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Primer Parcial de

Literatura Universal III

Sara Rosa Costa


Prof. Alejandra Rivero
Cerp del Norte 2023

Consigna:

LA TRAGEDIA DEL CONOCIMIENTO. Primera metamorfosis: el “soñador”

Fausto en la noche, en su estancia gótica. Primer monólogo de Fausto: la crisis


del conocimiento. Aparición del espíritu de la Tierra. El intento de suicidio y las
campanas de la infancia. Gabinete de estudio I: el Evangelio de San Juan: la acción.
Destrucción y creación. Encuentro con Mefistófeles. Gabinete de estudio II: el pacto: su
carácter y sus condiciones. Anhelos de autodesarrollo.
Introducción:

En el presente trabajo se pretende realizar un estudio de la Tragedia del


Conocimiento presente en la obra Goethe Fausto, la misma es considerada la principal
obra del autor y un clásico de la literatura Alemana. La obra representa el drama vivido
por el hombre al no lograr sus objetivos, y marca los límites de la ciencia y el poder del
hombre, destacando las ansias de saber, la insatisfacción perpetua, los fracasos, los
logros y las culpas. Fausto es una obra que también marca los logros y fracasos
históricos marcados por la época. La obra busca el sentido de la propia existencia en la
determinación del hombre.
El hilo conductor de la obra está en Fausto, un personaje que se siente
insatisfecho por no alcanzar el saber absoluto y vende su alma al diablo para lograr sus
objetivos, emprendiendo un viaje de goces y conocimiento, que lo llevan a conocer el
amor, la desgracia y la satisfacción. Por lo que la obra nos va a mostrar como el hombre
es arrastrado por la codicia y sus deseos.
Fausto, es una obra que consta de dos partes, la primera fue escrita alrededor
del año 1770 hasta 1774, la segunda fue escrita en 1820, y publicada en 1831 un año
antes de la muerte del autor.

La tragedia del Conocimiento:

