración
Tutor: Emilio La Parra
López
Enrique Martín Perán

EL COSMOS DE
HEINRICH HEINE
Un pensamiento del Vörmarz
Título: El cosmos de Heinrich Heine. Un pensamiento del Vörmarz
Resumen:

Heinrich Heine (1797-1856), poeta y periodista alemán, ofrece en su obra poética,


ensayística y periodística una visión amplia y nítida de los sucesos políticos y los
fenómenos ideológicos de su época. El objetivo de este trabajo consiste en averiguar las
categorías y conceptos utilizados en su discurso, las cuales se refiere a las diversas
corrientes ideológicas que se suceden entre 1830 y 1848, época en la que escribe sus
textos más significativos.

Palabras clave: Heine, literatura, sátira, ironía, censura, política, revolución, socialismo,
nacionalismo, modernidad, liberalismo, Francia, Alemania.

Titre: Le cosmos de Heinrich Heine. Une pensée du Vörmarz

Résumé:

Heinrich Heine (1797-1856), poète et journaliste allemand, offre dans son œuvre
poétique, essayiste et journalistique une vision large et claire des événements politiques
et des phénomènes idéologiques de son temps. L'objectif de cet ouvrage est de découvrir
les catégories et les concepts utilisés dans son discours, qui se réfèrent aux différents
courants idéologiques qui se sont produits entre 1830 et 1848, période à laquelle il a écrit
ses textes les plus significatifs.

Mots-clés: Heine, littérature, satire, ironie, censure, politique, révolution, socialisme,


nationalisme, modernité, libéralisme, France, Allemagne.
Índice
1. Consideraciones previas ......................................................................... 1
2. De su vida y su carácter ........................................................................ 5
2.1. Fuentes y bases metodológicas para un estudio biográfico .......................................... 6
2.2. Heine: una biografía.................................................................................................... 9
3. El patriota y el cosmopolita................................................................ 15
3.1. Literatura y tiempo ................................................................................................... 16
3.2. Ser judío como condición.......................................................................................... 25
3.3. Consciencia y crítica.................................................................................................. 31
3.4. Pensar la Revolución ................................................................................................. 40
3.5. Libertad e Igualdad: una utopía .............................................................................. 48
4. Las Guerras de Liberación de la Humanidad. Conclusiones ......... 56
5. Anexos .................................................................................................... 1
Textos 3.1. ................................................................................................................................ 1
Textos 3.2. ................................................................................................................................ 2
Textos 3.3. ................................................................................................................................ 3
Textos 3.4. ................................................................................................................................ 5
Textos 3.5. ................................................................................................................................ 7
6. Bibliografía ............................................................................................ 0
Obras de Heine ........................................................................................................................ 0
Obras de consulta .................................................................................................................... 0
Artículos ................................................................................................................................... 2
Enlaces Web............................................................................................................................. 3
1. Consideraciones previas
El poeta Tristan Tzara declaró una vez que el arte no era cosa seria. Y también
nosotros lo podemos decir del actual trabajo que presentamos. Claramente no es una obra
de arte. Es un texto que pretende exponer el resultado de una investigación historiográfica.
Sin embargo, lo que a continuación se expone tiene mucho más de literatura que de
historia. Sin olvidar, tampoco, que presenta un juego constante con algunos conceptos e
ideas que son más propias de la filosofía que de la historiografía.

El Trabajo de Fin de Máster que hemos realizado retoma nuestro anterior estudio, El
período entre revoluciones de 1830 a 1848 a través de la literatura de Heinrich Heine,
que fue, de hecho, nuestro Trabajo Fin de Grado. En él se abordaba la producción literaria
del poeta y periodista alemán Heinrich Heine (1797-1856), ofreciendo una visión
panorámica de su época y los acontecimientos que la configuraron. Siempre siendo una
visión personal de este personaje. Muy equivocados estábamos en el valor y el enfoque
de ese trabajo, y ello demuestra una maduración y reflexión respecto a la metodología
empleada con anterioridad. El enfoque que le dimos fue meramente comparativo, entre la
realidad e histórica y las relaciones de hechos que él hacía, como si de una crónica se
tratase. Y por ello hemos tenido que recurrir ahora a otras fuentes para contrastar su
discurso con los hechos e interpretarlos. A su producción literaria le dimos un enfoque
ornamental. Y en ello quedó todo, no tuvimos en cuenta muchos factores, que ahora si
intentamos corregir y reintroducir.

¿Qué abordamos exactamente en aquel trabajo? ¿Qué fuentes utilizamos para ello?
¿Qué obras utilizamos para guiarlo? Son preguntas que intentaremos responder a
continuación. Nuestro anterior proyecto partió de una serie de cuestiones que nos
suscitaron la curiosidad por el carácter transgresor y radical del poeta. Dichas cuestiones
partieron de las lecturas de sus obras y de las notas de sus comentaristas en lengua
castellana. Se configuró así una batería de preguntas: ¿Dónde se encontraba la base de
estas afirmaciones? ¿Qué valor tenía el discurso de Heine en su contexto histórico? ¿Y
cómo se adecuaba a la realidad histórica en la que surge dicho discurso? Para ello dimos
una breve biografía -que ahora perfilaremos con más precisión-; y un análisis de un
conjunto bastante extenso de su producción literaria, en el cual se sintetizaba su posición
política e ideológica respecto a las condiciones de su época.

1
Aquellas obras fueron, básicamente, sus dos epopeyas, o poemas épicos, “Atta Troll.
Ein Sommernachtstraum” (1843) y “Deutschland. Ein Wintermärchen” (1844). A ellos,
hemos de añadir los poemas englobados bajo el epígrafe Zeitgedichte, pertenecientes a su
colección Neue Gedichte (1844)1. En ellos se condensa y se sintetiza todo su pensamiento
político desde 1824 hasta el momento de su publicación y se recoge las elaboraciones
ideológicas que realizó en la década de 1830.También quisimos introducir dentro de lo
posible algunos de sus artículos periodísticos, especialmente de los que disponíamos por
aquel entonces, que eran aquellos elaborados en la década que ya hemos señalado. Ahora,
aunque contamos con los elaborados en la década de 1840, utilizaremos, dentro de lo
posible y puntualmente, aquellos que nos puedan servir. Dada la ingente cantidad de
artículos que redactó no podemos abordarlos todos, tampoco ese es el objetivo de este
trabajo.

A la suma de lo anterior, que volverá a ser la base de trabajo, añadimos unos textos
muy tempranos y sugerentes para lo que perseguimos ahora. Estos textos son: la
“Einleitung zu Kahldorf über den Adel, in Briefen an den Grafen M. von Moltke” (1831)
y “Zur Gesichte der Religion und Philosophie in Deutschland” (1835)2. Textos que
recogen el pensamiento político de Heine en su configuración inicial, y sobre los cuales
después se producirán las variaciones ideológicas que se manifestarán en las epopeyas
que ya hemos tratado. Conjugamos así los ensayos sobre política y filosofía del exilio
parisino con la lírica de la década siguiente. Los textos influenciados por los
sansimonianos y aquellos otros influidos por los jóvenes hegelianos. No pretendemos dar
una síntesis del pensamiento del Vormärz alemán a través de Heine -como en un principio
habíamos pensado ilusamente-, sino ofrecer una de tantas concepciones de la política
alemana previa a la Revolución de 1848. Si fuese una síntesis, ¿dónde quedarían Börne,
Büchner, Ruge o el propio Marx?

Puesto que todavía no hemos definido el asunto que vamos a intentar abordar, es el
momento de fijarlo ya. Donde vamos a centrar nuestra atención es en la concepción de la
“Revolución” de este poeta tan sui generis, al que han denominado “un fenómeno europeo
y un escándalo alemán”. Y, ciertamente, como ya señaló Adorno, hablar de Heine supone

1 Los títulos en castellano de las obras hasta ahora mencionadas son: “Atta Troll. El sueño de
una noche de verano” -con claras referencias a la comedia shakesperiana-, “Alemania. Un cuento
de invierno”, y los “Poemas contemporáneos” integrados en los “Nuevos Poemas”.
2 Los títulos en castellano de estas dos obras son: “Introducción al texto de Kahldorf sobre la

nobleza, en cartas al conde Magnus von Moltke” y “Sobre la Historia de la religión y la filosofía
en Alemania”.

2
hablar de polémica. Ciertos investigadores de la literatura alemana, y otros tantos
historiadores, aciertan en señalar que el Heine al que se ha marginado es al político,
saliendo ampliamente beneficiada su faceta lírica. De ello da buena muestra la escasa
difusión de su obra en la faceta que señalamos. La prevalencia del poeta romántico -
movimiento al que llegó a declarar la guerra abiertamente-, frente al ensayista y el
periodista político, sólo ha contribuido a dar una versión descafeinada de él. Únicamente
el Heine filósofo ha tenido algo más de éxito. Así, no nos ha de sorprender que todas las
obras del journaliste que hallan en la bibliografía sean versiones en edición francesa, pues
ha corrido mejor suerte allí que aquí.

Nuestra línea es así una conjunción de filosofía y política, literatura e historia, que
acaba por desembocar en la llamada Historia de la Cultura. A través del vector individual,
la vida del poeta, que nos permite elaborar su retrato psicológico, enlazamos
determinados elementos presentes en sus escritos, -ideas, concepciones y percepciones-
que estructuran su pensamiento. Todo ello englobado a través de las condiciones dadas
por la realidad histórica de su tiempo. Estas condiciones y presupuestos materiales
establecen las fuentes de sentido de su experiencia vital, mientras que los conceptos que
maneja en sus escritos contribuyen a dar una explicación y un orden a dichas fuentes, a
su vez, propician la apertura de distintos horizontes donde situar la acción, sea literaria o
política. Ya que se trata, en el caso de Heine, de una acción literaria, nos inclinamos
claramente por la representación que se construye de la realidad, en ello residiría la
orientación metodológica que le hemos dado al trabajo.

Las palabras de Roger Chartier, en su lección inaugural del Collège de France en


2007, nos sirven para ilustrar nuestro objetivo de una forma más clara: “la historia de las
representaciones es, pues, relacionar la potencia de los escritos que las dan a leer, o a
escuchar, con las categorías mentales socialmente diferenciadas, que imponen y que son
las matrices de juicios y clasificaciones”3. Así, la lectura de los textos de Heine nos
conduce a la reconstrucción de su realidad concreta, a modo de puzle, a través de las
representaciones que de ella dejó en su obra literaria. En la cual refleja las contradicciones
de su época y las distintas tendencias de su momento histórico bien por su crítica, bien
por su defensa por el hecho de encontrarse inserto en unas circunstancias concretas de
acuerdo con las condiciones materiales de su lugar y de su tiempo. Ponemos así toda una

3
Chartier, 2007:48.

3
serie de elementos y conceptos en juego para conocer parte del clima intelectual del París
de los románticos alemanes emigrados.

Las obras que nos resultan de importancia capital, más allá de las obras del poeta, son
las de aquellos historiadores, que como Reinhardt Koselleck o Arnold Hauser, se han
adentrado en las significaciones de la época y los supuestos sociológicos de ésta para
comprender las manifestaciones dadas. Así, distintas entradas del Geschichtliche
Grundbegriffe, traducidas al castellano, o al catalán, como Crítica, Crisis o Progreso, son
esenciales para comprender el sentido de ciertos términos que aparecen en las líneas de
Heine y las implicaciones en la forma de percibir su tiempo y su sociedad. De igual
manera, Hauser -aunque su obra está superada en ciertos aspectos- nos proporciona, de
manera flexible, unas nociones necesarias vinculadas a la naturaleza social del
movimiento artístico predominante hasta la época que escribe Heine, el Romanticismo.

Otros autores que consideramos relevantes, o necesarios, para la realización del


trabajo y la comprensión literaria e intelectual de nuestro protagonista, son Adorno y su
obra Notas sobre Literatura; y diversos filósofos españoles, como Juan Carlos Velasco y
Manuel Sacristán, que han abordado su figura normalmente tras haber acometido la
traducción de sus obras y por el propio interés que suscita un personaje tan polémico y
contradictorio como es Heine. No estaría de más citar otros investigadores, ya desde el
campo de la Historia -o al menos más vinculados a ella-, que nos son relevantes para
nuestro caso. Entre ellos, sin lugar a duda, hay que referirse al sociólogo Wolf Lepenies
y al historiador Christophe Charle, cuyos trabajos nos han aportado la suficiente amplitud
de miras para la comprensión de un tipo sociológico en el que el poeta se encuadra
perfectamente y donde se configura su moderno papel en la sociedad contemporánea.

No está de más recordar la preminencia de un autor concreto, clave para acercarnos a


los últimos estudios sobre el literato. Se trata de Lucien Calvié quien ha dedicado su
carrera al tratamiento de Heine y del que destacamos dos obras, “Le Soleil de la liberté.
Henri Heine (1797-1856)” y “Heine / Marx. Révolution, libéralisme, démocratie et
communisme” (2013). No obstante, sólo hemos consultado la primera, la única que hemos
podido conseguir. Aprovechamos este ocasión para comentar la preminencia de los
círculos académicos francoalemanes en el estudio del poeta con una larga trayectoria que,
al menos en el caso francés, se remonta en la obra de Edmond Vermeil (1878-1964),
“Henri Heine, ses vues sur l’Allemagne et les révolutions européennes” (1937), y que ha
continuado de forma fructífera hasta la actualidad en otros muchos trabajos de Historia
4
Cultural, vinculados, especialmente, con las relaciones entre ambas naciones a las que
permanece indisolublemente ligado nuestro personaje.

Cabe resaltar el olvido al que se le ha relegado en la academia española, bien por


desinterés, bien por ignorancia, a pesar de que este poeta tuvo un influjo importante en la
cultura literaria española, especialmente, en Bécquer y Rosalía de Castro. Sería, desde
luego, digna de estudio la recepción en España de las ideas políticas contenidas en sus
escritos. Sin olvidar tampoco que podríamos encontrar su equivalente en Mariano José de
Larra. Así, nuestro trabajo no viene a ser una contribución ni un estudio original, sino
simplemente una reivindicación de una figura escandalosamente polémica, para la cual
hay que rechazar todo tipo de esnobismo y filisteísmo. Y puesto que el desinterés por ella
es mayoritario, nos permitimos reivindicar una autonomía y una libertad de hacer, alejada
de todo academicismo orientado a intereses espurios.

Un último aspecto que queremos comentar, y que no tiene nada que ver con otras
consideraciones de índole metodológica, es respecto del título, y no nos ocupará mucho.
En un principio consideramos que el título bajo el cual se ampara el trabajo, El cosmos
de Heinrich Heine, tenía la pretensión de dar una visión completa de su pensamiento, casi
totalizante. Pero, puesto que la extensión del trabajo es limitada, y el tiempo también es
un elemento que nos condiciona, pues nuestras obligaciones han ido aumentando
considerablemente, el trabajo intentará dar una visión de conjunto sin entrar en detalles
en muchos aspectos que serán referidos de forma escueta. Por ello hemos decido mantener
este título, sólo que vacío, en cierta medida, de contenido e intenciones. Además, tampoco
existe la pretensión de profundizar sobre el Vormärz. Para ello ya hay ríos de tinta, sólo
que encerrados en el ámbito idiomático que corresponde.

2. De su vida y su carácter
No podemos intentar abordar la figura de Heinrich Heine sin antes abordar su vida,
es decir, su experiencia vital. No es este el lugar para hablar de qué es o no es la vida,
sino el lugar en el que tenemos que exponer una vida concreta, con un comienzo y un
final. Y entre uno y otro punto hay un espacio salpicado de decisiones, vicisitudes y
relaciones -individuales y colectivas- que son las que condicionan los procesos mentales
que acabarían por reflejarse en sus escritos, aunque sobre esta cuestión volveremos más
adelante. Nos vemos así obligados a realizar nuestra propia biografía del personaje para

5
rescatar y contextualizar al poeta y su obra en su momento histórico. Para ello nos
valdremos, en parte, de aquella realizada en nuestro anterior trabajo.

2.1. Fuentes y bases metodológicas para un estudio biográfico


El hecho de empezar con una biografía y cómo abordarla es más complejo de lo que
pueda parecer. Conlleva, ante todo, una serie de problemas y según se enfoque dará como
resultado un tipo de biografía u otro. Giovanni Levi nos ilustra a este respecto. Pero
tampoco se trata de disertar sobre esta cuestión.

Hemos de reconocer, sin embargo, que fijar la biografía de Heine exige reconocer los
límites claros de su experiencia vital. Aquí se plantea la cuestión del tiempo y el lugar,
sin olvidar las relaciones, significativas o no, que pudiese desarrollar en estas
coordenadas. Estos límites externos los podríamos establecer a través de diversos
documentos (correspondencia, documentos legales, literarios, prensa, …), aunque
nosotros sólo tenemos referencias a dichos documentos a través de las notas y
comentarios que ciertos estudiosos nos ofrecen en las obras del poeta. Como documento
excepcional contamos con el testamento del poeta, y sólo gracias a su existencia
digitalizada. Aunque muchos de esta clase de documentos que hemos comentado son
accesibles a través de distintas instituciones como el Staadtarchiv de Turingia, el
Heinrich-Heine-Institut Archiv, o la prensa literaria de la época recogida en la hemeroteca
digital de la Bibliothèque nationale de France (Gallica).

Más allá de estos testimonios existentes, hay otros que tenemos que tomar en
consideración para la realización de nuestra biografía. Estos son una serie de textos
autobiográficos titulados Geständnisse -publicado en la Revue de deux monds en 1854- y
Memorien -publicado póstumamente en 1884 por Eduard Engel-. No cabe duda de que
son interesantes tenerlos en cuenta, y, sin embargo, “l’autobiographie était posible, mais
on ne pouvait en communiquer la vérité”4, puesto que expresa las justificaciones del
biografiado, sus concepciones, y sus ideas, es decir, una perspectiva del acontecer
histórico en base a la subjetividad de la experiencia vivida. Más aún, si tenemos en cuenta
aquella otra advertencia de Levi sobre la noción socialmente construida del Yo5 y la
potencia de esta según sea la realidad histórica tratada, en el caso de nuestro biografiado,

4 Levi, 1989:1328
5 Levi, 1989:1327

6
el Romanticismo. Por ello, aunque Heine declare que ha tratado “de dibujar de la manera
más verídica y fiel posible los hechos memorables de su tiempo”, hemos de recurrir a
otras fuentes que contrasten y desmientan sus afirmaciones pues dichos hechos los
conoció en cuanto a “espectador o como víctima”6.

Independientemente de lo anterior, el establecimiento de los límites exteriores no


supone un problema real, puesto que casi cualquier estudio introductorio a las obras de
Heine añade una nota biográfica -con carácter elogioso normalmente- y una cronología.
Podemos señalar un buen número de estas notas, aunque, sin lugar a duda, las realizadas
por la filóloga alemana Berit Balzer y Juan Carlos Velasco son los más detalladas y
completas. También podríamos señalar otros textos para esto como el de Max Aub, Heine,
por el centenario de su muerte, o el texto de Manuel Sacristán, Heine la consciencia
vencida. aunque no son textos biográficos en el sentido estricto. En el fondo ninguno de
los que tomamos como referencia lo son. En unos priman más los aspectos literarios, en
otros son los filosóficos, e incluso el contexto. Así, por ejemplo, para el caso de Balzer
correspondería al modelo definido por Levi como “biografía y contexto”, mientras que el
texto de Sacristán iría orientado hacia el modelo de “biografía y hermenéutica”.

Podríamos aventurarnos a decir que la única biografía -al menos en castellano- strictu
sensu, en la que se aborde íntegra la figura de Heine es la del germanista y filólogo Jordi
Jané Carbó de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, “Heinrich Heine (1797-
1856)”. Dicho texto fue publicado en 2011, y dado su difícil localización y acceso -pues
no se haya en el mercado porque está descatalogado-, así como la presente situación en
la que nos encontramos que impide el acceso a las escasas bibliotecas en las que se halla,
ha hecho que nos veamos obligados a prescindir de su consulta. Únicamente conocemos
la obra por una escueta nota y la reseña de esta en Revista de Filología Alemana de la
UCM.

El marco en el cual integraremos nuestra biografía consiste en la interpretación de su


pensamiento a través de sus textos literarios. Los textos que trabajamos introducen “el
carácter fragmentario y dinámico de la identidad y los momentos contradictorios de su
construcción”7. Solo con el dialogo y el interrogatorio de estos textos podemos “construir
-o más bien intentar reconstruir- la imagen de un hombre complejo, contradictorio, cuyo

6 Heine, 2006:103.
7 Levi, 1989:1326.

7
carácter, opiniones y actitudes estaban en constante formación”8. Los problemas que
supone dialogar con la obra de un autor se traducen en la complejidad de establecer una
identidad, a través de su formación progresiva, entendiendo las contradicciones del
proceso y que no existen lecturas en un sentido inequívoco.

