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Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y
CIENCIAS SOCIALES
(Serie documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796.
Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. XI, nº 672, 30 de agosto de 2006
La ordenación del territorio como tarea discursiva. Una tesis doctoral de Liliana
Fracasso
Colijo que se me propuso como miembro del tribunal de dicha tesis, entre otras cosas,
porque su temática hace relación a las tareas profesionales y académicas que he venido
desarrollando en Suecia. Mi comentario de una tesis de esta índole, sobre temas que me
han ocupado a fondo, parecerá, por así decir, “una de cal y otra de arena”. Pues
apreciando positivamente el que una persona haya dedicado tanto tiempo e interés a una
tarea investigadora tan deseable en la universidad actual, no puedo dejar de aprovechar
la oportunidad de señalar qué derroteros son necesarios seguir para completar la visión
de esta tesis en una dirección fructífera. La autora de la tesis nos hace partícipes de un
intrincado recorrido teórico y metodológico, que muestra claramente lo que supone la
tarea de buscar, entre varios, un método todavía no establecido en una tema de gran
actualidad:
En otro párrafo inicial (p. 33) dice la autora: "Cabe advertir que el capítulo 1 en realidad
retoma los resultados de una investigación bibliográfica realizada al comenzar la Tesis.
Su lectura puede resultar en parte tediosa ya que se trata de una larga clasificación de las
aportaciones de cada referencia bibliográfica reseñada". (comentario que podría hacerse
extensivo a una buena parte del tomo I ).
No es fácil elaborar una tesis de esta índole, en una materia no dominada habitualmente,
en cuatro años. Pero las normas académicas vigentes no conceden siempre el tiempo
suficiente para poder llevar a cabo una tesis de la ambición de ésta. Más tiempo y
mejores medios, hubieran permitido una elaboración y un reajuste apropiados. Una tesis
que se va a ocupar del discurso de la planificación, que exige el complemento de una
formación arquitectónica con una formación lingüística suficiente para esa tarea, exige
mayor tranquilidad y tiempo de reflexión. Pues no se trata además de una tesis sobre el
discurso, sino de una elaboración discursiva adecuada de la propia tesis.
“No hay camino; se hace camino al andar” como diría el poeta. La elaboración de una
tesis doctoral está sometida a vicisitudes, experiencias e ideas que van surgiendo en su
transcurso, sugiriendo y hasta imponiendo el planteamiento y resolución de problemas
no previstos y el establecimiento de soluciones no imaginadas. La autora de esa tesis se
planteó inicialmente como tarea, según parece, la de entender lo que es un proceso de
planificación, eligiendo para ello como ejemplos (en los cuales basar sus conclusiones
generales) los dos casos o procesos concretos mencionados. Pero a la base de ese
estudio se halla la pregunta de qué sea la planificación y cómo se debe abordar un
proceso de planificación para entenderlo, estableciendo métodos adecuados.
Quizá sea de interés señalar que el tema doctoral que Liliana Fracasso se planteaba el
año 2002 era ”Planeación comunitaria y participación en los procesos de decisión” con
aplicación concreta a los dos casos mencionados (Cartagena y Montseny). Por alguna
razón, el título definitivo de la tesis quedó reducido a “La participación en los procesos
de planificación” (ejemplificada en los dos casos mencionados), con lo cual toda la
problemática de la teoría de la planificación a que aludía el proyecto inicial quedaba
excluída. Para quien se adentra en la lectura de dicha tesis surge repetidas veces una
pregunta fundamental: ¿Es la participación un integrante necesario e incluso esencial de
una planificación comunitaria que merezca ese nombre? ¿O se trata simplemente de la
elección de una forma de planificación entre otras igualmente válidas? Dilucidar esto
habría requerido, naturalmente, una investigación mucho más larga y detallada que lo
que permitía el tiempo de elaboración de la tesis, acerca de lo que sea la planificación
como tal. Cuestión que el texto de la tesis suscita varias veces, sin poderlo afrontar de
lleno una vez por todas. Se habría necesitado una tesis doctoral complementaria que
aclarara el sentido de la planificación, allanando el camino para el estudio concreto que
la tesis presentada ha afrontado.
