Está en la página 1de 3

Lección 31

El psicoanálisis debió comenzar a trabajar a partir del síntoma, siendo esto lo visible pero lo
más irreconocible para nuestro yo, pues el síntoma proviene de lo reprimido, que es tierra
extranjera para el yo. El trabajo con el síntoma llevó hacia la vida pulsional, a la implicancia de
la sexualidad y a partir de allí surgieron las críticas hacia el método, aun cuando sostenemos
que el sujeto enferma por el conflicto que le acarrea oponerse a la pulsión, en un conflicto de
fuerzas opuestas. En palabras de Freud: “entre las exigencias de la vida pulsional y la resistencia
que se alza contra ellas”. Así el psicoanálisis se corrió de la indagación sobre lo reprimido y
esperó encontrar más respuestas indagando sobre el yo, al que tampoco es sencillo acceder.
Esa indagación arrojó que el yo es ESCINDIBLE, puede tomarse a sí mismo como objeto,
observarse y criticarse, aunque temporalmente para luego reunificarse.
La patología nos aporta conocimiento sobre lo normal. Los locos son los que saben de la
realidad interior, por eso pueden revelarnos cosas que de otro modo nos resultarían
inaccesibles.
Un grupo de estos enfermos padece el delirio de ser observados (ENUNCIACIÓN DE LOS
ACTOS). Freud propone que esa instancia observadora a la que aluden los enfermos podría ser
parte de toda estructura. Las funciones de esa instancia serían las de 1) observación y
enjuiciamiento, 2) cc moral. Denominará a esta instancia SUPERYÓ.
Hay un cuadro patológico en el que esta instancia hace patente su severidad: la MELANCOLÍA.
En esta el rasgo más llamativo es la culpa moral y sentimiento de indignidad que genera al yo.
Luego Freud menciona lo sorprendente de que, pasados unos meses, la crítica del superyó calla
y el yo recobra su libertad, pero sólo hasta el próximo ataque. Hasta entonces (FASE MANÍACA),
se permite toda satisfacción sin inhibiciones. Sin embargo, Freud reconoce sus límites sobre
este proceso.
Lo que sí asevera es que aquella cc moral a la que nos referimos no está dada desde el
comienzo. De niños somos completamente amorales y esa función es cumplida por los
progenitores. No es hasta luego del complejo edípico que se forma la instancia observadora del
superyó.
Consideramos como una de las bases de este proceso la IDENTIFICACIÓN, entendida como la
forma más importante de ligazón afectiva con el prójimo, y a la que debemos diferenciar de la
ELECCIÓN DE OBJETO. No es lo mismo “querer ser” como el objeto, que “querer tener” el
objeto. Lo que sí puede suceder es que el objeto sea el mismo para ambas operaciones.
Freud acepta sus limitaciones sobre estos temas, pero se muestra confiado en que “la
institución del superyó puede describirse como un caso logrado de identificación parental”.
Enlazado al complejo de Edipo, en tanto al abandonar las investiduras libidinales se refuerza la
identificación (como precipitado de esas investiduras, por eso decimos que el superyó es el
heredero del complejo de Edipo).
En el curso del desarrollo, además, el superyó va cobrando también el influjo de otras personas
significativas (maestros, arquetipos ideales, educadores). Y es esperable que se distancie todo
lo posible de los influjos parentales originarios, es decir que se vuelva más impersonal, y que
LA LEY vaya más allá de las personas. Si bien el niño puede seguir identificándose con sus
figuras parentales una vez que el Edipo deja lugar al superyó, esas identificaciones posteriores
ya no contribuyen a este sino al yo, a la formación de carácter, pues el superyó ha quedado
configurado por las “primerísimas imagos parentales”. Por eso Freud define al yo como una
“constelación estructural”.
Hablará luego de la tercera función del superyó: portador del IDEAL DEL YO. Este es el
precipitado de las primeras representaciones de los progenitores, de la perfección que el niño
les atribuía entonces. Con el cual se mide, al que aspira alcanzar, pero que a diferencia de las
dos funciones anteriores no es prohibidor sino facilitador, como modelo.
Diferencia entre el complejo de inferioridad (que no utilizamos en psicoanálisis) y el
