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Robert Castel, Jacques Donzelot,

Michel Foueault, Jean-Paul de Gaudemar,


Claude Grignon, Francine Muel

ESPACIOS DE PODER
Traducción:
Julia Varela y Femando Alvarez-Uría

LAS EDICIONES DE

1P ¿ m i'f if c i-
1

g a n zl9 1 2
“Genealogía del poder”, colección dirigida por
Julia Varela y Fernando Alvarez-Uría

Diseño cubierta:
R oberto Turégano

© de la presente edición
Las Ediciones de La Piqueta
Seseña, 59 - Madrid—24
I.S.B.N.: 84-7443-034-8
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g a n zl9 1 2

IN D IC E

Págs.

Nota a la edición castellana, Julia V a r e la ........................................ 7


La gubernamental idad, Michel Foucault............................................ 9
Espacio cerrado, trabajo y moralización, Jacques Donzelot: 27

Las form as de represión en e l Antiguo Régim en.............. 30


La secularización del espacio cerrado........................ 34
Regeneración y a d a p ta ció n .......................................................... 38
E l trabajo terapéutico....................................................................... 46
La m o ra liz a ció n ................................................................................. 48

La enseñanza agrícola y la dominación simbólica del cam­


pesinado Claude G rig n o n .......................................................................... 53

La enseñanza agrícola com o m odo de acción sobre el


cam pesinado........................................................................................... 57
La enseñanza agrícola y la escuela prim aria: del "rú s­
tic o " al cam pesino in stru ido ...................................................... 59
La enseñanza agrícola, rem edio de la cuestión social
urbana............................................................................. ...................... 64
La "vuelta a la tierra y la celebración del cam pesi­
nado ............................................................................................................ 68
La " república de lo s a g ró n o m o s"............................................ 73
Génesis y funciones de la enseñanza agrícola.................... 76
Las funciones sociales de la enseñanza a g ríco la ............... 78

Preliminares para una genealogía de las^formas de disciplina


en el proceso capitalista del trabajo, Jean Paul de Gaude-
mar............................................................................................................................. 85
La escuela obligatoria y la invención de la infancia anormal,
FrancineM uel...................................................................................................... 123

Orden m oral y valores n u e v o s ................................................... 125


A sistencia de la in fa n cia ................................................................. 127
La seguridad................................. 129
L o s especialistas del en ca silla m ien to ...................................... 131
La escuela para todos no es la escuela de to d o s .............. 133
E l inestable: categoría n o so g rá fica ......................................... 136
L os niños de las "clases e sp e cia le s"......................................... 138
E l retrasado: categoría n o so g rá fica ......................................... 141

Génesis y ambigüedades de la noción del sector en psiquia­


tría, Robert Castel............................................................................................ 143

/. L o s agentes d el c a m b io .......................................................... 145


II. Un p ro y ecto am bigu o............................................................. 149
' III . Im plicaciones con tem poráneas......................................... 151
IV . La s encrucijadas a ctu a les...................................................... 158
g a n zl9 1 2

Nota a la edición castellana


Los textos aquí recogidos se inscriben en la perspectiva que ca­
racteriza a la Colección Genealogía del poder. Una vez más nos ha­
llamos ante textos políticos, es decir, trabajos que lejos de buscar
la neutralidad y la asepsia como condiciones de cientificidad, des­
cienden a la arena para intentar desvelar los mecanismos y disposi­
tivos de poder-saber que se incardinan en diferentes espacios.
La presente obra se centra en temas indignos a los que
historiadores y sociólogos no suelen con frecuencia conceder interés
científico. Espacios malditos, sm estatutoTepistemológico, frecuen­
temente silenciados cuando no excluidos y condenados por los
mandarines de la alta cultura porque en ellos se poneaf descubierto,
con demasiada virulencia, la política de la verdad que se fabrica en
nuestras sociedades.
Pese a sus diferencias todos estos textos contribuyen a afianzar
una nueva forma de trabajo que lógicamente es estigmatizada por
los amantes de seguridades y por los que, enarbolando viejas etique­
tas políticas, prefieren las liturgias y los rituales de prestigio —y los
textos sagrados— a la aventura de partir a ras de tierra, focalizar y
radicalizar los análisis en un espacio concreto, indagar sin contentar
se con respuestas prefabricadas, comprometerse, en fin, en una bús­
queda destinada a conectar con los que hacen de los espacios de
poder lugares específicos de enfrentamiento. Se trata pues de te x ­
tos que pretenden contribuir a su manera a minar el orden burgués,
sus pompas y sus obras, y que, por su originalidad, pueden ser defi­
nidos en el sentido más clásico del término como nuevas contribu­
ciones a la crítica de la economía política.

Julia V A R E L A
LA GUBERNAMENTALIDAD (•)

M ich el F O U C A U LT

En la lección anterior sobre los dispositivos de seguridad, había­


mos intentado ver cómo aparecían los problemas específicos de la
población. Y nos habíamos visto reenviados a la problemática del
gobierno. Se trataba de analizar la serie seguridad, población, go­
bierno. Y es esta cuestión del gobierno la que quisiera tratar hoy.
No han faltado ciertamente en la Edad Media ni en la Antigüe­
dad grecorromana tratados que se presentaban como "Consejos al
Príncip e", referentes al modo de comportarse, de ejercer el poder,
de hacerse aceptar y respetar por los súbditos; consejos para amar a
Dios, obedecerle, hacer cumplir la ley de Dios en la ciudad de los
hombres, etc. Pero el hecho más sorprendente es que durante todo
el período que va desde la mitad del siglo X V I a finales del si­
glo X V I I I , se perfila y florece toda una notable serie de tratados
que no son ya exactamente "consejos de príncipes" ni tampoco trata­
dos de ciencia pol ítica, sino que se presentan como "arte de gober­
nar". En general, el problema del gobierno emerge en el siglo X V I
de una forma simultánea y a propósito de cuestiones muy distintas
y bajo múltiples aspectos. Problema, por ejemplo, del gobierno de
sí mismo, retorno al estoicismo, que en el siglo X V I se despliega en
torno a la ritualización de cómo gobernarse. Problema también del
gobierno del alma y de la vida que es todo el tema de la pastoral
católica y protestante. Gobierno de los niños, y estamos en la gran
problemática de la pedagogía tal como aparece y se perfila en el
siglo X V I; y en fin , sólo en fin de cuentas, el gobierno de los
Estados por el Príncipe. Cómo gobernarse, cómo ser gobernados,

(•) Exposición realizada en el Colegio de Francia en enero de 1978.

-9 -
Michel Foucauit
10

cómo gobernar a los otros, de quién se aceptará ser gobernados,


cómo hacer para ser el mejor gobernante posible, etc. Estos proble­
mas son en su intensidad y en su multiplicidad, creo, característicos
del siglo X V I; y esto en el entrecruzamiento, pordepirlo deform a
esquemática, de dos procesos; el proceso de resquebrajamiento de
las estructuras feudales y de instauración de los grandes Estados
territoriales, administrativos y coloniales; y por otra parte un movi­
miento completamente distinto que con la Reforma, y a continua­
ción la Contrarreforma, se pone en cuestión el modo según el cual
debe ser dirigido espiritualmente en esta tierra hacia la propia
salvación.
Movimiento por una parte de concentración estatal, y por otra,
de dispersión y de disidencia religiosa; en el entrecruzamiento de
estos dos movimientos es donde se plantea, creo, con una intensi­
dad particular el problema de cómo ser gobernados; quién, hasta
qué punto, con qué fin , con qué método, etc. Es una problemática
del gobierno en general.
En toda esta literatura inmensa y monótona del gobierno que se
extiende hasta finales del siglo X V III con la transformación que
intento delimitar a grandes trazos, querría simplemente aislar algu­
nos puntos dignos de resaltar que se refieren a la definición misma
de lo que se entiende por gobierno del Estado, lo que hoy llam aría­
mos el gobierno en su forma política. Para hacer esto, lo más
simple sería probablemente oponer toda esta literatura a un solo
texto, que tanto en el siglo X V I como en el X V II, no ha dejado de
constituir, de modo explícito e im plícito, DI punto lespecto al cual,
por rechazo o aceptación, se sitúa la literatura del gobierno: este
texto es, por supuesto. El Príncipe de Maquiavelo. Texto del que
sería interesante retrazar las relaciones que há TéHIdo con todos los
otros textos que lo han seguido, criticado, refutado, etc.
Es preciso recordar que El Príncipe no ha sido inmediatamente
execrado, sino más bien honrado por s is contemporáneos y suceso­
res inmediatos, alabado de nuevo a finales del siglo X V III , o mejor
justo a comienzos del siglo X IX , en el momento preciso en que
empieza a desaparecer toda esta literatura sobre el arte del gobier­
no: El Prín cip e reaparece pues a comienzos del siglo X IX , especial-
mente en Alemania, oonde és traducido, presentado, comentado
por gente como fcehberg, Leo. Ranke, Kellermann. etc., y en Italia;
reaparición que convendría analizar de forma precisa, situarla en un
contexto que era, por una parte, napoleónico pero además el creado
por la revolución y por el problema de la revolución en Estados
Unidos: cómo y en qué condiciones se puede mantener la sobera­
nía de un soberano sobre el Estado; contexto además de la apari­
ción, conClausewitz, de los problemas de las relaciones entre p o líti­
ca y estrategia y de la importancia política —hecha evidente en el
Congreso de Viene (1 8 15 )— de las relaciones de fuerza y del cálculo
La gubemamentaUdad
1r

de las relaciones de fuerza como principio de inteligibilidad y de


racionalización de las relaciones internacionales; en último lugar,
contexto de la unidad territorial de Italia y de Alemania, dado que
Maquiavelo era de los que había intentado definir las condiciones
bajo las cuales podría ser realizada la unidad territorial italiana.
Es pues en esta situación cuando Maquiavelo resurge de nuevo.
Pero es cierto que entre el honor hecho a Maquiavelo a comienzos
del siglo X V I y su redescubrimiento en el X IX , se ha jugado en
torno a él toda una partida, partida compleja y multiforme: algu­
nos elogios explícitos (Naudé, Machón), numerosas críticas fron­
tales (de origen católico: Ambrogio Politi, Oisputationes de Libris a
Christiano detestandis; y de origen protestante: Innocent Gentillet,
Discours sur les moyens de bien gouverner contre Nicolás Machia-
vel, 1576), y numerosas críticas implícitas (G. de la Perriére, Miroir
politique, 1567; Th. Elyo tt, The Governor, 1580, P. Paruta, Del la
Perfezione del la Vita política, 1579).
Este gran debate no sólo es visto en relación al texto de Maquia­
velo, a lo que tenía de escandaloso y de radicalmente inasimilable
para su época, sino en relación a algo que se intentaba definir en su
especificidad: un arte de gobierno. Unos refutaban la idea de un
nuevo arte de gobierno centrado en el Estado y en la razón de
Estado, estigmatizándola con el nombre de maquiavelismo; otros
refutaban a Maquiavelo por defender que existía un arte de gober­
nar, al mismo tiempo racional y legítimo, del cual el Príncipe no
era más que una aproximación imperfecta, casi una caricatura;
otros, en fin , para mostrar la legitimidad de un arte de gobierno
justificaban al menos algunos textos de Maquiavelo (lo que hacía
Naudé en sus comentarios a T ito Livio ; Machón había incluso in­
tentado mostrar que nada era más maquiavélico que el modo me­
diante el cual, según la Biblia, Dios mismo y sus profetas habían
guiado al pueblo hebreo). En todo caso, se trataba de distanciarse
de una cierta concepción del arte de gobierno que, según sus funda­
mentos teológicos o sus justificaciones religiosas, tuviese por puro
objetivo y principio de racionalidad el sólo interés del Príncipe.
Mantenemos entre paréntesis el problema de si la interpretación
que se ha hecho de Maquiavelo en este debate era o no correcta. Lo
esencial es que se intentaba hacer aparecer un tipo de racionalidad
que sería intrínseca al arte de gobierno sin estar subordinada a la
Problemática del Príncipe, y a su relación con el principado del
que es señor y patrón.
El arte de gobierno se definirá, pues, diferenciándose de una
cierta habilidad del Príncipe que algunos creyeron encontrar en los
textos de Maquiavelo, que otros no encontraron, mientras que
otros incluso llegaron a criticar este arte de gobierno como una
nueva figura del maquiavelismo.
Michel Foucault
12

Esta política más o menos ficticia del Príncipe respecto a la que


intentamos distanciarnos está caracterizada por un principio: que
para Maquiavelo, sea esto cierto o no poco importa, el Príncipe
estaría en una relación de singularidad y de exterioridad, de tras­
cendencia respecto a su principado. Recibe su principado por he­
rencia, por adquisición o por conquista, en todo caso no forma
parte de él, es exterior a él. Los lazos que lo ligan a su principado
son de violencia o de tradición, ya se haya establecido por tratados,
o con la complicidad y alianza de otros príncipes; es pues una ligazón
puramente sintética, no hay una pertenencia fundamental, esencial,
natural y jurídica entre el príncipe y su principado. Corolario de
este principio: en la medida en que la relación es de exterioridad, es
frágil y no cesará de estar amenazada. Amenazada desde el exterior
por los enemigos del Príncipe que quieren apropiarse o reapropiarse
de su principado, y desde el interior ya que no hay razón a priori
para que los súbditos acepten el principado del Príncipe. En fin , de
este principio y de este corolario se deduce un imperativo: el obje­
tivo del ejercicio del poder será mantener, reforzar y proteger este
principado entendido no como el conjunto constituido por los súb­
ditos sino en tanto que relación del Príncipe con aquello que posee,
con el territorio que ha heredado o adquirido, con los súbditos. Es
esta ligazón frágil la que debe tener como objetivo el arte de gober­
nar o de ser Príncipe según Maquiavelo. Y esto implica para el libro
de Maquiavelo la consecuencia según la cual el modo de análisis
tendrá dos aspectos: se tratará de individualizar los peligros (de
dónde vienen, en qué consisten, cuál es su intensidad, cuál es el
mayor y cuál es más débil), y en segundo lugar, de designar el arte de
manipular las relaciones de fuerza que permitirán al Príncipe hacer
de tal modo que su principado, en tanto que relación con los súbdi­
tos y con el territorio, pueda ser protegido.
Esquemáticamente se puede decir que El Príncipe de Maquiave­
lo, tal como aparece en filigrana en estos tratados, im plícita o
explícitamente antimaquiavélicos, es esencialmente un tratado de
habilidad del Príncipe para conservar su principado. Y es este sa­
ber-hacer el que la literatura antimaquiavélica quiere sustituir por
algo nuevo, que es el arte de gobernar. Ser hábil en conservar el
principado no es del todo poseer el arte de gobernar. ¿Qué es, pues,
el arte de gobernar? Utilizaré para intentar analizar el problema en
un estadio todavía incipiente, uno de los primeros textos de esta
abundante literatura antimaquiavélica, ei de Guillaume de la Pe-
rriére.
En este texto, sin entrar en la cuestión de si constituye un
parangón del de Maquiavelo, se abordan una serie de cuestiones
importantes. Primeramente: ¿Quéentiende La Perriére por gobernar
y por gobernante? ¿Cómo los define? En la página 24 dice: "G o ­
bernante puede llamarse al monarca, emperador, rey, príncipe, se-
La gubernamentalidad
13

ñor, magistrado, prelado, juez o semejante." Al igual que La Perrié-


re, otros, tratando del arte de gobierno, recordarán continuamente
que también se dice gobernar una casa, el alma, los niños, una
provincia, un convento, una orden religiosa, una familia.
^ Estas observaciones, que son observaciones de simple vocabula-
i rio, tienen en realidad implicaciones políticas importantes: el
Príncipe, tal como aparece en Maquiavelo. v sobre todo en las repre­
sentaciones que de él se hacen, es por definición único en su princi­
pado v esta en una situadÍCT du eXTBrnjriflag y Ba tra5C8TOncia.
Mientras que veíamos que las prácticas de gobierno son, por Uflb
parte, múltiples y atañen a mucha gente: al padre de fam ilia, a^
ff.,1 | i pflHafjnfjr. w al maestro en relación a los*
niños o a los discípulos; son por tanto muchos gobiernos respecto a
' los cuales el del Príncipe en relación a su Estado no es más que una
modalidad, siendo además, por otra parte, todos estos gobiernos
interiores a la sociedad o al Estado. Es en el interior del Estado
donde el padre gobierna a la fam ilia, el superior al convento..., etc.
Por consiguiente es esta pluralidad sincronizada de formas de go­
bierno y la inmanencia de la practica de gobierno respecto al Esta­
do, es la m ultiplicidad e inmanencia de esta actividad las que se opo­
nen radicalmente a la singularidad trascendente del Príncipe de
Maquiavelo. Ciertamente, todas estas reformas de gobierno pueden
captarse conexas y entrelazadas en el interior de la sociedad y del
Estado, son una forma bien concreta de gobierno.
Se tratará de definir qué forma particular es la que se aplica al
Estado en su conjunto. Y así, intentando hacer la tipología de las
distintas formas de gobierno. La Mothe Le Vayer, en un texto del
siglo siguiente (texto que comprende una serie de escritos pedagógi­
cos para el D elfín) dirá que hay en el fondo tres tipos de gobierno
que se refieren cada uno a una ciencia o reflexión particular. El
gobierno de sí mismo, que se refiere a la moral, el arte de gobernar
una familia convenientemente, que se refiere a la economía, y la
ciencia del buen gobierno del Estado, que se refiere a la política
Respecto a la moral y a la economía, es evidente que la política
presenta su singularidad. La Mothe indica claramente que la políti­
ca es diferente de la economía y de la moral. Pero lo importante es
que pese a esta tipología, el arte de gobierno postula siempre una
continuidad esencial de la primera a la segunda y de la segunda a la
tercera.
Esto quiere decir que mientras la doctrina del Príncipe, o la
teoría jurídica del Soberano, intenta sin tregua señalar claramente
la discontinuidad entre el poder del Príncipe y cualquier otra forma
de poder, en el momento en que se trata de Explicar y de fundar
esta discontinuidad se intenta individualizar la continuidad ascen­
dente y descendente. Ascendente en el sentido en que aquél que
Michel Foucault
11

quiere poder gobernar el Estado debe puntero saber gobernarse así


mismo, después en otro nivel, a su familia us bienes y su patrimo­
nio y sólo al fin será capaz de gobernar el Estado. Es pues esta especie
de línea ascendente la que caracterizará la pedagogía del Príncipe
—tan importante en la época y de la que La Mothe proporciona un
ejemplo: escribe para el D elfín niño primero un tratado de moral,
después un libro de economía, y finalmente un tratado de políti­
ca—. Es por tanto la pedagogía del Príncipe la que asegurará esta con­
tinuidad ascendente. Inversamente, teníamos una continuidad des­
cendente en el sentido de que cuando un Estado está bien goberna­
do, el padre de familia sabe acudir a la familia, a los bienes, al
patrimonio, a los individuos; en suma, se comporta como debe. Esta
línea descendente, que reconduce desde el comportamiento del indi­
viduo o la gestión de la familia al buen gobierno del Estado, es
|ustamente lo que comienza entonces a llamarse p o licía. La pedago­
gía del Príncipe asegura la continuidad ascendente d élas formas de
gobierno, y la policía la descendente. En esta continuidad el ele­
mento central es justamente el gobierno de la familia, la llamada
“ economía".
.. El arte de gobernar tal como aparece en toda esta literatura
debe responder esencialmente a la demanda de cómo introducir la
economía, es decir, el modo de dirigir correctamente los individuos,
los bienes, las riquezas, en el interior de la familia, cómo hacer un
buen padre capaz de dirigir a la mujer, a los hijos, a la servidumbre,
etcétera, que sepa hacer prosperaf la fortuna de la familia. Cómo in­
troducir pues esta atención meticulosa, este tipo de relación del
padre con su familia en el interior de la gestión del Estado.
La introducción de la economía en el ejercicio político será,
creo, la beza esencial del gobierno. V si lo ha sido en el siglo X V I,
lo será todavía en el X V III . En el artículo Econom ía Política de
Rousseau, el problema se sigue planteando en estos términos. Gros-
so m odo dice: la palabra economía no pudo más que designar, y de
hecho designa en su origen, el sabio gobierno de la casa en función
del bien común de la fam ilia; el problema, sigue diciendo, es cómo
se podrá introducir, m utatís m utandis y con la discontinuidad que
observaremos, en la gestión general del Estado. Gobernar un Estado
significará, por tanto, poner en práctica la economía, una economía
al nivel de todo el Estado, es decir, ejercitar en los entrecruzamien­
tos de los habitantes, de la riqueza y del comportamiento de todos
y cada uno, una forma de vigilancia, de control tan atento como el
que ejerce el padre de familia sobre su c^:?» y sus bienes.
Una expresión importante del siglo / 'III caracteriza todavía
con precisión todo lo dicho: Quesnay habla de un buen gobierno
como de un "gobierno económico". Y esta noción de gobierno
económico se ha convertido en tautológica, puesto que el arte de
gobernar es el arte de ejercer el poder en I» forma y según el
La gubernamentaüdad
15

modelo de la economía. Pero s¡ Quesnay dice gobierno económico


es porque la palabra economía, por las razones que intento expli­
car, está ya tomando un sentido moderno, y aparece en el momen­
to en que la esencia misma del gobierno, es decir, del arte de ejercer
el poder bajo la forma de la economía, tendrá por objetivo princi­
pal lo que hoy llamamos economía.
En el siglo X V I la palabra economía designaba una forma de
gobierno, en el X V III designará un nivel de realidad, un campo de
intervención atravesado por una serie de procesos complejos que
son absolutamente capitales para nuestra historia. Entonces, ¿qué
significa gobernar y ser gobernados? .
Segundo punto, siempre refiriéndonos a la obra de Guillaume de
La Perriére; encontramos: "gobierno es la recta disposición de las
cosas y de su cuidado para conducirlas a un fin conveniente."
A esta frase querría añadir otra serie de observaciones. Gobierno
es la recta disposición de las cosas. Quisiera centrarme en este
termino: "co sas"; porque si observamos qué es lo que caracteriza el
conjunto de los objetos a los que se refiere el poder en E l P rín cip e
de Maquiavelo, encontramos que para Maquiavelo el objeto y en
cierto sentido el blanco del poder son dos cosas: por una parte un
territorio, por otra sus habitantes. Además en esln Maquiavelo no
hacía más que retomar para los fines particulares de su análisis un
principio jurídico con el que se definía la soberanía en el derecho
público desde la Edad Media hasta el siglo X V I: la soberanía no se
ejercía sobre las cosas, sino, y principalmente, sobre un territr io y
en consecuencia sobre los súbditos que lo habitaban. En este - nti-
do puede decirse que el territorio es el elemento fundamenta: tanto
del principado de Maquiavelo como de la soberanía jurídica tal
como la definían los filósofos y los teóricos del derecho. Obvia­
mente estos territorios podían ser fértiles o estériles, la población
densa o escasa, los habitantes ricos o pobres, altivos o sumisos, pero
todos estos elementos no son más que variables respecto al territo­
rio, que es el fundamento mismo del principado o de la soberanía.
Por el contrario, en el texto de La Perriére vimos que la definición
de gobierno no se refiere en absoluto a un territorio. Se gobiernan
las cosas. Sin embargo, ¿qué significa esta expresión? No creo que
se trate de oponer cosas a personas, sino más bien que aquello a
que se refiere el gobierno no es al territorio sino a una especie de
complejo constituido por los hombres y las cosas. Por tanto las
cosas de las que debe ocuparse el gobierno son los hombres, pero
en sus relaciones, ligazones, imbricaciones con esas otras cosas que
son las riquezas, los recursos, los medios de subsistencia, el territo­
rio, ciertamente con sus fronteras, sus ciudades, su clima, su seque­
dad, su fertilidad; son los hombres en sus relaciones con los usos,
las costumbres, los modos de hacer o de pensar, etc., y finalmen­
te los hombres en sus relaciones también con esas otras cosas
Michel Foucault
16

tales como los Incidentes o desgracias del tipo de la carestía,


la epidemia, la muerte, etc. Y puesto que el gobierno se refiere
a las cosas así entendidas, a estas imbricaciones entre los hom­
bres y las cosas, pienso que se encontraría fácilmente su confir­
mación en la metáfora Inevitable a la que se refieren siempre estos
tratados de gobierno, es decir, la metáfora del navio. ¿Qué significa
gobernar una nave? . Significa por supuesto ocuparse de los marine­
ros, pero también de la nave, del cargamento; gobernar una nave
significa además tener en cuenta los vientos, los escollos, las tem­
pestades; es esto lo que caracteriza el gobierno del navio: poner en
relación los marineros con la nave que debe ser salvada, con el
cargamento que es preciso conducir al puerto, y todo ello en rela­
ción con sucesos tales como los vientos, los escollos, las tempesta­
des, etc. Lo mismo ocurre respecto a una casa: gobernar una casa,
uqa familia, no es esencialmente tener por objetivo salvar la propie­
dad de la familia, es tener como objetivo a los individuos que la
componen, su riqueza, prosperidad, tener en cuenta los sucesos que
pueden acaecer en ella tales como la muerte o el nacimiento, tener
en cuenta las cosas que pueden hacer dichos miembros, tales como
las alianzas con otras fam ilias...; todas estas cuestiones generales que
caracterizan al gobierno, respecto al cual el problema de la propie­
dad de tierras en el caso de la fam ilia o la adquisición de la sobera­
nía sobre un territorio en el caso del Príncipe no son más que
elementos relativamente secundarios. Lo esencial es pues este com-
plejo.de cosas y hombres, no siendo la propiedad y el territorio más
que unas de sus variables.
Este tema del gobierno de las cosas que clarece con La Perriére
lo encontramos todavía en el siglo X V II y X V III. Federico II en su
"Anti-M achiavelli" tiene páginas significativas a este respecto cuan­
do dice por ejemplo: comparando Holanda y Rusia, Rusia puede
tener las fronteras más extensas de todos los estados europeos; con
todo, está llena de pantanos, de bosques, de desiertos, poblada
apenas por bandas de gente miserable, sin actividad, sin industria;
por el contrario Holanda, pequeñísima, llena también de lagunas,
posee, sin embargo, una población, una riqueza, una actividad co­
mercial y una'flota que la hacen un país importante en Europa mien­
tras que Rusia está apenas comenzando a serlo.
Por consiguiente, gobernar significa gobernar las cosas. Vuelvo
otra vez al texto citado en el que La Perriére d e cía:"el gobierno es
la recta disposición de las cosas y de su cuidado para conducirlas a
un fin conveniente." El gobierno tiene pues una finalidad y en esto
pienso se opone claramente a la soberanía. Ciertamente la soberanía
no ha sido presentada en los textos filosóficos y jurídicos como
un derecho puro y simple. No ha sido dicho por los juristas, ni, a
fortiori, por los teólogos, que el soberano legítimo estaría pura y
simplemente autorizado a ejercer ¿ú^ q d er. El soberano debe siem-
La gubernamentaUdad
--------------------------------------------------------------- ---------------- 1 2
pre, para ser un buen soberano, proponerse un fin : "el bien común
y la salvación de todos."
Tomo como ejemplo un texto de finales del siglo X V II; Pufen-
dorf dice: "N o se ha conferido (a los soberanos) la autoridad sobe­
rana más que con el fin de que se sirvan de ella para procurar o
conservar la utilidad pública." Un soberano no debe considerar
nada ventajoso para sí mismo si al mismo tiempo no lo es para el
Estado. ¿En qué consiste este bien común o esta salvación de la
que hablan los juristas y que normalmente se invoca y se considera
como el fin mismo de la soberanía? . Si se observa el contenido real
que juristas y teólogos le confieren, se ve que para ellos bien común
es que los súbditos obedezcan todos y sin excepción a las leyes, de
donde se deduce que confían en ellas, practican los menesteres a
los que son destinados, respetan el orden establecido, al menos en
la medida en que este orden se conforma a las leyes que Dios ha
impuesto a la naturaleza y a los hombres; esto quiere decir que el
bien público es esencialmente obediencia a las leyes, a la del sobera­
no terrenal o a la del soberano absoluto, Dios. En cualquier caso lo
que caracteriza el fin de la soberanía, este bien común y general, no
es en suma más que la sumisión a la soberanía. Esto quiere decir
que el fin de la soberanía es circular, reenvía al ejercicio mismo de
la soberanía. El bien es la obediencia a las leyes, en consecuencia el
bien que se propone la soberanía es que la gente la obedezca.
Circularidad esencial que sea cual sea la estructura teórica, la justifi­
cación moral, y los efectos prácticos, no está muy lejos de lo que
decía Maquiavelo cuando afirmaba que el objetivo^ principal del
Príncipe debía ser el de conservar su principado. Se vuelve así
siempre a este círculo de la soberanía o del principado en relación a
sí mismo.
Ahora bien, con la nueva definición de La Perriére, con su bús­
queda de definición del gobierno, creo que se ve aparecer otro tipo
de finalidad. El gobierno se define como una manera de disponer
las cosas para conducirlas no al bien común, como decían los textos
de los juristas, sino a un fin conveniente para cada una de las cosas
que hay que gobernar. Esto implica ante todo una pluralidad de
fines específicos; por ejemplo, el gobierno debe obrar de tal modo
que se produzca la mayor cantidad posible de riquezas, que se le
proporcione a la gente medios suficientes de subsistencia, incluso
la mayor cantidad posible de dichos medios; deberá procurar que la
población pueda multiplicarse, etc. En consecuencia toda una serie
de finalidades específicas se convertirán en el objetivo mismo del
gobierno. Y para alcanzar estas distintas finalidades se dispondrán
las cosas —y es importante esta palabra disponer ya que en la so­
beranía el instrumento que le permitía alcanzar su fin, es decir, la
obediencia a las leyes, eran las leyes mismas; leyes y soberanía
constituían un solo cuerpo—. Por el contrario, en el caso del gobier-
Michel Foucault
m

no no se trata de imponer a los hombres una ley sino de disponer


las cosas, es decir, utilizar más bien tácticas que leyes, en último
término utilizar las mismas leyes com o tácticas. Actuar de tal modo
y a través de un cierto número de medios para que este o aquel fin
pueda ser alcanzado.
Creo que tenemos aquí una ruptura importante: mientras que el
fin de la soberanía le era im plícito, y se trataba de sí misma y de
sus instrumentos bajo la forma de la ley, el fin del gobierno está en
las cosas que dirige, en buscar la perfección, en la intensificación de
los procesos que dirige, y en los instrumentos de gobierno que en
vez de ser leyes serán tácticas multiformes. En la perspectiva del
gobierno, la ley no es ciertamente un .ristrumento central: el
hecho de que encontremos todavía el tema frecuentemente en el
siglo X V II y manifiestamente e xp lícito en el X V III en los textos de
los fisiócratas, debe ser explicado diciendo que no es a través de
la ley como se pueden alcanzar los fines del gobierno.
En fin , cuarta observación a propósito del texto de La Perriére:
dice que un buen gobernante debe tener paciencia, prudencia y
diligencia. ¿Qué entiende por paciencia? . Para explicarlo pone el
ejémplo del rey de las abejas, el abejorro; el abejorro, dice, reina sin
tener que recurrir a la punición. Dios ha querido mostrar con esto,
de forma mística, que el verdadero gobernante no debe necesitar
del castigo, es decir, de un instrumento para matar, de una espada,
para ejercer el gobierno. Debe tener más paciencia que cólera, e
incluso el derecho de castigar, de usar la fuerza, no debe ser esen­
cial en el personaje del gobernante. A esta ausencia de punición
¿qué contenido positivo debe dársele? . La prudencia y la diligen­
cia. La prudencia, que no es exactamente como decía la tradición
el conocimiento de las leyes humanas y divinas, el conocimiento de
la justicia y de la equidad, sino el conocimiento de las cosas, de los
objetivos que se pueden alcanzar, de cómo hacer para alcanzarlos,
la disposición que debe utilizarse para ello, es este conocimiento
lo que constituirá la prudencia del soberano. En cuanto a su dili­
gencia, es la que hace que el que gobierna no deba gobernar más
que en la medida en que considera y actúa como si fuese al servicio
de los que son gobernados. A quí de nuevo La Perriére pone el
ejemplo del padre de familia, que es el que se levanta antes que
nadie en la casa y se acuesta el últim o, el que vigila todo lo que se
refiere al servicio de la casa. Esta caracterización del gobierno es,
como veréis inmediatamente, muy distinta de la del Príncipe tal
como se encontraba o pensaba encontrarse en Maquiavelo. Cierta­
mente esta noción de gobierno continúa siendo todavía muy rudi­
mentaria a pesar de algunos caracteres de novedad. Pienso que esta
representación esquemática de la noción y de la teoría del arte de
gobernar no ha sido en el siglo X V I algo exclusivamente abstracto:
no era sólo una cuestión de los teóricos de la política. Creo que
La gubernamentalidad
19

podríamos perfilar sus correlaciones con la realidad: por una parte,


la teoría del arte de gobernar ha estado ligada en el siglo X V I a
todo el desarrollo del aparato administrativo de las monarquías
territoriales (aparición de los aparatos de gobierno); ha estado liga­
da, además, a todo un conjunto de análisis y de saberes que se
perfilan a finales del siglo X V I y que cobran toda su importancia en
el X V II, ligada esencialmente al conocimiento del Estado en sus
distintos elementos, en sus diferentes dimensiones, en los diversos
factores de su potencia, conocimiento que ha sido llamado estadís­
tica —ciencia del Estado—; en fin , y en tercer lugar, pienso que esta
búsqueda del arte de gobernar no puede dejar de ser puesta en
relación con el mercantilismo y el cameralismo.
Para exponer las cosas muy esquemáticamente, el arte de gober­
nar encuentra a finales del siglo X V I y comienzos del X V II una
primera forma de cristalización, forma que se organiza en torno al
tema de una razón de Estado entendida no en el sentido negativo y
peyorativo que se le da hoy (infringir los principios del derecho, de
la equidad o de la humanidad por el solo interés del Estado) sino en
un sentido positivo y pleno: el Estado se gobierna según reglas
racionales que le son propias, que no se deducen ni de las solas
leyes naturales o divinas, ni de los solos preceptos de prudencia o
de sabiduría; el Estado al igual que la naturaleza tiene su racionali­
dad propia aunque sea de tipo distinto. Inversamente, el arte de
gobierno, en ‘vez de intentar encontrar sus fundamentos en reglas
trascendentales en un modelo cosmológico o en un ideal filosófico-
moral, deberá encontrar los fundamentos de su racionalidad en lo
que constituye la realidad específica del Estado. Serán los elemen­
tos de esta primera racionalidad lo que trataremos en la próxima
lección.
De todos modos y rápidamente, se puede decir que esta "razón
de Estado" ha constituido una especie de bloqueo en el esbozo del
arte de gobierno que ha durado hasta comienzos del siglo X V III.
Existe un determinado número de razones. Primero, razo­
nes históricas en sentido estricto: la serie de grandes crisis del
siglo X V II: la primera Guerra de los Treinta Años con sus devasta­
ciones; luego, a mediados de siglo, las grandes revueltas campesinas
y urbanas, y en fin la crisis financiera, la crisis de los medios de sub­
sistencia que gravitaron sobre toda la política de las monarquías oc­
cidentales a finales del siglo X V II. E l arte de gobernar no podía
desplegarse, desarrollarse, multiplicar sus dimensiones más que en
un período de expansión, es decir, fuera de las grandes urgencias
militares, políticas y.económicas que no dejaron de asolar el si­
glo X V II desde el comienzo al final. Razones históricas, masivas y
elementales han bloqueado, pues, el arte de gobierno. Pienso, en
consecuencia, que si bien el arte de g&bierno se formula en el si­
glo X V I, se encuentra luego bloqueado en el X V II a causa de una
Micho! Foucault
20

serie de razones que se podrían llamar —en términos que no me


agradan mucho— estructuras institucionales y mentales; en cualquier
caso, señalábamos que la preeminencia del problema de la sobera­
nía, como cuestión teórica y como principio de organización política
ha jugado como factor fundamental, porque la soberanía ha sido el
problema principal, las instituciones de la,soberanía han sido las
instituciones fundamentales, y el ejercicio del poder ha sido pensa­
do como ejercicio de la soberanía; el arte de gobierno no podía,
pues, desarrollarse de un modo específico y autónomo. Creo que
tenemos un ejemplo en el mercantilismo, que ha sido el primer es­
fuerzo, y es más, casi la primera sanción de este arte de gobernar
tanto a nivel de la práctica política como de conocimiento del
Estado. En este sentido se puede decir que el mercantilismo repre­
senta un primer umbral de racionalidad del arte de gobierno al cual
el texto de La Perriére proporcionaba algún principio más moral que
real. E l mercantilismo es la primera racionalización del ejercicio del
poder en tanto que práctica de gobierno. Se comienza de nuevo a
construir un saber del Estado que puede ser utilizable como prácti­
ca de gobierno, esto es cierto, pero el mercantilismo se ha visto
frenado y bloqueado, creo, precisamente por el hecho de que pre­
sentaba como objetivo esencial la potencia del soberano. ¿Cómo
hacer de modo, no tanto que el país sea rico, sino que el soberano
pueda disponer de riquezas, pueda poseer tesoros, pueda formar
ejércitos con los cuales realizar su p o lítica ?. Por otra parte los
instrumantos que el mercantilismo utiliza son leyes, ordenanzas,
reglamentos, es decir las mismas armas tradicionales del soberano,
los mismos instrumentos de la soberanía: el mercantilismo intenta­
ba introducir las posibilidades proporcionadas por un arte como el
del gobierno, en el interior de una estructura institucional y men­
tal, la de la soberanía que por s í misma las bloqueaba.
De modo que durante todo el siglo X V II y hasta la liquidación
de los temas mercantilistas a principios del X V III el arte de gobier­
no ha estado en cierto modo inmovilizado, prisionero entre dos
polos. Por una parte, un marco demasiado extenso y abstracto,
demasiado rígido, la soberanía como problema y como institución;
el arte de gobierno ha intentado, si se puede decir, encontrar una
vía de conciliación con la teoría de la so bc'tnía: ha intentado
deducir de una teoría renovada de la soberanía ios principios direc­
tivos de un arte de gobierno, y es aquí donde intervienen los juris­
tas del siglo X V II al formular o ritualizar la teoría del contrato. La
teoría del contrato será precisamente aquella que a partir del con­
trato fundador, del compromiso recíproco entre el soberano y los
súbditos se convertirá en una es'pecie de matriz teórica a partir de la
cual se intentan alcanzar los principios generales de un arte de
gobierno. Pero si bien la teoría del contrato, esta reflexión sobre la
relación entre el soberano y los s ú b ito s ha jugado un papel muy
La gubernamen talidad
21

importante en la teoría del derecho público, el ejemplo de Hobbes


lo prueba de forma evidente (si bien lo que Hobbes quería encon­
trar eran los principios directivos de un arte de gobierno), en la
práctica se ha quedado en la formulación de los principios generales
del derecho público.
Asi pues, por una parte un marco demasiado amplio, abstracto y
rígido, el de la soberanía; y por otra un modelo demasiado estre­
cho, demasiado débil e inconstante, el de la fam ilia; el de una
economía del enriquecimiento (no diferente aún del modelo fami­
liar; véase la importancia de las posesiones territoriales y del tesoro
real).
¿Cómo pudo pues desbloquearse el arte de gobierno? . Si bien
han intervenido en ello una serie de procesos generales; expansión
demográfica del siglo X V III ligada a la abundancia de moneda,
ligada a su vez al aumento de la producción agrícola a través de
procesos circulares que conocen bien los historiadores. Si bien este
es el marco general, se podría decir, de un modo más preciso, que
el arte de gobierno se ha desbloqueado en conexión con la emer­
gencia del problema de la población; digamos más bien que es un
proceso sutil, que necesitaba ser examinado más en detalle, en el
que se vería cómo la ciencia de gobierno, la polarización de la
economía en algo distinto de la familia, y en fin, el problema de
la población, están ligados los unos con los otros.
Ha sido a través del desarrollo de la ciencia de gobierno como la
economía ha podido centrarse en un cierto nivel de la realidad que
hoy caracterizamos de "económ ico", del mismo modo que median­
te el desarrollo de la ciencia de gobierno han podido también ser
aislados los problemas específicos de la población; pero podemos
decir todavía más, que fue gracias a la percepción de los problemas
específicos de la población, gracias a la constitución de este nivel
de realidad que denominamos economía, como el problema del
gobierno ha podido al fin ser pensado, reflexionado y calculado
fuera del marco jurídico de la soberanía. V la misma estadística,
que en el mercantilismo no había podido funcionar más que en el
interior y en beneficio de una administración monárquica, funcio­
nando ella misma en forma de soberanía, se convertirá en el factor
técnico principal, o en uno de los factores técnicos principales de
esta tecnología.
¿De que forma el problema de la población permitió desblo­
quear el arte de gobierno? . La perspectiva de la población, la reali­
dad de los fenómenos propios de la población permitirá eliminar
definitivamente el modelo de la familia y centrar la noción de eco­
nomía sobre algo distinto. De hecho, si bien la estadística había
funcionado hasta entonces en el interior del marco administrativo y,
en consecuencia, del funcionamiento de la soberanía, esta misma
estadística descubre, muestra, poco a poco que la población tiene
Michel Foucault
22

su regularidad propia: su número de muertos, de enfermos, su regu­


laridad de sucesos, e tc.; la estadística muestra también que la po­
blación conlleva, por el hecho de su aglomeración, efectos específi­
cos e irreductibles a los de la fam ilia: las grandes epidemias, la
mortalidad endémica, la espiral del trabajo y de la riqueza, etc.;
muestra, en fin, que a través de sus asentamientos, de sus modos de
actuar, de su actividad, la población produce efectos económicos es­
pecíficos: la estadística, al permitir cuantificar los fenómenos pro­
pios de la población, pone de manifiesto una especialidad irreducti­
ble al estrecho marco de la familia. La familia desaparece práctica­
mente como modelo de gobierno si se exceptúa un determinado
número de temas residuales que pueden serde tipo moral o religioso;
por el contrario, lo que aparece en este momento es la familia
como elemento de la población y como instrumento fundamental
de sU gobierno.
En otros términos, el arte de gobernar antes de plantearse la
problemática de la población no podía pensarse más que a partir
del modelo de la familia, de la economía entendida como gestión
d e ja fam ilia; por el contrario, desde el momento en que la pobla­
ción aparece como algo absolutamente irreductible a la fam ilia, ésta
pasa a ocupar un segundo plano respecto a ■población, aparece
como uno de sus elementos. Por tanto ya no será más un modelo,
sino un segmento, segmento privilegiado ya que cuando se quiere
obtener algo de la población, en lo que se refiere a los comporta­
mientos sensuales, a la demografía, al consumo, etc., será necesario
pasar a través de la fa m iliaí^ g ^ d e jn g d e Jo Ja Jg rjjyjjD asaa co n vg P
tire£<enjnstrum entoiJn $ tn Jn íH ^ ^
¡a ^ M ^ ^ fiffí^ y T io s e rr'm S s un moaeio quimérico para el buen
gobierno: creo absolutamente fundamental este cambio de nivel,
de modelo en instrumento, y será a partir de la segunda mitad del
siglo X V III cuando la familia aparecerá en esta dimensión instru­
mental respecto a la población: campaña sobre la mortalidad, cam­
paña relativa al matrimonio, a la vacunación, etc. Lo que permite.
pues, a la población desbloquear el arte de gobierno es la elimina­
ción delm odelo de la familia.
En segundo lugar, lapobTación aparecerá sobre todo como fin
último del gobierno, ya que su fin no es gobernar sino mejorar la
\ suerte de la población, aumentar su riqueza, su duración de vida, su
'salud, etc; y los instrumentos que el gobierno se procurará para
obtener estos logros son en cierto sentido inmanentes a la pobla­
ción, estos serán la población misma sobre la que se actúa directa­
mente mediante campañas, o indirectamente mediante técnicas que
permitan estimular, sin que la gente se sienta demasiado presiona­
da, la tasa de natalidad, dirigir los flujos de la población hacia
ciertas zonas o hacia una determinada actividad, etc. La población
aparece, pues, más que como potencia del sobéráno, como fin del
La gubernamen talidad
23
A
gobierno; la población aparecerá como sujeto de necesidades, de
aspiraciones, pero también como objeto de la intervención del go­
bierno; consciente frente al gobierno de lo que quiere e Inconscien­
te de quien le hace quererlo. El interés, en tanto que conciencia de
todo individuo que constituye la población, y el interés, en tanto
que Interés de la población cualesquiera sean los intereses y las
aspiraciones individuales de los que la componen, he aquí' lo que
constituye el blanco y el instrumento fundamental del gobierno de
la población. Nacida de un arte, y en todo caso de tácticas y de
técnicas absolutamente nuevas.
^ En fin , la población será el núcleo en torno al cual se organizará
lo que en los textos del siglo X V I se llamaba la paciencia del
soberano en el sentido de que la ^población será el objeto que el
gobierno deberá tener en cuenta en sus observaciones, en su saber^
para^í legar electivamente a gobernar de un modo racional e inteli­
gente. La constitución de un saber de gobierno es absolutamente
indisociable de un saber acerca de todos los procesos que se refie­
ren a la Doblación en sentido lato, saber aue llamamos precisamen­
te "la economía". Decíamos qu elaeco nflm ia. p ^ ítjcahab íap o d i-
do constituirse a Part’ír ’ dej morriénlQ..fin aue aparece un nuevo
suieto jm tre los distintos elem eplQ ^5^^7iC|uezalT^)oBlacióñT~
Y será captando la rea de láTreTacionescorítinuas v múltiples exd-
tentes.em re ia población, el tem lo uo , la llqum á, etc., como"sé
constituirá una ciencia que se na aenominado' ecónomía Política:
'se produce entonces un' tipó ae"i'nteryencion característico del go­
bierno que incidirá éh e[_camgg cie ia ecoñoroia*y‘ 3é lá PSEIacíorT'
En otros términos, el paso de un arte de gobierno a una ciencia po- i
lítica, de un régimen dominado por la estructura de la soberanía 1
a otro dominado por las técnicas de gobierno se opera en el si- f
glo X V III en torno a la población y en torno ai nacimiento de la I
economía política. J
r -nn w fn nn T * !* ™ Hiafiir I? soberanía-rieie de iuoac.un pa­
pel a partir del momento en que el arte de gobierno comienza a
transformarse en ciencia po lítica; diré casi lo contrario, que el pro­
blema de íá soberanía se plantea con más fuerza en este momento,
ya que precisamente no se trata, como en los siglos X V I y X V II, de
intentar deducir de una teoría de la soberanía un arte del gobierno,
sino, puesto que en este último existía y se desarrollaba, de ver qué
forma jurídica, institucional, es decir, qué fundam entada derecho
s.e podía dar a la soberanía que caracteriza a un Estado. Basta leer
estos dos textos de Housseau, la Economía Política dé la Enciclo­
pedia, en el que se ve cómo plantea el problema del arte de gobier­
no - y el texto es muy característico desde este punto de v is ta - : la
palabra economía designa esencialmente la gestión de los bienes de
la familia por parte del padre; pero este modelo no debe ya ser .
aceptado aunque ha sido el utilizado en el pasado; hoy, dice
M ich o ! F o u ca u lt
2i
Rousseau, sabemos que la economía política no es la economía
fam iliar; y sin referirse explícitamente ni a los fisiócratas, ni a la
estadística, ni tampoco al problema general de la población, puede
percibirse claramente esta ruptura, el hecho de que la economía, la
"economía po lítica" tiene un sentido nuevo, irreductible al viejo
modelo de la familia. Más tarde escribe el Ce rí-ato Social, en el que
el problema será saber cómo con nociones ta .is como naturaleza,
contrato, voluntad general, puede proporcionarse un principio ge­
neral de gobierno que ocupará el lugar del principio jurídico de la
soberanía y de los elementos a través de los cuales pudo definirse y
caracterizarse un arte de gobierno. A sí, pues, la soberanía no se
elimina con la emergencia de un nuevo arte de gobierno: con la
ciencia política, por el contrario, el problema de la soberanía con­
tinúa planteado de una forma todavía más aguda.
En cuanto a la disciplina, podemos decir que tampoco ha sido
elirmnada; ciertamente su organización, todas las instituciones en
cuyo interior se habían desarrollado en el siglo X V II y comienzos
del X V I I I : escuelas, talleres, ejércitos, etc., sólo se comprenden en
relación con la gestación de las grandes monarquías administrativas,
pero sin embargo la disciplina ha sido más importante, más valora-
. da a partir del_rngmento en que se buscaba el gestionar l¿~DOPia-

Tenómenos a n iv e ld e resultados externos, cuanto gestionarla en


profüm9jí¡ijaj^éi^
ción hace mas aguda la necesidad de desarrollar las jlis c ia lin ü .
{piénsese en.la historia de la disciplina que ne intentado desarrollar
en otra parte).
Debemos intentar comprender las cosas no en términos de susti­
tución de una sociedad de soberanía por una sociedad disciplinaria
la cual a su vez sería reemplazada por una sociedad de gobierno. En
reatidac^erjggia^^i^jrtánguJm soberan^
gSEiérñocuyo blanco principa) e s ja ^ o b ia c jó n x ^ ia L S S E S S jS ÍIM ^
Querría, en todo caso
señalar la ligazón histórica profunda existente entre un movimiento
que hace resucitar la constante de la soberanía dentro del problema
ahora central del arte de gobierno, que hace aparecer a la población
como un dato, un campo de intervención, como el fin objetivo de
tas técnicas de gobierno, y que aísla a la economía en tanto que
sector específico de la realidad, y a la economía política como
ciencia y como técnica de intervención del gobierno en este campo
de realidad. Existen pues tres momentos, creo, gobierno, pobla­
ción, economía política, respecto a las cuales conviene decir que
han constituido a partir del siglo X V III una serie sólida que todavía
hoy no se ha disuelto.
Para terminar, y si quisiera dar al curso de este año un título
más preciso, no sería "seguridad, territorio.y . oblación", serfa algo
La gubernatrentiilidad 25

que se llamaría historia de la "qubernamenl igflJflJjjjjjjT'. Y por estoI 1


entiendo fundam eñnTm entetreí^osas:¿1 ¡)EI conjunto de institu - /
dones, procedimientos, análisis y reflexiones, cálculos y tácticas/
que han permitido ejercer esta forma específica y muy compleja de
poder que tiene por blanco la población, por forma principal de
saber la economía política, y por instrumentos técnicos esenciales
los dispositivos de se g u n d a d la La tendencia que en Occidente no
ha dejado de conducir, desde nace mucho tiempo, hacia la preemi­
nencia de este tipo de poder que se puede llamar gobierno sobre
todos los otros: soberanía, disciplina, etc., y que ha implicado, por
una parte, el desarrollo de toda una serie de aparatos específicos de
gobierno, y por otra, el desarrollo de todo un conjunto de saberes.
r ^ E I proceso, o mejor, el resultado del proceso a través del cual el
listado de justicia del medievo, convertido en Estado administrati­
vo en los siglos X V y X V I, se encuentra poco a poco "gubernamen-
talizado".
Conocemos qué fascinación ejerce hoy el amor o el horror al i
Estado; son muchos los que se ocupan de su nacimiento.de su histo-f
ria, sus progresos, poder y abusos. Esta valoración excesiva dell
problema del Estado la encontramos paradójicamente bajo dos fo r­
mas: una forma inmediata, afectiva y trágica: el lirismo del frió
monstruo que se alza frente a nosotros; pero existe además otra
segunda forma de sobrevalorar el problema del Estado: los análisis
que consisten en reducirlo a un cierto número de funciones, co ­
mo por ejemplo el desarrollo de las fuerzas productivas, la re­
producción de las relaciones de producción; este papel reductivo i
del Estado lo convierte en algo absolutamente esencial como blan- 1
co que hay que atacar o como posición privilegiada a ocupar. Pero /
el Estado hoy, como probablemente en el curso de su historia, no
tiene esa unidad, esa individualidad, esa funcionalidad rigurosa, esa
importancia sobre todo, el Estado no es más que una realidad
compuesta y una abstracción mitificada cuya importancia es mu­
cho más limitada de lo que se cree. Lo que es importante para la
modernidad, es decir para nuestro presente, no es tanto la estataliza-
ción de la sociedad cuanto la "gubernamentalización" del Estado.
Vivimos en la era de la "gubernamentalidad" descubierta en el
siglo X V III . La gubernamentalización del Estado es un fenómeno
singularmente paradójico, ya que si bien los problemas de la guber­
namentalidad, las técnicas de gobierno han constituido la única
apuesta del juego político y el único espacio real de la lucha políti­
ca; la gubernamentalización del Estado ha sido sin duda el fenóme­
no que le ha permitido sobrevirir, y muy probablemente^lEstado
e p c tu a l mente Jo que es gracias a esa g u b e rn am e n tali^ ¿jlÍu fi_g S .

