Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Psicología de la Salud
1.4.3. Analizar los factores que influyen en la conducta que deseamos modificar.............. 17
2. Resumen .................................................................................................................. 28
2
UD 6. Desarrollo de programas en psicología de la salud
Posteriormente, veremos los pasos que deben tenerse en cuenta para diseñar programas de
prevención en psicología de la salud: definición del problema, selección de la población diana,
análisis de los factores que influyen en la conducta que deseamos modificar, reconocer los
recursos de la población diana y, por último, diseñar la intervención.
Terminaremos con una sección crucial sobre cómo evaluar los programas de prevención que se
realicen en psicología de la salud. No es importante únicamente desarrollar un buen programa,
sino también evaluar si nuestro programa está funcionando correctamente o no y por qué.
3
1. Desarrollo del contenido
A, B, C…
Como ya sabemos, las conductas que las personas llevamos a cabo y nuestro modo de vida tienen
importantes repercusiones sobre nuestro grado de bienestar y nuestro riesgo de desarrollar
distintas enfermedades (Morrison y Bennett, 2008). En esta unidad, daremos pautas para el
desarrollo de programas de prevención que permitan mejorar el bienestar y la salud de las
personas.
4
Recuerda
Durante el desarrollo de esta asignatura, hemos ido introduciendo claves para promover la salud
centrándonos, principalmente, en el nivel individual. Desde esta perspectiva, uno de los enfoques
que hemos trabajado es el modelo transteórico del cambio de Prochaska y di Clemente
(1982), que ha mostrado ser muy útil para modificar comportamientos. Además, en las distintas
secciones de las unidades anteriores, hemos dado pautas de intervención que pueden ser útiles
principalmente a nivel individual.
Recuerda
5
• Desarrollar las aptitudes personales a través de la familia, la escuela, los lugares de trabajo
y el propio ámbito comunitario.
• Reorientar los servicios sanitarios proporcionando servicios que vayan más allá de la
atención clínica y respondan a las necesidades globales de las personas y grupos.
Desde hace ya algunas décadas y de forma progresiva, los patrones de enfermedad de muchos
países han ido cambiando y se ha pasado de la predominancia de enfermedades transmisibles o
infecciosas a las crónicas. Estas enfermedades, normalmente, no tienen factores patógenos que
expliquen su inicio o desarrollo (por ejemplo, la diabetes), por lo que las políticas de salud han
volcado su atención en la detección de factores de riesgo. Este hecho, junto con el envejecimiento
poblacional, los incrementos en los costes asociados a la sanidad y la vinculación entre el
comportamiento y la salud han favorecido que se haga especial énfasis en la prevención,
factor clave en el ámbito de la psicología de la salud (Sanjuán Suárez y Rueda Laffond,
2014).
Antes de detenernos en dar pautas sobre cómo deberían ser llevados a cabo los programas de
prevención en psicología de la salud, es importante destacar que existen tres niveles de
prevención (Fielding, 1978; Santacreu et al., 1997). Los programas en el ámbito de la psicología
de la salud podrán estar en cualquiera de estos tres niveles, dependiendo de la población a la que
se dirija nuestra intervención y de cuáles sean nuestros objetivos.
6
Prevención primaria:
Viaja
Más del 80 % de los fumadores empiezan antes de los 18 años. Además, cuanto menor es
la edad en que se prueba, mayor es la probabilidad de consolidarse como fumador. Por
ello, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid impulsa programas educativos
dirigidos al primer ciclo de ESO, programas que son ejemplo de prevención primaria.
Prevención secundaria:
Sabías que:
Pese a los potenciales beneficios, las mamografías para detectar tempranamente el cáncer
de mama se realizan mucho menos de lo recomendable. Por ejemplo, en EE. UU., las
mujeres mayores de 40 años que se realizan mamografías aumentaron del 14 al 19 %
entre 1987 y 1992. No obstante, más del 80 % de las mujeres seguían sin participar en el
programa.
