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Aquí, como en todos los aspectos del trabajo académico, hay que ser consciente de la función
que tienen las referencias bibliográficas. Considerando que, en la inmensa mayoría de los
casos, un trabajo académico contiene más de un 90% de informaciones que no son nuevas y,
por lo tanto, provienen de otras fuentes, surge automáticamente la pregunta de qué hay que
hacer con estas informaciones. Es muy importante, si se tiene en cuenta que el trabajo se
inscribe en un proceso de evaluación, que el tribunal evaluador sepa qué información es nueva
– ¡no olvidemos que la producción de conocimiento nuevo es una conditio sine qua non del
trabajo! Pero incluso más allá del tribunal, pensando en cualquier lector(a) que pueda acceder
al trabajo, se plantea un problema ético fundamental. Para que este/a lector(a) pueda juzgar la
veracidad de las informaciones no originales ofrecidas en el trabajo, hace falta que tenga la
posibilidad de contrastar-las con las fuentes de donde provienen. En consecuencia, si no se
indica la fuente de la información, el/la autor(a) se atribuye una información a sí mism@, lo
cual éticamente es inaceptable.
Aparte de esta cuestión ética, el tema también tiene otra faceta. Si el autor utiliza una
información errónea, y esta proviene de otra publicación, una parte de la responsabilidad del
error recae en el/la autor(a) de esta publicación (siempre que se indique, claro está), y sólo le
queda la responsabilidad de haber contrastado la información con otras fuentes. En este
sentido, referenciar correctamente las fuentes utilizadas representa también una especie de
seguro para el/la autor(a).
Hasta ahora sólo se ha hablado de informaciones o ideas que se tienen que referenciar. Un
caso especial son las citas textuales, que reciben un tratamiento diferente. Se considera una
cita textual cualquier pasaje de más de tres palabras seguidas que se copien de una fuente
para integrarlas en un texto propio. Evidentemente, hay que referenciarlos (en este sentido,
otros formatos provenientes de otras fuentes, como imágenes, ejemplos musicales, etc., se
tratan también como citas), y, además, marcarlos como tales, según queda especificado en la
guía de estilo. En general, se recomienda hacer un uso más bien discreto de ellas, reservarlas
para casos donde una parte importante del valor de la cita está en las palabras concretas. En la
mayoría de los casos, sin embargo, conviene más parafrasear una información, expresarla con
palabras propias, que citarla textualmente. La paráfrasis transmite la impresión de haber
entendido una idea – si no, no se podría haber parafraseado – donde una cita la puede hacer
cualquier persona capaz de copiar palabras, ¡incluso sin haberlas entendido!
- loc. cit. locus citatus, ‘lloc citat’, se utiliza a la hora de volver a referencia la
misma página de una misma publicación de una nota no inmediatamente anterior
(es decir, como ibid., pero en notas no consecutivas). Exige que se indique el
nombre del/la autor(a) y el año de la publicación antes (por ejemplo: Pedrell 1905,
loc. cit.)
- op. cit. opus citatum, ‘obra citada’, se utiliza cuando se referencia una
publicación ya indicada en una nota no inmediatamente anterior, pero con una
página distina. Exige que se indique el nombre del/la autor(a) y el año de la
publicación antes, así como la página nueva a continuación (por ejemplo, Pedrell
1905, op. cit., p. 15)
- supra ‘encima’, se refiere a un pasaje más arriba del mismo texto donde
aparece
- et al. “et alii” ‘y otros’, se utiliza cuando hay más de tres autores, de los
cuales sólo se cita el primero