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P l a nt e a m i e nt o ge ne r a l d e l a p o l é m i c a D E A UXI L I I S
CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Francisco José Martínez. Poder y teología en la escolástica barroca ...
praevisa merita (es decir, después de los méritos del hombre y en relación a dichos
méritos) y la predefinición del acto que lleva a la salvación es sólo virtual, los
Bañezianos defendían que dicha predestinación se daba ante praevisa merita (es decir,
antes de los méritos humanos y de forma independiente de los mismos), así como que la
predefinición de los actos virtuosos era formal, es decir, efectiva y real. Para Báñez, la
predestinación de los elegidos se debe a un decreto de Dios que no tiene en cuenta los
méritos humanos. Dios elige desde la eternidad a los que quiere y les otorga gracias
eficaces para su salvación; a los demás, Dios se limita a concederles una gracia suficiente
y permite que pequen (aunque no influye en dicho pecado), de manera que los
condenados caen por su propia culpa, ya que Dios no los ha incluido en el decreto de
salvación (reprobatio negativa). La voluntad por la cual Dios condena a los que por sí
mismos se han conducido mal y han pecado es la voluntad consecuente (voluntas
consequens), noción que viene del Damasceno a través de Tomás, y que se refiere a las
cosas realmente acontecidas, diferente por ello de la voluntas Dei antecedens o
consideración absoluta del bien sin atención a las circunstancias concretas.
La cuestión de la predestinación defendida por los Bañezianos exige distinguir la
libertad en un sentido dividido (in sensu diviso) de la libertad en sentido compuesto (in
sensu composito). Según el primer sentido, la predestinación divina deja libre la facultad
de actuar, y según la segunda acepción de la libertad, la potencia voluntaria libre del
hombre no puede efectuar ningún acto contrario a dicha predestinación, por lo que la
naturaleza de los actos queda predeterminada a pesar de que la facultad de actuar
permanezca libre. El sentido dividido se refiere a la actividad humana en sí misma
considerada, mientras que el sentido compuesto toma en consideración la acción
humana en su relación con los decretos divinos. En este sentido, es preciso recordar la
distinción entre violencia y necesidad: violento y voluntario se excluyen siempre, pero no
ocurre lo mismo con necesario y voluntario. Un acto voluntario es un acto espontáneo y
consciente de la voluntad; por ello, el que un acto sea necesario no excluye que sea
espontáneo, ni que sea consciente1.
Pelagio y los molinistas, en cambio, exigían, la indiferencia2 como requisito de la
libertad. Mientras que los tomistas se limitaban a exigir que no hubiera constricción
para que un acto fuera libre, los molinistas exigían además la ausencia de
1
Véase Dumond, 1936, p. 19.
2
Sobre la génesis de la noción de libertad como indiferencia y el trasfondo escotista de las discusiones
sobre estos temas en el siglo xvii se puede consultar Schmutz, 2002, y Boulnois, 2002. En dichos artículos, se
plantea la recuperación implícita del voluntarismo de Scoto por algunos autores jesuitas del siglo xvii
defensores de la libertad como indiferencia. La polémica sobre la colaboración de la gracia divina en la acción
humana libre supone, según estos autores, el despliegue de una “metafísica de la voluntad” y de una
“metafísica de la acción” de una complejidad sin precedentes. Lo que se retoma de Scoto no es sólo el poder
de hacer o no hacer, sino la capacidad de mantener abierta la posibilidad de hacer otra cosa distinta en el
mismo momento en que ya se está realizando la cosa que se ha decidido hacer, es decir, la potestas ad opposita
que prohibía el principio de contradicción aristotélico. Esta capacidad exige una división no temporal del
instante que permita la apertura a los opuestos que no podrían coexistir en un instante si este fuera indivisible.
Por otra parte, algunos jesuitas, frente al determinismo de la voluntad por el entendimiento de impronta
tomista, retoman de Scoto una noción radicalmente indeterminista de la voluntad, que mantiene su libertad no
sólo respecto del futuro sino incluso en el momento mismo en que se determina, de forma que en el momento
en que la voluntad quiere algo puede todavía no quererlo.
CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Francisco José Martínez. Poder y teología en la escolástica barroca ...
3
Molina, Concordia, Parte I, Disp. 2, p. 46.
4
Álvarez, De auxiliis divinae gratiae et humani arbitrii viribus, Dis. CXV, nº 4.
5
Véase Dumond, 1936, p. 22.