Marshall Berman señala que Fausto es una obra que se desarrolla en una época
donde el pensamiento y la sensibilidad son de carácter modernista, ya que la obra se da
en medio a la revolución industrial y Fausto ayuda a crear a través de su pensamiento
esa nueva esfera de la producción y el intercambio, esa transición entre el nuevo mundo
y el viejo mundo. Berman ve a Fausto como el sujeto y el objeto de la transformación
del mundo entero, dramatizando el proceso en el que a finales del siglo XVIII y
comienzos del XIX aparece en el mundo moderno, Y el impulso principal de este Fausto
va a ser el deseo del desarrollo, marcado por todos los procesos que el personaje desea
para sí, como la alegría y la desgracia, que contribuyan para el crecimiento propio de su
personalidad, así como también su autodestrucción, que hacen parte de su desarrollo. Y
es ahí donde encontramos una gran relación entre Fausto y el mundo moderno esa idea
del personaje “auto desarrollista” y al mismo tiempo el movimiento social que se está
dando para el desarrollo económico. Esos desarrollos que son tanto de carácter
intelectual, como moral, económico y social lo que van a hacer es destruir, terminar con
grandes aspectos de lo humano. Berman, citando a Marx, hace referencia a “potencias
infernales” como energías que van más allá del control del humano, que mueven al
hombre y que son necesarias, ya que Fausto no puede seguir como esta, un cuerpo sin
alma.
El autor señala que Fausto es un personaje de cambio y transformación, que sufre
diferentes metamorfosis a lo largo de la obra, relacionadas con aspectos trágicos de la
vida del personaje. La primera de ellas es la metamorfosis del soñador que es la que se
da en el primer monólogo de Fausto, donde se presenta como un hombre de mediana
edad “harto viejo soy para andar en holgorios, y sobrado joven para estar sin deseos”,
hecho que también lo sabemos ya por todo el conocimiento que ha adquirido por toda
esa sed de conocimiento que tiene y que ha explorado, pero todo ese conocimiento que
tiene, como señala Berman “suena a hueco”:
“[...] atestado de aparatos e instrumentos; abarrotado de cachivaches, herencia
de mis abuelos... ¡He aquí tu mundo! ¡Y a eso le llama mundo!”
Siente un vacío proveniente de su incapacidad como ser humano de conocer
absolutamente todo. Fausto se dedico a querer conocerlo todo y ha olvidado lo más
importante, su “humanidad”, ha perdido su juventud, no ha vivido, se ha pasado
encerrado en su despacho mientras la vida pasaba ante él: “¿Y aún preguntas por que tú
corazón se oprime ansioso en tu pecho, por qué un dolor indecible paraliza en ti todo
movimiento vital?...” Este personaje intentó lograr todo el conocimiento, parecerse a un
“Dios” y rechazaba todo lo que era humano, pero sin embargo lo humano es parte de él,
en vez de ver la vida Fausto está viendo la muerte, y en eso consta su crisis del
conocimiento.
La primera meditación de Fausto la vemos en su primer monólogo que ocurre en
la noche, en víspera de Navidad: “¡Oh luna, que brillas en toda tu plenitud! ¡Ojalá
vieras por vez postrera mi tormento! Tú, a quien tantas veces a la medianoche esperaba
yo velando junto a este pupitre; entonces, inclinado sobre papeles y libros, te me
aparecías, triste amiga mía” La noche que tiene una importancia muy grande ya que lo
nocturno, representa lo gótico, la inquietud de Fausto y esos son los tres elementos
principales que van a caracterizar el primer monólogo del Fausto. Alejandro Arias
afirma que la noche es la hora del espíritu, como un momento propicio para que se
desarrolle el alma y que se disminuya el cuerpo y cita a Spengler un filósofo alemán que
dice: “ La noche nos da alma, mientras que el día no sea cuerpo”, la noche como la
guardiana de todo lo que hay espiritual en el hombre, y la vida profunda del espíritu se
encuentra en ella, así como también lo hemos visto a lo largo de la historia la noche
hace parte del dominio del sueño, Y como señales grandes psicólogos “es la vía regia
que conduce a lo inconsciente” La noche, esa noche en la que se encuentra Fausto como
un momento propicio para reveler todo lo profundo, todo lo que hay de esencial en el
hombre. Esta noche también, gótica, sombría, oscura, reflejando lo que sería el
monólogo de la angustia, de la desesperanza, que va a permitir revelar su aspiración a
una nueva vida, la noche como el momento más propicio para la meditación, un
momento de soledad donde se pueden ver presentes todas las inquietudes, Fausto las
manifiesta hablándole a la luna, su amiga, testigo de su sufrimiento, su desesperación a
la que ve aparecer escondida detrás de sus libros. En este monólogo la presencia de lo
