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APUNTES ACERCA DE LA REGULACIÓN DE LA JURISDICCIÓN

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INTERNACIONAL EN EL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN

Jonathan M. Brodsky 2

I. Introducción: la importancia del Derecho Internacional Privado y, en su


contexto, de la competencia judicial internacional

El Derecho Internacional Privado 3 es una disciplina en constante desarrollo y de


creciente relevancia. Otrora considerada cenicienta, eminentemente teórica y abstracta,
casi “de laboratorio” y para gourmands jurídicos, es hoy una materia ineludible para la
formación de todo jurista y para la actividad legisferante de cualquier país, 4 habida
cuenta de su concepto amplio 5 y su transversalidad respecto a otras “ramas” del
derecho. 6

1
Publicado en Temas de Derecho Civil, Persona y Patrimonio, Buenos Aires, Erreius, año III, noviembre
de 2017, pp. 939-952.
2
Abogado (UBA), graduado con Diploma de Honor y Medalla de Oro, Premio “Roque Fortunato
Garrido”, Premio “Alberto Tedin Uriburu”, Premio “Raymundo M. Salvat” y Premio “Corte Suprema de
Justicia de la Nación”. Magíster en Derecho Internacional Privado (UBA). Profesor Adjunto interino de
Derecho Internacional Privado, Jefe de Trabajos Prácticos de Obligaciones Civiles y Comerciales y de
Elementos de Derecho Procesal Civil y Comercial (UBA). Investigador adscripto del Instituto de
Investigaciones Jurídicas y Sociales “Dr. Ambrosio L. Gioja”, ex becario de investigación de la
Universidad de Buenos Aires y ex becario de estudios del Departamento de Estado de EE.UU. y de la
Universidad Autónoma de Madrid. Miembro Titular de la Asociación Argentina de Derecho Internacional
(AADI) y Miembro Pleno de la Asociación Americana de Derecho Internacional Privado (ASADIP).
3
En adelante, también “DIPr”.
4
Entre nosotros, no en vano —y a buena hora— se ha brindado una regulación de fuente interna
ordenada, coherente, sistemática y relativamente completa de los temas de DIPr, en las esferas civil y
mercantil, en el flamante Código Civil y Comercial de la Nación (Ley N° 26.994; en adelante, también
“CCCN”), vigente en la República Argentina desde el 1° de agosto de 2015 (Ley N° 27.077). Para una
reseña sobre las principales características generales del Título IV del Libro Sexto del nuevo
ordenamiento, así como una relación de sus antecedentes y los proyectos normativos previos que tuvieron
lugar en nuestro país, puede consultarse —por ejemplo—: PERUGINI (2012), UZAL (2012), MENICOCCI
(2014), SCOTTI (2015), SCOTTI y BRODSKY (2015), entre otros trabajos.
5
No es del caso reseñar aquí la infinidad de definiciones que se han dado del Derecho Internacional
Privado (tantas como autores se han dedicado a esbozarlas y, por lo demás, probablemente arbitrarias:
según pensamos, la tarea de definir es bastante odiosa en general, por cuanto implica encorsetar conceptos
casi siempre abstractos y dinámicos en un determinado conjunto de palabras estáticas e inamovibles). De
todas maneras, si se considera —y sobre esto existe un amplio grado de consenso— que la disciplina se
ocupa de las situaciones y de las relaciones jurídicas que presentan al menos uno de sus elementos
relevantes situado en un Estado extranjero, y en las que se halla el juego el derecho o el interés de al
menos una persona física o jurídica privada, entonces se advierte claro el amplísimo abanico de supuestos
que resultan captados por el DIPr.
6
Por la misma razón expresada anteriormente, sería posible distinguir “sub-ramas” dentro del DIPr, y
regularlas o estudiarlas por separado: Derecho Civil Internacional (patrimonial y extrapatrimonial),

1
En efecto, los supuestos que interesan al DIPr se han multiplicado
exponencialmente con el correr de los últimos años. El desarrollo tecnológico, y con él,
la fluidez (y a veces casi inmediatez) de las comunicaciones y del transporte de
personas, de bienes y de capitales, han hecho que trasladarse a otro país, contratar con
una persona situada en el extranjero, etc., sea hoy en día muy sencillo y se resuelva en
cuestión de horas, minutos o segundos. Ya no son aislados los casos en los que celebran
matrimonios (o bien, conviven como pareja sin previo casamiento) personas con
domicilio en Estados diversos o de distinta nacionalidad; donde se viaja al extranjero y,
como consumidor-turista, se adquieren bienes y servicios en los más variados países; los
supuestos en que se poseen bienes muebles o inmuebles ubicados en el extranjero (es
decir, en un Estado que no es el del domicilio o residencia habitual de su dueño), y a
cuyo respecto se plantea alguna situación relevante desde el punto de vista del Derecho;
en los que un padre o madre traslada a otro país o retiene ilícitamente en él a uno o más
de sus hijos menores de edad, en detrimento de los derechos de guarda o de custodia del
otro progenitor; entre tantos otros. El mundo se ha globalizado tanto, que es drástico el
aumento de los casos en los que, además de hallarse involucrados derechos o intereses
de particulares, se presenta al menos algún elemento relevante situado en un país
foráneo, “internacionalizando” la situación.
Asimismo, en este complejo y relevante entramado que es el DIPr contemporáneo,
la concepción moderna de la disciplina y las técnicas y herramientas a las que se ha de
recurrir para abordarla deben ser también plurales. Dentro del “triple objeto” que se
reconoce actualmente al DIPr (jurisdicción competente, derecho aplicable y cooperación
jurídica internacional —con especial detenimiento en el reconocimiento y ejecución de
sentencias, laudos y decisiones extranjeras, que representa el grado máximo de
cooperación—), 7 este trabajo se enmarcará en el primero.
Resulta cierto que una concepción clásica o tradicional del Derecho
Internacional Privado ha tendido a asociarlo biunívocamente al “conflicto de leyes”
(problema de la ley aplicable al fondo del asunto). No obstante, no es menos cierto que
una moderna noción de la disciplina reconoce además los otros dos objetos —o cuanto
menos, sectores— en aquélla, ya mencionados: la cooperación internacional y la

Derecho Comercial Internacional, Derecho Laboral Internacional, Derecho Procesal Internacional,


Derecho Penal Internacional, Derecho Fiscal Internacional, Derecho Notarial Internacional, Derecho
Constitucional Internacional, Derecho Administrativo Internacional, entre otras (sobre algunas de estas
categorías, y las demás no mencionadas, el grado de consenso en la doctrina en cuanto a que integran el
DIPr no es absoluto).
7
También es frecuente hallar la referencia a los “tres sectores” de la disciplina iusprivatista internacional.

