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Matemáticas: entre la ciencia y el arte

Francisco Javier Pascual Burillo


Junio 2018

UNED
Facultad de Filosofía
Estética y teoría del arte I y II
Contenido
Introducción ............................................................................................................................... 1

Parte I: Teoría ............................................................................................................................. 3

Sobre la belleza en las matemáticas y la dificultad para apreciarla ....................................... 3

Sobre las producciones matemáticas .................................................................................... 10

Sobre la elaboración de los productos matemáticos............................................................. 14

Sobre cómo describir la belleza matemática (Aproximación histórica) .............................. 20

Sobre cómo describir la belleza matemática (Conclusiones) ............................................... 27

Parte II: Práctica ....................................................................................................................... 29

Itinerario 1: De los números primos a la Hipótesis de Riemann .......................................... 30

Itinerario 2: De la Propiedad arquimediana a la Hipótesis del Continuo ............................. 36

Itinerario 3: De la Raíz Cuadrada de dos a la fórmula de Euler........................................... 40

Apéndice: ................................................................................................................................. 45

Referencias bibliográficas ........................................................................................................ 47


Introducción
“Evidentemente, no hay manera de ver algo fuera de perspectiva (salvo

el ojo de Dios, que ve desde ningún sitio) y cualquier perspectiva está

condicionada tanto por el lugar desde el que se mira, como por lo que

busca, teme o anhela aquel que mira, como incluso por el camino que a

uno le ha llevado a mirar desde ese sitio. No hay más objetividad posible

que esa: una lo más honesta posible declaración de la propia

subjetividad, del propio camino (proceso, méthodos, tao) y de los

materiales con los que uno ha construido su Oriente y su Occidente”

Lizcano, 2006, p.126

El presente trabajo trata sobre las cualidades estéticas de las matemáticas, y consta de

dos partes claramente diferenciadas. En la primera parte, se aborda la teoría que nos permite

hablar de belleza en matemáticas. Se ha dividido esta parte en cinco secciones que van

avanzando desde las dificultades para generalizar la belleza en matemáticas hasta los términos

que nos van a permitir describirla. Por el camino, se estudian tanto las producciones

matemáticas como la forma en la que el matemático elabora su trabajo. Con esto, se intentará

dar respuesta a una pregunta generalizada cuando se trata de hablar de la belleza en

matemáticas: ¿Por qué es tan difícil apreciarla (por el público en general)?

La segunda parte está dedicada a la práctica. En lugar de la habitual secuencia de

ejemplos que salpican la teoría, se ha preferido dotar de un apartado concreto a la práctica, que

se organiza a partir de tres itinerarios en los que se parte de cuestiones concretas, ligadas a

unas matemáticas más escolares, a otros elementos matemáticos más académicos, de

matemáticas superiores. Los tres itinerarios son completamente independientes por lo que,

cuando el lector lo estime oportuno, puede abandonarlo y pasar al siguiente sin preocuparse

por los contenidos que le pudieran resultar oscuros.

1
Por último, se ha incluido un pequeño apéndice relacionado con la traducción de una

cita de Sir Bertrand Russell muy frecuente en los estudios de estética de las matemáticas. El

interés de esta traducción radica en tener en cuenta la perspectiva, el punto de vista, desde el

que es posible apreciar la belleza en las matemáticas. En éstas, como en todas las artes, disponer

de un buen punto de vista, de un conocimiento de cómo se desarrolla el arte, resulta crucial a

la hora de apreciar el valor estético de una determinada creación.

En palabras de Lockart:

Lo primero que hay que entender es que las matemáticas son un arte. La diferencia entre

las matemáticas y el resto de las artes, como la música y la pintura, es que nuestra cultura

no la reconoce como tal (2008, p. 741)

Las matemáticas son un producto humano, que mezclan entre el arte y la ciencia, y,

además son útiles para resolver problemas mundanos a través de la física y la ingeniería. Lo

cual nos lleva a la cuestión, no menos interesante, de la relación de las matemáticas con el

mundo. Pero esa es, sin duda, historia para otro lugar.

2
Parte I: Teoría

Sobre la belleza en las matemáticas y la dificultad para apreciarla


Donde se muestra que hay belleza en las matemáticas, aunque hay razones para que

ésta sea difícilmente apreciable por el público en general.

SIMPLICIO: Pero seguro que hay una serie de hechos matemáticos que

una persona educada tendría que saber.

SALVIATI: ¡Sí, de los cuales el más importante es que las matemáticas

son una forma de arte hecha por los seres humanos por placer!

Lockhart, 2008, p.752

Resulta evidente que antes de comenzar a disertar sobre la belleza de las matemáticas

es necesario justificar su presencia. No basta con decir que se puede encontrar la belleza en

cualquier sitio, ni recurrir al refranero popular invocando el para gustos...los colores o sobre

gustos no hay nada escrito, máxime cuando lo que se quiere hacer es escribir sobre el gusto.

Sin embargo, parece oportuno advertir que la belleza de las matemáticas es un tanto especial

pues, por decirlo de algún modo, goza de poca popularidad. En este apartado se va a tratar de

dar pautas para intuir la presencia de esta belleza y, al mismo tiempo, esbozar algunas de las

posibles razones para comprender por qué no es generalmente reconocida.

Una forma habitual de justificar la presencia de belleza en cualquier ámbito es recurrir

a citas de personajes más o menos célebres. En concreto, cuando se trata de las matemáticas,

en los trabajos consultados se cita, casi con unanimidad, a Bertrand Russell y/o a Godfrey H.

Hardy. Las citas que se encuentran con más frecuencia son estas: “Correctamente

contempladas, las matemáticas poseen no solamente la verdad, sino también la suprema

3
belleza” 1 (Russell, 2001, p. 90)2 y “Un matemático, lo mismo que un pintor o un poeta es un

constructor de modelos. Si éstos son más permanentes que otros es porque están hechos con

ideas. Un pintor realiza modelos con formas y colores, un poeta lo hace con palabras [...] Los

modelos de un matemático, al igual que los de un pintor o un poeta deben ser hermosos; las

ideas, como los colores o las palabras, deben ensamblarse de una forma armoniosa. La belleza

es la primera señal, pues en el mundo no hay un lugar permanente para las matemáticas feas”

(Hardy, 2016, p. 75).

No hay duda de que ambos ofrecen muestras de un aprecio estético por las matemáticas,

pero también cuentan con un handicap a la hora de tenerlos en cuenta para justificar la belleza

de la disciplina, que sea su disciplina. Los dos eran matemáticos profesionales. Ambos

contaban con una sólida formación matemática y se intenta hacer una justificación a partir de

la visión de dos convencidos. Incluso Hardy se define desde el título como un apologeta.

Aunque no se deba ignorar su opinión, quizá sea conveniente explorar otros territorios.

Lamentablemente, las citas procedentes de personajes externos son mucho más escasas

y endebles. Le Lionnais (1962) cita al poeta Novalis diciendo que “El verdadero matemático

es entusiasta “per se”. Sin entusiasmo no hay matemáticas” (p.464). Es de agradecer que

Novalis dirija su pensamiento hacia los matemáticos, pero queda la sensación de que la podría

haber dedicado a los jardineros, a los profesores o a los músicos. La afirmación se puede aplicar

a cualquier ámbito, y resulta poco convincente considerar el amor al propio trabajo como

1
Continúa la cita: “una belleza fría y austera, como aquella de la escultura, sin apelación a ninguna parte de

nuestra naturaleza débil, sin los adornos magníficos de la pintura o la música, pero sublime y pura, y capaz de una

perfección severa como sólo las mejores artes pueden presentar. El verdadero espíritu del deleite, de exaltación,

el sentido de ser más grande que el hombre, que es el criterio con el cual se mide la más alta excelencia, puede

ser encontrado en la matemática tan seguramente como en la poesía.”

2
Ver el Apéndice para una justificación de la literalidad aquí expuesta de esta cita.

4
fundamento de peso para establecer el valor estético del mismo. Durán (2009) alude a lo que

parece ser otra traducción de la misma cita que mejora, levemente, la situación: “El verdadero

matemático es un gran entusiasta porque las matemáticas son puro entusiasmo” 3(p. 109). Al

cambiar el sujeto del entusiasmo es posible comenzar a pensar en las matemáticas como algo

más digno de aprecio general.

Por su parte, Amster (2004) alude tangencialmente a Jorge Luis Borges y a Edgar Allan

Poe y, con más contundencia, a Fernando Pessoa con esta cita: “El Binomio de Newton es tan

hermoso como la Venus de Milo; lo que pasa es que muy poca gente se da cuenta”(p. 18) 4. En

una línea parecida se expresa Yoko Ogawa (2013) cuando pone en boca del protagonista de su

novela esta sentencia “Es igual de difícil expresar la belleza de las matemáticas que explicar

por qué las estrellas son hermosas” (p. 32). En todo caso aquí sí que hay un salto cualitativo

importante, pues ésta es una novela destinada al público general escrita por una autora con

conocimientos elementales de matemáticas y cuyo hilo argumental gira en torno al aprecio de

un profesor por una ecuación, tratando de hacer inteligible esta pasión.

No obstante, resulta frustrante constatar la escasez de citas procedentes de notables

ajenos al trabajo matemático, lo que nos puede llevar a concluir (precipitadamente) que las

matemáticas (y su belleza) son un asunto exclusivo de matemáticos. Más que belleza

propiamente dicha, entonces, se podría decir que lo que hay es un cierto afecto por el trabajo

al que se ha consagrado una vida, o una parte de ella. Por tanto, se trataría de una creación a la

que se otorga una extrema belleza, desde el aprecio que se le profesa al estar embebido en ella,

3
Al autor le ha resultado imposible encontrar la cita original para, con ello, tratar de aclarar las posibles

interpretaciones de la cita.

4
En la misma línea P. Lockhart (2008), este sí matemático, argumenta: “Ante todo es necesario entender que las

matemáticas son un arte. La diferencia entre las matemáticas y el resto de las artes, como la música y la pintura,

es que nuestra cultura no las reconocen como tal.”