Ahora bien, ¿por qué es el diálogo humano tan positivo para la planificación? ¿Es
simplemente porque cumple con las exigencias de la democracia moderna? ¿o existen
razones que afectan a la calidad del conocimiento y por ende a la efectividad de la
planificación? Sería valioso dilucidar claramente la postura de la tesis sobre esta
cuestión y los motivos de ella. Pues la opinión de Patsy Healy, a la que Liliana parece
adherir, se me antoja (como la de Habermas) un tanto idealizante. Cosa que también
Liliana advierte, por lo menos una vez, de pasada. La idea de la planificación discursiva
parece dar por supuesto que basta con que hablemos unos con otros para que todo salga
mejor y que “el mejor argumento” (“¡quién lo ha visto y quién lo vio!”) siempre va a
convencer, sin dilucidar cómo se elabora el mejor argumento, qué es la convicción y
cuáles sus instrumentos.Tanto Healy y Forester como su mentor Habermas parecen
considerar el uso del lenguaje como algo bueno en sí. Ahora bien: si ese planteamiento
es un tanto idealista ¿cuál es entonces el planteamiento realista?
Dos cuestiones deberían dilucidarse en relación con una tesis de esta índole: una es la
diferencia entre diálogo y discurso, que no son exactamente lo mismo, y la otra la
diferencia entre el “todos” y el “cada uno” que es uno de los ejes metonímicos que a
menudo oscurecen el discurso social y la comprensión de su valor.
Otra cuestión, derivada de las anteriores, sería: ¿Debemos ver la planificación desde un
punto de vista instrumental o desde un punto de vista ético? Si de las dos formas, hay
sin embargo que saber distinguirlas y no mezclarlas de cualquier manera. Que esa es la
cuestión de la hoy tan cacareada “sostenibilidad”. Es precisamente para poder entender
qué modalidades de diálogo se establecen y cómo se ejercen, que se hace precisa la
elaboración de un conocimiento del discurso, es decir de cómo los diálogos se
manifiestan y desarrollan. Pues tampoco la significación de la palabra “diálogo”, que
algunos confunden con un “duólogo” o comunicación entre dos, es tan clara. Por
supuesto que el lenguaje, por esencia, presupone una pluralidad de parlantes, pero
diálogo significa en principio “a través del logos”, es decir que el entendimiento se
realiza a través del discurso. Lo cual requiere que el discurso sustente ciertas cualidades.
El mismo Aristóteles se ocupó a fondo de estudiar cómo actúan los humanos a través
del lenguaje y qué problemas trae esto consigo o qué trampas hay que advertir para no
caer en ellas. Y si no desenmascaramos la ambigüedad de la lengua, que confunde a
menudo la acción con las cosas que produce, el verbo con el sustantivo y la forma con la
función (Mauthner, Nietzsche, Cassirer), no nos aclararemos nunca.
Toda esa problemática puede explicar el hecho de que ninguno de los dos procesos
planificadores estudiados en la tesis (Cartagena y Montseny) llegaran a un fin
perseguido y adecuado. La autora hace un gran esfuerzo por mostrarnos porqué. La
descripción que hace de esos casos es tan rica en detalles y tan perspicaz que ofrece una
buena base para desentrañar los problemas del proceso democrático al que yo apunto.
Por ejemplo: la documentación que describe las deliberaciones de los grupos de trabajo
del proyecto de Cartagena de Indias es, a mi juicio, el documento de la tesis que mejor
formula los problemas de un proceso de planificación como ése y llega en algunos casos
a ofrecer un buen análisis de los obstáculos que la planificación conlleva.
Juzgo que es difícil entender lo que sea la planificación y porqué ésta precisa del
discurso deliberativo si no atendemos esa dualidad de saber y poder, de un conocimiento
de los hechos (lo causado y racional) y un conocimiento de la acción (lo motivado y
razonable), o sin advertir que la pregunta “¿por qué?” tiene dos significados y supone
dos formas de explicación, es decir que busca dos especies (diferentes aunque
complementarias) de conocimiento: la de aquello que no puede ser de otra manera y la
de aquello que puede ser de otra manera.
Si la planificación en sentido estricto tiene que ver con algo es justamente con lo
teleológico, con la finalidad. No con lo mecánico, no con la causalidad, aun cuando
esta última sea condición sine qua non de lo primero, es decir el fundamento de la
posibilidad de actuar. Pues el hombre no es libre en sentido absoluto. El hombre se ve
obligado a elegir, lo cual es algo distinto de la libertad de que habla el liberalismo. Si la
libertad humana de elección fuera absoluta, la retórica sería innecesaria. Y si la ciencia
precisa de la lógica, la acción social (una de cuyas manifestaciones es la planificación
comunitaria u ordenación del territorio) precisa de la retórica.
