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—¿Akkun? —preguntó Takemichi en un hilo de voz. Sus ojos azules ardieron, como
si estuviera a punto de largarse a llorar. Sin embargo, cuando vio a Mikey y a Sanzu
clavar sus miradas sobre el pelirrojo supo que no era el momento para ponerse
sentimental.

En ese instante, por primera vez en semanas Takemichi recordó que estaba
secuestrado. Claro, él mismo tomó la decisión de ponerse en esa situación para
salvar la vida de Hinata pero eso no cambiaba el hecho de que debía cumplir con
las condiciones impuestas por Mikey durante los seis meses acordados. Y una de
dichas condiciones era que debía olvidarse de todos sus amigos, sin excepción. El
omega entendió que si se dejaba llevar por sus emociones y abrazaba fuertemente
a Akkun, pondría en peligro la vida de su amigo así que por eso cogió fuerzas de
donde no sabía que tenía y endureció su corazón. Takemichi sabía que lo que haría
lastimaría a Akkun pero a la vez le salvaría la vida, además una vez que los seis
meses terminaran él podría explicarle toda la situación al pelirrojo y estaba seguro
de que el beta entendería.

—¿Takemichi? ¿en serio eres tú? —preguntó Akkun con sus ojos temblando debido
a la impresión. No pudo evitar soltar el bentō que tenía entre sus manos y acercarse
al omega, sin embargo Sanzu bloqueó su camino y lo fulminó con su mirada.

—¿Quién diablos te crees para acercarte a la reina? —preguntó con voz áspera,
Akkun tembló en cuanto vio los amenazantes ojos turquesas de Sanzu. Lo peor es
que los mismos se encontraban dilatados pues acababa de drogarse, lo cual les
daba un aspecto incluso más inquietante.

“¿Reina?” se preguntaron mentalmente Takemichi y Mikey a la vez, sin embargo no


pudieron decir nada porque un nervioso Akkun le respondió a Sanzu.

—Y-yo so-soy… —el pelirrojo quiso decir “yo soy su mejor amigo”, no obstante
temió que el desquiciado beta que tenía enfrente de él realmente lo matara si se
atrevía a afirmar eso.

—Es sólo un viejo conocido. —dijo Takemichi con indiferencia.

—¡Eso no es cierto! —exclamó el pelirrojo, sin ser capaz de leer el ambiente.


—¡Hinata nos dijo que te fuiste de vacaciones a Okinawa pero algo me decía que
mentía! Su mano está prácticamente inutilizada porque perdió su dedo pulgar, y
aunque ella dijo que fue un accidente provocado por la sierra carnicera que tienen
en su restaurante, yo sospeché desde el principio que eso no fue lo que realmente
pasó. —después de decir todo eso, los ojos marrones rojizos de Atsushi se
desplazaron de Sanzu a Mikey; aunque a simple vista no parecían matones sólo
debías ver sus fríos ojos para saber que eran gente peligrosa. —Takemichi dime la
verdad, ¿ellos te han…? —el pelirrojo no terminó la frase porque una fuerte
bofetada le volteó el rostro.

—Cállate de una maldita vez, ¿por qué debería darte explicaciones sobre mi vida?
—contrariamente a lo que Akkun pensó, no fueron Mikey o Sanzu quienes lo
callaron sino que fue el mismo Takemichi. El omega acortó la distancia que los
separaba, hizo a un lado a Sanzu y abofeteó al pelirrojo sin dudarlo.

—Mi reina, no necesita mancharse las manos con esta basura. Yo mismo me
encargaré. —dijo el beta de pelo rosa fulminando con sus ojos turquesas al pelirrojo,
si las miradas mataran Akkun ya estaría más que muerto.

—¡Tú cállate y no te metas! —exclamó el omega y, contra todo pronóstico, en lugar


de molestarse el beta jadeó entre sorprendido y complacido, asintiendo rápidamente
a la orden dada por el pelinegro. Era la primera vez que su reina lo regañaba y se
sintió tan bien que Sanzu podría morir de alegría en ese mismo instante.