En siglo XIX se escribieron varias biografías de Heine, una -no autorizada por la
familia- al poco de su muerte, pero debemos fijar nuestra atención en otras más tardías
como son las de Heinrich Keiter, “Heinrich Heine. Sein Leben, sein Charakter und seine
Werke” (1881), y Gustav Karpeles, “Heinrich Heine. Aus seinem Leben und aus seiner
Zeit” (1899). A finales del ochocientos hubo un interés creciente por su figura, lo cual se
manifiesta en un número creciente de textos biográficos. No obstante, el siglo XX fue
más convulso en su relación con él. Fue proscrito por el nacionalsocialismo dado su
carácter semítico y subversivo, hasta tal punto que su composición “Lorelei” fue
inmortalizada tras declararla anónima. La figura de Heine permaneció olvidada
deliberadamente como atestiguan ciertas declaraciones, entre ellas la del poeta Gottfried
Benn respecto a la cuestión del exilio interior durante el Tercer Reich9. La omisión de
Heine en su calidad de poeta emigrado dentro del mundo literario alemán de los años 30
y la inmediata posguerra demuestra el desprecio existente durante este periodo por su
condición semítica. Sólo una biografía fue publicada durante la década de 1930, estando
ésta a cargo de Max Brod, “Biografie von Heinrich Heine” (1934).

Muy distinta fue la posguerra con Alemania dividida en dos. Hay que esperar al
centenario de su muerte para que se vuelva a iniciar el interés por su figura, con mucho
más vigor en la extinta DDR, al haber sido colaborador de Marx en los semanarios que
éste dirigió durante su juventud. Las obras, en general, de este periodo presenta dos
tendencias: la primera es la idealización y tergiversación de su figura de acuerdo con los
intereses de la DDR. No obstante, no hay que olvidar mencionar la edición de las obras
de Heine por Hans Kaufmann (1961-1964) que impulsó nuevos trabajos sobre su vida y
su obra. Y la segunda tendencia es una visión más equilibrada de su persona, con
múltiples perspectivas. Este nuevo interés también se manifiesta en la historiografía
anglosajona, encontrando su colofón en la obra biográfica del americano Jeffrey L.
Sammons, “Heinrich Heine. A modern biography” (1979). Quizá sea la más importante

8 Levi, 1989:1326.
9 Lepenies, 2008:63.

8
en lengua inglesa, pues se realizó tras un extenso y exhaustivo proceso de investigación
con documentación de archivo.

2.2. Heine: una biografía


El nacimiento de Harry Heine tuvo lugar el 13 de diciembre de 1797, “a finales del
escéptico siglo XVIII, en una ciudad en la que […] no sólo imperaban los franceses, sino
también el espíritu francés”10, como primogénito de una familia judía. El lugar de su
nacimiento, al que él mismo atribuye una gran importancia, fue el burgo bajo-renano de
Düsseldorf, a orillas del Rin. En su momento fue la sede de la capital del Ducado de
Jülich-Cléveris, primero bajo la casa de Wittelsbach, y a partir de 1806 del Gran Ducado
de Berg cuyo titular fue primero el mariscal Murat y posteriormente el futuro Napoleón
III. El constante cambio de manos de este territorio, en lo político y lo administrativo, así
como su situación periférica en el tiempo de la Revolución, y posteriormente durante la
Restauración serán fundamentales para el desarrollo del carácter del poeta.

Su familia, por parte de padre, era natural de Hannover, asentándose posteriormente


en Hamburgo, y de la zona de Westfalia (Münster), por parte de madre. Las familias de
ambos pertenecían a la pequeña burguesía renana dedicada al comercio y las profesiones
liberales (medicina). Así pues, la posición socioeconómica durante la infancia del poeta
fue bastante holgada hasta la crisis de 1814, momento en el que el negocio textil
(velveteen; pana) de su padre, Salomon Heine (1764-2/XII de 1828), quebró. A su padre,
a quien ya hemos mencionado, el poeta le profesaba un gran cariño, y las informaciones
que nos ofrece sobre él nos indican que pese a su condición de judío estaba integrado
plenamente en la ciudad, a lo que contribuyó que fuese una ciudad sin gueto. Ocupó
distintos cargos en el burgo, como el de oficial del cuerpo de guardia y diversas labores
asistenciales (pago de pensiones). Durante la guerra de la primera Coalición fue comisario
de provisiones bajo el mando de Ernesto Augusto de Hannover, Duque de Cumberland,
en la campaña de Flandes (1793).

Respecto a su madre las líneas que hemos de dedicar son quizás algo más extensas
que las del padre. Peierche “Betty” Heine (27/XI de 1771 – 3/IX de 1859), de soltera van
Geldern11, fue una figura clave en las decisiones que tomó el poeta, esencialmente, por

10Heine, 2006:108.
11Como curiosidad queremos añadir el dato de la confusión que originaba la partícula locativa
“van” del apellido materno, fácilmente convertible en un aristocrático “von”. Ello dio lugar a
equívocos como la afirmación del dramaturgo Heinrich Laube sobre la ascendencia nobiliaria de
Heine. (Sacristán, 1985:134) (Heine, 2006:135)

9
haber orientado su educación. Pese a no dominar plenamente el alemán, su madre era una
mujer culta, encuadrada dentro de la Ilustración judía o Haskalá, que había leído a
Rousseau, concretamente su “Emil, ou de l’Éducation”. Obra cuyos principios orientaron
la formación dentro del hogar familiar. También los estudios formales del poeta
estuvieron guiados por su madre. Así, entre 1807 y 1825 ella fue la encargada de barajar
las distintas salidas formativas del joven Heine. Éstas respondían a las aspiraciones y
posibilidades de la pequeña burguesía: una carrera funcionarial al servicio del Estado, en
su momento de la administración del Imperio francés; la opción del comercio, a la que ya
estaba vinculada la familia; o a la jurisprudencia. La experiencia en cada etapa, pues
siguen una secuencia temporal, marcarían la percepción de la realidad del poeta.

Así, a través de sus autobiografías nos llegan las impresiones de cada una de las
etapas. Su educación formal se iniciaba en 1807 en el liceo de Düsseldorf, fundado bajo
administración francesa con el fin de divulgar los valores republicanos y las ideas
universalistas, nacidas de la Revolución, y formar los futuros ciudadanos del Imperio
Dicha institución estuvo compuesta, en un principio, por sacerdotes católicos emigrados
y jesuitas bajo la dirección rector Aegidus Jacob Schallmayer, siendo más tarde
sustituidos por docentes laicos. Pese a la imagen negativa que de ellos se tenía en el
mundo protestante y liberal, Heine les reconocía su sentido práctico y la democratización
que hacían del conocimiento, recordándolos así: “a los trece años de edad me enseñaron
en clase todos los sistemas de librepensadores […] ví (sic) como religión y duda pueden
ir tranquilamente juntas sin hipocresías, de lo cual nació en mí no sólo la incredulidad,
sino también la indiferencia más tolerante”12. La educación recibida, sin ningún tipo de
sectarismo, fue el hito fundacional de su pensamiento crítico y contestario por el cual
regiría toda su labor intelectual posterior. No obstante, el poeta no llegó a obtener el título
de bachiller, en parte debido al desmoronamiento del Imperio francés.

La necesidad de darle un porvenir hizo que entre 1815 y 1819, sus padres le buscasen
una colocación en el mundo de la banca y el comercio. Primero fue colocado en distintas
casas comerciales de Frankfurt am Mein, entre ellas la casa Rotschild, pues Amschel
Mayer Rotschild (1773-1855) tenía cierta relación de amistad con su padre. Tras el
abandono de estos trabajos, fue colocado en Hamburgo con su tío Salomon Heine quien
le financió una pequeña compañía, Harry Heine & Comp., que quebró en 1819. Sus

12 Heine, 2006:108

10
impresiones de esta experiencia fueron mayormente negativas, y más tarde se
transmutarían en su pensamiento socialista contrario a la propiedad privada y el afán de
lucro. En esta época también se fraguaría sus primeras composiciones poéticas y su
primer rechazo sentimental por parte de su prima Amelie Heine.

Con el fracaso de su aventura comercial, la última opción que se barajó fue la carrera
universitaria. Las inclinaciones literarias que empezaba a mostrar no fueron tomadas en
consideración, ya que, como afirma Heine, la vocación de poeta, en el caso de ser tomada
por profesión, era considerada en aquel momento poco o nada respetable. No llegaría ser
nada más que “un pobre diablo harapiento que componía un poema ocasional por
algunos taleros y qué, al final, moría en el hospital”13. Pese a todo, dentro de su ámbito
familiar encontró apoyos para su vocación. Fue el caso de su tío Simon van Geldern quien
dispuso para él la biblioteca familiar. No obstante, fue durante su andanza universitaria
cuando se acercó realmente a la lírica y la filosofía, aquellas inclinaciones que su madre,
especialmente, había procurado que evitase.

Su experiencia universitaria significó el contacto con los intelectuales del momento.


En 1819, se inscribió en la diplomatura de Derecho en la universidad renana de Bonn, de
reciente creación, fruto de las reformas universitarias prusianas. Allí conoció a dos figuras
claves en su configuración lírica y política, August Wilhem Schlegel, quien daba clases
de literatura, y Ernst Moritz Arndt, quien impartía el curso de Historia. Durante el curso
de 1820 ingresó en una de las asociaciones estudiantiles, o Burschenschaft, de la
universidad de Bonn. El siguiente curso universitario se cambió de centro de estudios,
pasando a la universidad de Göttingen donde hasta 1821, viéndose obligado a
abandonarla por su participación en un duelo. Dicho duelo estuvo motivado por un ataque
antisemita que sufrió14, dado el clima de judeofobia que se empezaba a extender dentro
de las asociaciones estudiantiles, cada vez más divididas entre el nacionalismo
intransigente y el progresismo político. También fue expulsado de la Burschenschaft por
su condición de judío.

Acabó por recalar en la Universidad de Berlín, donde permaneció hasta 1823. Su


estancia en la capital prusiana fue, sin duda, fructífera en lo intelectual y en lo social. En
ella asistió a las lecciones de Filosofía de la Historia de Hegel, y al curso de Derecho de

13 Heine, 2006:111.
14 La naturaleza de este suceso no la podemos determinar.

11
Friedrich Karl von Savigny, padre de la escuela histórica del derecho alemana. Entre los
lugares que frecuentó se encontraba el salón literario del matrimonio Varnhagen von
Ense, donde estableció numerosas amistades que mantendría en el tiempo y donde se
introduciría de la mano de Karl August Varnhagen en el sansimonismo. Gracias a la
influencia de Rahel Levin participó brevemente en la Sociedad por la Cultura y las
Ciencias de los Judíos de Berlín que abogaba por la emancipación de los judíos. Volvería
a Göttingen en 1824, finalizando en esta ciudad sus estudios, y siendo titulado Doctor en
Derecho, aunque nunca llegaría a ejercer.

Al año siguiente, en 1825, se bautizó siguiendo el rito luterano. Tomó el nombre de


Christian Johann Heinrich, germanizando su inglés Harry que había recibido por el afecto
profesado por su padre a un comerciante y amigo de Liverpool. Esperaba con su
conversión la integración plena en la sociedad alemana, así como superar las posibles
reticencias sociales a la hora de conseguir una plaza en la administración estatal de alguno
de los principados alemanes por aquel entonces existentes. Sin obviar que también era
una manera de evitar discriminaciones de otra índole, como la exclusión y expulsión
sufridas en su etapa universitaria. No obstante, y pese a ello, no escapó de ellas. En 1828
recibió un duro ataque antisemita de la mano del poeta August von Platen-Hallermünde
en su obra “El Edipo romántico”. La querella literaria se originó a través de una crítica
de Heine a la poesía orientalizante en su segundo volumen de los Riesebilder -este se
había publicado en 1827, siendo el primer volumen publicado 1826 por Julius Campe su
editor a partir de entonces-, ante lo cual Platen le atacó públicamente en la obra ya
referida, perjudicando la candidatura de Heine a una cátedra en Munich (1828). Ello no
quedó así, y, en 1830, Heine expuso la homosexualidad de su adversario públicamente.
Esto causó un gran revuelo, sobre todo, entre la sociedad bávara y el clero católico. De
ello también surgió un nuevo fracaso en su carrera en la judicatura, esta vez en Hamburgo.

La polémica quedó asociada desde ese momento a su persona, y el hecho de que sus
opiniones políticas quedasen plasmadas en las publicaciones Allgemeine Zeitung de Cotta
y sus Riesebilder, contribuyó a que fuese vigilado por las autoridades austro-prusianas.
La prohibición y la censura imperante tras la Revolución de Julio fijó su atención sobre
Heine en 1831 con motivo de la publicación del cuarto volumen de su Riesebilder. Ante
este clima opresivo, optó por el exilio voluntario, decantándose por París, centro cultural
y político de la Europa liberal, y, sobre todo, porque garantizaba, en su justa medida, la
subsistencia. Cruzó el Rin el 1 de mayo de 1831, quedando muy impresionado por el

12
ambiente político de la capital francesa. Pese a todo la prohibición de sus obras y su
persecución política no empezaría hasta 1835 con la prohibición de los escritos de la
Junges Deutschland. Sin embargo, dicha situación no la desencadenó una publicación del
poeta, sino el “Hessischer Landbote” de Karl Gützkow15, que se “dirigía al pueblo y
resultaba insoportable para las autoridades”16. La persecución contra Heine se manifestó
de forma más abierta en las numerosas órdenes de arresto sobre su persona en caso de
pisar suelo alemán y una estrecha vigilancia por los agentes del canciller austríaco
Klemens von Metternich.

Pese a esta situación, la aclimatación de Heine a la vida parisina fue rápida. A su


llegada tuvo su primer encuentro con los sansimonianos, concretamente con Michel
Chevalier, director de Le Globe. Pero también con otras figuras del mundo editorial y de
la prensa como Víctor Bohain, director de Le Figaro y la revista L’Europe Littéraire en
la que colaboró sobre cuestiones de literatura alemana. También tomó parte en otras
revistas de gran resonancia como la Revue des Deux Mondes, el Morgenblatt für gebildte
Stände, o el Zeitung für die elegante Welt. Además de que para el año 1833 recuperó su
colaboración con el periódico de Freiherr von Cotta, suspendida en 1831 por Metternich.

En esta primera etapa parisina, en la que se instaló en la Rue d’Amsterdam, conoció


a una grisette, quién sería su futura esposa durante el resto de su vida, Augustine
Crescente Eugenie Mirat, a la que llamaba Mathilde. Contrajeron matrimonio el 31 de
agosto de 1841 por el rito católico, pese a su condición de luterano, en la iglesia de Saint
Sulpice para satisfacer a la familia de ella. Fuera del ámbito de su vida privada, se
relacionó con numerosas y distintas personalidades de la cultura francesa (Balzac -de
quien declara su amistad-, Gerard de Nerval, Alexandre Dumas -padre-, Théophile
Gautier y Cristina Trivulzio di Belgiojoso -amiga y mecenas-), así como otras
personalidades ya vinculadas a los emigrados alemanes (Marx -con quien colaboró en los
Deutsch-Französische Jahrbüchen y Vorwärts (1843)-, Engels -al que conoció en 1848-
, Ruge, Lasalle, Börne, …). Con todo, si bien es cierto, intentó relacionarse cuanto menos
con la creciente comunidad de exiliados alemanes (en París había, en 1830, 7.000

15 El lema de la publicación lo exponemos por su radicalismo poético y sólo como curiosidad:


“¡Paz a las cabañas! ¡Guerra a los palacios!”.
16 Charle, 2000:21.

13
alemanes; en 1841 eran 30.000, y ya en 1848 se cuentan un total de 62.000)17 qué como
él se asentaron huyendo de la represión y falta de libertades en Alemania.

La década de 1840 vio su cénit literario con la publicación en 1843 de su primer


poema épico -Atta Troll. Ein sommernachstraum- tras haber realizado un viaje a los
Pirineos franceses (1841-1842) para tomar las aguas en el balneario de Cauterets.
Empezaba a dar síntomas de un deterioro físico, que se había empezado a desarrollar en
1836, y que se acabaría manifestando como una esclerosis múltiple, aunque existen
supuestos manejados por determinados investigadores de que sería una sífilis, lo cual no
ha podido ser contrastado, pues dejo explícitamente en su testamento que no se le
realizase ninguna autopsia18. Regresando a su trayectoria durante estos años, al primer
poema épico le seguiría un segundo, que recogería su último viaje a Alemania -para
interesarse por el estado de salud de su madre tras el gran incendio de Hamburgo-, y un
nuevo poemario.

Hacia finales de la década de 1840 se abrió el ciclo revolucionario fraguado entre


1832 y 1847, cuyo estallido coincidió con el momento en que el estado de salud del poeta
se agravó. El posterior fracasó de la Revolución y ciertas consecuencias derivadas de
dicho acontecimiento dejaron a Heine en una situación delicada. A este respecto declaró:
por desgracia aconteció que un día, en febrero de 1848, me robaron esos dos requisitos,
y debido a ello mi carácter divino disminuyó mucho19. Por un lado, la Revolución supuso
la caída de la Monarquía de Julio y con ella la desaparición de “la dorada limosna” de
4.800 francos que los distintos gobiernos de Guizot y Thiers le pagaban para su
manutención, acorde a la política liberal para con los emigrados polacos, húngaros,
alemanes e italianos20. El descubrimiento de esta paga durante la Segunda República hizo
que numerosas personalidades le abandonasen, quedándose prácticamente aislado tras
haber abandonado él a sus compañeros de la Junges Deutschland.

Por otro lado, la gravedad de su enfermedad le obligó a pasar sus últimos días postrado
en lo que él llamo su Matratzengruft (“tumba de colchones”). Una enfermedad que le
causo múltiples dolores, como refleja este fragmento de una carta: “Mon état de santé, ou
plutôt de maladie, est toujours le même. Je souffre extraordinairement, je supporte

17 Charle, 2000:61.
18 Heine, 1851.
19 Heine, 2006:60.
20 Charle, 2000:60.

14
vraiment des douleurs de Prométhée […]”21. La enfermedad también le supuso una
merma de los recursos económicos de los que disponía (la paga que su tío Salomon le
había ido dando desde la década de 1820 -y que suponía la base de su presupuesto22- y
los derechos de sus obras). El testamento firmado el 13 de noviembre de 1851 da buena
muestra del lastimoso estado económico y de salud en el que se encontraba. Pero no por
ello había perdido la consciencia y el dominio de sí mismo, como atestiguan los notarios
que firmaban el documento (“enfermo de cuerpo, pero sano de espíritu, memoria e
intelecto”23). Muestra de ello es la continuidad de su obra literaria durante su enfermedad:
Romancero y Doctor Fausto, 1851; Los dioses en el exilio, 1853; y Lutecia, 1854, este
último era una recopilación de sus artículos de la década anterior-.

Su fallecimiento se produjo en la más absoluta soledad el 17 de febrero de 1856,


siendo enterrado por deseo expreso en el cementerio de Montmartre. Prohibió además
que el clero de la Iglesia luterana participase en su funeral (renunciando a cualquier otro
sacerdocio), que se diese cualquier tipo de discurso -en francés o alemán-, y que se
trasladasen sus cenizas a Alemania. En su biografía declaro “no haber llegado a ser nada,
ni siquiera poeta”24.

3. El patriota y el cosmopolita
El hecho de enunciar bajo dos conceptos contradictorios la figura de Heine no tiene
otro objetivo que remarcar el carácter eminentemente contradictorio que manifiesta en
sus escritos. Especialmente si tenemos en cuenta que, en el momento en el que escribe, la
defensa de una hermandad entre naciones, la alemana y la francesa, no tiene cabida dado
el exacerbado clima identitario en el que se movió política y literariamente. Una
contradicción que se acentúa, si observamos su condición de judío asimilado. Y a ella le
añadimos su sentimiento de pertenencia a la nación alemana como alemán de pleno
derecho. Pero la cuestión de ser patriota y cosmopolita no radica solamente en la política
nacional, este no es sino otro de tantos frentes en los que se halló a lo largo de su vida. Su
campo de acción también hizo que su condición de exiliado le convirtiera, en cierto modo,
en mediador entre la tradición de la Francia revolucionaria y la filosofía alemana,

21 Gimber, 2011:133.
22 Heine, 1851.
23 Heine, 1851.
24 Heine, 2006:95.

15
compaginando aquellos principios de una y de otra que resultaban positivos para el
enriquecimiento y avance cultural de ambas naciones y del propio género humano.
Aquellas ideas que diversos autores, entre ellos Sacristán y Calvié, han bautizado como
“ilustrado progresismo”, recogiendo las ideas de verdad, Revolución, derechos del
hombre y lo mejor del pensamiento de la Aufklärung (Lessing, Kant, Schiller, …). Un
conjunto que daba paso a una nueva y mejor concepción de la Humanidad. Y, finalmente,
un tercer frente abierto entre los ideales políticos del jacobinismo y el naciente socialismo
científico, estableciéndose el arduo conflicto entre la culminación de los derechos
individuales inherentes a los hombres libres por naturaleza y el bienestar común de la
sociedad en base a la igualdad por principio de justicia. Tres campos de actuación que
convergen en una manifestación estética en la que se acaba por ensalzar la propia
Humanidad sin distingos de cualquier clase. En los siguientes epígrafes veremos cómo se
configuran estos frentes en el pensamiento de Heine.

