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Grado en Psicología

Psicología de la Salud

Unidad didáctica 6. Desarrollo de programas en psicología de la salud


UD 6. Desarrollo de programas en psicología de la salud ...................................................... 3

1. Desarrollo del contenido ............................................................................................... 4

1.1. Niveles de acción del psicólogo de la salud: individual y poblacional ............................. 4

1.2. La prevención en psicología de la salud ..................................................................... 6

1.2.1. Niveles de prevención ........................................................................................ 6

1.3. Intervenciones para producir cambios en el comportamiento ....................................... 9

1.3.1. Proporcionar información ................................................................................... 9

1.3.2. Proporcionar claves para la acción ..................................................................... 11

1.3.3. Minimizar los costes de la conducta saludable ..................................................... 12

1.3.4. Incrementar la percepción de beneficios de no realizar la conducta de riesgo o de


realizar la conducta saludable .................................................................................... 12

1.3.5. Incrementar los costes de la conducta no saludable ............................................ 13

1.4. Pasos para la elaboración de un programa de prevención .......................................... 14

1.4.1. Definición del problema ................................................................................... 15

1.4.2. Selección de la población diana ......................................................................... 16

1.4.3. Analizar los factores que influyen en la conducta que deseamos modificar.............. 17

1.4.4. Reconocer los recursos de la población diana ...................................................... 18

1.4.5. Diseñar la intervención .................................................................................... 19

Diseñar la intervención (II)........................................................................................ 20

Diseñar la intervención (III) ...................................................................................... 21

1.4.6. Aplicación del programa ................................................................................... 22

1.5. Evaluación de programas ...................................................................................... 23

1.5.1. Objetivos de la evaluación de programas ........................................................... 23

1.5.2. Aspectos que evaluar ...................................................................................... 24

1.5.3. Evaluación de los resultados de un programa ..................................................... 25

2. Resumen .................................................................................................................. 28

3. Mapa conceptual ....................................................................................................... 29

4. Recursos bibliográficos ............................................................................................... 30

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UD 6. Desarrollo de programas en psicología de la salud

En esta Unidad didáctica 6 trabajaremos el desarrollo de programas de prevención en psicología


de la salud. Esta unidad se encuentra al final del temario precisamente porque en ella podremos
integrar y poner en práctica algunos contenidos que hemos ido trabajando a lo largo de toda la
asignatura. Además, esta unidad didáctica incluye contenidos nuevos, ya que trabajaremos desde
una perspectiva comunitaria, es decir, no nos basaremos en intervenir sobre un único individuo,
sino sobre determinados colectivos o grupos.

Destacaremos en esta unidad la importancia de la prevención y ahondaremos en los tres niveles


de prevención existentes: primaria, secundaria y terciaria. Vamos a ver también qué
intervenciones pueden ser de utilidad para modificar conductas relacionadas con la salud,
empezando por destacar que, a menudo, proporcionar información no será suficiente para generar
cambios duraderos en el comportamiento. La provisión de información deberá complementarse
con otras actuaciones, como proporcionar claves para la acción o minimizar los costes de realizar
la conducta saludable, entre otras.

Posteriormente, veremos los pasos que deben tenerse en cuenta para diseñar programas de
prevención en psicología de la salud: definición del problema, selección de la población diana,
análisis de los factores que influyen en la conducta que deseamos modificar, reconocer los
recursos de la población diana y, por último, diseñar la intervención.

Terminaremos con una sección crucial sobre cómo evaluar los programas de prevención que se
realicen en psicología de la salud. No es importante únicamente desarrollar un buen programa,
sino también evaluar si nuestro programa está funcionando correctamente o no y por qué.

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1. Desarrollo del contenido

1.1. Niveles de acción del psicólogo de la salud: individual y poblacional

A, B, C…

Programa: conjunto de acciones planificadas y sistemáticas que distintos colectivos


(organismos públicos, instituciones o personas) ponen en marcha para la consecución de sus
objetivos (Alonso Tapia, 2011).

Como ya sabemos, las conductas que las personas llevamos a cabo y nuestro modo de vida tienen
importantes repercusiones sobre nuestro grado de bienestar y nuestro riesgo de desarrollar
distintas enfermedades (Morrison y Bennett, 2008). En esta unidad, daremos pautas para el
desarrollo de programas de prevención que permitan mejorar el bienestar y la salud de las
personas.

El desarrollo de programas es una actividad interdisciplinar en la que pueden participar expertos


de distintos ámbitos, lo que refuerza la importancia del trabajo en equipo en psicología de la salud
que venimos destacando a lo largo de toda la asignatura.

Según Santacreu, Márquez y Rubio (1997), en psicología de la salud resulta imprescindible


distinguir la perspectiva social de salud pública o del ecosistema de la perspectiva individual. Es
decir, las acciones de prevención e intervención en psicología de la salud pueden llevarse a cabo
a nivel individual (centrándonos en un único individuo, por ejemplo, un niño con diabetes con
el que estamos trabajando la autonomía en su autocuidado) o a nivel colectivo o poblacional
(dirigidas a un conjunto de la población: por ejemplo, las mujeres de más de 50 años, las cuales
tienen un especial riesgo de desarrollar cáncer de mama).

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Recuerda

En la UD3 vimos el modelo transteórico del cambio de Prochaska y di Clemente


(1982). Aunque lo vimos en el contexto de la promoción de la adherencia al tratamiento,
puede servir para promover cualquier cambio de conducta a nivel individual, por ejemplo,
dejar de consumir drogas, empezar a realizar ejercicio físico, mejorar la alimentación…

Durante el desarrollo de esta asignatura, hemos ido introduciendo claves para promover la salud
centrándonos, principalmente, en el nivel individual. Desde esta perspectiva, uno de los enfoques
que hemos trabajado es el modelo transteórico del cambio de Prochaska y di Clemente
(1982), que ha mostrado ser muy útil para modificar comportamientos. Además, en las distintas
secciones de las unidades anteriores, hemos dado pautas de intervención que pueden ser útiles
principalmente a nivel individual.

Recuerda

Recordamos que la entrevista motivacional (que mencionamos en la UD2 y en la UD4) es


una estrategia útil para favorecer que la persona avance en las fases del cambio hasta llegar
a la acción y el mantenimiento de la conducta de salud.

