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EL DERECHO PÚBLICO ROMANO Y EL

CONSTITUCIONALISMO VENEZOLANO

Emilio Spósito Contreras*

La república romana se funda en la


moralidad tradicional de sus hombres.
Ennio1

I. El Derecho Público Romano

En el mismo sentido de lo explicado en Venezuela por el civilista José Luis


Aguilar Gorrondona, cuando hablaba de los principales sistemas de Derecho Civil y
dentro del llamado “sistema occidental” distinguía entre el “Common Law” y el “Civil
Law”, “Derecho continental”, “grupo francés” o “romano”,2 en el caso de las
organizaciones políticas –específicamente lo que a partir de la Modernidad se
conoce como “Estados”– Giovanni Lobrano, profesor de Derecho Romano y actual
Decano de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Sassari en Italia, 3
distingue entre dos concepciones o modelos, absolutamente opuestos entre sí: uno,
que podríamos llamar simplemente “sistema anglosajón” (“...‘leviathan’ della scienza
‘giuridica’ anglosassone ‘fantasma parlamentare centralista’”4), y otro, que
llamaremos “sistema romano” (“...‘reppublica’ del diritto romano ‘concreta municipale
federativa’”5).

1
* Abogado de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia de la República Bolivariana de Venezuela, profesor de
Derecho Romano de la Universidad Central de Venezuela y miembro activo de la Sociedad Bolivariana de Caracas.
Citado de los Anales de Ennio, en CICERÓN: De re publica. V, 1 (cfr. CICERÓN, Marco Tulio: Sobre la república. Traducción
de Álvaro D’Ors. Gredos. Biblioteca Clásica. 2ª reimpresión. Madrid, 2002, p. 151).
2
Cfr. AGUILAR GORRONDONA, J. L.: Derecho Civil. Personas. Universidad Católica Andrés Bello. Manuales de Derecho.
Editorial Arte. Caracas, 1985, p. 16.
3
Cfr. LOBRANO, G.: Problemi Attuali di Diritto Attraverso il Diritto (Pubblico) Romano. Della crisi dello “Stato-fantasma” alla
risorgenza dello “Stato municipale” (Riflessioni in corso di sistematizzazione con alcune note, per memoria, di fonti e di dottrina) .
En Theologica & Historica. Annali della Pontificia Facoltà Teologica della Sardegna. Número XI. Edizioni della Torre. 2002, pp.
263-281.
4
Op. cit., p. 266.
5
Ibidem.
Como salta a la vista, las bases de tal diferenciación son las expresiones
culturales típicas de Occidente: por una parte, la tradición anglosajona, de los
bosques del norte de Europa, protagonista de la historia entre la Edad Media y
Moderna, cuya forma de organización es artificial –el leviathan de Tomás Hobbes–
(representativa), en torno a un centro que es el palacio del monarca (parlamentaria) y
que para garantizar la libertad de los súbditos encuentra la necesidad de dividir el
poder preexistente y distribuirlo de manera descendente.
Y, por otra parte, la tradición romana republicana, de las civitas (o πόλις) en
torno a las playas del Mediterráneo, propia de la Antigüedad, con una existencia
física concreta (la urbs: con sus murallas... instituciones y ciudadanos de carne y
hueso), que organizada de manera societaria en populus, elige (soberano) a sus
gobernantes (magistrados). No obstante, debe resaltarse que los funcionarios de la
ciudad están al servicio de la civitas –ante la cual son responsables– y para
garantizar la libertad y, sobre todo, la igualdad, el sistema cuenta con el tribunado,
principal ejecutor del poder negativo.6
Con base en lo someramente enunciado, ¿a cuál de estos dos modelos, a
cuál tradición cultural correspondería nuestro Estado? 7
Desde el mismo nacimiento político de Venezuela en 1810, hasta la
actualidad, se ha debatido sobre el mejor sistema para nosotros e incluso a las
armas se ha recurrido para decidir entre centralismo y federalismo, conservadurismo
y liberalismo, militarismo y civilismo, democracia representativa de partidos y
democracia participativa... conflictos, debates... creencia en un debate que, a lo largo
de veinticinco Constituciones (desde la de 1811 hasta la de 1961), apenas sirve para
comprobar el triunfo del utilitarismo de Jeremías Bentham –muy del gusto de

