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RESEÑA
Páginas: 281
Esta obra va dirigida a todo público que conozca o no esta región del mundo, que ha sido
invisibilizada por el Estado y los medios de comunicación, a todo público que le interesa el
desarrollo del conflicto interno en Colombia donde confluyen diferentes fuerzas de poder,
desde el Estado, los grupos ilegales y las mafias del narcotráfico.
Estructura de la obra
Para quienes desconocen de las riquezas y la importancia económica de esta región, el autor
hace una descripción detallada de las bondades que trae el desarrollo comercial por esta
cuenca con miras hacia el mercado con oriente, trayendo a colación todos los proyectos que
se vienen adelantando o se han pretendido realizar desde hace décadas, pero también
poniendo claro que el obstáculo para que le país busque su desarrollo desde el pacifico, está
en los problemas de orden social históricos en esta región, la lucha por el control y uso de la
tierra, en estos departamentos donde históricamente han permanecido asentados grupos
indígenas y comunidades negras, que la constitución política de Colombia de 1991 y la ley
70 “protegen” como territorios ancestrales, golpeados por la violencia y la miseria, una
paradoja para una de las regiones mas bellas y con mas riqueza en suelos, agua, flora y fauna
del mundo, además de una ubicación geográfica estratégica.
El negocio de la minería, legal o ilegal deja a su paso millones de toneladas extraídas, daños
irreversibles a los ríos y a la naturaleza en general, además de los centenares de muertos que
deja esta mafia, y todo esto con la displicencia del Estado, que aun legislando y
aparentemente regularizando estas prácticas mineras, las cosas se hacen al antojo y amaño
de las multinacionales y de las mafias, bien a sido una denuncia del autor no solamente en
esta obra sino a lo largo de su trabajo en crónicas, artículos y otros libros. Molano (2017)
Pero no solo la minería trae consecuencias negativas, también la explotación del petróleo,
donde confluyen varios actores, la guerrilla con el cobro de impuestos (vacunas1),
extorciones a las compañías que explotan este recurso que en su gran mayoría son
multinacionales extranjeras, también son invitados a este banquete del terror, los grupos
paramilitares que vienen ofreciendo “limpieza social” y “seguridad” a los contratistas.
Además, la cuenca del pacífico también suma otra problemática, el cultivo de hoja de coca,
la producción, comercialización, tráfico y consumo.
Capítulo II - Tumaco
Desde 1686 se dio comienzo a la explotación minera, con mano de obra esclava, pero hacia
1980 se había dado paso de la minería artesanal a una minería a gran escala, y con ello los
destrozos ambientales que traen las retroexcavadoras y los buldóceres, que como lo describe
el autor, van entrando por las riberas de los ríos sin ninguna consideración ambiental,
tumbando arboles y haciendo trocha, y una vez más incumpliendo licencias de explotación y
algunas leyes. Desde finales del siglo pasado a esta zona llegan con el auge del oro, los
paramilitares, Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Molano (2017) “se cuenta que en
1993 un patrón mando a asesinar a un grupo de mazamorreros2 que trabajaban sin su permiso
en el hueco que habían abierto con gran despliegue de maquinaria, la misma que uso para
sepultarlos” (p.29). son muchos los lugares recorridos de rio en rio como lo dice el título de
1
Vacuna: manera como se le llama al pago de una extorción
2
Mazamorreo: trabajo en las riberas de los ríos, donde se lava la arena aurífera, haciendo círculos en el agua
con bateas (recipientes circulares) de madera.
esta obra, para llegar a los relatos de los que han vivido por años la violencia en carne propia,
y que dejan de manifiesto que Colombia es un país de regiones olvidadas y abandonadas por
el Estado, es Tumaco una población que ha sido el epicentro de masacres y del terror de la
guerra, la minería, la producción de coca y otros cultivos ilícitos, son el tema de las denuncias
de sus líderes sociales que históricamente han sido asesinados, es una tristeza leer estas
crónicas que parecen sacadas de una película de terror, como lo menciona el siguiente
recuerdo de muchos de sus pobladores:
“la entrada de los paras fue muy traumática porque primero entro el Ejército, correteó
a la guerrilla y la sacó. Se posesionó en todo el río Patía y en Satinga y a los cuatro
meses, en 2001, entraron los paras que ya en 2000 estaban, pero camuflados, de bajo
perfil. Los años desde 2001 hasta 2003 fueron una cosa espantosa. Control total de
los paramilitares, masacres por todos lados; mirar gente sin cabezas, cabezas por ahí
tiradas, fue espantoso, las comunidades totalmente aterrorizadas. Se dice que en
Olaya Herrera mataron mas de 600 personas, fuera de los que tiraron al río y de los
desaparecidos. A unos los enterraban y a otros los echaban al río porque ellos tienen
la modalidad de meterlos en bolsas y botarlos al agua.” (p 41)
Este tipo de relatos son los recogidos en años de investigación por Molano, que en otras obras
como en “A lolo de mula” viajes al corazón de las FARC. Y en muchos artículos publicados
en el diario el Espectador donde se ha hecho denuncia, tratando de visibilizar las tragedias
escondidas en regiones donde la única manera de llegar es metiéndose entre los ríos, llegando
al foco de las historias más conmovedoras, escalofriantes y desconocidas por la mayoría de
los colombianos.
