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La puntuación, software indispensable

Entrevista a Baard Borch Michalsen, autor de Cómo la puntuación cambió la historia. Godot. Trad.
Christian Kupchik 174 pags
Publicada en la revista Ñ, el 12/03/22
Por Alejandra Rodríguez Ballester

Con el fin de rastrear el origen del punto, la coma, los dos puntos, y el resto de los signos de
puntuación, el noruego Baard Borch Michalsen se remonta veintidós siglos hasta ese momento
fundacional que no se recuerda en las efemérides pero que, a partir de su libro Cómo la
puntuación cambió la historia, debería encontrar un lugar en el calendario. Desde la ciudad de
Tromsø, más allá del Círculo Polar Ártico, donde las auroras boreales, en invierno, y los soles de
medianoche, en verano, permiten ver el mundo bajo luces casi psicodélicas, este académico que
fue vicerrector de la Universidad Ártica de Noruega (UIT) se embarcó en la pesquisa de esas
pequeñas marcas a las que reivindica y valora en su libro como «signos de civilización».
En nuestro mundo digitalizado, en el que asistimos a la fusión del lenguaje oral y escrito en el chat,
y a la emergencia de formas prealfabéticas de escritura como los emojis -similares a los
ideogramas de los antiguos semitas-, la puntuación pareciera estar cayendo en desuso. En este
contexto, es muy oportuno el libro de Michalsen, que indaga en el pasado y en el valor de la
puntuación, a la que llama «la frutilla del postre en el lenguaje escrito». Su mirada retrospectiva
nos lleva a un tiempo sin puntos ni comas, de scriptio continua, en el que las palabras se escribían
sin separación, en mayúsculas, como en las antiguas Grecia y Roma, con la consecuente dificultad
para la lectura. Los primeros signos de puntuación, creados en la biblioteca de Alejandría,
buscaron facilitar la lectura en voz alta, marcando pausas breves (coma) o largas (punto). Pero
llevó más de mil años consolidar un sistema de puntuación que aportara claridad y agilidad a la
lectura; nació ligado a las necesidades retóricas de la antigüedad y se perfeccionó una vez creada
la imprenta, junto al avance de las artes de la edición. Para Michalson, «la tarea más importante
de la puntuación es contribir a la comunicación», a la comprensión del mensaje «de la misma
manera en que el escritor lo creó». Reducir las ambigüedades, facilitar la coherencia y la
continuidad en la lectura, dotar de un ritmo y una cadencia al texto, son algunos de los méritos
que trae aparejado el buen uso de la puntuación. Pero Michalson va más allá: «La puntuación es
una parte avanzada del software tecnológico del pensamiento», afirma, una herramienta de
precisión que no sólo permite expresarse adecuadamente sino pensar mejor.
Siguiendo las huellas de autores conocidos en estas latitudad, desde Walter Ong a Manuel
Castells, Michalsen incorpora los aportes de autores nórdicos que no están traducidos, entre ellos
Alva Dahl y Anders Johansen, en una reflexión amena e inspirada, accesible a lectores no
especializados. Desde su universidad polar, accedió amablemente a responder a las preguntas de
Ñ, que llegaron por mail, igual que su foto que lo muestra en medio de la nieve, exhibiendo una
piedra en forma de coma.
Su libro se inicia con la historia del sistema de puntuación, cuyo desarrollo no fue simultáneo
con el de la escritura. Hoy en día nos cuesta imaginar un texto con ausencia de puntuación, sin
espacios entre las palabras ni signos que indicaran pausas, como en Grecia, Roma e incluso en la
Edad Media. ¿Con qué dificultades se encontraban los lectores de esos textos? Esa dificultad
para la lectura de la scriptio continua, ¿reducía el número de lectores? ¿La lectura quedaba en
poder de una elite?
_Sí, la escritura y la lectura era una actividad exclusivamente en manos de una elite, y
especialmente de aquellos que tenían poder dentro de la iglesia. Los religiosos eran conscientes
del poder del lenguaje, de manera que querían conservar su monopolio. ¿Qué podía suceder si
alguien interpretaba las palabras de Dios de una manera diferente? ¡Les parecía muy peligroso!
En su libro menciona que los primeros signos de puntuación remiten a 2200 años atrás, en
Alejandría, capital intelectual de la antigüedad. ¿Cuál fue el objetivo de la creación ese primer
sistema de puntuación? ¿En qué se parecía o se diferenciaba del actual?
Yo creo que Aristófanes de Bizancio, director de la biblioteca de Alejandría, fue un auténtico
innovador. Él reparó en que el lenguaje escrito necesitaba mejoras. Su idea básica fue dotar a los