.no las que permiten definir pasp a pastuiué._es lo que compete al


Estado y que es lo que no le compéteTquées lo público v qué es lo
MicheI Foucault
26

En consecuencia
el Estado, en su supervivencia y en sus límites, no puede entenderse
más que a partir de las tácticas generales de la gubernamentalidad.
Podemos, pues, de modo general y por tanto todavía aproximati-
vo, reconstruir de este modo las grandes formas y las grandes eco­
nomías del poder en Occidente. En principio, el Estado de justicia,
nacido en una territorialidad de tipo feudal, correspondería a una
sociedad de la ley —costumbres o leyes escritas— que implicaba
todo un juego recíproco de litigios; en segundo lugar, el Estado
administrativo nacido en una territorialidad de fronterasen los siglos
X V -X V I correspondería a una sociedad de reglamentos y discipli­
nas, y finalmente un Estado de gobierno que no se define esencial­
mente por la territorialidad, por la superficie ocupada, sino por la
masa de la población, su volumen, su densidad y ciertamente su
territorio sobre el que la población se asienta pero que ya no es más
que un componente. Este Estado de gobierno que se centra espe­
cialmente sobre la población y que se refiere y utiliza como instru­
mento el saber económico, corresponde a una sociedad controlada
por los dispositivos de seguridad.
' En las próximas lecciones intentaremos mostrar cómo la guber­
namentalidad nace, por un lado, a partir de un modelo arcaico que
ha sido el de la pastoral cristiana; de otro, apoyándose sobre una
técnica diplomático-militar que ha sido puesta a punto en Europa
con la paz de Westfalia, y en fin , cómo ha podido cobrar las dimen­
siones que actualmente posee gracias a una serie de instrumentos
particulares cuya formación es contemporánea al arte de gobierno
y que llamamos, en el viejo sentido del término —el de los siglos
X V II y X V I I I - policía. L a p a jg jjj^ J^ h u e v a s té c n ic a s ^
co-militares. v en fin la ¿oficia pienso oue han sido ios tr<* mpñ;
to jj^ ^ jy a ü ú ^ jJ fiJ g s c u a je y ^ to T O d id o ^ jro d u c y jjj^ fe n o m j^
fundamental la.historia de Occidente que es la gubernamentaii-
zación del Estado.
ESPACIO CERRADO, TRABAJO Y
MORALIZACION (*)
Génesis y transformaciones paralelas de la
prisión y del manicomio

Jacques DONZELOT

El descrédito casi general que afecta en la actualidad a las insti­


tuciones cerradas se formula espontáneamente según un razona­
miento que se podría calificar de recurrente y que hace, por ejem­
plo, del cuartel la verdad del instituto de enseñanra mediaf v de la

S risión la verdad del cuartel. Esta crítica espontánea se encuentra


upilcada por una critica culta que ha encontrado en Erwing
G offm ann1 su figura intelectual. Partiendo del estudio de la con­
dición social de los enfermos mentales en una clínica psiquiátri­
ca, llega a desgajar un cierto número de rasgos constitutivos de la
vida social en instituciones netamente divergentes en cuanto a sus
fines oficiales se refiere. Pana^él^^ehjyajisaj^
JBaMe lco n v e £ jg iiieiij£Uflrté¡~^ij¡ajjiH
teL fll<g e M n c e r ^ " *1
miento de u iL ia L c rT se o m a n k a n sepún |as m ism asTevesaenerale^
^í^ajTj'lento_rj^ecto_al_niiipdiL£?Sfit5F^£Qm jscut3á^a^os^cÍIS^
'dos.rproaramación del conjunto de la vida cotidiana. Observación
da un único reglamento, rup t u i^ t o ^ e n t r ^ a ^ r n a n t e ^ A p r ­
oad os.
La demostración de Goffmaqp conlleva rie he^hn dos rpsul^Hgs
esenciales: por una partef la puesta en evidencia de una alienación
social constitutiva ae ifl_fislructura del asilo, y por otra, la demos­
tración de que existe una unidad en profundidad de una serie de

(•) Publicado en la revista Topique, núm. 3, mayo de 1970, pp. 125-151.


1 Wrwlng GOFFMANN: Axiles trad. frac, en Ed. de Minuit, 1968, presen-
ción de Robert C A S T E L . (Ed. castellana en Amorrortu).

- 27-
Jacques Donzelot
28.

jgj^ jgjgngg^Ahora bien, el radicalismo indudable del análisis por


lo que se refiere al primer punto, es mucho menos evidente en lo
que concierne al segundo.
Existe en efecto una especie de empirismo de coleccionista en
su investigación acerca de las "instituciones totalitarias". Ausencia
de teoría: estas instituciones pueden indistintamente navegar en los
mares (equipamiento de un navio), emerger en las estepas siberianas
(campos de concentración) o deberse a los fondos de la cristiandad
(convento). Ausencia también de historia: todas estas variaciones
sobre un mismo tema vagan en una eternidad flotante. Sería sin
duda una querella de mala fe reprocharle que no ha hecho lo que
no estaba en su proyecto realizar si éste no implicase una ambigüe­
dad d ifícil de salvar.
Se puede uno preguntar en qué medida la empresa de Goffmann
se .separa realmente de la sociología americana de las organizaciones
que ha encontrado su felicidad en el descubrimiento de la famosa
dimensión humana de la empresa y según la cual, como se sabe, los
comportamientos de rebeldía o de rechazo se ponen en relación
con los disfuncionamientos internos de la fábrica y no con la es­
tructura global de las relaciones de producción. Posiblemente el
estudio de Goffmann no es más que el ejemplo lím ite de esos
análisis con dificultades propias de una organización compleja, aná­
lisis que excluyen toda interrogación acerca de su modo histórico
de constitución: estudio de las organizaciones lím ites, en las que la
lógica organizacional de sana pasa a ser aberrante, y el hombre
adaptado se convierte en alienado; y la conclusión principal que
uno puede obtener, es que a llí donde la dimensión humana es más
radicalmente negada (institución totalitaria), no deja sin embargo
de afirmarse aprovechando la menor fisura de la institución, inven­
tando relaciones ocultas (adaptaciones secundarias).
Se ve cómo Goffmann podía bajo este aspecto poner en cuestión
todos los proyectos psicosociológicos en general y particularmente
el movimiento de modernización y "de humanización" que afecta
actualmente al manicomio y a la prisión. La supresión o el remode-
lamiento de las rupturas (entre el interior y el exterior, entre gober­
nados y gobernantes), la modificación de la utilización de la pala­
bra permitirían el paso de una era teratológica a una era positiva sin
que esto suponga sin embargo cuestionar el sentido de estas refor­
mas. La significación de la práctica psiquiátrica o penal no se en­
contraría por tanto aclarada.
Ahora bien, existe en el rigor del análisis de Goffmann una serie
de datos para pasar a otro tipo de investigación que partiendo de
esta ruptura constatada entre las justificaciones de una institución
y su funcionamiento, intentase describir a la vez la lógica de su
puesta en marcha y la significación sociológica de su funcionamien­
to; en resumen, analizar la relación existente entre una estructura
Espacio cerrado
29

spcial determinada y unajjytit¡uciónconCTetacf)n fufjfionarnienijx


tg^yiatia-&cL-suA1afiBtBaíShjtfittAU4^t2ü2í2LSJS£iiíiü£Si-Ss est0 10 9ue
intentaremos hacer respecto al manicomio y a la prisión.
Subrayemos antes de nada la particularidad de estas dos organi­
zaciones respecto a las otras instituciones disciplinarlas. Si conside­
ramos el cuartel, la custodia de los soldados en un espacio cerrado
forma parte de las exigencias de la disciplina que es en sí misma el
medio de su propio fin , es decir, que la clausura del espacio está
aquí en relación de instrumentalidad técnica con la finalidad de la
Institución. Al revés, en el manicomio o en la prisión, la delimita­
ción de un espacio cerrado no está en relación directa con el con­
junto de los fines de la institución; el espacio cerrado es en este
caso mediación, síntesis concreta de fines distintos. En el primer
caso, el espacio cerrado es un elemento más en una serie de medios
disciplinarios homólogos. En el segundo.es una estructura comple­
ja que debe articular fines divergentes (castigar y resocializar, con­
vertir en inofensivo y curar). El espacio cerrado es también una
estructura determinante, en la medida en que es el medio de la
coposibilidad de estos fines y es tanto más valorado cuanto más
contradictorios son los fines que debe articular.
Existe pues toda una serie de instituciones que se podrían lla­
mar disciplinarias (el cuartel, el equipamiento de un navio, el
internado, el campo de concentración) que, por su uso y su eficacia
elemental, tienen un carácter en cierta medida ahistórico y univer­
sal. Sin duda la modernidad les ha concedido por distintas razones
una suerte particular, pero sin que exista el sentimiento de innova­
ción respecto a ellas. El nacimiento del manicomio y de la prisión a
comienzos del siglo X IX presenta por el contrario una aureola de
descubrimiento revolucionario. Ambos aparecen amparados por los
prestigios de la novedad, de la eficacia y de la filantropía. Si bien
en su principio de funcionamiento no difieren fundamentalmente
del monasterio que existía desde hace casi dos mil años o del cam­
pamento m ilitar, que se puede hacer remontar al Imperio romano,
esto hace todavía más necesaria su arqueología, es decir, el análisis
de las condiciones de aparición de esta valoración del espacio cerra­
do que las distingue de las instituciones de represión.
A este fetichismo del espacio cerrado de comienzos del siglo
X IX se opone el actual movimiento de reforma que tiende a desca­
lificarlo. El muro que rodea el manicomio se asocia actualmente a
las cadenas de las que libera Pinel a los locos en el almacén de
accesorios inútiles y bárbaros. Los teóricos de la ciencia penal tie­
nen el lenguaje de Papillón para deshonrar lo que sus predecesores
habían erigido con orgullo frente a los "horrores" del Antiguo
Régimen. En un nuevo artículo, se analizará esta tercera edad de la
represión que sucede al gran encierro y ál nacimiento del manico­
mio y de la prisión modernos.
Jacques Donzelot
30

Las formas de represión e.


el Antiguo Régimen

Bajo el Antiguo Régimen las instituciones de represión no están


acompañadas de ninguna preocupación por la regeneración del
individuo. El internamiento en tanto que tal no es ni pena ni medio
terapéutico aunque la detención sea realizada por dos tipos de
instituciones: las mazmorras y los hospitales generales y abadías. La
mazmorra, como su nombre indica, no tiene por fin castigar privan­
do de libertad, su papel consiste simplemente en proporcionar los
madios para aplicar la verdadera pena, es decir todas las variedades
de tortura que constituían lo esencial del arsenal penal. En las
* abadías o en los hospitales generales se segrega en mezcolanza a
locos, indigentes, criminales, libertinos, prostitutas, etc., con una
preocupación de asistencia y al mismo tiempo de represión: la
tortura en un espacio laico y público y el exilio en un espacio
"religioso. Los crímenes contra ia religión v. lo oue viene a ser lo
misrnn InTcrTmenes delesa maiestad serán objeto de tortura, y ios
crímenes contra~tá~moTal burguesa: ociosidad, desenfreno, homose­
xualidad. prostitución, sin razón, serán objetode internamiento. La
-üístoria de la represión en el Antiguo Régimen es el reemplazamien-
to progresivo del primer sistema por el segundo.
Los crímenes religiosos conciernen al equilibrio de la sociedad
entera. Tienen por efecto perturbar lo que la trasciende y la funda
a la ve? (religión, autoridad pública de derecho divino). En conse­
cuencia la pena no es simplemente un castigo sino también la
reequilibración del sistema social y debe ser proporcionada a la
importancia del ofendido. Para aplacar las potencias trascendenta­
les es preciso poner en juego prácticas penales que estén a la altura
del delito: el arrancamiento de la lengua, la picota y las galeras
cobran su inteligibilidad en un sistema como éste3 .
A sí pues, desde el momento en que el fundamento de la sociedad
deja de buscarse en la religión o en el poder absoluto, toda esta
categoría de crímenes y de penas pierden su significación y su
razón de ser. El movimiento de las luces, cuyo representante princi­
pal a este respecto esB e ccaría3 no hace más que ratificar el paso
de un orden social a otro. Condena lo que ya no tenía razón de ser
en una sociedad que se da como nuevo fundamento la economía y
la moral del beneficio.
Los crímenes contra la moral burguesa tal como habían sido
delimitados por el gran encierro de 1656 van a convertirse en los

3 Véase E. DURKHEIM: "Deux lois de l'évolution pénale" en Année socio-


logique. 1899.
J. BECCA RIA : Traitó des délits et des peines, 1773.
Espacio cerrado
21

únicos objetos legítimos de la vindicta social. Paradójicamente es


en un recinto religioso donde esta nueva forma de "desviación" se
verá administrar su pena. Esto no se hizo sin razones ni sin conse­
cuencias, pero para describir este proceso de delimitación progresiva
de las nuevas formas de culpabilidad y de represión, es necesario
recordar casi toda la historia del monacato4 5
.
En sus comienzos el monasterio se definió esencialmente como
una tierra de exilio. Es el lugar en el que seconcretiza la voluntad
de aislarse del mundo, el medio de llegar a separarse de él a través
de una ascesis que sustrae al hombre del poderío de sus instintos,
que le libera de su dependencia respecto a la naturaleza y de la
sociedad real. Pero es al mismo tiempo en Occidente y desde co­
mienzos de la Edad Media una tierra de asistencia a laque pueden
venir a refugiarse y encontrar una subsistencia los pobres de los
alrededores en época de escasez. Los monjes desean desgajarse de ser
vidumbres seculares y así producen sus medios de existencia; y como
la vida comunitaria les permite obtener buenos resultados, adquie­
ren rápidamente un cierto desahogo que les permite proporcionar
trabajo o comida a los campesinos sin recursos.
Esta función de refugio del monasterio se encuentra asociada en
el siglo X V II a una función de represión prefigurada en las leprose­
rías de la Edad Media. San Vicente de Paul es uno de los protago­
nistas de esta transformación que permite a los priores, a las "cari­
dades" y a los hospitales retener no sólo a enfermos sino también a
personas encerradas "por orden de su majestad". Organizadas pues
sobre el modelo conventual, estas casas desempeñan a Iú vez un
papel de asistencia y de coaccións .
A s í, durante todo el Antiguo Régimen, el espacio cerrado es
fundamentalmente un espacio religioso. Lugar de reunión y de exis­
tencia de aquellos que quieren desgajarse de la vida secular, es
también una superficie de absorción de los que no rueden vivir en
el siglo porque se encuentran demasiado desprote ¿idos o porque
huyen de determinadas convenciones. Entre los que quieren huir
del mundo y los que no pueden vivir en él no existe una identidad
sino una profunda complicidad en la eminente dignidad de la des
posesión y de la pobreza, natural o voluntaria; o incluso en la
imagen religiosa de la locura o de la falta. Antes de ser expulsados
de la comunidad, colocados en los prioratos, hospitales, casas de
reclusión, el pobre, el loco y las nuevas variedades de criminales

4
Los crímenes contra las personas y los crímenes contra la propiedad van a
"deslizarse" del primer sistema hacia el segundo a finales del siglo X V III.
5 M. FOUCAULT: Histoire de la folie. Pión, 1961 (Trad. castellana en Fon
do de Cultura Económica).
Jacques Donzeto t
u
tenían ya una alianza sellada con el mundo del internamiento reli­
gioso.
Recordemos las significaciones del gran encierro de 1656. En su
versión laica (los hospitales generales con su administración burgue-
sal), al igual que en su versión religiosa (San Vicente de P a u l...), el
internamiento refuerza la gran ruptura entre, de una parte, la vida
mundana con sus bullicios y sus desórdenes, y de o tra, la vida
descansada y ordenada de los que están, fuera del mundo, próxi­
mos a Dios por la observancia común, en un lugar cerrado y protegi­
do, de los principios de la religión, aunque sea según un modelo
autoritario y con una población rechazada y condenada por la
sociedad. " E l encierro, escribe M. Foucault, oculta a la vez una
metafísica de la ciudad y una política de la religión, se plantea
como un esfuerzo de síntesis tiránica entre esa distancia que sepa­
ra el Jardín de Dios y las ciudades que los hombres, expulsados del
paraíso, han levantado con sus m anos"6 .
La obligación del trabajo establecida en el internamiento desde
su aparición hay que interpretarla en relación con este fundamento
religioso. En un decreto de 1612, María de Medicis insiste sobre su
importancia: "L o s pobres encerrados en los hospitales deben ser
tratados y alimentados lo más austeramente posible, y con el fin de
no mantenerlos en la ociosidad serán empleados en moler el trigo
en molinos de mano, cortar mieses, fabricar cerveza, preparar ce­
mento y realizar otras obras penosas, después de lo cual darán al
final del d ía cuenta del trabajo que hicieron bajo pena de ser casti­
gados por los maestros"7.
Este trabajo debe por supuesto servir para cubrir los gastos de su
subsistencia, sin embargo, no se trata de suprimir la asistencia carita­
tiva. Las parroquias pagan tasas destinadas a mantener las casas de
trabajo en Inglaterra. En Francia, los hospitales generales y los
prioratos se establecen según el principio de fundaciones caritati­
vas. La preocupación principal no es, pues, suprimir la caridad, del
mismo modo que tampoco se espera que la aplicación al trabajo
solucione el problema de la miseria.
No se da, pues, tanto una valoración del trabajo como práctica
salvífica para el hombre en la tierra cuanto una condena moral y
religiosa del no-trabajo. El espectáculo de la ociosidad, el vagabun­
deo y la mendicidad es rechazado: y en este rechazo es más fácil
entonces encontrar una dimensión religiosa que un razonamiento
económico: existe una rebelión contra Dios, y en consecuencia
contra el rey, cuando uno no se inclina ante la exigencia de un

6 Micha! FO U CAU LT, op. c.


7
Citado por MOREAU-CHRISTOPHE: Qhrist etpauvres, París, 1851.
Espacio cerrado
¿2

trabajo resultante de la maldición divina. Y es precisamente contra '


este vano orgullo que se establecen talleres de trabajo en los hospi­
tales y en los monasterios. Bajo el Antiguo Régimen la reclusión y
la obligación de trabajar adquieren su significación en el interior de
una condena religiosa, moral y política de la ociosidad.
A través de la ociosidad, implícitamente se condena la miseria y
se la destierra de la ciudad. Pero para que esta prescripción se
explicite y se convierta en ley es preciso esperar a que la riqueza, en
el principio de su origen y en las reglas de su uso, sea redefinida
totalmente.
Todo el sistema feudal, órdenes monásticas y fundaciones cari­
tativas incluidas, descansaba sobre una misma relación a la riqueza
que tenía como principio el don. En primer lugar la riqueza misma
es dada: las tierras de los monasterios fueron originariamente atri­
buidas a los monjes por decreto del rey, que tiene la propiedad
eminente sobre todas las tierras del reino, don que recibió de Dios.
En la redistribución que se hace de la riqueza, los religiosos y los
pobres tienen una misma parte denominada, sin duda para reenviar
al altísimo, la parte de Dios. En la medida en que es dada, la
riqueza es también lo que se da, operación a través de la cual se
constituye una red de dependencias y de clientelas. Lo que se da
aliena al receptor en el don que le es hecho, del mismo modo que el
campesino está amarrado a la tierra que se le atribuye, y no puede
abandonarla, convirtiéndose entonces él mismo en propiedad de
aquel que le ha hecho el regalo; el asistido, pobre o loco, vive en
una relación de dependencia respecto al que le cobija y le cuida.
En consecuencia^ la asistencia en su principio no es un fenómeno
marginal para el mundo feudal, es inseparable de la lógica de su
funcionamiento.
Y precisamente porque es el medio para conseguir tales redes de
dependencia, la riqueza es aquello de lo que uno disfruta; por el
poder que permite ejercer directamente pero también por los place­
res sensuales que proporciona. Para Boisguilbert, por ejemplo, el
principio de desarrollo de la riqueza está pensado a partir de la
multiplicación creciente de los disfrutes que pueden obtenerse con
ella, lo que incita a producir más y m ás8.
Ahora bien, la economía política a finaies del siglo X V III no
busca ya el origen de las riquezas en la intensificación de las ne­
cesidades, sino en su restricción. No es ya el medio inmediato de
ejercer un poder, de obtener placer, sino que se convierte por el
contrario en su propio fin. Y sobre todo ya no es algo dado: de

Sobre estetemaver: P. LAN TZ: "Etudesur Aflam Smith" en Revue cftiis-


toire economique et sacíale, 1968, núm. 3 .‘
Jacques Donzelot
24

ahora en adelante deriva de la lógica del intercambio, no se la


puede adquirir sino es a través del trabajo y del ahorro9.
La condena de la miseria está ahora marcada por la articulación
naciente entre la vieja ética del trabajo y la nueva moral del ahorro,
al estar regida la riqueza en su generalidad por los principios del
intercambio. Las propiedades monásticas y las fundaciones caritati­
vas ya no tienen razón de ser, ya que no sólo escapan a la ley del
intercambio sino que además mantienen la miseria.
El internamiento estigmatizaba la ociosidad, pero por su excesi­
va presión y su no menos excesiva protección, minaba el movimien­
to racional que debe conducir al hombre t í , . trabajo al ahorro, y de
aquí, si no a la riqueza, al menos a la propiedad privada, fundamen­
to del intercambio.
Desaparece así toda la antitua significación del espacio cerrado.
Por su función de exilio o de refugio, de recogimiento o de coac­
ción, el espacio cerrado mantenía con el espacio social una diferen­
cia cualitativa de carácter religioso. La línea de demarcación que lo
constituye, aunque progresivamente extendida, delimita siempre un
espacio en el que las verdades religiosas se encuentran más afirma­
da; que en ninguna parte; las líneas de fuerza que lo organizan
apuntan hacia un mundo que debe trascender el de aquí abajo.
A l alba de la Revolución las dos estructuras fundamentales de la
represión bajo el Antiguo Régimen se encuentran condenadas, una
porque hace referencia a una esencia religiosa y absolutista del
poder, la otra porque participa de un funcionamiento económico
desde' entonces condenado y no reprime la locura, la ociosidad, el
crimen, manteniendo con ellos una complicidad de fondo. Condena
sin apelación pero también se podría decir sin memoria: el paren­
tesco que se estableció entre la locura, el crimen, la indigencia y
el espacio religioso de tipo conventual no se rompe de forma decisi­
va, tampoco el trabajo obligatorio ni la idea de redención a la que
está ligado. Simplemente el trabajo se verá afectado por una valora­
ción positiva y la redención se llamará moralización.

La secularización del espacio cerrado

A un primer nivel de observación, las modificaciones que sufre


el espacio cerrado consisten en una destrucción de su antigua ho­
mogeneidad para pasar a una di versificación técnica de recintos
particulares que afectan a cada una de las categorías de reclusos
que el viejo espacio había reunido. Surge el escándalo ante la an­
tigua confusión entre el loco y el criminal y se intenta cuidadosa­
mente no tratar al indigente como a un simple criminal. Se trata del

9
Ibid.
Espacio cerrado
35

nacimiento de un espacio asilar medicalizado, que se ordena en


función de la aplicación de una terapéutica. Estamos ante la apari­
ción de un espacio carceral humanizado: se acabaron las torturas y
las injusticias, se acabaron las mazmorras malsanas en las que ya­
cían los prisioneros acompañados de la enfermedad, la promiscui­
dad y el desenfreno; pero aparecen los edificios ventilados, el espa­
cio aseptizado, la alimentación higiénica y las actividades sanas. El
indigente ya no está anclado en esos grandes "e¡wierro^^érTÍÍM"que
sin duda vivía bajo la mirada de Dios pero consumiéndose sin la
menor esperanza de una vida mejor. Si todavía hoy se le encierra es
para estimularlo por diferentes medios a mejorar su existencia.
Sin embargo se puede encontrar, más allá de esta parcelación del
espacio cerrado, un determinado número de temas comunes a todas
estas nuevas instituciones susceptible de proporcionar el principio
unitario. La especificidad de las actitudes respecto al enfermo
mental, al indigente y al criminal no es capaz de ocultar la unidad
de fondo de estas tres categorías.
Señalemos en primer lugar el favor particular del que goza el
espacio cerrado a comienzos del siglo X IX cuando alguien plan­
tea el problema de la miseria, de la locura o del crimen. Y esto es
especialmente flagrante en el caso de los utopistas. El paralelogra-
mo de Owen, la Industrie House de Bentham son, en el papel como
en sus múltiples tentativas de materialización, lugares cerrados, ais­
lados del entorno; y precisamente por esto se presentan como solu­
ciones al problema de la indigencia10 1 . Los filántropos franceses,
desde Villeneuve de Bargemont al barón de Gerando, sueñan con
fundar colonias agrícolas en las zonas incultas del territorio francés,
colonias en las que los mendigos, los indigentes, los vagabundos y
los criminales puestos en libertad puedan encontrar un trabajo y
volver a la moralidad. En Inglaterra se construyen casas de trabajo
(Work House) que son a la vez una fuente de empleo para los indi­
gentes, una institución de vigilancia y un medio de intimidación
para los ociosos. A l mismo tiempo se edifican las primeras prisiones
y los primeros manicomios en un clima de polémicas apasionadas.
Algunos proyectos buscan incluso combinar todas las formas prece­
dentes en un solo establecimiento. Por ejemplo Marchand11,
sorprendente filántropo, sueña con una "ciudadela de expiación"
que sería a Ja vez una prisión, una colonia agrícola y manufacturera
destinada a recoger vagabundos y mujeres de poca virtud, y ade­
más un lugar de experimentación de los sistemas fourierista y
owenista, convenientemente "expurgados de sus elementos inmora-

10 Sobre este Punto: PLANYI: The great transformation, capitulo "paupe-


nsm and u to p ia ", Boston, Beacon press, 1963.*
11 MARCHAND: Du pauperisme, París 1845.
Jacques D om etot
&

les". En esta fascinación por el esapcio cerrado se puede, pues, encon­


trar un primer elemento común entre el manicomio, la prisión y las
instituciones de indigentes.

espacio oeneTa^íeS S e a u nificarse tM io^rTem ¿rTTO ñSoIor^ fe J^


g a m m a privada. El problema constante que se planteará a los
respoñsaEle^Jennternam iento penal y hospitalario es esta exclu­
sión del mundo libre del intercambio, de esta mercancía que es la
fuerza de trabajo de los internados. Pero no se trata de una contra­
dicción absoluta: excepción inadmisible en el mundo libre del in­
tercambio, el internamiento es además este espacio particular consi­
derado indispensable para el buen funcionamiento de los intercam­
bios en el espacio general, ya que le proporciona la salvaguarda
restituyendo o atribuyendo a los individuos de las categorías en
decadencia una capacidad de trabajar y de adquirir. Por esto la
reforma de los manicomios, de las prisiones y de las casas de cari­
dad pueden también entenderse como la aplicación de una volun­
tad sistemática de puesta al trabajo de todos los internados.
Pinel cuenta en un pasaje famoso del Traitá da la manía que la
idea, de una reforma positiva de los manicomios se le ha ocurrido al
ver un hospital de Zaragoza, en el que el trabajo era la regla general
y la base de la terapéutica:
"Desde la mañana, se les ve, a unos desempeñar los oficios
serviles de la casa, a otros dirigirse a sus respectivos talleres, y a la
mayoría dividirse en distintos bandos, bajo la dirección de algunos
vigilantes inteligentes e instruidos, para repartirse con alegría por las
distintas parcelas de un amplio terreno dependiente del hospicio
y a llí dividirse con una especie de emulación los trabajos relativos a
las estaciones, cultivar el trigo, las legumbres, los tubérculos, y
ocuparse sucesivamente de la siega, la trilla, la vendimia, y encon­
trar a la caída de la tarde, en su solitario manicomio, la calma y un
sueño tranquilo. La experiencia enseña en este hospicio que el tra­
bajo es el medio más seguro y más eficaz para ser devuelto a la ra­
zón, y que los nobles que rechazan con dignidad y desprecio toda
idea de un trabajo mecánico obtienen la triste ventaja de perpetuar
sus márgenes de insensatez y su d e lirio "12 .
El carácter escandaloso de las casas de reclusión, precedente de
las prisiones modernas, provenía sin duda de los malos tratamientos
que en ellas se aplicaban a los internados, pero sobre todo de la
abominable ociosidad en la que se les mantenía. Del mismo modo,
el drama de la asistencia en el Antiguo Régimen provenía de mante­
ner la ociosidad o de castigarla mediante el trabajo pero sin buscar
el remediarla por el trabajo mismo.

12Ph. PIN EL: Traité de la manía, Parts, año Vi.


Espacio cerrado
37

A diferencia del Antiguo Régimen, no se trata ya de una conde­


na religiosa y moral del no trabajo, sino de una valoración positiva
del trabajo, que posee ahora ja. virtud de suprimir la miseria, al
manos éft 10 AUlHIéne de escandaloso, de restituir su razón a los
"Ihsensátos y su moraliaad a ío s criminales.
■"'“ Prétiiam enle'en este proyecto ae moralización reside el tercer
principio de unidad entre el conjunto de instituciones que hemos
considerado.
En la primera mitad dfiLsialQ-XIXJ_eLtérmino m oralizaciómfcde^
i|g uin 'muu troruente tanto en el discurso político como en_eL
discurso culto"'boncretamente designa una^ aiaiaaflLflfcJiiflttiaiaii.
de las clases trabajadoras y de las clases llamadas peligrosas a las
nuevas normas de tuncionamiento de la sociedad11. bm s s s s" ^ -
pia se concretiza en tres tácticas relativamente diferentes.
' En primer lugar tenernos una tentativa de generalización de la
''moral burguesa mediante el desarrollo del hábito del ahorro y de la
adquisición. Preocupación por extender las Cajas de Ahorros que
aparecen por primera vez con la Restauración1 14. Preocupación
3
por fijar la población, preferentemente en su lugar de trabajo. Los
patronos industriales de vanguardia, los de la región de Mulhouse
por ejemplo, facilitarán e impondrán a la vez a sus obreros la adqui­
sición de una pequeña vivienda próxima a la fábrica. El lanzamien­
to de esta política de casas baratas, cuyo éxito conocemos, podría
considerarse como una táctica dé topologización de la sociedad151 6
La escuela es el segundo espacio de elección de esta estrategia.
Deseada más que realizada, es considerada entonces mucho más
S im o un medio oé extender preceptos morales que de difundir
conocimientos1u . " 1 .........................
Sin embargo es en el manicomio, la prisión, la colonia de indi­
gentes, donde ésta estrategia alcanzará la máxima intensidad. La
moralización de los detenidos es, si no el punto principal de aplica­
ción de esta estrategia, al menos su más urgente objetivo:
" ... Aquellos que pretenden retrasar la reforma de las prisiones
hasta el momento en que la educación haya terminado de extender-

13 Ver L. C H E V A L IE R : Classes ¡aborieusas et doites dangereuses á París


dans la pramiire moitió du X IX .9me siecle. Ed. Pión, París, 1958 (da próxi­
ma traducción en la Ed. La Piquata).
14
El duque de La Rochefoucault-Líancourt, que introdujo en Francia las
Cajas de Ahorros, fue asimismo uno de los primeros especialistas de la refor­
ma penitenciaria.
ls Ver M.G. RAYMOND: La poli tique pavillonnaire, C.R.U. 1966.
16 En tal sentido: L. B O LTA N S K I: Prime éducation et morale de classa, Ed.
Mouton, 1968 (Traducción castellana en la Ed. Laia).
Jacques Donzelot
3» ------------------------------------------------------------------------------- -----------------------------------------------------------------------------------------

se por toda Francia y hasta que quede zanjado el problema del


trabajo, no se dan cuenta del estado de nuestra sociedad.
En un tiempo como este en que todas las convicciones están
fluctuantes, son individuales y van a la ventura, no hay más que una
reforma posible, la que procede de ciertos puntos convenidos
y comprendidos por todos. El sistema penitenciario presenta esta
ventaja; pues no se propone más que convertir a los criminales en
observadores de las leyes e insertarlos así en la sociedad: tentativa
que no exige más esfuerzos de reflexión que un estudio atento de
las pasiones y de los resortes humanos de que disponem os"1 .

y p ^ ra rv ro e ri un espacio cerrado eneT


3*** i« g ^ .fus"'reaociQr>es oueaerTser controladas, emerge la fuen­
te de júbilo moralizador que va a estimular tanto a los admimsi.

manicomios donde la mocalízeción, con ig_medicina nemos topado,


se llamara tratam iento moral .
1 A comienzos del siglo X IX el internamiento está por tanto desa­
inado a fines puramente seculares. En todos sitios, y pese a sus
[diversas variantes, se encuentra una idéntica estructura: el espacio
cerrado; una forma privilegiada de tratamiento: el trabajo; una
Fmisma función esencial: la moralización. Falta comprender por qué
I el espacio cerrado y el trabajo han podido ser habilitados así para
producir esta moralización, que unifica en el mismo proyecto las
diversas funciones parciales y contradictorias atribuidas a las tres
instituciones consideradas individualmente; queda todavía por in­
terpretar la significación real de esta transformación.

Regeneración y adaptación

La desviación a partir del siglo X IX ya no es de orden religioso


sino de orden económico, y la culpabilización de la miseria (n o-tra­
bajo y no-propiedad) ha sido el acontecimiento principal que ha
hecho inclinarse a las estructuras represivas hacia un nuevo sistema.
Es pues en el tratamiento de la indigencia donde se buscarán en
primer lugar las claves del análisis de la desviación que ha permitido
validar el espacio cerrado para los nuevos fines que se le asignan.
La idea de crear colonias agrícolas para remediar el problema
del pauperismo no ha sido introducida en Francia más que después1 8
7

17 León FEU C H ER : De la réforme des prisons, París, 1838.


18 Ver R. C A S T E L ; Le traitement moral, Rev. Topiaue, núm. 2, 1970 (Tra­
ducción castellana en la obra colectiva Psiquiatría, antipsiquiatría y orden
manicomial, Barral, 1975).
Espacio cerrado
39

de haber sido aplicada en el extranjero, en particular en Bélgica y


en Holanda.
En Francia, tampoco tuvo un éxito decisivo, ya que después de
muchas discusiones y proposiciones, tanto en la Restauración como
en la Monarquía de Ju lio la cuestión fue progresivamente abando­
nada. El proyecto consistía en crear en las landas de Gascuña y de
Bretaña pequeñas comunidades de indigentes y pordioseros que
roturasen las tierras incultas de estos países recibiendo al mismo
tiempo una educación social y moral que los haría aptos para con­
vertirse en verdaderos ciudadanos19 .
Cuando uno lee las proclamas de los administradores belgas de
estos establecimientos o las de sus colegas franceses, (grosso modo la
corriente llamada Economía Social, de obediencia católica), desta­
ca en primer lugar la reactivación del modelo monástico. Se tiene la
nostalgia —más o menos explícita— de esos "oasis afortunados"
que pueden satisfacer las necesidades de sus miembros al mismo
tiempo que ejercen una acción moralizante. Pero además, y de
forma más explícita, se constata la aspiración al restablecimiento
de una sociedad que reposaría esencialmente sobre la agricultura,
desplegando a la vez una gran diversidad de oficios. Las colonias
agrícolas intentarán reproducir esta forma de organización del tra­
bajo; combinación de un campo que proporciona lo esencial para el
alimento de los pensionistas y de talleres artesanales que producen
a la vez para el mercado y para las necesidades interiores.
El fin de la colonia agrícola es proporcionar al indigente una
asistencia tal que, por una parte, no sea un estímulo a la pereza, y
por otra, lo regenere. Sobre esta intención regeneradora descansa
toda su especificidad. En su más burda acepción, quere ser no sólo
solución al problema de la miseria, sino también a la degeneración
de las clases trabajadoras, de la que es síntoma la multiplicación de
los indigentes.
Si queremos deducir las categorías de análisis que subyacen a la
construcción de la colonia agrícola, podemos empezar por buscar­
las del lado de esta dialéctica de la riqueza y de la miseria tan
presente en las obras de economía social, de esta forma "atenuada"
de la economía política de los utopistas o de los higienistas. La idea
según la cual el aumento de las riquezas por el capitalismo podría
implicar también un aumento de la miseria, constituye un punto de
partida y una referencia constante para todas estas corrientes. Sim ­
plemente esta idea es más o menos radical según las distintas co­
rrientes y se articula a su vez con estrategias políticas diferentes. En

19 HUERNE DE POMMEUSE: Des colonies agricoles et de leurs avantages,


París, 1832. También: D U CPETIA U X: Colonies agricoles. Escuelas de refor­
ma para indigentes, mendigos y vagabundos.
Jacques Donzelot
40

los utopistas corresponde al sentimiento de una proletarización cre­


ciente de la mayoría de las categorías sociales. A la cuestión de
"¿cómo evitar esta proletarización?", responden: por medio de la
asociación, de la cooperación. De aquí se deriva el principio de las
microsociedades utópicas, valoración de un espacio cerrado, aislado
de las leyes del mercado, en donde podría ibsistir un grupo que
escaparía, por una parte, a la proletarización, por otra a la aliena­
ción. Este segundo tema se deriva de hecho del primero, la aliena­
ción se plantea en función de la oposición campo-ciudad, lo que
constituye un corolario de la dialéctica riqueza-miseria. Frente a los
desastres de la urbanización y de la parcel ización del trabajo, la
utopía se presenta como regeneración del hombre, resurrección de
su ser natural.
Las utopías de Cabet, Owen, Fourier se comprenden en primer
lugar como estrategia de rechazo de la proletarización. Las investi­
gaciones sobre nuevas formas de organización social son especula­
ciones que se caracterizan por este rechazo y suponen la supresión
del orden existente. Por el contrario, la colonia agrícola, partiendo
d e jo s mismos análisis, como veremos, es prioritariamente un modo
de integración en el orden social existente. Los economistas socia­
les y los higienistas se definen por la gestión de los elementos
marginales y desviados de la sociedad con un fin de "regenera­
ció n ", que al mismo tiempo tiene como objetivo su sumisión al
orden establecido.
Dós temas están presentes en todas las obras que estimulan a la
fundación de colonias agrícolas: el de la nocividad del medio urba­
no y el de los estragos causados por la división excesiva del trabajo.
Productora de riqueza, la ciudad del siglo X V III es además pro­
ductora de artificialidad. La excitación de las necesidades y de los
disfrutes que la caracterizan favorece el desarrollo de la produc­
ción al mismo tiempo que engendra una inmoralidad, un gusto por
lo desmedido tan incompatible con las leyes divinas como con las
leyes naturales. Son testigos de esta corrupción los filósofos y los
economistas, y a finales de siglo, también los médicos: entre las
causas que pueden explicar el suicidio. Esquirol coloca en primerí-
simo lugar esta intensificación artificial de la existencia:
* "Cuanto más desarrollada está la civilización, más excitado está
el cerebro, más activa es la susceptibilidad, más aumentan las nece-
, sidades, más imperiosos son los deseos, más se multiplican las cau­
sas de la pesadumbre, más frecuentes son las alienaciones mentales,
más suicidios deben producirse"2 0 .
V 20

20 ESQUIROL.; "Le suicide", articulo en Dictionnaira das ¡cianeas médica-


las, 1819.
Espacio cerrado
41

Se pasa así de un registro moral a un registro médico, de una


denuncia de la inmoralidad a una etiología de la locura, del suici­
dio, de la miseria. La explicación se desdobla en dos registros com­
plementarios: el producido por el concepto de medio y el que trata
de la división del trabajo.
El tema de la cloaca urbana recorre toda la literatura de observa­
ción social o de acción caritativa del siglo X I %J e s ig n a un espacio
oue es a..La vqt limar inmoralidad (promiscuidad. mcesjoV, lugar
He insah ibrirtad í^|jsencia de higiene. contagio) y de decadencíade
la raza (raquitism o)* ' . 1 ..... 1 "
A través de este tema la degeneración es puesta en relación con
el estudio del medio, es decir, con la búsqueda de una explicación
que incluya en una determinante unitaria causalidades de orden
físico y moral a la vez. A este nivel, pues, la degeneración es anali­
zada sirviéndose de un esquema indisolublemente médico y moral.
E l otro tema es el de la excesiva división del trabajo:
" E n un análisis profundo se constata que el principio de la
división del trabajo refuerza la negatividad, ya por sí misma malig­
na, que la vida manufacturera tiene sobre la vida de un pueblo.
Estamos convencidos de que si este famoso principio alcanza el
desarrollo al que la codicia lo empuja, formará una raza de hombres
cobardes y degradados" *22 . Este texto data de 1815, su autor es
un tal Lemontey, más literato que teórico, pero que fue uno de los
primeros en hablar de las consecuencias nefastas de la división del
trabajo y que será citado numerosas veces durante la primera mitad
del siglo X IX . El tema no es sin embargo ajeno a los economistas:
para J .B . Say, un hombre que no hace en toda su vida más que una
sola operación, sin duda consigue ejecutarla mejor y con más rapi­
dez que cualquier otro hombre, "pero al mismo tiempo se convier­
te en alguien cada vez más inútil para cualquier otra ocupación, sea
ésta f (sica o moral; sus otras facultades se apagan y el resultado es
una degeneración en el hombre considerado individualm ente"2 3 .
Miseria y debilidad por un lado, servilidad y ausencia de emula­
ción por otro; la influencia del medio y de la división excesiva del
trabajo manufacturero produce un hombre degradado que por serlo
estará expuesto más que ningún otro a las seducciones: "para quien
no tiene ninguna idea, cualquier ¡dea es una novedad, del mismo
modo que la embriaguez es más propensa en quien nunca tomó
licores fuertes. En el seno de los pacíficos rebaños es donde los

Ver bibliografía sobre los observadores socialesen H. RIGAUD AIS- W EISS:


Les enquátes ouvriáret en Fancede 1830 i 1848, Pari's, 1938.
22 LEM O N TEY: fíaiton, folie; París, 1815. „
23 Citado por VILLEN EU V E-BERG IM O N T: “Histoire de l'áconomie poli-
fique, París, 1841.
Jacques Donzelot
42

abismos hacen los mayores estragos. Una masa de estúpidos se


precipita sobre el más vil de los jefes con la ceguera de la ignorancia
y la impetuosidad de las nuevas im presiones"34. Debido a esta
incapacidad para discernir entre lo justo y lo injusto, entre lo natu­
ral y lo artificial, el pobre converge con el rico en una pérdida
común de identidad.
M colonia agrícola es la anlicacifm nréctiM
nrácti, <h este análisis:
creaciO i^ M rui^ jiiegj^ ^ martio-urbano, artifi-
ciai e insalubre; posibilidad concedida al hombt
S er suce­
da o de
cultivo. HÜWBUIU UlUUai de peueneiación rial hnmhre alienado por la
civilización, asociado y subordinado a una estrateaiadg sumisión al
orden político.
La creación en Inglaterra de las Work Housas corresponde asi­
mismo a una condena de la indigencia y es a la vez una tentativa
para delimitarla y suprimirla. Si bien sus formas son muy semejan­
tes a las de la colonia agrícola (encierro, trabajo obligatorio), el
dispositivo estratégico que ponen en marcha corresponde a catego­
rías de análisis totalmente diferentes, cuyo principio esencial lo
proporciona la oposición individuo-sociedad.
Hasta 1834 la asistencia a la indigencia en Inglaterra descansaba
en la tasa de los pobres, impuesto percibido en las parroquias sobre
los propietarios agrícolas y manufactureros, redistribuido a las fa­
milias en forma de un salario de apoyo, de un subsidio de paro o de
una subvención caritativa. Indexado a partir del precio agrícola,
funciona a la vez como un sistema de ayuda caritativa con carácter
religioso y como un instrumento económico de regulación del mer­
cado mediante un doble efecto de estabilización de los salarios y de
garantía del mercado interior.
La ley de 1834, al suprimir la asistencia a los pobres, conmociona
completamente este equilibrio que estaba t-n perfecta armonía con
el capitalismo agrario, pero que no correspondía al desarrollo de las
manufacturas, puesto que aseguraba una renta mínima a la porción
pobre de la población y por tanto la estimulaba a vivir en la depen­
dencia de las parroquias falseando así los datos del mercado de la
mano de obra.
En las grandes encuestas exigidas por el Parlamento en 1832
para preparar la nueva ley sobre los pobres, las categorías funda­
mentales del análisis son muy diferentes de las utilizadas por los
propagandistas de las colonias agrícolas. Se las podía reagrupar
bajo una misma rúbrica constituida ahora por la oposisión indivi­
duo-sociedad. En efecto. _el pauperismo queda ahora relegado a una.
dimensión puramente morál, es definido como andamiento en la2 4

24 UEM O N T 6 Y, o p . c.
Espacio cerrado
43

pereza^>£]g1(¡j¿¿fl11fi¡|¡jy)J¿fl£ íyj£ iociosidadv consecuen-


cia la alternativa es, o bien una asistencia caritativa que estimule
esas inclinaciones, o bien una coacción que las haga imposibles. La
situación trágica del pobre no es pues en este caso el fruto de una
historia que se habría "to rcido" y que habría falseado sus condicio­
nes naturales de existencia al igual que las del rico, sino que es una
consecuencia de la actitud moral de individuo. Y dado que esta
forma de pensamiento no considera más que a los individuos, el
proletario no es concebido en términos de fam ilia, sino tomado
aisladamente. No se duda en separar a los niñbs de sus padres, al
marido de la mujer, en la Work House existen talleres y dormitorios
separados para hombres y mujeres, además de otros para niños.
La Work House se define pues por el proyecto de reducir las
malas inclinaciones del hombre, de corregir su naturaleza viciosa.
Para ello pone en práctica un sistema coercitivo que se despliega en
tres vertientes esenciales: primeramente, instauración de coacciones
disciplinarias que regularizan la existencia según el empleo muy
estricto del tiempo, no dejando huecos a la ociosidad; en segundo
lugar, separación total de los individuos, ignorancia de la familia,
pero sobre todo rechazo de todas las formas de reunión distintas de
las contractuales o abstractas; en líneas generales se puede decir que
las formas religiosas y emocionales de reunión son reemplazadas por
otras segmentarias y abstractas que no reciben su unidad más que
de un sistema de transacción (sociedades de socorros mutuos. Cajas
de Ahorros) en tanto que condición de adaptación a la sociedad
real. En resumen, formas de unidad impuestas del exterior sustitu­
yen a las formas espontáneas y por tanto peligrosas de reunión de
los obreros.
Observemos que esta oposición individuo-sociedad nos propor­
ciona también la clave de un segundo tipo de utopía, que representa
en relación a la Work House lo que el falansterio respecto a la colo­
nia agrícola: una radicalización profunda de cada uno de los análisis
subyacentes, más aquí no se trata de regeneración, sino de una
adaptación total del individuo por medio de una coacción generali­
zada. Un buen ejemplo nos lo proporciona el Panopticon de
Bentam, presentado en la Asamblea Constituyente de 1791. Nuevo
principio de organización de una comunidad, el Panopticon busca
sobre todo resolver el problema de la prisión, mas solamente "p o r­
que la importancia y la dificultad del problema le han parecido que
merecía la pena en primer lugar llamar la atención del legislador".
De hecho, su autor desea extender la aplicación sucesiva de su
invento a otros establecimientos (escuelas, manufacturas) para lo
cual, afirma, "no habría más que retocarlo en algunas precauciones
que exige". Veamos los términos en los que. Bentham formulaba su
proyecto: '
"Si se hallara un medio de hacerse dueñq de todo Jo que puede I
Jacques D om elot
44
suceder a un cierto número de hombres, de disponer todo lo que
les rodea, de modo que hiciese en ellos la impresión que se quiere
producir, de asegurarse de sus acciones, de sus conexiones, y de
todas las circunstancias de su vida, de manera que nada pudiera
ignorarse, ni contrariar el efecto deseado, no se puede dudar que un
instrumento de esta especie, sería un instrumento muy enérgico y
muy útil que los gobiernos podrían aplicar a diferentes objetos de
la mayor im portancia"25.
En su formulación ideal, la colonia agrícola es un espacio induc*
tor. A través de la convergencia de una naturaleza reestablecida a
escala de la sociedad humana y de una sociedad reconducida a su
sustrato natural, la fam ilia, por su parte, puede restituir al hombre
a su dimensión genérica, su salud física y moral y en consecuencia
su capacidad y su voluntad de trabajo; en una palabra, la colonia
agrícola es regeneradora. lJ_
En oposición la Work House se define cc^ o un espacio reduc­
tor. Mediante una acción exclusivamente coercitiva, pretende a la
vez la disociación de grupos constituidos y la desindividualización
de ^ada elemento mediante la uniformización de todos bajo la
misma le y de un trabajo mecánico, monótono y regularizado; la
Work House tiene una finalidad puramente adaptadora.
Diferentes en sus principios de constitución, la colonia agrícola
y la W ork House presentan sin embargo entre sí una unidad más
esencia) basada en la misma función que ambas asumen: relevar la
práctica económica por prácticas médicas y morales, precisamente
en los casos en los que lo económico está ausente. Lo que en un
plano es leído en términos de salarios, de empleo, de paro, se
convierte en el otro en inmoralidad y/o degeneración, tornándose
la indigencia en ilegalidad, al mismo tiempo que el crimen y la
enfermedad mental son psicologizados y pato logizados.
En consecuencia el indigente se encontrará en estrecha vecindad
con las dos categorías fundamentales de "marginados": el enfermo
mental y el crim inal. La mezcla indisoluble de condena moral y de
solicitud médica en la que habitan mutuamente el loco y el crim i­
nal aparecerá desarticulada en su doble faz contradictoria gracias al
juego de estrategias políticas divergentes que denuncian con mayor
vehemencia a una de ellas. La medicalización de la locura pero
también del crimen favorece el tema de su naturaleza perdida en
los medios urbanos favorecedores de degeneración. Su psicologiza-
dón se articula sobre una teoría que hace del hombre un ser so-

J í J. BENTHAM: Panopticon, 1790 (Reedición en castellano en las Ed. de


La Piqueta, en esta misma Colección),
Espacio cerrado
45
metido a su naturaleza instintiva, que pasa fácilmente' del vicio al
libertinaje, al exceso26.
La unidad contradictoria del internamiento moderno reposa en­
teramente en esta doble y contradictoria operación que le propor­
ciona la facultad de regenerar pero también de adaptar.
Si se quiere desentrañar ahora la diferencia existente entre el
manicomio y la prisión, más que buscarla en la oposición entre una
voluntad de castigar y una voluntad de curar deberíamos buscarla
en una variación del acento puesto tanto en una como en otra de
estas dos dimensiones. La clausura delimita un espacio adecuado
para una empresa de moralización al mismo tiempo que satisface
una triple exigencia de segregación, de punición y de terapéutica
del descarriado. Aún más: mediante la fusión que el encierro mate­
rializa de sus objetivos, satisface a la vez las exigencias de una
justicia que no se limita a ser simplemente retributiva sino que
quiere ser también redentora, y las de una terapéutica que quiere
arrojar fuera de sí el lastre de una pesada carga de intimidación.
Las vivísimas polémicas en las que se enzarzan las diferentes
corrientes de especialistas penitenciarios entre 1830 y 1850, con­
ciernen precisamente a la importancia relativa que es preciso conce­
der a cada una de estas dimensiones, pese a que la cuestión nunca
haya sido planteada en tanto que alternativa global entre una y
otra.
Entre los partidarios del solitary confinement encontramos la
misma visión atomística de la sociedad que en la Work House. La
condena lanzada contra los grupos formados por afinidades emocio­
nales constituye un medio de previsión contra el contagio del cri­
men que la promiscuidad facilita. Hay que aislar al individuo del
vaho corruptor que resulta de las aglomeraciones, debilitar las in ­
dividualidades exacerbadas obligándolas a ejercicios monótonos, y
en este receptáculo apacible en el que se ven convertidos, se podrá
depositar un germen fecundo a través de la voz de hombres sensa­
tos e ilustrados.
Para los defensores del encierro en común, es preciso, al contra­
rio, salvaguardar la existencia colectiva suprimiendo por el silencio
lo que a llí pueda haber de peligroso y conservando loque es intrín-
sicamente del orden natural. Esta comunidad laboriosa y silenciosa
será para cada uno algo así como una semifamilia, situada a medio
camino entre la familia real y la gran familia humana. Este senti­
miento fam iliar los penetrará y los reconfortará, y mucho más si se
tiene en cuenta que ejercerán sus pacíficos trabajos en contacto
directo con la naturaleza, en una prisión instalada en campo abier-
to, a imagen de las colonias agrícolas.2
26 El adolescente en el siglo XX va a ocupar la plaza del indigente en esta
trilogía de la desviación. Estudiaremos al detalle esta sustitución en un artí
culo titulado "L e troisiéme age de la represión".
Jacques Donzelot
46

Entre la "robinsonada controlada" y la microsociedad regenera­


dora existen mil combinaciones posibles. Y ¿ el marco de la actual
red penitenciaria son aún perceptibles las variaciones de dosis que
testimonian las alteraciones humorales existentes entre los diferen­
tes legisladores que se han sucedido desde entonces.
En la construcción de los hospitales psiquiátricos la coacción
se armoniza sin problemas con los elementos regeneradores sobre
los que pesa más fuertemente el acento: "U n establecimiento, cuyo
principal objetivo es el de aislar del mundo a seres que la vida social
ha privado de su razón, necesariamente produciría consecuencias si
se situase en medio de los hombres. Y puesto que la alienación,
en la inmensa mayoría de los casos, debe su origen a nuestros
vicios, pasiones, miserias, en una palabra a la civilización, es preciso
alejar a la víctim a de los lugares que le evocan su m al" (27). Una
campiña solitaria, con terrenos cultivables, hermosos paisajes, aire
puro que invita a pasear, engendran una sana fatiga y disponen al
reposo del alma; sobre esto el acuerdo es unánime. La coacción, la
reclusión individual no son menos necesarias, pero entre estos ele­
mentos y los otros existe a la vez complementariedad y encadena­
miento lógico. Hay que reducir en primer lugar la enfermedad, el
exbeso, para que pueda obrar la naturaleza.
Vemos pues como las categorías de saber que permiten explicar
la "marginación" a comienzos del siglo X IX , pese a divergencias de
fondo con el monasterio, concurren sin embargo a reactivar dos
aspectos fundamentales de éste: su sistema disciplinario y su carác­
ter de comunidad humana que escapa a las disipaciones seculares
(medio, historia).

