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García Má rquez evocaba el asombro de los cronistas de Indias ante la realidad descomunal,
inefable, con que se habían topado en el Nuevo Mundo. Para explicarle esa noche a sus
anfitriones de Estocolmo (y del porvenir) cuá l había sido el germen del realismo má gico,
cuá l el fundamento de aquella forma de narrar que le había merecido el premio, eligió
explicar la soledad de América Latina como fruto de la extrañ eza que siempre produce en el
eterna juventud, Europa había procurado interpretar la realidad americana con sus propios
esquemas, logrando con ello hacernos cada vez má s desconocidos, cada vez menos libres,
Casi 40 añ os antes lo había dicho también Alejo Carpentier, en el pró logo a El reino
de este mundo: por la virginidad del paisaje, por la formació n, por la ontología, por la
presencia fá ustica del indio y del negro, por la Revelació n que constituyó su reciente
descubrimiento, por los fecundos mestizajes que propició (…) la historia de América es
toda una cró nica de lo real-maravilloso, porque lo maravilloso no solo surge del milagro,
sino má s bien “de una revelació n privilegiada de la realidad, de una iluminació n inhabitual
en virtud de una exaltació n del espíritu que lo conduce a un modo de ‘estado límite’” y que
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Carpentier denomina fe. Fe. El surtidor de la magia: fe. La sú bita suma de, no uno, sino tres
amurallados, como en el Viejo Mundo- sino brutal, abrupta, huracanada, de tres enormes
ríos de fe, hizo de América y de estas “ínsulas extrañ as” una desbordante vorá gine de
prodigios, ante los que el hombre europeo se seguiría quedando poco má s que afá sico.
Con ese mismo asombro, en ese mismo “estado límite de exaltació n espiritual” que
tan inesperadamente como a nuestras costas los navegantes medievales, tan enmudecido
como ellos. No en balde procuró describirlo San Juan de la Cruz con el lenguaje de los
exploradores: ínsulas extrañ as es el Amado, como es los valles solitarios, nemorosos, que
poblaban esta tierra virgen. Y en cuanto se asoma, con vértigo, a esa tierra de misterio que
como bien supo decir el poeta ‘Attar: “El alma oculta en el cuerpo y tú oculto en el alma, oh,
tú oculto en lo oculto, alma del alma”. Decir al Otro es decirse a sí mismo, como han sabido
hasta la saciedad los místicos y neoplató nicos que exclaman que el amante en el amado se
transforma o que se vive sin vivir en sí. Decir al Otro equivale a decir-nos. Opera también a
la inversa: en América Latina seguimos explicá ndo-nos en virtud de lo que Derrida llamaría
Nada, pues, tan pertinente como desentrañ ar, explorar en los límites del lenguaje los
arcanos del éxtasis trascendente desde estas ínsulas extrañ as, es decir, desde el seno de
una Otredad que se descubre una y la misma con el Yo. Si los cronistas de Indias
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desembarcaran en tierra americana hoy, al intentar describir lo que para ellos sería
insó lito tendrían que enfrentarse a esta “otredad” que somos sabiendo que
irremediablemente es la suya propia, y que lo americano es, bien que nos pese por la
vaciarse a sí mismos (con todo y la “otra” otredad --la semítica-- que ya cargaban a
semilla indígena que aquí germinaba. Esta es, después de todo, la esencia del Misterio
místico.
