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MAYO-JUNIO 2014
ESTUDIOS
NOTAS . ^ - "
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CRÓNICA
LIBROS
proceso por los Reyes Católicos, inspirado Fernando de Aragón por las ideas
políticas napolitanas, queda a la sucesión de estos suspendida la gran fábrica
bajo la monarquía hispanoindiana de Austrias y Borbones hasta la época con-
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metapolítica— de una decadencia más de dos veces secular. Para unos, España
se ha desangrado incapaz de alcanzar la forma o habitud política de Estado . 5
Otros, en cambio, sostienen que ha sido precisamente la enteca política de trans- España ha carecido de un pensamiento estatal hasta el siglo X X " . Con la
formar la monarquía de España en un Estado la que ha costado primero un impe- excepción de Donoso Cortés, tal vez ningún escritor español del ochocientos ha
rio y después el sosiego . De un modo u otro, el Estado, la gran forma política de
6 tenido el sentido del Estado o, más exactamente, de la inexistencia de un Estado
la modernidad europea, ha sido, no siempre de manera consciente, el argumento que sucediera, sin perjuicio de la nación, a la forma política de la monarquía.
de la política española desde que la corona de España, res publica derelicta por Los escritores del 98 se figuran que todo es cuestión de gobernar enérgicamente,
vez primera en 1808 , se convirtiera en objeto de la política europea.
7 pero honradamente (Azorín, Baroja), aplicando tal vez una nueva técnica política
(Ramiro de Maeztu). Raro es que no se acuse en ellos, incapacitándoles para toda
* obra política, el epos romántico. Vislumbran lo trascendental del caso algunos
hombres aislados de la generación del 14: si acaso Ortega y Gasset, Eugenio
La monarquía española arriba exhausta al novecientos: se echa entonces en d'Ors, Nicolás Pérez Serrano y Fernando de los Ríos, aunque este último deba su
falta un pueblo manso o cuando menos, como en otras épocas, gobernable, hechu- intuición del Estado a la impronta marxista, no desde luego a las nieblas krausis-
ra de la auctoritas del príncipe y regido por un alto ideal. Sin esa pedagogía na- tas. Los juristas del 27, una notable gavilla de universitarios entre los que se cuen-
cional se fractura el pueblo en clases y aun al país entero lo eclipsa la batahola del tan la primera promoción de juspublicistas de izquierda, generalmente afines al
cantonalismo insolidario. Pero España carece también por las mismas calendas socialismo, bien formada, apenas tendrán tiempo antes de la guerra de calar lo que
de una clase política que, sin embargo de su patriotismo y sentido del deber, no verdaderamente ha traído a España no ya la República o la constitución, sino el
tiene plena conciencia de los graves problemas de una raza brutalmente amputada siglo : el desbordamiento de los viejos usos monárquicos por los conceptos polí-
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de sus provincias ultramarinas y postergada en el concierto de las naciones. La ticos pujantes del interbellum y las nuevas actitudes que estos acarrean. Durante
pequeña política del caciquismo satisface la baja pasión denominada por el genio unos años, el enconado debate que se articula en España sobre la tecnocracia, el
de la lengua desde entonces politiqueo. :. corporativismo y, especialmente, la dictadura, ocultará la cuestión del Estado,
Descuellan hombres capaces y sensatos como Antonio Maura , con una visión
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haciéndola invisible para la conciencia jurídica .13
anticipadora del Estado nacional y adicto a la "revolución desde arriba", que ha de Sólo después de 1939, en un país materialmente exangüe, florecerá el senti-
ser también por la fuerza de las cosas una "revolución legal", pero su fortaleza se do del Estado, bien para combatirlo, bien para mover a su institucionalización,
estrella en vano contra un sistema político anquilosado y contra una propaganda bien, rebasado ya el año 1950, para equilibrar sus fuerzas con las de la sociedad
política que le malquistará con el país oficial (¡Maura no!) , aunque no tanto con
9 civil. La Segunda República y la guerra civil servirán de humus a esa experien-
el real. No muy distinta será la suerte de Francisco Cambó, otro político cuyas cia política. Si algo caracteriza al pensamiento político español bajo la Dicta-
posibilidades políticas se desvanecieron con la monarquía El interregno de la
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" D. Negro, "El Estado y los intelectuales españoles en el siglo XX", Razón
pseudomorfosis estatal que había abierto el pragmatismo estabilizador canovista
Española, 2004 (124), 137-171.