3.1. Literatura y tiempo


Por aquel entonces mi vida se asemejaba un gran periódico, en el que el
apartado superior contenía el presente como el día con sus noticias y sus debates
cotidianos, mientras que en el apartado inferior se daba noticia de manera
fantástica del pasado poético, en continuos sueños nocturnos, como una
secuencia de novelas de folletín. En esos sueños yo me identificaba por completo
con mi tío abuelo y con horror sentía también que yo era otro y que pertenecía a
otra época, y había lugares que yo no había visto nunca antes, había situaciones
de las que antes no había tenido una idea, y, sin embargo caminaba por allí con
pie seguro y con porte seguro. Heine, Confesiones, 2006:132.

Literatura y tiempo son dos palabras que tienen implicaciones más extensas de lo
que podemos intentar plasmar aquí. No obstante, es un buen comienzo para introducir
toda una serie de consideraciones respecto a la materia tratada. Aprovechamos su carácter
para añadir ciertas correcciones al enfoque del trabajo del que partíamos en un inicio.

Cuando hablamos de un poeta pensamos inmediatamente en poesía, en metros y


rimas. Y, sin embargo, Heine no escribió solamente bajo este género. Tocó un amplio
repertorio de géneros, desde la novela corta al ensayo, pasando por el periodismo y la
literatura de viaje. No obstante, hablar de poesía implica remitirnos a una concepción que
bebe directamente de Aristóteles y su Poética, al menos, en su acepción estética. La

16
poesía actúa bajo el principio de la imitación25, la mímesis. La formulación aristotélica se
combina por aquella máxima hecha por Horacio sobre la naturaleza temporal de la poesía:
Ut pictura poesis. La poesía como la pintura, vendría a ser, en palabras de Simónides de
Ceos, una imitación parlante de la realidad, es decir, algo temporal, mientras que la
pintura sería una poesía silenciosa, reflejada en el espacio, esto es la materia. La poesía
sería así “el arte que imita sólo con meras palabras y con los metros”26. Su reflejo
material es la literatura escrita.

¿Cómo tratar un documento histórico, que es además estético, y responde a unas


determinadas condiciones materiales y a la subjetividad de quién lo crea? Bien, nuestra
anterior consideración estética, nos sirve para introducir su naturaleza como producto
histórico. Es decir, abandonamos la literatura en cuanto mera fuente ornamental. Al
prescindir de su carácter informativo y testimonial, lo que nos decía Heine de su tiempo,
abordamos e introducimos la representación y la concepción de la realidad que alberga
en su interior. Es cierto que, en la utilización de la literatura del poeta según la primera
modalidad, la testimonial, también se nos señala cómo representaba dicha realidad, pero
únicamente de manera superficial. Así, aunque todavía los textos que usamos tienen un
carácter informativo, reconocemos su limitación en cuanto que “lo literario no es un buen
medio para informarnos acercar de algo real, o extratextual, porque, primero, al
novelista -sea en nuestro caso el poeta- no siempre le importa acomodar su signo a algo
exterior, y además lo hace de acuerdo con una operación”27, que responde a su
subjetividad.

La literatura, y concretamente la poesía, responde a la construcción de un universo


determinado, en el que la subjetividad del autor es el demiurgo de este. Refleja en su
proceso de construcción la mediación ejercida entre la realidad dada, en la que se halla
como sujeto único, y su capacidad de percepción y de autopercepción. En la construcción
de este mundo se condensan y convergen “los deseos, las expectativas, las frustraciones,
las voces que tienen cabida y que resuenan en su interior, sea o no consciente ese mismo
autor”28. Ello deriva en una determinada representación de la realidad vivida en cuanto a
experiencia personal, que puede ser o no compartida por más individuos, bien por la

25 Aristóteles, 2018:34.
26 Aristóteles, 2018:36.
27 Burdiel et Serna, 1996:28.
28 Burdiel et Serna, 1996:33.

17
misma experimentación, o bien por la lectura y el conocimiento de su representación,
compartida a través de la producción literaria.

El género poético es mucho más sugestivo a la hora de ofrecer un conjunto variado


de representaciones. Y concretamente bajo la forma de la epopeya, pues, aunque se
expresa en metros, es una narración en la cual, y en palabras de Aristóteles, “es posible
presentar muchas partes de la acción que se desarrollan a un tiempo, por las cuales, si
son afines aumentan el volumen del poema. De modo que éste tiene sus ventajas de cara
a la grandiosidad del poema, recrear al oyente y enriquecer la narración con diversos
episodios”29. Ello nos introduce una segunda consideración, que nos señala muy
acertadamente Justo Serna, el concepto de simultaneidad, tanto en las representaciones
del mundo del que es interlocutor el autor, como de aquellas voces interiorizadas,
consciente o inconscientemente. Esta simultaneidad se acentúa y se amplifica por el
carácter ficticio que introduce la subjetividad del autor, la cual abre el horizonte de lo
posible, en otras palabras, el horizonte de expectativa.

En Heine sus epopeyas introducen todos aquellos elementos de la realidad, sea


bien como crítica, o bien a través de la experiencia onírica. Dota de simultaneidad a su
tiempo histórico con los distintos personajes que crea y las acciones que realizan en la
ficción poética. La simultaneidad de discursos le permite introducir también aquellas
contradicciones de su presente, aquello por lo que Lukács declaraba lo siguiente:

“Heine será, con Balzac, el último gran escritor de talla universal que
posea la burguesía de Europa occidental, porque, al igual que aquel, ha
encontrado una forma adecuada para el libre movimiento de las contradicciones
[…] Crea por lo tanto, una nueva forma, en la que las contradicciones quedan
petrificadas como tales contradicciones, del mismo modo que en la forma antigua
quedaban petrificadas como armonía […] En este tipo de poesía revolucionaria
Heine es, como él mismo dice, el último poeta romántico y, al mismo tiempo, el
primer poeta moderno.”30

Las contradicciones, fruto de los distintos procesos que acontecen conjunta y


antitéticamente, recrean de forma pintoresca y magistral la realidad sociopolítica de la
Alemania del siglo XIX. Responden a las representaciones propias de sus circunstancias
personales y de sus vivencias, de sus expectativas y sus esperanzas políticas, y de todo

29 Aristóteles, 2018:98.
30 Lukács, 1970:139-140; en Paganelli, 2017:129.

18
aquello que critica y se opone a la realización de sus más altos ideales. Deja entrever un
sin fin de voces (la de los clérigos, reyes, censores, la de la burguesía democrático-liberal,
la de los emigrados políticos, judíos, obreros, …) que se expresan al unísono en sus
personajes. Actúa al mismo tiempo como canal expresivo de los distintos colectivos
sociales, sean marginados o no por el poder político, manifestando su simpatía o su
desprecio por la causa que enarbola cada colectivo. Estas representaciones erróneas o no,
son fruto de su diálogo en cuanto que intelectual entre una experiencia social, móvil y
quebradiza, y la propia consciencia del acontecimiento vivido31.

A través de estas construcciones, y compartiendo nuevamente las afirmaciones de


Serna, el autor “se define, y define el mundo”32 en su obra. Sólo en ella encuentra Heine
una forma de poder concebir el mundo estáticamente, es el lugar donde puede plasmar las
contradicciones discursivas de la realidad que le ha tocado vivir, impugnarla y
transformarla. Así desde este espacio de libertad introducimos la tercera consideración
respecto a la literatura y el tiempo, la cual nos traslada a su función sobre la realidad. La
actuación de la literatura sobre su presente histórico es capaz de hacer que se deslice hacia
el espacio de la política en cuanto espacio de provisión. Aristóteles señalaba en el plano
de lo estético, “ya que el poeta es imitador, igual que el pintor o el hacedor de imágenes,
necesariamente tendrá que imitar de una de las tres maneras posibles; o bien cómo eran
las cosas o son, o bien como se dice o se cree que son, o cómo deben ser”33. A Heine
habría que catalogarlo en el último grupo, en el modo de imitar del deber ser de las cosas.
Hay que matizar esta afirmación pues, aunque plasma los hechos y los acontecimientos
tal y cómo los percibe, al introducir la crítica y la ironía, marca el deber ser de los mismos.
Un deber acorde con las restricciones imperantes de la Restauración alemana, y la
ausencia de libertad que conlleva en el plano político y literario. El sentido de sus textos
está orientado hacia las condiciones deseables de su tiempo, así la imaginación y la ficción
esbozan en el pensamiento aquello realizable y posible.

La ficción, como el pensamiento, precede a la acción. Y al dibujar el marco de


posibilidades que podrían regir la realidad frente a lo ya dado, la literatura supone un
espacio donde se pueden plasmar las ideas políticas, los distintos ideales imperativos de
acuerdo con la sensibilidad y la manera de pensar de los individuos. El horizonte práctico

31 Burdiel et Serna, 1996:33.


32 Burdiel et Serna, 1996:35.
33 Aristóteles, 2018:102.

19
que abren puede llevar a la creación de proyecciones a realizar en un corto, medio y largo
plazo. Pueden ser desde simples consignas combativas hasta programas teleológicos
imbuidos de un carácter profético. En el plano de lo estético, la poesía y la figura del
poeta tienen una función clara respecto a las cuestiones temporales, nuevamente nos
ilustra Aristóteles respecto a ello, y será a partir de este supuesto sobre el cual
esbozaremos algunas de las claves del trabajo: “La función del poeta no es narrar lo que
ha sucedido, sino lo que podría suceder, y lo posible, conforme a lo verosímil y lo
necesario. Pues el historiador y el poeta no difieren por contar las cosas en verso o en
prosa […]. la diferencia estriba en que uno narra lo que ha sucedido, y el otro, lo que
podría suceder”34.

Esta vocación estética de la poesía para con el futuro, y en cierta medida con la
utopía, aunque no es un requisito, encuentra en el Romanticismo una serie de elementos
que potencian esta vinculación. Entre ellos hay que destacar, en primer lugar, la
concepción del arte en cuanto órgano propio del ser humano que posibilita la sensibilidad
y el gusto estético. Éste era un “órgano de visión intelectual, de exaltación religiosa y de
revelación divina, pero por otro lado se ponía en tela de juicio su valor en la vida
diaria”35. El segundo elemento es la amplificación de la consciencia y la capacidad
sensitiva del Yo. Esto se debe, fundamentalmente, al prerromanticismo alemán, que puso
en juego a través de la razón el concepto de genio artístico, y que “contiene sobre todo
los criterios de lo racional y lo subjetivo” 36 opuestos a la Ilustración y sus criterios
dogmatizantes y generalizadores. Lo que genera una contradicción entre aquello que dota
al individuo de su dominio y el afán de conquista, la razón, frente a la experiencia interior
libre, traducida en la originalidad artística y en la lucha intelectual por la existencia
individual.

El genio del autor romántico, que en su interioridad es completamente libre, está


dotado de una fuerza e inspiración divina. Es un nuevo Prometeo que se rebela en la
creación artística ante la autoridad y los elementos de resistencia de su propia realidad, a
los cuales no puede combatir efectivamente, sino con el pensamiento, lo que le conduce
a la ficción como lugar de la realización, donde puede combatirlos a gusto, o expresado
de una forma más poética: “El genio se redime de las miserias cotidianas en la tierra

34 Aristóteles, 2018:55.
35 Hauser, 1969:371.
36 Hauser, 1969:294.

20
imaginaria de un libre albedrío sin restricciones”37. El Romanticismo bajo este arquetipo
se correspondía a la fuerza de la juventud que se lanza a la conquista del nuevo siglo
surgido de las cenizas del Ancien Régime. La nueva vitalidad de este nuevo arquetipo
doliente se traduce en todos los ámbitos de la vida, pretendiendo vivir tal que en une
roman, donde se afirma constantemente la unicidad y singularidad del Yo.

No obstante, la dimensión literaria que adquirió la vida de Heine en el periodo


comprendido entre 1800 y 1848, se transmutó en una ilusión en la que “los románticos se
lanzaron a proyectar imaginativamente sus vidas y conquistar para ellas las zonas
inexploradas de la pasión y el sentimiento”38, marginando toda acción práctica por un
nuevo repliegue interior. Heine, en cuanto miembro de la generación romántica, en la que
sin embargo no se incluye según la genealogía literaria de su Die Romantische Schule, da
muestras de esta concepción artística. Hemos podido observar alguna que otra referencia
en los fragmentos ofrecidos en su biografía de su auto representación heroica. Sin
embargo, su autoconcepción no le lleva a creer la ilusión interior que fomenta el espíritu
romántico, y aboga por pasar a la acción y a la confrontación real contra los obstáculos
de vida.

Heine se enfrenta a la triste realidad del trabajador del espíritu, a la dependencia


social y económica que el nuevo mercado capitalista establece para con el público y el
consumidor39. La necesidad va ligada a la falta de rendimiento económico del producto
simbólico, elaborado literariamente, y a la persecución que sufren los artistas y literatos
por los límites impuestos por la censura, es decir, la ausencia real de libertad. Dicha
situación encuentra un paliativo en el pluriempleo, ya sea en la prensa o en la producción
de novelas de folletines y piezas teatrales. Y cuando no son soluciones efectivas, se
recurre al trabajo dentro de la administración estatal. Una vía y otra conducen a la
supresión de la autonomía del genio artístico, bien por la sumisión a los gustos del
mercado, bien por la conversión en un filisteo. Las únicas opciones son la orientación
hacia la lucha política o la hipocresía. Esta realidad que Heine desenmascara y reprocha
a sus contemporáneos, hizo que éstos le atacasen y censurasen por no querer comprender
la realidad señalada por el poeta. Una visión más detallada de este fenómeno nos la ofrece
Adorno de forma clarividente:

37 Hauser, 1969:294.
38 Marías, 1989:237.
39 Véase Anexo 3.1. Fragmento 1.

21
“Eso es precisamente lo que avergüenza a las generaciones posteriores.
pues desde que existe arte burgués tal que tienen que ganarse la vida sin
protectores, han reconocido los artistas secretamente, junto la autonomía de su
ley formal, la ley del mercado, y han producido para consumidores. Sólo qué tal
dependencia se ocultaba tras el anonimato del mercado. Éste permitía al artista
aparecer puro y autónomo a sus propios ojos y a los de los demás, incluso se
remuneraba esta ilusión. Al Heine romántico que vivía de la felicidad de la
autonomía, el Heine ilustrado le arrancó la máscara, puso en primer plano el
carácter, hasta entonces latente, de mercancía. Eso es lo que nunca se le ha
perdonado. La complacencia de sus poemas, que juega consigo mismo y por
tanto se autocritica una y otra vez, demuestra que la liberación del espíritu no
fue una liberación del hombre ni, por consiguiente, tampoco del espíritu.”40

A la distorsión que la literatura romántica había producido en la concepción de la


autonomía intelectual y creativa del individuo respecto a la nueva realidad material hay
que añadir la que perpetuaba el llamado Romanticismo político sobre el carácter de la
nueva vida surgida de la Revolución. Musset en La confession d’un enfant du siècle
comenta que “toda enfermedad del siglo presente viene de dos causas; el pueblo que ha
pasado por el 93 y por 1814 lleva en el corazón dos heridas. Todo lo que existía no existe
ya; todo lo que existirá no existe aún”. En la literatura este mal du siècle se deja sentir en
la falta de carácter contemporáneo, sobre todo en lo estético y lo moral. Se hablaba
todavía de la Edad Media y de la naturaleza, en clave mística y conservadora. El cambio
del ritmo histórico que se produjo entre 1793 y 1814 introdujo nuevas formas sociales,
políticas y económicas que, aunque presentes de forma latente ya en el setecientos, se
liberaron a raíz de la disolución del orden feudal, ganando el dinamismo necesario para
construir una realidad libre del esquema sociopolítico medieval.

La contención de este movimiento con el Congreso de Viena generó una


disociación entre la nueva sensibilidad de la época y las condiciones exteriores de la
materialidad, lo que condujo a una plasmación literaria marcada, bien por una nostalgia
por el mundo muriente, bien por las exigencias del devenir histórico y el movimiento
contrarrevolucionario. Los románticos buscaban la redención ante el pecado de la razón
universalista en un pasado originario desde donde poder empezar un nuevo desarrollo. Y
ello contribuyó a la no contemporaneidad de la literatura, aunque se realizase en el

40 Adorno, 2003:96.

22
presente. Los románticos, o una determinada generación de ellos encabezada por los
hermanos Schlegel, se habían convertido en anciennes. La siguiente generación
romántica -entre la que se cuenta Heine- se encontró a medida que se acercaba la década
de 1830 ante unas formas estéticas agotadas y que por tanto empezaban a no ser válidas.
El agotamiento simbólico en el caso alemán se manifiesta con el fenecimiento de las dos
figuras que habían marcado la literatura y la filosofía en Alemania, Hegel y Goethe41.

Nacía, al final del llamado Kunstperiode, la ironía en cuanto a forma de


experimentación expresiva y un paulatino traslado del tiempo poético hacia el presente,
una progresiva superación del hiato que significaba la Restauración en sus vertientes
estética y política. Pues el Romanticismo había acabado por amoldarse a las necesidades
políticas de las persistentes monarquías absolutista. En palabras de Lukács “el
romanticismo intentaba perpetuar la situación la situación miserable, servil y escindida
de Alemania”, mientras “glorificaba la Edad Media, el catolicismo y más tarde, incluso
el Oriente con el fin de crear un modelo ideológico-poético para la conservación de las
miserables circunstancias alemana”42. Un ejemplo concreto de la crisis que se produjo
en el seno ideológico del Romanticismo alemán la ilustra el personaje que ocupa nuestra
atención. El movimiento de modernización de la lírica pasaba por recuperar la mediación
entre el arte y la cotidianeidad desprovista de sentido que diría Adorno43. Dicha
modernización pasaba por el abandono de las formas arcaicas del Romanticismo, y la
utilización del propio presente y las vivencias como fuente de inspiración inmediata.
Heine declaraba: “Y con profunda tristeza / me repetía con Schiller: / “¡Lo que es eterno
en el canto / ha de extinguirse en la tierra!””44. La declaración era, así, una restauración
del presente en su justo valor, la necesidad de su nacimiento literario, condenando a la
escuela literaria de Goethe, que descansaba ya en la eternidad.

La sensación de estar viviendo un momento único de la literatura, la degradación


del genio artístico por el efecto las leyes del mercado y la contraposición que implicaba
respecto a la teoría del arte por el arte45, da pie a que los literatos e intelectuales, capaces

41 Sus muertes se produjeron en un lapso de tiempo relativamente breve, el primero falleció el


14 de noviembre de 1831, mientras que el segundo siguió sus pasos el 22 de marzo de 1832.
En 1833, Heine declararía en Die Romantishce Schule que se abría un nuevo período artístico
en Alemania.
42 Lukács, 1970:135; en Paganelli, 2017:133.
43 Adorno, 2003, 95.
44 Heine, 2011:217.
45 Charle, 2000:49.

23
de saltarse las ilusiones románticas y de llegar comprender y reflejar el auténtico ritmo
del tiempo en sus obras, logren percibirse a sí mismo como individuos capaces de
profetizar el futuro. Puesto que habían escapado de las cadenas que dominan su panorama
estético y material. Entonces, su papel de creadores de productos simbólicos con un
contenido político capaz de trascender la simple apariencia de la realidad y marcar un
programa transformador, es visto peligrosamente por las élites afincadas en el poder. El
contenido de las imágenes literarias, ciertamente, “poseen una energía propia que
convence de que el mundo, o el pasado, es lo que ellas dicen que es”46, un contenido que
puede llegar a ser subversivo. Lo que hace que el carácter de esta renovación de la lírica
tenga un contenido político-social, vinculado, primeramente, a la prensa por ser este
medio comunicativo el más vinculado a la inmediatez de la época.

De este modo, la censura actúo activamente desde 1819 como instrumento de


apropiación de las ideas y el propio proceso creativo de los intelectuales, para así evitar
la difusión de ideas contrarias a la cultura y la visión hegemónica de los grupos
dominantes. Como, señala Roger Chartier, el escrito “enfrenta a las autoridades, que
intentan imponer el control o monopolio sobre lo escrito, contra todos aquellos, más aún,
todas aquellas para quienes el saber leer y escribir fue la promesa de un mejor control
de su destino”47. En esta tesitura se movieron los escritores y pensadores alemanes,
incluido Heine quien afirmaba respecto a la persecución de la prensa que “lo que de
verdad se persigue es a un hombre, y, en el hombre, a un partido”48, es decir, la disidencia
a la concepción ideológica propia de la Restauración.