7
Viaja
Se refiere a los esfuerzos que se realizan para detener el progreso de la enfermedad una vez
que esta se ha iniciado, aunque por el momento sea asintomática. El objetivo es detectar lo
antes posible la enfermedad para eliminarla, de ser posible, o reducir sus consecuencias,
evitando que se agrave (Orjuela et al., 2010). Un ejemplo sería el desarrollo de un programa
para la detección del cáncer de mama en mujeres de más de 50 años mediante la realización
de mamografías periódicas de control. Otro ejemplo sería la realización de pruebas de detección
del VIH en poblaciones consideradas de riesgo o la realización periódica de pruebas de heces
para la detección temprana del cáncer de colon.
Prevención terciaria:
8
1.3. Intervenciones para producir cambios en el comportamiento
Muchos de los programas de prevención en salud que se han llevado a cabo a nivel poblacional
han tenido como objetivo informar a las personas del riesgo que corren si realizan determinadas
conductas (Morrison y Bennett, 2008).
Viaja
Estos programas suponen que, si informamos a los individuos de los peligros de realizar
determinados comportamientos, las conductas de riesgo no llegarán a producirse (por ejemplo,
si informamos a los jóvenes de los riesgos de mantener relaciones sexuales sin protección,
utilizarán el preservativo). Además, en los casos en que las conductas de riesgo ya se estén
9
produciendo, estos programas suponen que se reducirán (por ejemplo, si informamos a los
fumadores de los riesgos del tabaco, estos dejarán de fumar). Estas acciones informativas tienen
en común que en su mayoría están basadas en el miedo. Recordemos, por ejemplo, las campañas
de tráfico que nos recuerdan el número de víctimas en la carretera en el pasado año o nos
muestran imágenes de las consecuencias de un accidente automovilístico.
A, B, C…
Viaja
En el año 2015, uno de los objetivos principales de las campañas de la DGT fue reducir las
distracciones al volante. Puedes ver uno de los anuncios más impactantes, titulado Las gafas
más caras del mundo, aquí. Como puede verse, la DGT suele incluir elementos emocionales
(no solo informativos) en sus campañas.
La evidencia empírica hasta la fecha sugiere que, aunque algunas personas intentarán cambiar
su conducta cuando tienen conciencia de correr un riesgo de padecer una enfermedad, muchos
no intentarán cambiar o serán incapaces de mantener los cambios a largo plazo. Es decir, cada
vez se va haciendo más presente que, aunque sensibilizar e informar es importante, la
información por sí sola no es suficiente para provocar cambios duraderos en las conductas
(González de Haro, 2006). Al fin y al cabo, basta con que reflexionemos sobre lo siguiente: ¿hay
10
algún fumador, hoy en día, que no sepa que fumar es perjudicial para la salud? ¿Es suficiente eso
para que dejen de fumar? La respuesta a ambas preguntas, como todos sabemos ya, es no.
En los siguientes apartados, se introducen algunas acciones que han demostrado ser útiles para
la modificación de conductas relacionadas con la salud: proporcionar claves para la acción,
minimizar los costes de la conducta saludable, incrementar la percepción de beneficios de no
realizar la conducta de riesgo e incrementar los costes de la conducta no saludable.
Viaja
Esta campaña de la Asociación Española Contra el Cáncer para la prevención secundaria del
cáncer de colon no solamente informa sobre la prevalencia y riesgos de este tipo de cáncer,
sino que proporciona claves para la acción. Entra en la campaña y reflexiona: ¿qué elementos
de esta proporcionan claves para la acción?
Gran parte de nuestra conducta está basada en la rutina y el hábito. Por tanto, pocas veces
pensamos en cambiarla. A veces, incluso si lo hacemos, puede faltarnos información sobre el
cómo hacerlo (Morrison y Bennett, 2008). Proporcionar claves o pautas para la acción es
precisamente proporcionar a los individuos no solamente información sobre los riesgos de una
determinada conducta (que muchas veces, además, ya conocen), sino información sobre cómo
cambiarla.
Un ejemplo sería, siguiendo con los mencionados mensajes informativos en las cajetillas de
tabaco, incluir, además del mensaje del tipo «Fumar mata», una dirección web que incluya
recursos de ayuda para dejar de fumar («Si está valorando la posibilidad de dejar de fumar,
podemos ayudarle de forma gratuita; consulte la siguiente página…»). Otro ejemplo sería no
limitarnos a indicar que es positivo realizar actividad física, sino dar pautas de cómo se puede
empezar a realizar actividad física (por ejemplo, «Empiece poco a poco, el primer día puede salir
a caminar 20 minutos e ir incrementando el tiempo…»).