gótico, señala Arias es una de las principales características del alma Fáustica, y
esencial para el desarrollo de la obra, junto a otra de las características del alma fáustica
que es la permanente inquietud , la intranquilidad presente en este personaje, dichas
características son las que reflejan el alma romántica, Fausto es un personaje romántico
y por lo tanto tiene una constante que es propia del movimiento barroco, un estilo de lo
infinito ya que es un movimiento que rompe el equilibrio, rompe con la armonía que era
propia del renacimiento. Con el barroco el orden, la armonía, la mesura, la claridad
desaparece, es un periodo de destrucción, un periodo de caos, ya que el barroco es un
continuo desplazamiento hacia lo infinito, y así es la ruptura de lo que sostiene el
hombre clásico y Fausto es claramente un alma barroca, un alma romántica, así como
expresa Arias este personaje no tiene la fijeza de la fe, no tiene un norte ni un puerto
determinado “ así como hay naturalezas amantes del orden, del equilibrio, hay
naturalezas románticas, desenfrenadas, que, en el caso de Fausto, tienden precisamente
a lo infinito.” La sed del personaje que no se sacia es propia del romanticismo, lo que
convierte este personaje en un símbolo del deseo insaciable. La noción de Fausto como
un personaje romántico también relacionada con su autor Goethe, que fue un hombre
moderno un hombre del siglo XVIII, pero también un hombre romántico y por lo tanto
podemos decir que a ese hecho se debe el conflicto planteado en la obra entre la ciencia
y la naturaleza, la vida y el espíritu.
Toda la desolación, tristeza, melancolía que domina a este personaje es nada más
que parte del anhelo, impulso que tiene de conseguir una conexión con ese mundo vital,
del que se ha alejado.
Arias señaló que este primer monólogo de Fausto tiene tres momentos el
primero: la concepción de qué la ciencia no tiene valor, esa concepción escéptica de
Fausto “y héme aquí ahora, pobre loco, tan sabio como antes.” El segundo momento se
encuentra la decisión de consagrarse en la magia “Por esa razón me di a la magia, para
ver si mediante la fuerza y la boca del Espíritu, me sea revelado más de un arcano” Y
el tercero está en el descubrimiento de Fausto hacia el mundo, el mundo del que se
había apartado, por lo que el saber, el conocimiento se convierte en un tormento donde
el personaje pone por un lado el ambiente artificial en el que ha vivido y por el otro el
deseo de la vida de la naturaleza “En lugar de naturaleza viviente en cuyo seno creó
Dios a los hombres, sólo ves en torno tuyo esqueletos de animales y osamentas de
muertos, todo confundido entre humo y podredumbre” Para Fausto su mundo era del
espíritu, de la inteligencia de ese saber que le es limitado y a su vez ese mundo lo aparta
de la vida, de la naturaleza. Y ese hecho es lo que caracteriza la angustia el dolor, la
tristeza de este personaje, ya que la naturaleza que anhela es una naturaleza cambiante,
que siempre se va renovando de las fuerzas que la crean y la destruye en el mismo
tiempo.
Fausto es un personaje que ha perdido gran parte de vida, ha perdido su
juventud, pero sin embargo existe todavía esa llama vital dentro de él (el espíritu y la
vida), ese espíritu que lo humaniza y al mismo tiempo lo aparta de la vida.
El cambio, la acción presentes en esta obra representan al mismo tiempo la vida y
la muerte, la referencia de qué cuando hay un cambio algo muere y algo nace,
reflejando el cambio esa transición del viejo mundo hacia la modernidad, el Fausto
preso en ese viejo mundo, como un ser de acción, un ser que desea la acción y camina
hacia la modernidad.
Esa evocación de lo mágico presente en la obra, que está presente también en
este personaje, ya que Fausto no habla de leyes o de causas habla de fuerzas “¿Acaso
no es para ti suficiente salvaguardia este misterioso libro de la propia mano de
Nostradamus? Entonces conocerás el curso de los astros, y si de la Naturaleza te
alecciona, entonces se te abrirá la potencia del alma, y te hablará como habla un
espíritu a otro espíritu”
Cómo señala Henri Lichtenberger Fausto es un discípulo de Nostradamus y
Paracelso, lo que lo lleva a abrir un libro de magia, con la idea de encontrar ese
conocimiento tan anhelado del universo, y su mirada primero se detiene en el signo del
macrocosmos, del espíritu del mundo y Fausto aparece como un mago, entendiendo el
mago como un sabio convertido en un vidente, en estado de suprema iluminación
mística. Y en ese entonces va a buscar el espíritu, “espíritu del mundo y de la acción”:
“¡Vosotros, espíritus que flotáis junto a mí, respóndeme, si oís mi acento!”