5
dentro. Desde esta postura también se puede estar tentado de calificar a quienes no la aprecien

como gente poco preparada y, por tanto, incapaz de siquiera vislumbrar su valor estético,

cuestión con la que no se puede estar de acuerdo como se verá más adelante.

Pero hay, al menos, dos razones para no poner aquí punto final a este trabajo. La primera

es que, aunque no sean legión, es posible encontrar no matemáticos que manifiestan poder

disfrutar de esta belleza. La segunda es el énfasis que ponen los matemáticos en su defensa.

Este énfasis por sí solo no bastaría, pero sin duda haría necesario argumentar profundamente

la justificación de su inexistencia, cuestión, por otra parte, inabarcable para un creyente5. Por

tanto, en adelante se supondrá que esta belleza existe y se procurará mostrar que no es producto

de los desvaríos de unos quijotes ante su Dulcinea.

Pero entonces, ¿por qué esta belleza es tan poco apreciada fuera de las matemáticas?

Buscando respuestas a esta cuestión Durán (2001) sostiene que “la razón principal que

dificulta la apreciación de la belleza en los razonamientos matemáticos es la falta de un sentido

apropiado para aprehender las estructuras de ideas donde radica” (p.336), justificando que el

sentido de la vista es, por sí mismo, capaz de evaluar la belleza en la pintura, del mismo modo

que lo hace el sentido del oído con la música. Frente a esta capacidad de captar la belleza

inmediata coloca al hecho literario ‒que no se duda en calificar de arte‒, en el que “el cerebro

debe hacer una cierta labor de análisis” (p.339) para apreciar la belleza. El objeto estético

literario se considera “constituido de significados y estos no son percibidos sensorialmente,

son, por contra, producto de un esfuerzo, más o menos intenso, del pensamiento” (p.339).

Un segundo elemento que pone en juego es el desconocimiento del desarrollo histórico

de una disciplina. Así observa que el conocimiento la evolución de las formas escultóricas

mejora la apreciación de éstas como obras de arte, de este modo propone que el conocimiento

5
El autor

6
de la historia de las matemáticas “puede ayudar a apreciar el valor estético de los razonamientos

matemáticos de manera parecida a como lo hace la historia del arte con la escultura. [cursiva

añadida]” (Ibid, p.351)

De forma semejante, Landart (2015) afirma que “nadie defendería que [la belleza en la

literatura en prosa] reside en los trazos físicos que leemos sobre el papel. [...] La poesía aún

mantiene el resquicio importante de lo sensorial en el ritmo, la rima y el sonido de los versos;

pero la prosa, la bella prosa, está casi completamente disociada de la percepción sensorial”

(p.7) y un poco más adelante confirma que

los objetos matemáticos, las ideas y teoremas, se contemplan mediante su recepción por

una mente racional. No mediante un acto perceptivo, como en las obras de arte o de la

naturaleza, sino discursivo; pero por lo demás, la autonomía del receptor, sus vivencias

previas, su sensibilidad son imprescindibles. [cursiva añadida] (p.19)

También Bell (2015) busca las razones de la aversión del público en general por las

matemáticas, cosa que ocurre mucho menos frecuentemente con la música. Así considera que

la impopularidad de las matemáticas parte principalmente del hecho de que la belleza de

las matemáticas reside casi exclusivamente en el terreno de lo inteligible: por ello se les

considera como “secas” y “difíciles”. Desde esta consideración la música, que está repleta

de belleza sensible, nos ofrece un sorprendente contraste. La actividad musical involucra

a tres clases de personas que se solapan pero son esencialmente distintas: compositores,

intérpretes y oyentes. Los compositores e intérpretes responden juntamente a las bellezas

sensibles e inteligibles de la música, mientras que la mayoría de los oyentes únicamente

responden a la belleza sensible. En las matemáticas (serias), por otro lado, estas tres

categorías colapsan en una. Y eso que las matemáticas no son intrínsecamente más difíciles

que la música, al menos en lo correspondiente a la adquisición de la técnica. Matemáticos

y músicos se esfuerzan de forma similar en desarrollar y perfeccionar sus técnicas. La

7
diferencia está en que el esfuerzo del músico (intérprete) por perfeccionar su técnica

finalmente está coronado por el éxito popular: no importa cuánto de difícil es tocar una

sonata de Beethoven, un capricho de Paganini, o dejarse llevar por una improvisación de

jazz, un oído no instruido puede disfrutar escuchándolo, y reaccionar a la belleza de la

pieza, a pesar de no tener ni la más remota idea de cómo tocarla. En contraste, la belleza

de la mayoría de las creaciones matemáticas es únicamente apreciada por aquellos

matemáticos que son capaces, como los intérpretes musicales, de recrear el trabajo

matemático. [cursiva añadida]” (p.178)

Su método particular para tratar de paliar esta falta de popularidad es intentar transmitir

su belleza en la enseñanza a niveles elementales, presentando ejemplos de teoremas

matemáticos bellos cuyo significado se pueda captar fácilmente. Aquí, Russell (2001) va un

paso más allá, pues propone que “En geometría [...] debería instruírsele [al estudiante] en las

demostraciones de teoremas que a primera vista parecen asombrosos y pueden verificarse

fácilmente mediante dibujos” (pp.92-93). Esto es, si para Bell basta con mostrar los enunciados

de los teoremas, Russell entiende que es necesario presentar tanto el enunciado como la

demostración.

Se parte, pues, en desventaja por no tener ese entrenamiento que debería proporcionar

la enseñanza elemental, secundaria e incluso universitaria. “Las matemáticas deberían ser

enseñadas como arte por el arte” (p.746), lamenta Lockhart (2008), quien también incluye este

delicioso diálogo a la galileana:

SIMPLICIO: ¿Pero no opinas que, si las clases de matemáticas se hiciesen más como las

de arte, la gente no aprendería nada?

SALVIATI: ¡No están aprendiendo nada ahora! Mejor no tener clases de matemáticas en

absoluto que hacer lo que se está haciendo ahora. Al menos algunos tendrán la oportunidad

de descubrir algo bonito por sí mismos. (pp. 746-747)

8
Durante la etapa escolar el alumno escribe cuentos, dibuja y colorea láminas, toca

instrumentos y moldea barro, todo ello con mayor o menor virtuosismo. Sin duda, estas

vivencias previas ayudan a decodificar estas artes o, al menos, a no presentarse desnudo ante

ellas, valorando la dificultad intrínseca de la producción artística. Sin embargo, lo más

interesante que se hace de matemáticas es operar con números (casi) carentes de significado.

En clase de matemáticas, el alumno participa de un juego en el que “cuando es capaz de obtener

la respuesta que espera el profesor, cree que ha dominado las dificultades de la materia”

(Russell, 2001, p.94), aunque lo más probable es que no haya comprendido nada.

Habitualmente “se le da al chico o chica un conjunto de reglas que no se presentan como

verdaderas o falsas, sino que están simplemente a la voluntad del profesor, a la forma en que

éste, por alguna razón insondable, prefiere que se desarrolle el juego” (Russell, 2001, p.92).

Pareciera que se quiere ocultar la belleza, al modo en el que, como veremos en el

siguiente apartado, los matemáticos profesionales esconden su condición humana en los

trabajos de investigación, presentando las matemáticas como algo frío y acabado, a lo que, en

el mejor de los casos, uno se acostumbra.6

Sin duda queda mucho por hacer para mejorar la educación matemática, pero ese no es

el objetivo de este ensayo. De lo dicho hasta aquí se puede concluir que, de cara a generalizar

el aprecio de la belleza en las matemáticas, convendría dotar al público de un conocimiento

diferente al usual de ellas, una preparación que permita tener unas vivencias previas, basadas

en la recreación del trabajo del matemático. Seguramente si añadimos unas pinceladas de

evolución histórica de las matemáticas, se será aún más capaz de disfrutar de los encantos de

esta disciplina. Mientras tanto hay motivos para indagar en el lugar donde reside la belleza

matemática, por más que permanezca oculta para muchos. Adelante.

6
En este sentido se entiende la advertencia de J. Von Neumann a uno de sus estudiantes “Joven: en la Matemática

uno no entiende las cosas, sólo se acostumbra a ellas” (Citado en Amster, 2004, p.9)

9
Sobre las producciones matemáticas
Donde se expone cómo es el producto del trabajo matemático (profesional, se entiende)

“No entendíamos nada o muy poco, pero nos encantaba no entender

porque no entender era una forma de prestigio. Los simples lo entendían

todo a la primera.”

Del Molino, 2017, pp. 129-130

Ahí está. Una escultura acabada: El profeta de Pablo Gargallo, lanzando su verdad

desde sus vacíos en bronce. Un final que oculta un proceso, desde la idea al boceto, desde el

boceto al yeso, del yeso a la fundición y de allí, al acabado final. Se puede admirar sus más de

dos metros en el centro de un patio de un palacio renacentista y deleitarse en su expresión, en

el bronce y en el hueco esculpido que el visitante (con su imaginación) rellena para completar

la forma sobre el fondo. Gargallo, en su forma de esculpir, consigue introducir un cambio en

el repertorio, una nueva disposición proclamando a los cuatro vientos que hay otra forma de

hacer escultura sobre un paisaje macizo. Esta nueva forma de hacer se distingue bien de las de

Rodin, Miguel Ángel o el autor de la Venus de Milo, pero con la diferencia de que no las anula,

simplemente explora otro camino, otra disposición, que modifica el repertorio.

En los mismos años 30 del pasado siglo, se está produciendo en Europa un debate sobre

los fundamentos de las Matemáticas. Tras una guerra intelectual por sentar sus bases bien en la

lógica, bien en la intuición o bien en el formalismo, resultará victorioso este último, cerrando

el paso a cualquier otra forma de proceder. La consecuencia es que ahora toda la matemática

será transformada en formalista.7

7
Por hacer una analogía, imaginemos que hubiera tenido lugar un debate sobre si las esculturas verdaderas son

las hechas de bronce, mármol o cartón, y se decide que la verdadera escultura es la que se hace, por ejemplo, en

10
Tras (casi) un siglo de matemática axiomática y formalista vivido desde entonces, es

posible que no haya otro campo en el que lo repertorial tenga tanta fuerza, tanta tendencia “a

la coherencia y a la complección” (Claramonte, 2016, p.34) dejando muy poco espacio para lo

disposicional, para el cambio.