No obstante, el carácter profético de los escritos no reside en el hecho de predecir


un acontecimiento político a través de la observación y comprensión de las necesidades
y los intereses puestos en el tablero político. Sino en la percepción y la creación de un
clima favorable hacia el cambio, atendiendo a las circunstancias y a la significación y las
expectativas dadas por los distintos sectores sociales a dichos escritos. Para unos sería la
oportunidad de realización. Mientras que para otros significaría la amenaza de su posición
hegemónica -cultural, política e incluso económicamente hablando-. Heine llegó, así, a
predecir una revolución alemana, la cual se produjo hasta en cuatro ocasiones como
después da cuenta la Historia (1848, 1918, 1933 y 1989)49. Tampoco hay que obviar que

46 Chartier, 2008:48.
47 Chartier, 2008:41.
48 Heine, 2008:56.
49 Véase Anexo 3.1. Fragmento 2 y 3.

24
el propio autor les confiere una serie de significados a sus escritos. Aunque estos después
sean recibidos e interpretados de distintas formas por el propio carácter móvil de la
significación y los límites de la comprensión50. El propio poeta ya nos advierte de esta
realidad descrita: “nosotros, los hombres escritores, también tenemos nuestras simpatías
preconcebidas, y escribimos a favor o en contra de una cosa, a favor o en contra de una
idea, a favor en contra de un partido”51. Nuestro objetivo será ahondar y dilucidar los
conceptos y las representaciones que se configuran en su producción a través de sus
presuntos intereses personales y de clase.

3.2. Ser judío como condición


Hay que decir que el hecho de ser judío para Heine fue una cuestión problemática,
como hemos podido ver brevemente en algunos episodios de su biografía. Su
comprensión y entendimiento, para el período que abordamos, puede despejar ciertas
incógnitas de la relación del poeta, primero, con su nacionalidad -y el propio movimiento
nacional-, y, segundo, respecto a ciertas ideas de su pensamiento que le orientaran hacia
el radicalismo del Vormärz. No estamos asumiendo con ello que el hecho de pertenecer
a una religión defina un posicionamiento político, eso sería caer en un determinismo vago.
Por el contrario, el hecho de profesar una determinada fe, o el estar adscrito a una
confesión, implica una serie de experiencias individuales y colectivas que configuran
distintos horizontes de expectativa. Los cuales se pueden traducir en distintos
posicionamientos políticos. Así pues, el posicionamiento político de Heine es sólo uno de
tantos.

Cuando hemos hecho alusión a la cuestión judía nos remitimos al problema que
representaban los judíos en el seno de unos Estados, fundamentados en el privilegio por
razón de clase y confesión, que avanzaban hacia la conversión en Estados laicos y la
separación de la Iglesia. La pertenencia a una religión minoritaria implica la alteridad
frente a la profesada por la mayor parte de la sociedad, lo judío frente al mundo no judío52.
Dentro del contexto de la Ilustración alemana la solución estimable y, sobre todo,
deseable para superar la otredad, recaía en la asimilación, es decir, su conversión al
cristianismo. Dos personajes son claves en esta cuestión, Gotthold Ephraim Lessing y

50 Chartier, 2008:46.
51
Heine, 2006:28.
52 Arendt, 2020:109.

25
Moses Mendelsohn. El primero de ellos ejerció una notable influencia en los escritos y
pensamientos de Heine. Esto queda atestiguado queda en sus ensayos de filosofía y
literatura -véase el segundo libro Sobre la historia de la religión y la filosofía en Alemania
y La escuela romántica-, y, sobre todo, en su concepción de la idea de igualdad.

Heine reconoce en Lessing al filósofo alemán que abrazó la Ilustración de una


forma plena, sin llegar a perder el aguijón social propio del movimiento, sin abandonar
nunca la crítica y la polémica en su búsqueda de la verdad universal. El poeta toma su
testigo y le reconoce el mérito de ser un pensador capital dentro del pensamiento alemán.
Un pensamiento que en el terreno de lo político Lessing lo manifestó con su participación
en la masonería dieciochesca. Y en el plano filosófico apareció bajo un ideal de tolerancia
basado en la capacidad racional del ser humano. Hannah Arendt sintetiza las ideas sobre
la tolerancia del pensador de Kamenz de la siguiente manera:

“El fundamento de la humanidad es la razón común a todos los seres


humanos. En tanto que lo más propiamente humano, […]. Sólo ella
constituye el verdadero vínculo entre los hombres. A partir de este
énfasis en lo humano, que se fundamentan en lo racional, crece el ideal
y la exigencia de tolerancia.”53

La concepción de igualdad lessingiana se basa, pues, en la capacidad de raciocinio


del ser humano. Ésta queda recogida en la moraleja de su obra Nathan der Weise (1779),
breve pieza teatral en la que recrea la fábula de los tres anillos. La enseñanza de dicha
pieza es el rechazo a la discriminación por motivos de creencias y costumbres. Puesto que
no se puede conocer la verdad ni la religión verdadera, el principio de tolerancia se hace
indispensable para regir y mediar entre las distintas confesiones y entre los distintos
miembros de una sociedad plural. Sólo a través de dicho principio se podrá fundamentar
el espíritu de unas leyes que consiguiesen establecer una sociedad igualitaria en lo
político. Ciertamente, las ideas de Lessing daban satisfacción a las aspiraciones de Heine
dadas sus circunstancias personales, llegando a interiorizar en su discurso dichas ideas:
“La ley fundamental sea / la plena unidad de todas / las criaturas, sin distingos / de credo,
olor o pelaje”54.

53
Arendt, 2020:109.
54 Heine, 2011:67.

26
Por otro lado, en lo concerniente a la figura de Mendelsohn, Heine es un producto
social de las ideas y tesis propuestas por este pensador israelita y sus discípulos. Si
Lessing representaba la respuesta a la cuestión judía planteada por la Ilustración, por su
parte, Mendelsohn era la respuesta dada por el propio mundo judío, concretamente por el
movimiento de la Haskalá. Desde el judaísmo la idea de tolerancia tendría que
desembocar en la emancipación de los hebreos y su integración dentro de la sociedad en
la que habitaban. El camino para lograr su asimilación pasaba por la educación -entendida
como bildung- y el ejercicio de la razón para superar la supuesta minoría de edad en la
que se encontraban los judíos. Estas tesis nos las vuelve a ofrecer Arendt de forma
concisa:

“Esta capacidad de pensar por sí mismo constituye la base del


ideal de formación […]; la auténtica formación no se nutre de la historia,
de sus hechos, sino que vuelve a ésta superflua. La única autoridad es la
de la razón, a la que todo hombre es capaz de acceder en solitario y por
sí mismo. El hombre que piensa vive en un aislamiento absoluto:
separado del resto, encuentra la verdad, que propiamente debería ser
común a todos.”55

Dicho de otra forma, la emancipación de los judíos sólo se produciría cuando cada
individuo conquistase la libertad de pensamiento a través del uso exclusivo de la razón.
Una libertad de pensamiento que implicaba el rechazo del dogma de la tradición mosaica.
La emancipación de los judíos acabó por traducirse en la asimilación, es decir, su
conversión al cristianismo a través de distintas obras como la del historiador Christian
Wilhem von Dohm, “Über die bürgerliche Verbesserung der Juden” (1781), en la que se
reconocía la igualdad de los judíos en su calidad de hombres y se establecía su “minoría
de edad” en base a la corrupción y degeneración causada por los prejuicios y la opresión
histórica que habían sufrido históricamente56. Más radical fueron las tesis del discípulo
de Mendelsohn, David Friedländer, quien, rompiendo con la religión judía, defendió la
conversión religiosa, al ser el judaísmo un obstáculo para la integración y la
autorrealización de los judíos en la sociedad de acogida en la que habitaban. No podemos
precisar con las informaciones que disponemos la difusión de estas ideas entre la
comunidad judía bajo renana en la que creció Heine, pero su presencia se observa en el

55 Arendt, 2020:113-114.
56 Arendt, 2020:116.

27
hecho de ser Düsseldorf una ciudad sin gueto. A lo que hay que añadir su difusión entre
las familias judías educadas y por su presencia en el discurso del poeta.

Las tesis de estos autores se nos hacían imprescindible exponerlas para


comprender la relación de Heine con el nacionalismo. Si la idea de bildung implicaba la
emancipación social de la burguesía en sí, para nuestro poeta que había estudiado en la
universidad la educación suponía la integración en el seno de la sociedad alemana. No
obstante, el clima de antisemitismo creciente en las universidades desde las revueltas y la
legislación contra los judíos ocurridas en 1819 dejaban claro que estas ideas de tolerancia
e igualdad no eran respaldadas mayoritariamente. Un respaldo que dentro de las
Burschenschaft tampoco se daba ante la acentuación de su carácter nacionalista. El
movimiento estudiantil, en el cual militó Heine, rechazaba la asimilación de los judíos en
base a dos principios ofrecidos por la filosofía prerromántica de Herder. El primero de
ellos era la concepción naturalista del hombre por la cual “la educación no añade al
hombre nada distinto de lo que éste ya es por naturaleza”57. Y el segundo era el
esencialismo organicista de los pueblos o naciones, por el cual a partir de una igualdad
originaria el distinto desarrollo histórico establecía la diferenciación en el presente
(lengua, costumbres, literatura, religión, …): “la diferencia no estriba en la disposición
natural, ni en las capacidades, ni el carácter, sino más bien en la irrevocabilidad de todo
acontecer humano, en el hecho de que este tiene un pasado que no es posible obviar”58.
Ello conducía al rechazo de lo hebreo en el seno de la nación alemana pues no podía
fagocitar a la nación israelita por su idiosincrasia y la ausencia de rasgos comunes con el
carácter germánico.

El constante rechazo sufrido por Heine durante su etapa universitaria por estos
presupuestos de la especificidad de la nacionalidad alemana, traducida en germanidad y
cristiandad, evidencian, tal y como señala Adorno, el fracaso de la emancipación judía.
No sólo en la idea de una sociedad cosmopolita y tolerante esgrimida bajo el ideal de
Humanidad de la Ilustración, sino también en la defensa de la conversión religiosa de
Friedländer. Tesis por la que se decantó Heine en 1824. Su difícil relación con el judaísmo
y la germanidad viene derivada, en parte, de este rechazo, y, por otra parte, por el
incumplimiento de la promesa emancipatoria de la Haskalá. Dicho incumplimiento se
produce con los episodios de antisemitismo posteriores a su conversión y por la visita de

57 Arendt, 2020:119.
58 Arendt, 2020:121.

28
distintas ciudades en las que pudo observar todavía la segregación de los judíos
(Frankfurt, Hamburgo, …). Así, toda su producción literaria y ensayística están marcadas
por este conflicto religioso entre la religión de sus padres y la religión requerida para ser
alemán -el cristianismo-.

El rechazo de su propia condición religiosa es la búsqueda de la aceptación y la


incomprensión de su negación. El deseo de ser reconocido como alemán en igualdad de
condiciones lo ejemplifica inconscientemente este fragmento: “[Lutero] luego de
pronunciar su larga defensa, tuvo que repetirla entera en latín, porque el emperador
[Carlos V] no entendía el alemán culto. Cada vez que pienso en ello me irrito
inevitablemente”59. Podría leerse, evidentemente, como una crítica al a la tiranía de los
príncipes, un ataque a la autoridad regia de manos de la razón. Pero también contiene una
crítica en clave identitaria. La necesidad de censurar a aquel considerado alemán por el
nacionalismo, que tan ni siquiera hacer uso de lo más distintivo de los alemanes, la lengua.
Manifiesta, así, la incomprensión e impotencia de que se le considere alemán a alguien
que se expresaba en latín para con su propio pueblo. Mientras que él, que domina la lengua
y hace uso de ella en su forma más elevada, la literaria, no es aceptado como tal, y se le
recuerda infatigablemente su condición de judío.

Sin embargo, el rechazo de lo judaico encierra la conciencia y el conocimiento de


la situación del pueblo de Abraham y sus razones históricas: “el pobre pueblo llano, los
hijos de la miseria heredada, odiaba ya los judíos por los tesoros que acumulaba, lo que
se denomina odio de los proletarios a los ricos, se llamaba entonces odio a los judíos”60.
Dicha comprensión hace que Heine, sin llegar a defender abiertamente la emancipación
civil de los judíos, dada su condición de asimilado, exprese la defensa de una sociedad
tolerante para con ellos. Ello lo manifiesta a través del partisano oso Atta Troll como una
razón de justicia: “hasta podrán los judíos / gozar de derechos cívicos / y ante la ley ser
iguales / al resto de mamíferos”61. El abandono de los impedimentos ocasionados por la
religión judía para la integración y el rechazo por dicha condición se transfigura en Heine
en la figura del paria. Una figura marcada por la otredad, y aunque asociada al arquetipo
del judío errante, se caracteriza por una posición alejada respecto a la sociedad, es decir,
por la ausencia de una patria verdadera que sea reconocida por sí mismo y por los demás.

59 Heine, 2008:81.
60 Heine, 2006:74.
61
Heine, 2011:69.

29
La excepcionalidad que supone el rechazo y el sentimiento de pertenencia genera
la suficiente distancia social para poder juzgar con absoluta libertad el marco material e
ideológico de la sociedad. Desde la lejanía puede realizar un análisis crítico de las
condiciones que le han conducido a la exclusión y arremeter contra el nacionalismo que
le niega la nacionalidad a la que se siente pertenecer. Se aleja así del dogma religioso y
el secular -la nación-, siendo especialmente crítico con el último y su carácter
excluyente62 pues no atiende a los principios de la pura razón. A pesar de ello, el
reconocimiento de su condición de paria, o excluido, el poeta la realiza muy tardíamente
en una serie de poemas contenidos en la colección que recibe el título de Romanzero
(1851)63. La conquista de la libertad se produce a través de una figura plenamente
romántica y asimilada a la condición del pueblo judío. Esta figura es el Schlemihl de
Chamisso, un joven que cambia su sombra por una bolsa de monedas e irremediablemente
se ve marginado de la sociedad, quedando libre de las cadenas de ésta. La ausencia de
dichas cadenas son las que le permiten a Heine la posibilidad pensar una realidad distinta,
“un mundo de los sueños” donde no se produce la exclusión por la autoridad de lo
establecido.

El conflicto interno del poeta entre lo hebraico y lo germánico manifiesta una


concepción muy alejada de la sociedad excluyente planteada por el nacionalismo alemán
del momento. Los intentos literarios de Heine de salvar el movimiento nacional alemán
de este carácter no sólo eran para reconciliarlo con otras naciones como la francesa, sino
también para con los judíos que habitaba en Alemania. Una reconciliación que situaban
a Heine dentro del cosmopolitismo ilustrado y que le llevaba a establecer un parentesco,
real o imaginado, entre alemanes y judíos para salvar las distancias étnicas y religiosas:
“el carácter del pueblo judío que siempre tuvo una gran afinidad electiva con el carácter
de la raza germana y, en cierto modo, también con el de la celta. Judea se me aparece
siempre como un pedazo de Occidente, perdido en medio de Oriente”64. Un parentesco
basado en su carácter espiritual, volcado hacia el pensamiento y no hacia la acción. La
superación dialéctica del conflicto de las nacionalidades inherente a su persona no se
podía completar en el plano social por los condicionantes de alteridad y otredad exigidos
por nacionalismo alemán herderiano. Solamente en el plano de la libertad individual podía

62 Véase Anexo 3.2. Fragmento 1.


63 Podemos señalar entre los distintos kriese y poemas que los integran los englobados bajo el
epígrafe Drittes Buch. Hebräische Melodien; y composiciones como “König David” o “Der
Apollogot”. Aunque no hemo podido ni analizarlos ni indagar en el poemario.
64 Heine, 2006:77.

30
darse dicha superación, y a ello declaraba: “¡Escuchad, sí, soy un oso, / lo tengo a honra,
me ufano / de mi origen, tan ilustre / como el de Moisés Mendelssohn!”65. Una actitud
que, como definía Adorno, implica “la emoción de quien quiere por su vida ser aceptado
y con ello irrita doblemente a los autóctonos, los cuales al reprocharle a él la
imposibilidad de su adaptación, acallan la propia culpa de haberlo excluido”66.

3.3. Consciencia y crítica


¡Sólo somos pobres diablos, / héroes de corte moderno, / y ningún poeta
clásico / nos celebrará en su canto! Heine, Atta Troll, 2011:175.

El hecho de que Heine sea consciente de la realidad sociopolítica que le envuelve


no es un fenómeno exclusivo de él. No obstante, la forma de captar y plasmar dicha
realidad responde íntegramente a su personalidad, concretamente a su faceta de pensador
y poeta (Denker und Dichter), en el sentido de que actúa como mediador entre el arte -
donde se manifiesta la subjetividad- y la realidad aparentemente desprovista de sentido.
A lo que hay que añadir su situación de marginación de la sociedad alemana, que le
permite una distancia prudencial para juzgar y pensar críticamente las condiciones de su
época. Dicho acto comporta la elaboración de un marco intelectual sobre los motivos por
los que se haya excluido, reflexionando y elaborando un nuevo marco en que la situación
de marginación no se llega a producir. Durante ese proceso, y en su calidad de hombre
pensante, busca la realización de sus ideales y del tipo ideal de sociedad a través de una
serie de objetos simbólico (ideas, conceptos, …) con los que se vincularía a la nueva
sociedad.

La distancia generada por el rechazo le permite dotar a su pensamiento de una


autonomía e independencia ideológicas frente al grupo social concreto al que pertenece,
la pequeña burguesía renana. Su pertenencia a dicha clase hace que Heine sea participe
de sus mismas condiciones, lo cual implica que comparta su situación política de la cual
emana, en un principio, su posicionamiento ideológico. Dicha situación es,
esencialmente, la incapacidad de detentar cualquier tipo de poder político. El reflexionar
sobre esta imposibilidad y la conciencia de ella origina una queja, un malestar en el
pensamiento, que le conducen al sufrimiento, sin embargo, el poeta como otros

65 Para otras muestras de su reconciliación con su ascendencia judía véase el Anexo 3.2.
Fragmentos 2 y 3. Heine, 2011:85.
66 Adorno, 2003:97.

31
intelectuales “hacen de su desdicha, el fundamento de su vida intelectual”67. El problema
principal del trabajo consiste en cómo conjugar la labor estética de Heine con el contenido
político derivado de su realidad. ¿Cómo y por qué el salto del malestar político se plasma
en la literatura? Esta pregunta es esencial para poder comprender el contenido político de
su obra, más allá de las consideraciones estéticas ya expuestas. Y los supuestos de partida
para ello hay que encontrarlos en la Ilustración.

La situación de la burguesía alemana previa a la Revolución Francesa, tanto la de


1789 como la 1830, se caracteriza por el encuadramiento en una estructura todavía
medieval, el Sacro Imperio Romano Germánico -a partir de 1815 reconstituido
modernamente como la Deutscher Bund-, y por una debilidad estructural en cuanto a clase
social que derivaba de las guerras de religión experimentadas durante el siglo XVI y el
siglo XVII. Si las monarquías de otros lugares de Europa durante este período encontraron
en la burguesía un aliado frente al poder del estamento nobiliario, en Alemania sucedió
lo contrario. Los distintos conflictos religiosos significaron la rebeldía de las ciudades
contra los príncipes y el poder imperial. Ante lo cual los príncipes se apoyaron en la
nobleza, a la cual burocratizaron como medio de control, quedando la burguesía excluida
de cualquier participación política significativa. Mientras que el desplazamiento de los
centros comerciales del Báltico y el Mediterráneo hacia el Atlántico significaba para las
Reichsstadt y ciudades hanseáticas la pérdida de la preponderancia económica mantenida
durante la Edad Media. A la ruina económica y política de la burguesía, culminada en la
Paz de Westfalia, le siguió el desarrollo de una serie de ideales esgrimidos por el
luteranismo, “aquellos ideales de moral, de sumisión, aquella lealtad y aquella fidelidad
que autorizaban a todo burgués que se revolcaban el polvo a sentirse servidor de un alto
ideal”68. Ello significaba su desaparición en cuanto grupo social significativo dentro del
sistema político y económico alemán. Sólo muy lentamente iniciaría la recuperación de
su posición pérdida.

El Estado, tras este intenso período de violencia vivido en Alemania, se convertía


en el garante de la paz y de la estabilidad política interna mediante el ejercicio del
monopolio de la violencia. Mientras que la burguesía dada su precaria situación se veía
obligada a replegarse en la esfera privada, donde irrumpiría la inteligencia burguesa. La
Ilustración iría ensanchando paulatinamente este espacio privado, en el que estaba

67 Lepenies, 2007:28.
68 Hauser, 1969:276.

32
recluida, hacia el ámbito público, y con ello reclamaría la participación en el poder
político. La reclamación de la participación en la vida pública se producía, primero, a
través de la moral y las leyes emanadas de ella en los distintos espacios de socialización
propios la burguesía. La moral pasaba a convertirse en el instrumento de crítica y
determinación del valor de las acciones prácticas69. Pasaba a ser, de este modo, “un poder
público, que sólo actúa intelectualmente, es cierto, pero que en su repercusión es de
carácter político”70.