desembarcar y, como diría San Juan, sosegar el cerco y descender, a vista de estas aguas,
hasta la cima/sima del misterio místico. Nuestra caballería la integran expertos en teología,
psicoaná lisis, poesía, crítica literaria, arquitectura, literatura comparada, estudios bíblicos y
teoría del fenó meno místico, así como poetas, sacerdotes y místicos de carne y hueso, que
aú n respiran; los castillos místicos que asediamos son los de Teresa de Á vila, Rosa de Lima,
Jan van Ruysbroek, Farid ud-Din ‘Attar, Ibn ‘Arabi, Juan de la Cruz, Ernesto Cardenal, el
Son 18 los artículos que integran el libro. En principio, se trata de las actas del
bajo el mismo título del presente volumen. Sin embargo, como nos dice su editora y
prologuista Luce Ló pez Baralt, para esta compilació n aquellos ponentes iniciales se
duplicaron, gracias al fervor que irradian los estudios místicos desde Puerto Rico. El índice
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para fundar una universidad utó pica. Aquí, en una geografía textual que prescinde de
costas, coinciden figuras del calibre de Seyyed Hossein Nassar, el gran maestro iraní de la
sanjuanistas de todos los tiempos; la fecunda escritora Clara Janés, traductora de textos
Cardenal y otros insignes académicos (como Ana María Rizzuto, Juan Martín Velasco, Pablo
Beneito y Gloria Maité Herná ndez), con extraordinarios pensadores puertorriqueñ os que,
por modestia de país anfitrió n, no adjetivaremos individualmente pero que, al igual que
exclamaba Don Quijote, ¡sabemos bien quiénes son!, y que incluyen a Á ngel Darío Carrero,
Miguel Norbert Ubarri, Luis Giró n Negró n, Ferdinand Padró n, Emilio Bá ez, María Mercedes
Carrió n y Laura Robledo, profesores que imparten y comparten su erudició n lo mismo aquí
que en Harvard, Emory, Amberes. Coinciden con los vivos algunos, de gran prestigio
también, que ya han cruzado a la otra orilla, y cuyos textos inéditos tenemos el privilegio de
leer hoy: se trata de Miguel Asín Palacios y Jaime Oliver Asín. Y es claro que tantas
otredades confluyen en este libro unitario gracias a su centro gravitacional: sin duda
poder de convocatoria siempre han estado al servicio del renombre de Puerto Rico, para
orgullo suyo y deuda nuestra. Como su mano derecha, debemos este volumen también al
trabajo impecable de Beatriz Cruz, egresada del programa doctoral de Estudios Hispá nicos
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En el primer artículo, “El fenómeno místico, clave para la comprensión del
hecho religioso”, Juan Martín Velasco pone en contexto la relevancia del volumen
Gasset-- tiene la cultura actual. ¡La etimología misma de la palabra mística revela tanto de
este misterio!: deriva de la raíz indoeuropea “my”, presente en myein, que significa cerrar
los ojos y la boca, de donde proceden miope, mudo y misterio, es decir, lo oculto, no
accesible a la vista, imposible de decir. El mystes, en la Grecia clá sica, es el fiel que se ha
la expresió n “teología mística”, que ya usaba Pseudo Dionisio en el siglo VI, deviene a su
significado actual de un conocimiento religioso no solo teó rico sino padecido, vivido
concretamente en una experiencia de unió n con lo divino. El estado contemplativo es, pues,
cognitio experimentalis, conocimiento con experiencia. El autor nos explica los escollos del
lenguaje místico, los fenó menos psicosomá ticos –éxtasis, levitació n, estigmas, visiones- que
experiencia unitiva y la naturaleza del estado de gracia en sí. De ahí nos lleva de la mano a
explorar la relació n entre mística, religió n, humanismo y ética, en un profundo aná lisis de
místico es testigo y traductor de la noche que es Dios, vigía del abismo que padecemos ante
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En “Callar sin poder callar, decir sin querer decir”: Mística y poesía en los
hológrafos de santa Rosa de Lima”, Emilio Bá ez aclara, en primer lugar y para subrayar
los nexos entre Puerto Rico y la mística que este libro celebra, que Rosa de Santa María o
Isabel Flores de Oliva, su nombre de pila, era hija de un nacido en nuestras tierras: Gaspar
Flores, natural de San Juan. El artículo procede entonces a asomarnos a las imá genes con
que santa Rosa intentaba explicar su experiencia mística, entre silencios incó modos para la
Inquisició n e imá genes inexactas. Atestigü en este hermoso pasaje, extraído del Primer
proceso ordinario, uno de los dos instrumentos de su beatificació n: “Y este testigo (Juan del
Castillo, su médico) le tornó a preguntar si le sucedía con Dios otra cosa má s de lo dicho, y
la dicha se paró y no respondió . Volvió le este testigo a decir que no era tiempo de callar en
tiempo de examen, ni tampoco se servía Dios [con] que, en semejante caso, callase.