Los libros de Matemáticas Superiores o los apuntes que recogen los alumnos en las

facultades responden a un modelo en el que la forma habitual de presentar las matemáticas es

como algo acabado, pétreo. Se comienza con unas definiciones, que hacen presentes unos

conceptos matemáticos, para los cuales es posible demostrar algunas propiedades a las que

llaman teoremas y que, a veces, dan cuenta de algunos ejemplos y algunas herramientas que

pueden ser de utilidad para los de ahí abajo: físicos, químicos, biólogos o incluso ingenieros y

otros individuos de los que buscan el contacto con el mundo real.

Este modelo es reducible a un esquema como este:

Definición

Teorema

Demostración

Ejemplos

Aplicaciones
Gráfico 1: Esquema de las matemáticas académicas

bronce y, como consecuencia de ello, se rehacen todas las esculturas utilizando este material, destruyéndose

(olvidándose) el original.

11
Para las publicaciones de investigación ocurre algo similar, pero se acorta en lo

accesorio el esquema. Como comentan Davis y Hersch (1989) en su hiperbólico relato del

Matemático Ideal.

En ellos [sus escritos publicados] apila formalismo sobre formalismo. A tres páginas de

definiciones siguen siete lemas y, por fin, un teorema, cuyas hipótesis requieren media

página, y cuya demostración se reduce en esencia a “Aplíquense los lemas 1-7 a las

definiciones A-H”. Obedecen sus escritos a un convenio inquebrantable: ocultar todo signo

indicativo de que el autor que lo ha escrito, o el lector al que va destinado, sean humanos.

(p.42)

El esquema que se obtiene es el anterior, pero reducido, liberado de toda exterioridad

que pueda distraer:

Definición

Teorema

Demostración
Gráfico 2: Esquema de las matemáticas de los artículos de investigación

Volviendo a Davis y Hersh (1989):

Los lectores a los que va destinado el trabajo (unos doce en total) saben cómo descodificar

la presentación formal [...] y ver lo que el autor hace, y por qué lo hace. Pero para el no

iniciado, el artículo es un arcano que jamás desvelará su secreto. (p.42)

Y un poco más adelante:

12
Muchas veces se olvida, de puro evidente, que el trabajo matemático [...] le resulta al

observador exterior un fenómeno misterioso y casi inexplicable. [...] A un observador

externo (los matemáticos) le parecen comprometidos en esotérica comunión consigo

mismos y la pequeña cofradía de sus amigos8. (p.47)

Así, estamos ante unas matemáticas convertidas “en asunto privado de una corporación

que, con más o menos opacidad y benevolencia, se arroga el derecho de administrar las

extensiones de ese repertorio ahora expropiado y convertido en rehén del grupo de expertos o

poderosos que sea.” (Claramonte, 2016, p.48)

Matemáticas para matemáticos. Este es el erial en el que hay que encontrar la belleza9.

Debemos encontrar, encontraremos10.

8
En este sentido Durán (2009) indica que “este austero estilo, que ahora permanece en matemáticas

puede ser uno de los legados menos felices de Gauss” (p. 173)
9
Y por ello no es extraño que Landart titulara su ensayo como “La belleza escondida” y que este asunto

(el de la dificultad para apreciar la belleza de las matemáticas) esté presente con diversa amplitud en

buena parte de las obras consultadas.


10
Parafraseando el célebre epitafio de David Hilbert, padre de la matemática axiomática: “Debemos

saber, sabremos” (Wir müssen wissen, wir werden wissen)

13
Sobre la elaboración de los productos matemáticos
Donde pretendemos mostrar cómo elabora realmente el matemático su trabajo

Quizá la mejor manera de describir mi experiencia de hacer matemáticas

sea imaginar que entras en una mansión oscura. Entras en la primera

habitación y está oscuro, completamente oscuro. Tropiezas y chocas con

los muebles, pero al mismo tiempo vas aprendiendo dónde está cada

cosa. Al final, tal vez al cabo de meses, encuentras por fin el interruptor

de la luz, lo pulsas y, de repente, ¡Todo está iluminado y puedes ver

exactamente dónde estás!

A.Wiles, citado en Albertí (2011) p.143

Que las matemáticas contemporáneas se presenten en la forma descrita en el apartado

anterior, no quiere decir que siempre haya sido así, ni que sea la forma en la que el matemático

profesional elabora su trabajo. De la misma manera que el escultor moldea y cincela,

cambiando la expresión del material, o el escritor busca una palabra y corrige su texto, el

matemático también elabora su obra antes de darle la forma final. Esto es, el producto final no

es sino la culminación de su trabajo y no un diario, una derrota en la que se mostraran enfoques

fallidos y caminos erróneos para dar con la estrategia que lleva a la demostración final que

plasma en su artículo.

Para comprender la forma en la que hace su trabajo el matemático, se va a seguir la

obra de Lakatos (1978). Se partirá del Gráfico 1, y se eliminarán las aplicaciones, por resultar

de algún modo externas a las matemáticas. De este modo se puede curvar el esquema

obteniendo otro más humano con el que progresar:

14
Ejemplo

Teorema Definición

Demostración

Gráfico 3: Proceso de creación matemática (versión preliminar)

Tras estos objetos (Ejemplo, Definición, Demostración y Teorema) es posible observar

que hay cuatro acciones (Observación, Intuición, Explicación y Conjetura11) que actúan como

motor del avance de las matemáticas. Cada una de estas acciones impulsa, principalmente, la

acción de los matemáticos sobre uno de los objetos, como se indica en el siguiente gráfico. Así,

la observación será la fuente de nuevos ejemplos. La intuición, permite dar con la esencia que

se plasmará en las definiciones. Una conjetura lleva a conocer la forma en la que se comporta

lo definido y que se plasmará en un teorema si se puede explicar mediante una demostración

lo correcto de nuestra presunción. El esquema queda ampliado de la siguiente forma:

11
Aquí, por rigor estético procedería cambiar “conjetura” por “presunción”, pero la palabra “conjetura” tiene

suficiente tradición en matemáticas como para imponerse a una rima.

15
Observación

Ejemplo
Intuición

Teorema Definición

Conjetura
Demostración

Explicación

Gráfico 4: Proceso de creación matemática (versión intermedia)

Para completar el campo, hay que incorporar unos términos y unos axiomas o primeros

principios indemostrables que se asumen como verdaderos, así como unas reglas de juego. Los

términos y los axiomas cuentan con su propia acción, la depuración. Por último, las reglas del

juego son las de la lógica, que cuenta con sus propios términos y axiomas, pero para los

propósitos de este ensayo lo más conveniente es no complicarlo más.

Leyes Lógicas

Depuración
n

Términos
y
Axiomas

Gráfico 5: Proceso de creación matemática (versión final)

16
A la vista de este esquema, ya se puede elaborar el relato de la forma de trabajar del

matemático profesional12. Todo comienza con la observación de uno o varios ejemplares de

objetos a los que se quiere domar, de los que se quiere conocer algo más de ellos, de cómo se

comportan en relación con otros objetos de su alrededor, de lo que hacen13. Mediante una

primera intuición se trata de captar su esencia a través de una definición y presumiendo un

comportamiento que se plasma en una conjetura. Finalmente se encuentra una demostración

para la conjetura, que explica el comportamiento de los objetos definidos y, a ese

comportamiento, lo llamamos Teorema.

Ni que decir tiene que este proceso no es ni mucho menos lineal 14. Unas veces se va

hacia adelante y otras hacia atrás, pero también admite movimientos hacia adentro y hacia

afuera, según se intente restringir o generalizar el resultado con nuevas observaciones,

ejemplos y contraejemplos que llevan a precisiones o ampliaciones en la definición. Por otro

lado, las dificultades en la búsqueda de la demostración pueden modificar la definición o la

conjetura o ambas. También al revés, la presencia de una demostración, puede hacer necesario

12
Y que podría ser útil para la elaboración de una forma de proceder en clase de matemáticas elementales a fin

de recrear las vivencias. En esta línea argumentan Davis y Hersh (1989) “El desconcierto inicial que provoca en

los alumnos la presentación, no de un problema fijo a resolver, sino de una situación abierta, con posibilidades de

hacer descubrimientos, es superable y tiene que serlo. Los mejores alumnos experimentan entonces una sensación

de alborozo y libertad, pues son ellos quienes controlan el material que se está manejando.” (p. 216)

13
No es objeto de este trabajo discutir el controvertido asunto del estatuto ontológico de los objetos matemáticos.

Para una justificación más extensa de lo que se quiere decir con este hacen, puede verse p. ej. Gowers (2008), pp.

35-60.
14 Como se ha indicado, un desarrollo mucho más preciso de la forma de avanzar las matemáticas, que se

presenta aquí muy resumido, puede encontrarse en Lakatos (1978)

17
buscar otra que sea mejor (por ejemplo, más explicativa15, pero también más bella), o bien

modificar las hipótesis del teorema, generando una nueva conjetura, o bien las propiedades de

los objetos a los que se puede aplicar, actuando sobre la definición.

Por otro lado, el establecimiento de un Teorema, alienta la búsqueda de ejemplos más

interesantes desde algún punto de vista (quizá estético) o bien de nuevos objetos que no

satisfacen la definición y, de los que el matemático volverá a preguntarse por su

comportamiento.

Por su parte, los axiomas parten de un proceso de extracción de la esencia, resultando

ser más un punto final que el punto de partida. A ellos se ha llegado con mucho esfuerzo y, casi

siempre, reelaborando una teoría matemática desde los principios, buscando un origen desde

el que deducir el resto. Hecho ese trabajo, su interés decae y el matemático profesional pocas

veces echa mano de ellos en su labor creativa16.

Por último, cuando los matemáticos llegaron, las leyes lógicas ya estaban allí. “Las

leyes de la lógica son a las matemáticas lo que las de la estructura son a la arquitectura”

(Russell, 2001, p.91). Son utilizadas implícitamente y su interés para la mayoría de los

matemáticos tiende a cero, se incluyen aquí únicamente con la intención de completar el

cuadro.