Desde la puesta en juego de la moral y de la razón, la crítica ponía en tela de juicio


tanto las acciones políticas como la razón de Estado en su búsqueda de la verdad. No
obstante, la asociación de la cultura ilustrada con la nobleza y el sistema burocrático hizo
que la burguesía se distanciase de los principios del movimiento, no llegando a asimilar
completamente la Aufklärung -salvo ciertas personalidades muy concretas y los círculos
universitarios-. Pese al rechazo del racionalismo y la aceptación de los postulados
irracionalistas que desembocarían en el Romanticismo, la burguesía se pudo valer de éste
para el abandono de la interioridad y lanzarse a la esfera pública realizando el ejercicio
de la crítica:

“La Ilustración fue la escuela política elemental de la burguesía


moderna, y sin ella su papel en la historia cultural de los últimos siglos sería
inconcebible. La desgracia de Alemania consistió en que desaprovechó a su
tiempo esta escuela, y después no pudo nunca ya resarcirse de ello. Cuando la
Ilustración pasó a ser el movimiento intelectual predominante en Europa, la
intelectualidad alemana no estaba madura todavía para participar en él; luego
ya no era tan fácil sobreponerse a las ingenuidades y perjuicios del
movimiento”71.

La burguesía alemana, en este sentido, siguió únicamente el camino realizado por


otros grupos burgueses en el plano intelectual. El ejercicio de la crítica contra el poder
estatal se vio interrumpido por la violencia revolucionaria en Francia, cuyo ejemplo de
praxis política fue visto con entusiasmo hasta los excesos del Terreur. La Revolución
marcaba una ruptura con el modelo de acción político de las logias masónicas alemanas
del siglo XVIII. El salto a la política sólo podía producirse mediante la radicalización de

69 Koselleck, 2007:59.
70 Koselleck, 2007:63.
71
Hauser, 1969:274.

33
las posiciones antitéticas de la moral y la política. Y en el caso de la burguesía alemana
su desarrollo se produce tardíamente bajo el signo del Romanticismo, cuando ya el exceso
revolucionario francés ha sido contenido, primero por el Imperio napoleónico, y, después,
por el sistema de la Santa Alianza. Así pues, la pasividad política reflejada en la cultura
implica una renuncia al campo práctico que “manifiesta no sólo una indiferencia absoluta
por las aparentemente inalterables condiciones sociales coma sino también un desprecio
manifiesto de la política como profesión”72, permitiendo que ésta permanezca en manos
del Estado absoluto.

La maduración de la burguesía, en cuanto a clase social, y la recuperación de su


peso económico en las décadas de 1820 y 1830 impediría el desarrollo efectivo del
movimiento liberal en Alemania. Serían las generaciones de estudiantes universitarios
formados entre 1810 y 1830 quienes reclamarían la expresión política de su clase dentro
del sistema forjado por la Santa Alianza. Y no sólo clamaban por esa expresión, sino que
también defendían que los productos del pensamiento elaborados en el recogimiento
interior del idealismo, es decir, que la filosofía y la literatura guiasen la acción política a
través del enjuiciamiento moral de las acciones del Estado. El abandono de lo práctico
por lo espiritual acentuó sobremanera la polarización y el conflicto dialéctico entre toda
una serie de conceptos desarrollados por la interioridad burguesa: vida privada y vida
pública, espíritu y materia, moral y política, …. Dicha polarización y la primacía de los
conceptos asumidos por el Estado como positivos, es decir, aquellos que mantenían a la
burguesía alejada del poder, dio lugar a un fenómeno que desde la literatura se llamó
deutsche Misere o “idilio alemán”. Fenómeno del cual nuestro poeta se percató, con gran
clarividencia, como un “síntoma instigador de la crisis política en ciernes”73 entre las
monarquías alemanas, todavía absolutas, y la propia burguesía.

Así, el dualismo moral elaborado por la burguesía contribuyó en Alemania a


consolidar un espacio público para la crítica pese a que fue duramente reprimido. La
persecución y las restricciones que sufrió dicho espacio por los Decretos de Karlsbad y
las nuevas condiciones posteriores a 1830 alentaron las posiciones del liberalismo radical-
democrático alemán que vio en el modelo francés un ejemplo para la acción política. Pues
dicho modelo ofrecía “a los intelectuales de países menos favorecidos la esperanza de
que, sí seguían el ejemplo francés, podrían llegar a desempeñar un papel mucho más

72 Hauser, 1969:280.
73 Koselleck, 2007:64.

34
importante que en las antiguas sociedades estamentales”74. Las palabras “Libertad” y
“Revolución” adquirían, así, no sólo su significación en cuanto a medio para satisfacer
sus intereses políticos, sino que también eran el justificante moral de su acción política.
Su uso evidenciaba la crisis inmanente que se estaba produciendo en el seno de los
territorios de la Santa Alianza puesto que el ejercicio de la crítica conlleva que todo
conflicto, considerado moralmente, estuviese ya decidido75. Se sentenciaba así cualquier
acción política realizada por la razón de los Estados absolutista, pudiendo los intelectuales
y artistas del Vormärz arrojar sobre las monarquías alemanas “nuevas inculpaciones a la
pretensión y exigencia de dominio” 76 en base a la crítica fundamentaba en la razón. El
propio Heine era consciente de lo que implica el enjuiciamiento racional y moral de la
crítica y el carácter condenatorio que albergaba ésta:

“Apenas la religión manda imprimir un catecismo razonado, apenas el


absolutismo publica un periódico oficial, están perdidos una y otros. Pero este
es precisamente nuestro triunfo: que hemos obligado a nuestros enemigos abrir
la boca, y que ahora deben contestarnos”77.

La argumentación del proceso constitutivo de la crítica se hace imprescindible


para comprender la presencia de un contenido explícitamente político en la literatura de
Heine. Sobre todo, si tenemos en cuenta que nunca participó de la política activa. Y que
dicha presencia no hace que su obra deje de tener un mero valor estético. Pues la crítica,
más allá de ser un instrumento para someter a escrutinio la realidad y buscar una
pretendida verdad universal, es, ante todo, un arte que aparece “como una antípoda del
poder político”78. Pretende, así, encontrar la belleza y lo auténtico que aparece velado tras
las apariencias sensibles. Dicha belleza y autenticidad responden a la esencia de la propia
verdad dada, o no, es decir, responden a la idea de justicia y perfección que encierran en
sí mismas. De esta manera la subjetividad del autor se lanza a la búsqueda de esa verdad
ideal donde poder programar, o realizar, una serie de ideas políticas que lograrían acercar
la realidad dada al deber ser que se enuncia en la crítica y la moral. Como señala Koselleck
el marco interior del individuo es el único lugar donde “es posible desencadenar el
proceso crítico que hace posible la conquista de la verdad”79, la única esfera donde se

74 Charle, 2000:39.
75 Koselleck, 2007:63.
76 Koselleck, 2007:93.
77 Heine, 2008:134.
78 Koselleck, 2007:94.
79 Koselleck, 2007:102.

35
puede realizar la libertad negada. Y, sin embargo, al mismo tiempo se producía la
necesidad de conquistar dicho espacio en la realidad, manifestándose ya un rechazo al
mundo del idealismo: “Se duerme muy bien y también se sueña muy bien /en nuestras
camas de plumas. / En ella se siente el alma alemana / libre de cadenas terrenales. / Se
siente libre y se lanza hacia arriba, / hacia los más altos espacios celestes. / ¡Oh, alma
alemana, qué altivo estuvo / durante los sueños nocturnos!”80.

Ciertamente, la puesta en juego que nuestro poeta hace de la crítica le sitúa en el


camino recorrido por los ilustrados. Una crítica que empieza en el mismo campo de la
estética, rechazando, en primer lugar, la concepción reaccionaria de la literatura posterior
a Herder, es decir, el Romanticismo. Y, en segundo lugar, su ataque se dirigió más
concretamente contra el contenido político de éste y su aversión hacia el mal llamado
“racionalismo <<corruptor>> y las tendencias reformadoras de la Ilustración”81.
Puesto que el movimiento romántico no actuaba como antítesis del poder, sino que lo
reforzaba mediante el servilismo para con el Estado y su falta de sentido práctico
convertida en virtud, la cual se “llamó idealismo, interioridad y superación de las
limitaciones de tiempo y espacio”82. Las “campañas de exterminio del Romanticismo”83
del poeta marcaban el inicio de la crítica y la ruptura del arte con el poder establecido. Al
mismo tiempo que creaba un modelo de acción intelectual basado en el voluntarismo y
activismo político en torno a una serie de cuestiones. Declararía Heine a este respecto que
era “su último poeta: conmigo se cerró la vieja escuela lírica de los alemanes, mientras
aún tiempo […] inauguraba la nueva, la moderna lírica alemana”84.

La crítica de Heine tiene un objetivo claro, concretamente una obra literaria


realizada por un personaje asociado al Imperio napoleónico. Es la es la célebre De
l’Allemagne (1814) de Madame de Stäel. En ella, y en opinión de Heine, se ofrecía una
imagen de Alemania irreal y asociada a un determinado movimiento político y estético y
a una determinada clase social, la nobleza. Llegó a publicar una contestación a dicha obra
con el mismo título, con el objetivo de crear polémica y ofrecer al público una visión
realista del panorama literario y político alemán, desenmascarando la visión conservadora
que había ofrecido de Alemania. La obra le sirvió así para someter a la crítica la Alemania

80 Heine, 2009:77.
81 Hauser, 1969:273.
82 Hauser, 2006:280.
83 Heine, 2006:17.
84 Heine, 2006:18.

36
resultante de la Restauración y regida bajo el Romanticismo político. Al mismo tiempo
que planteaba toda una serie de consideraciones en base a los principios de la Ilustración.

El primer blanco de sus furibundos ataques fue la exaltación de la nobleza


realizada por la ginebrina. Hay que leer dicha exaltación dentro de su contexto histórico
como una defensa de la nobleza de sangre que encabezaba aquellos ideales caballerescos
de lealtad a la jerarquía, ideales que desaparecieron bajo los principios morales de la
Revolución. Heine más allá de censurar esa concepción, dirigió sus críticas contra los
propios regímenes monárquicos que todavía no habían avanzado en la concesión de la
igualdad civil y mantenían la estructura estamental de la sociedad. Para Heine carecía de
razón de ser, “la nobleza se encuentra en contradicción con la razón, la época y consigo
misma”85, diría. Más claro sería en su consideración respecto a la contradicción que ésta
albergaba, al decir que “desde el inicio de la Revolución Francesa la nobleza se encuentra
de alguna manera a (sic) pie de guerra contra los pueblos y combate público
secretamente el principio de la libertad y la igualdad y sus representantes, los
franceses”86. Se aventuraba más lejos al decir sobre el privilegio que “[…] no ennoblece
/ la carnada; noble es quien / siente y obra con nobleza”87, defendiendo así una idea que
responde más al ideal de virtud republicana. La crítica encerraba el juicio moral contra la
teoría organicista de las sociedades y los pueblos dada por Herder, y retomada a partir del
Congreso de Viena por aquellos ideólogos que aún defendían la tradicional división entre
lehrstand, währstand y närhstand88. Una configuración de la sociedad todavía mantenida
en el plano teórico en vísperas de los acontecimientos de marzo de 1848 que se sustentaba
en el carácter ilusorio de los ideales representados en la Revolución de 1789.

Si la estructura social era uno de los ejes fundamentales en los que Heine veía el
conflicto político, también sabía que el origen inmediato de esta situación era la escasa
voluntad de modernización política del Estado prusiano. Su juicio caía en esta cuestión
en la hipocresía de que esta monarquía, bajo Federico Guillermo III, hubiese prometido
una asamblea nacional y una constitución escrita emanada de los principios liberales, no
habiendo llegado a cumplir nunca ni una ni otra. Un juicio que solo se podía manifestar
a través de la ironía ante su reiterado incumplimiento:

85 Heine, 2008:237.
86 Heine, 2008:238.
87 Heine, 2011:59.
88 Droz, 1971:62.

37
“Y quien voluntariamente tome parte en la lucha sagrada recibirá hojas
de roble sobre la gorra y se le concederá el trato de <<usted>> y obtendrá
después acceso libre al teatro o será considerado al menos como un niño y
pagará tan solo la mitad. Y por los servicios patrióticos extras se deberá
prometer al pueblo entero una constitución de manera adicional”89

Sin embargo, más allá de estas críticas respecto al atraso político de Alemania, y
concretamente Prusia de la que fue súbdito a partir de 1815, el poeta no se centra
únicamente en el aspecto constitutivo del Estado, ni de la sociedad, ni de las clases
relegadas del ejercicio del poder político. El auténtico eje de la crítica heiniana era aquello
que impedía -o que al menos pretendía impedir- el libre ejercicio de la crítica, la censura
a la prensa y la literatura. Los mencionados Decretos de Karlsbad, firmados el 16 de
septiembre de 1819, marcaron y establecieron las directrices de la censura en el seno de
la Deutscher Bund. Unas medidas de control de la opinión pública que también llegaron
a establecerse para las universidades, coartando la libertad de cátedra existente. Heine,
que había comenzado a dedicarse a la prensa en 1828, sufrió esta censura con mayor
virulencia a partir de 1830, viéndose obligado a recurrir a la ironía y a la sátira para
intentar sortearla, como ya hemos podido ver en algunos fragmentos. Sus escritos
ensayísticos elaborados entre 1831 y 1835, y sobre los cuales trabajamos, muestran un
carácter mucho más enérgico y directo en este campo que sus poemas épicos de la década
de 1840. En esos ensayos se recrea a través de imágenes ambiguas para ejercer la crítica90.
Él mismo vaticinó que el recurrente uso de la ironía haría que la literatura perdiese su
razón de ser. No obstante, la alternancia entre una crítica abierta y otra irónica pretendía
no sólo señalar la inmoralidad del Estado prusiano, el cual le persiguió más
insistentemente, sino también su hipocresía:

“Especialmente en Prusia reinaba una libertad de pensamiento


ilimitada. El marqués de Brandenburgo había comprendido que sólo gracias al
principio protestante podía ser un rey legítimo de Prusia, y que, por tanto debía
sostener también la protestante libertad de pensamiento. Desde entonces,
ciertamente, han cambiado mucho las cosas en Alemania, y el natural protector
de nuestra protestante libertad de pensamiento se ha concertado con el partido

89 Heine, 2008:242.
90 Véase Anexo 3.3. Fragmentos 1, 2 y 3.

38
ultramontano para reprimirla, utilizando para ello el arma que el papado invento
y aplicó contra nosotros: la censura”91.

La crítica no quedaba sólo en estas cuestiones, sino que también alcanzó a la nueva
ideología nacida de la expansión de la Francia imperial, el nacionalismo, en la medida
que esta fue utilizada de manera ilegítima por el Romanticismo. Su ataque hacia el
nacionalismo de corte herderiano basado en la concepción orgánica de la nación, encontró
en Heine el rechazo más absoluto, oponiendo el modelo francés de nacionalidad en base
a un contrato consentido por los individuos-ciudadanos. Su idea de nacionalidad, aunque
fundamentada en la lengua por garantizar su acceso a la comunidad nacional, pues la
lengua era aquello que le permitía al individuo ser partícipe de los valores e ideas con los
que la comunidad concreta estructuraba su realidad, le hacía participe de la forma de
pensar propia asociada a dicha lengua. Así pues, la aceptación del modelo de nacionalidad
francesa le situaba en un plano mucho más moderno respecto a sus compatriotas, pues el
fundamento étnico le dejaba excluido de la nación. La defensa abierta de esta pertenencia
fundamentada por el uso de la razón y la lengua92 le costó “el griterío de esos fariseos de
la nacionalidad” que como señalaba se habían aliado “con los gobiernos, que gozan
también del más completo amor y consideración de la censura”93. Sus escritos, por esta
razón y dado su carácter de judío, fueron ampliamente atacados por los sectores
nacionalistas progresistas y conservadores. Con mucho más ímpetu por estos últimos a
los que tildaba de ociosos y de “heroicos lacayos de librea negra, roja y oro”94.

Estos elementos que hemos expuesto constituían las bases del Romanticismo
político, con un tinte abiertamente conservador. Ideas que Madame de Stäel había
difundido como el carácter esencial de la mística y nebulosa Alemania, y que
posteriormente algunos historiadores, sea el caso de Georg L. Mosse, hacen extensiva a
toda la sociedad alemana del siglo XIX. No obstante, la variante política de este
movimiento artístico es un fenómeno que el propio poeta advertía en la mencionada
deutsche Misere, que es en suma el rechazo de la razón y la moral en su carácter universal
y cosmopolita esgrimido por la Ilustración. Hay que entenderlo como la perpetuación de
la reacción a la extensión de racionalismo en Alemania, lo que después en la historiografía
se ha denominado y explicado bajo el nombre de Sonderweg. La reacción era debida,

91 Heine, 2008:87-88.
92 Véase Anexo 3.3. Fragmento 4.
93 Heine, 2009:10.
94 Heine, 2009:10.

39
fundamentalmente, a la realidad histórico-social de Alemania reflejada en la excesiva
fragmentación política en principados y ciudades hasta 1789. Una fragmentación
traducida en una abundante multiplicidad de códigos legales y una marcada división
estamental de la sociedad95 que, al chocar con un nuevo modelo cultural y político, basado
en la razón universal y el rechazo de la tradición, encuentra en ello una férrea resistencia
en base el principio de la razón local o lokalvernunft. La primacía de este principio dentro
del Romanticismo político y literario que exaltaba la particularidad, siendo este más
valioso que la idea de universalidad. La crítica ejercida por Heine y el rechazo de derivada
de ella, implicaba un total desafío al orden establecido y el cuestionamiento de la
autoridad que lo mantenía, sea el de los príncipes, sea la religión o la nación. Esta era la
argumentación de la crítica heiniana. El rechazo individual del poeta, sufrido por sus
particularidades confesionales, encontraba una nueva fuente de sentido en la idea
universal de Humanidad que le proporcionaba la Ilustración.

3.4. Pensar la Revolución


“El gallo galo ha cantado ahora por segunda vez y también en
Alemania es de día. En retirados monasterios, castillos y ciudades
hanseáticas y en los últimos escondrijos de la Edad Media se refugian
inquietantes sombras y fantasmas”. Heine, Introducción al escrito de
Kahldorf sobre la nobleza, 2008:225-226.

“¡Pero las sagradas velas / del siglo alegres llamean / y


ahuyentan su luz las sombras / malvadas de la Edad Media! Heine, Atta
Troll, 2011:127

Las condiciones políticas de la Alemania de 1820, su continuación durante la década


de 1830, y el imperante antisemitismo se transfiguran en Heine durante la experiencia del
exilio parisino en una nueva forma de pensar la realidad. Ello que le condujo a una
posición ambigua entre “la triste patrie réelle allemande, et d’autre part, la désireble
patrie idéale, la France”96. La experiencia de la vida moderna contemporánea contrastaba
con la realidad vivida en la patria chica, Renania, donde se gozó durante un breve tiempo
del clima francés, y que tras el Congreso de Viena había vuelto a la realidad previa a 1793
bajo el águila prusiana. La fuerza que representaba París, más que Francia, y la propia

95 Véase Anexo 3.3. Fragmento 5.


96 Calvié, 2006:163.

40
Revolución sobre el pensamiento de los intelectuales alemanes actuaba como polo de
atracción en lo geográfico, lo político y filosófico. Hasta llegar al punto de que muchos
de ellos, como Heine, acabaron por emigrar a París, voluntaria o forzosamente, pues era
para todos ellos la heterotopía en la que realizar la libertad refrenada en Alemania. La
comprensión y el establecimiento de Francia, en lo temporal y en lo espacial como punto
de referencia, manifiesta el deseo íntimo de Heine de que la futura liberación alemana
fuera apoyada por la Monarquía de Julio97, es decir, por la alteridad que representa
Francia, o al menos que sirviera de modelo práctico. Tal acercamiento, aunque truncado
con la crisis de 1840 por la beligerante postura del nacionalismo alemán, se acabó por
producir inconscientemente cuando estalló la Revolución de Febrero.

Heine no estuvo solo ante esta realidad. Compartió destino con otros intelectuales
hebreos, sea el caso Ludwig Börne (1786-1837) a quien conoció en París, y con quien
trabó amistas y trabajó para la entrada de Alemania en la Modernidad cultural y política.
Börne y sus Briefe aus Paris tenían puesta su atención en la cuestión política y la defensa
de la doctrina radical de la soberanía popular98. Por su parte, Heine luchó, principalmente,
por la libertad de pensamiento, contra el dogma y la alianza de la religión con el
romanticismo político de la Santa Alianza99. Ambos estuvieron vinculados a la Junges
Deutschland y sus ideas sirvieron de inspiración y punto de partida para dicho
movimiento político, que por otra parte acabaría por desembocar en la Revolución de
1848. Börne y Heine fueron la tardía vanguardia alemana del racionalismo y el
cosmopolitismo que realizó en 1789 la Revolución y la conquista de los derechos del
hombre100.

