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El puer eterno

Una lectura arquetípica de la adolescencia extendida

Parte I

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La juventud ha sido objeto de culto y de idealización, de promesa y esperanza así como catalizador de pasión,
desenfreno y locura. En la foto se ve a Tadzio, el púber que fascina y obsesiona al profesor von Aschenbach de la
novela Muerte en Venecia (de Thomas Mann) que Luchino Visconti llevó al cine en 1971. La historia muestra un
juego de polaridades entre una era que termina, la del personaje en plena decadencia física y mental en una ciudad
azotada por una epidemia de cólera, y la juventud inocente y a su vez provocadora del bello y enigmático joven. La
juventud eterna se presenta recurrentemente como motivo mitológico y artístico, y como fenómeno psicológico y
social. Aquí proponemos una lectura arquetípica.

El puer eterno es un cuadro psicológico caracterizado por la permanencia de un estado psíquico adolescente en
etapas posteriores del desarrollo vital. En su libro El Puer Aeternus, Marie-Louise von Franz lo define como un tipo
particular de neurosis en donde aquellos individuos que se niegan a crecer viven una “vida provisional”, en la eterna
espera de mejores condiciones para finalmente desplegar la totalidad de su ser, que por cierto consideran muy
especial. Temen perder opciones y quedar así atrapados a algo, por eso evitan cualquier compromiso. Pueden ser
individualistas y orgullosos pero también dependientes y débiles, otras veces antisociales y cuándo no, osados y
hasta seductores.

La adolescencia extendida es, a su vez, un fenómeno muy común en nuestra época, propiciado por ciertos factores
culturales. Según el sociólogo Zygmunt Bauman, vivimos tiempos de una modernidad líquida que impone el culto a
lo joven, nuevo y liviano, donde se valora aquello que pueda moverse rápido sin demoras y se descarta todo lo que
requiera un proceso, una espera o una renuncia. Producimos objetos que cada vez duran menos y nuestra calidad de
vida es equiparada al nivel de consumo. De hecho los bienes que se producen son cada vez más inmateriales, sin
raigambre física, solo información virtual: productos financieros abstractos (bonos, letras, acciones), “contenidos”
que se guardan en alguna “nube”, plataformas para encuentros personales “online”, etc. Se evita la complicación de
la materia que podría enseñarnos sobre su vida útil, sobre la fragilidad y caducidad de lo corpóreo, sobre las
distancias y los tiempos, y a cambio se promete una gratificación inmediata. Para ser un adulto normal en este
tiempo, un homo consumens como definió Erich Fromm, es decir, un eterno consumidor de la teta del mercado, no
hace falta mucha madurez.

La pubertad, y luego la adolescencia, son periodos en que se dan los cambios físicos hacia la maduración sexual
definitiva, y el pasaje psicológico y social hacia la adultez. La ley define para el adulto ciertos derechos y obligaciones
tras cumplir los dieciocho años, y la Psicología entiende como adulto a aquel que ha dejado las exigencias y reclamos
de la posición infantil y se ha hecho cargo de sí mismo aceptando las consecuencias de sus decisiones. Adulto sería
quien ha dejado de preocuparse exclusivamente por recibir y se ocupa de dar. La transición entre la niñez y la
adultez ha sido marcada por rituales de iniciación en distintas culturas a lo largo de la historia, donde tras superar
alguna prueba se le otorgaba al iniciado su verdadero nombre o algún conocimiento oculto, un atuendo, un arma o
una herramienta para su nuevo rol en la comunidad. Aún hoy se observan remanentes de estos hitos de pasaje en
nuestras sociedades modernas, pero suelen repetirse solo formalidades vacías de contenido. La crisis de sentido que
afecta diversas áreas de la vida en comunidad tal vez sea otra causa del aumento de personas que se rehúsan a
entrar al mundo adulto.

La responsabilidad es la capacidad de responder por lo que uno es y lo que uno hace, algo que el niño aprende en su
proceso madurativo a partir de la enseñanza de sus mayores y a través de la experiencia misma. Adentrarse en la
vida implica combinar el deseo, los ideales y la fantasía con las posibilidades reales a cada momento. Aceptar las
condiciones finitas de esta existencia y limitarse es lo que el puer eterno rechaza, y al hacerlo ve coartada su
participación en esta vida.

Vivir es como amar y luego dejarlo todo, pero el joven eterno guarda siempre una opción en el bolsillo. Si algo sale
mal, si se cansa o si se aburre, él despega; o como se observa en psicología clínica, el puer se desapega. Nunca se
entrega totalmente a nada (más que a sus caprichos) y concibe cualquier compromiso como una cárcel. Estas
personas, rara vez reconocen las consecuencias de sus actos ya que creen obedecer a alguna ley superior, como si no
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los alcanzaran las exigencias mundanas de la gente común. En el fondo tienen un gran miedo a sufrir, por eso evaden
experiencias vinculares profundas que demandan permanecer y sostenerse aún en el conflicto junto a un otro
(pareja, amigo, familiar, socio, etc.). El puer se escapa para no decepcionarse, revolotea por encima de la tierra
haciendo pie acá y allá, dejando algunos rastros, proyectos incumplidos, ideas sueltas y corazones rotos.

El término “puer” proviene de la mitología. Es el arquetipo del niño-dios, redentor y salvador, que renueva
cíclicamente la vida sobre la tierra, como Yaco, Atis, Dionisio, Eros y otras figuras divinas de la antigüedad. A través
de un mesías las almas humanas eran liberadas de sus prisiones con la promesa de que la vida no es solo esta
existencia material. En sus distintas versiones el puer representaba el porvenir, la resurrección de la vida y el tesoro
de la evolución. Como imagen arquetípica es una creación espontánea del inconsciente colectivo, por eso
encontramos personajes similares en diversos mitos, cuentos de hadas y leyendas, así como en sueños actuales de
personas comunes. Su existencia sugiere que existe una parte del ser humano que no envejece ni muere, como sí lo
hace el cuerpo, simbolizando la creatividad innata en todos nosotros, la necesidad de crecimiento y transformación,
la posibilidad de la magia y la aventura. Asociado a la rebeldía y al juego, la figura del puer nos recuerda un caos que
creímos superado desde la seriedad adulta y nos acerca horizontes olvidados tras las paredes de las estructuras
conocidas. Nos reconecta con un valor que tuvimos de niños y su mensaje puede ser altamente compensatorio y
sanador.

Sin embargo, como complejo neurótico el puer eterno se padece, no es ninguna cualidad heroica. Tanto hombres
como mujeres con este perfil suelen ser idealistas, soñadores, a veces hasta audaces y casi siempre especiales de
alguna manera atractiva. Pero rasgando un poco la superficie se los descubre altamente disfuncionales ya que
esquivan aquellas experiencias incómodas o dolorosas que son las que proveen la oportunidad de crecimiento y
fortalecimiento espiritual. Rechazan aquellas situaciones que coarten su movilidad, que restrinjan sus posibilidades y
que los anclen al aquí ahora donde no se puede todo, pero donde es posible algo. Y lo real rara vez coincide con lo
ideal. Von Franz postula que al negarse a aceptar la realidad como es y entonces definirse por alguna de las múltiples
opciones disponibles, toda la creatividad y vida de fantasía de estos individuos queda condenada. No involucrase en
algo significativo ni enraizar sus intenciones e ideas en algo concreto lleva a que ese rico mundo interno se convierta
en una vida no vivida. Y negarse a crecer es siempre peligroso.

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El puer eterno
Una lectura arquetípica de la adolescencia extendida

Parte II

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Carl Gustav Jung dijo una vez que “la vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir”. Y la muerte en
vida, la muerte del alma, es algo que el puer rechaza con todas sus fuerzas, pero aquí yace el germen del problema.
Mientras el puer no indague en su sombra, en su inconsciente, verá la amenaza afuera, en ese mundo adulto que
desprecia, y en el fondo teme. Elije no salir a jugar ni probarse en serio, estirando la seguridad de la infancia más de
la cuenta, en una fallida libertad.