Reconociendo la importancia de las intervenciones individuales, en esta Unidad didáctica 6 nos


vamos a centrar en la promoción de la salud y la prevención a nivel colectivo o poblacional.
Un motivo fundamental es que, aunque las intervenciones individuales son necesarias y
apropiadas en determinados contextos, lo cierto es que ningún Gobierno ni organismo relacionado
con la salud pública tiene los recursos necesarios para intervenir a título individual con todos los
individuos de la población. Además, es necesario tener en cuenta que no todos los individuos
querrían participar en acciones de esta naturaleza.

El 21 de noviembre de 1986 se celebró en Ottawa (Canadá) la primera Conferencia Internacional


de Promoción de Salud, cuyo tema central fue la defensa de las acciones de salud pública. Esta
conferencia fue una respuesta a la creciente demanda de una nueva concepción de la salud pública
en el mundo y dio lugar a la Carta de Ottawa, en la que se establecieron las cinco áreas de
actuación sobre las que debería desarrollarse la promoción de salud:

• Construir políticas públicas que aseguren la existencia de bienes y servicios saludables y


seguros.
• Crear entornos favorables para la salud que garanticen unas condiciones de vida y trabajo
gratificantes, agradables, seguras y estimulantes.
• Reforzar la acción comunitaria como elemento imprescindible en la promoción de salud,
ya que el motor de este proceso es la implicación real y efectiva de los grupos sociales.

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• Desarrollar las aptitudes personales a través de la familia, la escuela, los lugares de trabajo
y el propio ámbito comunitario.
• Reorientar los servicios sanitarios proporcionando servicios que vayan más allá de la
atención clínica y respondan a las necesidades globales de las personas y grupos.

1.2. La prevención en psicología de la salud

Desde hace ya algunas décadas y de forma progresiva, los patrones de enfermedad de muchos
países han ido cambiando y se ha pasado de la predominancia de enfermedades transmisibles o
infecciosas a las crónicas. Estas enfermedades, normalmente, no tienen factores patógenos que
expliquen su inicio o desarrollo (por ejemplo, la diabetes), por lo que las políticas de salud han
volcado su atención en la detección de factores de riesgo. Este hecho, junto con el envejecimiento
poblacional, los incrementos en los costes asociados a la sanidad y la vinculación entre el
comportamiento y la salud han favorecido que se haga especial énfasis en la prevención,
factor clave en el ámbito de la psicología de la salud (Sanjuán Suárez y Rueda Laffond,
2014).

1.2.1. Niveles de prevención

Antes de detenernos en dar pautas sobre cómo deberían ser llevados a cabo los programas de
prevención en psicología de la salud, es importante destacar que existen tres niveles de
prevención (Fielding, 1978; Santacreu et al., 1997). Los programas en el ámbito de la psicología
de la salud podrán estar en cualquiera de estos tres niveles, dependiendo de la población a la que
se dirija nuestra intervención y de cuáles sean nuestros objetivos.

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Prevención primaria:

Viaja

Más del 80 % de los fumadores empiezan antes de los 18 años. Además, cuanto menor es
la edad en que se prueba, mayor es la probabilidad de consolidarse como fumador. Por
ello, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid impulsa programas educativos
dirigidos al primer ciclo de ESO, programas que son ejemplo de prevención primaria.

Se refiere a las medidas tomadas para prevenir la aparición de la enfermedad en personas


sanas. En este caso, las acciones van encaminadas al fomento o promoción de la salud y la
prevención de la enfermedad. El principal objetivo es restringir la ocurrencia de la enfermedad
o el problema a través del control de las causas o factores de riesgo. Ejemplos serían un
programa de prevención de consumo de tabaco en adolescentes, un programa para prevenir
que se realicen conductas sexuales de riesgo en población joven o un programa de promoción
de la vacunación en la infancia (Orjuela, Almonacid y del Socorro, 2010).

Prevención secundaria:

Sabías que:

Pese a los potenciales beneficios, las mamografías para detectar tempranamente el cáncer
de mama se realizan mucho menos de lo recomendable. Por ejemplo, en EE. UU., las
mujeres mayores de 40 años que se realizan mamografías aumentaron del 14 al 19 %
entre 1987 y 1992. No obstante, más del 80 % de las mujeres seguían sin participar en el
programa.

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Viaja

Esta página web incluye acciones de prevención secundaria enfocadas a la realización de


pruebas de detección del VIH llevadas a cabo por el Ministerio de Sanidad, Servicios
Sociales e Igualdad.

Se refiere a los esfuerzos que se realizan para detener el progreso de la enfermedad una vez
que esta se ha iniciado, aunque por el momento sea asintomática. El objetivo es detectar lo
antes posible la enfermedad para eliminarla, de ser posible, o reducir sus consecuencias,
evitando que se agrave (Orjuela et al., 2010). Un ejemplo sería el desarrollo de un programa
para la detección del cáncer de mama en mujeres de más de 50 años mediante la realización
de mamografías periódicas de control. Otro ejemplo sería la realización de pruebas de detección
del VIH en poblaciones consideradas de riesgo o la realización periódica de pruebas de heces
para la detección temprana del cáncer de colon.

Prevención terciaria:

Esta incluye los procedimientos de tratamiento y rehabilitación de aquellas enfermedades que


ya han mostrado sintomatología clínica. La rehabilitación trata de restablecer la actividad
funcional perdida o enseñar a utilizar otros medios para realizar las actividades y permitir que
la persona viva del mejor modo posible (Orjuela et al., 2010). Un ejemplo sería prevenir la
aparición de complicaciones como el pie diabético en personas con diabetes o prevenir la
aparición de depresión en pacientes con cáncer. En el caso del cáncer, la intervención principal
de prevención terciaria consistiría en garantizar el acceso de todas las personas que lo padecen
al tratamiento de la enfermedad, incluyendo la cirugía, la quimioterapia, la radioterapia y la
rehabilitación. Un sistema en que el paciente tuviese que costearse el tratamiento (por no
existir un sistema público de salud o por no costear este tipo de tratamientos) no garantizaría
que todas las personas, independientemente de factores como su edad, sexo o nivel
socioeconómico, pudiesen acceder al tratamiento.

