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MARSILIO DE PADUA

El tema que voy a desarrollar es el pensamiento de Marsilio de Padua, un pensador


proveniente de la ciudad italiana Padua. Antes de explicar y analizar sus ideas,
debemos ir hacia la antesala de su teoría. En primer lugar, cabe recordar que ha sido
influenciada por el pensamiento de Aristóteles y por el averroísmo. De esta manera,
Marsilio toma el pensamiento aristotélico pero desde una concepción naturalista para
hacer frente a las pretensiones del Papa a ejercer un poder supremo sobre los
gobernantes. Por otro lado, Averroes admitía la absoluta verdad de la revelación
cristiana, pero la divorciaba de la filosofía, sosteniendo que sus conclusiones podían
ser contrarias a los principios de dicha disciplina. De este modo, podemos atribuirle
la Doctrina de la Doble Verdad, teoría según la cual las verdades de la filosofía y de
la teología son independientes entre sí. Siguiendo dicha postura, Padua plantea la
separación entre la razón y la revelación, inclinándose más a la parte racional debido
a que, según él, la teología no aporta un conocimiento racional, y que para la
salvación, hace falta vivir una vida virtuosa como planteaba Aristóteles. En segundo
lugar, debemos mencionar que el objetivo de su teoría es colocar a la Iglesia bajo el
poder del Estado. Marsilio niega la organización jerárquica de la Iglesia y afirma que
el Imperio es superior a ella. Considera que el pueblo es la fuente de todo poder y el
Estado no es más que el depositario visible de éste, y la Iglesia sólo una de las
partes del Estado, y como tal debía subordinarse al Estado del mismo modo que los
restantes poderes parciales.

Ahora sí, abandonando la antesala de su teoría, comenzaré a adentrarme en sus ideas.


Por un lado, Marsilio de Padua define al Estado como una especie de “ser vivo”
compuesto de partes que desarrollan las funciones serias para su vida. Para que este
“ser vivo” esté sano, sus partes deben funcionar ordenadamente y, como todas están
interconectadas, la falla en una perjudica al resto. De esta manera, podríamos decir
que su teoría es estructuralista, debido a que considera al Estado como una estructura
compuesta por partes, en la cual si una de éstas falla, se produce un efecto domino que
perjudica a todo lo demás. Por otro lado, cree que la ciudad deriva de la familia,
refiriéndose a ésta última como una “comunidad perfecta”, capaz de subvenir a todo lo
necesario para una buena vida. Cuando menciona el concepto de buena vida, hace
referencia a la composición de la sociedad, y considera que las clases que la
constituyen son labradores y artesanos, que proporcionan bienes materiales y los
ingresos necesarios para el gobierno, y soldados, magistrados y sacerdotes. Para
Marsilio, la función del Clero consiste en aprender y enseñar aquellas cosas que, según
la escritura, es necesario creer, hacer o evitar, con el fin de conseguir la salvación
eterna y liberarse del mal. Considera al Clero cristiano como cualquier otro Clero, ya
que la verdad de lo que enseña sobrepasa los límites de la razón y sólo se aplica a una
vida futura. Pero Marsilio nos va a decir algo importante: la religión al usar
instrumentos materiales y producir consecuencias sociales, es también un fenómeno
social

Para Marsilio, existen dos tipos de leyes: por un lado la Ley Divina, que es un mandato
directo de Dios, sin deliberación humana, acerca de los actos voluntarios de los seres
humanos que deben realizarse o evitarse en este mundo en su consideración al fin mejor
o a alguna visión deseable para el hombre en el mundo futuro. Sus penas no pertenecen
al ámbito terrenal, sino al ultra-terrenal, con lo cual no pueden ser coercitivas en
nuestro ámbito terrenal; y por otro lado la Ley Humana, que se refiere a un mandato de
todo el cuerpo de ciudadanos, o de su parte de más valor, que surge directamente de la
deliberación de quienes están autorizados para ser la ley. Hace referencia a los actos
voluntarios de los seres humanos que deben hacerse o evitarse en este mundo, con el
objetivo de conseguir el mejor fin o alguna condición deseable para el hombre en este
mundo. Sus penas si se aplican en el mundo terrenal, y son coercitivas.
Aquí podemos observar una diferencia con Santo Tomás de Aquino, ya que él decía que
había cuatro leyes: la Ley Eterna, que se refiere a la razón de Dios que ordena todo,
la Ley Natural, que es el reflejo de la Ley Eterna en las personas, y se refiere al
hacer el bien y evitar el mal, la Ley Humana, se refiere a aquellas creadas por las
personas, y tiene el mismo principio rector que las Leyes Naturales, y la Ley Divina,
que es todo lo que Dios nos revela. Santo Tomás creía que la Ley Humana tenía que estar
conforma a la Ley Natural, y sostenía que las Leyes Humanas derivan de Dios, mientras
que Marsilio dice que la Ley Humana no deriva de la Divina, sino que se contrapone a
ésta.

