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Todo se detuvo en aquel muelle desde el momento que Mikey pronunció esa
fatídica frase; los gángsters estaban tan sorprendidos que se quedaron boqueando
como peces fuera del agua, Hinata cayó al suelo de rodillas debido al shock y
Takemichi tenía los ojos tan abiertos, que parecía como si sus globos oculares
fueran a salirse de sus cuencas. El único que se hallaba sonriendo en esa situación
era el alfa rubio, quien seguía sosteniendo el rostro de un estupefacto omega.
—¿Tu… perra? —susurró Takemichi con voz bajita luego de permanecer al menos
un minuto y medio en absoluto silencio, procesando lo que acababa de oír.
—Sí, ¿no dijiste antes que harías lo que sea a cambio de que no le cortara la mano
a Tachibana Hinata? —le recordó sonriente mientras se paraba del suelo y lo
miraba desde arriba. El omega por su parte quiso retroceder el tiempo y golpear a
su yo de hace unos minutos atrás por haber dicho semejante estupidez.
—Y-yo lo dije pe-pero… —Takemichi tartamudeó e incluso empezó a sudar frío
mientras hacía trabajar a su cerebro a mil por hora para inventar alguna excusa.
—Ya veo. —de repente Mikey dejó de sonreír. —Con que eres esa clase de
persona. —al oír eso último, Takemichi inclinó la cabeza hacia un lado confundido.
—¿Qué quieres decir?
—Que eres de las personas que no cumple su palabra. —al explicar su punto, la
expresión del alfa se volvió gélida y el omega tragó saliva. —Pero ¿sabes? dos
podemos jugar ese juego. —luego de decir eso, Mikey miró hacia la dirección donde
se encontraba Sanzu, completamente empapado pero aún con su katana en mano y
entonces Takemichi lo entendió, si él no cumplía con su palabra la mano de Hina-
chan realmente sería cortada o incluso podría pasarle algo peor.
—¡Está bien, lo haré! ¡Seré tu perra durante seis meses! —el grito de Takemichi
retumbó en medio de la incesante lluvia. Una sonrisa de satisfacción adornó el
rostro mojado de Mikey y todos los gángsters allí presentes se miraron entre ellos
sin poder creer la escena que estaban presenciando. Nadie podía entender las
decisiones irracionales que su jefe había tomado esa noche, ni siquiera Draken.
—Está hecho. —sentenció el alfa para luego extender su mano hacia Takemichi,
quien aún seguía arrodillado en el suelo. —Vamos, levántate.
Una vez que el tambaleante pelinegro se paró con la ayuda del rubio, los gángsters
cerraron un poco el círculo para poder apreciar más de cerca a ese intrépido chico
que había captado la atención de su jefe, quien era famoso por sentir un rechazo
generalizado hacia los omegas. Takemichi no dijo ni hizo nada, simplemente ignoró
las miradas llenas de curiosidad y pensó en el enorme lío en el que se había metido
de forma voluntaria, también pensó en cómo salvaría su culo pero no encontró
respuestas a sus cuestionamientos internos. El omega estaba tan ensimismado en
sus cavilaciones que ni siquiera notó la mano de Mikey posarse sobre su pequeña
cintura y atraerlo hacia él.
Por su parte Draken, de entre todos los criminales allí reunidos fue el que más se
acercó a la pareja, él miró la mano Mikey apoyarse posesivamente contra la cintura
de un tembloroso Takemichi y entonces alzó una ceja confundido ¿qué diablos
estaba pasando? Él mejor que nadie sabía el repelús que Mikey sentía por los
omegas debido a sus traumas del pasado, además de entre todas las personas a
las que más solía odiar el rubio eran justamente las lloronas así que ¿por qué se
había obsesionado tanto con Hanagaki Takemichi? Draken no quería darle la razón
a Mitsuya; quien durante las últimas semanas bromeó con él diciéndole que Mikey
había encontrado a su “alma gemela” a la cual no paraba de acosar, pero… ¿y si
eso llegaba a ser verdad? ¿qué pasaría si ese omega en serio era el “destinado” de
su cuñado? ¿o solamente es otro capricho más de Mikey? En fin, eso sólo el tiempo
lo dirá. Sin embargo, el alfa trenzado no pudo evitar preocuparse porque temía que
su mejor amigo saliera herido debido a la decisión que tomó y, aunque no conocía
demasiado a Takemichi, también creía que toda esa situación era muy injusta para
el pobre omega.