2
jurisdicción competente. Y respecto a esta última, no sólo reviste tanta importancia
como el “problema clásico” de la norma aplicable, sino que constituye una operación
inicial y primordial en el razonamiento del juzgador.
En efecto, en cualquier litigio iusprivatista, la primera operación a realizar por
aquél a quien se somete la controversia (sea un juez o un tribunal estatal, o un árbitro o
un tribunal arbitral) consiste en determinar (o no) su propia jurisdicción o competencia
internacional. 8 Se trata del primer paso, previo desde luego al examen de la ley
aplicable: deviene abstracto, para un juzgador incompetente para conocer de un asunto
internacional, indagar a qué derecho le cabe resolverlo.
Así, como es evidente, los jueces deben entender en los casos que les
corresponden en razón de su competencia y sólo en ellos. Mas por otra parte, es aquel
órgano ante quien se insta la acción el que buscará en su propio ordenamiento jurídico
(de fuente interna, convencional y/o comunitaria) las normas de Derecho Internacional
Privado aplicables a la relación jurídica en cuestión; también será la lex fori la que
determine las normas de procedimiento bajo las que tramitará la acción; y serán los
principios del foro los que hayan de resguardarse al momento de aplicar (si cupiera) una
ley extranjera, de acuerdo al control de orden público internacional, entre otros
extremos.

II. Jerarquía del derecho internacional

No es casual que las disposiciones de Derecho Internacional Privado del nuevo


Código Civil y Comercial de la Nación 9 comiencen con un precepto como el art. 2594,
que bajo el título “Normas aplicables”, establece que “Las normas jurídicas aplicables a
situaciones vinculadas con varios ordenamientos jurídicos nacionales se determinan por
los tratados y las convenciones internacionales vigentes de aplicación en el caso y, en
defecto de normas de fuente internacional, se aplican las normas del derecho

8
Utilizamos indistintamente los términos “jurisdicción” y “competencia”, como es usual en Derecho
Internacional Privado. En cambio, en el derecho procesal (interno) de los países latinoamericanos, la
sinonimia entre “competencia” y “jurisdicción” responde sólo a una de las posibles acepciones de ésta
última: otros de significados de “jurisdicción” comprenden (i) la vinculación a un ámbito territorial
determinado –p. ej. realizarse una diligencia en otra jurisdicción–; (ii) la prerrogativa, autoridad o poder
de determinados órganos para juzgar controversias con fuerza vinculante para las partes; y (iii) como
función derivada del principio de división de poderes, en virtud de la cual los órganos jurisdiccionales
poseen la facultad pero también el deber de resolver los litigios que a ellos someten los particulares (Cfr.
COUTURE, 1958: 27-31).
9
En adelante, también “CCCN” o “el nuevo Código”.

3
internacional privado argentino de fuente interna”.
Este artículo tiene por finalidad indicar las fuentes principales del Derecho
Internacional Privado, dando cuenta además de su jerarquía. Los casos iusprivatistas
internacionales se deben resolver en primer lugar de acuerdo con los tratados
internacionales, y en su defecto por las normas de fuente interna previstas en el propio
Código Civil y Comercial o bien en otras leyes internas (Ley General de Sociedades,
Ley de Concursos y Quiebras, Ley de Navegación, etc).
La norma transcripta es muy similar al artículo 1° de la Convención
Interamericana sobre Normas Generales de Derecho Internacional Privado (CIDIP II,
celebrada en Montevideo en 1979, en vigor en la República Argentina desde 1983): “La
determinación de la norma jurídica aplicable para regir situaciones vinculadas con
derecho extranjero, se sujetará a lo establecido en esta Convención y demás
convenciones internacionales suscritas o que se suscriban en el futuro en forma bilateral
o multilateral por los Estados parte. En defecto de norma internacional, los Estados
parte aplicarán las reglas de conflicto de su derecho interno”.
A su turno, y en lo que nos interesa en materia de competencia judicial
internacional, el artículo 2601 CCCN confirma la preeminencia de los convenios
internacionales por sobre las leyes internas que contengan normas atributivas de
jurisdicción internacional, en sintonía con el artículo 2594 CCCN sobre las fuentes del
DIPr.
Si bien las normas de fondo derogadas no contemplaban ninguna norma acerca
de las fuentes del Derecho Internacional Privado, la primacía de los tratados respecto a
las leyes ha sido afirmada desde la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (CSJN) en el caso “Ekmekdjian c/ Sofovich”, de 1992 10 y principalmente, desde
la reforma de 1994 de la Constitución Nacional. 11
En efecto, la reforma en el art. 75 inc. 22 CN, primera parte, consagró la

10
En este trascendente fallo la Corte cambió su doctrina efectuando un giro de ciento ochenta grados. En
este pronunciamiento, el Máximo Tribunal reconoció que los tratados tienen jerarquía superior a las leyes.
Para esto utilizó dos fundamentos: uno, de Derecho interno constitucional y otro, de Derecho
internacional. En lo que concierne al primero de los fundamentos, sostuvo: “La derogación de un tratado
internacional por una ley del Congreso, violenta la distribución de competencias impuesta por la misma
(C.N.) porque mediante una ley se podría derogar el acto federal complejo de la celebración de un
tratado…Constituiría un avance inconstitucional del Poder Legislativo... sobre atribuciones del Poder
Ejecutivo... que es quien conduce exclusiva y excluyentemente las relaciones exteriores...”. Por otra parte,
el fundamento de derecho internacional fue esgrimido para sustentar su cambio de doctrina con respecto a
la jerarquía de los tratados en relación con el artículo 27 de la Convención de Viena sobre Derecho de los
Tratados según el cual ningún Estado podrá invocar su derecho interno para incumplir una norma
internacional.
11
En adelante, también “CN”.

4
superioridad de los tratados internacionales y de los concordatos celebrados con la Santa
Sede frente a las leyes. Es decir que los tratados en general tienen jerarquía supralegal
pero infraconstitucional puesto que deben respetar los principios de derecho público
constitucional (art. 27 CN).
Por otro lado, no podemos dejar de mencionar que si bien los tratados de
derechos humanos, con jerarquía constitucional, no constituyen fuentes en sentido
estricto del Derecho Internacional Privado, tal como lo afirma Dreyzin de Klor, estos
instrumentos “son marco de toda sentencia —a nivel occidental— y la interpretación
pasa a ser una fuente de derecho necesaria para avanzar en soluciones justas para los
casos concretos que se presentan diariamente en los estrados judiciales” (DREYZIN DE

KLOR, 2013).
Asimismo, debemos recordar que el artículo 1° del Código Civil y Comercial de
la Nación, referido a las fuentes y a su aplicación, indica que todos los casos que este
Código rige deben ser resueltos según las leyes que resulten aplicables, conforme con la
Constitución Nacional y los tratados de derechos humanos en los que la República sea
parte. A tal efecto, se tendrá en cuenta la finalidad de la norma…”.
En síntesis: la regulación iusprivatista internacional del CCCN parte de la
premisa fundamental según la cual el derecho internacional tiene primacía sobre el
ordenamiento interno argentino. No en vano tanto la sección relativa al derecho
aplicable cuanto la que regula la jurisdicción internacional comienzan precisando
justamente este concepto, a pesar de que no represente ninguna novedad: los arts. 2594
y 2601 no suponen inconveniente alguno; en el peor de los supuestos, constituyen una
redundancia o una suerte de verdad de Perogrullo. A esta altura del “estado del arte”, se
supone que ningún operador jurídico se estaría anoticiando de nada nuevo tras su
lectura. De todos modos, pensamos que no huelgan en tanto “recordatorio” a algunos
jueces y abogados que tienden a echar mano inmediatamente del Código Civil o
Comercial (o de la ley interna correspondiente) para resolver o plantear casos de la
materia, incluso cuando contengan elementos relevantes de internacionalidad, lo que
obliga a pensarlos en clave de DIPr y según su lógica particular.

5
III. El flagelo de la denegación internacional de justicia y la recepción del
forum necessitatis

El foro de necesidad no había sido receptado en el Código Civil de Vélez Sarsfield


ni en sus reformas sucesivas, aunque sí se hallaba contemplado en el Proyecto de
Código de DIPr de 2003, muy significativo entre nosotros. La redacción del precepto
era la siguiente: “Artículo 19. Foro de necesidad. Aunque las reglas del presente código
no atribuyan jurisdicción internacional a los tribunales argentinos, éstos pueden
intervenir con la finalidad de evitar la denegación de justicia, cuando no sea posible
iniciar la demanda en el extranjero, siempre que la causa presente vinculo suficiente con
el país, se garantice el derecho de defensa en juicio y se atienda a la conveniencia de
lograr una sentencia eficaz”.
En el derecho comparado, legislaciones de avanzada como la Ley Federal Suiza de
DIPr de 1987 12 y el Código Belga de DIPr de 2004 13 ya mencionados, por ejemplo,
conocen desde hace años la figura.
Ahora bien, en una disposición que consideramos afortunada, el nuevo Código
consagra con toda claridad el forum necessitatis: “Artículo 2602. Foro de necesidad.
Aunque las reglas del presente Código no atribuyan jurisdicción internacional a los
jueces argentinos, éstos pueden intervenir, excepcionalmente, con la finalidad de evitar
la denegación de justicia, siempre que no sea razonable exigir la iniciación de la
demanda en el extranjero y en tanto la situación privada presente contacto suficiente con
el país, se garantice el derecho de defensa en juicio y se atienda a la conveniencia de
lograr una sentencia eficaz”.
Es cierto que la ciencia iusprivatista internacional —sin perjuicio de otros
métodos, de otros principios y de otras lógicas que también juegan en ella un rol
importante— descansa sobre una idea fundamental, consistente en dotar de jurisdicción
internacional al juez que razonablemente deba entender en el caso, y en resolver este
último según el derecho que corresponda aplicársele; y en ambos sectores, se
fundamenta esa razonabilidad sobre la base de un criterio de proximidad. Es decir: ha de

12
Lorsque la présente loi ne prévoit aucun for en Suisse et qu’une procédure à l’étranger se révèle
impossible ou qu’on ne peut raisonnablement exiger qu’elle y soit introduite, les autorités judiciaires ou
administratives suisses du lieu avec lequel la cause présente un lien suffisant sont competentes (art. 3).
13
Nonobstant les autres dispositions de la présente loi, les juridictions belges sont exceptionnellement
compétentes lorsque la cause présente des liens étroits avec la Belgique et qu'une procédure à l'étranger
se révèle impossible ou qu'on ne peut raisonnablement exiger que la demande soit formée à l'étranger
(art. 11).

