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EL CAMPO COMO MÁQUINA

¿Qué pensaban los fascismos europeos del siglo XX


sobre el mundo rural?
Repasamos la relación que tuvieron los dictadores Hitler, Mussolini y Francisco Franco
con el medio ambiente natural, con sus respectivas similitudes y diferencias

Hitler y Mussolini (Wikimedia)

Por Enrique Zamorano


02/05/2023 - 05:00

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"S
ois poetas, amáis los bosques por el paisaje, por vuestros ensueños románticos.
El paisaje tiene su importancia, pero nunca lo subordinaremos a los intereses
reales y verdaderos de la economía de la montaña. El 50% de nuestro territorio sagrado e
impermeable es montaña, que necesitamos mantener poblada porque la llanura está
saturado. Por tanto, queremos caminos para los montañeses, ricas praderas en lugar de
magros pastos, razas alpinas pardas en vez de cabras destructivas. Junto a toda esta
riqueza, debemos incrementar la pequeña y gran industria maderera, racionalizar la
tala, proteger los manantiales, conservar la tierra y sistematizar los arroyos para evitar el
encenagamiento de los embalses hidroeléctricos y cauces fluviales".

Estas palabras, pronunciadas en 1928 por Arnaldo Mussolini, mismísimo hermano y


mano derecha del Duce, sintetizan a la perfección la visión que tenía el fascismo italiano
de los entornos naturales. Quien haya visitado la península itálica de norte a sur
conocerá de primera mano la insólita belleza de sus paisajes mediterráneos. Mucho
antes de que las ideas ecologistas permearan en la sociedad y el cambio climático fuera
una de las mayores preocupaciones de los gobiernos de cara al futuro, los movimientos
totalitarios del siglo XX sintieron la necesidad de adherir a su causa la protección de lo
rural, salvo con una diferencia: había que domesticarlo, amaestrarlo y perfeccionarlo
para que sirviera a los intereses de la nación.

"El movimiento Strapaese italiano enfatizó la exuberancia sexual del


auténtico varón fascista con la fertilidad de la mujer rural"

El campo como una máquina. "El régimen vio un reflejo de sí mismo en el medio
ambiente, concebido como un híbrido donde la naturaleza y la política eran uno", explican
los historiadores Marco Armiero, Roberta Biasillo, Wilko Graf von Hardenberg en un
reciente libro sobre la relación del Partido Nacional Fascista con lo rural. "La
recuperación natural significaba no solo secar pantanos y combatir la malaria, sino
también una idea demiúrgica, terapéutica, para curar el cuerpo enfermo de la patria. Es
interesante notar la divergencia entre la idea de protección natural del discurso
ecologista de nuestros días y la noción fascista de mejora, entendida sobre todo como
una terapia dirigida a curar un cuerpo enfermo, o al menos mejorar el rendimiento de un
cuerpo que aún no está en su mejor momento".

La Strapaese italiana
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Los autores, que han publicado un fragmento de su trabajo en el MIT Press Reader
aseguran que Mussolini y los suyos comprendieron los múltiples daños que el fascismo
italiano estaba ocasionando a la grandeza natural de los paisajes italianos debido a su
belicismo y rápida industrialización, de ahí que hubiera que transformarla y explotarla
para que sirviera a sus intereses. Por ello, Mussolini nombró a su hermano Arnaldo, que
amaba lo rural, como director del Comité Nacional Forestal para reforestar los valles y
colinas, en su afán por llenar de fertilidad las tierras (asociadas en la mitomanía del
partido con la fecundidad femenina). Un ideario rural que fue asimilado y llevado a la
máxima potencia con el movimiento cultural Strapaese (en español, "superaldea"), el
cual fue impulsado por el intelectual Mino Maccari. De alguna forma, esta concepción de
lo rural como si fuera una máquina que necesitaba ser perfeccionada y servir a la patria
conecta con las ideas futuristas que inspiraron parte de su ideario, el cual también
estaba plagado de machismo y ahondaba en esa separación entre lo bélico asociado
con la hombría, y lo natural, asociado con la feminidad.

Del arte al fascismo: cuando los futuristas italianos intentaron prohibir la pasta
Carmen Macías

"Si el cuerpo del fascismo era el punto de encuentro entre el discurso rural y el discurso
racial, más específica era la noción de fecundidad que encarnaba esta incorporación de
la naturaleza y la raza", admiten los historiadores. "El movimiento Strapaese enfatizó la
exuberancia sexual del auténtico varón fascista con la fertilidad de la mujer rural. En sus
discursos oficiales, Mussolini reiteró el vínculo entre lo rural, la raza y la fecundidad. La
fertilidad redescubierta de la patria, gracias al trabajo del régimen, se reflejó en la
fertilidad de la estirpe itálica más auténtica, la de la Italia rural, que era genuina,
además de pura en el sentido racial del término, porque no estaba contaminada por
encuentros con otros grupos étnicos". Algo bastante irreal, ya que como sucede en
países como el nuestro, la población nacional italiana a lo largo de la historia es el
resultado de un sinfín de cruces étnicos y raciales.