Aparece entonces el “Espíritu de la tierra” representando la naturaleza activa,
una potencia dionisíaca de construcción y destrucción, representante del macrocosmos.
Fausto es un personaje que no busca la felicidad, el pacto y ese deseo son símbolo de
que este personaje anhela los goces de la vida, lo que es propio del ser humano, busca
una especie de “re-humanización”, pasando de ese macrocosmos a un microcosmos
donde el hombre es el microcosmos, es la reducción del gran universo.
El autor Lichtenberger nos dice que la invocación del espíritu: “no es una
operación de magia ilícita, y el hecho de la rebelión contra Dios, sino el impulso
místico apasionado, doloroso, y finalmente y impotente de la criatura finita que aspira
identificarse con el nuevo Dios que él representa en su corazón”, por lo que supone
podemos plantearnos la pregunta de si este espíritu, es el que conduce o impulsa a
Mefistófeles presentarse ante Fausto en la próxima escena.
A lo largo del monólogo vemos como Fausto pronuncia el signo del espíritu y
entonces la llama rojiza aparece y con ella el espíritu, vemos un cambio grande en este
personaje, mientras que por un lado anhela ese conocimiento en el momento en que se
encuentra ante espíritu reacciona horrorizado “¡Espantosa visión!” Al mismo tiempo
que contempla su evocación, ese entusiasmo de Fausto se convierte en horror.
La invocación de su espíritu va a ser para Fausto una inmensa desesperación, ese
llamado apasionado que lo acerca por un momento al espíritu, y que lo llega a creerse
similar a Dios, se termina en un instante, ya que ese espíritu se aleja de él, pero antes le
dice a Fausto “Te igualas al Espíritu que tú concibes, no a mi” La desesperación de
Fausto, la desolación se ve en dichas palabras, ya que lo hace al personaje consciente de
su impotencia, de excederse a sí mismo, de sobrepasar los límites que le impone la
condición de ser humano y lo van a hundir en una desesperación aún mayor, ya que para
él es un Dolor estar frente a esa barrera que separa al Dios del hombre a ese ser finito
del ser infinito. Ese hecho hace con que Fausto no pretenda más la comprensión total
del espíritu de la tierra, sino que va a acercarse a él, a través del estudio de su creación,
es decir conocer a Dios a través del mundo que ha creado, ya que estar frente a él está
prohibido por su propia condición, el hombre no puede acercarse a Dios y el espíritu de
la tierra lo que hace es arrojar a Fausto en el mundo de las criaturas finitas y abrir un
abismo entre lo finito y lo infinito para este personaje.
Cómo Fausto no logra su conocimiento, no logra transcender los límites de lo
infinito es dominado por la desolación, la tristeza profunda, ya que está destinado a la
eterna insatisfacción, y su existencia, consciente de esa condición es para él un
problema y es dominado por el deseo de la tentación de ponerle fin a su vida, creyendo
que el suicido es un medio de romper los límites de su condición y lo va a hacer a Dios.
Sin embargo, el autor, no cree en esa concepción según afirman determinados autores
como “Sea esta mi liberación postrera, que consagro en este instante, con toda la
efusión de mi alma y como solemne y supremo saludo, a la aurora del nuevo día”. En el
momento de poner el veneno en la boca es detenido por un sonar de campanas:
Berman señala que lo que la real significación del sonar de las campanas que
salvan a este personaje, no se relaciona con lo religioso de la noche de pascua, sino que
como ha sido explorado por Freud y Proust, es la profunda conexión con su infancia, un
llamado de la memoria, que revive en él, los sentimientos de “amor”, “deseo”, “ternura”
y “unidad”, que a su vez señalan la conexión de este con el viejo mundo, las campanas
lo devuelven a esa conexión de lo humano que Fausto dejo de lado ahora en su edad
adulta. Como si estuviera Fausto en el borde de un abismo y es empujado hacia atrás en
un instante, a través de él soñar de las campanas y del cántico de pascua. Hecho que nos
demuestra que el mínimo detalle puede ser suficiente para encender en el protagonista la
llama vital de la vida, ese anhelo de vida que posee, y que lo empuja hacia la existencia,
ya que esa angustia que posee es la misma que lo impulsa a querer vivir una nueva vida
y a su vez la puerta de entrada a Mefistófeles en su vida.
Podemos ver como al finalizar el monólogo Fausto está como sereno apacible,
dentro de las tormentas, pero sin embargo al salir el sol nuevamente es poseído por esa
aspiración al cielo infinito la misma aspiración que lo hizo invocar el espíritu anterior