6
responderse a las dos grandes preguntas del DIPr teniendo como norte —siempre en
principio— el Estado cuyos jueces o cuyo ordenamiento presentan conexiones más
estrechas o relevantes para justificar esa intervención jurisdiccional o esa solución
normativa.
Ahora bien, ocurre que en un sistema de conexiones rígidas (en este caso, respecto
de la competencia judicial internacional), la jurisdicción internacional de un tribunal
depende únicamente de la normativa vigente aplicable. Es decir: si según un precepto
legal, supongamos el art. 2621, “las acciones de validez, nulidad y disolución del
matrimonio, así como las referentes a los efectos del matrimonio, deben interponerse
ante los jueces del último domicilio conyugal efectivo o ante el domicilio o residencia
habitual del cónyuge demandado”, entonces se siguen dos consecuencias: (i) que ningún
juez argentino podría declararse competente en la materia, de no encontrarse en su
jurisdicción el último domicilio conyugal efectivo o el domicilio o la residencia habitual
del cónyuge demandado; y (ii) que de verificarse tal conexión, entonces ningún tribunal
podría rehusar o declinar su propia competencia judicial internacional 14 para entender
en el caso.
La solución contraria a la planteada en segundo término viene dada por el forum
non conveniens; resulta —es claro— mucho más flexible, y es típica de la tradición del
common law. El foro no conveniente es un correctivo de los criterios atributivos de
jurisdicción existentes (PÉREZ PACHECO, 2008), e implica que aquéllos tribunales que
tienen jurisdicción, porque así lo indican sus normas atributivas de jurisdicción, se
niegan o se rehúsan a conocer y resolver la controversia planteada, puesto que
consideran que son los tribunales de otro Estado (en casos de jurisdicción concurrente)
los que lograrían satisfacer de manera correcta y justa el caso en particular (GUERRA,
2010).
Ahora bien, la institución que analizamos en esta sección es el forum necessitatis,
frecuentemente denominada la “contracara” del forum non conveniens. Y es que si éste
supone la declinación del juez de su propia CJI cuando le vendría atribuida según la
norma jurídica, aquella figura implica el supuesto contrario: la asunción de jurisdicción
internacional sin un expreso precepto atributivo de CJI que la autorice.
El fundamento del foro de necesidad es claro y de enorme importancia. Con su
precisión característica lo explica el prestigioso profesor FERNÁNDEZ ARROYO (2014: 6,

14
En adelante, también “CJI”.

7
805): “Ninguna norma flota en el ordenamiento desvinculada de los cimientos de éste…
Las normas de jurisdicción internacional argentinas no son más que la concreción de
los principios y valores consagrados en la Constitución y en la normativa internacional
de derechos humanos. Por ello, con el objetivo de garantizar un acceso efectivo a la
justicia, el legislador deja abierta una puerta que le permita cubrir los supuestos en los
cuales el ejercicio de la jurisdicción resulta indispensable pese a no estar previsto en
las normas vigentes. Queda fuera de toda duda que el cumplimiento de los principios
constitucionales esenciales no puede encontrar un obstáculo insalvable en la carencia
de una norma de jurisdicción internacional positiva. La ‘necesidad’ del título del
artículo se refiere, precisamente, a la exigencia de no dejar al actor en situación de
indefensión”.
Empero, hay que aclarar que el hecho de que no existiera el forum necessitatis en
el DIPr argentino vigente de fuente interna, no había sido óbice para su reconocimiento
jurisprudencial (solución también plausible, dados los derechos fundamentales en
juego). Insistimos: la denegación internacional de justicia es un flagelo que afecta
principios constitucionales y de derechos humanos básicos, entre ellos —
notoriamente— el acceso a la justicia. Por supuesto, el fallo argentino de cabecera en
esta materia es el famosísimo precedente “Cavura de Vlasov c/ Vlasov”, resuelto por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación el 25 de marzo de 1960 (¡hace más de 55 años!).
Entre otras relevantes consideraciones (como la calificación de “domicilio conyugal”
—el último lugar de efectiva convivencia indiscutida de los cónyuges— y la naturaleza
federal de la jurisdicción internacional de los jueces argentinos), el Máximo Tribunal
rechazó la excepción de incompetencia interpuesta por el demandado (que debería haber
prosperado según una interpretación estricta y literal de la norma vigente aplicable al
caso —el art. 104 de la vieja Ley de Matrimonio Civil N° 2393—), con fundamento en
la garantía constitucional argentina de la defensa en juicio y del acceso a la jurisdicción,
evitando así una privación internacional de justicia.
En anteúltimo lugar, hay que destacar no obstante, que es tan plausible la
incorporación del foro de necesidad al ordenamiento jurídico argentino, como
excepcional y razonable debe ser su aplicación. Nótese el término “excepcionalmente”
en el art. 2602, y la previsión de una serie de condiciones acumulativas: (i) no debe ser
razonable —entendido como “viable” y no como “conveniente”— exigir la iniciación
de la demanda en el extranjero; (ii) la situación debe presentar contacto suficiente con el
país —caso contrario, la asunción de CJI por los jueces argentinos podría ser

8
exorbitante—; (iii) el derecho de defensa en juicio (del demandado) debe quedar
garantizado —es éste un derecho constitucional tanto como lo es el de acceso a la
justicia que tiene la parte actora— y (iv) ha de atenderse a la conveniencia de lograr una
sentencia eficaz —pues caso contrario, la asunción excepcional de CJI sin norma
atributiva de ella no se justificaría en términos prácticos—.
Finalmente, nos vemos obligados a destacar que lamentablemente el legislador
omitió referirse al fraude a la jurisdicción, el llamado forum shopping, es decir la
búsqueda de un tribunal judicial que resulte más ventajoso. Efectivamente, la persona
que toma la iniciativa de una acción judicial puede verse tentada a elegir un foro no
porque sea el más adecuado para conocer del litigio, sino porque las normas sobre
conflictos de leyes que este tribunal utilizará llevarán a la aplicación de la ley que más
le convenga. Una vez más, el Proyecto de Código de Derecho Internacional Privado de
2003 había previsto la figura (junto a la del fraude a la ley), en los siguientes términos:
“Fraude. No se admitirá la jurisdicción internacional ni se aplicará el derecho extranjero
designado por la norma de conflicto cuando exista fraude. Se entiende por fraude la
modificación de los hechos considerados en el contacto jurisdiccional o en el punto de
conexión que tienda a eludir las normas coactivas que establecen la jurisdicción o el
derecho aplicable. Comprobado el fraude corresponde desconocer la jurisdicción
pretendida y aplicar el derecho que se trató de evadir” (art. 8).