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1.3. Intervenciones para producir cambios en el comportamiento

1.3.1. Proporcionar información

Muchos de los programas de prevención en salud que se han llevado a cabo a nivel poblacional
han tenido como objetivo informar a las personas del riesgo que corren si realizan determinadas
conductas (Morrison y Bennett, 2008).

Viaja

Un ejemplo paradigmático esta estrategia de intervención es el incluir mensajes o incluso


imágenes aversivas en los paquetes de tabaco. Como muestra este artículo de la BBC, el
problema es que muchos fumadores evitan prestar atención a estas imágenes. En
consecuencia, la efectividad de estas acciones es, como mucho, discreta.

Estos programas suponen que, si informamos a los individuos de los peligros de realizar
determinados comportamientos, las conductas de riesgo no llegarán a producirse (por ejemplo,
si informamos a los jóvenes de los riesgos de mantener relaciones sexuales sin protección,
utilizarán el preservativo). Además, en los casos en que las conductas de riesgo ya se estén

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produciendo, estos programas suponen que se reducirán (por ejemplo, si informamos a los
fumadores de los riesgos del tabaco, estos dejarán de fumar). Estas acciones informativas tienen
en común que en su mayoría están basadas en el miedo. Recordemos, por ejemplo, las campañas
de tráfico que nos recuerdan el número de víctimas en la carretera en el pasado año o nos
muestran imágenes de las consecuencias de un accidente automovilístico.

A, B, C…

Educación para la salud: «proceso deliberado de comunicación y enseñanza-aprendizaje


orientado a la adquisición y fortalecimiento de estilos de vida saludables, a favorecer las
elecciones positivas para la salud y a promover los cambios en los comportamientos no
saludables o de riesgo» (Costa y López, 2008, p. 37). Educar para la salud es mucho más
que proporcionar información.

Viaja

En el año 2015, uno de los objetivos principales de las campañas de la DGT fue reducir las
distracciones al volante. Puedes ver uno de los anuncios más impactantes, titulado Las gafas
más caras del mundo, aquí. Como puede verse, la DGT suele incluir elementos emocionales
(no solo informativos) en sus campañas.

La evidencia empírica hasta la fecha sugiere que, aunque algunas personas intentarán cambiar
su conducta cuando tienen conciencia de correr un riesgo de padecer una enfermedad, muchos
no intentarán cambiar o serán incapaces de mantener los cambios a largo plazo. Es decir, cada
vez se va haciendo más presente que, aunque sensibilizar e informar es importante, la
información por sí sola no es suficiente para provocar cambios duraderos en las conductas
(González de Haro, 2006). Al fin y al cabo, basta con que reflexionemos sobre lo siguiente: ¿hay

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algún fumador, hoy en día, que no sepa que fumar es perjudicial para la salud? ¿Es suficiente eso
para que dejen de fumar? La respuesta a ambas preguntas, como todos sabemos ya, es no.

En los siguientes apartados, se introducen algunas acciones que han demostrado ser útiles para
la modificación de conductas relacionadas con la salud: proporcionar claves para la acción,
minimizar los costes de la conducta saludable, incrementar la percepción de beneficios de no
realizar la conducta de riesgo e incrementar los costes de la conducta no saludable.

1.3.2. Proporcionar claves para la acción

Viaja

Esta campaña de la Asociación Española Contra el Cáncer para la prevención secundaria del
cáncer de colon no solamente informa sobre la prevalencia y riesgos de este tipo de cáncer,
sino que proporciona claves para la acción. Entra en la campaña y reflexiona: ¿qué elementos
de esta proporcionan claves para la acción?

Gran parte de nuestra conducta está basada en la rutina y el hábito. Por tanto, pocas veces
pensamos en cambiarla. A veces, incluso si lo hacemos, puede faltarnos información sobre el
cómo hacerlo (Morrison y Bennett, 2008). Proporcionar claves o pautas para la acción es
precisamente proporcionar a los individuos no solamente información sobre los riesgos de una
determinada conducta (que muchas veces, además, ya conocen), sino información sobre cómo
cambiarla.

Un ejemplo sería, siguiendo con los mencionados mensajes informativos en las cajetillas de
tabaco, incluir, además del mensaje del tipo «Fumar mata», una dirección web que incluya
recursos de ayuda para dejar de fumar («Si está valorando la posibilidad de dejar de fumar,
podemos ayudarle de forma gratuita; consulte la siguiente página…»). Otro ejemplo sería no
limitarnos a indicar que es positivo realizar actividad física, sino dar pautas de cómo se puede
empezar a realizar actividad física (por ejemplo, «Empiece poco a poco, el primer día puede salir
a caminar 20 minutos e ir incrementando el tiempo…»).

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1.3.3. Minimizar los costes de la conducta saludable

Cambiar la conducta siempre va a suponer un coste para los individuos y muchos de los
beneficios normalmente no serán a corto plazo. Por ello, para incrementar las posibilidades de
éxito de las acciones de prevención, es fundamental dedicar esfuerzos para que la conducta que
queramos promover se perciba como lo menos costosa posible para el individuo. Todas estas
acciones tendrían como objetivo disminuir las barreras que el individuo percibe para realizar
determinadas conductas saludables.

Imaginemos a alguien que conoce los beneficios del ejercicio físico, pero no lo realiza porque, en
sus palabras, no tiene tiempo, no tiene dinero o no tiene dónde hacerlo. Estas serían las barreras
que el individuo percibe (y que son comunes a muchas personas que, en la actualidad, tienen
una vida sedentaria). En este caso, acciones como abaratar los costes de los gimnasios o piscinas
municipales o incluso hacer que la ciudad sea más amigable para el deporte (por ejemplo,
construyendo carriles bici o espacios verdes, y reduciendo los niveles de polución) podrían ser de
utilidad (Morrison y Bennett, 2008).

Un ejemplo de disminución de los costes asociados a la realización de la conducta saludable en


prevención secundaria es el hecho de que la prueba de detección del VIH sea gratuita, rápida y
se pueda realizar de forma anónima y sin dar explicaciones en multitud de centros. Esto hace que
los costes que el individuo tiene que asumir en términos de tiempo, dinero, etc., sean menores,
lo que incrementará la probabilidad de que realice la conducta.

