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EXPEDIENTE 4255-2010
ANTECEDENTES
I. EL AMPARO
III. APELACIÓN
La postulante apeló.
CONSIDERANDO
-I-
La procedencia del amparo está determinada, entre otros, por el hecho de que los
postulantes sufran alteración en sus derechos, esto es, que se les provoque un daño, lesión,
afectación o perjuicio en su esfera jurídica, derivados éstos de un acto u omisión proveniente de
autoridad. A esto la jurisprudencia constitucional ha denominado concretamente como "agravio". El
mismo estará ausente cuando por la naturaleza del acto u omisión, sus efectos o las circunstancias
de su emisión, no se provoque a los sujetos un daño que implique menoscabo o violación de sus
garantías reconocidas en la Constitución Política de la República. En consecuencia, es
imprescindible que la decisión o actuación de la autoridad reprochada produzca un agravio de
trascendencia constitucional; al no existir éste, se le imposibilita al órgano encargado del control de
constitucionalidad que pueda otorgar la protección que el amparo conlleva.
-II-
La postulante arguye que la autoridad impugnada vulneró sus derechos constitucionales
enunciados, ya que no se tomó en consideración que, de conformidad con el artículo 326 del
Código de Trabajo, es aplicable, supletoriamente, el Código Procesal Civil y Mercantil, norma
procesal que en su artículo 532 establece que en el caso de embargo precautorio -como en el
presente caso, que se decretó embargo sobre tres bienes inmuebles de su propiedad-, el
demandado tiene derecho a pedir que el actor preste garantía suficiente para cubrir los daños y
perjuicios que se le irroguen si fuere absuelto, por lo tanto, es evidente la contravención a sus
derechos de defensa, de igualdad procesal y del debido proceso, pues se le negó la aplicación
supletoria de la normativa atinente al caso concreto.
-III-
Previo al análisis de fondo respectivo, este Tribunal estima necesario señalar algunos
aspectos relevantes, relacionados con el principio tutelar de los trabajadores, reconocido en
nuestra legislación guatemalteca, entre otros, en el cuarto considerando, inciso a), del Código de
Trabajo, el cual establece: “El Derecho del Trabajo es un derecho tutelar de los trabajadores,
puesto que trata de compensar la desigualdad económica de éstos, otorgándoles una protección
jurídica preferente…”. La tutelaridad del Derecho del Trabajo se manifiesta por medio del principio
protectorio, instituto que la mayoría de los países mantienen en base al denominado garantismo
estatal, en virtud del cual se procura proteger al trabajador para equilibrar sus debilidades frente a
la superioridad del empleador.
El principio tutelar de los trabajadores “tiene como finalidad proteger la dignidad del
trabajador en su condición de persona humana” (Julio Armando Grisolía, “Derecho del Trabajo y de
la Seguridad Social”, Décimoprimera edición ampliada y actualizada, Lexis Nexis, 2005, Buenos
Aires, República Argentina). Consiste en distintas técnicas dirigidas a equilibrar las diferencias
preexistentes entre trabajador y empleador, evitando que quienes se desempeñan bajo la
dependencia jurídica de otros sean víctimas de abusos que ofendan su dignidad, en virtud del
poder diferente de negociación y el desequilibrio jurídico y económico existente entre ellos. Este
principio actúa como una directriz al legislador para que adopte las técnicas necesarias para
cumplir con los artículos 101, 102, 103 y 106 de la Constitución Política de la República de
Guatemala; y también es una orientación dirigida al juez para interpretar la norma laboral
respetando las fuentes y los principios propios del Derecho del Trabajo.