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Lo s j e s ui t a s f r e nt e a l o s d o m i ni c o s : p ugna p o r e l p o d e r
t e o l ó gi c o y p o l í t i c o e n l a c r i s t i a nd a d
La controversia se sitúa en el marco de la lucha que una orden nueva, y con gran
deseo de dominio como los jesuitas, desarrolla frente a otras órdenes sólidamente
implantadas como los dominicos, que, además, controlaban el aparato inquisitorial y las
universidades, lo que les otorgaba un poder inmenso. En su origen, los jesuitas fueron
una más de la varias órdenes de sacerdotes reformados que surgieron en la primera
mitad del siglo xvi, pretendiendo reformar las Iglesia desde dentro y al mismo tiempo
estar presentes en el mundo, no retirándose de él en los conventos o monasterios. Estas
órdenes nuevas, especialmente los jesuitas, obedecían a la necesidad de centralización del
poder eclesiástico que el Concilio de Trento había impulsado en detrimento del poder de
los obispos. Cada una de estas órdenes, llamadas “religiones”, competía con las demás
en el control de las almas, para lo cual se fabricaban genealogías fantásticas en las que
insertaban las vidas de los santos fundadores y protectores y la de sus mártires. Los
jesuitas no fueron distintos de las demás órdenes: realzaron la santidad de su fundador,
elaboraron historias de sus tempranos mártires y pusieron toda la cultura renacentista al
6
Molina, Concordia del libre arbitrio con los dones de la gracia y con la presciencia, providencia,
predestinación y reprobación divinas, Parte IV, Disp. 52, 9, p. 446.
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7
Véase Bertelli, 1984, pp. 93-102.
8
Véase Cano, Locis theologicis, p. 456.
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peligrosas» sino incluso, si fuera necesario, a «morder con ferocidad a los autores de
semejantes doctrinas»9.
Como vemos, las dos funciones de la teología están presentes en la polémica de
Auxiliis, el carácter innovador por parte de Molina y el carácter defensivo por parte de
Báñez. Lo curioso es que ambos utilizan los mismos autores y en ocasiones los mismos
textos con interpretaciones opuestas, como veremos en el caso de Agustín.
La ut i l i z a c i ó n d e Agus t í n e n l a p o l é m i c a D E A UXI L I I S
Aunque Agustín y el Aquinate son los autores más citados tanto por Molina como
por Báñez, aquí nos vamos a centrar en las alusiones que Báñez hace en la Tercera Parte
de la Apología10 a los textos de Agustín que utiliza Molina para apoyar sus tesis, y en su
interpretación de los mismos, opuesta a la de Molina.
Báñez comienza utilizando a Agustín en apoyo de su tesis de la eficacia del auxilio
divino y de cómo Dios mueve nuestra voluntad de manera eficaz, partiendo de los
capítulos 4, 5, 15 y 17 del Libro Primero del De gratia Christi. Asimismo, retoma las
posiciones agustinianas para justificar su visión de la composición y compatibilidad
entre nuestro libre arbitrio y la moción eficaz de Dios, así como del acuerdo entre dicho
libre arbitrio y la infalible presciencia y providencia divina, para todo lo cual remite,
entre otros lugares, a la Ciudad de Dios (lib. 5, caps. 8 y 9). En el capítulo 10 de este
libro, Agustín afirma a la vez la libertad de nuestro albedrío y la presciencia de Dios,
pero no demuestra dicha compatibilidad: «se sigue que aun conociéndolo él, hay cosas
de que puede disponer nuestra voluntad, por lo cual de ningún modo somos forzados,
aunque admitimos la presciencia de Dios, a quitar el albedrío de la voluntad, ni aun
cuando admitamos el libre albedrío, a negar que Dios (impiedad sería imaginarlo) sabe
los futuros, sino que lo uno y lo otro tenemos, y lo uno y lo otro fiel y verdaderamente
confesamos» 11.
A continuación, y apoyándose en el capítulo 8 del De praedestinatione sanctorum de
Agustín, Báñez insiste en que Dios puede hacer que individuos que no deseaban realizar
obras sobrenaturales para salvarse las deseen; es decir, que es posible para Dios
ablandar los corazones duros que rechazaban la gracia eficaz. Para Báñez, Agustín
piensa que «de manera infalible llegan a Cristo aquellos que Dios quiere que lleguen».
