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A principios de diciembre de 2019, se detectó una neumonía de origen

desconocido en la ciudad de Wuhan (China). A raíz de ello, las autoridades


sanitarias de China se vieron sorprendidas por una serie de neumonías de origen
desconocido que poseía una gran facilidad para su expansión. No se tardó en
encontrar cierto paralelismo con las epidemias previas de coronavirus del
síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV) producida en 2003 y del
síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS) ocurrida en 2012. Esta nueva
epidemia provocaba más fallecimientos, aunque con una menor letalidad. Al
virus causante, perteneciente a la familia Coronarividae, se le denominó
coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2), y a la
enfermedad, COVID-19.

DE EPIDEMIA A PANDEMIA

El 01 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) solicitó


nueva información a las autoridades sanitarias de China para evaluar
adecuadamente el riesgo real de la epidemia. En aquel tiempo se consideraron
válidas las medidas que previamente se aconsejaban para la gripe y las
infecciones respiratorias graves y no se consideró necesario limitar los viajes
internacionales.

En un principio se pensó que el brote epidémico podría ser controlado a nivel


local en China. El 11 de marzo de 2020, ante la rápida y progresiva expansión
de la epidemia a nivel internacional, la OMS decretó el estado de pandemia.

PANDEMIA A NIVEL MUNDIAL

En lo que respecta a la pandemia por el SARS-CoV-2, la afectación mundial ha


sido rápida, extensa y en continuo crecimiento debido a una vía común de
contagio, como es la vía respiratoria, la gran contagiosidad demostrada y el
rápido intercambio de bienes y personas. Su afectación a recaído, aunque en
diferente medida, en todos los extractos sociales tanto de los países ricos como
de aquellos emergentes y pobres.

La impresión actual es que la epidemia sigue extendiéndose a nivel mundial con


distintas fases evolutivas en los diferentes países, con un número creciente de
afectados y fallecidos a pesar de una menor letalidad del virus, sea por la menor
virulencia del mismo, la mejor comprensión de la enfermedad entre el personal
sanitario y la menor saturación hospitalaria por nuevos casos. A pesar de ello, la
pandemia sigue activa afectando especialmente a la población de mayor edad,
con comorbilidades asociadas y pertenecientes a grupos sociales menos
favorecidos.

Estructura general del SARS-COV-2

Se reconocen cuatro géneros de coronavirus: Alfa coronavirus, Beta


coronavirus, Gamma coronavirus y Delta coronavirus.

El examen genealógico del SARS-CoV-2 reveló que pertenece al coronavirus del


género betacoronavirus.

Los coronavirus reciben su nombre debido al aspecto que presentan sus viriones
al microscopio electrónico, semejante a una corona solar gracias a sus proteínas
de superficie.

Estructuralmente los coronavirus son virus esféricos que miden entre 80 a 160
nanómetros de diámetro, con una envoltura de bicapa lipídica y que contienen
genoma de ARN monocatenario (ssRNA) de polaridad positiva de entre 27 y 30
kilo bases de longitud, el genoma mas grande entre los virus de acido
ribonucleico

El genoma del virus SARS-CoV-2 codifica 5 proteínas estructurales, las cuales


están codificadas dentro del extremo del genoma viral.

Los coronavirus tienen un genoma ARN de cadena única y de sentido positivo,


el cual está rodeado por una envoltura que incluye una bicapa de lípidos derivada
del retículo endoplásmico rugoso intracelular y de las membranas de Golgi de
las células infectadas. El ARN genómico aislado es infeccioso. La nucleocápside
helicoidal tiene un diámetro de 9 a 11 nm.

En la superficie externa de la envoltura hay proyecciones ampliamente


espaciadas de forma de palo de golf o de pétalo de 20 nm de longitud, sugestivas
de una corona solar.
Las proteínas estructurales del virus comprenden una proteína de la
nucleocápside (N) fosforilada de 50 a 60 kDa forma parte de la nucleocápside al
unirse al material genético viral.

glucoproteína de membrana (M) responsable del transporte transmembrana de


nutrientes, liberación de la partícula viral y eventual formación de su envoltura;
de 20 a 35 kDa que sirve de proteína de matriz embebida en la doble capa de
lípido de la envoltura y que interacciona con la nucleocápside

la glucoproteína de espiga (S); responsable de la unión y fusión del virus con las
membranas celulares 180 a 220 kDa que constituye los peplómeros de forma de
pétalo que sale desde la superficie de la envoltura, les dan una apariencia de
una corona de espinas o corona solar.

Dos tercios del ARN viral, codifican 16 proteínas no estructuradas, que interfieren
con la respuesta inmune innata del hospedero.

Las proteínas de nucleocápsides (N) y las proteínas de envoltura (E) de la


membrana y la unión con la nucleocápside,

la proteína (E) juega un papel importante en el ensamblaje y liberación del virus.

La proteína accesoria (HE) se halla solo en algunos Beta coronavirus y su


actividad esterasa facilita la entrada del virus en la célula huésped, además, de
ayudar en la propagación.

De su estructura, el componente más importante es la glicoproteína espiga S, la


cual tiene la función de unir y fusionar al vi-rus con las células hospedero.

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