—Mikey... —Draken miró al rubio fijamente a los ojos, negro contra negro. Sin
embargo, después de unos segundos Mikey le sonrió para tranquilizarlo.
—Ken-chin, no ahora. Luego hablaremos en privado. —ambos se miraron durante
unos segundos más, no obstante al final el alfa trenzado suspiró debajo de la lluvia y
asintió resignado. Entonces procedió a alejarse de la pareja, no sin antes mirar con
algo de lástima a Takemichi quien permaneció cabizbajo debajo de la lluvia, como si
todavía estuviera en shock.
—¡Detengan todo este circo! —una voz se alzó por encima de todos los susurros de
los gángsters y entonces un montón de ojos se fijaron en una chica que se
encontraba arrodillada en el suelo, completamente empapada y con su mano
derecha sangrando. —¡Por favor, no le hagas eso a Takemichi! ¡no se lo merece! ¡él
no hizo nada malo, yo fui la única culpable!
—Sanzu, ponla a dormir. — ordenó Mikey. En respuesta a eso el beta guardó la
katana en su funda y asintió con la cabeza sin decir más nada. Claramente podías
notar por su expresión que no estaba conforme con la decisión del alfa, sin embargo
aun así obedeció ciegamente a su “rey”. —Mitsuya, tú cura su mano para que no se
desangre más y déjala tirada cerca de su casa. Seguramente alguien pasará por allí
y la ayudará. —el alfa de cabello lila asintió en silencio para luego acercarse a una
desesperada Hinata.
—¡Corta mi mano! —exclamó antes de ser sedada por Sanzu, quien ya tenía una
jeringa en su mano. Todos los presentes miraron sorprendidos a la omega y solo
entonces Takemichi finalmente levantó su cabeza para verla, se alejó del agarre de
un molesto Mikey y se acercó unos cuantos pasos hacia la dirección en la que
estaba la castaña. —¡Corta toda mi mano si tanto me odias pero no conviertas a
Takemichi en tu juguete sexual! ¡por favor!
—¡Hinata, deja de arruinarlo todo! —exclamó Takemichi con una vena
sobresaliendo en su frente, realmente estaba enojado. —¡Solo serán seis meses y
tú no tendrás que perder tu mano para siempre! ¡así que cállate!
—Takemichi… —la castaña no paraba de llorar mientras veía a su mejor amigo por
primera vez enojado con ella. La culpa que Hinata sentía era más dolorosa que el
dedo que le faltaba. —Lo siento tanto… todo esto es por mi culpa. —de repente una
mirada de determinación surcó los ojos castaños de la chica. —¡Voy a remediarlo!
—¡No, no lo harás! —entonces los ojos azules de Takemichi se clavaron sobre
Sanzu. —¡Hey tú, apúrate y ponle el maldito sedante! —el beta al oírle gritar eso
apretó los dientes con rabia ¿quién diablos se creía ese omega para darle órdenes?
Si Mikey no hubiera decidido tomarlo como su puta, ya le hubiera cortado a la mitad
con su katana. Una vez que su rey se cansara de él, se aseguraría de hacerlo.
—Sanzu, apúrate. —espetó Mikey y el pelirosa no tuvo de otra más que tragarse su
ira por el momento y sedar de mala gana a una angustiada Hinata, quien
obviamente se resistió pero Mitsuya ayudó reteniéndola.
El pelinegro guardó silencio mientras observaba cómo inyectaban ese tranquilizante
a su amiga y cómo ese tal Mitsuya la llevaba en brazos completamente inconsciente
hacia un auto negro que no estaba muy lejos de allí. Por su parte el pelirosa guardó
la jeringa usada en un maletín que tenía cerca y luego clavó su mirada asesina
sobre Takemichi, quien asustado retrocedió tres pasos hasta chocar contra el pecho
mojado de Mikey.