Dios, según Agustín, dirige al hombre una doble llamada, una llamada no eficaz, con la
que fueron llamados los que no quisieron unirse a Cristo, y una llamada que responde al
plan de preordenación divina y que actúa eficazmente sobre la voluntad de los elegidos,
constituyendo un auxilio eficaz de Dios premoviente y predeterminante. Esta eficacia de
la gracia no surge a partir del libre uso de nuestra libertad, como dice Molina, sino que
«Dios, como motor primero, hace que el libre arbitrio, tras ser llamado, consienta y
coopere con él». Báñez también aduce una cita del capítulo octavo del De dono
perseveratione de Agustín para apoyar sus tesis: «no está en la potestad de los hombres,
sino de Dios, que los hombres tengan la potestad de hacerse hijos de Dios» 12. Aquí la
9
Báñez, Apología de los hermanos dominicos contra la Concordia de Luis de Molina, p. 29.
10
Báñez, Apología, III, cap. 6, pp. 251-328.
11
Agustín, Ciudad de Dios, p. 293.
12
Véase Báñez, Apología, p. 261.
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posición de Báñez es clara: no podemos resistir la gracia eficaz de Dios y nuestro libre
arbitrio tiene que someterse a ella. Sin embargo, cómo mantiene esta posición la libertad
de nuestra alma es algo que no queda explicado.
A continuación, Báñez aduce el De diversibus questionibus (LXXXIII, q. 68) de Agustín
para apoyar su afirmación de que «Dios obra en los hombres el querer y hace que
lleguen a Cristo quienes llegan a Él». Se opone así a la postura de Molina, para quien es
posible que sean llamados de la misma forma dos hombres y uno, por su libertad, llegue
a Dios mientras que el otro, también por su libertad, permanezca en su infidelidad; en
efecto, para Molina, no hay que atribuir sólo a la gracia que lleguen realmente a Dios
los que han sido llamados, sino en parte a la gracia de Dios y en parte al libre arbitrio
del hombre, que siempre puede resistir la llamada de la gracia. En el De praedestinatione
et gratia , Agustín retoma las palabras del Apóstol: «Él usa su misericordia con quien
quiere y endurece a quien quiere. ¿Entonces, por qué te lamentas? ¿Quién puede resistir
su voluntad?» 13. También retoma el párrafo en el que se le reprocha al hombre que
dispute con Dios y le pregunte a su Hacedor por qué lo ha hecho de esa manera. Dios,
como el alfarero, puede hacer con el mismo barro un vaso para el honor y otro para el
desprecio. Por todo ello, Agustín afirma que somos llamados no por nuestros méritos
sino por la gracia, y que tenemos que cantar la misericordia de Dios y su justicia: la
llamada depende de la misericordia, y de la justicia dependen la felicidad de los que han
respondido a la llamada y el castigo de los que han rechazado venir. Si alguien se
atribuye a sí mismo el haber respondido a la llamada, no puede atribuirse a sí mismo, en
cambio, el haber sido llamado. Parece de nuevo que Agustín le sirve de apoyo a Báñez al
hacer hincapié más en al gracia gratuita de Dios que en la voluntad libre del hombre.
Molina se refiere a su vez al capítulo LXXXIII del De diversibus questionibus, pero a
la questio 314, para recordar que la causa del pecado es la voluntad libre del que
consiente en caer en él, tesis que refuerza con citas de Hypognosticon con las que
distingue entre la presciencia de los pecados y la predestinación de los mismos:
antes de que los pecadores existieran en el mundo, de ellos sólo hubo presciencia de sus
pecados y no una predestinación, aunque fuesen predeterminados al castigo en virtud de esta
presciencia15.
Dios conoce por la ciencia media los pecados de los hombres y la predestinación se
realiza sólo después de este conocimiento, con lo que los únicos responsables de sus
pecados son los propios hombres, limitándose Dios a conocer previamente su pecado y
decidiendo en virtud de esa previsión no concederles ayuda para que se salven. Molina
aduce la frase de Timoteo «Dios quiere que todos los hombres se salven»16 según la
explicación de Agustín, el cual unas veces la interpreta como referida sólo a los que
13
Agustín, De praedistinatione et gratia, cap. 15, en Migne, P. L.., 45, p. 1675. La cita de Pablo es de
Romanos 7.
14
Concordia, Parte II, Disp. 31, 9.
15
Hypognosticon, Lib. 6, cap. 5, n. 7, en Migne, P. L., 45, 1, p. 661.