El trabajo terapéutico

El tema del trabajo unifica en una misma praxis terapéutica esta


doble estrategia de regeneración y de adaptación.
En el manicomio, el trabajo es simultáneamente considerado
como procedimiento individualizante y como técnica de desindivi­
dualización. Para Brierre de Boismont, hay que establecer una gra­
dación en las ocupaciones laborales de los alienados. Aquellos cu­
yas facultades se ven considerablemente degradadas recibirán tareas
que no reclaman "más que ligeras combinaciones". Aquellos cuya
inteligencia está en vías de restablecerse podrían ser encargados de
trabajos más enriquecedores (cerrajería, albañilería, carpintería).
En esta perspectiva individualizante el trrbaio agrícola es, por su­
puesto, el más eficaz. " E n los Países Bajo', los alienados de las
ciudades son confiados a los granjeros que lejos de utilizar medios

Scipion PINEL, op. c.


Espacio cerrado
47

restrictivos, ignoran hasta la existencia de esos medios (los medica­


mentos) y de todos los instrumentos mediante los cuales creemos
estar obligados a someter a los enfermos. Todo su tratamiento
consiste en asociar sin prejuicios a esos infortunados con sus traba­
jos agrícolas, y aún no se ha podido citar un solo ejemplo de
evasión. Estos granjeros son, con mucho, más sabios que los docto­
re s "38.
E n el fondo basta con encontrar el encadenamiento providencial
de todo lo que es lógico y moral: al trabajar, el hombre se hace útil
a la sociedad y toma conciencia de su importancia, encuentra así su
individualidad. “ En Bicétre los alienados estaban en su mayoría
pálidos, malhumorados, y no salían curados más que con el triste
pensamiento de reingresar tal vez pronto: en la granja de Sainte-
Anne los encontramos alegres, vigorosos y gracias al trabajo otra
vez conscientes de sí mismos, a la vez que seguros de una existen­
cia no desprovista de vale n tía"39.
Los signos de la curación a través de esta forma de trabajo son
"un aire de calma y el retorno al buen hum or". Por el contrario,
en su utilización desindividualizante, la sanción positiva de la tera­
péutica del trabajo vendrá dada por una "mayor paciencia" y "la
aparición de un aire de resignación"30.
Para los exaltados lo más eficaz es un trabajo mecánico, regulari­
zado, monótono: "Coged a un furioso, introducidlo en una celda,
destrozará todos los obstáculos y se abandonará a las más ciegas
embestidas de furor. Ahora contempladlo acarreando la tierra: em­
puja la carretilla con una actividad desbordante, y regresa con la
misma petulancia a buscar un nuevo fardo que debe igualmente
acarrear: es verdad que en cada pausa se detiene para exhalar su
furor en frases incoherentes, es verdad que grita, que jura a la vez
que conduce su carretilla; pero en último término es el más intrépi­
do de los obreros. Su exaltación delirante no hace más que activar
su energía muscular que se encauza en beneficio del propio tra­
b ajo "31 .

cesos h a b ía n he cho ab an do nar la vid a rea L-V u elva -ae ncon trar ta láv_
CDmun. Se acabó la e to ru e s ^ n n a rta J a J m a q jn a ririn los arrebatos
famasas v ló?*8wriüS utversos oe_ e x a lta c ió n d e lira n te . Un tra h ^ jo
rn n tta n to u retfuiar cam o ia la cadena viciosa de las ideas v som ete
g jjio m b r e a las im p osicion es necesarias de la vida social.

38 BRIERRE DE BOISMONT: "Remarques sur quelques établissements d'a-


liénés" en Armales d'hygiéne publique et demédecine lét'ale, París, 1847.
39 BRIERRE DE BOISMONT, art. cit.
30 *
Scipion PINEL: Traite complet du régime donataire des aliénés. París, 1836
31 Scipion PINEL, op. c.
Jacques Donzelot
ü

Terapéuticamente ajustable a todas las variedades de delirio, el


trabajo es también un test de curación: el principal papel del vigi­
lante debe ser el de detectar a aquellos que trabajan con apatía. De
este modo, podrá proporcionar al médico informaciones útiles para
cuando llegue el momento de pronunciarse sobre la curabilidad de
los enfermos, ya que "es muy raro que aquellos que han estado
trabajando constantemente sufran después alguna recaída, del mis­
mo modo que Se derivan los peores presagios de su repugnancia ha­
cia las ocupaciones activas o constantes"3' 'i
En la prisión, el trabajo ha sido también instaurado a partir de
estas dos variantes:
— Por un lado el trabajo agrícola, reservado sobre todo a jóvenes
delincuentes y el trabajo artesanal, que también puede asociarse con
el solitary confinement, destinado a los detenidos que reciben en
silencio las instrucciones de un capataz que les da ordenes desde el
exterior.
- Por otro, todo un surtido de trabajos mecánicos y humillantes
que por supuesto deben ser improductivos para no alterar el merca­
do. E l más célebre de todos es el traad-mill (molino de disciplina)
9 jyo principio es el siguiente: quince, veinte o treinta hombres
sostienen una barra de madera, sobre una línea paralela, y apoyan­
do alternativamente los pies en los peldaños de una especie de
noria, hacen que se mueva por el peso de su cuerpo, de modo que
pese a su movimiento permanecen siempre en el mismo sitio. Cada
rueda cilindrica tiene diferentes numere después de haber dado
una cantidad determinada de pasos, cada dei nido avanza un núme­
ro y el que está en el otro extremo lo desciende, mientras que el
opuesto a él lo sube3 33.
2

La Moralización

Se pueden ya extraer un cierto número de conclusiones referen­


tes al funcionamiento moralizador del espacio cerrado.
1. El espacio cerrado es un tugaren el que las leyes del intercam
bio han sido artificialmente abolidas para ser naturalmente reen­
contradas. El intercambio es teóricamente imposible en el manico­
mio y en la prisión porque en ellos todo ha sido dado, es decir
impuesto; lo que ha sido dado, es esencialmente la naturaleza, pero
no cualquiera: se trata de la naturaleza que no cuesta nada. ¿Hay
algo más significativo que el asombro de los primeros reformadores

32 Scipión PINEL. op. c.


33 MOREAU-CHRISTOPHE: Rapport sur les prisons de l’Angleterre, de
l'Ecosse, de la Hollande, de la Belgique et de la Suitse, París, Imprimaría
Royala, 1839.
Espacio cerrado
49

de las antiguas mazmorras cuando constatan que los prisioneros


viven en células donde la luz no entra nunca, en cloacas pestilentes
y mal ventiladas?. Preocupación médica y humanitaria sin duda,
pero también reacción puramente lógica: el aire, la luz y el sol
fueron dados al hombre, es más, sólo esto le fue regalado. A estos
residuos médicos de una idea de naturaleza, cuya importancia co­
nocemos en el siglo X V III , los constructores del manicomio aña­
den, como hemos visto, el paisaje. La sociedad será impuesta tanto
bajo el aspecto de un paternalismo que se inscribe en el registro
m ítico de la familia, como bajo la forma de una violencia sin tapu­
jos ejercida por el personal sobre el detenido.
Pero el intercambio no se suprime más que para encontrar el
fundamento, la ineluctable necesidad. El manicomio y la prisión no
pretenden crear un medio económico diferente del medio normal,
sino un estado lím ite de éste a partir del cual el medio normal se
reconstituye lógicamente. En este sentido la cárcel y el manicomio
no son tanto la negación del intercambio como su grado cero. Lo
que pertenece de pleno derecho at individuo se le concede, y lo que
proviene de la esfera de la adquisición de la que está privado será
puesto en relación con la sumisión a las coacciones sociales.
El espacio cerrado se define pueSj como una disposición lím ite
de la relación naturaleza-sociedad mediante la cual el intercambio
« ve reafirmado cómo munido!naturaleza v sociedad)-
2. El espacio cerrado reúne y articula dos estrategias diferentes:
la regeneración v la adaptadIflfl. Lo quejas dado y lo gue se impone3 4
pueden funcionar a_|a_yez como tales^lflpto bajo su fornrjfljarasaica
como baio su torma m ítica. L a naturaleza es tanto un mfnimn vital
conredic^gmderecnoa^detenidOjComojunag^
que, restituida en su pienitua, ejerce una_tunci¿n regeoeudflia^sp-
bre el individuo. L d tutlBUáo oueae ser impuesta por pura coac­
ción. o ser presentada como regeneradora en ’áu veíilÜ trH Iltica: la
familia, fror su valorización global eí traEajo unifica v englobáoste
doble estrategia. - - 1
3. E l espacio cerrado extrae su fundamento y su coherencia de
una doble valoración del aislamiento. La desviación es reconducida,
en efecto, a dos niveles: uno que es pura exterioridad (el medio, la
civilización), otro que es pura interioridad (elección moral). Para
paliar los efectos nocivos del medio hay que efectuar un desplaza­
miento de los individuos para instalarlos en un espacio protegido
del medio por la clausura. Y para actuar eficazmente sobre la mora­
lidad del individuo, es preciso aislarlo previamente a fin de poder
inculcarle preceptos de conducta sin que se vea perturbado por
ninguna otra influencia.
4. Tras la teoría de una preocupación humanitaria de moraliza­
ción del recluso no hay más quedos operaciones concretas:
Jacques D om elot
50

— la generalización del trabajo obligatorio bajo una forma cari­


caturesca.
- la deslrucciórLsistemática^de-JodaJorma espontánea de vida
SQCialTde todam an ¡testación de un deseo.
ación de los reclusos en
función de la edad, tipo de crimen o enfermedad, el aislamiento
individual, la obligación del silencio, constituyen una serie de "re­
formas" que hacen del espacio cerrado una antisociedad, no dejan­
do subsistir de la vida social más que su aroma espiritual: la recu­
peración de la fuerza de trabajo mediante i¿: festrucción de todo
deseo, la idealización de la sociedad y su supresión concreta. En
este sentido el manicomio y la prisión no son más que La niomnlifj-
“ r ^ raíizacion^(¡fcsenca-
q e ñ a ffiip o rU p u n ^ de
¿fectjya era ja a is o iu c io n ge toda TorrD^_siaflQlállfiíLde yiria_social.~
La emergencia aei capitalismo no esta simplemente marcada, como
creía Max Weber, por la secularización del ethos ascético sino tam­
bién por la secularización de las formas organizativas de la vida
monacal, sobre todo en el manicomio y en la prisión pero no
meribs en las manufacturas (separación 'de sexos, obligación del
silencio, etc., duramente sentidos por los trabajadores)34, o en la
escuela (importante desarrollo del internado a comienzos del
siglo X I X ) *3*.
Del antiguo espacio religioso de exclusión a la aparición del
manicomio y la prisión moderna existe, pues, no una ruptura radical
sino lo1que se podría llamar una transferencia de sentido de una
misma estructura de segregación, que no ha perdido su carácter
religioso más que para hacer sitio a un programa regenerador y
adaptador, a una práctica esencial: el trabajo, que va no tendrá
tanto un valor expiatorio cuanto un valor terapéutico, v a una
función moralizante que ya no está orientada hacia la vida religiosa
sino hacia la vida social efectiva.
Este cambio relativo se ha efectuado sin embargo, bajo el signode
una alianza total entre la imposición de un arbitrario cultural nuevo
(cultura del intercambio) y el arbitrarlo de la dominación de una
dase. La psicoloqización y la patologización de la desviación se
realizaron soore la base de la condena moral de las clases domina­
das y de la necesidad de su sumisión"
fc) manicomio y la prisión constitoyen, pues, dos lugares en don-

34
Consúltense sus numerosas protestas en el diario L atelier contra la manu­
factura, monasterio y prisión.
3 5 Sobre este punto ver: Ph. ARIES: L ’enfantet la vie familiale sous l'Ancien
Régime; Ed. Pión, París, 1961. y.
Espacio cerrado
51

de reinan absolutamente los valores dominantes y en donde se


efectúa no menos totalmente un corvtroTde los elementos refracta­
rios de jas clases dominadas. Constituyen de algún modo el secundo
grado dé las formas de reproducción del nuevo orden socio-cultu­
ral La ideología médica releva con gusto a la ideología religiosa eñ
los lugares y espacios en los que tenía el campo libre, pero mientras
que fesVa ultima fundamentaba todo el orden sociai ía ideología
medica no juega mas que un papel auxiliar!
LA ENSEÑANZA AGRICOLA Y LA
DOMINACION SIMBOLICA DEL CAMPESINADO (*)
Claude GRIGNON

La diversidad de las instituciones, de las enseñanzas, y del públi­


co que comprende la enseñanza agrícola, o a los que podría referir­
se, condujo desde comienzos de este trabajo a poner en cuestión
una definición administrativa demasiado pobre y a buscar otros
criterios capaces de delimitar con más exactitud el campo de estu­
dio 1. La subordinación de un gran número de instituciones de
enseñanza agrícola al ministerio de Agricultura y no al de Educa­
ción, constituye sin duda un indicador de la posición que tiene esta
enseñanza en relación a la enseñanza dominante, y en relación
además a la "profesión", es decir a un sector particular del sistema
económico; pero si se retenía esta definición, se corría el riesgo de
excluir la mayor parte de los establecimientos privados, indispensa­
bles hasta una fecha reciente, los centros de aprendizaje agrícola o
incluso las "colonias agrícolas para detenidos jóvenes, niños aban­
donados o huérfanos" que constituyen desde 1850 a 1880 la forma
más importante, al menos en lo que respecta a los efectivos, de la*1

(*) Publ icado en la revista Acres de la recherche en Sciences Socieles, núm. 1


enero de 1975, págs. 75-97.
1 Esta nota presenta el estado provisional de una investigación que se está
realizando en el marco del INRA y del Centro de sociología europea. Se trata
de buscar no conclusiones, sino un ensayo de construcción de objeto, hipóte­
sis o a veces simples intuiciones sugeridas por una primera lectura del mate­
rial y verificadas desigualmente según lo avanzado de las distintas partes del
trabajo.

-5 3
M

ORGANIGRAMAS SUCESIVOS

1848 1920
1 N A (V e r s a lle s) c e rra d o en 1 N A : R e sta u ra d a e n P a r ís en 1 8 7 6 ; otorga
1852. d e sd e 1 8 9 2 un d ip lo m a d e In g e n iero a g ró n o ­
m o.
E s c u e la s n a c io n a le s d e a g r ic u ltu r a : G r lg n o n ,
R e n n e s , M o n tp e llle r: d ip lo m a d e In g e n iero
a g ríc o la d e sd e 1 9 1 8 .
E s c u e la n a c io n a l d e h o rtic u ltu r a ( 1 8 7 3 )
E s c u e la n a c io n a l d e in d u stria s a g ríc o la s
\ (1 8 9 3 )
E n s e ñ a n z a p riva d a c a t ó lic a : E s c u e la d e a g ri­
c u ltu ra d e A n g e rs ( 1 8 9 9 ) , In s t it u to a g ríc o la
de B e a u v a ls ( 1 8 5 4 )
E s c u e la fe m e n in a C o e tlo g o n ( 1 9 2 3 )

E s c u e la s region ales: G rlg n o n , E s c u e la s d e a g r ic u ltu r a : R e a g ru p an a las e s ­


La S a u l s a l e (tr a s la d a d a a cu e la s p r á c t ic a s , que ocupan el lu gar d e las
M o n tp e llle r en 1 8 7 2 ) , G ra n d - a n tig u as e s c u e la s re g io n a le s, y a las g ranjas-es­
J o u a n (tra sla d a d a a R e n n e s en c u e la su p e rv iv ie n te s.
1896): ,
E n s e ñ a n z a " t e ó ric a y p r á c t i­
c a " d e stin a d a a lo s " h ijo s de
p ro p ie ta rio s c u ltiv a d o r e s a c o ­
m o d ad o s o r ic o s " .
(Richard, informe a la Consti­
tu y e n te , agosto 1848.)

O r a n la s - a s c u e la : Enseñ an za E s c u e la s de a g ric u ltu ra d e In v ie rn o , fija s o a m ­


p rá c tic a ; d estinad a a form ar b u la n te s : “ p ro p o rc io n a n u n a in s t r u c c ió n p r o ­
"o b re ro s c u ltiv a d o re s h á b ile s, fe sio n a l a los h ijo s de los a g ricu lto re s q u e no
a p a rce ro s, p e q u e ñ o s g ra n je ro s p u e d e n p a sa r d o s o tre s a ñ o s en una " e s c u e la
a g r íc o la s In te lig e n te s". de a g r ic u lt u r a " .
C o lo n ia s a g r íc o la s para Jó venes E s c u e la s - h o g a r a g r íc o la s a m b u la n te s p a ra
d e te n id o s, n id o s e x p ó s it o s y n iñ a s .
a b a n d o n a d o s: F u n d a c io n e s c a ­ C u r t o s de e n se ñ a n za p o st-e sco lar a g ríc o la y
rita tiv a s o a n e ja s a las p e n ite n ­ C u r s o s de e n se ñ a n za d e l hogar p o s te s c o la re s
ciarlas. d isp e n sa d a s p o r lo s m aestros y m aestras.
55

DE LA ENSEÑANZA AGRICOLA

1970
E i e u d a i s u p e rio re s n a c io n a le s a g ro n ó m ic a s (E N S A ), e n tre las que está
el I N A (“ p rlm u s Inter p a r e s " ), las a n tig u as e scu e la s n acio n ale s y la
e scu e la d e In d u stria s agri'colas.

E n s e ñ a n z a su p e rio r
In s t it u to n a c io n a l de fo r m a c ió n d e los p ro fe so re s de e n se ñ a n za a g ríc o la
(D ljo n ).
E s c u e la s n a c io n a le s de In g en iero s d e la b o r ( E N I T A ) , A n g e rs, B e a u v a ls,
L llle , I T P A .
E s c u e la s u p e rio r n a c io n a l fe m e n in a de a g ro n o m ía (C o e tlo g o n ).
E s c u e la n a c io n a l fe m e n in a de a g ro n o m ía (T o u lo u s e ).
C la se s d e té c n ic o s s u p e rio re s d e los in stitu to s agri'colas ( B T S A )

In s t it u t o s a g r íc o la s (y e sta b le c im ie n to s p riv a d o s a s im ila d o s : c ic lo largo)


q u e p re p aran y a se a p a ra e l:
D ip lo m a d e t é c n ic o a g ríc o la ( B T A )

E n s e ñ a n z a m e d ia
D ip lo m a de t é c n ic o a g r íc o la o p c ió n g eneral ( B T A G )
D ip lo m a d e c ie n c ia s a g ro n ó m ic a s (B a c h ille r a t o D )

C o le g io s a g r íc o la s ( c ic lo c o r to ; n iñ o s o n iñ a s) pre p aran p a ra el d ip lo m a *0 m
d e en teña nza p ro fe s io n a l a g ríc o la ( B E P A ) nS
C e n t r o s de fo r m a c ió n p ro fe sio n a l a g ríc o la para Jó venes ( C E P A J ) que O) Dá
pre p aran p a ra el d ip lo m a de a p re n d iz a je a g ríc o la ( B A A )
c 0)
f
C e n tr o s de a p re n d iz a je p riv a d o s (e n se ñ a n z a a g ríc o la o del hogar)
C a s a s f a m ilia re s ru ra le s (fu n d a d a s en 1 9 3 6 ; n iñ o s o n iñ a s) en se ñ an za
a lte rn a n te (8 d ía s en la escu elas 15 d ía s en Ift e x p lo ta c ió n fa m ilia r) que 3-1
p re p aran para el BAA, y, en 4 . ° a ñ o para el B E P A 8 3
y
C u r s o s p o s t- e sc o la r e s p ro fe s io n a le s a g ríc o la s del hogar a g ríc o la s .
§’ ^
CU
i
3
- s ■
56 Claude Grignon

enseñanza agrícola “popular", que los especialistas de la época con­


sideran por otra parte explícitamente como formando parte de los
establecimientos de enseñanza agrícola. Sobre todo, puede uno pre­
guntarse si la enseñanza agrícola (enseñanza de la agricultura, pero
también enseñanza destinada a los agricultor^ no ha sido realiza­
da, en gran medida, fuera de la enseñanza agrícola en el sentido
oficial del término, a través de los maestros encargados de la ense­
ñanza post-escolar, y, más generalmente, por medio de la escuela
primaria rural; mientras que la enseñanza agrícola dispensada por
las escuelas especializadas ha sido siempre facultativa, la escuela
primaria y los maestros han tenido el monopolio de la enseñanza
obligatoria de la agricultura.
¿Sería necesario considerar como criterio la especificidad de los
saberes técnicos vehiculados por la enseñanza agrícola y su'carécter
profesional? Sin embargo, los diferentes grados de la enseñanza
agrícola no dispensan las mismas competencias ni preparan para los
mismos oficios. Cuanto más nos elevamos en la jerarquía de los
establecimientos o, lo que en parte viene a ser lo mismo, nos dirigi­
mos de las instituciones antiguas a las contemporáneas, tanto más
tiende la enseñanza a perder su carácter práctico y especializado
paraí convertirse en teórico y general, tanto más las profesiones a las
que conduce se alejan de la agricultura propiamente dicha: a la
enseñanza de la práctica agrícola dispensada por las casas familiares
rurales así como por sus antecesoras, las granjas-escuelas o colonias,
y destinadas a la mayoría de futuros campesinos, se opone la ense­
ñanza científica que reciben en las escuelas técnicas los futuros
¡profesores o altos funcionarios; a medio camino entre la práctica y
la ciencia de la agricultura, teórica pero aplicada, la enseñanza im­
partida por los institutos agrícolas (y por las antiguas escuelas prác­
ticas) a los cuadros medios de la agricultura, consejeros, técnicos,
parece adecuarse a la futura posición de aquéllos a los que se dirige,
hombres de campo y de oficina, en contacto con el medio agrícola
y con la administración. La enseñanza agrícola es la única a la que
se le asigna de derecho un público definido en términos de origen
social: hijos de agricultores, o al menos, de "rurales"; pero no
puede ser definida por el origen de su público mejor que por el
destino social del mismo; en este sentido la enseñanza agrícola
tiende igualmente a perder su carácter agrícola y rural a medida
que uno asciende en la jerarquía de los establecimientos: 83% de
hijos de agricultores en las casas familiares rurales en 1970, 53%en
los institutos agrícolas y 25% en las facultades de agrónomos (18%
en el INA —Instituto Nacional de Agricultura- en 1967)2.

2 Fuentes: Ministerio de Agricultura, dirección d^'is enseñanza; Unión Na­


cional de casas familiares rurales; Encuesta "Grandes - .oles" del Centro de
Sociología Europea.
L a enseñanza agrícola
57
La enseñanza agrícola como modo de acción sobre
el campesinado
Po r falta de criterios que permitan definir las características
exclusivas, propias del conjunto de Instituciones de enseñanza agrí­
cola, nos hemos visto en la necesidad de form ular la hipótesis gene­
ral según la cual dichas Instituciones podrían tener en común el
cumplir, a través de diferentes medios, funciones sociales Idénticas
así como considerar la enseñanza agrícola como un medio de actua­
ción sobre el campesinado, sobre la agricultura y sobre la "sociedad
rural" a través de agentes y de Instituciones pertenecientes, en
diversos grados, al sistema de enseñanza; más concretamente, he-*}
mos definido provisionalmente la enseñanza agrícola como uno de7
los instrumentos de los que dispone la clase dominante para asegu- 1
rar, de acuerdo con sus Intereses, la transformación (y/o la conser­
vación! de la agricultura, del campesinado y de las categorías socia­
les y de las actividades económicas que están en relación directa
con ellas.
Los fundadores y los partidarios de la enseñanza agrícola le
asignan explícitamente como finalidad esencial la de hacer penetrar
el proyeso técnico en las zonas rurales del interior, introduciendo
Iaj3 ea del progreso en el espíritu rt» i™ campesinos. L a c rm c a de
los "antiguos usos", la Intención de sustituirlos por nuevos cultivos,
nuevas especies, nuevas formas, y probar así la excelencia de la
novedad, en resumen lo que podríamos llamar la Invención de la
rutina es quizá el descubrimiento principal del movimiento agronó­
mico que emerge en la segunda mitad del siglo X V III , en ruptura
con la tradición de la agronomía humanista de un Ollvler de Serres
del que son herederos directos los agrónomos que colaboran un
siglo más tarde, en el desarrollo de la enseñanza agrícola3 . Las
granjas-escuelas, las escuelas prácticas, Incluso las colonias agrícolas
no son solo establecimientos de enseñanza sino también Instrumen­
tos de propaganda, modelos capaces de relatlvlzar la agricultura
"ordinaria" metiendo por los ojos al campesino una agricultura
diferente. Cualquiera que sea la fuerza de las resistencias y de los
rechazos que suscitan, los campos de experimentación, los campos
de demostraciones, y, más modestamente, el huerto del maestro,
tienen al menos como efecto coaccionar a los agricultores a distin­
guir entre la agricultura habitual, la agricultura de los campesinos y
"la otra agricultura", la agricultura de los otros, de los técnicos o
de los maestros de escuela, y a establecer comparaciones. Incluso si la
agricultura de los técnicos no responde siempre a las ventajas de la
agricultura científica, y hasta si los campesinos tienden a conslde-

3 Cf. A.J. Bourde, "Agronomie et agronomft en Frace au XVIII^me


siécle", París. SEVPEN , 1967.
Claude Grignon
58

rar el éxito indiscutible de las "experiencias" en función de las


condiciones excepcionales en las que se realizan o piensan que se
realizan ("es fácil con máquinas y d in e ro ..."), las realizaciones
ejemplares fuerzan a los agricultores a ponerse a la defensiva, a
reconocer que podrían "hacerlo mejor" con la misma tierra, si
tuviesen dinero, máquinas, abonos, instrucción, y que, "a falta de
algo m ejor" practican la única agricultura que conocen. En la medi­
da en que la escuela de agricultura pone, al menos formalmente, el
saber agrícola al alcance de los campesinos, la oposición entre agri­
cultura tradicional o rutinaria y agricultura innovadora contribuye
a constituir y a reforzar la oposición entre campesino retrasado,
"estancado" y agricultor instruido; por medio de la redefinición y
de la transformación de la agricultura y dei oficio de campesino, la
enseñanza de las técnicas agrícolas constribuye también a la redefi­
nición y a la transformación del campesino y del campesinado.
'" L a localización de la granja agrícola deberá ser, en la medida
de lo posible, un lugar más o menos central de la provincia, ofrecer
las condiciones de cultivo, de extensión, de situación, de terreno lo
más análogas al estado general del cultivo y del suelo de la locali­
dad; reunir, en suma, los elementos más deseables para la ejemplifi-
cáción de un buen sistema de explotación aplicable al país (...). La
explotación debe ofrecer a los aprendices la mejor enseñanza profe­
sional y, al país, el más ventajoso modelo a seguir, y, por consi­
guiente, el único bueno"4 .
La enseñanza agrícola no es más que uno de los numerosos
medios de los que dispone la clase dominante para actuar sobre el
campesinado; en cierto sentido es incluso uno cuya acción puede
parecer, al menos a corto plazo, poco efectiva. Durante el primer
periodo de la Tercera República, de 1 8 7 F1 9 1 4 , la enseñanza agrí­
cola, "inventada" en 1848, conoció los comienzos de un desarrollo
real con la creación de cátedras provinciales de agricultura, la resu­
rrección del Instituto Nacional Agronómico, la creación de escuelas
prácticas, la reforma de las granjas-escuela, y la introducción de la
enseñanza de la agricultura en la escuela primaria; pero la enseñan­
za de la agricultura no constituye en esta época más que uno de los
aspectos, uno de los elementos de una política agraria asociada a un
conjunto de medidas económicas proteccionistas, tales como la
"gran tasa Méline", fiscales (disminución del gravamen de impues­
tos a los agricultores), administrativas (creación del Ministerio de
Agricultura) o sociales (estímulo a la asociación y a la creación de
sindicatos agrícolas). La República que tiene su origen en las ciuda­
des, de donde proviene Gambetta en tanto que tribuno elegido, se
A
Informe al congreso internacional de agricultura, realizado en julio de
1899 bajo la presidencia de J.Méline con ocasión de la exposición unversal,
p. 418,420.
La enseñanza agrícola
59

verá obligada a ruralizarse para sobrevivir; los republicanos modera­


dos, y más tarde los radicales, no pueden acceder ni mantenerse en
el poder más que conquistando el campo, concillándose o al menos
estableciendo un compromiso electoral con el campesinado que
sigue siendo mayoritario en el país. Los republicanos, arriesgándose
a contrariar a las clases populares urbanas practicando la política
del "pan caro", abandonan su doctrina económica tradicional —el
libre cambio— convirtiéndose al proteccionismo, en parte sin duda
por la presión de los mismos industriales pero también para dete­
ner, lo más pronto posible, el hundimiento de los precios agrícolas,
en la crisis general de la agricultura. Pero solamente transformando
desde el interior las formas de actuar y de pensar campesinas, prin­
cipalmente a través de la escuela, los republicanos pueden esperar
atraerse por mucho tiempo a los campesinos, sustrayéndolos de la
influencia de la iglesia y de la aristocracia terrateniente que acaba
de perder un poder político recientemente conquistado (protegién­
dolos no obstante contra las tentaciones del socialismo), y obtener
así, a cambio de la conversión de la República en democracia rural,
la conversión de los campos en República. La acción específica de
la enseñanza agrícola sobre el campesinado no puede sin duda com­
prenderse independientemente del trabajo realizado por la escuela
rural de la que esta enseñanza constituye uno de sus elementos.

La enseñanza agrícola y la escuela primaria:


del "rú stico " al campesino instruido

Instrumento de acción sobre el campesinado, la enseñanza agrí­


cola puede sin duda, cuando el campesinado se convierte en un
punto crucial de la concurrencia o de la lucha que opone entre sí a
las distintas fracciones de la clase dominante, constituir en s í misma
un elemento central, como es el caso, por ejemplo, en los comien­
zos de la Tercera República. Se podría distinguir, sino entre dos
tipos de enseñanza agrícola, al menos entre dos usos tendenciales
de esta enseñanza; para esquematizar se podría posiblemente decir
que la enseñanza agrícola constituye para la iglesia y para las viejas
fracciones de la clase dominante (aristocracia, grandes propietarios
agrícolas) un medio de conservar a la vez cualitativa y cuantitativa­
mente, un campesinado aún sometido a su influencia —y perpetuar
así los fundamentos de su poder— y un medio de transformar la
escuela, de apropiársela, o al menos de desviar, de neutralizar la
herramienta ideológica tradicional de sus adversarios; por el contra­
rio, para los agrónomos, los profesores y los políticos republicanos,
para los representantes de las nuevas fracciones, solamente en la
medida que la enseñanza agrícola, especie de escuela adaptada a las
necesidades de un medio particular, conserva las características
Claude Grignon
6£l

esenciales de la escuela, pueden trabajar en la transformación del


campesinado.
La división actual de las instituciones de la enseñanza agrícola
en enseñanza pública, ligada a la educación nacional por medio del
Ministerio de Agricultura, y la enseñanza privada más próxima de la
"profesión", testimonia sin duda el papel asignado a la enseñanza de
la agricultura por cada una de las fracciones antagónicas, así como
pone en evidencia la importancia de cada una, por mediación de la
escuela o de la iglesia, en el desarrollo de esta enseñanza y de sus
distancias respectivas en relación al campesinado y a la escuela. La
enseñanza pública, obra de hombres políticos ligados a la burguesía
urbana, de universitarios y agrónomos, comprende las instituciones
más conformes al modelo escolar dominant» las que dispensan la
enseñanza más teórica y preparan para las car eras menos directa­
mente ligadas a la agricultura, las más independientes en relación a
la "profesión": la mayoría de los establecimientos de enseñanza
superior, la enseñanza secundaria larga. La organización de la ense­
ñanza agrícola en grados y en cursos, calcada del modelo de la
enseñanza general, así como la creación de diferentes diplomas
"convalidables" por los de la enseñanza general y la enseñanza
técnica, delatan la voluntad de los responsables de asimilar, en la
medida de lo posible, la enseñanza agrícola a la enseñanza domi­
nante; un poco como si la asimilación de la enseñanza fuese un
medio de asimilar a aquellos a los que en principio, está destinada.
Inversamente, la enseñanza privada es ampliamente mayoritaria
en el ciclo corto; los centros rurales de aprendizaje, las casas fami­
liares (fundadas en 1935 por el abad Granereau) reclutan a la ma­
yoría de su público entre los niños agricultores; preparan para los
oficios agrícolas, o desde hace algunos años, para los trabajos obre­
ros o de artesanía "rural"; dispensan una enseñanza profesional
práctica, y sobre todo se ciñen más a la tradición de los estableci­
mientos religiosos, a su educación de alumnos, a su moralización (a
través de la formación de la personalidad) que a su instrucción
propiamente dicha. Gobernados y controlados por asociaciones de
padres de alumnos cuyos miembros influyentes pertenecen, según
parece, a la "élite campesina" local, las casas familiares, federadas
entre sí por lazos relativamente flexibles, luchan constantemente
por defender su independencia en relación al Ministerio de Agricul­
tura: exámenes, programas, inspecciones, en resumen, todo lo que
pertenece al "sistema", a la "burocracia escolar" es aceptado a
regañadientes, como la contrapartida de una ayuda financiera indis­
pensable. Enseñanza diferente, celosa de su especificidad, destinada
a un público diferente, constituida por instituciones aisladas y es­
trechamente controladas a nivel local, la enseñanza agrícola privada
tiende sin duda a maximizar "el efecto de ghetto" inherente a una
La enseñanza agrícola
61

escuela explícitamente destinada a la reproducción de una "corpo­


ración".
La escuela primaria, en la medida que constituye el medio más
directo, y sin duda más eficaz, para actuar sobre el campesinado,
realizando la función de escuela agrícola para el conjunto del cam­
pesinado, y constituyendo en este sentido la pieza angular de la
enseñanza agrícola "popular", es probablemente una de las más
importantes encrucijadas de la lucha que opone entre sí a las dife­
rentes fracciones de la clase dominante. Aunque no sea más que
por razones técnicas y de economía, parece lógico utilizar para la
difusión del saber agrícola una institución implantada en el conjun­
to de los ayuntamientos, "cuadriculando" la totalidad del territo­
rio, representada por agentes provenientes en su mayor parte del
campesinado o de las clases rurales, integrada suficientemente en la
vida pueblerina y suficientemente familiar como para suscitar un
mínimo de reticencias. De hecho, de 1880 a 1910 todo un conjun­
to de medidas tienden a introducir la enseñanza de la agricultura en
el sistema de la enseñanza primaria: ley de julio de 1879; decretos
y disposiciones de 1887 organizando la enseñanza de la agricultura
en las Escuelas Normales bajo la dirección del profesor provincial
de agricultura; circulares de 1887 definiendo el empleo del tiempo
y los programas de enseñanza agrícola en la escuela primaria; decre­
to de enero de 1893 organizando las secciones agrícolas de las
escuelas primarias superiores; disposición de 1908 reconociendo al
examen de agricultura una importancia igual a la de las otras prue­
bas escritas del certificado de estudios primarios. Pese a todas estas
tentativas, la escuela primaria laica se encuentra constantemente
criticada, sobre todo por los representantes de las antiguas fraccio­
nes dominantes, por no impartir una enseñanza agrícola "seria",
por relegar la agricultura al puesto de materias accesorias, por susti­
tuir la verdadera enseñanza, útil y práctica, por un conjunto dema­
siado ambicioso de conocimientos agronómicos librescos, superfi­
ciales y sin relación con las necesidades y los intereses reales de los
agricultores. Si la enseñanza agrícola no encuentra su lugar en la
escuela primaria, se debe, según los "conservadores", a que los
programas de dicha escuela están demasiado recargados, a que se
hace perder el tiempo a los niños del campo con la quím ica o la
historia antigua, y a que los maestros, que también pierden su
tiempo en las Escuelas Normales adquiriendo conocimientos inúti­
les, tales com o las lenguas extranjeras, son incapaces de enseñar lo
que desconocen. En suma, si los niños de los agricultores están mal
instruidos (y mal educados), se debe a que están "demasiado" ins­
truidos por maestros a su vez demasiado instruidos para estar bien
instruidos (y bien educados). El tema de los peligros de la instruc­
ción, la necesidad de limitar a lo rudimentario el saber de las clases
populares es uno de los temas tradicionales de las fracciones domi-
Claude Grignon
su
nantes más conservadoras, como testimonia por ejemplo la posición
de Thiers en los debates sobre la ley Falloux; pero en un momento
en el que ya no es posible denunciar públicamente —ante los electo­
res— los peligros de la instrucción popular, no puede mencionarse
el peligro del saber más que bajo la forma enmascarada y atenuada
de su inutilidad: se consideran inútiles para aquellos de los que se
habla y en cuyo interés se dice hablar, los saberes cuya propagación
sería peligrosa para aquellos a quienes se habla. Convertir la escuela
primaria rural en escuela profesional agrícola, hacer, en último tér­
mino, del maestro un agricultor encargado de la escuela, sería a la
vez un medio de colocar la escuela bajo el control de los notables
terratenientes locales y de fijar a la tierra a los hijos de los campesi­
nos dispensándoles desde la más temprana edad una enseñanza es­
pecializada. Al pretender asignar a las diferentes fracciones de las
clases populares, o más bien a cada corporación, por no decir a
cade casta, una escuela particular de carácter profesional, escuela
agrícola para los jóvenes rurales, escuela-taller para los niños de las
villas y ciudades, ¿no se podría a la vez desmantelar la escuela
primaria y fija r de una vez por todas el orden social? E l sueño del
desdoblamiento y de la profesionalización de la escuela primaria no
deja de obsesionar al pensamiento conservador, tal como ejemplifi­
can las sugestiones de Le Play en 1897, o hacia 1920 los proyectos
de un senador del Morbihan, Monicault.
Aunque la escuela primaria, escuela rural y campesina por exce­
lencia!, puesto que es la única escuela frecuentada por los campesi­
nos, no sea hablando con propiedad una escuela de agricultura, esto
no le impide, sino todo lo contrario, vehicular y proponer, de
forma indirecta, una nueva definición del campo, del oficio de
agricultor y de campesino. Impartiendo saberes generales, es decir
saberes desprovistos de base local, propios no de un grupo sino del
conjunto de la colectividad; transmitiendo, incluso de forma rudi­
mentaria, los mismos saberes al conjunto de las clases populares;
acercando así las formas de pensar de los campesinos a las de la
dase media urbana, la escuela primaria, por su unidad, contribuye a
su modo a borrar las particularidades regionales, a hacer desapare­
cer las diferencias existentes entre las diferentes zonas rurales y las
que separan el campo de la ciudad. La reducción material de las
distancias entre el campo y la ciudad, realizada por el desarrollo de
caminos, carreteras y ferrocarriles (progran . preycinet), la asimila­
ción administrativa de las villas organizada «_ escala reducida del
modelo de las capitales de provincias, se ven reforzadas por la
acción de acercamiento y de asimilación simbólica propia de la
escuela. Asegurando el triunfo del francés (lectura, escritura, dicta­
dos) sobre el patois y los dialectos, la escuela abre la necesidad y la
posibilidad de comunicar con él exterior, introduce el periódico, le
confiere utilidad y sentido a la creación de correos, a la visita de'
La enseñanza agrícola 63

cartero. El aprendizaje del cálculo, del sistema métrico que recuer­


dan y materializan la báscula municipal, los kilómetros que bor­
dean el camino recorrido que va desde la granja a la escuela, el
catastro conservado en el ayuntamiento, enseñan que la apariencia
concreta y la denominación tradicional fde las viejas medidas agra­
rias) de la tierra y de sus productos disimulan propiedades abstrac­
tas y universales que permiten comparar, intercambiar y cambiar,
que el metro patrón y la moneda con la efigie de la sembradora son
la medida de todas las cosas. Las lecciones de historia, de geografía
y de instrucción cívica subrayan la pertenencia del grupo local a la
colectividad nacional, enseñan a los niños de los campesinos a
orientarse y a situarse en un espacio y en un tiempo más amplios,
a "conocer a los otros franceses" (cf. Le T o u rd e deux enfants) y a
relativizar así sus propias costumbres, sus formas de vida.
En consecuencia, la escuela primaria, quizás indirectamente a
través de la formación general, asegura la formación "profesional"
de los futuros agricultores, esforzándose por realizar su integración
moral y por dotarlos de los esquemas de pensamiento, de estructu­
ras lógicas indispensables para una práctica moderna e "ilustrada"
de la agricultura. Para que el campesino aspire a administrar su
explotación de una forma "racio n al", para que lleve una contabili­
dad, mida y compare los rendimientos, utilice abonos, mejore su
ganadería, sueñe con mecanizar el cultivo, se inscriba en un sindica­
to, en una mutua, utilice créditos, para todo esto, es necesario que
haya roto, o por lo menos se haya distanciado, de las formas tradi­
cionales de actuar y pensar. U jC h a n d g jg iJg d Q jJa ^ ^
los "p rejuicios", "la ignorancia", la "ru tin a ", persuadiendo poco a
poco al cultjvaoor ge que j¿a ju l¿& Jíg !5 le > iv !rco m a .g n el pasaao,
imponiendo nuevos valores, nuevas exigencias morales, nuevas
cfodadeiL se pdMB Conseguir que ios campesinos S o r su propio'
irTterés"f se conviert a n a la agriculfura^^inadfin ta". Al campesino
inculto, ai rustico ", miserable, mugriento, que ignora las reglas
elementales de la higiene, grosero, brutal, debilitado por el trabajo
y embrutecido por el alcoholismo, del que uno puede burlarse
fácilmente (el campesino de las autoridades locales tradicionales),
el maestro, "misionero del progreso", "consejero de las masas rura­
les" debe sustituirlo por el campesino "cultivado ", es decir el cam­
pesino republicano, ebrio de justicia e ilustrado por la razón. No se
debe quizás al azar que la pequeña propiedad campesina y la ins­
trucción primaria sean los dos principios esenciales de la "democra­
cia ru ral", tal como la conciben los fundadores de la Tercera Repú­
blica. La propiedad del suelo sustrae al campesinado de la tutela
moral y económica de los caciques tradicionales; distingue y separa
el campesinado pobre del proletariado obrero. Creando la necesi­
dad de una vida diferente y "m ejo r", la escuela crea en el campesi­
nado la necesidad de recurrir a los consejos del maestro, del médi-
Claude Grignon
M

co, del veterinario, del profesor de agricultura, en fin , de los nuevos


notables que son, lo que podría denominarse "territorialistas"
del partido republicano. Sobre todo la instrucción, incluso prima­
ria, y la propiedad, incluso pequeña, constituyen principios de inte­
gración al orden social y al orden lógico que lo sostiene. Incluso si
la instrucción se reparte desigualmente y la propiedad se distribuye
también desigualmente, el pequeño propietario, y el "propietario
medio-ilustrado" tienen en común con el gran propietario y con las
personas cultas el haber accedido a la propiedad y a la instrucción,
el participar sin restricciones en la esencia indivisible de la propie­
dad y del saber, participación simbólicamente avalada por los títu ­
los oficiales, por el certificado de estudios primarios o por el título
de propiedad.

La'enseñanza agrícola, remedio de la cuestión social urbana

Instrumento de acción sobre el campesinado, la enseñanza de la


agricultura podría constituir también, como lo sugiere la historia de
las cojonias agrícolas, un medio, o al menos una tentativa, para
actuar indirectamente, a través del campesinado o de la agricultura
interpuestos, sobre las otras categorías sociales, y para resolver c ri­
sis y conflictos extraños al campo. A diferencia de las escuelas
nacionales e incluso de las granjas-escuela, que participan de la
misma fórmula genérica de la enseñanza po|M-á?r de la agricultura
pero que'se acercan más a la tradición de la ag.onomía culta, las
"colonias agrícolas para jóvenes delincuentes, huérfanos, niños
abandonados, expósitos e indigentes" (4.000 pensionistas alrede­
dor del año 1850 frente a 500 de las granjas-escuelas) deben su origen
generalmente a la iniciativa de individuos y grupos cuyos intereses
y preocupaciones son exteriores a la agricultura y que están obligados
a utilizarlacom o medio sin considerarla nunca como objetivo: "hom ­
bres de caridad" (con frecuencia eclesiásticos) y "filántropos"
—magistrados, altos funcionarios, políticos, médicos, escritores-.
La "invención" de las colonias o mejor la introducción, la "im ­
portación" a Francia de establecimientos imitados de modelos ex­
tranjeros (colonias para niños y adultos holandeses; "Maison sauva-
ge" de Horn, cerca de Hamburgo, inspirada en las ideas de Pestalo-
zzi) parece ser la obra de magistrados y juristas, especialistas en cues­
tiones penitenciarias, tales como Ch. Lucas, abogado en la Restau­
ración, nombrado por Guizot inspector general de prisiones desde
la subida al trono de Louis-Philippe, o de viajeros apasionados por la
pedagogía como A . Demetz, fundador de la colonia de Mettray,
antiguo juez de instrucción, consejero real. Al denunciar con cono­
cimiento de causa la aporía legal que no deja al juez otra posibili­
dad que la de encarcelar, despreciando la ley, a los menores absuel-
to* "PO.r haber actuado sin discernim iento", o la de reenviarlos a su
La enseñanza agrícola
65

medio de origen, causa de su depravación, los magistrados filántro­


pos se ven obligados a distinguir, de entre la masa de "miserables"
encerrados sin distinción de edad en las prisiones, una nueva cate­
goría de detenidos, ni totalmente inocentes, ni totalmente culpa­
bles, susceptibles de reforma, y a proponer para ellos un tratamiento
nuevo, asi' como nuevos guardianes y nuevas instituciones. *
Llevando al campo a la infancia corrompida o amenazada d e /
corrupción, los magistrados innovadores encuentran el medio de
librarla de la cárcel, que unánimemente consideran como "una pla­
ga devoradora, un lugar de crímenes y de contagio en el que se
forman los grandes criminales" sin necesidad de enviarla de nuevo a
la fam ilia, o mejor a la calle, "escuela del vicio ", "escuela del
crim en". Solamente fuera de las ciudades se puede construir un
establecimiento capaz de asegurar las mismas funciones que la pri­
sión sin tener sus características, ni al menos su apariencia: "prisión
sin barrotes", la colonia encierra, detiene, y aísla a los pupilos de
los filántropos casi con la misma seguridad que la prisión tradicio-x
nal (en una época en la que las distancias son considerables si se f
tiene en cuenta la lentitud y la escasez de medios de com unicación),
al mismo tiempo que se produce en los jóvenes detenidos, y sobre
todo en sus guardianes, la ilusión de ser el inverso, la negación de la
prisión tradicional. Rurales necesariamente, las colonias se converti­
rán en agrícolas tanto por ocasión como por vocación, ya que el
trabajo constituye el único medio de ocupar a los detenidos someti­
dos a una especie de semi-libertad y porque el trabajo de los cam­
pos es CQn frecuencia, debido a la ausencia de empresarios locales
dispuestos a aceptarlos, el único trabajo posible, y porque permite,
al menos en parte, asegurar la subsistencia, y en consecuencia la
independencia financiera de los establecimientos. ¿
Del mismo modo que las granjas-escuela, las colonias agrícolas
que tuviesen éxito podían convertirse en modelos para la agricultu­
ra local: el buen cultivo de la explotación agrícola, su carácter
ejemplar son el signo de su buen cuidado, del cuidado ejemplar de
los colonos y atestiguan el éxito d ela empresademoralización. "L a
colonia de Mettray posee 350 Ha de tierra; además utiliza como
granja 200 Ha. Es una regla que todo lo que se consume en la
colonia sea producido en ella. Otro principio, aplicado todo el
tiempo, es que Mettray debe constituir para el país una granja
modelo en la que se apliquen los mejores procedimientos y se
obtengan los mejores productoss .
Se podría sin duda mostrar que consagrándose a la salud de la
infancia miserable, los pioneros de las colonias agrícolas (en confor-

* Berlier de Vauplane. "Le cinquantenaire de Mettray", París, de Soye et


fils, 1890, p. 18.
Claude Grignon
ss.
midad seguramente con la lógica general de la filantropía), su ven
objetivamente los. intereses de los grupos a los que pertenecen, y los
sirven tanto mejor cuanto su abnegación y su desinterés personal
disimulan más eficazmente los beneficios colectivos que estos gru­
pos pueden obtener de una tal empresa. A sí, la invención de nuevas
categorías de delincuentes y de nuevas formas de tratamiento ofre­
cen nuevas salidas, un nuevo "m ercado" a los magistrados, a los
{bogados producidos en excesivo número en la Restauración y en
la Monarquía de julio; la escuela preparatot» aneja a la colonia de
Mettray y destinada a formar el personal del establecimiento (los
"jefes de la fam ilia") podría ser el antecedente de la escuelas de
formación del personal de "la educación vigilada". Del mismo modo,
para las gentes de la iglesia, el tratamiento separado de la infancia
delincuente constituye una ocasión de colocar de nuevo bajo la
tutela de la iglesia y de las instituciones caritativas una parte de la
población penitenciaria, y volver a ganar así una parte del monopo­
lio del tratamiento de la desviación perdido en la Revolución. No
obstante, no se explicaría el éxito de la "solución agrícola" o al
me^os la pasión que suscita, si la empresa y los intereses de los
filántropos no coincidiesen en parte con los intereses generales de
la clase dominante, o con más exactitud, si no se colocasen a la
cabeza del miedo social difuso que constituye el rasgo esencial de
esta época, que podría denominarse, su "afectividad colectiva":
sentimiento de extrañeza, de enfermedad, ante la ampliación del
espació y la transformación del paisaje urbano ("la forma de una
ciudad cambia más rápidam ente..."), debidas a la aparición y al
desarrollo de las manufacturas, inquietud ante la proliferación anár­
quica e incontrolable de esta nueva especie de pobres constituida
por el proletariado urbano, que se multiplica despreciando las leyes
de la moral (bastardos), mezcla de repugnancia y de culpabilidad
ante la escalada del "vicio " y de la miseria; miedos individuales,
que la prensa y las conversaciones hacen aumentar, ante la m ultipli­
cación de robos y crímenes; pánicos colectivos provocados por la
repetición de las revueltas e insurrecciones (L y o n , París, 1832,
' 1834)6 . La deportación lejos de las ciudades de la infancia super-
i numerosa, miserable y peligrosa, propuesta por los apóstoles de la
V"solución agrícola", realizaba bajo una forma atenuada, tolerable,
le n armonía con la sensibilidad de la época (y de las exigencias
1 económicas), el sueño de la reabsorción del excedente de la pobla-
f ción obrera, de la eliminación de los indeseables, sueño que se
[ encarna, o al menos se expresa en el pensamiento de los responsa-
t bles del mantenimiento del orden cuando la situación parece dema-

: * Cf. L. Cbevalier, Classes taborieuses et classes dangereutas, París, Pión,


1958. En prensa en Ediciones de la Piqueta.
La enseñanza agrícola
67

siado amenazante, como testimonia el proyecto de desplazar a So-


logne los obreros de los Talleres Nacionales. Como sugieren el nom­
bre de "colonias" agrícolas, y los proyectos relativos a la utiliza­
ción de Argelia como tierra de exilio para ciertas categorías de
delincuentes, el campo, vista de la ciudad, a la vez lejano y próxi­
mo, indefinido y fam iliar, constituye el lugar ideal para una "de­
portación dulce" de criminales en ciernes. „
A través del encuentro y de la asociación de personajes que
ocupan diferentes posiciones en campos distintos y que poseen
competencias y fuentes diversas, se realiza el encuentro entre el
ideal (o los intereses) de los filántropos y los intereses generales de
la clase dominante. Sirva de ejemplo la colonia de Mettray. La
"idea" de la colonia, aportada por A . Demetz, magistrado despro­
visto de fortuna, pero rico en experiencia y saber (ha efectuado,
después de Tocqueville, un viaje de estudios a los Estados Unidos,
ha visitado las colonias alemanas), no se materializa más que cuan­
do este último logra convencer al vizconde de Courteilles, gran
propietario y aristócrata terrateniente, que le ofrece una extensión
de terreno cerca de Tours. Mettray se edifica progresivamente a
medida que ambos asociados llegan a convencer a fuerza de
convicción, y a interesar en su causa, a fuerza de desinterés, a
quienes poseen el dinero y el poder. Obtienen la caución, el sostén,
en resumen, el patrocinio de personajes que ocupan las funciones
más elevadas en el campo del poder político, tales como el conde
de Gasparín, par de Francia, ministro (y agrónomo); en el terreno
de las finanzas, de Delessert, hijo del fundador del primer Banco de
descuento francés, regente del Banco de Francia, y de personalida­
des pertenecientes a mundos variados, tanto del campo intelectual
como del político, como Lamartine, y del dinero, como E . de Gi-
radín. En consecuencia la realización de Mettray descansa sobre
un sistema de intercambios entre individuos y grupos interesados
en distinto grado y por distintas razones en el desarrollo de la
colonia: en esta época, puede que el éxito y la influencia de un
hombre político se midiesen, entre otras cosas, por el número y
la notoriedad de las obras filantrópicas en las que su nombre
aparece.
Pero las gratificaciones que la empresa común puede procurar a
cada categoría de participantes son sin duda inseparables del bene­
ficio simbólico que puede obtener de ella la clase dominante en su
conjunto; las colonias agrícolas no serían quizás tan tranquilizantes
para la burguesía si no le diesen previamente seguridad en s í misma
rindiéndole un honor. Y si bien la disciplina de las colonias puede
herir una sensibilidad moderna por sus aspectos abiertamente repre­
sivos, la vida de los colonos representaba sin duda, a los ojos de los
contemporáneos, un progreso en relación a la condición ordinaria-
Claude Grignon
m.
mente reservada a los jóvenes detenidos; después de todo, las clases
dominantes aplican a sus propios descarriados un tratamiento aná­
logo fundamentalmente al que se proponen aplicar a los delincuen­
tes desheredados, como prueba la vecindad, existente en Mettray,
entre la colonia agrícola y la "Casa Paternal", "colegio de repre­
sión" donde las familias bien podían enviar discretamente a sus
hijos recalcitrantes; la imaginación filantrópica hace coexistir, en la
organización de las colonias, rasgos tomados del régimen peniten­
ciario tradicional y "hallazgos", tales como la autodisciplina o la
ficción de la autogestión del establecimiento por los alumnos que
siguen estando todavía hoy en la vanguardia de la pedagogía mo­
derna (cf. Summerhill). Ahora bien, el éxito de una colonia no es
completo hasta que no obtiene el favor y el reconocimiento de los
especialistas de la idea y del ideal, hasta que no es celebrada por los
artistas, los intelectuales, y los escritores en boga; (ejemplo "La
colonia de Mettray", poema de Louise Colet sobre un tema impues­
to, laureado en 1852 por la Academia francesa visto el infor­
me de V. Hugo).
^La colonia agrícola, sin duda por ser una obra de beneficencia y
desinteresada (no obstante interesante, es decir razonable incluso
desde el punto de vista económico) como manifiesta la dedicación
de sus fundadores, ya que tiene como fin en principio corregir a los
niños descarriados, mejorar su suerte, producir la virtud del vicio,
el bien del mal, la colonia agrícola puede ser, de acuerdo con la
sensibilidad de la época, una idea a la moda, una idea romántica
y testimoniar la moralidad de la clase dirigente, la legitimidad de
su poder e incluso el buen fundamento de su fortuna, convirtien­
do en ideal una ínfima parte del poder y del capital que detentan
sus representantes más prestigiosos.