Respondió la susodicha que en la unió n … algunas veces veía a Cristo, nuestro Señ or”. Ante
la pregunta inevitable: qué figura tenía Dios, respondía que era “como un mar infinito o
Bá ez nos lleva entonces por un minucioso recorrido de los quince holó grafos, o
grá ficos glosados, que la Santa confeccionó para explicar las mercedes que Dios le había
temá ticas; ademá s, van acompañ ados de glosas generales sobre el propó sito de los pliegos
El mismo cará cter de experiencia o fenó meno, que viene de fuera para marcar física
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tradició n griega, al-‘aql en el contexto islá mico) lo encontramos en la tradició n musulmana,
como señ ala Seyyed Hossein Nassar al tratar “La gnosis teórica y el sufismo doctrinal y
castellano para esta edició n, define para los lectores en qué consiste el corpus de
conocimiento o Ciencia Suprema denominada sufismo doctrinal o gnosis teó rica, y en qué
se diferencia del sufismo prá ctico. El artículo esboza los orígenes fundacionales de la gnosis
teó rica y su trayectoria en el mundo musulmá n. Se trata nada menos que del conocimiento
sustancia del conocimiento primordial. Alcanzarlo requiere cualidades espirituales. Casi con
y esotérico que emana de la fuente (bien lo supo el rabí de “El golem”). Tras validar la
algunos filó sofos islá micos condenan, el autor procede a ofrecerla como solució n a los retos
que enfrenta la fe de Mahoma hoy día. Ante lo que él llama la invasió n de un ideario secular,
defender al Islam de los ataques cristianos, solo en la gnosis se puede encontrar el principio
1510, y con ello la entrada del místico flamenco Jan van Ruysbroek a la literatura teoló gica
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de amplia circulació n en la Península, que San Juan debía conocer. En primer lugar,
Norbert describe la imagen del rostro y las dimensiones de Dios que predomina en los
continuació n, el autor nos recuerda que la experiencia mística de san Juan de la Cruz, sobre
todo en la prosa, también es trinitaria y recurre con frecuencia a la voz “abisal”, que se
había considerado siempre un neologismo del carmelita derivado del latín abissus o
abisalis. Norbert lanza la hipó tesis de que san Juan la haya tomado directamente de las
concluyendo que hay coincidencias entre Ruysbroek y san Juan que ameritan cuidadoso
estudio.
Eulogio Pacho hace un recuento de los sucesores y discípulos de Teresa de Jesú s y Juan de
la Cruz en la historia de la mística del Carmelo. El célebre estudioso recuerda a quienes han
mística que, para él, conjuga armoniosamente todos los misterios de la fe cristiana y todos
ninguno de ellos.
Luce Ló pez-Baralt, en su artículo “La alquimia del amor en San Juan de la Cruz”,
nos vuelve a explicar por qué la reverencia eró tica, ese erotismo gozoso de los versos de
san Juan, no obedece al típico discurso cristiano, pues se encuentra ajeno a la vía de la
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suprimir la pasió n que san Juan exalta sin pudor. Procede entonces a analizarlo a la luz de
otra tradició n espiritual, la del tantrismo, que potencia la pasió n como fuerza que, de
Luce una influencia, sino una confluencia: los postulados del tantrismo son en este artículo
una herramienta para que podamos entender mejor la rareza del Reformador carmelita en
Nos sumergimos entonces en una lecció n tá ntrica de la mano suave de Luce. Si algo
bibliografía má s diversa sobre un mismo tema, es que Luce siempre me la explica mejor,
me la facilita con su prosa de vuelos poéticos, que sin dejar de ser rigurosa, sabe desplazar
el aparato erudito con ritmo y paciencia entre notas al calce y advertencias de tutora
maestra, que le asegura una y otra vez que entenderá , un poco má s adelante, con ese
despliegue paulatino de saberes que nos irá develando a su debido tiempo. Gracias,
maestra, por hacernos expertos sin dolor, por desmentir el “no pain, no gain” de otros
académicos.