Todos usamos palabras como “teoría” o “análisis” sin reflexionar en lo que decimos y
en que esos términos no descubren nada, sino que lo inventan. Cuando Jullien nos hace
saber que los chinos carecían de un concepto como el occidental de “teoría”, nos hace
además pensar que el hablar de teorías no es nada “natural” y que se puede desarrollar
toda una técnica avanzada sin teorías preconcebidas o prefijadas, como un “learning by
doing” (learning, reflexion and change) de ese “reflective practicioner” de que habla
Donald Schön.
Todo esto es más importante de lo que parece para entender lo que sea la planificación
comunitaria. La palabra “proceso” es constantemente mencionada en la tesis, dando por
supuesto un significado que no es tan obvio. No basta con una sucesión de hechos para
que haya un proceso. Esa sucesión tiene que ir hilvanada por algo, si ha de ser entendida
como proceso.
Otra cuestión que tampoco suele plantearse directamente, cuando se está embebido en el
“análisis del discurso”, es qué sea el discurso, pregunta ésta que los estudiantes nos
hacen constantemente. Y parecemos olvidarnos de que toda comprensión de algo surge
al ser medida o contrastada con un extremo, pues, como diría Foucault, es llegando al
límite cuando realmente entendemos. Que por algo son términos sinónimos “limitar” y
“definir” (fin y límite). Y de la misma manera que se habla cien veces de “análisis” sin
mencionar ni una sola vez la “síntesis”, nos olvidamos de que lo complementario del
“discurso” es la “intuición”. En terminos aristotélicos, lo contrapuesto al logos es el
nous. Si no tuviéramos logos (capacidad linguísticodiscursiva), decía Aristóteles, no
seríamos humanos; seríamos o bien animales irracionales o bien dioses. Pues los
irracionales carecen de logos y para un dios el logos es algo superfluo. Lo cual no
quiere decir que carezcamos de nous, el cual es necesario pero no suficiente para el ser
humano. Como se dice en sueco: “Vamos de claridad en claridad”. Nos movemos de un
entendimiento inicial a otro más avanzado, al pasar del todo sintético al análisis (yendo
por partes y articulando) que es lo que constituye un proceso discursivo. Nos asombra a
menudo descubrir cosas clarísimas, que no habíamos visto antes. Y es que, como decían
los estoicos (y repetía Wittgenstein sin mencionar la fuente): el lenguaje es como una
escala de la que nos podemos deshacer una vez que hemos llegado arriba. “Por aquí ya
no hay camino, pues para el justo no hay ley” decía San Juan de la Cruz, después de la
penosa escalada al Monte Carmelo.
Una vez dado por supuesto en la tesis que el método adecuado para estudiar los
procesos de planificación es analizar el discurso en el que esos procesos hallan su
expresión, habría que aclarar qué es la teoría del discurso y de qué herramientas se vale.
Pues remitir al lector simplemente a la “teoría del discurso”, sin precisar la referencia de
esa expresión, como si se tratara de algo unívoco y perfectamente señalable, como el
que habla p. ej. de Roma o de la Guerra de las Galias, es injusto en este caso. Pues la
“teoría del discurso” no parece dar expresión a una concepción unívoca. Es verdad que
en la tesis se hace referencia a determinados teóricos del discurso de cierto renombre,
dejando por cuenta del lector el estar al corriente de la concepción sostenida por unos u
otros teóricos, como si hubiera una literatura unívoca al respecto. El texto de la tesis
remite, por ejemplo, a la concepción de Teun van Dijk [4] o a la de Cabrera Acosta,
cuya obra es sin duda de gran interés. Pero lo importante en una tesis no es lo que un
autor citado en ella sostiene o lo que muestra, sino lo que el autor de la tesis entiende o
concibe y cómo él o ella lo utiliza.
Una tesis que pretenda basarse en la teoría del discurso debe exponer al mismo tiempo
ordenadamente cuáles son los elementos de esa teoría del discurso – es decir cómo
concibe y utiliza esa teoría en y para su tesis – ya que no puede exigirse del lector de
una tesis que, además de leer sus 800 páginas, tenga que leer una serie de libros que
aclaren la postura planteada. Todo eso son cuestiones que la misma tesis debe poder
aclarar.
