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Con frecuencia se identifica a la época romántica con una etapa eufórica y expansiva
del yo, desatendiendo el hecho de que también nos encontramos ante un período de crisis y
fragmentación de éste.
La primera de estas dos obras, El lobo estepario, constituye una de las más célebres del
escritor suizo alemán Hermann Hesse. Estamos ante una grandiosa novela que, a través de un
análisis filosófico, psicoanalístico, antropológico y sociológico, socaba paradigmas socaba
paradigmas e incita a reflexionar sobre cuestiones como la búsqueda de la identidad y el
auténtico sentido de la vida, tarea que parece imposible en una sociedad desbaratada y
henchida de convencionalismos, imposturas, contradicciones, creencias, superficialidad, etc.,
y por supuesto sumergida en continuos conflictos identitarios producto de conflictos duales
entre el espíritu y la naturaleza; la razón y el instinto; la lucha entre el hombre y la máquina;
así como otros conflictos en relación al dominio de la tecnología, la mecanización de la vida, el
determinismo, el hastío de la vida burguesa; la neurosis colectiva, "el mundo civilizado de
hojalata". Cabe señalar que fue escrita en 1927, una época en la que un movimiento tan
intenso como el Romanticismo había dejado sus trazas.
Así, la crisis del individualismo junto con la preocupación por la identidad ha venido
prolongándose, fortaleciéndose e incurriendo en nuevas dificultades desde el pasado siglo
hasta hoy.
En esta obra encontramos que, siguiendo la tradición romántica, el personaje literario
cada vez se aleja más del mundo externo, viéndose, pues, remitido a su subjetividad; una
subjetividad rebosante de datos concienciales.
De este modo, observamos que el flujo de conciencia influye en el relato, de modo que éste se
resiste a llevar una continuidad lineal o coherente: se interrumpe y se fracciona.
Por otro lado, como anteriormente introducíamos, en esta obra nos encontramos con
el fenómeno de la conciencia de un alma desconciliada: un yo escindido. Éste es el aspecto
principal de la obra, y lo que constituye el eje central, que son las dos naturalezas de Harry
Haller. Sin embargo, éstas no coexisten en armonía, sino que, por el contrario, se encuentran
en constante disputa. Así, “en Harry (...) no corrían el hombre y el lobo paralelamente, y
mucho menos se prestaban mutua ayuda, sino que estaban en odio constante y mortal, y cada
uno vivía exclusivamente para martirio del otro...". Sin embargo, a lo largo de la historia, Harry
se ve en la impetuosa y persistente necesidad de conciliar y armonizar esta alma dividida.
De hecho, en una suerte de folleto que se le entrega a Harry, el Tractat del lobo estepario,
explícitamente se hace referencia estas dos naturalezas, asociadas a los artistas.
El Tractat sostiene que esta fórmula simplificadora se presenta por la "necesidad innata" en
todos los hombres de representarse a sí mismos como una unidad. De hecho, la constatación
de que ningún yo es una unidad "sino un mundo altamente multiforme (...) un caos de formas,
de gradaciones y de estados, de herencias y posibilidades" (35) es pensada como un signo de
esquizofrenia. Unas líneas más adelante, el Tractat contrapone la belleza unitaria y apolínea de
la Antigüedad con los héroes de las epopeyas indias, que no son personas, sino "nudos de
personas". Aquí tenemos, entonces, la aparición del componente oriental como en el
romanticismo –los poemas de la vieja India-, que tal vez no indiquen aquí tanto la
característica preferencia romántica por el exotismo como las inquietudes particulares del
autor (Hermann Hesse) por las tradiciones orientales, que se reflejan a lo largo de toda su
obra.
Otro aspecto romántico que surge en el Tractat es el motivo del Fausto ("Hay viviendo dos
almas en mi pecho"), aquí, demostrado por la conciencia que tiene el lobo estepario de haber
alcanzado la duplicidad fáustica. "Como cuerpo, cada hombre es uno; como alma jamás"(36):
el Tractat es contundente respecto a esta afirmación.