15
Se dice que hay más de 1000 demostraciones del Teorema de Pitágoras, lo cual es, sin duda, un ejemplo extremo.

No obstante, hay multitud de teoremas con varias demostraciones. Buena parte del trabajo de investigación

matemático consiste en la realización de nuevas (mejores en algún sentido) demostraciones de Teoremas ya

establecidos. Basta con poner en el campo de búsqueda de Google "a new proof of" para darse cuenta de ello.

16
Otro tópico que se sale de las pretensiones de este ensayo es el de si las matemáticas se crean o se descubren.

Un interesante punto de vista al respecto puede leerse en Durán (2011) pp. 26-27.

18
Los objetos matemáticos se engloban en ramas que tienen su propio desarrollo en

categorías17 y/o Teorías, sin que la diferencia entre ambas esté muy clara. A grandes rasgos

podemos distinguir la Geometría y Topología, el Álgebra, el Análisis y la Matemática Aplicada.

Cada una de estas ramas tiene su coherencia interna, sus métodos y problemas tipo, con algunas

de sus categorías/teorías establecidas, delimitadas y, podemos decir, terminadas y otras en

expansión, en crecimiento, incluso con la posibilidad de convertirse en una nueva categoría.

La apariencia es la de “un árbol grande y frondoso, con raíces, tronco, ramas grandes y

medianas, y renuevos18 rotulados de acuerdo con ciertas subdisciplinas. Las matemáticas

forman un árbol que crece en el tiempo.” (Davis y Hersh, 1989, p.31)

En conclusión, el trabajo del matemático es mucho más que su obra acabada, y es en la

riqueza y variedad de los elementos que entran en juego durante su proceso creativo en los que

se encuentra la belleza buscada. Conocer y reconocer este proceso forma parte del punto de

vista adecuado para poder contemplar la belleza en las matemáticas. Pues bien, ya hemos

encontrado el lugar desde el que contemplar las matemáticas. Sigamos.

17
Según Davis y Hersch (1989) en 1868 se reconocían unas 38 subcategorías y más de 3400 en 1979 (pp.37-38)

18
Ramitas sin hojas: twigs en el original inglés

19
Sobre cómo describir la belleza matemática (Aproximación histórica)
Donde haremos un repaso por las palabras que se han utilizado en otros trabajos a la

hora de describir dónde reside la belleza de las matemáticas.

“Así son las matemáticas. Este pequeño cuento es un ejemplo del arte del

matemático: hacer preguntas simples y elegantes sobre nuestras

creaciones imaginarias, y crear explicaciones bellas y satisfactorias”

Lockhart,(2008) p 743

Hardy y Le Lionnais parecen ser los iniciadores del estudio de la estética de las

matemáticas. Al menos es justo reconocer que la mayoría de los trabajos consultados se remiten

a uno, a otro o a los dos. Sin embargo, estos trabajos son muy diferentes. El de Le Lionnais, La

belleza en Matemáticas (originalmente escrito en 1948) es más analítico y en él, aunque el

autor no pretende elaborar una teoría estética de las matemáticas, “aspira a esbozarla” (1962,

p.467). Por ello es un punto de partida obligado en todo intento por aprehender el sentido de la

belleza en matemáticas. Por su parte el trabajo de Hardy (originalmente escrito en 1940)

únicamente trata de defender aquello a lo que ha dedicado su vida: las matemáticas. Desde este

punto de vista Hardy apela más a las emociones, resultando más pasional. Esta pasión que puso

a la defensa de la disciplina, unida a su reconocido prestigio como matemático, han hecho que

su Apología de un matemático sea ampliamente citada, aun cuando no es, ni trata de ser, un

tratado de estética.

A continuación, se analizarán ambos trabajos y los que, a juicio del autor, son

prolongaciones más o menos naturales de ellos. El propósito es descubrir los términos con los

que los diferentes autores tratan de describir la belleza matemática. También se analizarán otros

textos que, sin citar a los anteriores, aportan ideas significativas a la hora de rastrear la belleza

y establecer valores que permitan describirla y aprehenderla.

20
Comencemos por Le Lionnais (1962) quien propone una doble clasificación para su

propósito. Por un lado, divide los trabajos de los matemáticos entre hechos y métodos y, por

otro, considera que la belleza puede ser clásica o romántica sin considerar que estas

clasificaciones sean “un marco absoluto y rígido” (p. 476). Desde esta posición desgrana una

serie de ejemplos de hechos ‒a los que asocia con proposiciones y conceptos‒ frente a los

métodos, que asocia a demostraciones.

La división entre clasicismo y romanticismo se aprecia con mayor nitidez en el nivel

de los métodos. Así una técnica de demostración fecunda, que permite probar numerosos

resultados es calificada como de belleza clásica, mientras que las demostraciones que dependen

de “invenciones inesperadas, a veces hasta de un pasmoso virtuosismo [negrita añadida]”

(p.482) ‒lo que en términos coloquiales se conoce como una idea feliz, sin que por ello

queramos decir que sea una idea casual‒ son las que se consideran románticas.

En el ámbito de los hechos, resulta menos claro, pues en varias ocasiones admite que

lo que en un momento puede parecer bello deja de serlo cuando se tiene muy visto19, o cuando

se comprende su explicación. Incluso parece que el primer ejemplo de hecho romántico que

incorpora al texto, ya no lo considera tal, cuando afirma que “hay que hacer un esfuerzo para

comprender hasta qué punto su descubrimiento intrigó a toda una época.” (p.472). De este

modo, asocia Le Lionnais asocia la belleza a la sorpresa y lo hace en dos vertientes en la

clásica, sorpresa por encontrar sobriedad, poder unificador, orden y simplicidad y en la

romántica, sorpresa por lo diferente, lo extravagante20.

19
“El mismo hecho matemático que nos conmueve la primera vez que lo encontramos, acabará por parecernos

común a la larga”, (Le Lionnais, 1962, p. 468)

20
Resulta interesante explorar la visión de Le Lionnais desde el punto de vista modal. Si se interpreta lo clásico

como lo repertorial y lo romántico como lo disposicional, se puede entender claramente por qué algo que en origen

es romántico, puede pasar a ser clásico (pues pasa a formar parte del repertorio, de lo conocido)

21
En una línea similar argumenta McAllister (2005), al buscar la belleza en los productos

y en los procesos. Entre los procesos incluye “las técnicas de resolución de problemas, métodos

de cálculo, programas de ordenador, demostraciones y cualquier otra operación, algoritmo,

procedimiento y estrategias usadas en matemáticas” (p.17). En los productos relaciona

“números, ecuaciones, problemas, teorías, teoremas, conjeturas, proposiciones de otro tipo,

curvas, patrones, figuras geométricas y construcciones y cualquier otra estructura matemática.”

(p.17)

Entre los términos con los McAllister describe la belleza encontramos la simplicidad,

la riqueza, la simetría y la elegancia, además de los que menciona Hardy, que tendremos

oportunidad de tratar un poco más adelante. Mención especial merece esta última noción de

elegancia, que generalmente se aplica a las demostraciones, por la importancia que se le ha

dado históricamente. El gran matemático húngaro Paul Erdös afirmaba que “Dios tiene un libro

que contiene las demostraciones matemáticas más elegantes. Cuando Erdös encontraba una

demostración que consideraba excepcionalmente elegante, decía que venía «directa de El

Libro»”(McAllister, 2005, p.19)21.

En similares términos se manifiesta Bell (2015), poniendo de nuevo el acento en la

elegancia, la riqueza obtenida desde la simplicidad y la atemporalidad. Relacionado con

esta última, Bell nos habla de la ausencia de libertad creativa del matemático, pues “El

matemático no tiene esa libertad (excepto en la producción de trabajos divulgativos) pues al

final está constreñido por los dictados de la verdad matemática y la demostración” (p.174).

Lockhart (2008) insiste en la simplicidad que asocia a la elegancia, como dice en la

cita que encabeza este apartado. En el caso de las demostraciones nos dice que “Una demos-

21
De hecho, existe “El Libro de las Demostraciones” (Nivola, 2005), compilado por Aigner y Ziegler

homenajeando esta idea de P. Erdös.

22
tración bonita debería explicar, y debería explicar clara, profunda y elegantemente. Un ar-

gumento bien escrito y bien confeccionado debería sentirse como un jarro de agua fría, y ser

un faro que ilumine [negrita añadida]” (p.759)

En la otra tradición se encuentra el trabajo de Hardy (2016). Como ya se ha visto, en

opinión de Hardy, un matemático es un constructor de modelos cuyo material de trabajo son

las ideas. Siguiendo su argumentación, los teoremas matemáticos bellos son serios. “La

seriedad de un teorema matemático no descansa en sus consecuencias prácticas, que son

habitualmente mínimas, sino en el significado de las ideas que enlaza [negrita añadida]”. (p.

78) Posteriormente desarrolla esta seriedad en dos cualidades estéticas intrínsecas, la

generalidad y la profundidad. A estas dos, añade tres capacidades que serán útiles a la hora

de valorar el grado de belleza de una idea, la calidad de lo inesperado, de lo inevitable y la

economía.

El propio Hardy precisó vagamente los términos, así habla de que “una idea matemática

significativa, un teorema matemático serio, debe ser general en cierto sentido de dicho término.

Tales ideas deben integrarse en varios esquemas matemáticos, deben poder ser empleadas en

las demostraciones de teoremas de diversos tipos diferentes” (p.90). Respecto de la

profundidad, el propio Hardy reconoce que es complicado definirla y termina asociándolo a la

dificultad. Así, “las ideas más profundas acostumbran a ser las más difíciles de comprender”

(p.95) y esto ocurre porque, en su opinión, las ideas matemáticas “se hallan agrupadas en algo

así como una serie de estratos” (p.95) relacionándose entre sí “a través de una compleja trama

de relaciones. Cuanto más bajo es el estrato, más profunda (y en general de más difícil

comprensión es la idea)” (p.95). Respecto de las capacidades, Hardy escribió “los

razonamientos toman una forma singular y sorprendente (calidad de lo inesperado), los medios

empleados parecen ser simples si tomamos en consideración el enorme alcance de los

23
resultados (economía), pero no hay forma alguna de eludir las conclusiones (inevitable)”

(p.97).