IV. La igualdad como derecho fundamental y la prohibición expresa del


arraigo

El nuevo Código establece lo siguiente: “Artículo 2610. Igualdad de trato. Los


ciudadanos y los residentes permanentes en el extranjero gozan del libre acceso a la
jurisdicción para la defensa de sus derechos e intereses, en las mismas condiciones que
los ciudadanos y residentes permanentes en la Argentina.
Ninguna caución o depósito, cualquiera sea su denominación, puede ser impuesto
en razón de la calidad de ciudadano o residente permanente en otro Estado.
La igualdad de trato se aplica a las personas jurídicas constituidas, autorizadas o
registradas de acuerdo a las leyes de un Estado extranjero”.
Si bien no existía una disposición similar en el Código Civil derogado, sí regía en
el DIPr argentino de fuente convencional (la Convención de La Haya sobre
procedimiento civil) y también en la fuente institucional (pues se trata de un tratado

9
internacional en el marco de un proceso de integración regional como es el Mercosur: el
Protocolo de Las Leñas de 1992).
El primer instrumento dispone, en el artículo 17, que “No podrá serles impuesta
ninguna caución o depósito, por su condición de extranjeros o por falta de domiclio o de
residencia en el país a los nacionales de uno de los Estados contratantes que tengan su
domicilio en uno de dichos Estados y que sean demandantes o parte ante los tribunales
de otro de estos Estados.
La misma regla se aplicará al pago exigible a los demandantes o las partes
intervinientes, para garantizar las costas judiciales.
Continuarán aplicándose las convenciones por las cuales los Estados contratantes hayan
estipulado para sus nacionales, la eximición de la caución “judicatum solvi” o del pago
de las costas judiciales sin la condición del domicilio”.
A su vez, establece el Protocolo de Las Leñas, en su Capítulo III: “Igualdad de
trato procesal”: “Artículo 3. Los ciudadanos y los residentes permanentes de uno de los
Estados Partes gozarán, en las mismas condiciones que los ciudadanos y residentes
permanentes de otro Estado Parte, del libre acceso a la jurisdicción en dicho Estado para
la defensa de sus derechos e intereses.
El párrafo precedente se aplicará a las personas jurídicas constituidas, autorizadas o
registradas de acuerdo a las leyes de cualquiera de los Estados Partes.”
Y a renglón seguido, de manera concordante, “Artículo 4. Ninguna caución o
depósito, cualquiera sea su denominación, podrá ser impuesta en razón de la calidad de
ciudadano o residente permanente de otro Estado Parte.
El párrafo precedente se aplicará a las personas jurídicas constituidas, autorizadas
o registradas de acuerdo a las leyes de cualquiera de los Estados Partes.”
La ratio legis de estas disposiciones reposa, al igual que el acceso a la justicia
examinado en la sección anterior, sobre un derecho fundamental: en este caso, se trata
del derecho a la igualdad. La nueva y expresa disposición del CCCN es importante,
porque amplía a cualquier supuesto la exigencia de igualdad de trato procesal (por su
ámbito de aplicación espacial o territorial, la Convención de La Haya sólo nos obliga
respecto de los Estados parte de dicho tratado, mientras que el Protocolo de Las Leñas
es directamente aplicable a casos iusprivatistas multinacionales que nos vinculan con
los Estados miembros del Mercosur).
Se presenta en este tema una cuestión de extranjería procesal, esto es, la de las
normas vinculadas a la intervención en el proceso de una parte extranjera. Y es que en

10
el ámbito procesal podría verificarse la existencia de un trato diferenciado
(normalmente, perjudicial) del extranjero respecto de los nacionales del foro, ya sea
restringiendo el goce de ciertas prerrogativas, ya imponiéndose determinados
gravámenes que condicionan la viabilidad o el desarrollo del proceso. Así, el art. 348
(“arraigo”) del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, que desde el 1° de
agosto de 2015 podríamos considerar tácitamente derogado (además de inconstitucional,
desde antes de esa fecha): “Si el demandante no tuviere domicilio ni bienes inmuebles
en la República, será también excepción previa la del arraigo por las responsabilidades
inherentes a la demanda”.
Antes bien, se impone la garantía de igualdad de trato y de no discriminación (art.
16, Constitución Nacional) así como la de acceso a la justicia (art. 18, Constitución
Nacional), ambas receptadas por instrumentos internacionales de derechos humanos con
jerarquía constitucional (conf. art. 75, inc. 22 de nuestra Norma Fundamental; nos
referimos a la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, a la
Declaración Universal de los Derechos Humanos y a la Convención Americana de
Derechos Humanos). Ciudadanos, residentes permanentes del Estado y ciudadanos y
residentes permanentes de otro Estado deben recibir un trato igualitario: todos son
titulares del mismo derecho de acceso a la jurisdicción para la defensa de sus derechos e
intereses, en las mismas condiciones, en concordancia con aquella cláusula según la
cual todos los habitantes de la Nación gozan de sus derechos de conformidad con las
leyes que los reglamenten, incluso el de peticionar a las autoridades (art. 14,
Constitución Nacional), sin distinción entre nacionales y extranjeros. “La
administración de justicia no es una prerrogativa del soberano ni un privilegio del
nacional; es por el contrario, una garantía de la persona y un deber el Estado fundado
además en su interés público en mantener el orden y la tranquilidad sociales, por tanto
no corresponde negarle o coartar la administración de justicia al extranjero o someterla
a requisitos especiales” (RODRÍGUEZ, 2015: 836).
En suma, la garantía del acceso a la justicia no puede materializarse sino en
ausencia de distinciones de nacionalidad o residencia (en caso de personas físicas) o de
país de constitución, autorización o registro (en caso de personas jurídicas). De suerte
que el litigante que no tiene un vínculo con la Argentina no puede verse desfavorecido
en el proceso, o antes de él, respecto de la parte que sí tiene esa conexión. Se trata de un
principio general, válido para cualquier tipo de discriminación, de la que el arraigo
(indudablemente eliminado de nuestro derecho vigente) es un ejemplo particular.