En ese orden de ideas, el artículo 326 del Código de Trabajo establece: “ En cuanto no
contraríen el texto y los principios procesales que contiene este Código, se aplicarán
supletoriamente las disposiciones del Código de Enjuiciamiento Civil y Mercantil y de la Ley
Constitutiva del Organismo Judicial. Si hubiere omisión de procedimientos, los Tribunales de
Trabajo y Previsión Social están autorizados para aplicar las normas referidas leyes por analogía, a
fin de que pueda dictarse con prontitud la resolución que decida imparcialmente las pretensiones
de las partes…”. Dicha normativa reconoce la posibilidad de aplicar, siempre que no contraríen
el texto y los principios procesales del Código de Trabajo, con carácter supletorio y por
analogía, las normas o disposiciones del Código Procesal Civil y Mercantil y de la Ley del Organismo
Judicial.
Se debe destacar que la norma procesal civil no puede aplicarse, si la situación está reglada
de manera expresa por la fuente laboral específica y ésta no ha realizado salvedad de concurrencia
con aquélla, matiz que se corresponde con las alternativas que presentan en general los derechos
especiales; es decir, el razonamiento se basa en la primacía del derecho especial sobre el derecho
común. Hecha la salvedad, se debe indicar que no es sólo uno, sino que son varias las vías por
medio de las cuales el Derecho Civil o el de otra rama que pueda aplicarse, se constituyen fuente
de las relaciones jurídicas que yacen bajo el amparo del Derecho del Trabajo. En efecto, la
aplicación del precepto civil o el de otra rama, como se dijo, puede ocurrir por envío de la ley
laboral, por supletoriedad o por analogía.
No merece objeción la aplicación de la regla civil o de otra rama del Derecho, en aquellos
casos en los que el plexo normativo laboral efectúa el envío directo y explícito a aquélla. Los
supuestos no son numerosos, pero existe en ellos una incontrovertida remisión a otro régimen
normativo. Así, por ejemplo, el artículo 310 del Código de Trabajo establece que para la
sustanciación de las competencias, así como en los casos de conflictos de jurisdicción, rigen las
reglas contenidas en la Ley del Organismo Judicial.
Lo descrito anteriormente, permite concluir que, tal y como la ley lo regula, son aplicables
las reglas del Código Procesal Civil y Mercantil y las de la Ley del Organismo Judicial a un proceso
en materia laboral, siempre y cuando dicha normativa no contraríe los principios que nutren dicha
materia. Este criterio se encuentra contenido en la sentencia de veinticuatro de enero de dos mil
ocho, emitida dentro del expediente tres mil cuatrocientos cuarenta y tres - dos mil siete (3443-
2007).
-IV-
Las medidas precautorias son, por regla general, de interpretación restringida, por cuanto
tienden a limitar o prohibir de una u otra forma, según su especie, las garantías procesales
(individuales, sociales económicas y políticas) que prevé la Constitución Política de la República de
Guatemala, teniendo sólo como fundamento un juicio conjetural basado en presunciones humanas.
Lo anterior, permite señalar que las medidas cautelares intentan evitar los peligros inherentes a la
dilación del proceso jurisdiccional, procurando garantizar desde el momento de la presentación
de la demanda -e incluso en ocasiones, con
anterioridad a ésta- la efectividad futura del derecho afirmado en la misma
demanda.
