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El legislador de los cuatro tatamis y medio: un ensayo sobre el existencialismo en el

anime Yojōhan Shinwa Taikei

Por: Alan Elián Díaz Castañeda1

Este ensayo está inspirado en el anime de Tomihiko Morimi, Yojōhan Shinwa Taikei
(también conocido como The Tatami Galaxy); a su vez, toma elementos del existencialismo
de Jean Paul Sartre para darle una perspectiva filosófica a esta obra.
El protagonista de esta obra, de nombre Watashi, es un joven universitario que vive
ilusionado por realizar el sueño de tener una “vida universitaria color de rosa”, donde sea
popular entre las mujeres de cabellos morenos y tenga una vida social envidiable. Piensa
cumplir este ideal inscribiéndose a un club extracurricular universitario donde le sea posible
desplegar sus dotes sociales y tener la vida universitaria que piensa que merece. Sin
embargo, cada que acaba un episodio, se da cuenta que, tras dos años desde su decisión, se
encuentra insatisfecho, por lo inadaptado que resultó estar para cumplir con su ideal de vida
universitaria. Lo que hace que regrese en el tiempo al momento de su decisión y que, en
cada episodio, pruebe suerte en un club distinto.
El círculo vicioso en el que cae Watashi por probar suerte cada episodio, pensando que por
cambiar una decisión cambiará el resultado de su destino, sin poner demasiado de su parte,
invita a la reflexión. La necedad delirante del protagonista por lograr “su vida universitaria
color de rosa” hace que actúe, como lo denomina Sartre, de mala fe. Actúa de mala fe, y
desde la inconciencia, pues solo toma en cuenta sus ilusorias e irrealizables posibilidades,
sin preocuparse por algo que es determinante en el destino de cada hombre: actuar
conscientemente.

El ensayo se enfoca en tres puntos de interés en esta obra: el destino, el ideal y la acción.
Estos tres puntos serán abordados desde conceptos sartreanos como el proyectar, la acción
y la mala fe; con una visita también a la perspectiva de Alejandro de Afrodisias acerca del
destino como causa eficiente que no depende del hombre pero que puede ser afectada por
su actuar. El hilo conductor de esta exposición y de la lectura que se le da a la trama de
este anime es la tesis que defiende que: el destino del hombre se determina por su actuar.

El destino y el soberano de los cuatro tatamis y medio

1
Estudiante de la Licenciatura en filosofía en la facultad de humanidades, UAEMéx;
aaalan2000@gmail.com.
Es común ver al destino como una narrativa que dicta cómo se moverá la vida: donde cada
movimiento, cada posición y cada punto de encuentro están determinados y comprendidos.
Pareciera que no se puede hacer mucho para modificarlo. Es como vivir en un sueño, donde
se actúa de forma pasiva ante los variopintos escenarios que se viven, o más bien que se
padecen. A su vez, es como una condena, una tragedia aparentemente inevitable donde
estamos paralizados ante la condición de estar en ese mundo: a merced de su lógica y de su
dinámica. Este es un sentimiento común que le brota al protagonista de la tragedia
audiovisual animada de nombre: The Tatami Galaxy. Al final de la mayoría de los
episodios de esta serie animada, el joven de nombre Watashi (o “Yo” en japones) se
encuentra en un punto de su vida donde está insatisfecho y lamentándose como si, al ver su
vida en retrospectiva, repasara en su mente la icónica sentencia del vendedor de máscaras
en The leyend of Zelda: Mayora’s mask: “Te has encontrado con un destino terrible, ¿No es
así?”.

Watashi está condenado a un “destino terrible”, al final de su viaje en la mayoría de los


episodios, ya que él, por vivir persiguiendo un ideal irrealizable, está arrojado a un mundo:
una dura realidad donde su vida universitaria no es color de rosa, como le hubiera gustado.
Su mundo no llena los ideales que, en el pasado, dictó con precisión. El destino no le
resultó fortuito, pues más bien obstaculizó su camino hacia una “vida universitaria color de
rosa”.

El camino del destino es uno que, como el del tiempo y el de la naturaleza, solo avanza
hacia delante, hace que acontezca todo aquello que tenga que acontecer y corta las alas de
los sueños que como sueños se quedan y no hacen nada para traspasar su umbral: cómo se
puede hacer por medio de la acción. Los sueños y los ideales son proyecciones: anhelos del
sujeto que buscan ser realizados, cosa que logran por medio de la acción dirigida a su
cumplimiento. El destino actúa solamente en la pasividad, cuando los anhelos no se logran:
cuando el soñante permanece dormido y deja de actuar conscientemente (en actualidad en
el mundo).