Decía que Luce nos resume el tantrismo: un movimiento iniciá tico que estudia el
fenó meno de las energías divinas. Allí, Shakti representa el aspecto femenino de la
divinidad, mientras Shiva su carga masculina; este ú ltimo, el eje, el Supremo inmó vil, se
proyecta fuera de sí mismo en la danza có smica de Shakti, que como mujer inquieta que
danza a su alrededor representa las cosas creadas en eterno movimiento. Cuando Shiva se
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fecunda en feliz có pula cosmogó nica, es porque en el fondo no es masculino ni femenino,
sino pura unidad, la esencia ontoló gica interior, el mismo ser doble (masculino y femenino)
que éramos en el origen en la tradició n grecolatina y que da pie a la teoría de las almas
cambio, no rompe con el placer, sino que lo celebra como vía unitiva e insiste en la fuerza
del deseo sexual, que potencia la creació n. El tantrik desposa a Shiva y Shakti en su propia
alma, es decir, se casa, copula consigo mismo, lo que da como resultado la iluminació n
liberadora. Luce propone que la poesía de San Juan, inspirada en la corpó rea sensualidad,
poesía sanjuanesca: las estrellas de oro, los ojos de plata y las caricias de aire. Quisiera
una o dos oraciones la glosa profunda de la autora, pero tampoco es posible. Solo digamos
que el artículo provoca nuevas y má s gozosas intuiciones sobre los versos del carmelita en
el Cántico y en la Noche oscura. Los prados esmaltados son de estrellas, los ojos plateados
del Amado en la fuente son los de la misma Amada y las caricias ardientes que
intercambian los esposos son de aire inmaterial porque Shiva y Shakti se transforman en
En “Mi alma tuvo sed de ti…: San Juan de la Cruz y sus dos versiones del salmo
62”, Luis Giró n Negró n procura dilucidar el misterio de una porció n de la glosa de san Juan
a su poema “Noche oscura”. El carmelita, cuya glosa oscurecía má s que aclaraba el sentido
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comentá ndonos: “Porque el toque de este amor y fuego divino de tal manera seca al
espíritu y le enciende tanto los apetitos por satisfacer su sed de este divino amor, que da
mil vueltas en sí y se ha de mil modos y maneras a Dios con la codicia y deseo del apetito.
David da a entender esto muy bien en un salmo (se refiere al salmo 62) diciendo: «Mi alma
tuvo sed de ti; ¡cuá n de muchas maneras se ha mi carne a ti!»; esto es, en deseos. Y otra
translació n dice: «Mi alma tuvo sed de ti: mi alma se pierde o perece por ti». El objetivo del
artículo es precisamente averiguar de dó nde saca san Juan esa otra traducció n, que difiere
del grueso de la tradició n exegética cristiana. Para hacerlo, Giró n se detiene en las
acercamiento a las fuentes de este enigmá tico pasaje podría aclararnos algunas lagunas
salmantino, donde estudió bajo la tutela del hebraísta converso Gaspar Grajal.
En otras palabras, la obra de Teresa de Jesú s, a la vez que presenta el arte cató lico, refleja la
prohibidas en la Españ a del siglo XVI. El interés de Teresa por el quehacer arquitectó nico
de la época la lleva a evocar expresiones andalusíes y sefarditas, que demuestran una vez
jardín que compone santa Teresa alude a las corrientes de espiritualidad orientales en las
tradiciones judía y musulmana: el legado ibérico prohibido. Esto explica por qué santa
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Teresa representa el amor a Dios por medio de un gran amor al arte.
textos místicos de Ernesto Cardenal, de cuya selecció n se encargó quien también viene
siendo desde hace añ os experta en la obra del nicaragü ense: Luce Ló pez Baralt. ¿Qué
poético fulgor? Sé que los lectores la disfrutará n en todo lo que vale. Permítanme compartir
¡Qué belleza, qué misterio esos versos, ¿no? Pues recuerden mis palabras: los entenderá n,
gracias al resto de los artículos del libro. Tienen mucho que ver con el trabajo de Luce,
mucho con los de Seyyed Hossein, Ana María Rizzuto, Ferdinand Padró n, Pablo Beneito,
Gloria Maité Herná ndez y Laura Robledo. Quizá s el mejor atributo de este libro es que
otro ya ha aclarado o aclarará . Creo que esta dialéctica progresiva se la debemos también a
la sabia ordenació n de los artículos, labor que sin duda agradecemos al trabajo de
una depurada traducció n del persa al castellano que realizó la poeta españ ola Clara Janés
a la obra capital del místico de Nishapur: Farid ud-Din ‘Attar. El lenguaje de los pájaros,
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titulado también con frecuencia La conferencia de los pájaros, es un texto luminoso que nos
llega desde el límite entre los siglos XII y XIII. Una vez má s, Janés, quien también es Premio
Nacional de Traducció n, enriquece las letras hispá nicas al sumar otra obra literaria, esta
vez de la antigua Persia, a sus mú ltiples trabajos de traducció n. Clara Janés reconoce por
experiencia las dificultades del traductor, que nunca puede trasladar la totalidad de
sentidos que el texto original encierra, pero esta ambiciosa labor, que implica la traducció n
de 4,724 versos, centra su esfuerzo en ser cuan fiel se pueda a las loas del místico ‘Attar. La
palabras de la autora: “es un goce de los sentidos, dadas la belleza y el colorido de los
versos, y también un goce del intelecto por el especial empleo de las palabras en la frase”.