dentro de su esfera demoníaca, que la siente muy cerca de si “Con todo, despiértese un
nuevo impulso, y con apresurado vuelo sigo adelante para saciarme de su eterna luz.”
Fausto en ningún momento invoca a Mefistófeles, no precisamente con sus
palabras, sino con sus actitudes que le abren la puerta a este ser maligno, lo vemos en la
escena en cuando está de regreso a su “museo “en el momento en que está tratando de
traducir un texto del Evangelio y un perro lo turba con sus gruñidos, siendo este
Mefistófeles, que como diablo puede tomar formas distintas, con la intención de
perturbar la meditación de Fausto.
Este episodio del evangelio como señala Berman es uno de los momentos
principales de este monólogo, y en la aparición de Mefistófeles, ya que en al estar
leyendo el evangelio de San Juan, este lo empieza a traducir, y cambia el “verbo” por el
“hecho”, haciendo referencia a un Dios de hechos, de acciones, la creación del mundo a
través de las acciones de Dios, y es donde Fausto demuestra ese deseo de la acción, de
acercarse a ese mundo que ha perdido, consagrar su vida en acciones es lo que va a
mover este personaje y la aparición de Mefistófeles viene a perturbar ese momento en el
que Fausto vuelve a acercarse a Dios.
Mefistófeles va a ser crucial en esta obra ya que sabe cómo excitar la curiosidad
de Fausto, sabe la sed de conocimiento, y al mismo tiempo la crisis que siente Fausto
por no lograr ese conocimiento deseado “Estate quieto, perro; no corras de acá para
allá. ¿Qué estás olfateando ahí en el umbral?” Mefistófeles se va a hacer desear por él,
fingiendo estar bajo las leyes del infierno, al colocarse en el umbral de la puerta, con la
intención de despertar en Fausto la idea de qué se puede hacer un pacto con el diablo.
Esta criatura, este ser diabólico que es Mefistófeles se presenta como seguro, como
completamente capaz de alcanzar sus fines ya que ha encontrado un Fausto
desilusionado por haber acercado a él un demonio subalterno.
Fausto subestima el poder maléfico del diablo y podemos ver como se considera
pronto para concluir el pacto, dicho pacto, en el que por otro lado Mefistófeles también
va a subestimar la fuerza idealista del hombre, tratando de reducirlo a su voluntad. La
realización del pacto se da en la siguiente escena en el gabinete de trabajo de Fausto,
Mefistófeles entonces viste un traje de caballero español y se va a presentar delante
Fausto como la tentación, este va a ser un tentador para llevarlo emprender un viaje a
través del mundo para que tenga la experiencia y la simple alegría de vivir. Este
momento marca una de las grandes ideas de Goethe, donde podemos suponer que Dios,
ha creado al mundo para destruir el mundo de la oscuridad ya existente, la idea de
destrucción y creación, nuevamente planteadas en la obra, y Berman señala que solo
acompañando al mal (Mefistófeles), pero deseando el mal, es como Fausto puede llegar
a Dios y crear el bien. Es aceptando la destrucción como parte de la construcción, es
como el hombre puede actuar libremente, y este lo va a ayudar a su autodesarrollo tan
anhelado. Fausto no se deja llevar simplemente por el diablo sino que también lo
desafía: “Convierte primero en ruinas este mundo, y venga después el otro en buen
hora”, Para que haya vida es necesario que haya muerte, el amor y la guerra, la vida y
la destrucción son elementos que están unidos, ya que el amor no puede ser el principio
creador del mundo sin la existencia de la destrucción, y con el mundo todas las personas
que están en él. Para que este logre engañarlo con ese goce, con esa alegría pasajera, y
el momento en que va a reconocer su derrota y el triunfo de Mefistófeles será el día en
que logre hacerlo confesar delante del instante “¡Detente! ¡eres tan bello!”, Fausto le
dice entonces que el día que este en un momento “así”, ese día pierde y el diablo gana,
cuando sienta que el deseo que el momento se detenga, que vea la belleza de la vida, y
este satisfecho, es decir, si algo lo impresiona.
Esa apuesta consta de que Fausto sufrirá la dominación de su yo interior, que va
a detener ese impulso hacia lo finito y se va a complacer de lo finito de su vida, y es
entonces que su alma va a estar destinado al diablo, ya que si ese ser malvado logra
darle los goces materiales de la vida Fausto le dará su alma. “El pacto hecho entre
Fausto y Mefistófeles se basa en la concepción del existencia corriente a fines de la
edad media y que estatuía al dualismo de la materia y el espíritu, del goce terrestre y de
la vida eterna , de Dios y del diablo” ( Lichtenberger, Introducción al primer Fausto),
se creía entonces que el diablo era el soberano de la naturaleza y la materia, el poseedor
