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Con el ánimo de sembrar más interrogantes e inquietudes, que verdades o afirmaciones,

escribo éste ensayo sobre la llamada Ética Ciudadana. Desde hace un año surgió ésta
reflexión, a raíz del jolgorio con el que recibió una vasta proporción de colombianos, la
muerte a mansalva de un jefe guerrillero por un subordinado y la obtención de su mano
como botín  para ganar una recompensa; la muerte indiscriminada en un campamento
guerrillero de civiles, con la consigna de “el fin justifica los medios”; la delación y su
recompensa; los falsos positivos; el uso y abuso del poder para obtener ventajas en
concesiones o concursos; y en lo “doméstico”, la actitud intolerante y agresiva con el
vecino de cuadra por las pequeñas cosas; las intrigas; las envidias; el uso cada vez más
escaso de la conversación; de la negociación; la moral cotidiana de la “excusa”;  la de
volarse los semáforos, el olvido del peatón, del saludo, de las buenas maneras. Creo yo,
que esto de la Ética Ciudadana tiene que ver con patrones sociales que todos, los medios
de comunicación, la publicidad rasa, la educación, van erigiendo como modelos a seguir. Y
ahí es donde me pregunto: ¿qué le queda claro a un estudiante de primaria o secundaria
cuando sólo logra que se le escuche, si grita o pelea, cuando ve, lee o escucha que en
éste país “el que la hace no la paga”,  pues la impunidad campea; que es reconocido o
admirado el de dinero fácil; que los grandes estafadores y despilfarradores de éste
“nuestro” Estado logran con triquiñuelas legales, disminuir su  castigo o  tener la “casa por
cárcel”? ¿Qué le queda claro a éste  joven cuando en su familia se le permiten “pequeñas”
transgresiones, tomarle ventaja indebida al compañero, responder o estimular una
agresión, un engaño, una mentira? ¿Porqué en el sentir latino hace carrera aquello de “hay
que estar en la jugada”, ser “avispado” y en ése afán no importa mucho cómo? Pienso 
que adolecemos de falta de Héroes modernos. Hace poco leí en una revista sobre Forlan,
el futbolista uruguayo, que en su país ha dado ejemplo de sencillez, solidaridad y cultura.
Hace también unos diez años, mi hijo adolescente escribió sobre la falta de héroes, para
ellos, los jóvenes. Cómo nos serviría a nosotros como Pueblo, exaltar ése tipo de figuras
en lugar de tomar partido en las peleas de dos jefes políticos viscerales, emocionales,
empeñados en su cacareado “honor” o “dignidad” propia, no en la del país que
representan. Falta estimular al Maestro con una buena remuneración económica para que
pueda dedicarse plenamente a su vocación de “formador de conciencias”,  labor tan
importante y necesaria. Será que podremos dar ése salto?  Hay esperanza, cuando Cali
logra convocar un público apreciable en la lúdica o cuando se encuentran muchos eventos
culturales gratuitos, auspiciados por el gobierno local y algunas entidades privadas o
cuando se descubre otro Cali, el CALI CULTURAL del día a día.
* MD. Universidad del Valle

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