—Te recomiendo que no hagas enojar a Sanzu, es un tipo vengativo.
—Lo siento, no fue mi intención gritarle a ese sujeto, es solo que…
—Lo sé, estabas desesperado por salvar a esa omega pero no lo vuelvas a hacer
¿entendido? —ante la recomendación de Mikey, Takemichi no pudo hacer más sino
asentir.
—Entendido.
Una vez que el omega asintió, Mikey miró hacia sus hombres quienes lo miraban
con expresiones confusas. Sin embargo, todos se tranquilizaron cuando vieron a su
jefe sonreír con todo ese carisma que sólo él podía transmitir. Hasta ese momento
todos los gángsters habían estado susurrando entre ellos pero ni bien el rubio abrió
la boca para hablar, todos se callaron de inmediato sorprendiendo incluso al mismo
Takemichi.
—La misión de hoy terminó. Todos pueden volver de nuevo a sus actividades. —
empezó a decir Mikey y entonces su sonrisa desapareció para ser reemplazada por
un semblante lleno de convicción. —Sé que tienen mil preguntas para hacerme pero
no las pienso responder ahora. Esta es mi decisión como líder de la Toman y Ken-
chin está de acuerdo con ella ¿verdad? —los ojos negros se clavaron sobre el alfa
trenzado, quien asintió de inmediato.
—Sí, estoy de acuerdo y sé que Emma también lo estará. —al oír la opinión del
segundo al mando, todos los gángsters también asintieron ya que al fin y al cabo
ellos estaban allí para vengarse por lo que ocurrió el día de la boda de Draken y
Emma . Y si la pareja estaba de acuerdo con la decisión de Mikey ¿quiénes eran
ellos para objetar algo?
Poco a poco todos los gánsgters fueron abandonando el muelle, yéndose en autos
negros con vidrios polarizados que no estaban muy lejos de su posición. Draken
también se fue, aunque no sin antes dedicarle una intensa mirada a Mikey y una
sonrisa triste a modo de disculpa a Takemichi. Cuando todos se fueron, los únicos
que quedaron en el muelle fueron el alfa y el omega. La lluvia por fin había cesado,
las olas estaban más feroces que nunca rompiéndose contra las paredes de piedra
del muelle, la noche estaba silenciosa y tanto Takemichi como Mikey estaban
completamente empapados mirándose fijamente a la cara.
—¿Qué es lo que pretendes hacer conmigo? —se animó a preguntar finalmente el
pelinegro. En el fondo, sabía la respuesta pero quería confirmarlo.
—No sé, tú dime. —una sonrisa ladina adornó el rostro de Mikey e hizo estremecer
a Takemichi. —Dije “por seis meses serás mi perra” ¿qué entiendes tú por eso?
—Que… ¿quieres tener sexo conmigo? —al decir eso, el rostro del omega se volvió
tan rojo que incluso sus orejas se sonrojaron. A Mikey le pareció lindo.
—Bingo. —al oír tal confirmación, Takemichi pasó de estar sonrojado a pálido.
—¿Por qué yo…?
—Porque sí. —contestó con el ceño fruncido y la voz un tanto ronca, claramente no
le gustaba que Takemichi le hiciera tantas preguntas.
—Puedo… —el omega empezó a jugar con sus dedos, nervioso. —¿Puedo volver a
casa? Y tú me pasas a buscar cada vez que quieras… bueno, hacer eso. —Mikey
quiso reír al ver cuán tímido actuaba el omega ¿acaso era virgen o algo así?
—No. —esa rotunda negación desanimó al omega y si tuviera orejas encima de la
cabeza, definitivamente se hubieran caído debido a la decepción. —Vivirás
conmigo. Y de hecho, nos mudaremos ahora mismo.
—¡No!
—¿Disculpa? ¿Oí bien? ¿dijiste “no”?
—¡Ne-necesito informarle a mi familia sobre mi ausencia, a mi trabajo también, a mi
casera y a mis amigos! —trató de justificarse, pensando en cómo diablos haría para
escapar de las garras del líder de la maldita Tokyo Manji.
