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HORA SANTA DEL JUEVES SANTO

Marzo 24 de 2016

MONICIÓN INICIAL

Al inicio de este Triduo Pascual, donde se actualiza sacramentalmente la muerte y


resurrección de nuestro Señor, nos hemos reunido aquí para adorar al Señor presente
en el Santísimo Sacramento. De rodillas ante Él, en actitud de contemplación,
queremos unirnos a la Iglesia Universal que le da gracias a Dios por el don maravilloso
de la Eucaristía, del Sacramento del Orden y el nuevo mandamiento del amor, el cual
se hace realidad en la entrega permanente al servicio a los hermanos. A este
agradecimiento queremos unirnos como Pueblo de Dios dando gracias por la
oportunidad en este de reavivar el don de la fe. Ponemos ante el Señor a toda la
Iglesia: obispos, presbíteros, religiosos, religiosas y laicos que han ayudado a su
edificación, y, de manera especial, ponemos en las manos todas las intenciones del
Nuevo Papa, Francisco, que llega como sucesor de Pedro con el anhelo de continuar
fielmente la misión que el Señor le ha encomendado. Adoremos, en profunda
reverencia a Nuestro Señor que se ha quedado en el Santísimo Sacramento del altar.
El acólito toca la campanilla y presbítero va al lugar de la Reserva y toma la sagrada forma para la
adoración y la pone en la custodia, mientras tanto se entona un canto de adoración eucarística.

El presbítero se inciensa, como lo prevé el Ritual del Culto Eucarístico fuera de la Misa, la forma
consagrada contenida en la custodia.

Presidente: Bendito, alabado y adorado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.

Todos: Sea para siempre bendito y alabado.

(El presidente acompañado con un instrumento de fondo, reza la siguiente oración):

Aquí me tienes, Jesús.


Vengo a hacerte un rato de compañía.
Para alabar contigo al Padre.
Para agradecerle sus gracias sobre nosotros.
Para pedir perdón por el mundo pecador.
Para suplicarle sus favores por mediación tuya
Creo que estás aquí presente, Señor Jesús.
Y creo en ti, y te adoro y te amo.
Vengo a verte porque me estás esperando.
Porque me amas, y me quieres ver contigo.
Porque te amo, y no sé pasar sin ti.
Eres mi Dios, y te adoro.
Eres mi Maestro, y te escucho.

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Mi Hermano y mi Amigo, y te quiero.
Mi Señor y mi Rey, y te sirvo.
Dejo de lado por un rato mis quehaceres
para estar a tus pies, como María de Betania,
mirándote, escuchándote, amándote.
Después, regresaré a mis obligaciones
o al nido de mi hogar,
pero será con el corazón lleno de tu alegría
y con mucho más amor.
Jesús, creo en ti, aumenta mi fe.
Jesús, te quiero, aumenta mi amor.
Jesús, te bendigo, bendíceme tu Señor.

Canto: “Jesús esta vivo”


Tanto amó Dios al mundo
que a su único hijo, él entregó
Para que todo aquel que crea en Él
no muera mas tenga vida eterna

Jesús está vivo


Jesús está vivo
Es el pan de vida, bajado del Cielo
Jesús está vivo
Jesús está vivo
Su sangre me sana, y sacia mi alma
Está vivo, está presente, mi Dios es real
y yo le adoro reverente.

Escuchamos ahora las palabras del Papa en la Bula sobre el Jubileo Extraordinario
“Misericordiae Vultus” (1, 2):
Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece
encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su
culmen en Jesús de Nazaret…su palabra, sus gestos y toda su persona revela la
misericordia de Dios. Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la
misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra
salvación.
Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad.
Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro.
Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando
mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida.

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Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza
de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado.