6
V., trabajo del autor, titulado “La huelga nacional de telegrafistas de 1914. Expresión del Poder Negativo”. En Revista de
Derecho. Número 11. Tribunal Supremo de Justicia. Caracas, 2004, pp. 263-281.
7
A ello se refería Juan Jacobo Rousseau, en Contrato Social. II, 12, como “costumbres”, “hábitos” u “opinión”, al referirse a una
categoría de leyes “...que no se graba ni sobre mármol ni sobre bronce, sino en los corazones de los ciudadanos, que es la
verdadera constitución del Estado; que toma todos los días nuevas fuerzas; que, en tanto otras leyes envejecen o se apagan,
ésta las reanima o las suple [...] elemento desconocido para nuestros políticos, pero de la que depende el éxito de todas las
demás [leyes políticas, civiles y criminales] y de la que se ocupa en secreto el Gran Legislador, mientras parece limitarse a
reglamentos particulares, que no son sino la cintra de la bóveda, en la cual las costumbres, más lentas en nacer, forman, al fin,
la inquebrantable clave” (cfr. ROUSSEAU, J. J.: Contrato social. Traducido por Fernando de los Ríos Urruti. Espasa-Calpe.
Madrid, 1980, p. 81).

2
Francisco de Paula Santander– o del positivismo que aún hoy pretende racionalizar
el mundo sensible dejando a un lado la relación entre realidad y razón. 8

II. La tradición roussoniana

...[su] originalidad es consecuencia de la


elección consciente de un modelo
constitucional, el romano [...] y del
esfuerzo constante por adaptarlo a la
realidad hispanoamericana.
P. Catalano9

Es Bolívar, en su Discurso de Angostura (1819), de los primeros en plantear la


disyuntiva política de nuestros pueblos en tales términos: modelo anglosajón versus
modelo romano. Sobre el primero, dice: “...os recomiendo [...] el estudio de la
Constitución británica, que es la que parece destinada a operar el mayor bien posible
a los pueblos que la adoptan; pero por perfecta que sea, estoy muy lejos de
proponeros su imitación servil...”,10 y aunque sin duda, él mismo la estudió y la tuvo
en cuenta al momento de confeccionar la estructura constitucional de Venezuela o
Bolivia, finalmente, respondiendo a la máxima “El sistema de gobierno más perfecto
es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad
social y mayor suma de estabilidad política”,11 optó por tomar de Roma “...sus
censores y sus tribunales domésticos...”,12 en la idea de formar un pueblo no sólo

8
En este sentido J. Martí, citado por L. Vallenilla Lanz, advertía: “Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro
del llanero. Con una frase de Sièyes no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna,
hay que atender para gobernar bien: el buen gobernante en América no es el que sabe como se gobierna el alemán o el
francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto para llegar, por métodos
e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible, donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de
la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El
gobierno ha de nacer del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos del propio país” (cfr. VALLENILLA
LANZ, Laureano: Cesarismo Democrático y otros textos. Biblioteca Ayacucho. Número 164. Caracas, 1991, p. 112).
9
Derecho público romano y principios constitucionales bolivarianos. En Constitución y constitucionalismo hoy. Cincuentenario
del Derecho Constitucional Comparado de Manuel García-Pelayo. Fundación Manuel García-Pelayo. Caracas, 2000, p. 700.
10
Bolívar, Discurso de Angostura. (cfr. BOLÍVAR, Simón: Op. cit., p. 114).
11
Ibidem, p. 111.
12
Idem., p. 121.