Watashi es un gran soñador, es soberano sobre sus sueños y se encapricha con ellos, a pesar
de las advertencias, o signos, de su entorno. Ozu, uno de los pocos amigos que logra hacer
Watashi, al contemplar la situación de su amigo, y con la crudeza que lo caracteriza le
advierte: “No importa el camino que elijas, siempre acabarás donde empezaste. Justo donde
estás. (…) Aunque te resistas no escaparás de tu destino.”. A Watashi lo encontró un
destino terrible, pues él ha estado inmóvil todo este tiempo, soñando con ser un
universitario exitoso, con una vida perfecta.

El destino es una causa eficiente con vistas a algo que no depende de la razón, lo que
significa que es la causa por la cual las cosas se desarrollan o llegan a ser. Autores como
Alejandro de Afrodisias igualan su calidad de causa eficiente con la de la naturaleza, ya que
“estas causas se acompañan la una a la otra como si tuvieran sólo una diferencia nominal.”
(Afrodicias, 2013, pág. 130). El destino, ante esta óptica, mayormente alcanza a aquellos
que se dejan llevar por su carácter. Y es en el carácter donde se empatan destino y
naturaleza, ya que “según Heráclito, el carácter, esto es, la naturaleza de los hombres, es su
daimon.” (Afrodicias, 2013, pág. 131). Naturaleza y destino están hermanados en su
condición de causa, sin embargo ¿hay algo que pueda ir a contracorriente de estas causas?
La anécdota del fisionomista Zópiro y Sócrates es muy ilustrativa para esta interrogante:

Zópiro, hablando del filósofo Sócrates, dijo cosas absurdas y completamente


alejadas de la vida que él había elegido, y por tal motivo de él se mofaban los
discípulos de Sócrates, éste dijo que Zópiro no estaba en absoluto equivocado: él,
en efecto, en cuanto a su disposición natural, habría sido un hombre de ese tipo si
no hubiese devenido mejor que su naturaleza a través de la disciplina que proviene
de la filosofía. (Afrodicias, 2013, pág. 131)

Observamos cómo, a pesar de las disposiciones naturales de uno, que nos conducen
ciegamente a cierta forma de actuar y nos deparan a un determinado destino, puede
efectuarse un movimiento contracorriente para evadir los designios del destino. Hay cierto
hueco en las leyes del destino que hacen que este, en realidad, no represente una
determinación concreta de nuestro futuro.

La pitonisa (cuyo nombre en japonés es Rōba) es una adivina en la serie que sabe leer muy
bien la pasividad con la que se mueve Watashi. Le hace una predicción alarmante, con el
fin de provocar que el protagonista “tome iniciativa”. Le dice: “Es una oportunidad que se
ha estado meciéndose ante tus ojos. Tienes que aprovecharla y tomar iniciativa. Y si no lo
haces, seguirás viviendo esta vida hasta ahora, sin cambiar.”. La predicción de la Pitonisa
hace referencia a otro personaje: Akashi. Akashi es el interés amoroso de Watashi, con el
único detalle de que este último, a pesar de tener el interés y la excusa perfecta para
acercársele, prefiere no hacer nada, pues está obstinado con su ideal de vida universitaria,
con sus parámetros irrealizables. El encuentro de Watashi con la pitonisa es una invitación
a actuar: para que abra los ojos, deje de soñar y comience a mover las piezas de su vida.

Retomando la analogía anterior, el hecho de traspasar el umbral de los sueños y hacer de


estos una realidad no simplemente modifica el destino, sino que es determinante para este:
le otorga realidad. Pues si el “porvenir está inscrito en el cielo, que Dios lo ve, entonces es
falso, pues ya no sería ni siquiera un porvenir.” (Sartre, 2009, pág. 44). Los proyectos del
sujeto dependen de la acción de este para realizarse: de su papel activo en el mundo. No
siguen a ciegas una narrativa ya determinada por una causa mayor. El soñador abre los
ojos, y cuando los abre ya no está soñando: está en el mundo. El mundo obliga a actuar
necesariamente desde la conciencia. El sujeto sólo está condenado a una cosa, y esta es a
ser libre: “Condenado, porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado,
libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.” (Sartre, 2009,
pág. 43).

Watashi se encuentra en una situación que lo sobre pasa, en un mundo donde puede que él
no sea el más popular de su escuela, ni el más atlético, ni el más carismático, ni el más
deseado, ni el más talentoso, etc. En el mundo en el que está se encuentra con su realidad
más dura y a la vez más clara, y por ello debe actuar responsablemente y ser consciente de
su papel en este mundo: de sus relaciones intersubjetivas, de sus compromisos y de sus
responsabilidades. Watashi ha sido muy evasivo para con su realidad, y ha culpado
incansablemente de su situación insatisfactoria a unas pocas de sus decisiones, a algunos de
sus amigos y al destino. Siempre estaba buscando al responsable de la situación en la que
acabó sin siquiera asumir responsabilidad él mismo. “El ser para-sí es responsable de sí
porque elige el significado de las situaciones en las que se coloca, aunque no puede
justificarlas y no puede tampoco elegir posición en el mundo, ni existencia.” (Álvarez-
Valdés, 2009, pág. 21).