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V. Pautas para la atribución de competencia judicial internacional en el
nuevo Código Civil y Comercial de la Nación

1. Foro general: el domicilio del demandado

De acuerdo con lo establecido por el art. 2608 del CCCN, “Excepto disposición
particular, las acciones personales deben interponerse ante el juez del domicilio o
residencia habitual del demandado”.
No es casual, ni un hecho menor, que la regla general en materia de jurisdicción
directa sea la de su atribución a los órganos jurisdiccionales del Estado en el que el
demandado tiene su domicilio. Es un criterio clásico, tradicional, coherente y
encomiable, que constituye un denominador común a los sistemas de CJI tanto desde
una perspectiva histórica cuanto geográfica (es una constante en el Derecho
Comparado). Como bien lo explica BOGGIANO (1993), se trata de una regla plausible
porque plasma en la norma un cúmulo de valores jurídicos esenciales del Derecho
Internacional Privado. Por un lado, se garantiza la defensa en juicio del demandado, ya
que éste mal podría alegar indefensión justamente en su propio domicilio 15; y por otra
parte, se resguarda el principio de efectividad de las decisiones. Puesto que el acreedor
tendrá un evidente interés en obtener una sentencia susceptible de eficaz ejecución sobre
los bienes del deudor eventualmente condenado al cumplimiento, el lugar de su
domicilio constituye sin dudas aquél en el cual las probabilidades de existencia de
bienes y, por tanto, de ejecución son más efectivas.

2. Foros especiales en razón de la materia

Como regla general, los demás foros previstos para cada categoría jurídica de las
contempladas en el Capítulo 3 del Título IV del Libro Sexto del CCCN se fundan en el
principio esencial de proximidad razonable y en la previsibilidad objetiva para el
demandado respecto de dichos foros. Y es que toda vez que estos foros especiales
conllevan la posibilidad de que una persona sea demandada fuera de su domicilio, con
los inconvenientes, dificultades o incomodidades que ello puede acarrear —invirtiendo

15
En otro trabajo, el mismo jurista se ha referido —no sin una dosis de su elocuencia característica— a
“la fortaleza amurallada del demandado” (BOGGIANO, 1975: 627).

12
“la carga de internacionalidad jurisdiccional”—, es necesario que el demandado foráneo
haya realizado ciertas actividades o se haya “vinculado” estrechamente con ese otro
Estado en el que se lo pretende demandar. Por la misma razón (es decir, precisamente
porque existe una conexión relevante entre el foro en el que se entabla la acción y la
actividad desplegada en él por el demandado), se entiende que la formulación de la
pretensión en una sede diversa a la del foro general no es sorpresiva, sino objetivamente
previsible para el accionado: los foros especiales “deben interpretarse de forma que un
operador normalmente bien informado pueda razonablemente prever ante qué
tribunales, distintos de los de su domicilio, puede ser demandado” (GARCIMARTÍN
ALFÉREZ , 2012: 85).
Así, por ejemplo, resulta lógico y previsible que, en materia sucesoria, resulten
competentes los jueces del último domicilio del causante (la fijación del domicilio por
parte de la persona humana se supone un acto voluntario, y ha sido desde siempre, junto
con la nacionalidad, uno de los grandes puntos de conexión personales; asimismo,
resulta coherente que, siendo el domicilio —además— un contacto variable o mutable
en el tiempo, se haya resuelto el problema del “conflicto móvil” escogiendo aquél más
próximo al fallecimiento, y por ende el más relevante para regir una sucesión con
elementos internacionales). De igual manera, es esperable que la existencia de bienes, o
cierto tipo de ellos (en general, los inmuebles, tradicionalmente asociados no sólo al
derecho de propiedad de su titular sino también a la soberanía del Estado sobre su
propio territorio), abran la jurisdicción del juez del Estado en el que están situados, al
menos en relación a esos bienes. En este sentido, pues, establece el art. 2643 del nuevo
Código que “Son competentes para entender en la sucesión por causa de muerte, los
jueces del último domicilio del causante o los del lugar de situación de los bienes
inmuebles en el país respecto de éstos”.
Del mismo modo, en materia contractual, están habilitados para conocer en las
acciones resultantes de un contrato los jueces que hubieran previsto las partes en un
acuerdo de elección de foro, y en su defecto, a opción del actor: los jueces del domicilio
o residencia habitual del demandado (si existen varios demandados, los jueces del
domicilio o residencia habitual de cualquiera de ellos); los jueces del lugar de
cumplimiento de cualquiera de las obligaciones contractuales; y los jueces del lugar
donde se ubica una agencia, sucursal o representación del demandado, siempre que ésta
haya participado en la negociación o celebración del contrato (art. 2650 CCCN).
Es razonable que en materia internacional patrimonial y, en particular, contractual,