1.3.4. Incrementar la percepción de beneficios de no realizar la conducta de


riesgo o de realizar la conducta saludable

Como hemos visto con anterioridad, muchas de las campañas de promoción de la salud se basan
en informar sobre los riesgos de las conductas no saludables. Sin embargo, muchos de estos
riesgos, aunque existentes, serán percibidos como poco probables o muy lejanos en el tiempo.
Por ejemplo, si decimos a alguien que fumar puede provocar cáncer, la persona puede decirnos
que conoce a alguien que fumaba dos cajetillas diarias y murió a los 90 años o que conoce a
alguien que nunca había fumado ni un cigarrillo y murió de cáncer a los 30 años.

En definitiva, los seres humanos con frecuencia actuamos con base en las consecuencias a corto
plazo que tienen nuestras acciones. Por ello, es importante tratar de incrementar la percepción

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de beneficios a corto y medio plazo de no realizar las conductas de riesgo para la salud.
Algunos ejemplos serían los siguientes:

• Si dejas de fumar, vas a ahorrar más de 30 euros a la semana inmediatamente.


• Si dejas de fumar, percibirás mejor los olores y sabores en pocos días.
• Si dejas el tabaco, tu olor corporal será más agradable de forma inmediata.
• Si empiezas a realizar actividad física, te verás más atractivo físicamente.
• Si empiezas a realizar actividad física, te sentirás con más energía y mejor estado de
ánimo.
• Si te alimentas de forma más saludable, tu piel y tu pelo lucirán mejor en poco tiempo.
• Si dejas de consumir cannabis, tu estado de ánimo sufrirá menos altibajos.

1.3.5. Incrementar los costes de la conducta no saludable

Sabías que:

La ley antitabaco no terminó con la prohibición de 2011 de fumar en espacios públicos. Esta
noticia resume los siguientes pasos en la ley a nivel europeo. Como se ve, se promueve que
las advertencias sanitarias ocupen al menos un 65 % del etiquetado de la cajetilla y también
se proponen medidas como prohibir los cigarrillos mentolados o con aromas.

Viaja

Este artículo resume algunas de las principales evidencias sobre los efectos de la ley
antitabaco en España.

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Si se dificulta de alguna manera la conducta de riesgo, añadiremos barreras a esta, facilitando su
alternativa saludable (Morrison y Bennett, 2008). Un ejemplo es la prohibición de comprar alcohol
y tabaco a menores de 18 años. Ciertamente, no elimina su consumo en menores, pero, al hacer
su adquisición más difícil, se incrementan las barreras. Otro ejemplo es el incremento en el precio
de compra de tabaco o la prohibición de fumar en espacios públicos (como bares, restaurantes,
estaciones, etc.) que se puso en marcha con la ampliación de la ley antitabaco del año 2011.

Viaja

Un claro ejemplo del incremento de los costes de la conducta no saludable son las multas de
tráfico por exceso de velocidad. Puede que informar de que la velocidad aumenta
exponencialmente el riesgo de fallecer en un accidente de tráfico no sea efectivo, pero hacer
controles de velocidad y multar a aquellos que sobrepasan los límites, sí.

1.4. Pasos para la elaboración de un programa de prevención

En esta sección, se resumen los principales pasos que será necesario dar a la hora de desarrollar
programas de prevención en psicología de la salud. Es necesario, no obstante, tener en cuenta
que, aunque estos son pasos genéricos, cada programa tendrá un proceso de elaboración distinto
y adaptado a la realidad que se pretenda transformar.

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1.4.1. Definición del problema

Recuerda

Incidencia: es una medida del número de casos nuevos de una enfermedad en un periodo
determinado.

Prevalencia: es la proporción de individuos de una población con determinado trastorno en


un momento dado.

Antes de llevar a cabo cualquier acción, es necesario delimitar qué problema o conducta se
va a tratar de potenciar o reducir, y por qué. Es decir, decidir qué objetivo queremos que tenga
nuestro programa. Para ello, será importante obtener el máximo de información posible sobre el
problema. Para ello, puede ser de utilidad contactar con servicios sanitarios, educativos, ONG,
etc., para recoger las perspectivas de distintos miembros de la comunidad. Además, para
incrementar las posibilidades de éxito del programa, lo ideal es promover que todos los agentes
sociales que formen parte del programa se sientan involucrados en todo el proceso.

En este análisis inicial de necesidades, es posible que nos encontremos con que la intervención
que habíamos pensado no es percibida como útil o posible en una determinada comunidad, por
lo que es posible que tengamos que ajustarla o modificar nuestros objetivos en alguna de las
distintas fases del desarrollo de un programa.

Este primer paso incluye, también, determinar la prevalencia e incidencia del problema, por lo
que tendremos que consultar las estadísticas o la bibliografía.

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1.4.2. Selección de la población diana

Los primeros intentos de influir sobre una conducta a nivel colectivo tendían a centrarse en el
conjunto de la población. Esto implicaba que el mensaje debía ser lo suficientemente genérico
como para tener cierta relevancia potencial para todos los individuos. La consecuencia era que
los mensajes estaban tan diluidos que tenían poca relevancia para quienes los recibían.
Imaginemos una campaña de prevención del VIH dirigida a todo el conjunto de la población
(incluyendo población de todas las edades, sexos, etc.). ¿Qué efectividad tendría? Por una parte,
podría provocar miedo en individuos para los que el VIH tendría poca relevancia inmediata. Por
otra, al ser un mensaje genérico, la población de riesgo podría no sentirse identificada o podrían
no darse claves de acción útiles para aquellos para los que la información sí es relevante (Morrison
y Bennett, 2008).

Una forma de evitar lo anterior es hacer que cualquier mensaje o campaña parta de definir de
forma concreta a qué población va dirigido, es decir, a la población diana. La selección de
población diana se puede realizar en función de distintos factores, incluidos la edad, el sexo y el
estatus socioeconómico. También se puede segmentar a la población en función de estados
psicológicos, como su grado de motivación por el cambio, aunque estas acciones requerirán de la
realización de una evaluación inicial.