—Takemichi, ¿por qué tú…? —Akkun no sabía qué decir, simplemente miró a su
amigo con los ojos muy abiertos mientras sostenía su mejilla golpeada con una
mano. El omega se sintió mal por golpear a su amigo pero eso era mejor a que
Sanzu o Mikey lo mataran.

—Somos sólo viejos conocidos, entonces ¿por qué estás haciendo esta escena?
Me molestas, así que lárgate. —espetó el pelinegro mientras sacaba un pañuelo
blanco que Sanzu usaba como decoración en el bolsillo de su elegante traje violeta
y lo usó para limpiar la mano con la que había abofeteado al pelirrojo. Sanzu se
emocionó tanto por esa acción que casi tuvo un orgasmo, sin embargo se controló;
aún así se juró a sí mismo que ese pañuelo sería el segundo artículo dentro de las
vitrinas de su habitación dedicadas a Takemichi.

—Contaré hasta cinco y entonces habrás desaparecido de este pasillo. Si no te vas,


entenderé que te importa una mierda la vida de tu padre Sendō Azami. —quien lo
amenazó esta vez fue el, hasta entonces, silencioso Mikey. Tanto Akkun como
Takemichi se estremecieron al oír tal amenaza, no obstante el omega supo
aparentarlo mientras que el beta se puso tan blanco como el papel debido al pánico
que lo invadió. Jamás en su vida vio antes a esas personas, entonces ¿cómo ese
alfa en chanclas sabía el nombre de su padre?

“Espera… ¿chanclas?” pensó Akkun de repente y sólo en ese momento recordó que
sí había visto antes a ese alfa el día del cumpleaños número veintidós de Takemichi,
en aquel bar de Shibuya. Entonces un sudor frío empapó su espalda, pues entendió
que se trataba de peligrosos yakuzas.

—Lárgate. Y no me molestes nunca más. —advirtió Takemichi mirando con frialdad


a Akkun. En el fondo el pelinegro estaba sufriendo pero sabía que era la única forma
de salvar a su amigo.
—Uno. —empezó a contar Mikey. —Dos. —Akkun miró con pesar a Takemichi,
aunque se sintió herido por la forma en la que el omega lo trató entendió que lo hizo
para salvarlo de esas personas peligrosas. —Tres.

—Lo siento mucho… —susurró Akkun con la voz rota. Quería mucho a su amigo
pero no podía arriesgar así la vida de sus padres.

—Cuatro. —sentenció el rubio, mirando de forma cada vez más amenazante al


pelirrojo.

Sin más dilación, el beta retrocedió para agarrar el bentō que había dejado caer al
suelo y corrió sin mirar atrás hacia el consultorio de su papá. Mientras corría, un
montón de lágrimas rodaron por sus mejillas y no pudo evitar morderse los labios
con impotencia, sintiéndose la persona más egoísta y cobarde del mundo. Él sabía
que Takemichi estaba retenido en contra de su voluntad, también era consciente de
que muy probablemente el “accidente” de Hinata haya sido provocado por los
mismos secuestradores de su amigo. Por esa corazonada es que había estado
investigando el paradero del omega durante las últimas semanas, incluso llamó a
las tías de Takemichi en Okinawa las cuales le corroboraron que él no estaba allí y
por esa razón se llenó de ojeras, debido a que el estrés no le permitió dormir. Sin
embargo, en el instante que tuvo a Takemichi parado frente a él fue incapaz de
hacer nada para ayudarlo y eso lo hizo sentir miserable, como el peor “mejor amigo”
del mundo; y es que aunque él amaba a Takemichi… amaba más a sus padres y
temía que si se metía más en ese embrollo, pondría en riesgo la vida de su familia al
exponerla a las garras de esos peligrosos yakuzas. Por esa razón, con todo el dolor
de su corazón Akkun retrocedió.