Permanecer en una transición donde nada se define ni completa su forma potencial es como una semilla que nunca
termina de germinar, o un árbol que no da frutos porque nunca es el momento adecuado. Es el entusiasmo en todo
comienzo pero también el corte abrupto antes de empezar el trabajo duro. El puer eterno es una promesa que
nunca se cumple. Vive bajo la ilusión de tener tiempo, en un limbo en el que nada pasa más que en su fantasía, un
lugar donde no llega la muerte ni la vejez. Vive en el País de Nunca Jamás, por eso se le dice también “síndrome de
Peter Pan".

La postura (o impostura) del puer y la lucha con su opuesto arquetípico, el senex, puede verse representada en
muchas historias del folklore, en canciones o en novelas, como la obra de teatro Peter Pan y Wendy del escritor
escocés James M. Barrie. Estrenada en 1904 y luego inmortalizada por Disney en la década del cincuenta, Peter Pan
se convirtió en un relato fantástico de carácter popular a partir de coincidencias míticas con historias antiguas. La
figura heroica es encarnada por un joven audaz e irreverente con habilidades extraordinarias, como volar o imaginar
cosas hasta volverlas reales, que combate con un personaje cruel, representante de un mundo vil y en decadencia.
Peter Pan guarda un parecido con el dios Hermes, como la agilidad, la travesura, ser impredecible, e incluso en la
obra original hace de psicopompo acompañando a los niños cuando morían en el viaje hacia su destino final. Sin
embargo, la cualidad arquetípica sobresaliente de este personaje es su juventud eterna. En las distintas versiones de
esta obra, donde se han sumado secuencias y características a los personajes, Peter Pan obtiene su inmortalidad de
la materia de las estrellas con la cual ha tenido contacto. Según la leyenda, para ir al País de Nunca Jamás se debía
subir hasta lo más alto del cielo, doblar en la segunda estrella a la derecha y volar hasta el amanecer. Como sucede
con muchos superhéroes y con todo personaje que es acogido por el imaginario popular, el guion de su vida y sus
aventuras pasan a estar en manos de la psiquis colectiva y ya no del individuo, es decir del autor particular. Este
proceso de creación colectiva muestra todo tipo de procesos simbólicos, proyectivos, compensatorios e incluso
premonitorios, donde se puede leer algo de la psiquis colectiva.

El nombre Pan nos llega de la mitología griega, hace más de dos mil años. Este era un semi-dios marginal al Olimpo,
mitad macho cabrío con cuernos, orejas puntiagudas y pezuñas, y mitad hombre con el torso al aire. Era venerado
por cuidar de la fertilidad de siembras y rebaños, por sus cualidades medicas y proféticas, pero también temido por
su aspecto físico y por sus impredecibles arranques de furia. Si era despertado de su siesta desplegaba toda su ira
sobre aquel que había osado interrumpir su sueño, produciéndole un miedo enloquecedor que se contagiaba rápida
y desorganizadamente a otros, como la manada que en estampida huye desenfrenada hacia el precipicio por causa
de algún trueno ensordecedor, o la aparición de un depredador amenazante. Hoy, a eso, le decimos pánico. Pan vivía
en bosques y prados, espiando y seduciendo ninfas, persiguiendo cabras y atormentando doncellas en su insaciable
apetito sexual, pero también se aparecía en sueños y pesadillas con mensajes de otros planos para el soñante. Hacía
sonar su música en una flauta que guardaba una historia de amor no correspondido. La ninfa Siringe, que solía
acompañar a Artemisa en sus aventuras de caza, y quien había hecho un voto de castidad, era cortejada por un
enamorado Pan, pero en el momento en que estaba por ser atrapada por él, escapó convirtiéndose en junco al lado
del un rio. Triste y meditabundo, Pan contempló aquellos juncos y escuchando el sonido que producían cuando
soplaba el viento, decidió armar una flauta con ellos, y según varios relatos, surgió así el primer instrumento musical
de la antigua Grecia. Asociado a la naturaleza salvaje y la transgresión, Pan era una figura con tintes demoníacos
que, como Dionisio, propiciaba el desenfreno y los excesos. Como su padre Hermes, dios de los viajeros y guía de
almas hacia el Inframundo, pero también dios de los ladrones y la mentira, Pan goza de una ambigüedad difícil de