Imaginemos que queremos realizar un programa de prevención del consumo de cannabis. Para
seleccionar la población diana, tendríamos que hacernos preguntas como las siguientes: ¿quiénes
son los consumidores más habituales de cannabis?, ¿cuál es la población que sufre en la
actualidad más daños por el consumo de cannabis?, etc.

Una distinción importante es entre población diana y población de riesgo. Mientras que la
población diana es aquella receptora del programa de intervención, la población de riesgo es
aquella que, de acuerdo con los modelos etiológicos de la enfermedad, tiene mayor riesgo de
contraerla. La población diana, por mucho que afinemos en nuestra apreciación, siempre tendrá
una parte de población de no riesgo sobre la que no es necesario intervenir. Lo esperable es que
en este grupo de no riesgo no haya cambios.

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1.4.3. Analizar los factores que influyen en la conducta que deseamos modificar

Una vez definido y contextualizado el problema, será necesario explorar qué factores se relacionan
con el problema para saber sobre qué podemos intervenir para modificarlo. Para ello, será
necesario revisar la bibliografía sobre el aspecto sobre el que se desee intervenir para conocer
aspectos como posibles factores de riesgo o las intervenciones que han resultado de utilidad en
el pasado para resolver ese problema. A menudo, las intervenciones previas habrán sido
realizadas en otros países o con otros grupos poblacionales, por lo que será necesario adaptarlas
a nuestra población concreta.

Una vez que hayamos enumerado los factores que contribuyen a mantener o exacerbar un
problema en una determinada población, deberemos ordenarlos causalmente. Podremos
distinguir entre factores de riesgo, que explican directamente la causa del problema, y factores
contribuyentes, que pueden concebirse como factores causales secundarios, ya que contribuyen
a explicar el factor de riesgo. A su vez, los factores contribuyentes pueden ser de tres clases:
predisponentes, facilitadores o reforzadores.

Factores predisponentes:

Son aquellos que, como su propio nombre indica, predisponen a la persona a comportarse de
una determinada manera e incluyen aspectos como conocimientos, actitudes y creencias.

Factores facilitadores:

Son aquellos que tienden a propiciar una determinada conducta, reduciendo las barreras para
la realización de un determinado comportamiento.

Factores reforzadores:

Son aquellos que premian o castigan un comportamiento determinado o el mantenimiento de


una situación.

Veamos cómo podríamos ejemplificar esta clasificación de factores en un programa de prevención


del VIH dirigido a varones que mantienen relaciones sexuales con varones:

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Problema que prevenir: nuevos casos de VIH (incidencia) en población de varones que
mantienen relaciones sexuales con varones.

Factor de riesgo: mantener relaciones sexuales sin utilizar preservativo.

Factores contribuyentes:

1. Predisponentes

1. Actitudes ante el uso del preservativo.


2. Experiencias previas con el uso de preservativos.
3. Conocimiento sobre el VIH y sus vías de transmisión.
4. Falta de habilidades sociales como la asertividad.

2. Facilitadores

1. Coste de los preservativos.


2. Barreras para la compra de preservativos en puntos de venta.
3. Número y distribución de los puntos de venta de preservativos.

3. Reforzadores

1. Presión de la pareja sexual contra el uso del preservativo.


2. Problemas con la pareja que entiende el uso del preservativo como una prueba de
fidelidad.

1.4.4. Reconocer los recursos de la población diana

Muchas veces, cuando valoramos las necesidades de un colectivo, nos centramos mucho en sus
puntos débiles, dejando de lado las capacidades y el potencial del grupo. Por ello, para no
desaprovechar estos recursos, es importante potenciarlos e incluirlos en el diseño de nuestro
programa.

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1.4.5. Diseñar la intervención

A, B, C…

Eficacia: impacto o efecto de una acción llevada a cabo en las mejores condiciones posibles.
Respondería a la cuestión de cuáles son los resultados de un programa aplicado en las
condiciones óptimas para los objetivos planteados.

Eficiencia: impacto de una acción llevada a cabo en las condiciones habituales (que no
siempre son óptimas).

A, B, C…

Efectividad: grado en que la acción ha conseguido producir cambios en relación con los
recursos que se han invertido en esta. Responde, por tanto, a la medida en que las
consecuencias del programa son deseables desde una perspectiva del costo-beneficio.

Posteriormente, con base en el análisis de los factores de riesgo y contribuyentes que hayamos
realizado y teniendo en cuenta la información de la población diana (incluyendo sus recursos),
tendremos que diseñar nuestra intervención. En este sentido, tendremos que tener en cuenta no
solo la potencial eficacia y eficiencia del programa, sino también su efectividad (Bouza Suárez,
2000).

Es decir, tendremos que tener en cuenta los recursos (materiales, económicos, de tiempo, etc.)
de que disponemos. En ocasiones, no vamos a poder influir sobre todos los factores que afectan
a una determinada conducta, sino que tendremos que centrarnos en algunos. Imaginemos, por
ejemplo, que para atender a todos los factores que influyen en un problema de salud en una
población (por ejemplo, la anorexia en población universitaria), decidimos llevar a cabo un
programa de prevención que comprende veinte sesiones presenciales de una hora. Como el
programa es tan costoso en términos de tiempo, es posible que muy pocas personas se apunten
y que menos aún lo completen. Vemos en el ejemplo anterior que, en ocasiones, a la hora de
diseñar un programa, «lo mejor es enemigo de lo bueno».

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Diseñar la intervención (II)

Acceso a la población diana

Un aspecto importante que decidir a la hora de diseñar un programa es cómo vamos a acceder a
la población diana.

Imaginemos que queremos aplicar un programa de prevención de las caries en niños de entre 6
y 12 años. ¿Dónde contactaremos con nuestra población diana? En este caso, una opción podría
ser los centros escolares, ya que es un modo de acceder a prácticamente toda nuestra población.
El caso anterior parecía sencillo, pero imaginemos que deseamos diseñar un programa de
detección precoz de cáncer de colon en hombres y mujeres de más de 50 años. Es una población
muy heterogénea y dispersa. ¿Cómo podemos acceder a ellos? La vía de acceso no tiene por qué
ser única. Lo importante es que las posibilidades de acceder a nuestra población diana sean
elevadas (por ejemplo, podría accederse a través de centros de salud, centros culturales, anuncios
publicitarios, redes sociales, etc.).