3
libre y fuerte, sino sobre todo virtuoso: “...moral y luces son nuestras primeras
necesidades”.13
En este sentido, se pronuncia Pierangelo Catalano, profesor de Derecho
Romano de la Universidad de Roma “La Sapienza”, en su trabajo Derecho público
romano y principios constitucionales bolivarianos, al señalar:

El Libertador hace referencia, en modo creciente en el desarrollo de su acción


política, al modelo constitucional romano interpretado por Rousseau; hasta
llegar al explícito contraste con el principal iniciador del constitucionalismo
europeo: Benjamín Constant.14

Estos detalles, que para muchos no desdicen de la inspiración anglosajona del


constitucionalismo bolivariano, sin embargo, terminan por excluirla. 15
El sistema de Estado anglosajón es fundamentalmente individualista (libertad
del individuo frente a cualquier forma de opresión: familia, Iglesia, Estado...) y,
naturalmente, egoísta. El hombre que subyace en este modelo es el cazador de los
bosques del norte de Europa, organizado en tribus nómadas y, por tanto, seguidor de
un líder, de un caudillo, de un rey... hasta las expresiones más simples del sistema
se explican por esta circunstancia: la organización social, el trato de la gente, su
laboriosidad y religiosidad, su urbanismo con palacios en el corazón de sus ciudades,
etcétera.
En lo económico, vale hacer mención aparte. El capitalismo desarrollado en
las aldeas medievales (bourg), se basa en un simple interés individual que, sólo a la
postre, rinde beneficios al resto de los participantes del sistema. En este sentido,
recuérdese la famosa proposición de A. Smith: “No esperamos comer gracias a la
benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero, sino a la consideración de

13
Idem.
14
CATALANO, P.: Op. cit., p. 700.
15
V. COMBELLAS, Ricardo: La tradición republicana, la doctrina bolivariana y la Constitución de 1999. En la obra colectiva
Visión iberoamericana del tema constitucional. Fundación Manuel García-Pelayo. Caracas, 2003, pp. 149-177.

4
su propio interés. No nos dirigimos a su humanidad sino a su egoísmo, y nunca les

hablamos de nuestras necesidades sino de su provecho”.16-17


Por oposición, la civitas romana supone la superación del rex y, en vez de un
nuevo único sucesor, la conformación de un consortium entre los herederos,18 una
communio de la res publica,19 “...lo que pertenece al pueblo”,20 que implica la
soberanía del conjunto de los ciudadanos y, en consecuencia, la toma de decisiones
por parte de la colectividad o populus reunida en comicios,21 y en ese marco, la
elección de sus órganos de administración.
Sobre el carácter de esta forma de presentarse el Estado, vale recordar el
pasaje de la obra Vidas paralelas de Plutarco (Coriolano, VI), referido a la secesión
de la plebe y su retiro al Monte Sacro –el mismo donde Bolívar, siglos después,
juraría la emancipación de Hispanoamérica–, según el cual:

...en cierta ocasión los miembros todos del cuerpo humano se rebelaron
contra el vientre, y le acusaron de que, estándose él solo ocioso y sin
contribuir en nada con los demás, todos trabajaban y desempeñaban sus
respectivos ministerios, precisamente por contenerle y satisfacer sus apetitos;
y que el vientre se había reído de su simpleza, porque no echaban de ver que
si tomaba para sí todo el alimento, era para distribuirlo después y dar nutrición

16
SMITH, Adam: Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones . Fondo de Cultura Económica. 1ª
edición (1958), 8ª reimpresión. México, 1994, p. 17.
17
Aún antes del nacimiento del padre de la Economía moderna, B. Mandeville, describía la naturaleza del sistema, recitando su
conocida Fábula de las Abejas (1714):
Grandes multitudes pululaban
en el fructífero panal
y ese gran concurso les permitía medrar
atropellándose para satisfacerse mutuamente
la lujuria y la vanidad...
Así pues cada parte estaba llena de vicios
pero todo el conjunto era un paraíso.
Cfr. http://www.eumed.net/cursecon/economistas/mandeville.htm (14/06/04).
18
“...todos eran propietarios de todo” (cfr. ARANGIO-RUIZ, Vincenzo: Instituciones de Derecho Romano. Traducción de la 10ª
edición por J. M. Caramés Ferro. Depalma. Reimpresión inalterada. Buenos Aires, 1986, p. 251).
19
“...esfera de los fines y de los intereses públicos [...], antítesis a la res privata o familiaris” (cfr. BONFANTE, Pietro: Historia
del Derecho Romano. Editorial Revista de Derecho Privado. Serie C. Tratados Generales de Derecho Privado y Público.
Volumen XXIV. Madrid, 1944, p. 114).
20
CICERÓN: De re publica. I, 39 (cfr. CICERÓN, Marco Tulio: Op. cit., p. 62).
21
“La última expresión de la voluntad del pueblo es ley”. Ley de las XII Tablas. XII, 2 (cfr. BONFANTE, P.: Op. cit., p. 280).