sentimiento de culpa, que es la forma en que el yo percibe la crítica del superyó, de su cara
más severa. Tanto el niño como el adulto que no es amado se siente inferior. Lo más
importante del llamado sentimiento de inferioridad es que proviene de la relación del yo con el
superyó y, al igual que el sentimiento de culpa, expresa la tensión entre ambos.
Retoma el concepto de superyó para mencionar dos puntos importantes sobre su desarrollo:
uno biológico (la prolongada dependencia del humano con sus padres) y otro psicológico (el
complejo de Edipo). Es así que el superyó representa los valores y límites morales, [de clase:]
pero también es coercitivo, arbitrario y amenazador, por eso diremos que es una instancia
contradictoria.
Descubre también que el superyó del niño en realidad no se edifica de acuerdo a sus
progenitores, sino al superyó de estos que -sin importar cómo hayan resuelto sus propios
conflictos yo/superyó-al ser padres se olvidan de las dificultades que ellos mismos sufrieron, y
en la educación de sus hijos no tardan en mostrarse exigentes y rigurosos. Sobre esta base dirá
luego que en la ideología del superyó perviven el pasado y las tradiciones, cediendo poco a los
influjos del presente, en contraposición a las ideas materialistas de la época, que atribuían la
conformación de lo ideológico al resultado de una superestructura de sus relaciones
económicas actuales.
Sabemos, dice Freud, que toda la teoría psicoanalítica se edifica en la percepción dela
resistencia que nos ofrece el paciente en el análisis: el discurso se desvía abruptamente del
tema tratado, puede angustiarse cuando se aproxima a determinado tema. Esto obviamente
atenta contra el análisis, y si le comunicamos que de acuerdo a su conducta se encuentra en
estado de resistencia, dirá que sólo había notado una traba en las ocurrencias. Estas
resistencias sólo pueden provenir del yo, dado que la pulsión, el icc, por el contrario, lucha por
aflorar a la cc.
Las formas en que se exteriorizan las resistencias nos demuestran que sectores del yo y el
superyó tienen la cualidad de icc [de clase: en la 2da tópica, los sistemas pasan a ser cualidades
de las instancias]
El mejor significado de icc es el descriptivo: se trata de un proceso psíquico del que no nos
queda otra que suponer, ya que sólo sabemos de él por sus efectos y producciones.
La mayoría de los contenidos cc sólo lo son por breve lapso, luego pasan a estado latente
(precc).
En cuanto el ELLO (el original en alemán “ESO”), tiene las mismas cualidades que lo que
denominábamos icc (ojo porque aunque el yo y el superyó también puedan tener esta
cualidad, no poseen el mismo carácter primitivo e irracional). Y ese pronombre impersonal le
parece el más apropiado para designar el principal carácter de esta instancia: su ajenidad
respecto del yo. Es la parte oscura, inaccesible de nuestra personalidad, reservorio pulsional.
“No conoce valoraciones, ni el bien ni el mail, ni moral alguna”. Todo en el ello es investiduras
pulsionales que reclaman descarga, todos sus procesos están gobernados por el principio del
placer.
Del yo, en cambio, podemos decir que su principal característica es el nexo con el mundo
exterior (a través del precc), mediar las percepciones. Es el “órgano sensorial del AP”, no sólo
ante los estímulos el ME sino ante aquellos que provienen del interior de la vida anímica,
sustituyendo el principio del placer por el de realidad. Pero debemos considerar también al yo
como un fragmento del ello adecuado al fin dada su proximidad con el ME.
“El pobre yo sirve a tres amos”, tres déspotas: ME, superyó y ello.
Finaliza advirtiendo que no debemos caer en una separación tajante de las instancias.
El trabajo del psicoanálisis consistirá en fortalecer al yo, hacerlo independiente del superyó,
para ampliar su campo de percepción y organización y así, pueda apropiarse de nuevos
fragmentos del ello. Utiliza la metáfora del Zuiderzee: una bahía con terreno fangoso que
gracias al trabajo humano (cultura), se lo convirtió en tierra firme. De la misma forma, el yo es
un trabajo de cultura: “Donde ello era, yo debo advenir”.

También podría gustarte