Las medidas cautelares propiamente, las encontramos reguladas en el segundo párrafo del
artículo 332 del Código de Trabajo, el cual preceptúa: “ …En la demanda pueden solicitarse las
medidas precautorias, bastando para el efecto acreditar la necesidad de la medida…”. Tal
disposición es clara al señalar que únicamente es necesario que se acredite la necesidad del
otorgamiento de la medida, es decir, no se necesita de conocimientos especiales para
determinarla. El artículo 527 del Código Procesal Civil y Mercantil -norma aplicable supletoriamente,
en observancia a lo regulado en el artículo 326 del Código de Trabajo-, regula: “Podrá decretarse
precautoriamente el embargo de bienes que alcancen a cubrir el valor de lo demandado, intereses
y costas, para cuyo efecto son aplicables los artículos referentes a esta materia establecidos para
el proceso de ejecución”. Por su parte, el tercer párrafo del artículo 532 de la Ley Ibídem,
preceptúa: “…en los casos de anotación de demanda, intervención judicial, embargo o secuestro,
que no se originen de un proceso de ejecución, el demandado tiene derecho a pedir que el
acto preste garantía suficiente, a juicio del juez, para cubrir los daños y perjuicios que
se le irroguen si fuere absuelto…”. -el resaltado no aparece en el texto original-. La última
normativa citada regula la facultad que se le confiere al juez para determinar la procedencia y
pertinencia de la medida precautoria solicitada por el interesado, de tal forma que, el criterio del
juzgador, debe ceñirse, en primer término, a los principios que nutren el derecho de trabajo; en
segundo lugar, de acuerdo con la equidad y la costumbre y, por último, con base a los principios y
leyes de derecho común, tal y como lo establece el artículo 15 del Código de Trabajo. Asimismo,
regula que el demandado tiene derecho a solicitar que se preste garantía suficiente para cubrir los
daños y perjuicios que se le irroguen en caso de ser absuelto, siempre y cuando ello no contraríe
los principios propios del derecho de trabajo.
En ese orden de ideas, el régimen del proceso civil, en lo referente a medias precautorias o
cautelares, es diferente al del proceso laboral; este último, caracterizado por la sencillez y el
antiformalismo, pues únicamente requiere acreditar la necesidad de la medida, la que, como ya se
expuso, debe interpretarse como una acepción acorde con los principios rectores del derecho
laboral, es decir, sencilla y antiformalista, bastando que se exponga, en forma razonada, el por qué
de la necesidad de la medida precautoria.
En el presente caso, esta Corte, el análisis de los antecedentes, advierte
que dentro del proceso sub litis, a petición de la parte actora, se decretó el embargo precautorio
sobre tres fincas propiedad de la ahora amparista. En virtud de lo anterior, la accionante, con base
en lo preceptuado en el artículo 532 del Código Procesal Civil y Mercantil, solicitó al juez que se le
ordenara al demandante que prestara garantía suficiente para cubrir los daños y perjuicios que se
ocasionaran en caso de ser absuelta de las pretensiones de la demanda; sin embargo, el Juez de
conocimiento denegó esa solicitud en resolución de diecisiete de diciembre de dos mil nueve. La
amparista, mediante escrito de quince de enero de dos mil diez, interpuso nulidad por violación de
ley contra esa decisión, la cual fue desestimada en auto de veintiocho de enero de ese mismo año,
razón por la cual apeló, medio de impugnación que fue conocido en alzada por la autoridad
impugnada, Tribunal que, mediante la emisión del acto señalado como lesivo, consideró: “…a) Que
si bien es cierto, tal como lo establece el artículo 326 del Código de Trabajo, siempre que no
contraríen el texto y los principios procesales, será aplicable supletoriamente las disposiciones del
Código Procesal Civil y Mercantil; b) Que al hacer el estudio correspondiente de la contra garantía
solicitada se comparte el criterio de la Juez a quo, en el sentido que en derecho laboral imperan los
principios de sencillez, tutelaridad, la equidad, la objetividad y el poco formalismo, resaltando que
en ningún momento se puede poner en desventaja al trabajador, cuya pretensión es que se le
haga efectivo el pago de salarios y demás prestaciones laborales, por el tiempo que laboró, razón
por la cual ha motivado un proceso. Este Tribunal conforme los antecedentes analizados y
basándose en las leyes citadas, concluye que conforme al último párrafo del artículo 332 del
Código de Trabajo, no es aplicable la contragarantía solicitada, por lo que la resolución venida en
grado se encuentra conforme a derecho y que la misma no vulnera normas ordinarias, como
tampoco principios fundamentales de la demandada y la medida solicitada no es procedente
conforme a lo ya considerado…”.