Movidos por los hechos de Julio de 1830, tanto Börne como Heine, iniciaron la
traslación del predicado romántico, hasta ahora imperante en la política, hacia el pasado.
Mientras que lo moderno entendido como el presente más próximo era convertido en algo
positivo, en la tendencia “que trata de influir en la vida … […] en la medida que se
circunscribe totalmente al presente y, así, reduce la realidad”101. De lo que se trataba era
de introducir Alemania en la “comprensión del presente”102. Dicha comprensión pasaba,
primero, por la crítica y la exposición de las contradicciones de los ideales del

97 Véase Anexo 3.4. Fragmento 1


98 Droz, 1971:83.
99 Droz, 1971:84.
100 Hammen, 1946:55.
101 Schlegel, F. 1815:130; citado por Koselleck, 2018:315.
102 Koselleck, 2018:314.

41
Romanticismo. Y, tras ella, la decisión de plantear una alternativa que pasaba
necesariamente por una nueva filosofía de la Historia favorable al cambio de las
condiciones políticas dadas. Les Trois Glorieuses hicieron aflorar una simpatía por la idea
de la Revolución entre aquella juventud alemana liberal que había abandonado las
universidades a lo largo de la década anterior, no pudiéndose insertar dentro del mundo
académico y estatal, bien por sus consideraciones políticas, bien por sus consideraciones
religiosas. No obstante, en el caso de Heine, sus consideraciones favorables sobre este
acontecimiento político no hay que encontrarlas ligadas indisolublemente a los escritos
posteriores a 1830, ya se podían encontrar en sus Riesebilder -concretamente en Viaje de
Múnich a Génova y Los baños de Lucca-.

El cambio generacional que se producía al mismo tiempo que la Revolución de Julio


reclamaba un nuevo orden político y social con unas nuevas instituciones racionales103
frente a la decadencia y la obsolescencia del sistema de la Santa Alianza. Un cambio
generacional que Heine profetizó bajo el término de Kunstperiode104 y en el que se
producía el fin de una época artística y una revolución filosófica. A cuyo fin le habría de
seguir otra dirigida en lo literario por la Junges Deutschland y en lo filosófico por los
jóvenes hegelianos. Dicha profecía se acabó por cumplir con la muerte de Hegel en
diciembre de 1831 y el posterior fallecimiento de Goethe en la primavera de 1832. Su
desaparición se producía en lo físico y lo simbólico, augurando el fin próximo del antiguo
orden ideológico alemán a cuya cabeza se encontraban. Estos acontecimientos con los
que se abrió la década de 1830 marcaban la toma de consciencia de un nuevo presente
por conquistar, a lo que el poeta se preguntaba “¿qué hicimos la pasada noche?”105.

La respuesta a esa pregunta había que encontrarla en la Edad Media que tan duramente
censuraba el poeta y que todavía propugnaba el vigente Romanticismo como ideal al que
regresar. Aunque en un primer momento el progresismo romántico encontró en la vuelta
al pasado un punto histórico sobre el que reiniciar la Historia y realizar lo que no triunfó
en 1789. No obstante, la postura conservadora del movimiento se alzó con la hegemonía
e impuso la vuelta al pasado medieval como una vuelta al statu quo pre revolucionario,
sin ninguna opción de realización ni de avance. Pero para Heine, influenciado por la

103Mah, 1990:4.
104“El final del periodo del arte que comenzó en la cuna de Goethe y acabará en su ataúd …
está a punto de cumplirse”. Heine citado en Koselleck, 2018:320-321.
105 Heine, 2008:226

42
filosofía alemana, la vuelta al pasado sobre la que reiniciar la marcha del progreso no
consistía en los tiempos de los emperadores de la casa Staufen, sino en el inicio de la
propia Modernidad establecida con la Reforma protestante.

Para Heine la realización política del presente y la restauración de sus potencialidades


pasaba por abandonar el campo especulativo y lanzarse a la acción de la mano de la razón
que simbolizaba la Reforma. Ello implicaba rechazar el repliegue hacia la interioridad y
el abandono de la acción. Solamente así, el pensamiento alemán podría adquirir de nuevo
la condición de moderno y una expresión social y política acorde con el tiempo en el que
se hallaba. La figura de Lutero fue el vector idóneo que encontró Heine para reivindicar
la modernidad de Alemania. A él se le debía el desafío al dogma y la jerarquía tradicional
de la Iglesia romana a través de sus tesis del “sacerdocio universal y el derecho de todos
los cristianos a interpretar las escrituras”106. Esto era la defensa y el establecimiento de
la autonomía de la razón. Lutero era en sus palabras:

“No solo el hombre más grande de nuestra historia, sino también el más
alemán de todos, en el hecho de que en su carácter se funden del modo más
grandioso todas las virtudes y todos los defectos de los alemanes, en el hecho de
que representa además personalmente a la asombrosa Alemania. Lutero tenía
características que rara vez encontramos reunidas y muy corrientemente vemos
en hostil contraposición punto era a la vez un místico soñador y un hombre de
acción práctico […]: hablaba y obraba”107.

La elaboración discursiva saltaba del monje agustino a una figura ya propia de la


Ilustración que hemos mencionado a lo largo del trabajo, Lessing. La puesta en valor de
la razón individual hecha por Lutero enlazaba con el pensamiento de las Luces alemanas
más radical en lo social. Concretamente con el conocimiento práctico de “los males
enumerados, resultantes de la diversidad humana, de sus limitaciones y separaciones,
[…] que pertenecen a la estructura misma de la realidad”108. Esta dimensión práctica de
la razón, apegada a las condiciones materiales de la sociedad, hacía de Lessing, y en
palabras de Heine, “una clase de hombre qué no se había producido desde el propio
Lutero”109. Y su reivindicación era necesaria para vincular el pensamiento alemán con la
acción que se había producido con la Revolución Francesa, es decir, el salto de la moral

106 Droz, 1971:25


107 Heine, 2008:82.
108 Koselleck, 2007:83.
109 Heine, 2008:142.

43
a la praxis política. El poeta creaba así el marco teórico en el que los prerrequisitos para
el asalto del poder por la burguesía ya se habían producido en Alemania. Sin embargo,
dicha realización sólo se había realizado momentáneamente con la expansión del Imperio
napoleónico.

La ausencia de una verdadera revolución política alemana, creó la conciencia de


que no se había pasado del pensamiento a la acción, pese a que “el pensamiento precede
a la acción como el rayo al trueno”110. Ello se debía al predominio del idealismo en la
filosofía. Y éste en vez de seguir el camino lógico, es decir, la expresión política se había
abandonado a la crítica de la Revolución y a especular sobre las condiciones ideales en
qué habría de desarrollarse un régimen basado en la libertad 111. La reflexión sobre el
panorama del pensamiento alemán conducía a que Heine señalase la existencia de una
revolución filosófica. Kant, Fichte y Hegel habían sido sus perpetradores y su punto de
partida era la Crítica de la Razón Pura de Kant. Esta obra había supuesto que la
revolución también se hiciera en Alemania, expresando que: “a ambos lados del Rin
vemos la misma ruptura con el pasado; se retira todo respeto a la religión; del mismo
modo que en Francia tiene que justificarse todo derecho, en Alemania tiene que
justificarse todo pensamiento, y del mismo modo que aquí se derrumba la monarquía con
la clave de bóveda del viejo orden social, así también se derrumba y el deísmo, la clave
del antiguo régimen espiritual”112. Kant se convirtió por analogía en el Robespierre de la
filosofía, él había puesto en tela de juicio todo el orden filosófico-espiritual, revolucionó
el reino de los pensamientos con la “crítica”, mientras que Robespierre lo hizo con la
“virtud republicana”, armas de desconfianza ambas respecto al orden pasado.

A su vez, Fichte con su filosofía del Yo, en la que la consciencia era el fundamento
de sí misma, se equipara a la figura de Napoleón: “el gran Yo despiadado en el que se
funden la idea y la acción, y los colosales edificios que ambos saben construir dan
testimonio de una voluntad colosal. Pero por la imitación de esa voluntad sus edificios
se unen de nuevo, y la doctrina de la ciencia y el imperio se descomponen y desaparecen
tan deprisa como surgieron”113. Más revelador es otro fragmento respecto a lo que
supusieron uno y otro, en sus respectivos campos, Fichte en el de las ideas, y Napoleón
en el tablero político y la difusión de los ideales liberales por Europa: “El imperio ha

110 Heine, 2008:208.


111 Droz, 1971:87.
112 Heine, 2008:148.
113
Heine, 2008:173

44
pasado ya a la historia, pero el movimiento que el emperador suscitó en el mundo sigue
sin acallarse; de ese movimiento vive aún nuestro presente. Lo mismo ocurre con la
filosofía de Fichte. Ella misma está enterrada, pero los espíritus se sienten estimulados
por las ideas a las que Fichte dio voz; y la influencia de su palabra es incalculable”114.
El discurso que va elaborando, a través de la comparación de la historia política reciente
y la historia de la filosofía, conduce irremediablemente al presente y sus condiciones.

El establecimiento de este paralelismo no es aleatorio, sino que bebe directamente


de las lecciones sobre la Filosofía de la Historia universal de Hegel, a cuyas clases Heine
asistió. Reivindica así la realización de la revolución en el plano práctico, deslizando el
pensamiento hacia la acción, hacia el despertar político de Alemania y su inserción en la
senda del progreso y la Modernidad. Pretendía también contestar la idea de Hegel sobre
la evolución del Estado y los pueblos, rechazando la transformación de éstos a través de
las reformas originadas por el incremento progresivo de la razón en la Historia. Este era
el supuesto estadio en el que se encontraba la realidad política alemana entre 1815 y 1830.
Y, sin embargo, la existencia de la censura en la práctica no demostraba dicho incremento
de la razón, sino su persecución. La censura tampoco respondía a la existencia de unas
instituciones racionales que permitiesen el ejercicio de la libertad. Así, para Heine, Hegel
encarnaba la versión conservadora de la vuelta al pasado propugnado por el
Romanticismo político, el mantenimiento del orden imperante anterior a 1793, pues
suministró a la monarquía prusiana su doctrina estatal, su forma de hacer política115. El
poeta rechazaba así la visión conservadora de Hegel sobre el panteísmo y la filosofía de
la naturaleza de Schelling, las cuales eran en su sistema filosófico la viva encarnación y
justificación del sistema de la Restauración.

Bajo una terminología algo confusa, Heine vaticinaba que: “un día, aparecerá el
tercer hombre que termine lo que empezó Lutero y continuó Lessing, el hombre que tanto
necesita la patria alemana -¡el tercer liberador!-.Ya veo su dorada armadura detrás del
purpúreo manto imperial, reluciendo <<como el sol tras el rojo del alba>>”116. Este
campeón no era Kant ni Fichte ni Hegel -quien había dominado la revolución filosófica
desde las Guerras de Liberación-. El cambio de orientación política y filosófica en
Alemania se produciría de la mano del panteísmo que Schelling había abandonado al

114
Heine, 2008:173.
115 Véase Anexo 3.4. Fragmento 2.
116 Heine, 2008:142.

45
conservadurismo y que Hegel asociaba al sistema de la Restauración. Para Heine el
panteísmo -la religión secreta de Alemania-, y la filosofía de la naturaleza enlazaban con
el paganismo germánico y el spinozismo. Esta cuestión compleja en su terminología,
relacionaba el ascetismo espiritual del cristianismo con la opresión de la materia,
entendida en cuanto a las formas sociales y políticas de Alemania. A través del panteísmo
se volvía a un juste milieu entre el espíritu y la materia a través de la reivindicación de la
última, creando un marco de libertad, no sólo interior, sino también exterior.

Esta disertación histórico-filosófica conduce irremediablemente hacia el acto


revolucionario. Sin embargo, su carácter excede de lo meramente político, albergando un
eminente y profundo contenido social117. Y pese a ello deja abierto el interrogante sobre
su naturaleza en clave profética. Únicamente a través de la comparación con otros
acontecimientos similares intenta dilucidar el carácter de su naturaleza. Tampoco puede
precisar el cuándo y el cómo se producirá, pues Heine sólo fue consciente de la
maduración política de las clases sociales que la llevaran a cabo, por un lado, la burguesía
y su creciente poder económico y cuyos máximos representantes conocía -la familia
Rotschild-, y, por otro lado, el creciente número de las maltratadas masas proletarias.

Dicha disertación también responde a una batalla entre Historia y Literatura en la


que el discurso juega un papel determinante por representar la verdad del presente. La
literatura se convierte en un espacio privilegiado donde representar un programa político
y desde donde llevar a cabo la acción que plantea una y otra vez, frente al repliegue
interior. La lucha que ejerce Heine por crear un determinado discurso suponía la vuelta
del pasado a su respectivo lugar y la restauración de la contemporaneidad a su justo valor,
en una superación del hiato temporal producido tras 1815. La lírica y la prosa pasaban a
ser el arma desde el que establecer las condiciones de la lucha política inmediata, en un
doble juego que afectaba también a la concepción del pasado y a la proyección del
futuro118. Esta es la contribución revolucionaria de Heine a la lucha política

La lucha literaria en la que se concibe el cambio político significaba la puesta en


valor del propio momento experiencial. Significaba romper con la concepción organicista
de la sociedad que mantenían teóricos como Leopold von Ranke respecto a los hechos

117 Véase Anexo 3.4. Fragmento 3.


118 Zantop, 1987:575

46
que se habían vivido y se vivían119. La renuncia de ciertos sectores sociales,
eminentemente conservadores, a intentar comprender la realidad del tiempo presente de
una manera refractaria, en forma de proceso dialéctico, y la naturaleza de los hechos
permitía que sus rivales políticos se lanzasen a la conquista argumental del tiempo,
ofreciendo una visión que abría la posibilidad de realización de alternativas políticas
contrarias a las posiciones hegemónicas mantenidas por el idealismo estatista inspirado
en Hegel. Heine a través de sus poemas épicos y sus artículos periodísticos introduce una
visión totalizante que quiebra la linealidad entre pasado y presente, narcotizando y
desbordando al lector que ve los hechos de forma abierta y múltiple, percibiendo a su vez
el potencial histórico de las acciones y sus condiciones a través de distintas perspectivas.

La linealidad del historicismo remetía siempre al pasado en cuanto a razón


argumentativa. El presente era un punto estable -independiente de su desarrollo
progresivo u orgánico-. No obstante, la aceleración producida por el hiato temporal en las
formas de vida entre 1815 y 1830 exigía de una nueva historización del tiempo acorde a
la idea de progreso. Ahora no era “un punto fijo delimitable, desde el cual se podía juzgar
el pasado”120. La nueva historia contemporánea y la velocidad a la que se producían sus
acontecimientos no daba tiempo a establecer una diferencia entre la vivencia y el
recuerdo. El interrogante de cómo hacer la revolución en Heine es resultado último de la
cronificación del presente, su labor periodística y artística capta las vivencias de forma
testimonial, lo que le permite hablar en términos generales de un clima revolucionario o
políticamente agitado pues es lo que ve en cuanto a testigo ocular. Un clima que
contribuye a crear con sus escritos, pero del que no puede precisar la forma concreta en
la que se manifestará, pues se vive al día, los acontecimientos se suceden a un ritmo más
rápido que la memoria. Se puede pensar y teorizar sobre la experiencia, pero está sujeta
a la realidad material y a su evolución temporal. Por ello no puede ofrecer ningún detalle
sobre la venidera revolución. Debe avanzar el tiempo para aproximarse a sus condiciones
futuras y a la naturaleza de su desarrollo.

Aun no pudiendo ofrecer un punto preciso en el futuro, la construcción discursiva


necesita de un punto de referencia y de arranque anclado en el pasado que sea, más o
menos, estable sobre el cual desarrollar el programa político. Este punto Heine lo

119 En el artículo VI, 19 de abril de 1932, de Französichsche Zustände encontramos los


planteamientos de Heine respecto al tiempo en una polémica con el propio Ranke sobre el origen
de la legitimidad de la nueva casa de Orleans.
120 Koselleck, 2018:320.

47
establece, primero, en Lutero para intentar cuestionar el programa dogmático del
Romanticismo y hacer comprender a sus contemporáneos el carácter alemán de la nueva
cultura moderna. Pese a ello, colocar a Lutero como inicio conllevaba un peligro para el
liberalismo alemán al que se adscribía el poeta. Pues el agustino no fue un adversario de
las autoridades establecidas en lo político, “la libertad que reivindicaba para el creyente
consistía únicamente en la facultad de ponerse directamente en relación con Dios”121.
Hecho que quedó constatado cuando el absolutismo regio apeló al luteranismo político
para volver a encauzar la situación tras 1815, en base a su respeto por el orden, la jerarquía
y la obediencia. Ante tal coyuntura Heine intentó utilizar únicamente la vertiente positiva
del éste: “Yo sólo sabía apreciar el protestantismo por los méritos que había ganado
conquistando la libertad de pensamiento que, por supuesto, es el suelo sobre el que
después pudieron moverse Leibniz, Kant y Hegel (Lutero, el poderoso hombre del hacha,
tuvo que preceder a esos guerreros y allanarle el camino). En ese sentido yo también
apreciaba la Reforma como el comienzo de la filosofía alemana y justificaba mi postura
belicosa a favor del protestantismo”122. El segundo punto, y de forma indiscutible en el
ambiente en el que escribe, es 1793. Pues París y su tradición revolucionaria era el τόπος
que servía de refugio -físico y espiritual- para los intelectuales europeos, “un presente
aún viviente en donde se inspiran”123 las nuevas acciones revolucionarias y sus
programas.

3.5. Libertad e Igualdad: una utopía


No es culpa mía que ése nunca fuera el caso, que la filosofía alemana
sea justo lo contrario de lo que hasta ahora hemos denominado devoción y
religiosidad, y de que nuestros filósofos más modernos proclamarán el ateísmo
absoluto como la última palabra de nuestra filosofía. sin cuidado ninguno y con
la báquica alegría de vivir arrancaron la cortina azul del cielo alemán, y
exclamaron: mira, todas las deidades han huido y allí arriba sigue sentada
únicamente una vieja doncella con las manos de plomo y el corazón triste: la
necesidad. Heine, Confesiones, 2006:48.

La construcción de un discurso histórico-filosófico por parte de Heine en sus


ensayos parisinos encubre la elaboración de un plan de ocupación del espacio político por

121 Droz, 1971:25.


122 Heine, 2006:73.
123 Chartier, 2008:48-49.

48
la burguesía a la que pertenecía. La revolución que se dejaba vislumbrar en un tiempo
futuro generaba, así, una tensión política en el presente, que se evidencia en la censura de
sus escritos. No obstante, dicho plan seguía residiendo en el ejercicio de la crítica y la
alternativa que derivaba de ella respecto al orden vigente. La imposibilidad de realizarse
en el campo de la praxis manifestaba así que su realización todavía estaba pendiente en
espacio y tiempo. En el plano geográfico los intelectuales alemanes como Heine habían
observado cómo Francia dejaba de responder a sus altos ideales por la evolución de la
Monarquía de Julio y la acuciante crisis del Rin que truncó el acercamiento francoalemán
de la década de 1830. El único campo en el que ejercitar la crítica arrojaba el pensamiento
de nuestro poeta hacia la incertidumbre. La vinculación con el futuro otorgaba al poeta,
en cuanto a juez y ejecutor de la crítica, una total libertad para pensar y representar las
condiciones de la nueva sociedad surgida de la crisis del sistema ideológico imperante.
Ello conducía a Heine hacia el campo del utopismo, hacia un lugar todavía inexistente al
que sólo se llegaría a través de la fe en el progreso, heredera de la teleología
judeocristiana.