16
I Timoteo, 2, 4.
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realmente se salvan, y otras como referida a todos los hombres en tanto que no sabemos
todavía si se van a salvar o no17.
En el capítulo 17 del De praedestinatione sanctorum, Agustín afirma que «no son
elegidos por haber creído, sino que han sido elegidos para que crean»18; el Señor dice a
los hombres «No habéis sido vosotros los que me habéis elegido a mí, sino yo el que os
ha elegido a vosotros»19. Dios ha elegido a sus fieles, no porque fueran ya fieles, sino
para que lo sean. Dios ha predestinado antes de la creación del mundo a los que iba a
llamar, y su llamada da cumplimiento a lo que había predestinado previamente. Para
Báñez, esta posición de Agustín defiende «la predefinición divina y la premoción eficaz
de Dios, con la que obra en nosotros lo que predestinó debe hacerse»20. Porque Dios
presupo y predefinió que Pedro creyese en Cristo, éste creyó; y no al revés, como dice
Molina, para el que, porque Pedro iba a creer, Dios presupo y predefinió que Pedro
creyese. Una vez más, vemos la oposición clara entre Báñez y Molina: si para Báñez la
última palabra está siempre en Dios, para Molina el hombre con su libre arbitrio
conserva siempre la última decisión; Dios prevé lo que vamos a hacer porque realmente
lo vamos a hacer, aunque siempre podríamos no hacerlo o hacer otra cosa (libertad de
contradicción y libertad de contrariedad).
En su De dono perseverantiae, Agustín defiende la utilidad de predicar, dándole al
conocimiento del hombre la fe y la perseverancia, idea ésta que no rechaza, sino que más
bien acompaña la tesis de la predestinación, pues la predestinación tiene como efecto
que el hombre, al recibir la voluntad de obedecer, de la falta de fe venga a la fe y, al
recibir la perseverancia, permanezca en la fe. Si uno todavía no ha sido llamado, pero el
Señor con su gracia lo ha predestinado para la elección, recibirá la gracia para ser
elegido y lo será realmente; si, en cambio, uno es de los que obedecen pero está
predestinado a ser rechazado, le serán sustraídas las fuerzas de la obediencia para que
cese de obedecer. De tal manera que si Dios ha tenido presciencia de que uno sería
bueno, éste será bueno, por grande que pueda ser la maldad en la que yace actualmente;
mientras que si Dios ha previsto que uno será malo, lo será realmente, por grande que
sea la bondad en la que lo podamos ver en el presente. Como vemos, y recalca Báñez,
todo se debe a Dios en la conversión de los que son llamados, y no, como afirma
Molina, en parte a Dios y en parte al libre arbitrio; y la conversión de los que escuchan
el Evangelio se debe a la gracia previniente, contrariamente a lo que sostiene Molina.
Por ello parece que la utilidad de la predicación para la conversión del hombre es más
clara desde el punto de vista de Molina que desde el punto de vista de Báñez que pone,
como siempre, el acento más en la intervención divina que en la acción humana.
En el capítulo 23 del primer libro de las Retractationes, Agustín afirma que «creer y
obrar es propio del hombre en virtud del arbitrio de su voluntad», pero, al mismo
tiempo, es Dios quien predispone nuestra voluntad para creer y obrar21. De nuevo se
17
Molina, Concordia, Parte V, Disp. 1, pp. 529-530.
18
Agustín, De praedistinatione sanctorum, cap. 17, en Migne, P. L. 44, p. 985 (citado por Báñez,
Apología, pp. 261-262).
19
Báñez, Apología, p. 262.
20
Báñez, Apología, p. 262.
21
Agustín, Retractationes, Lib. I, cap. 23, en Migne, P. L., 32, pp. 621-622 (citado por Báñez, Apología,
pp. 262-263).
CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Francisco José Martínez. Poder y teología en la escolástica barroca ...
22
«… Dios siempre se encuentra, con su concurso general, a disposición del libre arbitrio, para que éste,
según le plazca, pueda querer o no su salvación de forma natural…», Molina, Concordia, p. 88.
23
Epístola a los romanos, 7.
24
Agustín, Ciudad de Dios, Libro V, cap. 9, p. 149.
25
Molina, Concordia, Parte IV, Disp. 52, p. 459.
CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Francisco José Martínez. Poder y teología en la escolástica barroca ...