—Tú no tienes familia, eres huérfano. Así que no necesitas despedirte de nadie. —
al oír eso, el omega abrió sus ojos sorprendido ¿cómo diablos sabía eso? —
Trabajas en el restaurante de esa omega, por lo que ella sabrá que no volverás por
un tiempo. Y en cuanto a tu segundo trabajo en esa tienda de DVD… Mitsuya se
encargará de amenazar digo de sobornar a la dueña para que, incluso luego de
meses, ella te acepte de nuevo allí cuando decidas volver. Y también arreglará todo
con tu fea casera para que puedas volver a esa cajonera en seis meses. —mientras
más escuchaba hablar a Mikey, más comenzaba a hiperventilar Takemichi. Su
espalda estaba bañada en sudor frío. —Por último, en cuanto a tus amigos…
olvídate de ellos. Tendrás prohibido verlos durante los meses que serás mi perra.
—Tú… me investigaste. —en ese instante todo tuvo sentido en la mente de
Takemichi, todas esas veces que sentía que alguien lo observaba durante las
últimas semanas. Seguramente fueron hombres enviados por ese tipo.
—Sí, llevaba un tiempo queriendo que calentaras mi cama. —confesó Mikey con
una sonrisa perversa que hizo jadear asustado a Takemichi. Luego extendió su
mano hacia el omega. —Sanzu nos está esperando en el auto, así que vamos.
El omega vaciló mucho antes de tomar la mano del alfa y ser prácticamente
arrastrado hacia un auto negro con vidrios polarizados, cuyo conductor no era otro
que un malhumorado pelirosa. Le dio pesar ingresar al elegante automóvil mojado
por el agua de lluvia pero Mikey insistió en que no era nada, así que ambos se
sentaron en los asientos traseros y cuando la puerta finalmente fue cerrada y Sanzu
empezó a conducir alejándose rápidamente del muelle, Takemichi realmente sintió
que firmó un contrato con el diablo. Aunque durante el silencioso trayecto siguió
pensando en la manera de escapar, cada vez se convencía más de que era
imposible huir sin recibir un balazo en la cabeza, por supuesto.
—Hey, Takemitchy ¿te gusta el taiyaki? —el alfa fue quien rompió el incómodo
silencio, sin embargo el pelinegro frunció el ceño al oír ese ridículo apodo por
segunda vez. Y en esa ocasión no pudo evitar corregirlo.
—Es Takemichi.
—¿Hm?
—No es “Takemitchy” sino Takemichi. —aclaró pero Mikey lo miró con desinterés
para luego encogerse de hombros.
—Sí el rey dice que tu nombre es Takemitchy, entonces eres Takemitchy. —
sentenció Sanzu, metiéndose en la conversación sin pedir permiso. El pelinegro
rodó los ojos molesto y el rubio sonrió satisfecho. El omega fue quien volvió a
hablar, resignado.
—No, no me gusta mucho el taiyaki. —reconoció y Mikey frunció el ceño confundido.
—¿En serio? Qué raro, porque a eso hueles.
—Oh, ¿así que a ti te gusta mucho ese dulce? —preguntó el omega y al ver cómo
los ojos negros de Micky brillaban un poco, supo que la respuesta era sí. Eso
explicaba la razón por la cual quería acostarse con él; Takemichi sabía que no era
hermoso o sexy como otros de su mismo subgénero pero el tener un aroma que le
gustaba al poderoso líder de la Toman, podría justificar el porqué Mikey insistía
tanto en tener sexo con un omega defetuoso como él.
—Sí me gusta, de hecho mis comidas favoritas son el dorayaki, el taiyaki y el
omurice. Nadie prepara tan bien el omurice como Emma. —se jactó el alfa de su
hermana y Takemichi lo miró sorprendido, ¿cómo un tipo que andaba matando
gente por ahí podía sonreír así y hablarle como si nada de sus comidas favoritas?
Es decir ¿no se daba cuenta de que prácticamente lo estaba secuestrando para
convertirlo durante meses en su juguete sexual?