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encasillar. Por momentos fascinante y gran aliado del humano, pero también peligroso ya que impulsaba a traspasar
los límites de las convenciones sociales, de la razón y hasta de la cordura. El posterior demonio medieval
representado por el macho cabrío, fue, según muchos estudiosos, una derivación de este dios pagano.

En la historia de Barrie, Peter Pan, quien iba siempre vestido de verde y con su flauta colgando, visita la casa de
Wendy Darling y sus hermanos porque allí había perdido a su sombra. Esa misma noche el padre de la familia había
ordenado que la hermana mayor pase a dormir sola ya que los niños se alborotaban con los relatos sobre aquel
joven incivilizado. La historia es un digno producto de la sociedad victoriana de fin de siglo XIX, momento en que
surge el Psicoanálisis y la teoría de la represión sexual, el análisis de sueños, las investigaciones sobre la neurosis…
momentos de malestar en la cultura. Ante la ley del padre, que la niña ahora devenida mujer no siga durmiendo con
sus hermanos (prohibición del incesto), surge la propuesta de Peter Pan, volar al país de las mil aventuras (huida a la
fantasía). Es más, la propuesta de Peter Pan a Wendy es que ella sea la madre de él y sus amigos. Como sea, Wendy
y sus hermanos aceptan la invitación y vuelan a Nunca Jamás, donde transcurre la peripecia de los personajes.

El País de Nunca Jamás es una isla lejana y exótica donde los niños no crecen y viven sin ninguna regla, liderados en
sus aventuras por Peter Pan, el “rey de los niños perdidos”. En dicho lugar viven personajes fantásticos como hadas y
sirenas, pero también piratas (enemigos de los niños perdidos), una tribu de nativos norteamericanos (aliados y
grandes conocedores del territorio), y por supuesto, todos los animales del reino animal. Esta colorida población
alude al maravilloso ámbito en que transcurre la infancia. Más cercano a la naturaleza salvaje del mamífero que a la
moral y las normas del mundo adulto. Dentro de un mundo onírico lleno de posibilidades mágicas más que en la
cotidianeidad autómata del adulto medio. En una realidad mítica, donde cada objeto tiene alma y cada lugar un
secreto por descubrir, más que en este mundo utilitarista y cada vez mas digitalizado. Un mundo en el que cada vez
se lee menos y cada vez hay mas “parques de diversiones”, ya no solo para niños sino también para adultos. Parques
que hoy vienen preparados para el hogar o hasta portátiles, como los celulares “inteligentes” o las consolas de
videojuegos con miles de opciones para “jugar” horas y días enteros. Estas burbujas donde uno se divierte, o donde
simplemente “mata el tiempo”, son variaciones sobre un tema principal: El País de Nunca Jamás.

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El puer eterno
Una lectura arquetípica de la adolescencia extendida

Parte III

La tensión dramática de la historia de Peter Pan radica en su enfrentamiento con Garfio, un despiadado y cruel
adulto. Este personaje, capitán del barco pirata, es un hombre amargado y miedoso a quien persigue un cocodrilo al
son del “tic tac” que suena en su barriga, como contándole su tiempo en esta vida. Garfio sabe que el cocodrilo de la
muerte algún día lo alcanzará pues ya le ha dejado una marca cuando le arrebató su reloj. Ahora en vez de una mano
tiene un garfio, un anzuelo gigante con el cual amenazar a quien cuestione su autoridad, quien despierte su ira o su
envidia, como lo hace todo representante de la juventud vital. Este mal aspecto de Saturno, una vejez resentida con
toda alegría y todo lo que de ganas de vivir es un aspecto del senex. Como describe James Hillman en su ensayo
“Senex y Puer”, ambos arquetipos representan tendencias divergentes pero necesarias para el equilibrio psíquico y
social. El orden, la estructura y la autoridad por el lado del senex, (que literalmente significa anciano); y la
espontaneidad, la invencion y el idealismo por el lado del puer. Dos caras de una misma configuracion, visibles en el
niño viejo de alma sabia, o en el anciano vital de espiritu jóven. Escindidas estas potencias se corrompen y atentan