La traducció n de esta consagrada poeta españ ola convida, tal como fue concebida la obra
“Si deseante eres, corazó n, ponte en camino”, así nos cantó ‘Attar en lengua persa, y
Significativamente, la muy atenta edició n de este libro enlaza esa reflexió n del místico
persa con los nuevos caminos que propone el sacerdote franciscano y puertorriqueñ o
Ángel Darío Carrero en su artículo: “Cerrar los ojos para ver mejor”. Nuestro poeta, a
quien también agradecemos verter al españ ol las monedas místicas del alemá n Angelus
Silesius en Inquietud de la huella, dialoga con Juan Martín Velasco y su introducció n al libro
para llamar a un camino espiritual que incorpore la praxis como parte sustancial de la
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nos recuerda las palabras del místico flamenco Ruysbroek cuando exhorta: “si está s en
hermano: el Dios que dejas es menos seguro que el Dios que encuentras”. Eco parecido son
las palabras del dominico Eckhart cuando predica: “Si el hombre se hallara en un
arrobamiento tal como san Pablo, y supiera de un hombre enfermo que necesitara de él una
nuestra fe hoy, cuando se requiere una mística de ojos abiertos, no de ojos cerrados,
propone Carrero. Pero antes de abrirlos es necesario haberlos cerrado un ratito, porque
solo quien se ha conocido a sí mismo puede entregarse a los demá s. Es el “cerrar los ojos
para ver mejor” de que hablaba José Martí. Carrero nos invita al diá logo, no solo con las
fuentes fundacionales (como el Evangelio) y las tradicionales (Teresa, Clara, Silesius), sino
con otras tradiciones religiosas, como el islam, el judaísmo o el budismo, así como con
corrientes seculares abiertas al diá logo con la fe. Y sobre todo, nos insta a no quedarnos
autenticidad espiritual. “Si deseante eres, corazó n, ponte en camino”, parece exclamar con
‘Attar. En esto, asegura Carrero, estriba el reto místico del aquí y ahora: en la exigencia de
amor místico”, Ana María Rizzuto evoca los versos teresianos «que es mi Amado para mí /
y yo soy para mi Amado» y nos pregunta: ¿Có mo puede estar alguien enamorado de un
Dios que ni ve ni toca, de un Dios incorpó reo? Como psicoanalista, Rizzuto estudia una vez
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má s la psicodiná mica de la creencia religiosa y nos ofrece un comentario muy espiritual
sobre el amor místico. Alejá ndose un tanto de los postulados de otros especialistas en
psicoaná lisis de un místico no difiere sustancialmente del que se practicaría a otro sujeto
de igualdad con el amor humano pleno. Ambos son un largo y complejo proceso de
autotransformació n que desemboca en una gran dicha: la dicha del corazó n enamorado.
quien ha dedicado buena parte de sus estudios a la obra del místico Ibn ‘Arabi de Murcia,
nos acerca en “El viaje hermenéutico por las ínsulas de la imaginación” al mundo de la
razó n muchas veces nos exige una imagen de lo divino que tenga referentes en la realidad
pró xima, porque en nuestra cultura occidental lo ambivalente está vinculado al equívoco, al
ambigü edad como obstá culo para la comprensió n. El espíritu islá mico ha generado un
mundo de imá genes que no pretende reproducir la tridimensionalidad de los cuerpos sino,
desea que la conozcamos, el sufismo propone una doble conciencia que percibe al mundo
también con doble visió n: la del ojo externo de la vista y la del ojo interno del corazó n. Ibn
‘Arabi ilustra esta polivalencia en el poema que canta: “Cuando se muestre mi Amado, /
¿con qué ojo le veré? / Con su ojo, que no es el mío, / pues no lo ve sino él”. El ser humano
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desde cualquier perspectiva, es el barzaj por excelencia. Dado que todo es manifestació n de
Dios, en el arte que Pablo Beneito llama “genuinamente islá mico”, se produce una inversió n
impresió n del Alma universal; es decir, el artista islá mico procura representar el estadio
ambiguo, por transitorio, de los seres en su viaje de ida y vuelta desde y hacia la unidad
primordial. Es, por ende, un arte barzají, un arte de la mediació n entre el alma y su origen.
