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HISTORIA
DE LA ANTROPOLOGÍA
Volumen II
Antropología cultural
2016
Capítulo VI
Neoevolucionismo y ecología cultural
4 Sin embargo, hay autores como Harris que no creen que White sea un evolucionis-
ta unilineal, frente al evolucionismo multilineal de Steward. En El desarrollo de la
teoría antropológica (1968) considera a White y Childe evolucionistas multilinea-
les. Por ejemplo, del primero dice Harris que The evolution of Culture de White es
en todos los aspectos el equivalente moderno de la Antient Societv: la única diferencia
es la puesta al día departe de la etnografía y la mayor coherencia de la perspectiva
materialista cultural. White ha rechazado explícitamente los intentos de Steward de
«introducir falsas divisiones en la mansión del evolucionismo «(1959a, p. 125). Pro-
gramáticamente por lo me nos, White profesa todas las variedades del evolucionismo
propuestas por Steward: «De lo anterior se sigue que la cultura puede ser considerada
como una y como simple, como un sistema que lo incluye todo -la cultura de la huma-
nidad como un todo- o como un número indefinido de subsistemas de dos tipos dife-
rentes: 1) las culturas de los diferentes pueblos o regiones, y 2) las subdivisiones de la
cultura, tales como escritura, matemática, moneda, metalurgia, organización social,
etc. Igualmente, la matemática, el lenguaje, la escritura, la arquitectura, la organiza-
ción social pueden ser también consideradas como unas o como múltiples: se puede
estudiar la evolución de la matemática como un todo o se pueden distinguir en ella
una serie de líneas de desarrollo. En consecuencia, las interpretaciones evolucionistas
de la cultura serán, a la vez, unilineales y multilineales. El primer tipo de interpreta-
ción es tan válido como el segundó: cada uno de ellos implica al otro» (White 1959b,
pp. 30s) (1978: 557).
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5 Para entender la relación de ambas obras (1936 y 1942) debe recordarse el inicio
del prefacio de Childe en la segunda: ¿En qué forma ha progresado el Hombre du-
rante los varios centenares de miles de años de su existencia sobre la Tierra? He aquí
la pregunta a la cual este libro ofrece una respuesta que no pretende ser exhaustiva. Es,
en tal sentido, una prolongación do la crónica sobre el progreso del Hombre, a través
de las largas eras anteriores al comienzo de la historia escrita, crónica expuesta en
Man Makes Himself. A decir verdad, en los capítulos II-V tuve que sintetizar apre-
tadamente muchos sucesos y conclusiones expuestos allí de manera más completa.
Pero en otros aspectos, tuve que ampliar lo que entonces escribí, afín de adecuarlo a
una perspectiva más vasta. Porque en los capítulos subsiguientes invado los dominios
de la historia literaria, en la cual los datos escritos revelan fases del esfuerzo huma-
no que sólo pueden ser 8 inferidas especulativamente por la arqueología prehistórica
(1972: 7). Puede ser útil, al respecto, transcribir los títulos de los doce capítulos,
que combinan su propia clasificación con las del evolucionismo (salvajismo, bar-
Historia de la antropología. Volumen II: Antropología cultural / 227
barie y civilización) y de la prehistoria (edad de piedra, edad del cobre, del bronce
y del hierro): 1. Arqueología e historia, 2. El salvajismo paleolítico, 3. La barbarie
neolítica, 4. La barbarie superior de la Edad del Cobre, 5. La revolución urbana en
Mesopotamia, 6. La primitiva civilización en la Edad de Bronce en Egipto y en la
India, 7. La Expansión de la civilización, 8. La culminación de la civilización en la
Edad del Bronce, 9. La primitiva Edad del Hierro, 10. El gobierno, la religión y la
ciencia en la Edad del Hierro, 11. El apogeo de la civilización antigua, 12. Decaden-
cia y derrumbe del mundo antiguo.
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senta sin duda su punto de vista más matizado y último. Tras exponer en
los capítulos siete al once de este obra las secuencias o etapas culturales
de cuatro regiones (la Europa templada, la zona mediterránea, el valle
del Nilo y Mesopotamia), Childe las compara en el capítulo doce para
ver si muestran uniformidad o paralelismo y si representan estadios ge-
nerales en el camino hacia la civilización. Su respuesta lo ubica, una vez
más, en una postura evolucionista no lineal, como se acaba de ver en la
nota tres, pues la meta civilizatoria:
fue concretamente muy diferente en cada caso. Sin embargo, en todas
partes significó la aglomeración de grandes poblaciones en ciudades; la
diferenciación en el seno de éstas de productores primarios (pescadores,
agricultores, etc.), artesanos especialistas en plena dedicación, mercade-
res, funcionarios, sacerdotes y gobernantes; una concentración efectiva
del poder económico y político; el uso de símbolos convencionales (la
escritura) para registrar y transmitir la información e igualmente pa-
trones de pesos y de medidas de tiempo y espacio, que condujeron a
la ciencia matemática y el calendario. El punto de partida fue también
semejante, menos abstractamente, en todas las series –al menos en la
esfera económica–, en tanto en cuanto que todas las primeras culturas
bárbaras que hemos examinado se basaban en el cultivo de los mismos
cereales y en la cría de las mismas especies de animales. Pero las etapas
intermedias de este desarrollo no muestran ni siquiera un paralelismo
abstracto (1973: 169-170).
Concluyo, como siempre, con un juicio de este autor, aunque
comparto el de Treistman arriba transcrito. En primer lugar, Childe, en
la misma época en que White pone sobre el tapete la pregunta evolu-
cionista y declara su fidelidad a Morgan, se confiesa evolucionista, pero
multilineal. En la última cita que acabo de hacer, añade poco después: