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Sangre en nuestros móviles: el conflicto del coltán en el Congo

POR
HEMISFERIO ZERO
– 2 ABRIL, 2012PUBLICADO EN: ÁFRICA, OPINIÓN
Por David Val Palao*.
Los teléfonos móviles se han convertido en el producto estrella de la última década. En 2005, se vendían más de 800
millones de estos teléfonos en todo el mundo y en 2010 esa cifra ya superaba los 1.100 millones. En conclusión, un negocio que
está en continuo crecimiento.
En cambio, probablemente no se haya oído hablar tanto del coltán. Este mineral ha pasado de ser considerado una simple
curiosidad geológica a convertirse en crucial para el avance tecnológico debido a sus nuevas aplicaciones. Hoy en día, es utilizado
en casi la totalidad de dispositivos electrónicos: teléfonos móviles, GPS, satélites artificiales, armas teledirigidas, televisores de
plasma, videoconsolas, ordenadores portátiles.
Cosas del destino, el 80% de las reservas de coltán se encuentran en el este de la República Democrática del Congo
(RDC). Recurso no renovable y altamente estratégico, el coltán se convirtió en el motivo de una guerra fratricida entre nueve naciones
vecinas que estalló en 1998. Mientras tanto, Occidente mira hacia otro lado y se aprovecha de la inestable situación que existe en
el país para negociar con el coltán.
Los congoleños viven atemorizados ante la extorsión de los guerrilleros. Las minas de coltán son explotadas por niños y
adolescentes que viven en régimen de esclavitud, ya que gracias a sus pequeños cuerpos son los únicos capaces de adentrarse
por las estrechas galerías donde obtienen el preciado mineral. Se calcula que por cada kilo de coltán extraído mueren dos niños.
Una vez que obtienen el coltán, lo transportan a las aldeas donde consiguen vender unos 40 kilos por 10 dólares. Es decir, tres o
cuatro días de trabajo por unos siete euros de media. Después, este mineral se vende a las grandes multinacionales por unos 70
euros el kilo.
Estos grupos de guerrilleros, a los que no controla ni la ONU ni el propio ejército congoleño, tratan a los ciudadanos como
esclavos. Explotan a niños y a jóvenes, llevándolos a trabajar a las minas o convirtiéndolos en soldados. Cuando se derrumban fruto
del cansancio acumulado, los asesinan. A las niñas, adolescentes, mujeres y ancianas las violan repetidamente.
Pero, ¿por qué no se actúa? Porque, como ocurre casi siempre, el negocio económico que existe detrás es mucho más
rentable que la explotación legal y controlada de estas minas. Estos grupos de salvajes guerrilleros, apoyados militarmente por
Ruanda, viven del coltán que venden a las grandes multinacionales de Occidente.
Con todo, los pequeños y destartalados aviones comerciales siguen despegando del Congo cargados del preciado mineral.
Bélgica, como antigua metrópoli, es uno de los principales clientes de las exportadoras congoleñas, que se sustentan principalmente
del coltán que proviene de las zonas que habían sido ocupadas por Laurent Nkunda. Algunas multinacionales como la
belga Traxys se dedican a la comercialización y distribución de minerales industriales como el coltán y, aunque pretenden esconder
la procedencia de ese mineral, sus propios proveedores confirman que proviene de la zona en guerra.
La media docena de empresas belgas que controla el tráfico del mineral procedente del Congo, lo exporta casi todo a
China, país en el que se fabrican más de 500 millones de móviles al año, es decir, la mitad de la producción mundial. Gigantes de
las telecomunicaciones como Nokia o Motorola aseguran en sus webs que el coltán que utilizan en sus móviles no procede de la
zona conflictiva del Congo. Aun así, nunca han aportado pruebas fehacientes de que verdaderamente controlan la procedencia del
mineral. De lo que no hay duda es que tales empresas tienen filiales y subcontratas en China, que son quienes fabrican sus teléfonos
móviles.
En conclusión, las grandes multinacionales de la tecnología viven del coltán obtenido en el Congo, por el cual se paga muy
poco en comparación con lo que podría pagarse si las minas se explotaran de forma legal bajo el amparo del gobierno congoleño.
Esta sería, sin duda alguna, la única forma de que la debilitada sociedad del país pudiera beneficiarse de la riqueza de su subsuelo.
¿Es necesario que se vierta tanta sangre y que se hagan tantas atrocidades para poder tener un smartphone? La relación
de esta guerra con nuestro consumismo tecnológico es directamente proporcional: las fechas del auge de ventas de teléfonos
móviles coincide con aquellas en las que ha habido más muertos en el Congo. De todos modos, siempre es más fácil obviar este
conflicto y actuar como si no existiera.
*David Val Palao es periodista y autor del blog Vida y obra de un cronopio.

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