11
1.3.3. Minimizar los costes de la conducta saludable
Cambiar la conducta siempre va a suponer un coste para los individuos y muchos de los
beneficios normalmente no serán a corto plazo. Por ello, para incrementar las posibilidades de
éxito de las acciones de prevención, es fundamental dedicar esfuerzos para que la conducta que
queramos promover se perciba como lo menos costosa posible para el individuo. Todas estas
acciones tendrían como objetivo disminuir las barreras que el individuo percibe para realizar
determinadas conductas saludables.
Imaginemos a alguien que conoce los beneficios del ejercicio físico, pero no lo realiza porque, en
sus palabras, no tiene tiempo, no tiene dinero o no tiene dónde hacerlo. Estas serían las barreras
que el individuo percibe (y que son comunes a muchas personas que, en la actualidad, tienen
una vida sedentaria). En este caso, acciones como abaratar los costes de los gimnasios o piscinas
municipales o incluso hacer que la ciudad sea más amigable para el deporte (por ejemplo,
construyendo carriles bici o espacios verdes, y reduciendo los niveles de polución) podrían ser de
utilidad (Morrison y Bennett, 2008).
Como hemos visto con anterioridad, muchas de las campañas de promoción de la salud se basan
en informar sobre los riesgos de las conductas no saludables. Sin embargo, muchos de estos
riesgos, aunque existentes, serán percibidos como poco probables o muy lejanos en el tiempo.
Por ejemplo, si decimos a alguien que fumar puede provocar cáncer, la persona puede decirnos
que conoce a alguien que fumaba dos cajetillas diarias y murió a los 90 años o que conoce a
alguien que nunca había fumado ni un cigarrillo y murió de cáncer a los 30 años.
En definitiva, los seres humanos con frecuencia actuamos con base en las consecuencias a corto
plazo que tienen nuestras acciones. Por ello, es importante tratar de incrementar la percepción
12
de beneficios a corto y medio plazo de no realizar las conductas de riesgo para la salud.
Algunos ejemplos serían los siguientes:
Sabías que:
La ley antitabaco no terminó con la prohibición de 2011 de fumar en espacios públicos. Esta
noticia resume los siguientes pasos en la ley a nivel europeo. Como se ve, se promueve que
las advertencias sanitarias ocupen al menos un 65 % del etiquetado de la cajetilla y también
se proponen medidas como prohibir los cigarrillos mentolados o con aromas.
Viaja
Este artículo resume algunas de las principales evidencias sobre los efectos de la ley
antitabaco en España.
13
Si se dificulta de alguna manera la conducta de riesgo, añadiremos barreras a esta, facilitando su
alternativa saludable (Morrison y Bennett, 2008). Un ejemplo es la prohibición de comprar alcohol
y tabaco a menores de 18 años. Ciertamente, no elimina su consumo en menores, pero, al hacer
su adquisición más difícil, se incrementan las barreras. Otro ejemplo es el incremento en el precio
de compra de tabaco o la prohibición de fumar en espacios públicos (como bares, restaurantes,
estaciones, etc.) que se puso en marcha con la ampliación de la ley antitabaco del año 2011.
Viaja
Un claro ejemplo del incremento de los costes de la conducta no saludable son las multas de
tráfico por exceso de velocidad. Puede que informar de que la velocidad aumenta
exponencialmente el riesgo de fallecer en un accidente de tráfico no sea efectivo, pero hacer
controles de velocidad y multar a aquellos que sobrepasan los límites, sí.
En esta sección, se resumen los principales pasos que será necesario dar a la hora de desarrollar
programas de prevención en psicología de la salud. Es necesario, no obstante, tener en cuenta
que, aunque estos son pasos genéricos, cada programa tendrá un proceso de elaboración distinto
y adaptado a la realidad que se pretenda transformar.
