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Hora Santa por la Vida

Dimensión de Vida Arquidiócesis de León

Monición de Entrada:

Monitor: Sean todos bienvenidos a este espacio de encuentro frente a Jesús


Sacramentado. En esta ocasión encomendaremos cómo principal intención La Vejez, como
forma de conmemorar a los adultos mayores en el Día del Abuelo. Les invitamos a
encomendarnos a Dios para introducir en la sociedad la intención de valorar y respetar la
vida de nuestros ancianos, comprendiendo que todos somos necesarios a pesar de la etapa
en la que nos encontremos durante nuestra vida. Recibamos de rodillas al Santísimo
Sacramento.

Se invita a la asamblea a ponerse de rodillas.


Canto: Se recomienda uno de devoción popular.

Inicia la exposición con el Sacerdote o Diácono acercándose para llevar desde el Sagrario
hasta el altar el Santísimo para exponerlo. En dado caso que no hubiese algún consagrado
para exponer el Santísimo puede realizarlo un Ministro Extraordinario de la Sagrada
Comunión para trasladar y reservar el Santísimo al terminar la Hora Santa, omitiendo solo
la bendición con el Santísimo, la cual solo debe realizarla el Sacerdote o Diácono.
Nota; para referirnos al consagrado o Ministro de la Comunión que hará la exposición lo
nombraremos de manera general como; “Ministro”.
Estación al Santísimo:

Ministro: Alabemos y demos gracias en cada instante y momento.

R= Al Santísimo y Divinísimo Sacramento.

Ministro: Santísimo Sacramento, amor del Eterno Padre.

R= Ayuda a mí entendimiento para que mi alma se salve.

Ministro: Señor Dios, que hermoso es creer en ti, te pedimos nos infundas una fe sólida y
llena de obras.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

Ministro: Alabemos y demos gracias en cada instante y momento.

R= Al Santísimo y Divinísimo Sacramento.

Ministro: Santísimo Sacramento, amor del Eterno Padre.

R= Ayuda a mí entendimiento para que mi alma se salve.

Ministro: Estamos aquí Señor, danos la esperanza que nos impulse a mantener la seguridad
en tus promesas.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.

Ministro: Alabemos y demos gracias en cada instante y momento.

R= Al Santísimo y Divinísimo Sacramento.

Ministro: Santísimo Sacramento, amor del Eterno Padre.

R= Ayuda a mí entendimiento para que mi alma se salve.

Ministro: Señor Jesús, haznos dóciles a desear un corazón lleno de caridad, un corazón
que ame tanto a los demás y luche por el bien de la humanidad.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

Oración para iniciar la visita a Jesús Sacramentado

En este Tabernáculo sagrado,


Donde estas mi buen Jesús por mi escondido,
Mi corazón te adora muy rendido
Y mi fe te contempla anonadado.
Esta Estación recibe con agrado,
Como prenda de mi pecho agradecido
Por el inmenso amor con el que has querido
Quedar, por nuestro bien, Sacramentado.
Remedia nuestros males y aflicciones,
Da a tu Iglesia paz, y consuelo;
Al Papa, fortaleza y bendiciones.
Extiende tu fe santa en este suelo,
Para que unidos con tu amor los corazones
Logremos adorarte en el cielo.
Amén.

Canto:

Gracias señor Jesús por estar presente en este altar, por estar dispuesto a escucharnos e
inundarnos con tu hermosa presencia, para hacernos ver que no nos abandonas, que a cada
momento seremos escuchados, pues nuestra voz es lo que anhelas escuchar al menos en
un momento de nuestro día, porque al estar nosotros en comunión contigo es el reflejo de
un corazón unido a un Dios amoroso, se solidifica en una unión perpetua llena de firmeza y
voluntad. Señor Jesús, queremos pedirte un corazón dispuesto a no desperdiciar aquellos
momentos en los que podemos hablar contigo. Ayúdanos a desear adorarte en la Eucarístia
para que de esta manera tengamos el profundo deseo en nuestro corazón de no lastimarte
más y así recibirte en la gracia que Tú deseas que tengamos, eres el Dios que siempre
buscará el bien para nosotros aunque a veces no lo entendamos, con tus designios nos
enseñas a ser pacientes y a sentirnos abrazados por ti, en los momentos difíciles es cuando
más presente estás, por esto mismo deseamos tu presencia en estos momentos. En
recordatorio por el Día del Abuelo queremos hablarte un poco de aquellos que se encuentran
en la etapa de la vejez, queremos pedirte por sus intenciones, pero de forma especial
recalcar la dignidad que conservan nuestros mayores y encomendarte sus vidas.
Es indispensable, dentro de la tarea pastoral, la aportación de los adultos mayores, su
riqueza de fe y de vida, pueden sacar cosas nuevas y cosas antiguas, no sólo en beneficio
propio, sino de toda la comunidad. Lejos de ser sujetos pasivos de la atención pastoral de
la Iglesia, ellos son apóstoles insustituibles, sobre todo entre sus coetáneos, pues nadie
conoce mejor que ellos los problemas y la sensibilidad de esa fase de la vida humana.