La "vuelta a la tierra" y la celebración del campesino

El descubrimiento y la celebración de las virtudes de la agricul­


tura, del campo y del campesino, el culto a la "naturaleza" existen
sin duda como temas literarios, e incluso como rasgo dominante de
la sensibilidad cultivada desde la segunda mitad del siglo X V III;
pero la historia de la enseñanza agrícola "popular" parece mostrar
que es el miedo sentido por el conjunto de las fracciones de la clase
dominante ante el crecimiento del proletariado urbano el que va a
conferir a la exaltación de las virtudes campesinas, a la imagen
idealizada del campesino y de la vida rural su forma moderna, su
tuerza v su coherencia. Tema dominante de la ideología agraria
durante un siglo nabü-1950). la "vuelta al campo", (después más
tarde, y por defecto, el "apoyo1' a la tierra) poaria tener su origen
La enseñanza agrícola
69

en el tema de la deportación que retoma de forma alusiva y más


atenuada. Es a partir de las denuncias de los peligros y miserias de
la vida en la ciudad, de la industria y el comercio, de las desgracias,
vicios y taras de la población obrera, como se constituye progresi­
vamente, siguiendo un esquema de oposición binaria, una imagen
ideal del campo, de la agricultura y del campesino. En el moment
de la constitución de este discurso, entre 1820 y 1850, la condición
y el peligro obreros están en el centro de la descripción; mientras
qje el obrero y la ciudad son vistos de cerca y tratados de form
"realista", el campesino y el campo, imaginados de lejos, vistos
mejor soñados a través de las humanidades latinas, aparecen por as
decirlo en filigrana; las virtudes que se les prestan son virtudes
negativas, simple inversión de los vicios y de las taras de la ciudad
(y del obrero).
Asi' pues, la relación que los partidarios de la "solución agrícola"
establecen, a continuación de los primeros especialistas del paupe­
rismo, médicos, demógrafos, estadísticos, entre la miseria física
(enfermedad, degeneración) y la miseria moral (vicios, crímenes)
características del obrero se encuentra directamente extrapoladaa,
bajo la forma invertida de la relación idílica entre la salubridad de

sino (robusto, sólido, atemperado y honesto). í


campo (vida al aire libre), la salud física y la salud moral del campe-'

Esta imagen ideal no se constituye sin encontrar las resistencias


de la realidad: las "jacquerías" y el "Gran Miedo" no están tan
lejos (como puede verse en Jas descripciones hechas por Balzac en
Les Paysans); es muy difícil oponer una riqueza o incluso un bie­
nestar relativo de los campesinos a la miseria obrera, pero la miseria
campesina ancestral y aislada, dispersa y relativamente inofensiva, y
la miseria obrera, colectiva, amenazante, vergonzante, no tienen el
mismo sentido para la clase dominante: la "pobreza" campesina
(que se sabe enmarcar, socorrer), virtud evangélica que engendra
otras virtudes, la simplicidad, la modestia, la sobriedad, la resigna­
ción, se opone a la miseria del obrero, madre, con la pereza, de
todos los vicios.
"Sabemos muy bien que queda (en el campo) una población
considerable cuya miseria inmerecida es profunda (...), pero, mise­
ria por miseria, creo que la miseria del campesino en la aldea natal,
bajo el cielo puro, es una miseria de gran señor, si la comparamos
con la miseria baja, sórdida, sin luz, sin libertad, sin reposo, del
proletariado de las ciudades" (J. Payot, op. cit.).
Si el discurso sobre las virtudes campesinas es creíble, se debe
quizás a que, al igual que el discurso sobre los vicios obreros, se hace
de modo indirecto. Para hablar del obrero, de sus vicios y de su \
violencia de una forma aceptable, los filántropos y la gente de la f
iglesia, o al menos los más avispados, recurren a la denuncia de la f
ciudad, de las desgracias de la condición obrera; los especialistas /
Claude Grignon
70

expresan y formulan, en el lenguaje de la moral o de la ciencia


social naciente (encuestas estadísticas), los fantasmas y miedos de
la clase dominante. Del mismo modo, es a través de la celebración
del trabajo agrícola, del campo, de la vida al aire libre, de la agricul­
tura como se aureola al campesino, como si las virtudes de lo qué le
rodea brillasen en él. Amoral, irresponsable, el obrero no puede ser
más que lo que es; la miseria engendra inevitablemente el exceso y
la revuelta. Inversamente, del campesino se habla en condicional: si
el campesino real no es exactamente lo que podría ser, le bastaría
para ello, dado que el modelo es más "verdadero" que la realidad,
ser "él mismo", (es decir, lo opuesto al obrero), conocer su felici­
dad, etc. (El discurso sobre el campesino ideal podría ser también
por contrapartida, una forma indirecta de hablar por defecto, por
omisión, de los defectos y de las faltas del campesino real). Así,
hablar del campesino podría ser un modo de hablar de forma tor­
tuosa'de otras clases sociales, y de las relaciones que las diferentes
clases mantienen entre ellas.
El discurso que tienen en un principio (hacia finales de la Res­
tauración) los portavoces de la aristocracia , ios católicos "ultras",
acerga de las virtudes de la tierra y de las virts. Jes que ella permite
prestar al campesino, constituye para la antigua clase dominante un
medio de celebración de sus propios méritos denunciando la inmo­
ralidad de las nuevas fracciones, burguesía financiera, nueva clase
política, nuevas profesiones —abogados, ingenieros— nacidos de la
Revolución y del Imperio, la ilegitimidad de su poder y la manera
perversa' en que lo ejercen: no existirían pobres malos, pobres peli­
grosos, si no hubiese malos ricos. Del mismo modo que las virtudes
potenciales de la familia campesina son el reflejo o el homólogo a
un nivel más humilde de las virtudes de la familia aristocrática, los
vicios del obrero son, por así decirlo, el revelador, la verdad de la
inmoralidad burguesa; nuevos ricos y nuevospobres, obreros yjaur-
.gueses, tienen en común el gusto inmoderado por'ljT’dTnero, el
confort,'los placeres materiales el aparentar (falso lujo, brillante,
•deslumbrador) v sólo se diferencian por la cantidad.de dinero que
poseen; la miseria moral de la burguesía, disimulada tras la fachada
elegante y brillante de la ciudad y de la agitación mundana, es de la
misma naturaleza que la mísera moral del obrero, de la que es el
origen.
1826: el vizconde de Bonald, teórico de la aristocracia, entabla
una polémica con Ch. Dupin, "el celebre abogado", hijo de uno de
los participantes en lt- Convención, politécnico, ingeniero, profesor
de mecánica en el Conservatorio de Artes y Oficios, diputado, esta­
dístico y filántropo, hombre nuevo que encarna el nuevo espíritu,
y por decirlo brevemente, representante de la ciencia al servicio del
poder y del dinero. 1846: Ch. Dupin, consejero de Estado, ministro,
par de Francia, se sitúa en las filas de los partidarios de la "solución
La enseñanza agrícola 71

agrícola", es miembro de la comisión de estudio de las colonias


agrícolas, y patrocina la colonia de Mesnil St. Firmin. Si el tema de
“ la vuelta al campo" y de las virtudes campesinas tiende a conver­
tirse en el aglutinante de las diferentes fracciones de la clase domi­
nante, hasta llegar a ser baio forma degradada de estereotipo y de
la voz de mando una especie de grito de "firmes", se debe qui­
zás a que constituye el medio más eficáz para hablar, alusivamen­
te, del obrero, es decir de la amenaza común, del adversario común.
Hacia finales de siglo, cuando ya no es posible denunciar sus vicios
sin consideración de ningún tipo, el obrero aparece a su vez en
filigrana en un discurso centrado a partir de entonces en el campesi­
no. Producidas por diferentes categorías y por diferentes generacio­
nes de especialistas, artistas, literatos, hombres políticos, gentes de
la pedagogía y de la iglesia, configurándose en épocas distintas de
diferentes categorías sociales, formadas por sucesos y por institu­
ciones distintas, las diferentes variantes del discurso sobre el campe­
sinado parece que tienen en común el constituir una especie de
llamada al orden, más o menos discreta, de las virtudes que debería
practicar (y no practica) la clase dominante para ser verdaderamen­
te digna de la posición que ocupa, y expresan posiblemente, bajo
esta forma disfrazada, !a posición marginal, y por así decirlo, de
puerta falsa, que la clase dominante concede a los que le sermo­
nean, y le imponen su moral.
Una historia social de la literatura consagrada al campesinado, 'j
desde el populismo bucólico de G. Sand a las novelas campesinas y I
a las poesías de terror escritas por los maestros del siglo XX, permi- j
tiría sin duda mostrar cómo la imagen del campesino pudo cambiar
en función, concretamente, de la posición ocupada por cada uno de /
los autores en el campo de la producción literaria, del público al 1
que se dirige, de la distancia del escritor al campesinado, a la clase]
obrera y a las distintas fracciones de la clase dominante. Escrita en >
el castillo. y. más tarde en la casa escuela. estaJIteratura exótica
tiene como fin, o al menos "como coartada, el recordar al núklirn
r,'llltÍT fíl ¡"««uK-y-lfl-beheza de un universo que J ie n e lí lado oero
que se supone desconoce v menosprecia. Es a través de la escuela, y
mas concretamente de las escuelas rurales, como la imagen ideal del
campesinado vuelve de nuevo a los que le sirven de "modelo" (o de
"frontón") bajo la forma de "trozos escogidos", lecturas, narracio­
nes, temas de redacción y apotegmas morales. La inculcación moral a
la que están sometidos los niños de las clases populares tiene posi­
blemente por objeto que se reconozcan o por lo menos reconozcan
el ideal que la escuela les propone como su ideal de clase, que se
esfuercen en parecerse a este modelo, de adquirir y hacer suyas las
virtudes que se le ofrecen. Si la imagen ideal del campesino ha
podido progresivamente adquirir realidad, verosimilitud; si el
"campesino ideal" ha podido transformarse poco a poco en "ideal/
Claude Grignon
72
t
campesino”, quizas se deba a que la celebración ritual de las
virtudes campesinas, único discurso disponible en ausencia de un
discurso autóctono, único discurso transmitido por la escuela pri­
maria rural y por la enseñanza agrícola pop 'ar, constituía para el
conjunto del campesinado (y sobre todo para élite rural salida de
las escuelas) la única forma de pensarse para el exterior en tanto
que campesino (es decir, de pensarse en relación a las otras clases),
la única forma de afirmar, si no su excelencia, al menos su valor, la
única arma ideológica para defender sus intereses, en suma, que estaba
predispuesta, en tanto que honor y moral de clase, a funcionar,
a falta de algo mejor, como conciencia de clase.
Se podría mostrar que el número de características esenciales de
la organización y del funcionamiento de las escuelas populares de
agricultura, constituyen, podemos decir, la concretización, la
materialización de los principales temas del discurso de celebración
de las virtudes campesinas. A sí, por ejemplo, en las instituciones
antiguas, colonias y granjas-escuela, la predominancia de la prácti­
ca, o más exactamente del trabajo sobre la enseñanza teórica, de la
granja sobre el aula de clases —del exterior, del "aire libre" sobre el
interior—, de la función de moralización asignada al trabajo, de la
importancia acordada a la familia, y en las instituciones recientes
tales como las casas familiares rurales la preocupación por dispensar
una enseñanza "concreta", unos conocimientos "sólidos", indivi­
dualizar la enseñanza evitando la aglomeración del CEG o del CES.
Pero es sin duda esencialmente a través de la escuela primaria como
se reenvía al campesino el ideal al que se lo quiere conformar^Ui
escuela primaria, al mismo tiempo que trabaja por '^cultivar.'' al
campesino, por imuUlile.iacíonalizarle en pocas palabras. transfóT*
Tria r ai campesino rea; transmitiendo a los niños de los_aflIÍ¿!¿]lQL£.s
a tos de las
fas ciudades
cíudadi Iftü ffl limos'salieres* v lllj-ll lili nos esquemas-
A pép^miento. trahaia lambién. segúnjjarece, por la conservación
<jel campesino o'oóTlo menoj_por la coflseTyacion de las propieda­
des morales del campesino ideal. Preocupada por "instruir", pero
también por "educar" por formar la razón dirigiéndose al "cora­
zón", la escuela primaria asocia la poesía a la ciencia, la recitación
al aprendizaje del sistema métrico. El análisis de los manuales esco­
lares, de los libros premiados, de los temas de redacción, de los
textos seleccionados para la lectura, o para el dictado, mostraría sin
duda que el campesino personifica por excelencia las virtudes que
la escuela primaria se esfuerza por inculcar al conjunto de los niños
de las clases populares; las cualidades del trabajador y del ciudada­
no (templanza, amor al trabajo, economía, sentido de la equidad,
probidad), pueden encontrarse también en el obrero (o mejor
en el artesano), en el comerciante, o, excep 'nalmente, en el em­
pleado, pero parece que aquí de nuevo el camp< ino sirve de mode­
lo para la descripción del artesano o del comerciante ideal.
La enseñanza agrícola
73

La "república de los agrónomos"

La enseñanza agrícola, conjunto de instituciones creadas por


individuos o por grupos con frecuencia extraños a la agricultura,
debe quizás su unidad y su especificidad relativas a la acción de los
agrónomos. El encuentro, a nivel de padrinaje, entre los filántropos
y los agrónomos, como el conde de Gasparín, confieren^definiti-
vamente a las colonias su carácter agrícola; la "ruralización" de la
escuela primaria se realiza en parte por la colaboración entre los
agrónomos, el Ministerio de Agricultura y los pedagogos de la ins­
trucción pública. La idea de qie se puede enseñar la agricultura, de
que se la puede enseñar sistemáticamente, pertenece en su origen a
aquellos que se empeñan en demostrar que existe una ciencia de la
agricultura, tal como evidencian los proyectos de enseñanza agríco­
la de Franpois de Neufcháteau en la época revolucionaria, y el
ensayo de organización sistemática de esta enseñanza bajo la direc­
ción del agrónomo Richard du Cantal.
En el momento en que la agronomía deja de ser un pasatiempo
o una vocación de aficionado, interesado en hacer algo útil organi­
zando y mejorando su campo, como sucede en el siglo X V III con
Duhamel du Monceau por ejemplo, para convertirse progresivamen­
te en una empresa de pioneros, más arriesgada, más rigurosa y
menos desinteresada, se impone a los innovadores la necesidad de
"hacer escuela" para asegurar a un tiempo la supervivencia de una
explotación experimental costosa y una propaganda más racional
en favor de sus ideas; sirva de ejemplo la creación de la escuela de
Roville por Mathieu de Dombasle. Creación de los pioneros de la
agronomía, la enseñanza agronómica transforma a su vez la agrono­
mía produciendo cada vez más agrónomos con una mayor profesio-
nalización. A los aficionados a "sistemas" raros del siglo X V III, del
Imperio y de la Restauración, llegados a la tradición agronómica
con frecuencia tardíamente, debido al azar de viajes, lecturas, en­
cuentros, etc., les suceden progresivamente generaciones de discípu­
los formados por las primeras escuelas (Roville, Grignon), animados
de una doctrina y de un "espíritu" comunes, y para los cuales la
relación entre agronomía y enseñanza les parece casi natural. La
agronomía, reservada antes a los propietarios de tierras que dispo­
nían de terrenos suficientemente vastos como para poner en prácti­
ca sus ideas, se transforma, a través de la escuela, del mismo modo
que las otras ciencias, en una carrera accesible al conjunto de los
niños de la clase dominante, incluidos los pertenecientes a fraccio­
nes que carecen de riqueza en tierras. De donde quizá proviene la
necesidad, en la que se incluye una proporción creciente de "agró­
nomos sin tierra", de hacer agronomía fuerj de la agricultura, de
disociar la teoría agronómica de la práctica agrícola, desarrollándo­
se así la administración de la agricultura y la enseñanza agronómi-
Claude Grignon
74

ca. En consecuencia, la creación de un profesorado provincial de


agricultura, y más tarde de las escuelas prácticas, es un medio de
asegurar salidas y de constituir carreras para los antiguos alumnos
de las primeras escuelas; el restablecimiento del INA en 1876 se
debe en parte a la iniciativa de antiguos alumnos del primer Institu­
to de Versalles, tales como Tisserand, primer director del nuevo
INA, y sus amigos, Risler, su sucesor en el INA, y Prillieux. Sabios,
enseñantes, altos funcionarios, interesados en primer lugar en pro­
ducir, tanto en la fracción del campesinado más "cultivada" como
en los responsables políticos, la necesidad de recurrir a sus servicios
y a su competencia, los alumnos de la enseñanza agronómica cons­
tituyen poco a poco un nuevo tipo de intermediarios entre el cam­
pesinado y la clase dominante, en concurrencia con los intermedia­
rios tradicionales (gentes de la iglesia, notables locales, etc.), de los
que se distinguen por la profesionalización y el saber. La existencia
de qn cuerpo de especialistas provenientes en su mayoría, al menos
los que ocupan los puestos claves, de la clase dominante, seleccio­
nados y formados en las grandes instituciones, en los que se delega
el encasillamiento y el control del campesinado, tiene quizás como
efecto rellenar la distancia que separa al campesinado de una clase
dortiinante cada vez más urbanizada, instaurando así una serie de
' relevos al mismo tiempo que un nuevo tipo de relación de domina­
ción, más indirecto, más disimulado y más "neutro", bajo la cober­
tura de la administración, de la técnica y de la ciencia. La organiza­
ción jerárquica de la enseñanza agrícola, simple calco en su origen
de la organización de la enseñanza dominante, que no ha cesado de
precisarse, de afirmarse, está en correspondencia con la jerarquía de
las diferentes categorías "de agrónomos": del profesor del INA al
inspector de la leche, del alto funcionario al consejero de gestión,
las posiciones se jerarquizan en función de sus distancias respectivas
a la clase dominante, a la ciencia, a la ciudad y en función inversa a
sus distancias al campesinado, a la práctica agrícola, al campo; el
grado de éxito de un antiguo alumno de la enseñanza agronómica
podría medirse, entre otras cosas, por la frecuencia y la regularidad
de sus contactos con los miembros de la clase dominante (e inversa­
mente con los del campesinado).
Si los agrónomos pueden desempeñar la función de intermedia
ríos entre la clase dominante y el campesinado que según parece les
ha sido objetivamente asignada, se debe quizás a que también son
intermediarios entre las diferentes fracciones de la clase dominante.
Especialistas de la tierra y del campesinado, los agrónomos no pue
den ignorar a los grandes terratenientes así como no pueden ser
ignorados por ellos; la aristocracia rural y la agronomía, desde anti­
guo parecen rendirse mutuos servicios. La fracción "ilustrada" de
los grandes propietarios, inquietos por mejorar el rendimiento de
sus tierras, por cultivarlas bien, constituye un público privilegiado
La enseñanza agrícola
75

para los agrónomos. Hombres de ciencia, formados en las "escuelas


del Estado", altos funcionarios, los agrónomos están igualmente en
relación con los representantes del poder, con la inteligencia y con el
mundo de los negocios. Así la resurrección del Instituto agronómi­
co, en 1876, se debe a la colaboración de los representantes de la
aristocracia terrateniente, tales como el marqués de Dampierre, pre­
sidente de la Sociedad de agricultores, hijo "de ultra", él mismo
legitimista, o el conde de Bouillé, y de los agrónomos salidos del
primer INA. La fundación de la Sociedad de los Agricultores de
Francia en 1867 se debe a un agrónomo "moderado" si bien repu­
blicano, alumno de Grignon, jefe de cultura del primer INA, profe­
sor de economía rural en el INA desde 1879 hasta 1889, profesor
del Conservatorio nacional de Artes y Oficios: E. Lacouteux. Dicha
Sociedad mantiene excelentes relaciones con los distintos gobiernos
conservadores desde 1867 a 1875 y reagrupa a grandes propietarios
de tierras, con frecuencia aristócratas, que residen en la ciudad y
poseen además, como el marqués de Vogue, presidente de la
compañía de Suez, y de St. Gobain ("moneda de doble efigie,
Cibeles por una cara, Mercurio por la otra, pero Mercurio domina"
en términos de Jaurés), intereses en el mundo de los negocios.
Lugar de encuentro entre agrónomos y élites de los grandes terrate­
nientes, la Sociedad de agricultores ayuda a crear el profesorado
provincial de agricultura, apoya la creación del INA y de la
escuela de horticultura de Versalles, al mismo tiempo que patrocina
el instituto agrícola de Beauvais y ayuda a la fundación de la escue­
la de agricultura de Angers1 .
La posición de los agrónomos, punto de unión entre el dinero
(la burguesía financiera) y la tierra (aristocracia), explicaría quizás
al menos en parte la posición y ciertas características de las institu­
ciones y del pensamiento agronómico. Sin duda haciendo valer, al
representar de forma específica junto a cada una de las partes, los
argumentos y los intereses de la parte contraria, defendiendo los
intereses del "progreso" junto a la aristocracia terrateniente, y los
intereses de "la agricultura" junto a la gran burguesía industrial y
comercial, sirven así los agrónomos de la mejor forma a sus intereses
de grupo; las instituciones en las que se encarna o se elabora el
pensamiento agronómico, la ideología política que inspiran tienen
posiblemente como característica esencial ser lugares comunes, de
encuentro en los que se yuxtaponen o se amalgaman individuos o
ideas procedentes de fracciones opuestas de la clase dominante a
través de la relación que mantienen con la tierra y con el dinero.
Orleanistas, aunque sin excederse, o más tarde republicanos, pero
moderados, los agrónomos políticos que se encuentran en el origen
del desarrollo de la enseñanza agrícola, tales como Richard du

Ct P. Ba r r a l , L es ayranens franjáis de Métien á Pisani, P a rís , A . C o l í n , 1968


C/aude Grignon La enseñanza agrícola
76 77
Cantal, Gasparin, Lecouteux o Prillieux, tienen, si se puede decir, la aceptar la oferta que se le hacía, y por otra, a que los responsables
razón a la izquierda y el corazón a la derecha; la fuerza del "agraris- de esta enseñanza tuvieron que tener en cuenta las resistencias de
mo” parlamentario, de 1880 a 1914, tiene que ver con la unión que los agricultores. El desarrollo de la enseñanza agrícola tiene, entre
se establece entre diputados pertenecientes a tendencias opuestas, otros aspectos, por 1ímite la reticencia de los agricultores hacia una
desde radicales, es decir socialistas moderados hasta la extrema dere­ enseñanza en la que perviven una serie de inconvenientes —costo de
cha. Los títulos nobiliarios y el diploma del 1NA se reparten el la escolaridad, ausencia de beneficios— y no su utilidad; el hijo del
anuario de los altos funcionarios del Ministerio de Agricultura; alta campesino destinado a trabajar la tierra debe aprender su oficio en
escuela, pero alta escuela de agricultura, el 1NA atrae tanto a los la propiedad familiar, mediante la práctica. Reticencias a escala
hijos de los grandes propietarios como a los hijos de la burguesía individual y familiar, pero también de grupo: enviar a su hijo a la
urbana. Neutralizando la- enseñanza agrícola, la ambigüedad del escuela para convertirlo en campesino sería proclamar que la colec­
pensamiento y de la acción agronómica tiene posiblemente como tividad es incapaz de instruir a sus propios hijos; además, en la
efecto esencial neutralizar a la agricultura y al campesinado, trans­ medida en que las innovaciones agronómicas se traducen tradicio­
formar un campo concreto en una especie de patrimonio común al nalmente por un descenso de la riqueza, de los derechos y de los
conjunto de las fracciones de la clase dominante. Aumentar el ren­ poderes colectivos (lucha contra los "usos", tierras comunales, de­
dimiento, seleccionar los cultivos, las espec>¿- y las formas más rechos de pasto, etc.), la escuela de agricultura se encuentra proba­
rentables, en resumen, introducir el cálculo en la práctica agrícola blemente con la hostilidad de los garantes de la memoria, de la
supone trabajar a la vez por la conservación y la transformación del prudencia y de los valores aldeanos.
campesinado y de la agricultura, transformarlos para conservarlos; En la medida en que es necesario “ hacer feliz" al campesinado,
lo que también supone, al menos en apariencia, servir a los intereses pese a él mismo, y además porque conviene no crear el desconten­
de la-pequeña propiedad (fundamento de la "democracia rural") y to, no chocar de frente con el electorado rural, la enseñanza obtie­
a los de la aristocracia rural, proporcionando a los campesinos los ne a la vez el puesto de honor y la parte del pobre en la política
medios para aumentar su bienestar y comodidad y frenando al agrícola; su historia es la de los compromisos sucesivos entre el
mismo tiempo el éxodo agrícola; supone también, de acuerdo con ideal de los agrónomos, de los pedagogos, de los pol íticos, y de las
los intereses de la burguesía ciudadana, aumentar la capacidad de la "realidades" campesinas. La miseria permanente de la enseñanza
agricultura ydel campesinado para soportar, debido al crecimiento de agrícola se explica en parte por la duda del legislador, inclinado a
la productividad, imposiciones cada vez mayores en productos, ri­ hacer el mayor esfuerzo por la enseñanza primaria, a desarrollar
quezas, e incluso eventualmente en hombres. una enseñanza rellenada por su "público natural". Paradójicamen­
te, la enseñanza agrícola es una enseñanza pobre porque sigue sien­
Génesis y funciones de la enseñanza agrícola do una enseñanza "de lujo" (control parlamentario: acusaciones de
despilfarro). La necesidad de seducir sin imponer conduce a los
Producto y expresión de su estructura, las funciones sociales responsables de la enseñanza agrícola a ponerla al alcance del cam­
que parece desempeñar la enseñanza agrícola no pueden sin duda ex­ pesinado, proponiéndola a los agricultores bajo las formas más per­
plicarse completamente más que refiriéndose a la génesis de dicha suasivas, es decir, las menos “escolares", las menos costosas, la más
enseñanza, a las condiciones históricas que produjeron su organiza­ "atenuadas". La enseñanza agrícola no se hace obligatoria más que
ción jerárquica. Si la enseñanza agronómica continúa siendo una muy tarde, en 1938, como enseñanza post-escolar utilizando el
enseñanza "elitista" que reserva de hecho la ensenanza de la-ciencia capital de popularidad de los maestros: se desarrollan formas de
agrícola a los hijos de las clases dominantes urbanas y de los ricos escolaridad "abreviadas", escuelas de temporada, escuelas ambulan­
terratenientes , si la enseñanza de las técnicas agrícolas y "para-agrí­ tes. Al mismo tiempo se esfuerzan en simplificar, en resumir el
colas" no es accesible más que al campesinado medio y a una débi 1 saber agrícola, intentan acercarlo a saberes campesinos tradicionales
minoría de hijos de pequeños campesinos; si los niños de peque­
para hacerlo más accesible y para convencer de su utilidad. En esen­
ños campesinos están relegados a las instituciones inferiores, “si- cia, los consejos dados a los enseñantes vulgarizadores, son: hacer
mili-escuelas" que dispensan, bajo la forma de vulgarización, un algo útil, modesto, concreto, simple, "partir" de la realidad familiar
resumen y sucedáneo de la enseñanza científica; y, si la escuela y aldeana.
primaria transmite la enseñanza agrícola para la "masa" campesina, "Debemos precisar una vez más que las escuelas de hogar están
se debe sin duda, por una parte, a que las condiciones en las que el hechas para las hijas de los agricultores, que deben ser más tarde
saber agrícola fue propuesto al campesinado no le permitieron granjeras. A partir de esta consideración primordial se deduce inme-
Claude Grignon
78

diatamente cuál es el espíritu que debe presidir la enseñanza de


nuestras escuelas: es necesario enseñar aquello que las niñas deben
conocer bien para ser buenas campesinas, mujeres del campo, bien
fornidas, amantes de la vida rural y del progreso y nada más que
esto. Todo lo que es inútil para llevar un hogar rural debe dejarse de
lado". (H. Queuille, subsecretario de Estado de Agricultura, circular
del 8 de agosto de 1920).
Los agrónomos, los filántropos, los profesores y los políticos
que han constituido la enseñanza agrícola sirven, al mismo tiempo
que a sus propios intereses de grupo, y como en contrapartida, a los
intereses de la clase dominante; pero en la medida en que dicen o
creen servir no sus intereses sino los intereses de aquellos a los que
ofrecen sus "servicios" —el campesinado y las clases populares rura­
les— sirven mejor a los intereses del grupo, de la fracción y de la
ciaste a la que pertenecen. "Honor" de la República, la política
escolar aparece a los ojos de los gobernantes como el aspecto más
notable, más desinteresado, más arriesgado de su actuación; pensa­
miento dominante del régimen, la lucha por el triunfo de las "lu­
ces", herencia del ideal revolucionario, constituye un terreno en el
que los que detentan el poder no pueden servir a sus intereses más
- que de forma indirecta, sinuosa, inconsciente, sirviendo en primer
lugar, en conformidad con su propio ideal, a los intereses reales o
supuestos de otras clases. Si los políticos de la Tercera República
proponen la escuela a los campesinos, teniendo además la precau­
ción dé asociar las leyes escolares a otras medidas más seductoras y
"demagógicas", están convencidos de que lo que ha sido bueno
para ellos lo es también para otras clases más retrasadas; por esto en
parte, quieren hacer que se "aprovechen" de una institución que ha
constituido el origen de su propia promoción.

Las funciones sociales de la enseñanza agrícola

Al negarse a conferir a la escuela primaria un carácter profesio­


nal y al dividirla para transformarla en escuela de agricultura o en
taller-escuela, los políticos, los profesores y los agrónomos creen
proteger y liberar a la infancia popular, sustraerla del trabajo pre­
coz; haciendo esto protegen al mismo tiempo la independencia y la
autonomía de una escuela a la que pertenecen y que les pertenece
por delegación. Evitar que la escuela se cc-'V'erta en el blanco de
una concurrencia entre fracciones opuestas o - \ propiedad exclusi­
va de una de estas fracciones manteniéndola en la indivisión existente
(la neutralidad), podría ser el mejor medio para que juegue el papel
de instrumento de dominación simbólica del conjunto de la clase do
minante. La organización jerárquica de la enseñanza agrícola, por
mediación de los mecanismos de la selección escolar que reservan el
acceso a las instituciones más altas a los que han seguido durante más
La enseñanza agrícola
79

tiempo una carrera escolar normal, es decir, en general a los niños de


las clases dominantes urbanas, tiende a separar a los prácticos de la
agricultura, formados en los últimos cursos de los C .E .G . rurales, en
los centros de aprendizaje o en las casas familiares rurales, de los
que detentan el saber técnico agrícola dispensado por los institutos
agrícolas, los cursos de BTS y las pequeñas escuelas de agricultura,
y a distinguir éstos de los que detentan el verdadero saber agronó­
mico culto, ingenieros formados en el INA o en los ENSA. Al
suscitar la aparición y el desarrollo de una administración de la
agricultura desde su exterior, el desarrollo de la enseñanza agrícola,
el esfuerzo de vulgarización emprendido para hacer llegar el saber
agronómico al campesinado, se produce quizá el efecto paradójico
de situar la ciencia agrícola fuera de la agricultura y del campesina­
do y de contribuir de este modo a realizar, mediante una forma
adaptada a la agricultura, el equivalente a la división y a la jerarqui-
zación social del trabajo y de los saberes industriales entre prácticos
y teóricos, entre técnicos y politécnicos.
A diferencia de la mayor parte de los mecanismos económicos o
de los dispositivos jurídicos que intervienen desde el exterior sobre
el campesinado y que pueden por tanto ser percibidos como coac­
ciones, la escuela, instrumento de conversión, trabaja por así decir­
lo desde el interior, se esfuerza por alcanzar el consentimiento, la
complicidad de aquellos sobre los que actúa, es decir la transforma­
ción del campesinado, la transformación de la forma en que se
percibe a sí mismo y la transformación de las relaciones que esta­
blece con las otras clases. Para convencer al conjunto del campesi­
nado de que existe una buena y una mala agricultura, una agricultu­
ra del futuro y una agricultura del pasado, campesinos instruidos y
campesinos retrasados, no era posible ni, como se ha demostrado,
necesario que la mayoría de los agricultores accediesen a la teoría
agronómica. Haciendo de la necesidad virtud, deteniendo a los más
apurados, dispensando al mayor número posible de futuros campe­
sinos un tinte, un "resumen" del saber agronómico a través de la
escuela primaria o de la enseñanza post-escolar agrícola, se ponían
los medios de hacer desde entonces reconocer a los campesinos la
existencia y la superioridad de la agricultura culta; incluso si el
modelo propuesto les parece a los jóvenes campesinos inaccesible e
inaplicable, y aun cuando pueden oponer los resultados de su prác­
tica a la vanidad de las "bellas teorías", la escuela obtiene de todos
modos de cada campesino, obligado a "reafirmarse", que pierda
seguridad, que esté dividido entre la "rutina" y el "progreso".
Los técnicos y los cuadros formados por la enseñanza agronómi­
ca media y superior no podrían intervenir eficazmente desde el
exterior sobre el campesinado si la enseñanza agrícola corta no
seleccionase y fabricase al mismo tiempo un cierto número de agri­
cultores "instruidos", modernos y "dinámicos", especie de "élite
Claude Grignon La enseñanza agrícola
80 81

indígena" capaz de entender el lenguaje del técnico o del consejero vo de los. vvitipe c° nferid°s por la clase dominante a través de su
y de someterse a sus razones, predispuesto a servir de interlocutor y pr° pi° miedo a la clase es pertinente preguntarse si el diS­
de intermediario entre las "masas" campesinas y los agentes de curso que s|rve al campesino para tomar conciencia de su estado y
encuadramiento del campesinado. Elitista por necesidad, ¿no tien­ d e sus |ntereses y al campesinado para tomar conciencia de sí miS­
de la enseñanza agrícola completa a superponer, es decir a sustituir mo y para (íxpeesecse por medio de sus portavoces, no corre el
los principios tradicionales e indígenas de división del campesinado, rieago de conduc|r a |os campesinos y al campesinado a pensarse en
principios económicos -grandes/pequeños propietarios— o simbóli­ S - n es dec'r edn o p o s ^ ^ a las clases popularas urbapet d
cos -buenas/malas casas— por un principio de jeraquización entre obrero o a| emp|eado, y a inorar las divergencias y los antagon is-
campesinos instruidos e ignorantes o retrasados, según el cual el mos que oponen entre üi a| peqocno propietario rural, a los grandas
"mejor” campesino sería, en cierta medida, el campesino más cer­ explotadores y a |a c|ase dominante, en resume n, a equivocante de
cano a los "señores" de la ciudad, el menos "apaisanado"? . Aper­ advei-sario. De todas formas no es solamente a los futuros campesi­
trechados tras una competencia tanto más rara cuanto que la casi nos, n| |nc|uso a |os hijo<¡ de los agricultores, a los que la escuela
totalidad de los campesinos continúa siendo "analfabeta" en mate­ propone y reenv|a e| mode|o idealizado de las virtudes campesinas
ria agronómica, los miembros de la élite indígena, sin duda por Ut i|izando e| tema de la vuelta al campo, la oposición entce las
falta de concurrencia, tienden a tener el monopolio de la comunica­ vi rtiLicles de |a tierra y |os infortunios de la ciudad, entre la tierra y
ción con el exterior, a ocupar los puestos reservados para los repre­ elcfirtaso , entre e| agricu|tor y el obrero, la esoc i11 (primaria
sentantes de la "profesión" en los organismos paritarios, a consti­ obten|do o c ™ resu|tado constituir la “ moral campesina" en tsrnto
tuir poco a poco los cuadros indígenas del sindicalismo campesino, que mora| dom.nante para uso del conjunto de las clases pop ulartü
en suma, a convertirse en los portavoces del campesinado. A d e los hijos salidos de las clases obreras urbanas
Convertidos en cierta medida a las ideas nuevas, al "progreso", A| ensenar .a |as c|ases popuiares urbanas cómo se puede ser campe-
-convencidos de la necesidad de someter la agricultura a las necesi­ ^ s |n serlo, a1 hacer del campesino ideal el ideap dO o b t a s o T o
dades de la "racionalidad" económica, los miembros de la élite
flt í í a|o Sudoipofra|ftunciód la tscuela hacer que cada in dividuo pre-
indígena podrían ser igualmente los guardianes de la "moral campe­ ¡nt0a lo qu0 l0 falta, ts decir sus virtudes personales en vez de los
sina", los depositarios y conservadores de : ■ "virtudes rurales" |ntrE;0teeShCde-tSLJlClaSt ? 'sfrazados en carencias y en vicios c olectivos?
engendradas por el peligro obrero y adjudicabas por medio de la . Esta hlStoria s^ lal no tendría sin duda interés si no r¡stuviese
escuela al campesinado. Testimonio de ello, la preocupación de los ° : ,mntna:cii-al comparativo de los sucesivos mecanismos efe
dirigentes actuales del sindicalismo agrícola o del MRJC por conci­ ^ 7 ! ^ liS¡SSid0o| contribuyese a dar cuenta de su transforma-
liar los valores y las instituciones tradicionales —el trabajo, la fami­ cion: E| ana hse, de |a rec|ente evolución de la escuela rural y de la
lia, la explotación familiar— con las necesidades de la "apertura" al aíóSn ^
1vanuZn atgr|cofla pondrla qulzos en evidencia una ^ ¿ ^ 3 -
"mundo moderno". El discurso "doble" en cierta medida que la ?0e,dV a transformación del campo de acción y de las institucio-
ascuela primaria hace al campesinado —lucha contra la ignorancia, nasck encuadram|ento de| campesinado caracterizadas, para decir-
los prejuicios, la rutina, pero también la celebración de las virtudes
C0onbrfervaecfa|eo,ntees, a ^ ^ C ”1^ o g ^ v a de agentes emparentados
del campesino ideal—, la acción de integración lógica pero además laen..crsavssenps de -la pt ? ueña bur¡ uesi'a ascendente (miembros de
la de inculcación moral a la que ha estado sometido el campesinado des " ¡ e s e pd °febS,oneS' , ^ n ^ o r e s o posentadores deocnsejos.
por mediación de la escuela rural, han tenido posiblemente por efec­ de servíc|os, de_ b,enes de consumo), y por la caída correlativa de
to asimilar progresivamente la realidad al modelo, "imprimir en el !0pSeqgemeSbtradiciOnaleS (maestro, cura, etc. ). emparentados con la
alma del indígena" lo que en principio era una especie de artefacto PlPeaqclJenaf bn:gneSla represiva” y que utilizafc>an técnicas de mani-
ideal —dando por descontado que la acción de la escuela debe en pulacionj undadas en |a imposición más o meno s «autoritaria efe las
parte su éxito a las condiciones objetivas que encontró, y concreta­ normas. Desde que la escuela ha finalizado la conquista de las zonas
mente a la relación entre bases económicas y estructuras morfológi­ rura|es emprend|da a fina|es de| slgio pasado, ha per did o lo que
cas favorables (pequeña propiedad campesina, efecto moralizador ! .tepeí:ficid>d dc la vacue1* rural, ec ha "dearura lirado
del espacio rural)8 *. Dado que el ideal moral propuesto al campe­ Va aUe:P3lCanlZaU0 , ; consecuencia de |a desruralización del campo
sinado conserva, por decirlo así, la traza de susorígenes, es el negati- cao msomilacion de la escuela rural a1 modelo de la escu ela urbarTa
do otros la supresión de la9'clases termi nales y
8 Cf. P. Champagne, "L'espace social villageois" (de próxima aparición}.
- d i dceert;dicado de. estud|os, la desaparición progresiva de las e-toco
as de a|dea, y mas tarde de |as de ios pueblos, el (desarrollo de los
CRONOLOGIA SUMARIA
82
P O L IT IC A
E V O L U C IO N D E L A A G R IC U L T U R A A G R IC O L A

% de los Producción Rendimiento


agricultores de trigo del trigo Código forestal
1830 en (M. de qx) por Ha.
la pobla­
ción activa
GD I 82 1 Ministerio de Comercio de
trabajos públicos y de agri­
cultura (1836)
1840
"malos
años”

1850
164 1 66 11,1 Licencia de caza

50 76 11,4
1860 Q. <0 _
-O ® 0 Sociedad de los agriculto­
O t! • 74 10,7 res de Francia (aristócrata
1870 y conservadora)
E * a
P Unión central de los sindi­
10,9 catos agrícolas (rué d'Athé-
1880 g nes).
i; caída de los pre

75
9 0 1870 = 30 f.
1895 = 1 8 f.

creación por Gambetta del


85 10,4
Ministerio de Agricultura.

1890
0 b "gran tasa Méline"; protec­
.9 « cionismo.
01 Ley Méline sobre el crédito
10 T6
.2 c 92 13,2 agrícola
W)— Primeros elementos del Có­
w 3
1900 i o a digo rural
v it í ­

43 87 Federación nacional de la 1
mutualidad y de la coope­
15,8
c r is is

ración agrícola (Bd. St. Ger-


cola

1910 main)
C °l )

Direcciones provinciales de
agricultura.

1920 üd 78
ED
Fuentes — Annuaire siatismiue de la Fianee, París, PUF, 1961.
P. Barral, Les agiariens franpais de Méline a Pisaní. París, A. Colín, 1968
R. Chatelain. I agr ¡culture francaise et h form ation Prolessionelle, París,
Sirey, 1963.
DE LA ENSEÑANZA AGRICOLA
83
EN S E Ñ A N Z A | H IS T O R IA H IS T O R IA P O L IT IC A
A G R IC O L A | ESC O LA R V S O C IA L'

escuela de Roville (Nancy) I


escuela “ des Eaux et Foretsí
escuela de Grignon |

Ley Guizot sobre la escuela revolución de 1830


primaria insurrecciones de Lyon
primeras colonias agrí ­ creación de las escuelas (1834) y de París (1832,
colas primarias superiores 1834)

octubre
1848 'In stitu to Nacional revolución de 1848; jorna
agronómico cerrado das de febrero, represión
a partir de 1852. de junio___________
escuelas regionales Ley Falloux golpe de Estado del 2 de
granjas-escuelas diciembre

enseñanza ‘'especial"
guerra iranco alemana

| restauración del INA


escuelas prácticas de agri­ la Comuna |
cultura escuelas normales de maestras "C onstitución de 1875"
cátedras provinciales de los republicanos al potiei.
agricultura Ley Ferry ocupación de Túnez
obligación de la ens. agrí ­ gratuidad, obligación y libertad sindical ley
cola de la escuela primaria laicidad de la enseñanza Waldeck Rousseau con­
primaria______________ quista de Indochina.
Ley Goblet: estatuto de los
EPS

enseñanza secundaria moder­ "affaire Drevfus"


na anexión de Matiegascer
escuelas prácticas de comerció la república radical
y de industria

Prohibición de enseñar separación de la Iglesia y


a las congregaciones religio del Estado.
sas protectorado sobre Marrue
eos

invierno guerra de 1914 1918


1918, ley Plissonnier - ... . . --------««
enseñanzas del hogar pa- 1919: Ley Astier sobre
ra las niñas la enseñanza técnica; cur
enseñanza agrícola sos profesionales para .
post-escolar aprendices
Claude Grignon
84
C EG y luego de los C E S , trae como consecuencia la despaisaniza-
ción sin miramientos del conjunto de los niños campesinos, ponién­
dolos cada vez más en contacto directo (y no a través de libros y de
maestros) con las maneras de vivir y de pensar del exterior. El
aumento del número de agentes y de instituciones de encuadra-
miento del campesinado (los efectivos de las profesiones "para-agrí­
colas" pasan de 607.000 en 1962 a 708.000 en 1968) está proba­
blemente en relación con el desarrollo reciente de la enseñanza
técnica agrícola (14.000 alumnos en los institutos y colegios públi­
cos en 1961-62, 43.000 en 1973-74)9 . Formados por una ense­
ñanza que se parece cada vez más a la enseñanza dominante, de la
que tiende a convertirse en réplica y en "equivalente" y a la que
toma en préstamo su organización (creación de colegios y de insti­
tutos agrícolas, de diplomas de técnicos medios y superiores, de
"pequeñas escuelas" de ingenieros agrícolas, y más recientemente
del bachillerato agrícola), los nuevos especialistas del campesinado,
cuadros medios y técnicos, se ven conducidos sin duda a tratar a la
agricultura como una actividad tendencialmente semejante a las
otras, que obedece -según su propia lógica- a las leyes generales
de la economía, y a considerar a los agricultores como empresarios
—y cómo consumidores— semejantes a los demás, al menos poten­
cialmente. Es posiblemente a través de la integración económica
como los cuadros del sector "para-agrícola", intermediarios entre
las firmas industriales (maquinaria, industrias químicas, industrias
agro-alimentarias, etc.) y las fracciones superiores del campesinado,
(exportadores agrícolas fuertes de las regiones tradicionales de am­
plios cultivos, "nueva burguesía" campesina constituida por los
jóvenes y "dinám icos" agricultores) concluyen de la forma más
eficaz la asimilación del campesinado. A la acción moralizadora y
civilizadora que ejercían sobre un campesinado numeroso y pobre
la escuela y el antiguo aparato de encuadramiento, podrían suceder-
le técnicas nuevas de manipulación "d u lce", dirigidas a crear en los
agricultores nuevas necesidades, semejantes a las sentidas por las
demás clases, y a hacer entrar lo que falta del campesinado, por y
para el consumo, en el juego de la concurrencia (conservando de
todas formas las bases tradicionales de la moral campesina, la pro­
piedad y la fam ilia).