—Takemitchy, sé quién es ese chico. —empezó a decir Mikey mientras veía al


pelirrojo desaparecer al doblar por un pasillo del hospital. —Su nombre es Sendō
Atsushi y es…

—Nada más que un viejo conocido. —lo cortó Takemichi de repente, sin dejar que
Mikey terminara la frase. —Y te puedo asegurar que él no se meterá con la Toman
ni conmigo, así que espero que ustedes tampoco se metan con él. —sentenció
mientras giraba su rostro hacia el alfa y le sonreía amablemente. A simple vista el
pelinegro se veía sonriente, pero no tenías que ser un genio para saber que sus
palabras eran una clara advertencia. Entre líneas Takemichi le dijo “él no me
buscará pero tú no te atrevas a ponerle un solo dedo encima a mi amigo o ya verás”

Sanzu por su lado presenció esa intensa lucha de miradas entre Mikey y Takemichi
con entusiasmo, si hubiera sido hace unos días atrás sin lugar a dudas hubiera
regañado al omega por atreverse a desafiar a su rey. Sin embargo, las cosas habían
cambiado mucho y ahora el beta era feliz cada vez que Takemichi demostraba que
efectivamente tenía carácter. Por supuesto, a Sanzu no le gustó nada que su reina
use dicho carácter para defender a ese beta pelirrojo sin chiste, no obstante lo
soportó porque ver a Takemichi actuar tan dominante realmente lo extasió. Sólo
esperaba que en el futuro su reina le pusiera a él también un apodo, pues no
soportaba la idea de que ese estúpido beta tuviera el apodo de “Akkun” mientras
que él mismo no tenía ninguno hecho por Takemichi.

Por otra parte Mikey se encontraba en un gran dilema, él no era lo suficientemente


estúpido como para no darse cuenta de que Takemichi lo amenazó con sutileza. Sin
embargo, aunque una parte de él deseaba mandar a su gente a darle una paliza a
Sendō Atsushi sólo para demostrarle al omega que él era quien realmente
mandaba, su alfa interior ronroneó satisfecho al saber que el omega que eligió era
un tipo con carácter capaz de defender con garras y dientes a sus seres queridos.
Después de unos interminables segundos de reflexión, una vez más, Mikey dio un
paso atrás para satisfacer los deseos de Takemichi y su fiera mirada se suavizó.
Sólo en ese momento el pelinegro suspiró aliviado y se dio cuenta de que había
estado reteniendo la respiración durante ese intenso intercambio de miradas.

—Bien, entonces ¿vamos al McDonald's? —dijo el alfa como si nada hubiera


pasado, esa acción alegró al omega quien le sonrió agradecido por ceder y asintió.

—¡Si, Mikey-kun! ¡Haré que pruebes mi McFlurry preferido y seguro te gustará!


—dijo Takemichi más feliz que nunca y Mikey simplemente asintió con la cabeza. No
se necesitaron más palabras, el omega leyó entre líneas que el rubio no lastimaría a
Akkun siempre y cuando el beta no volviera a intentar acercarse a él. El omega sólo
deseó que su amigo fuera lo suficientemente inteligente como para entender que no
le convenía meterse con la Toman para “intentar” salvarlo.

—Oye tú, ¿realmente te inyectaste? —preguntó de repente Mikey a Sanzu. Los tres
siguieron caminando hacia la salida del hospital, la cual estaba a sólo unos metros
de distancia.

—Sí, mi rey. —respondió el beta respetuosamente. Estaba de buen humor por ver al
omega actuar de forma tan dominante, sólo eso logró mejorar el malestar que le
provocó conocer a ese tal “Akkun”.

—Entonces, ¿por qué volviste a llamar “reina” a Takemitchy? —le cuestionó con el
ceño fruncido.

—¿No es obvio? Porque sólo alguien digno de estar al lado del rey, merece ser
llamado reina. —dijo Sanzu sonriendo de oreja a oreja, a la vez que abría la puerta
doble de la salida del hospital y hacía una reverencia con su mano libre en el pecho
ante Mikey y Takemichi, esperando que ambos pasaran.

—Yo… olvídalo. —dijo Mikey resignado a las excentricidades de su subordinado,


luego de eso salió del hospital y un avergonzado Takemichi lo siguió. El último en
salir fue un sonriente Sanzu y entonces el trío montó el mismo automóvil negro en el
que habían llegado para dirigirse al McDonald's favorito del omega.


Mientras tanto, en un penthouse que pertenecía a un trío de personas que
compartían una relación; Chifuyu se encontraba acostado boca abajo y
completamente desnudo sobre una cama tamaño king, mientras ronroneaba al ser
acariciado en su espalda por un también desnudo Baji. La pareja acababa de
terminar una intensa sesión de sexo y siempre después de la acción, les gustaba
darse mimos por un rato antes de ir a ducharse.