El ideólogo de los cuatro tatamis y medio


La desgracia de Watashi se debe al incumplimiento de su ideal por tener una “vida
universitaria color de rosa”, donde su vida amorosa y social serian fructíferas y exitosas.
Watashi pensó, dos años antes de encontrarse en su lamentable situación, que la simple
elección de un club extracurricular universitario sería suficiente para arribar a su vida ideal.
Sin embargo, su vida universitaria termina no siendo del color que a él le habría gustado.
Watashi tiene un golpe de realidad y tiene que hallar al culpable de su situación, a su vez,
está encaprichado con su ideal, y culpa a la simple elección que hizo un par de años atrás.

Esta obstinación por no querer aceptar su situación ni su responsabilidad por lo


insatisfactorio de esta, hacen que el protagonista caiga en un bucle episodio tras episodio,
donde explora el qué habría sido de su vida si hubiera cambiado el grupo extracurricular
que originalmente eligió. Estos ensayos los hace en pro de su “vida universitaria color de
rosa”.

El sujeto, en condena a ser libre, se impulsa, por impulso de la misma libertad, hacia
delante, hacia el provenir, esto es: se propone metas. “Somos una libertad que elige ser libre
y se crea nuestra verdadera situación cuando asumimos en libertad el ser y nos fijamos una
meta.” (Álvarez-Valdés, 2009, pág. 12). El sujeto se trata de consolidar como unidad
cuando se propone una meta.

el sí mismo del ser para-sí es su carencia de ser, su pura posibilidad, la nada o pura
libertad posible que permite que la conciencia sea dinámica y tenga que salir fuera
de sí misma para eliminar esa carencia de ser. (Álvarez-Valdés, 2009, pág. 26)

El proyectarse es un movimiento en la dinámica de la existencia de la conciencia que busca


que esta se consolide después de la presencia de la nada, o, mejor dicho, la pura ausencia.
Hay cierta necesidad de la conciencia, que parte de la pura ausencia, de buscar a la esencia
por medio del salir fuera de sí. Sin embargo “The attempt to give himself an essence, no
more or less, is doomed to failure because it is the nature of consciousness always to go
beyond what it is, so it is never what it is.” (McCraw , 2015, pág. 35).

En la relación por correspondencia que establece Watashi con Keiko Higuchi podemos ver
expresado el sentido del proyectarse del protagonista, pues, este miente sobre su apariencia
y sus logros a lo largo de su intercambio de cartas teniendo en mente que a futuro, cuando
eventualmente se conozca con Keiko, el ya estará consolidado como el personaje que
defiende ser por escrito. Watashi en las cartas para Keiko es una persona que ha realizado
sus sueños, sin embargo estas afirmaciones no tienen sustento, ya que: “el hombre no es
nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que se realiza” (Sartre, 2009,
pág. 56).

El proyecto de Watashi está irrealizado, y sus acciones se enfocan con la fe de que algún
día estará viviendo la “vida universitaria color de rosa” que tanto anhela. Watashi desea
estar completo, llegar a ser aquel que dice ser en la correspondencia con Keiko: aquel
universitario viviendo una vida rosa. Watashi es consciente, al menos al final de cada
episodio de sus carencias y de sus obstáculos por realizar su ideal, sin embargo esto no
siempre hace que lo abandone, por el contrario, se anima a seguir probando suerte. Y es que
“for Sartre, to be conscious is to lack completion, to be very vulnerably open to the future.
Yet we desire completion and this is the source of our Desire to be God and of our Bad
faith.” (McCraw , 2015, pág. 33). El deseo por estar completo de Watashi es lo que lo lleva
a actuar de mala fe: en determinar que su vida universitaria tiene que ser de un solo color.

Los sueños de Watashi están condenados al fracaso pues no acepta su actualidad, ni su


posición en el mundo, quiere ensayar una y otra vez los posibles resultados dados del
cambio de una sola de sus decisiones, sin embargo, por más que cambie, casi siempre se
mantienen las mismas advertencias, los mismos personajes y el mismo destino. Las
posibilidades de Watashi quedan entonces, al final del día, como irrealizables y no
manifiestas.