“Bueno, técnicamente no me está secuestrando porque yo acepté esto de forma
voluntaria para salvar a Hina-chan. Pero no por eso es menos perturbadora su
actitud”
Cuando el auto finalmente llegó al centro de Tokio, Mikey le pidió a Takemichi que
se sentara en su regazo para poder tapar sus ojos con las manos. El omega al
principio se negó ya que no entendía la razón de esa petición, entonces Sanzu le
dijo que irían al penthouse donde Mikey vivía y obviamente él no debía ver el
camino a la residencia oficial del líder de la Toman.
Cuando Takemichi escuchó eso, le pidió al rubio que le diera alguna prenda para
cubrir sus ojos o lo que sea con tal de no sentarse sobre él; sin embargo, en ese
momento la expresión juguetona de Mikey desapareció y con una voz fría le dijo “no
es una solicitud sino una orden, así que trae tu culo aquí ahora... si no quieres que
me enoje” el omega al oír eso en serio pensó que ese alfa era bipolar ¿cómo hacía
para cambiar tan rápido su estado de ánimo? Eso asustó a Takemichi, porque ya no
sabía qué esperar de Sano Manjiro.
“Este hijo de puta tiene personalidades múltiples ¿o qué? Mierda ¿a dónde me
metí?” pensó angustiado.
Y fue así como el pelinegro terminó sentado sobre el regazo Mikey y el susodicho
cubrió los lindos ojos del omega con sus manos hasta que finalmente llegaran a su
destino. Obviamente Takemichi notó cómo el alfa “disimuladamente” se frotaba
contra él cada vez que el auto doblaba por una curva o frenaba por el tráfico de la
ciudad, pero no le quedó de otra más que soportarlo en silencio mientras apretaba
los dientes y se tragaba los insultos que quería escupirle al alfa.
“Todo terminará en seis meses. Así que aguanta.” pensó para darse fuerzas a sí
mismo mientras su visión era bloqueada por manos ajenas.
—Mi rey ¿no hubiese sido más fácil poner eso a dormir? —preguntó Sanzu mientras
manejaba, hablando de Takemichi como si fuera una cosa.
—Sí, sería más sencillo pero prefiero no drogarlo… todavía. —ese “todavía” fue
pronunciado adrede. El omega no pudo evitar temblar entre los brazos del alfa y
abandonó cualquier idea de huir.
¿Recibir un balazo por querer escapar antes de que se cumpla el tiempo
estipulado? Ja, eso sería muy benevolente para esa organización de criminales. Lo
que seguramente le pasaría sería que terminaría encadenado, golpeado, violado y
obviamente drogado por ese beta psicópata de pelo rosado; quien se carcajeó
divertido al volante por las palabras de su jefe y luego de reírse a gusto susurró un
“entonces esperaré ansioso a que ese omega la cague” Takemichi mordió su labio
inferior con fuerza al oír esa clara amenaza y apretó sus puños que descansaban
sobre sus rodillas flexionadas, hasta que los nudillos se tornaron blancos. Era un
hecho, todos estaban locos en la Toman y el que ostentaba la corona de la locura
era ese tal Sanzu… compitiendo con el bipolar de su “rey" Mikey.
Luego de esa advertencia, Takemichi y los otros dos permanecieron en absoluto
silencio durante el resto del trayecto. Cuando Mikey le avisó a través de un susurro
sobre su oído que habían llegado y retiró sus manos de los ojos del omega, el
susodicho suspiró aliviado de por fin poder ver de nuevo su entorno. Al inspeccionar
bien dónde estaba se dio cuenta de que se hallaban en un estacionamiento privado
subterráneo, con un amplio espacio para varios automóviles. Al salir del coche
negro se encontraron de frente con un gran ascensor, el cual tenía a un sujeto que
tenía el porte de un gorila custodiándolo.
—Mocchi, lleva el auto a una limpieza porque quedó todo mojado debido a nuestra
ropa húmeda. —ordenó Mikey y Sanzu le pasó las llaves a ese tipo que asustó a
Takemichi por lo alto y musculoso que era. Si quisiera, podría aplastarlo como a una
hormiga ¿escapar con un gángster así custodiando su única salida? Ajá, cómo no.