Es interesante profundizar un poco más sobre la tensión antes esbozada en cuanto al ideal de
hombre de la Antigüedad y la concepción del mismo en las tradiciones orientales. Esta tensión
emerge constantemente a lo largo del libro y se ilustra de modo muy completo cuando Harry
va recorriendo el Teatro Mágico y se encuentra con inscripciones como estas: "¿Quiere usted
espiritualizarse? Sabiduría oriental.", "Decadencia de Occidente. Precios reducidos. Todavía
insuperada." Harry se ve especialmente tentado por una que dice: "Instrucciones para la
reconstrucción de la personalidad. Resultado garantizado"(37) En efecto, Harry va a ingresar a
esta sala y va a ver en un espejo la unidad de su persona descompuesta en muchos yos, en
muchas figuras. Exactamente como las tradiciones orientales entienden al hombre: como una
multitud de almas, una multitud de yos. Es aquí cuando Harry se somete al "arte
reconstructivo" de la personalidad, dirigido a quienes han experimentado la descomposición
de su yo. De este modo, el hombre encargado de dicha "reconstrucción" toma las figuras de
Harry y las dispone sobre un tablero. Esta "reconstrucción" y la combinación de las figuras en
distintos grupos y bandos enemigos, es como un juego de ajedrez: las figuras son las piezas,
que cada hombre puede ordenar "a su capricho" sobre un tablero. Como el "arte de vivir",
como el "juego de la vida"; así se le presenta a Harry la "reconstrucción de la personalidad".
Es curioso que en este pasaje se haya utilizado el juego de ajedrez como metáfora, que es tan
racional y analítico. Por otro lado, a pesar de que la unidad de Harry es descompuesta en
múltiples figuras, éstas se disponen en un tablero de ajedrez -no cualquier tablero de cualquier
otro juego- aquí, son necesariamente dos bandos los que se enfrentan, aunque heterogéneos
en cuanto a su composición –los hay reyes y reinas, pero también peones- dos bandos al fin.
¿Dualismo ético / fáustico o una multiplicidad de figuras caótica y amorfa? Evidentemente, el
motivo del dualismo fáustico es el eje de todo el libro, pero, en efecto, es cómo nos indica el
Tractat del lobo estepario: no hay que reducir el mismo a una fórmula simplificadora, este
dualismo –casi pedagógico y tranquilizador- parece ser mucho más complejo de lo que parece.
Meter "todo lo espiritual, sublimado o, por lo menos, cultivado (en el "hombre") y en el "lobo"
todo lo instintivo, fiero y caótico" (38) es, como explicaba el Tractat, un "intento infantil
desesperado": las dos naturalezas pueden confundirse, e incluso llegar a intercambiar sus
roles. Esto es lo que observa Harry en la Maravillosa doma del lobo estepario, en el teatro
mágico. Aquí, el domador, a quien Harry lo considera como un "hombre brutal", doma con
éxito al lobo, a la "noble fiera": la tiene perfectamente amaestrada como a un perro, de hecho,
el lobo realiza muchas de las gracias que los perros suelen hacer (hacerse el muerto, alcanzar
objetos). Incluso, renegando de su naturaleza de carnívoro-depredador, lamía de la mano del
hombre una tableta de chocolate gustosamente. Pero en la segunda parte del acto, cambian
los papeles y ya nada es lo que parece: el domador se pone a los pies del lobo y éste adquiere
nuevamente vigor. El hombre hace todos los trucos y demostraciones que había hecho
anteriormente la fiera: se hace el muerto, se coloca en dos o cuatro patas, en fin, obedece al
lobo, quien es ahora el que está domando. Cuando al hombre –antes domador- le traen el
chocolate, sin embargo, lo rechaza, no lo acepta gustosamente como había hecho el lobo. En
este sentido, entonces, la "doma" no fue llevada a cabo con éxito. Cuando le traen al hombre
un cordero y un conejo, representa el papel de lobo a la perfección: ataca a los animales, los
despelleja, come su carne viva y bebe su sangre, con tanto gusto como el lobo comía su tableta
de chocolate...
Volvemos a la lectura del Tractat, donde se nos advierte que lo que se entiende por "hombre"
no es más que un transitorio convencionalismo burgués:
Ciertos instintos muy rudos son rechazados y prohibidos por este convencionalismo; se pide un
poco de conciencia, de civilidad y de desbestialización (...) El "hombre" de esta convención es,
como todo ideal burgués (...) un tímido ensayo de antigua travesura para frustrar (...) a la
perversa madre primitiva Naturaleza. (39)
Individualismo
Aspectos de lo que más arriba llamamos compromiso romántico se pueden observar en las
Anotaciones de Harry Haller: "...más me gusta sentir dentro de mí arder un dolor verdadero y
endemoniado que esta confortable temperatura de estufa. Entonces se inflama en mi interior
un fiero afán de sensaciones (...), una rabia de esta vida degradada, superficial, esterilizada..."