14
1.4.1. Definición del problema
Recuerda
Incidencia: es una medida del número de casos nuevos de una enfermedad en un periodo
determinado.
Antes de llevar a cabo cualquier acción, es necesario delimitar qué problema o conducta se
va a tratar de potenciar o reducir, y por qué. Es decir, decidir qué objetivo queremos que tenga
nuestro programa. Para ello, será importante obtener el máximo de información posible sobre el
problema. Para ello, puede ser de utilidad contactar con servicios sanitarios, educativos, ONG,
etc., para recoger las perspectivas de distintos miembros de la comunidad. Además, para
incrementar las posibilidades de éxito del programa, lo ideal es promover que todos los agentes
sociales que formen parte del programa se sientan involucrados en todo el proceso.
En este análisis inicial de necesidades, es posible que nos encontremos con que la intervención
que habíamos pensado no es percibida como útil o posible en una determinada comunidad, por
lo que es posible que tengamos que ajustarla o modificar nuestros objetivos en alguna de las
distintas fases del desarrollo de un programa.
Este primer paso incluye, también, determinar la prevalencia e incidencia del problema, por lo
que tendremos que consultar las estadísticas o la bibliografía.
15
1.4.2. Selección de la población diana
Los primeros intentos de influir sobre una conducta a nivel colectivo tendían a centrarse en el
conjunto de la población. Esto implicaba que el mensaje debía ser lo suficientemente genérico
como para tener cierta relevancia potencial para todos los individuos. La consecuencia era que
los mensajes estaban tan diluidos que tenían poca relevancia para quienes los recibían.
Imaginemos una campaña de prevención del VIH dirigida a todo el conjunto de la población
(incluyendo población de todas las edades, sexos, etc.). ¿Qué efectividad tendría? Por una parte,
podría provocar miedo en individuos para los que el VIH tendría poca relevancia inmediata. Por
otra, al ser un mensaje genérico, la población de riesgo podría no sentirse identificada o podrían
no darse claves de acción útiles para aquellos para los que la información sí es relevante (Morrison
y Bennett, 2008).
Una forma de evitar lo anterior es hacer que cualquier mensaje o campaña parta de definir de
forma concreta a qué población va dirigido, es decir, a la población diana. La selección de
población diana se puede realizar en función de distintos factores, incluidos la edad, el sexo y el
estatus socioeconómico. También se puede segmentar a la población en función de estados
psicológicos, como su grado de motivación por el cambio, aunque estas acciones requerirán de la
realización de una evaluación inicial.
Imaginemos que queremos realizar un programa de prevención del consumo de cannabis. Para
seleccionar la población diana, tendríamos que hacernos preguntas como las siguientes: ¿quiénes
son los consumidores más habituales de cannabis?, ¿cuál es la población que sufre en la
actualidad más daños por el consumo de cannabis?, etc.
Una distinción importante es entre población diana y población de riesgo. Mientras que la
población diana es aquella receptora del programa de intervención, la población de riesgo es
aquella que, de acuerdo con los modelos etiológicos de la enfermedad, tiene mayor riesgo de
contraerla. La población diana, por mucho que afinemos en nuestra apreciación, siempre tendrá
una parte de población de no riesgo sobre la que no es necesario intervenir. Lo esperable es que
en este grupo de no riesgo no haya cambios.
16
1.4.3. Analizar los factores que influyen en la conducta que deseamos modificar
Una vez definido y contextualizado el problema, será necesario explorar qué factores se relacionan
con el problema para saber sobre qué podemos intervenir para modificarlo. Para ello, será
necesario revisar la bibliografía sobre el aspecto sobre el que se desee intervenir para conocer
aspectos como posibles factores de riesgo o las intervenciones que han resultado de utilidad en
el pasado para resolver ese problema. A menudo, las intervenciones previas habrán sido
realizadas en otros países o con otros grupos poblacionales, por lo que será necesario adaptarlas
a nuestra población concreta.
Una vez que hayamos enumerado los factores que contribuyen a mantener o exacerbar un
problema en una determinada población, deberemos ordenarlos causalmente. Podremos
distinguir entre factores de riesgo, que explican directamente la causa del problema, y factores
contribuyentes, que pueden concebirse como factores causales secundarios, ya que contribuyen
a explicar el factor de riesgo. A su vez, los factores contribuyentes pueden ser de tres clases:
predisponentes, facilitadores o reforzadores.