5
a los demás. ‘Pues de esta misma manera, continuó, se ofrecen y con
vosotros reparte cuanto hay de útil y provechoso’.22

Lo que nos da la idea de que en la civitas debe imperar un sentimiento


especial o amor,23 coincidiendo con la antigua regla de oro de los hebreos contenida
en la Biblia, en el Antiguo Testamento, en el sentido de que “...amarás a tu prójimo
como a ti mismo” (Levítico. 20, 18),24 entendida como el procurar primero el bien
común como medio para alcanzar el bien individual. ¡Nada más opuesto al egoísmo
capitalista!
En el referido relato de Plutarco, rico en enseñanzas, también puede leerse:

No estaba contento Marcio [Coriolano] con el ventajoso partido que


había sacado la plebe, habiendo tenido que ceder la aristocracia, y observaba
que como él sentían muchos de los patricios: excitábalos, por tanto, a no
quedar inferiores a los plebeyos en las lides que libraban por la patria, sino
hacer ver que en la virtud, más bien que en el poder, les hacían ventajas.25

Esto es, aunque en Roma se reconocieron diferencias entre los cives: por un
lado, los patricios y por el otro, los plebeyos... ante la igualdad que impone la
organización social, sólo la virtud distingue entre los hombres.
El amor al prójimo es una virtud en sí misma, quizás la más importante para la
vida en la ciudad, aunque el romano hiciera coincidir la condición de ciudadano y
virtuoso. Así, por ejemplo, pareciera sugerirlo Cicerón en su conocido Sueño de
Escipión (De re publica. VI, 13), al señalar:

Nada hay, de lo que se hace en la tierra, que tenga mayor favor cerca
de aquel dios sumo que gobierna el mundo entero que las agrupaciones de

22
PLUTARCO: Vidas paralelas. Traducción de Antonio Ranz Romanillos. Vergara. Barcelona, 1962, pp. 396-397.
23
V. trabajos del autor, titulados: Implicaciones del Estado de derecho y justicia en algunos aspectos de la relación súbdito-
gobierno. En Revista de Derecho. Número 4. Tribunal Supremo de Justicia. Caracas, 2002, pp. 53-84; y, Aproximación a los
Derechos Sociales en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. En Revista de Derecho. Número 9. Tribunal
Supremo de Justicia. Caracas, 2003, 381-398; en lo referente a los sentimientos o amores que según J. J. Rousseau, subyacen
al hombre que celebra el pacto social.
24
También en el Nuevo Testamento, específicamente en Mateo. 23, 34-40 y Marcos. 12, 28-31.
25
PLUTARCO: Op. cit., p. 397.

6
hombres unidos por el vínculo del derecho, que son las llamadas ciudades.
Los que ordenan y conservan éstas, salieron de aquí y a este cielo vuelven.26

¡Nada más opuesto al positivismo del Estado liberal! 27


En lo que respecta al gobierno de uno y otro sistema, en el anglosajón se
encuentra la necesidad de doblegar a los funcionarios bajo el peso de la ley (Estado
de Derecho) con la excusa de garantizar la libertad del pueblo.
En el romano, los magistrados están dotados de extensos poderes, 28 propios
del gobierno que transformaría a una austera República en un Imperio universal. No
obstante ello, el sistema ofrecía controles para garantizar la igualdad entre sus
participantes sin detrimento de la potencia de sus instituciones. En tal sentido T.
Mommsen, en su Derecho Público Romano, señala:

A la comunidad ideal pertenecía, como lo demanda su derecho a dar leyes, un


poder sin límites para dar disposiciones sobre la vida y el patrimonio de los
ciudadanos; pero los actos de voluntad de su representante sólo podían
considerarse como voluntad de la comunidad en tanto en cuanto cumplieran
con los requisitos exigidos por las prescripciones de ésta, y singularmente en
tanto en cuanto el Consejo de la misma y la ciudadanía hubieran prestado su
consentimiento en aquellos casos en que éste era necesario por la
constitución.29

Al respecto, mención especial merecen la intercessio, la provocatio ad


populum o la censura... el veto o ius prohibendi, que “...no pudiendo hacer nada,
puede impedirlo todo”,30 permitía entre colegas y al tribuno de la plebe, paralizar la
actuación de la Administración; la apelación al pueblo imponía al magistrado –bajo

26
CICERÓN, Marco Tulio: Op. cit., p. 162.
27
“Cuando en una regla de derecho expresamos que la consecuencia debe seguir a la condición, no adjudicamos a la palabra
‘debe’ ninguna significación moral. Que tal conducta sea prescrita por el derecho no significa que lo sea igualmente por la
moral...” (cfr. KELSEN, Hans: Teoría pura del Derecho. Traducida por Moisés Nilve. Editorial Universitaria de Buenos Aires.
Temas. Buenos Aires, 1977, p. 55.
28
“Los romanos sabian que un Estado poderoso exige caractéres viriles; que el Estado que tiene sujetos los brazos no puede
conseguir nada grande, y que ni el temor de un abuso posible, ni el exceso de libertad, debian impedirles dotar a sus
magistrados de facultades omnímodas” (sic). (Cfr. IHERING, Rudolph von: El Espíritu del Derecho Romano en las diversas
fases de su desarrollo. Traducción de Enrique Príncipes y Satorres. Comares. Colección Crítica del Derecho. Sección Arte del
Derecho. Granada, 1998, p. 480).
29
MOMMSEN, Teodoro: Compendio del Derecho Público Romano. Impulso. 1ª edición argentina. Buenos Aires, 1942, p. 116.
30
ROUSSEAU: Contrato social. III, 18 (op. cit., p. 149).

7
pena de improbe factum– consultar al pueblo su decisión en los casos de condena a
muerte (lex Valeria de provocatione del año 509 a. C.), a flagelación o a multas que
excediesen de dos ovejas y treinta bueyes o tres mil veinte ases (lex Æternia Tarpeia
del año 454 a. C.).31 La censura, por su parte, teniendo como función la elaboración
del censo del pueblo cada cinco años, implicaba la distribución de los ciudadanos
según su moralidad, con evidentes consecuencias cívicas o políticas. 32

III. El reciente Constitucionalismo Venezolano

Así como para nosotros “federación” significó mucho más que una forma de
organización estatal,33 hoy una serie de innovaciones parecen comprendidas bajo el
rótulo de “participación”. Ahora, la Independencia y las reivindicaciones populares...
el bolivarianismo, viene traducido en el lema: ¡participación! 34
Arropados bajo esta bandera, encontramos desde la elección, el referendo, la
consulta popular, la revocatoria del mandato, la iniciativa legislativa, constitucional y
constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas; como las
instancias de atención ciudadana, la autogestión, la cogestión, las cooperativas en
todas sus formas incluyendo las de carácter financiero, las cajas de ahorro, la
empresa comunitaria y demás formas asociativas guiadas por los valores de la
mutua cooperación y solidaridad (artículo 70 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela).