Contenidos

Por supuesto, uno de los aspectos más importantes del programa, si no el que más, son sus
contenidos, que dependerán de nuestros objetivos. Deberán basarse en nuestra documentación
bibliográfica sobre el problema y en la información de que dispongamos hasta el momento. El
programa deberá estar planificado, pero al mismo tiempo deberá ser lo suficientemente flexible
como para adaptarnos a cada contexto de aplicación concreto.

Formato de aplicación del programa

Deberemos decidir, además, qué formato tendrá nuestro programa. ¿Incluiremos sesiones de
formación?, ¿panfletos?, ¿carteles? En caso de que incluyamos sesiones de formación, ¿serán
presenciales o seguirán otra modalidad? Si son presenciales, ¿qué tamaño deberán tener los
grupos? ¿Será necesario algún tipo de material complementario?

En este sentido, es importante destacar las posibilidades que nos ofrecen en la actualidad las
tecnologías de la información y las comunicaciones para el desarrollo y difusión de
programas en psicología de la salud. Por ejemplo, los programas podrían difundirse a través de
las redes sociales o podrían diseñarse programas de intervención online.

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Los ejemplos de programas en psicología de la salud que se desarrollan online son múltiples.
Ejemplos de ello son el programa para dejar de fumar del Hospital Carlos III de Madrid, al que
puedes acceder aquí, o el que se está llevando a cabo en la Universidad Nacional de Educación a
Distancia, al que puedes acceder aquí.

Diseñar la intervención (III)

Temporización

Asimismo, deberemos decidir la temporización de nuestro programa. ¿En cuánto tiempo nos
plantearemos alcanzar nuestros objetivos? En este sentido, nuevamente es necesario tener en
consideración que deberemos tener en cuenta los recursos disponibles y minimizar los costes del
programa para la población diana (en términos de tiempo, esfuerzo, dinero, etc.).

Las cuestiones básicas en la planificación de un programa de prevención se resumen en


la siguiente tabla (Alonso Tapia, 2011). Antes de dar el diseño de un programa por concluido,
será necesario comprobar que podemos dar respuesta a todas ellas.

Cuestiones Implicaciones

¿Quiénes van a participar en el Implica seleccionar a la población diana y definir las


programa? características que hacen relevante la participación en el
programa.

¿Cuántas personas van a Implica determinar sobre cuántas personas intervenir, lo que
participar en el programa? tiene implicaciones tanto económicas como organizacionales.

¿Quiénes van a aplicar el Implica determinar los recursos humanos con que se cuenta y
programa? las necesidades de personal.

¿Qué necesidades de formación Implica buscar recursos personales, materiales y económicos


tienen las personas que van a para la formación de las personas que van a llevar a cabo el
aplicar el programa? programa.

¿Qué condiciones debe tener el Implica definir y asegurar de antemano las características de la
plan de formación de las formación necesaria para aplicar el programa.
personas que van a aplicar el
programa?

¿En qué va a consistir el Implica decidir qué se va a enseñar o transmitir, cómo, durante
programa? cuánto tiempo, con qué materiales, etc. Es necesario que la
intervención esté fundamentada desde el punto de vista teórico
y que sea posible llevarla a cabo con los recursos disponibles.

21
¿Por qué ese programa y no Implica considerar sus ventajas e inconvenientes y considerar
otro? si existen alternativas.

¿Dónde, cuándo y durante Es fundamental que la temporización y duración del programa


cuánto tiempo se va a aplicar el sean las adecuadas para dar tiempo a que se produzcan los
programa? cambios deseados, así como tratar de minimizar al máximo los
costes para sus destinatarios.

¿Cómo garantizar que el Implica asegurarnos de que quiénes han de aplicar el programa
programa se aplica según el lo hagan adecuadamente. Para ello puede ser necesario el
plan previsto? empleo de incentivos adecuados.

¿Cómo valorar de modo preciso El diseño del proceso que seguir para valorar el programa es un
tanto el desarrollo del elemento esencial del proceso de planificación.
programa como su impacto?

¿Qué financiación se requiere? Es necesario ser realistas en cuanto a la intervención que llevar
a cabo, en función de los recursos disponibles.

¿Cómo conseguir la Es un aspecto fundamental para que el programa sea viable.


financiación y los recursos
necesarios?

1.4.6. Aplicación del programa

Una vez diseñado el programa, el siguiente paso es su aplicación. En este sentido, es necesario
tener en cuenta que pueden surgir imprevistos que nos obliguen a modificar algunos aspectos de
nuestra intervención. Por ello, es necesario estar especialmente atentos a los efectos inmediatos
del programa y a su percepción por parte de la comunidad en la que lo estamos aplicando.

22
1.5. Evaluación de programas

Los programas pueden tener distinta efectividad, distintas consecuencias para diferentes
personas, distinto costo y estar basados en diferentes supuestos. Así, por un lado, pueden
permitir alcanzar los objetivos para los que fueron diseñados o no. No obstante, incluso si los
objetivos no se alcanzan, los programas pueden tener consecuencias positivas. Además, tanto si
los objetivos se alcanzan como si no, el programa puede tener consecuencias no previstas para
los distintos colectivos implicados (Alonso Tapia, 2011).

La evaluación o valoración de un programa consiste en la «aplicación sistemática de los


procedimientos de investigación social para evaluar la conceptualización, diseño, realización y
utilidad de los programas de intervención social» (Rossi y Freeman, 1993).

Esta evaluación podrá ser llevada a cabo tanto por quienes hayan diseñado e implementado el
programa como por evaluadores externos. En este sentido, el psicólogo de la salud podrá en
ocasiones encargarse de todas las fases del programa, mientras que en otros casos solo se
encargará de algunas, como su diseño o evaluación.

1.5.1. Objetivos de la evaluación de programas

Cuando nos planteamos evaluar cómo ha funcionado un programa de intervención, lo primero


que tenemos que tener en cuenta es cuáles son los objetivos de dicha evaluación. Existen tres
objetivos fundamentales a tener en cuenta:

Evaluación para rendir cuentas.

Imaginemos que el sistema de salud de una determinada comunidad autónoma ha decidido


financiar un programa de prevención de las enfermedades cardiocoronarias. Sería esperable
que el organismo nos pidiese saber cuál ha sido el impacto de la intervención a corto, medio y
largo plazo.