de los goces terrestres, y esa creencia daba lugar de qué el hombre en vez de ir hacia
Dios y a la vida eterna podría elegir el camino de la vida terrestre por un contrato con el
diablo, haciendo referencia a una época del subjetivismo. Sin embargo Goethe cree en
la vida eterna en el sentido cristiano y tradicional, ya que tanto Dios como el diablo no
son más entidades trascendentes y exteriores al hombre, ambos se encuentran dentro del
propio hombre, en su interior en el fondo de su alma, en donde el hombre posee en sí
mismo su paraíso y su infierno. El hombre tiene una dualidad, va a tener dos almas una
inferior, que es la de la tierra, de los sentidos, que podemos asociarla con esa alma que
se acerca Mefistófeles y la otra superior que lo impulsa solo a lo infinito, hacia la vida
eterna, que lo acerca hacia Dios. Mefistófeles estaría representando entonces una de
estas dos almas de Fausto y el diálogo entre ellos, representa el diálogo entre esas dos
almas mientras que uno quiere llevarlo esa felicidad del goce de los sentidos, la otra
asegura que el hombre tiene su esencia en la nostalgia de lo infinito, podríamos decir
entonces que el hombre se va a salvar o se va a condenar según el alma que deje
predominar en su vida “Sólo por una incesante actividad es como se manifiesta el
hombre”. Solo la acción es placer y dolor, Fausto quiere “lanzarse” totalmente a la vida,
y lo vemos con la presencia del oxímoron: “el más amargo de los goces”, quiere
probarlo todo, lo malo o lo bueno.
Resumiendo entonces ese pacto entre los dos trata de que Mefistófeles le va a
dar a Fausto esa felicidad, esas satisfacciones materiales dadas a ese yo inferior, con la
intención de hacerlo confesar que es feliz, sólo esa felicidad pretendida va a ser la
desgracia total de Fausto, ya que éste se va a ver convertido en un esclavo de los
instintos, aunque sin embargo esa alma superior, a largo de la obra va a hacer un
esfuerzo para satisfacer la felicidad, las alegrías del amor puro y la contemplación
serena que pueden salvar a Fausto.
Mefistófeles tiene prisa por acordar el pacto, por hacer a Fausto caer en la
tentación “el tiempo es breve y el arte es largo”, Mefistófeles siempre está apurado, y
eso se relaciona con el capitalismo, como señalamos anteriormente, la obra se da en la
época de la revolución industrial y la acción y la velocidad son características del
capitalismo. Mefistófeles logra entonces persuadir a Fausto para aceptar el pacto, ya que
este le está ofreciendo el place, la actividad, y Fausto no siente placer en el mundo y
está inactivo.
Berman señala que el dinero es uno de los elementos fundamentales y que actuó
como mediador para que Fausto logre su autodesarrollo, ya que el cuerpo y el alma
están para ser explotados por el hombre, y Fausto se va a servir del uso del dinero para
lograr la acción, la vitalidad y la creación de su nuevo mundo. Mefistófeles, para
conseguir ganar el pacto es quien le va a brindar ese dinero y Fausto se convierte en un
“capitalista simbólico”, aumentando su capital, acompañando una economía de
autodesarrollo que le permite al hombre usarla para su crecimiento personal.
Para concluir podemos decir que Fausto es un personaje que quiere estar en
constante movimiento y crecimiento, y para eso está dispuesto a hacer un pacto con el
diablo, esa actividad incesante es lo que mueve al hombre, preocupándose por el fin y
no los medios. Fausto en su tragedia del conocimiento, encuentra el impulso para su
desarrollo, para dejar el viejo mundo y entrar al nuevo mundo, el mundo de la
modernidad, de la revolución industrial. En ese impulso se encuentran los deseos de
vivir propios del hombre y lo mundano; comienza su acción desarrollando sus “poderes
sexuales”, su inclinación al goce carnal, aprendiendo a vivir y actuar. Para crear su
“nuevo mundo” Fausto necesita destruir el viejo mundo, y ese hecho es culminado con
la figura de Margarita. En esta primera parte de la obra tenemos a un Fausto distanciado
del mundo, pero físicamente bajo su control, y Mefistófeles le va a dar las herramientas
para que se liberte espiritual y físicamente.

Bibliografía:
• Arias, Alejandro (1957). Goethe. Vida y obra. Montevideo: La Casa del
Estudiante.
• Berman, Marshall (1989). “El Fausto de Goethe: la tragedia del desarrollo”.
En Todo lo sólido se desvanece en el aire. Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 28-80.
• Goethe, Johann Wolfgang von (1986) Fausto. Montevideo: Editorial Técnica.
• Lichtenberger, Henri (1989) Introducción al primer Fausto. Librería Técnica.

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