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Eduardo Kingman Riofrío
Eduardo Kingman Riofrío
Índice
• 1Biografía
o 1.1Familia y vida en Estados Unidos
o 1.2Estudios
• 2Posada de las Artes Kingman
o 2.1Murales
• 3Desarrollo de su carrera en Guayaquil
• 4Regreso a Quito y el indigenismo
• 5Exposiciones en otros países
o 5.1El Muralismo
o 5.2La Casa de la Cultura Ecuatoriana
o 5.3La Posada de la Soledad
• 6Fallecimiento
• 7Premios y condecoraciones
o 7.1Premios
o 7.2Condecoraciones
• 8Véase también
• 9Referencias
• 10Bibliografía
• 11Enlaces externos
Biografía[editar]
Para el año 1906, la empresa minera estadounidense South America Develoment
Company requería servicios médicos para los empleados importantes de la mina aurífera
de Portovelo, ya que según un informe escrito de la compañía, Portovelo debía ser un
caserío miserable donde unas pocas familias llenas de paludismo llevan una existencia por
demás personas.1 Esta fue la razón que llevó al médico Edward Kingman,
de Newton, Connecticut, a Ecuador.
Estudios[editar]
Desde niño demostró su gusto por pintar y fue por esto que al término del primer curso de
la secundaria decidió cambiarse a la Escuela de Bellas Artes de Quito.
Fue matriculado en la escuela anexa al Normal Juan Montalvo donde realizó la primaria,
pero como dibujaba desde niño, al terminar el primer curso de secundaria en el Mejía
decidió cambiarse a la Escuela de Bellas Artes y allí siguió tres años con Víctor Mideros,
que "pasaba de una pintura indigenista estilizada hacia regiones de simbolismo
convencional e ilustración bíblica colorista y efectista, con predilección por lo escatológico".
Igualmente el escultor Luis Mideros influía sobre el gusto semiclásico reinante, y sus
alumnos se rebelaban contra esas formas alejadas de la realidad y hasta domesticadoras,
sin que por ello renunciaran al arte del maestro. Otros profesores como Pedro León
y Camilo Egas también eran pintores notables.
Murales[editar]
• Hacienda "La Granja"
• Cuatro murales en el ex - Ministerio de Agricultura.
• En el Filosofado de San Gregorio, Quito.
• Club "El Prado".
• Instituto Geográfico Militar, Quito.
• En el "Templo de la Patria", Quito
Pinturas de Kingman
La situación política del Ecuador se había vuelto peligrosa. Federico Páez había llegado al
poder como Encargado del Mando Supremo de la República designado por la Junta de
altos oficiales del Ejército. Cuando los sindicatos protestaron por el despilfarro y poco
organizado manejo de la economía nacional que encarecía de manera grave el costo de la
vida, Páez se volvió a la derecha y pasó al extremo de constantes represiones sociales.
Alfredo Pareja Diezcanseco escribiría: La represión fue vengativa y torpe. Todo hombre de
letras, todo ciudadano honesto, sobre el cual cayese alguna sospecha o la denuncia del
soplón, fue perseguido; quien confinado a las Islas Galápagos, quien a la cárcel, quien al
destierro(5). La dictadura de Páez caería en 1937 y nuevamente se abrirían las
posibilidades para los intelectuales progresistas. Alberto Enríquez Gallo derogó la Ley de
Seguridad Social, se abrirían las cárceles, y se aceleró la elaboración del Código de
Trabajo. Volvió a ser posible la discusión de ideas y la producción de obras literarias.
Eduardo Kingman ocupó la secretaría de la Escuela de Bellas Artes.
En esa dirección de un arte que buscaba desmitificar falsos valores y denunciar la
injusticia de una sociedad construida por la clase dominante en su exclusivo provecho,
trabajaban, de manera unánime en Quito: Kingman, Diógenes Paredes, Leonardo Tejada,
Luis Moscoso, Germania de Breilh, José Enrique Guerrero, Jaime Andrade, Piedad
Paredes, Bolivar Mena Franco, Gerardo Astudillo y César Andrade Faini, y en Guayaquil
Galo Galecio, Segundo Espinel y Alfredo Palacio Moreno. Kingman con su obra "El
Carbonero" había logrado el reconocimiento oficial del movimiento.
Tres siglos de explotación hispana y un siglo republicano de lo mismo habían reducido al
indio a una condición miserable y deplorable. Los indígenas eran tratados como la más
baja clase social y servían como esclavos en varías haciendas y huasipungos; no tenían
ningún tipo de derechos fundamentales y no tenían la más mínima oportunidad de
integrarse el progreso. Los periódicos de la época que anunciaban la venta de haciendas
con indios incluidos, no hacían sino reflejar tal situación, que muchos daban por normal y
otros trataban de no ver. Denunciar esta enorme injusticia se convirtió en la gran empresa
del indigenismo pictórico, y Kingman se puso en primera línea. Este drama de la gente
indígena iba a presidir su obra más dramática y fuerte de los siguientes cinco años, hasta
culminar con uno de sus lienzos magistrales, Los Guandos.
Pero frente a otros indigenistas, la pintura de Kingman iba a mostrar rasgos inconfundibles:
no se quedaba en el planteo económico y social; ahondaba en la interioridad del indígena
y mostraba su lado más humano: de ternura, de gravedad y nobleza, de religiosidad. El
cuentayo es un estudio de la soledad y la representación grave y a la vez casi embrutecido
de un oficio. Fin de fiesta cuenta el drama individual y colectivo de la degradación de la
fiesta. La muda en la flor ahonda en la fragilidad de una inocencia que se ignoraba a sí
misma, al borde de un mundo brutal. Amanecer sugería las grandezas del trabajo agrícola,
aun en las desoladoras condiciones del trabajo ajeno y dominado. Pero no era el indígena
lo único que le interesaría a Kingman, también le atraía lo mestizo y cotidianos y obscuros
quehaceres de la clase media baja de las ciudades, prueba de ello es La visita la cual
capta el rito de las interminables visitas, en las pesadas tardes de una sociedad cerrada y
agobiante.6