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David Sarefsky: Maniobras estratégicas en la argumentación política1

Resumen realizado por Federico López

Introducción

La argumentación política es sobre obtener y utilizar el poder, sobre la toma de decisiones colectivas en aras
del bien público, sobre movilizar a las personas en pos de objetivos comunes, sobre dar voz efectiva a las
esperanzas y temores compartidos. (…). Es ante todo el discurso de la esfera pública, cuyo acceso es en
principio ilimitado y para el que los conocimientos técnicos no son el precio de admisión. Su discurso no está
regulado y a menudo es libre. Refleja no sólo concepciones generales de la argumentación, sino también, y
con más fuerza aún, las particularidades de una cultura política. Sin duda depende de maniobras estratégicas,
pero parece la antítesis de un contexto institucionalizado.
Sin embargo, la argumentación política no es aleatoria ni impredecible. A través de las situaciones e
incluso de las épocas, se pueden encontrar recurrencias que ayudan a definir el género y a establecer sus
convenciones.
Una discusión entre dos amigos o interlocutores sobre política podría considerarse un caso de
argumentación política. Seguiría los mismos principios de la lógica del diálogo, como la pragma-dialéctica, por
ejemplo. El hecho de que las partes discutan política no cambiaría por sí mismo la naturaleza de su situación
o nuestra comprensión de esta. A nuestros efectos, son más problemáticos los tipos de desacuerdos y
predicamentos que afectan a unidades políticas, sociedades o culturas enteras y que se abordan mediante
órganos representativos o mediante una circulación y modificación continuas y poco estructuradas de ideas y
puntos de vista.

Características de la Argumentación política

1. Falta de límites temporales

Una característica de la argumentación política es que no tiene límites temporales necesarios. Puede haber un
punto final impuesto (debates políticos, legislativos) pero muchas veces ese no es el caso. Hay ejemplos de
debates que se han desarrollado por décadas. Pueden encajar en la definición de argumentos "esencialmente
controvertidos" (Kekes 1977): implican visiones dialécticas contrapuestas, cada una de las cuales adquiere
sentido sólo en relación con la otra. La trayectoria natural de los argumentos puede ser muy larga, sobre todo
cuando una cultura dialoga consigo misma. Esta falta de límites crea dificultades para la invención y selección
de tópicos. No se puede repetir siempre lo mismo. Balancear lo nuevo y lo familiar es un desafío constante.

2. Falta de un final claro.

Aunque hay casos en los que hay un final, son poco comunes. Lo más frecuente es que la argumentación
política termine de forma parecida a la explicación de Kuhn del cambio de paradigma (Kuhn, 1970). Una forma
de pensar no se refuta de forma decisiva, pero en algún momento la gente simplemente la considera menos
útil que una perspectiva competidora como visión del mundo o explicación de la realidad. Es especialmente
arriesgado interpretar los resultados electorales como el fin de las discusiones políticas y como la creación de
mandatos para acciones específicas. El candidato que cree que su elección ha puesto fin a una discusión a
menudo se sorprende al descubrir lo contrario.

1. Zarefsky, D. (2014b). Strategic Maneuvering in Political Argumentation. En D. Zarefsky (Ed.), Rhetorical Perspectives
on Argumentation: Selected Essays by David Zarefsky (pp. 87-101). Springer International Publishing. Descargar

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La implicación de esta falta de límites temporales es que resulta muy difícil saber en cuál de las cuatro etapas
de la pragma-dialéctica se encuentra el argumento. De hecho, distintos argumentadores pueden encontrarse
en distintas fases del mismo argumento. Uno puede estar identificando una diferencia de puntos de vista, otro
intentando resolverla y otro tratando de argumentarla, todo al mismo tiempo. No sólo la discusión es confusa,
sino que es muy difícil saber qué tipo de normas y requisitos deben regir la disputa.

3. Audiencia heterogénea

Además, la audiencia de la argumentación política es heterogénea. Al fin y al cabo, surge en situaciones de


disenso: si todos mantuvieran posturas similares, no habría necesidad de discutir. En consecuencia, el
argumentador tendrá dificultades para atribuir compromisos específicos a la audiencia en su conjunto, por lo
que resulta arriesgado relacionar las propias afirmaciones con los compromisos previos de la audiencia. Si
imagináramos que el público simula al antagonista en un diálogo, tendríamos que decir que el antagonista es
esquizofrénico o tiene múltiples personalidades. Sin embargo, el argumentador a menudo intenta apelar a
estas personalidades múltiples al mismo tiempo.
Lo mejor que se puede hacer es suponer que el público compartirá las ideas y creencias generales que
caracterizan a una cultura política, lo que Farrell denominó conocimiento social (Farrell, 1976). Este
conocimiento consiste en gran medida en un núcleo de valores y normas fundamentales. No sólo eso: un
miembro de la audiencia puede mantener elementos del conocimiento social inconsistentes al mismo tiempo.
El argumentador debe calibrar cuidadosamente sus apelaciones para responder a las preocupaciones del
público sin identificarse tanto con ellas como para inspirar la oposición de quienes se identifican más con
valores o normas opuestos.
Se suele asociar lo que pasa durante el gobierno de alguien con los hechos que ocurren en ese gobierno. Se
comete la falacia post hoc: después de esto, a causa de esto. Y esto constriñe lo que los argumentadores
pueden decir. Hay que desafiar con mucha delicadeza las creencias populares sobre lo que se puede alabar o
culpar.
Del mismo modo, la gente maneja teorías ingenuas sobre la motivación. Incómodos con la aleatoriedad o la
incertidumbre, suponen que las cosas suceden porque alguien tiene la intención de que así sea. Cuando lo que
ocurre es desafortunado o perjudicial, a muchas personas no les cuesta asumir que hay fuerzas conspiradoras
en juego.