—Entonces, ¿estás seguro de que dejaste a Tora dentro del consultorio? —preguntó
Chifuyu preocupado, pues sabía que el beta siempre escapaba de sus visitas al
psiquiatra cada vez que podía. Era toda una odisea hacerlo ir a sus sesiones de
terapia, por lo cual entre Baji y él se turnaban para llevarlo.

—Sí, no me fui hasta que lo dejé personalmente dentro del consultorio con el doctor
al lado suyo. No escapará esta vez, te lo aseguro. —le respondió Baji con una
sonrisa para tranquilizar a su pareja. Kazutora últimamente se había puesto mucho
más rebelde de lo usual, hasta que finalmente accedieron a cambiarle una vez más
de psiquiatra y al parecer con éste último el beta se llevaba mejor, ya que en las
últimas sesiones no se había escapado.

—Eso es bueno, sólo deseo que se recupere pronto… —dijo Chifuyu en un susurro,
preocupado por el estado mental de su beta.

La verdad es que Kazutora nunca fue alguien “normal”, siempre tuvo problemas de
ira y ataques de pánico por la infancia traumática que vivió, más que nada debido al
maltrato físico y psicológico perpetrado por su padre. Sin embargo, un evento que
pasó en los últimos años logró romper todavía más a su psiquis, por lo cual Chifuyu
se sentía muy culpable y deseaba que su pareja pudiera sanar con terapia, no
obstante aunque el beta ya llevaba varios años en terapia sinceramente tanto Baji
como Chifuyu no veía muchos avances en Kazutora. Aún así, jamás se rendirán.

—¿Y tú, Chifuyu? ¿cómo va tu terapia? —preguntó Baji para ya no hablar del tema
de Kazutora, pues sentía que cada vez que se señalaba el hecho de que al beta no
le estaban sirviendo mucho que digamos sus terapias, el omega se ponía triste.

—Van bien, supongo. —respondió sin mucho interés. Y es que no sólo Kazutora iba
a sesiones de terapia, Chifuyu también lo hacía pero por otras razones muy distintas
a las del beta.

—¿Y qué tal va tu relación con la nueva perra de Mickey Mouse? —preguntó Baji
entre risitas, tratando de hacer sonreír a su omega. Lo curioso es que lo consiguió,
pues cuando el alfa mencionó a Takemichi el rubio no pudo evitar sonreír.

—¡No le digas perra a Takemichi! Muy pronto se casará con Mikey y entonces
tendrás que respetarlo. —dijo Chifuyu golpeando levemente en la cabeza al
pelinegro.
—¡No respeto ni a Mikey! ¿y crees que respetaré a la persona que se case con ese
enano? Sigue soñando, amor. —dijo el alfa sonriendo con prepotencia, dejando ver
un par de colmillos que eran característicos de él.

—¿Sabes? En mis tiempos libres voy al penthouse del jefe a pasar el tiempo con
Takemichi.

—Eso ya lo sabía. —dijo Baji encogiéndose de hombros, últimamente Chifuyu


pasaba más tiempo en casa de Mikey que en la suya propia, todo por estar con ese
omega. Aunque al principio tanto a Kazutora como a Baji no les gustó, terminaron
entendiendo que al rubio le hacía falta interactuar con otros omegas así que lo
aceptaron.

—Pero no me dejaste terminar mi idea. —dijo Chifuyu sonriendo ladino, a la vez se


sentaba sobre su cama para mirar de frente a su alfa. —Los días que Mikey está
fuera de casa por temas del trabajo, entreno a Takemichi. —le confesó y los ojos
marrones de Baji se abrieron sorprendidos. —Él me lo pidió porque quiere aprender
a defenderse por sí mismo, así que yo acepté y, aunque todavía no sabe nada sobre
combate cuerpo a cuerpo, ya está más en forma porque está siguiendo al pie de la
letra la rutina de ejercicios que le di para fortalecer su cuerpo.