Mediante la palabra y la oración, pero también con las renuncias y los sufrimientos que la
edad avanzada lleva consigo, los adultos mayores han sido y siguen siendo siempre testigos
elocuentes y comunicadores de la fe en las comunidades cristianas y en las familias. Es
admirable ver la cantidad de personas que se encuentran en esta etapa porque a pesar de
sus limitaciones; la enfermedad, las incapacidades motrices o los deterioros por la edad,
nos dan un tremendo ejemplo a todos aquellos que son más jóvenes, porque a pesar de
todos los impedimentos que presentan, muestran ante el mundo pero más ante Dios un
corazón joven aún más joven que aquellos que se encuentran en esta etapa de la vida,
puesto que dejan a un lado las limitaciones que presentan y se ofrecen ante Dios, su
presencia en la iglesia es una forma de dar testimonio y un ejemplo de fuerza para todas
las futuras generaciones, además su fe es prueba de que la iglesia está viva, es un hecho
la iglesia está y permanece viva, viva ante tantas adversidades que presenta el mundo,
tanto sufrimiento y dolor a la vez.

Canto

Señor Jesús, somos fuente inagotable que solo con tu presencia en nuestras vidas puede
saciarse, por eso sacia nuestro corazón con tu palabra de vida.

Del Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-40


Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a
Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito
será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de
pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre
llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo
estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido
por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para
cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios,
diciendo: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, cómo lo has
prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los
pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de
bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para
muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el
corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer
ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba
del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo
momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que
esperaban la redención de Jerusalén.

Palabra de Dios
En los tiempos antes de Jesús, el anuncio de que un Salvador llegaría en medio de nosotros
no era algo oculto, todos lo sabían, y sobre aquella revelación que no tenía fecha ni obra,
el pueblo de Israel continuaba su curso dentro de su vida cotidiana, pero así como esto
sucedía, habían otras personas que esperaban la avenida del Salvador, y es aquí como en
este texto de las Sagradas Escrituras encontramos la figura de Simeón y Ana, ambos se
encontraban en la vejez y con júbilo esperaban la venida del Salvador, pero no sólo fue
una espera donde se encuentran con sus vidas estando conscientes de lo que pasaría, sino
que permanecían en oración y acudían constantemente ante la casa de Dios como forma de
preparar el camino del Salvador en sus corazones, ¿Cuántas veces nos dejamos llevar por
lo material dejando a un lado cosas importantes como es la presencia de Dios?, ¿Cuántas
veces no sentimos el llamado de Dios y sólo esperamos sin preparar nuestros corazones?
La espera de Simeón y Ana no se prolongó por unos días, sino que fueron años, y como
toda persona con el correr de los años presentaron aquellas cosas que vienen con la edad,
tal vez el evangelio no lo detalla bien, pero podemos suponer que pudieron presentar
enfermedad, Dificultades motrices, entre otras cosas que llegan con la vejez, sin embargo
el corazón permaneció alegre y fiel ante aquella espera, después de poder contemplar al
Salvador, manifestaron su alegría y su agradecimiento a Dios, aquello espera lo valió, esto
prueba de que Dios nunca olvida sus promesas. Además su corazón no fue lo bastante duro,
tampoco se hacían expectativas, esperaban al Salvador y supieron reconocerlo. Permítenos
señor reconocerte, aún en las cosas más sencillas para amarte y pedirte que te quedes con
nosotros.

Canto

Como lo mencionamos anteriormente, el anuncio del Salvador no estaba oculto nadie, esta
promesa se quedó en el corazón de los que conmovidos esperaban, como lo fueron Simeón
y Ana, quienes prepararon su camino acudiendo a la iglesia todos los días, albergando en
su corazón ese júbilo y alegría, pero no sólo ese júbilo y alegría se queda en sus corazones
al conocer al Salvador sino que también lo comparten, Simeón prepara un himno para el
señor y Ana decide compartir esta alegría, decide albergar a Jesús en su corazón para
llevarlo a todas las personas que encuentra.Hoy en día a cualquier hora del día al acudir a
la iglesia notamos siempre la presencia de un adulto mayor, es un gesto de ternura y de
bondad, ver como varias de estas personas dedican un momento de su tiempo a Dios, en
silencio y con confianza, nuestra sociedad necesita eso momentos de silencio y confianza
a Dios, ante un mundo ruidoso y lleno de cosas con varios matices, todos necesitamos
dedicar un tiempo a Dios. También ellos como Ana traen a Jesús en su corazón para
compartirlo, constantemente cuando tenemos la oportunidad de compartir una conversación
con ellos se presenta un momento en el cual nos mencionan a Dios, Nos aconsejan tener
confianza en Él, han experimentado ese amor tan profundo que Dios nos tiene, es el mejor
consejo que podemos recibir amar y confiar en Dios, es por eso que no debemos dudar de
su sabiduría, siempre recibiremos palabras de aliento y de experiencia.