Pese a que parecía un gorila, el hombre de dos metros de altura respondió
educadamente a Mikey con un “Claro, jefe”, agarró las llaves dadas por el pelirosa e
incluso hizo una pequeña reverencia hacia el rubio de forma respetuosa, para luego
ir hacia el auto del que ellos habían salido. Takemichi notó que ese alfa enorme lo
analizó por unos microsegundos, pero tan rápido como posó su afilada mirada sobre
él, también la apartó. El omega no se dio cuenta que había estado aguantando su
respiración hasta que ese tal Mocchi se alejó de ellos.
Luego de que Mocchi subió al auto, los tres ingresaron al ascensor y Takemichi
prestó atención para poder memorizar la clave que seguramente ese ascensor
privado pediría para funcionar. No obstante, grande fue su sorpresa (y decepción)
cuando vio que no se tenía que poner ninguna contraseña o pin sino que lo que
pedía el ascensor era una maldita huella digital, por supuesto la de Mikey. Al ver
eso, los vellos de la nuca del omega se erizaron porque se dio cuenta de que
realmente no tendría escapatoria del penthouse en el que lo iban a encerrar, a no
ser que se tirara del balcón lo cual obviamente no era una opción.
Una vez que el ascensor privado llegó al último piso de ese rascacielos, los dos
gángsters salieron de allí rápidamente y Takemichi fue el único que dudó unos
segundos en salir del cubículo; no obstante sólo le bastó una mirada de advertencia
por parte rubio para suspirar resignado e ingresar al penthouse. Cuando el omega
salió, el ascensor cerró sus puertas y Takemichi supo que no se volverían a abrir sin
el permiso de Mikey, o mejor dicho sin el escaneo de su huella digital.
—Muy bien, nos hace falta una ducha ¿no te parece? ¿qué tal si nos bañamos
juntos, Takemitchy? Sería divertido. —comentó el rubio coqueto, Takemichi quiso
golpearlo por sus cambios de humor tan repentinos.
—De ninguna manera, quiero bañarme solo por favor. —respondió el omega
alejándose unos pasos del alfa. El pelirosa no tardó ni medio segundo en gritarle al
pelinegro.
—¡Tú estás aquí para hacer lo que el rey ordene, omega impertinente! —exclamó
Sanzu fulminando con su mirada azulada al Takemichi. Odiaba que ese chico fuera
tan rebelde ¿qué le costaba ser sumiso?
—Está bien, déjalo Sanzu. —lo tranquilizó el rubio, colocando su mano sobre el
hombro húmedo del beta quien se calmó ante el toque de su rey. —Hay seis baños
en mi humilde hogar, así que cada uno puede bañarse en uno distinto ¿de acuerdo?
—¡Gracias por entender! —exclamó Takemichi feliz, no quería bañarse con nadie
pues sería sumamente incómodo. —¿Dónde está el baño? —preguntó un poco
desesperado por darse una ducha con agua caliente y quitarse de encima ese viejo
pijama húmedo que tenía pegado al cuerpo.
—Allí, al final de ese pasillo a la izquierda se encuentra el baño más cercano. —
indicó Mikey señalando con el dedo la ubicación de esa habitación. —Hay muchas
batas de baño cómodas dobladas en el mueble a los costados del tocador, puedes
ponerte una cuando salgas de la ducha. —el pelinegro casi se sintió mal por haberlo
rechazado tan contundentemente hace unos segundos atrás, ya que el gángster
pese a sus cambios drásticos se estaba comportando como todo un anfitrión y lo
trató con una amabilidad que Takemichi sinceramente no esperaba recibir.
—¡Una vez más, muchas gracias! —exclamó el omega haciendo una reverencia.
Luego de eso corrió hacia la habitación que Mikey le indicó y se encerró en el baño.
—Mi rey ¿por qué es tan bueno con ese omega rebelde? —preguntó Sanzu una vez
que quedaron ellos dos solos en el recibidor del penthouse.
—Porque es divertido. —contestó Mikey encogiéndose de hombros y aún con una
sonrisa ladina adornando su rostro. —Seré bueno con él y veré cómo reacciona.
Pero si se sigue haciendo el difícil por mucho tiempo, va a conocerme de verdad. —
los grandes ojos negros de Micky se convirtieron en media lunas al pensar en las
posibilidades.