Capítulo IV - Timbiquí
“Los niños juegan a la guerra con fusiles de madera: forman, unos mandan y otros
obedecen, todo lo hacen con mucha seriedad”. (P.75)
El municipio de Timbiquí en Cauca, también tiene una larga tradición minera, ilegal en la
mayoría de los casos, las retroexcavadoras y las dragas han cambiado la geografía de la zona
y han dejado una serie de historias que como en Guapi y Tumaco están llenas de horror,
según los cálculos oficiales en 2015 la minería ilegal en el país movió alrededor de siete
billones de pesos, calificando esta actividad como “más rentable que el narcotráfico. Con
consignas como “No a la minería industrial, no a la coca, no a la palma” y “el progreso nos
empobrece y nos destroza”, las comunidades negras como están orgullosos de ser llamados,
hacen un llamado de atención a la sociedad, pues a pesar de estar en tierras muy productivas,
ricas en minerales como el oro, plata, platino, plomo, hierro, manganeso, níquel, cobre y zinc,
con un porcentaje hídrico importante y tierras fértiles para todo tipo de cultivo, esta región
históricamente abandonada y olvidada, además de ser reconocida como peligrosa y
cotidianamente violenta.
Capítulo V – Suarez
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Llamado en la amazonia asai, una palma alta y esbelta de la que se explota el cogollo y se vende enlatado
para aderezar ensaladas y salsas.
Este municipio de Cauca, ha sido protagonista de hechos como la masacre del Naya en 2001,
y la muerte de Alfonso Cano en 2011, es una región enmarcada por los conflictos sociales,
además de los problemas que trae la minería, la historia de esta región del país es contada
por el autor desde la época de la conquista hasta principios del siglo XX, para entender las
dinámicas sociales actuales, empezando por la guerra de los mil días cuando se fundaron los
primeros ingenios azucareros, esto fortaleció la demanda por la tierra, y con ello llegan los
desplazamientos forzados y voluntarios, y así el crecimiento y adquisición de tierras por parte
de hacendados y familias poderosas con poder político, que se enfrentaron a las familias de
campesinos libres en otrora esclavos, llamados comuneros. Estas disputas por la tierra que
en el marco del Bogotazo 1948, plena guerra fría, comienza a escribir la historia de la
violencia en el país. Un testimonio citado en esta obra de Mateo Mina, lo ilustra muy bien.
“desde 1947 hasta 1958, bandas y cuadrillas operaban en toda la región, unas de delincuentes
comunes, otras al servicio de uno u otro partido, Policía, Ejercito, chulavitas4 y matones de
los hacendados conservadores, tenían sus bases en Caloto y Miranda. Con un marcado
sentido racista atropellaban, espantaban a los comuneros negros, quemaban sus casas o los
asesinaban. Otras cuadrillas eran la réplica espontánea, la autodefensa y la resistencia, sin
dirección ni perspectivas claras; más que todo atacaban el ganado de los latifundistas, el
gobernador del Cauca, Hernando Jaramillo, apeló al Ejército y a la Policía para restablecer
el orden y frenar el “bandidaje negro nortecaucano”, en menos de 15 años acabaron con la
totalidad de los colonos invasores y con los comuneros negros” (p.86)
Capítulo VI – Buenaventura
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Manera de llamar a las bandas armadas de origen conservador en Colombia.
atención de la opinión pública por los grandes abusos a los D.D.H.H, así lo denuncia Molano
(2017).
Detrás de todos estos datos están los casos de las llamadas casas de pique, donde
paramilitares o lo que quedo de esta organización después de la “desmovilización” en el
gobierno de Uribe, asesinaban con motosierra, hacha y machete, descuartizando y redoblando
el terror en este lugar. Un testigo citado en el libro asegura:
Es así como el miedo a denunciar se apodero de esta población, y tal vez lo peor de estas
denuncias es que esta violencia no es generada solamente según ellos por bandas que se
disputan rutas de narcotráfico, sino el control territorial del municipio, sembrando el terror
para que la gente pobre que vive en la zona insular se desplace y así dar rienda suelta a los
megaproyectos. Explica una dirigente cívica: “los mafiosos, aliados con algunos empresarios
y políticos, quieren sacar a la gente a punta de miedo y comprar barato, para luego hacer
buenos negocios” (p.128)
Muchos activistas y líderes sociales son asesinados todos los días por convertirse en vecinos
incomodos para el “desarrollo”. Según datos del Centro Nacional de Memoria Histórica
(CNMH) entre 1990 y 2014, en Buenaventura 163.227 personas fueron víctimas del conflicto
armado. Monseñor Héctor Epalza obispo de esta ciudad fue el encargado pese a las amenazas
en su contra de denunciar lo que allí sucedía, “Buenaventura concentra la maldad de toda
Colombia. Por ser la capital estratégica de toda esta región que padece no solo de cien años
de soledad, sino de olvido, marginación y exclusión. El Gobierno ya reaccionó, pero había
tardado mucho” (p.131). Explicar los fenómenos sociales de Buenaventura es buscar la raíz
del problema en los megaproyectos de la zona, con miras al mercado del pacífico y al TLC,
es entonces en estos territorios de bajamar donde se libra esta guerra, lucha de control que
defiende intereses particulares.