El Blut und Boden alemán

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En la Alemania nazi, más de lo mismo. El Tercer Reich se apropió de un lema
nacionalista francés que empezó a popularizarse a finales del siglo XIX bajo la corriente
del romanticismo, que añoraba la naturaleza virgen antes de la llegada de la
industrialización y la expansión de las grandes ciudades. Blut und Boden, que significa
"sangre y tierra", ya lo dice todo: un cuerpo nacional racialmente definido que va unido a
una zona de asentamiento, en este caso no solo las fronteras actuales de Alemania, sino
otras muchas más zonas de Europa del Este que formaban parte de los planes
imperialistas de Hitler, el Lebensraum.

Además de instigar el exterminio de la población eslava y judía, Darré


también veneraba los antiguos pueblos paganos germanos

A la hora de rastrear por internet este concepto, sobre el que se han escrito ríos de tinta,
nos encontramos con una reseña del libro Tierra Negra del historiador Timothy Snyder,
publicada en la página web de la librería La Central por uno de sus fundadores, Antonio
Ramírez, la cual ilustra muy bien esa relación del Blut und Boden con las ansias
expansionistas del Tercer Reich. "Blut und Boden, sobre este binomio trágico convertido
en doctrina seudorreligiosa emprenderían los nazis la ocupación de Europa del Este, un
territorio considerado por ellos tan 'vacío' como lo estaban las praderas del Oeste
norteamericano en el siglo anterior, ocupado de manera ilegítima por seres racialmente
inferiores, los eslavos, a los que podían esclavizar o exterminar sin más, con las mismas
razones por las que los blancos justificaron el exterminio de los indios norteamericanos".

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Walther Darré en un mitin con el lema Blut und Boden, por detrás. (1937, Wikipedia)

El Blut und Boden fue amplificado por Ricardo Walther Darré, quien publicó un libro en
1930 titulado Neuadel aus Blut und Boden ("Una nueva aristocracia basada en la sangre
y el suelo", en español), que proponía una eugenesia para todos los territorios alemanes
o anteriormente ocupados por personas de raza aria. Además de instigar el exterminio
de la población eslava y judía de estos países situados al este, también veneraba los
antiguos pueblos paganos germanos, idealizando la vida agraria que antaño llevaban
contra el rápido auge de las ciudades.

Darré fue el encargado de llevar a cabo las políticas agrícolas al ser nombrado ministro
de Alimentación y Agricultura en 1933 del Tercer Reich. En otro de sus libros, abogó por
medidas de preservación del medio natural, sobre todo para conservar los bosques, y
exigir medidas que permitieran conceder más territorio a las granjas locales.
Curiosamente, fue uno de los primeros políticos de la historia en impulsar programas
de protección medioambiental, tanto para animales como para los paisajes, haciéndoles
sujetos de derecho en vez de objetos, una tendencia dentro del marco ecologista de hoy
en día. Sin embargo, Darré buscaba lo mismo que Mussolini: sumar el campo (tanto el
territorio como sus habitantes) a la causa nacional, instaurando la creencia de que la
decadencia económica del mundo rural era culpa de los judíos.

Los famosos pantanos de Franco

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Cuando pensamos en el fascismo español y su relación con el mundo rural, es inevitable
acordarse de la frase que todavía sigue utilizándose, las mejores de las veces con ironía
y las peores como argumento para defender que tiempos pasados fueron mejores:
"Franco hizo muchos pantanos". A decir verdad, no es que los planes hídricos fueran su
hobby. Según relata su nieto en el libro La naturaleza de Franco, al dictador le
encantaba salir a cazar, sobre todo "cachalotes y ballenas", y a la par profesaba un gran
amor hacia los animales.

Fueron ocho los pantanos que se construyeron según el Plan Nacional de


Obras Hidráulicas, impulsado en la Segunda República

Evidentemente, el fascismo español no se construyó bajo los mismos estándares que el


italiano o el alemán, los cuales aludían a unas intensidades históricas mucho más
profundas. Los pantanos no fueron obra de Franco, sino que ya se pusieron en marcha
en 1902 con el Plan General de Canales de Riesgo y Pantanos de Rafael Gasset, la
primera gran planificación hídrica de la historia de nuestro país. Como señala Suren
Gasparyan en El Plural, la Segunda República amplió este documento, constituyendo en
1933 el Plan Nacional de Obras Hidráulicas, que por aquel entonces dirigía el ministro
Indalecio Prieto. En concreto, fueron ocho pantanos los que se construyeron con el
objetivo de frenar los episodios de sequía, algo que ya estaba sujeto a este documento
anterior.

En cuanto a la reforestación que llevó a cabo, sí; evidentemente, se plantaron muchos


árboles cuando llegó al poder por la fuerza. Según el historiador y experto en ciencias
medioambientales Moisés S. Palmero, desde 1941 emprendió la tarea de cubrir de
árboles casi cuatro millones de hectáreas de terreno. Pero, como sucedía con los
pantanos, tan solo se limita a continuar con las leyes medioambientales puestas en
marcha por el gobierno de la Segunda República en 1935, fundando el Patrimonio
Forestal del Estado. Podríamos decir, por tanto, que otros hicieron los deberes por él en
materia medioambiental. Y tampoco es que destacara mucho por su defensa alegórica
de la naturaleza en nombre de un ideal romántico, como sí se aprovecharon otros
fascismos. Sea como sea, lo peor es que su mandato perduró en el tiempo, y con él toda
la represión franquista que causó tantas víctimas cuando no exiliados.

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