A estas capacidades, Durán (2011) añade otras dos, el ingenio y la capacidad

iluminadora, que aparecen relacionadas con la profundidad como recoge la siguiente cita “es

característico del ingenio penetrar hasta las ocultas profundidades de las cosas, para extraer de

allí alguna circunstancia o relación significativa que hace que el objeto se presente bajo una

nueva y más clara luz” (p.118).

El trabajo de Landart (2015) toma en consideración dos capacidades más “la vastedad

o sentimiento de lo sublime y el reto intelectual o dificultad” (p.12). Sobre el primero añade

que “algunas ideas matemáticas reflejan poderosamente la vastedad de la que habla Burke, la

vastedad que anonada y deja sin respiración, más allá de toda explicación y nos hace palpar la

sensación de lo sublime”(p.21), y presta atención a lo muy grande, lo infinito, y lo muy

pequeño, lo infinitesimal, afirmando que “el sentimiento estético que percibimos ante ellas es

muy potente y nada tiene que envidiar al de la presencia de lo grandioso y lo sublime en la

naturaleza o en el arte”(p.25).

Respecto del reto intelectual o dificultad, Landart se apoya de nuevo en Burke

afirmando que “otra fuente de grandeza es la dificultad. Cuando una obra parece haber

requerido una fuerza y un trabajo inmensos para llevarse a cabo, la idea es grande” (p.41).

Todo este enfoque derivado de la obra de Hardy pone el centro de atención en los

teoremas y sus demostraciones, lo que deja fuera muchas otros hechos y métodos del quehacer

matemático que pueden albergar goce estético, como se mostrará más adelante en la segunda

parte dedicada a la práctica, a los ejemplos.

Por su parte, Davis y Hersh (1989) afirman que

se han hecho tentativas de análisis y aislamiento de los componentes de la estética

matemática: la alternancia de tensión y alivio, la materialización de las expectativas,

24
la sorpresa producida por la percepción de relaciones inesperadas o de elementos

de unificación no sospechados, el sensual gozo visual, el placer que produce la

yuxtaposición de lo simple y lo complejo, de libertad y de sujección, y, evidentemente,

el generado por todos los demás elementos estéticos familiares en las artes: armonía,

equilibrio, contraste, etc. [negrita añadida]” (pp.130-131).

Ciertamente, hubiera sido deseable siquiera exponer una idea más amplia de lo que se

quiere decir con cada uno de estos términos. Sólo se encuentra en el libro el desarrollo de uno

de ellos, cuando hablan de que “La unificación, que consiste en el establecimiento de

relaciones entre objetos aparentemente diversos, es a un tiempo una de las grandes fuerzas

motrices de las matemáticas y una de las más caudalosas fuentes de satisfacción estética.”

(p.151)

Gowers (2008) dedica un par de párrafos al tema de la belleza y vuelve a repetir el

efecto de la sorpresa a la hora de valorar la belleza de las demostraciones, que deparan placeres

“con revelaciones repentinas, ideas inesperadas aunque naturales, e indicios enigmáticos

de que todavía queda algo por descubrir. [negrita añadida]” (p.84)

Por último, Rota propone una teoría diferente para abordar la belleza al decir que “Ellos

[los matemáticos] dicen que un teorema es bello cuando quieren decir que el teorema es

iluminador”(p.13), considerando el “el término “belleza matemática” [...] es un truco que los

matemáticos han ideado para evitar encarar el lioso fenómeno de la iluminación.”(p.13)22. Si

bien se puede compartir que la iluminación es fuente de belleza, no creemos que toda belleza

proceda de dicha iluminación. Por otro lado, el texto aporta una nueva lista de objetos

susceptibles de ser bellos: “Teoremas, demostraciones, teorías matemáticas completas, un

pequeño paso en la demostración de un teorema y definiciones” (p.3), ampliando (como ya

había hecho McAllister) el catálogo habitual. Más adelante, añade al catálogo los axiomas. Y,

22
“enlightenment” en el original en Inglés
25
para terminar, presenta una gran variedad de ejemplos no triviales de objetos matemáticos que

considera bellos. Hasta aquí, lo más frecuente era poner ejemplos de corte básico, con la

intención de que pueda ser apreciado por el lector no entrenado.

Antes de terminar el apartado, se sugiere un descarte23, el gozo intelectual, entendido

como el que se produce en el instante de la comprensión y que, resumidamente, se puede

interpretar como el momento !Eureka¡, recordando la famosa anécdota arquimediana. Éste, se

interpreta como un estallido de satisfacción, experimentada cuando se ha obtenido una solución

después de una larga lucha mental, como el júbilo del montañista cuando finalmente llega a la

cumbre. No se descarta en absoluto su presencia e importancia en el “proceso general de

adquisición de nuevo conocimiento” (Wagensberg, 2007, p.16), pero sí de la componente

estética de este gozo o, mejor dicho, de su importancia a la hora de evaluar estéticamente el

producto matemático.

Por tanto, hemos encontrado un gran número de valores que han sido utilizados para

describir la belleza de las matemáticas. En el siguiente apartado intentaremos llevar a efecto

una clasificación/reducción de los mismos, de modo que la aplicación de estos valores resulte

más manejable, máxime teniendo en cuenta que podremos encontrar belleza en casi cualquier

parte de las matemáticas.

23
Se incluye aquí únicamente porque en los primeros momentos de preparación de este trabajo se consideró que

iba a tener un papel principal.

26
Sobre cómo describir la belleza matemática (Conclusiones)
Donde expondremos nuestra tabla particular de valores que aplicar a los objetos

matemáticos

“–Cuando yo empleo una palabra –dijo Humpty Dumpty con el mismo

tono despectivo–, esa palabra significa exactamente lo que yo quiero que

signifique, ni más ni menos.

–La cuestión es saber –dijo Alicia– si se puede hacer que las palabras

signifiquen cosas diferentes.”

Carroll, (2003), pp. 185-186

En lo escrito hasta aquí se han enumerado una gran cantidad (y variedad) de adjetivos

con los que tratar de hacer objetiva la belleza en las matemáticas. Los distintos autores han

apelado a muy diversas propiedades para tratar de exponer aquello que debe formar parte de

un objeto matemático para que resulte bello en algún sentido. No obstante, es posible encontrar

nociones comunes entre la variedad de adjetivos propuestos, agrupándolos y clasificándolos en

campos más amplios que permitan manejarse y expresarse con mayor sencillez. De esta

manera, se obtienen cuatro valores básicos que permiten evaluar la presencia de la belleza. Los

mencionados en apartado anterior quedan, por tanto, a modo de subvalores, que actúan a modo

de precisiones, de formas de ser, de significados del valor principal. Se procede así por

manejabilidad, pues, de otro modo, la proliferación de valores haría que se perdiese el sentido

de las nociones básicas en las que radica la belleza en matemáticas. Estos cuatro valores básicos

son la elegancia, la fecundidad, la profundidad y la sorpresa, que se exponen a continuación

recogiendo las diversas formas en las que se presentan.

Elegancia. Es la categoría básica y más reconocible. Parece que hay acuerdo en todos

los autores en percibir la elegancia como fuente de belleza. De algún modo, es la cualidad a la

que se refiere Russell cuando habla de la “belleza fría y austera” (2001, p.90) de las

27
matemáticas. Recoge aspectos como la seriedad, sobriedad, simplicidad y economía, así como

el orden, el equilibrio y la armonía y la atemporalidad, entendida como la idea de permanencia

e incorruptibilidad.

Profundidad. En una primera acepción se asocia la profundidad con el ingenio, el

virtuosismo asociado a la dificultad de un reto intelectual. Pero admite otras acepciones, como

el defendido por Hardy como poder unificador (2016, p.95), que pone en relación dos estratos

aparentemente no conectados. Un tercer aspecto de la profundidad es la vastedad, que recoge

toda la abstracción asociada al concepto de lo muy grande ‒lo infinito‒ y lo muy pequeño ‒lo

infinitesimal.

Fecundidad. Es propuesta en primer lugar por Hardy y se observan en ella dos

vertientes, según se aplique a los hechos-productos, donde puede interpretarse como la riqueza

obtenida desde la simplicidad. Aplicada a métodos-procesos, lo que Hardy llama generalidad.

Sorpresa. Donde se recoge lo inesperado dentro de lo inevitable, que no es sino otra

cara de la yuxtaposición entre la libertad y la sujeción, que es capaz de mostrar relaciones y

revelaciones inesperadas capaces de dar luz, de iluminar, de explicar aquello que tenía

apariencia de no poder ser.

Ya con estos valores, podemos pasar a la práctica y ver cómo se aplican sobre los

elementos del esquema expuesto en el gráfico 5, lo que permitirá precisar el significado de cada

uno de ellos, aplicándolo a objetos concretos. Este será el objetivo de la parte segunda de este

ensayo.

28
Parte II: Práctica
Donde se exponen algunos de los objetos matemáticos bellos, proponiendo el tipo de

belleza que representan.

“Los hechos no pueden restringir el derecho de la razón a tratar de

cualquier objeto cuya belleza lo haga parecer digno de consideración”

Russell, 2001, p.102

En esta parte se realizará un repaso a lugares que son considerados particularmente

bellos y, en cierto sentido, paradigmáticos de los valores recogidos en la parte anterior. A pesar

de que en la mayor parte de los trabajos mencionados se procura contar con ejemplos más o

menos triviales desde el punto de vista matemático (con el objetivo de que hacerlos entendibles

por un mayor número de lectores), no será ese el criterio que se seguirá aquí. Del mismo modo

que no resulta posible mostrar la belleza literaria basándose exclusivamente en la literatura

infantil, tampoco puede ser posible hacer lo propio con la belleza matemática apelando a

afirmaciones escolares.

Para esta muestra de belleza la opción escogida es describir tres itinerarios matemáticos,

que van desde cuestiones más o menos sencillas a otras más elevadas. Esta selección es

totalmente personal (no puede ser de otro modo). Con toda seguridad, se podrían elaborar otros

que se adaptaran más a otros gustos. En ésta hay mucho peso del Análisis y de la Teoría analítica

de números que, por otro lado, constituyen el Occidente24 del autor.