no podía dar más de sí en 1923. 12 Con todo, merecería la pena abarcar en sus comunes denominadores la
mentalidad política subyacente, hacia 1930, a la obra in fien de Luis Recaséns,
José Medina Echevarría o Luis Legaz, cultivadores de la filosofía del derecho;
A. d'Ors, La violencia y el orden, Dyrsa, Madrid, 1987.
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Miguel Cuevas Cuevas, Vicente Herrero Ayllón o Francisco Avala, de la oficialía
Res publica derelicta nuevamente en 1868 y 1931.
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de las Cortes; o los juspublicista Gonzalo Cáceres Crosa, Francisco Javier Conde
D. Sevilla Andrés, Antonio Maura. La revolución desde arriba, Aedos, Barce-
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y Manuel García Pelayo.
lona, 1953. Dalmacio Negro, "Antonio Maura, hombre de Estado", en Instituto 13 A esos asuntos se remiten, en última instancia, el alegato a favor del pre-
de España, Homenaje a Don Antonio Maura, Instituto de España, Madrid, 2000. sidencialismo y la representación corporativa de A. Goicoechea, La crisis del
Azorín, El político, Espasa-Calpe, Madrid, 1946. E l libro de Azorín, precisamen- constitucionalismo moderno, Voluntad, Madrid, 1925. O los de otros juristas
te inspirado en Maura, es casi con seguridad el último ejemplo de speculum menos conocidos, pero igualmente representativos de una parte de la opinión:
principis en la literatura política española. J. Muñoz Casillas, Los sistemas presidenciales, Imprenta de Galo Sáez, Madrid,
Desde entonces se ha repetido en España el mismo grito de censura contra
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1929. C. García Oviedo, El constitucionalismo de la postguerra, Tipografía de M.
aquellos políticos que han llegado a tener "conciencia de Estado". Carmona, Sevilla, 1931. E l oscurecimiento de la cuestión del Estado en el siglo
J. Pabón, Cambó, 1876-1947, Alpha, Barcelona, 1999.
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X I X tiene, como señalaré a continuación, otras motivaciones.
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dura de Franco es el Estado. Tal vez porque, como decía Conde, las vicisitudes camente por los historiadores de las ideas políticas . Del mismo modo, pues se
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políticas y bélicas de los años 30 ponen de manifiesto "una inmensa oquedad trata de un problema de historiología política conexo, son muy raros los estu-
en nuestro mundo histórico español", "[dejando] al descubierto que el Estado dios que abordan la historia de España desde una perspectiva metapolítica. Veo
moderno tenía en nuestro campo histórico muy poca profundidad" . 14 necesario recurrir a esta terminología {historia metapolítica) para evitar toda
Una taxonomía del pensamiento político español entre 1935 y 1969 debe confusión con las limitaciones de la historia política, pues ésta, desde una pers-
liberarse de la dicotomía ideológica izquierdas-derechas en cualquiera de sus pectiva reduccionista de lo político, se decanta bien por la sociología (historia
variantes, verruga, decía ya Antonio Maura a principios del siglo pasado, que de los movimientos sociales), bien por el derecho (historia constitucional), bien
amenaza siempre con convertirse en un cáncer. Únicamente el registro de la por el estudio de su expresión ideológica (historia de las doctrinas políticas),
actitud que frente al Estado adoptan bajo el franquismo los escritores políticos bien por la consideración de las sucesivas tomas del poder (historia de los regí-
y juspublicistas permite una visión ordenada y panorámica del pensamiento po- menes políticos o historia cuantitativa del poder). La historia política debería
lítico del periodo. Adoptando este criterio tal vez se puedan desterrar, de una configurarse más bien como historia de las formas de lo político ("formas po-
vez por todas, los tópicos sobre años tan decisivos como las décadas de Franco. líticas") e historia de las ideas sobre lo político ("regularidades políticas") , 21
El rico paisaje intelectual de la Dictadura, siendo muy superior en su conjunto pero no siendo así, estimo preferible llamar la atención sobre estas dificultades
a lo que desde el Siglo de Oro había dado de sí la minerva hispana, se lo han alterando la denominación tradicional . 22
