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Configuración del ambiente en el trabajo con los niños en los primeros tres años
“Del mismo modo como con anterioridad al parto la naturaleza proporciona el correcto
entorno para el cuerpo humano físico, el educador después del nacimiento tiene que procurar el
adecuado medio circundante físico. Únicamente el correcto entorno físico cobra un efecto tal sobre
el niño, que pueda plasmar sus órganos físicos en las formas correctas” (R. Steiner, “La educación
del niño”)
¿Qué significa en el sentido antroposófico, crear el entorno “correcto”? ¿Un entorno “lindo”
en nuestras habitaciones cuna es suficiente en el sentido de un entorno “correcto”? ¿Cómo debe ser
un entorno para que el niño pueda desarrollarse individualmente y con salud al cabo del parto? ¿Qué
necesita el niño para hallar el rumbo en su camino terrenal recién iniciado, hallar su morada sin
experimentar desamparo? A través de su desarrollo embrional el niño mismo nos muestra de qué
manera se crea un ambiente ideal para esa época. Este desarrollo se asemeja a un milagro, en el cual
el ser espiritual del niño se conecta con la sustancia hereditaria de los padres, madurando para
convertirse en un ser humano.
Embrión en la quinta semana (A. Knabe según L. Nilsson), corión, envoltura externa, alantoides,
placenta, saco vitelino, saco amnión.
Con respecto a estas tres envolturas embrionales, Rudolf Steiner nos dice, que los tres
miembros superiores del ser humano se encarnan de manera diferenciada a estos órganos de
envoltura. “El amnión es el correlato físico del cuerpo etérico, la alantoides (la cual incluye
asimismo al cordón umbilical) es el correlato físico del cuerpo astral, el corión (la posterior placenta)
es el correlato físico de la organización del yo de la persona adulta.” (GA 314, pág. 308, 23.4.1924)
Por lo tanto la formación de la placenta como organismo global, antecede a los estados
precursores de la formación corporal del embrión. Mediante estructuras altamente diferenciadas,
puede ofrecer pasajeramente las funciones de pulmón, hígado, riñón y glándulas hormonales, hasta
que en el embrión han madurado los órganos correspondientes. Para los respectivos procesos, el niño
que se está encarnando a los impulsos disparadores.
Por la permeabilidad del líquido amniótico, en la misma pueden obrar las imágenes
espirituales arquetípicas, fundamentadas sobre una figura de forma y energía. Se encuentran en
relación con las fuerzas que en un accionar conjunto se han generado entre el hombre y el ser
espiritual. Dado que durante el tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento el hombre a través del
accionar en conjunto con el ser espiritual crea sus disposiciones de gérmenes espirituales, según las
cuales luego se forma su cuerpo físico.
La sangre materna llega al niño en gestión, filtrada por la placenta a través de la alantoides,
como sangre embrional propia. Esa corriente sanguínea materna es influenciada fuertemente en su
cualidad por la vida anímica de la madre. Esos cambios, por ejemplo oscilaciones en la velocidad de
la corriente sanguínea, la alantoides las transmite también al niño. “LO QUE ANTERIORMENTE
(antes del parto) HAN REALIZADO EN ÉL LAS ENERGÍAS Y LOS HUMORES DE LA
ENVOLTURA MATERNA (en el niño), AHORA LO TIENEN QUE LLEVAR A CABO, LAS
FUERZAS Y LOS ELEMENTOS DEL MUNDO EXTERIOR FÍSICO
Podríamos decir entonces que al cabo del nacimiento físico, sigue el “embarazo del cuerpo
etérico”, con una duración de siete años. El cuerpo etérico está rodeado una envoltura de una
envoltura etérica. Por lo tanto el desarrollo del cuerpo etérico continua en el niño pequeño, al que
estamos cuidando en las casas cuna y en las guarderías y – avanzando – también será la temática en
los jardines de infantes. Correspondientemente al embarazo físico, durante el cual la madre
conscientemente se cuida a sí misma, sin cobrar efecto empero mediante acción directa sobre el
embrión físico, sería saludable tener presente en la fase del “embarazo etérico”, la correspondiente
envoltura etérica.
Constituye entonces un gran desafío pedagógico – al menos en los primeros tres años de
vida – el no ejercer influjo sobre el niño mediante requerimientos a su intelecto. Dado que esas
fuerzas necesarias para el uso del intelecto, se restan del plasmado de un buen cuerpo etérico del
niño. Debilita al cuerpo etérico, cuando el ánimo infantil prematuramente tiene que entender
explicaciones y discusiones, además de instrucción. De tal manera que el consecuente “cuidado” en
ese ámbito también significa un cambio en nuestro modo de pensar, al querer influenciar
positivamente, la posterior actividad del cuerpo etérico del niño pequeño. En la actualidad el
debilitamiento del cuerpo etérico en la mayoría de los casos es tematizado como “daños psico-
emocionales e inmunológicos causados por cuidados incorrectos en la primera infancia” (por
ejemplo institucionalizados). (Venturini, F., Arte de la Educación, ¿Qué hay detrás del boom de las
guarderías?) – 11/2012, pág.60). Una reglamentación positiva al respecto seria la creación de un
entorno emocional (que satisface anímicamente) e inmunológico (en ese sentido por lo tanto
vigorizante, sanador) para el niño pequeño. ¿A causa de qué acontecen los “partos etéricos
prematuros”, que ayuda podemos aportar? ¿Podemos evitarlos? ¿Cómo podemos llevar a un
contexto, un sano desarrollo del cuerpo etérico, con las fuerzas y los elementos de actual medio
circundante físico?
Al tomar estas ideas referidas a las envolturas embrionales - que se me figuran tan universales y al
mismo tiempo tan individuales, a modo de una disposición fundamental y un encargo de tarea, por
cierto que encontraremos suficientes posibilidades de transformarlas debidamente en la práctica.
En este sentido deseo haber despertado su interés y aguardo gustoso un intercambio de ideas.
28.5.2013