Canto: “Tu Palabra me da vida”

Del Evangelio según San Mateo (25, 34-40)


Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre.
Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de
beber. “Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me
vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.”
Entonces los justos dirán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer,
o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa
y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” El Rey
responderá: “En verdad les dijo que, cuando lo hicieron con alguno de los más
pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.”
Palabra del Señor

El Papa Francisco sigue diciéndonos en el numeral 15:

En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos


viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo
moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento
existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen
voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los
pueblos ricos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a
aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas
con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla,
en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo
que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas
de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a
escuchar su grito de auxilio.

Canto: “Con vosotros está y no le conocéis”

Con vosotros está y no le conocéis


Con vosotros está: su nombre es el Señor (2)
Su nombre es el Señor y pasa hambre
Y clama por la boca del hambriento,
Y muchos que lo ven pasan de largo,
Acaso por llegar temprano al templo

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Su nombre es el Señor y sed soporta
Y esta en quien de justicia esta sediento,
Y muchos que lo ven pasan de largo
A veces ocupados en sus rezos.

Su nombre es el Señor y está desnudo


La ausencia del amor hiela sus huesos,
Y muchos que lo ven, pasan de largo
Seguros y al calor de su dinero

Su nombre es el Señor y enfermo vive,


Y su agonía es la del enfermo,
Y muchos que lo saben, no hacen caso,
Tal vez no frecuentaba mucho el templo.

Su nombre es el Señor y está en la cárcel,


Está en la soledad de cada preso,
Y nadie los visita y hasta dicen:
Tal vez ese no era de los nuestros

Su nombre es el Señor, el que sed tiene


Quien pide por la boca el hambriento,
Está preso, está enfermo está desnudo
Pero Él nos va a juzgar por todo eso.

Oración de los fieles


En este Jueves Santo, donde agradecemos el don de la Eucaristía, del Orden Sacerdotal
y donde recordamos el mandamiento del amor, presentemos a Dios nuestras
peticiones por todos los miembros de su Cuerpo que más sufren, los pobres. Digamos:

R/: Dios misericordioso, escucha nuestra oración.

 Por los que tienen hambre, que reconozcamos y respondamos a tantos hambres
de nuestro mundo, oremos ... R/
 Por los que tienen sed, que reconozcamos y respondamos a la necesidad de agua
limpia y saludable en todas partes del mundo, oremos ... R/
 Por los que no tienen ropa, que reconozcamos y respondamos con compasión a
todas formas en que a personas se les roba su dignidad, oremos … R/
 Por los peregrinos, que reconozcamos y les demos la bienvenida a todas personas
buscando pertenecer a una familia o a una comunidad, oremos … R/

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 Por los enfermos, que reconozcamos y estemos presentes a personas que sufren
de cuerpo y de alma, oremos … R/
 Por los encarcelados, que reconozcamos y visitemos a personas que les falta su
libertad, oremos … R/
 Por los que han muerto, que reconozcamos y consolemos a los que lloran por la
pérdida de un ser querido, oremos ... R/

Oración conclusiva:

“Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre


del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y
obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la
adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar
a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz que cada
uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si
conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia
sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el
rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que
sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el
error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado
por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la
Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado
entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros
y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y
reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos”. Amén.

Presidente: En el numeral 6 de la Bula “Misericordiae Vultus”, el Papa nos dice:

“Paciente y misericordioso” es el binomio que a menudo aparece en el Antiguo


Testamento para describir la naturaleza de Dios. Su ser misericordioso se constata
concretamente en tantas acciones de la historia de la salvación donde su bondad
prevalece por encima del castigo y la destrucción. Los Salmos, en modo particular,
destacan esta grandeza del proceder divino: «Él perdona todas tus culpas, y cura
todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de gracia y de
misericordia» (103,3-4).

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De una manera aún más explícita, otro Salmo testimonia los signos concretos de su
misericordia: « Él Señor libera a los cautivos, abre los ojos de los ciegos y levanta al
caído; el Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda; el Señor
ama a los justos y entorpece el camino de los malvados» (146,7-9). Por último, he aquí
otras expresiones del salmista: «El Señor sana los corazones afligidos y les venda sus
heridas. […] El Señor sostiene a los humildes y humilla a los malvados hasta el polvo»
(147,3.6). Así pues, la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad
concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que
se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que
se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene desde lo más íntimo como un
sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de
perdón.