las cuatro dictaduras, dos de signo monárquico o monocrático y dos de signo El ocasionalismo romántico liberal tiene en el constitucionalismo hispano
republicano o pluralista, que, una con otra, casi copan los sesenta años centra- uno de sus modelos mejor terminados. La creencia en la virtud regeneradora
les de nuestro siglo X X . de una Ley Fundamental escrita llega a extenderse como epidemia por Es-
La lucha por imponer una constitución escrita al país, desamortizadora paña. Por eso a una Constitución le sigue siempre otra, generalmente con un
de la tradición de las Españas , y las desavenencias en la Casa de Borbón,
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designio político adverso al de la norma caducada. Reviven también a veces,
primero entre el Rey y el Príncipe de Asturias y más tarde entre las líneas
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con sorprendente facilidad, constituciones fenecidas, aunque su vigencia es
reinante y pretendiente, el llamado "pleito dinástico" , eclipsan la concien-
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entonces efímera. No le faltan razones a un viajero francés del siglo X I X
cia del Estado en España a lo largo del siglo X I X . Pudo influir también en que comparaba las Constituciones españolas con pelladas de yeso sobre el
ello la "mitificación de la Monarquía hispánica" . Sea como fuere, la des-
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granito. Tampoco al castizo redactor de una enciclopedia política alemana que
composición del organismo político de la monarquía va agravándose entre el destaca que los españoles del siglo X I X habían practicado compulsivamente
pronunciamiento del alcalde de Móstoles (1808) y los sucesivos encuentros el deporte de cambiar Constituciones . La "manía constitutoria" es el certero
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entre realistas criollos e insurrectos republicanos que conducen al desastre de diagnóstico de Fernández de la Mora para esa "psicosis colectiva que consiste
Ayacucho (1824) . El remedio para esos males se buscará casi obsesivamente
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en imaginar que la mayoría de los problemas de una sociedad se resuelve
en las fuentes del constitucionalismo. reformando la Constitución del Estado": sólo hasta 1936 y sin contar los pro-
yectos y constituciones nonatas "España ha conocido veintiocho situaciones
F. Elias de Tejada, Las Españas. Formación histórica de las tradiciones re-
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constitucionales" . Desde entonces han sobrevenido al menos otras tres: la de
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gionales, Ediciones Ambos mundos, Madrid, 1948. las Leyes Fundamentales, la de la constitución puente de 1977 (octava de las
Por su vinculación con la cuestión del Estado no debe sorprender que la
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Leyes Fundamentales) , y la de la constitución de 1978 (novena de las Le-
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"mediación" de Napoleón I entre Carlos TV y Fernando VII tenga en el siglo X X
su hecho homólogo en la operada por Franco entre Don Juan y su hijo. Napo- yes Fundamentales) . Este punto de vista resulta demasiado formalista, pues
león, un gran simplificador, ejecutó sin proponérselo de primera intención una ciertamente la evolución interna del largo proceso constituyente franquista
gran pedagogía continental del Estado. De hecho, en muchos pueblos libertos de
Europa liquidó el francés formas políticas varias veces centenarias (República permite establecer etapas sucesivas en el acomodo de la voluntad soberana
veneciana) o aceleró su descomposición (Imperios español, portugués y austro- y su obra legislativa a las circunstancias externas (guerra mundial) e internas
húngaro). L a diferencia esencial estriba en la recta intención del General Fran-
(guerra civil, desarrollismo económico). Así y todo, desde la perspectiva de
co, pues no aprovechó la ambición del Infante de Estoril ni la falta de escrúpulos
filiales del Príncipe de España para instituir Rey a un pariente por cognación. las mutaciones constitucionales se trata de un periodo mucho más estable que
2 5 F. Suárez Verdaguer, "La formación de la doctrina política del carlismo", el que expira con el Alzamiento Nacional.