Para Molina, como para Agustín, la libertad humana es necesaria para que haya
pecado y, por lo tanto, Dios no es el origen del pecado. No habría justicia divina si Dios
fuera el autor del pecado. Dios no dispone las cosas malas, sino que las castiga. En el
libro sexto del Hypognosticon, Agustín afirma: «Dios presupo las malas acciones de
Judas, pero no las predestinó, ni las hizo él mismo y, sin embargo, en virtud de su
presciencia, lo entregó con juicio justo a su mente insensata y permitió esas acciones» 26.
Con anterioridad a la existencia de los pecados en el mundo, Dios los ha presabido pero
no los ha predestinado. Una y otra vez se remacha que Dios no es el autor del pecado. Y
a pesar de todo, Molina retoma de Agustín la idea de que «Dios es causa primera
también de la entidad y de la razón formal del acto pecaminoso y que la entidad y
bondad natural de esta acción puede reducirse a Dios como causa primera y autor»27.
Dios es causa del acto pecaminoso en tanto que acto en sentido formal, es decir,
ontológico, pero no en tanto que pecado en sentido material y fundamental, es decir, en
sentido moral, y en tanto que son acciones que provienen de nuestro arbitrio de manera
contraria a la ley de Dios28. En cambio, la predestinación de los santos depende sólo de
la misericordia y la libre voluntad divina, sin tener en cuenta los méritos previstos de los
mismos, según afirma Molina siguiendo a Agustín29. La causa de la reprobación se debe
al pecado original, y al estado de naturaleza corrupta que dicho pecado produce, junto
con el propósito de no conferir a través de Cristo los medios que pudieran impedir la
perdición completa, según Agustín. Y aunque la predestinación no depende de la
presciencia, en el caso de los réprobos la predestinación y reprobación de los mismos
tiene en cuenta el uso futuro del libre albedrío, «aunque no de manera que Dios confiera
los dones de la gracia y de la predestinación en función de la cualidad de este uso» 30.
Dado que la voluntad libre es la única causa del pecado, la providencia, en el caso de los
justificados, es predestinación, pero no en el caso de los réprobos:
que los decretos o los planes de proveer deban considerarse predestinación o sólo una
providencia con vistas a la vida eterna, dependerá como condición necesaria de lo que cada
uno de ellos vaya a hacer en razón de su libertad innata, siendo esto algo que Dios, en virtud
de la altitud de su entendimiento, ya habría presabido, porque es así como van a obrar y no al
revés31.
De nuevo vemos aquí operando la noción de ciencia media y la idea del papel
esencial de la libertad humana en el cariz moral de sus actos. En el libro sexto del
Hypognosticon, Agustín vuelve a distinguir entre providencia y predestinación. Dios
predestina porque sabe lo que va a suceder; pero no predestina todo lo que presabe,
pues lo malo sólo lo presabe; lo bueno, lo presabe y lo predestina. Por lo tanto,
26
Agustín, Hypognosticon, cap. 5, n. 7, en Migne, P. L., 45, p. 1661.
27
Molina, Concordia, p. 555.
28
Molina, Concordia, Parte V, Disp. 3, pp. 553-555.
29
Molina, Concordia, Parte VII, Disp. 1, Miembro VI, p. 628 y Agustín, De praedistinatione sanctorum,
cap. 15.
30
Molina, Concordia, Parte VII, Disp. 1, miembro VI, p. 642.
31
Molina, Concordia, Parte VII, Disp. 1, Miembro XI, p. 710.
CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Francisco José Martínez. Poder y teología en la escolástica barroca ...
no sólo debemos atribuir a la gracia previniente que algunos de los que escuchan el Evangelio
se conviertan y otros no, sino que también debemos dejar un lugar al libre arbitrio de cada
uno, del que depende que, teniendo a su disposición el auxilio de la gracia, un pecador se
convierta o no34.
32
Molina, Concordia, Parte VII, Disp. 1, Miembro XI, p. 717.
33
Agustín, Ciudad de Dios, Libro XII, cap. 6, p. 346.
34
Molina, Concordia, Parte I, Disp. 12, 1, pp. 98-99.
35
Molina, Concordia, Parte I, Disp. 18, 2, p. 149.
36
Báñez, Apología, p. 265.
37
Molina, Concordia, Parte I, Disp. 10, 5, p. 90.
CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Francisco José Martínez. Poder y teología en la escolástica barroca ...
como el hecho de que Dios «se abstiene de eliminar, con sus auxilios y dones, la propia
dureza, ceguera y escabrosidad del pecador»38.