13
se autorice típicamente el ejercicio de la autonomía privada tanto para la elección del
derecho aplicable como para la jurisdicción competente. Asimismo, en defecto de
acuerdo de elección de foro (cosa hoy infrecuente en los negocios internacionales) o
bien si dicha elección resultase inválida, los criterios subsidiarios que se anexan como
concurrentes al foro general (domicilio del demandado) resultan razonables; ello es así,
pues es previsible que, si los contratos se celebran para ejecutarse (la causa fin de los
contratantes es la contraprestación a cargo de la otra parte que satisfará su interés
patrimonial), el lugar de cumplimiento sea un contacto relevante para dotar de
competencia a los jueces de ese Estado. Del mismo modo, es también esperable para
una empresa que se vale de una agencia, sucursal o representación del demandado para
negociar o celebrar un contrato, que pueda ser llevada ante los tribunales de ese lugar.
Por lo demás, la ratio del foro de la sucursal es fácil de ver. Por un lado, son los
tribunales del lugar donde se halla la agencia quienes se encuentran en mejores
condiciones de adquirir la información fáctica necesaria para resolver los litigios
derivados de la actividad de una sucursal, y de hacerlo a un menor costo. También se
reducirán, probablemente, los costos de notificación (que podrá realizarse en el
establecimiento) y los de ejecución de la sentencia (pues normalmente podrá tener lugar
sobre el patrimonio vinculado a la sucursal). Por otra parte, desde el punto de vista del
demandado domiciliado en el extranjero, el establecimiento de una agencia en un
territorio diverso al de su sede principal demuestra que aquél ha querido llevar a cabo
una actividad continuada en ese otro Estado; si se beneficia de su mercado, luego debe
responder ante sus órganos jurisdiccionales por lo que hace a dicha actividad
(FERNÁNDEZ ROZAS y SÁNCHEZ LORENZO, 2007).
Desde el punto de vista del derecho comparado, es interesante hacer el análisis en
paralelo con uno de los foros previstos en el art. 7 del Reglamento 1215/2012, “Bruselas
I bis”: “[Las personas domiciliadas en un Estado miembro podrán ser demandadas en
otro Estado miembro] si se tratare de litigios relativos a la explotación de sucursales,
agencias o cualquier otro establecimiento, ante el tribunal del lugar en que se hallaren
sitos”.
Finalmente, citaremos como ejemplo el art. 2656 del CCCN, que se encarga de
regular la jurisdicción en materia de responsabilidad civil extracontractual. Dispone
dicho precepto que “Excepto lo dispuesto en los artículos anteriores, son competentes
para conocer en las acciones fundadas en la existencia de responsabilidad civil: a. el
juez del domicilio del demandado; b. el juez del lugar en que se ha producido el hecho

14
generador del daño o donde éste produce sus efectos dañosos directos”.
Es claro que existen dos criterios relevantes (uno de los cuales comprende dos
conexiones similares) y que, de no coincidir el domicilio del demandado con el lugar de
producción del hecho generador del daño o de sus efectos dañosos directos, el actor
tendrá la opción de demandar, a su arbitrio y libre elección, en cualquiera de las tres
jurisdicciones ofrecidas. Se plantean pues foros alternativos, o si se quiere,
concurrentes; en la terminología antedicha, al “foro general” se adicionan (o
“concurren”) dos foros especiales, por razón de la materia.
También aquí razones de proximidad conducen a dotar de competencia a los
tribunales del lugar donde el daño se produce: típicamente, los jueces de este lugar son
cercanos a los hechos que dan lugar al litigio, reduciéndose además los costos de
instrucción del proceso, y en consecuencia, contribuyendo a una resolución más
eficiente del fondo de la controversia. Y más aún, es un foro razonable en términos
materiales: de acuerdo a un principio de autorresponsabilidad del autor del daño: quien
con su comportamiento causa un perjuicio en un lugar, debe responder en ese lugar por
ese daño, asumiendo así la “carga de internacionalidad jurisdiccional” asociada y
procurándose incentivar la internalización de las externalidades negativas
transfronterizas en las operaciones civiles y comerciales (GARCIMARTÍN ALFÉREZ, 2012:
99-100).
Es interesante destacar que el lugar de producción del daño (como criterio
general) se enuncia como una alternativa: allí donde tiene lugar el hecho generador, o
bien donde se producen los efectos lesivos de aquél, en la medida en que sean directos.
Por supuesto, ambos podrían coincidir, y ello ocurre con frecuencia; pero uno y otro
podrían estar disociados (así, el conocido caso donde el haber vertido contaminantes en
un Estado río arriba, produjo daños a empresas y agricultores de otro país, que se
servían de esas aguas río abajo). La solución receptada por el CCCN, que consagra lo
que podría denominarse una “teoría de la ubicuidad” en la materia, se orienta
decididamente a ofrecer al actor aún más opciones a la hora de garantizar su acceso a la
jurisdicción (por la más amplia apertura de foros disponibles).
Además de la proximidad, también el resguardo de la previsibilidad aparece en
esta norma: nótese que se alude a los efectos dañosos directos, y no de cualquier tipo. Y
ello responde a que una lesión sufrida indirectamente por la víctima escaparía a la órbita
de control del demandado, cayendo pues esa necesaria razonabilidad fundada en la
previsibilidad del daño por aquél.

15
3. Foros exclusivos

En último término, interesa detenerse en el art. 2609, que establece que “Sin
perjuicio de lo dispuesto en leyes especiales, los jueces argentinos son exclusivamente
competentes para conocer en las siguientes causas:
a) en materia de derechos reales sobre inmuebles situados en la República;
b) en materia de validez o nulidad de las inscripciones practicadas en un registro
público argentino;
c) en materia de inscripciones o validez de patentes, marcas, diseños o dibujos y
modelos industriales y demás derechos análogos sometidos a depósito o registro,
cuando el depósito o registro se haya solicitado o efectuado o tenido por efectuado en
Argentina.”
El principio en el ámbito de la competencia judicial internacional es la
concurrencia de foros, lo cual, como ya dijimos, se orienta en el sentido de materializar
el derecho de acceso a la jurisdicción. Ahora bien, existen algunas materias específicas
en las que los Estados poseen un interés concreto en conservar exclusivamente la
jurisdicción para entender en aquellas. Se trata de supuestos excepcionales, que la
doctrina ha dicho que deben interpretarse restrictivamente 16: según se expresó en los
Fundamentos del nuevo Código, “Solo de manera excepcional se ha alterado el
principio de la aceptación de foros concurrentes y se ha dado la nota de exclusividad en
la competencia de los jueces argentinos, con la consecuencia típica de impedir efectos
en el foro de decisiones de tribunales extranjeros sobre ciertas materias bien definidas”.
En definitiva, en las categorías previstas por el art. 2609 se atribuye CJI
exclusivamente al Estado Argentino, sin consideración del domicilio del demandado o
de otras posibles conexiones con el caso, y de forma exclusiva y excluyente: de modo
inexorable, la competencia para entender en los supuestos allí descriptos corresponde a
los jueces nacionales y sólo a ellos.
La ratio de los foros exclusivos (en cualquier ordenamiento jurídico o texto

16
Rectius, “de manera literal o estricta”. A pesar del sentido equívoco con el que suele hallársela
empleada, la voz “interpretación restrictiva” supone reducir el ámbito de aplicación de la norma de
acuerdo a sus términos literales. Antes bien, si lo que desea expresarse es que debe estarse de manera
estricta a la redacción del precepto para aplicarlo única y exclusivamente a los tipos legales para los que
se ha dictado, sin extender ni ampliar el sentido o el alcance de los presupuestos fácticos contemplados
por la norma más allá de su tenor literal, entonces corresponde —en rigor— referirse a la interpretación
estricta o literal.