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contra la evolución del individuo y de la comunidad. El puer disociado de su anciano interno es el eterno joven que
no aprende de la experiencia, arrogante e incrédulo, que mucho promete y poco cumple, en definitiva, un bueno
para nada. El senex que ha perdido a su niño interno deja de ser un anciano sabio y pasa a ser un tirano cínico,
simbolizado en la tradicion alquímica como el viejo rey enfermo que devora a su hijo. Esta versión sombría del senex
aspira unicamente a su propia perpetuación, viendo el caos, la inmadurez y el infantilismo siempre afuera. Se
expresa en la actitud de contracción frente el fluir de la vida, el miedo ante cualquier cambio y la búsqueda de
conservación del orden a través de la previsibilidad, la disciplina o la imposición. Es la rigidez y la amargura que
impiden bailar, y mucho menos, volar, como sí hace el joven eterno. El senex busca traer al puer a tierra, ya sea
apresándolo y cortándole las alas para alimentarse de él, o en su versión positiva, para mostrarle un camino de
crecimiento. En el juego de polaridades, puer eterno y senex se necesitan mutuamente, equilibran la balanza, se
buscan para una contienda sin fin. Algo útil para la trama de una comedia en varios capítulos, para un comic o para
una saga de aventuras fantásticas, pero no tan así para una vida humana.

En clave psicológica, más que un salvador, un líder o siquiera alguien admirable, Peter Pan sería un anti-héroe. Con
sus travesuras y piruetas obtiene un efecto entretenido y hasta embriagador, pero no encara ningún abismo interno,
no combate ningún dragón ni conquista ningún tesoro o conocimiento para su comunidad (o para la humanidad en
general). Es un héroe fallido que ha quedado atrapado en una existencia pueril, rechazando crecer y perdiéndose así
la oportunidad de trascender su mundo que por cierto es absolutamente limitado. Rechaza una relación real con una
mujer y a cambio se queda con un femenino de fantasía: el hada Campanilla. Tanto Wendy como la hija del jefe indio
le presentan la posibilidad concreta de involucrarse en un vínculo amoroso, mientras que Campanilla lo cela y evita
que concrete un encuentro físico con otra mujer. En la obra de teatro original nadie podía besarlo, de hecho según el
guion, Peter Pan no debía ser tocado por nadie en escena. Este es un rasgo característico de todo puer: temor al
contacto. Simbólicamente, los opuestos coinciden. Garfio ha perdido una mano y a cambio tiene un frio metal con
punta afilada, y Peter Pan no puede ser tocado. Ambos rechazan el devenir de la vida y la inevitable transformación
en el intercambio con otros. Ambos a su manera, son extremadamente rígidos.

La rigidez es una respuesta frente al dolor o el miedo, tantas veces suscitado por la incertidumbre. Congelar una
imagen para la eternidad, enmarcar un instante de plenitud para poder volver en el recuerdo o en la evocación, así
retener algo de la magia de aquel momento, ha sido un anhelo muy difundido para el ser humano. La maquina del
tiempo para poder volver atrás, conjuros para detener el presente y paralizar todo, el teatro, las fabulas. No será
casualidad entonces que la historia de Peter Pan fuese inspirada por la muerte del hermano mayor y referente del
autor James Barrie, quien murió al caer a un lago congelado mientras patinaba cuando tan solo tenia trece años.
Para James, y en sus palabras, la imagen que guardaba de su hermano era la de un niño de esa edad, eternamente
joven, como congelado en el tiempo. Él crecía, pero su hermano no.

