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Si el universo modernista es el universo oculto tras la pantalla (cables, bytes, chips, energía
eléctrica), el universo posmodernista es el universo de la confianza ingenua en la pantalla que
hace irrelevante la búsqueda misma de “lo que está detrás”.
Estos tres niveles se siguen entre si lógicamente: primero dentro de la realidad objetiva misma,
la diferencia entre las entidades vivientes y las artificiales es minada; luego, la distinción entre
la realidad objetiva y su semblanza se torna borrosa; finalmente la identidad misma del yo que
percibe algo (sea semblanza o “realidad objetiva) explota.
3.
Estos dos aspectos inextricablemente ligados: el hecho de que perciba mi autoimagen virtual
como un mero juego me permite suspender las limitaciones que me impiden llevar a cabo mi
“mitad oscura” en la vida real, y externalizar libremente todo mi potencial libidinal.
un modo de leer el dictum de Lacan “la verdad tiene estructura de ficción”: puedo articular la
verdad oculta de mis pulsiones precisamente en la medida en que sea consciente de que solo
estoy jugando un juego en pantalla.
la suspensión de las normas simbólicas que regulan mi actividad en la vida real me permite
externar-escenificar mi contenido reprimido, que de otra forma soy incapaz de confrontar.
El personaje de la realidad virtual ofrece asi un caso de engaño imaginario en la medida en que
externaliza -manifiesta una imagen errónea de mi mismo (un hombre temoroso jugando al
MUD) y un engaño simbólico en la medida en que ilustra la verdad sobre mi mismo con el
aspecto de un juego (al adoptar juguetonamente una personalidad agresiva descubro mi
verdadera agresividad).