Pondré un ejemplo de las interrogaciones que esta tesis despierta a veces en el que la
lee. En la página 177 atribuye la autora a Cabrera un distinción entre “significados” y
“conceptos”. Dice que los significados (según Cabrera) son entidades subjetivas,
mientras que los conceptos son metasubjetivos y escapan al control de los sujetos. A mi
entender se trata justamente de todo lo contrario, es decir que si algo es extrasubjetivo e
impuesto, es el significado.Y si algo es subjetivo y personal, es el concepto. Y yo
distinguiría además , como hacían ciertos escolásticos, entre el concepto como lo
concebido y el concepto como la acción de concebir, siguiendo la sabia definición que
hace nuestra Real Academia de todos esos sustantivos metonímicamente basados en una
acción [5] . Naturalmente yo no soy dueño del lenguaje y procuro dar razón de mi
manera de interpretar esos términos. Pero sería demasiado prolijo temer que revisar la
obra de Cabrera para deshacer el entuerto semántico, sin que por lo menos se nos
indique en la tesis en qué página de qué obra de Cabrera habría que buscarlo.
La autora de la tesis hace algunos intentos incipientes de análisis del discurso. Pero mi
pregunta (partiendo de mi propia postura en estas cuestiones) es qué conexión hay entre
las modernas teorías del discurso y la concepción discursiva de la Retórica tradicional.
Pues si bien es verdad que la Retórica entró en crisis al mismo tiempo que el
positivismo científico y la lógica formal se impusieron hegemónicamente en el terreno
de la ciencia, eso no justifica el que, para regresar a una concepción menos estrecha y
dogmática del conocimiento humano se establezca una nueva visión del discurso y un
aparato conceptual totalmente nuevos, no sólo dando la espalda a las aportaciones que
puedan encontrarse en la Retórica clásica, sino renunciando a la posibilidad, no ya de
verter “viejo vino en nuevos odres”, sino al revés: “vino nuevo en odres viejos”. Una
economía del conocimiento exige que no despreciemos y desconozcamos logros
teóricos y metodológicos logrados en otros tiempos. Podríamos comparar esto con el
uso de una vieja ciudad: edificios y lugares urbanos antiguos reciben constantemente
nuevos usos, conservando ese genius loci que les da un sentido y un valor especial. Nos
encontramos a menudo más a gusto trabajando en edificios antiguos, adaptados a la
nueva actividad, que en edificios totalmente nuevos, los cuales tardan en recibir la
impronta, el sabor y el sentido de la actividad que los ocupa.
Una consideración amplia y ecuánime tanto de las teorías de la acción como de las del
lenguaje en la cultura occidental deben tener en cuenta por lo menos las tres grandes
corrientes del pensamiento científico occidental: la empirista de raíz inglesa, la
estructuralista de raíz francesa y la llamada idealista, que yo denominaría “accionista”,
de raíz germánica con aportación italiana [6] . Pero ante todo, no estaría de más, por
muy petulante o trasnochado que parezca en una tesis como ésta, establecer una
conexión clara con el pensamiento griego y en particular con el aristotelismo, cuya
influencia, como fuente de nuestra terminología científica y académica es mayor que el
platonismo. Usamos constantemente esa terminología, sin reflexionar en ello, hablando
de “teoría”, “práctica” “análisis”, y otra serie de “metatópicos” como si de entidades
naturales se tratara. Pues siendo necesario, para el avance del conocimiento, engarzar
nuestras concepciones de lo real en conceptos y términos que sean comunes a mis
socios culturales, no nos percatamos de cómo esas herramientas del pensamiento
desvían nuestra atención y hasta nos equivocan.
Una concepción amplia del pensamiento occidental, olvidando que existen y pueden
existir otras fomas de organizarlo mental y expresivamente [7] , requiere por lo menos
atención a esas tres grandes corrientes citadas (anglosajona, francesa y germánica), que
tanto han influido en nuestro lenguaje y en nuestra ideología, buscando además las
obras y personajes que han sabido hacer de puentes entre ellas. Pues ni todos los
anglosajones son empiristas ni todos los alemanes o franceses son idealistas
respectivamente estructuralistas. En el ámbito anglosajón se sigue ninguneando la
presencia de Collingwood, que se aparta de la concepción empirista anglosajona y,
después de elaborar una visión de la historia, fundamenta una teoría de la acción
humana que encaja con Vico, con Croce y con el pensamiento alemán castizo. Lacan,
por poner otro ejemplo, transforma el psicoanálisis de Freud en un aditamento a la
lingúística estructuralista.
En la vía activa (o la Vita Activa de Hannah Arendt), que es, dicho a grossomodo y
tópicamente, la vía de la interpretación germánica, quién más interés debería despertar
no es ya Habermas, sino toda una serie de pensadores de la acción y del lenguaje
(considerado éste como energeia y no meramente como ergon). Me estoy refiriendo a
humboldtianos como Weisgerber (con su análisis de dos concepciones del lenguaje) y
también a nuestro José María Valverde, no ha mucho fallecido en Barcelona. Y también
a filósofos como Ernst Cassirer, que da a la filosofía kantiana un “giro lingüístico” antes
de que los anglosajones se inventaran ese tópico. Pero el giro lingüístico germano es
más bien hacia la concepción del lenguaje como actividad (das Sprechen), como
palabra, que no como “palabras” (die Sprache).