(41) La cuestión del compromiso –social, y muy especial político en una Alemania de
entreguerras- no pocas veces se le presentó a Harry. Se preguntaba si realmente no debería
involucrarse más, en vez de dedicarse sólo a la estética y a lo espiritual.
La subordinación del hombre a una instancia suparaindivudal que licua y homogeneiza las
conciencias y personalidades se observa en varios fragmentos. Ya desde el Tractat se nos
indica que la personalidad del hombre es entregada al moloc "Estado". A su vez, para el lobo
estepario no hay nada más funesto que tener que ejercer un cargo, someterse a una
distribución del tiempo y tener que obedecer a otros. El viejo amigo de Harry, Gustavo,
también se mostraba ahogado y presionado por el leviatán: desde el mismo momento en que
nacía no sólo estaba "condenado a vivir" sino que también estaba obligado a pertenecer a un
Estado, a ser soldado, a matar, a pagar impuestos para armamentos. Por último, antes de que
comenzara su acusación en el Teatro Mágico, Mozart le pregunta a Harry si estaba listo para
sufrir "con paciencia todo el aparato poco divertido de los agentes de la Justicia" (42)
El último rasgo que habíamos esbozado en el apartado 1.4 era la multiplicidad de facetas. En
efecto, creemos que este aspecto ha sido corroborado en el apartado 2.3, luego de abordar
algunos de los conceptos de la filosofía oriental que Harry descubre en la sala de la
reconstrucción de la personalidad, con sus múltiples figuras, sus múltiples yo, jugando una
intensa partida de ajedrez.
Amor y muerte
Ambos conceptos son motivos sumamente recurrentes en El lobo estepario. La muerte emerge
en el libro a través de la personalidad suicida de Harry Haller. Ya sea con una navaja de afeitar
o con veneno, en Harry la idea del suicidio estaba siempre latente.
En efecto, a los verdaderos hombres, a los hombres con "una dimensión de más" no les
pertenece nada más que la muerte y la eternidad. Para Harry, al igual que los hombres
románticos, la muerte es "la amiga que lo redime": "(Sentía yo) miedo a la muerte, pero un
miedo consciente de que ya pronto habría de convertirse en total entrega y redención" (44)
Aquí la muerte también está en una estrecha relación con el amor. En una salas del teatro
mágico, Harry se topa ante la siguiente inscripción: "Cómo se mata por amor" y recuerda la
noche en que Armanda le dijo a Harry que él sería una especie de esclavo suyo, y debía de
obedecerla en todo cuánto ella pidiera. El amante a la disposición del otro, tal como en el
romanticismo. Las órdenes de Amanda podían ser "relativamente terrenales" (aprender a
bailar fox – trot, comprar un gramófono) o podían tener una clara aspiración hacia el
macrocosmos, hacia lo infinito: Amanda sólo iba a hacer que Harry se enamorara de ella para
ser muerta por su mano. En el teatro mágico, Harry apuñala a Armanda, mata a su amada, tal
como en la tragedia de Kleist, Pentesilea, una mujer invadida por el amor, ataca a Aquiles y lo
desgarra con uñas y dientes (45).