31
V. BONFANTE, P.: Op. cit., pp. 113-123.
32
CAVALLARI, Paolo: Modelli e precedenti del Consejo Moral Republicano della Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela del 1999. La censoria potestas e l’ispirazione romana e di J. J. Rousseau nella «doctrina de Simón Bolívar».
Conferencia presentada en el Seminario “Costituzione Bolivariana e Giustizia Internazionale”. Instituto Italo-Latino Americano
(IILA), Defensoría del Pueblo de la República Bolivariana de Venezuela, Associazione di Studi Sociali Latinoamericani (ASSLA),
Società Bolivariana di Roma, Sezione di Roma “Giorgio La Pira” dell’ITTIG-CNR. Roma, 17 y 18 de diciembre de 2003. Passim.
33
“...decir en Venezuela, Federación, es aludir a todo lo que hay de grande y hermoso para los oprimidos. Es decir libertad,
dignidad y prosperidad” (En, DÍAZ SÁNCHEZ, Ramón: Guzmán. Elipse de una ambición de poder. Citado por PÉREZ ARCAY,
Jacinto: La Guerra Federal. Péndulo histórico bolivariano. Imprenta Nacional. Caracas, 2002, p. 142).
34
“La República Bolivariana de Venezuela es democrática porque su esencia misma radica en la participación activa del pueblo
en la formación y ejecución de las decisiones públicas, siendo dicha participación el medio necesario para lograr el
protagonismo que garantice el completo desarrollo individual y colectivo” (cfr. CHÁVEZ FRÍAS, Hugo: Ideas fundamentales para
la nueva Constitución bolivariana de la V República. Parte I-II. Caracas, 5 de agosto de 1999, p. 55).

8
En este furor participativo, hasta la llamada desobediencia, la resistencia, la
rebelión... en sentido impropio, han sido vistas como expresión de la participación
ciudadana.35
Se recurre a las más variadas teorías y tradiciones para justificarla: la
experiencia europea posterior a la Constitución de Weimar (1919), el corporativismo
italiano, la tradición del lobby norteamericano o la conocida versión –izquierdista– de
la Democracia participativa y Protagonismo Social 36 de Heinz Dieterich.37
En nuestro caso –sin negar absolutamente otras corrientes de pensamiento–,
proponemos una fuente distinta de inspiración de nuestra “participación”: el
constitucionalismo bolivariano como expresión de lo que Ricardo Combellas llama
“tradición republicana”.38
Resultan emblemáticos la consagración del Estado democrático y social de
Derecho y de Justicia (artículo 2 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela), el sistema de los derechos sociales (Título III, “De los Deberes,
Derechos Humanos y Garantías”. Capítulo V, “De los Derechos Sociales y de las
Familias”, artículos 75-95, eiusdem), el referendo en todas sus manifestaciones
(artículo 70) y el Consejo Moral Republicano y sus juicios de moralidad (artículos
274-278).
Sin duda, podría alegarse que todo ello no era extraño al Derecho positivo
anterior a la Constitución venezolana de 1999, pero ahora, es innegable que luce una
cara distinta al lado del desarrollo de lo dispuesto en el artículo 141 constitucional:
"La Administración Pública [...] se fundamenta en los principios de [...]
participación...”, en disposiciones de la Ley Orgánica de la Administración Pública
como las contenidas en su Título VI, “De la participación social de la gestión pública”,

35
V. trabajo del autor, titulado La huelga nacional de telegrafistas de 1914, expresión del poder negativo. En Revista de
Derecho. Número 11. Tribunal Supremo de Justicia. Caracas, 2004, pp. 51-83.
36
Democracia Participativa y Protagonismo Social. Colección Textos Políticos. Número 1. Alcaldía de Caracas. Caracas, 2001.
37
V. trabajo del autor, titulado Reflexiones sobre el Consejo Federal de Gobierno como máxima instancia de participación
administrativa. En Temas de Derecho Administrativo. Libro Homenaje a Gonzalo Pérez Luciani. Tribunal Supremo de Justicia.
Colección Libros Homenaje. Número 7. Caracas, 2002, pp. 827-863.
38
En este sentido, puede referirse el artículo periodístico de Ibsen Martínez, titulado: Tiranías nuevas, ideas clásicas, en el que
se comentan –aunque en sentido crítico– los trabajos de Martha Nussbaum y Mark Lilla, sobre la necesidad de recurrir a ideas
de la Antigüedad para un buen estudio de la politología y la sociología de hoy. Cfr. diario El Nacional, lunes 14 de junio de 2004.
Año LXI. Número 21.833, p. A-9.

