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Adiós a los niños, o de cómo conservar abiertos los espacios educativos

En 1987, el cineasta francés Louis Mallè presentó su filme Adiós a los niños, un durísimo drama
bélico que recordaba lo que debemos recordar siempre: la inutilidad de la guerra, su violencia
extrema contra los vulnerados y frágiles, la superioridad moral encarnada en el Holocausto y el
terror de las máquinas inventadas por el hombre para acabar con el hombre.

En una de sus escenas, el autor nos recuerda que en medio de la ocupación nazi en Francia,
maestros y estudiantes de una escuela, se juntaban a seguir sus lecciones a pesar de los
bombardeos, las balas y el miedo. Una escuela abierta a pesar de la violencia y la estupidez
humana, un espacio para continuar el legado de la historia, para abrir el mundo a los niños.

Esa es la vocación de toda escuela, esa debería ser su máxima responsabilidad: permitir el ingreso
a la sociedad toda a producir, compartir y difundir el conocimiento, el saber acumulado de la
historia, para mejorar sus condiciones y generar procesos de transformación individuales y
colectivos.

Por supuesto, esa es la vocación primaria también de las universidades desde su origen en la Edad
Media: la trascendencia del mundo.

Para el caso local, esa debería ser la vocación mayor de instituciones como la Universidad de los
Llanos, encargadas de producir ese saber, de divulgar sus resultados a sus estudiantes y de
movilizar sus efectos a través de procesos de transformación.

Lamentablemente, no es ese el caso de nuestra institución, atravesada de manera sistemática de


cierres, bloqueos y cortapisas que impiden cumplir satisfactoriamente su delicada misión, su
pública misión como entidad oficial, como derecho y como servicio público.

La Universidad (así, en las letras mayúsculas que le ha otorgado la historia) es por principio un
escenario abierto y plural en el que el debate no debe ser contenido sino estimulado, no debe ser
impedido sino animado, no debe ser recluido sino democratizado.

En tiempos de ampliación de espacios de democratización de las universidades, como profesores y


profesoras vemos con preocupación que este tipo de prácticas innecesarias y contrarias a la
racionalidad dialógica más simple se sigan presentando por motivos a veces insólitos, que bien se
podrían tramitar de cara al sol, abierta al público, a sus integrantes (muchos de los cuales han
hecho de la universidad su proyecto de vida), incluso a los estudiantes.

Se sabe que universidad implica universalización, debate, racionalidad argumentada, batalla de


argumentos, situaciones que sólo son pensables con una universidad abierta que garantice los
derechos de todos y de todas, pero de manera especial a quienes nos debemos misionalmente: la
sociedad en general.

La Universidad es lugar de enunciación de toda práctica humana, es lugar de la incertidumbre, la


imprevisibilidad, los encuentros, las diferencias y contradicciones, es enunciación y conformación
de porvenir; la universidad es un espacio social, sustancialmente humano, y en él subyacen sus
implicancias éticas, políticas, epistemológicas como elementos constitutivos de una historia social.
Por tal razón, tener una universidad cerrada es impedimento para la construcción de otros mundos
y de plantear posibles soluciones a complejas situaciones que posee nuestra Universidad de los
Llanos. Una universidad cerrada y prohibida para sus profesores nos excluye del devenir histórico y
nos imposibilita de reflexionar y construir armazones individuales y colectivos para el bien común.

La Universidad, como lugar de enunciación política supone una constante transformación de los
sujetos y los colectivos. Como territorio, la universidad posibilita modos de interpretar la
cotidianidad, dando lugar a cuestionamientos, argumentos, procesos dialógicos entre saberes,
sujetos, colectivos y realidad. La universidad cerrada imposibilita la discusión, el debate, la toma de
posturas y de la llamada democracia. Una universidad cerrada, imposibilitada a sus profesores y a
la comunidad en general es una muestra de pensamientos y divergencias omitidas, coarta la
posibilidad de tramitar tiempo y espacio a través de la palabra y de los discursos, silencia las
narrativas divergentes, se esconde ante la polémica y establece un relato oficial, que nada tiene de
democrático.

Es de recordar que la acción subjetiva política que sucede en la universidad no es exclusiva de la


organización política partidaria, sino que lo artístico, educativo y deportivo también son otros
lugares de enunciación política e intelectual en la universidad, desconocer estos espacios otros, es
precisamente atentar contra la democracia universitaria. Cerrar la universidad e impedir que
docentes debatan, discutan y reflexionen sobre su misma realidad e imponiendo una única visión
política es una posición sesgada de la dimensión ideológica que sucede en la universidad, a la cual
se le despoja de una cultura política y desdibuja las otras lecturas de la coyuntura , limitando la
intervención de estas. Cerrar la universidad es desconocer una realidad histórica y democrática
que establece solo las trincheras periféricas de los hechos beligerantes como vía única de clamor
de democracia.

No se trata aquí de confrontar decisiones que en el marco de la autonomía (otro debate


inconcluso) cada estamento se encuentra en disposición de asumir de manera responsable, con las
fórmulas decididas, enfáticas o incluso beligerantes que se requieran, sino de posibilitar que estas
decisiones y sus efectos sean debatidos en los espacios naturales de la universidad: sus salones,
sus ágoras, sus instancias.

Por ello, como estamento profesoral consideramos claramente que se hace necesario permanecer
el legado histórico de una institución abierta a esa pluralidad y esa dialogicidad sin bloqueos, sin
cierres, sin obstáculos que se lo impidan.

No somos ajenos a las enormes dificultades que de diferente orden se presentan en la Universidad
de los Llanos, quizás como reflujo de décadas de abandono estatal y de desgreño administrativo,
de prácticas indeseables y de cierta inercia de parte de nuestra comunidad, pero no será nunca a
través de bloqueos, insultos e incluso golpes como se van a resolver dichos lamentos, sino a través
de una discusión serena, madura, democrática y propositiva en la que todos, en la que todas,
podamos tener injerencia, valorar sus posibilidades y evaluar sus resultados.

A eso nos comprometemos, esa debería ser nuestra opción más inmediata, a eso le apostamos.

ASAMBLEA DE PROFESORES

11 de abril de 2023

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