O
Fuentes: I.N.S.E.E., cersos generales de la población, 1962, 1968, mues-
treo al 1/20, y Ministerio Je Agricultura, dirección de la enseñanza.
PRELIM INARES PARA UNA GENEALOGIA DE LAS
FORMAS DE DISCIPLINA EN E L PROCESO
CAPITALISTA D EL TRABAJO (*)

Jea n P aul d e G A U D E M A R

En el actual proceso capitalista del trabajo, la disciplina parece


actuar por cuenta propia. Ejercida o sufrida, la disciplina aparece
indudablemente como la forma normal, normalizada y normalizan­
te de la relación de subordinación del trabajo al capital. Cuando se
manifiesta en exceso produce indignación, y regocijo cuando se
flexibiliza, pero en general se la acepta. Solamente se reconocen
"buenas" y "m alas" disciplinas, y la historia de las progresivas
mejoras de las condiciones de trabajo podría aproximativamente
escribirse como la historia de la progresiva supresión de las discipli­
nas malas —aquellas que no manifiestan más que la opresión en
estado puro— y un desarrollo coextensivo de las disciplinas funda­
das en la adaptación de los hombres a las técnicas aplicadas a la
producción.
Para muchos economistas (algunos de ellos marxistas) esta dico­
tom ía adopta la forma de una distinción entre dos aspectos de la
disciplina.
El primero se presenta como un aspecto de orden objetivo: la
disciplina es la condición necesaria para que comience a funcionar
el trabajador colectivo. Del mismo modo que no puede gobernarse
una nave sin un equipo que siga escrupulosamente las órdenes del

• Texto facilitado por el autor Italiano en la Rev. A u t-A u t. n.° 167-168.


set-dic. 1978, págs. 213-245
Jean Paul de Gaudemar
S i

comandante, igualmente un equipo de trabajo no podrá ejecutar su


tarea más que si se conforma a una disciplina colectiva en el seno
de la cual todo trabajador funciona como una pieza de un mecanis­
mo de conjunto.
E l segundo aspecto, por el contrario, se refiere generalmente al
proceso de reproducción de la clase dominante. La disciplina es
pues, en este caso, pura relación de subordinación sin incidencia
directa en la productividad del trabajo. Los representantes de la
jerarquía capitalista la utilizan como instrumento de dominación
para perpetuar su poder y su reproducción en tanto que clase domi­
nante.
Vemos pues oponerse estos dos tipos de disciplina al proclamar­
se la utilidad e ineluctabilidad de la primera y condenar con fre­
cuencia, por el contrario, los aspectos nefastos de la segunda consi­
derada perjudicial para el desarrollo de las fuerzas productivas, y en
cualquier caso, contraria al buen clim a social de la empresa.
Reformadores sociales y marxistas coinciden en esto con fre­
cuencia. Y a se trate de instaurar en la empresa, de arriba a abajo en
la e^ala jerárquica, una estructura de colaboración en la que cada
uno sienta su propia suerte ligada a la de la e ' ¡dad colectiva, o de
transformar las relaciones sociales de producción, todos están de
acuerdo en suprimir la disciplina de pura dominación y mantener
por el contrario la descrita como indispensable, la objetivada en
una división puramente técnica del trabajo.
De fodas formas muchas investigaciones recientes y otras menos
recientes permiten relativizar esta visión simplista de la disciplina
tan difundida entre los economistas marxistas y no marxistas.
Michel Foucault 1 en primer lugar pone de manifiesto el papel
central que ocupa la disciplina en los dispositivos de poder, de un
poder-red indiferente a las diversas subdivisiones en instancias o a la
topología de la infraestructura y superestructura. Dé esta "anato­
m ía política" que estudia la forma en que estos poderes someten a
los cuerpos de los hombres se deduce una función económica de la
disciplina articulada sobre un papel político: " L a disciplina fabrica
así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos "dóciles". La discipli­
na aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos económicos de
utilidadjy disminuye esas mismas fuerzas (en términos políticos de
obediencia). En una palabra: disocia el poder del cuerpo; de una
parte, hace de este poder una "ap titu d ", una "capacidad" que trata
de aumentar, y cambia por otra parte la energía, la potencia que de
ello podría resultar, y la convierte en una relación de sujeción
estricta. Si la explotación económica separa la fuerza y el producto

M. FOUCAULT:-Surveíller a t punir, Ed. Gallinard. París, 1975. Traduc


•n castellano. Ed. Siglo X X I '
Para una genealogía de las formas de disciplina
£¿

del trabajo, digamos que la coacción disciplinaria establece en el


cuerpo el vinculo de la coacción entre una aptitud aumentada y
una dominación acrecentada2 ,
Tesis que obliga a renunciar a pensar en la disciplina de una
forma maniquea: la mala, la opresiva no seria necesariamente el
negativo inútilmente doloroso de una buena disciplina objetivable
en términos de necesidades tecnológicas, sino que seria en definiti­
va la condición permisiva.
Por otra parte se imponen asimismo los múltiples trabajos de
historiadores que refuerzan aún sin sospecharlo la tesis de Fou­
cault. Está por ejemplo, en concreto, la idea de una constitución
progresiva de la disciplina capitalista, es decir, la idea de que el
capitalismo inventa poco a poco, a través de una multiplicidad de
dificultades, técnicas locales, tácticas parciales de dominación que
innovan o retoman recetas utilizadas ya anteriormente. Tácticas
parciales que se constituyen progresivamente en estrategias de la
clase capitalista. Citemos, como ejemplo, a D. Landes3, que sitúa
el nacimiento de la fábrica propiamente dicha en función de estos
dos criterios: concentración de la producción y mantenimiento de
la disciplina; o también las apasionantes páginas que S . Pollard
consagra a la adaptación de la fuerza de trabajo al nuevo mundo
industrial4 .
En todos estos trabajos, la disciplina se describe siempre como
condición necesaria para el funcionamiento del proceso de trabajo,
como forma principal del control patronal, más importante por
ejemplo que el que se ejerce a través del salario. Forma que rige
meticulosamente el espacio y el tiempo interiores a la producción:
espacio del taller y de la fábrica, temporalidad de la jornada o del
puesto de trabajo. En relación a las formas anteriores de control
social, esta disciplina, manufacturera y luego industrial, innova y
reproduce al mismo tiempo. Innova en tanto que forma de control
de procedimientos de trabajo reorganizados, ahora reunidos, con­
centrados en un mismo espacio, sometidos a una misma autoridad
directa; procesos al principio yuxtapuestos y más tarde fundidos en
el marco de una nueva división del trabajo. Innova también en la
medida en que introduce un modo de vigilancia directa sobre el

2 M. FOUCAULT: op. c., p. 140 (141-142 en la Ed. castellana).


3 D. LANDES: L'Europe technicienne, Révolution technique et libre essor
mdustriel en Europe Occidentale de 1750 á nos jours, Londres 1969, París,
Ed. Gallimard, 1975. Cf. concretamente p. 171 y ps. 264 y ss. Ver además
J.P. RIOUX: La Révolution industrielle 1780-1880. Ed. Seuil, Col. Points
Histoire. París, 1971.ps. 158 y ss.
S. POLLARD: The génesis of modern management. Harvard University
Press. 1965, concretamente el capítulo 5.
Jean Paul de Gaudemar
&

proceso de trabajo mismo, y no, como sucede con el trabajo a


domicilio o en el putting-out System, sobre la materia prima, los
medios de trabajo o simplemente su producto. La disciplina innova
pues al inaugurar un control sobre el modo mismo de la produc­
ción de la mercancía. Pero al mismo tiempc ^produce formas de
control de las poblaciones ya experimentadas i otros lugares. Es
lógico, ya que en este campo la innovación es d ifícil y los primeros
industriales se muestran desorientados, desarmados frente a las ne­
cesidades de este control de masa, tentados en consecuencia a reto­
mar las viejas recetas de las disciplinas coactivas directas: familia y
ejército, hospital y escuela en menor medida, le proporcionan los pri­
meros modelos. Se retoman pues las tecnologías de dominación
que venían ejerciéndose: fragmentación de las poblaciones y divi­
sión de las tareas, organización panóptica del espacio, codificación
estricta de las actividades, jerarquía piramidal... V se introducen en
el nuávo espacio industrial hasta el momento en que se muestran
inadecuadas a las finalidades del sistema productivo capitalista y a
la dinámica económica y social que engendran.
De aq uí se deriva una segunda fuente de interrogantes: la disci-
plina^como forma históricamente determinada del control patronal
sobre el proceso de trabajo no sería ni una, ni universal, sino que se
inscribiría en las transformaciones de la misma relación social capi­
talista. V si es cierto que la disciplina constituye el punto neurálgi­
co de la relación de subordinación del trabajo al capital, el análisis
de la evolución de las formas de esta disciplina (por ejemplo las
formas de control del proceso de trabajo) puede ser un indicador
fundamental de la evolución de la relación social en su conjunto.
De donde se deriva la importancia de la elaboración de un cua­
dro teórico que permita establecer dicha relación. Esta será pues la
cuestión central que aquí nos planteemos.
Se intentará sobre todo desbrozar el terreno interrogando en
primer lugar este consenso tan contestable que opone disciplina
tecnológica y disciplina dominadora. Se lo interrogará utilizando
como transfondo un estudio histórico en marcha sobre la evolución
de las formas de disciplina y de control del proceso de trabajo en la
formación social francesa; utilizando pues una serie de cuestiones
surgidas en el curso de dicho estudio, cuestiones quizá provisionales
en lo que a su formulación se refiere, pero no en lo que respecta a
los problemas de fondo que suscitan.
Se interrogará en primer lugar a Marx: ¿ha simplemente leído
mal a Marx él marxismo vulgar, defensor de la buena disciplina,
la tecnológica? ¿Fue Marx, citando abundantemente a U re, eco­
nomista disciplinario donde |os haya, uno de 'os primeros teóricos
en denunciar sistemáticamente la disciplina de r trica como "disci-
Para una genealogía de las formas de disciplina
89

plina de cuartel, perfectamente elaborada."?5 . ¿O vehicula el


propio discurso de Marx algunas ambigüedades respecto a este pun­
to? ¿No se presta Marx a una interpretación dicotómica de la dis­
ciplina de fábrica?
Se planteará a continuación la polémica desarrollada desde hace
años entre los marxistas a propósito de la división del trabajo.
Polémica que abarca en parte el estatuto de la disciplina: las c ríti­
cas hechas en otro tiempo al célebre ensayo de S. Marglin6 lo
ponen de manifiesto. Finalmente se concluiré formulando las cues­
tiones que orientan el desarrollo del estudio histórico al que nos
hemos referido, a guisa de preliminares para una genealogía de la
disciplina en el proceso de trabajo.

M A R X — Sus textos, leídos y releídos, se refieren casi siempre a


las mismas páginas. Pensemos en el famoso capítulo X I II del libro I
de El Capital titulado "Maquinaria y gran industria", en el que
generaciones enteras de marxistas han creído encontrar un funda­
mento teórico a su saint-simonismo latente. ¿Por que? ¿Habrá
sido el propio Marx saint-simoniano, como lo fueron determinados
obreros sindicalistas en Francia a finales del siglo X IX ? ¿Se pre­
sentaría Marx investido de los valores de su tiempo, poseído de este
vértigo maquínico que aparentemente denuncia tan frecuentemen­
te? ¿La maquinación maquínica del siglo X IX estaría entremezcla­
da silenciosamente, introducida subrepticiamente y no denunciada
en E l Capital? ¿Esta maquinación saldría así tanto más victoriosa
en nuestra historia cuanto que entonces se escribirían sus principa­
les hazañas encontrando sus mejores aliados en los que deberían ser
sus mejores adversarios? Intentemos ser breves. No proponemos
una enésima lectura de Marx. Vayamos directamente a las cuestio­
nes que plantea su lectura, y en particular la siguiente: ¿Cuál es el
estatuto de la disciplina del trabajó en los análisis de la fábrica
realizados por Marx? ¿No aparece ya esta disciplina como objeto
secundario del discurso explícito, que se manifiesta por tanto aquí
y allá tras el análisis de la objetivación de la relación social capitalis­
ta producida por la introducción masiva del maquinismo en la gran

K. M ARX: Le Capital. Ed. Sociales, tomo 2, p. 106 (•).


(•) L a traducción de los textos de Marx está tomada de la edición castellana
de £/ Capital publicada por Fondo de Cultura Económica. México 1946.
6 S. M ARGLIN : Origines et fonctions de laparqellisationdes táches. A quoi
serven les patrons. En A. GORZ: Critique de la división du travail. Ed. Seuil
París. 1973. (Traducción canallana en la Ed. Laia).
Jean Paul de Gaudemar
SSL
industria? ¿Cuál es el estatuto teórico de la disciplina, y qué tipos
de disciplina, qué formas describa Marx que aseguran la concordan­
cia real con este estatuto teórico? ¿Se ha leído mal a Marx? ¿ 0
contiene ya Marx los síntomas de la maquinación maquínica?
a) Veamos su punto de partida: aquel en el que se afirma la
necesidad, en todo trabajo colectivo, de una dirección que organice
adecuadamente los diferentes actores: “ todo trabajo directamente
social o colectivo en gran escala, requiere en mayor o menor medi­
da, una dirección que establezca un enlace armónico entre las diver­
sas actividades individúales y ejecute las funcionas generales que
brotan de los movimientos del organismo productivo total, a dife­
rencia de los que realizan los órganos individuales. Un violinista
sólo se dirige él mismo, pero una orquesta necesita un director"7 .
Pero el problema surge cuando la transposición analógica se
convierte en literal: todo trabajo colectivo necesita un jefe que
pronuncie la ley activa del grupo. Surge asimismo cuando la confor­
midad colectiva se designa en términos que la obligan a disimularse
bajo los rasgos de una jerarquía, y correlativamente de una discipli­
na que se ejerce verticalmente, de arriba abajo, cuando el carácter
colectivo del acto no se encarna más que en la figura del jefe.
Es fácil intuir, especialmente a partir de los trabajos de los
etnólogos, que una cosa es hablar de la necesidad de una conformi­
dad colectiva y otra la necesidad de un jefe que la fije. De la misma
form a que en las sociedades primitivas —como muestra por ejemplo
P. Clastres—, "el espacio de la jefatura no es el lugar del p o d er"*,
tampoco existe una razón a priori para pensar que el modo de
dirección de una actividad colectiva deba materializarse en la figura
de un jefe investido de poder sobre los otros miembros del grupo.
Por el contrario, sí hay razones para preguntarse cómo nace y se
desarrolla la disciplina jerárquica.
En la disciplina existe el discípulo, es de . r el alumno. V quien
dice alumno dice Maestro. El maestro de la disciplina sería pues a
priori aquel que sabe y dice, en nombre de este saber, cómo deben
actuar los otros. La disciplina instaura de hecho un flujo unilateral
de saber en el que el maestro intenta imponer a sus discípulos unos
conocimientos cuyas reglas de constitución solo él puede elaborar.
No tiene pues nada de extraño que la disciplina en el trabajo, en
tanto que sumisión colectiva, pero ponderada en función del rango
jerárquico9 a imperativos encarnados en la figura del jefe, se
manifieste sobre todo en la fábrica, porque en ella el control del

K. MARX: op. c.. tomo 2, p. 23.


8 P. C LA ST R ES : Lasocietécontre 1‘Etat. Ed.de Minuit. París, 1974, p. 17S
Trad. castellana.
9 M. FO U CAU LT: op.c., p. 147.
Para una genealogía de las formas de disciplina
91

maestro-capataz se opera sobre el proceso mismo de trabajo, sobre


la forma en que el trabajador tiene que realizar su propio trabajo, a
diferencia de otras formas de organización productiva tales como el
trabajo a domicilio, el putting-out system, la fábrica lionesa o inclu­
so la misma manufactura en el caso de obreros muy cualificados1°.
Porque además semejante control en la fábrica se encuentra
legitimado por el hecho de que la mirada del capataz es portadora
de cientificidad productiva, de tecnicidad eficaz, portadora de "p o ­
tencias intelectuales" concentradas a partir de ahora en el cap ital11 •
En la fábrica la disciplina de trabajo aparece, en efecto, como si
sufriese el mismo tipo de objetivación que la relación social. Por el
simple hecho del ejercicio del poder del capital, y en consecuencia
por el simple hecho del sometimiento a la relación social capitalis­
ta, la disciplina tiende a aparecer como fundada en las necesidades
objetivas del desarrollo del proceso de trabajo. Marx formula e x p lí­
citamente esta tesis cuando estudia el paso de la forma manufactu­
ra a la forma fábrica: la intervención de las máquinas suprime "la
actividad manual artesana como principio normativo de la produc­
ción s o cia l"1
12, porque entonces las cosas se presentan de este
1
0
modo: " A l convertirse en maquinaria, los instrumentos de trabajo
adquieren una modalidad material de existencia que exige la susti­
tución de la fuerza humana por las fuerzas de la naturaleza y la de la
rutina nacida de la experiencia por una aplicación consciente de las
ciencias naturales. En la manufactura, la división y articulación del
proceso social del trabajo es puramente subjetivo, una simple com­
binación de obreros parciales; en el sistema basado en la maquina­
ria, la gran industria posee un organismo perfectamente objetivo de
producción con el que el obrero se encuentra como una condición
material de producción lista y acabada"13. A sí pues la disciplina
necesaria para la realización del trabajo de fábrica no se encarna ya
en las figuras humanas del capataz y sus vigilantes sino en otra, de
algún modo mucho más diabólica, la de un mecanismo objetivo: lo
que yo llamo la maquinación maquínica. Y dado que toda forma­
ción social es siempre imperfecta respecto a las posibilidades que el
pensamiento teórico le ofrece, existirían dos niveles de disciplinari-
zación de la mano de obra. Uno que designaría la tendencia progre­
siva, la de la fábrica automatizada, e l otro que supondría la perma-

1 0 Respecto a este tema puede verse el número especial del Mouvement So­
cial. oct.-diciembre 1976, consagrado al nacimiento de la clase obrera y en el
que se contienen monografías de manufacturas.
11 K. MARX, op. c., p. 50
12 K. M A R X .op . c.. p. 57
13 K; N IA R X .op. c„ p. 71,
Jean Paul de Gaudemar
92

nencia de los viejos modos de dominación; uno que conduciría al


futuro capitalismo, el otro que permanecería anclado en sus oríge­
nes, en su pasado. A sí piensa sin duda Marx. Utilizaremos como
prueba, entre muchos pasajes, el dedicado a la división del trabajo
én la "fáb rica", en el que se apoyan con frecuencia los defensores
de una autonomía relativa de la tecnología. En la fábrica "la distin­
ción esencial es la.que se establece entre lys obreros que trabajan
efectivamente en las máquinas-herramientas (incluyendo también
en esta categoría a los obreros que vigilan o alimentan a las máqui­
nas motrices) y los simples peones que ayudan a los obreros mecá­
nicos (ya que son casi exclusivamente niños) (...). Además de estas
clases que son las principales, hay el personal, poco importante
numéricamente, encargado del control de toda la maquinaria y de
las reparaciones continuas, ingenieros, mecánicos, carpinteros, etc.
Trátase de una categoría de trabajadores ae :vel superior que en
parte tienen una cultura científica y en parte son simplemente
artesanos, y que se mueve al margen de la órbita de los obreros
fabriles como elementos agregados a ellos. Como se ve, esta división
del trabajo es puramente té cn ic a "14. Lo dicho está claro. Esta
división "puramente técnica" del trabajo significa que la técnica
constituye a la vez el modo de aplicación al trabajo y el modo de
legitimación social. La discirlina derivada de ella se confunde con
la adaptación sumisa del hombre a esta máquina que "está lista".
Ahora bien, o uno se deti' ne en esta aparente determinación exte­
rior de la tecnología en relación al proceso de trabajo, o se cuestio­
na la determinación misma, es decir, el modo de producción de las
propias técnicas. En realidad ambos procedimientos se encuentran
en Marx en las páginas consagradas al maquinismo. Pero antes de
precisar este punto conviene subrayar que uno de los efectos socia­
les de la división "puramente tecnológica" del trabajo, del proceso
de objetivación producido por el maquinismo, es la desaparición
progresiva del personal de vigilancia.
Desde entonces la máquina, imponiendo su propio ritmo de
actividad, realiza, además de una función productiva, una función
disciplinaria. Función que aparecerá tanto menos visible cuanto
más interiorice el obrero las coacciones maquínicas, persuadido de
que se trata de obedecer a la ciencia y no a su capataz. Sin duda
debe entenderse así la forma en que Marx subraya el carácter "nu­
méricamente insignificante" de las categorías que no se ocupan de
las máquinas. La observación no carece de importancia si se tiene
en cuenta la cantidad considerable del personal de vigilancia necesa­
rio para dirigir el "ejército obrero" en el momento de la primera

14 K. MARX, op. c „ p. 103 ,


Para una genealogía de las formas de disciplina
93

form a de cooperación15. Puesto que la máquina genera un pro­


ceso de autovigilancia, la fábrica moderna podrá, en caso lím ite,
suprimir el personal encargado exclusivamente de la vigilancia del
proceso de trabajo.
El panoptismo de las primeras fábricas podrá ser sustituido por
el maquinismo a través de un proceso de objetivación-interioriza­
ción de la disciplina.
b) ¿Cómo describe Marx la disciplina de fábrica? Respecto a lo
que precede, Marx esboza un cuadro en el que los dos niveles de
disciplinarización están estrechamente entrecruzados. Ni disciplina
"puramente tecnológica", ni disciplina puramente represiva, sino
una mezcla de ambas que identifica con la disciplina de cuartel: "la
supeditación técnica del obrero a la marcha uniforme del instru­
mento de trabajo y la composición característica del organismo de
trabajo, formado por individuos de ambos sexos y diversas edades,
crean una disciplina cuartelaria, que se desarrolla hasta integrar el
régimen fabril perfecto, dando vuelos al trabajo de vigilancia a que
nos hemos referido más atrás y, por tanto, a la división de los
obreros en obreros manuales y capataces obreros, en soldados rasos
y suboficiales del ejército de la in d u stria"16. Se puede uno pre­
guntar acerca de la expresión utilizada por Marx: ¿se trata ce una
simple imagen en la que "disciplina de cuartel" se refiere sobre
todo a un modo de dominación estrictamente jerarquizado y fun­
cional izado? ¿ 0 más bien Marx reenvía al ejército como modelo
de organización social asumido por el capitalismo industrial en sus
comienzos? En cualquier caso están claras las cuestiones que susci­
ta una u otra hipótesis: las referencias utilizadas por las primeras
empresas capitalistas en materia de control de las poblaciones en­
tonces bajo su autoridad. A Marx el modelo militar debió parecerle
verosímilmente adecuado ya que el ejército se encuentra también so­
metido a dos exigencias distintas: la exigencia de la eficacia m ilitar y
la exigencia ideológica del buen orden. En la disciplina m ilitar ambas
exigencias aparecen fundidas. Durante mucho tiempo, como se sa­
be, la principal virtud del soldado consistió en ser disciplinado, es
decir, en aplicar literalmente las consignas de sus superiores y nada
más que las consignas (actualmente se ha desarrollado sobre todo el
mito del soldado "profesional", del soldado "técnico", lo que pare­
ce confirmar mi tesis).

15 K . M ARX, op. c., p. 24 "Desde que (el capitalista) se encuentra a la cabe­


za de un ejército industrial, precisa oficiales superiores (directores, gerentes)
y oficiales inferiores (vigilantes, inspectores, capataces) que durante el proce­
so de trabajo, manden, ordenen en nombre del capital. El trabajo de la vigi­
lancia se convierte en su función exclusiva". *
16 K .M A R X : op. c. ps. 105-1Q6.
94 Jean Paul de Gaudemar

Pero Marx se muestra respecto a toau sto un tanto elíptico.


¿Por qué retoma este modelo? ¿Se debe a que, al igual que el
ejército, la fábrica es un conglomerado importante de hombres y de
materiales? ¿O a que la fábrica adopta la forma del cuartel, incluso
antes de adoptar su orden disciplinario interno? . Y además ¿adop­
ta la fábrica sólo este modelo? Es preciso un- estudio histórico
para obtener la respuesta. Respuesta pues que no se dará en este
corto espacio, aunque sabemos ya, gracias a estudios existentes,
que no fue el único modelo utilizado. Los capitalistas echaron
mano de todos los medios a su alcance, ciertamente se sirvieron del
cuartel, pero también de la familia y de otros. Por una razón,
expresada con gran acierto por H. Braverman, se explica en parte el
motivo por el que el cuartel aparece como el modelo de referencia
preponderante: "en todas las tentativas, los capitalistas buscaban
por tanteo una teoría y una práctica de la organización del traba­
jó ... La empresa adopta desde sus comienzos el carácter que Clau-
sewitz atribuye a la guerra: un movimiento en un medio que ofrece
resistencias porque implica el control de masas refractarias"17
De donde se deriva un aspecto esencial, todavía hoy, de la fábrica:
I£ fábrica-fortaleza. Volveremos sobre esto más adelante.
No obstante un punto parece estar ya claro: la disciplina de
fábrica, para M arx, no es asimilable a una disciplina que encontraría
su fundamento en una división "puramente tecnológica" del traba­
jo aunque esta tendencia también se manifieste en él. Por el contra­
rio, dicha disciplina reproduce, amplificándolos, los modos de do­
m i n ió n social: la fábrica es un lugar ''fuera de la ley" porque el
capitalista hace en ella la ley, su ley. " E l código fab ril en que el
capital form ula, privadamente y según su propio fuero, el poder
autocrítico sobre sus obreros, sin tener en cuenta ese régimen de
d w iit w de ios poderes de que tanto gasta la nt el

a yar unta y ta

de « d a n o s oe jan eipueo o ai T r —T irr :


es lógico, todas las penas formuladas en este oodigo w i m
multas y deducciones de salario, el ingenio legislativo del L ia e fD
fabril se las arregla de modo que l¡. infracción de sus leves sea níftl
rentable para el capitalista, si cabe, r,uf • >observancia"1* .

17
H. BRAVERM AN : Travail et capitalismo monopolista. Ed. Maapena.jQpí
Eco. et Socialismo. París, 1976, p. 62. ■-.<
18
K. M ARX: op. c., p. 106. Este texto va seguido de notas con i
tomados por Marx de los reglamentos da la? ’ icas ingleses
Para una genealogía de las formas de disciplina 95

Esto recuerda sin duda la frase con que concluye Marx m ás'
adelante: “ ¿Se equivoca Fourier cuando llama a las fábricas presi­
dios atenuados?"19. Nada más cierto históricamente que estas
realidades evocadas por Marx de las primeras fábricas carcelarias en
sentido estricto, próximas a los presidios20, que después sufren
mejoras progresivas como atestiguan con frecuencia las fábricas
construidas en la actualidad.
Podemos de todos modos preguntarnos, cien años más tarde,
sobre cuestiones que Marx difícilm ente podía plantearse, sobre el
futuro que el capitalismo ha reservado a esos "presidios atenuados"
y que constituye nuestro presente; sobre la forma en que se ha rea­
lizado o no la tendencia "puramente tecnológica" de la división y
de la disciplina del trabajo.
Los hechos en sí mismos están claramente establecidos: en l í ­
neas generales, las condiciones de trabajo en las fábricas, desde la
época de M arx, han mejorado, y el nivel de mecanización se ha
ciertamente elevado. Por el contrario, lo que no está muy claro es
la forma en que se ha realizado esta transformación, ni la incidencia
que ha tenido en la disciplina del trabajo:
1- El propósito de Marx es ambiguo cuando señala en una
anotación que "las mejoras que se van introduciendo en la maqui­
naria imponen hasta cierto punto una "mejor construcción de los
edificios frágiles, que redunda indirectamente en beneficio de los
obreros"20. ¿Las fábricas modernas, a veces limpias, aireadas,
espaciosas (al menos en ciertos sectores de la producción), donde
reinan condiciones de trabajo correctas (no me refiero al ritmo de
trabajo sino al ambiente circundante inmediato), habrían pues surgi­
do de una dinámica interna ai m aqum ism o? ¿Y esta dinám ica
tendería en cuanto tal a suprimir el lado puramente disciplinario de
las condiciones de trabajo, los aspectos no productivos de la disci­
plina, para conservar solamente la sumisión al mecanismo objetivo
de las técnicas de producción? Curiosa reflexión la de M arx, del
que más bien se hubiese esperado la: idea de que en el origen de
estas mejoras están las reacciones colectivas de los trabajadores.

l * K. MARX: op. c., p. 108. Referencia a La fause Industrie de C. Fourier.


París, 1835, vol. 1, p. 59. Marx añade "Ahora bien en los establecimientos
sometidos por más tiempo a la ley de la fábrica, han desaparecido muchos de
los antiguos abusos. Asi', en cierto modo, el perfeccionamiento ulterior del
sistema mecánico exige una construcción perfeccionada de los edificios de
las fábricas, lo que beneficia a los obreros."
20 Sobre este punto disponemos, que yo conozca, de muy pocos trabajos
históricos más atractivos que la tabla construida por Marx en sus páginas
consagradas a la legislación de la fábrica (cf. eíte punto K . Marx, op. c., ps.
159 V ss
Jean Paul d e Gaudemar
96

Curiosa y sobre todo criticable porque refuerza la idea de una


autonomía relativa de la objetivación del proceso de trabajo en su
desarrollo. ¿Cómo no estar tentado, por el contrario, a analizar
dichas mejoras progresivas en relación a las resistencias de los traba­
jadores frente a los efectos de esta pretendida objetivación, a las
resistencias de los trabajadores frente a la disciplinarización en to ­
das sus formas? Un reciente ejemplo proporciona a este respecto
un buen argumento: la huelga de los trabajadores empleados en la
petroquímica de la zona de Fos durante si fin de semana de la
Pascua de 1977, en la que tuvo lugar un enfrentamiento, realizado
con éxito, contra la idea común de que el trabajo en el tajo y la
disciplina que impone a los trabajadores son necesidades inelucta­
bles de la producción a ciclo continuo...
2— No podemos contentarnos con reenviar las cuestiones prece­
dentes a la autonomía relativa de la esfera de emergencia de las
técnicas. Las técnicas industriales tienen una historia que no puede
eludir las funciones que cumplen. Hoy como ayer interesa hacer la
historia del desarrollo del maquinismo en relación con las resisten­
cias populares que provocó o que intentó neutralizar. Muchos tra­
bajos lo han demostrado, y particularmente los de J . H abakkuk21
en ío que se refiere a las economías de trabajo activo que el maqui­
nismo permite al capital. Pero queda todavía por hacer la historia
política del maquinismo, es decir, la historia de las transformacio­
nes de los modos de dominación que introduce; lo dicho anterior­
mente sobre la disciplina podría constituir el argumento de fondo.
Las ludías contra las máquinas han siao siem p 'i más complejas que
cuanto nos ha dejado o ír la memoria- económica o sindical. Las
diferentes luchas "ludditas" a comienzos del siglo X I X no han
tenido el carácter políticamente lúdico e infantil que se les atribu­
ye, según el cual, una clase trabajadora todavía en pañales balbu­
cearía sus primeras revueltas, y ejercitaría torpemente sus primeros
dientes. Sabemos en la actualidad, especialmente tras los trabajos
de E.P . Thom pson22 que los trabajadores no eran los únicos
protagonistas sino que además tomaban parte en ellas pequeños
propietarios campesinos, poetas e intelectuales, artesanos, e tc...;
que los trabajadores rompían únicamente las máquinas que amena­
zaban objetivamente su empleo o su existencia en tanto que capa
social, pero aceptaban las otras, a veces al precio de una ausencia
total de solidaridad obrera. Los obreros varones aceptaron pues en
muchas ocasiones las máquinas y los perfeccionamientos técnicos*

* J. HABAKKUK: American and British Technology in the XIX**1 century.


Cambridge University Press. 1967. Cf. también B. CORIAT: Science, Techm-
queet Capital. Ed.Seuil, 1975.
22 E.P THOMPSON: The M akingof the Englis working class. Pelican Book,
Londres 1963 (Traduc. castellano Ed. Laia),
Para una genealogía de las formas de disciplina 97
más variados que, a finales del siglo X V III y comienzos del X I X ,
suprimieron una parte del trabajo llamado no cualificado que era
efectuado por mujeres y niños, mientras que por el contrario recha­
zaron aquellos perfeccionamientos técnicos que atentaban contra
su propio empleo39. Marx sin duda ha hecho una interpretación
demasiado simple de la lucha de los "lu d d itas"34. La destrucción
de la maquinaria era el único modo de destruir no ya, como en una
revuelta "prim itiva", un "medio material de producción", sino de
destruir la posibilidad de una "form a social de explotación" consi­
derada nefasta. Thompson propone, entre otras cosas, una interpre­
tación muy interesante en materia de disciplina: el luddismo surge
en un momento de crisis desde el punto de vista de la legislación de
fábrica, en el momento de transición de una economía paternalista
a otra del "laissez-faire"3S. O lo que viene a ser lo mismo, en el
momento de paso de una disciplina paternalista a otra más propia­
mente capitalista.
Se debe pues pensar que, tras la lucha obrera contra la máquina,
existe con frecuencia una lucha consciente contra la manera en que
la relación de explotación capitalista intenta disimularse bajo los
oropeles maqulnicos. Esto es especialmente cierto en lo que se
refiere a las formas contemporáneas de esta lucha. El maquinismo
puede no ser más que un pretexto.
Es preciso pues realizar análisis del uso social de la máquina (¿a
qué clase beneficia? ), de su modo de producción (¿qué máquinas
se construyen?, ¿cómo y por qué?) y también de uso político,
quiero decir disciplinario. Estas cuestiones implican y están deter­
minadas a la vez por una voluntad de transformación de la relación
de los hombres con su trabajo, y en consecuencia, por una voluntad
de transformar la disciplina del trabajo a partir de la afirmación de
que no existe nunca una fatalidad productiva, sino que sólo existe
un modo de producción que se constituye a través de una multipli­
cidad de opciones estratégicas36. Esta tesis, cada vez más divul­
gada en relación al paro o a la movivilidad de empleo, debería de2 *6
3

23
Cf. por ejemplo en las manufacturas textiles, la desaparición de los
niños "tiradores" en los años 1830 a continuación de la invención del "tira ­
dor mecánico", o de las mujeres "pinceladoras" en los años 1800-1820 cuan­
do el descubrimiento de nuevos colores de aplicación hace inútil su trabajo.
Cf. P. CASPARD: La fabrique au village. En Le Mouvement Social, op. c.
34 K. M ARX: op. c „ tom o 2, p. 110.
35 E.P. THOMPSON: o p .c .,p . 594.
26 *
Cf. sobre este punto las importantes observaciones de C. CASTORIADIS
sobra al tema "L a bourgeoitie se fait commebourgeoisie", en: L'expárieoce
do diouvement ouvrier,'1 0 /1 8 /tom o 1, ps. 46 y ss.
Jean Paul de Gaudemar

extenderse a la disciplina, al mismo tiempo que se consolidan las


reflexiones sobre otros posibles modos de producción y de conoci­
miento.
3— Así pues, no se ha leído mal a Marx. Y o d iría más bien que
se lo ha interrogado mal, en parte sin duda por miedo a atacar su
edificio teórico, pero en parte también porque esta interpretación
"econom icista" fundada en los pasajes más ambiguos del Capital
corrobora los valores tecnicistas con los que el capitalismo indus­
trial ha impregnado a las naciones occidentales desde el siglo X I X .
Y además el marxismo en Francia, igual que en otras partes, se
asienta sobre un fondo, nunca criticado por os marxistas -in te le c­
tuales u o breros- de una filosofía saint-simoniana que será preciso
analizar en detalle en lo que se refiere a su modo de constitución
preciso y a su desarrollo. Más que jugar a hacer el papel de nuevos
apóstoles del desarrollo de fuerzas productivas mal identificadas,
intentemos extraer de lo que precede el esbozo de un esquema
teórico de conjunto. En la teoría marxista, la introducción masiva
del maqumismo corresponde al momento en que el capital se aba­
lanza "con todos sus bríos y con plena conciencia de sus actos a
producir plusvalía relativa" . De aquí se deduce hoy general­
mente una especie de periodización a grandes rasgos del desarrollo
capitalista: " L a explotación capitalista, constituida en principio
fundamentalmente por la extorsión de plusvalía absoluta, implica a
continuación predominantemente (si bien nunca de manera exclusi­
va) la extorsión de plusvalía re la tiva"2 28. Esquema teórico por
7
antonomasia que presenta todos los defectos de un discurso finalis-
fe, es decir, de un discurso en el que todo ha sido dicho por la
teoría, un discurso en el que plusvalía absoluta y plusvalía relativa
fijan para siempre los lím ites insuperables de los fenómenos estu­
diados así como los confines entre los que obligatoriamente debe
desarrollarse la historia que se escriba. Las luchas obreras del siglo
X IX son únicamente contempladas a través de una perspectiva fo­
calizada en la reducción de la jornada de trabajo puesto que no
pueden ser más que luchas contra la producción de plusvalía abso­
luta. Asimismo, por ejemplo, el taylorismo no sería más que la
forma al fin alcanzada de máxima extorsión de plusvalía relativa.
En una palabra, la historia de una formación social capitalista se ve
. reducida a la historia de su conformidad creciente al modelo teóri­
co. Unicamente quedan por determinar los detalles cronológicos de
un proceso que necesariamente ha de producirse.

27 K. MARX: op. c.. tomo 2, p. 92.


28 S. de BRUNHOFF: Etat et capital. Ed Maspero / P.U.G. París, 1976, p.
18, en el que se refiere a varios trabajos, entre ellos los de M. AG LIE TT A .
Régulation et crisis du capitalismo. Ed.Calmann-Lévy, 1977. y C. PALLO IX:
Prpcós de productipn et ccise du capitalismo, P.U.G /Maspero. París, 1977.
Para una genealogía de las formas de disciplina
99

Existe sin embargo algo aprovechable en este esquema: la mane­


ra en que avanza la ¡dea de una mutación importante que se produ­
cirá en un momento determinado de su desarrollo en la forma de
relación social capitalista. Pero más que aferrarse a los conceptos es
importante conocer lo que sucede y por qué. La historia de las
luchas obreras en el siglo X IX no es reductible a la de las luchas por
una reducción de la jornada de trabajo. No es cierto tampoco que
este aspecto de las reivindicaciones haya sido el principal, ni que,
en este campo, la iniciativa haya sido principalmente de orden es­
tatal. Por el contrario parece esencial la forma en que los capitalistas
resolvieron progresivamente los problemas de organización del tra­
bajo con los que tuvieron que enfrentarse; organización del trabajo,
claro está, en el marco de una nueva relación social que ellos esta­
ban instaurando. Ahora bien, como subraya H. Braverman, "el con­
cepto central de todos los sistemas de organización del trabajo es el
co n tro l"29, puesto que el control del proceso de producción es
la condición necesaria para la extorsión de plusvalía y en conse­
cuencia para la obtención de beneficios. Es preciso pues compren­
der, ante todo, la manera como se constituyeron las formas de
control del proceso de trabajo, en una palabra, la disciplina capita­
lista; y también, la manera en que se transformaron cuando ya no
correspondían más a las elecciones estratégicas de la clase capita­
lista.
Sobre este punto me arriesgaré a form ular una hipótesis de tra­
bajo que mis investigaciones históricas han permitido confirmar en
parte. Esta hipótesis intenta menos fundar una periodización del
desarrollo capitalista que individualizar una especie de largos ciclos
de las tecnologías de dominación capitalista y de sus aplicaciones
en la organización de la producción. Enunciemos pues, antes dé
precisarlo más adelante, aquellas especificaciones históricas de la
formación social francesa que necesitan verificarse. En la primera
fase de expansión capitalista que supone la sumisión real del traba­
jo al capital, la disciplina y las formas de control del proceso de
trabajo, están más bien situadas bajo el signo de la improvisación
que de la innovación.
Los primeros capitalistas no controlan ni la relación social que
están instaurando, ni tampoco, en ciertos casos, las fuerzas produc­
tivas aplicadas al trabajo, ni las formas de organización comerciales
y financieras más elementales^9 , ni a fortiori los modos de domi­
nación más adecuados para realizar su empresa. De donde se deriva

29 H. BRAVERMAN, op. c., p. 63 y concretamente a partir de L. URWICK


y E. BRECH: The making o f scientific management. Londres, 1946.
30 *
S. POLLARD, op. c., capítulo 6, reconstruye, por ejemplo, como la con­
tabilidad no fue utilizada sistemática y eficazmente hasta muy tarde.
Joan Paul de Gaudemar
m
quff hayan reproducido en el interior de la fábrica una disciplina
inspirada en modelos sociales existentes: con toda probabilidad, la
familia y el ejército. Estos dos modelos coexisten a veces en el
interior de una misma empresa. Están fundados en una relación de
dominación directa, física incluso. El capataz o sus representantes,
sustituidos en ocasiones por el padre de familia (encargado de vigi­
lar a sus hijos dentro de la fábrica) o por el obrero a destajo,
circulan permanentemente en el taller controlando en todo mo­
mento la actividad de sus pbreros, asegurando una mirada omnipre­
sente sobre el proceso de producción. Caracterizaré pues esta pri­
mera fase como aquella en que la empresa capitalista se constituye
siguiendo un principio panóptico.
Nada más interesante desde este punto de vista que considerar la
forma subterránea a través de la cual los textos de Bentham <32>
impregnan los escritos de los economistas en el siglo X IX . No sólo
de los teóricos que se enseñan hoy, tales como Ricardo o Say, sino
también de los que constituyeron en aquella época “ la economía
industrial"3*33, Dupin, Bergey y otros en Francia34, Ure, Baba-
1
ge y otros en I nglaterra35.
Durante toda esta fase, todos los aspectos del desarrollo de la
jornada de trabajo deben sin duda referirse al tipo de disciplina
ejercida, ya que la disciplina es más una técnica de vigilancia que una
técnica de aplicación de los cuerpos al trabajo. Importa que la

31 Cf. sobre este punto de nuevo a S. PO LLA R D, op. c.


31 J. BENTHAM: Le panoptique, París y Londres 1791. Publicado en
castellano por Ed. La Piqueta, 1979. Con una entrevista introductoria de Mi-
chal FO U C A U LT.
33 Utilizo este término en el sentido que tuvo a principios del siglo XIX en
DUPIN, B E R G E R Y y los otros primaros politécnicos economistas e indus­
triales, utilizado como discurso racionalizador de la organización de la pro­
ducción industrial, discurso que intenta precisamente, para uso de empresa­
rios y de obreros, sistematizar la experiencia adquirida desde comienzos del
capitalismo.
Las obras de economía industrial son los antéese;ntes de los manua­
les de gestión.
El término no tiene pues en absoluto el sentido que le dan algunos eco­
nomistas contemporáneos como J.M. C H E V A L IE R : L économie industrielle
en question. Ed. Calman-Levy. 1977, o los recientes promotores de una revis­
ta de Economía Industrial, una especie de "méso-économie", economía de
sectores y de ramas, a medio camino entre la micro y la macroeconomía.
34 M. PERRO T: Travailler et produire, C .L . B E R G E R Y y los comienzos del
management en Francia, en: Mélanges en l'honneur de Jean MAITRON. Les
Editions Ouvriéres.
35 H. BRAVERM AN, op. c. ,
Para una genealogía de las formas de disciplina 101

mirada del capataz encuentre al trabajador en el puesto que le ha


sido asignado, pero el capataz no dispone más que de medios
extremadamente toscos para reducir la porosidad de la jornada de
trabajo e incluso el absentismo. Conviene situar en este contexto la
duración de las jornadas de trabajo: las jornadas son largas porque
los obreros son refractarios al trabajo de fábrica y no lo ocultan.
Por esta razón no se puede estudiar la producción de plusvalía
absoluta separando artificialmente la duración y la intensidad del
trabajo, porque el tiempo de trabajo no significa nada si no se
concreta su contenido. Al mismo tiempo, la duración de la estancia
diaria del obrero en la fábrica también puede analizarse desde la
óptica de un control generalizado sobre su vida: más larga es la
estancia, más cortos serán sus paseos por los lugares a los que el
control patronal todavía no alcanza (al menos con frecuencia), la
taberna no es el menos importante de ellos.
Llega sin embargo poco a poco el momento en que esta discipli­
na que se manifiesta fundamentalmente como modo de observa­
ción del trabajo del obrero, pero modo exterior al desarrollo del
trabajo propiamente dicho, sin incidencia real sobre la forma en
que el trabajador utiliza su fuerza de trabajo, aparece como insufi­
ciente desde el punto de vista de la producción, respecto a las
necesidades que surgen con la aceleración de la concurrencia capita­
lista; de otra forma, incluso delimitada por la coacción directa o
indirecta de las multas, la resistencia del obrero sigue siendo posible
porque su rebelión contra la explotación no ha sido ni mucho
menos ahogada: el espíritu de descontento, contestatario, de re­
vuelta, parece, al menos.en Francia, la regla de numerosas catego­
rías de obreros muy cualificados. Nos viene a la memoria la figura,
inmortalizada por D. Poulot, de lo "sub lim e"36: lo "sublim e"
es el obrero muy cualificado que rechaza el reclutamiento de las
brigadas capitalistas; utiliza por tanto su cualificación como un
arma de resistencia, un arma al servicio de una movilidad indepen­
diente.
Llega así el momento en que la vigilancia, la disciplina directa­
mente coactiva, sobre todo cuando la fábrica es grande, exigen un
personal numeroso, gravoso y costoso, se plantea entonces la nece­
sidad de una revolución en las formas disciplinarias.
Es imposible aplicar en la fábrica el método utilizado a nivel
social en materia de criminalidad, el método del ejemplo, porque la

36 D. POULOT: La question sociale, le sublimisme. París, 1869. Obra cu­


yo Influjo fue grande.
Cf. M. C O T T ER EA U : De l'hygiéne sociale á l'urbanisme, premiére par-
vie. Centre d'Etudes des Mouvements Sociaux, 6ic. 1975. Informe D.G.R.S.T.
a multicopia.
Jean Paul de Gaudemar
102

fábrica es el lugar tipo en el que el poder capitalista debe ser


continuo. Para que la producción de la plusvalía, y en consecuencia
el beneficio obtenido sea el máximo, no pueden permitirse discon­
tinuidades de poder, es preciso, por el contrario, reducirlas. Los
industriales se encuentran en este momento enfrentados a la cuá­
druple exigencia de un poder continuo, con efecto productivo má­
xim o, oon un costa mínimo y ejercíándose sobre masas importantes
da Hombres. Esta cuádruple exigencia es específica de la empresa
capitalista. Fuera de ella, en otras instituciones, las exigencias son
por lo general menores, incluso en el cuartel. Se impone pues la
necesidad da renunciar a los viejos métodos disciplinarios e innovar.
Aquí comienzan las dificultades del análisis, porque la innovación
fue lenta, compleja, diferente, según las formaciones sociales. De
todos modos se puede plantear la hipótesis de que se desarrolló en
dos direcciones paralelas.
Pór una parte, se intentan sistematizar las experiencias del con­
trol patronal sobre la vida del obrero fuera de la fábrica. Esta
extensión del control, y correlativamente de la disciplina impuesta,
se pone en evidencia con la construcción de las ciudades obreras, en
la organización de la enseñanza patronal, en suma, en un conjunto
de instituciones que generalmente se atribuyen, a falta de algo
'mejor, a una ideología paternalista, pero qu* 'eenvían, y esto es
particularmente claro en Scheneider o Creusot, a una voluntad
de disciplinar la fábrica disciplinando su exterior, a una voluntad
de reducir toda resistencia obrera mediante úna doble estrategia de
modelamiento, en el taller y en la casa37 y mediante una estrate­
gia de moralización social.
Por otra parte, se pone en marcha de forma sistemática, una
disciplina aplicada al uso de la fuerza de trabajo de la que el ma­
qumismo será el vehículo principal en tanto que instrumento de
objetivación del proceso de trabajo.
La disciplina adoptará una forma maauínica convirtiendo, en
cierto modo, el panoptismo en algo absoleto33. Se produce aquí
a posteriori, una magnífica ocasión de revancha de los "luditas"
contra todos sus detractores. Esta máquina, que se les reprocha
haber destruido confundiendo medio material de trabajo y modo
social de explotación, hela aquí ahora encargada de encarnar la

37 Cf. sobra asta punto al interesantísimo estudio de L. M URARD y P. ZY


BERMANN: Le petit travailleur infatigable (ou le prolétaire régénérél Vi-
llas-utines, habitat et intimités au XIX® siécle. Recherches, núm. 25, Nov.
1976.
33 Estoy de acuerdo con FOUCAULTcuando dice que "sería falso decir que
al principio da visibilidad ordena toda la tecnología de poder desde el siglo
X IX ". Entrevista de £1 panótico, op. c.
Para una genealogía de las formas de disciplina )q 3

disciplina, y por tanto de disimular el modo social de exp lo tació n


En cierto modo la alienación obrera que se hace entonces prepon­
derante consiste en esta interiorización da un proceso da trabajo
objetivado. Y de alguna forma, combatirla conduciría a deber des­
truir estas máquinas, al menos las que desempeñasen ese papel, y
construir otras.
Al mismo tiempo, la disciplina capitalista tiende a investir todos
los lugares en los que durante la fase panóptica se había refugiado
la resistencia obrera; en particular el tiempo y la cualificación. Este
es sin duda el papel histórico del taylorismo y de sus ulteriores
desarrollos: desemascarar la "gandulería" obrera y la porosidad del
tiempo de trabajo allí donde la mirada del capataz no podía llegar.
Destruir las armas de resistencia del obrero confiscándole su capaci­
dad de organizar el tiempo de trabajo o su competencia técni­
c a 39.
Resumamos, pues, la hipótesis de trabajo aquí formulada como
preliminar a una historia disciplinaria de la explotación capitalista:
intentar poner en evidencia tres ciclos largos de tecnologías de
dominación capitalista que, contrariamente a los ciclos de la activi­
dad económica, cabalgan en parte unos sobre otros. Un ciclo panóp­
tico, un ciclo de discipiinarización extensiva (fábrica y exterior), un
ciclo fundado sobre el doble proceso de objetivación/interioriza-
ción de la disciplina en un proceso de trabajo remodelado por el
maquinismo, ciclo que propongo podría llamarse ciclo de disciplina
maquínica.
Puede verse ahora en qué esta hioótesis se relaciona con el pre­
cedente comentario de M arx40, o con una periodización fundada
en los conceptos de plusval ía absoluta y relativa. Yo únicamente he
intentado trazar las condiciones políticas y disciplinarias existentes,
o lo que es lo mismo, afirmar que no tiene sentido hablar de una

39 B. C O RIA T: op. c. ha planteado en esta dirección puntos relevantes


si bien se centra demasiado en el aspecto económico del taylorismo. Por otra
partB creo estar de acuerdo sobre este punto con M. A G L IE T T A .o p . c.,p. 95.
40 Cf. el texto en que Marx describiendo la máquina como autócrata esboza
quizás una abertura del ciclo de (disciplina maquínica: el Capital, tomo 2,
p. 102, donde Marx intenta distinguir dos definiciones posibles de la relación
máquina/hombre: En una. al trabajador colectivo o el cuerpo de trabajo so­
cial aparece como sujeto dominante, y el autómata mecánico como un objeto.
En la otra, es el mismo autómata el que es sujeto y los trabajadores se le aña­
den simplemente como órganos conscientes a sus órganos inconscientes,
estando con ellos subordinados a la fuerza motriz central. La primera defini­
ción se aplica a todo empleo posible de un sistema mecánico: la otra caracte­
riza su empleo capitalista y en consecuencia la fábrica moderna. También
URE se divierte en representar el motor central no sólo como autómata sino
también como autócrata.
Jean Paul de Gaudemar
104

ley del valor sin comprender ni analizar las condiciones en las que
se manifiesta, las condiciones que tendencialmente crea, pero que
de rechazo la constituyen.

II

Una polémica quedaba apuntada en las páginas precedentes a


propósito de la "crític a de la división del trabajo" y concretamente
en torno al texto ya citado de S . Marglin.
Es preciso reconocer que S„ Marglin ha arrojado un buen ado­
quín en el sereno estanque del determinismo tecnológico de los
economistas. Su tesis: la división capitalista del trabajo y su traduc­
ción en' organización jerárquica del trabajo dentro de la fábrica no
se explican por su superioridad tecnológica sino por su papel en la
acumulación del capital. Tesis que se enuncia en diferentes tiem­
pos: dividir para reinar, reinar para acumular, acumular para repro­
ducir cada vez más. Marglin ha sido con frecuencia mal entendido:
sus enunciados se han considerado como la formulación de una
concepción de un capitalismo regido únicamente por relaciones de
poder desmaterializadas, sin enraizar en los procesos de producción
de plusvalía y de beneficio. Se ha leído en sus tesis una especie de
politiquería acampando sobre las ruinas de un economicismo fati­
gado, utilizando la ola contemporánea oe toma de conciencia de los
micropoderes, en suma, una especie de inversión total y excesiva
desde el punto de vista que quiere restituir la importancia de los
fenómenos de poder, pero a costa de descuidar las infraestructuras
susceptibles de fundarlos...
Quisiera volver a replantear el tema únicamente en la medida en
que las críticas hechas a Marglin están esencialmente dirigidas al
estatuto que este autor confiere al control eirel proceso de trabajo,
y a la jerarquía que lo ejerce; se refieren pues implícitamente al
estatuto que confiere a la disciplina en el proceso de trabajo capita­
lista. Y de hecho, en la literatura marxista reciente, se encuentra en
tomo a este tema, la sistematización más fuerte de lo que antes he
denominado, en mi comentario de Marx, los dos niveles de discipli-
narización.
Recordaré pues rápidamente las tesis de Marglin para mostrar la
manera en que ignoran los que le critican la fecundidad del camino
que emprende. Esto aportará un complemento polémico a las pági­
nas que preceden.
Entre las numerosas críticas de Marglin me fijaré particularmen-
Para una genealogía de las formas de disciplina
105

te en la de R . Cessieux42 y sobre todo en la de C. P a llo ix43.