Factores predisponentes:
Son aquellos que, como su propio nombre indica, predisponen a la persona a comportarse de
una determinada manera e incluyen aspectos como conocimientos, actitudes y creencias.
Factores facilitadores:
Son aquellos que tienden a propiciar una determinada conducta, reduciendo las barreras para
la realización de un determinado comportamiento.
Factores reforzadores:
17
Problema que prevenir: nuevos casos de VIH (incidencia) en población de varones que
mantienen relaciones sexuales con varones.
Factores contribuyentes:
1. Predisponentes
2. Facilitadores
3. Reforzadores
Muchas veces, cuando valoramos las necesidades de un colectivo, nos centramos mucho en sus
puntos débiles, dejando de lado las capacidades y el potencial del grupo. Por ello, para no
desaprovechar estos recursos, es importante potenciarlos e incluirlos en el diseño de nuestro
programa.
18
1.4.5. Diseñar la intervención
A, B, C…
Eficacia: impacto o efecto de una acción llevada a cabo en las mejores condiciones posibles.
Respondería a la cuestión de cuáles son los resultados de un programa aplicado en las
condiciones óptimas para los objetivos planteados.
Eficiencia: impacto de una acción llevada a cabo en las condiciones habituales (que no
siempre son óptimas).
A, B, C…
Efectividad: grado en que la acción ha conseguido producir cambios en relación con los
recursos que se han invertido en esta. Responde, por tanto, a la medida en que las
consecuencias del programa son deseables desde una perspectiva del costo-beneficio.
Posteriormente, con base en el análisis de los factores de riesgo y contribuyentes que hayamos
realizado y teniendo en cuenta la información de la población diana (incluyendo sus recursos),
tendremos que diseñar nuestra intervención. En este sentido, tendremos que tener en cuenta no
solo la potencial eficacia y eficiencia del programa, sino también su efectividad (Bouza Suárez,
2000).
Es decir, tendremos que tener en cuenta los recursos (materiales, económicos, de tiempo, etc.)
de que disponemos. En ocasiones, no vamos a poder influir sobre todos los factores que afectan
a una determinada conducta, sino que tendremos que centrarnos en algunos. Imaginemos, por
ejemplo, que para atender a todos los factores que influyen en un problema de salud en una
población (por ejemplo, la anorexia en población universitaria), decidimos llevar a cabo un
programa de prevención que comprende veinte sesiones presenciales de una hora. Como el
programa es tan costoso en términos de tiempo, es posible que muy pocas personas se apunten
y que menos aún lo completen. Vemos en el ejemplo anterior que, en ocasiones, a la hora de
diseñar un programa, «lo mejor es enemigo de lo bueno».
19
Diseñar la intervención (II)
Un aspecto importante que decidir a la hora de diseñar un programa es cómo vamos a acceder a
la población diana.
Imaginemos que queremos aplicar un programa de prevención de las caries en niños de entre 6
y 12 años. ¿Dónde contactaremos con nuestra población diana? En este caso, una opción podría
ser los centros escolares, ya que es un modo de acceder a prácticamente toda nuestra población.
El caso anterior parecía sencillo, pero imaginemos que deseamos diseñar un programa de
detección precoz de cáncer de colon en hombres y mujeres de más de 50 años. Es una población
muy heterogénea y dispersa. ¿Cómo podemos acceder a ellos? La vía de acceso no tiene por qué
ser única. Lo importante es que las posibilidades de acceder a nuestra población diana sean
elevadas (por ejemplo, podría accederse a través de centros de salud, centros culturales, anuncios
publicitarios, redes sociales, etc.).
Contenidos
Por supuesto, uno de los aspectos más importantes del programa, si no el que más, son sus
contenidos, que dependerán de nuestros objetivos. Deberán basarse en nuestra documentación
bibliográfica sobre el problema y en la información de que dispongamos hasta el momento. El
programa deberá estar planificado, pero al mismo tiempo deberá ser lo suficientemente flexible
como para adaptarnos a cada contexto de aplicación concreto.