Evaluación orientada al desarrollo.

A veces, lo importante no es si el programa ha conseguido los efectos deseados o no, sino


conocer qué es lo que ha funcionado y qué no, de cara a corregirlo y facilitar el desarrollo
progresivo de intervenciones eficaces. Por ejemplo, si se ha realizado una campaña de

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concienciación de los riesgos de la conducción bajo los efectos del alcohol y encontramos que
el número de personas que conducen ebrias no se ha reducido, sería interesante saber por qué
para mejorar el programa en el futuro.

Evaluación orientada a incrementar la comprensión del comportamiento.

En ocasiones, el objetivo que se busca al valorar un programa es saber qué ha pasado, es decir,
saber cómo reaccionan las personas ante intervenciones como la emprendida. Por ejemplo,
imaginemos que el ayuntamiento de una localidad pone en marcha un programa de promoción
de la actividad física consistente en hacer más accesibles las instalaciones deportivas a los
ciudadanos. Tanto si la intervención funciona como si no, al organismo podría interesarle saber
las reacciones de los habitantes ante las medidas implantadas. En estos casos, la información
recogida deberá servir para crear modelos capaces de explicar los fenómenos observados.

1.5.2. Aspectos que evaluar

En contra de lo que pueda pensarse, puede no solo interesarnos conocer los resultados de un
determinado programa, sino, por ejemplo, si los objetivos estaban bien planteados o si los
procedimientos eran los adecuados. Los principales aspectos que pueden estar sujetos a
evaluación en el contexto de la valoración de programas son los siguientes (Alonso Tapia, 1995):

• La adecuación de la selección de metas y objetivos del programa, así como de la


población a la que va dirigido (por ejemplo, ¿se eligieron y definieron adecuadamente los
objetivos?, ¿fue adecuada la selección de la población diana?).
• La adecuación de las decisiones relacionadas con la selección de los métodos y
procedimientos (por ejemplo, ¿el formato online funcionó adecuadamente?, ¿los
materiales empleados fueron los adecuados?).
• La adecuación de la aplicación y desarrollo del programa, es decir, la valoración del
modo en que se ha aplicado (por ejemplo, ¿se aplicó correctamente?, ¿hubo fallos en la
aplicación que podrían afectar a los resultados o que podamos evitar en el futuro?).
• Los efectos derivados de la aplicación del programa, es decir, sus resultados, teniendo
en cuenta que pueden o no deberse a los métodos seleccionados (por ejemplo, ¿en qué
grado sirvió el programa para lograr los objetivos que nos proponíamos?).

Teniendo en cuenta que pueden valorarse los distintos aspectos mencionados y reconociendo la
importancia de todos ellos, en la siguiente sección se tratará específicamente el último de ellos,
es decir, cómo podemos evaluar los resultados de los programas de prevención desarrollados en
psicología de la salud.

24
1.5.3. Evaluación de los resultados de un programa

Recuerda

El proyecto Karelia del Norte fue un programa de prevención llevado a cabo en Finlandia con
el objetivo de reducir las enfermedades cardiocoronarias en la población. Vuelve a leer esta
noticia de la BBC y reflexiona: ¿qué elementos nos indican que el programa fue un éxito?
¿Cómo crees que pudo realizarse la evaluación de este programa?

El fin de esta evaluación es comprobar en qué grado se han alcanzado los objetivos planteados.
Vamos a imaginar que hemos llevado a cabo un programa que ha tratado de reducir las
enfermedades cardiocoronarias en una determinada población, como el proyecto Karelia del Norte
que veíamos en la Unidad didáctica 1, ¿cómo medirías si este programa ha tenido éxito?

Aunque la evaluación variará mucho de un programa a otro, a continuación, presentamos una


serie de pautas que generalmente será necesario tener en cuenta:

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Qué vamos a medir

El primer aspecto que tendremos que decidir será qué vamos a medir. Para ello, deberemos
preguntarnos qué indicadores van a permitirnos conocer cuánto éxito ha tenido el programa.
Volviendo al ejemplo del proyecto Karelia, obviamente podríamos decir que el programa ha
tenido éxito si se reducen las enfermedades cardiocoronarias, pero tendría que decidirse cómo
evaluar esto: ¿teniendo en cuenta la prevalencia?, ¿la incidencia?, ¿la mortalidad por patología
cardiocoronaria?, ¿los niveles de colesterol de la población?, ¿sus niveles de actividad física?,
¿su consumo semanal de tabaco? Idealmente, lo mejor será considerar cuantos más
indicadores, mejor, pero teniendo en cuenta que la evaluación puede ser un proceso costoso y
tendremos que ajustarnos a los recursos de que dispongamos.

Varias medidas, en diferentes momentos

Al evaluar un programa, a menudo será importante tomar varias medidas en diferentes


momentos. Por ejemplo, realizar una medida antes de aplicar el programa (pre), una después
de aplicarlo (post) nos permitirá saber en qué grado ha habido cambios. Algunos cambios, no
obstante, tardarán tiempo en producirse (como la reducción de la mortalidad por enfermedad
cardiaca), por lo que es importante realizar medidas pasado un tiempo tras la finalización del
programa (de seguimiento).

Grupo control

Idealmente, además, los programas deberían contar con un grupo control, es decir, con un
grupo lo más semejante posible a aquel en el que estamos aplicando la intervención, pero sobre
el que no intervendremos (o, por cuestiones éticas, intervendremos después de la finalización
del programa). Esto nos facilitará tener garantías adicionales de que los cambios encontrados
se deben al programa que se ha aplicado y no a otras variables (como, por ejemplo, el mero
paso del tiempo).

Instrumentos

26
Deberemos seleccionar mediante qué instrumentos evaluar. En este sentido, podemos utilizar
distintos procedimientos en función de nuestros objetivos, como estudios epidemiológicos,
datos proporcionados por distintos organismos (por ejemplo, número de ingresos hospitalarios
por patología cardiaca), cuestionarios, etc. En este sentido, es importante seleccionar los
instrumentos que nos permitan recoger la máxima cantidad de información al menor costo y
que tengan las garantías necesarias de fiabilidad y validez.