Agustín no explica por qué Dios ayuda a uno y niega su ayuda al otro, y enseña que
la razón humana no debe indagar estas cuestiones sino asumir lo que dice la fe. Para
apoyar esto, alude a la elección de Jacob en detrimento de Esaú, elección que se produjo
antes del nacimiento de ambos y, por tanto, antes de sus méritos. Se acude otra vez al
texto de Pablo sobre la libertad del alfarero para hacer del mismo barro vasos para usos
nobles y vasos para usos despreciables. Báñez reconoce que ni Pablo ni Agustín saben
responder a por qué Dios arrastra a uno y no a otro y recurren a la inmensidad del
designio divino: «Oh, qué profundidad de riquezas poseen la sabiduría y la ciencia de
Dios y cuán inescrutables son sus designios»39.
Para Báñez, la solución que Molina da a este dilema basándose en la libertad humana
que en un caso quiere hacer uso del auxilio suficiente de Dios y obrar diligentemente con
él y en el otro no, es una “novedad profana”, basada en una “ciencia de falso nombre”
que intenta ir más allá del depósito de la sabiduría antigua y cierta y cae en la herejía,
hasta tal punto que hace que «la ignorancia se maquille con el nombre de ciencia, la
calígine con el nombre de claridad y las tinieblas con el de luz» 40. Para Báñez, no se
puede ir más allá en esta problemática, y este misterio no puede ser escrutado. Aceptar
la postura de Molina supondría aceptar que el libre arbitrio humano se resiste a la
voluntad de Dios, oponiéndose a Pablo que ya había dicho «Hombre, ¿quién eres tú
para resistirte a Dios?»41.
Por último, siempre en su Apología, Báñez aduce a su favor de nuevo a Agustín
quien, en el capítulo 23 del De praedistinatione et gratia, afirma que la predestinación
divina y la presciencia no fuerzan la voluntad del hombre sino que la dejan libre:
Los actos futuros que dependen de la libertad de arbitrio, traídos bajo la mirada divina,
acontecen necesariamente, pues se hallan bajo disposición de la moción divina; pero
considerados de por sí, no abandonan la libertad absoluta de su naturaleza 42.
38
Molina, Concordia, p. 90.
39
Báñez, Apología, p. 265.
40
Báñez, Apología, p. 266.
41
Báñez Apología, p. 267.
42
Báñez, Apología, p. 267.
43
Molina, Concordia, p. 186.
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sobrenatural que no proviene de los méritos del libre albedrío sino de Dios. La libertad
que Adán perdió por su pecado no es la libertad innata que tenemos para hacer obras
puramente naturales, sino la libertad para realizar, merced a la gracia de Dios, las obras
meritorias de la vida eterna. Retomando los Salmos en el Hypognosticon, Agustín
afirma que «en toda obra santa la voluntad de Dios antecede y la voluntad del libre
arbitrio viene después; es decir, Dios obra y el libre arbitrio coopera»44. El hombre por
su libertad puede hacer con el auxilio de Dios aquello que supera la naturaleza humana,
pero puede también en virtud de su libertad innata abstenerse de dicha operación. Como
vemos, de nuevo, para Molina el hombre puede resistirse a los auxilios divinos y no
salvarse.
Molina retoma de Agustín la distinción entre gracia operante y previniente y gracia
cooperante y subsecuente; por la primera Dios prepara nuestra voluntad para que
queramos todo lo que nos conduce a la justificación, y por la segunda nos hace avanzar
en la justicia ya recibida y nos ayuda a perseverar hasta el final. En el capítulo
trigesimoprimero del De gratia et libero arbitrio, Agustín, citado por Molina, afirma
«con objeto de que queramos, Dios obra sin nosotros; y cuando queremos y queremos
de tal modo que actuamos, coopera con nosotros». El que queramos la vida eterna sólo
procede de Dios; que, posteriormente, queramos realizar lo decidido gracias al auxilio
de Dios, procede simultáneamente de nosotros y de Dios a través de la gracia
cooperante. Molina retoma las críticas antipelagianas de Agustín en el sentido de
reconocer que la gracia subsecuente ayuda al libre propósito del hombre, pero que este
propósito es imposible si no le precede la gracia. De tal manera que, cuando obramos,
Dios coopera con nosotros, obrando también, porque su misericordia nos previene. De
esta manera Molina retoma las interpretaciones que Agustín hace de dos versículos de
Pablo: «Pues es Dios quien obra en nosotros el querer y el obrar, gracias a su buena
voluntad»45 y «no se trata de querer, ni de correr, sino de que Dios tenga
misericordia»46, destacando que el origen de nuestro querer salvarnos está en Dios,
mientras que el desarrollo de este querer inicial y la perseverancia que supone se debe a
la cooperación de nuestro libre arbitrio con Dios. La diferencia es que, para Báñez, Dios
es también determinante en esta segunda etapa y no sólo en la primera, como lo es para
Molina.