El diagnóstico de la crisis lo realiza Heine en la prensa y, de manera más accesoria,


también en sus textos poéticos. Éste tampoco es completo hasta el conocimiento de las
realidades surgidas de los avances del industrialismo y el maquinismo pues en Alemania
la industrialización estaba en una fase temprana de su desarrollo. Sólo con la observación
de la miseria de las clases populares y trabajadoras de Inglaterra -a la que viajó entre 1828
y 1829- y de Francia se acentuó su impresión de que no se vivía en el mundo deseable en
concordancia con aquella máxima hegeliana de que “todo lo real es racional, y todo lo
racional es real”. La pobreza, la falta de libertades políticas, el hambre, … eran reales,
pero no racionales de acuerdo con la concepción ilustrada y humanitarista de la que bebía
Heine y que expresaba con frecuencia a través de aquella máxima de Saint-Just -“le pain
es le droit du peuple”-. Se establecía así, en su pensamiento el contenido eudemonista
propio del utopismo, la erradicación de los males y la consecución de la felicidad de la
Humanidad. Un eudemonismo alejado del arbitrio y sus disposiciones autoritarias
encerradas en despotismo ilustrado: “se predica una forma idealista de Estado que,
completamente basada en motivos racionales, en última instancia debe ennoblecer y
hacer feliz a la humanidad. Probablemente no necesito nombrar a los más entusiastas
paladines de esta visión”124. El poeta se hacía eco de los Principios metafísicos del

124 Heine, 2010:279.

49
Derecho de Kant, y, al igual que éste, compartía aquella visión de la libertad como
instrumento de perfeccionamiento y dignificación del hombre. Únicamente su ejercicio
conllevaría la realización del derecho que no se ejercía, diría en 1833: “La vida ni es un
fin ni un medio, la vida es un derecho. La vida quiere hacer valer este derecho contra la
muerte paralizadora, contra el pasado, y este hacer valer es la revolución”125.

La sociedad ideal de Heine, aquella que no tenía lugar en el presente, se articulaba


a través de la Libertad y la Igualdad. Jugaba entre la ficción y la realidad para dotar de
sentido a esta última a través de los principios abstractos de la Aufklärung, inexistentes
en la Alemania del Romanticismo, e imperantes en París. Conjugaba en su discurso “las
precisiones poéticas y los préstamos de la realidad”126, las quejas sobre los problemas de
su sociedad se convertían así en un material capaz de transformar potencialmente el
estado dado de la realidad. La reflexión incesante sobre las condiciones materiales de su
tiempo le conduce a intentar crear un mundo mejor sin abandonar la consciencia crítica,
es decir, sin cometer “el sacrificium intellectus”127, que supone aceptar la realidad tal
como es, e, incluso, falsearla. “El reino de los cielos” del que habla Heine aleja la
melancolía y el sufrimiento, los lieder ahuyentan la melancolía, el pesimismo y la dureza
de las condiciones vividas y observadas por el poeta. Permiten diseñar esa realidad mejor,
donde no existe la melancolía y donde se disfruta de la plena autonomía de la acción y
del pensamiento, ese lugar donde no existía la miseria128.

El contenido utópico de Heine no hay que encontrarlo vinculado exclusivamente


a la crítica de la realidad, también hay que tener en cuenta la conexión e influencia que
ejercieron sobre él las distintas escuelas filosóficas del momento, entre las que destacan
la de los sansimonianos en Francia y la de los jóvenes hegelianos en Alemania. Él, al
igual que muchos emigrados alemanes, se adhirió a los incipientes movimientos del
socialismo en cuanto que satisfacían sus aspiraciones de clase, pues le reconocían su papel
de intelectual en el seno de la sociedad burguesa, es decir, le otorgaban un papel en cuanto
a miembro de la clase educada cuyo cometido era guiar y educar a las masas para
conseguir su integración y emancipación efectiva. Además de que compartía con ellas la
misma visión sobre la incapacidad de las fuerzas e instituciones conservadoras vigentes
para garantizar la paz social y una política interior estable dado el carácter inmoral de sus

125 Heine, 2010:280.


126 Lepenies, 2007:45.
127 Lepenies, 2007:29.
128 Véase Anexo 3.5. Fragmento 1.

50
acciones. Heine diría a este respecto que: “tal vez sea útil / a la humanidad, la clase / más
alta animal, saber / lo que se piensa ahí abajo. - Abajo, en los más sombríos / medios, en
las capas bajas / del mundo animal, se incuban / miseria, orgullo y rencor. - Lo que
durante milenios / sostuvieron el derecho / y la historia natural, / se niega alzando el
hocico129”.

No obstante, las conexiones de Heine con los sansimonianos y los hegelianos de


izquierdas hay que matizarlas y ponerlas en contexto. En primer lugar, habría que hablar
de su relación con los primeros, pues de ellos el poeta toma las categorías estéticas y los
conceptos político-religioso. Lo que no quiere decir que asuma plenamente su doctrina.
Existe una diferencia entre el padre de esta corriente socialista, el Conde de Saint-Simon,
y los portavoces del movimiento que Heine conoció y con los que se relacionó, diversas
publicaciones (Le producteur, L’organisateur y Le Globe) y la figura de Prosper Enfantin
-con quien el poeta no mantuvo una buena relación-. Los prestamos más visibles del
sansimonismo en los escritos del poeta son la terminología con la que define el carácter
de su revolución venidera (espiritualismo, materialismo y sensualismo) y el lenguaje
igualitario utilizado. Desde el movimiento la Historia avanzaba progresivamente en una
alternancia de revoluciones científicas y políticas que acabaría por conducir hacia la
justicia social y la igualdad a través del avance material. La igualdad social sería, en
última instancia, la reconciliación de las clases sociales que estaban en pugna,
traduciéndose en la asistencia a los desamparados y los pobres por imperativo de la razón.
Implicaba también la liberación de la sociedad de aquellos sectores tildados de parásitos
(el clero, la nobleza, y el funcionariado)130. Bajo estos planteamientos Heine se adhirió
tempranamente al sansimonismo.

Sin embargo, bajo esta apariencia el sistema político defendido por éstos
respondía a un sistema autoritario en el que toda actividad humana estaba sometida a una
jerarquía y una autoridad. Es cierto que el movimiento propugnaba reformas variadas y
aceptables por el liberalismo radical de los emigrados como la abolición de la herencia y
la propiedad, a la cual Heine detestaba en cuanto a institución. No obstante, el desarrollo
de ideas y conceptos industriales respecto a la eficiencia y la planificación racional de la
producción conducían a una autoridad estatal total. Para Heine no había mucha diferencia
entre la Santa Alianza, a la que atacaba, y el nuevo sistema de la Iglesia sansimoniana.

129 Heine, 2011:65.


130 Charle, 2000:50

51
La primera ejercía el domino político en Europa e imponía severas restricciones a la
libertad de prensa, al mismo tiempo que perseguía a los disidentes políticos. Mientras que
la sociedad utópica aspiraba a ejercer su autoridad sobre la Humanidad entera y en todas
las esferas de las relaciones humanas. El cosmopolitismo que debiera resultar de la
fraternidad entre pueblos se convertía en la entrada de la imposición de una utopía que en
la práctica sólo suponía un cambio de opresores, nobleza y clero por empresarios e
intelectuales burgueses. A ello hay que sumar la imposición de un nuevo dogma basado
en la razón y la belleza, el cual contenía valores contrarrevolucionarios y antiliberales,
entre ellos el respeto a la jerarquía y al orden, emparentándose así con el catolicismo.

En la epopeya Atta Troll (1843) es donde Heine expone de forma consciente las
contradicciones de esta corriente del socialismo utópico. El poema expone de forma
dialógica las propias contradicciones del movimiento a través de sus dos protagonistas,
el propio poeta, que sale a cazar, y el oso, la presa y su alter ego, que es la pieza a abatir.
La crítica la lanza a través del discurso del oso contra la Humanidad, identificada ésta con
la burguesía, los sansimonianos y su programa de control y racionalización industrial:
“¡Al infierno ¡tales hombres, / malditos archiaristócratas, / miran al mundo animal / con
insolencia y orgullo, - nos roban hijos y hembras, / nos encadena, nos pegan / y matan,
para vender / nuestra piel y nuestra carne .- se creen autorizados / a cometer esos
crímenes / contra los osos, en nombre /de los derechos del hombre”131. En ella, Heine ya
encierra determinados aspectos sobre la explotación laboral que no se llegarán a plasmar
en una elaboración intelectual, pero que reflejan su entrada en contacto con los jóvenes
hegelianos.

El desapego de Heine para con ellos también se produce por el carácter


marcadamente irracional y místico adoptado por los discípulos del Enfantin. Aspectos
que chocaban directamente con la influencia de la Ilustración aceptada por el poeta:
[Habla Atta Troll] ¡Ah, los derechos del hombre! / ¿quién os los ha concedido? / nunca
la naturaleza, / que no es antinatural - ¡Ah, los derechos del hombre! / ¿quién os dio esos
privilegios? / ¡nunca lo hizo la razón, / que no es tan irracional!”132. La concepción
naturalista, u organicista, del individuo rechazaba, del mismo modo que el Romanticismo
político, la capacidad formativa de los individuos en base a la razón, aquello que era
propiamente humano. La manifestación del carácter humano para el movimiento se

131 Heine, 2011:57.


132 Heine, 2011:57.

52
producía en aquellos individuos liberados de las cadenas materiales y espirituales, y
solamente a través de las ciencias y las artes. La humanidad no era propia de aquellos que
no las ejerciesen, suponía otra negación de los principios ilustrados. Lo cual Heine no
aceptaba: “[Habla Atta Troll] Hombres, ¿os creéis mejores / porque practicáis con éxito
/ ciencias y artes? Pues nosotros / tampoco somos idiotas”133. El ataque lo dirige contra
el arbitrario esquema social sansimoniano en el cual los individuos-ciudadanos tenían
asignado su lugar definido en la jerarquía social a partir de sus talentos.

La disonancia entre sus valores ilustrados y los postulados planteados por la


Iglesia de Enfantin hizo que Heine se distanciase del movimiento. No sin antes haber
contribuido a teorizar sobre su estética en varios artículos periodísticos con motivo de los
Salones de pintura de 1831 y 1832. Su rechazo se produjo de forma irremediable cuando
ya empezó a mantener contactos más directos con los jóvenes hegelianos: “No seguiré
relatando / lo que el oso con su charla / igualitaria, insolente, / dijo del género
humano”134. El abandono de un movimiento por otro no implicó el desarrollo de un
programa estructurado a semejanza de su compañero Marx. Seguía bebiendo de las ideas
de la Ilustración y eran ellas las que guiaban su crítica social en su etapa más combativa
(1841-1844). Pese a su amistad con el de Tréveris todavía mantenía su postura derivada
de la máxima de Saint-Just en la que el objetivo supremo de la acción del Estado era la
felicidad. Sin embargo, en Heine la promesa de felicidad no se expresó en el título de
ninguna utopía135, pues nunca la elaboró intelectualmente.

Al percatarse de que la utopía es una promesa “tan osada y de tan grandes


dimensiones”136, a efectos prácticos, dada las escasas fuerzas del movimiento intelectual
y progresista alemán, la única salida que encontró fue la sátira y la ironía. Evitaba así que
la promesa se convirtiese en un mandamiento ciego que acabase por obnubilar su acción
política. Sin renunciar a la idea de una sociedad más justa e igualitaria, remarcaba que el
primer objetivo de la lucha política debería ser el establecimiento y la obtención de la
libertad de pensamiento, sólo a partir de ese prerrequisito entendía la realización del
mundo mejor concebido. Pues la libertad de pensamiento y la libre circulación de las ideas
significarían la creación de las condiciones necesarias para una moralización de la
sociedad. Ella permitiría llegar a un estadio de moralidad en el que pudiese reinar la

133 Heine, 2011:59.


134 Heine, 2011:61.
135 Lepenies, 2007:50
136 Lepenies, 2007:51.

53
igualdad. Así, la lucha por la igualdad solo se podía dar desde la individualidad y la
moralidad emanada de los principios revolucionarios:

“Sí, soy humano, y mejor / que el resto de los mamíferos; / no volveré a renegar
/ de mis intereses natos - y en la lucha con las otras / bestias seré siempre fiel / al hombre
y a sus congénitos / sacros derechos humanos (Heine, 2011:63).

El producto último de la Ilustración estaba todavía muy presente en su


pensamiento. Hemos de ver en Heine un componente ilustrado, y aunque sus posturas
puedan parecer contradictorias, es resultado último del componente no aguado del
movimiento ilustrado al que se refería Adorno en sus escritos. Ante la cuestión del orden
que exige la utopía y la ausencia de libertad, escoge, antes que la opresión de un nuevo
sistema, el carácter desordenado de la realidad en la que vive. Frente al optimismo forzado
e ignorante del mundo que requiere la utopía, su aguda capacidad de análisis y la distancia
social le alejan de ella. Pues en la crítica anticipa el carácter totalitario del poder que
consiga establecer el nuevo régimen –“incluso con violencia”137-. Un poder que es
susceptible de generar nuevas exclusiones, lo cual no es racionalmente aceptable ni justo
a ojos del poeta. Pues, la utopía establece la exclusión de la melancolía y de los propios
melancólicos que la conciben, grupo en el cual entra él mismo.

En este sentido la melancolía de Heine, “el sangrar a gusto de su corazón”138 se


refugia en la ironía frente a la resignación. Su planteamiento utópico pasa entonces por la
moralización de la sociedad. Su confianza en el esquema hegeliano de la Filosofía de la
Historia, en la cual la razón se incrementa, alberga la esperanza de que en algún momento
todos pensasen como él, si se moralizasen “[…] / todos los osos y todos / los animales,
uniéndonos, / caerían los tiranos”139. La resignación viene dada por la propia libertad de
pensamiento, es consciente desde su distancia, que los individuos tienen sus propias
opiniones en base a su libertad. Dicha libertad exige la responsabilidad del individuo
respecto a sus condiciones. Sólo en la conquista y el ejercicio de la libertad existe la
posibilidad de lograr la igualdad.

No obstante, la realización dicha utopía fracasa en Heine sin ningún tipo de


plasmación práctica. Está ausente, pero mantiene abierto un horizonte de posibilidades

137 Calvié dedica unas líneas al temor de Heine por el símbolo de los excesos revolucionarios, la
guillotina, en la obra que hemos consultado. No obstante, dado que estas impresiones del poeta
aparecen dispersas en obras que no hemos abordado no las incluimos. Lepenies, 2007:30.
138 Heine, 2009:17.
139 Heine, 2011:67.

54
respecto a las condiciones ideales de una sociedad futura. Su fracaso recae en un factor
ya esbozado: la individualidad. Ese factor es la condición por la cual Heine renuncia a la
elaboración de un proyecto utópico. Su estatus de judío asimilado y su propia experiencia
vital le han configurado una personalidad concreta, proscrita y mal vista, que se concibe
y se auto representa de manera orgullosa y altiva desde la marginalidad. La utopía no sólo
encierra el peligro del poder totalitario, sino que conlleva la igualación más absoluta de
los individuos en el plano social y político, la negación de su experiencia vital concreta.
Su adhesión a la utopía sansimoniana respondía no sólo al atractivo estético y conceptual,
sino, sobre todo, a la concepción del artista y el intelectual. Los trabajadores del espíritu
eran una figura estratégica para reformar la espiritualidad de la sociedad, el paso previo
para la reforma de las condiciones materiales de ésta. Lo que Kant y Lessing llamaban
moralización, en el sansimonismo es reforma espiritual, enseñanza dogmática de belleza.
El talento del artista era la base sobre la que establecer la proyección del futuro: “Or la
misión de l’artiste est plutôt de sentir les faits vivants que de comprendre la portée des
idées qui sont destinées à les produire un jour”140.

Esta posición especial dentro de la jerarquía sansimoniana, en la que su posición


de paria intelectual se convertía en un punto de orden frente al desorden imperante de la
realidad, fue lo que no encontró ni en los jóvenes hegelianos ni en el incipiente
movimiento de la Liga de los Comunistas de Marx y Engels. La libertad del paria y del
artista no la visualizaba en el comunismo, desaparecía en esa sociedad igualitaria. La
autonomía del arte en ambos movimientos, el sansimonismo y el incipiente comunismo,
quedaba supeditada a la lucha política. En el Romanticismo el genio artístico se había
supeditado al mercado y al conservadurismo, mientras que en los planteamientos
socialistas desaparecía cualquier atisbo de individualidad creadora, pues se convertía en
un instrumento al servicio de un sueño totalizante. Desaparecía, nuevamente, la
autonomía por la que había luchado, y así lo declaraba el prólogo de 1846 a la edición
francesa de Atta Troll: ¡Por los dioses inmortales ¡en esta época se trataba de defender
los imprescriptibles derechos del espíritu, autonomía del arte, la independencia soberana
de la poesía. Como esta defensa ha sido la gran cuestión de mi vida, la perdí de vista
menos que nunca en Atta Troll. Por el fondo y por la forma, este poema era una protesta
contra los plebiscitos de los tribunos del día”141. La subordinación del arte a la política

140 Heine, 1994:382.


141 Heine, 2011:24.

55
marcó la ruptura total con las posiciones más radicales de los neohegelianos y su
separación definitiva con la Junges Deutschland. Su oposición al comunismo derivó de
la misma raíz142.

Sin embargo, no dejó de mantener nunca sus simpatías por el comunismo. En el


prólogo francés de sus Confesiones reconoce que el único proyecto serio bajo la idea de
un mundo mejor era de amigos Marx y Engels, capacitados para dirigir la revolución y la
construcción de una sociedad más justa. Transcribimos aquí su pensamiento sobre ellos -
aunque la información nos llega de segunda mano-:

“Los más o menos líderes secretos de los comunistas alemanes son grandes
lógicos cuyos puntos fuertes vienen de la escuela hegeliana, y ellos son sin duda los más
capaces intelectos, las más enérgicas personalidades de Alemania. Estos doctores de la
Revolución y sus rigurosos y decididos discípulos son los únicos hombres en Alemania
que tienen vida en ellos, y me temo que el futuro les pertenece”143.

4. Las Guerras de Liberación de la Humanidad. Conclusiones


A lo largo de este trabajo hemos podido ver cómo la problemática del pensamiento
de Heine se constituye desde la relación entre el individuo y la sociedad, entre la
experiencia de la integración y la experiencia de la exclusión. En primer lugar, como
individuo perteneciente a una clase social que se ve marginada de la participación política,
Y, en segundo lugar, en cuanto discriminado y rechazado por motivos religiosos dentro
del colectivo nacional. Su situación límite le convirtió en “un protestante protestando”144
ante las situaciones injustas de su época, en cierto modo, porque él mismo era víctima de
ellas. Por otra parte, tampoco hay que olvidar su formación guiada por la Ilustración
alemana y las promesas que ésta había realizado hasta su sustitución por las ideas
románticas.

Ciertamente el pensamiento de Heine tiene un componente ligado indisolublemente a


la crítica al nacionalismo, conduciéndole a su condena abierta y a su denigración en
cuanto a movimiento político. Su rechazo por su ascendencia judía hizo que se orientase
hacia un alto ideal, transfigurándose en cosmopolitismo. Y ello se convirtió en

142 Véase Anexo 3.5. Fragmento 2.


143 Heine según Mayer, 1973:12.
144 Heine, 2006:85.

56
humanismo intransigente, en la búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria en la que
hubiese lugar para todos, incluidos sus compatriotas los judíos. Si en lo estético se dedicó
a exterminar el rancio movimiento romántico, en lo identitario se mofó de los
Schneckenburger y los Hoffmann von Fallersleben, retorciendo los mitos fundacionales
del movimiento nacional. Las Guerras de Liberación y la batalla de las Naciones de 1813
se convirtieron para él en las Guerras de Liberación de la Humanidad iniciadas en 1789.
Se vanagloriaba de ser el más firme y voluntarioso combatiente por los principios nacidos
de la Revolución. Por ello se vio perseguido en Alemania, viéndose obligado a partir al
exilio. Su creencia en una alternativa social y democrática al autoritarismo imperante en
Alemania hizo que las fuerzas de la reacción y los nacionalistas se aliasen contra él en lo
político y lo literario.

Pese a ello, no cejó en su labor de publicista de la Revolución, contribuyendo en el


juicio y la acusación contra las condiciones de su época mediante el uso de parejas de
conceptos antitéticos (libertad-despotismo, luz-tinieblas, progreso-decadencia,
revolución-restauración, …). La conversión del presente inmediato en un objeto estético
de consumo hacía que entrasen en liza un nuevo capital simbólico, alentando la lucha
política contra la perpetuación de la tradición impuesta por la Santa Alianza. La
comprensión por parte del poeta de la literatura como un instrumento de combate
necesario para la consecución de los objetivos políticos:

“Va articulándose un nuevo orden de cosas; el espíritu hace


invenciones y descubrimientos que contribuyen al bienestar de la
materia; el desarrollo de la industria y la filosofía desacreditan al
espiritualismo ante la opinión pública; se yergue el tercer estado; la
revolución ruge y en los corazones y en las cabezas; se expresa entonces
lo que la época siente, piensa, necesita y quiere, y esta es la temática de
la literatura moderna145”.

La interpretación que hacía Heine de las ideas políticas de sus contemporáneos no


difería excesivamente de los sectores políticos junto con los que luchaba. La única
diferencia palpable era el tamiz poético. Basta acercase a las publicaciones alemanas de
1840 para dar cuenta de ello. Poca diferencia hay entre aquello que Heine expresa en

145 Heine, 2008:99.

57
verso y lo que Arnold Ruge exponía retóricamente como cuerpo programático de los
Deutsch-französische Jahrbücher.