Son conocidas las tesis principales desarrolladas por Marglin en su
ensayo:
" L a organización jerárquica del trabajo no tiene por función
social la eficacia técnica sino la acum ulación"44, tesis especificada
en dos tiempos:
1 - " L a división capitalista del trabajo no ha sido adoptada por
su superioridad tecnológica45 sino porque garantizaba al empre­
sario un papel esencial en el proceso de producción: el de coordi­
nador que, combinando los esfuerzos separados de sus obreros ob­
tiene un producto com ercial"46. .
2 - "Asim ism o, el origen y el éxito de la fábrica no se explican
por una superioridad tecnológica sino porque ésta desposee al obre­
ro de todo control y da al capitalista el poder de decidir sobre la
naturaleza del trabajo y la cantidad de producción47.
La crítica de las críticas carece de interés si no subraya lo que
tienen en común. Con toda probabilidad lo que subyace en las
posiciones de Cessieux y de Palloix es una divergencia común entre
ellos y Marglin a nivel de la compresión teórica del proceso de
trabajo. Y probablemente también al de las consecuencias políticas
de la problemática de Marglin, en cuanto a la manera de plantear el
problema del control jerárquico de la producción en una sociedad
socialista. Pero detengámonos aquí, ya que con el primer punto
tenemos suficiente.
En pocas palabras, para Cessieux y Palloix, el proceso de trabajo
debe analizarse de forma doble. Según Cessieux, si "para (Marglin,
Gorz, Querzola, Pignon) la división del trabajo, con matices y argu­
mentos a veces diferentes, no tiene por función elevar la productivi-

42 R . CESSIEUX'. Recherches sur les processus de la división du travail, cap.


II, en R. C ES SIEU X et alii, IREP/CORDES, Grenoble, enero 1976 a multi-
copia.
4 3 C. P A LLO IX : Le procés de travail. Du fordisme au néo-fordisme. La Pen-
sée. febrero 1976, y: Procés de production et crise du capitalisme, op. c. El
tanto nos referimos. (Este artículo ha sido publicado en castellano por la rev.
El Cárabo n.° 13-14, págs. 123 v 55.)
44 S. M ARGLIN . o p .c., p. 46.
45 Con frecuencia se olvida que S. M ARGILIN define en su texto las nocio­
nes de eficacia tecnológica y de superioridad tecnológica por él utilizadas:
op. c., p. 48 "un método de producción es tecnológicamente superior a otro
cuando crea más producto con los mismos factores"; y p. 49 "un método de
producción se dice tecnológicamente eficaz si no existe otro método tecno­
lógicamente superior".
46 S. M ARGLIN. op. c.. p. 45
4 7 S, M ARGLIN : op. c„ p. 46
106 Jean Paul de Gaudemar

dad de las fuerzas de trabajo sino reproducir las relaciones de domi­


nación del capital sobre el trabajo''4’' se debe simplemente a
que confunden "dos procesos distintos: el proceso de división del
trabajo, por una parte, y el proceso de valoración creciente y de
acumulación del capital por o tra "49.
Palloix sistematiza aún más claramente esta tesis al enunciar la
existencia de un doble proceso de trabajo, desconectando así el
proceso de valoración creciente y de acumulación dei capital del
proceso de reproducción de las relaciones sociales:
" A un proceso de trabajo orientado hacia la producción de
masa, es decir hacia la producción de un sobreproducto intensivo
mediante el descenso del valor de cambio de la fuerza de trabajo, se
yuxtapone un proceso de trabajo orientado hacia la reproducción
de la hegemonía de las capas dominantes, hegemonía fundada en el
dominio de las relaciones comerciales (dominio de la concepción,
de la realización de mercancías, de la organización de la produc­
ción de la gestión de la fuerza de trabajo, e t c ." 50.
Y más adelante afirma al criticar explícitamente la posición de
Marglin: "A l no distinguir la existencia de un doble proceso de
.trabajo, uno centrado en la producción de plusvalía y orientado a
la producción de masa, otro centrado en el dominio capitalista de
la reproducción de las relaciones comerciales, algunos análisis (S.
Marglin, A . G orz, Pignon, Querzola) querrían deducir que la parce­
lación y la subdivisión de las tareas no tendrían nada que ver con la
emergencia de la plusvalía, sino que se referirían únicamente a
la dominación de clase, a la reproducción de las capas hegemó-
n icas"51.
Conviene detenerse un momento sobre este punto ya que Pa­
lloix formula una tesis cuyo efecto puede ser considerable en lo
que se refiere al estatuto teórico de la disciplina en el proceso de
trabajo, incluso más allá de su alcance crítico del texto de Marglin;
si se acepta esta visión dicotómica del p re n so de trabajo, se deduce
por fuerza que dos niveles de disciplinarización de la clase obrera y
de los trabajadores se entrecruzan permanentemente, uno ligado al
primer proceso de trabajo "centrado* en la producción de plusva­
lía ", el otro ligado al segundo proceso "centrado en el dominio
capitalista de la reproducción de las relaciones comerciales"; dos
niveles que recubren en parte los dos reseñados antes al analizar las
ambigüedades de las afirmaciones de Marx sobre este punto.

9 R. CESSIEUX: op. c „ p. 53
49 R. CESSIEUX: op. c., p. 63
50 C. PALLOIX: op. c., p. 171
51 C. PALLOIX: op. c „ p. 182
Para una genealogía de las formas de disciplina
107

E xistiría pues, en Palloix, una justificación teórica a posteriori


de estas ambigüedades. Por eso merece la pena detenerse y demos­
trar que Palloix no solamente se equivoca al sistematizar una dife­
renciación que en Marx no es más que una ambigüedad dialéctica,
sino que conduce, en el plano eurístico a un callejón sin salida
teórico, en lo que se refiere a la comprensión de las formas contem­
poráneas de control del proceso de trabajo.
a) Para comprender lo que quiere decir Palloix —aunque no
siempre es fá c il- hay que tener sin duda en cuenta su manera de
definir el proceso de producción inmediato llamado (P |), que defi­
ne como combinación
• del proceso de trabajo (Pw ) definido como "proceso de pro­
ducción de valores de uso"
• y de lo que llama "proceso (de producción) de la valoración
creciente" definido como proceso de producción del valor52,
representado por (Pv ), lo que simbólicamente puede escri­
birse como (P¡) = (Pv ) + (Pw ).
Esto implica que el "proceso de trabajo" no sería en el fondo
más que la forma adoptada por el proceso de producción inmediato
en lo que se refiere a la producción de valores de uso, y que el
"proceso (de producción) de la valoración creciente" serla la "fo r­
ma que adopta el proceso de producción inmediato en lo que se
refiere a la producción del valor de cambio de la mercanía (pro­
ducción de p lu svalía)"53.
Intentemos centrarnos en el interior de este encabalgamiento
de conceptos con los que Palloix parece entretenerse. Planteemos
ante todo esta cuestión: ¿cuál es el estatuto teórico de unas distin­
ciones tan alambicadas?; ¿cuál es el estatuto teórico de esta lectura
tan laboriosa de Marx?
Conviene fijarse especialmente en el desplazamiento conceptual
realizado por Palloix a partir de la utilización de los textos de
Marx: lo que en Marx es unidad inmediata del proceso de trabajo y
del proceso de valoración creciente54, es decir, unidad en un
mismo proceso de dos aspectos concretos, unidad en un mismo
proceso de dos funciones indisolublemente ligadas, se convierte en
Palloix en combinación, yuxtaposición, dualidad. En el pasaje que
sigue, Palloix, al quererse demarcar de la economía política clásica.

52 C. PALLO IX: op. c.. p. 119-120


53 C. PALLO IX: op. c.. p. 122
5 4 K. MARX: Un chapitre inédit du Capital. 10.18, p. 122. "D el mismo mo­
do que la mercancía es unidad inmediata de valor de uso y de valor de cam­
bio, el proceso de producción es unidad inmediata del proceso de trabajo y
del proceso de valoración", citado por PA LLO IX, op. c., p. 120.
Jean Paul de Gaudemar
108

se expresa de tal forma que parece caer en el mismo vértigo que


denuncia: "en el proceso de producción inmediato se fusionan, se
combinan dos formas del proceso de pr^ . c c i ó n que la mayoría de
las veces están separadas, disociadas en ei análisis de la economía
política que privilegia el proceso de valoración creciente excluyen­
do el proceso de trabajo, excluyendo en consecuencia cualquier
contradicción. La economía política hace como si el proceso de
producción inmediato se redujese a P¡ = Pv- negando que P¡ = Pv +
Pw " 55 ¿Se da cuenta Palloix que al plantear P¡ = Pv + Pw niega
a nivel formal lo que en realidad quiere decir?, ¿qué su diferencia­
ción plantea precisamente los fundamentos de la ruptura, de la
disociación teórica que él reprocha a la economía política clásica?
Porque la cuestión central es sin duda ésta: en la medida en que
la mercancía es en Marx unidad de un valor de uso y de un valor de
cambio, lo que implica que no se puede analizar sin tener en cuenta
lambos aspectos, ¿qué es lo que permite una distinción semejante
entre proceso de producción de los valores de uso y proceso de
producción de los valores de cambio? ¿Cómo se legitima teórica­
mente esta distinción de dos procesos que en la obra de Marx son
^"unidad inm ediata", "unión indisoluble"? ¿No constituye esta
distinción, por el contrario, el fundamento de la impostura teórica
clásica y neo clásica? Es necesario realizar un análisis teórico que
plantee las formas adoptadas por los valores de uso de las mercan­
cías como indisociables (determinadas y determinantes a la vez) de
las formas adoptadas por sus valores de cambio; que plantee asimis­
mo las formas del proceso de trabajo como indisociables de las
formas del proceso de valoración creciente. Y que el objetivo de
este análisis teórico no consista en plantear una diferenciación sino
por el contrario en llegar a pensar una relación de determinación
recíproca en el interior de una unidad dialéctica.
b) En el fondo es la misma crítica fundamental que yo haría a
Palloix en lo que se refiere a su manera de concebir un doble
proceso de trabajo. ¿Por qué intenta distinguir dos aspectos cuando
se trata de analizarlo como "unidad inmediata"?
Más concretamente: al distinguir proceso de trabajo y proceso
de valoración o incluso proceso de trabajo orientado hacia la pro­
ducción de masa (¿se sobreentiende producción de valores de
uso? ), y proceso de reproducción de las relaciones comerciales (¿se
sobreentiende dominio de los valores de cambio? ), Palloix induce a
la idea de que estos dos procesos pudieran estar sometidos a princi­
pios motores diferentes. ¿Es tan distinta esta idea, en lo que con­
cierne al primer proceso, de la visión propagada por la economía
política clásica y neo-clásica de un dete. r T.nismo tecnológico exte-

ss C. PALLOIX: op. c „ p . 120.


Para una genealogía de las formas de disciplina
109

rior a la esfera de producción y reproducción del capital, con


ceptualizado como "progreso técnico" en los modelos de creci­
miento? ¿Es tan distinta a la de una "lógica industrial" que tras­
cendería las diferencias entre los modos de producción: V además
¿cómo comprender e interpretar entonces la evolución del proceso
histórico de trabajo si se distingue artificialmente el modo de ges­
tión de la fuerza de trabajo (incluido por Palloix en el segundo
proceso) y la forma de ejercitarlo (incluida en el primero)? Estas
cuestiones son tan evidentes y pertinentes que Palloix tenía sin
duda que planteárselas, pero desgraciadamente sin obtener la con­
clusión que se impone en lo que se refiere al estatuto de la distin­
ción entre ambos procesos. A sí:
" E s necesario recordar que las modalidades "técnicas" de los
diferentes procesos de trabajo —o procedimientos de fabricación-
han sido modeladas progresiva e históricamente por las condiciones
de valoración creciente del capital, así como por las modalidades
del proceso de reproducción real, que continúan siendo los factores
motores a este nivel y que sólo ellos pueden dar cuenta de las
modificaciones que se producen en la evolución del proceso de
trabajo en las distintas ramas y secciones de la producción social.
De esto se deduce que no puede decirse nada sobre la evolución
del (y de los) proceso de trabajo sin realizar un cierto número de
hipótesis (aunque sean implícitas) acerca de las modificaciones del
desarrollo de la valoración creciente y del proceso de reproducción
real del capital. Por esto es necesario resumir rápidamente las ten­
dencias pesadas (tal como un siglo de observación de prácticas
capitalistas permite registrarlas) concernientes a las condiciones de
los procesos de valoración y de acumulación del capital —y por
tanto las modalidades del proceso de trabajo—, antes de pasar a
formular determinadas hipótesis sobre los factores que pueden in­
fluir sobre dichas tendencias pesadas para m o d ificarlas..."56.
Las pesadas frases de Palloix pueden resumirse así: ¡No se puede
analizar la evolución del proceso de trabajo sin analizar a la vez la
del proceso de valoración o la del proceso de reproducción de las
relaciones comerciales, porque se sitúan en una relación de determi­
nación recíproca! ¿Cuál es pues el estatuto teórico de una distin­
ción que parece impedir el análisis?
c) Si volvemos al punto de partida, a las tesis de Marglin sobre la
emergencia de las formas de control capitalista del proceso de tra­
bajo, la posición de Palloix, crítica respecto a las tesis de Marglin,
resulta incomprensible en relación al texto que precede, porque en
vez de hacer uso otra vez de una distinción falaz, Palloix debería
por el contrario leer el texto de Marglin como una tentativa de

56 C. PALLO IX: op. c.. p. 172.


Jean Paul de Gaudemar
m

precisar esta relación de determinación recíproca entre dos aspec­


tos del proceso de trabajo.
Tomemos como ejemplo a Gorz cuando escribe, en paralelo con
Marglin: "La parcelación y especialización de las tareas, la escisión en­
tretrabajo intelectual y trabajo manual, la monopolización de la cien­
cia por las élites, el gigantismo de las instalaciones y la centraliza­
ción de los poderes que de ellos se deriva, nada de todo esto es
necesario para una producción eficaz. Es necesario, a la inversa,
para la perpetuación de la dominación del c a p ita l"55; Gorz quie­
re decir simplemente no sólo que el capital busca siempre una
técnica de producción que sea a la vez una técnica de dominación,
sino también —y felizmente para nuestras esperanzas socialistas—
que la eficacia productiva no depende necesariamente de estas téc­
nicas de producción. Porque ¿cómo imaginarse que un día será
posible escapar a una marca tan determinante de una tecnología
semejante con el pretexto de que entonces sería una propiedad
colectiva?5 58 •
7
Se podría añadir que además esto conduciría a la idea de que
nada está adquirido de antemano, que existen distintos acoplamien­
tos posibles entre técnica de dominación y técnica de producción
como muestra el esbozo teórico antes desarrollado, que no puede
simplemente afirmarse, como hace Palloix, que el capitalismo se ve
"presionado para organizar los procesos de trabajo de la produc­
ción comercial sobre la única base que le conviene, el sistema jerár­
quico con parcelación de las tareas de concepción y de realiza
c ió n " 59.
En realidad aquí encontramos tesis evocadas más arriba, a saber:
que en el modo de producción capitalista aciente, los empresarios
se encontraron con la necesidad de optar pe. tácticas locales que se
consolidaron más tarde en estrategias de clase, pero que ni estas
tácticas ni estas estrategias estaban preparadas de antemano, que se
modificaron a lo largo del desarrollo capitalista al mismo tiempo
que se modificaban los términos de la relación social misma.

Dicho de otra forma, según Marglin, no sucede como pretende


Palloix que "la parcelación y la subordinación de las tareas no
tendrían nada que ver con la emergencia de la plusvalía", sino que:
1 — Era quizás posible concebir otros modos de extracción de plus­
valía que los retenidos por la burguesía. Al menos, la cuestión
se plantea y la historia, al revelar la multiplicidad de elecciones

57 A. GORZ: Prefacio de la obra citada, p. 11


5 8 Cf. en este punto también a GORZ, op. c., p. 13
59 G. PA LLO IX : op. c.. p. 180
Para una genealogía de las formas de disciplina 111

efectuadas, constituye un comienzo de prueba.La cuestión se


plantea con tanta más fuerza en la medida que hace entrar en
juego la idea de que el capital no se inscribe en el marco de una
historia que la teori'a habría ya escrito, sino que tiende a re­
crear en todo momento las condiciones de su propio desarrollo
y futuro. Nada indica nunca a priori el fin.del capitalismo.
2 — Una vez que la clase capitalista ha efectuado estas elecciones
tácticas y estratégicas, la división de trabajo está, por supuesto
en relación con la emergencia de la plusvalía. Esta división es
en sí misma, como la disciplina, condición necesaria, en el
marco de las necesidades de la reproducción de la dominación
capitalista.
3 — En una palabra, división, disciplina y control jerárquico del
trabajo tienen como objetivo social "no tanto la eficacia técni­
ca" como "la acumulación del capital". Es decir que su eficacia
técnica está siempre subordinada al movimiento de acumula­
ción del capital, y por tanto a la relación de dominación capita­
lista. Lo que equivale a decir que la evolución de las formas de
explotación reenvía siempre a la evolución de la forma median­
te la cual un modo de dominación —y de reproducción de esta
dominación— utiliza las técnicas productivas que le parecen
más adecuadas para sus objetivos: o lo que es lo mismo, equiva­
le a la evolución de la forma mediante la cual las técnicas
productivas son utilizadas como técnicas disciplinarias y a la
inversa. En otros términos las técnicas productivas no tienen,
pese a su pretendida neutralidad social, más que una apariencia
de objetos puesta en entredicho por su utilización.
d) Intentemos rápidamente sintetizar por qué en relación a la
disciplina en el proceso de trabajo capitalista, tengo tendencia a
defender las tesis de Marglin y a criticar las de Palloix.
1 — La tesis de Marglin nos interpela sobre la historia real del capi­
talismo y no sobre nuestra tendencia a reducirlo a un modelo
teórico ya construido, nos impide adoptar las indicaciones de
Marx como hechos consumados60; impide, en fin , conside­
rar únicamente como motor de la historia la racionalización
económica.
2 - La tesis de Marglin que intenta articular técnicas disciplinarias
y técnicas productivas hace posible fundamentar el estatuto
teórico de la disciplina en el proceso de trabajo, en función
incluso de esa relación existente entre técnicas productivas/téc-

60 S. M ARG LIN: Postfacio al texto citado, texto inédito. Harvard, abril


1975, p. 16.
Jean Paul de Gaudemar
112

nicas de control. La disciplina es en el fondo un medio de


trabajo61 . Medio de trabajo subjetivo si los hay cuya histor ia
nos muestra la multiplicidad de apariencias, entre las que figu­
ran los disfraces en objeto mecánico, y también en una parte
de la cualificación de las fuerzas de trabajo. Encontramos aquí
lo que he denominado más arriba el doble proceso de objetiva-
ción/interiorización de la disciplina introducido por el ciclo de
disciplina maquínica.
3 — Por el contrario, las tesis de Palloix presentan un gran inconve­
niente. Al revés que las de Marglin, en lugar de abrir a nuevas
interpretaciones de una historia en realidad poco conocida, nos
encierran en un esquema que corre e1 neligro de incapacitarnos
para pensar incluso las transformación que tienen lugar ante
nuestros propios ojos.
' Palloix es en efecto coherente consiqo mismo: en la medida en
que el fordismo supera al taylorism o62, dando así forma definiti­
va a la extorsión de plusvalía relativa en el proceso de trabajo, todo
lo que ocurre hoy, al nivel de proceso de trabajo, tiene que ser su
repetición, un neo-fordismo por tanto, que no se distinguiría del
fordismo más que por una combinación interna diferente del proce­
so de producción inmediato:
" L a cuestión del enriquecimiento o de la recomposición de las
tareas industriales no parece más que una adaptación de los proce-
í de trabajo destinados a la producción de masa (taylorismo y
fordismo) a las nuevas condiciones de gestión de la fuerza de traba­
jo, a las nuevas condiciones de reproducción de la dominación del
capital en relación a las condiciones de producción del sobrepro­
ducto, que definen una nueva práctica: el neo-fordismo. El neo-for­
dismo corresponde a una tentativa puramente formal de la frag­
mentación del trabajador colectivo, teniendo en cuenta las tensio­
nes sociales que impone la ascensión del despotismo absoluto de la
coordinación de los procesos de trabajo mediante la automatiza­
ción, en diversos colectivos de trabajadores, aparentemente autóno-

61 Reenvío en este caso a la manera como Marx define en sentido amplio


el medio de trabajo en tanto que uno de los tres elementos en los que se des­
compone el proceso de trabajo: El Capital, op. c., tom o I, p. 181, "E l me­
dio de trabajo es una cosa o un conjunto de cosas que el hombre interpo­
ne entre él y el objeto de su trabajo a modo de conductores de su acción
(p. 181)... Además las cosas que sirven de intermediarios.de conductores de
la acción del hombre sobre su objeto, los medios de trabajo comprenden, en
un sentido amplio, todas las condiciones materialesque, sin formar parte d i­
rectamente de sus operaciones, son no obstante indispensables o cuya falta
las haría defectuosas" (p. 183).
62 C- PALLO IX: op. c „ p. 174.
Jean Paul de Gaudemar
113

mos, pero constreñidos más que nunca a someterse a la lógica del


capital, es decir, a someterse en este caso a la lógica del trabajador'
colectivo, en el modo de producción capitalista"63.
Si consideramos pues el aspecto operativo (! ) de la distinción
señalada más arriba entre proceso de trabajo y proceso de repro­
ducción de la dominación del capital, se debe también deducir de
este texto que el proceso de trabajo ha alcanzado con el fordismo su
forma capitalista definitiva ("tentativa puramente form al") y que
las únicas modificaciones que pueden en adelante concernirle reen­
vían a su relación con el proceso de valoración, reenvían a la forma
de comportarse en tanto que "medio del proceso de valoración"64 .
Y esta es a grandes rasgos la interpretación que Palloix arriesga
sobre la crisis actual de capitalismo al f inal de su obra65. La c ri­
sis como "crisis de las condiciones de producción de la plusva­
lía ", sería una "crisis del proceso de sumisión del proceso de traba­
jo al proceso de valoración", cuya solución "económica y po lítica"
no podría más que situarse al nivel de la constitución de una nueva
división internacional del trabajo"66..
Una pregunta: ¿ Y si el fordismo no fuese la forma definitiva de
organización del proceso de trabajo para la extorsión de plusvalía
relativa, precisamente porque es imposible distinguir teóricamente
proceso de trabajo y proceso de valoración, del mismo modo que es
imposible distinguir modo de aplicación y modo de control del
trabajo, modo de ejercicio y modo de disciplinarización del traba­
jo? ¿ Y si, por el contrario, viviésemos una crisis que sería ante
todo crisis de técnicas disciplinarias, crisis de las formas de discipli­
na, de las formas de jerarquía que la encarnan, de las técnicas
productivas que la objetivan? ¿Y si viviésemos por el contrario,
frente a las luchas populares, el comienzo de un nuevo cambio
importante del proceso de trabajo comparable al provocado por el
taylorismo y el fordismo? ¿Si estuviésemos ante la aparición de un
nuevo ciclo disciplinario que comienza a sustituir progresivamente
a los ciclos largos mencionados a títu lo de hipótesis en la primera
parte? ¿Un nuevo ciclo cuyas experiencias de recomposición de las
tareas no serían sino tácticas locales esbozadas que todavía no han
alcanzado una forma d e fin itiva?; ¿un nuevo ciclo en el que estaría

63 C. PALLO IX: op. c „ p. 185.


6 4 K. M ARX: Un chapitre inédit, op. c., p. 143 y 145. Citado por PALLOIX
op. c., p. 1 2 2 .
6 5 C. PA LLO IX : op. c., ps. 209 y ss., y concretamente p. 215 en la que de­
fine la crisis como "crisis de las condiciones de producción de la plusvalía, o
crisis del proceso de sumisión del proceso de trabajo al proceso de valoración
creciente".
66 C. PALLO IX. op. c., p. 224.
Jean Paul de Gaudc. v
114

llamada a jugar un papel importante la apropiación colectiva ficti­


cia de los medios de producción por los trabajadores, y las formas
más sutiles de integración del trabajo a la reproducción real y sim­
bólica del capital?

III

Lo que precede me lleva a concluir enunciando un determinado


número de investigaciones históricas indispensables tanto para veri­
ficar las hipótesis de trabajo expuestas, como para intentar ayudar
a comprender la situación actual, la naturaleza de la crisis contem­
poránea. Me centraré en la formación social francesa, pero es evi­
dente que un estudio completo debe ser comparativo, que el análi­
sis de las diferencias entre lo que ha pasado en Francia, en Inglate­
rra, en Alemania, o en otras partes, enriquecerá la teoría del modo
de producción capitalista y de sus formas de reproducción.
^ No disponemos todavía de una historia general de las disciplihas
productivas. Si bien los historiadores proporcionan los primeros
elementos, Marglin está sin duda entre los primeros economistas
que se ha arriesgado a hacerlo, de una manera que ayuda a com­
prender la génesis del capitalismo industrial de forma relativamente
sistematizada, aunque menos rica y convincente en el plano históri­
co'que los trabajos por ejerViplo de M. Dobb67. De todas formas
Marglin trata solamente de un momento particular de esta constitu­
ción progresiva del capitalismo industrial, momento del paso de la
subordinación formal a la subordinación real del trabajo al capital,
momento en el que concretamente el sistema de las manufacturas y
luego el de las fábricas se impone al putting-out system , momento
disfrazado por los historiadores con el término de "primera revolu­
ción industrial". Además estas referencias históricas conciernen
esencialmente sólo a Gran Bretaña. Su trabajo es pues insuficiente
en relación a las cuestiones aqui planteadas. Y he intentado mostrar
que, precisamente porque "el capitalismo industrial no ha tomado
el poder de un solo golpe" porque "su progresión se hizo más bien
por etapas y de forma irregular"68, concretamente en Francia, es
prematuro considerar solamente el mor. : to de aparición sistemá­
tica de la fábrica y de la. rmas específicas de división del trabajo
que ella engendra, como el que fija definitivamente los rasgos de la
disciplina capitalista en el proceso de trabajo. En concreto, una vez

67 M. DOBB: E tudes sur le dévelopment decapitalisme. Maspero, 1969.1Ree­


ditado recientemente).
68 S. MARG LIN: o p .c .,p . 81.
Para una genealogía de tas formas de disciplina
115

admitido el papel de la disciplina de fábrica, y de los modos de


control del proceso de trabajo que la caracterizan, queda por plan­
tearse el tipo de disciplina puesto en práctica en cada tipo de
empresa capitalista, en cada tipo de formación social; plantearse el
tipo de disciplina, es decir, la adecuación de las formas disciplina­
rias a los objetivos productivos fijados en materia de acumulación
de capital y de reproducción de las relaciones sociales de domina­
ción. La disciplina de fábrica no es una ni en el tiempo ni en el
espacio. El análisis de su diversidad y de sus transformaciones no
proporcionaría solamente los elementos decorativos de una investi­
gación histórica realizada a partir de un modelo ya construido,
dado de antemano, sino que sería una contribución fundamental al
análisis del modo de reproducción.
En el caso concreto de Francia, ¿de dónde viene la disciplina tal
como aparece en las primeras manufacturas y fábricas?; ¿cómo se
transforma?; ¿cómo la utilizan esos patrones de la infancia del
capitalismo, esos primeros empresarios, para hacer posible el traba­
jo colectivo, para hacer que sea aceptado el encierro cotidiano en la
fábrica?; ¿de qué reglas, de qué recetas se sirven?; ¿importan al
mundo industrial que comienza a emerger recetas ya experimenta­
das en otros lugares?; ¿o consiguen un nuevo tipo de disciplina
colectiva que a partir de entonces forma parte de la colección de
modos de dominación al lado de formas más antiguas como la
familia, el cuartel, la prisión, el hospital general o el convento? .
Como ya he indicado, la historia del desarrollo capitalista trans­
curre a semejanza de una búsqueda ininterrumpida de una discipli­
na en el proceso de trabajo adecuada a los objetivos de la acumula­
ción, una búsqueda de técnicas disciplinarias industriales fundadas
no ya sobre la transposición de un modelo exterior a la fábrica
(concretamente el modelo panóptico) sino encontrando sus resor­
tes esenciales en la forma misma del.proceso de trabajo capitalista.
¿Cómo verificar entonces el entrelazamiento de los tres ciclos lar­
gos de la tecnología disciplinaria que he denominado ciclo panópti­
co, ciclo de disciplina extensiva, ciclo de disciplina maquínica? .
En último término disponemos de pocos trabajos realizados
porque se trata de cuestiones qué ni los economistas ni los his­
toriadores se plantean6.9 . Existen por supuesto los archi-6 9

6 9 Para poner un ejemplo, he buscado en vano en los 12 números de la revis­


ta Histoire des Entreprises. publicada por B. G ILLE entre mayo de 1958 y no­
viembre de 1963, un sólo artículo que tratase de las técnicas disciplinar ias.
La historia de las empresas de G ILLE es la historia de sus fundadores de la
circulación de su capital, del desarrollo de sus productos, de su relación con
los bancos, etc., pero de los obreros no se dice nada. Proceso sin duda sin
sujetos...
Jean Paul de Gaudemar
116

vos70 pero el tratamiento de los datos resulta d ifíc il; también exis
te sobre todo una superabundante literatura oficial que florece, so
bre todo en la mitad del siglo X IX , sobre la condición obrera y la
'cuestión social"71 7
. Conjunto importante y d ifícil de manejar del
2
que se puede, con precaución, exhumar no sólo la constitución pro­
gresiva de la empresa a partir de un principio panóptico, sino también
la emergencia de los otros modos disciplinarios evocados a título de
hipótesis7 2 .

Esto no es tan exacto felizmente en lo que se refiere a las demás obras de


B. GIL LE. Cf. concretamente:
— Recherches sur la form ation de la grande entreprise capitaliste (1815-18481
S.E.V.P.E.N. 1959.
— Les origines de la grande industrie métallurgique en France (1661-17891.
Domat-Montchrestien. 1967.
Existen algunas obras de vulgarización que sor ’ iuy útiles. Cf. por ejem­
plo: C. FOHLEN: Le travail au X IX e siécle. PUF. Que sais-je?
^ J . KUCZYNSKI: Les origines de la classe ouvriére en France, Hachette,
1967.
o Historias del trabajo más o menos monumentales. De tipo bastante conciso
es la deG. LEFRAC: Histoiredu travail et des travailleurs. Flanmarion, 1975.
Reciente y bien hecha; de tipo monumental, los 35 volúmenes en alemán de
J. KUCZYNSKI: Die Gesthichte der Lageder Arbeiter unterdem Kapitalisms.
Akademic Verlag. Berlin. Apasionantes pero poco accesibles y dogmáticos
en el fondo. En fin , revistas como Le Mouvement Social que publica regular­
mente artículos que poco a poco van dando una visión coherente del tema de
la disciplina (en especial el núm. citado consagrado al nacimiento de la clase
obrera) y Flévoltes logiques dirigida por J. RANCIERE.
70
No enumeraré sus fuentes. En concreto puede consultarse el apasionante
(aunque parcial y ya un tanto absoleto) inventario confeccionado por J.
MAITRON y M. PERROT en "Sources, institutions et recherches en histoire
ouvriére franpaise". Le mouvement Social, núm. 65, oct.-déc. 1968.
71
Dos referencias útiles:
M. PERROT: Enquétes sur la condiction ouvriére en France au X IX e sié­
cle, Index bibliographique. Hachette.
M. de CRECY: Bibliographie analytique des enquétes effectueés par or-
dre du Ministére du Commerce et de l'Agriculture de 1800 a 1918, Histoire
de Entreprises, núm. 10, novembre 1962.
pueden verse además los antiguos pero siempre ricos trabajos de'E. LEVA-
SSEUR: Histoire des classes ouvriéres et de l'industrie en France, 1789-1810.
A. Rousseau, 1903. Y de G. DUVEAU: La vie ouvriére sous le Second Em­
pire. Gallimard, 1946. Mejor que nadie a veces, han sabido sintetizar los re­
sultados de las grandes encuestas de Villarmé, Audiganne, Reybaud, Turgan
y otras.
72
Estudio a punto de aparecer, que intenta mostrar la articulación concreta
de las disciplinas de fábrica con otros modos de disciplioarización social.
Para una genealogía de las formas de disciplina
117

Uno de los instrumentos privilegiados de la observación históri­


ca, es asimismo el análisis de los reglamentos internos de las empre­
sas, vehículos formales privilegiados del modo de disciplina. E r
ellos aparecen con frecuencia claramente las ideologías y las prácti­
cas patronales. Sobre este punto Meiucci ha proporcionado una
importante contribución73. Pero queda por analizar de manera
precisa cual fue ei papel del Estado en este tema, poco inclinado
aparentemente durante mucho tiempo a intervenir en este cam­
po74. Ya que el papel del Estado es sobre todo un índice importan­
te del grado de constitución de una estrategia unificada de la clase
capitalista. Será preciso, en concreto, preguntarse por qué en Fran­
cia, bajo la III República, el Estado se propone intervenir en la
elaboración de los reglamentos internos de las empresas sin llegar,
por otra parte, a conseguirlo75. En general, en Francia el período
que va desde la gran depresión de los años 1880 —comienzos de la
III República—, al alba de la Repúbica radical, parece ser el que
delimita la emergencia de lo que he llamado ciclo de disciplina
maquínica para indicar ese doble proceso de objetivación/interiori-
zación de la disciplina. Emerge solamente en tanto que problema y
en consecuencia como solución a alcanzar más que como realidad.
De hecho las primeras experiencias tayloristas no aparecen en Fran­
cia hasta principios de siglo, y no tienen éxito, siendo más obstacu­
lizadas por los patronos que por los obreros76. Esta lentitud,
propia de Francia, según parece, habrá de interpretarse en función
de la particular configuración de las relaciones existentes entre las
clases sociales bajo la III República. El desarrollo del movimiento
obrero organizado desempeña aquí un papel importante, pero que
está lejos de ser evidente: pues si bien la organización obrera lucha,
concretamente, contra los aspectos más despóticos de la disciplina

7 3 A. MELUCCI: Idéologies et pratiques patronales pendant l'indistrialisa-


tion capítaliste: le cas de la France. Thése de 3eme cycle. E.H.S.S. París,
1974. Y, del mismo autor: Action patronale, pouvor, orgamsation. Régle-
ments d'usine et controle de la main-d'oeuvre au X IX 4 siécle. Le Mouvement
Social, núm. 97, op. c.
74 En lo que se refiere a comienzos del siglo XIX puede verse BOURGIN:
Les patrons, les ouvriers e t l'E tat, tres tomos de archivos clasificados publica­
dos entre 1920 y 1940. Existe además una literatura jurídica relativamente
abundante.
75
Estudio a punto de aparecer.
76 *
Cf. sobre este punto a A. MOUTET: Les origines du systéme Taylor en
France. Le point de vue patronal 11907-1915). Le Mouvement Social núm.
93,oct-déc. 1975.
Jean Paul de Gaudemar
118

de fábrica, contribuye también al nacimiento y a la propagación de


las múltiples formas de la "democracia industrial", herramienta
base del discurso social-demócrata pero también heredera de los
modos de la organización industrial tales como el regateo o de los
discursos "asociacionistas" del siglo X IX . Por otra parte la organi­
zación obrera, concretamente en su forma sindical, instaura, frente
a la jerarquía capitalista, su propia jerarquía (y en consecuencia su
propia disciplina), fundada sobre el principio de delegación. ¿Qué
relaciones mantienen pues, respecto a los modos de regulación y de
disciplinarización social, la disciplina maquínica y la delegación
sindical? Nos encontramos aquí, verosímilmente, en los comien­
zos de tanteos patronales o reformistas contemporáneos en materia
de democracia industrial77.
Se plantean a continuación otra serie de cuestiones. A la pregun­
ta hasta ahora hecha del ¿por qué y cómo de la disciplina? , se ha
respondido, en general, invocando la voluntad patronal de asentar
su control de una forma cada vez mayor, no por el mero hecho del
poder sino para imponer un ritmo óptimo de acumulación del capi­
ta l y para reproducir su dominación de ciase. A esta pregunta se
debe añadir esta otra: ¿"Investido con qué legitimidad el patrón
debe presentarse como tal?" Dicho de otro modo, no se trata
solamente de comprender por qué el patrón intenta imponer su
disciplina, o al menos la forma de disciplina que en un momento
dado le parece la mejor, sino también por qué la disciplina es
aceptada por los trabajadores. Se acostumbra a responder a esta
cuestión —implícitamente la mayor parte de las veces lo que signifi­
ca que no se la tiene en cuenta78 — diciendo que la disciplina es
aceptada por los trabajadores porque no pueden sino someterse a
ella, al encontrarse presos en la coacción directa, el chantaje del
salario o más simplemente del empleo; o también porque sin ella la
producción sería técnicamente imposible. En este punto se mezclan
dos argumentos: por una parte los obreros no podrían hacer otra
cosa, y por la otra aceptarían una disciplina que considerarían

Basta para convencerse leer el fíapport Sudreau sobre la reforma de la


empresa. 10/18, 1975.
78
Los historiadores comienzan a interesarse por ella. Un ejemplo lo consti­
tuye el interesante seminario de Historia social organizado en la Maison des
Sciences de l'Homme en abril de 1977 por M. LEVY-LEBOYER sobre el te­
ma de "la patronal durante la segunda industrialización".
Para una genealogía de las formas de disciplina 119

necesaria, indispensable para realizar su trabajo, lo que en Francia


sobre todo no corresponde en absoluto a la mentalidad de los
obreros del siglo X IX 70
Este punto abre pues un amplio campo de investigación y de
interrogantes: ¿Qué es lo que fundamenta la legitimidad patronal
para los obreros? ¿Esta imagen de la legitimidad perdura a lo largo
del tiempo bajo la misma forma? ¿O por el contrario adopta dis­
tintas formas, cuáles y por qué? ¿Y a la inversa, qué formas de
rechazo de esta legitimidad patronal aparecen? ¿ Y en que formas
de rechazo de la disciplina se traduce esto?
Sería interesante poder verificar la tesis según la cual las formas
bajo las que la patronal intenta fundar la legitimidad de su domina­
ción económica y social se modifican bajo el efecto de los rechazos
obreros con los que choca. Que queriendo cambiar de imagen, los
patronos cambian también de disciplina. Conviene estudiar particu­
larmente la forma cómo progresivamente, una legitimidad regalista
fundada en la simple propiedad del capital o en virtud de la iniciati­
va fundadora de la empresa, es sustituida por una legitimidad fun­
dada en el trabajo que se considera hacen los patronos, al presentar­
se como los que proporcionan y dominan las técnicas. En suma,
¿qué hacen los patronos para aparecer, a partir de un momento
determinado, d ifícil de precisar, como hombres que hacen, que
crean*0 , cuando, por el contrario, la imaginería popular los ha
presentado durante tanto tiempo como los que no hacen nada? .
¿Cómo emergen, concretamente a través de la figura del ingenie­
ro, la legitimidad tecnocrática, y más tarde, con motivo de la guerra
del 14, la legitimidad nacional, en el momento en que la legitimidad
de la propiedad del capital no basta para hacer válida socialmente la
legitimidad patronal7 81. Y estas dos formas de legitimidad con-
0
8
9

7 9 Esta mentalidad no cambia hasta finales del siglo X IX , momento e.i el


que se manifiestan abiertamente las primeras formas de saint-simon.smo
obrero.
Cf. por ejemplo el informe de V. D E LA H A Y c sobre la Exposición
Universal de Amsterdam de 1883 y el comentario que hace M. PERROT en
"Comment les ouvriers parisiens voyaient la crise d'aprés l'enquéte palamen
taire de 1884" Mélanges offerts á E. Labrousse 1974.
El tomo de V. DELAHAYE es muy diferente del de los textos obreros
escritos en la priemra mitad del siglo X IX. Cf. por ejemplo "L a parole
ouvriére" textos reunidos y comentados por A. FAURE y J. RANCIERE.
80 El titu lo de la obra de S. MARG LIN: "What do bosses do?" me parece
desde este punto de vista, muy bien elegido. *
81 Cf las diferentes comunicaciones al seminario ya citado de Lévy-Leboyer
Jean Paul de Gaudemar Para una genealogía de las formas de disciplina
120 121
quistadas por la patronal ¿no son la otra cara de las tecnologías de un éxito histórico, la cara industrial de esta "Democracia Social"
control inauguradas por la disciplina maquínica y el principio de que, desde comienzos de siglo a través de figuras tales como A.
delegación? . Millerand, A. Briand 84, o A. Thomas 115, constituye el pivote
Emergen, igualmente, en el análisis de las formas de disciplina,
doctrinal de la social-democracia.
de su estatuto económico y social, las formas de lucha y de oposi­
Sería preciso entonces invertir la opinión común según la cual
ción obrera contra los tipos de disciplinas sucesivamente impuestos.
no existe democracia sin disciplina para afirmar que, al menos en
Formas de luchas, formas de rechazo que no todas responden a
materia industrial, llega un momento en que no hay posibilidad de
cánones contemporáneos. No son necesariamente organizadas, ni
disciplina sin democracia. ¿La "democracia industrial" constituye
colectivas, ni se sitúan necesariamente en la fábrica, ni son necesa­
la forma más elaborada de disciplina?
riamente cuantificables, sino que escapan con frecuencia a una me-
La importancia de esta cuestión aparece clara en la actualidad.
maria colectiva burocrática. Son sin duda y durante mucho tiempo,
¿Los ciclos de disciplina panóptica, extensiva, maquínica están en­
más absentismo, descuidos, pereza respecto al trabajo, mayor liber­
gendrando a través de la crisis contemporánea de las econom fas
tad de movimientos que huelgas disciplinadas82. 1ncluso antes
capitalistas occidentales y del ascenso político de la social-democra­
que nada son indisciplinadas, ya que rechazan profundamente la mo­
cia, el ciclo disciplinar de nuestro futuro tal vez inmediato, el de la
vilidad forzada, la adaptabilidad creciente a las exigencias de la
"disciplina democrática"?
acumulación del capital 83. Son indiscipli , 'las en la medida en
que existe una disciplina que se manifiesta orno pura coacción
externa. Plantean pues muy pronto, desde el punto de vista patro­
nal, la necesidad de una forma de disciplina susceptible de ser
interiorizada. Permiten pues estudiar las razones del paso de una
tecnología disciplinaria a otra, los modos de cabalgamiento de l!'S
éiclos largos de estas técnicas disciplinarias.
Falta comprender las reacciones obreras a estas diferentes tecni-
cas y concretamente a la disciplina maquínica y a los usos discipli­
narios a los que puede prestarse el principio de delegación. ¿Con­
viene entonces entender la victoria de estas dos formas sobre la
“ indisciplina" obrera como si se apoyasen en tendencias existentes
ya en el movimiento obrero mismo?
La fuerza de la "democracia industrial" naciente ¿provendría
igualmente de los apoyos que habría encontrado por una parte en
el saintsimonismo latente en una de las fracciones ma s cualificadas
de la clase obrera, y por otra parte en las formas mismas de la
organización sindical? Nosotros tendríamos así, en la búsqueda de

84
La "Démocratie Social” fue por otra parte el título de una revista de cor­
ta duración publicada de 1909 a 1911 c o ^ órgano pol ítico del grupo Briand
que comprendía entre otros a A. Thomas.
Cf. M. REBERIOUX: La République Radicale? 1989-1914. Seuil, points/
2 Sobre este punto se espera con impaciencia la aparición de la obra prome­ Histoire, 1975, ps. 141-142.
tida por M. PERROT cuya tesis "Les ouvriers en gréve 1871-1890”, 2 vols.
Mouton, 1974, constituye ya una contribución muy importante. 115 El papel de A. THOMAS será sobre todo importante durante la primera
S3 , guerra mundial: Sub-Secretario de Estado para el Armamento hasta 1917,
Intento proporcionar un marco teórico para el análisis de este fenómeno: juega un p^ape político y económico importante. *
J.P. de GAUDEMAR: Mobilité du travail et accumulation du capital. Maspe- Cf. la recopilación colectiva "1914-1918, L'autre front''. Cahier núm. 2
ro, Col. Economie et Socialisme, 1976. del Mouvement Social. Les Editions Ouvriéres, 1977.
II
L A E S C U E L A O B L I G A T O R I A Y L A IN V E N C IO N
D E L A I N F A N C IA A N O R M A L (*)

Fruncirte MUEL

El movimiento en favor de la infancia anormal nace oficialm en­


te en 1904 con la instauración, realizada por el Ministerio de Ins­
trucción Pública, de una comisión cuyo objetivo es estudiar los
medios a aplicar para asegurar la instrucción primaria, no sólo a los
ciegos y sordomudos, sino también a todos los niños anormales y
retrasados*1. El trabajo de esta comisión conducirá a la ley del 15
de abril de 1909 que crea las clases y los internados de perfecciona­
miento. El movimiento es sin embargo más antiguo y se manifiesta
a partir de 1890 a través de múltiples congresos, asociaciones de
salvaguarda o patronatos, intervenciones oficiales de médicos en
torno a la administración y a los funcionarios de enseñanza prima­
ria en su marco profesional.
Una primera revisión de los documentos de la época histórica
considerada (discursos políticos y científicos, características socio­
lógicas de los productores de los discursos, informaciones acerca de
las instituciones y prácticas institucionales) ha puesto de relieve el
interés que podía tener una aproximación histórica, en la perspec­
tiva de un estudio sociológico de la red institucional “ infancia ina-

(•) Publicado en la Rev. Actes de la recherche en Sciences Sociales, n .° 1,


enero 1975, págs. 60-74.
1 Arch. I.P.N., dossier 113, proyecto de ley que tiene por objeto la crea­
ción de clases y de escuelas de perfeccionamiento para los niños anormales,
presentada a la Cámara de Diputados en 1907.

- 123 -
Francine MuéI
124

daptada": proceso de institucionalización de un aparato de control


simbólico a finales del siglo X IX .
En el campo médico-pedagógico se trata en un primer tiempo
del proceso de institucionalización y de la constitución de un cor-
pus científico —uno y otro construyéndose en interacción recípro­
ca— cuyo análisis perm itiría, por una parte, comprender lo que los
sistemas de clasificación (nosografía psiquiátrica y métodos de me­
didas psicológicas referidas a la infancia) deben a los intereses so­
cio-económicos de los productores de sistemas de clasificación y,
por otra, extraer del discurso científico un discurso político y so­
cial que permita reconocer las funciones sociales que cumplen di­
chas instituciones. Nos referimos en este caso al análisis teórico
realizado por P. Bourdieu: "si se toma en serio a la vez la hipótesis
durkheimiana de la génesis social de los esquemas de pensamiento,
de percepción, de apreciación y de acción y el hecho de la división
en clases, se ve uno obligado a formular hipótesis de que existe
una correspondencia entre las estructuras sociales (hablando con
propiedad, estructuras de poder) y las estructuras mentales, corres­
pondencia que se establece a través de la estructura de los sistemas
simbólicos, lengua, religión, arte, e tc ." 2.E l período durante el
cual se constituye este nuevo campo científico se caracteriza por
un despliegue de creaciones institucionales en el dominio de la
educación social, creaciones entre las cuales la instrucción primaria,
gratuita, obligatoria y laica constituye el armazón de base. Los
discursos y las prácticas institucionales hablan de orden social y de
control del desorden (desorden doméstico o del hogar, del presu­
puesto obrero, del vestido, de la calle, de las costumbres y de los
movimientos musculares): la Comuna de París no está lejos. "Des­
pués de los inolvidables dolores de 1870, Francia coloca en el
primer puesto de sus imperiosos deberes la reorganización del ejér­
cito y la reorganización de sus escuelas"3. Este período posterior
al cataclismo ofrece al lector de hoy una masa de documentos
escritos en los que la lucha de clases se expresa abiertamente y
donde la ideología científica no oculta todavía las funciones socia­
les de las instituciones. Todo acontece como si los eruditos, al
mismo tiempo que se forman mercados nuevos y bien defendidos,
definiesen al ciudadano ideal del reino de la paz social. Los impera­
tivos del sistema de producción económica, señalando las caracte­
rísticas de la mano de obra necesaria en las fábricas, son también

2 P. BOURDIEU, "Genése et structure du champ religieux", Revue franpai-


se de sociologie, 1 2, 1971, p. 300.
3 Arch. I.P.N., dossier 113, manuscrito de Gustave Baguer. (G. Baguer, d i­
rector del Instituto de sordo-mudos de Asniéres, miembro de la comisión de
1904, es uno de los propagadores con más celo del movimiento).
La escueta obligatoria
125

directamente expuestos. "Se fabricarán de los no-valores sociales con


frecuencia enojosos, seres capaces de entrar en la vida de los norma­
les o al menos entidades capaces de proporcionar un trabajo útil y
de disminuir así sus gastos de mantenimiento (...). El fin de la
educación de los retrasados parece resumirse en esta frase de Se-
guin: "dar a estos enfermos la capacidad de hacer un trabajo cuyo
producto compense sus gastos", o, en otra de Sollier. "m áxim o de
educación práctica, minimo de instrucción escolar."4 .
Una aproximación histórica debe permitirnos no caer en la ilu­
sión de una autonomía absoluta del campo médico-pedagógico.
" L o mismo sucede con el derecho: desde que la nueva división del
trabajo se instaura y crea juristas profesionales, se abre a su vez un
campo nuevo, autónomo, que siendo dependiente de un modo ge­
neral de la producción y del comercio, posee no obstante una
capacidad particular de reacción sobre estos dominios ( ...), el juris­
ta se imagina que opera mediante proposiciones a priori cuando no
son sin embargo más que reflejos económicos."5 .
No se trata aquí de hacer una crítica interna de las primeras
teorías psicológicas a la luz de los recientes descubrimientos de la
psicología del niño sino de plantear la relación existente entre estas
teorías y la sociedad de la época, relación que ciertos au to ra defi­
nen ellos mismos así: " L a ciencia pura y desinteresada conserva
adeptos, pero crece el número de los que buscan a la ciencia aplica­
ciones prácticas y útiles, o, que más bien piensan en la sociedad que
en la ciencia; lo que los sabios intentan estudiar son fenómenos
sociales dirigibles, proporcionando así a los hombres de acción, que
suelen ser con frecuencia empíricos, el tesoro de métodos más
precisos".6 .

Orden moral y valores nuevos

Desde finales del siglo X IX (después de la Comuna) hasta 1914


aparece en la sociedad francesa un conjunto numéricamente consi­
derable de instituciones de encuadramiento ideológico que pueden
calificarse como órganos del deber social. Estas instituciones (aso­
ciaciones, comités, ligas, sociedades patronales, etc.) se consagran
esencialmente a la educación en el sentido amplio, de niños pero

4 Dr. G. Jacqum, "De l'assistance et de l'education des enfants arriérés.


Rapport au 3.e Congrés d'assistance publique et de bienfaisance privée. Bor-
deaux, 1903.
5 Engels, Lettre á Contad Schmidt (27 oct. 18901.
6 A. Binet et Dr. Th. Simón: Les enfants anormaux, guia para la admisión
de los niños anormales en las clases de perfeccionamiento, París, A Colín,
1907.
Francine Mué/
126

también de adultos, y tienden a fabricar en nombre de la "previsión


social", a individuos cuyo comportamiento debe ser a partir de
entonces previsible. La razón social, legible en su denominación, de
las sociedades de educación social —cuya lisia fue publicada por
L'Essor, revista laica mensual de las obras de educación— que apa­
recieron a partir de 1905, nos informa a este respecto: Liga france­
sa de la enseñanza. Sociedad nacional de conferencias populares,
Unión de los filotécnicos. Sociedad popular de bellas artes, Unión
democrática para la educación social. Sociedad de los padres educa­
dores, Sociedad Franklin, Sociedad libre para el estudio psicológico
del niño. Sociedad de estímulo al bien. Protección de la infancia
abandonada. Sociedad de estímulo a la mutualidad. Sociedad de
propaganda colonial, Unión francesa antialcohólica. Alianza de hi­
giene social. Liga francesa de la moralidad pública, Unión de las
spciedades francesas (le deporte atlético, etc.
En el X IV congreso de la Liga de la enseñanza, en 1894, León
Bourgois declara: "Los espíritus tienen necesidad iay! de higie­
nistas y de médicos igual que los cuerpos; ¡Cuántas bellas batallas
hay que dar contra las enfermedades de los espíritus! ¡Cuántos
prejuicios que combatir o destruir! Son los prejuicios los que
conducen a ciertos obreros a ver en todos los patronos, egoístas, y
también a ciertos patronos a ver en los obreros, descontentos (...).
La autoridad interior debe dominar sobre la autoridad exterior"
7. L. Bourgeois, presidente de la comisión de 1904 que trata de
las «lases especiales, aparece como un representante ejemplar de la
clase política de la época. Hijo de un relojero de París, entra en la
administración pública al finalizar sus estudios de derecho; nombra­
do prefecto, "presta importantes servicios" durante la huelga de
Carmaux en 1882 con ocasión de lo cual adquiere una reputación
de "negociador social"; diputado, senador de la Izquierda democrá­
tica, Ministro y Presidente del Consejo, propone proyectos de ley
sobre asociaciones, dispensarios de higiene social, jubilaciones de
obreros, etc. Presidente de la Liga de la enseñanza, miembro del
Consejo Superior de la Asistencia pública. Presidente de la Socie­
dad para la educación social etc, es el creador del concepto político
de "solidarism o"7 8.
El movimiento en favor de la infancia anormal, tanto a nivel de
los individuos que lo reivindican como al de las instituciones que lo
fijan, no puede ser aislado de un movimiento más amplio que se
refiere a "la infancia en peligro" (la higiene contra la leche conta­
minada, la moral contra la calle contaminante, el patronato contra
la debilidad de los padres y la delincuencia).