Para Báñez, Molina se vale de Agustín de una manera falsa y sin fundamento, ya que
el Padre de la Iglesia «defiende la doctrina contraria a la de Molina y favorece
expresamente a los discípulos de Santo Tomás»47.
En conclusión, podemos decir que tanto Báñez como Molina utilizan a Agustín en
apoyo de sus tesis, destacando el dominico los fragmentos que otorgan prioridad al
efecto de Dios sobre la acción humana y subrayando el jesuita los fragmentos en los que
se destaca el papel del libre albedrío. Los jesuitas se presentan como la orden nueva,
abierta al individualismo renacentista que hace hincapié en el papel del hombre en su
salvación, recalcando el papel del libre albedrío, mientras que los dominicos insisten en
el papel dominante de la gracia divina sobre la voluntad humana. La tradición patrística
44
Molina, Concordia, p. 190.
45
Filip., 2, 13.
46
Rom., 9, 16.
47
Báñez, Apologia, p. 267.
CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Francisco José Martínez. Poder y teología en la escolástica barroca ...
Referencias bibliográficas
MARTÍNEZ, Francisco José. «Poder y teología en la escolástica barroca: las claves del debate
sobre la gracia (el pensamiento de san Agustín en la polémica de auxiliis)». En Criticón
(Toulouse), 111-112, 2011, pp. 137-151.
Resumen. El presente trabajo plantea la disputa que sobre los auxilios de la gracia divina a la acción humana y
la noción de libertad que se concede al hombre frente a la previsión y predestinación divinas enfrentó a
jesuitas y dominicos durante el siglo xvi. En dicha polémica, los argumentos se basan en la interpretación de
los Padres de la Iglesia y de los teólogos, especialmente de Agustín y Tomás de Aquino. Tanto Báñez como
Molina utilizan a Agustín en apoyo de sus tesis, destacando el dominico los fragmentos que otorgan prioridad
al efecto de Dios sobre la acción humana y subrayando el jesuita los fragmentos en los que se destaca el papel
del libre albedrío.
Résumé. Ce travail retrace la polémique qui opposa, durant le xvi e siècle, les jésuites et les dominicains au
sujet du secours de la grâce divine à l’action humaine et de la notion de liberté qui est accordée à l’homme face
à la prévision et à la prédestination. Dans cette controverse, les arguments avancés se fondent sur
l’interprétation des Pères de l’Eglise et des théologiens, tout particulièrement sur l’oeuvre d’Augustin et de
Thomas d’Aquin. Ainsi, Báñez, tout comme Molina, utilisent l’autorité d’Augustin afin d’étayer leurs thèses, le
dominicain s’appuyant sur les fragments qui donnent une priorité à l’effet de Dieu sur l’action humaine tandis
que le jésuite retient ceux qui mettent en avant le rôle du libre-arbitre.
CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Francisco José Martínez. Poder y teología en la escolástica barroca ...
Summary. This paper discusses the dispute, over the aid of divine grace to human action and the notion of
freedom given to the man in front of the foresight and divine predestination, faced Jesuits and Dominicans in
the sixteenth century. In this polemic arguments are based on interpretations of the Fathers of the Church and
theologians, especially Augustine and Thomas Aquinas. Bañez and Molina both used Augustine to support
their thesis, highlighting the Dominican the fragments that give priority to God’s effect on human action and
emphasizing the Jesuit the fragments in which it highlights the role of free will.
Palabras clave. Agustín, San. Báñez, Domingo de. De auxiliis. Escolástica. Libertad. Molina, Luis de.
CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Francisco José Martínez. Poder y teología en la escolástica barroca ...
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REVISTA DE FILOLOGIA HISPANICA
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CRITICÓN. Núm 111-112 (2011). Francisco José Martínez. Poder y teología en la escolástica barroca ...