24
Ver la cita de comienzo de este trabajo.
29
Itinerario 1: De los números primos a la Hipótesis de Riemann

“En cuanto hube comprobado que el 2311 era un número primo, guardé

el papel de los apuntes en el bolsillo y volví a las tareas de limpieza. El

hecho de saber que el frigorífico tenía un número primo como número de

serie, suscitó en mí gran cariño por el aparato: valiente, insobornable,

desapegado del bajo mundo. Así me lo parecía a mí.”

Ogawa, 2013, pp.184-85

Antes de conocerse el infinito y, por supuesto, de domarlo, ya se hablaba de la existencia

de una cantidad inmensamente grande de primos. En el libro IX de los Elementos de Euclides

se encuentra la proposición 20 enunciada así:

“Hay más números primos que cualquier cantidad propuesta de números primos.”

(Euclides, 1994, p.226)

Actualizada al lenguaje del siglo XX, esta proposición aparece en la literatura

matemática como “existen infinitos números primos”. Su demostración es un bello ejemplo de

la fecunda técnica conocida como reducción al absurdo. En este tipo de demostraciones se

comienza suponiendo que aquello que se quiere demostrar es falso, obteniendo al final una

contradicción con la que afirmar que la hipótesis es cierta. Toda la demostración se hace bajo

cierta tensión, una sensación de estar jugando con fuego y por ello al final se obtiene la sorpresa

(y el premio) de tener el resultado. Sin duda se trata de un esquema realmente fecundo y que

se utiliza a lo largo y ancho de la matemática, en demostraciones que concluyen generalmente

con la sutil aparición de una aporía, una contradicción salvadora con la que concluimos esa

expedición por los territorios de lo falso. En palabras de Hardy, “la reducción al absurdo, que

a Euclides le gustaba tanto, es una de las mejores armas de un matemático. Este gambito es

mejor que cualquier gambito de ajedrez, pues un jugador de ajedrez puede ofrecer el sacrificio

30
de un peón o incluso de otra pieza, pero un matemático ofrece la partida.” (2016, p.83). La

demostración de la existencia de infinitos números primos puede hacerse como sigue25:

O bien hay un número finito de números primos, o bien son infinitos. Supongamos que

hay sólo un número finito y los multiplicamos todos para obtener el número 𝑛 = 2 · 3 · 5 · 7 …

Entonces, 𝑛 + 1 es mayor que cualquiera de los factores de 𝑛 y no es primo, luego uno de los

factores de 𝑛, tiene que ser también factor de 𝑛 + 1. Pero, en ese caso el número (𝑛 + 1) −

𝑛 = 1 tendría el mismo factor, lo cual es una contradicción que parte de suponer que hay un

número finito de primos. Por tanto, hay infinitos números primos. Q.E.D.26

Como puede verse, los números primos han preocupado a los matemáticos desde la

antigüedad. Eratóstenes de Cirene (casi contemporáneo de Euclides) ideó un método para

encontrar los números primos menores que uno dado. La idea consiste en colocar estos números

en una tabla e ir marcando aquellos que no son primos en orden: primero se marcan todos los

múltiplos de 2. El número más pequeño que no está marcado es el 3. Ahora marcamos todos

sus múltiplos. El siguiente número más pequeño que queda sin rodear es el 5. Marcamos todos

sus múltiplos y así sucesivamente. Aquellos números que queden sin marcar son los números

primos. El ejemplo es un procedimiento de algoritmo, de conjunto de instrucciones concretas

que aseguran la consecución de un trabajo. Este tipo de instrucciones son apreciadas en

matemáticas, pues permiten realizar una tarea compleja sin más que dividirla en pequeños

pasos más simples que se pueden repetir una y otra vez. Rutinas simples y elegantes27 que dan

25 La aquí expuesta sigue, más o menos libremente, la expuesta en Polster, 2006, p. 36.

26 Abreviatura latina de quod erat demostrandum (como queríamos demostrar), con la que se terminaban las

demostraciones en los textos clásicos (en latín)

27 Notar que la belleza reside en la existencia del algoritmo, más que en la aplicación práctica del mismo que a

la mayoría nos podría parecer simplemente tediosa y que, por cierto, suele estar incluida entre los ejercicios de

los libros de Matemáticas de Secundaria.

31
con la solución final. Pero aún hay más. Pues para obtener la lista completa no tengo que llegar

hasta el final. Es sencillo darse cuenta de que, una vez que se llega a la mitad del cuadro, no es

necesario seguir, pues sus múltiplos ya quedan fuera. Con un poco más de esfuerzo, podemos

demostrar que no es necesario llegar tan lejos. Para calcular los números primos entre 1 y 𝑛,

basta con aplicar el algoritmo de Eratóstenes hasta √𝑛 . Por tanto, el trabajo queda terminado

mucho antes de llegar a la mitad del camino. Belleza por economía28, por cierto muy apreciada

en computación, pues permite reducir la necesidad de cálculo en los ordenadores. Los números

primos menores que 200 son los que quedan en blanco en la siguiente tabla. Recordar que para

calcularla basta con repetir el proceso descrito por Eratóstenes para los primos menores que

√200, o sea hasta el 13:

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40
41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60
61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80
81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 100
101 102 103 104 105 106 107 108 109 110 111 112 113 114 115 116 117 118 119 120
121 122 123 124 125 126 127 128 129 130 131 132 133 134 135 136 137 138 139 140
141 142 143 144 145 146 147 148 149 150 151 152 153 154 155 156 157 158 159 160
161 162 163 164 165 166 167 168 169 170 171 172 173 174 175 176 177 178 179 180
181 182 183 184 185 186 187 188 189 190 191 192 193 194 195 196 197 198 199 200
Ilustración 1: La criba de Eratóstenes

Como puede verse no hay un patrón apreciable que indique dónde aparecen los números

primos. A veces aparecen dos seguidos29 ‒como el 137 y el 139‒ y luego hay 9 números que

no son primos, o 17 números seguidos30 que no lo son (entre el 110 y el 126).

28 Muy apreciada en computación, donde este tipo de atajos son muy utilizados para reducir el número de

cálculos que tiene que hacer un procesador para realizar una tarea.

29
Lo que se conoce como “primos gemelos”. Una cuestión abierta es si existen infinitos pares de primos gemelos,

habiéndose encontrado primos gemelos de alrededor de 400000 dígitos.


30 De hecho, resulta sencillo encontrar una cantidad cualquiera de números consecutivos todos ellos compuestos

(no primos)

32
Una vez resuelto que hay infinitos ‒y un algoritmo para encontrarlos‒ a los matemáticos

les surgió la pregunta de cómo están distribuidos, de cuánto de abundantes son, respecto del

total de los números. En un principio parecía no haber mucha confianza en el éxito de la tarea

pues como Leonhard Euler comentó en una ocasión: "Los matemáticos han intentado en vano

hasta la fecha descubrir algún orden en la sucesión de los números primos, y tenemos razones

para creer que es un misterio en el que la mente no podrá penetrar nunca" (Hevil, 2003, p.263)

Pero que una figura de la talla de Euler hiciese semejante afirmación no desanimó, ni

mucho menos, a la comunidad matemática, que continuó con las investigaciones buscando la

forma de encontrar algo de orden en este caos de números.

Una forma de explorar antes de emitir una conjetura es hacer una lista, un cálculo de

cómo se comportan los objetos de los que nos estamos ocupando. Así, en la primera mitad del

siglo XIX, Gauss y Legendre se ocuparon durante mucho tiempo en calcular cuántos números

primos hay menores que un número dado, conjeturando que la cantidad de números primos

menores que 𝑛, que denotamos por 𝜋(𝑛) es aproximadamente 𝑛/ log 𝑛 31


. No será hasta 1896

cuando Hadamard y Le Vallée Poussin demostrarán el que se conoce como el Teorema del

Número Primo, cuyo enunciado es:


𝑥
𝜋(𝑥)~
log 𝑥

O equivalentemente,

𝜋(𝑥)
lim 𝑥 =1
𝑥→∞ ⁄
log 𝑥

31 E. Meissel calculó hacia 1886 los valores de π(107), π(108), y π(109), encontrando que hay 664 599 primos

menores que107, 5 761 455 menores que 108 y 50 847 478 menores que 109. Los valores respectivos de n/log(n)

son 620 421, 5 428 681 y 48 254 942. No está de más recordar que estos cálculos tuvieron que hacerse sin siquiera

una calculadora, lo cual es una muestra de la tenacidad de los matemáticos cuando lo que desean es convencerse

de lo cierto de una conjetura.

33
Orden en el caos y yuxtaposición entre libertad y sujeción, estos son los atributos de

este bello teorema. En palabras de D. Zagier:

Hay dos hechos en torno a la distribución de los números primos que espero crean tan

abrumadoramente que quedarán por siempre grabadas en sus corazones. La primera es que

a pesar de su sencilla definición y de su papel como ladrillos que construyen los números

naturales, los números primos crecen como la mala hierba alrededor de los números

naturales, simulando no obedecer otra ley que la del azar, y nadie puede predecir donde

brotará el siguiente. El segundo hecho es incluso más asombroso, porque dice justamente

lo opuesto: que los números primos hacen gala de una pasmosa regularidad, que hay leyes

que gobiernan su comportamiento, y que obedecen esas leyes con una precisión casi

militar. (citado por Havil, 2003, p.171)

Pero un Teorema no es sino el punto de apoyo para una nueva conjetura. Se conoce

algo, pero quizá sea posible saber más. La nueva conjetura vino de la mano de Riemann y de

la que se conoce como función 𝜁 (zeta) de Riemann. Por motivos que sobrepasan el alcance de

este escrito32, el comportamiento de esta función está íntimamente relacionado con la sucesión

de los números primos. Pero si resultara que todos los ceros33 de esta función se encontraran

sobre una recta determinada, entonces se contaría con una función que aproximaría mejor la

distribución real de los números primos, esto es 𝜋(𝑛). Más orden e inevitabilidad. Belleza.