—Eso es peligroso, Chifuyu. —dijo Baji sin más sonrisas, se lo veía realmente serio.
—Si Mikey se enterara…

—¡Pero no se enterará! Y si te lo estoy diciendo a ti, es porque sé que no se lo


dirás. —dijo el rubio encogiéndose de hombros. —Además, seamos honestos, toda
la Toman sabe que el jefe está suspirando de amor por Takemichi. De hecho, puedo
dar fé que a Takemichi también le gusta Mikey. Todos lo sabemos, menos ellos dos.
—dijo para después suspirar resignado, un poco enojado por lo tontos que podían
ser esos dos cuando se trataba del amor. —Lo más probable es que Takemichi se
quede luego de que pasen los seis meses establecidos, así que no estaría mal que
aprendiera a defenderse a sí mismo. Por ahora estará bien siempre y cuando Mikey
no se entere pero incluso si se entera en el futuro, no habrá problemas. Ya que una
de las reglas de la Toman es que, cualquiera que esté relacionado con la
organización, debe saber pelear para al menos poder defenderse a sí mismo. Y esa
regla no hace distinción entre sexo o subgénero, ¿verdad?

—Pues… sí, tienes razón. Y esa regla la creó Mikey, así que dudo que se enoje
porque hayas hecho cumplir una regla que él mismo hizo. —los ojos de Baji brillaron
enamorados, le gustaba lo inteligente que podía ser su omega cuando se lo
proponía.—Aún así, por el momento mantendremos esto en secreto y sólo
entrenarás a Takemichi cuando Mikey esté fuera de casa por un largo periodo de
tiempo, ¿ok?

—Sí, lo entiendo.
Justo cuando Chifuyu terminó de asentir, el celular de Baji sonó y él lo agarró
pensando que era Kazutora pidiéndole que pasara a recogerlo de su sesión de
terapia. Ni modos, tendría que darse una ducha rápida, se vestiría con lo primero
que encontrara, montaría su motocicleta favorita e iría a buscar a su beta. No
obstante, cuando el alfa vio la hora en la pantalla táctil de su celular frunció el ceño
pues aún faltaban como diez minutos para que la sesión de una hora de Kazutora
terminara. Entonces se dio cuenta de que el mensaje que le habían mandado no era
de Kazutora sino de Draken, desbloqueó rápidamente su celular para ver lo que su
amigo le quería decir y cuando lo leyó, sus ojos temblaron.

“Emma está embarazada, Mikey acaba de enterarse así que sentimos que no tiene
sentido seguir ocultándose a todos ustedes. Pronto estarán invitados al jodido baby
shower que Emma lleva días organizando en secreto. Mando esto sólo para que
estés advertidos y se hagan un tiempo, porque si no van Emma les cortará las
bolas… o el clítoris, sí, eso va especialmente para ti Yuzuha.”

Obviamente, el mensaje era un copia y pega que Draken mandó solamente a los
miembros más importantes de la Toman, con los cuales el alfa trenzado sentía una
conexión lo suficientemente fuerte como para invitarlos a tal acontecimiento. En el
caso de Chifuyu, Baji y Kazutora sólo se lo envió al alfa, ya que al vivir los tres
juntos bastaba con enviar el mensaje a uno solo para que los otros dos se enteraran
enseguida. Baji nunca fue una persona sentimental, pero no pudo evitar sonreír
conmovido al ver al amigo que conoció desde que eran unos mocosos convertirse
en un todo un padre de familia. Al ver la sonrisa en el rostro de su alfa, Chifuyu no
pudo evitar sorprenderse y gateó hacia el pelinegro para poder leer lo que decía el
mensaje que le había llegado. Cuando lo leyó, el omega no sólo sonrió sino que
incluso un par de lágrimas cayeron de sus lindos ojos verde azulados. Baji al ver a
su pareja llorar, se espantó y tiró su celular a la cama para proceder a agarrar con
ambas manos la cara del omega.

—¿Te duele algo? ¿por qué lloras, amor? —preguntó Baji conmocionado, Chifuyu
negó repetidas veces con la cabeza mientras sonreía con tristeza.

—No me duele nada, sólo lloro porque estoy feliz por Emma y Draken. —dijo
mientras colocaba sus manos sobre las de Baji, las cuales seguían en sus mejillas
mojadas. Sin embargo, aunque dijo eso fue incapaz de dejar de llorar.