Deberemos decidir, además, qué formato tendrá nuestro programa. ¿Incluiremos sesiones de
formación?, ¿panfletos?, ¿carteles? En caso de que incluyamos sesiones de formación, ¿serán
presenciales o seguirán otra modalidad? Si son presenciales, ¿qué tamaño deberán tener los
grupos? ¿Será necesario algún tipo de material complementario?
En este sentido, es importante destacar las posibilidades que nos ofrecen en la actualidad las
tecnologías de la información y las comunicaciones para el desarrollo y difusión de
programas en psicología de la salud. Por ejemplo, los programas podrían difundirse a través de
las redes sociales o podrían diseñarse programas de intervención online.
20
Los ejemplos de programas en psicología de la salud que se desarrollan online son múltiples.
Ejemplos de ello son el programa para dejar de fumar del Hospital Carlos III de Madrid, al que
puedes acceder aquí, o el que se está llevando a cabo en la Universidad Nacional de Educación a
Distancia, al que puedes acceder aquí.
Temporización
Asimismo, deberemos decidir la temporización de nuestro programa. ¿En cuánto tiempo nos
plantearemos alcanzar nuestros objetivos? En este sentido, nuevamente es necesario tener en
consideración que deberemos tener en cuenta los recursos disponibles y minimizar los costes del
programa para la población diana (en términos de tiempo, esfuerzo, dinero, etc.).
Cuestiones Implicaciones
¿Cuántas personas van a Implica determinar sobre cuántas personas intervenir, lo que
participar en el programa? tiene implicaciones tanto económicas como organizacionales.
¿Quiénes van a aplicar el Implica determinar los recursos humanos con que se cuenta y
programa? las necesidades de personal.
¿Qué condiciones debe tener el Implica definir y asegurar de antemano las características de la
plan de formación de las formación necesaria para aplicar el programa.
personas que van a aplicar el
programa?
¿En qué va a consistir el Implica decidir qué se va a enseñar o transmitir, cómo, durante
programa? cuánto tiempo, con qué materiales, etc. Es necesario que la
intervención esté fundamentada desde el punto de vista teórico
y que sea posible llevarla a cabo con los recursos disponibles.
21
¿Por qué ese programa y no Implica considerar sus ventajas e inconvenientes y considerar
otro? si existen alternativas.
¿Cómo garantizar que el Implica asegurarnos de que quiénes han de aplicar el programa
programa se aplica según el lo hagan adecuadamente. Para ello puede ser necesario el
plan previsto? empleo de incentivos adecuados.
¿Cómo valorar de modo preciso El diseño del proceso que seguir para valorar el programa es un
tanto el desarrollo del elemento esencial del proceso de planificación.
programa como su impacto?
¿Qué financiación se requiere? Es necesario ser realistas en cuanto a la intervención que llevar
a cabo, en función de los recursos disponibles.
Una vez diseñado el programa, el siguiente paso es su aplicación. En este sentido, es necesario
tener en cuenta que pueden surgir imprevistos que nos obliguen a modificar algunos aspectos de
nuestra intervención. Por ello, es necesario estar especialmente atentos a los efectos inmediatos
del programa y a su percepción por parte de la comunidad en la que lo estamos aplicando.
22
1.5. Evaluación de programas
Los programas pueden tener distinta efectividad, distintas consecuencias para diferentes
personas, distinto costo y estar basados en diferentes supuestos. Así, por un lado, pueden
permitir alcanzar los objetivos para los que fueron diseñados o no. No obstante, incluso si los
objetivos no se alcanzan, los programas pueden tener consecuencias positivas. Además, tanto si
los objetivos se alcanzan como si no, el programa puede tener consecuencias no previstas para
los distintos colectivos implicados (Alonso Tapia, 2011).
Esta evaluación podrá ser llevada a cabo tanto por quienes hayan diseñado e implementado el
programa como por evaluadores externos. En este sentido, el psicólogo de la salud podrá en
ocasiones encargarse de todas las fases del programa, mientras que en otros casos solo se
encargará de algunas, como su diseño o evaluación.