Al hacer el análisis respectivo, esta Corte considera que la autoridad impugnada, al emitir el
acto reclamado, actuó de conformidad con las facultades que la ley le confiere y sin vulnerar
derecho constitucional alguno, ya que hizo evidentes las diferencias preexistentes entre trabajador
y empleador, en virtud del poder diferente de negociación y el desequilibrio jurídico y económico
existente entre ellos, y estableció el balance de conformidad con las obligaciones que le imponen
las normas jurídicas y los principios de la materia laboral. Asimismo, efectuó la tarea interpretativa
con el objeto de que los principios del derecho común fueran compatibles con el Derecho del
Trabajo considerado como un todo, y elaboró una solución ajustada a las necesidades y principios
del Derecho del Trabajo, al denegar la solicitud de garantía, la cual, a criterio de este Tribunal
deviene prácticamente inaplicable en el ámbito del Derecho Procesal Laboral, con motivo del
beneficio de pobreza del que gozan los trabajadores y por la naturaleza alimentaria de sus
ingresos; de ahí que acceder a lo solicitado por la postulante y dar cabida a dicha figura del
derecho procesal común en casos como el que se analiza, supondría la imposición de una carga
pecuniaria desmedida al actor que, a su vez, podría redundar, incluso en detrimento de su
capacidad económica para sufragar la prosecución misma de la acción incoada.
Lo anterior permite concluir que la autoridad reprochada aplicó el principio garantista del
trabajador para lograr la equiparación de las diferencias existentes entre las partes y encontró una
solución razonable en la aplicación de la legislación procesal civil, sin contrariar los principios y el
texto del Código de Trabajo. En consecuencia, atendió la directriz expresa que se le hace al
operador de justicia, en el texto constitucional de interpretar la norma laboral respetando las
fuentes y los principios propios del Derecho del Trabajo, sin que se denote conculcación a los
derechos denunciados por la amparista mediante la presente acción constitucional.
Por las razones consideradas, esta Corte estima que el proceder de la autoridad impugnada
no implica violación a derecho constitucional que produzca agravio a la postulante y que justifique
su solicitud en el presente asunto, pues no es viable que se le exija al demandante que preste
garantía suficiente para cubrir los supuestos daños y perjuicios que se ocasionarían en caso de que
la demandada -ahora postulante- fuera absuelta de la demanda, pues ello contravendrían los
principios propios del derecho laboral. Por tal motivo, la inexistencia de agravio reparable por esta
vía, determina la improcedencia del amparo y así deberá declararse; en tal razón, y habiendo
resuelto en este sentido el Tribunal a quo, debe confirmarse la parte resolutiva del fallo apelado.
LEYES APLICABLES
Artículos citados y 265, 268 y 272, inciso c), de la Constitución Política de la República de
Guatemala; 7º, 8º, 10, 42, 44, 46, 47, 57, 60, 61, 66, 67, 149, 163 inciso c), 185 de la Ley de
Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad y 17 del Acuerdo 4-89 de la Corte de
Constitucionalidad.
POR TANTO
La Corte de Constitucionalidad, con base en lo considerado y leyes citadas, resuelve:
I) Confirmar la sentencia apelada. II) Notifíquese y, con certificación de lo resuelto, devuélvanse
los antecedentes.
PRESIDENTE
SECRETARIO GENERAL
Análisis a realizar
Proferida por el Juez de Primera Instancia de Trabajo y Previsión Social del departamento
de Santa Rosa, que declaró sin lugar la nulidad por infracción de ley interpuesta contra la
resolución de diecisiete de diciembre de dos mi nueve y, como consecuencia, denegó la
pretensión de la accionante de que la parte actora dentro del proceso sub litis prestara
garantía suficiente para cubrir los daños y perjuicios que se causaran en caso de ser
absuelta de las pretensiones de la demanda; actuaciones contenidas dentro del juicio
ordinario laboral promovido en su contra por Alvan Alemán Girón.
2. Lo resuelto en Segunda Instancia.