Revista de Estudios Políticos, 1946 (25-26), 43-83. R. Gambra, La primera guerra
civil, 1820-1823. Historia y meditación de una lucha olvidada, Ediciones Nueva
Como fenómeno tal vez compensatorio del desequilibrio que introduce el
Hispanidad, Buenos Aires, 2006. constitucionalismo en España se desarrollarán instituciones sucedáneas del
2 6Mito acrecido según Dalmacio Negro por las tres guerras carlistas. D. Ne- nunca bien trabado juego de los resortes políticos. Una de ellas será el "pro-
gro Pavón, "La mitificación de la Monarquía hispánica y la diaíresis de España",
Razón Española, 2012 (174), p. 40. Ese mito justifica en 1978 el salto en el vacío
del Estado de las autonomías, mecanismo instaurado, a su vez, para santificar
2 8 "Spanien hat im 19. Jarhrhundert die Verfassungsanderung wie einen
y dar por buena la descomposición o "diaíresis de España". D. Negro Pavón,
Sport betrieben". J. Vincke, "Spanien", en H. Sacher (Ed.), Staatslexikon, Herder
"La mitificación de la Monarquía hispánica y la diaíresis de España II", Razón
und Co., Friburgo de Brisgovia, 1931, t. IV, p. 1750.
Española, 2012 (175), p. 142. E l "mito de la República", constitucionalizado por
2 9G. Fernández de la Mora, El Estado de obras, Doncel, Madrid, 1976, pp. 23-
la disposición transitoria primera de la carta del 78 sirve a los mismos fines ace-
25. J . Molina Cano, "Fernández de la Mora, padre de la constitución de 1967",
leradores de la desnacionalización de España. Se prima en ella a "los territorios
Razón Española, 2012 (173), pp. 277-284.
que en el pasado hubiesen plebiscitado afirmativamente proyectos de Estatuto
30 L a atribución del ordinal noveno a la Constitución del 6 de diciembre no
de autonomía".
es una fabulación jurídica, sino la aplicación, hasta sus últimas consecuencias,
2 7L . Corsi Otálora, Los realistas criollos. Por Dios, la patria y el rey, Ediciones de la misma lógica que Lucas Verdú desarrolló en su famoso estudio sobre la
Nueva Hispanidad, Buenos Aires, 2009, pp. 78-79: "de los 12.600 soldados realis- Ley para la Reforma política. P. Lucas Verdú, La octava Ley Fundamental. Crítica
tas en momentos de la batalla de Ayacucho sólo 600 eran peninsulares". jurídico-política de la reforma Suárez, Tecnos, Madrid, 1976.
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nunciamiento", al que todavía se ha de recurrir en el siglo X X , y que durante pier) al que tan poca importancia le daba Ferdinand Lassalle en su conferencia berli-
el reinado de Isabel I I se convertirá en una forma extraordinaria, pero hasta nesa de abril de 1862 . Con expresión gaucha había advertido también del peligro el
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de las guerras hispanoamericanas, reo desde entonces de una fantástica obse- la formación de gobiernos.