9
en cuanto a la obligación –bajo pena de nulidad (artículo 137 eiusdem)– de que la
Administración, en un uso técnico de la expresión “participación”, elabore sus
decisiones (normativas) escuchando la opinión de sus destinatarios: beneficiarios o
no, personalmente o a través de la organizaciones de la sociedad civil 39 (artículos
135 y 136).
La injerencia de la colectividad en las decisiones de carácter normativo –aún
de naturaleza ejecutiva o administrativa– es expresión de los principios republicanos
clásicos de soberanía popular y de que la ley emana del pueblo.
Otro tanto podría decirse de la identificación de un Poder Ciudadano y de la
creación del Consejo Moral Republicano (artículo 273 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela), cuyo principal encargo es "...prevenir,
investigar y sancionar los hechos que atenten contra la ética pública y la moral
administrativa” (artículo 274 constitucional).
En este sentido, el artículo 6 de la Ley Orgánica del Poder Ciudadano 40
señala:

...se entenderá por ética pública el sometimiento de la actividad que


desarrollan los servidores públicos, a los principios de honestidad, equidad,
decoro, lealtad, vocación de servicio, disciplina, eficacia, responsabilidad,
transparencia y pulcritud; y por moral administrativa, la obligación que tienen
los funcionarios, empleados y obreros, de los organismos públicos, de actuar
dando preeminencia a los intereses del Estado por encima de los intereses de
naturaleza particular o de grupos dirigidos a la satisfacción de las necesidades
colectivas.

La necesidad de cuidar de la ética y la moralidad del Estado es el resultado


del establecimiento de una comunidad y del reconocimiento de que ella sólo es
posible en la medida en que sus miembros superen su natural egoísmo, procurando
el bien común como modo de alcanzar el bien individual.
Podrán encontrarse otros antecedentes de nuestro actual Derecho, distintos a
los aquí señalados. La cultura no es estática, el tiempo no transcurre en vano. No

39
Sobre la naturaleza de la llamada “sociedad civil” v. sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
número 1395 del 21 de noviembre de 2000.
40
Publicada en Gaceta Oficial número 37.310 del 25 de octubre de 2001.

10
obstante, ello no implica excluir la inspiración romana republicana de nuestro
ordenamiento. En todo caso –como se ha pretendido hacer ver a lo largo de la
presente intervención– las contradicciones que se presentan... y probablemente se
sigan presentando en un futuro, tendrán que interpretarse a favor de la democracia y
en detrimento del liberalismo.
Ya lo evidenciaba Manuel García-Pelayo, hace más de cincuenta años,
cuando avizoraba la crisis de la Modernidad:

La raíz fundamental de tal crisis radica en que el Estado democrático


liberal se basa en la unidad de dos términos, que si durante cierto tiempo se
han armonizado, sin embargo representan en sí mismos algo antagónico y de
difícil convivencia cuando los principios que los informan obtienen el
adecuado despliegue. Tales términos son la democracia y el liberalismo.
Cierto que ambos tienen una serie de notas comunes, y que ninguno
puede vivir sin un mínimum del otro; que la democracia, tal como se ha
manifestado en Occidente, exige ciertas libertades liberales, y que el
liberalismo precisa de ciertas exigencias democráticas. Pero esto es
justamente uno de los supuestos de su antinomia. El otro es que, a pesar de
la necesidad mutua, ambos términos son contradictorios en una serie de
aspectos esenciales (sic).41

Ahora más que nunca, el énfasis de la línea de pensamiento latino puesto en


la Constitución venezolana de 1999, evidencia la oposición entre los modelos
anglosajón y romano, actualizando lo que Paolo Cavallari llama una “...persistente
vicenda giuridica e política”.42 Estamos frente a un nuevo capítulo de ese
enfrentamiento; por tanto, estar conscientes de ello y actuar en consecuencia, es
nuestro actual reto.

41
Cfr. GARCÍA-PELAYO, Manuel: Derecho Constitucional Comparado. En Obras Completas. Tomo I. Centro de Estudios
Constitucionales. Madrid, 1991, p. 389.
42
CAVALLARI, Paolo: Op. cit., passim.

11

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