“Eterna es su misericordia”: es el estribillo que acompaña cada verso del Salmo 136
mientras se narra la historia de la revelación de Dios. En razón de la misericordia,
todas las vicisitudes del Antiguo Testamento están cargadas de un profundo valor
salvífico. La misericordia hace de la historia de Dios con Israel una historia de
salvación. Repetir continuamente “Eterna es su misericordia”, como lo hace el Salmo,
parece un intento por romper el círculo del espacio y del tiempo para introducirlo
todo en el misterio eterno del amor. Es como si se quisiera decir que no solo en la
historia, sino por toda la eternidad el hombre estará siempre bajo la mirada
misericordiosa del Padre.

Hagamos nuestro el Salmo 135, respondiendo a cada estribillo:


R/: “Porque es eterna su misericordia”

Dad gracias al Señor porque es bueno: R/ porque es eterna su misericordia.


Dad gracias al Dios de los dioses: R/
Dad gracias al Señor de los señores: R/
Sólo él hizo grandes maravillas: R/
Él hizo sabiamente los cielos: R/
Él afianzó sobre las aguas la tierra: R/
Él hizo lumbreras gigantes: R/
El sol que gobierna el día: R/
La luna que gobierna la noche: R/
Él hirió a Egipto en sus primogénitos: R/
Y sacó a Israel de aquel país: R/
Con mano poderosa, con brazo extendido: R/

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Él dividió en dos partes el mar Rojo: R/
Y condujo por en medio a Israel: R/
Arrojó en el mar Rojo al Faraón: R/
Guio por el desierto a su pueblo: R/
Él hirió a reyes famosos: R/
Dio muerte a reyes poderosos: R/
A Sijón, rey de los amorreos: R/
Y a Hog, rey de Basán: R/
Les dio su tierra en heredad: R/
En heredad a Israel su siervo: R/
En nuestra humillación, se acordó de nosotros: R/
Y nos libró de nuestros opresores: R/
Él da alimento a todo viviente: R/
Dad gracias al Dios del cielo: R/

Afectos de amor a Jesucristo


Presidente: Jesucristo nos pide el amor de obra ―“no todo el que me dice Señor,
Señor”...―, ¿pero significa esto que nos prohíbe el amor afectivo, la ternura del
corazón? De ningún modo. Amar afectivamente a Jesús, y manifestárselo con todo
el ímpetu de nuestro ser, es una auténtica y grande gracia de Dios.
Delante de Jesús Eucaristía expresémosle nuestro amor.
Jesús amabilísimo, que por tantos medios has procurado ganarte el amor de mi
pobre corazón. Te pido perdón de todos mis pecados mientras te digo con toda mi
alma:

 Te amo, dulcísimo Jesús


Con todo mi corazón.
Con toda mi alma.
Con todo mi espíritu.
Con todas mis fuerzas.
Sobre todos los bienes de la tierra.
Sobre todos los placeres del mundo.
Sobre todas las dignidades y honores.
Sobre todos mis parientes y amigos.
Más que a mí mismo.

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Más que a todos los Ángeles y Santos.
Más que a todo lo que existe fuera de ti.
Porque eres infinitamente bueno.
Porque eres infinitamente santo.
Porque eres infinitamente hermoso.
Porque eres infinitamente sabio.
Porque eres infinitamente grande.
Porque eres infinitamente misericordioso.
Porque eres infinito en todos tus atributos.
Porque eres infinito en toda perfección.
Por el amor con que nos creaste y nos conservas.
Por el amor con que te hiciste Niño y naciste en un establo.
Por el amor con que te sometiste a todas las miserias humanas, menos al pecado.
Por el amor con que sufriste los azotes, las espinas, los escarnios y la cruz.
Por el amor con que instituiste el Santísimo Sacramento del Altar.
Por el amor que te movió a darnos a María por Madre.
Por el amor con que instituiste la Iglesia con su Jerarquía y sus Sacramentos.
Por los paganos que no te conocen.
Por los herejes y cismáticos que niegan tu verdad.
Por los impíos e incrédulos que te blasfeman.
Por los malos cristianos que te ofenden.
Por las almas consagradas que te deshonran.
Por las almas tibias y desamoradas que amargan tu Corazón.
Por los demonios y condenados del infierno, que nunca tendrán la dicha de amarte.