De esta manera, como no están relacionadas la Ley Divina y la Ley Humana, no puede
tener la Ley Divina una fuerza coactiva en esta vida. Así, Marsilio introduce la figura
del Legislador. La causa primera de la ley es el pueblo, o la parte predominante de
ella, porque estos establecen normas para gobernar las acciones de sus miembros.
Podemos decir que la ley se usa para definir un Estado, o que el Estado es el que
define las leyes, porque el Estado es un conjunto de personas, así que es lo mismo.
Entonces, la fuente de la autoridad legal, de los legisladores, es el pueblo. Toda
autoridad o legislador tiene que ser concebido como acto del pueblo y ejercer su poder
en nombre de éste. En otras palabras, los poderes y deberes que tiene el legislador son
determinados por el pueblo.

El papel del Poder Ejecutivo es revisar que todas las partes del Estado estén
trabajando correctamente, y si no lo hacen pueden ser sacados por el pueblo, que son
los mismos que los eligieron. Por otro lado, a diferencia de Santo Tomás, Marsilio sí
prefiere la monarquía como forma de gobierno, pero particularmente la monarquía
electiva, porque justamente él decía que el Poder Legislativo tenía como causa primera
al pueblo. Pero éste Principado debía si o si estar unificado y ser supremos. Esto es
importante porque, recordemos que Marsilio ve a la sociedad como un cuerpo vivo, hecho
de partes, y si estas partes no están unificadas no sirve y surgen luchas. Esta parte
de su teoría está relacionada al gran desorden causado por las disputas entre las dos
espadas: la espada temporal, que la poseía el emperador, y la espada espiritual,
poseída por el Papa.

Habíamos dicho que las autoridades o legisladores sacan su poder del pueblo, y también
tienen que seguir lo que dice el pueblo. Las Leyes Humanas entonces sí poseen coerción,
ya que buscan controlar el comportamiento de las personas. Las Leyes Divinas, en
cambio, no poseen ese poder, debido a que lo religioso está separado de lo secular. Sin
embargo, el Clero es una de las clases que comprende a la comunidad política, porque
dijimos que las personas creen que es importante lo religioso. Con lo cual, si el Clero
tiene permitido ejercer el poder, un poder coercitivo, es porque está actuando como una
autoridad del poder civil. Además, como es parte de una clase dentro de la comunidad
política, está sometida a ser regulada por el poder secular como cualquier otra clase.

Al mismo tiempo, vimos que el Clero es una clase dentro de la comunidad política, que
es algo secular. De este modo, el Clero impone penas como la herejía, que se castigan
con penas terrenales y no religiosas. Esto se debe a que es algo ultra terrenal e
imposible de alcanzar por parte de los hombres, debido a que las Leyes Divinas exceden
de tanto el Clero como cualquier persona, con lo cual lo que tiene que ver con la
excomunión, que era algo que usaba mucho la Iglesia, le pertenece al poder secular.

Esto se resume en que descarta por completo el Derecho Canónico, es decir el conjunto
de normas, obligaciones y derechos que regulan las relaciones dentro y fuera de la
institución religiosa de la Iglesia Católica. Ocupa un lugar protagónico que se
comprueba a lo largo de los libros del Código y en otros textos legislativos. Su base
bíblica, filosófica y teológica sostiene toda normativa que incluya plazos, prorrogas,
prescripciones y conceda validez de los actos. De este modo, Marsilio descarta el
Derecho Canónico porque si realmente es una Ley Divina, no puede tener castigo en este
mundo. Si tiene castigo en este mundo, es parte de la Ley Humana y le pertenece a lo
secular y al pueblo.

De este modo, la jerarquía eclesiástica es de origen humano, y su autoridad deriva de


la Ley Humana, la cual se encuentra dentro de la esfera del control civil.