Sin embargo, aunque Heine defendía una sociedad abierta e igualitaria en la que todos
pudiesen participar, no concebía la idea de una igualdad absoluta. ¿Dónde quedaba
entonces el arte si se igualaba a todos los individuos por un mismo patrón espiritual? Su
separación de la causa democrática coincidía con el período de penuria económica y
personal que le sobrevino a la vez que el ciclo revolucionario de 1848, una época en la
que ya se encontraba prácticamente aislado y en la que había perdido el contacto con los
jóvenes hegelianos. Su respuesta hay que verla como una consecuencia de la decepción
y el fracaso de los ideales que había esgrimido durante toda su vida. Es cierto que Manuel
Sacristán recomienda no hacer una lectura de su vida en este sentido, pero ella nos permite
comprender el final de la utopía en Heine, su truncamiento y la consciencia de la
imposibilidad de su realización. El repliegue sobre sí mismo lo deja ver en ciertos textos
elaborados hacia el final de su vida, cargados de un fuerte individualismo alejado ya de
cualquier cuestión social seria. No obstante, este truncamiento debemos entenderlo sólo
en lo político en composiciones como la del poema El Buen Miguel después de Marzo.

En suma, declaraba en sus Confesiones: “No me entusiasma extraordinariamente


ningún dogma ni ningún culto, y que en ese sentido he seguido siendo el mismo de
siempre”146. La fidelidad a si mismo era la culminación de la libertad y la autonomía que
las leyes del mercado le habían quitado en cuanto a artista, y que su posicionamiento
político le había condicionado. Sin embargo, intentó mantener una posición crítica con
todo y con todos, sin dejarse llevar por las ideologías imperantes, intentando guiar
siempre su acción por los principios de la razón y la idea de tolerancia. Ello le permitió
juzgar su tiempo con la precisión y la distancia de quién no tiene que rendirle cuentas a
nadie. Su gusto por la libertad, su pensamiento libre y la difusión de su clara visión sobre
el panorama político contribuyeron a que el liberalismo avanzase en Alemania, con menor
o mayor éxito.

146 Heine, 2006:81.

58
5. Anexos
Textos 3.1.
Fragmento 1:

Estos fragmentos extraídos de Atta Troll ilustran la crítica que realiza Heine a la falsa
autonomía artística de lo que denominó Tendenzpoesie. Son distintas descripciones de la
vida y el periplo del oso en los que expone la dependencia de los intelectuales y de los
poetas de la autoridad, de la tendencia ideológica imperante y del autoengaño en el que
prefiere vivir.

¡Atta Troll, que antes vivió / como un orgulloso príncipe / en las libres cumbres,
baila / en el valle ante la plebe!

¡Y además debe bailar / por vil dinero quien antes, / rebosando majestad, / se
sintió el dueño del mundo (Heine, 2011:33)

Sí, se ha soltado Atta Troll / de pronto de su cadena / de esclavo. Con fuertes


brincos / corre por las callejuelas (Heine, 2011:37)

¡A él se lo debía todo, / la vida incluso ¿no había / rechazado por cien táleros /
vender la piel de Atta Troll? (Heine, 2011:39)

¡Sueño de noche estival / mi canción no tiene objeto, / como el amor y la vida, /


la creación y el creador.

No es un virtuoso y útil / rocín de la burguesía, / ni relincha y patalea / en la lucha


de partidos! (Heine, 2011:43)

El carácter profético de Heine viene dado, en muchas ocasiones, más por las lecturas que
se han hecho de su obra y las relaciones establecidas con hechos posteriores de la historia
alemana. Lepenies, Adorno o Arendt son sólo algunos que han visto estas interrelaciones
entre poesía e Historia. Los siguientes fragmentos que ofrecemos son algunos de estos
escritos donde se puede observar dichas predicciones, sin olvidar aquella sentencia de su
poema Almansor, “ahí donde se queman libros se acaba quemando también hombres”,
que más tarde se relacionó con la quema de libros de la Bebelplatz y la Shoa.

Fragmento 2:

“El pensamiento precede a la acción como el rayo al trueno. El trueno alemán es, claro
está, alemán, lo que quiere decir que no es muy ágil y será algo tardo en llegar; pero llegar, llegará,
y cuando lo oigáis tronar, cuando oigáis tronar como nunca jamás ha tronado en la historia del
mundo, sabed que el trueno alemán ha alcanzado finalmente su meta. Por el ruido caerán las

1
águilas muertas del cielo […]. Se representará entonces en Alemania una pieza en comparación
con la cual la Revolución Francesa parecerá un idilio inocente.” (Heine, 2008:209)

Fragmento 3:

“Ahí verás el futuro de Alemania / en forma de agitados fantasmas, / ¡mas no te


asustes si de ese magma / suben hasta ti los miasmas!” (Heine, 2009:263)
“No revelaré lo que vi; / juré callar. Apenas / me está permitido decir / ¡oh Dios
mío! lo que olí …”
“Aún pienso con repugnancia / en aquellos viles, malditos / olores premonitorios;
era como una mezcla / de pellejos y berzas pasadas.”
“Pero aquel olor a futuro alemán / superaba en mucho / cuanto mi nariz hubiera
presentido nunca; / no pude seguir soportándolo” (Heine, 2009:265)

Textos 3.2.
En los escritos de Heine aparecen numerosas críticas a las figuras capitales del
nacionalismo alemán decimonónico, especialmente a sus promotores y poetas. Son los
casos de Ludwig Jahn (1778-1852), pedagogo y padre de la gimnasia moderna; Ernst
Moritz Arndt (1769-1860), poeta nacionalista y autor del Catecismo del soldado alemán,
obra con elementos antifranceses (Abellán, 1997:33); Heinrich Luden (1778-1847),
historiador y profesor en la universidad de Jena que creo la Urburschenschaft; y Hans
Massman (1797-1872), discípulo de Jahn, fue filólogo y pedagogo introductor de la
gimnasia en el sistema educativo. El fragmento que ofrecemos a continuación es
significativo del nacionalismo que estaban construyendo.

Fragmento 1:

Görres, Jahn, y Ernst Moritz Arndt, los tres devorafranceses más famosos, una especie
muy graciosa de perros de caza a los que el famoso patriota Börne había dado ese nombre en su
libro Menzel, el devora franceses. El susodicho Menzel […] editó un diario en el que todos los
días degollaba a media docena de franceses y se los tragaba enteros; Cuando había devorado a
sus seis franceses, solía a veces comerse además a un judío para que le quedará un buen sabor de
boca.” (Heine, 2006:31-32)

Para observar la evolución de su posición respecto al judaísmo en su etapa más tardía


adjuntamos una serie de fragmentos de sus Confesiones que ilustran la nueva visión de la
religión de sus padres:

Fragmento 2:

2
Antes Moisés no me había gustado especialmente, tal vez porque el espíritu helénico
prevalecía en mí, y yo no perdonaba al legislador de los judíos su odio a todas las imágenes, a la
plástica. No vi que Moisés, a pesar de su hostilidad al arte, era, no obstante, un gran artista y
poseía el verdadero espíritu del artista. Sólo que en él este espíritu estaba orientado únicamente a
lo colosal e indestructible, igual que sus paisanos egipcios. Pero no hizo sus obras de arte de
ladrillo y granito como los egipcios, sino que construyó pirámides humanas, cinceló obeliscos
humanos, cogió una tribu de pobres pastores e hizo de ella un pueblo que a su vez habría de seguir
siendo activo a través de los siglos, un pueblo grande, eterno, sagrado, un pueblo de Dios, que
podía servir a otros pueblos de modelo, e incluso a toda la humanidad de prototipo: ¡creó Israel!
(Heine, 2006:69)

Fragmento 3:

Los judíos siempre fueron hombres, poderosos, indomables, no sólo entonces, sino hasta el
día de hoy, a pesar de dieciocho siglos de persecuciones y de miseria. Desde entonces he
aprendido apreciarlos mejor, y si el orgullo de la cuna no fuera una loca la contradicción entre los
paladines de la revolución y sus principios democráticos, el autor de estas páginas podría estar
orgulloso de que sus antepasados pertenecieran a la noble casa de Israel, de ser un descendiente
de aquellos mártires que dieron al mundo un Dios y una moral, y que lucharon y sufrieron en
todos los campos de batalla del pensamiento. (Heine, 2006:70)

Textos 3.3.
Respecto a la libertad de prensa en Heine evoluciona desde la frontalidad con la que
aborda el tema hasta el uso de la ironía para hacer inocua las críticas a los ojos de la
oficina confederal de Maguncia encargada de esta labor entre 1819 y 1848. Los tres
primeros fragmentos que ofrecemos permiten observar la evolución literaria de esta
defensa. El primero y el segundo pertenece a Sobre la historia de la religión y la filosofía
en Alemania y a la Introducción al texto de Kahldorf sobre la nobleza, en cartas al conde
Magnus von Moltke. Mientras que el tercero pertenece a Deutschland y da cuenta de la
ironía poética.

Fragmento 1:

Sé que la cuestión de la libertad de prensa, hoy tan discutida en Alemania, enlaza


significativamente con nuestras anteriores consideraciones, y creo que su solución no es difícil si
se tiene en cuenta que la libertad de prensa no es sino la consecuencia de la libertad de
pensamiento, y, por tanto, un derecho protestante. El alemán ha vertido ya su mejor sangre por
derechos de esta clase, y seguramente será posible moverle a entrar de nuevo en liza por ellos.
(Heine, 2008:87-88)

Fragmento 2:

Sin duda, la clara luz del Sol de la libertad de prensa es para los esclavos, que aguantan mejor en
la oscuridad los supremos puntapiés, tan fatal como para el déspota que no ve con gusto que se

3
ilumine su solitaria impotencia. Es cierto que la censura es muy agradable para dicha gente. Pero
no es menos cierto que la censura, favoreciendo un tiempo al despotismo, al final lo destruye
junto con el déspota, y que allí donde se economiza la guillotina de ideas también pronto se
introduce la censura de las personas. (Heine, 2008:230-231)

Fragmento 3:

Todo lo husmeaban, revolvían / camisas, calzones, pañuelos / buscaban encajes


y joyas / y también libros prohibidos.

¡Ah, necios que buscáis en mi maleta! / ¡Ahí no encontraréis nada! / El


contrabando que conmigo viaja / lo escondía en la cabeza.

En la cabeza llevo joya, / los diamantes de la corona del porvenir, / las alhajas del
templo del nuevo dios, / del gran desconocido

¡Y muchos libros llevo aquí! / Os lo aseguro, mi cabeza / es un nido en el que


gorjean / los libros confiscables. (Heine, 2009:27-29)

La polémica generada por las concepciones de la nacionalidad, así como su propia


relación con el movimiento nacional alemán, fueron objeto de agrias polémicas y ataques
en prensa que le llevaron a justificar en el prólogo de Deutschland. Ein Wintermärchen
sus prioridades y aspiraciones política y el porqué de éstas en el siguiente fragmento que
ofrecemos.

Fragmento 4:

Respetaré y honraré vuestros colores cuando se lo merezcan, cuando dejen de ser un jueguecito
para ociosos o serviles. Plantar la bandera negra, rojo y oro a la altura del pensamiento alemán,
haced de ella el estandarte de la humanidad libre, y derramaré por ella la mejor sangre de mi
corazón. Tranquilizaos, yo amo a la patria tanto como vosotros. Por ese amor he pasado trece
años de mi vida en el exilio, y justamente por ese amor vuelvo a irme al exilio, quizá para siempre,
en todo caso sin lloriquear ni torcer el gesto y poner cara de mártir. Soy amigo de los franceses,
como soy amigo de todos los seres humanos cuando son razonables y buenos, y porque yo mismo
no soy tan bobo, tan malvado como para desear que mis alemanes y los franceses, los dos pueblos
elegidos de la humanidad se partan los pescuezos […].

Alsacia y Lorena no puedo anexionarlas realmente al imperio alemán tan fácilmente como lo
hacéis vosotros, pues las gentes de esos territorios están muy ligadas a Francia por los derechos
que ganaron gracias a la revolución francesa, debido a esas leyes igualitarias y a las instituciones
libres que tan gratas les son al ánimo de la burguesía pero qué, sin embargo, tanto dejan que desear
para el estómago de la gran mayoría. No obstante, cuando nosotros completemos lo que los
franceses empezaron, cuando les aventajamos en la acción, como ya lo hemos hecho en el
pensamiento, cuando seamos capaces de llegar hasta las últimas consecuencias de éste, […], sí,
no solo Alsacia y Lorena, sino toda Francia nos caerá en suerte entonces, toda Europa, el mundo
entero … ¡el mundo entero será alemán! Con esta misión y dominio universal de Alemania sueño
a menudo cuando paseo bajo los robles. Este es mi patriotismo. (Heine, 2009:10-11)

4
La crítica a la fragmentación de Alemania en múltiples Estados soberanos independientes
es recurrente en muchos de sus textos y composiciones, una fragmentación que desde el
Romanticismo político continuaba apelando al Imperio medieval.

Fragmento 5:

Restablece el viejo código penal, / la penosa Carolina, / y vuelve a dividir al


pueblo / en estados, guildas y gremios.

Restablece también el antiguo / Sacro Imperio Romano, completo, / devuélvenos


las antiguallas más mohosas / con todas sus fruslerías.

La Edad Media, en cualquier caso, / la de verdad, tal como fue, / la soportaré


…líbranos sólo / De aquellos seres híbridos,

de aquella caballería prusiana / qué es solo una mezcla repugnante / de gótica


demencia y defraudé moderno, / que no es ni carne ni pescado.

El siguiente fragmento que añadimos viene dado por su carácter sintético y por la
hilaridad que presenta para mofarse de todo el contenido del Romanticismo político.

Fragmento 6:

Tres esqueletos fantásticamente ataviados, / con corona sobre los míseros /


cráneos amarillentos; también llevaban / cetros en sus manos descarnadas.

Como títeres meneaban / los huesos hace tiempo muertos; /olían a moho y
también /a vapores de incensario.

De pronto uno movió la boca / y echó un discurso muy largo; / en él me explicaba


por qué merecía mi respeto.

En primer lugar porque era un muerto, / y en segundo porque era un rey, / y en


tercero porque era un santo … /Nada de ello me conmovió.

Le di por respuesta una carcajada: / ¡En vano te incomodas! / “Veo que en todas
tus relaciones / perteneces al pasado.”

Se acercó entonces y con el hacha /destrozó los pobres esqueletos /de la


superstición, los echó / abajo sin compasión (Heine, 2009:83-85)

Textos 3.4.
La fuerte influencia de la Revolución Francesa, tanto la de 1789 como la de 1830, se dejó
sentir en todo el movimiento literario del pre marzo alemán. El primer fragmento que
ofrecemos refleja esta influencia y las impresiones ejercidas en Heine, una constante en
sus textos de 1828 a 1843. Otros autores relevantes en los que podemos encontrar esta
influencia sería el dramaturgo Georg Büchner y su Dantons Tod. También podemos

5
mencionar algunas obras para profundizar sobre esta cuestión, sea el caso de la obra de
Jordi Jané, Recepción de la Revolución Francesa: literatura jacobina alemana (1989).

Fragmento 1:

Lo curioso es que el impulso práctico de nuestros vecinos del otro lado del Rin tenía, con
todo, una afinidad electiva propia con nuestros sueños filosóficos en la tranquila Alemania. Al
comprar solo la historia de la Revolución Francesa con la historia de la filosofía alemana habría
que creer esto: los franceses, a quienes les compete tantos asuntos reales, aunque deberían
permanecer completamente despiertos, entre tanto nos habían rogado dormir y soñar por ellos, y
nuestra filosofía alemana no es, según ellos, otra cosa que el sueño de la Revolución Francesa.
Nosotros habríamos roto con lo existente con la tradición en el reino del pensamiento, del mismo
modo que los franceses lo hicieron en el terreno de lo social. (Heine, 2008:226)

El juego de equilibrio realizado por la monarquía prusiana tras la Restauración para


conciliar las distintas posturas e intereses de los estamentos y grupos sociales, encontró
en Hegel un esquema propicio para la conservación del poder y los privilegios por parte
de la nobleza y la casa de Hohenzollern, al tiempo que alejaban los cambios significativos.

Fragmento 2:

Los grises emigrantes que habían intrigado constantemente contra el dominio de la razón y de las
ideas, a saber: el misticismo, el pietismo, el jesuitismo, la legitimidad, el romanticismo, la
teutomanía, la confortabilidad; hasta qué Hegel, el Orleans de la filosofía, fundó o, más bien,
formó un nuevo tipo de gobierno, un gobierno ecléctico, donde el mismo no obstante significaba
poco, pero qué le colocaba en la cúspide, y donde él asignaba una posición fija, constitutiva, a los
viejos jacobinos kantianos, a los bonapartistas fíchteanos, a los pares schellingianos y a sus
propias criaturas. (Heine, 2008:227)

Las concepciones sobre la Revolución en Heine son siempre difusas, pero hay
determinados fragmentos en los que alumbra con gran claridad

Fragmento 3:

La revolución política que se basa en los principios del materialismo francés no


encontrará enemigos en el panteísmo, sino auxiliares, auxiliares que reciben sus convicciones de
una fuente más profunda, de una síntesis religiosa147. Nosotros promovemos el bienestar de la
materia, la felicidad material de los pueblos, no porque, como hacen los materialistas,
despreciemos el espíritu sino porque sabemos que la divinidad del hombre se manifiesta también
en su apariencia corporal y que la miseria del cuerpo, que es imagen de Dios, destruye o envilece
al hombre, arruinando también al espíritu. La gran palabra de la Revolución, pronunciada por

147 Esta primera parte del texto fue eliminada por la censura en el momento de publicación.

6
Saint-Just -le pain es le droit du peuple-, suena para nosotros así: le pain est le droit divin de
l’homme. (Heine, 2008:123)

Textos 3.5.
La melancolía en Heine, aquello que propicia el pensamiento, se manifiesta siempre a
través del canto, la lírica bajo la forma de lied. Forma que también permite ahuyentar
dicha melancolía y elaborar

Fragmento 1:

Cantaba de amores y penas de amor, / de abnegación y reencuentro /allá arriba,


en el mundo mejor / donde todo dolor se esfuma.

Cantaba del valle de lágrimas terrenal, / de alegrías pronto deshechas, / del más
allá, donde el alma goza / radiante en la gloria eterna.
Cantaba la vieja copla de la resignación, / el tralaralá del cielo / con que se arrulla,
cuando lloriquea, / al pueblo, ese gran trasto.
Conozco la música, conozco la letra / y a los señores que la han escrito; / sé que
a escondidas bebían vino / y en público predicaban agua.
Otra canción, nueva y mejor, / amigos, quiero componeros. / Aquí en la tierra
queremos fundar / nosotros el reino de los cielos.
Queremos ser felices aquí / y no pasar más hambre; / el vientre perezoso no debe
atiborrarse / de lo que produjeron manos laboriosas.
Crece aquí abajo suficiente pan / para todos los hijos de los hombres, / también
rosas y mirtos, belleza y placer, / y no menos guisantes dulces.
¡Sí, guisantes para todo el mundo / en cuánto estallen las vainas! / El cielo se lo
dejamos / a los ángeles y a los gorriones. […]
¡Un canto nuevo, un canto mejor, / cómo de flautas y violines! / Ni el Miserere
suena ya / ni doblan las campanas. (Heine, 2009:19-21)

La posición contradictoria de Heine respecto al socialismo se deja sentir con fuerza en


sus textos autobiográficos como resultado de la incomprensión de las relaciones
individuo-colectivo, aunque siempre desde el marco excepcional del carácter del artista
y cierto autoengaño con la idea de genio artístico que nunca llego a rechazar
completamente.

Fragmento 2:

Mi miedo este último de verdad que no tiene nada en común con el temor del hombre
afortunado que tiembla por sus capitales, o con la aflicción de los industriales que temen verse
frenados en sus negocios de explotación: no, a mí me angustia más el temor secreto del artista y
del erudito que ve amenazada toda nuestra civilización completamente moderna, las esforzadas

7
conquistas de tantos siglos, el fruto de los más nobles trabajos de nuestros predecesores, con la
victoria del comunismo. No obstante, empujados por la corriente de magnánimos sentimientos
podemos sacrificar los intereses del arte y la ciencia, si, todos nuestros intereses particulares, en
aras del interés común del pueblo apenado y oprimido: pero nunca más podremos ocultar que nos
espera cuánto la gran masa en bruto, que unos llaman el pueblo, otros el populacho, y que ya
hace tiempo proclamó su legítima soberanía coma llegue a gobernar realmente punto muy
especialmente siente el poeta un tremendo error ante la llegada al Gobierno de este torpe soberano.
(Heine, 2006:50)

8
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- Heinrich-Heine-Portal: http://germazope.uni-trier.de:8080/Projekte/HHP/
- Zeno.org. Meine Bibliothek: http://www.zeno.org/Literatur/M/Heine,+Heinrich

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