La Retórica es, en mi apreciación, la madre de las ciencias de la expresión (es decir del
expresarse) por medio del lenguaje y, por ende, el organon de la ética y de la actividad
social planificadora y política. Sin tener presente los géneros discursivos de la retórica
resulta confusa toda discusión sobre planificación que, de un lado haya de evaluar
hechos pasados (genus iudiciale) y de otro deliberar sobre elecciones futuras (genus
deliberativum [8] ).
Que hay un puente entre la Retórica y las Teorías del discurso debería estar claro. Y que
existen todavía muchos prejuicios entre los teóricos del discurso que quieren mantener
la retórica estigmatizada es también evidente [9] . Y se dan casos sumamente flagrantes
como el de personas tan lúcidas comoVaz Ferreira, que prefiere hablar de “lógica viva”,
para evitar el uso del término “retórica”. Quizá disculpe al filósofo uruguayo del
discurso el haber fallecido en 1958, cuando todavía la retórica seguía en el exilio de la
ciencia. Con lo cual se privó a los retóricos de rescatar el valor de la retórica,
liberándola de esa concepción lastrada desde Platón y de su destierro de la formación
escolar dictado por el fundamentalismo lógico ilustrado. Cuando la enemistad entre
islamismo y cristianismo se alivie, si se alivia, quizá reencontremos el patrimonio
común del aristotelismo árabe, sin el cual no habría habido Ilustración europea.
Liliana Fracasso sólo llega a entrever en su tesis el posible uso de la Retórica para su
tarea y la conexión entre ésta y las teorías del discurso. Pero esa “tesis” (si podemos
denonuínarla así) no es el final de un camino, sino la apertura a un viaje pendiente, cada
vez más próximo. Es, por tanto, de esperar que la autora encuentre en la Retórica,
modernamente concebida, un camino viable para el esclarecimiento de la teoría de la
planificación comunitaria.
Notas
[1] “Tuvimos del dictador una experiencia fatal: cuando hizo el mal, lo hizo bien. Cuando hizo el bien, lo
hizo mal.”
[2] Jullien ha celebrado varios seminarios en Barcelona en el 2004. Entre sus publicaciones, traducidas al
español, tenemos: “Tratado de la eficacia”, “La propensión de las cosas”, “Un sabio no tiene ideas”, etc.
[3] Aun cuando el “qué” también tiene su tópica, como muestra Theodor Viehweg.
[4] Si algo caracteriza la obra de van Dijk, según tengo entendido, no es primordialmente establecer una
teoría del discurso, sino mostrar cómo se desarrolla un anális del mismo, mostrar cómo se hacen esos
análisis en la práctica. Lo cual puede hacer la labor de aprendizaje de quien le siga más lenta, aunque en
cierto modo más loable y efectiva. Pues necesitamos más ejemplos que teorías. Pero en el fondo de la
práctica hay – explícito o no – un hábito o instrumento “teórico” (una tópica, si se quiere), identificable
para el que lo estudia con cierta atención.
[5] Dice por ejemplo: “Conocimiento – acción y efecto de conocer” o “Compra – acción y efecto de
comprar”
[6] Digo esto porque hoy día parece que todo lo que no se escriba y se piense en inglés carece de valor
académico.
[7] ¿Qué pasaría si un buen día nos tropezáramos con seres humanos de otro planeta con sus lenguajes y
sus modos de entenderse y pensar propios?
[8] Los representantes del “giro anglosajón” de la ciencia política y de la teoría de la planificación, han
lanzado el concepto de “deliberación” como una novedad. No se han enterado de que es un término
íntimamente ligado a uno de los géneros de la Retórica tradicional.
[9] He advertido que los teóricos del discurso, incluso van Dijk, mencionan a la retórica como una técnica
reservada a ciertos usos, no como una ciencia analítica del discurso en sentido amplio.
Ficha bibliográfica
RAMÍREZ GONZÁLEZ, J. L. La ordenación del territorio como tarea discursiva. Una tesis doctoral de
Liliana Fracasso. Biblio 3W Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de
Barcelona, Vol. XI, nº 672, 30 de agosto de 2006. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-672.htm]. [ISSN 1138-
9796].