Dentro de las ideas pensamiento de Marsilio de Padua, encontramos la Teoría de la Ley,


la cual consiste en una estricta separación entre la Ley Humana y la Ley Divina.
Recordemos que la Ley Divina es un mandato directo de Dios relativo al destino ultra-
terrenal del hombre, mientras que la Ley Humana es un mandato de todo el cuerpo de
ciudadanos o de lo que Marsilio llama su valentior pars (su parte más fuerte), cuyo
objeto es regular la conducta de los hombres en función de su mejor condición terrenal.
La Ley Divina implica un premio y un castigo en el más allá mientras que la Ley Humana
lleva consigo una sanción terrenal, y por eso es en este mundo la única ley en sentido
propio.

Al mismo tiempo, otra de sus teorías es la Teoría sobre el Origen y la Titularidad del
Poder, en la cual el poder procede inmediatamente del pueblo, y es aquí donde establece
una distinción entre el Legislador y el Poder Ejecutivo. El poder le pertenece
exclusivamente al pueblo. Si bien el poder puede ser delegado a una o varias personas,
el pueblo no debe perder su cualidad de legislador ordinario. Al Legislador le
corresponde elegir el gobierno en sentido amplio: el modo de elección puede variar
según los países, pero la base de gobierno es siempre la delación del Legislador.
Marsilio cree en una doctrina mucho más radical de la sumisión de la Iglesia al poder
temporal, es por eso que se lo considera el primer teórico del Estado Laico.

La teoría de Marsilio de Padua es una de las más notables creaciones del pensamiento
político medieval, y mostró por primera vez las consecuencias subversivas que puede
llevar lógicamente una interpretación completamente naturalista de Aristóteles. Su
libro, Defensor Pacis (Defensor de la Paz) está dirigido a Luis de Baviera, emperador
Alemán que tendrá un rol muy importante cuando desarrolle el contexto histórico en el
que escribe Marsilio. No lo escribió para defender el Imperio, sino para destruir todo
el sistema del imperialismo papal que había desarrollado con la práctica de Inocencio
III y la Teoría del Derecho Canónico. Recordemos que el Pontífice Inocencio III fue el
máximo exponente de la posición teocrática del obispado romano, iniciada por León I y
continuada pausadamente. La esencia de su teoría consistía en reclamar para el papado
un poder único, tanto en la propia Iglesia como en las relaciones entre ésta y los
poderes seculares. De esta manera, el objeto de Marsilio es definir y limitar de modo
más categórico posible las pretensiones de la autoridad espiritual encaminadas a
controlar, directa o indirectamente, la acción de los gobiernos seculares.

Marsilio de Padua pertenece a una corriente denominada el Conciliarismo, que surge


cuando comienza a notarse una mayor individualización en la fe, y se desarrollan, sobre
todo dentro de los sectores letrados (entre ellos Clero y algunos burgueses), intentos
de hacer un paralelismo histórico con lo que dice la escritura: en este momento,
comienzan a notarse las grandes contradicciones dentro de las escrituras. En líneas
generales, el Conciliarismo es la idea de que una Asamblea debe gobernar la Iglesia.
Con su surgimiento, trajo aparejadas consecuencias, tales como el asentamiento de los
primeros basamentos de un concepto político fundamental para Occidente: no sólo que el
poder del gobernante debe estar limitado, sino que esta limitación proviene del pueblo,
porque el pueblo es el soberano.

Además de Marsilio, Guillermo de Ockham también integraba esta nueva corriente de


pensamiento. Recordemos brevemente que este pensador fue un seguidor de la corriente
nominalista, es decir aquella noción que se emplea en el ámbito de la filosofía para
aludir a la doctrina que rechaza la existencia de los universales. De este modo,
podemos encontrar ciertas similitudes entre ambos autores: ambos están contra el poder
tiránico de la Iglesia y están a favor de la soberanía popular. Sin embargo, hay una
diferencia entre ambos: por un lado, Marsilio está a favor del tiranicidio, considera
que cualquier ciudadano afectado negativamente por una política del rey puede matarlo,
y que dicha acción estaría justificada; por otro lado, Guillermo de Ockham está en
contra el tiranicidio. Sostiene que hay que demostrar las condiciones de la
ilegitimidad del poder tiránico. La decisión de la calificación tiránica va a provenir
de lo que concluya el Concilio: si el Concilio define que el rey, o el Obispo, está
gobernando de manera ilegítima, el pacto originario del poder, por el cual recibieron
ese mandato divino, se cancela.