Han quedado pues, en mí, sin empleo, y enteramente viables, un conjunto de


disposiciones, de inclinaciones, de posibilidades que me dan un valor que la
simple serie de mis actos no permite inferir. (…) no hay otro amor que el
que se constituye, no hay otra posibilidad de amor que la que se manifiesta
en el amor (Sartre, 2009, pág. 57)

La acción y el legislador de los cuatro tatamis y medio

Seitarō Higuchi es la llave para que el protagonista de esta tragedia note su situación en el
mundo y su actuar de mala fe. Este maestro de cara en forma de berenjena le dice que:
“La raíz de todos los males es depender de una de tus otras posibilidades para
conseguir lo que deseas. (…) Tienes que aceptarte a ti mismo como la persona que
eres ahora y también que no puedes convertirte en nadie más que en ti mismo. (…)
No existe la vida universitaria color de rosa.”.

Este consejo representó un golpe de realidad aplastante para el frágil pero bien arraigado
ideal de Watashi. Lo hizo caer en cuenta de que en verdad está desamparado, que su
obstinación y su fe lo llevaron a nada. Sin embargo “un hombre que procede de nada, sin
procedencia, sin esencia que le limite, debe ser capaz de crearse a sí mismo o capaz de
cambiar su propia realidad, su condición, incluso, decidir sobre su existencia.” (Álvarez-
Valdés, 2009, pág. 10).

Watashi tuvo, después del mensaje de Seitarō, un primer encuentro con su libertad, esta vez
fuera de las determinaciones que tan arraigadas tenía. Ahora el destino ya no era el
culpable, ni tenía pretensiones por ser alguien que, en principio, no es. Watashi sintió,
después de escuchar estas palabras, la angustia.

el hombre es angustia. Esto significa que el hombre que se compromete y que se da


cuenta de que es no solo el que elige ser, sino también un legislador, que al mismo
tiempo que a si mismo elige a toda la humanidad, no podría escapar al sentimiento
de su total y profunda responsabilidad. (Sartre, 2009, págs. 35-36).

Por primera vez Watashi tuvo que aprender a ver la vida con sus propios ojos, sin
predisponerse a buscar únicamente cierto matiz. Watashi experimentó una introspección
profunda y significativa en la que tuvo oportunidad de observar al mundo y las personas a
su alrededor. A su vez hubo ocasión de que el protagonista se conociera a través de su
mundo, ahora no como algo separado, o algo que todavía él no es. Watashi emprendió una
búsqueda hacia su existencia auténtica. Se entiende que “existir auténticamente significa
reconocer que el hombre tiene que inventar su propia identidad a través de sus libres
decisiones y acciones.” (Álvarez-Valdés, 2009, págs. 10-11).

Watashi terminó por hacerle caso al consejo de la pitonisa que le invitaba a plantarle frente
a la quietud a la que estaba condenado en su destino. Watashi tomó aquella oportunidad que
se mecía frente a sus ojos y tomó iniciativa. Watashi no se vio determinado ahora por su
destino, esto es, por el bucle repetitivo que había estado experimentando cuando estaba
casado con su ideal, ni tuvo que llenar, antes de actuar, los zapatos de alguien que no era él.
Watashi actuó, finalmente dese la libertad. “la libertad verdaderamente significativa para el
hombre es la libertad concreta que le puede llevar a actuar en el mundo, cambiar el mundo
de acuerdo con una finalidad subjetiva” (Álvarez-Valdés, 2009, pág. 19). Lo que determinó
el destino de Watashi fue él mismo, desde su acción. Es así como se convirtió, gracias a su
actuar, en el novio de Akashi, en el mejor amigo de Ozu y en el sucesor de Seitarō. Fue, a
través de su compromiso con su existencia que determinó su esencia.

Conclusión

Tanto la serie Yojōhan Shinwa Taikei como la película Yoru wa Mijikashi Aruke yo Otome
son obras que exploran temáticas similares y cuentan con una estética excepcional. Ambas
obras exploran que en cosas tan aparentemente superficiales, como lo son escoger un club
extracurricular universitario o salir una noche de fiestas, puede haber una enseñanza
significativa de cómo se ve la vida y se percibe a los demás. Al final de ambas obras uno se
da cuenta, junto a los protagonistas, que hay ocasiones en que se toma con demasiada
ligereza la existencia, así como también el impacto que uno tiene en el mundo.

Referencias
Afrodicias, A. d. (2013). Acerca del destino. Madrid: Gredos.
Álvarez-Valdés, L. G. (2009). Sartre: la conciencia como libertad infinita. Tópicos
(México), 09-29.
McCraw , B. (2015). The concept of hell. New York: Palgrave Macmillan.
Sartre, J.-P. (2009). El existencialismo es un humanismo. Barcelona: Gallimard.

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