23
concienciación de los riesgos de la conducción bajo los efectos del alcohol y encontramos que
el número de personas que conducen ebrias no se ha reducido, sería interesante saber por qué
para mejorar el programa en el futuro.
En ocasiones, el objetivo que se busca al valorar un programa es saber qué ha pasado, es decir,
saber cómo reaccionan las personas ante intervenciones como la emprendida. Por ejemplo,
imaginemos que el ayuntamiento de una localidad pone en marcha un programa de promoción
de la actividad física consistente en hacer más accesibles las instalaciones deportivas a los
ciudadanos. Tanto si la intervención funciona como si no, al organismo podría interesarle saber
las reacciones de los habitantes ante las medidas implantadas. En estos casos, la información
recogida deberá servir para crear modelos capaces de explicar los fenómenos observados.
En contra de lo que pueda pensarse, puede no solo interesarnos conocer los resultados de un
determinado programa, sino, por ejemplo, si los objetivos estaban bien planteados o si los
procedimientos eran los adecuados. Los principales aspectos que pueden estar sujetos a
evaluación en el contexto de la valoración de programas son los siguientes (Alonso Tapia, 1995):
Teniendo en cuenta que pueden valorarse los distintos aspectos mencionados y reconociendo la
importancia de todos ellos, en la siguiente sección se tratará específicamente el último de ellos,
es decir, cómo podemos evaluar los resultados de los programas de prevención desarrollados en
psicología de la salud.
24
1.5.3. Evaluación de los resultados de un programa
Recuerda
El proyecto Karelia del Norte fue un programa de prevención llevado a cabo en Finlandia con
el objetivo de reducir las enfermedades cardiocoronarias en la población. Vuelve a leer esta
noticia de la BBC y reflexiona: ¿qué elementos nos indican que el programa fue un éxito?
¿Cómo crees que pudo realizarse la evaluación de este programa?
El fin de esta evaluación es comprobar en qué grado se han alcanzado los objetivos planteados.
Vamos a imaginar que hemos llevado a cabo un programa que ha tratado de reducir las
enfermedades cardiocoronarias en una determinada población, como el proyecto Karelia del Norte
que veíamos en la Unidad didáctica 1, ¿cómo medirías si este programa ha tenido éxito?
25
Qué vamos a medir
El primer aspecto que tendremos que decidir será qué vamos a medir. Para ello, deberemos
preguntarnos qué indicadores van a permitirnos conocer cuánto éxito ha tenido el programa.
Volviendo al ejemplo del proyecto Karelia, obviamente podríamos decir que el programa ha
tenido éxito si se reducen las enfermedades cardiocoronarias, pero tendría que decidirse cómo
evaluar esto: ¿teniendo en cuenta la prevalencia?, ¿la incidencia?, ¿la mortalidad por patología
cardiocoronaria?, ¿los niveles de colesterol de la población?, ¿sus niveles de actividad física?,
¿su consumo semanal de tabaco? Idealmente, lo mejor será considerar cuantos más
indicadores, mejor, pero teniendo en cuenta que la evaluación puede ser un proceso costoso y
tendremos que ajustarnos a los recursos de que dispongamos.
Grupo control
Idealmente, además, los programas deberían contar con un grupo control, es decir, con un
grupo lo más semejante posible a aquel en el que estamos aplicando la intervención, pero sobre
el que no intervendremos (o, por cuestiones éticas, intervendremos después de la finalización
del programa). Esto nos facilitará tener garantías adicionales de que los cambios encontrados
se deben al programa que se ha aplicado y no a otras variables (como, por ejemplo, el mero
paso del tiempo).
Instrumentos
26
Deberemos seleccionar mediante qué instrumentos evaluar. En este sentido, podemos utilizar
distintos procedimientos en función de nuestros objetivos, como estudios epidemiológicos,
datos proporcionados por distintos organismos (por ejemplo, número de ingresos hospitalarios
por patología cardiaca), cuestionarios, etc. En este sentido, es importante seleccionar los
instrumentos que nos permitan recoger la máxima cantidad de información al menor costo y
que tengan las garantías necesarias de fiabilidad y validez.