Por otro lado, para poder entender por qué Marsilio de Padua piensa de ésta manera,
debemos hablar sobre el contexto histórico en el que escribe. Nos encontramos en el
siglo XIV, justo cuando se estaban formando las primeras ciudades comerciales. En esta
época, tenía mucha importancia el comercio de productos del extranjero a causa de las
Cruzadas, campañas militares y religiosas impulsadas por el Papado para recuperar
Tierra Santa, que había caído en poder de los musulmanes. Al mismo tiempo, el poder
eclesiástico estaba perdiendo mucho apoyo, como resultado de la Tercera Querella, que
tenía como principales protagonistas al Papa Juan XXII y al emperador Luis IV de
Baviera. Recordemos brevemente que, en 1313, los electores se inclinaron por el duque
Luis de Baviera para ocupar el trono, a pesar de que el arzobispo Balduino de Tréveris
quería coronar a Juan Oean, intento que fracasó ya que el pueblo quería evitar una
excesiva interferencia franca. De esta manera, el Papa Juan XXII, quien reivindicó los
principios de Inocencio III, manifestó que Luis ha tomado el título de rey de los
romanos, sin esperar que se haya examinado su elección. En 1324, el Papa excomulgó a
Luis de Baviera, siendo reemplazado por Carlos IV, quien promulgó La Bula de Oro,
mediante la cual se eliminaron los derechos del Papa en la elección del emperador de
los romanos.

De esta manera, podemos decir que Marsilio de Padua no sólo se atrevió a señalar que la
causa más relevante que afectó gravemente la paz fue la injerencia del poder clerical,
sino que fue más allá de proponer un modelo de soberanía sustentado en la totalidad de
los ciudadanos como un gran Legislador universal.

Por otro lado, podemos comparar el pensamiento de Marsilio de Padua con el del
británico Thomas Hobbes, autor del Leviatán. Este autor creyó que sólo a través de un
contrato podría surgir una forma de gobierno absoluto que tuviera la capacidad de
garantizar la paz entre ciudadanos a través de ese Dios mortal llamado Leviatán. A
pesar de que Hobbes vivió en una época diferente a la de Marsilio, también buscó
indagar en ciertas cuestiones como las Guerras Civiles que azotaron a Inglaterra entre
1642-1645 y 1648-1649, las cuales lo llevaron a reflexionar sobre las causas del
conflicto, la naturaleza del Estado y su respectiva justificación. De esta forma, el
Leviatán se presenta como una propuesta para la negación del conflicto y como una
garantía para la conformación y conservación de un orden social estable y duradero
basado en la figura de una monarquía absoluta.

Una diferencia que podemos observar entre ambos es que el aristotelismo que había
influenciado a Marsilio de Padua con la idea de una sociabilidad natural no repercutió
en el pensamiento de Hobbes, ya que, dada su visión pesimista, sólo veía en los
individuos seres dominados por un imperioso deseo de poder que les conducía al caos y a
un estado de discordia, producto de sus pasiones. Es ésta la razón por la cual Hobbes
pensó en una estructura política cimentada en la naturaleza egoísta e interesada del
hombre que emerge necesariamente de su condición natural.

Otra diferencia que podemos observar entre ambos es la concepción que cada uno tiene
acerca de la ley. Por un lado, Marsilio de Padua instituye la ley como el resultado de
una voluntad general que se impone desde la figura del Legislador, pero el poder de
éste último sólo puede llegar a ser consistente si cada ciudadano se relaciona con lo
colectivamente acordado. En el caso de Hobbes, la elección del soberano se da desde una
transferencia de derechos naturales en la que los individuos ceden gran parte de su
poder a un representante que no está limitado por ley alguna. En consecuencia, dicha
ley sólo podrá nacer de su soberanía legítima en ausencia de las restricciones que le
pueda imponer una asamblea o grupo de individuos. En síntesis, para Hobbes, la ley en
la sociedad sólo limita a los que acuerdan, mientras que para Marsilio de Padua, la ley
limita incluso al mismo gobernante.

Por otro lado, una similitud que podemos observar es que, tanto en el Defensor Pacis
como en el Leviatán, se establece de manera unánime un lugar especial para el poder del
Clero, excluyéndose por lo tanto su injerencia en el ámbito político del soberano. Dado
que ambos libros tienen como propósito la paz, resulta necesario para ambos no sólo una
separación de estos poderes, sino también una completa sumisión de lo eclesial al
Estado civil, con el fin de evitar repercusiones negativas en el buen funcionamiento
del orden político. Ambos coinciden en que una de las causas principales que perturban
la paz es la injerencia de la jerarquía eclesial en los asuntos temporales.

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