sión por injerirse en la política nacional . La realidad es muy distinta. Miguel
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Después del Gobierno largo de Maura los oportunistas y los agraviados de la la continuidad monárquica en la Jefatura del Estado, entrega a aquellos un poder
vieja política (antiguos adictos al turno de gobierno que se harán llamar "constitu- constituyente de reforma no sometido en la práctica a fiscalización alguna. La intere-
cionalistas" en el ocaso de la monarquía, especímenes republicanos de lo más dispar, sada confusión entre reforma parcial y total de la constitución facilita precisamente la
nacionalistas, socialistas y anarquistas en general) quieren anticipar la apertura de aprobación de la Ley para la Reforma política. La intangibilidad de la forma monár-
un "periodo constituyente", pendant en el nuevo siglo de los pronunciamientos oca- quica del Estado, nunca discutida seriamente en las constituyentes, y la sanción real
sionáoslas del XIX. 1909, 1913 o tal vez 1917, con la coincidencia de las Juntas de de la constitución según un procedimiento no muy diferente al utilizado por Franco
Defensa, la huelga general y la Asamblea de parlamentarios, marcarán en muchas para promulgar la Ley Orgánica del Estado, también sometida a referéndum nacio-
conciencias el agotamiento no ya de un ciclo político, sino del poder constituyente nal, como la Constitución del 78, denuncia la subsistencia de un poder constituyente
con el que han trapicheado todos en España alrededor de un siglo. Por última vez residual que no sobrevivirá cuando reine el ahora Príncipe de Asturias. Desde este
Cánovas, ingeniando la teoría del pacto entre la Corona y las Cortes y dándole asiento punto de vista al menos, la jura de la Constitución por el nuevo Rey "al ser procla-
en su constitución. mado ante las Cortes" (artículo 61 de la Constitución vigente), se parecerá más a la
Suprimidos los partidos por Primo de Rivera, incapaz de hacer grande el suyo, la toma de posesión de un honrado funcionario que a la aceptación del severo encargo
Unión Patriótica, y por Franco, enemigo de todos los partidos, incluido el Movimien- de "hacer guardar la constitución". Pues sólo puede custodiar esa norma quien even-
to Nacional, cuyas posibilidades políticas quedaron sofocadas, con la connivencia de tualmente puede saltar sobre ella y, llegado el caso, suspenderla para garantizar su
su Jefe Nacional, mediados los años 50, tiene su lógica que la reacción contra las dos subsistencia .
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dictaduras enarbolara la bandera de los partidos políticos. Serán estos, sobre todo para
sus inmediatos beneficiarios, como la promesa de una regeneración política. Los par- *
tidos se dicen garantes de la libertad política, de modo que un régimen que niega los
partidos no puede conocer, por definición, las libertades políticas. Con estos argumen- Debo decir, emulando un colofón de Alvaro d'Ors , que pertenecen estas pági-
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tos estupefacientes, la partidocracia como reduccionismo democrático llegó a cotas nas a la disciplina del Derecho político. Razón de ser de esta enciclopedia española
insospechadas a finales del siglo pasado. De Entrada, la constitución hace de ellos ór- de los saberes políticos es hoy abarcar con sus conceptos el hecho político del
ganos del Estado: "instrumentos fundamental para la participación política" (artículo Estado en España y hacerlo inteligible: trascender nuestra indigencia teórica, lo
6). La Transición, por otro lado, no se puede entender sin la prima política concedida que Fernández-Carvajal llamó en unas conferencias inéditas "situación de ateoría"
por el Rey, el "motor del cambio" a los partidos, incluso a los abiertamente enemigos. (con alfa privativa) o "situación en que se encuentra una circunstancia histórica, un
Por cierto que el pacto o consenso® de 1978 entre la corona y los partidos políticos régimen político determinado que no tiene una teoría congruente que lo explique, o
es el hecho homólogo de la ficción del pacto canovista entre la corona y las Cortes. que se explica con arreglo a unas categorías que no están construidas, que no están
Una decisión soberana de Franco, cuyo poder constituyente se autolimita paula- deducidas en función de esa realidad histórica misma". Y la ateoría, según se dice
tinamente según la poderosa imagen política inglesa del "león dormido" , crea rey a
41 en el mismo lugar, cría mala conciencia y cinismo . 44
4 0 Sobre el "consenso" ha discurrido D. Negro Pavón, "Tiranía el consenso", 4 2Sin el poder constituyente residual las decisiones del custodio de la consti-
Razón Española, 2007 (143), pp. 267-295 y "Desmitificación del consenso políti- tución tendrán la misma eficacia política que las que pueda adoptar un maestro
co", Razón Española, 2007 (145), 2007, pp. 139-178. de escuela.
41 Sobre las limitaciones que se impuso Franco: R. Fernández-Carvajal, La 4 3Á. d'Ors, La violencia y el orden, p. 125.
constitución española, Editora Nacional, 1969, pp. 81-88; la alusión al "león dor- 4 4R. Fernández-Carvajal, El Régimen político español, mecanoscrito inédito,
mido" se encuentra en la p. 88. ca. 1974, pp. 22-24.