—Pero… sería más sencillo follárselo si simplemente lo obligamos a tomar esa
pastilla ¿no?
—Sí, sería sencillo pero ¿eso qué diablos tendría de divertido? —respondió el rubio
chasqueando la lengua. —Solo te advierto algo, Sanzu. —entonces la sonrisa de
Mikey desapareció y unos ojos negros se clavaron sobre el pelirosa. —Si te atreves
a drogar a Takemitchy sin mi permiso, te cortaré el mismo dedo que tú le cortaste a
esa perra en el muelle ¿entendido?
—¿Mi pulgar? No por favor, le doy un gran uso a ese dedo. —respondió el beta
soltando una risita. Sin embargo, Mikey no estaba riéndose.
—Hablo en serio, Sanzu. —entonces el beta cambió su semblante de inmediato a
uno más serio.
—Por supuesto, jamás tocaría un juguete suyo sin su autorización. —asintió
haciendo una reverencia a su adoración.
—Muy bien, entonces iré a bañarme. —sentenció el alfa dándose la vuelta para ir a
otro de los baños que tenía su hogar.
—¿Quiere que le talle la espalda, mi rey? —susurró Sanzu y al hacer esa pregunta,
sus ojos azules brillaron con picardía e incluso agitó sus largas pestañas rubias con
una clara insinuación.
—No gracias, hoy no estoy de humor para eso. —rechazó el rubio sin siquiera
dudarlo. —Hoy voy a disfrutar de Takemitchy, así que ni bien termines de bañarte y
ponerte una muda de ropa nueva, lárgate ¿ok?
—Sus deseos son mis órdenes, rey. —asintió Sanzu sonriente mientras veía al alfa
caminar hacia el baño más cercano. Una vez que Mikey desapareció de su campo
de visión, la sonrisa del pelirosa desapareció y vio con desprecio la puerta del baño
donde Takemichi se encontraba duchándose. Luego de unos segundos de observar
fijamente esa puerta, el beta dio media vuelta y se dirigió también hacia otro cuarto
para bañarse.
—Es sólo un juguete más, el rey pronto se aburrirá de él.
Takemichi no tenía idea de todo lo que Mikey y Sanzu dijeron sobre él (y
sinceramente tampoco le importaba) estaba demasiado ocupado relajándose en la
enorme bañera de mármol y oro que ese baño estúpidamente ostentoso tenía. Sí,
su vida podía ser una mierda, seguramente sería violado por ese alfa con
bipolaridad una vez que saliera limpio de allí y le habían cortado un dedo a Hinata
pero ¡oigan! Nadie se había muerto ¿verdad? Así que Takemichi se permitió
relajarse en esa tina llena de agua calentita y perfumada con esencias dulces,
porque de lo contrario creía que se volvería loco si seguía pensando en el lío que se
había metido por idiota.
El pelinegro estuvo allí casi una hora hasta parecer una pasa, tardó a propósito
porque no quería volver a la realidad. Sin embargo, Sanzu y Mikey terminaron de
bañarse mucho antes que Takemichi; el beta se vistió con una muda de ropa que
tenía allí por si surgía una emergencia y se fue del penthouse por órdenes del rubio,
mientras que mismo esperó pacientemente a que el omega se dignara a salir del
cuarto de baño. No obstante, cuando dieron las 10:30 pm Mickey tocó a la puerta
del baño y le dijo que saliera por sí mismo o él lo sacaría.
Al oír tal amenaza, el omega no tuvo de otra más que salir de la tina cuya agua ya
estaba fría y vestirse con una de las batas blancas súper cómodas que se
encontraban dobladas sobre el mueble que estaba a los costados del enorme
espejo que tenía el tocador del baño. Una vez cubierta su desnudez por esa bata, el
omega se sentó en un sofá para que la toalla absorbiera mejor el agua de su
cuerpo.
—Diablos ¿quién tiene un jodido sofá en su baño? Malditos ricos. —se quejó
Takemichi, aunque no pudo evitar acomodarse mejor sobre el gran sofá negro. —
Joder, solo este baño es más grande que todo mi departamento… aunque bueno,
tampoco es tan difícil que cualquier cosa sea más grande que mi cajonera. —
susurró el omega ladeando su cabeza antes de suspirar resignado. Y fue justo
entonces cuando vio algo que captó su atención.