El camino arquetípico del héroe consiste en superar la nostalgia de la infancia y renunciar a ciertas ilusiones pero sin
cortarlas de raíz, sino re-direccionar la energía para que fluya en torno al desarrollo de la propia naturaleza, es decir,
para llevar a cabo el proceso de individuación. Un personaje heroico es un ejemplo de cómo se enfrenta un desafío,
cómo se conquista un miedo y se logra algo extraordinario al aceptar el llamado a la aventura. El proceso de
individuación requiere de una actitud heroica para adentrarse en lo desconocido y así atravesar las distintas etapas
en pos de una mayor expansión y concreción. Von Franz dice que el gran reto del puer es lograr superar la actitud
dependiente e infantil para iniciar una nueva senda renovadora. Para ello, debe enfrentarse a la “madre demasiado
buena”, aquella que proporciona la calidez del nido pero que en su sobreprotección asfixia psicológicamente al hijo,
atrofiándole las alas que necesita para desplegar su vuelo y aprender de los obstáculos y las caídas. La noción,
consciente o no, de que la realidad no presenta peligros que deben ser enfrentados, o de que éstos pueden ser
evitados, es lo que von Franz denomina complejo materno. Quienes no logren liberarse de ese comportamiento
adolescente estarán destinados a repetir una evitación fatal de toda propuesta vital que se les presente, ya sea
adoptando una actitud temerosa ante el futuro, o una actitud temeraria. De ahí que muchos puer eternos sean

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atraídos por el riesgo (la velocidad, deportes extremos, etc.), o por hábitos adictivos (abuso de sustancias, fuga a
mundos virtuales y de fantasía, etc.).

Es por esto que el peligro del puer es doble, está entre la espada y la pared. O pierde la chispa de la vitalidad juvenil
por adaptarse a la sociedad como uno más, convirtiéndose en un adulto cínico y vencido (senex sombrío); o se queda
atrapado en una mentalidad infantil, amparado del mundo externo siempre incómodo e inoportuno, pero no
pudiendo realizar su vida ni su potencial nunca (puer eterno).

Esta oposición de fuerzas en contradicción es un conflicto aparentemente insoluble. Es lo que simboliza la crucifixión
en sentido arquetípico. Uno tiene estímulos y obligaciones de su mundo interno y, a la vez, del mundo externo. El
tironeo es la demanda de ambos mundos o niveles de existencia, representados en cada eje de la cruz: material y
espiritual. Atravesar este conflicto es un (segundo) parto, es decir, iniciarse en un nivel superior, más complejo y a la
vez más profundo de existencia. Enraizarse en esta tierra en este tiempo sin perder la conexión con lo que trasciende
lo visible, lo cotidiano y material, es como aceptar sin resignarse. Aceptar voluntariamente la posibilidad de sufrir al
andar pero sin dejar de amar el camino. Madurar… ardua tarea para el puer.

Lic. Alejandro Marshall

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Referencias Bibliográficas:

Bauman, Zygmunt. Modernidad Liquida. Madrid: Fondo de cultura económica (2002).

Cardete del Olmo, María Cruz. El dios Pan y los paisajes pánicos, de la figura divina al paisaje religioso. Sevilla:
Editorial Universidad de Sevilla (2016).

Greene, Liz/Sasportas, Howard. El Desarrollo de la Personalidad. Seminarios de Astrología Psicológica. Cap. Puer y
Senex. Barcelona: Urano (1988).

Hillman, James/ Slater, Glen. Senex and Puer: Vol 3. Woodstock: Spring Publications U.S. (2005).

Jung, Carl Gustav. Obra completa. Volumen 9/I. Los arquetipos y lo inconsciente colectivo. 6. Acerca de la psicología
del arquetipo del niño (1940). Madrid: Editorial Trotta (2002).

von Franz, Marie-Louise. El Puer Aeternus. Barcelona: Kairós (2006).

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