—No me mientas, te conozco y sé que no es sólo por eso. —susurró Baji mientras
apoyaba su frente sobre la frente del omega. —Sé que te sigue doliendo, Chifuyu…
está bien dejarlo salir.

—Yo… yo… —el rubio fue incapaz de seguir negándolo y simplemente rompió en un
desgarrador llanto mientras llevaba sus manos a su vientre plano. —¡Estoy feliz por
ellos dos pero no puedo evitar sentir mucha envidia! ¡Y duele mucho sentirse así!
¡Me siento una horrible persona! —se sinceró entre lágrimas, Baji no puedo evitar
derramar lágrimas propias al ver a su omega tan destruido. Él sabía cuánto le dolía
a su pareja no poder quedar embarazado.

—Amor… podamos volver a intentar ir al doctor. Tal vez algo cambió en tu cuerpo y
quizás puedas…

—¡No te atrevas a decirlo! —exclamó enojado, haciendo a un lado las manos de


Baji y corriendo hacia su propio nido, el cual se encontraba a unos pocos metros de
la enorme cama que los tres compartían. El nido de Chifuyu era circular, de color
azul claro y muy similar al de Takemichi. El rubio se escondió bajo las gruesas
cobijas de su nido y desde allí le gritó lo siguiente a su pareja. —¡Quiero estar solo!
¡Ve a buscar a Kazutora y déjame solo! —aunque el tono era imperativo, la voz
estaba rota y el mismo Chifuyu no paraba de temblar debajo de la pila de cobijas.
Esa escena rompió el corazón de Baji, quien no pudo hacer más que morderse el
labio con impotencia y asentir en silencio.

—Está bien, amor. Te dejaré estar a solas, yo… lo siento mucho. —la verdad es que
rara vez el alfa se disculpaba pero ésta vez creyó que realmente la cagó, así que
sólo pudo disculparse con sinceridad ante un tembloroso Chifuyu.

Mientras tanto, en el McDonald's más cercano al antiguo departamento de alquiler


en cual vivía Takemichi, el singular trío se hallaba sentado en una de las mesas del
establecimiento comercial. Todos habían hecho sus pedidos y estaban esperando, o
bueno más bien quienes habían ordenado fueron solo Takemichi y Mikey, Sanzu por
su lado se negó a comer la “comida grasosa y llena de conservantes” que según el
beta ese lugar producía. Por su parte Takemichi le estaba haciendo probar a Mikey
un McFlurry y, contra todo pronóstico, aunque el alfa veía con ojos sospechosos a
cualquier cosa dulce que no sean sus queridos dorayakis o taiyakis, le terminó
gustando ese helado y Takemichi sonrió victorioso, mientras que Sanzu por su lado
negó varias veces con la cabeza, derrotado.

Sin embargo, la paz fue interrumpida cuando una persona se acercó a la mesa en la
que ellos tres estaban sentados. El beta de pelo rosa volteó su rostro hacia el
intruso, al hacerlo se dio cuenta de que era una señora a la que al menos él no
conocía. La mujer era de estatura bajita, con sobrepeso, de cara muy fea, dientes
saltones, ojos muy rasgados, una blusa amplia para disimular sus rollos, unos
leggins de colores chillones que sinceramente eran horribles y unas crocs color rosa
neón. Si Mitsuya viera el espantoso estilo de esa señora, seguramente le daría un
ataque al corazón. Cuando Sanzu estuvo a punto de abrir la boca para echar a la
fea señora, la voz de Takemichi se hizo oír.

—¿Señora Naoko? —preguntó Takemichi sorprendido.

—¿En serio eres tú, Hanagaki Takemichi? —preguntó la mujer también sorprendida,
se acercó a la mesa porque pensó que el chico bonito vestido tan pulcramente le
resultaba familiar pero jamás imaginó que fuera el mismo omega feo que hace unas
semanas vivía en uno de los departamentos que ella tenía para alquilar.

—Sí, lo soy. —al oír tal confirmación, los ojos de la señora se abrieron más que
nunca por la impresión.