Aquí también se puede observar la tensión esbozada en el apartado 1.6, entre una burguesía
luchadora e idealista, de corte netamente romántica, y la "otra", la sometida a la razón técnica
e instrumental, la del convencionalismo del concepto de "hombre". Harry, en efecto, siente
aversión frente a esta "última burguesía" cuyo modo de vida consideraba mediocre, cómodo y
superficial: "Porque esto es lo que yo más odiaba, (...) esta autosatisfacción, esta salud y esta
comodidad, este cuidado optimismo del burgués, esta bien alimentada y próspera disciplina de
todo lo mediocre, normal y corriente." (46) (Otra vez, las exigencias de singularidad y
peculiaridad, de "elevación" por encima de la "media"). Sin embargo, Harry mantiene una
peculiar relación con la burguesía: siente que la aborrece pero al mismo tiempo vive en casas y
ambientes burgueses, llenas de "orden, limpieza, decencia y honestidad." Al ingresar a su
cuarto, el panorama del "ideal burgués" cambia y todo es caos, desorden y abandono. Harry
sentía gustoso este contraste y es consciente de este dualismo que lleva: "Ciertamente que
Harry Haller se había disfrazado en forma maravillosa de idealista y despreciador del mundo
(...), pero en el fondo era un burgués" (47) El Tractat del lobo estepario lo ilustra
acertadamente: "...se quedaba siempre viviendo en los dominios de la burguesía, con cuyos
hábitos, normas y ambiente no dejaba de estar en relación, aunque fuera antagónica y rebelde
(...) De esta manera, reconocía y afirmaba siempre con una mitad de su ser y de su actividad, lo
que con la otra mitad negaba y combatía." (48) Dos naturalezas en conflicto, dualismo ético, o
como el Tractat lo presenta, el dilema de contraposición del santo y el libertino.
Para el Tractat hay tres tipos de hombre: uno, el típicamente burgués, con las características
que arriba indicamos, y otro, que es todo lo contrario: son aquellos que pueden desligarse del
ambiente y modo de vida burgueses por completo, aquellos que "abandonan la atmósfera de
la tierra burguesa y llegan al cosmos": son los trágicos, los artistas, un número muy reducido.
El prototipo del hombre romántico es sin duda éste último, sin embargo, Harry Haller, el lobo
estepario, no se encuentra entre sus filas: a ellos se les ofrece el humorismo, ya que, según el
Tractat, no pueden acceder a la potencia necesaria para lo trágico. En efecto, humorismo es lo
que ofrece el Teatro Mágico de Pablo en todas y cada una de sus salas, donde "... es posible a
la vez afirmar el santo y el libertino, plegando los polos hasta juntarlos" (49) Esto se logra en el
teatro mágico mirándose al espejo, para ver así reflejado el caos que presentan sus almas,
como hace Harry cuando ve en el espejo a su lobo sacudiéndose y comienza a reír, a
carcajadas, como los inmortales.
Harry entonces, se encuentra en una relación tensa y fluctuante con la clase burguesa. Antes
de conocer a Armanda, aborrecía los placeres y los vicios de las ciudades, que no compartía ni
comprendía. Detestaba las multitudes, los cafés y varietés llenos de gente, y los gustos de esas
"diversiones en masa" que no hacían más que adulterar lo más sublime y trascendente, lo
realmente verdadero: Mozart, Bach, Goethe, Novalis. Aborrece el jazz que "escupen" los
gramófonos, estos aparatos representaban para él algo infernal, y el tipo de música que
reproducían, todo un "sub- mundo" de salvajismo e instintos, una música "chillona y
sangrienta". Harry Haller se siente como digno representante de la alta cultura y muchas veces
manifiesta posiciones similares a las de G. Steiner (50) respecto a la trascendencia del arte o a
las de T. Adorno (en cuanto a la degradación que representa esta nueva e incipiente cultura de
masas, y muy especialmente respecto a la música, temática que Adorno desarrolló
extensamente a lo largo de su obra). A partir de su encuentro con Armanda, Harry
experimenta un cambio: adquiere un gramófono y aprende a bailar fox- trot para luego lucirse
en aquellos superficiales salones de baile a los que siempre había mirado con aversión.
Respecto a la relación con su pasado, la misma está teñida de una carga nostálgica. Ésta se
refleja en aquellos pasajes en los que revaloriza todo el pasado romántico alemán y a sus
principales representantes, como Goethe y Novalis. Añoraba poder estar en ese espacio y en
ese tiempo –rasgo netamente romántico para De Paz: la evasión romántica en el tiempo y en
el espacio-. Evocaba su propio pasado de modo constante y doloroso.
De acuerdo a lo observado a lo largo del trabajo, podemos apreciar que El lobo estepario tiene
mucho de romántico en sus páginas. Pero también pudimos observar en la historia rasgos de
poetas postrománticos, de poetas malditos como Baudelaire, que no queríamos dejar de pasar
por alto: el teatro mágico se presenta como un "descenso al infierno" y allí se violenta el
mundo de valores (se indaga acerca de la identidad sexual, se asesinan personas)
De acuerdo