Pero esto no deja de ser una conjetura propuesta en 1859 y de la que aún no se ha

encontrado demostración, aunque haya razones para creer en ella. Los ceros calculados hasta

32
Y que revelan una imprevisible (y necesaria) conexión entre la distribución de los primos y una función definida

1
por la ecuación 𝜁(𝑧) = ∑∞
𝑛=1 𝑛𝑧

33
Soluciones complejas (y no triviales) de la ecuación 𝜁(𝑧) = 0,

34
la fecha cumplen con la condición34, pero hace falta que sean todos y eso está resultando

extremadamente complicado de demostrar. De hecho, forma parte de los Problemas del

Milenio, dotados con un premio de un millón de dólares para quien logre demostrarlo o

refutarlo. En palabras (falsamente) atribuidas a Paul Erdös: “Puede que Dios no juegue a los

dados con el universo, pero algo extraño está pasando con los números primos”35.

34 En 2004 se calcularon los diez primeros trillones de soluciones, no encontrando ninguno fuera de la recta

crítica.

35 https://en.wikiquote.org/wiki/Paul_Erd%C5%91s

35
Itinerario 2: De la Propiedad arquimediana a la Hipótesis del
Continuo
“Pasito a pasito, suave, suavecito”

Luis Fonsi, Despacito

La propiedad arquimediana (en su versión geométrica) ya se encuentra implícita en la

definición cuarta del libro V de los Elementos de Euclides. Aquí se establece lo siguiente: “Se

dice que guardan razón entre sí las magnitudes que, al multiplicarse, pueden exceder una a la

otra” (Euclides, 1994, p.10)

Pasado a un ejemplo concreto, la longitud, estamos diciendo que esta magnitud guarda

razón, esto es, que con una regla corta se puede medir distancias tan largas como se quiera, sin

más que ir colocándola sucesivamente. Estamos de nuevo ante una idea bella por su simplicidad

y por lo evidente que resulta. Muy fácil de comprender, de etiquetar como verdadera y, por si

fuera poco, resulta fecunda para el desarrollo de las matemáticas.

Un paso más allá, esta definición se puede traducir a las propiedades de los números,

involucrando ahora símbolos algebraicos que traducen las intuiciones basadas en cuestiones

físicas, como la regla antes citada. La misma idea se expresa de esta forma sencilla y elegante:

Si 𝑥 > 0 e 𝑦 es un número real arbitrario, existe un entero positivo 𝑛 tal que 𝑛 · 𝑥 > 𝑦.

(Apostol, 1982, p. 32)

Otra forma de interpretar esta propiedad36 consiste en reconocer que no existen números

infinitamente grandes ni infinitamente pequeños. Dicho de otro modo, por cortos que se den

los pasitos y largo que sea el camino, se llega a la meta tras un número finito de pasos, también

con los números. Esta idea tan simple es básica para el desarrollo formal del cálculo

infinitesimal, que, en su origen, pasó por etapas de fuertes dificultades. Para muchos de los

36 Si bien en Euclides la propiedad surge como una definición, en el caso de Apostol aparece como un Teorema

que se deduce a partir de ciertos axiomas.

36
desarrollos, se utilizaban números muy pequeños a los que llamaba “infinitésimos” pero a los

que daba un trato poco riguroso. De hecho, en ocasiones se consideraba los infinitésimos como

“cero” y, otras veces, se hacía una suma infinita de infinitésimos que daba un resultado positivo,

no estando claro cuándo tenían un comportamiento u otro.

El rigor llegó de la mano de Weierstrass con las definiciones epsilon-delta para los

límites de las funciones, que permitió superar estas inconsistencias. Pongamos por ejemplo la

definición de límite de una función:

lim 𝑓(𝑥) = 𝐿 ⇔ ∀𝜀 > 0 ∃𝛿 > 0 | 0 < |𝑥 − 𝑎| < 𝛿 ⇒ |𝑓(𝑥) − 𝐿| < 𝜖


𝑥→𝑎 𝑑𝑒𝑓

La belleza de esta definición se encuentra en su precisión casi quirúrgica. En ella cada

elemento es necesario para el correcto funcionamiento del concepto. Nada falta… ni sobra.

Cada término expresa exactamente algo preciso y necesario para el correcto funcionamiento

del concepto.

Tras la doma de los números asombrosamente grandes o asombrosamente pequeños

podemos ir un paso más allá, y ese paso fue dado por Cantor, quien planteó la posibilidad de

comparar dos infinitos37. A través de estas comparaciones estableció la posibilidad de que

hubiera distintos infinitos y, paralelamente, consiguió ordenarlos.

Su resultado más conocido es el de que el conjunto de los números reales no es

numerable. Se llama numerable a un conjunto que tenga tantos elementos como el conjunto de

los números naturales. Lo característico de un conjunto numerable es que se puede poner en

fila, señalando cual es el primer objeto de ese conjunto, el segundo, el tercero, y así

sucesivamente. Pero tuvo que llegar Cantor para mostrar que, dada cualquier fila de números

reales, se puede encontrar un número real que no esté en ella. De este modo se demuestra que

37 Una versión (divulgativa) mucho más detallada de todo este asunto puede leerse en Piñeiro, 2013, pp. 35-58.

37
los números reales no se pueden poner en fila. Dicho de otro modo: hay un infinito mayor, el

de los números reales.

El esquema de la demostración se conoce como argumento diagonal y es, sin duda, un

monumento al ingenio afilado. Una sutil idea feliz que resuelve como por arte de magia la

cuestión planteada, pero que deja traslucir el talento de un genio que pudo plantearla por

primera vez. Merece la pena exponerlo a continuación:

Supongamos que somos capaces de colocar en una fila todos los números reales entre

0 y 1, expresados en su forma decimal, así:

0,7234512351261465124 …

0,324516861165168435 ….

0,149599841616194163 …

0,541816461843216 …

0,861234501209345 …

Pues bien, vamos a construir un número 𝑎 que no está en esta fila. Prestemos atención

al primer decimal del primer número, un 7. Añadimos 1 y el primer decimal de nuestro nuevo

número será un 8. El segundo decimal del segundo número es un 2, pues el segundo decimal

de nuestro número, será un 3. Como el tercer decimal del tercer número es un 9, el tercer

decimal de nuestro número será un 0. Siguiendo así, tendremos que el cuarto decimal de nuestro

número será un 9 y el quinto un 4, y así indefinidamente. Nuestro número 𝑎 = 0,83094 … es

distinto de todos los de la fila, pues al menos tiene un decimal distinto a cada uno de los

anteriores (en la lista, el que está en rojo). Por tanto, nuestra suposición era errónea y, en

consecuencia, no es posible poner en fila a los números reales entre 0 y 1. Q.E.D.

38
De nuevo Cantor se apoyó en la reducción al absurdo para establecer la existencia de

dos infinitos a los que se denominó ℵ0 y c. Pero una vez hecho esto, surge una cuestión de una

forma bastante natural: ¿Habrá algún infinito38 que se encuentre entre ambos?

El propio Cantor conjeturó que no. Es decir que no hay conjuntos con un cardinal

intermedio entre ℵ0 y c, pero fue capaz de demostrarlo. Esta conjetura fue bautizada como

Hipótesis del Continuo y tal fue su importancia que recibió que fue incluido en la lista de los

23 problemas de Hilbert en el congreso de París de 190039. Bien entrado el siglo XX, Gödel y

Cohen mostraron que esta conjetura (y su negación) son indemostrables pero compatibles con

el resto de los axiomas. Esto es, no se puede ni demostrar ni refutar por lo que, al cabo ha

terminado por ser convertida en un axioma más. Es el destino que le queda a lo que se

demuestra que no se puede demostrar, ser aceptado él o su negación, como axioma, como nuevo

elemento básico de la construcción humana que son las matemáticas. Belleza por alcanzar el

límite de lo demostrable y de lo indemostrable y por mostrarnos el camino de la libertad:

aceptar (o no) el nuevo axioma y seguir construyendo unas matemáticas.

38 En realidad la cuestión es si hay algún conjunto 𝐷 cuyo cardinal |𝐷| se encuentre entre ℵ0 y 𝑐, esto es

ℵ0 < |𝐷| < 𝑐.

39 Para más detalles sobre los problemas propuestos por Hilbert, puede consultarse Madrid, 2013, pp. 53-63

39
Itinerario 3: De la Raíz Cuadrada de dos a la fórmula de Euler
“Dios hizo los números enteros, todo lo demás es obra del hombre”

Kronecker, citado en Landart, 2015, p.2

Se cuenta que Hípaso de Metaponto fue arrojado por la borda de un barco por descubrir

el secreto de los pitagóricos, aquel que amenazaba con anular la idea de la conmensurabilidad

del cosmos. Todo debía ser número o relación entre números, pero la diagonal de un cuadrado

resultaba ser inconmensurable por esta vía. Tanto es así, que su medida pasó a formar parte de

un conjunto de números a los que se les dio el nombre que han conservado hasta hoy: Números

irracionales, fuera de la razón40.

Así, si disponemos un cuadrado cuyo lado mida 1, la aplicación del conocido Teorema

de Pitágoras nos muestra que su diagonal tiene que medir, exactamente √2. Pero este número

resulta ser irracional, esto es, que no es posible escribirlo como cociente de dos números

enteros. La demostración de la irracionalidad de la raíz cuadrada de dos es un ejemplo de

demostración por el método de reducción al absurdo unido al método del descenso infinito.

Del método de reducción al absurdo se ha hablado en el primer itinerario y en el segundo hemos

visto otro ejemplo. Por su parte, el método del descenso infinito fue introducido por Pierre de

Fermat en el Siglo XVII, y se puede enunciar aproximadamente así: Si suponemos que un

problema admite una solución natural (entera positiva) y deducimos que existe otra solución

natural estrictamente menor, entonces el problema no admite soluciones naturales.

Este método resulta sobrio y elegante de puro simple que es (además de ser fecundo en

el sentido de que es aplicable a gran variedad de problemas): Si estamos en una escalera, no

podremos bajar del primer peldaño. Casi resulta ingenuo pensar que de una idea tan simple

pueda surgir la demostración de teorema alguno. La demostración que vamos a incluir aquí es

40
Y también llamados así porque no se pueden escribir como razón (cociente) entre dos números enteros

40
similar a la que se puede considerar estándar41, pero con la ventaja de que la que aquí

presentamos42 utiliza explícitamente el método del descenso infinito y, por ello, resulta mucho

más iluminadora. Vamos con ella.