Cobra importancia la contemplación de su vida como forma de testimonio, generalmente en


su día a día las personas buscan escuchar al que más sabe , al que ha tenido más
experiencia, como forma de encontrar respuestas ante situaciones cotidianas o que parecen
complejas, y es aquí donde entra la figura del adulto mayor puesto que son personas
dotadas de experiencia que de acuerdo a lo que vivieron durante su larga vida, tanto cosas
malas, como cosas buenas, les han dejado aprendizajes que de forma sincera al verla
reflejadas en los demás desean compartir su experiencia para que el otro que es más joven
o que presenta esa situación, encuentre la respuesta correcta y el actuar que debe
manifestar.

Señor Jesús, permítenos contemplarte un poco más y dedicarte más tiempo, a ejemplo
de estos hermanos nuestros saber poner en ti la confianza, cada día al menos un momento.

Por eso el día de hoy en esta Hora Santa por la Vida queremos pedirte por sus vidas. Durante
este momento de encuentro contigo hemos estado mencionando cosas positivas en torno a
ellos, pero tampoco podemos ocultar la otra cara, una cara que no quisiéramos
mencionarte. Tristemente hay personas que no les valoran y esto sucede en varias formas;
como lo son hijos que no quieren cuidar a sus padre que se encuentran en la vejez, muchos
adultos mayores que están abandonados en asilos a suerte de los demás, personas que
creen que la vejez es una maldición y se muestran a favor de salidas rápidas como lo es la
eutanasia, se olvidan de la dignidad humana que cada uno posee. Te rogamos Señor, que
infundas la conversión de todos los corazones para que en cada uno de nosotros exista una
cultura de la vida, porque aún en la condición en la que estemos, Tú nos amas. Y tenemos
una vida con la cual tenemos que seguir dando ejemplo hasta en los últimos días de nuestra
existencia.

Canto

Oremos a Dios por la vida, encomendemos nuestras plegarias diciendo: Escúchanos Padre.

• Por la Iglesia, para que propague con amor el valor de cada uno de los corazones
que laten en nuestro mundo. Roguemos al Señor.

• Por los enfermos y ancianos que se encuentran abandonados en los asilos, para que
sean acompañados y sanados con el amor que Dios ofrece. Roguemos al Señor.

• Por los políticos que están a favor de la eutanasia para que Dios les conceda la
conversación. Y también por aquellos que se encuentren en contra o estén
definiendo su postura, para que Dios les mantenga firmes en el respeto a la vida.
Roguemos al Señor.

• Por las personas que han abandonado a sus familiares en estado de vejez, para que
su corazón se sensibilice y busquen una reconciliación con ellos. Roguemos al Señor.

• Por los que cuidan de sus familiares ancianos, por los enfermeros y religiosos que
con amor asisten en los asilos. Roguemos al Señor.

Dios del amor, en Ti ponemos nuestras plegarias, confiamos en Ti firmemente, somos uno
mismo, permítenos llevar Tú mensaje de amor y vida. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.

Para finalizar de manera especial oremos por la Paz en nuestro México, queremos Señor
una sociedad de paz para todos y conversiones en los corazones de aquellos que atentan
contra la vida. Estamos conscientes que defender la vida también abarca no ser ciegos ante
la realidad, ante una realidad doliente como lo es la inseguridad que vivimos.

Oración por la Paz:


“Señor Jesús, tu eres nuestra paz,
mira nuestra patria dañada por la violencia,
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.
Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan que somos hermanos y
provocan sufrimiento y muerte,
dales el don de la conversión.
Protege a las familias, a nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos, ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz, para que en ti, nuestros pueblo
tenga vida digna.
María, Reina de la paz, ruega por nosotros”.
Canto

Finalmente el Diacono o Sacerdote Celebrante procederá a realizar la bendición con el


santísimo.
Ministro:

Bendito sea Dios.


Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Oremos:

Oh Dios, que en este sacramento admirable


nos dejaste el memorial de Tú pasión;

Te pedimos nos concedas venerar de tal modo


los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de Tu redención.

Tú que vives y reinas


por los siglos de los siglos.
Amen.

El Diacono o Sacerdote Celebrante procederá a reservar el Santísimo acompañado de un


canto.
Canto: Puede ser uno de devoción popular.

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