No pudo evitar ver las ropas nuevas del chico, estaba usando prendas que a simple
vista se veían caras y el cinturón con el logo de Gucci corroboró su teoría. Luego la
mirada de la señora se centró en Mikey, el cual también vestía ropa cara y comía
despreocupadamente el McFlurry que Takemichi le dio sin prestarle atención a ella y
después miró a Sanzu, quien además de vestir elegantemente la miraba como si
tuviera ganas de matarla pero se contenía porque estaba en un local de comida
rápida con testigos. No obstante, la señora no era muy inteligente así que no notó la
amenaza reflejada en los ojos turquesas del omega y nuevamente miró a Takemichi.
Naoko frunció el ceño, sin poder aparentar la envidia que sentía al ver al omega feo
que nunca tenía el dinero suficiente para llegar a fin de mes, vistiendo con ropa tan
hermosa y exageradamente cara. Por supuesto, ella sabía que era imposible que
alguien como Takemichi tuviera el dinero como para permitirse tales lujos, así que le
fue imposible contenerse más y abrió sus labios mal pintados con un intenso labial
rojo para soltar su veneno.

—Me estuve preguntando estos días a qué lugar te habías ido, si no tenías ni dónde
caerte muerto. —empezó a decir entre risitas, cruzándose de brazos mientras veía
con burla a Takemichi. —Claro, típico de los omegas… —dijo de forma despectiva,
mirando de arriba a abajo las pintas de Takemichi, ella al ser beta continuamente se
dedicaba a desprestigiar a los y las omegas etiquetando a todos como “putas”.
—Pero bueno, te entiendo, es más fácil vender tu cuerpo a gente rica para obtener
dinero en lugar de partirse el lomo trabajando como lo hacemos el resto de
nosotros.

La señora dejó de hablar en cuanto sintió la mirada tanto de Mikey como de Sanzu
fulminarla desde la mesa, el alfa incluso dejó olvidado su rico McFlurry luego de oír
las palabras que esa vieja le dedicó al omega. Sin embargo, eso no fue lo que más
asustó a Naoko, lo que realmente la estremeció fue la reacción de Takemichi a
todas sus palabras hirientes. Ella conocía al omega desde hace varios años, sabía
lo llorón que era y podía poner sus manos al fuego a que la reacción del pelinegro
ante sus palabras sería avergonzarse, muy probablemente llorar o esconderse
detrás de sus acompañantes. Pero en esa situación, Takemichi le estaba sonriendo
a Naoko y sus ojos azules se veían más fríos que nunca, incluso eran de un color un
poco más oscuro que lo habitual. La señora no pudo evitar retroceder en cuanto vio
la mirada de Takemichi, sintiéndose como si estuviera parada ante una persona que
no conocía.

—Es cierto, señora Naoko. —empezó a decir el omega sin dejar de sonreír. —Toda
esta ropa no la compré yo sino que me regaló él. —reconoció apuntando con su
dedo a Mikey, quien seguía fulminando con su mirada a la señora. —¿Por qué
tendría que ocultarlo o avergonzarme de ello? Hay más cosas en esta vida de las
cuales sentirse avergonzado ¿quiere que le cuente algunas de ellas? —dijo el
omega mientras miraba fijamente a los ojos de Naoko, quien se estremeció cuando
vio la sonrisa de Takemichi ampliarse aún más. Había malicia en los ojos azules del
omega y ella lo detectó. —Ya que andamos soltando tantas verdades, ¿no le
gustaría que suelte algunas verdades sobre usted también? Tengo varias. —esa
última frase la dijo en voz alta, casi gritando y todos los que estaban comiendo en el
McDonald's miraron hacia esa mesa. Las personas allí eran del barrio y todos
conocían a la señora que le alquilaba aquel viejo departamento a Takemichi.

Naoko empezó a sudar frío cuando vio todos los ojos de esas personas a las que
ella conocía mirándola y centrando su atención en lo que iba a decir un sonriente
Takemichi. En ese momento, la beta se arrepintió profundamente de haberse
acercado a esa mesa en cuanto vio al omega, y eso que ni siquiera había oído aún
lo que el usualmente “torpe” y “callado” pelinegro tenía para decir.

…Continuará…

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