Las historias de este río están orientadas a reconocer a quienes originalmente siempre han
poblado estas riberas, las comunidades indígenas. Haciendo un recorrido histórico desde
épocas coloniales el autor acerca al lector a las realidades que han soportado durante siglos
estos pueblos originarios y a su vez los negros esclavos traídos de África y asentados en estos
territorios del departamento del Choco, es así como el río se convierte en identidad
comunitaria, formas primarias de posesión, poblamiento e identidad cultural, base de los
territorios ancestrales y de los resguardos5 con gran riqueza aurífera, una vez más la minería
asociada a la riqueza de pocos y a la pobreza de la mayoría, hace dos siglos Humboldt
afirmaría “en aquel país, que es el más rico en oro, es donde continuamente se está
padeciendo hambre”, cosa que no ha cambiado, pues durante dos siglos las multinacionales
extranjeras han dragado los ríos en busca del oro y platino, barriendo el lecho de los ríos y
las quebradas tributarias, acabando con los causes, además de contaminar con mercurio y
cianuro. El Estado colombiano ha entregado concesiones mineras a extranjeros y a
empobrecido a sus pobladores, de un lado la opulencia de las multinacionales y del otro los
pueblos construidos por obreros en su mayoría negros afrodescendientes, carentes de
servicios públicos básicos, entre otras cosas. Más adelante el cultivo de la coca y el
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Propiedad colectiva de las comunidades indígenas colombianas de origen colonial.
narcotráfico marcarían el rumbo de la economía de esta región, que vio arrasar la cuenca de
sus ríos, trayendo desempleo, formación de grupos armados y la violencia represiva a sus
habitantes, como consecuencia de estos fenómenos ambientales y sociales, cabe citar la alerta
hecha por Bruno Moro, coordinador residente de la ONU en Colombia hasta marzo de 2013.
El río Atrato nace en Antioquia y recorre todo el departamento del Choco, hasta adentrarse
en las espesas selvas del Darién en límites con Panamá, región abandonada y olvidada gracias
a los espesos bosques y falta de vías de comunicación, esta era la ruta de la libertad de cientos
de esclavos que escapaban de las haciendas, en la época colonial estuvo prohibida su
navegación, por miedo a ser usadas como rutas para piratas ingleses y holandeses, desde el
siglo XIX y XX, fue cuna de la colonización antioqueña, hasta el Urabá, primero depósito de
tagua y caucho negro, después paso a ser pueblo ganadero, hasta finalmente y con la
construcción de carreteras y la navegación por sus afluentes hasta el caribe, se fue
consolidando en zona bananera, derribando selva, desplazando al indígena y al negro se fue
“desarrollando y progresando” usando como herramienta la violencia, miles de campesinos
expropiados y el Estado reprimiendo violentamente a quienes intentaban recuperar las tierras
expropiadas por los hacendados, así estos empresarios bananeros mantenían salarios bajos y
perseguían cualquier intención de organización sindical, cabe recordar la tristemente
“masacre de las bananeras”, como un capitulo nefasto de la historia colombiana, donde el
Estado protegió los intereses extranjeros de la United Fruit Company (UFC) y reprimió la
acción sindical masacrando a los trabajadores que pedían mejorar sus condiciones laborales.
Décadas más adelante aparecerían las guerrillas del EPL y las FARC, y como respuesta de
patrones y del mismo Estado se crearon los grupos paramilitares, y con ello los genocidios,
el conflicto social armado en Urabá se profundizó como ya había ocurrido en otras zonas del
pacífico. Apartado es el municipio corazón de la zona bananera, y epicentro del accionar
paramilitar que lleno de tragedias y víctimas la zona, con armamento de uso privativo de las
Fuerzas Armadas, desde el año 1995 se reportaron cerca de 500 asesinatos presumiblemente
políticos, según un documento de la Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, el
“proyecto” paramilitar como es conocido por la gente en el Magdalena Medio y el Urabá,
consiste en limpiar del campo la población que apoya a la guerrilla, y con ello la doble
función de las masacres, liquidar a los colaboradores o militantes y aterrorizar a la población
civil.
Además de las crónicas e investigaciones recogidas por el autor en estos viajes por el pacífico
colombiano, este libro deja para el final como anexos los mapas de estos departamentos,
llama la atención del lector poder encontrar los mapas de estas zonas.