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Las Naciones Unidas tiene un contigente de los 20.000 efectivos, entre militares y civiles en ese
país africano desde 2003 y ha gastado una media de 1.000 millones de dólares anuales en el
mantenimiento de esta fuerza "disuasiva y humanitaria", sin lograr contribuir a la estabilidad del
país, ni mucho menos resolver el problema de los más de 1,1 millones de refugiados internos.
Por el contrario, las fuerzas de las Naciones Unidas parecen haber consolidado una división del
país, donde tropas de los países vecinos de Uganda y Rwanda, tienen ocupados territorios de
grandes riquezas mineras.
Actualmente la MONUC cuenta con más de 20.000 personas, entre cuerpo militar y civil.
Los mayores contingentes llegan de Asia. La India hace la aportación más numerosa con 4.372
soldados, seguida de Pakistán con 3.551. Latinoamérica tiene desplegados 1.324 "cascos azules"
uruguayos, 105 guatemaltecos y 200 bolivianos. Desde el inicio de la misión de paz la MONUC
ha sufrido 81 bajas.
En el relato de los periodistas Woodward y sobre el escándalo de Watergate (el espionaje ilegal
del presidente Richard Nixon al opositor Partido Demócrata) se subraya que el informante que
los abastecía de datos y líneas de acción, les insistía siempre en seguir la pista del dinero.
Una lógica que se podría aplicar sin temor a equivocaciones en la mayoría de los grandes
conflictos bélicos de nuestra historia, y en este caso en los combates en el Congo Democrático.
En las provincias del este de Congo Kinshasa, consideradas por la UNESCO reservas
ecológicas de gran importancia, se encuentra el 80 % de las reservas mundiales de coltan. Allí
han puesto sus ojos, sobretodo en los últimos diez años, las grandes multinacionales: Nokia,
Ericsonn, Siemens, Sony, Bayer, Intel, Hitachi, IBM y muchas otras. Se han formado en la zona
toda una serie de empresas (muchas de ellas "fantasmas") asociadas entre los grandes capitales
transnacionales, los gobiernos locales y las fuerzas militares (estatales o "guerrilleras") para la
extracción del coltan y de otros minerales como el cobre, el oro y los diamantes industriales.
Las grandes marcas comenzaron la disputa por el control de la región a través de sus aliados
autóctonos.
El coltan era extraído desde años antes de Brasil, Australia y Tailandia, pero en algunos lugares
comenzó a escasear, y el costo de la extracción, fundamentalmente de la mano de obra, es
mayor que en el Congo. Para su extracción se utilizan técnicas del siglo XIX y las condiciones
de trabajo, en estos territorios ocupadas por guerrillas o ejércitos, son de esclavitud.
Resulta que la explotación de las minas, el transporte y venta del mineral está controlado por
gobernantes corruptos y por altos cargos del ejército también partícipes, que colaboran con
compañías mineras de Canadá, Estados Unidos y Sudáfrica. En las minas trabajan entre 10.000
y 15.000 personas en condiciones de semiesclavitud y con apenas medidas de seguridad. Entre
los trabajadores abundan prisioneros que no cobran pero consiguen reducción en su condena,
agricultores empobrecidos por las sucesivas guerras civiles y con países limítrofes, por
supuesto, no faltan niños así como mujeres que se encargan de las labores de cocina y de la
prostitución, con el fin de mantener el ánimo y el espíritu de trabajo entre los mineros.
Curiosamente, los medios de comunicación que tanto usan este mineral en sus tecnologías,
apenas se han ocupado de informar de esta guerra y de sus causas.
En estos días se ha exhiben en los cines del mundo la película "Diamantes de sangre" que
recrean la explotación en Africa para la extracción de ese mineral y su relación con los
conflictos bélicos, los soldados niños, etc. Esta fue una realidad en la extracción de diamantes
en el Congo, prosigue aún, y además se utiliza para la explotación del coltan.