4. Acceso abierto

El hecho de que la argumentación política esté abierta a todos también crea condicionantes. No se puede
esperar que los argumentadores menos sofisticados utilicen los términos técnicos con precisión o digan
exactamente lo que quieren decir. Los argumentadores más sofisticados pueden descubrir que su comprensión
de un punto de vista no es compartida por otros participantes o espectadores. Como resultado, puede ser
necesaria una reconstrucción exhaustiva de un argumento antes de que todas las partes entiendan
exactamente de qué se trata o antes de que se pueda valorar el argumento.
Estas limitaciones no sólo crean oportunidades para la maniobra estratégica, sino que la hacen esencial para
que la argumentación política tenga un resultado constructivo. Al mismo tiempo, en la argumentación política
es más difícil que en otros contextos institucionalizados identificar los argumentos falaces, porque los
descarrilamientos de las maniobras estratégicas están en el ojo del espectador y se ven fácilmente influidos
por las creencias y compromisos políticos particulares de cada uno. Al reconocer los tipos de actividad en la
argumentación política, hay que dar a los argumentadores un margen significativo antes de juzgarlos con
dureza.

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Medios para las maniobras estratégicas
Tipos de maniobras estratégicas.

1. Cambiar de tema

Un ejercicio muy obvio de maniobra estratégica consiste en cambiar de tema. Hay muchas controversias
diferentes en la esfera pública en cualquier momento. Si ha surgido un tema potencialmente perjudicial, puede
ser posible redirigir la atención hacia otro más favorable a los propios intereses.

2. Modificar la Audiencia relevante

Un segundo tipo de maniobra estratégica consiste en cambiar el alcance de la audiencia relevante, reflejando
el dictamen de Schattschneider (1960) de que la parte que puede definir con éxito el alcance de un argumento
tiene más posibilidades de ganar la discusión. Por ejemplo, una cuestión de seguridad, puede ser una cuestión
moral o económica también.
Schattschneider teoriza que el posible perdedor tiene un incentivo para modificar el alcance del conflicto,
cambiando el equilibrio entre partidarios y oponentes.

3. Apelar a presunciones liberales y conservadoras

Otro tipo de maniobra estratégica consiste en construir argumentos que apelen tanto a la presunción liberal
como a la conservadora (Goodnight 1980). En una sociedad sin diferencias ideológicas fundamentales, es
probable que la gente comparta elementos de las visiones del mundo liberal y conservadora. Esto es cierto
incluso cuando la sociedad está políticamente polarizada, como en el ejemplo de los Estados Unidos
contemporáneos.

4. Reformular el argumento

Un cuarto tipo de maniobra estratégica consiste en decidir cómo enmarcar un argumento determinado. Dado
que la realidad social se construye conjuntamente y no "viene dada" de antemano, un conjunto de
circunstancias fácticas puede entenderse de formas muy distintas, dependiendo del marco de referencia en el
que se enmarquen. El principal medio de maniobra estratégica para este fin es la definición persuasiva, y
probablemente el principal medio de emprender una definición persuasiva sea el proceso que Perelman y
Olbrechts-Tyteca (1958/ 1969) denominan disociación.

5. Usar símbolos de condensación

Para adaptarse a la diversidad de su público, los argumentadores políticos suelen emplear "símbolos de
condensación" (Sapir 1934), es decir, símbolos visuales o verbales que "condensan" una serie de significados
diferentes en una connotación generalmente positiva o negativa. La gente compartirá la misma reacción ante
el símbolo, aunque lo haga por razones muy distintas. Puede crearse una coalición de partidarios entre quienes
pretenden políticas muy diferentes, pero emplean los mismos símbolos. En lugar de enfrentarse directamente
a los críticos potenciales, este enfoque pretende desarmarlos preventivamente, convirtiéndolos en partidarios
al incluirlos en el ámbito de los recursos simbólicos propios.

6. Emplear el locus de lo irreparable

Es un patrón estándar en el que un argumentador afirman que, si no hacemos algo ahora, el momento se habrá
perdido. La argumentación política versa, en parte, sobre traer creencias y valores subyacentes a la superficie
de modo que compela a los oyentes a actuar.

7. Uso argumentativo de figuras y tropos

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El último medio de maniobra estratégica que mencionaré implica el uso argumentativo de lo que normalmente
se consideran meras figuras retóricas y recursos literarios. Perelman y Olbrechts-Tyteca (1958/1969) han
demostrado que estos recursos tienen un efecto argumentativo al aumentar o debilitar la presencia de un
argumento, clarificar la elección y aumentar o disminuir la sensación de comunión entre los argumentadores
y el público. Muchos de estos recursos se utilizan en la argumentación política: la repetición para crear impulso,
la aliteración para crear frases memorables, la antítesis para sugerir una mentalidad abierta y la capacidad de
ver ambos lados, el lugar de lo irreparable para crear una sensación de urgencia, etcétera. Quiero destacar
especialmente el uso de analogías, sobre todo históricas. (Hitler)

Análisis de caso (y conclusiones): debate Kennedy-Nixon sobre el costo de la plataforma de los demócratas

Kennedy no respondió a la pregunta de Nixon, pero no está claro que sea una maniobra estratégica
descarrilada. Si la conversación es entre Kennedy y el moderador, es falaz. Si asumimos que hay una audiencia
más grande no lo es tanto.
El debate plantea problemas para evaluar la aceptabilidad de una maniobra estratégica por referencia a las
reglas de la discusión crítica.
En un sentido normativo, la argumentación política comparte algunas de las características de una discusión
crítica. Más bien se organiza por los condicionamientos de una esfera de argumentación que es abierta a todos
sin precondiciones respecto de la formación, la experticia, o compromisos previos.

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