Analizar los datos

Deberemos también decidir cómo vamos a analizar los datos de que dispongamos, ya que a
menudo será posible aplicar distintas técnicas que podrían llevar a resultados diferentes.

Satisfacción

Además de medir en qué grado el programa ha servido para alcanzar los objetivos que nos
proponíamos, es importante evaluar en qué grado las personas que lo han recibido están
satisfechas con este. Si no lo están, deberemos saber por qué, con el fin de introducir las
modificaciones pertinentes.

Realización de informes

Tras llevar a cabo la evaluación de un programa, será frecuente que haya que elaborar uno o
varios informes para comunicar los resultados a distintos grupos o personas que pueden estar
interesados en conocer cómo ha funcionado. En este sentido, será importante asegurarnos de
que utilizamos un lenguaje comprensible para el grupo al que vaya dirigido e incluir en cada
informe los aspectos que puedan resultar de interés para el grupo al que va dirigido.

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2. Resumen

En esta última unidad de la asignatura, nos hemos centrado en el desarrollo de programas de


prevención en psicología de la salud. Dado que generalmente dispondremos de recursos limitados,
lo normal será que no podamos intervenir de forma individual sobre todos y cada uno de los
individuos de una determinada población o grupo. Por ello, hemos adoptado una perspectiva
comunitaria, que nos permita llegar a tantas personas como sea posible con los medios de que
dispongamos.

Hemos visto que existen tres niveles de prevención: primaria, secundaria y terciaria. Nuestras
intervenciones podrán estar en uno u otro de estos niveles, dependiendo de nuestros objetivos.
Además, nos hemos centrado en explorar qué intervenciones han mostrado ser de utilidad para
modificar conductas relacionadas con la salud, empezando por destacar que a menudo
proporcionar información no será suficiente para generar cambios duraderos en el
comportamiento. Como hemos visto, transmitir información deberá complementarse con otras
actuaciones, como proporcionar claves para la acción (cómo cambiar), minimizar los costes o
barreras de realizar la conducta saludable o incrementar los costes de realizar las conductas que
deseemos disminuir.

Aunque cada programa de prevención será diferente, el profesional que se plantee llevar a cabo
un programa de este tipo deberá seguir una serie de pasos que parten de definir el problema y
seleccionar la población a la que va dirigido (población diana). En este proceso no podemos olvidar
la importancia que tiene evaluar adecuadamente nuestra intervención, para lo que hemos
proporcionado una serie de pautas.

Como hemos venido destacando a lo largo de esta asignatura, queremos terminar por destacar
nuevamente que a menudo el desarrollo de programas será una actividad interdisciplinar. Por
ejemplo, un programa que pretenda promover la actividad física y la alimentación saludable
podría contar, además de con psicólogos de la salud, con profesionales de otras disciplinas
sanitarias (medicina, enfermería, nutrición…), expertos en actividades físicas y deportivas o
expertos en urbanismo, entre otros. El rol del psicólogo en estos programas, como experto en el
estudio de la conducta humana, será principalmente el de planificar y analizar qué acciones serán
más o menos útiles para facilitar la modificación del comportamiento.

28
3. Mapa conceptual

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4. Recursos bibliográficos

Bibliografía básica

Alonso Tapia, J. (2011). Evaluación psicológica: coordenadas, contextos, procesos y garantías.


Madrid: Universidad Autónoma Madrid.

Morrison, V. y Bennett, P. (2008). Psicología de la salud. Madrid: Pearson Educación.

Pascual Orts, L. M. y Ballester Arnal, R. (1997). La práctica de la psicología de la salud:


Programas de intervención. Valencia: Promolibro.

Bibliografía complementaria

Bouza Suárez, A. (2000). Reflexiones acerca del uso de los conceptos de eficiencia, eficacia y
efectividad en el sector salud. Revista Cubana de Salud Pública, 26(1), 50-56.

Costa Cabanillas, M. y López Méndez, E. (2008). Educación para la salud. Guía práctica para
promover estilos de vida saludables. Madrid: Pirámide.

Fielding, J. E. (1978). Successes of prevention. Milbank Memorial Fund Quartely, 1978(56),


274-302.

González de Haro, M. D. (2006). La salud y sus implicaciones sociales, políticas y educativas.


Huelva: Universidad de Huelva.

Orjuela, O. L., Almonacid, C. C. y del Socorro Chalá, M. (2010). Educación para la salud.
Programas preventivos. Bogotá: Manual Moderno.

Prochaska, J. O. y Diclemente, C. C. (1982). Transtheoretical therapy: Toward a more


integrative model of change. Psychotherapy: Theory, Research and Practice, 1982(19), 276-
278.

Rossi, P. H. y Freeman, H. E. (1993). Evaluation: A Systematic Approach. Newbury Park, CA


(EE. UU.): Sage.

Sanjuán Suárez, P. y Rueda Laffond, B. (2014). Promoción y prevención de la salud desde la


psicología. Madrid: Síntesis.

Santacreu, J., Márquez, M. O. y Rubio, V. (1997). La prevención en el marco de la psicología


de la salud. Psicología y salud, 1997(10), 81-92.

Otros recursos

Noticia de la BBC sobre el proyecto Karelia: http://www.bbc.com/mundo/noticias-36664031

Noticia de la BBC sobre la efectividad de las campañas de prevención del tabaquismo basadas
en el miedo: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/11/141124_cigarrillos_imagenes_am

Página web de la Asociación Española contra el Cáncer que recopila programas de prevención:
https://www.aecc.es/TeAyudamos/informaryconcienciar/Campa%C3%B1as/Paginas/Campa%
C3%B1as.aspx

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Página web del Ayuntamiento de Madrid, sección dedicada a informar sobre los programas de
prevención del consumo de tabaco en adolescentes:
http://www.madrid.org/cs/Satellite?c=Page&cid=1354336162547&pagename=PortalSalud%2
FPage%2FPTSA_pintarContenidoFinal

Página web del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que recopila distintas
campañas de salud: https://www.msssi.gob.es/campannas/portada/home.htm

Programa online para dejar de fumar del Hospital Carlos III:


http://www.madrid.org/cs/Satellite?cid=1142674770470&language=es
pagename=HospitalCarlosIII%2FPage%2FHCAR_servicioPrincipal

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