7 Bullenn de la Ligue frangaisede l'enseignement, 14, 1894-


8 Grande encydopedie, 1882: Jolly, Dictionnaire des parlamentaires fran-
ganes, dictionaire de biographies frangaies.
La escuela obligatoria
127

Asistencia de la infancia

Los primeros congresos nacionales de asistencia pública y de


beneficencia privada, donde se plantea con mayor fuerza la cues­
tión de la infancia anormal a partir de 1894, son teatro de numero­
sas discusiones acerca de las competencias de la Iglesia y del Estado
en el ejercicio de la caridad. " L a asistencia pública debe tener sus
reglas: se dirige al indigente que, no teniendo medios, estando en
peligro o siendo incapaz, o convirtiéndose en peligro para sí mismo
y para los demás, perecería sin ella (...). Existen espacios de asisten­
cia que son todavía dominio de la iniciativa privada, porque, pues­
tos en manos del Estado, se convertirían en peligrosos creando para
el asistido derechos inadmisibles, como por ejemplo el derecho
estricto al trabajo (...). En fin , existen movimientos de ensayo y de
experiencia que solamente pueden ser realizados por la iniciativa
privada que actúa de punta de lanza descubriendo territorios inex­
plorados"9 .
Todos estos congresos ponen de manifiesto la voluntad de reem­
plazar el concepto de caridad por el de previsión; ya no se trata de
levantar al caído sino de ponerlo en un estado en el que se baste a
si mismo. " E n los talleres se instalan aparatos preventivos que de­
fienden a los obreros de los accidentes del trabajo protegiéndolos
de su propia imprudencia; lo mismo debe hacerse con las enferme­
dades, el alcoholism o."10. E l obrero ideal es el que se controla a
sí mismo; la previsión social es asimismo la racionalización de la
producción.
La asistencia preventiva, es igualmente la divisa de la Alianza de
higiene social, del Patronato de la infancia y de la adolescencia y de
la Unión para la salvaguarda de la infancia (* ). El Patronato "busca

9
Rapport de Pelleport-Buréte, Congres de Bordeaux, 1903.
10 Discours de Casimir Périer au Congrés de prévention sociale, Milán, 1906.
(*) El Patronato de la infancia y de la adolescencia fue fundado en 1890 por
un filántropo abogado parisino. M.H. Rollet, que, en 1920, desempeña las
funciones de juez en el tribunal de niños de París. Su carrera es significativa
respecto al proceso de institucionalización que, desde finales del siglo X IX ,
delim ita en el dominio jurídico y penitenciario un "m ercadode la infancia":
ley sobre la destitución paterna (julio 1889); ley sobre la instrucción ob li­
gatoria de los delitos cometidos por menores (abril 1980), antes devueltos a
sus familiares en el espacio de 48 horas; ley instaurando el i'egimen de liber­
tad provisional y de libertad vigilada (julio 1912). En 1891, los miembros
del Patronato, jóvenes abogados en su mayoría —que en esta ocasión confían
la presidencia de su sociedad a un magistrado ilustre, M. Quesnay de Beaure-
paire, procurador general en la corte de París, crean un Comité para la defen­
sa de los niños llevados a los tribunales que tiene por misión "el estudio, la
discusión y la recomendación de las mejoras a introducir en el régimen legal
Francine Mué/
128

la elevación moral de niños y niñas que, debido a múltiples circuns­


tancias, estarían llamados a convertirse en malos sujetos (...). Obra
de beneficencia y de preservación social (...) nosotros no tratare­
mos nunca de asuntos políticos." En 1913, el Patronato crea un
comité para la protección de niños anormales que imprime un folle­
to para hacer conocer la ley de 1909, estimular a su aplicación
(creación de instituciones) y recoger observaciones sobre los niños
anormales". La Unión (...) tiene por fin buscar, señalarquién tiene el
derecho de recoger a los niños maltratados o que están en peligro
moral. Coloca a los niños ya sea en casas o instituciones de benefi­
cencia, ya sea con patronos en vistas al aprendizaje"11. De entre
los médicos, abogados, filántropos y enseñantes que participan en
estas asociaciones surgirán los celadores y los especialistas del cam­
po médico-pedagógico. Las revistas de estas sociedades y concreta­
mente La Revue philanthropique, serán óraanos del movimiento en
favor de la infancia anormal hasta aproximadamente 1914. El as­
pecto más espectacular de estas afinidades institucionales es la crea­
ción en 1925 de la clínica de neuro-psiquiatría infantil bajo la
doble égida del Patronato de la infancia y de la adolescencia y de la
Facultad de medicina de París. " E l Patronato de la infancia dispone
de un cierto número de centros de internamiento bajo la dirección
de un corresponsal que vigila constantemente a los niños, vigila su
manutención, su vestido, su moralidad; basta, como se ve, añadir a
esta vigilancia la de un médico para que el internamiento se realice
bajo supervisión m édica"1 12. Estas instituciones (beneficencia, previ­
1
sión médico-pedagógica) cuyos fines confesados son distintos, pre­
sentan de hecho numerosos rasgos comunes cuyo análisis preciso
permitirá delimitar las funciones sociales objetivas de este conjunto
institucional. A sí pues, si como parece, los especialistas de la infan­
cia anormal han sido con frecuencia propagandistas de las socieda-

aplicado a la infancia abandonada, desgraciada, viciosa o culpable" IL'enfant,


marzo 1891). Este comité filantrópico estimulará la instauración de los trib u ­
nales para niños y del aparato penitenciario reservado a los menores. En su
lucha abierta contra los padres (obreros) o contra la calle (niños abandona­
dos) este conjunto institucional participa de la misma voluntad deencuadra-
miento de la infancia que la escuela primaria y el campo médico-pedagógico.
De todos modos, los agentes en este caso parecen representativos de otra
fracción de la clase dominante, más "conservadora" y ligada a la iglesia
le: 'Obispo de París concede su adhesión al Patronato en 1891 al mismo
tiempo que el barón E. de Rothschild), que muestra reservas respecto a las
"virtudes" de la escuela primaria republicana.
11 L'enfant, (1), 1891 et Bulletin de l'Union franfaise pour le sauvegarde de
I 'enfance.
12 P. Kahn, Non ce sur la clinique annexe de neuropsychiatrie infantile. Pa-
tronage de l'enfance et de l'adolescence et faculté de médicine. Paris, 1926.
La escuela obligatoria
129

des de patronato, sucede también que los niños concernidos fueron


los mismos socialmente y que del "enderezamiento moral" a la
"ortopedia mental" solamente cambian los nombres; asimismo, los
oficios previstos para los niños pobres reeducados (abandonados,
delincuentes o enfermos mentales) no varían tampoco apenas (jar­
dineros, trabajadores manuales, criados, jornaleros).
Es entre los más pobres de los pobres donde se agazapa el futuro
peligro social. Son precisamente ellos los que no cesarán de salir de
la escuela primaria con la etiqueta de anormales, después de no
haber cesado de entrar en ella. "Una corresponsal que considera
con razón que los niños estarían alejados del peligro de la calle si
fuesen regularmente a la escuela, nos induce a publicar el siguiente
extracto de la ley escolar de 1882 (obligación)"13. "Hasta ahora
de 30 a 40.000 niños fueron dejados fuera de las escuelas a car­
go de la asistencia pública y de la beneficencia privada. Estos ol­
vidados tienen una desgracia común: no puedenserinstruidos
junto con los otros niños, necesitan una pedagogía particu
lar. Se tiene la costumbre de designarlos con un término colee
tivo: los "niños anormales"14. Lo que cambia pues son las deno­
minaciones mientras que se afirma sin cesar la autonomía del mun­
do de la infancia y se separa del de los adultos (niños, enfermos,
jóvenes criminales, etc.) justificando así la creación de un cuerpo
de especialistas inventores a su vez de términos clasificatorios y de
un corpus científico, que ejercen sus funciones en los márgenes de
la escuela primaria.

La seguridad

Los escritos referentes al tema "infancia anorm al", que apare­


cen aproximadamente entre 1 89 01910, ofrecen una serie de dis­
cursos que pueden analizarse a nivel de los términos utilizados
(sentido banal y uso científico ), de las imágenes elegidas (metáfo­
ras, etc.), y de los temas insistentes en tanto que expresión de
fantasmas sociales (el crimen, la propiedad, la calle, el orden, etc.),
y e n tanto que ecos del cataclismo social, que para la clase dominan­
te igual que para los "capacitados", constituyó lo innombrable: la
Comuna de París.
A sí la localización y selección de los anormales está asociada en
todos los discursos al tema de la seguridad (sobre la vida), o más
ampliamente a todo lo que supone una garantía contra los riesgos
imprevistos del futuro. "Ayudando a la sociedad del Patronato de
la infancia, hacéis un buen negocio, una buena inversión al mismo

13 L'enfant. 1,er mai 1891.


14 Arch. I.P.N., dossier 113, manuscrito de G. Baguer.
Francine Mué/
130

tiempo que un acto de caridad. Pagáis en tuerto modo una prima de


seguro contra el ro b o "15. "Este deber además exigido por
nuestro mayor interés ya que, si en un determinado plazo de tiem­
po, no se da satisfacción a lo que tienen de legítimo las reivindica­
ciones de los 9/10 de la sociedad (...), se puede prever una revolu­
ción violenta en la que los que poseen no tendrán mucho que
ganar, y que trastornaría de abajo arriba la organización actual de
la sociedad"161 , (...) "por falta de clarividencia en lo que respecta
7
a la atribución de estos niños a un especialista se deja pasar la época
más favorable para su curación con el grave prejuicio de su futuro y
de la seguridad social (...). Muchos niños que no serían más que
retrasados o inestables en la escuela se convierten, en contacto con
la calle, en vagabundos e incluso en ladrones. El hecho es bien
conocido de los magistrados: es sobre todo frecuente en Pa­
r ís " 17 ■
El tratamiento y localización deben permitir además asegurarse
de la sinceridad del futuro ser social. Absolutamente sintomáticas a
este respecto son las primeras encuestas de la Sociedad libre para el
estudio psicológico del niño referentes a la mentira. Trabajar cien­
tíficam ente sobre la mentira es por otra parte no fiarse de las
apariencias: "Algunos niños son con frecuencia bastante inteligen­
tes para captar con rapidez buen número de las explicaciones que
se hacen en clase, pero uno no está nunca seguro de su atención."
Este tema, acerca del que podrían multiplicarse las citas, apare­
ce en los discursos y en las prácticas de casi todas las instituciones
laicas de asistencia y de educación social. En el campo de la infan­
cia anormal, el proceso de institucionalización se ve subrayado e
ilustrado en la medida en que este discurso sobre la sociedad no se
ha disuelto todavía en un discurso puramente científico. Aparece
en este campo, en este momento histórico, otro tema muy frecuen­
te, que surge en todos los mercados referentes a la infancia: la
familia; tema que va a suscitar la fabricación de un discurso que ya
no llama a las cosas por su nombre y que oculta la cuestión de la
pertenencia de clase. Para el 4 0 % de las familias cuyos niños fueron
recogidos, entre 1887 y 1917, por la Unión francesa para la salva­
guarda de la infancia, se pronunció un juicio de delegación de la
patria potestad. " E l mal ha llegado a tal punto que fue preciso,
hace dos años, crear una ley para suprimir la autoridad paterna a
aquellos padres desnaturalizados que la envilecen y se sirven de ella
únicamente para atormentar a las instituciones caritativas. Sucedía

ls L'enfant, 1891.
16 A. Binet et Th. Simón, op. c.
17
Dr. G. Paul-Boncour et Dr. J. Philippe, Les anomalies mentales chez les
écoliers, París, Alean, 1905.
La escuela obligatoria
131

(...) que en el momento en que el niño ya transformado hacía


concebir las esperanzas más consoladoras, llegaba el padre indigno
invocando la ley y la potestad paterna para que le devolviesen a su
hijo (...). Entre estos padres están nuestros enemigos a los que hay
que combatir además de aquellos otros que deben ser instruidos"
1S. Son incontables las quejas sobre la falta de vigilancia de los
padres, sobre su brutalidad o su mala moralidad. La etimología
retoma estos temas que se convierten con el alcoholismo, la sífilis y
la tuberculosis, en responsables de la degeneración de los niños;
retoma también el de la "fam ilia anorm al", es decir, la familia en la
que los lazos del matrimonio están disueltos o son rechazados por
los padres. Se produce así no sólo la condena de un estilo de vida
arraigado en la educación del niño1 19*, sino que además se funda­
8
menta un discurso científico que va a desarrollar la noción de
interpsicología. " E n cualquier circunstancia encontraremos un obs­
táculo que debemos conocer, me refiero a los padres de nuestros
niños; emplearemos a los niños débiles, corregiremos a los perversos
pero dudo que modifiquemos favorablemente el estado de espíritu
de los padres. Esta es una cuestión de interpsicología (...) de qué
medios de corrección puede echar mano el niño respecto a sus
padres en aquellos casos en los que los padres estén muy desconten­
tos de su conducta"2 0 . .

Los especialistas del encasillamiento

H. Berenger en la Revue des revues de 1898, lanza un grito de


alarma ante el ascenso del "proletariado intelectual", el de los " li­
cenciados e incluso los catedráticos", apoyando sus tesis en las
cifras obtenidas de la obra de L . Liard, L'enseignement supérieur
en France; el número de estudiantes de derecho pasa de 4.000 a
8.800 en 1896, el de los estudiantes de medicina de 1.200 a 8.500,
y el de los estudiantes de letras de 200 a 3.500. Son hombres
nacidos pobres (...) que piden entrar en los cuadros sociales con el
beneficio de sus diplomas, no son bohemios, ni refractarios, sino,
por el contrario, sumisos, aspirantes a burgueses y que terminan
por ser candidatos al hambre". De 2.500 médicos parisinos, la mi­
tad ganan menos de 8.000 francos de salario, es decir, son "proleta-

18 L'enfant, ju lio 1890


19
En 1909. se crea en París el Patronato familiar, protección y tutela en la
familia del niño en peligro moral. En la misma perspectiva, los proyectos ins­
titucionales concernientes a la infancia anormal definen el internado como
la institución ideal.
20 *
Dr. Heuyer, Lefon inaugúrale du coursarwexe de neorópsychiatrie infenti­
le, Patronage de l'enfance et faculté de medicine de Pari's, 1926.
Francine MuéI
132

ríos a no ser que tengan fortuna personal"; de 150.000 maestros los


2/3 están "en una estrechez vecina de la miseria", y para 150 plazas
en París hay 15.000 solicitudes. Si no se toman medidas, estas
categorías sociales se convertirán en "almas inclinadas al servilismo
o a la rebelión (...); estado mayor revolucionario y anarquista."
Este artículo de una revista de derechas es significativo, pese a sus
excesos, del desequilibrio que caracteriza al mercado de trabajo.
Los futuros especialistas del campo médico-pedagógico van a ser
reclutados de entre estos grupos profesionales.
La creación de un "mercado de la infancia" que se desarrolla en
los campos médicos, jurídicos y escolares, y muy pronto en un
campo nuevo que debe su especificidad a la relación que establece
con el sistema escolar (escuela primaria, gratuita, obligatoria y lai­
ca), el campo médico-pedagógico converge con los intereses econó­
micos de estos grupos sociales en ascensión2 1. Se trata de los co­
mienzos de un proceso de institucionalización, en el que la definición
de un mercado va a la par de la constitución de uncorpuscientlfico y
de taxonomías (en competencia con la nosografía psiquiátrica); la
obligación para ciertos agentes sociales es encontrar una especifici-
dád que manifieste definir casi directamente las categorías de niños
que se derivan de ella. A veces existe una confusión total entre un
discurso corporativista y un discurso pseudocientífico de carácter
nosográfico, especialmente con ocasión de las contradictorias discu­
siones entre médicos, psicólogos y educadores22. A. Binet, criti­
cando la distinción administrativa entre "anormales médicos" y
"anormales pedagógicos", dice: "S e ría preferible evitar el equívoco
del término médico y decir simplemente ú ármales de hospicio y
anormales de escuela para mostrar claramente la diferencia de sus
destinos"23. "Gracias a estadísticas parciales (...) se puede fo r­
mular esta regla que además suscribe el sentido común: la utiliza­
ción social de un sujeto cualquiera está en razón inversa a su grado
de retraso, y se puede determinar a partir de ella la línea fronteriza

21 Acerca de la creación de instituciones judiciales encargadas especialmente


de la infancia, recuérdese lo dicho acerca del Patronato de la infancia.
22 Una primera aproximación de los rasgos sociológicos característicos de
estos grupos tiende a mostrar que se trata de “ marginados", es decir, cuyo
capital económico es inferior al capital cultural, o a la inversa, y po litica­
mente liberales, incluso a veces “ de izquierdas", cuyas motivaciones profe­
sionales se expresan de forma privilegiada en el lenguaje de la vocación y del
bien público. Estas características de los productores de un nuevo campo
"cie n tífico ", marginal también él, reenvían al modelo teórico propuesto por
G.E. Lenski, "Status cristallization". American SociológicaI Review, vol. 19
núm. 1, 1954.
23 A Binet et Th Simón, op. c.
La escuela obligatoria
133

entre los anormales de hospicio y los anormales de escuela"24.


Los futuros psicólogos se convertirán en los especialistas del traza­
do de esta frontera. Los médicos por su parte proponen distincio­
nes del mismo tipo para diferenciar su campo de acción del de los
psiquiatras afirmando la necesidad de las competencias médicas.
"¿Q ué puede en la actualidad el educador ante este estado de
cosas? Nada. A él corresponde hacer la distinción médica entre el
anormal que no puede permanecer en la escuela y el escolar turbu­
lento pero sin sombra de enfermedad que no es más que un vulgar
perezoso o un simple indisciplinado (...). Incluso los alienistas (...) a
medida que uno se aleja de los trastornos profundos y se aproxima
a anomalías más ligeras, hacen descripciones cada vez más vagas
(...), de tal forma que llegados a los escolares mentalmente anorma­
les, situados algunos escalones antes que los normales, no se en­
cuentran casi caracteres distintos entre unos y o tro s"25 2 . El
6
tema de "la anomalía transitoria", les permite labrarse un mercado
distinto del de los alienistas y del de los pedagogos, justificando al
mismo tiempo la garantía irremplazable que aporta la ciencia médi­
ca. No obstante ciertos médicos quedan perplejos ante la lectura de
las distinciones hechas por Binet y Simón: "N o veo muy claro el
momento preciso en el que comienza la acción del psicólogo, sobre­
viene el deber del pedagogo, o, termina el exámen estricto del
médico; veo muy bien por el contrario que los bordes del territorio
atribuido a cada uno de ellos no están claramente delimitados"
?/'. El anormal de escuela no debe de estar de todos modos demasia­
do loco, debe sin embargo estarlo suficientemente para ser localiza­
do a través de una acción médica encaminada a detectar la enferm e
dad oculta: algunos hablan incluso de "subnormales".

La escuela para todos no es la escuela de todos

A mediados del siglo X IX , V. Dupuy cuenta entre el número de


las razones del fracaso de las reformas de la escuela primaria el
miedo de los padres ante la "prom iscuidad" y el "contagio". En su
competitividad con la escuela religiosa, la escuela primaria laica
encuentra que debe prevenirse y desea que la opinión pública tenga
de ella una imagen limpia y sana. En respuesta a un colega que se

24 V. Vaney, "Les classes pour enfants arriérés". Bulletin spécialde la Socie-


té d'étude psychologique de / 'enfant, 1911.
25 G. Paul-Boncour et J. Philippe, op. c.
26 R. Cruchet, Les arriérés scolaires, monografías clínicas: las nuesvas cues­
tiones en medicina, cirugía, biología, París, Masson, 1908.
Francine Mué!
134

extraña de verla pedir "clases especiales", una inspectora de ense­


ñanza primaria responde irónicamente: "Estos pobres pequeños
que no pedirían más que ser bien tratados" son muchachas de 10 a
12 años que llegan a la escuela con la cabeza con piojos. La maes­
tra ¿las enviará a su casa? Los.padres están en la fábrica. Las pone
aparte y en el primer momento libre las hace peinar a fondo; la
niña no se sienta en su sitio hasta que no está perfectamente limpia
(...). Si es una escuela aneja todavía mejor: ¿sería preferible que
fuese una escuela pseudolaica?2 1. Un proyecto de "escuela ane­
ja" circula en la época y prevé aislar a los niños más limpios de la
clase con objeto de que no sean contaminados por las maneras, el
lenguaje y los parásitos de los "apaches". Es en cierto modo el
homólogo de la escuela de perfeccionamiento pero en el otro extre­
mo de la escala.2 7
28
E n el III Congreso de I a Liga francesa de I a enseñanza, en 1883,
los Congresistas formulan su voto de que la ley de la obligación
escolar no pueda ser boicoteada (por los padres que pretenden
ilegalmente instruir a sus hijos en casa); en 1896, en el X V I Congre­
so, una comisión de niños anormales se preocupa de la suerte de los
sordomudos y ciegos; en 1900, en el X IX Congreso, el quinto voto es
que se asegure "la instrucción obligatoria a los niños anormales".
Fueron necesarios unos quince años para que la escuela primaria
produjese desechos cuya exclusión formará parte constitutiva de la
elaboración de un nuevo aparato: el médico-pedagógico.2 9 3 .
0
Los enseñantes y los médicos son explícitos cuando se refieren a
que la bbligación escolar es la que designa a los "anorm ales." La ley
del 28 de marzo de 1882 sobre la obligación escolar no establece
ninguna división entre los niños. Deben instruirse todos. La escue­
la pública (...) no puede plegarse a las exigencias individuales"
30." Mientras la instrucción no fue obligatoria, estos refractarios o
incapaces pasaban desapercibidos: se expulsaba a los indisciplina­
dos; se relegaba a los retrasados; se ignoraba a los vagabundos. Pero
en la actualidad ya no puede ser lo mismo: todo refractario, por las
buenas o por las malas, ha de ser conducido a la escuela, en ella se
encuentra mal, la escuela ordinaria no ha sido hecha para los escola-

27 M .Berthet, "Selection et démocratie", separata sin indicaciones, 1905.


28 De la escala de Bmet y Simón.
29 En 1929, será depositado en el Senadoun proyecto de Ley por P. Strauss,
filántropo y promotor riel movimiento que denuncia ahora la "no-obligación
de la ley de 1909", la creación de clases y de internados de perfecciona­
miento habían sido dejados a la voluntad de los municipios.
30 V. Vaney, Op. c. (Vaney, director de escuela primaria en París es uno de
los discípulos de Binet al que presta sus alumnos para las primeras experien
cias psicométricas).
La escuela obligatoria
135
res de su especie"3 1. Para resolver el problema planteado por
este "tipo de escolar", la Sociedad Pedagógica de los directores y
directoras de las escuelas públicas de París crea espontáneamente
en 1904 una comisión para la construcción de escuelas especiales
para niños anormales e indisciplinados; sus trabajos concluyen pi­
diendo la creación de "escuelas para retrasados" y de "escuelas de
moralización".
La escuela no puede continuar siendo "escuela para todos" sino
es al precio de no ser la escuela de todos. En la sociedad de la época
aparece muy pronto que, la igualdad ante la escuela, es decir ante la
instrucción, que se manifiesta a grandes voces como la verdad de la
escuela, cuando se confronta con la realidad socio-económica de la
miseria mayor —la que se ve en los cuerpos y se oye en la pobreza
del lenguaje— no puede continuar siendo verdad si no es con la
condición de clasificar con la lógica de otro sistema (médicopsico-
lógico) a aquellos a los que la escuela no puede tolerar"3 2 . "E l
malentendido que dificulta la comunicación pedagógica no será
tolerable hasta que la escuela no sea capaz de eliminar a los que no
cumplen sus exigencias implícitas í . . . ) " 3 3 .
Son los mismos maestros de la escuela pública, después de la
creación en 1909 de un diploma especial, el certificado de aptitud
para la enseñanza de anormales, los que proporcionarán el personal
de encuadramiento de las clases especiales. Si se obsérvala lista de
miembros de la Sociedad libre para el estudio psicológico del niño
n 1900, se encuentran 84 maestros, 46 directores y directoras de
escuelas primarias, 38 profesores de escuela normal, 23 inspectores
de enseñanza primaria, es decir, 190 funcionarios de la enseñanza
primaria pública sobre los 250 miembros que componen dicha So­
ciedad.

31 G. Paul-Boncour et J. Philippe, op. c.


32
Para una comparación con la enseñanza reservada a los niños indígenas de
las colonias podemos hacer notar que la escuela primaria en las colonias, al
menos en los discursos que mantiene acerca de las mejores formas de ense
ñanza que deben ponerse en práctica en provecho de los indígenas, la p o líti­
ca colonial laica insiste en la distinción que debe hacerse "a p rio ri" entre
"las condiciones mentales de los indígenas) (Ver, Le Bulletin fr la Mission
laique franfaise, revista de la enseñanza colonial, 1903-1917). Así "los mé
todos franceses" -abstracción que corresponde a la "inteligencia verbal" de
Binet y S im ó n - deben reservarse a los indígenas "ya suficientemente in fo r­
mados" de Madagascar y de Indochina, teniendo siempre en cuenta la preo­
cupación de no formar un número grande de funcionarios y de "inútiles",
mientras que para el negro del Congo o de Dahomey se trata de ser "tu to
res en el más amplio sentido del nombre", es decir, de dispensarles una
formación profesional —trabajo de la madera y Sel hierro, enseñanza agrí
cola—. Se puede plantear la hipótesis de que las elecciones pedagógicas hechas
Francine Mué,I
136

El inestable: categoría no>ográfica

El sistema de clasificación de los niños anormales (nosografía)


se preocupó hasta la reforma únicamente de la enseñanza de los
"anormales de manicomio" ("idiotas e im béciles"). E l discurso cien­
tífico médico-pedagógico retoma las categorías psiquiátricas de los
grandes antepasados34 —trastornos profundos—, a las que añade sim­
plemente dos nuevas categorías —trastornos menos profundos— los
"retrasados" y los "inestables", puras o combinadas entre s í35,
refiriéndose así a una ciencia constituida que le sirve de punto de
partida. El médico de los escolares retoma incluso por su cuenta las
fórmulas administrativas de la ley sobre los alienados: "son en
efecto niños que no pueden estar en la escuela sin peligro para ellos
mismos y para los otros escolares normales"36. La ciencia médi­
co-pedagógica elabora un discurso erudito que contribuye a refor­
zar "la aptitud de la Escuela para hacer creer en el carácter natural
de las aptitudes y de las inaptitudes"; y aquí se sitúa quizá lo que
Binet definió como "el tesoro de los métodos exactos". Sin embar­
go, tratándose en este momento de un proceso de institucionaliza-
ción en curso, el discurso científico no ha adquirido todavía esa
opacidad que censura eficazmente la cuestión de la pertenencia de
clase y de las relaciones de producción. En las descripciones del
retrasado y del inestable se pueden descubrir, a nivel de las imáge­
nes empleadas, del vocabulario y de las figuras estil ísticas, toda una
imaginería social de las relaciones entre las clases. Nos referimos*V

en función de las colonias nos informan de la estructura de la enseñanza


puesta en práctica en Francia en ese mismo momento. "Lejos de m ultiplicar
los establecimientos de instrucción secundaria es en la enseñanza primaria,
V más concretamente en la primaria rejuvenecida y reforzada, donde hay que
buscar la fuente del progreso democrático, es decir, de una concepción del
esfuerzo individual conforme a las necesidades de nuestra moderna sociedad"
(mano de obra). Por otra parte los maestros y maestras "n o han sido siempre
incluso en Francia misioneros laicos" (Bulletin de la Mission laique frangaise,
enero 1907). El curso de filosoffa dedicado a los enseñantes que iban a las
colonias —"Los factores generales de la vida psíquica, su vairedad según las
razas y los in d iv id u o s "- impartido por M. Malr . ^rt, profesor de filosofia en
el instituto Louis-le-Grand, miembro de la comisi » de 1904 sobre la infan­
cia "anorm al", que, en una serie de cursos dados en la Escuela de altos es­
tudios sociales —"L a moral en la escuela"- justifica desde 1901 la creación
de internados de perfeccionamiento páralos "retrasados" y los "inestables".
Mientras que a la escuela primaria de Argelia se opone una escuela ideal: la
de la metrópoli, la enseñanza reservada a los indígenas tal como se la describe
recuerda directamente la de las "clases especiales" francesas: "...m uy elemen­
tal, utilitaria y práctica, profesional si es posible. La pedagogía ha entrado en
lo concreto, lo real, lo próximo, se ha hecho simple con los simples". (Bulle-
tin d e la Mission laique franpaise, diciembre 1907).
La escuela obligatoria
137

concretamente a las orientaciones dadas a la investigación por E


Benveniste: "Siguiendo esta comparación (entre el "lenguaje" par­
ticular descubierto por el psicoanálisis —simbolismo del inconscien­
te y sintaxis cuya dimensión es la sucesión— y el lenguaje) se esta­
ría en vías de encontrar comparaciones fecundas entre el simbolismo
del inconsciente y ciertos procedimientos típicos de la subjetividad
manifestados en el discurso. Se puede precisar a nivel del lenguaje:
se trata de procedimientos estilísticos del discurso (...). El incons­
ciente utiliza una verdadera "retórica" que, como el estilo, tiene
sus figuras (...) en donde se encuentran de una parte y de otra
todos los procedimientos de la sustitución engendrados por el tabú:
el eufenismo, la alusión, la antifrase, e tc ." 31 *3
.
7
6
5
4
Los inestables son niños que "no están en su sitio ", que "no
pueden coordinar sus movimientos", ni "controlar sus instintos",
sujetos a "cóleras inexplicables", brutales, extremadamente violen­
tas, que manifiestan "impulsos ingobernables". De este modo uno
se pregunta acerca de la responsabilidad de "este hijo de alcohólico
de una docena de años, que, a causa de una ligera observación, se
abalanza con el cuchillo levantado hacia su am ante"38. El cuerpo
médico llega incluso a hablar de "desvergüenza muscular" y propo­
ne teorías con carácter etiológico del tipo siguiente: "Las glándulas
de secreción interna lesionadas o agotadas no pueden hacer el papel
de reguladores de la economía, no distribuyen (proveedores vigilan­
tes en un sujeto sano) los alimentos necesarios para cada órgano y
cada célula. El equilibrio vital se encuentra roto ya que los inter­
cambios no son normales". Al funcionar mal su sistema nervioso
estos niños convertidos en adultos "aumentarán el número de los
inútiles, perdidos, alcohólicos, invertidos, legionarios de Africa,

33
P. Boudieu et J.C. Passeron, La reproduction, París, Ed. de M inuit, 1970,
p. 125, 128, 129. (Traducción, castellano, Ed. Laia).
34
Itard, Esquirol, Ferrus, Falret, Voisin, Seguin y sobre todo Bourneville,
médico entonces de Bícetre, el más prestigioso prom otor de las clases espe­
ciales.

35 La combinación adquiere a veces dimensiones de alquimia y se llega a


hablar de "anorm al" "no retrasado" y "tra n q u ilo " (no inestable) Dr E.
Regís, "Les classes d'anormaux á Bordeaux". Revue philanthropique, 1909
36 G. Paul-Boncour et J. Philíppe, op. c.
37
E. Benveniste. "Remarques sur la fonction du langage dans la découvei
te freudíenne", Problémes de Unguistique genérale? 1966, p. 8 6 -87.
M. Nerthet, "Lés dégénerés dans les écoles primaires", separata.
Francine MuéI
m

prostitutas, criminales y locos"39. E l inestable es un "nómada


que pasa por distintas escuelas"4 0 . Y , de forma más sutil, la
inestabilidad se convierte en la nota dominante del estado psíqui­
co: la atención, "esa voluntad intelectual" es nula en los anormales,
y "es al precio de mil dificultades que se llega a fijar su espíritu y
sólo por un instante". Inestable, su voluntad es también "cera blan­
da" y sólo los procedimientos médico-pedagógicos serán "capaces
de estabilizarla"4 1 *.
Se puede plantear la hipótesis de si la categoría de los "inesta­
bles" no reenvía a la categoría socio-económica descrita por Louis
Chevalier4 2 : "la población de los cuchitriles", ejemplar de esta
población de obreros inmigrados a París, en una media de 20.000
por año entre 1831 y 1846. Se trata de una población de obreros
nómadas, inestables, mal localizados. " L a cuarta parte de París no
sabe con seguridad la víspera si sus trabajos le permitirán subsistir
ál día siguiente"4 3 . Estos obreros nómadas sin domicilio fijo ,
viviendo en concubinato, constituyen el tipo de lo que, en este
momento, se describe como las clases peligrosas de la población de
las grandes ciudades. "Cuando ellos (los inestables) pertenecen a la
fiase obrera, sus niños proporcionan los mejores contingentes al
ejército de los vagabundos, corredores de talleres y habituales de
los caminos famosos: perpetuos nostálgicos, siempre a la búsqueda
de un trabajo distinto del que se les presenta, de cualquier trabajo
con tal que no sea el que hacen, que no ? Jieren ni pueden conti­
nuar haciendo"4 4 . Las instituciones de perfeccionamiento son las
instituciones de la ciudad: incluso si se desean o si se instalan en el
campo su reclutamiento es puramente urbano, la institución médi­
co-pedagógica es lo contrario de la calle.

Los niños de las "clases especiales"

Los futuros alumnos de las clases y de los internados de perfec­


cionamiento son, en este momento histórico, reclutados exclusiva­
mente de las escuelas públicas de las grandes ciudades -principal-

39 Dr. R. Dupuy, artículo aparecido en L'enfance anormale, enero-marzo


1912, y retomado en Le Journal (el subrayado es m ío).
40 A. Binet et Th. Simón, op. c.
41 G. Paul-Boncour et J. Philippe, op. c.
41 L. Chevalier, Classes laborieuses et classes dangereuses á París pendant
la premióte moitié du XlXsiec/e. París. Pión, 1958. (De próxima publicación
en Ed. de La Piqueta).
43 Mercier citado por L. Chevalier, op. c.
44 G. Paul-Boncour et J. Philippe, o p .c.
La escuela obligatoria
139

mente de París, Lyon y Burdeos— implantadas en los barrios popu­


lares. " E n los distritos de la periferia los retrasados existirían en
número suficiente como para crear en cada distrito una escuela de
niños y otra de niñas. En los distritos del centro, en los que la
población vive con más holgura y donde el alcoholismo es menor
así como en los lugares donde los anormales son menos numerosos,
la escuela podrá ser m ixta"4 5 . Antes de que fuese votada la ley
de 1909 se abren en París varias escuelas: así la escuela de la calle
Lecomte, "situada en un barrio bastante poblado, asisten a ella en
gran parte pequeños empleados y obreros"4 6 *. En Burdeos los
resultados del censo de anormales de las escuelas públicas se estu­
dian poniéndolos en relación con un plano de la ciudad para deter­
minar si existe una relación entre la proporción de anormales y la
naturaleza de los barrios correspondientes. El autor, que contesta
negativamente en lo que respecta a los niños, dice en lo concernien­
te a las niñas: "La s proporciones elevadas corresponden con bas­
tante exactitud a los barrios de nuestra ciudad habitados por una
población que ignora la higiene, se entrega cada vez más al alcoho­
lismo y en la que se ceba cruelmente la tuberculosis. El barrio de
La Bastide, en el que se propaga especialmente el alcoholismo fe­
menino, posee dos escuelas de niñas cuya media de anormales supe­
ra en las dos la proporción del 11°/o. Se puede señalar que los
resultados de la encuesta, en función de las características socio
económicas de las poblaciones de los diferentes barrios, son exac­
tamente los mismos para los niños que para las niñas.
Un maestro de clase de perfeccionamiento de Burdeos resume
en un artículo48 las observaciones que ha hecho sobre la situa­
ción social de las familias a las que pertenecen los niños de su clase
(desde 1919 a 1922), confirmando así los resultados del Dr. Abadie
acerca de las niñas. Cada 28 niños, existen 18 "padres alcohólicos",
10 madres "nerviosas inquietantes", 7 alcohólicas y 3 "viciosas".
Todos los padres, salvo dos, ejercen un trabajo manual: jornaleros,
curtidores, carpinteros, cargadores de muelles, fogoneros, etc. Siete

4S
Informe de la Comisión especial para la creación de escuelas para los
niños anormales, Buletin de la Société pédagogique des directeurs et di­
rectrices d'écoles publiques de París.
46 G. Baguer, comunicación al II Congreso de educación social, Bordeaux,
1907.
47
Dr. V. Abadie. "Recensement des enfants anormaux des écoles publiques
de garpons de la ville de Bordeaux". Anuales de l'Alliance d'hygiéne sociale,
6, 1907; Recensement des enfants anormaux des écoles publiques de filies,
Bordeaux, imprimiere de l'avenir de la mutualité, 1,908.
48 Lacoste, "Observation d'une classe d'anormaux" Revue pédagogique,
1922.
Francine MuéI
140

de ellos tienen trabajo fijo, "los otros cambian constantemente de


oficio, inconstantes, inexactos o perezosos, corren de puesto en
puesto hostigados por el paro y la miseria (...) la mayor parte son
descarados, ofensivos". 15 madres son jornaleras y 7 obreras de
taller, "co n el color del ho llín, andrajosas, audaces, marchitas, con
los rasgos duros", lo que permite decir al autor, subrayando la
necesidad de la presencia materna en la casa: "en las clases inferio­
res que nos ocupan, existe un factor de depravación que se descui­
da demasiado, la calle". Lo s alojamientos pequeños y malsanos,
situados en los barrios bajos en donde el agu^ de las mareas penetra
en las casas; después de visitar algunas de estas celdas modernas nos
hemos encontrado sorprendidos echando en falta las cabañas de
antes, que al menos estaban mejor aireadas". En catorce de estas
familias hay hambre y "algunos niños están realmente muertos-de-
hambre; dos de ellos han adquirido la costumbre de rebuscar en los
cálderos de la basura donde descubren huesos todav ía cubiertos de
carne". Las descripciones son las mismas respecto a las primeras
clases especiales: " E l Dr. Jacquin ipsiste con razón en un hecho que
han subrayado todos los que hasta ahora se han ocupado de los
anormales psíquicos de las escuelas, a saber, la insuficiencia de
alimentación en sus fam ilias"49.
El tratamiento aplicado a los niños se compone principalmente
de un suplemento para la cantina escolar, de unos zuecos en invier­
no y unas zapatillas en verano, de un mandilón de trabajo, de dos
duchas por semana, de ejercicios de flexibilidad y de aceite de
bacalao. Delante de estos niños que son en sus cuerpos los represen­
tantes de la miseria social, los maestros de las clases especiales
acometen un trabajo civilizador que recuerda sin duda al de los
misioneros en las colonias. Los niños leen mal y lentamente, flojos
en lengua francesa, "se expresan mal; el maestro se esforzará por
rectificar su lenguaje y por desbancar las expresiones barriobajeras
para las que presentan excesivas aptitudes". El maestro les hace
reducir sus gastos, reparte con ellos su comida cuando no tienen
bastante y describe "los extraordinarios juegos de los niños: luchar,
revolcarse por el suelo, poner la zancadilla a un niño que corre".
Si el tratamiento moral no conduce a resultados inmediatos es
debido a que "los niños carecen del saber vivir más elem ental"50.
La empresa no se realiza sin encontrar obstáculos y en ciertos
barrios las clases adquieren la reputación de "clases de idiotas".
Son los directores y los maestros especializados los que promueven
campañas de información sobre "la necesidad de enseñar indivi-

49 Dr. E. Régis, art. cit.


50 Descripción hecha por un maestro del funcionamiento de dos clases de
perfeccionamiento de Tours, L ’enfance anormale, 1912.
La escuela obligatoria
141

dualmente a los niños en retraso" y la de "vigilar a los alborotado­


res". Ciertas familias no entran en el juego: "señor, mi hijo no es
idiota"; "señor, yo no enviaré nunca a mi hijo a sus escuelas de
apaches"s>.

El retrasado: categoría nosográfica

El "retrasado intelectual" cuya ignorancia depende de un retra­


so mental, no debe ser confundido, dicen los médicos, con el igno­
rante por mala voluntad o por absentismo escolar. Las definiciones
continúan sin embargo siendo imprecisas. "Escolar cuyas facultades
intelectuales, consideradas en su conjunto, existen, pero están re­
trasadas notablemente por debajo de las de un niño de la misma
edad"5 S2 *. "Bajo la denominación general de retrasados, compren­
1
demos a los niños afectados en diferentes grados de inferioridad o
de deficencia intelectual, desde el idiota vegetativo al simple débil
que lim ita con el niño normal muy poco dotado (...) se trata del re­
trasado simple que no hace nunca progresos en la escuela, el holga­
zán, el fruto seco "s 3 .
De todas formas, si este escolar "retrasado" constituye un caso
para los especialistas, a diferencia del perezoso simple o del ignoran­
te banal, es debido a que despliega una actividad cerebral orientada
de form a distinta a la del normal. Todas las funciones mentales
existen en él, pero algunas están como atrofiadas, son "groseras"
según la expresión de Vaney: y estas son especialmente la abstrac­
ción y el sentido estético, y más generalmente "la inteligencia ver
b al", la inteligencia sensorial"54, que constituyen el registro en
el que se manifiestan las "aptitudes especiales" de los retrasados.
Poned al débil en presencia de un trabajo que le interese, que hable
a sus órganos de los sentidos y que sea concreto, si este trabajo no
es demasiado d ifíc il, lo realizará convenientemente. Pero si la ope­
ración implica palabras, frases, redacción, en una palabra ideas abs­
tractas formuladas a través del lenguaje, el débil muestra inmediata­
mente que en esto es inferior. La abstracción y todos los otros
trabajos intelectuales en los que la llave es la abstracción, son para
él un dominio inaccesible. Nuestras pruebas constituyen una de

51 Informe de la campaña de explicación realizada en Tours en el barrio de


la Fuye, L'enfance anormale. 1912.
52
Bourneville, in Brouardel et Gilbert, Traité de medicine, París, 1902.
53
Dr. Jacquin, "De l'assistance et de la éducation des enfants arriérés.
Rapport au ///-e Congrés d'assistance publique et de bienfaisance privée,
Bourdeaux, 1903.
S4
A. Binet et Th. Simón, op. c.
Francine Mué/
142

mostración precisa de lo que nos habían hecho presentir los maes­


tro s"55.
Así pues, estos niños son buenos en gimnasia, en costura, en
escritura, en dibujo y en trabajos manuales. Cuando, más raramente,
son brillantes en cálculo, su dominio de los números sigue siendo
superficial: (...)" los "dism inuidos" poseen algunas facultades brillan­
tes en apariencia (memoria de cifras por ejemplo), pero se trata de
una memoria mecánica que funciona como una máquina de calcu­
la r" 5
56. Mecánica y tan poco enraizada en las profundidades de
su personalidad como su moral o su urbanidad "de superficie", e s j
su forma de leer: repiten "como loros" o aprenden "de mem oria".
Binet resume todas estas observaciones diciendo: "nunca un niño
fuerte en redacción, podemos decir generalizando, será un retrasa­
do, por muy flojo que esté en el resto de sus estudios"57.
x Estas apreciaciones acerca de la naturaleza de las capacidades y
de las carencias intelectuales de los retrasados nos informan sobre
la jerarquía de las materias enseñadas (la redacción francesa es la
materia más noble, y aprender de memoria es la manera menos
noble de aprender), mientras que al mismo tiempo se niega la rela­
ción existente entre su aprendizaje y el origen social de los ni­
ños.58.
La clasificación de los especialistas del dominio médico-pedagó­
gico converge pues con la de la escuéla, reforzando, mediante la
aportación de un aparato científico de medición, la ideología de los
dones naturales. Los retrasados así diagnosticados, si bien no que­
dan excluidos de la obligación escolar, no podrán adquirir una
instrucción en la medida en que algunos sólo preven para ellos una
media hora de clase diaria. La mayor pa: >: del tiempo lo dedicarán
al aprendizaje profesional, a las lecciones y ejercicios prácticos de
economía doméstica y a las "lecciones prácticas"59, referentes a
la vida cotidiana: comportarse adecuadamente en la mesa, saber
distinguir las diferentes piezas del mobiliario, limpiar sus zapatos,
sellar una carta, ordenar la ropa en el armario, entender el plano del
metro, etc. A partir de ahora, civilizados, los futuros trabajadores
podrán vivir en la ciudad sin peligro.

55 La comisión de directores de escuelas públicas de París habla incluso de


la necesidad de una enseñanza "sobre todo sensorial" para estos niños.
56 G. Paul-Boncour et J. Philippe, op. c.
S7
A. Binet et Th. Simón, op. c.
58 P. Bourdieu et J.C. Passeron, op. c„ p. 199.
59 V. Vaney, op. c.
GENESIS Y AMBIGÜEDADES DE LA NOCION DEL
SECTOR EN PSIQUIATRIA (*)

Robert CASTEL

La "p o lítica de sectorización" designa la reorganización en con­


junto de la política de la salud mental en Francia. Se trataba de
romper con el aislamiento manicomial reinscribiendo los servicios
psiquiátricos en la comunidad en función de la decisión del ala
progresista del cuerpo de médicos de los hospitales psiquiátricos.
¿Que ocurre cuando, como resulta ser el caso, una utopía médi­
ca es retomada por el poder político para convertirse en organiza­
ción administrativa oficial? Una parte importante de las dificulta­
des encontradas actualmente en la implantación de nuevos disposi­
tivos psiquiátricos parece en efecto expresar la ambigüedad presen­
te desde el comienzo en la noción de sector, producto simultáneo
de tendencias tecnicistas y elitistas de algunos profesionales y de la
preocupación por integrar en la problemática de la salud mental los
intereses —no solamente médicos— de las poblaciones concernidas.
Este trabajo pretende únicamente servir de introducción (o de
contexto) para una discusión comparativa. El problema que quiero
plantear, formulado en términos muy generales, es el siguiente:
¿Cómo dar cuenta de la simultaneidad de las medidas impuestas
alrededor de los años 60 en contextos socio-políticos aparentemen­
te diferentes para redefinir la política de la salud mental en los
países industrializados (así el Mental A ct en 1959 en Inglaterra, la
circular sobre la sectorización en 1960 en Francia, la Community
Mental Health Centers A ct en 1963 en Estados Unidos)? Una

(») Texto publicado en la Rev. Sociologie du Travail. Núm. 1, enero-marzo


1975, pp. 57 77.

- 143 -
fíobert Castel
144

coincidencia tal es tanto más significativa cuanto que reproduce


anulándolo, el consenso de la primera mitad del siglo X IX , cuando
el manicomio fue instituido como espacio social dedicado a los
locos y el aislamiento se convirtió en la llave maestra de la terapéu­
tica. Todo ocurre como si ciento cincuenta años más tarde la "total
institutión" quedase superada y surgiese un nuevo acuerdo general
para buscar la solución médica y social del problema de la locura en
un desencierro generalizado que reanudaría los lazos entre la inter­
vención terapéutica y la vida comunitaria. Si tal es el proceso, uno
de los principales problemas que se le plantea a una sociología de la
medicina mental consiste en definir la nueva configuración que se
instaura en la actualidad así como desentrañar las funciones
sociales que asume o que está dispuesta a asumir.
Este cambio masivo recubre sin e m b ic o un cierto número de
antagonismos concretos, de contradicciones internas, de luchas en­
tre intereses divergentes. Los tres textos legislativos señalados san­
cionan por una parte e impulsan por otra una compleja evolución
constatable a distintos niveles:
— Un desplazamiento institucional del hospital psiquiátrico, an­
tiguo lugar cuasi-exclusivo del ejercicio de la actividad terapéutica,
hacia instituciones más flexibles, más diversificadas, más ágiles y en
más estrecha relación con la vida social.
— Una transformación de la estructura de las profesiones psi­
quiátricas mediante una autonomización relativa o la creación de
nuevos papeles profesionales y paraprofesionales que implican nue­
vas relaciones de poder y como consecuencia nuevos conflictos de
poder.
— A nivel demográfico, una modificación de la estructura de las
poblaciones a cargo de la psiquiatría. En el paso del manicomio
tradicional al "sector" o a la "com unidad", se observa en efecto no
solamente un cambio en los cuadros sintomatológicos (por ejemplo
la relación de las psicosis graves se desplaza a los casos que presen­
tan una sintomatología más ligera), sino también en las característi­
cas sociales, culturales, demográficas, familiares de los pacientes
(por ejemplo la relación rurales-urbanos se modifica al igual que la
proporción relativa de las clases inferiores y de las clases medias, de
los aislados sociales y de los que viven en fam ilia, etc.). Lo que
cambia no es solamente el lugar de ejercicio de la actividad terapéu­
tica cuando ésta se "abre" al exterior; sino también su modo y
sobre todo el material humano sobre el que se ejerce al encargarse
de poblaciones en parte diferentes de las anexionadas por el anti­
guo manicomio.
No basta con comparar a nivel general, escudándose en la apa­
rente objetividad de la estadística, el número de camas por fracción
de habitantes, la duración media de las estancias, el movimiento de
salidas, el número anual de actos terapéuticos, la proporción relati­
Génesis y ambigüedades
145

va de los principales diagnósticos, etc.; estas cifras descontextuali


zadas ofrecen, en el mejor de los casos, un cierto número de indica­
ciones —dudosas en muchos casos si nos atenemos a las condiciones
concretas en las que han sido recogidas— para situar un nivel de
amplitud a partir del cual se plantea el problema de las analogías y
de las diferencias. Un análisis comparativo, fundado sociológica­
mente, debería estudiar de forma específica, en cada situación na­
cional, cada una de las series que he enumerado anteriormente,
además de otras. Pero debería también situar estas líneas en el
contexto histórico y social específico que rige su articulación. Dar
una perspectiva socio-histórica a los datos estadísticos y objetivos
es a la vez el comienzo y el fin de la investigación. No puedo aquí
dar el resultado de una investigación que se está desarrollando,
puedo esbozar solamente cómo, en el caso de Francia, la evolución
reciente del sistema psiquiátrico reenvía a las condiciones específi
cas de una herencia nacional: un cierto tipo de equilibrio institucio­
nal previo, la voluntad política de grupos comprometidos en un
proceso de transformación, un contexto ideológico y teórico mode
lado por una larga tradición. Para precisar un poco más, y puesto que
la noción de sectorización es la piedra angular de la actual política
de la salud mental en Francia, ¿cómo se ha ido desgajando progresi
vamente esta noción de la evolución del sistema francés en los últi
mos treinta años?, ¿a qué dificultades de la situación pretendía dar
una respuesta?, ¿qué objetivos nuevos planteaba?, ¿qué abigüe
dades implicaba? ¿Cuales son hoy los puntos cruciales en pugna del
proceso de su aplicación?
No se encontrarán aquí más que jalones para un análisis de este
tipo, y se supone que esta historia interpretativa, centrada en el
papel de los profesionales que se constituyeron en agentes del cam­
bio, no es una explicación sino una descripción esquemática del
perfil propio que adoptó la transformación del sistema francés. Mi
sospecha es, que, partiendo de estas configuraciones cualitativas
—para equilibrar la manía de las cifras que aplastan las diferencias
pretendiendo medirlas—, se llegará a desgajar el sistema de constan
tes que son la razón objetiva de las "coincidencias" entre las políti
cas de la salud mental de los países industrializados que he puesto
de manifiesto al comienzo.