Rasa Lila”, Gloria Maité Herná ndez estudia el diá logo intertextual entre el gran poema
místico de san Juan y la obra clá sica de la tradició n oral sá nscrita del sur de la India,
fechada en el siglo VIII: el Rasa Lila. Sorprende el uso de metá foras similares en ambas
obras para describir la separació n del amado y la salida de las amadas en su busca, a pesar
de la enorme distancia geográ fica e histó rica que separa a los textos.
la jóora”, Laura Robledo Gonzá lez nos recuerda que para esclarecer la complejidad de la
influencia del Cantar de los cantares y de la bucó lica europea. Sin embargo, plantea la
jóora del Timeo de Plató n. En san Juan, el locus místico que es el alma se metaforiza como
una fuente, y desde espacio acuoso, también representado como corazó n o receptá culo que
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espacialidad en la obra de san Juan. De ahí procede a explicarnos el concepto del
receptá culo o jóora plató nico segú n aparece en el Timeo, la primera cosmogonía griega con
fines teoló gicos y teleoló gicos sobre los orígenes del universo. Sorprendentes resultan los
paralelismos: la jóora es recipiente y nodriza, el lugar eterno que participa del Ser de
término jóora en vez de tópos, es precisamente porque a pesar de que ambos significan
es incolora e invisible, pero acoge todas las formas visibles. Es matriz que nutre y ampara.
Es espejo, otredad: lo que percibimos en los sueñ os. En ella, impasible, inmó vil y eterna, los
cuerpos giran en un circuito constante (¿no resuena la danza tá ntrica de Shiva y Shakti?).
jóora para describir sus experiencias inefables. También la cosmología judía de la Sefarad
medieval —con su má ximo exponente, Ibn Gabirol— se servirá de la imagen plató nica.
Incluso el Islam, a través de místicos como Ibn Masarrah e Ibn ‘Arabi de Murcia, remiten a
la jóora del texto de Plató n, si bien se le describe como el barzaj o estadio espiritual
intermedio entre la vida y la muerte, y que los lectores reconocerá n gracias al artículo de
Pablo Beneito, que ya reseñ amos. De esta forma, Laura Robledo enlaza el espacio místico
de san Juan y de los sufíes —ese receptá culo ilimitado, acuoso e ininteligible— con la jóora
plató nica. Repensando la experiencia mística desde las ínsulas extrañas es un libro que
unidad, má s que otredades. “Justamente como el éxtasis místico”, concluye Robledo, y lleva
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En “La corporeidad de los sujetos líricos en el Cántico espiritual”, Ferdinand
Padró n afirma que una de las claves fundamentales del célebre poema de san Juan es la
que gozan de una doble naturaleza, tanto concreta como abstracta, a lo largo del texto. Esa
corporeidad variará en funció n del intenso deseo unitivo que los anima a ambos. Si Dios
cobra materia en la parte inicial del poema para hacerse visible a la Esposa, esta, a su vez,
una vez presiente la figura inmaterial del Amado, desciende a lo hondo de su psique para
volverse etérea como É l. Padró n identifica tres momentos unitivos en el Cá ntico, y explora
de flores, fuente, lecho florido— remite forzosamente al artículo de Luce que ya reseñ amos.