Se levantó del sofá y caminó hacia un gran canasto de mimbre en el que al parecer
Mikey tiraba la ropa que estaba sucia para que sea lavada o desechada, no estaba
seguro. En sí lo que llamó la atención del omega fue una camiseta que sobresalía
de aquel canasto cerrado y es que el diseño de la misma le resultó familiar; así que
armándose de valor abrió la tapa del canasto para ver lo que había adentro y
entonces tuvo que retener su voz para no gritar. Esas eran… eran sus…

Mikey se cansó de esperar al omega, quien al parecer se propuso pasar el mayor
tiempo posible encerrado en el cuarto de baño. Al principio al alfa le pareció lindo e
incluso fue paciente pero luego se aburrió, así que fue a golpear la puerta del cuarto
y amenazó a Takemichi con que si no salía, él mismo entraría a sacarlo. Enseguida
escuchó al pelinegro salir de la tina y ponerse una bata de baño, así que sonriendo
victorioso se dirigió hacia el living de su hogar para sentarse en su sofá favorito a
comer los taiyakis que Mocchi le había traído esa misma noche de su panadería
favorita y se los dejó en la cocina.
Mientras Mikey comía tranquilo, de un momento a otro escuchó la puerta del baño
abrirse y entonces vio a un enojado Takemichi dirigirse directamente hacia él,
apenas vestido con una bata de baño blanco, con un puño apretado a su costado y
su otra mano oculta detrás de su espalda. El alfa no prestó atención al semblante
furioso del omega y se concentró solo en admirar su cuerpo… al hacerlo no pudo
evitar relamerse los labios con lujuria mientras veía a Takemichi acercarse a él,
imaginando todas las cosas perversas que harían esa noche e incluso su alfa
interior gruñó satisfecho ante la idea de aparearse con el omega que había elegido.
—Takemitchy, Mocchi me trajo taiyaki de mi panadería favorita ¿te gustaría
probarlo? Seguro te gustará. —dijo Mikey sonriendo mientras le ofrecía su dulce
favorito al omega para entrar en confianza antes de follar; sin embargo la bandeja
de papel que tenía los deliciosos pasteles salió volando para terminar en el suelo y
la mejilla de Mikey fue volteada por un golpe.
—¡Tú, maldito acosador! —exclamó el pelinegro luego de golpear a un
desprevenido Mikey. —¡¿Qué significa esto?! —exigió saber Takemichi mientras
tiraba al piso una camiseta y un par de bóxers que traía escondidos detrás de su
espalda. —¡Tú fuiste quien ingresó a mi departamento y robó tanto mis camisetas
como mi ropa interior! —lo acusó apuntándole con el dedo.
Al oír todas las acusaciones de Takemichi, el alfa parpadeó repetidas veces como si
estuviera procesando todo lo que acababa de pasar. Entonces dejó de parpadear y
poco a poco enderezó su cara la cual se había volteado un poco por el puñetazo;
miró las prendas que el omega tiró a sus pies y luego miró los taiyakis arruinados
sobre la alfombra que era la favorita de Emma.
Mientras Mikey observaba toda la situación sin parpadear y sus ojos se iban
oscureciendo aún más, Takemichi seguía vociferando tonterías como que lo iba a
denunciar por allanamiento de morada o por acoso sexual, sin ser consciente del
monstruo que estaba despertando.
—¡Lo hiciste a propósito! ¡¿verdad?! —exigió saber Takemichi, rojo a causa de la ira
que sentía. —Toda esa mierda en el muelle fue planeado por ti para poder follarme
¡¿no?!
—No. —contestó finalmente Mikey, su voz era gélida y no había un atisbo de
emoción en su estoico rostro. Takemichi jadeó asustado cuando olió un montón de
feromonas con aroma a selva y que expresaban nada más que enojo salir del
cuerpo del alfa, quiero se levantó lentamente del sofá para quedar parado justo
frente al omega. —No planee lo del muelle… pero sí planearé cómo te vas a romper
a partir de ahora.
...Continuará…

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