16
normativo de DIPr) se explica en general por una combinación de tres motivos: (i) la
fuerte presencia de intereses públicos materiales, en el sentido de que la resolución de
cierto tipo de litigios tiene una gran transcendencia para una determinada política
material del Estado en cuestión, de suerte que éste intenta asegurar su implementación
atribuyéndose el monopolio jurisdiccional; (ii) la importancia que la resolución del
litigio puede tener para la seguridad del tráfico: es decir, que en la medida en que puede
producir efectos no sólo sobre las partes sino también —de manera mediata— para
terceros, resulta razonable que sólo un Estado monopolice la capacidad jurisdiccional,
“centralizando” la resolución de los litigios y asegurando que “se hable con una sola
voz”; y (iii) la estrecha relación que se verifica entre los aspectos declarativos y los
aspectos ejecutivos en ese tipo de litigios, de forma que cuando se da esa relación entre
ambas formas de tutela, se reducen los costes de administración de justicia si, desde un
comienzo, se atribuye CJI exclusiva y excluyente al Estado donde se localicen esos
aspectos ejecutivos. Es decir, se trata de que entiendan los órganos jurisdiccionales del
Estado donde más eficazmente podrá asegurarse la tutela judicial solicitada (SÁNCHEZ
LORENZO, 1994).
Trazando el paralelo con el Reglamento “Bruselas I bis”, el DIPr comunitario
europeo prevé ciertas competencias exclusivas en la Sección 6 del Capítulo II, en un
único precepto (art. 24): en materia de derechos reales inmobiliarios y de contratos de
arrendamiento de bienes inmuebles, la de los órganos jurisdiccionales del Estado
miembro donde el inmueble se halle sito (ap. 1); en materia de validez, nulidad o
disolución de sociedades y personas jurídicas, así como en materia de validez de las
decisiones de sus órganos, de los órganos jurisdiccionales del Estado miembro en que la
sociedad o persona jurídica esté domiciliada (ap. 2); 17 en materia de validez de las
inscripciones en los registros públicos, de los órganos jurisdiccionales del Estado
miembro en que se encuentre el registro (ap. 3); en materia de inscripciones o validez de
patentes, marcas, diseños o dibujos y modelos y demás derechos análogos sometidos a
depósito o registro, independientemente de que la cuestión se haya suscitado por vía de
acción o por vía de excepción, de los órganos jurisdiccionales del Estado en que se haya
solicitado, efectuado o tenido por efectuado el depósito o registro en virtud de lo
dispuesto en algún instrumento de la Unión Europea o en algún convenio internacional
(ap. 4); y en materia de ejecución de las resoluciones judiciales, de los órganos

17
Según el mismo ap. 2, para determinar dicho domicilio, el órgano jurisdiccional aplicará sus propias
normas de Derecho Internacional Privado.

17
jurisdiccionales del Estado miembro del lugar de ejecución (ap. 5).
Volviendo al derecho argentino, como bien lo indica RUBAJA (2015: 338), sin
perjuicio de las categorías enunciadas en el art. 2609, se deja planteada la posibilidad de
que existan otros criterios para establecer este tipo de jurisdicción en leyes especiales o
en el propio Código (en el art. 2635 CCCN se establece la jurisdicción exclusiva de los
jueces argentinos respecto de la declaración de situación de adoptabilidad, la decisión
de la guarda con fines de adopción y para el otorgamiento de una adopción en caso de
niños con domicilio en la República). Asimismo, el art. 2654 CCCN también establece
una jurisdicción de tipo exclusivo cuando dispone: “La acción entablada contra el
consumidor por la otra parte contratante solo puede interponerse ante los jueces del
Estado del domicilio del consumidor”; en ese caso la exclusividad de jurisdicción
corresponde a los jueces del Estado del domicilio del consumidor, evidentemente para
protegerlo por ser el sujeto débil de dicha relación.

VI. Palabras finales

Como colofón del análisis realizado, celebramos la inclusión de normas de


Derecho Internacional Privado sobre jurisdicción internacional en general en nuestro
recientemente vigente Código Civil y Comercial de la Nación. Se trata, a nuestro juicio,
de una cuestión de trascendental relevancia, como ya ha quedado expuesto en los
párrafos precedentes.
Asimismo, consideramos plausibles, porque resultan razonables, técnicamente
precisos y recogen los modernos criterios en la materia, las disposiciones a través de las
que el tema ha quedado regulado, y varias de las cuales ya hemos comentado.
El desafío permanece pendiente en materia de reconocimiento y ejecución de
sentencias y otros actos de autoridad extranjeros, dado que este ámbito sigue reservado
a los ordenamientos procesales locales de cada jurisdicción, aun cuando se trate de una
cuestión federal (como tuvo ocasión de sostenerlo el Supremo Tribunal de nuestro país)
y el incumplimiento en esta materia pueda generar la responsabilidad internacional de la
República. Con todo, el avance legislativo es muy importante.
Cerramos con las palabras de una destacada profesora cordobesa que compartimos
plenamente: “los principios sobre los que se edifica el DIPr enraízan en el espíritu
posmoderno y concretamente, en la adopción de criterios flexibles, en asumir la
cooperación jurisdiccional internacional como un deber, en la incorporación expresa de

18
la autonomía de la voluntad destacando así la posibilidad de reconocer a la persona
humana una facultad que le compete y en optar por incluir conexiones que responden a
la vinculación de las relaciones con los ámbitos espaciales desde una perspectiva lógico-
axiológica, dotando al sistema de razonabilidad a la vez que facilitando la armonización
de las soluciones” (DREYZIN DE KLOR, 2015).

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