textos con “distinctiones”, signos circulares que debían ubicarse a distintas alturas. ¡Dos de los tres
signos que él introdujo son todavía los más importantes: la coma y el punto!
Los signos de puntuación, creados para favorecer la lectura en voz alta, ¿fueron útiles en la
lectura silenciosa? ¿Qué cambios vinieron aparejados con ella?
Fue el clérigo y estudioso español Isidoro de Sevilla el tipo que merece que estemos eternamente
agradecidos por haber introducido la lectura silenciosa hace 1500 años. Él pensó que era un
método mucho más eficiente, que permitía facilitar la comprensión y la memorización. Los signos
de puntuación fueron de gran ayuda para el desarrollo de esta práctica.
La puntuación llegó de la mano de otras innovaciones en el texto, como la diferenciación entre
mayúsculas y minúsculas. Usted llama a Alcuino de York y Carlomagno, responsables de la
invención de la minúscula carolingia, “los hombres que crearon la cultura escrita en Europa”.
¿Cuál fue el alcance de su obra?
Alcuino de York fue, de facto, el ministro de educación del imperio carolingio (comparable a la
Unión Europea de aquellos tiempos…). Él escribió libros sobre la escritura y manuales de
gramática e inspiró a Carlomagno a dedicar mucho dinero para la escuela en Aquisgrán -la
ciudad donde había instalado su corte- y también en otros lugares de su imperio. Sin embargo,
Carlomagno no era capaz leer, aunque Alcuino intentó ayudarlo en sus intentos de
aprendizaje. (Le envío la foto de una pintura que encontré en el Centro Carlomagno de
Aquisgrán, que muestra a ambos en esas tareas, es un cuadro de Otto Rethel, de 1847.)
Su libro hace un homenaje entusiasta a Algo Manuzio, editor veneciano del Renacimiento,
creador del libro de bolsillo y la tipografía Time New Roman.
- Sí, Aldo Manuzio es mi hombre. Lo que él hizo por la escritura es comparable con lo que Steve
Jobs y otros innovadores hicieron por la industria de la computación. Sin el software y las artes de
la edición, la imprenta de Gutemberg y las computadoras hubieran valido mucho menos.
La puntuación es, en gran medida, una cuestión de estilo: la escritora sueca Alva Dahl diferencia
entre puntuación densa –la que utiliza muchos signos – o escasa; pesada –con muchos puntos- o
ligera –la que recurre a otros signos. ¿Cómo fueron cambiando estas tendencias con el tiempo?
¿Cuáles serían los patrones de puntuación preferidos en la actualidad?
Lo que yo sé es que la puntuación solía ser mucho más densa y pesada hace cien o doscientos
años. En nuestros días solemos usar menos signos de puntuación cuando escribimos. Lo que yo
supongo es que este desarrollo (hacia el uso de menos signos de puntuación) es probable que
continúe.
La puntuación está atravesando un momento de cambios: la coma y el punto parecen estar
fuera de moda en las redes sociales. ¿Deberíamos preocuparnos?
Como usted sabe, el lenguaje es un organismo vivo. No le temo a la influencia de las redes sociales
ni del textismo. Creo que en la escritura profesional (en las escuelas y universidades, en los
negocios y en el sector público) usaremos la puntuación casi como hasta ahora por muchos
(¡muchos!) años.
Aunque escribe sobre temas académicos y se basa en fuentes de ese origen, lo hace en un estilo
cálido, cercano a la divulgación, con anécdotas curiosas y muchos ejemplos. ¿Es esto frecuente
en la academia noruega? ¿A qué tipo de lectores intenta dirigirse?
Creo que sí y que no. Muchos académicos noruegos escriben como los académicos en todas partes
pero, de alguna manera, creo que noruegos y escandinavos en general son un poco más
informales, más directos y relajados que la gente en Alemania, Francia y Gran Bretaña. Cuando
escribo un libro como este, veo este lector: una persona interesada en la cultura, en la historia y
en el lenguaje, que quiere leer para estar informada y entretenerse. Trato de hacer caso a este
proverbio: no sobreestimes el conocimiento de tus lectores pero tampoco subestimes su
inteligencia.
¿Por qué me comentó en su mail que envidiaba nuestro sistema de puntuación español?
El español tiene una forma especial de usar los signos e exclamación e interrogación. Creo que es
una forma muy efectiva. Me parece que para el lector el hecho de saber de manera temprana que
lo que sigue es una pregunta o una exclamación, facilita la comprensión de la oración. ¿Podrían
intentar exportar esta modalidad de puntuación al resto del mundo?

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