Si √2 fuera igual a una fracción de enteros positivos 𝑏/𝑎, entonces se podría ampliar

el cuadrado de arriba hasta convertirlo en el cuadrado de abajo a la izquierda, cuyos lados

tendrían medida entera. Entonces, por el Teorema de Pitágoras, 𝑎2 + 𝑎2 = 2𝑎2 = 𝑏 2 . Por tanto

𝑎2 = (𝑏/2) · 𝑏 es un número entero, y esto sólo es posible si 𝑏/2 es entero.

Entonces el cuadrado resaltado de la derecha, vuelve a ser un cuadrado cuyos lados

tienen medida entera. Y podemos volver a hacer esta construcción dando un segundo cuadrado,

un tercero, un cuarto, etc.

41 Puede encontrarse la versión estándar de la demostración en un lugar tan inesperado como es el apéndice 1 de

Sagan, 1997. Curiosamente los dos apéndices de esta famosa obra están dedicados a sendas demostraciones

matemáticas

42 Y que sigue la presentada en Polster, 2006, p.39.

41
De manera que cada segmento del zigzag infinito que se puede construir tiene longitud

entera. Pero esto es imposible, porque los segmentos son cada vez más pequeños y el menor

entero positivo es el 1. Q.E.D.

La raíz cuadrada de dos también se puede interpretar como la solución de la ecuación43

𝑥 2 − 2 = 0 y la ampliación del campo numérico al de los números reales permitirá resolver

muchas más ecuaciones de las que podemos alcanzar con si nos quedamos con las fracciones.

Pero una vez domado un león, puede ocurrir que aparezca otro, y así nos encontramos con otra

ecuación cuya falta de solución desafiaba los esquemas mentales. Esta aparentemente sencilla

ecuación es 𝑥 2 + 1 = 0 y para resolverla fue necesario ampliar el campo a unos nuevos

números, los números complejos, con la unidad imaginaria “𝑖” a la cabeza.

Así, por pura necesidad de encontrar solución a las ecuaciones, hemos llegado al campo

de los números complejos, que incluye a todos los grupos44 de números anteriores (reales,

racionales, enteros y naturales). Pero igual que no se puede bajar del primer peldaño de una

escalera, siempre es posible poner un peldaño más a una y seguir ascendiendo. Y esa fue la

43
En este itinerario consideraremos únicamente ecuaciones polinómicas, esto es, ecuaciones de la forma

𝑎𝑛 𝑥 𝑛 + ⋯ + 𝑎1 𝑥 + 𝑎0 = 0, donde los coeficientes 𝑎0 , 𝑎1 , … . , 𝑎𝑛 , son todos números reales o complejos.

Más adelante se exigirá que los coeficientes sean números enteros.

44 Utilizamos aquí la palabra grupo en el sentido de agrupación, de conjunto, sin aludir a su estructura algebraica

42
nueva pregunta que, ahora, podemos considerar natural. ¿No habrá otra ecuación irresoluble

en este campo que haga que tengamos que recurrir a nuevos números?

La respuesta a esta cuestión resulta ser negativa. Es el Teorema fundamental45del

álgebra, que en una de sus formulaciones dice así:

Teorema (fundamental del álgebra): Toda ecuación polinómica de grado 𝑛 > 1 con coeficientes

reales o complejos, tiene por lo menos una solución (real o compleja)

Este teorema deja resuelta de una vez por todas la cuestión. Nunca nadie, repito,

NUNCA NADIE, podrá escribir una ecuación polinómica cuya solución nos obligue a ampliar

nuestro campo numérico. Y en esto reside la belleza de este teorema, en lo vasto de su alcance,

pues nos aporta la seguridad de que no nos salimos de nuestro campo numérico con ninguna

de las (infinitas) ecuaciones que pudiéramos inventar. Escribir una tras otra todas las

ecuaciones y resolverlas es una tarea infinita y, por tanto, imposible. El teorema es una forma

de asegurar el resultado de esta tarea inabarcable.

Pero en este itinerario no se han terminado las sorpresas, porque una ligera restricción

en las condiciones de las ecuaciones permite separar a los números entre los algebraicos y los

trascendentes. Decimos que un número es algebraico si es solución de una ecuación polinómica

con coeficientes enteros (ver nota 43). En otro caso el número es trascendente. Comoquiera

que hay un número infinito (numerable) de ecuaciones polinómicas con coeficientes enteros,

cada una de ellas con un número finito de soluciones, nos encontramos con que el conjunto de

los números algebraicos es infinito, pero numerable. Sin embargo, el campo numérico en el

que estamos es infinito, pero de un orden mayor (continuo) y, por tanto, el conjunto de los

números trascendentes también tiene el cardinal del continuo. Dicho de otra manera, en este

45 Otros resultados fundamentales son el Teorema fundamental de la aritmética o el Teorema fundamental del

cálculo integral. Teoremas que resuelven completamente una cuestión sobre un campo infinito de objetos, en el

caso que nos ocupa ahora, las ecuaciones polinómicas.

43
campo casi todos los números son trascendentes. Lo vulgar, lo algebraico, resulta ser mucho

menos frecuente que lo especial, lo trascendente. Lo cual resulta hasta cierto punto paradójico

porque se conocen muy pocos números trascendentes y probar que un número lo es resulta una

cuestión realmente difícil.

Quizá los números trascendentes carecerían de interés si no fuera porque entre sus filas

cuentan con algunos ilustres. Entre ellos están el número 𝜋 definido a través de la relación entre

el diámetro y la longitud de su circunferencia y el número 𝑒, la base de los logaritmos

neperianos. Éstos junto con el 0, el 1 y la unidad imaginaria 𝑖 son considerados los cinco

números más importantes de las matemáticas.

Y estos cinco números dan para una última sorpresa, una gema que es considerada como

la fórmula más bella de las matemáticas. Euler “descubrió una conexión natural entre números

que aparentemente no tienen nada que ver entre sí” (Ogawa, 2013, pp. 206-20746)

𝑒 𝑖𝜋 − 1 = 0

Kasner y Newman relatan en la siguiente anécdota: “Benjamin Pierce (…) se dirigió a

sus alumnos e hizo una observación (…) «Caballeros» – dijo ‒, «esto es sin duda cierto, es

absolutamente paradójico, no podemos comprenderlo, y no sabemos lo que significa, pero lo

hemos demostrado, y por lo tanto sabemos que debe ser verdad».” (1994, p. 109)

La fórmula es bella, por lo que recoge, por su simpleza y por la importancia de los

números de los que trata, aunque quizá afirmar que sea “verdad”, pueda resultar excesivo.

46 Para un tratamiento literario de La fórmula preferida del profesor, ver Ogawa, 2013, pp. 200-209.
44
Apéndice:
Sobre la traducción de la cita de Bertrand Russell

“You are the milk”

Anónimo

Como se anuncia en el primer apartado, hay una cita recurrente de Bertrand Russell que

aparece en numerosos estudios sobre estética de las matemáticas. La cita, en su versión original

en inglés, es la siguiente “Mathematics, rightly viewed, possesses not only truth, but supreme

beauty”.

Esta cita también la encontramos en trabajos sobre estética escritos en –o traducidos

al– castellano, en la siguiente forma: “Las matemáticas, cuando se las comprende bien, poseen

no solamente la verdad, sino también la suprema belleza”47 (Le Lionnais, 1962, p.464, Amster,

2004, p.23). O en la versión abreviada aportada por Landart (2015) “Las matemáticas no

solamente poseen la verdad, sino la suprema belleza” (p.2)

De estas traducciones, que se puede decir que son de tradición matemática, destaca que

la traducción de las palabras rightly viewed, sea, precisamente, cuando se las comprende bien.

Parece excesivo incorporar la exigencia de la comprensión al texto (literal) de Russell.

Las traducciones del texto completo de Russell, de tradición filosófica, muestran una

cita con interesantes matices. La cita proviene del ensayo de Bertrand Russell El estudio de las

matemáticas, que está incluido en la recopilación Misticismo y lógica, que dispone de dos edi-

ciones y traducciones en castellano. En la primera, publicada en 1951, la cita se recoge así:

47 Es una traducción literal del francés de la cita recogida en Le Lioinnais (1948) “Les mathématiques, à les bien

comprendre, possèdent non seulement la verité, mais la supréme beauté” (p. 437)

45
“Contempladas en sus auténticos valores, las matemáticas no solo poseen la verdad, sino su-

prema belleza.” (p.67). En la más reciente, publicada en 2001, queda de la siguiente manera:

“Las matemáticas, bien entendidas, poseen no sólo la verdad sino la belleza suprema” (p.90).

Por tanto, se encuentran distintos niveles de exigencia en estas traducciones, no es lo

mismo comprender bien, que entender bien o que contemplar.

Pero el contexto en el que aparece la cita es un ensayo donde el propósito de Russell es

mostrar como la educación matemática engendra “un espíritu tímido, transigente, o una

creencia sacerdotal en misterios no comprensibles para el profano, donde sólo debería haber

imperado la razón [añadida cursiva]” (2001, p.96).

Teniendo en cuenta esto, el autor ha incorporado su propia traducción a este ensayo,

dejando la cita de la siguiente manera: “Correctamente contempladas, las matemáticas poseen

no solamente la verdad, sino también la suprema belleza”. Se hace así por considerar que de lo

que se trata es de contemplar las matemáticas desde un buen punto de vista, que no es sino el

de la comprensión de las mismas a nivel elemental. Russell propone en su ensayo una vía para

que la enseñanza de las matemáticas se involucre en la adquisición del significado de lo que se

está haciendo. Y aunque a la postre lo que busca Russell es que la enseñanza elemental ayude

a comprender bien las matemáticas, para apreciar belleza en un objeto matemático no es

necesario comprenderlo (al nivel profundo), sino tener cierto conocimiento sobre el hecho

matemático basado en la comprensión de sus cuestiones elementales (y que, reiteramos, debería

ser el propósito de la enseñanza elemental de las matemáticas). Ese sería el punto de vista

correcto (rightly viewed), desde el que la sola contemplación permitiría atisbar la belleza.

46
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