 Te amaré, dulcísimo Jesús


En la paz y en la tribulación.
En la abundancia y en la pobreza.
En la prosperidad y en la desgracia.
En la honra y en el desprecio.
En la alegría y en la tristeza.
En la vida y en la muerte.
En el tiempo y en la eternidad.

 Te pido, dulcísimo Jesús


Que te ame mucho.
Que te ame siempre.
Que muera en tu amor.

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Que ame el padecer por tu amor.
Que por tu amor cumpla tus mandamientos y siga tus consejos.
Que me concedas ganarte muchas almas para que todos te amemos.
Que envíes a tu Iglesia grandes santos, apóstoles de tu amor.

Oración:
Señor Jesús, infunde en nuestros corazones el afecto de tu amor, para que, amándote
en todas y sobre todas las cosas, consigamos el cumplimiento de tus promesas, que
superan todo deseo. Que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Canto: “Hasta la locura”

Me puede faltar todo en la vida, me puede faltar


hasta la vida, pero nunca quiero que me falte el
deseo de amarte hasta el final.

Coro:
Hasta la locura te amo Señor ya no quedan dudas
en mi corazón de que te amo, de que te amo, Señor.

Quiero amarte hasta el extremo sin rebasarme


por entero, como los que sean enamorado
yo te canto mi amado hasta el final
-------------------------------------------------------------------
Oración

Desde un lugar con prisas, Señor,


hemos venido a este lugar apartado y de misterio.
Hemos compartido contigo tus horas de tristeza y soledad,
de prueba y de sufrimiento.
Te pedimos, Señor, que tu Santa Pasión, sea causa de salvación
y de luz para todos los que buscan y no encuentran,
para los que creemos y esperamos en Ti,
para los que dudan pero no rechazan la verdad.
Ayúdanos, Señor, a buscar en la comunión con el Padre
las respuestas a tantos interrogantes que la existencia humana nos plantea.
Te damos gracias porque, tu muerte, dará paso a la resurrección y,
con tu resurrección, todos alcanzaremos la nuestra.
Amén

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Canto: “Cantemos al amor de los amores”

¡Bendito alabado y adorado sea Jesús en el Santísimo sacramento del altar!


R/ “Sea para siempre bendito y alabado”

Bendito sea Dios.


Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

V/. Les diste el Pan del Cielo.


R/. Que contiene en sí todo deleite.

Oremos: Oh Dios, que en este Sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu


Pasión. Concédenos venerar de tal modo los misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos continuamente en nosotros los frutos de tu redención. Que
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
(El presidente bendice al pueblo con la custodia que contiene la Sagrada Forma y luego, lleva el
Santísimo Cuerpo de Cristo, al lugar de la Reserva Eucarística).

Canto: "Alabado sea el Santísimo".

Despedida
Señor, ha llegado el momento, para algunos, de la despedida.
Pero aquí, junto a tu Sagrario, como lámpara encendida en tu amor,
quedará nuestro corazón.
Antes de partir, queremos agradecerte las inspiraciones y enseñanzas
que ha suscitado en nuestras almas esta Hora feliz.
Señor, bendice a nuestros familiares, amigos y bienhechores.
Bendice de una manera especial a los que estamos aquí presentes, y que,
formando comunidad cristiana, deseamos que todos los hombres te conozcan,
te alaben y te amen y te confiesen como Redentor y Señor. Amén.

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