La afirmació n de Padró n de que después del encuentro místico central que tiene lugar en la
apuntes de mis clases con Teresita Narvá ez, que aú n conservo, y en los que ella afirmaba
una intuició n que hoy vemos documentada en este libro: que en los versos de san Juan, a
mayor éxtasis místico, má s cuerpo aparece en el poema. Padró n coincide, pero afirma que
desvaneciendo las marcas de lo tangible al final del poema, para convertirse finalmente en
“enamorado ímpetu alado”, como “un ballet ó ntico que terminará siendo bailado por un
El libro lo completan las “Notas de acopio para futuros trabajos sobre temas de
mística comparada de Miguel Asín Palacios”, editados por Luce Ló pez Baralt. Se trata de
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apuntes en los que el maestro arabista españ ol trazaba en las décadas del 20 y 30 el plan de
sus trabajos científicos y esbozaba las posibilidades de otros, para los que una vida no
material inédito, junto a otro libro pó stumo y también inédito sobre san Juan de la Cruz
escrito por su padre, Jaime Oliver Asín, y uno de cuyos capítulos también se incluye en este
volumen bajo el título “San Juan de la Cruz, en deuda con Garcilaso de la Vega. En ese
ú ltimo texto, que Luce edita, prologa y anota, una de las figuras má s notables de los
estudios hispanoá rabes, Oliver Asín, proponía ya desde 1931 la deuda directa de san Juan
con Garcilaso, como luego la estudiarían Dá maso Alonso, Jean Baruzi y Víctor García de la
Concha, entre otros. Apoyá ndose sobre todo en la glosa en prosa de san Juan, Oliver
sospechó que el carmelita leía directamente los versos de Garcilaso y Boscá n y se nutría de
algunas de sus imá genes para su propia creació n poética. Las notas de acopio de su tío
Miguel Asín, por otro lado, escritas sobre trocitos de papel que el crítico recortaba de las
cartas que recibía a caudales, constituyen un material valiosísimo. Ló pez-Baralt ilumina los
apuntes con notas al calce que enriquecen sus posibilidades y aclaran sus sentidos. El libro
culmina así con una verdadera joya que prolonga su vida ú til y se proyecta hacia el futuro,
Pero yo, lamentablemente, tengo que acabar esta presentació n, con la esperanza de
que hayan podido aquilatar, sin bien pá lidamente, la extraordinaria importancia de este
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aparecer en este libro, Puerto Rico vuelve a colocarse en el mapamundi, como bien celebra
la prologuista en su alocució n inicial, que a continuació n cito: “Pretendo, ante todo, hacer
dialogar en estas pá ginas a nuestros estudiosos con expertos del campo procedentes de
otros puntos del globo, pero siempre recordando que el foco de irradiació n inicial ha sido
Puerto Rico”. No lo sabrá n los economistas del BGF, los tecnó cratas de los gobiernos de
indescriptible, nosotros, reunidos aquí hoy, nosotros que conocemos el norte de todo
seguir haciendo patria desde la Isla, sus palabras estremecidas al recibir hace unos añ os el
honor de Catedrá tica distinguida en el Recinto de Río Piedras: que la frase culminante de
cada uno de sus artículos y libros era esa que colocaba bajo su nombre de autora, al inicio
de todo texto: Universidad de Puerto Rico. Luce, siempre maestra y mentora, impulsa a sus
discípulos al vuelo con generosidad a emular: miren a Beatriz, cuyo crédito aparece hoy en
la tapa de este libro, y no en una oscura nota al calce; mírenme a mí, también antigua
discípula, a quien confía la presentació n del libro con una fe que solo los grandes maestros
depositan en sus estudiantes. Por eso hoy me atreví a apostar también a dos de mis
discípulos, esta noche aquí presentes, a quienes voy pasando el bató n al haberles pedido
que contribuyeran con algunas de las sinopsis de artículos que les he leído, y para quienes
pongan de pie). Esta es la Universidad de Puerto Rico. Que se enteren Moody’s y Standard &
Poors: Puerto Rico NO es chatarra. ¿Có mo podría serlo una isla que produce tanto?
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Hoy, cuando miles de baratarios de estas ínsulas extrañ as, desposeídos,
York, quizá s sea necesario recordar las palabras de Kalman Barsy en su novela La cabeza de
mi padre: “la emigració n y el exilio son el naufragio del alma, un catastró fico hundimiento al
que solo una parte del ser sobrevive… Objetos, palabras, sabores perdidos, fragmentos de
viejas historias, son su herencia. Y el ovillo del tiempo soltando el hilo como el canto de un
pá jaro en el aire”. Este libro hace homenaje al canto del pá jaro místico y sagrado que es la
patria para los que se van, pero sobre todo para los que se quedan. Por eso, por Puerto
Rico, ave nuestra, pido para los autores, para Beatriz pero, con su permiso, muy
especialmente para Luce, aquello que pidió Dafne Morrison al comienzo de Quíntuples:
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