I. Los agentes del cambio

Primera cuestión: ¿Qué grupo ha forjSdo progresivamente la


idea de sector, en qué contexto, respondiendo a qué tipo de proble
mas?
Roben Castel
146

Hasta la reciente reforma de 1968, que se nizo efectiva en 1970,


la organización administrativa de la psiquiatría en Francia no esta­
ba unificada1. Además de la diferencia entre una psiquiatría
pública y una psiquiatría de ejercicio privado observable en todos
los países de economía liberal o semiliberal, existía en Francia - y
existe aún una psiquiatría, o más bien una neuropsiquiatría uni­
versitaria enseñada en las facultades de medicina (actualmente en los
C .H .U .) por profesores no necesariamente psiquiatras de form a­
ción, que dispone las más de las veces de un servicio de neuropsi­
quiatría en un hospital general de la ciudad en que se encuentra la
facultad. Esta enseñanza casi exclusivamente teórica, se inpiraba
en la tradición médica de la neurobiología. A l final de los tres años
de estudio se obtenía un diploma de especialidad médica: el C ertifi­
cado de Estudios Especiales en neuropsiquiatría. Por regla general
lo* jóvenes médicos que seguían esta filial universitaria ejercían la
neuropsiquiatría con clientela privada y rara vez iban al hospital
psiquiátrico, por el que no habían pasado durante su formación.
El otro grupo profesional formaba parte del viejo "cuadro" de
ipédicos jefes de los hospitales psiquiátricos ("médicos-alienistas"
hasta 1937) instituido a mediados del siglo X I X en tanto que pri­
mera modalidad de la medicina pública en Francia. Esta especiali­
dad médica, dotada de un estatuto asimilable al de los funcionarios;

1 Esta reforma de 1968 ha modificado profundamente a la vez la form a­


ción y el estatuto de los psiquiatras. C onstitu/e la confirmación de la separa­
ción entre la neurología y la psiquiatría. Para esta últim a dispone una única
filia l de formación, sancionada por pi Certificado de Estudios Especiales de
Psiquiatría (C.E.S.) cuya preparación comienza al final de los estudios de me­
dicina general, dura cuatro años y quiere hermanar la formación teórica y la
práctica (la mayor parte de los cursos están en principio organizados en los
lugares de prácticas o de internado). Es al final de esta formación cuando el
especialista que opta por la psiquiatría pública puede pasar una oposición na­
cional el attistanat. Al final de una serie de años de función en tanto que asis­
tente, y después de ser adjunto de un jefe de sector, se pasa otra oposición
nacional basada esta vez en títulos y trabajos, el psychiatricat. Este le permi­
te convertirse en psiquiatra de los hospitales jefe de sector. Este título lo co­
loca a la altura de los médicos de hospitales generales de segunda categoría.
Correlativamente, el salario de los psiquiatras jefes de sector ha prácticamen­
te doblado en relación al de los antiguos médicos-jefes de los hospitales psi­
quiátricos y ha alcanzado una tasa que si bien : nferior en ganancias a las de
los médicos del tactor privado es muy honorable para el servicio público. La
primera consecuencia de esta reforma ha sido un crecimiento rápido del nú­
mero de psiquiatras (la proporción de psiquiatras en relación a la población
era relativamente débil en Francia ya que hasta 1967 había alrededor de 2.000
repartidos equitativamente poco más o menos entre el sector público y el p ri­
vado; desde entonces el reclutamiento anual de los nuevos psiquiatras ha su­
perado al doble).
Génesis y ambigüedades
147

se había formado en torno a la escuela de Esquirol, continuador de


Pinel en la Salpétriére, y había sido a su vez el instrumento admi
nistrativo creado con el fin de aplicar la ley de 1838 que preveía,
entre otras cosas, la implantación de al menos un hospital psiquiá­
trico público en cada provincia. Este cuadro médico, reclutado
mediante una oposición nacional, se encontraba de este modo im­
plantado de lleno sobre todo el territorio, unificado por un "cu rri­
culum " común (cuatro años como mínimo de internado en un
hospital psiquiátrico) y unido al poder central, puesto que cada jefe
de servicio dependía directamente del gobernador. La carrera de
estos psiquiatras se desarrollaba enteramente, desde el internado a
la jubilación, en el hospital psiquiátrico.
Es preciso subrayar de entrada —contrariamente a lo que ocu­
rrió en Estados Unidos, en donde los servicios universitarios han
estado por lo general en la vanguardia del progreso— que el agente
principal del cambio de la organización psiquiátrica en Francia ha
sido este grupo profesional - o parte de él. La psiquiatría universi­
taria francesa ha innovado a nivel médico (señalemos su papel en el
descubrimiento de los efectos psicotropos de la clorpromacina) pe­
ro se desinteresó siempre de la estructura institucional del ejercicio
de la psiquiatría, puesto que podía descansar en el "estatu quo", en
la medida en que se proponía sobre todo tratar por medios médicos
y en el marco de una estricta jerarqu ía médica a los enfermos agudos
frecuentemente seleccionados del hospital general, con la posibili­
dad de enviarlos al sistema manicomial cuando se declaraban "cró ­
nicos". La psiquiatría universitaria no vivía metida en sus fracasos
ya que se descargaba de ellos con buena conciencia enviándolos a
su colega alienista. Además esta aristocracia médica ha estado siem­
pre imbuida de una concepción tecnicista de su vocación: prefería
"tratar casos" antes que organizar unas condiciones humanas de
vida para los sujetos.
Es pues, paradójicamente, en el campo de la medicina manico­
mial en donde hay que buscar el impulso principal del que derivan
los cambios institucionales recientes, al mismo tiempo que en cir­
cunstancias históricas particulares. Este sistema manicomial, "inven­
tado" en el primer tercio del siglo X IX y aplicado en primer lugar
como la solución progresista al problema de la locura, había atrave­
sado, en Francia más que en otros lugares, un siglo de historia
mostrando una extraordinaria capacidad de resistencia al cambio,
sin duda porque ese monumento macizo representado por la ley de
1838 había llevado su sistematicidad y su coherencia hasta un cun-
to extremo inigualado2 . A comienzos de los años cuarenta la
2 Ver Robert CASTEL: "Traitem ent moral, medicine mentale et contróle
social au X lxS siécle" Rev.Topique n.° 2, 1970, (Traducción castellana en la
obra colectiva Psiquiatría, antipsiquiatría y orden manicomial Ed. Barral,
Barcelona, 1975).
Robert Castel
148

situación de los hospitales psiquiátricos franceses (antiguos manico­


mios rebautizados hospitales a partir de la efímera tentativa de
liberación del frente popular) era terrible. Por no poner más que un
ejemplo, durante la ocupación alemana y debido a las restricciones
alimenticias millares de enfermos mentales murieron literalmente
de hambre en el aislamiento de un mundo concentracionario que
perdía así sus últimas justificaciones terapéuticas. El concepto de
"total institution" magistral mente desarrollado por Erving Goff-
mam en 19613 , había sido veinte años antes una experiencia
histórica vivida por un cierto número de actores que se constitui­
rían en los agentes de la transformación. Si bien existieron en la
primera mitad del siglo X X algunas tentativas tímidas para el per­
feccionamiento interno del sistema manicomial (por ejemplo la
creación de algunos "servicios libres" y de los primeros dispensa­
rios, etc.), con la guerra la historia hizo su penetración como por
refracción en el campo cerrado del manicomio tan bien organizado
para impedir su entrada. V para hacer frente a este momento de
crisis la primera respuesta improvisada ha sido al menos tanto pol í-
tica como técnica o médica.
^No es indiferente saber por ejemplo qu? '•? realización con ma­
yor influencia sobre la psiquiatría francesa -d u ran te veinte años
"la experiencia de Saint-A lban"; nombre de un pequeño hospital
situado en una región rural de Lozére— se forjó en un principio en la
resistencia contra el ocupante alemán y fue impulsada por un médi­
co miembro del partido comunista francés, Lucien Bonnafé, y por
un refugiado republicano español, Francisco Tosquelles. Un grito
de revuelta, y no un programa de reformas técnicas será lanzado en
el Congreso de alienistas franceses de 1943 por un médico de hospi­
tal psiquiátrico hasta entonces desconocido; este manifiesto tendría
un amplio eco sobre todo entre los jóvenes de la profesión4 *. Ade­
más de la "experiencia de Saint-A lban" se inician desde la gue­
rra algunas tentativas de liberalización del manicomio, como la de
Georges Daumezon en Fleury-les-Aubrais, cerca de Orleans, en don­
de se improvisan las prácticas que serían conceptualizadas más tar­
de por el propio Daumenzon con el nombre de "psicoterapia insti­
tucional" .

3 Erving GOFFMAN: Asiles, Trad. frap., Ed. de M inuit, París, 1968, trad.
castellana, Ed. Am orrortu. Buenos Aires, 1973.
4
Paúl BALVET: "Asile et hópital psychiatrique: l'experience d'un établis-
sement rural" Congreso de alienistas y de neurólogos franceses. Masson
1943.
Georges DAUMEZON y Philippe KOECHLIN: "L a Psychothérapie insti-
tutionneile francaise contemporaine" Ana'is Portugueses de Psiquiatría, 4 (4 ),
diciembre 1952.
Génesis y ambigüedades
149

A l final de la guerra esta tendencia (en realidad bastante eclécti­


ca, orientada politicamente a la izquierda pero siguiendo una gama
de actitudes que van desde el partido comunista al humanismo
liberal) coincide con las esperanzas progresistas de la Liberación.
Lo que las une es menos una orientación teórica precisa que una
voluntad de cambio6 . Este grupo no es sin duda mayoritario en
el "cuerpo" pero el momento parece exigir la audacia y la inno­
vación. Se asegura así el liderazgo en la profesión, controlando en
particular el Sindicato de Médicos de Hospitales Psiquiátricos que
tiene a Georges Daumezon como activo secretario general. Se pue­
de encontrar en los viejos números de la revista de este sindicato
L'lnform ation Psychiatrique, y en L'Evolution Psychiatrique, que
reaparece en este momento tras su interrupción durante la guerra,
un cierto número de artículos y de proyectos que expresan una
ambiciosa voluntad de transformación profunda de la política psi­
quiátrica. Desde marzo de 1945 se celebran en París las "Jornadas
de Sainte A nne" que son una especie de concilio de una nueva psi­
quiatría. Las "Veinticuatro conclusiones" de estas "Jornadas" for­
mulan los principios que van a inspirar la evolución de los siguien­
tes decenios. En particular se afirma "la indisociabilidad de la pre­
vención, de la cura y de la post-cura", base médica de la idea del
sector.

II. Un proyecto ambiguo

Esta efervescencia no está sin embargo exenta de ambigüedades.


Un exámen atento de toda esta literatura revela una incertidumbre
entre dos orientaciones posibles del movimiento que comenzaba.
Esta ambigüedad me parece esencial porque subyace en toda la ela­
boración de la noción de sector y se encuentra por tanto hoy
todavía en el corazón de las dificultades de la política psiquiátrica
francesa.

6 Señalemos aquf que esta orientación se define y comienza a inspirar las


primeras realizaciones concretas en Saint-Alban, en Fleury-les-Aubrais, etc.,
antes del descubrimiento de los medicamentos psicótropos en 1952. No he
"olvidado'' por tanto el papel de los medios farmacológicos. Se puede decir,
pienso, que al "calm ar" los episodios de gran agitación los medicamentos han
sido la condición de posibilidad Ini necesaria ni suficiente, sino general) de
una cierta mejora (o en todo caso de un aligeramiento) de la vida hospitalaria
en la aglomeración de los servicios. En un segundo momento los medicamen­
tos permitieron esperar una salida más fácil, o el tratamiento en el exterior,
de los enfermo "calmados" por este método. Esto no excluye, como todo el ,
mundo sabe, que se pueda hacer el uso más represivo de los medicamentos.
Roben Castel
150

—Por una parte, la reforma del sistema ha sido pensada en un


principio por un grupo profesional formado en la práctica manico-
mial y que desarrolló en el hospital psiquiátrico la casi totalidad de
su actividad. Su primera preocupación fue pues reformar el hospi­
tal, abrirlo, aligerar su jerarquía interna, m ultiplicaren él las activi­
dades terapéuticas centradas entonces principalmente sobre el tra­
bajo (ergoterapia o "clínicas de actividad"). Esta orientación, bau­
tizada en 1952 "psicoterapia institucional" por Georges Daume-
zon, está próxima a la desarrollada en la misma época en los países
anglosajones bajo la forma de "comunidades terapéuticas", si bien
no ha adoptado en Francia la m ism asistem aticidady, en un primer
momento, no hizo en absoluto referencia al psicoanálisis.
—A l mismo tiempo y en los mismos hombres, esta orientación
se encuentra en concurrencia con otra opción que se dirige a supe­
rar el hospital, si no es a suprimirlo, y que apunta hacia una "psi­
quiatría com unitaria". Por ejemplo, los dos importantes Documen­
tos de la Información psiquiátrica aparecidos en 1946 (Ediciones
Desclée de Brouwer) se titulan el primero " E l enfermo mental en la
sociedad", el segundo "Más allá del manicomio de alienados y del
-hospital psiquiátrico"7. Poco después, mediante su tentativa para
fundar una "psiquiatría desalienista", Lucien Bonnafé plantea los
primeros elementos de la doctrina del sector. Se encontrará la mis­
ma inspiración - y la misma dualidad- en los principales animado­
res del,, movimiento, los doctores Bernard, Daumezon, Duchéne,
Follín, Le Guillant, Silvadon, Tosquelles, etc.
Es interesante seguir a través de las discusiones, críticas, proyec­
tos de reforma, etc., que han jalonado los años cincuenta, el entre­
cruzamiento de estas dos temáticas, de hecho divergentes y quizá
antagónicas. Más importante todavía es estar atento al desplaza­
miento de su importancia relativa. Esquemáticamente, la preocupa­
ción preponderante en un principio por la reforma del hospital
tiende a ceder cada vez más terreno a la intención de centrar la
práctica psiquiátrica sobre el exterior®.
Esta orientación parece triunfar en 1960, cuando la ¡dea de
sectorización es aceptada por el ministerio de la Salud pública y se
convierte en la política oficial de la salud mental en Francia. Podría
hacer la historia de este encuentro a nivel de anécdotas, de felices

Information Psychiatrique, n .° 1, 1945-46, pp. 1- 21.


fl
La historia de este movimiento nunca ha sido realizada de forma sistemá­
tica. En El Psicoanalismo he esbozado las lineas directrices (Ed. Maspero, Pa­
rís 1973, pg. 164-178 y 190-2031. Pero para hacerse una idea completa lo
mejor es recorrer la colección de l'lnformation psychiatrique desde 1945. Es­
ta revista es la fuente más accesible para las informaciones administrativas y
sindicales, los debates, proyectos y polémicas.
Génesis y ambigüedades
151

coincidencias entre personas, etc. Oe hecho, el problema esencial


de saber por qué un concepto médico, forjado por profesionales, es
retomado por el poder político supera los lím ites del presente aná
lisis, porque es la cuestión misma de la inscripción de la psiquiatría
en el aparato de Estado, cuestión que debo poner aquí entre parén
tesis9 . Contentémonos pues con levantar acta de la decisión: por
la circular ministerial de marzo de 1960, el conjunto del territorio
nacional es redistribuido en sectores geográficos correspondientes a
una población de alrededor de setenta mil habitantes. La responsa­
bilidad de la salud mental debe ser asumida en estos sectores por un
equipo psiquiátrico completo y diversificado, dotado, no sólo de
un lugar de hospitalización sino también de una gama muy ágil de
nuevas instituciones (hospital de día, hospital de noche, talleres
protegidos, dispensarios, etc.). Un único grupo de profesionales ase
gura pues la continuidad de los cuidados, de la prevención a la
"rehabilitación" pasando por la hospitalización cuando se conside
ra necesaria, y esto para toda la población de una región geográfica
dada.

III. Implicaciones contemporáneas

No he esbozado esta génesis de la idea del sector por el placer de


hacer historia sino porque me parece susceptible de aclarar ciertas
características importantes de la situación actual de la medicina
mental en Francia.

Reconozco que puede resultar molesto el que ponga “ entre paréntesis" lo


que constituye el fondo del problema. Pero precisamente por esto resulta d i­
fícil tratarlo en unas páginas. La aproximación descriptivo-histórica queme
he propuesto aquí representa una primera etapa: se trata de delimitar la
cuestión antes de retomarla en otra óptica. Paralelamente intento definir en
sí misma esta problemática de la relación entre el poder psiquiátrico y el po­
der po lítico en: "Sobre la contradicción psiquiátrica", Los Crímenes de la
paz, obra editada por Franco BASAGLIA, Ed. Einaudi, Milán 1975. (Trad
castellana. Ed. Siglo X X I). Solamente quiero subrayar aquí que este tipo de
"encuentro" entre una elaboración psiquiátrica y una decisión política está
tan alejado de la casualidad como lo estaba ya la precedente y grandiosa me­
dida de política psiquiátrica, la ley de 1838. La noción de aislamiento tera­
péutico forjada por la escuela de Pinel-Esquirol fue inmediatamente retoma­
da por el ministro del Interior y por los legisladores para fundamentar médi­
camente el concepto de emplazamiento en un medio cerrado (secuestro), que
constituye la piedra angular de la nueva ley. En e f transcurso de la discusión
sobre esta ley en la Cámara de los Pares, un representante se felicita de esta
"feliz coincidencia que, en la aplicación de medidas rigurosas, hace concurrir
Robert Castel
152

1 . - Hemos visto que la relación entre el hospital y los servicios


comunitarios no había sido nunca claramente explicitada, o mejor,
nunca había sido hecha una elección clara entre dos orientaciones
posiblemente contradictorias. Ello es tan cierto que en el texto
posiblemente princeps sobre el sector, el informe al Congreso de
Psiquiatría de Tours de 1959 presentado por uno de los agentes
más dinámicos de esta política, el doctor Ouchéne, el autor se
extiende ampliamente sobre el puesto esencial del hospital psiquiá­
trico en el centro del dispositivo*101 . Todo sucede como si, en el
momento mismo en que emergía una forma institucional nueva
susceptible quizá de redefinir la relación que una sociedad mantie­
ne con sus "lo co s", el peso de la herencia manicomial, esta antigua
representación del aislamiento como gestalt privilegiada del disposi­
tivo del tratamiento, fuese relativizada con remordimientos, pero
no. abolida.
Ahora bien, el hecho de que el sector haya sido pensado y desa­
rrollado a partir del hospital explica en gran medida la lentitud de
la implantación del nuevo dispositivo11. La sectorización es la
política oficial de la psiquiatría en Francia desde 1960, pero no
tehdrá lugar su implantación a gran escala hasta 1971-72, en que
aparecen las nuevas circulares para su aplicación, así como la refor­
ma de la profesión y de la enseñanza de la psiquiatría promulgada
en 1968 pero que tuvo efecto a partir de 1970. En realidad se
observan aún hoy las situaciones más diversas. Al lado de "expe­
riencias" que sirven de vitrina al sistema, numerosos "sectores" no
lo son más que de nombre. Con frecuencia e> nospital tradicional se
ha más o menos liberalizado, los servicios han sido —o comienzan a
ser— m ixtos, se han abierto en el exterior del hospital uno o dos
dispensarios, donde un interno y dos o tres enfermeros prestan
algunas ayudas semanales, y esto es prácticamente todo. Puede ser

la ventaja del enfermo con el bien general" (Déla législation relativaaux alie-
nét et aux enfants assistés, Berger —Levrault, Paris 1833, T. II, pg. 316) (So­
bre la institucionalización del manicomio en 1838 y la política de salud men­
tal en el s. X IX puede consultarse la obrada Robert CASTEL: E l orden psi­
quiátrico publicada en esta misma colección de Ed. de la Piqueta). Los psi­
quiatras que en la actualidad se sorprenden de su suerte por haber encontra­
do amigos en el ministerio son tan ingenuos como este honorable parlamen­
tario.
10 H. DUCHENE: "Les Services psychiatriques publiques extra-hospitaliers"
Congrés de psychiatrie et de neurología de langue franpaise de Tours, Masson
1959.
1 1 Existen evidentemente otras razones, entre las que hay que situar en p ri­
mer lugar la penuria de medios financieros y humanos y el bloqueo de las bu­
rocracias administrativas. Pero esto no es una razón para olvidar el peso de
las tradiciones propias del medio psiquiátrico en sí mismo.
Génesis y ambigüedades
153

también útil saber que el sector presentado con gusto como el


modelo de la psiquiatría francesa - " la experiencia del distrito
X I II" de París, privilegiada desde distintos puntos de vista y muy
poco representativa de la situación del conjunto-- comenzó sin
hospitales a partir únicamente de servicios comunitarios. Si el dis­
trito X III ha podido desarrollar —para bien o para mal— la mayor
parte de las virtualidades inscritas en la noción de sector, ¿no
se debe entre otras cosas a que ha podido poner entre parénte­
sis el peso de la herencia manicomial? En todo caso, a nivel nacio­
nal, solamente desde hace poco se asiste a la creación de un cierto
número de sectores que no están adosados a un manicomio tradi­
cional, y esto principalmente en la región parisina. Se trata una vez
más de un nuevo rumbo en la política del sector del que nos
ocuparemos más tarde.
2 — El hecho de que el psiquiatra, el equipo, la administración,
nayan permanecido centrados en el hospital ha frenado incontesta­
blemente ciertas tendencias innovadoras. Sin embargo, el hecho de
que el sector haya sido concebido en parte en un primer momento
como la prolongación del hospital tuvo consecuencias de otro or­
den que pueden parecer progresistas. Lo "extra-hospitalario" es
referido a lo h cspitc lario, es decir, al equipo hospitalario también.
De este modo se da la posibilidad de una continuidad de tratamien­
tos por un mismo equipo, pese a'la diversidad institucional nueva.
Esta idea de una "indisociabilidad de la prevención, de la cura y de
la post-cura" ha sido desde el origen uno de los principios mayores
afirmado con ardor por los promotores del sector. El hecho es
importante si se piensa en lo que ocurrió en la misma época en los
Estados Unidos, donde el movimiento de las Cornmunity Mental
Health Centers ha intentado superponerse al sistema de los Mental
State Hospitals para cortocircúitarlo sin, en un primer momento,
tocarlo. De aquí resultará una dicotomía institucional que numero­
sos responsables actuales de la política de la salud mental en los
Estados Unidos quieren recuperar de nuevo. Esta diferencia en las
intenciones —o en las ambiciones— hace que incluso la noción de
"catchment area", la que más se asemeja a la idea de sector, no le
sea idéntica12. Si he comprendido bien, la noción americana,
significa que un servicio psiquiátrico debería recoger y tratar a
todos los pacientes de la región que él recubre. En principio la idea
—o el ideal— del sector implicaría que un único equipo tuviese la
responsabilidad sobre la salud mental de toda una población dada.
Mientras que el movimiento de las Cornmunity Mental Health

Ver; Martin G ITTELM AN: "Sectoruation: The Quíet Revolution ín Eu


ropean Mental Helth Care", Amer J Orthopsychatr., 42 (11, Enero 1972
Robert Castel
154

Centers —incluso si después ha evolucionado— aparece en primer


lugar como una respuesta táctica y limitada frente a ciertas dificul­
tades específicas de la situación americana, la idea de sector se
presenta como una verdadera utopía médica, completa y sistemáti­
ca, y comparable en su ambición a la desarrollada por la síntesis
manicomial en su edad de oro a mitad del siglo X IX .
3. - La sistematicidad de esta utopía médica, pensada en un
principio por médicos, es asimismo susceptible de aclarar la forma y
las modalidades del poder psiquiátrico tal como se ejerce actual­
mente en Francia. Se habla un poco a la ligera del centralismo
francés para explicar que las decisiones que toman a nivel central
son aplicadas (o no) por agentes oficialmente delegados, sin que exista
ningún control comunitario. Pero en el dominio concreto de la
salud mental, el centralismo psiquiátrico ha sido en primer lugar el
de >un poder centrado sobre el manicomio en el que el médico
director, bajo el control del gobernador, recibía una delegación
completa de autoridad. A la cuadriculación provincial de los mani­
comios corresponde la cuadriculación más estricta de los sectores.
De este modo las utopías médicas se desplazan y se renuevan, pero
manteniendo la responsabilidad del "manager" del servicio y del
líder del equipo, que continúa siendo delegada exclusivamente en el
médico. Consecuencia práctica nada desdeñable: un psiquiatra en
su sector no tiene que rendir cuentas prácticamente a nadie más
que a la administración (Dirección de la Acción Sanitaria y Social o
D .A .S .S ., organismo del Ministerio de la salud pública que, a nivel
provincial, está ligado a la Com isaría). Si el médico respeta más o
menos los textos, es intocable. En particular la cuestión de saber si
los servicios prestados responden o no a las expectativas de las
poblaciones concernidas carece de sentido en Francia. Ciertamente,
la mayor parte de los psiquiatras están animados de una laudable
preocupación por responder a las "necesidades" de las poblaciones
a las que se dedican. Pero son ellos quienes definen estas necesida­
des. De este modo en Francia, tanto en el interior del equipo
médico como en el exterior, en relación a ia "com unidad" el psi­
quiatra goza de un poder sin duda superior al de sus colegas de la
mayor parte de otros países —incluso si ese poder psiquiátrico es
actualmente bautizado, cada vez con más frecuencia, en virtud de la
ideología psicoanalítica de moda, no-poder psicoanalítico.
4. — La psiquiatría francesa ha resistido mucho tiempo a los
prestigios del psicoanálisis por apoyarse en una tradición médica y
manicomial muy fuerte. En ninguno de los dos modos de forma­
ción existentes hasta 1970 —el de las facultades de medicina, de
inspiración neurobiológica, y el del internado en los hospitales psi­
quiátricos, que no era sino el aprendizaje en el "ta jo " de la práctica
hospitalaria— había previsto ei menor espacio para una enseñanza
Génesis y ambigüedades
155

psicoanalítica. Y hasta los años cincuenta, los psiquiatras que busca


ban soportes teóricos para contestar el "statu quo" se incl inaban más
bien hacia el marxismo o la fenomenología que hacia el psicoanáli
sis13. Las cosas sin embargo, han cambiado progresivamente des
de hace diez años y una de las particularidades actuales de la situa­
ción francesa es la presencia en el seno de la psiquiatría pública de
una corriente psicoanalítica dinámica. La paradoja es tanto más
admirable si se tiene en cuenta que, a diferencia de lo que se
observa en la mayoría de otros países en lo que respecta a la
evolución histórica del psicoanálisis, la escuela más activa —llamada
psicoterapia institucional analítica— se confiesa freudiana ortodoxa
e incluso hiperortodoxa en la medida en que se refiere a la enseñan
za de Jacques Lacan, cuyo "retorno a Freud" va a contrapelo de
toda la evolución del psicoanálisis de los países anglosajones denun­
ciando la ruptura del orden inconsciente y de los elementos de la
realidad que podrían aflorar, ya sea del análisis del yo en la línea
Sullivan—Erikso n, ya sea de un análisis cultural en la línea Karen
Horney—Erich From m : el culturalismo.
A mi juicio se trata de una situación única. Sugeriría dos ele­
mentos de explicación:
—Un hecho aparentemente anecdótico: la conversión en ios
años cincuenta a la nueva ortodoxia lacaniana de los protagonistas
importantes de "la experiencia de Saint-Alban", cuya significación
para la evolución de la psiquiatría francesa ya he señalado. Gracias
al proselitismo psicoanal ítico de algunos de sus líderes (y en cabeza
Francisco Tosquelles), el sentido del "m odelo" de Saint-Alban se
desplaza. Tras haber sido el ejemplo de una psiquiatría moderna,
parecía mostrar a una nueva generación de jóvenes psiquiatras, ávi­
das de cambio, que era posible conciliar una psiquiatría progresista,
ejercida en el servicio público con los pacientes habituales de los
hospitales psiquiátricos, y una actitud psicoanalítica rigurosa. El
psicoanálisis se encontraba así libre de la sospecha de estar indicado
para privilegiados, acantonado en el marco estrecho de la relación
dual de la práctica privada. Comenzaba un trabajo teórico y prácti­
co importante para adaptar los conceptos psicoanal íticos a las con­
diciones de la práctica hospitalaria —transferencia, contratransfe-

Fundada en 1925 por sus primeros directores A. Hesnard y ñ . Laforgue,


y siendo la primera revista francesa en la que se presentaban artículos en los
confines de la psiquiatría y el psicoanálisis, la Evolution Psychiatrique ha
constituido entre 1947 y 1968 el lugar principal en el que estos esbozos teó
ricos se confrontaron. En ella se podrán encontrar las posiciones de los prin
cipales I íderes de la época en búsqueda de un fundamento de su práctica: L.
Bonnafé, G. Daumezon, H. Ey, L. Le Cuhlant, &. Minkowsky, etc. e incluso
el mismísimo J. Lacan cuando él aún se acordaba de haber sido interno en
los hospitales psiquiátricos del Sena.
Robert Castel
156

rencia institucional, e tc.—, que iba a suponer una gran atracción para
un número creciente de jóvenes psiquiatras del "cuerpo".
-P e ro lo que puede parecer un accidente histórico es de hecho
el síntoma de una característica importante de la psiquiatría fran­
cesa. Y a he subrayado que el momento de reforma de la postguerra
había estado motivado tanto por una voluntad política como médi­
ca (o mejor, para señalar el núcleo de la ambigüedad, sobre el que
será preciso volver, por una voluntad que se pensaba a la vez e
indisociablemente política y médica). Esta preocupación política
del ala dinámica de la psiquiatría es una particularidad del medio
francés que no se encuentra en las estadísticas pero que implica
diferencias reales muy importantes en relación al medio anglosajón
por ejemplo, en donde el desnivel es mucho más neto entre los
profesionales que plantean el problema psiquiátrico en términos
esencialmente técnicos (eficacia, racionalidad, rentabilidad) y las
diferentes variedades de "alternative psychiatry" o de antipsiquia­
tría en franca ruptura con el sistema. Digamos para abreviar que la
mayor parte de psiquiatras franceses que no se contentaron con
perpetuar el statu quo o con seguir las modas tienen mala concien­
ciar Se plantean una serie de cuestiones —que parecerán ingenuas a
- la mentalidad positivista— sobre la significación de su trabajo en un
contexto social más amplio, sobre sus finalidades objetivas en tér­
minos de reajuste a las normas sociales dominantes, ^obre su partici­
pación en el control social, etc.
A estos escrúpulos el psicoanálisis —y particularmente esta es­
cuela lacaniana que desarrolla una ideología de la no adaptación,
del descubrimiento de la verdad inconsciente del sujeto, e t c ...-
parece haber aportado una solución. Muchos psiquiatras de entre
los más imaginativos y audaces consideraron que una referencia
purista a las categorías del discurso inconsciente bastaba para cam­
biar el sentido objetivo de la práctica psiquiátrica, haciendo una
actividad liberadora congruente con una opción política radical. Yo
creo que en gran medida se trata de una ilusión. Sin embargo esto
no es razón para negar que marca diferencias importantes con
lo que pasa en otras partes. En los Estados Unidos, por ejemplo, no
faltan instituciones psiquiátricas dirigidas por psicoanalistas. Es so­
bre todo el caso de aquellas instituciones m. caras, puesto que la
formación psicoanalítica es, para la carrera, un modo de triunfar
que escogen los psiquiatras más brillantes y más ambiciosos. Pero
con frecuencia en dichas instituciones se hace cualquier cosa —
behaviour m odificaron, transactional analysis, fam ily therapy,
e tc — con excpeción de psicoanálisis. En Francia tampoco es sufi­
ciente que un jefe de servicio, e incluso todo el equipo terapéutico,
sea de orientación psicoanalítica para qué la institución funcione al
modo psicoanalítico. Como en todas partes, el psicoanálisis cambia
las racionalizaciones de las prácticas más que las prácticas mismas.
Génesis y ambigüedades
157

Pero al menos sus adeptos se esfuerzan por superar esta dicotomía,


rechazan el eclecticismo y luchan por modificar las condiciones
objetivas de la situación institucional (la contrapartida de esta lu­
cha, son el dogmatismo, el terrorismo intelectual y el sectarismo de
la mayor parte de los adeptos franceses al psicoanálisis. Pero este es
otro asunto).
Sea esto motivo de alegría o de tristeza, la reciente moda del
psicoanálisis en los medios psiquiátricos "avanzados" ha producido
también un cierto número de efectos importantes que explican en
parte la singularidad de la situación francesa. Esta moda ha coloca­
do en situación defensiva a los partidarios de orientaciones más
tradicionales. Ha aumentado la separación entre la psiquiatría de
"cuerpo" y la psiquiatría universitaria. Tiende a monopolizar lo
esencial de lo que se hace actualmente en psiquiatría infantil, princi­
palmente en la región parisina. El prestigio que tiene es una de las
razones principales del bloqueo —provisional sin duda— de otras
orientaciones terapéuticas: casi inexistencia de la behaviour modifi-
cation, timidez de las terapéuticas de grupo, restricción de las tera­
pias familiares en el marco del "fam iliarism o" freudiano bajo el
reino de Edipo, etc. Incluso la antipsiquiatría, pese a ser popular a
nivel de las discusiones ideológicas, no ha encontrado prácticamente
en Francia una inscripción institucional seria comparable a lo que
ha sucedido por ejemplo en Italia, en la medida en que su motiva­
ción política ha sido inmediatamente interpretada por los profesio­
nales en los términos de la hiperortodoxia psicoanalítica lacaniana.

5.— Es cierto que el problema del psicoanálisis monopoliza ac­


tualmente en Francia la mayor parte de los debates sobre la medici­
na mental, al menos en los medios profesionales que se dicen mo­
dernistas y progresistas. Pero una cosa es enfrentarse al pie de la
letra con el discurso racionalizado de los psicoanalistas y otra inten
tar descifrar lo que ellos traducen de la situación objetiva de la
psiquiatría francesa.
Primeramente, como acabamos de ver, pese a la pretensión de
sus adeptos de innovar a toda costa, el psicoanálisis expresa a su
manera una constante de la problemática psiquiátrica francesa, es
decir la mezcla de un esfuerzo de remozamiento técnico en vistas a
una reorganización más eficaz de los servicios y de una preocupa­
ción política. Esta bipolaridad aparece, desde los años cuarenta, en
los primeros reformadores del sistema psiquiátrico. Pero en un prin­
cipio carece de soporte teórico preciso. Esta primera "psicoterapia
institucional" se caracteriza en efecto por su eclecticismo. Mezcla
pues un poco de fenomenología, un poco de sociología, un poco de
marxismo, algunas técnicas de grupo, ligado todo ello por un cierto
buen sentido humanista. Se puede por una parte interpretar la
difusión reciente del psicoanálisis en el medio psiquiátrico.por el
Robert Castel
158
hecho de que parece dar más rigor a la tentativa de síntesis entre la
inspiración técnica y la inspiración política, cuyadosis varía además
según las escuelas psicoanal íticas. Asi la tendencia tecnicista está
particularmente acentuada en los adeptos de la Sociedad Francesa
de Psicoanálisis, cuyos miembros han dirigido desde el comienzo la
"experiencia del distrito 1 3 ", "m odelo", recordémoslo, del sector
en Fran cia14. Los adeptos de la Escuela freudiana de París (laca-
nianos) que trabajan en instituciones están predominantemente ani­
mados por una ideología revolucionaria15.
En segundo lugar, el psicoanálisis en las instituciones refleja
igualmente la ambigüedad esencial que he señalado entre la elec­
ción del hospital y la de los servicios comunitarios. A q u í la distri­
bución de las actitudes se hace también según las escuelas. La So­
ciedad Francesa de París se ha comprometido muy pronto en una
experiencia comunitaria con el distrito 13. Los partidarios de la
tescuela lacaniana han sido siempre reticentes respecto al sector,
sobre todo por razones p o líticas16. ?•: realización más acabada,
la el ínica de Laborde en Cour-Cheverny, e i en efecto muy próxima
a una comunidad terapéutica en el sentido anglosajón del término.
, En tercer lugar, el psicoanálisis participa de una ambigüedad
todavía más fundamental que he señalado de paso pero sobre la
que quiero volver porque, más allá del problema del psicoanálisis,
podría ser la clave de las aporías actuales de la psiquiatría francesa
en general.

IV . Las encrucijadas actuales

Lo que se debatió desde el principio, al menos implícitamente,


sobre la relación del hospital y de lo "extra-hospitalario", es tam­
bién la relación de lo médico y de lo social. Algunos de los protago­
nistas de la reforma de post-guerra han tenido al menos la sospecha
de ello, en particular Luden Bonnafé con su idea de una "medicina
desalienista", después mediante las consideraciones ulteriores sobre
el papel del "usuario ", la necesidad de considerar las "necesidades

Ver por ejemplo: P. C. RECAMIER y otros: Le Psychanalyste sans divan


Ed. Payot 1970.
15 Para hacerse una ¡dea de las posiciones de la psicoterapia institucional
analística ver por ejemplo: J. OURY: "Quelques problémes théoriques de
psychothérapie institutionelle" Recherches n.° especial "Enfance allenée"
sept. 1967.
16 Sobre este problema ver R. GENTIS y H. TORRUBIA: "Notes sur ia
psychothérapie ¡nstitutionnelle en 1969", Information Psychiatrique, 45
(2) febrero 1969.
Génesis y ambigüedades
159

reales" de la población, la exigencia de una "psiquiatría diferente",


etcétera17. También sus adversarios, que les han puesto la etiqueta
de "socialoides", querían decir con ello que los reformados co­
rrían el riesgo de promover la autodestrucción de la actitud médica,
cuya especificidad se perdería con el contacto de la vida comunita­
ria mediante su ocupación en los problemas sociales. ¿Una psiquia­
tría que toma verdaderamente en serio el estatuto concreto del
paciente en la vida ordinaria es todavía la psiquiatría? En todo
caso, puede ser una psiquiatría muy distinta de la que se había
construido enteramente en el cerrado mundo del manicomio.
La idea de sector se ha forjado progresivamente como una tenta­
tiva de respuesta a esta dificultad esencial. Pero, por este mismo
hecho, esta "solución" impedía que la contradicción estallase en su
forma radical. La psiquiatría saliendo del manicomio parecía reali­
zar su verdadera vocación médica respondiendo al mismo tiempo a
las "verdaderas necesidades" de la población. Su complicidad con
el encierro había sido un obstáculo, un bloqueo para su desarrollo,
en último extremo un accidente histórico que la había desviado de
su función fundamentalmente terapéutica. En consecuencia la aper­
tura hacia la comunidad liberaba a la psiquiatría al mismo tiempo
que a los "lo co s". Más allá del episodio represivo de la institución
totalitaria, encontraba de nuevo a sus verdaderos usuarios en un
medio normal y establecía con ellos una nueva relación tan recípro­
ca como fuese posible (hasta 1960 el vocabulario humanista de la
i ra, del apoyo, es dominante; con la moda del psicoanálisis, a
continuación se habla más frecuentemente de escucha). Pero lo que
se escamoteaba tras la euforia de estos pequeños descubrimientos
democráticos en relación al medio social era simplemente la
cuestión de la función del poder psiquiátrico (y, más tarde, psicoa-
nalítico). Olvidaban preguntarse quién definía estas "necesidades"
de la población y de quién había recibido el psiquiatra el encargo
de administrarlas. No se daban cuenta que el hecho de aprehender
la realidad exterior al manicomio pertrechado de técnicas médico-
psicológicas conducía a filtrar esta realidad para retener y tratar de
ella solamente lo que era interpretable en el marco de un esquema
médico amplio.
Esta confusión sobre la naturaleza de lo "social" nace de las
intenciones generosas de la post-guerra y se perpetúa hasta más
tarde. Un libro que refleja las tendencias más avanzadas de la "psi­
quiatría com unitaria" en Francia lo expresa en su forma lím ite 18.

17
Véase el numero especial de la Information Psychiatrique de 1973. bajo
la dirección de Lucien BONNAFE: "Dossier Corbeil: por une psychiatrie
differenta", que reúne al mismo tiempo antiguos textos de Bonnafé.
18 J,. HOCHMANN: Pour une psychiatrie communautaire, Ed. du Seuil,
1970.
Roben Castel
160

En él se dice que la psiquiatría debe a partir de ahora tratar la "so-


cio-patía". dicho de otra forma, debe ocuparse principalmen­
te de “ el sufrimiento en las relaciones 'cíales". Pero el psi­
quiatra siempre es, en tanto que especialista competente dotado de
técnicas médicas y encargado del tratamiento del paciente dentro
de una relación de dependencia definida por lo social, el que admi­
nistra lo social medicalizándolo y aboliendo así su dimensión espe­
cífica. Desde este punto de vista, el psicoanálisis no ha cambiado
gran cosa: he intentado mostrar en otra parte19 que la función
histórica principal del psicoanálisis en el campo de la medicina
mental ha sido poner sus extraordinarios recursos nuevos al servicio
de esta empresa de invalidación de los determinantes propiamente
sociales y políticos de la problemática de la "salud mental".
Este problema está decantándose desde hace poco tiempo. El
sector ha sido en un comienzo una utopía, un arma de lucha contra
el manicomio tradicional, una esperanza progresista. Actualmente,
es la política oficial de un gobierno cuyas intenciones democráticas
no son evidentes. En consecuencia el sector está en crisis. Algunos
de sus promotores, cediendo a la tentación de la eficacia por la
eficacia, administran tecnomáticamente sus servicios, con medios
- por otra parte frecuentemente muy limitados. Otros se preguntan si
no han sido engañados por una operación política que los ha supe­
rado. Se preguntan si no puede darse una gestión del sector tan
inhumana, tan rechazable como la del manicomio (que en su apo­
geo había sabido también recubrirse de las racionalizaciones huma­
nistas del "tratamiento m oral"); se preguntan también si el sector
no puede ser un instrumento más racional, más eficaz, más de
acuerdo con las nuevas exigencias del mercado de trabajo y del
control social para separar el buen grano de la cizáña bajo el arbi­
traje de la psiquiatría, para reparar aquello que es susceptible de
serlo mediante técnicas psiquiátricas renovadas, para, en fin , conser­
var bajo su custodia psiquiátrica aquellos para quienes la sociedad
no ha encontrado nunca otra solución que la segregación (para este
caso están previstos lugares, si no en cada sector, al menos en los
intersectores).
Es ciertamente demasiado pronto para hacer un balance del
sector. Sin embargo pueden arriesgarse dos afirmaciones:
Primeramente, el sector, o al menos lo que él representa en
tanto que descentramiento de la práctica psiquiátrica hacia el exte­
rior del hospital, es un hecho irreversible cuya exigencia se impone,
bajo modalidades un poco diferentes, en más o menos todos los
países industrializados. Haría falta mostrar análisis esencial al cual
estas indicaciones solamente introducen— qt es lo que impulsa
este movimiento más allá del campo de la psiquiatría.
I V Le Psychanalysme, Maspero, París 1973
Génesis y ambigüedades
161
En segundo lugar, no es seguro que, en cuanto al destino del
sector, la forma que adoptará, las funciones que asumirá, todo esté
decidido. Mi hipótesis es que asistimos hoy a la concurrencia entre
dos tendencias cuya iqnificación sociológica y política es diame­
tralmente opuesta. En -n sentido, el sector difunde, renueva y
refuerza un poder psiquiátrico que se impuso primeramente en el
hospital en el cual continúa ejerciéndose. Pero también dado que
en el sector la psiquiatría se descentra en relación a su lugar de
origen, encuentra en él nuevos desafíos. El sector presenta pues, en
relación al hospital, la posibilidad de nuevas alternativas. Cambiar el
lugar de ejercicio de la práctica es también redefinir los papeles en
el interior del equipo y posiblemente reconocer la importancia de
las competencias que no forman parte del engranaje de la medicina
(problema de los "paraprofesionales'' por ejemplo, que aún no
tienen existencia legal en Francia). El sector podría de este modo
imponer un rumbo decisivo en la evolución de las profesiones de la
salud mental. Podría también imponer un desafío al imperialismo
psiquiátrico que ha reinado omn ímodamente en el manicomio, ya
que la impregnación de los problemas que no son de competencia
médica en la génesis y definición de lo "patológico" es sin duda
más visible en un contexto social concreto que en el medio hospita­
lario. Si bien es verdad también que el esquema médico ha probado
muchas veces sus posibilidades de adaptación y de retraducción.
Si nos esforzamos por interpretar las peripecias más recientes de
la aplicación de la "política del sector", podemos encontrar índices
divergentes que van en estas dos direcciones opuestas.
Por una parte, e incluso si nos fiamos de ciertos defensores del
sector con intenciones progresistas, su buena voluntad permanece
circunscrita a los límites de tolerancia trazados por el poder políti­
co, en la medida en que continúan ejerciendo por delegación un
mandato social. Ahora bien, a este nivel político (Ministerio de la
salud reemplazado por la administración de los O.A S S.) parece
que en la actualidad se es consciente tiel peligro que representa,
desde el punto de vista de la ideología dominante, una "desmedica-
lización" demasiado fuerte que sería uno de los posibles desenlaces
del sector. Parece igualmente que ciertos responsables ministeriales
no demasiado malos sociólogos en esto, son conscientes de la exis
tencia de una relación entre esta desmedicalización y el desmorona
miento de la estructura hospitalaria. En esta lógica numerosas me­
didas recientes adoptadas a nivel ministerial parecen anunciar una
nueva dirección en la política del sector. He escogido dos series
particularmente significativas:
—Medidas para aproximar la psiquiatría al hospital general. Des­
pués de haber comenzado por "sectorizar," los servicios que exis
tían a partir de los hospitales psiquiátricos, se asiste actualmente a
una doble tendencia:, coordinar la acción de los servicios de un
RobtrtCm ei
.jyBL
-hospital psiquiátrico con los da los hospitales "normales"; crear
■oedevez más sectores nuevos ligados a estos hospitales generales.
.jDtf itete modo romper el aislamiento manicomiai no es solamente
los lazos con leeomunidad sino también con la medicina
A través de una atadura Institucional la psiquiatría as Invi­
ta entrar en el sano da la medicina, a soldarsede nuevo al viejo
« o n ce del esquema médico clásico.
-w‘í' « ta s medidas más redomas que se refieren a l aeckitamionto de
los psiquiatras van en la misma dirección, tendiendo a romper la
•preeminencia del viejo "cuerpo" de los médicas de las hospitales
■ psiquiátricos (cuerpo preósemwíte que habla elaborado la doctrina
d ti sector). Además de tos efectos producidos por la puesta en
práctica deuna única filial (ver nota 2) los casos de "integración" de
loa psiquiatras "fuera dal marco" sa multiplican; son estimulados a
>000 por ios podaras públicos y por los representantes de la psiquia­
tría universitaria da tas comisionas paritarias. Estos recién llegados,
aceptados an paridad e induso escogidos preferentemente para ocu­
par ios puestos estratégicos importan a la profesión al clasicismo y
«i conservadurismo de su formación como nauropslqulatras. Al
mismo tiempo ios psiquiatras y nauropslqulatras universitarios
.(aquellos d# las C.H .U . y an París de la asistencia pública), después
de haber permanecido indiferentes al sector, adoptan el rumbo de la
nueva política. Paro lo hacen tanto para desviarla como para bene­
ficiara» da ella. En particular a! rechazo reiterado de los partidarios
del sector a distribuir los Pacientas entre servicios ds cura Intensi­
va $ pozos negros dt "crónicos" comienza a pasar a la retaguardia
dal combate frente a los argumentos inspirados en la eficacia, la
rentabilidad, la racionalidad, etc., que refuerzan tas tradiciones se-
lectMstas y tecnicistas de la medicina nlversitarla. En fin, una
última categoría de psiquiatras, de neurop quiatras y también de
faicoanalistas, dal sector privado, que mostraron su desprecio du-
rente mucho tiempo e le psiquiatría pública, comienzan a mirarla
con interés en la perspectiva dal sector en al que se las ofrece
posibilidades de participación bajo la forma de permanencias, tra­
bajó de media jornada, etc.
-Al mismo tiempo pues que sg abandona la especificidad da la
«estructura Institucional psiquiátrica, se tienda a reforzar el control
de la profesión médica sobra aquellos miembros que son los más
«uceptiblas da desviarse dal modelo tradicional. Sin embargo no
- todo es nefasto en asta reorganización y es difícil defender al aisla­
miento propio del sistema manicomiai y el uso que los psiquiatras
<- da "cuerpo" han hecho con frecuencia de su libertad. No obstante
cada vez es más claro que la "apertura" de la problemática psiquiá-
taica puede también adoptar la dirección de un reforzamiento de
les tendencias tecnocréticas da la administración y de los apetitos
tecnicistas ds la medicina tradicional. De este modo, progresando
Génesis y ambigüedades
163

en eficacia técnica y en racionalidad económica, la nueva organiza­


ción se integraría fácilmente en el seno de nuevos dispositivos de
control que se comienzan a instaurar en la actualidad. La posición
ambigua de los promotores del sector ¿no implicaba ya en germen
esta "desviación"?
Sin embargo contenía también los gérmenes de una "desvia­
ción" de signo contrario. Me contentaré aquí con esbozar dos series
de signos contemporáneos en la búsqueda de una nueva alternativa
que avanza en sentido contradictorio con la tendencia que acabo de
señalar:
—Una toma de conciencia progresiva por parte de los grupos de
enfermeros que intentan escaoar de la tutela médica. Dos caracte­
rísticas de este movimiento20: surge tras la crítica de la institu­
ción totalitaria y es contemporáneo de la "salida" de muchos enfer­
meros al sector (el movimiento está activado por jóvenes enferme­
ros, mientras que los "viejos" se muestran mucho más reticentes a
"salir"); este esfuerzo destinado a redefinir un papel más autónomo
del enfermero tiene lugar mediante la reintegración en la práctica
"curativa" de dimensiones sociales y políticas ocultadas por el dis­
curso, médico (a esto se debe sin duda el que sea calificado de
"izquierdista" por el establecimiento psiquiátrico). Si, tal como
numerosos signos lo hacen prever, se amplifica este movimiento, es
ra íb le que, desde el interior mismo del "equipo", haga explotar a
ia vez el absoluto liderazgo médico sobre los otros profesionales,
así como el monopolio en el que la ideología médica se amparó pa­
ra formular y "tratar" este tipo de problemas.
—El inicio de la toma de conciencia por grupos de no-profesio­
nales, de antiguos pacientes, preocupados igualmente por encontrar
aquellas dimensiones no médicas de la práctica psiquiátrica. Por el
momento estos grupos no acaban de superar el estadio del terroris­
mo ideológico (el "psiquiatra-policía", etc.). Se está aún lejos en
Francia de un movimiento como el de Psychiatria democrática en
Italia, que agrupa, junto con "trabajadores de la salud mental", a
juristas progresistas, militantes políticos, representantes de ayunta­
mientos y barrios afectados, etc... y que buscan una alternativa real
a la psiquiatría tradicional. Si la situación es aún tan confusa en
Francia se debe a que, frente al doble poder médico y administrati­
vo, existen muy pocas cosas que se asemejan a un control efectivo
realizado por fuerzas que, por ser profesionalmente exteriores al
campo de la medicina, no pierden la prioridad al sentirse concerni­
das en su transformación (este problema, conocido en los Estados

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Ver fíd t» e t form etion du penonnel m firm ie r psychiatrique. Rapport
d'Assistence presenté au Congrés de psychiatrie et neurologie de langue fran-
paiia d'Auxerre, Matson Ed., París 1974.
fíobert Coste)
U SL
<4¿n ¡d o sco n el nombre de "control comunitario", ha supuesto a llí
dha influencia decisiva pera la evolución de la medicina mental en
, efcOMao de « to s diez últimos años particularmente, en concreto, y
M r-at por casualidad, entre los grupos étnicos politizados},. Las
relacionas de fuerza pueden sin embargo cambiar ya que una politi-
' '«tadtosector, al dwplarar el bastión médico-administrativo, al seo
«M iarlo-en múltiples instituciones e integrar nuevos agentes y nue-
yfKtaliados, to vuelve frágil.

E l "sector" existe en tanto que noción desde hace un cuarto de


stglq; como medida administrativa, desde hace algo más de quince
afilie; como dispositivo puesto de forma sistemática en práctica a
grph escala, desde hacetresocuatro años. La reflexión sobre el sector
dt^niénza por tanto a dar un giro. Ha dejado de ser un proyecto del
se barruntaban las finalidades ocultas: utopia de un aggiom *-
m onto humanista de la psiquiatría para algunos, espectro de una
cuadriculación policial pira otros. Deberíamos poder comenzar a
"evaluarlo" como dicen los sociólogos serios: ¿cómo funciona con­
cretamente?, ¿cómo se organiza en él la división de trabajo?, ¿qué
tipo de medios (personales y estructuras institucionales) exige?,
¿cuáles son sus costes y su rentabilidad en relación al manicomio?,
etcétera. Estas cuestiones serias —de las que he procurado mantener­
me al margen— son a la vez el objetivo actual de una reflexión sobre el
sector y una trampa. Pues lo que está realmente en cuestión tres la
progresiva transformación de un dispositivo en otro es el reajuste
en la manera de como afrontar en nuestras sociedad» contemporá­
neas a una categoría de población que está en contradicción con sus
normas morales y sus imperativos productivistas —estas personas fue­
ron bautizadas con el nombre de "enfermos móntales" desde que
una especialidad médica se constituyó en el siglo X IX para seleccio­
narlos de entre una masa más amplia de "marginados" y tratarlos
aparte-.
Sin duda esta transformación explica que hayamos podido cons­
tatar analogías de país a país entre las medidas legislativas adopta­
das en estos quince últimos años (asi el Mental Act inglés, el
Kennedy Act americano, y la circular sobre la sectorisation france-
$a); analogías entre las estadísticas relativas a las poblaciones trata­
das por la psiquiatría (por ejemplo, la disminución continua del
número de hospitalizados desde finales de los años cincuenta, o los
cambios en las características sintomatológicas y socio-demográfi­
cas de los nuevos pacientes); analogías también en las innovaciones
institucionales (por ejemplo entre la Community Mental Health
Canter y el sector). Pero —puesto que el juego de semejanzas es
peligroso- me perece aun más esencial todavía la constatación de
que se plantean cuestiones comunes que pueden ayudar a definir
una problemática general. Así las cuestiones de la autonomía de la
Génesis y ambigüedades
16S
psiquiatría en tanto que especialidad, de la evolución histórica del
esquema médico, del papel de los factores no médicos en el destino
de los "enfermos mentales", de la dialéctica del poder en el interior
del equipo sanitario y en relación a la comunidad, etc. Me parece
que estas cuestionas se plantean tanto en Estados Unidos como en
Francia, aunque a diferentes niveles de conciencia. No se trata aquí
de cuestionas abstractas o "teóricas", sino de la formulación teóri­
ca de problemas cotidianos impuestos por la evolución de la prácti­
ca institucional en cada situación local. Si la situación es ésta,
quiere decir que por encima de las particularidades de la historia
propia de la psiquiatría existe un juego de presiones sociales que
impulsan la modificación actual de las estructuras.
Del mismo modo que los sociólogos americanos tratan actual­
mente de medir las consecuencias prácticas inducidas por la modifi­
cación de su política de salud mental, se puede —y sin duda se
debe— comenzar una "evaluación" de los efectos concretos de la
sectorización en Francia. Sin embargo, una vez más, el empirismo
"científico" serviría aquí de cortina de humo a una operación de
escamoteo político si invalidase como "ideológicas" las cuestiones
que he intentado desentrañar. Pues estas cuestiones emergen del
examen de la situación concreta, señalan las líneas de fuerza de su
transformación y finalmente se resumen en esto: ¿cuál es el nuevo
dispositivo global que ocupa progresivamente el lugar del encierro
manicomial, con qué objetivo y en interés de quién?

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