Deberemos también decidir cómo vamos a analizar los datos de que dispongamos, ya que a
menudo será posible aplicar distintas técnicas que podrían llevar a resultados diferentes.
Satisfacción
Además de medir en qué grado el programa ha servido para alcanzar los objetivos que nos
proponíamos, es importante evaluar en qué grado las personas que lo han recibido están
satisfechas con este. Si no lo están, deberemos saber por qué, con el fin de introducir las
modificaciones pertinentes.
Realización de informes
Tras llevar a cabo la evaluación de un programa, será frecuente que haya que elaborar uno o
varios informes para comunicar los resultados a distintos grupos o personas que pueden estar
interesados en conocer cómo ha funcionado. En este sentido, será importante asegurarnos de
que utilizamos un lenguaje comprensible para el grupo al que vaya dirigido e incluir en cada
informe los aspectos que puedan resultar de interés para el grupo al que va dirigido.
27
2. Resumen
Hemos visto que existen tres niveles de prevención: primaria, secundaria y terciaria. Nuestras
intervenciones podrán estar en uno u otro de estos niveles, dependiendo de nuestros objetivos.
Además, nos hemos centrado en explorar qué intervenciones han mostrado ser de utilidad para
modificar conductas relacionadas con la salud, empezando por destacar que a menudo
proporcionar información no será suficiente para generar cambios duraderos en el
comportamiento. Como hemos visto, transmitir información deberá complementarse con otras
actuaciones, como proporcionar claves para la acción (cómo cambiar), minimizar los costes o
barreras de realizar la conducta saludable o incrementar los costes de realizar las conductas que
deseemos disminuir.
Aunque cada programa de prevención será diferente, el profesional que se plantee llevar a cabo
un programa de este tipo deberá seguir una serie de pasos que parten de definir el problema y
seleccionar la población a la que va dirigido (población diana). En este proceso no podemos olvidar
la importancia que tiene evaluar adecuadamente nuestra intervención, para lo que hemos
proporcionado una serie de pautas.
Como hemos venido destacando a lo largo de esta asignatura, queremos terminar por destacar
nuevamente que a menudo el desarrollo de programas será una actividad interdisciplinar. Por
ejemplo, un programa que pretenda promover la actividad física y la alimentación saludable
podría contar, además de con psicólogos de la salud, con profesionales de otras disciplinas
sanitarias (medicina, enfermería, nutrición…), expertos en actividades físicas y deportivas o
expertos en urbanismo, entre otros. El rol del psicólogo en estos programas, como experto en el
estudio de la conducta humana, será principalmente el de planificar y analizar qué acciones serán
más o menos útiles para facilitar la modificación del comportamiento.
28
3. Mapa conceptual
29
4. Recursos bibliográficos
Bibliografía básica
Bibliografía complementaria
Bouza Suárez, A. (2000). Reflexiones acerca del uso de los conceptos de eficiencia, eficacia y
efectividad en el sector salud. Revista Cubana de Salud Pública, 26(1), 50-56.
Costa Cabanillas, M. y López Méndez, E. (2008). Educación para la salud. Guía práctica para
promover estilos de vida saludables. Madrid: Pirámide.
Orjuela, O. L., Almonacid, C. C. y del Socorro Chalá, M. (2010). Educación para la salud.
Programas preventivos. Bogotá: Manual Moderno.
Otros recursos
Noticia de la BBC sobre la efectividad de las campañas de prevención del tabaquismo basadas
en el miedo: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/11/141124_cigarrillos_imagenes_am
Página web de la Asociación Española contra el Cáncer que recopila programas de prevención:
https://www.aecc.es/TeAyudamos/informaryconcienciar/Campa%C3%B1as/Paginas/Campa%
C3%B1as.aspx
30
Página web del Ayuntamiento de Madrid, sección dedicada a informar sobre los programas de
prevención del consumo de tabaco en adolescentes:
http://www.madrid.org/cs/Satellite?c=Page&cid=1354336162547&pagename=PortalSalud%2
FPage%2FPTSA_pintarContenidoFinal
Página web del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que recopila distintas
campañas de salud: https://www.msssi.gob.es/campannas/portada/home.htm
31